Explícito de Naruto - NIEBLA DE LAS HIGHLANDS

Tema en 'Fanfics de Naruto' iniciado por quem, 20 Octubre 2021.

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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1956
    CAPÍTULO 20

    —Prueba con un poco más de agua hirviendo —decidió Mikoto, y Kagami obedeció.

    Los dos se asomaron a la cacerola. Mikoto suspiró.

    —Bien, ¡maldito y condenado sea todo!

    —¡Milady! Tal idioma para una mujer de tu posición, diré —la reprendió Kagami.

    —No es precisamente igual a como se hace el té, ¿verdad, Kagami?

    —No, ni un poco, diré, pero no es ninguna razón para dejar de ser una dama por eso.

    Mikoto resopló.

    Sólo tú, querido Kagami, te atreves a criticar mis modales.

    —Es porque normalmente es un dechado de perfección, pero a mí me muestras un poco más de normalidad.

    —¡Bien, revuélvelo, Kagami! No le permitas simplemente asentarse allí.

    Kagami le dirigió una mirada enfadada mientras empezaba a revolver la mezcla rápidamente.

    —Estas manos talentosas se constituyeron para curar las pieles más ricas en toda Escocia y no para revolver la bebida de una señora, diré —refunfuñó.

    Mikoto sonrió ante sus palabras. ¡Cómo hacía alarde sobre sus manos talentosas! Uno pensaría que estaban hechas del más puro oro en lugar de carne, huesos y algunos callos.

    Lo contempló un momento más, pensativa, mientras él revolvía la bebida preparada. El siempre fiel Kagami a su lado. Sus mañanas y tardes no serían lo bastante ricas sin ese hombre. Sus tardes, bien, ella se había pasado sus tardes sola durante tantos años, que escasamente lo notaría ya, o eso quería creer.

    —¿Por qué no te casas? —le había preguntado hacía unos veinte largos años a Kagami, cuándo él todavía era un hombre joven. Pero él sólo le había sonreído mientras se había arrodillado junto a las tinas donde había estado empapando un cuero de oveja de suavidad mantecosa.

    —Tengo todo lo que necesito aquí, Mikoto —Él extendió sus brazos anchos, como si pudiera abarcar toda Dalkeith en su abrazo—. ¿Por qué querría más?

    —¿Pero no quieres niños, Kagami? —sondeó ella—. ¿Hijos para heredar tu curtiduría? ¿Hijas para amar?

    Él se encogió de hombros.

    —Sasuke es como un hijo para mí. No podría pedir un muchacho mejor, diré. Y ahora tenemos a los dos pequeños que corren ya, y bien... estás de nuevo sin marido, Lady Mikoto... —él dejó que las palabras se arrastraran despacio, sus manos fuertes frotando y apretando la piel en la mezcla de sal.

    —¿Y qué tiene que ver contigo que yo esté sin marido?

    Kagami irguió su cabeza y le dedicó la paciente, tierna sonrisa que a veces demoraba en su mente antes de que ella se durmiera por las noches.

    —Sólo que yo siempre estaré aquí para ti, Mikoto. Siempre puedes contar con Kagami de la curtiduría, y diré que mil veces más —Sus ojos eran llanos y profundos, con alguna cosa que ella era incapaz de identificar en su rostro. Ella ya había perdido a dos maridos en dos guerras y los Cielos sabían que siempre habría de llegar otra guerra más.

    Pero Kagami MacTarvitt... él siempre regresaba. Marcado con cicatrices y ensangrentado, pero siempre regresaba.

    Detrás de las cocinas con ella mientras secaba sus hierbas y especias. Detrás para prestar una mano ayudando, ahora y siempre, cuando ella excavaba en su rica tierra negra y recortaba sus rosas.

    Había veces, cuando se arrodillaban en la suciedad, cuando sus cabezas permanecían juntas, que ella sentía una sensación oscilante en su vientre. Y veces cuando se sentaba junto al hogar en la cocina y solicitaba su ayuda para cepillar su largo pelo oscuro. Él sacaba los alfileres primero, y deshacía sus trenzas una por una.

    —Nada está pasando Mikoto —la voz de Kagami la sacó de su ensueño pensativo y forzó su mente a regresar al presente.

    Ella se sacudió firmemente, y arrastrando sus pensamientos de nuevo a la tarea. Café. Ella quería café para su nuera.

    —Quizá sea como los frijoles negros o los guisantes secos, y tienen que remojarse toda la noche —se preocupó al frotar la parte de atrás de su cuello. Nada estaba saliendo bien esa mañana.

    Mikoto se había levantado temprano, pensando en la chica encantadora que tenía tan atontado a su hijo. Pensando sobre cómo la situación debía parecer desde su punto de vista. La calamidad después de la calamidad había golpeado su llegada una y otra vez.

    Que era por lo que había ido a la despensa para recuperar una bolsa de los brillantes frijoles negros que su nuera codiciaba. Lo mejor que podría hacer era llevar a Sakura una taza de café esa mañana, antes de decirle que Sasuke había partido hacia Uster al alba. O peor, las noticias que Kagami había descubierto hacía una hora escasa: que Kin había estado intentando matar a Sakura, pero había muerto ella misma.

    Por lo que había llegado a eso... asomada a una cacerola llena de frijoles negros relucientes que no estaban haciendo demasiado de nada en el agua humeante.

    —Quizá debemos quebrar los frijoles, Mikoto —dijo Kagami, apoyándose más cerca. Tan cerca que sus labios estaban a pulgadas escasas de los suyos cuando cuándo él dijo:

    —¿Qué piensas?

    Mikoto emitió un jadeo imperceptible.

    —Kagami, simplemente pienso que podrías tener razón. Consigue un mortero y lo haremos. Esta mañana me gustaría realmente poder empezar su día con café. Va a necesitarlo.

    —Está escapándose de nuestras manos, Bromista. Un mortal ha muerto —espetó el Rey Hashirama.

    —Por la mano de su propia raza. No la mía —aclaró Neji.

    —Pero si no hubieras estado aquí, no habría sucedido. Estás peligrosamente cerca de destruir todo. Si el Pacto se rompe alguna vez, será porque mi Reina lo escoja, no a través de tu acto de idiotez.

    —Tenías una mano también en este plan, mi liege —recordó Neji—. Además, no he dañado a ningún mortal. Yo simplemente señalé a los Rom que estaba disgustado. Fueron ellos quienes tomaron la decisión.

    —Te apartaste con limpieza, pero también estás cerca de romper la paz que hemos mantenido durante dos milenios. Eso no era parte del juego. La mujer debe regresar a su tiempo —El Rey Hashirama ondeó una mano, despidiéndolo.

    Sakura estaba caminando por el jardín, pensando sobre las ventajas del siglo XVI y la beatitud serena de la intacta naturaleza, cuando pasó. Sufrió una sensación horrorosa de vértigo, como si un gran vórtice se hubiera abierto y la arrastrara hacia abajo. Cuando comprendió que reconocía la sensación, Sakura abrió la boca para gritar, pero ningún sonido salió. Se había sentido de esa manera sólo antes de que se encontrara de pronto en el regazo de Shimura; como si su cuerpo estuviera estirándose, delgado, y le dieran un tirón a una velocidad imposible a través de una oscuridad bostezante.

    La presión agónica se alzó en su cabeza: ella la asió con las manos y oró fervorosamente: "¡Oh, querido Dios, no de nuevo, por favor, no de nuevo!"

    La sensación de presión se intensificó, el latido en sus sienes se inflamó hasta un crescendo de dolor, y simplemente cuando se convenció de que se rasgaría en dos, se detuvo.

    Por un momento no pudo enfocar los ojos; las formas oscuras del mobiliario vacilaron y se ondearon en sombras de gris. Entonces el mundo flotó hasta enfocarse y ella abrió la boca.

    Sakura miró fijamente, asustada, las cortinas temblorosas de su propia alcoba.

    Ella agitó su cabeza para aclararla y gimió ante las olas de dolor que sólo ese movimiento pequeño causó.

    —¿Mi alcoba? —masculló silenciosamente. Sakura miró a su alrededor en completa confusión. Allí estaba Moonshadow sentada delicadamente en la colcha de la cama de su manera de costumbre, las patas pequeñas plegadas gravemente por encima de la barra de madera, observándola con una expresión igualmente asustada en su rostro felino. Sus ojos dorados redondeados por la sorpresa.

    —¡Princesa!

    Sakura se estiró para alcanzarla.

    Neji hizo un rápido gesto con su mano a su vez y miró a su rey.

    —Ella se queda.

    El Rey Hashirama chasqueó sus dedos igual de rápidamente.

    —¡Y yo dije que ella se va!

    Sakura pestañeó y agitó su cabeza con fuerza. ¿Había regresado por un momento a los jardines de Dalkeith? No, estaba de nuevo en su alcoba.

    Esa vez, decidida a poner sus manos en Moonie, Sakura arremetió hacia ella y sobresaltó a la ya desconcertada gata. Moonie se arqueó hacia atrás como una herradura, los diminutos pelos del bigote erizados con indignación, saltó fuera de la cama y huyó del cuarto con sus diminutas patas aladas.

    Sakura la siguió, pisándole los talones. Si por alguna chifladura del destino le fuera dada una segunda oportunidad, necesitaba una cosa. Llevarse a Moonshadow al siglo XVI con ella.

    Neji chasqueó sus dedos también.

    —No pienses cambiar tu maldita idea. Aceptabas esto, mi Rey. No fue solamente idea mía.

    Sakura gimió. Estaba de nuevo en los jardines.

    Pasó tres más veces en sucesión rápida, y cada vez, intentó capturar a Moonie desesperadamente. Una parte de su mente protestaba que eso simplemente no podía estar pasando, pero otra parte reconoció que si así era, haría malditamente bien en atrapar a su preciosa gata.

    En la última oportunidad, tenía casi acorralada a la pequeña gatita descarriada en la cocina, cuando Marie, su casera, seleccionó ese momento preciso para entrar en el cuarto.

    —¿Es usted, señorita Haruno? —Marie abrió la boca y se asió a la jamba de la puerta.

    Sobresaltada, Sakura se volvió hacia su voz.

    Las mujeres se miraron mutuamente, boquiabiertas. Mil preguntas y preocupaciones dieron volteretas a través de la mente de Sakura; ¿Cuánto tiempo había pasado?
    ¿Estaba viviendo su casera Marie ahora en la casa? ¿Había tomado ella a Moonie por su abandono? Pero no preguntó nada de eso porque no sabía de cuánto tiempo más disponía.

    Dándose cuenta de la tregua, Moonshadow echó a correr hacia la puerta. Sakura arremetió detrás de ella, y abruptamente se encontró una vez más en el jardín, y agitada de la cabeza a los dedos de los pies.

    Sakura gimió en alto.

    ¡Casi la tenía! Sólo una vez más, susurró. Envíame atrás una vez más. Nada.

    Sakura se hundió a un banco de piedra con sus piernas inseguras e hizo varias respiraciones profundas.

    De todas las cosas asquerosas para soportar, que esa fuera la primer cosa que le sucedía por la mañana. Eso era lo peor de un día malo. Era añadir un insulto a la injuria de un día sin ningún café.

    Se sentó inmóvil y esperó de nuevo, esperanzadamente. Nada. Todavía en los jardines.

    Se estremeció. Había sido terrible, echándose sobre ella así, pero por lo menos ahora sabía que Moonie estaba bien y que Marie obviamente no había esperado demasiado antes de mudarse desde la casa grande a su cuarto sobre el garaje. Y aunque la cabeza de Sakura todavía palpitaba por pasarse de una dimensión a otra, había consuelo en su conocimiento de que su Moonshadow no era un pequeño esqueleto de gato atrapado en una casa abandonada.

    —Yo soy tu Rey. Me obedecerás, Bromista.

    —Yo encontré a la mujer, por consiguiente uno podría decir que yo empecé este juego, mi liege. Permíteme terminarlo.

    El Rey Hashiraama dudó, y Neji repujó en su indecisión.

    —Mi Rey, ella rechaza una y otra vez al hombre que agradó a nuestra Reina. Lo humilla.

    El Rey ponderó eso un momento. Él exige el alma de una mujer, su Reina había dicho soñadoramente. Nunca había visto semejante mirada en el rostro de Mito en todos sus siglos juntos, a menos que él la hubiera puesto allí.

    La furia se cocía en las venas del Rey. No quería retirarse de ese juego más que Neji: había mirado y saboreado cada momento de la miseria de Sasuke.

    Hashirama estudió intensamente al Bromista.

    —¿Juras honrar el Pacto?

    —Por supuesto, mi liege —mintió Neji con facilidad.

    —Un mortal satisfizo a mi Reina —reflexionó el Rey—. Ella se queda —dijo decididamente, y desapareció.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    4110
    CAPÍTULO 21

    —Te doy la bienvenida, milord —El saludo de Bansai parecía bastante agradable, pero Sasuke sentía una falta extraña de calidez en él. Manchas de negro marcaban la piel aceitunada bajo los ojos cansados del anciano y parecían enrojecidos de lágrimas, de permanecer cerca de un fuego humeante... o de llorar. Y Sasuke sabía que Bansai no lloraba.

    Sasuke permaneció en silencio mientras el hombre pasaba una mano callosa a través de su pelo negro. Estaba rayado liberalmente con gris y blanco, su escarpado rostro guapo todavía, igualmente marcado por el tiempo. Distraídamente, el hombre empezó a trenzar su pelo largo y mirar fijamente en las ascuas agonizantes cómo mañana llena irrumpía en el valle.

    La Montaña de Brahir sobresalía sobre éste, su contorno neblinoso azul y púrpura contra el cielo pálido. Sasuke se dejó caer en un asiento encima de una de las piedras grandes cerca del círculo del fuego y permaneció en silencio, un rasgo que lo había hecho amar a esa tribu de gitanos.

    Una mujer apareció y depositó dos tazas humeantes antes de dejar a los dos hombres para sentarse en un silencio afable.

    El viejo gitano bebió a sorbos pensativamente su bebida, y sólo cuando lo hubo hecho se encontró con la mirada de Sasuke de nuevo.

    —¿No te gusta nuestro café? —preguntó, y notó que Sasuke había dejado su bebida intacta.

    Sasuke pestañeó.

    —¿Café? —Él asomó a su taza. El líquido era rico, negro y humeante. Olía amargo pero invitante. Él tomó un sorbo—. Es bueno —declaró pensativamente. Con una pizca de canela, cubierto con crema grumosa, la bebida estaría deliciosa. No le sorprendía que a ella le gustara.

    —Es una mujer, ¿verdad? —El anciano sonrió débilmente.

    —Siempre has visto a través de mí, Bansai, mi amigo.

    —He oído que has tomado una esposa.

    Sasuke miró a su viejo amigo agudamente.

    —¿Por qué no viniste, Bansai? Cuando ella estaba enferma, envié por ti.

    —Habíamos escuchado decir que era Callabron. No tenemos ninguna cura para semejante veneno —dijo el anciano. Bansai desvió la mirada de los ojos incisivos de Sasuke.

    —Había pensado que habrías venido aunque sólo fuera para decírmelo, Bansai.

    El anciano ondeó despectivamente una mano.

    —Habría sido un viaje en vano. Además, estaba seguro de que tenías cosas más urgentes de qué ocuparte. De todas maneras, ella fue sanada, y todo lo que acaba bien está bien, ¿eh?

    Sasuke pestañeó. Nunca había visto a su amigo comportarse tan extrañamente. Normalmente Bansai estaba atento y alegre. Pero ese día había una pesadez en el aire tan tangible que incluso respirar parecía una labor dura.

    Y Bansai no estaba hablando. Que en sí mismo era algo muy extraño.

    Sasuke bebió a sorbos el café, sus ojos demorándose en una procesión de personas al extremo lejano del valle. Si él quisiera respuestas, tendría que plantear sus preguntas simplemente.

    —¿Por qué viniste aquí, Bansai? Has acampado en mi campo al norte de los serbales durante años.

    La mirada de Bansai siguió la de Sasuke y la amargura sombreó los ojos castaños.

    —¿Vienes por Sarā? —preguntó Bansai abruptamente.

    No tomaré en handfast a Sarā, le había dicho Sasuke hacía una década a ese hombre, cuando había estado limitado por su servicio al rey. El Rom había deseado un favor y había ofrecido a su mujer joven más hermosa. Sasuke había explicado que simplemente no era posible para él tomar una esposa, y mientras que Bansai había entendido, Kin no. Sarā, como ellos la llamaban, había estado tan enfurecida por su negativa, que se había acostado con un hombre después de otro, asustando a su propia gente incluso. Los gitanos no apreciaban la virginidad —la vida era demasiado corta para la abstinencia de cualquier clase— que era una de las razones por la que esa gente le había parecido tan intrigante a un muchacho joven. Él había tenido diez años cuando había visto a una morena muchacha gitana en secreto, con pechos en ciernes y pezones rosados, hacer el amor con un hombre. Dos veranos después, ella había venido a él diciendo que era su turno. Ah, las cosas que él había aprendido de esas personas.

    —Kin y yo hemos separado nuestros caminos.

    El anciano asintió.

    —Ella dijo eso —Bansai revolvió el polvo a sus pies—. Y entonces se fue con él.

    —¿Quién? —Sasuke preguntó, sabiendo cuál sería la respuesta.

    —No dijimos su nombre. Él es empleado en tu tierra para trabajar con metales.

    —¿Quién es él? —presionó Sasuke.

    —Conoces al hombre al que me refiero.

    —Sí, pero, ¿quién es él realmente?

    Bansai frotó su frente con una mano cansada.

    Sí, Sasuke comprendió con asombro, definitivamente Bansai había estado llorando.

    —Hay situaciones en que ni siquiera un Rom hará comercio, no importa cuánto oro se prometa por los servicios. Kin no siempre era tan sabia. Mi gente se disculpa, milord —dijo Bansai suavemente.

    ¿Había enloquecido el mundo entero?, se preguntó Sasuke cuando agotó el último trago de su café. Bansai no estaba teniendo ningún sentido en absoluto. De repente, su viejo amigo se levantó y giró para mirar el arroyo de gitanos que se arrastran abajo del valle.

    —¿A dónde van, Bansai? —preguntó Sasuke, observando la procesión singular. Se parecía a algún tipo de ritual Rom, pero si lo fuera, Sasuke nunca lo había visto.

    —Kin está muerta. Ella va al mar.

    Sasuke se levantó de un salto.

    —¡El mar! Ésa es la muerte para un bruhdskar. ¡Para uno que ha traicionado a los suyos!

    —Es lo que ella hizo.

    —Pero era tu hija, Bansai. ¿Cómo?

    Los hombros del anciano se mecieron hacia adelante, y Sasuke pudo ver su dolor en cada línea de su cuerpo.

    —Intentó tres veces matar a tu señora —dijo finalmente.

    Sasuke estaba aturdido.

    —¿Kin?

    —Tres veces. Por dardo y por ballesta. La banda que llevas en tu mano es nuestra culpa. Si nos prohíbes en tus tierras, nunca oscureceremos de nuevo tus campos. Hemos traicionado tu hospitalidad y hemos hecho una burla de tu buena voluntad.

    Kin. Encajaba. Todavía no podía comprenderlo, lleno de compasión, y el sabio Bansai se responsabilizaba por las acciones de la muchacha. No, no él, ni ninguno de los Rom.

    —Nunca te sacaría de mis tierras; puedes venir libremente a Dalkeith-Upon-the- Sea todas las veces que quieras. Su vergüenza no es la tuya, Bansai.

    —Ah, pero lo es. Ella pensó que si tu nueva novia muriera, serías libre de casarte con ella. Era una extraña, aunque era mi hija. Había veces cuando incluso yo me pregunté por aquello tan oscuro que agobiaba su corazón. Pero él nos la trajo anoche, y durante la luna, confesó. No teníamos ninguna opción excepto actuar con el honor que debimos a todos... las fiestas... incluso.

    Y ahora la procesión al mar, con cada hombre, mujer y niño que llevaban cruces de serbal blanco, tallados y lijados, brillantemente blasonados con runas azules.

    —¿Qué clase de cruces son aquéllas, Bansai? —preguntó Sasuke. En todo su tiempo con esa gente nunca había visto algo así.

    Bansai se tensó.

    —Uno de nuestros rituales en este tipo de muerte.

    —Bansai.

    —Cuido como tú a mi propia gente, Sasuke —dijo Bansai firmemente.

    Sasuke se aturdió en silencio. Bansai raramente hablaba de sus sentimientos.

    —Durante años has abierto tu casa a mi gente. Has dado con generosidad, nos has tratado con dignidad y detuviste la censura, aunque nuestras costumbres son diferentes a las tuyas. Has celebrado con nosotros y nos permitiste ser quienes somos —Bansai hizo una pausa y sonrió débilmente—. Eres un hombre raro, Sasuke. Por esas razones debo decirte esto, a riesgo de que mi raza sea condenada. Ten cuidado. El velo es delgado y aquí el tiempo y el espacio están demasiado cerca. Ten cuidado, porque parece que estás de algún modo en el mismo centro de la trama. Ten gran cuidado con aquéllos que amas y no importa lo que hagas, no los dejes solos mucho tiempo. Hay seguridad en los números cuando esto está entre nosotros.

    —¿Cuando qué está entre nosotros, Bansai? ¡Sé específico! ¿Cómo puedo luchar contra algo que no entiendo?

    —No puedo decir nada más, mi amigo. Simplemente esto: hasta la fiesta del Muerto Bendito, permanece cerca, muy cerca de aquellos que amas. Y lejos y más lejos de aquéllos en quienes no puedes confiar. No. —Bansai levantó una mano para detener a Sasuke cuando él abrió la boca para reclamar respuestas más completas—. Si quieres a mi gente, no nos visitarás de nuevo hasta que celebremos el sagrado Samhain. Oh —agregó Bansai como un pensamiento posterior—, la anciana dijo que te contara que la reina negra no es lo que parece. ¿Significa eso algo para ti?

    La única reina negra que lo preocupaba en ese momento estaba convertida en cenizas en la forja. Sasuke agitó su cabeza. La anciana era la vidente de los Rom, y con su visión sobrenatural había inspirado temor en Sasuke cuando era un muchachito.

    —No. ¿Dijo algo más?

    —Sólo que necesitarías esto —Bansai ofreció un paquete atado con un cordón de cuero—. El cataplasma de manzanilla por el que viniste —Volvió a mirar la procesión—. Debo ir. Debo encabezar el camino al mar. Ten cuidado, y guárdate bien, amigo. Espero verte, y a todo lo que amas, en Samhain.

    Sasuke miró en silencio como Bansai se unía al paseo fúnebre para su hija.

    Cuando un miembro del Rom traicionaba las reglas por las que vivían, él o ella eran juzgados por esas mismas reglas. Era una comunidad hondamente unida por ellas. Salvajes como podían ser, y liberales en muchas cosas. Pero había reglas por las que vivían, y esas reglas no serían burladas nunca.

    Kin había desatendido una de gran importancia: aquéllos que le dieran resguardo a los Rom no serían dañados de ninguna manera. Intentando matar a la esposa de Sasuke, ella había intentado dañar al propio Laird de Dalkeith. Pero había algo más, Sasuke podía darse cuenta. Algo que Bansai no estaba diciéndole. Algo más que Kin había hecho, que había llevado a la contienda entre su gente.

    Cuando Sasuke miró la procesión enfilar hacia el mar, susurró una bendición Rom para la hija de su amigo.

    Aliviado, cerca del fuego, Sasuke desenvolvió las vendas y limpió su mano herida con escocés y agua. Cuidadosamente, desató la bolsa de cuero y se preguntó con curiosidad por el surtido de frascos que cayeron. Él recogió el cataplasma y lo puso a un lado, y ordenando el resto.

    ¿Simplemente qué habría visto la vidente?, se preguntó severamente. Porque ella le había dado otras dos pociones, una de las cuales él había jurado nunca usar de nuevo.

    Sasuke resopló. Uno era un afrodisíaco que había probado en sus días más jóvenes. Ese no lo preocupó demasiado. El otro que despreció era una poción que había sido creada para mantener a un hombre en un estado prolongado pero destacado de excitación sexual.

    Observó el frasco con el vil líquido verde en él de tal manera que, mirándolo el sol se reflejó en los prismas facetados de la botella llena. Las sombras subieron y se mofaron abiertamente de él durante un tiempo, hasta que su voluntad obstinada los desterró de nuevo al infierno. Rápidamente extendió el cataplasma que aliviaría el dolor y aceleraría la recuperación. En una quincena su mano estaría de nuevo bien.

    Neji. Aunque no lo había dicho directamente, Bansai había insinuado que había sido Neji quien les había traído esa noche a Kin. Lo que significaba que Neji sabía que Kin había estado intentando matar a Sakura.

    ¿Qué más sabría Neji?

    ¿Y simplemente qué había hecho a su amigo Bansai, que nunca había mostrado temor ni una vez en todos los treinta y un años que Sasuke lo había conocido, para traicionar ahora un miedo visible?

    Demasiadas preguntas y no las suficientes respuestas. Cada una apuntaba un dedo acusando al herrero, que estaría en esos momentos probablemente intentando seducir a la esposa de Sasuke.

    Mi esposa, que no me quiere. Mi esposa, que quiere a Neji. Mi esposa, que no se preocupó lo bastante para preguntar por mí cuando estaba herido.

    Kin estaba muerta, pero Bansai le había aclarado que la amenaza real todavía estaba allí, y se había acercado lo bastante a Dalkeith como para ahuyentar a los Rom. Al parecer, Neji estaba envuelto. Y había dejado a su esposa cerca de él. Cerca y cada vez más cerca...

    La mente de Sasuke zumbó, ordenando los hechos escasos y buscando la solución más factible a su miríada de problemas. De repente, la respuesta parecía increíblemente clara. Resopló, incapaz de creer que no lo hubiera pensado antes. Pero la chica tenía una manera de meterse bajo de su piel, que su mente no trabajaba con su usual lógica cuando ella estaba cerca. ¡No más! Era tiempo de tomar el control, en lugar de permitir que las circunstancias continuaran sucediéndose furiosamente.

    Su pacto con Neji implicaba que no podía prohibirle a Sakura que viera al herrero. Pero él podría hacerle dificultoso que lo hiciera. La llevaría a Uster con él, lejos del misterioso Neji Hyūga.

    ¿Y qué si ella no hubiera preguntado por él? Le había aclarado desde el primer día que no quería casarse. Había jurado odiarlo para siempre, y aún así él aseguraría que su cuerpo había respondido al suyo. La tendría toda para él en Uster y podría comprobar esa teoría.

    Sencillamente, ¿desde cuándo se había hecho tan pasivo? Cuando te sentías culpable por quemar su reina, su conciencia le recordó. Atrapándola aquí, a pesar de sus deseos, si ella es de hecho del futuro. Pero la culpa era para los perdedores y los estúpidos. No para Sasuke Uchiha. No había ninguna culpa involucrada cuando ella estaba de por medio.

    —La amo —dijo al viento—. Y por eso me he vuelto el estúpido más grande del mundo.

    Un completo idiota.

    Era tiempo de remediar eso. La culpa y la pasividad lo abandonaron en ese exacto momento. El Sasuke que dio la vuelta a su corcel y se dirigió hacia Dalkeith-Upon-the- Sea para reclamar a su esposa era el verdadero homónimo del Sasuke antiguo, el conquistador vikingo que hubiera aplastado a cualquiera que se atreviera a oponérsele. Yo comprometo, yo logro, yo prevalezco.

    Saltó a su montura y estimuló a su corcel en un galope pleno. Cegar y campanillar, mi dulce halcón, prometió con una sonrisa oscura.

    Bajo una rama de serbal, Neji se tensó. ¡No es justo! ¡No es justo! ¡Márchate! Pero justo o no, había visto la verdad. Sasuke había dado la vuelta y estaba regresando para llevarse a Sakura con él. Eso era absolutamente inaceptable. Obviamente, tendría que hacer algo drástico.

    —¿Cómo podría suceder eso? —Mikoto se paseó por la cocina, una agitación coloreada de damasco y preocupación.

    —No tengo ni idea, Mikoto. Un minuto estaba en los jardines y la siguiente cosa que supe era que regresaba a mi alcoba en mi propio tiempo.

    —Tu propio tiempo —hizo eco Mikoto suavemente.

    Sakura se encontró su mirada sin pestañear.

    —Casi quinientos años en el futuro.

    Mikoto irguió su cabeza y la dejó caer de nuevo, como teniendo un rápido debate interior consigo misma. El silencio se estiró prolongadamente mientras ponderaba los límites de sus creencias. Mikoto siempre había pensado que las mujeres estaban más dispuestas que los hombres a abrirse y adaptarse en presencia de acontecimientos inexplicables. Quizás era porque las mujeres experimentaban de primera mano el milagro incomprensible y asombroso del parto. A una mujer que podía crear vida dentro de su propio cuerpo, el viaje a través del tiempo le parecería un milagro menor en comparación. Pero los hombres... los hombres siempre estaban intentando encontrar una explicación racional para las cosas.

    Cuando Sasuke le había dicho las noticias extrañas que Naruto había descubierto en Shimura Keep, Mikoto había estudiado a Sakura estrechamente y había observado cualquier señal de inestabilidad o conducta peculiar. A través de su estrecho examen, sólo se había convencido más de que Sakura era tan sensata como podría serlo cualquier persona. Había concluido que, mientras que algo había herido Sakura profundamente en su pasado, cualquier cosa que la hubiera herido no había dañado su mente: Sakura se había fortalecido por ello, como el acero templado. Oh, Mikoto sabía que había una joven muy sola tras la fachada fría y el humor cáustico de Sakura, pero Mikoto había encontrado a menudo que esas paredes guardaban un tesoro, y el tesoro que su nuera era de hecho. Mikoto la quería enormemente y tenía la intención de tener nietos de su hijo y esa joven encantadora.

    La idea de que el clan Shimura entero estuviera sufriendo alguna locura extraña no tenía sentido. Mikoto conocía bien a Torune Shimura del tiempo que habían pasado juntas en la corte, años atrás. Era una mujer práctica, mundana, y aunque durante años Torune había estado más recluida, todavía permanecía pragmática y sensata.

    Mikoto había sospechado que el Laird Shimura cometía actos de violencia desde hacía mucho tiempo. ¿Podría creer que él había matado a su propia hija en un acto de violencia insensata? Fácilmente. Él había matado a su hijo más joven como un cordero de sacrificio por cruzar las líneas del clan y tomar a una de las sobrinas nietas de Bruce.

    A través de todos los actos de retorcidas y pequeñas venganzas de Danzō Shimura, Torune Shimura había conseguido seguir beneficiando continuamente a su clan. Era una mujer extraordinaria y mantenía a sus hijos y nietos juntos con pura voluntad y determinación.

    Por lo que a Mikoto el pensamiento de que la pragmática Lady Shimura sufriera un ataque de fantasía era más difícil de creer que la posibilidad de un viaje en el tiempo. Simplemente, Torune Shimura era demasiado realista para decir cualquier cosa sin sentido.

    Habiendo sacado sus conclusiones, Mikoto sonrió suavemente a Sakura, que había estado esperando en tenso silencio.

    —Sasuke me contó lo que lady Shimura dijo, Sakura. Que no eres su hija. Que apareciste del aire. De hecho, he oído que tu acento mengua y fluye como una marea tormentosa, imprevisible.

    Sakura se mortificó momentáneamente.

    —¿De verdad?

    Mikoto resopló.

    —Cuando estabas enferma tu acento desapareció completamente, mi querida.

    Sakura pestañeó.

    —¿Por qué nunca nadie me preguntó por eso?

    —En caso de que no lo hayas notado, las cosas no han sido precisamente calmas desde que has venido a Dalkeith. Ni un día ha pasado sin que nos haya traído nuevas sorpresas. Intentos de asesinato, visitantes mal recibidos, por no mencionar a Sasuke, que se comporta como un muchacho atolondrado. Además, esperé que un día confiaras en mí por tu propia elección. Ahora, los guardias me dicen que te vieron desaparecer y reaparecer varias veces ante sus mismos ojos —Mikoto frotó sus palmas contra la falda de su vestido, una expresión apagada en los ojos—. Del futuro —murmuró ella suavemente—. Mi hijo creyó que era algún trauma que te hizo creer tal locura y sin embargo...

    —¿Y sin embargo qué? —instó Sakura.

    Mikoto encontró los ojos claros de Sakura. Se miraron fijamente un largo momento, escrutadoras.

    Finalmente Mikoto dijo:

    —No. Ni un indicio de locura en esa mirada.

    —Soy de otro tiempo, Mikoto. No estoy loca.

    —Te creo, Sakura —dijo Mikoto simplemente.

    —¿Lo haces? —Sakura prácticamente gañó—. ¿Por qué?

    —¿Importa realmente? Es suficiente decirlo, estoy convencida. Y cuando las cosas finalmente vuelvan a ser normales por aquí, si alguna vez lo hacen, quiero que me digas todo sobre eso. Tu tiempo. Tengo muchas preguntas, pero esperarán. Hay cosas ahora que debemos tener claras —Las cejas de Mikoto se fruncieron, pensativas—. ¿Cómo llegaste aquí, Sakura?

    —No lo sé —Sakura se encogió de hombros desvalidamente—. De verdad, no tengo ninguna idea.

    —Sasuke pensó que era la reina negra. Lady Shimura dijo que estaba embrujada.

    —Yo también pensé que lo era.

    —Así que nunca fue la reina negra... hmmm. Sakura, debemos ser completamente claras en esto. ¿Exactamente qué estabas haciendo en el momento en que pasó?

    —¿La primera vez, cuando aparecí en Shimura Keep? ¿O esta vez?

    —Esta vez —dijo Mikoto—. Aunque debemos investigar la primera vez también, y buscar similitudes.

    —Bien... yo estaba caminando en los jardines y estaba pensando sobre el siglo XX. Yo estaba pensando sobre cuánto...

