No es real...

No es real...

Dejo mi bolsa, cuaderno, apuntes y libros. La casa casi nunca está ordenada. Preparo las cosas para el almuerzo, cierro el portón y la puerta de forma descuidada y luego me meto de lleno al extraño mundo mágico que todos ignoran que se encuentra dentro de mi casa.
Al entrar en mi cuarto de pulcras paredes amarillas, allí lo veo sentado sobre mi cama, con su atrapante mirada felina de ojos dorados y su piel extremadamente pálida, blanca como nieve, al igual que ese cabello liso que, a simple vista, nada podría domar.<div class=" />
Ahí está, con esos ojos hechizantes, amedrentadores y atrayentes a la vez, que me siguen por toda la habitación como si buscaran sacarme unas palabras o un gesto, ese rostro terso e increíblemente hermoso, con labios suaves, sensuales, que cualquiera querría… esas manos en extremo perfectas, que desesperan a cualquiera, unas manos que llaman...
Con esa ropa de blanca seda brillante, con increíbles bordados en púrpura añil, azul y celeste. Con la apariencia noble, delicada y aristocrática de todo príncipe. Allí, cuando me siento en la cama, lo veo.
Me sonríe descaradamente desde el cartel gigante que cuelga frente a mí, aquél al que los demás llaman “tu bonita fotografía de perfil”. Es como si me dijera “¿ves?, nada puede superarme”, como si de repente, se olvidara de que yo lo pinté con mis propias manos.
Incapaz de sostenerle la mirada, bajo la vista. Allí, sobre mi almohada, un muñeco de felpa me mira insistentemente. Es un perro blanco de ojos azules como el mar, con una luna en medio de la cabeza, y de repente me encuentro diciéndole que deje de mirarme. Lo levanto, lo abrazo y le pregunto “¿Te enojarías si me consigo un novio?”. El muñequito me mira como diciéndome “¿Te volviste loca?”. No habiendo nadie en la casa, es a él a quien le hablo en las tardes mientras meriendo y le pregunto “¿Qué haces cuando tienes un hermano terco que sólo hace estupideces?... es decir, además de matarlo a golpes y patadas”. El póster sólo ríe descaradamente, como diciendo “No hay otro modo de hacerlos entrar en razón”, pero aún así no es real.
En eso, tocan a la puerta, mi cocinero acaba de traerme la comida, así que salgo a pagarle, pongo la mesa y me siento mirando frente a mí a un curioso muñequito de porcelana que me mira con rostro dulce… Nadie comprendería si digo que el muñequito de pelo blanco, con espada y larga cola de Inuyoukai está sentado tranquilamente junto a ffice:smarttags" /><ST1:PersonName w:st="on" ProductID="la Biblia">la Biblia</ST1:PersonName> abierta en el Salmo 91. Nadie entendería si digo que mis gustos no cuadran en ninguna creencia. Mientras como, hablo con él aunque sé que no es real.
Poco después, me llaman por teléfono y atiendo la llamada mientras miro el fondo de pantalla del celular, donde un muñequito me sonríe descaradamente, con sus atrapantes ojos claros. Al cortar la llamada, el engreído muchachito sigue sonriéndome, a pesar de que en ninguna historia jamás se le vio sonreír, a pesar de que dicen que su sonrisa echa por tierra todo el misterio que guarda su absoluta seriedad de muerte. Cuando uno ve esa sonrisa, entonces comprende por qué Jaken se espantaba tanto al verlo “feliz”.
—¡Su rostro es atroz, amo! —Rezaba el minúsculo youkai… y tenía toda la razón— ¡Amo por favor, vuelva a enfadarse! —pobre, de seguro iba a morirse de un infarto.
Realmente, su cínica sonrisa en la fotografía supera las expectativas de cualquier película de terror con buena música de fondo. Pero, no conforme con estar en mi cuarto y en mi teléfono móvil, aparece también en el wallpaper del ordenador mientras me aboco a la tarea de escribir religiosamente en el foro todas las tardes…
Pero la cosa no termina allí.
Sino que, cada vez que uno de mis contactos entra al perfil, ve la misma cínica, sensual y simpática sonrisa y le dan significados diferentes. Sí, sé que no es real, pero me acompaña todo el día.
Finalmente, hago lo que todos esperan: escribo un lemon de “Un cuento Contigo, Bajo <ST1:PersonName w:st="on" ProductID="la Lluvia">la Lluvia</ST1:PersonName>…” y un capítulo para cada nuevo fic. Al final del capítulo, llueven mis conocidas críticas. Allí, como un castigo del cielo, el desgraciado fic se borra completamente y tengo que escribir desde cero. Así es: cada vez que se me ocurre una excelente crítica, de esas que podrían valerme una fuerte discusión con cualquiera, el post se borra… y esto no quiere decir que un moderador me los borre… el “moderador de los Cielos” me los borra antes de que, incluso, inicie la sesión. Las discusiones jamás llegan a los foros, lo cual es una suerte.
Mientras reinicio, el descarado muchachito blanco se ríe y quiero gritarle “¡no te rías de mi desgracia!”. Para empeorar las cosas, la electricidad se corta dos veces... las dos veces debo reiniciar, como si alguien de otros planos me dijera “¡No escribas eso!”. Un ángel borra-post, que tiene un borrador en las manos. Y allí detrás, el muñequito se ríe abrazando a su dulce pequeña protegida humana, ambos riéndose de mí, junto al nick que me anuncia como “lubecita”, mientras esperan que firme como “Luchy” un post que de seguro generará dos mil argumentos en contra, y uno a favor, expedido por alguna asidua lectora de mi reconocido fic, que de seguro se identificaría al leer estas líneas.
Finalmente posteo y debajo aparece la firma que anuncia ingenuamente que “El amor va más allá del entendimiento”, mientras nos enseña un peculiar triángulo amoroso Rin-Sesshoumaru-Kagura. No obstante, aunque no es real, el muñequito se burla de mí.
Cuando todo parece mejorar y me preparo para responder… la electricidad se corta por enésima vez y, al regresar, allí, en el fondo de pantalla, el muñequito se ríe de su “travesura”. Y eso es anormal, sé que esconde algo, que algo especial tiene.
No es real… pero sonríe…