One-shot no es tiempo de dejarte ir <deadman wonderland>

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Ceci, 5 Mayo 2019.

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    Escritor
    Título:
    no es tiempo de dejarte ir <deadman wonderland>
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3081
    no es tiempo de dejarte ir

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    .


    Cathy bajó las escaleras hasta la cocina de su casa, silenciosa como un ratón, con la gracia de un cisne, porque no quería que nadie la sorprendiera encendiendo la cafetera a las tres de la mañana.


    Sí, un café a las tres de la mañana. Eso es lo que una persona normal haría en una situación en la que sus propios pensamientos la estuvieran reteniendo de irse a dormir, por más cansada, estresada y agotada que se encontrase.


    Bueno, quizás no era algo normal para todo el mundo, pero era la normalidad de Catherine Whitman. En ese mismo día le habían entregado el diploma a la mejor promoción en su generación, junto con un reconocimiento por su desempeño como presidenta estudiantil, otro por su inminente destaque en los clubes, y además se había tenido que despedir de sus veintitantos compañeros de curso con los cuales tenía una relación prácticamente de amistad por el nivel de confidencia que tenían para con ella.


    Sentía que había tenido una experiencia maravillosa en la preparatoria, pero no podía decir que hubiera sido fácil, especialmente por todas las noches en las que se había quedado sin dormir intentando balancear todas sus actividades y responsabilidades.


    Todo eso y, además, su noviazgo con Noah.


    Soltó un pesado suspiro no bien su nombre había vuelto a su cabeza. Llevaba poco más de una semana desde que prácticamente se habían dejado de hablar, y tampoco era como si pudiese culparlo por la forma en la que había reaccionado.


    —Solamente tú te enrollas con críos, Catherine —se dijo a sí misma en voz baja mientras quitaba la jarra de la cafetera, seria, como si estuviera imitando el tono que su madre empleaba cada vez que la regañaba—. Por supuesto que se iba a tomar mal que no podíamos seguir juntos y no iba a entender el por qué. ¿Qué te esperabas que sucediera?


    Cerró el grifo poco antes de llegar a la mitad de la jarra. Quería una taza de café, por supuesto, para ordenar sus pensamientos, pero tampoco quería ahogar sus penas en suficiente cafeína como para dejarla con insomnio por el resto de la semana.


    —No, no es un crío —se corrigió luego de unos segundos, intentando identificar cómo era que realmente se sentía, mientras buscaba la lata del café en la alacena—. Es mucho más maduro que los chicos de su edad. Joder, es mucho más maduro que cualquier tipo de mi edad.


    Entonces, ¿por qué ya no le respondía los mensajes? ¿Ni las llamadas? ¿Qué tal aparecerse a su acto de graduación, al menos, para decirle que lo había hecho bien, que estaba orgullosa de ella?


    Abrió la cafetera con más fuerza de la necesaria, maldiciendo en voz baja por hacer más ruido del que necesitaba, tensándose unos segundos ante la idea de estar perdiendo el control sobre sus propias emociones; la verdad era que si algo disfrutaba Cathy, era sentirse en control de su entorno, de así sentirse segura.


    Sacó su teléfono del bolsillo de su pijama, desbloqueándolo, con toda la intención de echar más sal en la herida, y sin saber exactamente por qué. Quizás en el fondo se sentía culpable por todo lo que había sucedido, pero si no desviaba la culpa hacia otra persona, no podría dormir esa noche.


    Noah: de verdad que no te entiendo.
    Yo: Noah, ya te lo he explicado muchas veces… Me voy al día siguiente de la ceremonia de graduación y no puedes venir conmigo, no podemos estar juntos ya. Soy mayor de edad y tú eres menor. ¿Sabes cómo se vería eso si alguien nos descubre? Puedo olvidarme de la universidad, incluso de mi libertad. Encarcelan personas por mucho menos que salir con alguien menor, te lo he dicho muchas veces.
    Noah: y que yo te diga que te quiero no importa?
    Yo: Que lo hemos hablado ya, Noah…
    Noah: entonces no sé por qué sigues escribiéndome
    Yo: Tampoco te pongas así…


    Hace cinco días.

    Yo: Contéstame, Noah, esto tampoco es fácil para mí.

    Hace cuatro días

    Yo: ¿Puedes contestar el teléfono? No quiero seguir así contigo. ¿Dónde estás? Tu madre dice que no te ha visto en tres días en tu casa.


    Hace dos días.
    Yo: Noah, nunca quise herirte, sí lo sabes, ¿verdad?
    Yo: La ceremonia de graduación es pasado mañana, en el gimnasio, a las veinte treinta. Quisiera verte ahí.


    —Pero si estás actuando como un crío, ¿por qué me voy a privar de llamarte crío? —se preguntó a sí misma, hablando con quién sabe quién, ofuscada, sin poder despegar la vista de la pantalla, como si el pinchazo en el pecho fuera más adictivo que doloroso.