    —Deseabas regresar —Mikoto terminó para ella, con un rastro de amargura.

    Sakura pareció sorprendida y conmovida a partes iguales.

    —No. Realmente estaba pensando sobre cuán bueno es estar aquí. ¡En los años noventa, por Dios, Mikoto, las personas estaban fuera de control! Niños que matan a sus padres. Padres que matan a sus hijos. Niños que matan niños. Todos tienen teléfonos celulares pegados a sus orejas y he visto tal distancia entre las personas que intentar acercarse era tan difícil. Y simplemente el día antes de que llegara aquí... deberías haber visto los titulares en los periódicos. Un joven estranguló a una muchacha cuando ella no bajó el teléfono para permitirle usarlo. Oh, estaba teniendo pensamientos amargos de ese tiempo y estaba comparándolo a casa, y Dalkeith estaba ganando definitivamente.

    —Di eso de nuevo —pidió Mikoto suavemente.

    —¿Qué? —preguntó Sakura inexpresivamente—. Oh, titulares, periódicos, son... —ella empezó a explicar, pero Mikoto la cortó.

    —Casa —El rostro de Mikoto se encendió con una sonrisa hermosa—. Llamaste a esto casa.

    Sakura pestañeó.

    —¿Lo hice?

    Las dos mujeres se miraron un largo momento.

    —Bien, por Samhain, Mikoto, dale el café, diré —La voz ruda de Kagami llegó desde la puerta—. Saliendo y entrando ciertamente así, ella debe tener sed.

    —¿Café? —Sakura se irguió.

    —Ah —Mikoto sonrió, complacida consigo misma y doblemente encantada con su nuera, que había llamado casa a Dalkeith-Upon-the-Sea sin incluso comprenderlo. Rápidamente llenó un jarro de porcelana con la bebida humeante y lo puso orgullosamente en la mesa delante de ella.

    La nariz de Sakura aspiró bruscamente, cuando sus sensores de sabor empezaron a bailar una agitada giga, y alcanzó avariciosamente el jarro. Cerró los ojos, respiró profundamente y bebió.

    Y se ahogó.

    Kagami la golpeó en la espalda y miró a Mikoto acusadoramente.

    —¡Te lo dije!

    Cuando Sakura pudo respirar de nuevo, se limpió las lágrimas de los ojos y contempló sospechosamente su taza.

    —¡Oh, Mikoto! No dejes dentro el café molido... no, realmente no está molido... es más como una pasta, creo. ¿Qué hiciste? ¿Aplastar los granos y mezclarlos con agua? ¡Ugh!

    —¿No te dije yo que lo pasaras a través de un cedazo? —le recordó Kagami—. ¿Querrías beberlo así?

    —Bien, ¡con todo el alboroto me olvidé! —Mikoto cogió el jarro—. Si estás tan seguro de que sabes hacerlo, ¡lo haces! —Ella empujó el jarro a Kagami y sacó material del saco castaño en el suelo.

    —Bien. ¡Verás si no lo hago, diré! —Con una mirada arrogante él salió hacia la despensa.

    Mikoto suspiró.

    —Sakura, sé que no ha sido hasta ahora una mañana muy buena. Quería tener café para ti, pero en lugar de café, ¿qué te parece una taza de té y una charla?

    —Oh-oh —dijo Sakura—. Sé mirar, Mikoto. ¿Qué está mal? ¿Además de mis viajes a través de los portales del tiempo?

    —¿Té? —Mikoto evadió.

    —Habla —dijo Sakura cautelosamente.

    ¿Cuál era la mejor manera de empezar? Mikoto decidió no esconderle nada. Las mentiras y medio verdades tenían una manera sucia de reproducirse y engendrar desconfianza. Si Sakura pudiera ver a Sasuke claramente, la verdad no le haría daño; pero mentiras, en alguna parte, habría siempre.

    —Kin está muerta.

    —Lo siento mucho —ofreció Sakura al instante—. Pero, ¿quién es Kin?

    —La... er... bien, la ex-amante de Sasuke lo explica mejor probablemente.

    —¿Quieres decir además de Suiren? ¿Y dónde estaba guardándola él, a propósito? ¿En el calabozo? ¿La torre? ¿El cuarto al lado del mío?

    Mikoto hizo una mueca de dolor.

    —No es así, Sakura. Él había acabado con eso meses antes de que vinieras. Ella vivió con los Rom, que acampan en nuestros campos en las estaciones calurosas. Según lo que su gente le dijo a Kagami esta mañana, ella es quien había estado intentando matarte. Las noticias buenas son que estás ahora segura.

    —¿No he estado diciéndolo yo desde el principio? ¿No dije que probablemente era una de las ex-novias de ese hombre, o no? ¡Oh! —Ella se levantó de un salto.

    —Sakura...

    —¿Ahora qué?

    Oh, está muy molesta, Mikoto meditó. Bien, díselo, se dijo, sabiendo con una mirada al rostro de Sakura que estaba esperando tener una buena pelea con Sasuke, y que estaría enfadada como una banshee rabiosa cuando comprendiera que no podría conseguirla.

    —Sasuke salió para Uster al alba.

    —¿Por cuánto tiempo? —Sakura rechinó.

    —No lo dijo. ¡Sakura! ¡Espera! ¡Necesitamos adivinar lo que te trajo aquí! —Pero Sakura ya no estaba escuchando.

    Mikoto suspiró cuando Sakura salió de la cocina como una tormenta mascullando algo como, dolor-en-el-trasero, testarudo y arrogante Neanderthal...
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1839
    CAPÍTULO 22

    Simplemente, ¿cuál es tu problema, Sakura Haruno?, se preguntó furiosamente.

    Se encogió de hombros y suspiró antes de advertir a un rosal cercano:

    —Parezco sentir algo por ese hombre.

    El rosal asintió juiciosamente en la brisa de verano suave y Sakura vertió todo de buena gana a su público extasiado.

    —Sé que ha estado con muchas mujeres. Pero no es como Sasori. No hay probablemente, por supuesto, nadie como Sasori exceptuando a un monstruo de cinco cabezas en las mandíbulas del infierno.

    Cuando el rosal no la acusó de ser melodramática o ferozmente poética, lanzó un suspiro verdaderamente lastimoso y continuó.

    —No puedo entender una maldita cosa sobre el hombre. Primero, él me quiere... quiero decir, vamos, quemó mi reina para mantenerme aquí, lo que realmente no funcionó al parecer, pero la intención estaba allí. Salvó mi vida repetidamente, aunque indirectamente fue su culpa que yo estuviera en peligro para empezar, y después se niega a verme. Y si eso no es bastante, él sólo se levanta y se va sin decir siquiera ¡que te vaya bien!

    Sakura empezó a desplumar irritadamente el rosal.

    —No creo que él entienda la necesidad de una comunicación clara y oportuna realmente. Oportuno significa ahora. ¿Dónde está Uster exactamente, de todos modos? —consideró la posibilidad de encontrar un caballo e irse allí ella misma. ¿Cómo se atrevía a abandonarla? No era que le molestara estar donde estaba —Dalkeith-Upon- the-Sea era ciertamente encantador—, ¿pero y si ella regresara a su propio tiempo por ventura y nunca lo viera de nuevo?

    Maldición si eso no ponía las cosas en una perspectiva completamente diferente. Unos rabiosos soldados de guerra dentro de su pecho se levantaron y traidoramente cambiaron de campamento taconeando ante ese pensamiento.

    ¿Cómo no había comprendido que podría desaparecer y nunca ver de nuevo al hombre con el que se había casado? ¿Que no tenía ningún dominio en absoluto sobre eso? Veinte soldados más marcharon hacia el lado de Sasuke en la gresca rabiosa dentro de sí. Maldita brujería.

    ¿No te preguntas, Sakura, lo que se sentiría acostarse con él en el calor ardiente de su magnífica pasión?

    Bien. Ella tenía un soldado de su lado y su nombre era Mr. Suspicious N. Fearful.

    ¡Traidores! Frunció el entrecejo al nuevo campamento de Sasuke. Simplemente pensar en él la hizo sentir caliente. Arrastró sus dedos por la fuente chispeante, por al agua libre de productos químicos.

    No podía imaginarse no ver nunca de nuevo esa fuente hermosa o no oler el virgen aire a lavanda de 1513. Ninguna Mikoto, ningún Kagami. Ningún castillo junto al mar. Ningún Laird Sasuke, hombre de acero y pasión llameante. Sólo Seattle y recuerdos amargos y el miedo que la mantendrían dentro de su casa. Los años noventa, un trueque que incluía en el paquete humo y agujeros de ozono.

    Dudó que Sasuke intentara enviarla sola de vacaciones alguna vez. Él parecía ser el tipo de hombre que valoraría a su esposa y la mantendría a su lado si la mujer lo permitiera. Cerca de esos bellamente musculosos brazos, y bajo ese kilt...

    —Sueña un sueño perverso —suspiró suavemente. Sakura cerró los ojos y dejó caer su cabeza entre las manos. Una larga eternidad de preguntas dio volteretas en su cabeza, y lenta pero ciertamente, Sakura ayudó al último pequeño soldado a levantarse: lo desempolvó, y le permitió apoyarse en ella cuando lo pasó al otro lado de la trinchera. Había tomado su decisión. Lo intentaría.

    Levantó su cabeza despacio de sus manos para encontrarse la mirada penetrante de Neji. ¿Cuánto tiempo habría estado de pie mirándola con adoración en los ojos? Ojos pálidos, plateados. ¿Ahora de dónde había venido eso?

    —Odias a Sasuke, ¿verdad, Neji? —preguntó ella en una llamarada de intuición clara como el cristal.

    Él sonrió apreciativamente.

    —Ustedes las mujeres son así. Calan rápido a alguien con ojo sagaz. Pero el odio concede mucha importancia en su predicado —se mofó cuando se dejó caer junto a ella en el estanque.

    —No hagas juegos de palabras conmigo, Neji. Contesta mi pregunta.

    —¿Eso te agradaría? ¿Honestidad de un hombre?

    —Sí.

    Él encogió un hombro hermoso, besado por el sol.

    —Odio a Sasuke.

    —¿Por qué?— preguntó Sakura, indignada.

    —Es un estúpido. No concede apropiado tributo a tu belleza, Bella.

    —¿A mi qué? —La única cosa importante que veían de ella.

    El herrero encendió una sonrisa deslumbrante.

    —Él busca abrirte, resbalarse entre tus muslos, pero yo inmortalizaría esos pétalos cubiertos del rocío del amor.

    Sakura se tensó.

    —Es muy poético, pero hay ninguna necesidad de ser rudo, Neji. No me conoces siquiera.

    —No puedo pensar en nada que preferiría hacer con mi tiempo que disfrutarlo conociéndote. En el sentido bíblico, ya que encuentras mis otras referencias demasiado gráficas. ¿Así está bastante bien para ti?

    —¿Quién eres?

    —Puedo ser cualquier cosa que quieras que sea.

    —¡Pero quién eres tú! —ella repitió obstinadamente.

    —Soy el hombre que has necesitado toda tu vida. Puedo darte cualquier cosa que desees antes de que comprendas siquiera que lo deseas. Puedo llenar cada uno de tus anhelos, sanarte cada herida, corregir cada mal. ¿Tienes enemigos? No conmigo a tu lado. ¿Tienes hambre? Yo encontraré la pieza más suculenta y madura y te alimentaré con mis manos desnudas. ¿Tienes dolor? Yo lo aliviaré. ¿Sueños malos? Yo los cazaré en la noche. ¿Pesares? Yo regresaré y los desharé. Ordénalo, Bella, y seré tuyo.

    Sakura le disparó una mirada llameante.

    —Los únicos pesares que tengo están centrados alrededor de los hombres guapos. Por lo que sugiero que te retires de mi presencia.

    —¿Me encuentras guapo?

    Algo en los ojos de ese hombre no parecía suficientemente bueno.

    —Hablando estéticamente —aclaró ella.

    —¿Guapo como Sasuke?

    Sakura hizo una pausa. Ella podía ser cortante en ocasiones, pero cuando la presionaban, era parte de su personalidad encontrar una manera de no herir los sentimientos de las personas. Sakura prefería mantener silencio cuando su opinión no era la respuesta buscada, y en este caso, su silencio fue suficiente respuesta.

    La mandíbula de Neji se apretó.

    —¿Tan guapo como Sasuke?

    —Los hombres son diferentes. No puedes comparar manzanas con naranjas.

    —No estoy preguntándote eso. Estoy pidiéndote que compares un hombre con otro hombre. Sasuke y yo —gruñó él.

    —Neji, no entraré en esto contigo. Estás intentando obligarme a decir algo...

    —Estoy pidiendo sólo una respuesta justa.

    —¿Por qué es esto tan importante para ti? ¿Por qué te preocupa tanto? Su humor cambió, como el mercurio.

    —Dame una oportunidad, Bella. Dijiste que estéticamente yo te agrado. No puedes comparar a los hombres de verdad hasta que hayas gustado el placer que pueden darte. Acuéstate conmigo, Bella. Permítemelo.

    —¡Detente!

    —Cuando me miraste forjar el metal te hice arder —Los intensos ojos plateados de Neji se hundieron en los suyos, penetrando profundamente. Él atrapó su mano y la volvió para que la palma tocara sus labios.

    —Sí, pero eso fue antes de que yo lo viera —lo interrumpió ella rápidamente.

    —Sasuke —escupió Neji amargamente—. Sasuke el magnífico. Sasuke la leyenda viviente. Sasuke el seductor bastardo. Sasuke... la prostituta del rey. ¿Recuerdas?

    Ella lo miró tristemente.

    —Detente, Neji —dijo finalmente.

    —¿Te has acostado con él?

    —¡Eso no es asunto tuyo! ¡Y devuélveme mi mano! —Ella intentó arrastrar su mano fuera de su sujeción, pero él la apretó y cuando sus dedos acariciaron su muñeca, ella sintió que la confusión asaltaba sus sentidos.

    —Contéstame, Bella. ¿Has yacido con Sasuke?

    Ella tragó firmemente. No le contestaré, se juró obstinadamente mientras sus labios murmuraban:

    —No.

    —Entonces el juego todavía no ha terminado: la Bella y yo podemos ganar todavía. Olvídate de Sasuke. Piensa en Neji —canturreó cuando atrapó sus labios en un beso brutal.

    Sakura parecía hundirse más y más profundamente en un mar oscuro que la hacía desear dejarse llevar y tirar de ella.

    —Neji. Dilo, Bella. Grita por mí.

    ¿Dónde estaba Sasuke cuando ella lo necesitaba?

    —S-s-Sasuke —ella susurró contra Neji, que estaba castigando su boca enfurecido, Neji forzó la cabeza de ella hacia atrás hasta que encontrara su mirada furiosa. Cuando Sakura lo miró, los rasgos oscuros de Neji parecían brillar débil y extrañamente y cambiar... pero eso no era posible, se aseguró la joven. Los ojos pálidos de Neji parecían tener las motas de oro de Sasuke de repente, el labio inferior de Neji se encorvó de pronto en la invitación sensual de Sasuke.

    —¿Es esto lo que debo hacer para tenerte, Bella? —preguntó Neji amargamente.

    Sakura lo miró con fascinación horrorizada. El rostro de Neji se estaba fundiendo y redefiniendo, y se parecía más su marido con cada momento que pasaba.

    —¿Debo acudir a tal artificio? ¿Es la única manera en que me tendrás?

    Sakura extendió una mano temblorosa para tocar su rostro extrañamente metamorfoseado.

    —¡N-Neji, d-detente!

    —¿Te enciende esto, Bella? ¿Si llevo su cara, sus manos? ¡Porque si lo deseo, puedo hacerlo!

    Estás soñando, se dijo ella. Te has dormido, y estás teniendo realmente una pesadilla muy mala, pero pasará.

    Las manos de Neji estaban en sus pechos y los dedos de fuego helado estremecieron su columna con una sensación exquisita... pero no era placer.

    A una docena de pasos de distancia, Sasuke se tensó a mitad de un paso, después de cruzar el puente largo hacia los jardines. Línea por línea, músculo por músculo, su rostro se volvió una máscara de furia y dolor.

    ¿Cuánto tiempo se había ido él? ¿Una docena de horas? ¿Medio día?

    La herida que se había hecho mientras le salvaba la vida latía enojadamente en su mano como su deseo por ella latía enojadamente bajo su kilt.

    Se obligó a mirar un largo momento, para grabar permanentemente en su mente qué tipo de estúpido era por querer a esa chica. Por amarla mientras que ella lo traicionaba.

    El cuerpo duro, bronceado del herrero se estiró en toda su longitud sobre las curvas bochornosas de su esposa mientras yacían al borde de la fuente. Sus manos se retorcieron en su melena rosada y su boca se cerró sobre la de su esposa que se rendía a sus labios.

    Sasuke miró cuando ella lloriqueó, las manos frenéticas contra el herrero en su necesidad... cuando ella tiró de su pelo, arañando arrebatadamente sus hombros.

    El césped y las flores se quebraron en la tierra fragante bajo la bota de Sasuke cuando se volvió y regresó por donde había venido.

    Sakura se esforzó por conservar la cordura.

    —Ve...te de n-nuevo al infierno... de donde h-has v-venido... —Las palabras tomaron cada onza de energía que todavía poseía y la dejó jadeando flácidamente en busca de aire.

    Las manos tentadoras la soltaron abruptamente.

    Ella cayó del estante y aterrizó en la fuente con una salpicadura.

    El agua fresca borró la confusión espesa al instante. Se encogió de terror, esperando que la mano del herrero la alcanzara, pero nada pasó.

    —¿N-Neji?

    Una respiración de malicioso viento enfrió sus pezones a través del material delgado de su vestido.

    —¡Oh! —ella los cubrió apresuradamente con sus palmas.

    —¿N-Neji? —Ella llamó, un poco más fuerte. Ninguna respuesta.

    —¿Quién eres, realmente? —gritó furiosamente en la mañana vacía.
     
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    35
     
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    1798
    CAPÍTULO 23

    En su depresión, Sakura consideró no comer. Se preguntó si fumaban cigarrillos en 1513; lo reconsideró, y decidió comer en cambio.

    Hasta que encontró el whisky.

    Por el tiempo, brindó cuando se sentó en el estudio de Sasuke y subió los pies sobre el escritorio. Sirvió una generosa ración del whisky en un vaso de cristal cortado y tomó un trago ardiente.

    —Och —dijo pensativamente al escritorio— pero se preparan una buena mezcla, ¿verdad?

    Pasó el resto de la tarde y el anochecer en su sagrado asilo, escondiéndose de los avances del extraño herrero, con Mikoto observándola con preocupación, y su propio corazón dolorido. Leyó los libros de su marido cuando vio la fina lluvia que empezó a caer, mientras agotaba el vaso de whisky. Él tenía gusto con los libros, pensó. Podría enamorarse de un hombre al que le gustara leer.

    Después inspeccionó intensamente su escritorio, diciéndose que tenía derecho porque era su esposa, después de todo. Cartas a los amigos, de los amigos, a su madre mientras había estado lejos, pulcramente atadas con cintas.

    Sakura buscó en los cajones y encontró miniaturas de la hermana y el hermano de Sasuke. Descubrió tesoros de la niñez que calentaron su corazón: una pelota de cuero remendada a menudo, estatuas hábilmente talladas de animales, piedras y dijes.

    Hacia su segundo vaso de whisky, él estaba gustándole mucho, demasiado. Basta con el whisky, Sakura, y hace mucho tiempo desde la última vez que comiste algo.

    Sobre unas piernas inseguras, ella buscó su camino hacia el gran hall.

    —Esposa. —La voz no contenía ninguna calidez.

    Sakura retrocedió y abrió la boca. Giró y se encontró cara a cara con Sasuke. ¿Pero no había ido a Uster? Al parecer no. Su corazón voló. Estaba lista para intentarlo, pero algo en su mirada la puso nerviosa, y no tuvo la noción más brumosa de por qué. Estrechó los ojos y lo contempló intensamente.

    —Pareces claramente irritado —dijo ella. Emitió un gemido de miedo cuando él arremetió hacia ella—. ¿Q-qué estás haciendo, Sasuke?

    Sus manos se cerraron sobre sus muñecas con posesión acerada cuando él movió su cuerpo poderoso hasta apoyar la espalda femenina contra la piedra fresca del corredor.

    —Sasuke, qué...

    —Silencio, chica.

    Con los ojos muy abiertos, ella observó su rostro buscando alguna pista que explicara la hostilidad helada en sus ojos.

    Él forzó su pierna musculosa entre sus muslos y los empujó para apartarlos cruelmente.

    —Has estado bebiendo, muchacha.

    Su respiración era calurosa en su cara, ella podía oler el hedor potente del alcohol.

    —¿De veras? ¡Igual que tú! ¡Y pensé que estabas en Uster!

    Sus labios hermosos se torcieron en una sonrisa amarga.

    —Sí, soy bastante consciente de que pensaste que estaba en Uster, esposa —Su acento la raspó densamente y traicionó la magnitud de su rabia.

    —¡Bien, no veo por qué estás tan enfadado conmigo! Eres tú el que ha tenido nueve millones de mujeres, y eres el que salió sin decir adiós, y eres el que no...

    —Lo que es bueno para el ganso no es necesariamente bueno para la gansa —gruñó él. Retorció su mano en el pelo rosa y dio un tirón a su espalda asombrada, desnudando el arco pálido de su garganta—. Nada de consumir alcohol ni de amantes, esposa.

    —¿Qué? —Él no parecía muy coherente, hablando sobre los animales de granja cuando ella estaba intentando tener una conversación bastante sobria con él. Abrió la boca cuando la mordió suavemente en la base de su cuello, donde su pulso golpeaba erráticamente. Si ella no podía manejar a ese hombre sobria, no podría manejarlo achispada, ciertamente.

    Con lentitud insoportable, él paseó su lengua bajo su cuello y por las curvas superiores de sus pechos. La boca de la muchacha se secó y una bandada entera de pájaros revoltosos batió sus alas dentro de su vientre.

    —Lasciva —él respiró contra su inmaculada piel.

    Sakura gimió suavemente, en parte por el dolor de sus palabras y en parte por el placer de su tacto.

    —Infiel, cruel belleza, ¿qué hice yo para merecer esto?

    —¿Qué hice yo...?

    —¡No! —tronó él—. Ninguna palabra. No soportaré ninguna mentira melosa del cubil de la dulce serpiente que llamas boca. Sí, chica, tienes el más cruel de los venenos. Mejor hubiera permitido que el dardo te diera, o la flecha. Fui un estúpido por sufrir un momento de dolor por tu culpa.

    ¿Estoy soñando de nuevo?, se preguntó ella. Pero sabía que no, porque nunca en un sueño había sido tan consciente de cada pulgada de su propio cuerpo, su cuerpo traidor que rogaba acercarse a ese hombre enfadado que goteaba sex appeal, incluso en su furia.

    —¡Dime lo que él tiene para darte que yo no tenga! Dime por qué tienes hambre por ese hombre. Y después de que yo te haya mostrado cada pulgada de lo que tengo para darte, entonces puedes decirme si todavía piensas que él tiene más que yo.

    —¿El herrero? —ella preguntó incrédulamente.

    Él ignoró su pregunta completamente.

    —Debí haber hecho esto hace tiempo. Eres mi esposa. Compartirás mi cama. Llevarás mis niños. Y ciertamente, cuando te haga mía, nunca dirás esa palabra de nuevo. Te dije una vez las reglas de Sasuke. Ahora te las recordaré por última vez. El herrero y Neji son dos palabras que nunca me dirás. Si lo haces, te castigaré tan profunda y cruelmente, que desearás no haber nacido.

    Las palabras fueron sin embargo tan cuidadosamente dichas, con tan controlado enojo, que Sakura no empezó a cuestionar siquiera qué castigo podría tener en mente. Sabía instintivamente que nunca querría averiguarlo. Cuando abrió sus labios para hablar, Sasuke frotó su cuerpo contra el suyo, apretando íntimamente su pene duro entre sus muslos. Las palabras que ella había planeado decir se exhalaron en cambio como un whoosh suave de aire, que se convirtió en un gemido ronco. Sakura quiso fundirse contra él, arquearse contra su cuerpo con abandono completo. Ni siquiera podía estar de pie al lado de ese hombre sin desearlo.

    La sonrisa de Sasuke era burlona y cruel.

    —¿Se siente él así, chica? ¿Tiene él esto, tanto para complacerte?

    Ningún hombre lo tiene, ella pensó febrilmente, cuando sus caderas se movieron hambrientamente contra él. Sasuke gruñó suavemente y rodó su boca encima de la suya en un cruel, castigador beso.

    Sakura sintió su mano levantando su falda y comprendió que en su rabia actual Sasuke iba a tomarla, directamente en el oscuro y frío vestíbulo. Achispada o no, no era así como Sakura planeaba abandonar su duramente guardada virginidad. Ella lo deseaba, pero no así. Nunca así.

    —¡Detente! Sasuke, cualquier cosa que piensas que he hecho... ¡no lo hice! —gritó la joven.

    Él le impuso silencio con su boca, su beso caliente, hambriento y cruel. Ella entendió que estaba castigándola con su cuerpo, no haciéndole el amor, pero no podía resistirse a su lengua y no podía impedirse besarlo a su vez, jadeante.

    Sasuke dejó caer su cabeza y rozó su cuello con los dientes; después la provocó endureciendo sus pezones a través del vestido. Sakura estaba tan perdida en el placer que no comprendió lo que él estaba haciendo hasta que fue demasiado tarde.

    Ella sintió el escozor de una soga contra sus muñecas cuando él dio un tirón a sus brazos y la volvió para afianzar sus manos en la base de su espalda.

    —¡Hijo de puta! —siseó ella.

    —Hijo de puta... —él repitió pensativamente—. ¿Ahora no te gusta mi madre?

    —¡No me gustas cuando haces esto! ¡Sasuke! ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué he hecho yo?

    —Silencio, chica —él ordenó suavemente, y ella comprendió entonces que cuando su voz era suave y sutil como cuero engrasado era cuando ella estaba en el peligro más extremo. Fue la primera de las muchas lecciones que él le enseñaría. Cuando la capucha de seda resbaló encima de su rostro, ella gritó su furia y trató de golpearlo con los pies. Esforzándose, dando puntapiés, rabiosa en sus brazos, ella maldijo rotamente.

    —Esposa —él dijo contra su oreja a través de la capucha de seda—, me perteneces. Pronto no recordarás que hubo un tiempo en que no lo hicieras.

    Neji estaba de pie a la sombra de los serbales y miró cómo Sasuke atravesaba la noche con la mujer encapotada que luchaba contra su agarre. Él pensaba que podría escapar de Neji Hyūga, ¿verdad? ¿Pensaba Sasuke que podría llevársela? Muy listo. Neji no había negociado ese punto. Obviamente, Sasuke había decidido jugar con los límites de su trato.

    El hombre estaba volviéndose enfurecedoramente un serio rival.

    No, eso no era lo que Neji había esperado en absoluto cuando había organizado su escena en los jardines.

    Sin embargo, el hombre era más bruto de lo que había pensado. Había infravalorado a su antagonista inmensamente. Había pensado que Sasuke era demasiado decente y demasiado bueno para saber cuándo un hombre tenía que ser tan duro e implacable como acero con una mujer. Él había contado con que el noble Sasuke estuviera tan herido viéndola con el herrero, que la maldeciría y la injuriaría, quizá se divorciaría de ella incluso; cualquiera de lo cual, según su plan, la enviaría corriendo a su forja ardiente en los serbales. Había pensado, bastante equivocadamente por lo que parecía, que Sasuke tenía una o dos debilidades de carácter por lo menos.

    —¡Silencio, esposa! —el tono de barítono de Sasuke resonó en la oscuridad. Neji se estremeció. Ningún mortal debía tener semejante voz.

    Bien, este justamente no lo haría. Tendría que intervenir en serio, porque si semejante hombre se llevaba a una mujer y la custodiaba durante un tiempo, la mujer ciertamente le pertenecería cuando hubiera terminado.

    Y Neji nunca perdía en nada. Ciertamente, no en eso.

    Caminó hacia adelante en las sombras, preparado para confrontar a Sasuke, cuando oyó un cuchicheo áspero tras de sí.

    —¡Bromista!

    —¿Ahora qué? —gruñó Neji, y se volvió para enfrentar al Rey Hashirama.

    —La Reina exige tu presencia.

    —¿Ahora?

    —Justamente ahora. Ella se nos ha adelantado. Creo que es de nuevo esa pequeña y curiosa Aine. Tendrás que dejar por lo menos algún tiempo este juego para aliviar las sospechas de la Reina. Ven.

    —No puedo ir ahora.

    —No tienes ninguna opción. Ella vendrá por ti si no lo haces. Y entonces no tendremos ninguna oportunidad de ganar en absoluto.

    Neji se detuvo un largo momento y permitió que su rabia ardiera y dejara en ascuas su resolución. Debía tener mucho cuidado en lo que a su Reina concernía. No haría ningún bien obstruir su antojo o deseo de ninguna manera.

    Se permitió una larga mirada por encima del hombro a la figura que se marchaba a lomos de un caballo.

    —Muy bien, mi liege. A través de este podrido infierno, renuncio a mi voluntad, comprometida sólo con la reina más hermosa. Vamos.
     
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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    4732
    CAPÍTULO 24

    Ella sólo dejó de gritar cuando su voz empezó a perder fuerza. Tonta, se dijo. ¿Qué logras con eso? Nada. Estás atada como un pollo listo para la parrilla y ahora no puedes siquiera gemir una protesta.

    —Simplemente quítame la capucha, Sasuke —rogó en un susurro grave—. ¿Por favor?

    —Regla número nueve. Mi nombre desde este momento en adelante es laird Sasuke., no Sasuke. Cuando lo uses, te premiaré. Cuando no lo hagas, no te daré ningún cuartel.

    —¿Por qué quieres que use ese nombre?

    —Así sé que entiendes quién soy realmente. No el legendario Sasuke. El hombre. Sasuke James Lyon Uchiha. Tu marido.

    —¿Quién fue el primero que te llamó Sasuke? —preguntó ella roncamente.

    Él ahogó un juramento veloz y ella sintió sus dedos en su garganta.

    —Quién lo hizo primero no representa ninguna diferencia. Todos lo hicieron. Pero ese era el modo en que el rey me llamaba siempre —rechinó él.

    Él desató la capucha y le alzó la cara, y vertió agua fresca en su boca, aliviando en algo la abrasadora rispidez que la hacía hablar tan ásperamente.

    —Trata de no gritar más esta noche, chica. Tu garganta sangrará.

    —¿El rey James usaba sólo ese nombre? —preguntó ella rápidamente.

    Otro suspiro.

    —Sí.

    —¿Por qué?

    Ella pudo sentir que su cuerpo se tensaba detrás de ella.

    —Porque dijo que yo era su propio halcón cautivo, y era verdad. Me controló durante quince años con tanta seguridad como un halconero controla a su ave.

    —Dios mío, ¿qué te hizo? —susurró ella, horrorizada por las profundidades heladas en su voz cuando él mencionó su servicio. ¿Sasuke controlado por otro? Incomprensible. ¿Pero si la amenaza de destrucción de Dalkeith, su madre, y sus hermanos pendiera sobre su cabeza? ¿La amenaza de matar a centenares de miembros de su clan? ¿Qué habría hecho el noble Sasuke para prevenir eso?

    La respuesta llegó con sencillez. Su marido fuerte, sabio, ético, habría hecho cualquier cosa que tuviera que hacer. A cualquier otro hombre, Sasuke simplemente lo habría matado. Pero uno no podía matar al Rey de Escocia. No sin tener la existencia de su clan erradicada por el ejército del rey completamente. Mismo resultado, ninguna opción. Una sentencia de quince años, todo debido a un rey desdeñado y malcriado.

    —¿No puedes aceptar lo que soy ahora, chica? Ha terminado. Soy libre —Su voz era tan baja y resonante de angustia que ella se tensó. Sus palabras la dejaron fuera de equilibrio; era algo que ella misma podría haber dicho si confrontara su pasado con alguien a quien amara. Su marido entendía el dolor, y quizás la vergüenza y, oh, tan ciertamente, el pesar. ¿Qué derecho tenía ella para juzgar y condenar a una persona por un pasado oscuro? Si ella fuera honrada consigo misma, incluso señalaría que su propio pasado había sido resultado de sus propios errores ingenuos, mientras que la dolorosa prueba que Sasuke había sido obligado a soportar había sido para mantener seguros a su clan y su familia.

    Ella quiso tocar y sanar al hombre que se sentaba tan tensamente lejos de ella, sin embargo no estaba segura de cómo empezar. Lo que estaba claro era que él no había sido la prostituta del rey porque lo hubiera querido; ese hecho contribuyó enormemente a aliviar su mente. Más que eso, ella quiso entender a ese hombre feroz, orgulloso. Para acariciar las sombras bajo sus hermosos ojos oscuros. Dio tirones rápidamente cuando sintió el roce de seda en su mandíbula.

    —¡No! No vuelvas a ponerme la capucha. Por favor.

    Sasuke ignoró sus protestas, y ella suspiró cuando él ató de nuevo los cordones.

    —¿Me dirás simplemente por qué?

    —¿Por qué qué?

    —¿Por qué me has cegado ahora? —¿Qué había hecho ella para provocar su enojo?

    —He cambiado de opinión, chica. Te di lo que ningún otro hombre te habría dado. Te di tiempo para que me escogieras por tu propia voluntad. Pero parece que tu voluntad es extremamente tonta y necesita persuasión. Escógeme, si quieres. Y cuando lo hagas, no saldrá el nombre de ningún otro hombre de tus labios, el miembro de ningún otro hombre entre tus muslos, el rostro de ningún otro hombre en los ojos de tu mente.

    —Pero. —Ella quiso saber por qué su tiempo se había acabado tan abruptamente.

    ¿Qué le había hecho cambiar de opinión?

    —Ningún pero. Ninguna palabra más, chica, a menos que quieras que también te amordace. De ahora en adelante, verás sin el beneficio de esos ojos hermosos y tan mentirosos. Quizás no soy un completo estúpido. Quizás podrías ver más certeramente con tu visión interna. Entonces, de nuevo... quizás no. Pero tu primera lección es que como me veo no tiene nada que ver con quién soy yo. Con quién pude haber tenido que estar en el pasado, no tiene nada que ver con quién soy. Cuando me veas finalmente con claridad, entonces y sólo entonces verás de nuevo con tus ojos.

    Llegaron a Uster poco después del alba. Espoleando su caballo ferozmente a través de la noche, Sasuke convirtió una jornada de dos días en menos de una.

    La guió a la residencia del laird, más allá del desgarbado personal, a las escaleras y a la alcoba. Sin una palabra, cortó las ataduras en sus muñecas con una daga, la empujó a la cama y cerró con llave la puerta tras de sí cuando salió.

    En el instante en las manos de Sakura quedaron libres, se desató la capucha de seda. Había estado preparada para hacerla jirones diminutos, pero había comprendido que él probablemente sólo usaría algo más si ella la destruyera. Además, meditó, no tenía ninguna intención de luchar contra él. Ella tenía bastante batalla en sus manos al intentar enfrentar sus propias emociones; permitirle hacer lo que sentía que él necesitaba hacer. Se concedió más tiempo para familiarizarse con los nuevos sentimientos dentro de ella. Santo Cielo, pero él estaba enfadado con ella. Por qué estaba enfadado, lo que creía que había sucedido no era cierto, pero su resolución todavía era verdad. Ante su furia, sus diminutos soldados internos no habían cambiado de idea. Todos estaban de pie orgullosamente en el lado de Sasuke, y ella estaba de su parte como un solo hombre.

    ¿Planeaba él seducirla insensiblemente? ¿Para abrir su visión interna a él?

    No necesitaba saber que ya estaba abierta, y que ella se anticiparía descaradamente a cada momento de su seducción.

    Sasuke atravesó las calles de Uster despacio. Desierta casi a esa hora tardía, sólo los valientes, los abyectamente estúpidos o los enfermos paseaban tarde por la noche por las calles cuando una niebla pesada se arremolinaba en ellas. Se preguntó en qué categoría podía incluírselo.

    Muchas cosas habían empezado ese día, pero todavía muchas más permanecían inacabadas. Había pasado la mayor parte de su mañana revisando los libros del molinero y hablando con los aldeanos enfadados que acusaban al hombre de sustituir su grano. Había sólo un molinero, bien posicionado por los hombres del rey, antes de que Sasuke hubiera acabado su prenda de servicio. Siendo el único, había podido ejercer el mando absoluto sobre los granos de los aldeanos y había, en colusión con el alguacil local, estafado en los pesos, sustituyendo comida mohosa por los mejores granos, y guardándose la ganancia de tres pueblos septentrionales.

    Sasuke suspiró. Ése fue sólo el primero de una docena de problemas que exigían su atención. Tendría que mantener las cortes durante una quincena para remediar todo lo que había salido mal bajo su abandono benigno mientras había estado pagando el servicio a James.

    Pero ahora tenía tiempo para remediar los muchos problemas de los aldeanos, y lo haría. Su gente había estado complacida por haber manifestado interés en sus necesidades. A partir de ese día, tres hombres en Uster mantendrían las herramientas del molinero y los derechos sobre el grano. Sasuke sonrió. La competición sería buena para su gente.

    Melisa y menta se arremolinaron fuera de la puerta de un establecimiento abierto cuando pasó. Una mujer lo llamó desde la puerta, vestida sólo con una delgada seda manchada y andrajosa. Sasuke irguió una ceja, divertido, y sonrió, pero la rechazó cuando continuó calle abajo. Sus ojos se hicieron oscuros y amargos. Tenía más de lo que podía manejar esperando por él en casa.

    Sakura estaba sentada junto a la puerta de su cámara cuando oyó que Sasuke la abría. Había estado imaginando la seducción dulce que él tenía reservada para ella y tenía que usar toda su calma para esconder su excitación ante su retorno.

    —Oh, regresas —pronunció ella con lentitud y esperando haber tenido éxito enmascarando su deleite.

    Él cruzó el cuarto en dos pasos imponentes, la tomó en sus brazos, y frunció el entrecejo oscuramente hacia ella. Bajó su cabeza inexorablemente hacia sus labios, y ella rechazó su rostro. Impertérrito, él rozó su cuello con sus dientes hasta que alcanzó la base, donde su pulso traidor latía rotamente. La respiración de la muchacha se bloqueó en su garganta cuando él la mordió suavemente y pasó su lengua por la columna de su cuello. Si su proximidad la hacía estremecerse, sus besos serían para ella la destrucción completa. Su áspera sombra de barba calentaba su piel, frotándola, cuando él se arrastró hacia arriba y suavemente succionó el lóbulo de su oreja. Sakura suspiró su placer, y agregó algunos chillidos de protesta sólo para convencerlo.

    —Te olvidarás del herrero, chica —prometió él. Un tirón veloz de su pelo la obligó a encontrar su mirada.

    —No tenía ninguna intención de recordarlo. Él no es nada más que un insistente, tiránico, sinvergüenza acaparador de libertad.

    —Buen intento, esposa —dijo Sasuke secamente.

    —¿Qué quieres decir con "buen intento"? ¿Por qué estás tan obsesionado con el herrero?

    —¿Yo? ¡Eres tú quien está obsesionada con el herrero! —Él levantó la capucha para ponérsela en la cabeza.

    —Eres tan cabeza dura que no ves la verdad ni siquiera cuando está justo delante de ti.

    —Oh, pero ese es justamente el punto, chica. Vi la verdad claramente con mis propios ojos ese día en el jardín. Sí, demasiado claramente, y el recuerdo de eso hierve en mi mente y se burla de mí. Yo había salvado tu vida inconstante, pero eso no te preocupaba en absoluto. No, tenías otros planes para ti misma, y mi ausencia sólo lo hizo más fácil. Me había ido de tu lado por unas horas y rápidamente te acostaste bajo él en la fuente. Mi fuente. Mi esposa.

    Así que era eso, meditó ella. Él había vuelto y visto al herrero cuando le había estado haciendo esas cosas aterradoras y brumosas, cuando ella había estado luchando contra él. Sasuke había estado de pie mirando al herrero prácticamente violarla, y, en su mente, había creído que ella estaba deseosa. No habría pensado en ayudarla siquiera.

    —Quizás no soy la única que no puede ver tan claro — dijo ella mordazmente—. Quizá hay dos personas en este mismo cuarto que podrían beneficiarse con un poco de visión interna.

    —¿Qué dices, chica? —dijo Sasuke suavemente.

    Ella no dignificaría su estupidez con una contestación. Un hombre prácticamente la había violado, y en sus celos, su marido simplemente había estado observando. Mientras más protestara su inocencia, más culpable parecería. Y mientras más pensaba sobre eso, más se enfadaba.

    —Sugiero simplemente que encuentres tu propio ojo interno, marido —dijo ella igual de suavemente.

    Su silenciosa dignidad hizo que él le diera una pausa. Ningún lloriqueo o mentira o nada de rebajarse. Ninguna justificación. ¿Podría ser que él hubiera entendido mal lo que había visto en la fuente? Quizá. Pero borraría sus recuerdos del herrero, había jurado.

    Él sonrió oscuramente y la cegó con la capucha de seda de nuevo. Sí, cuando terminara con ella, olvidaría que Neji Hyūga incluso existía.

    Sabía que podía hacerlo. Estaba bien entrenado para eso. Primero por las gitanas y después por la Duquesa de Courtland.

    —El sexo no es meramente un placer momentáneo —ella lo había instruido—. Es un arte a ser practicado con mano estudiada y un fino y distintivo gusto. Yo voy adiestrarte en esto, la más fina de las aventuras en el escándalo humano. Serás el mejor amante que la tierra ha conocido alguna vez cuando lo haga. Sencillamente, no hay ninguna duda de que serás el más hermoso.

    Y las lecciones habían empezado. Ella había tenido razón; había habido mucho que él no había sabido todavía. Y ella le mostró, esa sombra aquí, esa curva allá, esta manera de moverse, mil posiciones, las maneras sutiles de usar su cuerpo para obtener muchos tipos diferentes de placer, y finalmente, todos los juegos de la mente que lo acompañaban.

    Él aprendió bien, guardando ese arte en la memoria. Y con el tiempo, su ávida hambre de muchacho joven estuvo a la ventura, perdida en un mar sin sentido de conquistas y mujeres.

    Oh, él era el mejor, ninguna duda sobre eso. Dejaba a las mujeres rogando por sus atenciones. La leyenda de Sasuke creció. Entonces un día, una mujer a quien Sasuke había rechazado con desprecio repetidamente —Suiren Dumont— solicitó al Rey James sus favores, como si él fuera un pedazo de propiedad a ser concedido.

    Y como propiedad real, James lo había concedido, a través de la misma amenaza de dañar a Dalkeith si desobedecía.

    Cómo había amado James eso, sobre todo cuando comprendió cuánto humillaba a Sasuke. Y como el rey había dicho, serás quienquiera que Nosotros queramos que seas, aún cuando sea una cosa tan trivial como Nuestra prostituta, para agradar a Nuestras damas favoritas. Se enviaron a otros hombres a batallar. A Sasuke se lo envió a la cama con Suiren. Humillado doblemente.

    Muchos hombres habían envidiado a Sasuke, el amante de tantas mujeres hermosas. Todavía más hombres habían odiado a Sasuke por sus proezas y virilidad, y por las leyendas que las mujeres contaban sobre él.

    Más tarde, James se había cansado de oír las leyendas. Enfermo de que sus damas clamaran por el guapo hombre, James había enviado a Sasuke al extranjero en misiones absurdas y arriesgadas. Para robar una joya de la corona de Persia. Para seducir en busca de un inconmensurable objeto de arte a una anciana heredera en Roma. Cualquier tesoro singular del que el ambicioso James oyera hablar, Sasuke era enviado a adquirirlo por medios justos o injustos. La prostituta del rey simplemente había sido eso: un hombre que hacía el trabajo sucio del rey, a merced de lo que sus inconstantes deseos quisieran en ese momento.

    Ahora sus ojos volvieron a la chica que estaba de pie en silencio ante él.

    Ella era tan diferente de todas las que había conocido. Desde el primer día en que la había visto, había reconocido que ella de verdad no sabía de artificios o subterfugios. Aunque podía haber escondido profundidades, eran malévolas no por sí mismas, sino por haber nacido del sufrimiento y la soledad, no del engaño. ¡Él había reconocido que ella tenía un corazón puro, como puros, reales y llenos de posibilidades habían sido sus campos gitanos, y había sido dada a un hombre que no la merecía! Al epítome del engaño y las artes extrañas. A Neji Hyūga.

    Por la fuerza, el engaño o cualquier manera que fuera necesaria, él la cortejaría y la ganaría. Le haría ver el error de sus decisiones, que le había dado su corazón al hombre equivocado.

    Permanecería cegada por él y para él, hasta que aprendiera a ver de nuevo con ese corazón puro que se había empeñado en esconder. Él lo despertaría, lo agitaría, y lo obligaría salir y enfrentar al mundo de nuevo. Y cuando ella hubiera aprendido a verlo por lo que realmente era, sólo entonces podría verlo de nuevo con los ojos.

    Sakura todavía estaba de pie y llena de incertidumbre. Era extraño saber que él estaba en el cuarto pero no advertir dónde o qué estaba haciendo. Incluso podría estar frente a ella, su cuerpo desnudo y brillante por las lámparas de aceite. Lo imaginó encendido por la luz suave de las velas. Amaba los fuegos y antorchas de ese siglo. ¿Qué tipo de romance podría vivir y respirar bajo las luces fluorescentes de su propio tiempo?

    Resintió la capucha cuando la privó de la visión de ese hombre, pero decidió que era lo mejor. Si pudiera verlo, significaría que él podría ver sus ojos, y ellos traicionarían ciertamente su fascinación, si no su buena voluntad.

    Sintió el murmullo de una brisa. ¿Estaba él a su izquierda? No, a su derecha.

    —La primera vez es para borrar todos tus recuerdos de otro hombre.

    Él estaba rodeándola. Su corazón tronó. Con cualquier otro hombre, siendo incapaz de ver, se habrían sentido amenazada, pero no con Sasuke. Porque él había demostrado ser honorable a pesar de su furia. Ella sabía que aunque la hubiera cegado, lo había hecho en un esfuerzo por ganar su amor y confianza, no para dominarla o vencerla. No había nada amenazante en el hecho que le hubiera cerrado los ojos; él había abierto su corazón con su capucha de seda. Su falta de visión elevaba todos sus otros sentidos a un estado exquisito.
    Cuando su mano acarició la columna de su cuello, ella tragó un suspiro de placer.

    Sasuke continuó rodeándola; a su lado, después a su espalda, y, en lo que parecía una eternidad más tarde, al frente. Sus oídos se esmeraban por escuchar las pistas, su cuerpo vibraba con tensión, preguntándose, esperando.

    —La segunda vez será para enseñarte. Enseñarte cómo se siente ser amada por un hombre como yo. Esa es una cosa que nunca olvidarás.

    Su respiración le abanicó la nuca, sus dedos recogieron un mechón de su pelo. Ella podía oír sólo su respiración jadeante; suya o de él, no estaba segura. Se enderezó ante la caricia de su mano contra la curva de su cadera y sintió un traqueteo salvaje de descargas de electricidad a través de su cuerpo.

    —La tercera vez será para ponerte los jesses y las traíllas. Te prometo que esa vez llegarás al extremo de tu resistencia.

    Jesses: Campanillas atadas a las patas de los halcones durante el entrenamiento.

    Él arrastró sus dedos hacia abajo por su cuello, por sus pechos, desde un pezón al otro, y entonces bajó por encima de su estómago tenso. Su caricia ligera se anidó entre sus piernas y se fue, dejando atrás un hambre dolorida.

    —Pero la cuarta vez... ah, la cuarta vez oiré tus dulces lamentos, sólo para mí, chica. Por la espera, el hambre y la agonía de desearte. Simplemente por mí.

    Sus manos estaban en sus hombros y resbalaron la seda del vestido encima de su piel. Los botones de perla diminutos fueron deshaciéndose desde la nuca uno por uno con algo parecido a... ¿los dientes? ¡Oh! Su lengua fluctuó entonces contra la piel sensible de su nuca y aún más abajo.

    Oh queridos cielos, ese golpe sensual de su lengua podría significar para ella la destrucción completa. El terciopelo áspero de su lengua deshizo todo su camino sobre su columna, y más abajo todavía. Ella tembló.

    Con las rodillas débiles, osciló en silencio. No puedes hacer un sonido, se recordó. No un sonido bueno, de todas maneras. Sólo protestas.

    Cuando estuvo segura de que no podría mantener su silencio un segundo más, él retrocedió, y ella sintió una brisa lenta en su estela. Se volvió e intentó rastrearlo en el silencio.

    La espalda de su vestido estaba abierta, su piel húmeda por sus besos. Ella esperó en muda anticipación. ¿Dónde estaba él?

    Allí, pensó cuando lo sintió de repente asir el tejido de su vestido. Arrastró la prenda, que cayó al suelo en un susurro de seda. La camisa interior cayó luego, y entonces no tuvo nada más que las medias, las ligas y las zapatillas de seda.

    Sasuke agradecía que estuviera cegada, que no pudiera ver el temblor de sus manos cuando él resbaló a sus rodillas y quitó una media despacio, rodándola hacia abajo pulgada por pulgada ante ella. Arrastró besos reverentes por su pierna larga y sedosa. Desde su muslo suave al hueco de su rodilla, hasta su tobillo esbelto, él derramó en sus piernas, primero en una, después en otra, besos calientes, asegurándose de no olvidar una pulgada deleitable de la carne cremosa que había estado agonizando por saborear.

    Ella ni siquiera gimió, pero él entendió su juego. Odiándolo como lo hacía, no proferiría un sonido legítimo de placer a menos que él pudiera arrancarlo de su garganta. Y para hacerlo, debía mantener la cabeza despejada. No debía perder el control y pensar en esos rizos brillando débilmente en el vértice dulce de sus muslos, sólo a pulgadas de su boca, o el sedoso nudo que se anidaba dentro, el mismo centro de su pasión. Desde su posición a sus pies, se deleitó con cada plano y curva de su cuerpo perfecto. Sus ojos acariciaron sus muslos firmes, el vientre tenso, ligeramente redondeado, desde la cima de sus pechos cremosos hasta la columna de alabastro de su cuello, donde se encontraba la capucha de seda negra.

    Sakura sabía que si algo no pasaba rápidamente, sus piernas iban simplemente a deshacerse bajo ella y caería ante él. No es una mala idea, su mente ofreció. Estaba asustada. Espantada. Pero quizá...

    Ella osciló hacia adelante ligeramente.

    Sasuke gimió cuando sus rizos brillantes acariciaron su mejilla sin afeitar. Arrodillándose a sus pies, él apretó los ojos para desterrar la visión, la necesidad, sin premeditar que su lengua mojara sus labios y su boca exigiera...

    Agitado, él gruñó y se levantó; entonces sus manos se posaron en el cuerpo de la joven y supo que estaba en un problema serio. ¿Dónde infiernos se había ido Sasuke?, se preguntó a sí mismo cuando la levantó para acostarla en la cama. ¿Dónde estaba el Lothario? ¿Ese legendario maestro del control que iba a provocarla más allá de su paciencia y estrellar sus defensas? ¿Simplemente dónde infiernos se había ido? ¿Qué control?, se preguntó, porque estaba perdido en un campo verde de inocencia más dulce y lujuriosa que cualquiera que nunca hubiera conocido.

    Sakura gimió cuando su cuerpo cubrió el suyo y la apretó contra la cama suave. Era todo él, cada pulgada, un hombre caliente y exigente. Oh, celestial, la mujer dentro de ella ronroneó. Tómame, quiso gritar. Pero no debía ser tan sencillo: no cedería demasiado rápidamente.

    En un movimiento veloz, Sasuke quitó la capucha de su cabeza y la besó, enterrando las manos en su pelo. La besó tan profundamente, que ella perdió el aliento y los últimos remanentes de su miedo.

    Había besado a algunos hombres antes. Más que algunos. Besos tímidos, besos apasionados. Los besos de Sasori la habían dejado fría. Un hombre no besaba así a menos que estuviera profundamente enamorado.

    Él la amaba. El conocimiento tembló dentro de ella, bajo la capa de piel, se rezumó más profundamente y la penetró por completo. Cuán magnífico saber que él la amaba tanto. No había duda sobre eso. Estaba acunando su rostro con sus manos fuertes como si ella fuera la cosa más preciosa del universo. Ella abrió los ojos y encontró su preocupada mirada, intentando decir con su silencio plateado todo lo que realmente sentía, aunque no pudiera decir las palabras. No sabía cómo. No tenía práctica.

    Cuando él la cambió de posición debajo de sí y su excitación dura montó entre sus piernas, ella lo hizo, hizo todos esos sonidos que había jurado que no haría. Prácticamente rugió. Porque ése era él. Eso era lo que hacía a las personas enloquecer de pasión, anhelo y hambre. Eso era lo que Shakespeare había sabido en algún momento de su vida, para escribir a Romeo y a Julieta dulces versos de amor. Eso era lo que Sasuke quería decir por Valhalla.

    Ella se arqueó contra él, los músculos profundos dentro de ella ardiendo en fuego, quemándose por algo, doloridos y vacíos.

    —Saku —él respiró cuando dejó caer su cabeza para succionar un pezón en su boca. Lo besó, haló y torturó. Él soltó la cima erecta y sopló aire fresco en la punta caliente. Lo pellizcó ligeramente, y frotó su áspera sombra de barba suavemente sobre él. Una llamarada de fuego hizo erupción en ella, irradiando desde sus pechos e inundando su cuerpo entero con olas de deseo.

    Él esparció besos bajando y arrastrándose por su estómago, la curva de sus caderas, sus muslos. Cuando hizo una pausa directamente sobre su calor meloso, simplemente su respiración abanicando su piel sensible era pura tortura.

    Un latido de corazón se convirtió en una docena, y ella esperó, helada, por su siguiente caricia.

    Cuando llegó, lloriqueó suavemente. Él dejó caer besos en el interior satinado de sus piernas, y degustó el mismo centro de su hambre. Cuando su lengua fluctuó fuera y acarició el nudo diminuto, repentinamente tenso, ella clamó y su cuerpo tembló contra él. Se sentía elevarse y volar buscando algo más allá de su alcance y entonces... ¡oh!

    ¿Cómo era que nunca había experimentado algo así antes? Sasuke la lanzó a los cielos iluminados por las estrellas y la giró entre los planetas, la resbaló bajo la Vía Láctea y a través de una estrella supernova, meciendo su universo desde el principio hasta el final de su sistema solar. Y cuando finalmente, suavemente, le permitió regresar, ella se estremeció bajo él con agonía y éxtasis, sabiendo que nunca sería la misma. Algo se había despertado dentro de ella, pestañeando con ojos pálidos, desacostumbrado al brillo deslumbrante y la intensidad estupenda de ese nuevo mundo.

    Ella yació, jadeante y un poco asustada, pero lista. Preparada de verdad y completamente, para darles a su marido y a sí misma la oportunidad y hacer funcionar su matrimonio como sabía que podía. Preparada para intentar empezar a decirle las cosas que ella se sentía por él. Cuánto realmente admiraba su sensibilidad y compasión. Cuánto adoraba su fuerza e intrepidez. Cuánto incluso quería sus apasionadas y tremendas iras. Cuán feliz era de ser su esposa.

    —Sasuke.

    —Saku, Saku... yo... no. No puedo... —Su rostro era feroz y salvaje, y ella se extendió hacia él. Pero no lo alcanzó.

    Porque Sasuke se tensó con un rugido de agonía y saltó de la cama. Se arrancó de ella, y prácticamente corrió del cuarto sin mirar atrás.

    El cuarto se quedó callado, salvo el click de una cerradura. Sakura miró fijamente, en confusión total, la puerta.

    Eso era como acostarse rodeada rosas y despertar en el barro.

    ¿Cómo podía él simplemente salir después de eso?

    Su miembro palpitante no podría manejar esa tortura de nuevo.

    Pero él no quería darle su simiente hasta que supiera que ella le pertenecía. No quería la posibilidad de no saber de quién podría ser el niño que pudiera llevar.

    Y entonces recordó el frasco que la anciana Rom le había dado. Lo consideró pensativamente y se preguntó si era el momento de usar la poción que contenía.

    Aunque también podía, meditó, odiar los efectos colaterales: la manera en que lo dejaría frío y remoto en medio de la más maravillosa pasión que jamás había conocido.

    La siguiente vez que él fue a ella permaneció en silencio, desde el principio al fin.

    Apenas un cuarto de hora antes, había blasfemado al arrancar el tapón con los dientes. Había jurado nunca tomar la poción de nuevo, pero esa vez era necesario. Tenía que hacer que ella lo deseara, para ligarla a él con ese deseo y poder empezar a hacer que lo amara. Y él necesitaba una cabeza fría para hacerlo.

    La noche anterior casi había hecho un estúpido de sí mismo. Ciertamente había perdido el control.

    Casi había hecho cosas como derramarse en ella en cuerpo y corazón; decir palabras tontas de amor, de simientes y esperar bebés y estar juntos toda una vida.

    Por lo que él echó su cabeza atrás y tragó el contenido amargo de la botella, y esperó. Cuando pudo sentir esos dedos helados desplegándose a través de su cuerpo, sólo entonces, fue a ella.

    La despojó de su ropa hasta dejarla desnuda y la guió hacia el suelo. Ella no hizo ningún movimiento para detenerlo; seguía estando muda, con una expresión insondable en los ojos. Era una muda fascinación, pero él no sabía eso. Los ojos femeninos vagaron amorosamente encima de él. Pero ella no sabía lo que le aguardaba.
     
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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    4949
    CAPÍTULO 25

    Sasuke James Lyon Uchiha no tiembla, se recordó él. No pierde el control. No empieza a fantasear casi como un muchacho enamorado sólo porque le había dado el orgasmo de su vida a una chica. No había olvidado lo que era eso.

    Pero no era el orgasmo. Ni incluso la manera en que ella se había estremecido contra él, o cuán hermosa había parecido cuando había jadeado, palpitante, bajo su lengua.

    Era él quien había estado a punto de hacer algo que nunca había hecho en toda su vida; eyacular fuera de una mujer. Y aún más, era que él quien la amaba y ella todavía no había dicho su nombre. Incluso en el ápice de su pasión, no había gritado su nombre. Nada. Por lo que sabía, podría estar pensando en Neji. Era parte de por qué él había tenido que sacarle la condenada capucha. Había parecido una buena idea al principio, pero apenas podía recordar por qué.

    La siguiente vez que él la amó, mantuvo abiertos los ojos de la mujer para que lo contemplaran desde el principio al fin, y él retribuirla a cambio. Que ella observara cada pulgada de su cuerpo, mientras él la contemplaba por todas partes, además de su rostro.

    Ella se maravilló con la sensación del suelo fresco a su espalda y el hombre caliente sobre sí, pero parecía diferente de algún modo esa vez, cuando con sus manos y su boca no la llevó una vez a ese lugar brillante en el cielo, sino media docena de veces. Absolutamente experimentado, casi aterradoramente controlado, mientras ella yacía doliente bajo él.

    No le gustó ni un poco.

    Cuando él se alejó de ella, la muchacha se sentía estafada de algún modo. Como si él realmente no hubiera estado allí en absoluto. ¿Por qué, si él la había complacido magníficamente? Pero ella quería el mismo sol brillando en sus ojos negros, la misma pasión ingobernable, salvaje, que quemaba al rojo vivo entre ellos.

    —¡Sasuke! —llamó ella a su espalda.

    Él se tensó e hizo una pausa un largo momento. Los músculos se juntaron en sus hombros y espalda. Parecía tan intocable.

    —Oh. No importa... —ella dijo suavemente, los ojos luminosos y rebosantes de dolor.

    Horas después, Sasuke enjuagó su boca por quinta vez y escupió en una cubeta. Bueno, había sido un desastre de proporciones épicas. Se había herido más a sí mismo en vez de servirle de ayuda. La poción había mantenido su erección enorme y no le había permitido eyacular.

    ¿Había algo semejante a un fuego que helaba?

    Él nunca tomaría de nuevo esa poción. No con su esposa.

    Cuando el sabor sucio finalmente fue expulsado de su boca, se vistió y se dirigió hacia el pueblo para oír más casos. Más decisiones y más personas con necesidades que él debía ver. Y todo el tiempo sabía que estaría preguntándose si él, que gobernaba numerosos feudos, pueblos, torreones y hombres, iba a ser capaz alguna vez de hacer que su propia esposa pronunciara su nombre.

    Sasuke.

    Eso era todo lo que deseaba.

    Sakura se paseó por el cuarto inquietamente. ¿Qué había pasado esa tarde? Se sentía sucia, como si hubiera sido tocada demasiado íntimamente por un extraño, no por haber hecho el amor con su marido. No como la noche anterior, cuando había visto esa mirada en sus ojos, esa cálida y ardiente ternura junto con el grandioso deseo. Él había estado de algún modo aislado esa tarde. Cuando había vuelto a su cuarto para vestirse antes de salir de nuevo, él todavía permanecía escalofriantemente distante. ¿Había hecho algo, tomado alguna droga para hacerlo...?

    Esos frascos que ella había visto. Habían quedado la noche anterior en una bolsa de cuero en la mesa del dormitorio.

    Su mandíbula se endureció cuando caminó hacia la mesa junto a la cama. No estaban allí.

    ¿Dónde los habría puesto? Sus ojos volaron a la ropa que él había dejado caer en la silla cuando se había cambiado esa tarde. Buscando intensamente a través del montón, encontró lo que buscaba y descargó la bolsa de cuero pequeña. Un frasco vacío y uno lleno cayeron. ¡Ja! Esos y el cataplasma curativo que él había estado usando cuando cambiaba las vendas de su mano.

    Un frasco vacío. ¡Hmmph! Bien, dos podrían jugar ese juego, y él lamentaría el día que había usado el otro. ¡Esperaba que él viera cuán fría podía ser ella!

    Cuando Sasuke volvió al feudo esa noche, estaba inequívocamente convencido de debía de haber ido a una casa equivocada. Su esposa estaba esperando por él en la alcoba cerrada con llave, completamente desnuda, con una mirada salvaje en los ojos que lo hicieron alcanzar la certeza de que estaba soñando, o perdido o loco.

    —Sasuke —ella ronroneó cuando se deslizó hacia él.

    —¿Sakura? —preguntó él cautelosamente.

    Su esposa era tan condenadamente hermosa. Y por un momento no se preocupó de por qué ella estaba actuando de esa manera. Él estaba enfermo por la espera y cansado de desearla. Por lo que la atrajo a sus brazos y la besó, su boca caliente moviéndose hambrientamente encima de la suya.

    Entonces vio el frasco que yacía en el suelo junto a la cama, y parecía como si se lo hubiera dejado caer poco después de su consumo.

    Sasuke contuvo un suspiro de frustración y se permitió una anhelante mirada más a las mejillas ruborizadas de su esposa, sus pechos magníficos y curvas en las que se perdería para siempre. Mirarla dilató oscuramente sus ojos: hablaba con su boca hecha un mohín, del color de las ciruelas maduras y rogando ser besada.

    —Chica, ¿tomaste esa poción? —dijo él fatigadamente.

    —Uh-hmm —ella pronunció con lentitud cuando se alzó hambrientamente hacia sus labios.

    Él la descargó en la cama con un golpe. El afrodisíaco. Se figuró que debía durar aproximadamente doce horas, antes de que pudiera estar seguro de que ella regresaba a su normal carácter regañón.

    Sería justo para él tomarla simplemente en ese mismo instante, el honor fuera condenado, pensó oscuramente.

    Desafortunadamente no había ninguna circunstancia bajo la cual el honor pudiera condenarse. Ni incluso cuando su pene palpitante estaba haciéndole preguntarse qué infiernos tenía que ver el honor con hacerlo con su propia esposa.

    Oh, ella ciertamente querría matarlo la siguiente vez que lo viera.

    Él cerró con llave la puerta y estacionó a cuatro guardias fuera de ella, diciéndoles que mataría a cualquiera de ellos si entraban a ese cuarto por cualquier razón durante las siguientes doce horas.

    Entonces el legendario Sasuke se sentó en los escalones a esperar.

    La siguiente ocasión en que él fue a ella, la mujer estaba de hecho furiosa.

    —¿Qué contenía ese frasco? —rugió la muchacha.

    Sasuke no pudo evitar sonreír. Intentó inclinar su cabeza antes de que ella lo viera, pero falló.

    —¡Oh! Piensas que es cómico, ¿verdad? Sé que sabías lo que hacías cuando me dejaste aquí una noche entera pensando... ¡Oh, mi Dios! No tienes ni idea de cuánto yo necesité...

    —No a mí, chica —Sus ojos eran oscuros—. No era a mí a quien necesitaste. Tomaste un poco de un afrodisíaco preparado por los Rom. No tenía ninguna intención de dártelo o usarlo yo. No se los pedí siquiera. Y curioseaste...

    —¡Tomaste una poción para comportarte fríamente conmigo! —gritó ella—. ¡Me heriste!

    Sasuke la miró fijamente.

    —¿Herirte? ¡Nunca! Yo no te heriría, chica.

    —¡Bien, lo hiciste! —Sus ojos eran enormes y luminosos, y su labio tembló.

    Él estuvo a su lado en un momento.

    —¿Cómo te herí? Sólo dímelo, y no volveré a hacerlo.

    —Eras tan frío. Me tocaste y fue como si lo hiciera un extraño.

    El corazón de Sasuke cantó. El deseo lo atravesó en olas calientes. A ella gustaba su contacto.

    —¿Te gusta que te toque? —suspiró él antes de robar un beso de sus labios fruncidos.

    —¡No cuando lo haces como lo hiciste ayer! —hubo un surco de consternación entre sus encantadoras cejas y él lo besó—. Además de eso, ya que querías acostarte conmigo, ¿por qué no simplemente tomaste ventaja de ello cuando yo estaba así? —Ella suspiró cuando él paseó besos suaves por sus párpados cerrados y sus temblorosas pestañas. Sus labios eran calientes e infinitamente tiernos cuando besó la punta de su nariz, y después no tan tiernos cuando él exigió su boca con la suya.

    —Cuando yo te ame, no será porque alguna droga te haya embriagado, sino porque estés intoxicado conmigo, tan ciertamente como yo estoy embrujado por ti.

    —Oh —suspiró ella cuando él desató su pelo y le permitió dar volteretas libres bajo sus hombros.

    —¿Por qué te lo recogiste? —Él peinó con los dedos su melena pesada.

    —Esa poción era terrible. Incluso mi propio pelo que se frotaba contra mi piel era demasiado padecimiento.

    —Este es mi mayor padecimiento, esta melena tuya —dijo Sasuke y la tocó suavemente con los dedos. Sus ojos se entrecerraron, oscuramente poderosos con una promesa sensual—. No tienes idea de cuán a menudo imaginé la sensación de este fuego de rosa extendido sobre mi miembro, chica.

    El deseo envolvió a Sakura cuando ponderó la imagen que sus palabras conjuraron.

    Él la retrocedió despacio hacia la cama, animado por la niebla de deseo en los ojos abiertos.

    —¿Te interesa la idea, muchacha? —él ronroneó nítidamente.

    Ella tragó en seco.

    —Sólo tienes que decírmelo, susúrrame lo que te agrada. Yo te lo daré todo.

    Ella recogió valor.