    Pero, de pronto, pasó algo que dejó a Cathy muda, paralizada en su lugar, con los ojos abiertos como platos.


    Todos los mensajes que le había enviado a Noah se marcaron vistos casi al mismo tiempo, y como si eso fuera poco, podía verlo escribiendo en el detalle de la conversación. Su cerebro gritaba para que cerrara la aplicación, apagara el teléfono, ¡con un demonio! Que lo metiera en la cafetera si tenía que hacerlo, pero sus manos solo se quedaron inmóviles sosteniendo el aparato, con la vista pegada al fondo de la pantalla, esperando que llegara ese mensaje.


    Noah: hey, cathy… estás despierta?


    Por supuesto que estaba despierta.


    Apretó el botón de bloquear tan pronto se dio cuenta de que había quedado como la mujer más necesitada del universo, mirando la conversación con su reciente ex a las tres de la mañana. ¿Qué probabilidades había de que justo le fuera a escribir a esas horas del diablo, justo cuando ella estaba mirando la pantalla como estúpida?


    —Idiota —se dijo a sí misma, sonrojándose como chiquilla a la que habían atrapado en plena travesura.


    De pronto, la pantalla de su teléfono se iluminó de nuevo, mostrándole más notificaciones de la conversación. Cathy, por su parte, solo se limitó a levantar el aparato para que al vibrar contra el mármol de la encimera no hiciera un escándalo completamente innecesario.


    Noah: cathy, que acabas de ver el mensaje y puedo verte a través del tragaluz de la cocina desde la ventana de mi habitación. voy para ahí.


    Maldito crío, ahora sí.


    ¿Quién se creía que era, ignorándola por prácticamente una semana, como para invitarse solo a su casa a semejantes horas? Bueno, no era como si ella misma no lo hubiera metido por la ventana de su propia habitación en más de una ocasión, en horas completamente indecentes, para cuestiones para nada decentes.


    Lanzó una mirada fulminante a través del techo de cristal de la cocina, directo a la ventana de la habitación de la casa de Noah, en el segundo piso. Maldita la hora en la que su madre había visto en las revistas de arquitectura que los solariums estaban de última moda, y maldita la hora que había decidido hacer uno de la cocina.


    Noah: deja de mirarme así


    —Maldito crío —suspiró, terminando de cerrar la cafetera para, a paso apresurado, aproximarse a la puerta del patio y destrabarla—. Maldito, maldito crío.


    No iba a ser muy conveniente tener a sus padres preguntándole qué hacía alguien llamando a la casa en plena madrugada. Conociendo a Noah, tampoco tardaría demasiado en bajar las escaleras de su casa, cruzar la cerca que separaba ambos patios y materializarse ahí detrás del cristal de la puerta.


    Y ahí estaba él unos segundos más tarde, abriendo la puerta, mirándola con esos ojos negros que brillaban arrepentidos.


    En ese momento, Cathy se sintió capaz de perdonarle cualquier ofensa, pues algo dentro de su cuerpo le exigía correr hacia él y abrazarlo tan fuerte hasta que no le doliera el corazón de simplemente latir.


    La verdad era que ella había recibido múltiples felicitaciones esa noche en la ceremonia, pero nada se sentía completo, nada se sentía del todo bien teniendo a Noah ausente.


    —Pero miren quién se decidió a aparecer —comentó, sarcástica, porque para el bien de su propio orgullo, su cabeza estaba dispuesta a no dejarse llevar por sus emociones.


    Briggs agachó la mirada mientras cerraba la puerta detrás de él, metiéndose las manos en los bolsillos, avanzando hacia Cathy. El olor a café se le hacía más que familiar, prácticamente característico de su Cath, y por un momento temió que ella se fuera a llevar lo mucho que él disfrutaba la fragancia de café recién hecho no bien se marchase a la universidad.


    Cathy se irá y se llevará todo con ella. ¿Qué quedará para mí?


    —Perdón por ser un completo idiota. —Eso era exactamente lo que había sido y no tenía intención de justificarse—. ¿Me odias?
    —Solo un poco —respondió ella, aliviada de que él se tomara el trabajo de insultarse a sí mismo, ahorrándole el trabajo—. ¿Desde cuándo me ignoras de esa manera?
    —Tú me dejaste, Cath, ¿cómo pensaste que iba a reaccionar?


    La verdad era que ya le costaba mirarla a la cara, mucho más formular oraciones coherentes, y ni que hablar de mantenerse calmado. Al diablo con la calma, pensó, y empuñó las manos hasta que los nudillos se le quedaron aún más blancos. Todo lo que él conocía por amor se iba a ir la próxima mañana, se iba a alejar centenares de kilómetros, y él, que siempre se había sentido un semidiós teniendo a Cathy para él, no podía hacer más que verse como un reverendo inútil incapaz de hacer algo al respecto.


    —¿Es así como vamos a seguir, Noah? ¿Quieres que nos ignoremos el uno al otro? —le preguntó ella, sintiendo cómo se le estrujaba el pecho de verlo así.
    —Por supuesto que no quiero dejar de hablar contigo —contestó él, preocupado, levantando la mirada del piso para finalmente encararla—. No quiero que me dejes, no quiero que te vayas. ¿Por qué te tienes que mudar lejos? ¿Por qué no soy suficiente como para irme contigo?
    —Noah —le llamó en voz baja, tenue y dulce, como solía hacer cada vez que él se manifestaba tan inseguro como en esos momentos, momentos que solían ser íntimos, porque nadie había tenido el privilegio de verlo humilde y sumiso como ella; nadie entendía qué veía ella en él porque nadie se había detenido lo suficiente a mirar con atención—, ya te he dicho muchas veces que no es así…
    —¿Y por qué se siente de esa manera?


    Cathy simplemente agachó la mirada, escondiéndose detrás de su flequillo, sin saber exactamente qué contestar. Le faltaban horas de su día cada vez que no podía pasar tiempo con Noah; sus ideas y sus planes no la convencían si no se los comentaba primero a él; nada se sentía correcto si la ecuación no los trataba como a una misma incógnita.


    Briggs, por su parte, se metió las manos en los bolsillos y dejó salir un largo suspiro mientras echaba la cabeza hacia atrás, apoyándose contra la encimera en frente a Cath. Entendía el riesgo de estar juntos, entendía que Cath debía irse, ¿pero entenderlo también significaba aceptarlo? Por supuesto que no. Quizás estaba siendo la persona más egoísta del mundo, ahí parado haciéndola sentir culpable por seguir con su vida. Y le pesaba, le dolía lastimarla como sabía que lo estaba haciendo, pero la sola imagen de verla partir lo hacía sentía como si le estuvieran arrancando la piel, como si lo estuvieran golpeando en todo el cuerpo, como si le estuvieran estrujando el corazón con la presión de diez toneladas, ¿y se suponía que tenía que sentirse así y dejarlo pasar, no pelear de vuelta, no defender lo que consideraba suyo?


    Su felicidad con Cathy era meramente suya y que lo condenaran a muerte si iba a dejar ir a la única persona que le había mostrado el amor. Maldito él si se quedaba sin hacer nada al respecto.


    —Noah... —le llamó ella, resignada, mientras levantaba la cabeza para verlo, buscando encontrar sus ojos—. Esto no es fácil para mí, yo…


    Y ya no pudo seguir, y él tampoco pudo decir más. ¿Qué se suponía que debía hacer? Evidentemente nada de lo que él pudiera decirle la haría quedarse, que ser joven y estúpido no era sinónimo de ingenuo, que entendía que tenía que irse a la universidad. Era evidente que Cath se sentía culpable por su propia cuenta, que no necesitaba que él le descargara sus propias emociones.


    Durante toda la vida de Noah, Cathy había estado para él. Desde el divorcio de su mamá cuando él era un simple niño, hasta los mil infiernos que experimentó con los nuevos hombres que entraban a su vida. Whitman siempre había sido su contención en más de un sentido, y quizás era hora de que él, por esta vez, se ocupara de contenerla a ella.


    Era momento de dejarla ir. Era momento de ser el hombre que Cathy necesitaba, el que estaba dispuesto a soltarla y no retenerla, en ninguno de los sentidos.


    —¿Recuerdas cuando éramos unos niños y tu mamá quiso remodelar la casa, habitación por habitación? —le preguntó, sacando de su bolsillo un artefacto un poco más grande que su propio puño; reflejaba la luz de forma curiosa, y Cathy sintió algo demasiado familiar en el momento en el que vio la forma de estrella del cristal—. Cuando por fin te devolvieron tu cuarto no podías dormir sola porque todo era tan distinto que tú no te sentías a salvo —relató, sonriendo melancólico, girando su muñeca de lado a lado para jugar con los ángulos en los que el cristal reflejaba la luz.


    Cath abrió los ojos de par a par, sorprendida, porque llevaba años sin ver esa luz de noche. Era una estrella de cristal translúcido con diferentes piezas plásticas, de colores diversos, que flotaban en el interior, suspendidas en alguna clase de líquido, y que hacía que la habitación quedara inundada en tenues colores, lo suficientemente iluminada para que la pequeña Cath pudiera dormir en paz con los monstruos del nuevo armario.


    —Ahorraste la mesada de días enteros para comprarme eso —contestó, incapaz de contener una sonrisa melancólica.