    —Entonces bésame, marido. Bésame aquí... y aquí... ¡oooh! —Él obedeció tan rápidamente... Sus labios eran calientes, sedosos y exigentes—. Y aquí... —Ella perdió su voz completamente cuando él resbaló el vestido de su cuerpo y la acostó en la cama bajo él.

    —Quiero correr las cortinas alrededor de esta cama y mantenerte aquí durante un año —él masculló contra la piel lisa de su pecho.

    —Por mí está muy bien —masculló ella en contestación.

    —¿No se supone que tienes que luchar contra mí, chica?—Sasuke se retiró hacia atrás y la estudió intensamente.

    —Hummm...

    —Sí, sigue —él la animó. Sabía que sus ojos debían estar bailando de alegría. Sabía que debía tener una expresión completamente absurda en su rostro en ese mismo momento. ¿Era posible? ¿Había empezado la conquista y había funcionado?

    —Simplemente tócame —Ella arrugó su frente—. ¡No me preguntes tantas veces lo mismo!

    Él retumbó con risa suave y promesa de pasión infinita.

    —Oh, claro que te tocaré, chica.

    .

    .

    —...demasiado profundamente. Has ido demasiado lejos.

    —No sé lo que quieres decir.

    —Lo he pensado, Bromista. Debemos acabar con esto. La Reina Mito está un paso delante de nosotros. Ni siquiera tu tiempo a su lado ha aliviado sus sospechas. Yo, por lo menos, no deseo sufrir las consecuencias de su ira. La mujer va a tener que volver a su tiempo simplemente.

    El Rey Hashirama ondeó su mano.

    .

    .

    Y Sasuke se derrumbó sobre la cama. Aturdido, echó una mirada alrededor del cuarto vacío.

    Sakura cayó al suelo de su cocina moderna con un porrazo.

    —¿Viste lo que yo vi? —El Rey Hashirama se encontraba boquiabierto.

    Neji estaba aturdido.

    —Ella estaba desnuda. Él estaba jadeando. Ella estaba... ¡oh, mierda!

    El Rey asintió enfáticamente cuando ambos gesticularon sin palabras.

    —Ella se queda.

    Era una de las reglas doradas. Algunas cosas nunca podían interrumpirse.

    .

    .

    —Eres realmente del futuro, ¿verdad? —susurró roncamente Sasuke, cuando Sakura reapareció momentos escasos después, a unos pies lejos de él en la cama. Mientras Sakura había estado bebiendo en su estudio, Mikoto le había contado la desaparición en el jardín. Sasuke había intentado convencerse de que Mikoto estaba equivocada, pero sus guardias habían confirmado que habían visto a su esposa desaparecer y aparecer varias veces en sucesión rápida.

    Lo que significaba que ella todavía podría volver a su propio tiempo, incluso sin la pieza de ajedrez. La reina negra no es lo que parece. La vidente había dicho la verdad.

    Sakura asintió en silencio, deslumbrada por su traslado abrupto a través del tiempo.

    —¡No puedo controlarlo! ¡No sé cuando va a pasar de nuevo! —Sus dedos se encorvaron convulsivamente en el tapete de lana, como si un firme asimiento pudiera evitar que se fuera de nuevo.

    —Por los Santos —él respiró despacio—. El futuro. Otro tiempo. Un tiempo que no ha pasado todavía.

    Se miraron fijamente, atontados, por un momento prolongado. Los ojos de cuervo del hombre eran profundos y sombríos, las hermosas manchas doradas extinguidas completamente.

    De repente Sakura comprendió todo demasiado claramente: que ella no quería regresar nunca al siglo XX. ¡No quería estar sin él el resto de su vida! La desesperación rizó sus dedos fríos alrededor de su corazón.

    Ya era demasiado tarde. ¡Cuánto lo amaba! La aspereza con la que le habían recordado que ella no tenía ningún control sobre el tiempo que podría quedarse; el conocimiento de que ella podría regresar abruptamente para nunca volver; el hecho que no tenía ni idea de cómo, o si podía irse de nuevo, la aterró.

    Para ser enviada, no, condenada, de nuevo a ese frío y vacío mundo del siglo XX, sabiendo que el hombre que ella amaría por toda la eternidad había muerto casi quinientos años antes de que ella hubiera nacido, oh querido Dios, cualquier cosa, pero eso...

    Pasmada por sus descubrimientos, ella lo miró, sus labios entreabiertos, evidentemente vulnerable.

    Sasuke percibió el cambio en ella; algún tipo de admisión sin palabras simplemente había ocurrido en esa parte de Sakura que había estado intentando alcanzar por tanto tiempo.

    Ella lo estaba mirando fijamente, con la misma expresión desamparada que él había visto esa noche en los precipicios de Dalkeith, cuando ella había pedido su deseo a una estrella.

    Era todo lo que Sasuke necesitaba ver. Él estuvo a su lado en un instante. Su conocimiento de que ella podría serle arrancada en cualquier momento hacía el tiempo infinitamente precioso. El presente era todo lo que tenían, y no había ninguna garantía para el mañana.

    Él exigió su cuerpo y se desató sobre ella con una tormenta de pasión liberada. La besó y saboreó, desesperado por el temor de que en cualquier momento sus labios podrían separarse de los suyos. Sakura lo besó a su vez con abandono completo. El calor estalló entre ellos como debía ser, como tendría que haber sido desde el mismo principio si se hubiera permitido atreverse a creer que una pasión, un amor como ese era posible.

    Recostándose en la cama, ella se fundió bajo él. Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y tiró de su cabeza hambrienta para acercarlo más.

    —Ámame... oh, ámame —ella susurró.

    —Siempre —prometió él con los ojos abiertos. Él ahuecó sus manos sobre sus pechos y los deleitó con besos, saboreando cuán ferozmente ella le respondía. Esa vez era diferente. Ella realmente estaba viéndolo, a Sasuke, no algún otro hombre que hubiera tenido antes, y la esperanza explotó en su corazón. ¿Lo deseaba ella como él lo hacía? ¿Podría ser que su esposa estuviera desarrollando un hambre por él que igualaba su propio apetito?

    —Oh, por favor... —Su cabeza rosa se arqueó hacia atrás contra las almohadas—. Por favor...— suspiró.

    —¿Me quieres, Sakura?

    —Sí. Con cada onza de mi cuerpo... —y alma, iba a agregar, pero él atrapó su boca con besos profundos, calientes.

    Ella lo deseaba, con los ojos abiertos y viéndolo realmente. Él podría decir, esa vez era real.

    Cuando su pequeña mano se cerró alrededor de su falo erecto, un gemido rasgó su garganta.

    —Yo te vi, ¿sabes? —ella susurró, los ojos dilatados y oscuros de pasión—. En el cuarto Green Lady. Estabas durmiendo sobre tu espalda.

    Él la miró fijamente, con muda fascinación, los músculos en su cuello que se tensaron furiosamente cuando se esforzó en decir algo inteligible, cualquier cosa, pero sólo emitió un ronroneo ronco cuando su mano se apretó sobre él. Entonces, ¿ella lo había mirado también? ¿Como él la había espiado en cada oportunidad que podía?

    —Estabas acostado en tu sueño como algún dios vikingo, y esa fue la primera vez que vi esto —Ella apretó su mano suavemente para dar énfasis. Él gruñó. Animada por su contestación, Sakura lo empujó hacia atrás y esparció besos por su pecho esculpido. Pasó la lengua hambrienta hacia abajo, sobre su abdomen, saboreando cada músculo ondeado con infinita paciencia. Exploró sus muslos poderosos y la masculinidad palpitante, e hizo una pausa para dejar caer un beso tentador en la aterciopelada punta rosa del miembro que un semental habría envidiado.

    —¿Lo encuentras lo suficientemente... bueno?— él graznó— ¿Lo que viste entonces y lo que ves ahora?

    —Hummm... —Ella pretendió ponderar su pregunta, entonces lamió con un golpe largo, aterciopelado, su pene desde la base hasta la punta—. Nos sacará de un apuro.

    Él echó su cabeza oscura atrás con una sonrisa y rugió.

    —¿Un apuro... un apuro? Yo te mostraré... —Sus palabras se apagaron cuando él la tiró bruscamente hacia su abrazo. Su boca exigió la suya y él la rodó sobre la espalda.

    Demasiado tarde para retroceder o preocuparse por su simiente o los niños, más allá del pensamiento racional de cualquier tipo, y a la aventura en una locura almizclada llamada Sakura, la sirena embrujadora que lo poseía, él se resbaló entre sus piernas y se posicionó sobre ella.

    Simplemente, antes de que cediera al calor que lo llamaba, él dijo:

    —Siempre te he amado, chica —queda y suntuosamente.

    Las lágrimas brillaron débilmente en los ojos femeninos y rodaron por sus mejillas. Él tocó una gota reluciente con su dedo y se maravilló por un momento de cuán bueno se sentía hacer que lo aceptara por fin. Entonces, finalizada la espera, se sumergió en ella. Más lágrimas nublaron los ojos de ella ante el dolor súbito. Sobre ella, apenas en ella, Sakura endureció su mandíbula y se tensó. La miró un momento, mudo, aturdido e intimidado.

    —Por favor —ella instó—. No te detengas ahora. Por favor, quiero esto.

    —Sakura —suspiró él, su rostro oscuro—. Virgen — murmuró silenciosamente. Los ojos de ébano sostuvieron la mirada de la joven en un momento jadeante, cuando su cuerpo se puso rígido encima del de ella.

    Entonces ella sintió un involuntario tirón de furia atravesarlo, y empujó más allá de la barrera y la rasgó con intensidad bárbara.

    —Mía —él juró bruscamente, su ojos negros encendidos—. Sólo mía. Primero... mejor... y último —Su hermosa cabeza se arqueó hacia atrás, y ella enterró sus manos profundamente en su pelo. De nuevo ella sintió ese temblor involuntario que lo estremeció de la cabeza a los dedos de los pies.

    Hubo un dolor momentáneo, pero las olas de calor lo reemplazaron rápidamente y las estrellas la llamaron por su nombre invitándola a volar con ellas. Esa vez fue aún más intenso, empezando desde lo más profundo, donde su miembro caliente la llenaba por completo. Una voz instintiva le dijo cómo moverse, cómo buscar su placer y asegurar el de él en la misma respiración.

    —No te... muevas —él rechinó contra su oreja, esforzándose en no derramarse en el momento en que su tersa estrechez lo aprisionó. Él estaba más allá de la excitación, casi demente por la pasión acoplada con el conocimiento de que el herrero nunca había estado donde él estaba ahora. Ni incluso el famoso Sasori, quienquiera que fuera. Él era su primer hombre, su primer y único amante.

    —No puedo evitarlo... se siente tan... ¡oh!... ¡Delicioso! —Las manos femeninas acariciaron su espalda, y sus uñas arañaron ligeramente la piel bronceada de sus hombros cuando él la meció despacio bajo él.

    —¡Deja de moverte, chica!

    —Pensé que se suponía que yo debía moverme... también —ella masculló, casi incoherentemente—. Por favor...

    —Quédate inmóvil. Te enseñaré a hacerlo lento primero. La siguiente vez será para el amor salvaje y violento.

    —Quiero amor salvaje y violento ahora —ella exigió claramente, y rompió la traba que había estado manteniéndolo en jaque tan tensamente. Él subió sus piernas y se envolvió en ellas, empujando con cuidado por su sensibilidad de virgen con lo poco que quedaba de su mente racional. Entró en ella de la manera que había querido hacerlo desde el primer momento en que la había visto, áspero y exigente. Duro y exigente, con posesión. Hambriento y casi brutal, marcándola como suya.

    Sakura se movió en espiral bajo él, las puntas de sus dedos acariciando las estrellas cuando se fragmentó en mil puntas de alfiler brillando débilmente. Ella lo sintió tensarse y pulsar pesadamente dentro de ella. Explotaron juntos en un ritmo perfecto, en una armonía perfecta.

    Sasuke permaneció jadeando durante mucho tiempo encima de ella, mientras la mujer acariciaba a su marido satisfecho. Su sedoso pelo negro se había soltado de su correa. Ella paseó las manos sobre la piel suave de su sólido y musculoso trasero. Un hombre hermoso, meditó, y el pensamiento ya no le trajo ninguna sombra de miedo. Acarició su pelo en silencio, maravillándose de su vida y cuán rica era estando él allí.

    El silencio se desató hasta que por fin él se levantó de ella y caminó hacia la ventana, mirando fijamente la noche de Uster.

    —Och, chica, ¿qué he hecho? —susurró al panel de vidrio.

    Silencio de detrás de él. Los ojos de Sakura se movieron amorosamente sobre cada pulgada de su hombre.

    —Te juzgué inconstante y desleal. Te juzgué, mi dulce halcón, como la peor de las víboras infieles. Mis oscuras fantasías ensombrecieron mi corazón con sus alas puntiagudas. Y yo no podía estar más equivocado.

    Todavía silencio. Él no sabía que detrás de él, su esposa tenía una sonrisa tierna que encorvaba sus labios.

    —Chica del distante futuro, caíste en el regazo de un hombre, te casas conmigo sin verme y has atravesado tus propios infiernos antes de venir a mí. Y te he dado solamente un infierno más para agregar. Desde lo más profundo de mi... och, esposa, ¿qué he hecho? Oh Dios, ¿qué te he hecho?

    —Me amaste.

    No era una pregunta, pero él la contestó prontamente.

    —Lo hago. Más que a la vida. Mi corazón. No escogí simplemente una dulce frase para nombrarte, pero hablaba desde mi alma cuando te llamé así. Sin mi corazón no podría vivir. Y yo no podría respirar sin ti.

    —¿Eres un hombre que tiene más de un corazón?

    —No. Sólo este. Pero está ahora amargo y oscuro por el dolor que te he traído.

    Él miró fijamente fuera la ventana en la noche sin fondo. Sangre de virgen en su miembro. Lágrimas de virgen en sus manos. Una esposa virgen que nunca había estado con Neji, y en todos sus años, sin un hombre. Un regalo tembloroso que ella había tenido para dar y él lo había forzado con su propia pasión oscura.

    —Sasuke —la palabra era una caricia humeante de sus labios.

    Debía haber sido una invención de su imaginación. Sasuke pensó que sufriría una larga vida de tortura esperando en vano por una palabra que sabía que nunca escucharía de sus labios.

    —He abusado de ti, mi corazón. Yo lo repararé, te lo juro; encontraré una manera...

    —Sasuke —él sintió sus pequeñas manos en sus costados, sus brazos resbalar alrededor de él desde atrás. Ella no podía mantenerlo alejado ya de la verdad. Ella tenía que decirle... tenía que aprovechar cualquier instante que los dioses inconstantes les permitieran disfrutar. Descansó su mejilla amorosamente contra su espalda, y sintió un estremecimiento recorrer todo su cuerpo poderoso.

    —¿Estoy en alguna clase de sueño incomprensible? —él susurró roncamente.

    —Te amo, Sasuke.

    Él se giró para enfrentarla, sus ojos oscuros y entrecerrados.

    —¡Mírame y dilo de nuevo! —tronó.

    Sakura rodeó su hermoso rostro moreno entre sus manos.

    —Te amo, Sasuke, marido de carne y sangre. Esa es la única razón por la que nunca pude odiarte completamente.

    Un grito de alegría estalló en sus labios, pero sus ojos todavía estaban incrédulos.

    —Te he amado desde esa noche junto al mar. Y te odié cada vez más durante cada minuto de él.

    —Pero la prostituta del rey...

    —No digas nada más. Soy una mujer egoísta. El marido de Sakura es quien eres ahora. Nadie más. Pero agradezco al buen rey que haya perfeccionado tus habilidades así —lo provocó ella atrevidamente. Algunas cosas estaban mejor dejándolas sanar que abriéndolas. No la amenazaban ya, porque ella entendió que era la parte noble, caballerosa de él lo había obligado a hacer cualquier cosa que hubiera tenido que hacer para proteger a aquéllos que amaba. Aunque ni él ni Mikoto le habían dicho mucho, había podido deducir unas cosas por sí misma.

    Él se rió de su audacia, pero se serenó rápidamente.

    —Debo casarme de nuevo contigo. Quiero los votos. Nosotros, sin ningún apoderado —¿Era magia lo que la había lanzado a través del tiempo? Cuando ella había desaparecido directamente de sus brazos lo había aceptado finalmente, que su esposa había venido a él desde las orillas distantes del tiempo, ¿y qué podría ser eso excepto magia? Una magia que él no podría controlar.

    ¿Pero y si ellos pudieran hacer un poco de magia por sí mismos? Había leyendas que decían que tomando los votos de boda dentro del círculo de fuego de Samhain, la víspera poderosa antes de la fiesta del Muerto Bendito, los contrayentes se ligaban más allá de la comprensión humana. ¿Qué sucedería si ellos hicieran sus votos de boda, elevándolos ante el místico Rom, en esa sagrada noche? ¿Podría ligar a su esposa a él sin límite de tiempo? Intentaría cualquier cosa.

    —Sí —ella suspiró con deleite—. Hagámoslo.

    —Sólo siento no haber estado allí. Si hubiera sabido que tú estabas esperando por mí en Shimura Keep, habría ido, mi corazón. En el primer día del troth.

    Pero sus ojos todavía estaban preocupados y ella levantó una mano para desaparecer las sombras en ellos. Él la atrapó y dejó un tierno beso en su palma, después cerró sus dedos sobre ella.

    —¿Confías en mí? —preguntó él suavemente.

    Confianza. Una cosa tan frágil, tenue, exquisitamente preciosa.

    Sasuke contempló las emociones que encendieron su rostro expresivo, maravillosamente abierto ahora para él. Sabía que ella estaba pensando en esos momentos oscuros de los que nunca hablaba. Un día ella confiaría en él todos sus pensamientos y miedos íntimos, y comprendería que no importaba lo que hubiera sucedido en su pasado, nunca podría cambiar sus sentimientos por ella.

    Sakura miró amorosamente al hombre que le enseñaría cómo confiar de nuevo. El hombre por el que había perdido su corazón desesperada y desvalidamente. Ese hombre que generosamente derramaba honor, valor, compasión y caballerosidad. Ni su propio pasado ni el de él tenían relevancia en un amor como el que compartían.

    —¿Confiar en ti, Sasuke? Con todo mi corazón y aún más allá.

    Su sonrisa era deslumbrante.

    —Sakura...

    —¿Mi señor? —su voz era suave, cálida y despreocupada como la de una niña.

    Cuando él la tomó en sus brazos, ella se estremeció de deseo.

    —¡Mi señor!

    Sakura no vio que sobre su cabeza, los ojos de su esposo estaban oscurecidos. ¿Cómo iba a protegerla? ¿Cómo podría prevenir su seguridad? ¿Cómo podría encontrar rápidamente a Neji y entender lo que estaba pasando? Porque no importaba por qué corredores tortuosos su mente vagara, intentando desenredar los acontecimientos extraños que involucraban a su esposa, todos parecían circular alrededor y regresar una y otra vez para detenerse directamente frente a ese condenado herrero. Y no eran simplemente celos, aunque Sasuke admitiría prontamente su profunda aversión hacia ese hombre.

    No era la reina negra lo que le había traído a Sakura, o tan cruelmente la separara de él. Ése era un hecho.

    ¿Pero entonces qué era?

    Alguien o algo más tenía ese poder. El poder para destruir al laird de Dalkeith con un golpe certero, llevándose a su amada esposa lejos de él. ¿Qué juego, qué entretenimiento terrible y retorcido estaba jugándose en las orillas de Dalkeith? ¿Qué poder tenía interés en ello y por qué?

    Yo vine aquí para odiarte, Sasuke. Pero no para odiar a la mujer que reclamas como esposa. Las palabras de Neji hicieron eco en su mente, y empezó a ver más claramente el contorno vago de una venganza cuidadosamente trazada. Pero eso significaría que Neji Hyūga tenía poderes que Sasuke nunca había creído que realmente existieran. Las pocas y fragmentadas historias del Rom que había oído cuando era un muchacho resurgieron en su burbujeante mente, levantado preguntas y dudas. Historias sobre Druidas y Pictos y, sí, incluso sobre las Hadas nefastas y traviesas. Mikoto siempre había dicho que cualquier leyenda estaba basada en algún punto en un hecho real; los elementos míticos disfrazaban meramente lo inexplicable, pero no necesariamente falso en esos hechos.

    Oh, su amor estaba probando los límites de su creencia en el mundo natural y haciéndolos contemplar con otros ojos, mucho más abiertos.

    Pero si él aceptara creer en una magia tal como viajar en el tiempo, ¿qué magia podría desechar como demasiado brutal? Ninguna. No podía desechar ninguna posibilidad, ni siquiera la no terrenal, sin una consideración completa.

    Neji Hyūga había podido curar el veneno incurable del Callabron. Neji Hyūga siempre parecía saber endemoniadamente demasiado. Neji Hyūga había admitido rotundamente que había ido a Dalkeith en busca de venganza. Los Rom se habían mudado lejos de la forja del herrero. Los Rom, que creían en los mitos y leyendas.

    Y Sasuke, endeudado con Neji por la vida de su esposa, se había obligado a pasar por alto todas las rarezas y las había atribuido a su intensa aversión al herrero, convenciéndose de que estaba viendo dragones en las formas hinchadas de nubes inocentes.

    Él nunca permitiría que ella se fuera, pero alguien o algo más podía tomarla de él al antojo de un momento.

    Él lo buscaría, lo destruiría, y la libraría: lo juró por su vida. Porque no habría ninguna vida para él sin ella.
     
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    Palabras:
    1280
    CAPÍTULO 26

    Aunque Sasuke insistió en marcharse la siguiente mañana muy temprano, también se aseguró de que el camino a Dalkeith fuera un tiempo dulce para ellos. Envió la mitad de los guardias para adelantarse y ordenó a la otra mitad quedarse detrás de él y su señora, para permitirles privacidad. Él volvería a Uster y vigilaría el resto de las cortes señoriales en el futuro, después de que esa batalla terminara.

    Sakura estaba estremecida por su urgencia de volver a Dalkeith para sellar sus votos. Fue estremecida igualmente por la jornada de tres días, con largas pausas en estanques helados de agua de manantial. Los interludios más largos de pasión en el musgo elástico bajo el dosel de temblorosas y brillantes hojas. Momentos en los que él la provocaba, excitaba y enseñaba, hasta que la ruborosa virgen creció segura en su recientemente descubierta feminidad, estremecida por sentir el poder de una mujer sobre su hombre. Pronto se hizo experta en las maneras sutiles de tocar o hablar, de mojarse los labios e invitar con los ojos. Aprendió las caricias robadas y las respuestas instantáneas que convertían a su hermoso, dulce hombre en un palpitante y endurecido salvaje.

    Estaba ligeramente aturdida al descubrir que el otoño había pintado las colinas con la inspiración de un artista; hojas en sombras brillantes de color calabaza, vino y ámbar susurraban crespamente bajo los cascos de los caballos mientras montaban bajo las ramas de oro de la cosecha. Las ardillas chirriaron y chillaron a través de los árboles con saltos que desafiaban la gravedad. Escocia en toda su gloria majestuosa, pintada con amor, coloreada con los regalos simples de la naturaleza en un tapiz de milagros. Sakura nunca había comprendido que el mundo era un lugar tan maravilloso.

    Ella recordaría las jornadas del lento retorno a Dalkeith como su luna de miel; un tiempo de pasión prodigiosa y tierno romanticismo. Un tiempo de curación dichosa y amor. O más simplemente, los días más felices de su vida.

    Tarde en el segundo día, cuando yacían sobre un tartán Uchiha azul y gris, un dolor sin dirección apareció para atizar a Sakura sin poder detenerla. Agarrando el rostro de Sasuke entre sus manos, ella lo besó dura, caliente y tentadoramente; después se retiró y dijo:

    —Si alguna vez me prohíbes de nuevo verte, marido, tiraré abajo las paredes de Dalkeith, piedra por piedra, para llegar a ti.

    Sasuke agitó su cabeza, sus pensamientos completamente enredados por el beso tentador y más que desconcertado por sus palabras. Él exigió sus labios en un beso largo, igualmente feroz, y cuando ella quedó jadeando suavemente bajo él, le respondió:

    —Si alguna vez no vas a verme estando herido, agregaré una torre de piedra a Dalkeith y te encerraré con llave allí, mi cautiva esclava del amor, para que nunca me niegues algo de nuevo.

    Ella volvió a estudiarlo con una expresión perturbada, sus labios llenos y rosados por el calor de su beso.

    —Si quieres decir después de que fuiste dañado por la flecha, yo intenté verte. Naruto no me lo permitió.

    La mirada de Sasuke batalló con la suya.

    —Naruto nunca dijo que viniste. Él dijo que estabas durmiendo tranquilamente en el Cuarto del Pavo Real sin una preocupación en tu mente, segura de que pronto moriría y te dejaría libre.

    Sakura jadeó.

    —¡Nunca! Yo permanecí fuera de tu puerta. Discutiendo y luchando con él. ¡Sin embargo él juró que me negaste la entrada!

    —Nunca te he negado la entrada. No, yo abrí mi alma y rogué que entraras. ¿Ahora estás diciéndome que viniste a verme esa noche, y que Naruto te dijo que yo había dado órdenes de que se te negara...?

    Sakura asintió, con los ojos muy abiertos.

    Una oscura furia flotó por el rostro de Sasuke cuando recordó la agonía que había soportado al creer que a ella no le preocupaba lo bastante para ver si él todavía vivía y respiraba. De repente entendió la sombría conducta de su amigo esa noche. La manera en que la mirada de Naruto no había parecido bastante segura. La manera nerviosa en que él había atizado el ya llameante fuego y removido los leños crujientes distraídamente.

    —Naruto, ¿qué travesura has hecho? —murmuró él. ¿Podría desear Naruto el mal a Sakura? ¿O había estado intentando sólo protegerlo, su amigo y hermano de armas, de un daño mayor?

    Indiferente a ello, sus acciones eran inaceptables. No importaba cuán duradera era su amistad, las mentiras nunca eran tolerables. Y las mentiras de Naruto habían creado una cuña entre él y su esposa, una cuña que había enviado a Sasuke a alejarse hacia Uster. ¿Qué hubiera sucedido si no hubiera vuelto por Sakura? ¿Cuánto podrían haberlos alejado las mentiras de Naruto? ¿Qué podría haber hecho Neji a su esposa si él no hubiera vuelto por ella?

    La boca de Sasuke se apretó. Sakura puso su palma contra su mejilla y dijo suavemente:

    —Sasuke, no creo que él quisiera hacer algún daño. Parecía estar intentando protegerte. Dijo que yo no te había traído nada más que dolor, y que era todo culpa suya.

    —¿Su culpa?

    —Por desear a una estrella fugaz. Sasuke resopló.

    —Los deseos a las estrellas no se hacen realidad, chica. Cualquier niño descerebrado sabe eso.

    Sakura irguió una ceja traviesa.

    —Pero él dijo que deseó por la mujer perfecta —arguyó ella arrogantemente—. Y yo encajo con la descripción —lo provocó.

    —Sí que lo haces —gruñó Sasuke. Con una sonrisa malvada, él sostuvo uno de sus pechos perfectos en su mano y empujó su espalda sobre el tartán cuando su pasión empezó una vez más. Su último pensamiento coherente antes de que se perdiera en la belleza y maravilla que eran su esposa, era que Naruto le debía algunas respuestas y a su esposa una disculpa. Y, si tuviera que admitirlo, por todo lo que sabía, quizá los deseos pedidos a las estrellas fugaces se hacían realidad. Las cosas más extrañas habían pasado últimamente.

    El último día, Sasuke montó como si el infierno lo persiguiera. Había robado tres días, meditó oscuramente, sosteniendo a su esposa contra su pecho en su abrazo posesivo, su mejilla acariciando su pelo de seda.

    En los bosques, él la había sentido segura, mientras que el enemigo que la amenazaba no supiera dónde estaba en esos momentos. Por lo que él lo había prolongado para hacerlo durar, manteniendo sus preocupaciones lejos de su esposa, no queriendo que nada estropeara su placer.

    Además, él seguía derrumbándose cerca del letargo cada vez su exigente y joven esposa se salía con la suya con él. Maldita cosa extraña. Él nunca había caído tan repleto y satisfecho en la tierra. Oh, pero esa chica tenía un poco de magia propia.

    Pero ahora su mente se volvió oscuramente al asunto que lo aguardaba. Hasta la fiesta del Muerto Bendito, le había advertido Bansai. El Samhain era al día siguiente; el día posterior al Samhain era la fiesta del Muerto Bendito, o de Todos los Santos, como algunos lo llamaban.

    El Samhain era un tiempo peligroso para cualquiera que anduviera solo. Se rumoreaba que las Hadas paseaban por la tierra en todo su esplendor en semejante noche. Se rumoreaba que la maldad abundaba en el Samhain, por lo que los clanes encendían una doble hoguera de abedul, serbal, roble y pino, y tallaba trincheras profundas alrededor de ellas. Allí se reunían uno a uno, cada hombre, mujer y niño, y festejaban juntos en el margen protector de luz. Dentro de ese anillo, él comprometería su vida a su esposa e intentaría hacer un poco de su propia magia.

    Pero podía sentir en sus huesos que algo estaba a punto de ir muy mal.
     
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    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    4283
    CAPÍTULO 27

    SAMHAIN (Cosecha)

    Para nada este universo ancho que invoco, Sálvate, mi rosa; y con él, tu arte, mi todo.

    Shakespeare, Soneto CIX

    Neji siseó cuando dejó la isla de las hadas de Morar. El tiempo, normalmente sin ninguna importancia para él, se le había ido de las manos, día por día, preciosos. Cuando jugaba un juego mortal, el tiempo se volvía una preocupación desagradable. Por demasiado tiempo sus artes habían descuidado Dalkeith, pero había tardado algún tiempo para convencer a su Reina de que no estaba involucrado en ninguna travesura.

    Ahora la visión sobrenatural de Neji dirigió su mente hacia Dalkeith para estudiar los cambios en su juego. Él se tensó y siseó de nuevo. ¿Cómo se atrevían?

    Cuando su Reina había dicho las condenadas palabras que sellarían el destino de Sasuke, Neji había investigado exhaustivamente por la herramienta perfecta para su venganza. Él había vagado a través de los siglos, escuchando, mirando y escogiendo finalmente a la mujer perfecta con cuidadosa precisión. Neji no intervenía a menudo en las vidas de los mortales, pero cuando lo hacía, surgían las leyendas. Y a Neji le gustaba eso.

    Algunos lo llamaban el Duende. Un Bardo lo nombraría Ariel.

    Sin embargo otros lo conocían como Robin Goodfellow. Los escoceses lo llamaban el pecador siriche du: el duende negro. De vez en cuando, Neji se ponía el rostro del perseguidor jinete sin cabeza, o un espectro austero que llevaba una guadaña, sólo para vivir mucho tiempo en los recuerdos de los mortales.

    Pero eligiera la apariencia que eligiera, él siempre ganaba lo que se proponía ganar. ¡Y había estado tan seguro del éxito esa vez! La mujer no sólo había crecido en la mágica Nueva Orleáns, sino que había jurado tan vehementemente contra los hombres que la había oído a través de los siglos. Neji la había observado durante semanas antes de elegirla cuidadosamente; la había estudiado, aprendido todo lo que había que saber de la fascinante Sakura Haruno. Cosas que ni su amado marido sabía de ella. Lo había convencido que ella era la mujer garantizada a odiar al legendario Sasuke.

    Esa vez, sin embargo, cuando Neji se acercó a Dalkeith-Upon-the-Sea, su visión sobrenatural reveló a una Sakura dichosa y tejiendo planes de boda soñadoramente en su mente.

    Pero Sasuke, ah... Sasuke no estaba tan tranquilo. Él percibía que algo estaba mal. Se prepararía.

    Neji había llevado a Sakura allí para rechazar a Sasuke, y por supuesto, para reclamar a la Bella para sí mismo. Raramente sucedía que semejante inspiradora criatura, una mortal, naciera como esa mujer. Incluso el Rey había hecho un comentario sobre su perfección. Qué venganza dulce, casar a Sasuke con una mujer que nunca lo amaría, mientras Neji la hacía suya. Hacer cornudo al hombre que había humillado al Rey de las Hadas. Pero parecía que se había equivocado con Sakura como lo había hecho con Sasuke. Los había infravalorado a ambos, se temía.

    Ella amaba a Sasuke tan intensamente como Sasuke la amaba a ella.

    Neji pensó brevemente, y sonrió con astucia cuando sintió el golpe de inspiración. Que haría parecer una venganza diminuta hacer sólo cornudo a Sasuke.

    Una nueva y verdaderamente devastadora posibilidad se le ocurría ahora.

    Mikoto y Kagami estaban sentados en la terraza empedrada de Dalkeith cuando Sasuke y Sakura llegaron esa noche.

    Profundamente en las sombras, hablando suavemente y bebiendo a sorbos oporto dulce, observaron el paseo de la pareja más joven, que se apeó, y con las manos unidas, se acercaron a la terraza. Los ojos de Mikoto brillaron con felicidad cuando los vio.

    Sakura dijo algo que hizo a Sasuke reír. Cuando él la tiró hacia sí y en una parada perezosa la besó, ella quitó la correa para liberar su pelo negro a la noche. Lo que empezó como un beso tierno principió a ahondarse hambrientamente. Largos momentos pasaron mientras el beso se desplegaba. Lento, salvaje y caliente, el laird de Dalkeith- Upon-the-Sea y su señora se besaron. Sobre el césped, directamente frente a la terraza, se besaron bajo una luna casi llena.

    Y siguieron besándose.

    La sonrisa de Mikoto se apagó, y se movió incómodamente en su silla. Se obligó a hacer una respiración profunda, difícil, y ordenó a su corazón que dejara de tronar de esa manera ridícula. Había pensado que su cuerpo podría haberse olvidado finalmente de tal pasión. No había ni una pequeña posibilidad de que ocurriera.

    —Ese es un buen beso, diré —El acento rico de Kagami rodó sobre ella.