    —Un par de años después me la devolviste cuando mi madre se separó de papá y empezó a salir con todos esos hombres. No podía dormir porque tenía miedo de que algún extraño se perdiera camino a la habitación de mamá y se metiera en la mía por equivocación, ¿lo recuerdas?


    Jamás en su vida pensó que volvería a ver aquella lámpara. Aunque nunca sería capaz de olvidar todos esos pequeños gestos por los que adoraba a Noah con todo su corazón, aquella era una de esas historias de las que se acordaba si era él quien las mencionaba. Con los años ambos habían crecido y Cath había dejado de ver esa lámpara en su habitación, pero siempre asumió que se había roto.


    —¿La guardaste durante todo este tiempo? —le preguntó ella, asombrada, dando un par de pasos en dirección a Noah, sintiendo un extraño magnetismo emocional entre ella y ese pequeño objeto.
    —Uno nunca sabe cuándo va a necesitar una lámpara de noche —contestó él, encogiéndose de hombros, poniéndosela en las manos—. No me puedes llevar contigo, Cathy, pero puedes llevártela y encenderla cada vez que sientas miedo de lo que sea.


    ¿Cómo se suponía que se iría la mañana siguiente, dejándolo atrás? Cath sintió un nudo en el estómago, casi como si se hubiera tragado un ladrillo. Noah era como el aftertaste del chocolate más sabroso en la tierra y que uno, simplemente, nunca quiere dejar de saborear.


    —¿Me lo estás haciendo así de difícil a propósito?
    —Nunca quise hacer nada difícil, Cathy —le contestó, acunando su rostro entre sus manos, dejando los pulgares cerca de sus ojos, dispuesto a atrapar cualquier lágrima traviesa que estuviera dispuesta a escapar.


    No pudieron hacer más que quedarse así, cerca el uno del otro, sabiendo que el calor de la cercanía no era para nada suficiente para abrigar el velo frío con el que la distancia los iba a arropar cada noche a la hora de dormir.


    Los segundos se transformaron en minutos en el cual el silencio entre ambos no era incómodo, pero relativamente angustiante. ¿Cuánto tiempo más podrían esperar para prolongar la despedida? ¿Cuánto tiempo más hasta que verse a los ojos dejara de doler? ¿Cuánto tiempo más hasta que el sentimiento de nostalgia se terminara de implantar en cada uno de ellos, hasta que ese dolor se sintiera normal? ¿Cuánto tiempo más necesitaban para memorizar cada pequeño detalle en cada uno de sus rostros, para grabarse la imagen de cada uno a fuego?


    Mientras Noah intentó aferrarse a la suave sensación de las mejillas cálidas de Cathy entre sus ásperas y torpes manos, Cathy intentó hundirse en los ojos negros de Noah, intentando hacerse una con la idea de que incluso en los pozos más oscuros, uno siempre puede encontrar una luz de la cual aferrarse.


    —Cathy, será mejor que me vaya —le dijo él, incapaz de romper ese transe en el que se encontraban, incapaz de romper el contacto visual, incapaz de soltar su rostro—. Yo… no puedo hacerme responsable de lo que haga si me quedo un segundo más aquí.
    —Noah —le llamó ella, apoyando la lámpara en la encimera detrás de Noah, parándose en las puntas de sus pies para acercarse más a él—, yo te absuelvo de toda culpa.


    Y lo besó.


    Lo besó sintiendo exactamente lo mismo que había sentido la primera vez que se dejó llevar y abrió su corazón a la posibilidad de que Noah podría ser la fuente de su felicidad.


    Lo besó y le devolvió el aliento solo para volvérselo a robar, dejándole bien en claro a ambos que no había mejor aire que el que podían compartir entre los dos.


    Lo besó, lo besó sin saber que con eso le había dado un nuevo par de alas para reemplazar las que ella misma se había encargado de quemar.


    Lo besó sin saber que él ya se había decidido a dejarla ir, y que con un simple y mundano beso lo había encadenado a ella para siempre.


    Lo besó porque no podía hacerse a la idea de dejarlo ir.



    Lo besó para aferrarse a él.

    .
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    EL ROL NI HA EMPEZADO Y YA ESTOY MURIÉNDOME Nekita ESTO ES TU CULPA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
     
    Última edición: 5 Mayo 2019
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    Mi corazoncito está siendo víctima de tu escrito, Cecilia. ¿Es tu plan para no asesinarlos de primeros en el rol?

    Puff, Cathy yéndose a la universidad, llevándose todo lo que le pertenece, pero lo deja a él, y él también le pertenece. ASDDSF. Se me inculca la curiosidad al Noah desaparecerse por día, ¿a dónde se irá esos días? Me da lástima que mi nena los vaya a tratar tan mal y a amenazarlos con tanto. Esto será muy triste para mí, pero ni modo </3

    Fangirl de su pareja desde ya.
     
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