    —Bu-buen... beso —Mikoto tragó. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que un hombre la había besado de esa manera?

    Kagami se movió imperceptiblemente más cerca y Mikoto lo miró firmemente.

    Entonces su mirada se hizo especulativa.

    Kagami MacTarvitt era un hombre con una figura distinguida, notó. ¿Cómo era posible que no lo hubiera visto antes? ¿Y por qué esa sonrisa callada en su rostro?, se preguntó.

    —¿Por qué estás sonriendo? —espetó.

    —Esta es una grandiosa noche en Dalkeith, diré — ofreció él benignamente—. Ellos han venido a casa. Y creo que tendremos pequeños bebés pronto por aquí, y diré que bastantes.

    —Hmmph —Mikoto resopló—. ¿No has deducido cómo hacer café aún, anciano? Me encantaría tener una buena taza para ella por las mañanas.

    —Milady —Su mirada tierna la reprendió—. Soy un hombre de manos talentosas, ¿recuerdas? Por supuesto que puedo hacer café.

    Manos talentosas. Las palabras demoraron en su mente un momento más largo de lo que le habría gustado, y atisbó subrepticiamente esas manos. Buenas manos, y lo eran, de hecho. Anchas y fuertes, con dedos largos y diestros. Capaces. Acostumbradas a curtir pieles suaves y cortar jóvenes rosas tiernamente. Cepillaban su pelo suavemente, y hacían té. ¿Qué otros placeres podrían ser esas manos capaces de conjugar sobre una mujer?, se preguntó. Och, Mikoto, has estado desperdiciando muchos buenos muchos años, ¿no es verdad, chica? La verdadera voz de su corazón, silenciosa todos esos años, finalmente encontró su lengua.

    Mikoto se movió sutilmente más cerca de Kagami, para que sus brazos descansaran ligeramente lado a lado. Era un tacto suave, pero pretendía significar muchas cosas. Y lo hicieron.

    Más profundamente por la noche, cuando Kagami MacTarvitt puso una vieja pero todavía fuerte y capaz mano encima de la suya, Mikoto de Dalkeith pretendió no notarlo.

    Pero ella rizó sus dedos firmemente alrededor de los suyos, de la misma manera.

    Era temprano por la mañana, el momento cuando la luna fresca brevemente paseaba en conjunción con el sol, cuando Sakura sintió que Sasuke deslizaba la mano herida de la cama en el Cuarto del Pavo real. Ella se estremeció con la frialdad fugaz antes de que él cubriera cómodamente su cuerpo con las mantas de nuevo. El olor picante de él se aferró a las mantas y ella enterró su nariz en ellas.

    Cuando habían desmontado la noche anterior, Sasuke la había tomado en sus brazos y subido las tres escaleras en un momento, llevando a su ruborizada esposa frente a los sirvientes boquiabiertos. Había ordenado un baño humeante en la alcoba del laird, y se habían bañado con un perfumado y sensual aceite que se había aferrado a sus cuerpos. Le había hecho el amor feroz y posesivamente en un montón de toallas ante el fuego, y engrasados por la mezcla fragante, sus cuerpos se habían resbalado y deslizado con fricción exquisita.

    Sakura había sido reclamada y marcada por la mano del hombre. Conquistada, extasiada y absolutamente devorada. Había abandonado todo pensamiento consciente, volviéndose un animal para domar a su salvaje corcel negro de buena gana. Cuando él la llevó a la cama, la muchacha pasó sus manos sobre el cuerpo masculino, sobre su rostro endulzado por el resplandor del clímax, memorizando cada plano y ángulo y secretamente guardando ese recuerdo en sus manos.

    Pero de algún modo entre la magnífica forma de hacer el amor y el sueño, un silencio había caído entre los amantes. Yacía allí, un extraño guantelete caído en su cama. Ella había sentido crecer el nudo de silencio cuando se había perdido en miedos sobre los que no tenía ningún control.

    Desesperadamente, había enhebrado sus dedos con los de Sasuke. Quizás si se aferrara a él lo bastante firmemente, si regresara al futuro, podría llevarlo con ella.

    Ella se había pasado muchas horas muertas pretendiendo dormir. Asustada de dormir. Y ahora, cuando él se deslizaba de la cama, sintió sus miedos volver a apresarla.

    ¡Pero ella no podía mantener su mano aferrada todos los minutos de todos los días!

    Rodó silenciosamente hacia su lado, saltando del enredo de mantas, y se quedó inmóvil, maravillada.

    Él estaba de pie frente a la ventana arqueada, su cabeza erguida como si escuchara el nacimiento de la mañana y oyendo los secretos en los lamentos de las gaviotas que despertaban. Sus enormes manos se extendieron en el estante de piedra, los últimos rayos de la luna acariciando su cuerpo con plata fundida. Sus ojos eran piscinas oscuras de sombra mientras contemplaba fijamente el alba. Su perfil duro se podría haber cincelado de la misma piedra con que se había construido Dalkeith-Upon-the-Sea.

    Ella cerró los ojos cuando él se volvió para alcanzar su kilt.

    El silencio paralizó y envolvió sus dedos alrededor de su corazón cuando él dejó el Cuarto del Pavo Real.

    Sasuke permaneció inmóvil en la puerta en la segunda planta, los ojos oscurecidos con rabia.

    Rabia contra su propia impotencia.

    Traerla de regreso a Dalkeith había sido un error. Un gran error. Él lo sabía. El mismo aire dentro de Dalkeith parecía cargado, como si alguien hubiera derramado aceite de las lámparas por el castillo y ahora esperara, preparado para dejar caer una vela encendida y dando un paso atrás para ver sus vidas siendo devoradas por el infierno resultante. Ninguna duda permanecía en su mente: Dalkeith no era seguro para ella.

    Pero ella también había desaparecido en Uster.

    Entonces quizás tenían que marcharse más lejos. China, quizás. O África. Por lo menos sacarla del infierno, fuera de Escocia.

    ¡Maldito fuera todo! Dalkeith era su lugar. El lugar de los dos.

    Dalkeith-Upon-the-Sea había sido su vida entera. Él había soportado tanto para tener esa oportunidad, para volver a casa. Ver a sus hijos jugar al borde del precipicio. Ver a sus hijas correr a través de los jardines, dejando las huellas de sus pies pequeños por los musgos y empedrados de los senderos. En un día caluroso, bañar a sus niños en un lago azul claro. En una noche de calmada verano, seducir a su esposa en la fuente bajo el brillo débil de las estrellas.

    Él merecía pasar el resto de sus años caminando con Sakura sobre esas colinas y valles, contemplar el mar y el paso eterno de las estaciones por la tierra, construyendo un hogar rico de amor, recuerdos y aventuras. ¡Todo en él —maldito fuera— lo hacía un hombre egoísta! Quería el sueño entero. Debiste haberte apartado, Sasuke, y lo sabes. ¿Qué te hizo pensar que podrías luchar contra algo que ni siquiera puedes nombrar? Él cerró los ojos firmemente y osciló en la oscuridad. ¿Dejar Dalkeith por ella? Su cabeza cayó hacia adelante, arqueada bajo el peso de decisiones aplastantes. Un suspiro extinguió las hogueras que se estremecían a través de su cuerpo. Sí. Él se casaría con ella en Samhain. Entonces se la llevaría tan lejos de allí como debieran ir. Empezó a decir sus adioses en un fatigado silencio. Los adioses tardarían algún tiempo, y había mucho a lo que necesitaba ofrecer adiós en Dalkeith-Upon-the-Sea.

    ¿Pero arriesgarse quedándose allí, donde cualesquiera fueran las fuerzas, controlaban a su esposa? Patentemente imposible.

    —No podemos quedarnos —dijo a la silenciosa sala de espera, un cuarto al que necesitaba ofrecer su adiós más dolorosamente. Su guardería—. Correr es la única cosa inteligente para hacer en este caso. Es la única manera segura de mantenerla a salvo.

    Él frotó sus ojos y apoyó un brazo contra la jamba de la puerta, esforzándose en domar el curso de las emociones que lo atravesaban. Él estaba cautivado, más allá de la creencia, por la chica que dormía inocentemente en su cama. Esa noche compartida con ella había sido todo lo que soñó que un día podría ser. La intimidad increíble de hacer el amor a una mujer cuyos pensamientos podía leer. No estaban haciendo simplemente el amor esa noche, cuando sus cuerpos ardían juntos de pasión: él había sentido tan completa afinidad, que lo sacó fuera de equilibrio. Si nada más, cambió y asentó sus prioridades en la posición perfecta. Ella estaba primero.

    La mandíbula de Sasuke se tensó, y maldijo suavemente. Sus ojos vagaron amorosamente sobre las cunas, los juguetes tallados, las lanillas suaves y las ventanas altas que se abrían a un alba aterciopelada. Él podría darle un bebé... infiernos, ella podría llevarlo ya. Y alguien o algo podrían arrancársela junto con el bebé directamente de sus brazos y de su vida. Lo destruiría.

    Dalkeith prosperaría sin él; Itachi sería un buen laird. Mikoto lo llamaría para regresar a casa desde Francia. Konan haría compañía a su madre e Itachi se casaría y traería sus bebés a esa guardería.

    Él no sufriría pesares. Él podría tener bebés con Sakura en una choza y ser igual de feliz.

    Sasuke permaneció unos momentos más, hasta que el parpadeo de una sonrisa encorvó sus labios. Cerró la puerta totalmente a su viejo sueño con una sonrisa tierna y una clase de reverencia que sólo un hombre enamorado entiende. Un cuarto nunca había sido su sueño en absoluto.

    Ella era su sueño.

    —¡Sasuke! —el labio inferior de Mikoto tembló en una protesta tácita. Ella apartó su mirada para estudiar un intrincado retorcimiento de rosas.

    —Debe hacerse, madre. Es la única manera en que puedo estar seguro de que ella esté a salvo.

    Mikoto ocupó sus manos con el corte cuidadoso de hojas secas, recortando sus rosas como las había recortado durante treinta años.

    —¡Pero salir! ¡Esta noche!

    —No podemos arriesgarnos quedándonos, madre. No hay ninguna otra cosa que pueda hacer.

    —Pero Itachi no está aquí —protestó ella—. ¡No puedes abandonar el título si nadie está aquí para reclamarlo!

    —Madre —Sasuke no se molestó en señalar cuán absurda era esa protesta. Por la mirada tímida en su rostro, era obvio que sabía que estaba asiéndose a cualquier excusa que podía encontrar.

    —¡Estás hablando sobre llevarte a mis nietos! —Mikoto batalló duro contra las lágrimas.

    Sasuke la consideró con una mezcla de amor profundo y paciencia divertida.

    —Son nietos que incluso no tienes todavía. Y no tendremos una oportunidad de hacerlos si yo la pierdo ante cualquier cosa que sea eso que la controla.

    —Podrías llevarla lejos de estas orillas y aún así podrías perderla, Sasuke. Hasta que nosotros descubramos lo que la controla, ella no estará nunca realmente segura — argumentó Mikoto obstinadamente—. Ella y yo habíamos planeado investigar los detalles de cada vez ella ha viajado para descubrir similitudes. ¿Has hecho eso?

    Sasuke agitó su cabeza, su mirada sombría.

    —No todavía. La verdad sea dicha, he sido renuente a plantearlo. Ella no lo hace, yo mantengo mi silencio. Una vez que nos casemos y nos marchemos, habrá tiempo para hablar de ello.

    —Sasuke, quizás los Rom...

    Sasuke agitó su cabeza con impaciencia. Él ya había intentado esa táctica esa misma mañana. Había sido su última oportunidad. Había encontrado a Bansai en las colinas del sudoeste con su gente, excavando trincheras y recogiendo madera de los bosques para los siete fuegos. Pero Bansai se había negado a discutir rotundamente sobre su esposa, de cualquier manera. Ni siquiera Sasuke había podido atraerlo a una conversación sobre el herrero. Endemoniadamente irritado por no poder forzar respuestas ni siquiera de aquéllos que dependían en él por su hospitalidad, aunque los Rom... Bueno, los Rom no dependían de verdad de la hospitalidad de ningún hombre. Cuando las cosas se ponían difíciles, ellos seguían su camino hasta un lugar mejor. Libertad absoluta, eso era. Ni Sasuke, hablando del asunto, había sido capaz de encontrar al condenado herrero.

    —Madre, ¿dónde está Neji?

    —¿El herrero? —Mikoto preguntó inexpresivamente.

    —Sí. La forja estaba fría. Su carro se ha ido.

    —Para ser sincera, no lo he visto desde que... veamos... probablemente desde que ustedes dos se marcharon hacia Uster. ¿Por qué, Sasuke? ¿Piensas que él tiene algo que ver con Sakura?

    Sasuke asintió despacio.

    Mikoto atacó desde otro ángulo.

    —¡Bien, vete! Si te llevas a Sakura y Neji tiene algo que ver con eso, él simplemente puede seguirte. Mejor es quedarse aquí y luchar.

    Ella abrió la boca cuando Sasuke dirigió su mirada oscura hacia ella.

    —Madre, no me arriesgaré a perderla. Siento que no te guste, pero sin su... ah, sin su... —Él transcurrió en una quietud reflexiva.

    —¿Sin su qué? —preguntó Mikoto débilmente. Sasuke apenas agitó su cabeza y se alejó.

    Sakura atravesó despacio la muralla buscando a Sasuke. No lo había visto desde que la había dejado en su cama temprano esa mañana. Aunque sabía que pronto pronunciaría sus votos junto a él, no podía despegarse del presentimiento de que algo estaba a punto de salir mal.

    Se acercó las piedras musgosas del broch. Mirándolo, le recordaron a Sasuke el día que le había dado la primera lección de cómo un halcón era domado.

    Cuán delirantemente un halcón era domado.

    Ella abrió la puerta y se asomó dentro, una sonrisa débil encorvando sus labios. Cuán asustada y fascinada había estado por Sasuke ese día. Cuán tentada y esperanzada, todavía incapaz de confiar.

    ¿Era una vibración de alas lo que había oído? Entró en la oscuridad y caminó a través de ella.

    Una parte de sí no se sorprendió en absoluto cuando la puerta se cerró rápidamente tras ella.

    Cuando se había sumergido en la oscuridad, había sentido una llamarada abrupta de comprensión. Ése era el peligro que había temido tanto: algo o alguien estaba detrás de ella.

    Sakura se sentía como si estuviera manteniendo el equilibrio en el borde de una navaja de afeitar desde la noche anterior, esperando por algo malo que debía pasar. Ahora entendía perfectamente lo que la había mantenido despierta toda la noche: habían sido de nuevo sus instintos, que la habían advertido de la inminente condena, clamando que pisaba un tiempo feliz antes de que su mundo cayera en pedazos.

    Y quienquiera estuviera detrás de ella era ciertamente el heraldo de su destrucción.

    —Bella.

    La voz de Neji. El cuerpo de Sakura se puso rígido. Su mandíbula se tensó y apretó cuando él la agarró en la oscuridad y apretó sus caderas duras contra la curva de su trasero. Ella se lanzó tambaleándose hacia adelante pero él apretó sus brazos alrededor de ella y empujó su espalda contra su propio cuerpo.

    Cuando sus labios rozaron su cuello, ella intentó gritar, pero no salió ningún sonido.

    —Sabías que yo vendría —él respiró contra su oreja—. ¿No es verdad, encantadora? Sakura quiso protestar, gritar su rechazo, pero alguna parte de ella lo había sabido, en un nivel visceral, profundamente subconsciente. En ese momento, todos sus encuentros extraños con Neji Hyūga de repente aparecieron nítidos en su mente.

    —Me hiciste olvidar —ella siseó cuando los recuerdos la inundaron—. Las cosas extrañas que hiciste, cuando tomaste el rostro de Sasuke en la fuente... me hiciste olvidarlo de algún modo —acusó.

    Neji rió.

    —Te hice olvidar cuando te llevé también a Morar, aún antes que eso. ¿Recuerdas ahora yacer en la arena conmigo, dulce Bella? Yo estoy devolviéndote esos momentos robados. ¿Me recuerdas tocándote? ¿Recuerdas cuando te llevé a mi mundo para curarte? También te toqué entonces.

    Sakura se estremeció con la marea de recuerdos en su mente.

    —Tomo de ti lo que no necesitas recordar, Bella. Podría tomar de ti recuerdos que adorarías perder. ¿Debo hacerlo, Bella? ¿Librarte para siempre de Sasori? —Neji apretó sus labios contra su cuello en un beso prolongado—. No, ya lo tengo... borraré cada recuerdo que tienes de Sasuke; te haré odiarlo, hacerlo un extraño para ti. ¿Te gustaría eso?

    —¿Quién eres? —se ahogó Sakura cuando las lágrimas llenaron sus ojos.

    Neji la volvió despacio en sus brazos hasta que ella lo enfrentara. Su rostro era helado y definitivamente no humano en medio de la luz grisácea.

    —El hombre que va a destruir a tu marido y a todo Dalkeith si no haces exactamente lo que te diga, encantadora Sakura. Y yo sugiero que me escuches muy, muy cuidadosamente si lo amas.

    Sasuke no podía encontrar a Neji. No podía encontrar a Naruto. Y ahora no podía encontrar a su propia esposa. ¿Qué clase de infernal día de bodas era ese?

    Sasuke se paseó a través de la muralla más baja pronunciando su nombre, sus manos apretadas en puños. En el cerro, las personas habían empezado ya a recogerlo todo. Las gentes del clan estaban llegando a manadas desde millas a la redonda. Hacia el crepúsculo había casi setecientos plaids tendidos en la orilla de Dalkeith; los Uchiha eran un clan grande con muchos campesinos que cultivaban la tierra. Temprano en la mañana, Sasuke había enviado a su guardia a las colinas y valles para anunciar que el laird se casaría esa tarde, asegurando así la asistencia de cada persona joven y vieja.

    Pero no habría ninguna boda si no podía encontrar a su esposa.

    —¡Sakura! —llamó él. ¿Dónde demonios estaba? No en el castillo, no en los jardines... ¿no en Dalkeith?

    ¡No!

    —¡Sakura! —rugió, su paso convirtiéndose en una carrera. Pronunciando su nombre, corrió hasta más allá del broch de los halcones.

    —¡Sasuke, estoy aquí! —Él oyó su grito haciendo eco tras él.

    —¿Sakura? —Él se detuvo abruptamente y se volvió.

    —Estoy justo aquí. Lo siento —agregó la joven mientras cerraba la puerta del broch y caminaba hacia afuera.

    —No me dejes nunca de nuevo sin decirme donde vas. ¿No me oíste llamarte? —gruñó él, el miedo brindando aspereza a su voz.

    —Dije que lo siento, Sasuke. Debo haber estado distraída —Ella hizo una pausa mientras se detenía.

    El corazón de Sasuke se retorció en su pecho. La había encontrado, ¿pero por qué no había borrado eso su miedo? Algo burbujeaba, una cosa intangible, aún así tan real y potencialmente traicionero como los precipicios dentados de Dalkeith. Había un olor casi palpable de error que cubría con sus alas el aire alrededor del broch.

    —Chica, ¿qué está mal? —preguntó él. Cada pulgada de su cuerpo se tensó cuando ella salió de las sombras que oscurecían el lado oriental de la torre. La mitad de su rostro estaba ensombrecida profundamente por el descenso del sol, la otra mitad visiblemente pálida en la mortecina luz. Sasuke sufrió un momento fugaz de dualidad imposible; como si la mitad de su rostro estuviera sonriendo mientras que la otra era firmemente arrastrada en una mueca de dolor. La ilusión macabra atravesó una lanza de presentimiento a través de su corazón.

    Él extendió sus manos, y cuando ella no se movió de ese dominio extraño de luz y oscuridad, se adelantó bruscamente y la tiró hacia sus brazos.

    —¿Qué te aflige, dulce esposa? —él exigió, mirándola fijamente hacia abajo. Pero él no la había sacado lo bastante lejos: odió que la sombra aún exigiera un tercio lleno de su rostro y ocultara sus ojos de él. Con una maldición áspera retrocedió más hasta que ella estuviera libre de toda oscuridad. Esa condenada sombra del broch lo había hecho sentirse como si la mitad de ella estuviera haciéndose insustancial y pudiera desaparecer a través de sus manos, mientras él estaba desvalido para poder evitarlo.

    —¡Sakura!

    —Estoy bien, Sasuke —dijo ella suavemente, resbalando sus brazos alrededor de su cintura.

    Cuando la luz del ocaso bañó su cara, él se sintió repentinamente tonto, preguntándose cómo podría pensar, incluso por un momento, que una sombra podría eclipsar el rostro encantador. No había ninguna sombra allí. Nada en su enorme y verde mirada rebosando de amor cuando lo miró.

    Un momento tembloroso pasó, entonces sus labios se encorvaron en una sonrisa dulce. Ella acarició un mechón caído de pelo rosa hacia atrás de su rostro y besó su mandíbula tiernamente.

    —Mi hermoso, hermoso Sasuke —murmuró ella.

    —Habla conmigo, chica. Dime qué tienes —dijo él bruscamente.

    Ella le dedicó una sonrisa tan deslumbrante que enredó sus pensamientos. Él sintió sus preocupaciones esparcirse como pétalos al viento bajo las suaves promesas tácitas de esa sonrisa.

    El hombre acarició sus labios con los suyos y sintió el ramalazo de su respuesta inmediata atravesar su cuerpo de la cabeza a los dedos de los pies. ¿Qué sombra? Los miedos tontos, la imaginación tonta, comprendió irónicamente. Estaba permitiendo que su imaginación corriera salvaje ante la provocación más ligera. Una estúpida sombra había caído sobre su rostro y el gran Sasuke sufría visiones de condena y desolación. ¡Bah! Ninguna chica podría sonreír como ella si estuviera angustiada por algo.

    Él tomó sus labios en un brutal, castigador beso. Castigador por el miedo que había sentido. Castigador, porque la necesitaba.

    Y ella se fundió contra él como llamas líquidas, amoldándose y apretándose contra él con urgencia feroz.

    —Sasuke ... —ella susurró contra sus labios—. Mi marido, mi amor, tómame... de nuevo, por favor.

    El deseo surgió a través de sus venas y conquistó todos los rastros de su pánico. Él no necesitaba mucho más estímulo. Tenían algunas horas antes de que el hombre de Dios los ligara bajo el manto de Samhain. Él la tiró hacia el broch.

    Sakura se tensó al instante.

    —No, no en el broch.

    Por lo que él la guió a los establos. A un dulce y grueso montón de tréboles púrpuras donde pasaron las horas restantes de la tarde de su boda, como las últimas monedas preciosas de un mendigo en una fiesta espléndida.
     
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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    3320
    Capítulo 28

    El traje de novia de Sakura superó todos los sueños de su niñez. Hecho de seda color zafiro y cintas elegantes, con hilos brillantes de plata bordados en el cuello, las mangas y el dobladillo en rosas entrelazadas. Mikoto lo había sacado orgullosamente de un cofre sellado de roble; otra de las invenciones diestras de Sasuke. Lo habían aireado, tendiéndolo bajo el vapor en la cocina cerrada sobre tinas de agua hirviente, y después perfumado ligeramente con lavanda. El vestido se ajustaba a sus pechos y caderas, y luego caía al suelo en remolinos de rica tela.

    Había sido cosido por los Rom, le había dicho Mikoto mientras ella y una docena de criadas se preocupaban por los detalles de la apariencia de Sakura, para la misma Mikoto cuando se había casado con el padre de Sasuke. La boda de Mikoto también había sido famosa en Dalkeith-Upon-the-Sea junto a la fiesta de Beltane, antes del mismo tipo de fuegos dobles de Samhain.

    Pero Mikoto se había marchado ahora, subiendo al cerro. Las criadas también se habían ido, empujadas por Sakura hacía un cuarto de hora. Había tomado cada onza del valor de Sakura esperar esas últimas horas.

    Mikoto había estado tan exaltada que había bailado prácticamente alrededor del cuarto, y Sakura se había sentido tan culpable por dentro, obligándose a fingir... Estaba a punto de hacer algo que haría que Mikoto y Sasuke la despreciaran, y no tenía ninguna otra opción.

    ¿Cómo podría soportar las miradas de sus caras cuando lo hiciera? ¿Cómo soportaría el odio y la traición que vería en sus ojos?

    Sakura estaba sola en la encantadora alcoba de Mikoto, entre ociosas y refrescantes bañeras de hierro, opciones desechadas de ropa interior, y las tazas medio vacías de té, abandonadas sin terminar por la anticipación nerviosa.

    El tiempo estaba acercándose.

    Y su corazón estaba congelándose, respirando a través de amargos suspiros. Se estremeció cuando una brisa crespa atravesó la ventana abierta de la alcoba de Mikoto. Cruzó el cuarto pensando en cerrarla, pero se detuvo, una mano en el estante de piedra fresco. Ella miró fijamente, magnetizada, la noche.

    Recordaré esto, siempre.

    Ella bebió con los ojos Dalkeith, guardando cada detalle precioso en la memoria. La luna llena la mantuvo fascinada cuando bañó el cerro con su brillo plateado. Parecía más cercana a la tierra y más grande de lo usual. Quizá ella podría caminar en el cielo para ir a su lado; quizás dale un codazo ligero y mirarla rodar por el horizonte.

    Sakura se maravilló ante la belleza de todo. Ese lugar era mágico.

    Tenía una vista perfecta de la fiesta desde la ventana. El cerro estaba vivo con centenares de personas junto a los fuegos, los tartanes iluminados, hablando, festejando y bailando. Vino, cerveza y whisky fluían libremente cuando las personas celebraban la cosecha por venir. Una cosecha rica, su marido la había visto.

    Los niños jugaban sus infantiles juegos, corriendo y chillando y volviendo con sus padres amorosos. Y la música... oh, la música flotaba hasta la ventana abierta y se mezclaba con el rugido suave del océano. El golpe hipnótico y poderoso del tambor, las gaitas y el cantar salvaje del mar.

    Entre los dos círculos de fuego, ella podía verlo: el laird de Dalkeith-Upon-the-Sea estaba bailando con su gente, su cabeza echada hacia atrás y agregando su tono profundo a la canción. Su marido. Por lo menos ella había podido amarlo durante un tiempo: quizá no para siempre, pero...

    El golpe de los tambores se intensificó, y ella lo vio rodear el fuego. Tan primitivo y salvaje, y aún así tan increíblemente tierno y cariñoso.

    Adoro este lugar, pensó. Si yo pudiera soñar un lugar para ir alguna vez en el siglo XX, habría soñado con algo como esto.

    Ella permitió su frente apoyarse contra la pared de piedra fresca un largo momento y contuvo las lágrimas.

    —Lo amo más que la vida misma —ella susurró en voz alta.

    Y ése había sido el punto decisivo.

    —No —Sasuke levantó sus manos en protesta simulada—. Deben dejarme con fuerzas para casarme e ir a la cama con mi esposa esta noche —provocó a las mujeres risueñas que intentaban atraerlo a otro baile.

    A pesar de las miradas defraudadas y los comentarios descarados sobre su virilidad, Sasuke subió el camino hasta lo más alto del cerro. Había visto a Mikoto vagar por ese camino con Kagami mientras él había estado bailando. Hizo una pausa un momento y miró el castillo, sus ojos escudriñando intensamente las ventanas. Allí estaba. En el cuarto de Mikoto, la silueta de su esposa visible contra la ventana brillantemente encendida. Él la vio girar y darle la espalda. Ella estaba en camino.

    Un escalofrío se deslizó desde su nuca cuando estudió su espalda. La miró un largo momento, y cuando ella no se movió, se preguntó lo que estaba haciendo.

    Debí haber insistido en que mantuviera a los guardias con ella.

    ¿Abrocharán mi vestido para mí?, ella lo había fastidiado, y un remolino de celos ante el pensamiento de que cualquiera de sus guardias tocara la piel de seda de su esposa lo había congelado.

    Él podría mirar cada paso de su progreso desde el cerro, y el castillo no estaría abandonado completamente. Subir hasta el cerro era un paseo corto, de algunos minutos. Ella debía estar bien. Aún así él se preocupó...

    —¿Has visto a Naruto? —Mikoto tocó su brazo ligeramente para conseguir su atención.

    Sasuke arrancó su mirada de la ventana.

    —No. ¿Y tú?

    —No. Y eso me preocupa. Él es tu mejor amigo, Sasuke. Pensé que estaría aquí. ¿Qué lo podría haber detenido?

    Sasuke se encogió de hombros y echó un vistazo rápidamente al castillo. Ah, finalmente. Las velas estaban encendidas afuera y su esposa estaba en camino. El cuarto de Mikoto estaba rebosante de oscuridad. De repente Naruto parecía inconsecuente. Incluso su irritación con las mentiras de Naruto resbalaban fuera de sus hombros con el pensamiento de su amada Sakura.

    Esta noche la ligaré a mí para toda la eternidad, se juró silenciosamente.

    —¿Sasuke? —Mikoto ondeó su mano delante de su rostro y él arrastró su mirada del castillo con un esfuerzo.

    —¿Hmmm?

    —Oh, caramba —Mikoto suspiró—. Cómo me recuerdas a tu padre cuando te ves así.

    —¿Así cómo? —pronunció Sasuke con lentitud, mirando atentamente los pasos de la comitiva para tener el primer vislumbre de su esposa.

    —Como algún vikingo salvaje buscando conquistar y tomar cautivos.

    —Yo soy el cautivo aquí, madre —resopló Sasuke—. La chica me ha atrapado realmente.

    La risa de Mikoto tintineó alegremente.

    —Bueno, es como debe ser, entonces —Ella le dio un beso rápido—. Estará aquí en cualquier momento —Mikoto enderezó el plaid de su hijo, que no necesitaba enderezarse, arregló su pelo perfecto que no necesitaba arreglarse, y en general cloqueó encima de él como una gallina nerviosa.

    —Madre —él gruñó.

    —Sólo quiero que luzcas de lo mejor —Mikoto se interrumpió. Esbozó una risa nerviosa para sí misma—. Simplemente mírame, una madre agitada, toda nerviosa porque su hijo está casándose.

    —Ella ya ha visto lo peor de mí y me ama a pesar de ello. ¿Y qué estás haciendo preocupándote por pequeñeces? Creo que no hablamos lo suficiente. ¿Qué planes estás inventando ahora? —exigió. Él la conocía demasiado bien para creer que había simplemente capitulado ante sus planes para partir esa noche.

    —Sasuke —Mikoto protestó—, ¡me hieres!

    Sasuke resopló.

    —Te preguntaré de nuevo, ¿qué complot nefario has inventado para intentar mantenernos aquí? ¿Narcotizaste el vino? ¿Contrataste a mercenarios crueles para mantenernos cautivos en mi propio castillo? No, te imagino despachado a un mensajero a los MacLeod diciéndoles que ahora podría ser un excelente momento para poner sitio a Dalkeith, ¿verdad? —No se sorprendería si ella hubiera hecho cualquiera de esas cosas. Mikoto era formidable cuando se proponía algo. Nada le era imposible si significaba mantener a Sakura a su lado. De tal madre tal hijo, él reconoció tristemente.

    Mikoto miró estudiadamente a lo lejos.

    —Me niego a pensar en ti simplemente yéndote hasta el momento en que lo hagas. Hasta entonces, pienso disfrutar hasta el último momento de la boda de mi hijo. Además, está claro que Sakura no tiene ninguna idea de lo que estás planeando. No estoy tan segura de que ella no se ponga de mi parte —tijereteó atrevidamente.

    —Aquí viene —Kagami interrumpió su disputa y ondeó su atención a los escalones de piedra que caían en forma de cascada en la muralla superior.

    —¡Oh! ¿No es encantadora? —Mikoto suspiró.

    Un suspiro colectivo rizó la noche y se mezcló con la brisa fragante que acariciaba el cerro.

    —¡Podría ser una princesa!

    —¡No, reina!

    —¡Más hermosa que la Reina de las Hadas! —una niña pequeña con rizos rosas aplaudió con deleite.

    —La Señora de Dalkeith-Upon-the-Sea —Un agricultor se quitó su gorra y lo puso encima de su corazón en un gesto de lealtad.

    La sonrisa de Mikoto se desvaneció cuando vio que Sakura se dirigía hacia los establos.

    Nadie habló hasta que ella reapareció unos momentos después, llevando un caballo a una pared cercana.

    —Pero, ¿qué...? ¿Qué es lo que... un caballo? Ah, supongo intentará montar un caballo —Mikoto murmuró, perpleja.

    —¿Un caballo? ¿Por qué no habría ella sólo caminar? Es un trecho corto para cruzarlo, diré —se preguntó Kagami.

    Bajo la luna brillante podían verla claramente caminando hacia una pared de piedra baja y montar un caballo con todo y traje de novia.

    Los ojos de Sasuke se estrecharon pensativamente. Su cuerpo se tensó y ahogó un juramento cuando vio a Bansai, que había estado de pie silenciosamente su lado, trazando gestos en el aire.

    —¿Qué estás haciendo? —gruñó Sasuke, cerrando su mano alrededor del brazo del Rom.

    Bansai se detuvo y los ojos castaños descansaron en Sasuke con afecto profundo y un dolor aún más profundo.

    —Habíamos esperado que él no viniera, mi amigo. Tomamos todas las precauciones... las cruces de serbal. Las runas. Hice todo lo que pude para prevenirlo.

    —¿Quién no vendría? ¿De qué estás hablando? ¿Prevenir qué? —gruñó Sasuke. Cada pulgada de su cuerpo estaba repentinamente viva. Todo el día algo había estado royendo dentro de él, exigiendo que tomara acción, y ahora explotó en un diapasón de fiebre en su sangre. Nada le gustaría más que tomar acción, ¿pero contra qué? ¿Qué estaba pasando? El trueno de los cascos de caballos retumbó en la tierra tras él.

    —Él viene —Bansai intentó recuperar su brazo del dominio mortal de Sasuke, pero desalojar una roca de su pecho habría sido más fácil.

    El clip-clop de los cascos de los caballos llenó el cerro, cada vez más cerca.

    —Habla conmigo —gruñó Sasuke y miró ferozmente a Bansai—. Ahora.

    —¿Sasuke? —Mikoto preguntó, angustiada.

    —Sasuke —Kagami advirtió.

    —Sasuke —la voz ronca de su esposa atravesó la noche tras él.

    Sasukese tensó, su mirada deteniéndose en el mayor de los Rom, que había sido como un padre para él durante tantos años. Un parpadeo en los ojos del hombre lo advirtió de no volverse. Pretender simplemente que nada estaba pasando. No mires a tu esposa, decían los ojos de Bansai. Él podía verla, reflejada en los profundos ojos castaños del Rom.

    ¿No te des la vuelta? Imposible.

    Sasuke arrancó su mirada furiosa de Bansai. Se volvió en un encendido talón sobre sus botas, despacio.

    Su esposa. Y al lado de ella, en el propio corcel negro de Sasuke, Neji. Sasuke estaba de pie en silencio, sus manos hechas puño a sus lados. El cerro entero permanecía espantosamente inmóvil, ni el llanto de un niño, ni la respiración de un campesino ni siquiera un cuchicheo o un murmullo quebraban la noche.

    —Anciano —Neji asintió en un reconocimiento familiar a Bansai, y la mirada de Sasuke flotó entre el extraño herrero y su amigo Rom. Bansai estaba blanco como la nieve recién caída. Sus ojos castaños eran grandes y profundos, su cuerpo delgado rígido. Él no devolvió el saludo, pero bajó sus ojos a la tierra y trazó de nuevo esos símbolos extraños furiosamente.

    Neji rió.

    —Uno pensaría que podrías haber comprendido que eso no ha ayudado hasta ahora, anciano. Déjalo. Incluso ni tu... sacrificio... ayudó. Aunque me aplacó ligeramente.

    Mikoto abrió la boca.

    —¿Qué sacrificio?

    Nadie le contestó.

    —¿Qué sacrificio? —ella repitió concisamente—. ¿Él hacía mala a Kin? —Cuando nadie respondió, ella agitó a Bansai por el brazo—. ¿Lo hacía? —los ojos volaron de nuevo hacia Neji—. ¿Quién eres? —exigió, los ojos estrechándose como una osa madre preparada a defender a sus cachorros.

    Bansai la arrastró contra él.

    —Todavía no lo sé, milady —él gruñó—. No interfieras en lo que no entiendes.

    —No me digas que yo... —Mikoto empezó acaloradamente, pero después cerró su boca bajo la mirada letal de Sasuke.

    Sasuke fue hasta Sakura y serenamente enseñó sus manos para ayudarla a apearse, como si nada estuviera mal.

    Neji rió de nuevo, haciendo que la piel de Sasuke tiritara.

    —Ella se va conmigo, Lord Buitre.

    —Ella se queda conmigo. Es mi esposa. Y es Sasuke. Lord Sasuke para ti.

    —No. Un buitre, un basurero triste que escoge entre los restos desechados, Señor Buitre. Ella escoge era el trato, ¿recuerdas? Salvé a tu esposa por un precio. El precio se paga ahora. Has perdido.

    —No —Sasuke agitó su cabeza despacio—. Ella ya escogió, y yo soy a quien prefirió.

    —Parecería que ella no te ha escogido a ti —se mofó Neji.

    —Bájate de mi caballo, herrero. Ahora.

    —¡Sasuke! —Bansai advirtió, bajo y angustiado.

    —Sasuke —Fue la voz de Sakura la que lo calmó. Lo inmovilizó a medio paso en dirección al herrero.

    Hasta ahora, Sasukehabía estado enfocando su atención y cólera en el herrero. Y sabía por qué. Era la misma razón por la que había tardado en dar la vuelta cuando oyera al caballo acercándose. La razón por la que había mirado a Bansai en cambio. Tenía miedo de mirar a su esposa, de lo que podría ver en los ojos encantadores. ¿Podría de verdad no haberlo elegido? ¿Podría estar tan completamente equivocado? Hizo una pausa, la mano en la empuñadura de la espada, y se forzó a mirar los ojos de su mujer. La inseguridad que lo había apresado desde el primer día que había encontrado a su esposa en la forja del herrero, regresó a él como una venganza.

    El rostro femenino estaba impertérrito y sin una gota de emoción.

    —Él dice la verdad. Yo lo he escogido.

    Sasuke jadeó, aturdido. Ni siquiera había un parpadeo de emoción en los ojos color de las esmeraldas.

    —¿Cómo está haciéndote mentir, chica? —Sasuke se negó a creer sus palabras y se aferró a su fe en ella—. ¿Con qué está amenazándote, mi corazón?

    —¡Con nada —Sakura dijo fríamente— y deja de llamarme eso! Nunca he sido tu corazón. Te lo dije desde el principio. No te quiero. Desde el principio fue Neji.

    Sasuke buscó su rostro. Fresca, compuesta, ella montaba la yegua como una reina.

    Regia e intocable.

    —¿Y simplemente qué infiernos fue Uster, entonces? —gruñó él.

    Ella se encogió de hombros, levantando las palmas.

    —¿Unas vacaciones? —contestó impertinentemente.

    Sasuke se tensó, su mandíbula rechinando.

    —¿Entonces qué fue lo de los establos esta tarde?

    —Un error —Neji lo cortó rotundamente—. Uno que ella no repetirá.

    La mirada de Sasuke nunca vio vacilar la de Sakura.

    —¿Fue un error? —preguntó suavemente.

    Sakura inclinó su cabeza. Una pausa la longitud de un latido del corazón.

    —Sí.

    Sasuke no vio ni un parpadeo en su rostro.

    —¿Qué juego estás jugando, chica? —él suspiró, el peligro emanando de cada pulgada de su posición rígida, cobrando el aire alrededor de ellos.

    La noche todavía colgaba, pesada. En el cerro ni una persona se movió, atentas al desarrollo de la escena terrible.

    —Ningún juego, Sasuke. Todo ha terminado entre nosotros. Lo siento. —Otro indiferente encogimiento de hombros.

    —Sakura, deja de bromear —él gruñó.

    —Esta no es ninguna broma —ella lo interrumpió con enojo súbito—. ¡La única broma aquí está en ti! No pensaste realmente que yo podría quedarme aquí, ¿verdad? ¡Vamos! —ella ondeó una despectiva mano al esplendor de la fiesta de bodas—. Soy del siglo XX, tonto. Estoy acostumbrada a los lujos. A las cosas pequeñas que extraño. Café. Duchas humeantes, limousine, y todo el lustre y alboroto. Ésta era una diversión encantadora; realmente un poco de juego con algunos de los hombres más fascinantes... —Ella sonrió a Neji, y tomó cada onza del voluntad de Sasuke no brincar sobre el herrero y estrangular la vida de su cuerpo arrogante.

    En cambio, permaneció de pie como una efigie de mármol, las manos como puños a sus lados.

    —Eras virgen.

    —¿Y qué? Me enseñaste el placer. Pero el herrero me dio más. Es así de simple —Sakura tocó las riendas de su montura.

    —¡No! —rugió Sasuke—. ¡Éste es algún juego! ¿Con qué has amenazado a mi esposa, herrero?

    Pero fue Sakura quien contestó, en esa misma calma, absolutamente aislada voz. Esa voz ronca que lo hizo pensar que se había vuelto loco, porque las palabras que le lanzó debían ser ciertamente mentiras. Sin embargo, ella no parecía como si estuviera siendo forzada. No había ninguna espada a su garganta. Ninguna luz trémula de lágrimas en sus ojos. Y su voz, ah... estaba nivelada y calma.

    —Él sólo me ha amenazado con un placer mayor que el que alguna vez me diste. Él tiene verdadera magia a su disposición. No pierdas tu tiempo buscándonos. No nos encontrarás. Él ha prometido llevarme a lugares que nunca he soñado que existieran.

    Sakura guió su montura más cerca del herrero. Neji dedicó una sonrisa deslumbrante a Sasuke.

    —Parece que eres el perdedor después de todo, pájaro hermoso.

    —¡No! —Sasuke rugió, arremetiendo contra el herrero y sacando su espada en un movimiento fluido. El corcel se opuso al bramido de Sasukey lo esquivó ferozmente.

    Bansai agarró el brazo de Sasuke y desvió su golpe tan duramente que la espada cayó en la tierra a sus pies.

    Neji levantó su mano.

    —¡No! —Sakura refrenó la mano del herrero rápidamente—. ¡No lo herirás! Ningún derramamiento de sangre. Tú lo prom... estaría mal —ella añadió—. No me gusta la sangre. Me enferma.

    Neji irguió su cabeza y bajó su mano.

    —Tus deseos son órdenes, Bella.

    —¿Es esto de verdad lo que deseas, chica? —los ojos de Sasuke eran negros y desalmados.

    —Sí —ella dijo suavemente. Cuidadosamente.

    —¿No está forzándote él? Háblame, simplemente di una palabra, esposa, y yo lo mataré con mis manos desnudas.

    Ella agitó su cabeza y se encontró su mirada.

    —Dilo —Sasuke rechinó—. ¿Él no te fuerza?

    —Él no usa... ninguna amenaza contra... mí.

    —¿Hiciste... el amor... con él? —Él se odió cuando su voz se rompió bruscamente al decir las palabras. Su garganta estaba tan apretada que apenas podía respirar.

    —Lo amo de la manera que amé a Sasori —ella suspiró. Sonrió sosamente a Neji, que de repente estrechó los ojos ante las últimas palabras de ella.

    —Ya es suficiente, Bella —Neji capturó su mano en la suya—. El universo nos espera y tu placer es mi mandato.

    El corazón de Sasuke saltó y se retorció. El condenado Sasori. Su primer amor, aún si él la había amado o no. Él les dio la espalda antes de que pudiera hacer una matanza sangrienta en el cerro.

    Cuando volvió finalmente su mirada, era demasiado tarde: ella se había ido.

    Los centenares de personas en el cerro de Dalkeith-Upon-the-Sea estaban de pie aturdidamente, simplemente viendo como los caballos y jinetes desaparecieron en el aire nocturno. En un momento ellos estaban allí. Al siguiente... nada.

    Pero una voz suave flotó en la brisa.

    —Tenías razón sobre tus halcones, Sasuke —llegaron las últimas palabras extrañas de la mujer que él había amado y que había destruido eficazmente al una vez orgulloso laird de Dalkeith-Upon-the-Sea.

    Mikoto asió flácidamente su manga.

    Bansai maldijo bruscamente en un idioma del que nadie antes había oído alguna vez.

    Sasuke sólo miro fija, ciegamente, la noche.
     
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
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    938
    CAPÍTULO 29

    —¿Dónde estamos? —Sakura preguntó calmadamente a Neji.

    Él estaba llevando su montura por las riendas por un camino oscuro a través de un bosque extraño. Las ramas retorcidas tejían un dosel nudoso sobre su cabeza. De vez en cuando, un rayo de luz débil agujereaba la oscuridad densa y las ramas brillaban como pálidos huesos.

    Ningún grillo. Ningún ruido normal, sólo el chillido de criaturas voladoras. El helecho susurraba y revelaba vislumbres breves de gnomos empequeñecidos con caras salvajes. Ella se estremeció violentamente y pasó los brazos alrededor de sí misma.

    —Estás en mi reino.

    —¿Quién eres realmente, Neji Hyūga? —Su voz se rompió en la frase simple, cruda y llena de angustia.

    Como respuesta, ella recibió una sonrisa burlona. Nada más.

    —Dime —ella exigió embotadamente. Pero el hombre oscuro a su lado montó en silencio.

    —Al menos dime por qué.

    —¿Por qué, qué? —Él irguió una ceja curiosa hacia ella.

    —¿Por qué me hiciste esto a mí? ¿Qué hice yo? ¿Por qué me enviaste a través del tiempo y me llevaste de nuevo? —¿Y rompes mi corazón y me dejas muriendo por dentro?

    Neji detuvo sus monturas, la diversión encendiendo su rostro oscuro. Extendió la mano para acariciar su mejilla pálida y ella se estremeció bajo su tacto.

    —Oh, Bella, ¿es lo que piensas? Cuán arrogante y al mismo tiempo encantadora eres —Su risa rodó. Pero fueron sus siguientes palabras las que atravesaron su alma como un cuchillo—. No tenía nada que ver contigo, mi hermosa Bella. Cualquier mujer hermosa habría bastado. Pero yo pensé que odiabas a los hombres guapos. Te oí, allí en tu biblioteca, jurando no querer saber nada de los hombres, de todos los hombres. Aún así, parece que estaba equivocado. O mentiste, lo que es más probable.

    —¿Qué estás diciendo? —ella respiró débilmente. ¿Que cualquier mujer habría bastado? ¿Había desnudado su corazón y lo había roto por el juego retorcido de ese hombre, y él se atrevía a decirle tan escuetamente que no le había importado una pizca quién era? ¿Un peón? ¿De nuevo? Su mandíbula se endureció temporalmente. No gritaré. No quiero. Cuando estuvo segura de que podría hablar sin rabia, ella dijo fríamente:

    —Conseguiste lo que querías. ¿Por qué no me dices simplemente quién eres? —Ella tenía que averiguar más sobre ese hombre vengativo. Para vengar a su marido.

    —Verdad. Conseguí lo que quería. Parecía Sasuke absolutamente destruido, ¿no es verdad? Aplastado —Neji dio un golpecito con su mano ligeramente sobre la suya—. Lo hiciste muy bien esta noche, Bella. Pero dime —los ojos investigaron los suyos intensamente, y ella se tensó cuándo pareció que podrían penetrar en ella hasta el alma—, ¿qué quisiste decir sobre sus halcones?

    La respiración de Sakura movió a tirones.

    —Él me dijo una vez que todos sus halcones se habían volado —ella mintió uniformemente—. Me dijiste que tenía que convencerlo absolutamente o lo matarías, por lo que yo escogí ese recordatorio para convencerlo. Eso es todo.

    —Eso fue lo mejor de todo —Su cara era fría y rencorosa, tal como había estado en el broch antes de que Sasuke hubiera llegado buscándola. Antes de lo que debía de haber sido la boda de sus sueños. Fría, precisamente, él le había explicado en detalle exacto e insoportable cómo destruiría a Sasuke y a todos en Dalkeith si ella fallara. Entonces le había mostrado las cosas que él podría hacer. Cosas que su mente realmente no podía comprender todavía. Pero ella había entendido que él era absolutamente capaz de llevar a cabo la destrucción con que había amenazado. Le había planteado dos opciones: mentir a Sasuke y romper su corazón, para no mencionar el suyo propio, u observar mientras Neji usaba sus poderes antinaturales para matarlo. Después a Mikoto. Seguido por cada hombre, mujer y niño de Dalkeith.

    No, no había habido ninguna opción en absoluto. La decisión infernal le había dado una comprensión íntima de lo que un hombre llamado la prostituta del rey podría haber sufrido una vez.

    Cuando había dejado el broch agitada y pálida, ella había asido un último momento de gloria. Había hecho el amor con Sasuke con toda la pasión de su alma. Diciéndole adiós, y muriendo por dentro. Había sabido que sería horrible mentirle, pero simplemente no había anticipado cuán profundamente la desgarraría.

    Neji había sido inflexible en ese punto. Él le había aclarado que debía convencer a Sasuke totalmente de que deseaba a Neji. Después de la intimidad increíble que ella y Sasuke habían compartido, había sabido que tendría que decir cosas odiosas, hórridas para convencerlo.

    Ella se estremeció violentamente cuando el dedo pulgar de Neji le acarició el labio inferior. Ella palmoteó su mano lejos a pesar de su miedo.

    —No me toques.

    —Si yo pensara por un momento que habías intentado decirle algo más, regresaría y lo mataría tan tranquilamente como estamos hablando, Bella.

    —¡Te di lo que querías, bastardo! —gritó Sakura—. Todos en Dalkeith están ahora a salvo de ti.

    —No me importa —Neji se encogió de hombros indolentemente—. Él morirá, sin embargo —Neji arrastró sus riendas y reasumió su pasaje lento bajo las ramas susurrantes.

    —¿Qué? —Sakura siseó.

    Neji sonrió pícaramente.

    —Pensé que podrías disfrutar de nuevo la ruta escénica. Este sendero es un horario y nosotros apenas pasamos por el año 1857. Es esa curvatura empañada entre... los árboles... a falta de una palabra mejor. Él está muerto hace más de trescientos años.

    Un grito silencioso empezó a construir dentro de ella.

    —¿Quién eres?

    —Nos llamaban dioses —él dijo desapasionadamente—. Harías bien en rendirme culto.

    —Te veré en infierno primero —ella respiró.

    —No es posible, Bella. Nosotros no morimos.
     
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    CAPÍTULO 30

    Seattle

    Noviembre de 1997

    Sakura retiró su brazo hacia atrás e hizo volar el libro como un frisbee. Se suponía que volaría por el cuarto y chocaría con un golpe rotundo contra la pared. En cambio, se dejó caer fláccidamente y aterrizó en el suelo al pie de su cama.

    Echó un vistazo al volumen con aversión y notó que había caído abierto en una página. Ella entornó los ojos para leerla desde su asiento al pie de la barra.

    Sueños que podían simbolizar muchas cosas: el soñador se reprime emocionalmente. Se recomienda el purgamiento emocional y/o físico. Un sueño repetitivo de esta naturaleza significa que el soñador ha soportado una experiencia traumática de la que él/ella debe encontrar algún tipo de descargo o podría ocurrir un daño psicológico serio.

    Una señal del cielo.

    Sakura tragó una risa ahogada que se convirtió en un sollozo. ¿Quién escribía ese material?

    Hizo balancear en el aire el pie desnudo encima de la cama y cerró el libro con los dedos de los pies. 1001 Sueños Pequeños. Qué raro. Ni siquiera había sabido que tenía ese libro en su biblioteca. Más raro aún, que ella había estado soñando con toilettes durante diez noches seguidas. Ninguna cosa más. Sólo descansar sobre cómodas desbordantes de toallas.

    Encantador.

    Pero no tenía que pegarse en la cabeza con una guía de los sueños. Ella sabía lo que estaba mal con ella. Hacía quince días, se había materializado yaciendo en la casa victoriana del 93 de Coattail Lane, Seattle, Estados Unidos de América.

    Y no había hablado desde entonces con una sola alma. Cada trozo de energía que tenía la utilizaba para mantener su calma, su piel firme. Los ojos secos. Con la muerte por dentro. Sabía con certeza que si revelara una lágrima diminuta incluso de la esquina seca de su ojo, no podría hacerse responsable por las inundaciones que podrían causar evacuaciones en masa a lo largo del estado.

    Se rascó con firmeza el cuero cabelludo con una pequeña mano firme mientras acariciaba firmemente la sedosa espalda de Moonie. Tocó la nariz rosa de Moonie en un movimiento igualmente firme y económico. Ningún soñar con las cómodas en el mundo de un gato, Sakura meditó cuando Moonie rizó sus patas en su pelo y empezó el retumbar de un diminuto ronroneo.

    Fueron los maullidos hambrientos de Moonie lo que la despertaron en la cama. Sakura levantó su cuerpo dolorido de debajo de las mantas y fue despacio a la cocina.

    Dios, se sentía de quinientos años, con un dolor desde la cabeza a los dedos de los pies, con un dolor de corazón que sabía nunca sanaría.

    Lentamente Sakura abrió una lata de atún. Albacore blanco. Sólo lo mejor para Moonie. Se dejó caer en el suelo y apartó irritada la mano que empujó un libro delante de ella.

    —Vete, Marie, necesito estar sola —Sakura se maravilló con los remolinos pálidos de cal en los azulejos verde jade del suelo de la cocina, y se preguntó por qué nunca los había notado antes. Frotó ligeramente uno de los remolinos. El azulejo de pizarra podía ser tan interesante. Remachado a mano, de hecho.

    —Es el libro que dejaste caer —dijo Marie en su acento grueso.

    Sakura no se movió. El libro acarició su mejilla. Cielos, pero la mujer era insistente. La esquina afilada del libro atizó la parte inferior suave de su cuello. Probablemente otro libro de sueños tontos. Bien, simplemente no lo miraría.

    —Deja de empujarme —Sakura tomó el libro ciegamente, los ojos cerrados—. Vete ahora —ella masculló. Eso. No había estado tan mal. Se aplaudió por realizar una función simple con precisión. Ninguna lágrima. Ningún pensamiento sobre... la cosa en la que no estaba pensando. Sakura inspiró profundamente y forzó una sonrisa austera, firme.

    Iba a estar bien. Las cosas pequeñas ahora, las cosas grandes después.

    —Creo que te traeré un poco de té —dijo Marie.

    El estómago de Sakura se movió con esfuerzo y rodó.

    —No.

    —Creo, entonces, yo hago la cena para la señorita.

    —No tengo hambre. Márchate.

    —Bien. Moveré las cosas al garaje —gruñó Marie.

    ¿Mover las cosas? ¿Dejar la casa?

    —¡No! —Sakura controló su voz con un tremendo esfuerzo—. Quiero decir, eso no es necesario, Marie. Dios sabe que esta vieja casa es lo bastante grande para las dos.

    —Eso no es bueno. No es bueno para ti. Regreso ahora al garaje —Marie la miró cuidadosamente. Sakura suspiró. Marie simplemente tenía que quedarse en la casa: no podría resistir el silencio grande, dolorido, de los cuartos vacíos. El zumbido del refrigerador podría volverla loca.

    —Marie, no quiero que te vayas. Realmente quiero que te quedes con... —Sakura abrió los ojos, su voz entrecortada cuando miró fijamente, con horror, el libro en sus manos. Un Estudio de la Halconería Medieval.

    ¡Quédate firme!

    ¿Volarías para mí, dulce halcón? Yo te llevaré más alto de lo que has estado alguna vez. Te enseñaré a remontar alturas que sólo has soñado que existían.

    Él había cumplido ciertamente esa promesa. Y ahora ella estaba cayendo de esas alturas increíbles sin paracaídas, o un paraguas de Mary Poppins, o nada más para amortiguar la caída. Sakura Haruno Uchiha apretó sus brazos alrededor de su estómago y empezó a gritar.

    La diminuta mujer cubana se dejó caer de rodillas y muy cuidadosamente tiró a Sakura hacia sus brazos. Entonces la meció, acarició su pelo, e hizo lo mejor para confortarla.

    Durante días y días, Sakura yació sobre su espalda repasando cada memoria preciosa en la pantalla pálida de su techo. Se había cubierto herméticamente con las mantas y apagado todas las luces. Ella no podía resistir el mundo brillando sin él.

    Marie flotó dentro y fuera, trayendo comida y bebida que permanecían intactas, y Moonie se quedó incesantemente a su lado.

    Sakura flotó dentro y fuera de la conciencia, cuando su mente se enfrentaba con un pesar demasiado profundo de manejar. En el futuro ella regresaría a la vida, pero necesitaba hacer un largo camino antes.

    En las arenas de sílice relucientes de Morar, Neji Hyūga paseaba con gracia arrogante al lado de su Reina.

    —¿Dónde has estado vagando, trovador mío? —la Reina Mito preguntó sedosamente—. ¿Qué nuevos cuentos y entretenimientos has coleccionado para mí?

    —¡Oh, el más fino de los cuentos! Una heroica, gran aventura —presumió Neji, mirando a los elegantes cortesanos acercarse.

    Los Fae amaban las buenas historias, el mejor de los subterfugios, las más intensas pasiones. Estaban cansados de los finales felices; inmunes a los sufrimientos ellos mismos, estaban enamorados de los mortales con sus problemas y accidentes. La Reina sobre todo adoraba las tragicomedias de errores, y este nuevo cuento satisfacía bien ese género.

    —Dinos, Bromista, ¡canta y toca para nosotros! —gritó la corte del Tuatha De Danaan.

    La sonrisa de Neji resplandeció brillantemente. Encontró la mirada de su Reina y la sostuvo largamente.

    —Había una vez un hombre mortal. Un hombre tan bello que incluso la Reina de los Fae lo había notado...

    Los ojos de la Reina relucieron brillantemente cuando escuchó, al principio con diversión, después de un tiempo con agitación obvia, y finalmente con una sensación que vagamente se parecía al remordimiento.
     
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    CAPÍTULO 31

    Mikoto suspiró cuando escogió a través de sus semillas. El nuevo año se había movido poco a poco, como si viajara en la espalda jorobada de un caracol. Ella no quería recordar siquiera la escena austera que había sido Navidad. El invierno había descendido en Dalkeith con fuerza: los carámbanos se retorcían obscenamente en las contraventanas, y la maldita puerta delantera se había helado esa mañana, sellándola eficazmente en su propia casa.

    Mikoto podía recordar un tiempo cuando había amado el invierno. Cuando había disfrutado de cada estación y los placeres únicos que traía. La Navidad había sido una vez su fiesta favorita. Pero ahora... extrañaba a Itachi y Konan. Vengan a casa, niños. Los necesito, oró silenciosamente.

    El sonido del astillar de la madera de repente quebró el aire, causando que se levantara en un gesto involuntario que envió sus preciosas semillas volando en todas direcciones.

    Malditos desconsiderados por cortar la leña justo fuera de la ventana.

    Mikoto empujó irritada su pelo y empezó a reorganizar las semillas esparcidas. Soñó con las flores que plantaría, si alguna vez regresara la primavera.

    Otra caída rotunda se estremeció a través del gran hall. Ella ahogó el mismo juramento impropio de una dama y puso sus semillas a un lado.

    —¡Cuidado allí afuera! ¡Alguien está intentando pensar un poco! —gritó. Sin embargo las caídas ensordecedoras continuaron.

    —¡No necesitamos toda esa leña, muchachos! —Mikoto rugió a la puerta helada. Sus palabras se reunieron con un ruido terrible.

    —Eso es. ¡Eso es! —Ella se levantó de un salto de su silla, hirviendo. ¿El último no había parecido venir de... arriba?

    Ella irguió su cabeza en un ángulo adecuado.

    Alguien o había decidido que hacía demasiado frío afuera y cortaba leña, o en cambio realmente estaba convirtiendo diligentemente el mobiliario en combustible.

    La caída fue seguida del estrellamiento de vidrios.

    —¡Santa mierda! —Mikoto murmuró, como su encantadora nuera habría dicho bastante gallardamente. Ella giró sobre sus talones, agarrando sus faldas, y corrió por los escalones como una chica de veinte. Con la mano sobre el corazón, voló por el corredor dejando atrás a las asombradas criadas y los tensos soldados. ¿Cuántas personas habían permanecido escuchando esa destrucción demente mientras ella había estado sentada abajo?

    No la guardería, ella oró, cualquier cosa excepto eso...

    Su hijo nunca destruiría ese cuarto de sueños. Concedido, él había estado un poco fuera de sus cabales, pero sin embargo... No. Él no haría algo tan terriblemente definitivo. No su hijo.

    Por todos los santos, sí que lo haría. Y lo había hecho.

    Su respiración se convirtió en jadeos ardientes cuando ella miró fijamente, enmudecida. Su hijo estaba de pie en la guardería, rodeado por un montón retorcido de trozos de madera rotos horrendamente. Había estado rompiendo los muebles amorosamente construidos. Estaba vestido en sólo con un kilt, su cuerpo brillando de sudor. Las venas en sus brazos estaban hinchadas y sus manos estaban raspadas y ensangrentadas. Su cabello del color del cuervo estaba suelto, pero con dos trenzas de guerra sobre las sienes. ¡Por los santos dulces, simplemente pintaría su rostro de azul y yo no lo reconocería ni siquiera como mi hijo!, pensó Mikoto.

    Sasuke estaba de pie silenciosamente, con una mirada salvaje. Había una mancha de sangre en su rostro donde se había limpiado el sudor. Mikoto lo miró, helada de horror, cuando él inclinó un cuenco de aceite y roció su contenido encima de las astillas de mobiliario, los juguetes y libros, la magnífica casa de muñecas que había aplastado en el piso en su rabia gigantesca.

    Cuando él dejó caer la vela, un grito suave salió de su boca abierta.

    En un salto de llamas, el fuego fue devorando avariciosamente el montón de mimados sueños de Sasuke y Mikoto. Agitada con dolor y furia, Mikoto apretó una mano contra su boca y tragó un sollozo. Retrocedió antes de que el animal que era su hijo pudiera ver sus lágrimas.

    —Tenemos que hacer algo —murmuró Mikoto suavemente, mirando fijo el hogar de la cocina, inexpresiva.

    Kagami se acercó por detrás de ella, sus manos suspendidas en el aire justo a la altura de la cintura de la mujer. Dejó caer su cabeza hacia adelante e inhaló profundamente su olor.

    —Hablaré con él, Mikoto.

    —Él no escuchará —se ahogó ella cuando se volvió—. Lo he intentado. Querido Dios, lo hemos intentado todo. ¡Está como un perro rabioso, gruñendo y espumando y oh, Kagami! ¡Mi guardería! ¡Mis nietos!

    —Yo no lo he intentado aún —dijo Kagami serenamente y dejó caer sus manos para agarrar su cintura.

    Mikoto irguió su cabeza y se maravilló de la autoridad implícita en sus palabras. Él había conseguido sorprenderla una vez más, ese hombre tierno que había permanecido pacientemente tanto tiempo a su lado.

    —¿Hablarás con él? —ella se hizo eco esperanzadamente, los ojos brillando con lágrimas no derramadas.

    —Sí —él le aseguró.

    Fuerza y habilidad se entrelazaban en su contestación. ¿Cómo podía haberle tomado tanto tiempo empezar a ver a ese hombre claramente?

    Algo de su asombro debía haber sido evidente en su mirada, porque él le brindó esa sonrisa paciente y dijo tiernamente.

    —Sabía que un día finalmente abrirías tus ojos, Mikoto. También supe que merecerían la pena todos los minutos de la espera —agregó quedamente.

    Mikoto tragó con fuerza, con un hendimiento de calor y esperanza y amor temerario, tumultuoso, extendiéndose a través de ella en una ola. Amor. ¿Cuánto tiempo había estado enamorada de ese hombre?, se preguntó silenciosamente.

    Kagami acarició sus labios con los suyos, una fricción ligera que prometía mucho más.

    —No te preocupes. Lo quiero como si fuera mío, Mikoto. Y, como si él fuera mío, éste es el momento de tener una completa charla de padre a hijo.

    —¿Pero qué si él se niega a escuchar? —ella se preocupó.

    Kagami sonrió.

    —Él escuchará. Puedes tomar la palabra de Kagami MacTarvitt en eso, diré.

    Sasuke contemplaba el fuego, mirando los fantasmas bailar blancamente en los espacios entre las llamas. Nacían en su memoria y se quemaban en el infierno, ciertamente como él mismo. Pero el purgatorio —si no el cielo— estaba a su alcance, perfectamente capturado en una botella, donde ahogaba los fantasmas cuando necesitaba el olvido.

    Recogió otra botella de whisky y la envolvió en su mano, estudiando su rico color ambarino con apreciación ebria. Levantó la botella hasta sus labios, posando la mano sobre el cuello, y sacando el tapón. Brevemente, se recordó mordiendo para sacar el tapón de una poción gitana. Se recordó cubriendo el cuerpo de su esposa con el suyo propio y saboreando, tocando, besando... Él había sido entonces lo bastante tonto para creerse enamorado.

    ¡Bah! ¡Neji! Siempre había sido él. Desde el primer día que él la había visto. Ella había estado apretada contra el tronco de un árbol, mirando al maldito herrero con hambre en los ojos. Se sirvió de nuevo una medida de whisky y consideró regresar a la Corte. Regresar al Rey James.

    Una sonrisa amarga encorvó sus labios. Pero mientras se imaginó rondando los tocadores de Edimburgo de nuevo, otra parte de su mente recordó las columnas de vapor grueso subiendo de un baño perfumado, el lustre de aceite en su piel cuando ella había echado su cabeza hacia atrás y había desnudado la columna encantadora de su garganta a sus dientes. Desnudando todo para él, o eso era lo que había pensado.

    Sakura... Traicionera, traidora, mentirosa perra infiel.

    —Ponme ahora en la tierra muerta y estará todo hecho —murmuró al fuego. Ni siquiera reaccionó cuando la puerta del estudio fue abierta tan bruscamente que pegó contra la pared—. Cierra la puerta, hombre. Esa brisa helada enfría mis huesos, allí es... —Sasuke se interrumpió inseguramente, sin incluso molestarse en ver quién había invadido la escualidez ebria de su infierno privado. Inclinó la botella de nuevo a su boca y tomó un largo trago.

    Kagami cruzó el cuarto en tres pasos largos, determinados, y sacó la botella de la mano de Sasuke con tal fuerza, que la estrelló, en una salpicadura de vidrio y whisky, en las piedras lisas del hogar. Miró fijamente a Kagami por un aturdido momento, y entonces alcanzó, impertérrito, una segunda botella.

    Kagami se colocó entre Sasuke y el licor.

    —Fuera de mi camino, anciano —gruñó Sasuke, tensándose para levantarse. Apenas se había puesto de pie cuando el puño de Kagami conectó sólidamente con su mandíbula y lo echó de nuevo en la silla.

    Sasuke limpió su boca con el revés de la mano y miró a Kagami.

    —¿Por qué no te vas, Kagami MacTarvitt? —refunfuñó él, sin hacer ningún movimiento para defenderse.

    —No me importa si haces de ti mismo un maldito infierno, laird —Kagami sonrió con desprecio—. Simplemente saca ese infierno de este castillo y no lo hagas delante de tu madre.

    —¿Quién infiernos piensas que eres?

    —¡Sé quién soy! Soy el hombre que te vio crecer desde un muchacho pequeño hasta ser un bravo laird. Soy el hombre que reventó de orgullo mientras te vio tomar algunas duras decisiones —La voz de Kagami se dejó caer en una muesca áspera—. Sí, yo soy justo el hombre que te ha amado desde el día que hiciste tu primera respiración hambrienta en este mundo. Y ahora yo soy el hombre que va a azotarte hasta la última pulgada de tu vida sin valor si no consigues dominarte.

    Sasuke abrió la boca, entonces susurró irritado a Kagami.

    —Vete.

    Él cerró los ojos fatigadamente.

    —Oh, no me iré así, mi muchacho —dijo Kagami a través de los dientes apretados—. No encajas para ser el laird de un muladar. Es obvio que no tienes ninguna intención de salir adelante por ti mismo, pero hasta que lo hagas, puedes sacar simplemente este maldito infierno del castillo de Mikoto. ¡Ahora! Enviaré un mensaje a Itachi y lo traeré a casa. Él será un buen laird.

    Los ojos de Sasuke se abrieron.

    —Encima de mi cadáver —gruñó él.

    —Bien. Así sea —Kagami escupió a su vez—. Eres inútil para cualquier cosa, estando como estás ahora, sin embargo. ¡También puedes caer sobre tu propio claymore por todo lo bueno que haces a tu gente!

    —¡Soy el laird aquí! —gritó Sasuke, los ojos encendidos furiosamente—. Y tú... tú, anciano... oh, infiernos, despídete —Aunque él había pensado— cuando todavía tenía a su esposa— abandonar su lugar a Itachi, hacía un condenado frío fuera y él no iba a ninguna parte todavía. Quizá por la primavera, si no se había ahogado todavía en whisky.

    Kagami levantó a Sasuke de un tirón, en un movimiento veloz, sorprendiendo al laird ebrio.

    —Muy bien para ser un anciano —murmuró Sasuke.

    Kagami tiró a Sasuke tropezando a las puertas del estudio.

    —¡Déjame! —bramó Sasuke.

    —Esperaba más de ti, muchacho. Debo ser un estúpido, pero pensé que eras el tipo de hombre que luchaba por lo que quería. Pero no, te caíste de cara ante una pizca pequeña de adversidad.

    —Och, ¿y que mi esposa me haya dejado por otro hombre es sólo un pizca pequeña de adversidad? ¿Así es como lo llamas? —respondió Sasuke densamente, su zumbido ahondándose con su enojo.

    —Sin importar cómo percibes lo que pasó, todavía tienes una familia aquí, y un clan que necesita a su laird. Si no puedes hacer el trabajo, ¡entonces hazte a un lado para alguien que pueda!

    —¿Quién infiernos te puso a cargo de mí? —rugió Sasuke.

    El mismo acento de Kagami se espesó cuando su temple empezó a arder.

    —¡Tu madre, idiota redomado! ¡Y aún cuando ella no me lo hubiera dicho, habría venido detrás de ti! ¡Puedes estar matándote, muchacho, pero no piensas que estás torturando a Mikoto mientras estás haciéndolo!

    —Todo lo que hago, anciano, es beber un poco —Sasuke protestó.

    —Has estado "bebiendo un poco" durante un mes ahora. Yo, por lo menos, estoy cansado de vigilar si bebes hasta la muerte. Si no puedes soltar la botella, entonces simplemente saca el infierno fuera. Vete hacia la noche, lejos, en una ventisca de nieve, donde las personas que te aman no están obligadas a verte.

    Kagami dio un puntapié para abrir las puertas y echó a Sasuke tropezando de cara en la nieve.

    —¡Y no regreses hasta que puedas ser bueno para tu madre! Cuando estés listo para ser de nuevo el laird, y hayas dejado la botella, puedes volver. ¡Pero no hasta entonces! —rugió Kagami cuando Sasuke se esforzó arrancar su cabeza de una montaña de nieve.

    Cuando Sasuke consiguió, esforzándose, finalmente levantarse, resopló incrédulo cuando vio al hombre que había creído como de buenas maneras, enviar a los propios guardias de Sasuke para custodiar la puerta, los brazos cruzados claramente, negándole la entrada a su propio castillo.

    —¡Simplemente quédate fuera! —bramó Kagami con tal volumen que Sasuke lo oyó a través de las puertas de madera del castillo.

    .

    .

    .

    Sakura no había comprendido cuán completamente odiaba el invierno.

    La cara pálida del reloj sobre el mantel sonó una vez, dos veces, y después permaneció en silencio. Las dos de la mañana; un tiempo en el que estar despierto podía hacer a una persona sentirse como la única criatura viviente en el mundo. Y Sakura se sentía de esa manera, hasta que Marie silenciosamente entró en la biblioteca. Sakura la miró y abrió la boca para decir buenas noches, pero en cambio un diluvio de palabras salió afuera a pesar del dique que erigiera tan cuidadosamente.

    Marie se envolvió en un sillón y acomodó una manta afgana sobre su regazo.

    Sakura atizó el fuego y abrió una botella de oporto dulce mientras le contaba una historia que nunca había contado a nadie. La historia de la muchacha huérfana que pensó haberse enamorado de un príncipe, sólo para descubrir que Sasori Akasuna había sido el príncipe del crimen organizado y que había estado enviándola de vacaciones para pasar drogas por la frontera en su equipaje, dentro de su automóvil, cosido en su ropa.

    Y cómo ella, que siempre había sido mimada, empaquetada y desempaquetada por sus sirvientes, no lo había sabido. Simplemente disfrutaba llevando su increíble anillo de compromiso con un diamante de diez quilates, subiendo en sus limusinas, y levantando la nariz ante las monjas franciscanas del viejo orfanato de la Calle Primera. Cómo no había sabido que el FBI había estado dibujando su red alrededor de él cada vez más estrechamente. Ella sólo había visto que un adinerado, indisputablemente atractivo hombre estaba derramando amor sobre ella, o eso era lo que había pensado en ese momento. No había tenido ninguna idea de que ella era un esfuerzo de último momento para sacar una serie de embarques del país. Nunca sospechó que era menos que nada para él: una mujer joven, hermosa, inocente, de la que nadie sospecharía nunca. Su paloma perfecta.

    Hasta el día en que había oído por casualidad una conversación terrible, que hubiera deseado nunca oír.

    Le dijo a Marie en una voz queda cómo ella se había vuelto evidencia del Estado y eso le había comprado su propia libertad. Y entonces cómo Sasori, a quien el FBI había conseguido perder después de todo, había ido detrás de ella en serio.

    Marie bebió a sorbos su oporto y escuchó.

    Sakura le dijo a Marie cómo, cuando había sido atrapada finalmente por él en un viejo almacén abandonado, enferma de correr, de esconderse y de estar asustada, ella había hecho la única cosa que podía hacer cuando él había levantado su arma.

    Lo había matado antes de que él pudiera matarla.

    En ese punto, Marie ondeó una mano impaciente.

    —Esa no es la historia real. ¿Por qué me dices esto? —preguntó ella, acusadoramente.

    Sakura pestañeó. Le había dicho a la mujer lo que había tenido miedo de contar a cualquiera. Que ella había matado a un hombre. Lo había hecho en defensa propia, concedió, pero había matado a un hombre. Le había dicho a Marie cosas que nunca había confiado a nadie antes, y la mujer lo había desechado. Más aún: la acusó de perder su tiempo.

    —¿Qué quieres decir, Marie? Es la verdad —dijo ella a la defensiva—. Pasó. Yo estaba allí.

    Marie buscó intensamente a través de su escaso inglés para encontrar las palabras correctas.

    —Sí, sí, señorita. Puede ser que sea verdad, pero no importante. Está acabado y olvidado. Y no por qué lloras como si se fuera a acabar el mundo. Cuéntame la historia real. ¿Quién se preocupa de dónde vienes, o de dónde vengo yo? Hoy somos iguales. Ayer es el desuello de una serpiente, que puede ser desechado muchas veces.

    Sakura permaneció sentada por un largo momento, mientras un escalofrío paseaba por su espina y en su vientre. El reloj del vestíbulo tocó un cuarto de hora y Sakura miró a Marie con una nueva apreciación.

    Haciendo una respiración profunda, Sakura le contó de Dalkeith-Upon-the-Sea. De Mikoto. Y de Sasuke. Los ojos castaños de Marie se encendieron con una chispa, y Sakura la convidó con una rara visión que apostaría pocas personas habían visto alguna vez. La diminuta mujer de piel aceitunada se rió y la aplaudió con sus manos pequeñas al oír hablar de su amor y de su tiempo con Sasuke. Se maravilló con los detalles, con sus ohhhh sobre la guardería, frunciendo el cejo al oír decir demasiadas veces el nombre de Neji, coronando con sus ahhhh su tiempo juntos en Uster, suspirando por la boda que debería haber sido.

    —Ah... finalmente... esta es la historia real —Marie asintió.

    .

    .

    En 1514, Sasuke estaba intentando dormir desesperadamente. Había oído que un hombre podía helarse hasta la muerte si se durmiera en la nieve. Pero o el condenado frío no sabía demasiado de eso o él no había bebido lo bastante realmente. Pero podría remediar eso. Estremeciéndose, se arropó mejor con su kilt contra el viento amargo, aullador. Tropezando, se balanceó irregularmente en los escalones exteriores hacia la terraza, sabiendo que a menudo los guardias guardaban unas botellas allí para mantenerlos calientes mientras vigilaban.

    No hubo suerte. Ninguna botella y ningún guardia. ¿Cómo podía haberlo olvidado? Los guardias estaban adentro, donde estaba caliente. Él era el único afuera. Dando puntapiés agresivamente a la nieve en la terraza, se tensó cuando una sombra se dibujó, negra contra la nieve brillante. Él entornó los ojos y observó a través de los revueltos copos húmedos.

    —¿Qué infiernos estás haciendo aquí, Naruto?

    Naruto renuentemente había abandonado su estudio persistente del crepúsculo. Estaba a punto de explicarlo cuando vio el rostro de Sasuke y en cambio guardó silencio.

    —Dije ¿qué estás haciendo aquí, Naruto? Me dicen que prácticamente vives en mi terraza ahora.

    Repentinamente furioso, Naruto replicó:

    —Y a mí me dicen que prácticamente vives en una botella de whisky ahora.

    Sasuke se tensó y frotó su mandíbula sin afeitar.

    —¡No me grites, hijo de perra! Eres quien me mintió sobre mi... —Él no podía decir la palabra. No podía pensarla siquiera. Su esposa, sobre quien Naruto había tenido razón. Su esposa, que lo había dejado por Neji.

    —Eres tan increíblemente obtuso que no puedes ver la verdad ni siquiera cuándo está justo delante de ti, ¿no es cierto? —espetó Naruto.

    Sasuke pensó ebriamente: Dios, ¿dónde había oído esas palabras antes? ¿Por qué hicieron que su corazón se tambaleara dentro de su pecho?

    —¿Qué estás haciendo aquí, Naruto? —repitió obstinadamente, asiéndose al parapeto para mantenerse en pie.

    —Esperar una maldita estrella fugaz para desear su regreso, estúpido borracho.

    —Yo no quiero que regrese —gruñó Sasuke.

    Naruto resopló.

    —Puedo haber metido la pata una vez, pero no soy el único que permitió a sus emociones interferir. ¡Si simplemente dejaras de lado tu orgullo tonto y tu cólera, comprenderías que la chica nunca te habría dejado de buena gana por el maldito herrero!

    Sasuke retrocedió y frotó su rostro.

    —¿Qué dices, hombre?

    Naruto se encogió de hombros y retrocedió, sus ojos azules investigando intensamente el cielo.

    —Cuando pensé que ella te estaba rompiendo el corazón, intenté mantenerme apartado de ustedes. Fue una maldita y tonta cosa la que hice, lo sé ahora, pero hice lo que pensé era mejor en ese momento. ¿Cómo infiernos iba a suponer que ustedes dos estaban enamorándose? Yo no he tenido esa experiencia. ¡Me parecía una maldita batalla! Pero ahora, pensando en ello, estoy seguro de que ella te amó desde el mismo principio. Todos nosotros podíamos verlo con claridad. Si arrancaras tu cabeza el tiempo suficiente de esa botella y tu propio terco trasero, podrías desarrollar esa visión perspicaz también.

    —Ella-dijo-que-amaba-al-herrero —Sasuke escupió cada palabra cuidadosamente.

    —Ella dijo, si recordarás, que ella lo amaba igual que a Sasori. Dime Sasuke, ¿cómo había amado ella a su Sasori?

    —No sé —gruñó Sasuke.

    —Intenta imaginarlo. Me dijiste que él rompió su corazón. Que ella habló de él mientras la sostuviste en...

    —¡Calla, Naruto! —rugió Sasuke cuando se alejó en la noche.

    Sasuke vagó por los jardines cubiertos de nieve con las manos apretadas sobre sus orejas para prevenir el diluvio de voces. Sólo quitó sus manos lo suficiente para tomar otro trago de la botella que había hurtado al muchacho de los establos. Pero el olvido nunca llegaba, y las voces no se detenían; simplemente crecieron más claras y ruidosas.

    Yo te amo, Sasuke. ¿Confiar en ti, Sasuke? Con todo mi corazón y aún más allá.

    Ninguno de mis halcones ha volado de mi mano alguna vez sin volver, la había advertido al principio de ese mágico verano.

    Tenías razón sobre tus halcones, Sasuke, ella había dicho cuando se había marchado con Neji. Él se había preguntado una noche por qué habría dicho esas palabras; no habían tenido en absoluto ningún sentido. Pero ahora una indirecta de comprensión penetró en su estupor.

    Tenías razón sobre tus halcones...

    ¿Sus propios celos e inseguridad sobre el herrero habían enturbiado su visión?

    Ninguno de mis halcones ha volado de mi mano...

    Sasuke caminó tambaleándose cuando un pensamiento terrible se le ocurrió. El día de su boda, ella se había ido de su lado por más de dos horas. Él no había podido encontrarla. Entonces ella había salido apresuradamente del broch. Él había querido regresarla a la frialdad dulce para hacerle el amor y ella lo dirigió cuidadosa y determinadamente lejos. Habían ido, en cambio, al establo.

    ¿Qué había estado haciendo ella en el maldito broch su día de bodas?

    Él corrió a través del jardín helado y saltó la pared de piedra baja, corriendo a través de la muralla. Abrió de golpe la puerta del broch y se paró en medio, abriendo la boca en grandes respiraciones para llenar sus pulmones. Estaba demasiado oscuro con la caída de la noche. Volvió afuera y abrió las contraventanas. No era mucha luz, pero quizá sería suficiente.

    Sasuke permaneció en el centro de la torre redonda, los recuerdos dando volteretas alrededor de él. Poco a poco sus ojos se ajustaron a la oscuridad. ¿Qué estabas intentando decirme, chica?

    Su mente giró mientras los ojos investigaron el suelo, el techo, las paredes... Allí.

    Él cruzó hacia la pared directamente frente a la puerta, y allí estaba, en letras diminutas. Escrito en la pared oscura con pálida caliza blanca.

    Ninguno de tus halcones se ha volado, mi amor, de buena gana. ¡Siempre tuya!
    S.H.U.


    Una grieta diminuta saltó en el dique que había detenido su angustia y había soltado un goteo de dolor que no se detuvo. Ella había intentado decirle... Él no usa ninguna amenaza contra mí, había dicho. Pero el herrero había usado obviamente algún tipo de amenaza contra alguien o algo que Sakura amaba más de lo que había querido su propia felicidad.

    ¿Cómo no podía habérselo figurado antes? Que su amada esposa habría sacrificado todo para mantener Dalkeith a salvo, así como él lo había hecho. Que el suyo era un amor tan profundo, tan altruista, que ella habría atravesado el infierno y regresado a él para proteger lo que amaba.

    Sasuke gimió en alto cuando los recuerdos giraron a través de su mente. Sakura bañándose con él en un fresco arroyo en su retorno de Uster, y la reverencia simple en sus ojos cuando había inspeccionado el paisaje salvaje de Escocia. Los ojos de Sakura que brillaban cada vez que contemplaba las paredes de piedra de Dalkeith. La ternura de Sakura y su corazón manso escondidos cuidadosamente detrás de su fachada remota.

    El herrero bastardo debía haberla encontrado en el broch, o quizás la había arrastrado allí. Neji la había amenazado obviamente con usar sus poderes extraños para destruir Dalkeith, y Sakura habría hecho cualquier cosa que él hubiera pedido para evitar eso. ¿O era a él, Sasuke, a quien Neji había amenazado destruir? Ese pensamiento lo hundió en una rabia aún más profunda. Por eso, su esposa se había sacrificado para protegerlo y le había dejado un mensaje amoroso para permitirle saber lo que no podía arriesgarse a decirle. Que siempre lo amaría. Sus palabras extrañas habían sido seleccionadas cuidadosamente para hacerlo preguntarse por qué ella las había dicho. Para hacerle ir al broch de los halcones y echar una mirada alrededor. Ella no había podido arriesgarse siendo más explícita por temor a que Neji cumpliera su amenaza.

    Ella debía haber escrito esas palabras sólo momentos antes de que él la encontrara el día de la boda. Sabiendo que tenía que dejarlo para mantenerlo seguro, ella había querido una última cosa: que él mantuviera su fe en ella.

    Pero él no la había tenido. Había rugido como un animal herido, creyendo rápidamente lo peor.

    Tragó la bilis amarga de su vergüenza. Ella nunca había dejado de amarlo. Ella nunca lo dejaría de buena gana. Un consuelo pequeño ahora.

    ¿Cómo había podido dudar de ella alguna vez, incluso durante un minuto?

    La botella se dejó caer de sus manos con un golpe. Sasuke James Lyon Uchiha, el hombre más hermoso y amante renombrado de tres continentes, que podría ser envidiado por los mismos Fae, cayó de rodillas sobre el suelo, sin poder sentarse siquiera. Sin embargo las lágrimas casi se helaron en sus mejillas antes de caer a la tierra.

    Horas después, Sasuke inició su ascensión lenta y sobria de nuevo hasta la terraza y se sentó pesadamente al lado de Naruto. Como si su conversación de más temprano nunca hubiera sido interrumpida, él dijo:

    —Sasori... Ella dijo que él la usó como a una estúpida, y lloró.

    Naruto contempló a su mejor amigo y casi gritó de alivio. Los salvajes ojos negros eran de nuevo esencialmente equilibrados. Las agrietadas, quebradizas piezas de su corazón ya no lo hacían pender en el aire. Había un vislumbre de la determinación y fuerza del viejo Sasuke en su rostro, pero apenas un vislumbre era un buen comienzo.

    —Sasuke, mi amigo, no hay un hombre, mujer o niño en Dalkeith que crea que ella te dejó de buena gana. O yo puedo quedarme aquí y puedo helar mi trasero intentando encontrar una estrella fugaz, o puedes hacer algo sobre eso. Yo —y mis heladas partes inferiores— te lo agradeceríamos ciertamente. Como todos en Dalkeith. Haz algo, hombre.

    Sasuke cerró los ojos e hizo una profunda, estremecedora respiración.

    —¿Como qué? Los viste desaparecer en el aire. No sé dónde empezar siquiera.

    Naruto apuntó a la cima humeante de la Montaña de Brahir en silencio, y Sasuke asintió despacio.

    —Sí. Los Rom.

    Naruto y Sasuke pasaron un momento mirando fijamente, en silencio, las nieblas grises revueltas.

    —¿Sasuke?

    —¿Hmmm?

    —Nosotros la regresaremos a casa —prometió Naruto.
     
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    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1979
    CAPÍTULO 32

    Tomó más de un mes de frustrantes pesquisas encontrar a los Rom, que se habían mudado hacia climas más calurosos durante el invierno. Fue Naruto quien finalmente los halló y devolvió a Bansai a Dalkeith. Sin conocimiento de Sasuke, recuperar a Sakura se había vuelto la penitencia personal de Naruto, y encontrar a los Rom había sido un paso menor en su camino.

    —¿Quién es Neji Hyūga realmente? —preguntó Sasuke.

    Todos los que se habían reunido en el Gran Hall se habían hecho la misma pregunta alguna vez durante la estancia del extraño herrero, y todos se inclinaron para oír la respuesta más cerca.

    —Ustedes los Highlanders llaman a su gente daoine sith. Neji es el Bromista de las Hadas. El bromista en la Corte de la Reina de las Hadas —Bansai suspiró y pasó las manos angustiadas a través de su pelo color de plata.

    —Hadas —Naruto se hizo eco cuidadosamente.

    —Oh, no vas a conseguir asustarme, Naruto Uzumaki —Bansai espetó—. Tú mismo oíste a la banshee la noche en que tu gente fue asesinada. Viste el frijol nighe, a la lavandera fregando el vestido ensangrentado de tu madre antes de que ella muriera. Simplemente me hace preguntarme sobre qué otras cosas que has visto no has dado testimonio —Bansai se interrumpió abruptamente y agitó su cabeza—. Pero eso no nos concierne aquí ni ahora. El hecho simple es que las Hadas habitan en estas islas. En consecuencia, ellos están desde mucho tiempo antes de que nosotros viniéramos, y continuarán aquí probablemente después de que nosotros nos hayamos ido.

    —Yo siempre he creído —dijo Mikoto suavemente.

    Sasuke caminó inquietamente cerca del fuego. Él había crecido oyendo las leyendas de las Hadas, y el hada Bromista —el pecador siriche du—, era el más peligroso de todos.

    —Dime cómo vencerlo, Bansai. Dime todo lo que hay que saber.

    Conservar las huellas del pasado era un hecho asombroso de memoria, y no todos los Rom podían mantener archivos tan exhaustivos en sus cabezas. Pero Bansai era uno de los mejores guardianes de la sabiduría, y era venerado por poder recitar los cuentos antiguos palabra la palabra: las palabras de su padre, y del padre de su padre antes que él hasta cincuenta generaciones atrás.

    —Se me dijo como sigue —Bansai tomó una profunda inspiración y empezó—: Hay dos maneras de estar seguro de hallarse ante un Fae. Uno es reclamar el juramento de la Reina en el Pacto de los Tuatha De Danaan. Eso es casi imposible de obtener porque ella raramente se molesta con las preocupaciones de los mortales. El otro es invocar el verdadero nombre del hada con quien uno está tratando. Uno debe pronunciar entonces correctamente el nombre, en la propia lengua del ser, mientras mira directamente a los ojos del hada, y emitir una orden. Esta orden debe ser explícita y completa, porque precisamente sólo se obedecerán esas palabras. No hay ningún límite en la longitud de la orden, pero debe ser pronunciada para que sea irrompible, imposible de contradecir y eterna. Uno puede hacer una pausa, pero nunca debe terminar una frase hasta que la orden entera esté completa. Si la orden se rompe para reasumir cualquier conversación, la magnitud de obediencia finaliza sin cumplirse —Bansai hizo una pausa un momento para estudiar el fuego—. Entonces, nuestras historias dicen que si miras directamente a los ojos mientras lo llamas por su verdadero nombre, él es tuyo para ordenarle —Bansai paseó inquietamente ante el fuego en el gran hall.

    —¿Cuál es su verdadero nombre?

    Bansai sonrió débilmente y esbozó varios símbolos en la ceniza del hogar.

    —Nosotros no lo pronunciamos en alto. Pero él es el negro, el provocador del olvido. Tiene muchos otros nombres, pero es sólo este el que te concierne a ti.

    Sasuke estaba incrédulo. Si solamente hubiera dicho el nombre de Neji en gaélico, él lo habría tenido.

    —¿Tan simple, Bansai? ¿Quieres decirme él era tan arrogante y seguro de sí mismo que se llamó a sí mismo Neji Hyūga? —Amadan Dubh. Sasuke hizo eco del nombre en la soledad de su mente. Literalmente traducido significaba Neji Hyūga.

    —Sí. Pero sin embargo hay que capturarlo, Sasuke. Tienes que encontrarlo primero. Él sólo puede ser ordenado si está presente y profieres su nombre mientras lo miras directamente a los ojos. Y se dice que sus ojos pueden enviar a un hombre rápidamente a la locura.

    —Ya he estado allí —murmuró Sasuke ausentemente—. ¿Por qué no me dijiste esto cuando él todavía estaba aquí? ¿Antes de que él apresara de nuevo a Sakura?

    Bansai agitó su cabeza.

    —¿Me habrías creído que si te hubiera dicho que ese Neji era de una raza mítica? ¿Que nosotros creíamos que él había traído a la chica aquí para alguna venganza extraña? Mikoto me dijo que ni siquiera creíste que ella era del futuro hasta que tú mismo la viste desaparecer.

    Los ojos de Sasuke se nublaron y frotó su mandíbula con impaciencia.

    —Es cierto —concedió finalmente, de mala gana—. Pero podrías haberme advertido.

    —Lo hice, Sasuke, ¿recuerdas? Tanto como pude el día del entierro de Kin.

    Sasuke asintió sobriamente. Verdad. Y su mente había estado tan llena de pensamientos sobre su esposa que él había puesto delante sus propios deseos antes que las advertencias.

    —Además, aún cuando yo hubiera pensado que me habrías creído, no te lo habría dicho probablemente. Compeler a un Hada es un último recurso: es una cosa peligrosa. Con el verdadero nombre del Bromista puedes compelerlo sólo una vez, y precisamente a las palabras de tu ley. El Bromista sólo obedece exactamente lo que dices. Si tú dices: yo te ordeno que devuelvas a Sakura, él tendría que traerla. Pero ella podría estar muerta, porque no especificaste en qué condición debía traerla.

    Sasuke tiró su cabeza hacia atrás y gruñó un lamento de frustración.

    Bansai continuó.

    —O, si fueras decir, 'Llévame a ella', él lo haría, pero podrías estar muerto. O convertirte en un lagarto si el pensamiento lo atrajera. Es una cosa muy peligrosa intentar obligar al Bromista de las hadas.

    Sasuke frotó su cara recién afeitada, reflexionando mientras observaba las llamas y escuchaba intensamente cuando Bansai continuó. Él se abrió paso, a través del diluvio de información, escogiendo y escogiendo cuidadosamente. Podía hacerse. Sí, podía. Cuando Bansai finalmente calló, pasaron un tiempo en completo silencio excepto por el crujido del fuego del hogar.

    —Si escoges intentarlo, todavía tenemos un pequeño problema, mi amigo —advirtió Bansai.

    —¿Cuál? —preguntó Sasuke ausente.

    —Él se ha ido. ¿Cómo lo encontrarás? He conocido a hombres que buscaron al Hada legendaria sus vidas enteras, sin embargo nunca vieron más que un kelpie perdido, Sasuke.

    Sasuke consideró eso un momento, entonces sonrió.

    —¿Egoísta, dices que es?

    —Sí.

    —Vano, obviamente.

    —Sí —Bansai confirmó.

    —Inclinado a los ataques de ira y travesura, era cómo creo que dijiste.

    —Sí.

    —Y parecería que vino aquí estimulado por una cosa tan humana como los celos. De mí.

    —Eso es verdad.

    —Bueno. Entonces estoy a punto realmente de agitar su sucio y pequeño mundo.

    —¿Qué tienes en mente, Sasuke? —preguntó Bansai, el rastro débil de una sonrisa tallándose en su rostro reseco.

    Sasuke sonrió abiertamente y se levantó. Tenía trabajo que hacer.

    .

    .

    .

    Sakura subió corriendo los escalones del 93 de Coattail Lane con más energía de la que había tenido en meses.

    —¡Marie! ¡Marie! —gritó cuando se sumergió a través de la puerta y buscó a la diminuta mujer cubana que se había vuelto más que su casera en el último mes; ella era ahora más como una madre y una querida amiga.

    Sakura le había pedido rotundamente a Marie que se pasara a la casa con ella, y cautamente las dos habían establecido los rituales encantadores de amistad; los tés nocturnos, la mañana de charlas, la risa compartida y las lágrimas.

    —¡Marie! —Ella llamó de nuevo. Entonces, atrapando a Moonie, la levantó y giró a la mimada gatita alrededor del vestíbulo.

    —¿Sakura? —Ella apareció en la puerta, los ojos luminosos de esperanza. Marie contempló a Sakura un momento cuidadoso; su rostro brillante, los ojos chispeantes—. ¿Viste al doctor?

    Sakura meneó su cabeza y abrazó a Moonie firmemente. El gato dio un resoplido enfadado y se retorció. Sakura y Marie se miraron silenciosamente por encima de la cabeza del gatito.

    —Y doctor dijo... —animó Marie.

    —¡Tenías razón, Marie! Eso es por lo que me sentía tan enferma. Tendré al bebé de Sasuke, Marie —exclamó Sakura, incapaz de mantener ocultas las noticias mucho más tiempo—. ¡Tengo al bebé de Sasuke dentro de mí!

    Marie aplaudió con sus manos y se rió deleitada. Sakura sanaría con el tiempo. Tener al bebé del hombre que amaba podía llenar de esperanza el corazón de cualquier mujer.

    .

    .

    .

    Sasuke contrató a cincuenta arpistas y bufones y les enseñó nuevas canciones. Canciones sobre el débil Bromista de las hadas que había sido alejado de Dalkeith-Upon- the-Sea por el legendario Sasuke. Y siendo semejante leyenda en su propio tiempo, a sus cuentos se les concedieron gran verdad y poder. Los músicos estaban encantados con la grandeza épica de semejante cuento salvaje.

    Cuando habían ensayado a perfección los versos y estribillos que retrataban la derrota del Bromista, Sasuke los envió a los condados de Escocia e Inglaterra. Naruto acompañó al grupo de actores que viajaban a Edimburgo para ayudar él mismo a diseminar el cuento, mientras Sasuke se pasaba horas en vela garrapateando, tachando y perfeccionando su orden para cuando el Bromista apareciera. A veces, en las horas pequeñas de la mañana, alcanzaba su juego de leznas afiladas y cuchillos y empezaba a tallar soldados del juguete y muñecas, uno por uno.

    En la Isla de Morar, la Reina sofocó una risa delicada con una mano diminuta cuando notas de la nueva obra flotaron por el mar. Neji gruñó.

    El Bromista había estado solazándose durante meses con su derrota sobre Sasuke.

    Finamente, él había dicho al Rey, y para que nadie más escuchara:

    —Él puede haber sido hermoso, pero no era ningún contrincante para mí. Simplemente un tonto de rostro hermoso.

    El Rey irguió una ceja traviesa, incapaz de resistirse a mofarse del Bromista.

    —¿Estúpido él? ¿Derrotado él? Mi Bromista, parece que nosotros te nombramos de esta manera en verdad. La leyenda del Bromista de las hadas simplemente se ha vuelto a escribir. Para toda la eternidad de los mortales tu derrota se recordará, no la suya.

    El Bromista soltó un aullido gigante de rabia y desapareció. Esa vez, Hashirama fue directamente al lado de su Reina.

    —El Bromista va hacia Sasuke —le dijo. Neji estaba con un temperamento terrible, y el Bromista casi había destruido su raza una vez antes. El Pacto no debía romperse.

    La Reina rodó hacia su lado y midió a su consorte un largo momento. Entonces ofreció sus labios para sus besos y Hashirama supo que estaba una vez más congraciado con su amor.

    —Hiciste bien en decírmelo, mi querido.

    .

    .

    A veces, muy tarde por la noche, Sakura soñaba que paseaba por las cuestas verdes de Dalkeith de nuevo. Los dedos frescos del aire salado y perfumado de rosas lamerían su pelo y acariciarían su piel.

    En sus sueños, Sasuke estaría esperando por ella en el borde del mar; su laird escocés vestido de kilt, magnífico. Él sonreiría y sus ojos brillarían, y después se pondrían oscuros de pasión.

    Ella tomaría su mano y la pondría suavemente en la hinchazón de su abdomen, y el rostro masculino ardería con felicidad y orgullo. Entonces él la tomaría, allí en el borde del precipicio, suavemente, en consonancia con el golpear del océano. Él le haría amor feroz y posesivamente y ella se aferraría a él tan firmemente como pudiera.

    Pero antes del alba, él desaparecía a través de sus dedos.

    Y ella se despertaba, sus mejillas mojadas de lágrimas y sus manos asiendo nada más que un poco de colcha o almohada.
     
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    Romance/Amor
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    35
     
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    2746
    CAPÍTULO 33

    1 de abril de 1514

    Él estaba cerca. Sasuke podía sentirlo mientras estaba sentado en su estudio puliendo un soldado de juguete mientras miraba el nacimiento del alba encima del mar. Una sensación de hormigueo empezó en la base de su espina y lo inundó, elevando todos sus sentidos.

    Sasuke sonrió oscuramente y puso el juguete cuidadosamente a un lado. Algo malo acababa de llegar. Sí. ¡Y yo estoy listo esta vez, bastardo!

    Sasuke cruzó su estudio hasta su escritorio y rodó el haz grueso de pergamino y lo envolvió en el cinturón de cuero de su sporran. Estaba listo para usarlo, pero sólo después de que tuviera la satisfacción de luchar contra el herrero en términos mortales.

    Él caminó en la mañana sintiéndose más vivo de lo que se había sentido en meses.

    Aguanta y cree en mí, amor, él susurró a través de los siglos.

    Porque el amor y la fe eran magias poderosas por sí mismas.

    —Ven fuera, cobarde —llamó él, su respiración helándose en el aire frío de la mañana. Las nevadas se habían detenido hacía unas semanas, sólo montones esparcidos permanecían, y pronto la primavera engalanaría una vez más Dalkeith-Upon-the-Sea. Como lo hará mi esposa, se juró furiosamente. Durante días había estado tenso, sabiendo que algo estaba a punto de pasar. Sintiéndolo en su corazón, como el Rom a veces sufría sus premoniciones. Entonces, esa mañana, se había levantado en las horas oscuras sabiendo que el tiempo estaba a su favor. La batalla se emprendería ese día, y era una batalla que él ganaría.

    —¡Ven! Es fácil luchar anónimamente. Sólo me dice que eres demasiado cobarde para declararte y enfrentarme —se mofó al aire empañado.

    Se sintió tonto por un momento, entonces empujó el sentimiento bruscamente a un lado. Neji Hyūga estaba cerca, lo sabía hasta la médula de sus huesos, estimulados por las obras del trovador y la debilidad de un Bromista.

    —¡Enemigo! ¡Enfréntame! Cobarde, endeble, lloriqueante cachorro. Apuesto que te escondías en las faldas de tu mamá como un muchacho pequeño, ¿no es verdad? ¿Temblando y mofándose desde detrás de una mujer como lo haces ahora? —se burló Sasuke en la mañana silenciosa—. Usaste a una mujer como tu peón. Cualquiera podría jugar semejante juego débil. Yo te desafío a un verdadero concurso, gusano sin entraña. La brisa arreció, más punzante ahora, pero aún así nadie llegó. El aire se arremolinó densamente en un rápido barrenar de nubes con negros nubarrones. Sasuke se rió en alto, sintiendo alegría y fuerza atravesar sus venas.

    —El hombre mortal sabe la verdad ahora de ti, Neji: que no pudiste ganar a mi esposa, que ella te desdeñó por mí —Naturalmente, él omitió la verdad de que Neji lo había convencido temporalmente de que Sakura había ido de buena gana. Pero Sasuke había recobrado sus sentidos, junto con su fe y confianza en su esposa—. ¡Yo sé que ella te rechazó, herrero! Sé que la obligaste a que me dejara contra su voluntad. Ella me escogió por encima de ti y el país entero lo sabe ahora.

    —Calla, mortal —la voz de Neji susurró en la brisa.

    Sasuke rió.

    —¿Encuentras esto entretenido? ¿Piensas incitar mi ira y vivir para reírte sobre esto? ¿Eres de verdad tan loco? Porque no eres mi contrincante.

    Sasuke todavía estaba sonriendo cuando dijo suavemente:

    —Yo era más contrincante cuando estaba Sakura.

    —Enfrenta a tu verdugo, pájaro hermoso —Neji salió amenazantemente de la densa niebla de las Highlands.

    Los dos hombres se contemplaron salvajemente. Neji caminó más cerca.

    Lo mismo hizo Sasuke.

    —Batalla justa, Fae inconstante. A menos que tengas demasiado miedo.

    —¿Para esto me llamaste? ¿Para una lucha a puñetazos?

    —Toma una forma mortal, Neji. Lucha conmigo hasta la muerte.

    —Nosotros no morimos —Neji sonrió con desprecio.

    —Entonces lucha como mi igual. Lucha justo.

    Se rodearon cautelosamente, en una musculosa masa burbujeante de hostilidad en libertad. La violencia que había latido desde el momento en que esos dos hombres se habían encontrado, ascendió hasta transformarse en un hervor rugiente. Era un alivio para Sasuke estar allí, haberlo hecho. ¡Y oh, poner sus manos por fin en ese herrero bastardo!

    —Una batalla justa es la que siempre llevo a cabo.

    —Mientes, Bromista. Engañas todo el tiempo.

    —¡Yo nunca he engañado!

    —Bien, sin trampas ahora —advirtió Sasuke cuando se enfrentaron—. A mano limpia. Hombre contra hombre, eres mi rival en tamaño. ¿Lo estás en fuerza, agilidad y habilidad? No lo creo.

    Neji se encogió de hombros indolentemente.

    —Lamentarás el día que naciste, pájaro hermoso. Yo ya te he ganado y he tomado a tu esposa, pero este día sellaré tu destino. Este día destruiré Dalkeith, hasta que no sea nada más que una montaña de granito sobre el borde del precipicio, para encontrarse con el mar hambriento. Tus huesos estarán entre ellos, Sasuke.

    Sasuke inclinó su cabeza oscura hacia atrás y rió.

    Amortajada en la pesada niebla, la corte de Tuatha De Danaan observó la lucha.

    —¡Sasuke está ganando!

    Suspiro plateado.

    —Demasiado hombre.

    —¡Míralo moverse! Rápido como una pantera, mortal como una pitón.

    —No pienso que lo sepa, pero él está ahora a salvo de todos nosotros. Porque yo lo he ordenado —espetó la Reina en una ráfaga frígida de aire.

    Un silencio largo.

    —¿Jugará el Bromista justamente? —preguntó Aine, la pequeña, tímida hada.

    La Reina suspiró.

    —¿Lo hace alguna vez?

    Sakura asió la mano de Marie y jadeó cuando sintió el puntapié suave en su útero. De algún modo, se sentía como si Sasuke estuviera cerca y necesitara su fuerza y amor. Como si algo mágico la cubriera con sus alas, casi lo bastante tangible para asirlo con sus dedos delgados. Ella apretó los ojos firmemente y envió su corazón por las grietas del tiempo.

    Neji gruñó.

    —Ya es bastante de esta idiotez mortal. Es tiempo de acabar esto por última vez —Estaba sangrando, su labio cortado y su nariz rota. Neji usó su fuerza inmortal para echar a Sasuke a la tierra, a sus pies. Una espada apareció en la mano de Neji, y puso la hoja contra la garganta del humano.

    —El Pacto sea condenado —murmuró Neji, balanceando el filo como una navaja de afeitar en la yugular de Sasuke. Irguió una ceja y se mofó del mortal caído—. Sabes, por un momento estuve preocupado de que pudieras haber aprendido algo sobre mi raza, el tipo de cosa que no nos gusta que los mortales sepan. Pero parece que tenía razón desde el principio sobre ti, y mi preocupación fue por nada. Eres de verdad un gran idiota. ¿Pensaste realmente que me podrías ganar en una lucha? —Neji agitó su cabeza e hizo un sonido despectivo—. Apenas. Se necesita más para derrotar a mi raza. Oh, y ya que estamos, prepárate a morir, mortal.

    Pero su amenaza dio la oportunidad que necesitaba la leyenda a sus pies. Sasuke envolvió su mano arrogantemente alrededor de la espada y miró profundamente en los ojos de Neji. La intensidad de la mirada del mortal capturó la de Neji y la sostuvo con una fuerza todopoderosa.

    Neji se tensó, y un parpadeo de incertidumbre encendió su rostro. Sasuke sonrió.

    —Amadan Dubh, yo te obligo de esta manera...

    Neji se tensó y su mandíbula se dejó caer, desmintiendo una genuina expresión humana de asombro. La espada desapareció de su mano cuando las palabras del ritual antiguo de ligamiento lo enlazaron firmemente.

    —¡No puedes hacer esto! —escupió Neji.

    Pero Sasuke podía, y lo hizo.

    Neji gruñó desde el fondo de su garganta. No era en absoluto un sonido humano.

    Veinte minutos después, Neji estaba abriendo la boca con escepticismo. Sasuke había desenrollado un verdadero pergamino de su sporran y había estado leyendo una lista muy larga y muy específica de demandas.

    —... y nunca vendrás de nuevo a Dalkeith-Upon-the-Sea...

    Neji se estremeció.

    —¿Ya terminas, pájaro hermoso?

    Sasuke continuó sin interrumpirse y desenrolló aún más su pergamino.

    —¿Escribiste un endemoniado libro? No puedes haberlo hecho —dijo Neji a través de los dientes apretados—. Consigues una sola orden. No puedes leer esa cosa por completo.

    Sasuke casi se rió en alto. El engaño empezaría ahora. Cualquier cabo suelto que el hada inconstante pudiera encontrar, intentaría usarlo. Pero Sasuke no había dejado ningún cabo suelto. Siguió leyendo.

    —Dije que lo dejaras, infantil, lloriqueante masa de mortalidad. No funcionará.

    —... y nunca harás... —continuó Sasuke.

    Neji gruñó y rugió, su rostro helado cada vez más blanco.

    —Maldeciré a tus hijos, los hijos de tus hijos... Maldeciré a Sakura y todos sus hijos... —Neji se balanceó en el aire amenazadoramente.

    Sasuke se tensó e hizo una pausa. Sus ojos volaron a Neji.

    Neji ahogó una risita de alegría, seguro de que Sasuke trastabillaría y rompería su orden.

    Los labios de Sasuke se retiraron atrás en un gruñido feroz.

    —... y nunca pondrás una maldición en mi familia, mi linaje, sobre mí mismo, o mi familia y linaje, y te ordeno que no amenaces a ningún Uchiha... incluso Sakura; como Uchiha se define expresamente a cualquier pariente por el lazo de sangre directa, matrimonio o adopción, se define por linaje a la descendencia, y los niños adoptados u obtenidos por otros medios; no dañarás ninguna pertenencia animal a...

    Neji se paseó impacientemente por un espacio achaparrado de tierra, el temor ahora evidente en cada uno de sus pasos.

    —... obediencia que se define como... y cuando me devuelvas a Sakura, todo estará en orden en Dalkeith-Upon-the-Sea... Sasuke y toda su gente serán protegidos de cualquier daño, vivos y con la mejor salud, sin trucos... y Sakura debe ser regresada con su gato a través del tiempo... y...

    El rostro de Neji, una vez hermoso, era una máscara lívida de odio.

    —¡No perderé! Encontraré una manera de derrotarte, Sasuke.

    —... y abandonarás cualquier pensamiento o acciones de venganza contra los Uchiha...

    Neji ondeó su mano y Sakura apareció, mirando absolutamente aturdida y asiendo un gato arañando en sus brazos.

    Sasuke se estremeció imperceptiblemente, sabiendo que ese era simplemente un truco más de Neji para conseguir que él interrumpiera su orden. Cinco meses, cinco meses horribles, sin corazón, sin un vislumbre de su rostro querido, y ahora ella estaba de pie ante él. Impresionante, adorablemente encantadora. La mirada de Sasuke descansó hambrientamente en su cara, su melena rosa, su cuerpo lujurioso, su vientre redondo...

    ¿Su vientre redondo? Sus ojos volaron a Sakura, dilatados de asombro y temor, cuando una violenta posesividad lo estremeció de pies a cabeza.

    ¡Su niño! Su hija o hijo. Sangre de su sangre... y su Sakura.

    Sakura estaba embarazada.

    Sasuke estaba mudo.

    Neji sonrió abierta, perversamente, y Sasuke lo vio.

    Pero no perdería a Sakura. Tenía demasiado para leer todavía. Con férrea fuerza de voluntad, Sasuke apartó los ojos de su amada esposa.

    Era la cosa más dura que había hecho alguna vez en toda su vida. Los ojos de Sakura lo devoraron.

    Tuvo miedo de interrumpir, asustada del movimiento. De algún modo ella había dado un tirón milagroso directamente de su biblioteca, y Moonie, que había estado en el cuarto junto al fuego se acurrucaba cómodamente en sus brazos. Todavía podía ver el rostro sobresaltado de Marie que se desvanecía ante sus ojos.

    Y allí estaba Sasuke, su amado esposo y su vida misma.

    —¿Cómo pudiste resistírteme, Bella? —Neji era de repente de nuevo el herrero, vestido con kilt y deslumbrante—. Soy tan hermoso como Sasuke y puedo complacerte de maneras que ni siquiera puedes soñar. Podría hacerte sentir como si te volviera de adentro hacia afuera, y hacerte llorar de éxtasis. ¿Cómo podrías abandonarme?

    —Yo amo a mi marido —Ella había pasado muchos meses aferrándose a la esperanza del niño de Sasuke que crecía dentro de ella y estudiando todo sobre la sabiduría Céltica, esperando poder tener en sus manos la esperanza de hallar una manera de volver. Pero Sasuke, por lo que parecía, lo había encontrado por ella.

    —Amor. ¿Qué es eso del amor, esa cosa que los mortales aprecian tan benévolamente? —Neji sonrió con desprecio.

    —Ya es suficiente, Bromista —llegó un estruendo plateado del suspiro de la Reina de las Hadas.

    Incluso Sasuke vaciló en sus palabras, a mitad de una oración, ante esa voz.

    —Y suficiente de ti también, hermoso, legendario Sasuke.

    Más dulcemente que el sonido de las campanillas, su voz era un golpe sensual del cielo. Pero Sasuke continuó, sin interrupción:

    —...y como se usó en esta orden, la palabra persona querrá decir e incluirá, apropiadamente, a un individuo u otra entidad; el plural se sustituirá por el singular y el singular por el plural cuando sea apropiado; y las palabras de cualquier género incluirán cualquier otro género...

    Sakura miró a su marido, sus ojos ardientes de amor y orgullo.

    —El Bromista me obedecerá. Yo soy su Reina.

    Sasuke hizo una pausa del tamaño de una respiración, no lo bastante para romper la continuidad, pero sí suficiente para reconocerlo.

    —Y además, ya has ordenado lo suficiente. Estás pontificando y siendo positivamente redundante. Aún así, bien hecho, mortal. Ella está segura, los dos lo están. Veré por ustedes ahora y siempre.

    Sasuke continuó:

    —...todos los elementos unidos por "si", "y", o "pero", u otras construcciones gramaticales, cuando aparentemente parecen en conflicto, operan en exclusión o limitan de cualquier manera, funcionarán en conjunto y permitiendo la posible definición más amplia de los términos usados aquí dentro...

    La Reina de las Hadas suspiró.

    —Ahhh, ya lo veo. No cesarás esta tontería hasta que yo te ofrezca una prueba. Hombre inteligente. ¿Buscas mi troth? Te lo concedo. Tienes el juramento de la Reina de las Hadas por el pacto del Tuatha De Danaan. Nunca se ha roto, para que nuestra raza no desaparezca.

    Sasuke soltó el pergamino, que rodó, cerrándose con un chasquido audible. Sólo entonces vio Sakura el temblor en sus manos cuando él encontró su mirada, sus ojos triunfantes.

    —Ella nos ha dado protección y lealtad —Su sonrisa podría encender las hogueras de Samhain. Sus ojos negros se deslizaron por ella de la cabeza a los dedos de los pies, demorando amorosamente en cada pulgada entre ellos.

    —¿Estamos seguros? —Sakura susurró, con las lágrimas asaltando sus ojos.

    —Yo los protegeré —titiló la voz plateada—. Ahora y para siempre. ¿Bromista?

    Neji gruñó.

    —Puesto que no puedo al parecer alejarte de los problemas, tendrás una nueva compañera. Aine se pasará los siguientes quinientos años contigo. Ella se esforzará por mantenerte en línea.

    —¡No Aine! —La súplica de Neji no estaba lejos de ser un sombrío gimoteo—. ¡Esa pequeña hada curiosa está enamorada de mí! Yo podría pasar mi tiempo complaciéndote, mi Reina. ¡Permítemelo!

    —Complacerás a Aine, Bromista, o te pasarás los siguientes mil años al pie de una montaña a solas. ¿Crees que estás aburrido ahora?

    Con una última mirada rencorosa a Sasuke, Neji desapareció.

    —Ahora, ¿dónde estábamos? —preguntó la Reina. Sakura entornó los ojos en dirección a la voz. Podía discernir apenas el débil brillo contorno de una mujer flotando en el aire empañado tras de Sasuke.

    —Ah, sí. Los dos estaban a punto de tener una boda en el cerro junto al mar. El Bromista tiene un sentido bestial del tiempo. Partiré del punto donde habían quedado. Yo, Mito, Reina del Tuatha De Danaan, te nombro hombre y esposa. Mortales ni inmortales los separarán nunca, para no incurrir en mi ira eterna. Ahí está. Has sido casado por la Reina de las Hadas. Nadie puede dudar de semejante leyenda.

    Sakura y Sasuke todavía estaban mirándose fijamente a través del jardín, ambos asustados de moverse una pulgada incluso.

    —¿Y bien? ¡Besa a la mujer, hermoso hombre grande! Adelante.

    Sasuke aspiró en una respiración áspera.

    Él había cambiado, comprendió Sakura. El tiempo lo había tornado más hermoso aún que antes, pero no sabía que él estaba pensando lo mismo sobre ella. Sus ojos se deslizaron por su cuerpo, desde su pelo rosa, hasta los pies desnudos bajo un par de pantalones extraños.

    Y entonces ella estaba en sus brazos, juntos en ese abrazo fuerte con que ella había soñado todas las noches durante los últimos cinco meses cuando yacía en la cama, su mano descansando en su vientre redondeado, pidiendo a los cielos solamente un día más con su marido.

    Él acarició sus labios con los suyos.

    —Mi corazón.

    —Tu corazón es... ¡oh! —Ella perdió su respiración bajo sus labios, extasiada.

    —Ahhh —la Reina se maravilló, porque incluso los Tuatha De Danaan se intimidaban ante el verdadero amor—. Eres digno de lo que yo te doy ahora —susurró simplemente, antes de que desapareciera—. Considéralo un regalo de bodas...

    Sólo nos queda el Epílogo.
     
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    Escritora
    Título:
    NIEBLA DE LAS HIGHLANDS
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    2672
    EPÍLOGO

    Sakura respiró profundamente. Nada se compararía nunca al olor de las rosas y la lluvia de la primavera, el rugido incesante de las olas contra los precipicios orientales y la salpicadura de sal en el aire puro. Había salido para mirar el movimiento del crepúsculo encima del mar. Después volvería con Mikoto y continuaría haciendo planes para el bebé. Sofocó una risa con su mano. Mikoto finalmente le había hecho el sincero pedido a Sasuke de que se marchara y se había quejado de que posiblemente no pudiera dar la bienvenida apropiadamente a su nuera y prepararse para su nieto si él no dejaba de besarla todo el tiempo. Eso a Sakura no le había importado.

    Como un muchacho castigado, Sasuke la había mirado con fiereza.

    —Tienes el resto de sus vidas para estar juntos. —Mikoto había comentado crespamente—, mientras que nosotras las mujeres tenemos sólo unos pocos meses para prepararnos para el bebé.

    —¿Pocos meses? —Sasuke había parecido aturdido. Después angustiado. Y se había marchado corriendo hacia afuera, murmurando algo.

    Ahora Sakura estaba de pie en los escalones de piedra, la cabeza inclinada hacia atrás y bebiendo en la belleza callada del cielo aterciopelado. Un parpadeo de movimiento en el tejado atrapó su mirada.

    Naruto se asomó encima del parapeto y su guapo rostro se encendió con una sonrisa. Ella y Sasuke habían hablado esa tarde y él le había contado todo lo que había hecho, incluyendo la parte de Naruto, que había ayudado a traerla de vuelta. Sólo horas antes, Naruto había apoyado su mano sobre su corazón y de rodillas había rogado que lo perdonara. Ella se lo había concedido prontamente.

    —Espero que no estés buscando una estrella, Naruto —gritó ella hacia él.

    —Nunca jamás lo haré de nuevo —él juró fervorosamente.

    Sakura abrió la boca, pero precisamente en ese momento una mancha blanca diminuta chispeó y desapareció, dejando un camino de caracol descendente por el cielo.

    —¡Oh, mi Dios! ¡Naruto, mira! ¡Una estrella fugaz! —Ella apretó los ojos y deseó furiosamente.

    —¿Qué has deseado? —él gruñó hacia abajo, a ella, rígido de tensión.

    Cuando ella abrió los ojos de nuevo, dijo atrevidamente:

    —No puedo decirlo. Es contra las reglas.

    —¿Deseaste qué? —él rugió.

    —¿Somos supersticiosos? —ella lo fastidió con una sonrisa.

    Él la miró ceñudo cuando la mujer reanudó su camino para regresar al castillo. Mirando por encima de su hombro, le dedicó una mueca traviesa.

    —Ten cuidado, Naruto. No te diré mucho, pero usé mi deseo para ti.

    —¡No sabes cuán peligroso es estar tirando deseos ociosos, chica! —tronó él.

    —Oh, este no era en absoluto ocioso —dijo ella alegremente antes de que la puerta se cerrara. En la terraza de Dalkeith, Naruto se hundió de rodillas y miró fijamente el cielo, buscando otra estrella y deseando desesperadamente... sólo por las dudas.

    El vestido de Sakura susurró cuando se deslizó por el corredor. Mikoto le había dicho dónde podía encontrar a Sasuke y, después de un fuerte té de menta, le había contado algunas cosas que su marido no se había molestado en mencionarle. Como el hecho de que había destruido su amada guardería, aquélla sobre la que había fantaseado despierta mientras estaba en el siglo XX. Porque eso era lo que lo había apresurado a salir pareciendo tan preocupado por los pocos meses. Entró en la guardería tan silenciosamente, que Sasuke no la oyó acercarse.

    Ella paseó sus dedos ligera y amorosamente encima de una muñeca exquisitamente tallada e hizo una pausa.

    Él estaba arrodillado al lado de una cuna, frotando aceite en la madera con una tela suave. Vestido sólo con su kilt azul y plata, su pelo oscuro se desplomaba como una ola de seda hacia adelante. La guardería estaba iluminada con docenas de globos de aceite y brindaba a su torso poderoso un brillo de bronce. Sus ojos se estrechaban con la concentración y los músculos en sus brazos se ondulaban y estiraban mientras él frotaba. Sakura se apoyó contra la jamba y lo miró en silencio, contando los pocos muebles del cuarto. Muchos de los juguetes regresaban, pero todas las cunas y camas se habían ido. ¡Qué pasión fenomenal debía haber rugido a través de él!

    —Supongo que debo sentirme adulada —dijo ella suavemente.

    La cabeza de Sasuke se levantó con culpabilidad.

    Sakura caminó en el cuarto, consciente de que sus pechos, mucho más llenos por el embarazo, oscilaban bajo su vestido, y que Sasuke parecía fascinado por la madurez de sus lujuriosas curvas. Habían hecho el amor esa tarde, desesperada, rápida y furiosamente, apenas después de salir de los jardines hasta el retiro de su alcoba. Mikoto había esperado toda una hora pacientemente antes de golpear la puerta y exigir ver a su nuera.

    Cuando Sakura había sido atrapada para regresar al siglo XX y había temido que nunca volvería a intimar con su marido, los recuerdos de su pasión increíble habían caído en forma de cascada a través de su mente con furia agridulce y habían elevado su conocimiento de todas las cosas sensuales que había anhelado experimentar con Sasuke, pero se había negado. Aquellos largos, torturantes meses de deseo, acoplados con las hormonas exigentes de su embarazo, reforzaron su resolución ahora. Ella tenía hambre del amar lento, delicioso, que había temido nunca volver a experimentar de nuevo.

    —¿Sasuke?

    Él la miró fijamente, todavía agachado en el suelo, preparado para levantarse si ella se movía una pulgada.

    Sakura se movió, deliberada y eróticamente. Se inclinó para recoger un soldado de juguete para que sus pechos amenazaran derramarse de su corpiño. Atrapó su labio inferior entre sus dientes y envió una mirada ardiente a Sasuke bajo sus pestañas bajadas. Él se levantó en un momento.

    —¡Detente! —Sakura levantó una mano para detenerlo.

    Sasuke se tensó a mitad de un largo paso.

    —¿Qué deseas de mí, Sakura? —susurró el hombre roncamente.

    —Te necesito —respondió ella con un jadeo. Él arremetió hacia adelante y ella levantó su mano de nuevo—. No, permíteme mirarte —dijo cuando lo rodeó despacio, caminando alrededor de él. Ella sonrió cuando los ojos negros se dilataron—. Cuando regresé a mi tiempo, una de las cosas que realmente quería aclarar, era una pregunta sobre los escoceses y sus kilts.

    —¿Y esa pregunta era...?

    —Te vi montar tu caballo un día.

    —Sé que lo hiciste —él dijo nítidamente—. Estabas en la ventana junto a la guardería.

    —¡Oh! ¡Lo hiciste a propósito!

    Sasuke se rió, la travesura danzando en sus ojos, y eso aseguró la resolución de la joven. Si él podía provocarla... bien, dos podrían jugar ese juego. Ella vería qué bien él se manejaba jugando con sus deseos.

    Caminando más cerca, Sakura puso su mano en su muslo musculoso, y lo miró provocativamente a los ojos. Los orificios nasales de Sasuke se dilataron, y sus ojos se oscurecieron bajo los párpados entrecerrados. Con su otra mano, ella arrastró el corpiño de su vestido y liberó sus pechos para que se derramaran sobre el escote. Se sentía deliciosamente perversa, sabiendo que sus pezones estaban rosados, erectos y rogando ser besados. Cuando él se inclinó hacia adelante, ella lo empujó atrás juguetonamente, resbaló su mano de su muslo, y la envolvió alrededor de su pene, encantada por su gemido ronco.

    —Nada bajo este plaid, como lo sospechaba —observó ella atrevidamente.

    —Sakura. Estás matándome.

    —Sólo estoy empezando, mi amor —Ella envolvió sus dedos alrededor de su magnífica excitación y deslizó su mano de arriba a abajo sobre su duro miembro con una fricción aterciopelada.

    Sasuke agarró sus caderas y bajó su cabeza para besarla; pero ella lo esquivó y rió cuando él enterró su rostro en cambio en sus pechos.

    —Detente —ordenó.

    —¿Qué? —él le preguntó incrédulo.

    —Un paso atrás —lo animó—. No me toques hasta que yo te lo diga. Permíteme tocarte.

    Sasuke gimió ruidosamente, pero permitió que sus manos se arrancaran del cuerpo femenino. Sus ojos eran feroces y salvajes, y Sakura sospechó que él no permitiría mucho más tiempo de esa tortura sutil.

    La joven lentamente desabrochó su kilt y lo dejó caer al suelo. Su marido permaneció desnudo ante ella, su cuerpo de bronce brillando a la luz de las candelas, su verga dura que latía insistentemente.

    Sakura trazó un camino fascinado y lleno de admiración sobre sus hombros y por su ancho y musculoso pecho. Acarició sus labios ligeramente con los suyos, besó su mandíbula, sus pezones, provocó su abdomen ondeado con su lengua, entonces se hundió de rodillas, su boca a pulgadas de su miembro, con sus manos extendidas en los muslos de Sasuke.

    —¡Sakura!

    Ella besó la dulzura de él y acarició con su lengua de arriba hacia abajo su longitud dura. Sasuke enterró sus manos en su pelo e hizo un sonido crudo profundamente en su garganta.

    —¡Es suficiente! —él la levantó de un tirón y la retrocedió contra el estante bajo las ventanas. La levantó entre sus brazos, la depositó en el estante, y echó su vestido a un lado, abriendo las suaves piernas femeninas para acomodarse—. Ahora, Sakura. Te quiero ahora.

    La besó profundamente mientras pujaba suave pero insistentemente en su invitante humedad. Sakura abrió la boca de placer cuando él la llenó completamente. Sasuke miró fijamente su rostro y tomó nota cuidadosa de cada temblor, cada gemido que escapó de sus labios, y cuando ella alcanzó convulsivamente el exquisito clímax, sólo cuando sintió el dulce temblor empezar, dejó de moverse completamente.

    —¡Sasuke!

    —¿Volverás a provocarme así, mi amor? —murmuró él.

    —Absolutamente —contestó Sakura atrevidamente.

    —¿Lo harás?

    —Por supuesto. Porque sé que mi marido nunca me dejaría deseándolo. Así como yo nunca lo provocaría sin satisfacer sus deseos completamente. Por lo que satisfáceme, mi dulce laird de las Highlands. Llévame a Valhalla, marido.

    Él rió suavemente; después empujó cuidadosa y suavemente en ella hasta que culminaron en un tempo perfecto. La intensidad de su unión, tan perfecta en cuerpo y alma, hizo llorar a Sakura con su maravilla.

    Después, Sasuke cerró la puerta de la guardería y llevó a su esposa soñolienta y satisfecha al Cuarto del Pavo Real, donde la sostuvo en sus brazos toda la noche, maravillándose de la completitud de su vida con ella junto a él.

    Mikoto sonrió cuando oyó cerrarse la puerta de guardería firmemente sobre ella. Todo estaba bien en Dalkeith-Upon-the-Sea. Hizo una pausa un momento soñador imaginando al pequeño que pronto bendeciría la guardería.

    La vida nunca había sido más dulce.

    Pero podría ser aún más dulce, Mikoto.

    Los ojos de Mikoto se estrecharon pensativamente frente a la espalda de Kagami MacTarvitt mientras él permanecía de pie pensativamente ante el fuego. Una ola de culpa chocó sobre ella cuando recordó cómo él había regresado a ella esa noche luego de hablar con Sasuke, y ella se había vuelto fría con él, retirándose una vez más a la seguridad familiar de la formalidad.

    La tensión en su sonrisa paciente era toda la reprobación que había recibido de él por su traición.

    Mi amor, él la había llamado, y ella se había sentido tan llena de culpa, por tener amor cuando su hijo había estado tan solo, que se había negado a reconocerlo ante sí misma. ¿Cuánto más tiempo planeas desperdiciar, mujer?

    Muy calladamente, Mikoto desató sus hebillas, librando el pelo negro y liso. Sus ojos que nunca vacilaban no se despegaron de la espalda de Kagami. Con una sonrisa de anticipación, echó su cabeza al revés, se peinó con los dedos los rizos despeinados, y entonces lo arrojó atrás, encima de su cabeza y permitiéndole desplomarse en una caída salvaje sobre su espalda.

    ¿Tantos años?

    Ella deslizó nerviosamente su vestido, estudió la espalda masculina otro momento, y se encogió de hombros, desabotonando unos botones de perla en su cuello. Hizo una respiración profunda, temblorosa, mientras unas mariposas de alas de seda temblaban dentro de su vientre.

    —¿Kagami? —ella llamó suavemente. Una vez decidida, se comprometió totalmente a no desperdiciar ni un precioso momento más.

    Kagami enderezó su espalda y la miró brevemente por encima de su hombro.

    Ella casi se rió en alto cuando sus ojos se ensancharon y él se volvió completamente para enfrentarla, su mirada recorriendo su melena salvaje, su escote abierto, sus labios entreabiertos.

    —¿Mikoto?

    Ella oyó cien preguntas en su única palabra, y se estremeció por el conocimiento de que ella tenía la respuesta correcta finalmente para dársela.

    —He estado preguntándome una cosa, ¿sabes, anciano?—dijo ella, dando golpecitos al banco a su lado—. Esas manos tuyas... —Su voz se detuvo, una chispa perversa en sus ojos. Coquetamente, mojó su labio inferior en una invitación más vieja que el mismo tiempo.

    —¿Sí? —había una nota ronca en la voz del hombre.

    —Siendo que son tan talentosas y fuertes...

    —¿Sí? —Sus cejas se alzaron. Su respiración quedó atrapada en su garganta cuando Mikoto hizo una sugerencia para esas manos, que asustó y encantó a Kagami MacTarvitt hasta el mismo núcleo de su alma.

    Cuando Naruto finalmente bajó de la terraza esa noche y entró en el Gran Hall, ahogó un juramento y salió corriendo, en franca retirada, cerrando en seguida la puerta.

    ¡En el vestíbulo, de todos los lugares! ¡Mikoto! ¡Y Kagami!

    —¡Och! ¡Amor! —refunfuñó a las estrellas que centelleaban sobre él con esplendor desapasionado.

    Tres meses después, el llanto saludable de un bebé resonó a través de los vestíbulos de Dalkeith-Upon-the-Sea.

    Sasuke Uchiha estallaba de orgullo, sentado junto a Sakura en la cama.

    —¡Míralo, Sasuke! ¡Es perfecto! —exclamó Sakura.

    —No es el único —dijo Sasuke roncamente, apartando el pelo rosa de su esposa hacia atrás.

    Sakura le sonrió. Él había sostenido su mano a lo largo del parto y había alternado entre maldecirse y maldecirla por permitirle dejarla embarazada en primer lugar.

    Pero habría muchas más veces, pensó Sakura, porque pensaba tener por lo menos media docena de bebés. Sasuke sencillamente iba a tener que acostumbrarse al proceso de traerlos al mundo.

    Sakura tocó su mejilla, maravillada.

    —Estás llorando —susurró.

    —Lágrimas de felicidad. Me has dado una nueva vida, Sakura, una vida que yo nunca soñé que tendría.

    Ella lo miró con adoración, su bebé acurrucado entre ellos.

    Sakura podría haber permanecido así durante horas, pero Naruto entró entonces en el Cuarto del Pavo Real, ordenando a los guardias vivamente.

    —Pónganlo allí, junto a la cama.

    Sasuke echó un vistazo por encima de su hombro.

    —Ah, la cuna. La terminé anoche. Sospecho que no la veremos mucho durante algún tiempo —Sasuke posesivamente atrajo a su diminuto hijo en sus brazos—. Debe dormir con nosotros durante un tiempo, ¿no crees?

    —No creo que pudiera permitir que saliera de mi vista.

    Sasuke asintió su acuerdo cuando estudió intensamente a su hijo.

    —Mi mandíbula —dijo orgullosamente—. Simplemente mira bien ese ángulo fuerte.

    Sakura rió.

    —Ángulo terco —lo fastidió— y ya tiene tu pelo oscuro.

    Detrás de ellos, Naruto hizo un sonido ahogado.

    Sasuke echó un vistazo interrogante por encima de su hombro.

    —Qué malditos infiernos... er, excúsame, milady —dijo a Sakura— y perdóname, pequeño— dijo al bebé—. Pero, ¿por qué tallaste esto en la cuna, Sasuke? —preguntó Naruto—. ¿No hemos tenido todos bastante de las malditas Hadas?

    Sasuke levantó sus cejas, confuso.

    —¿De qué estás hablando, Naruto? —Él abandonó a su hijo suavemente a Sakura y caminó hacia la cuna.

    Se habían tallado fluidas letras profundamente en la madera. La cuna entera brillaba como si se hubiera cepillado con una rociadura de polvo de oro. Sasuke miró fijamente un largo momento las palabras que sabía que él no había puesto allí. Una sonrisa encorvó sus labios cuando leyó en alto a Sakura:

    Recuerda esto, mortal: tienes tu propio tipo de

    para siempre: la inmortalidad del amor.

    Bendecido sé, Uchiha.

    Mito, Reina de los Fae.

    FIN

    Bueno termino esta adaptación espero que les haiga gustado y bueno la termine en un solo día porque ya la tenia adaptada.
    Tengo muchas pero bueno quise subir esta, recuerden que no me pertenece ni quiero ganarme nada de créditos, solo me reí muchísimo adaptándola para este fandom y escribiéndola.
     
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