Nara Nara

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 17 Junio 2020.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Mao


    Cuando Takano le quitó la katana, aplicando demasiada fuerza para lograrlo, la chica se demoró en soltar su propio agarre; por lo que básicamente llegó a levantarla solo por alzar la katana en un intento de quitársela. Y lo logró, dejando a Mao de rodillas, mientras apoyaba el peso de todo su torso con la mano izquierda; su mano derecha aun se agarraba al mango de su propia katana, la cual había revelado un tercio de su filo, por mera inercia. Intercambio una rápida mirada con Takano, en donde en un pestañeo se le cristalizaron los ojos, pero no llegaron a salir lágrimas; el aire se le quedó contenido en los pulmones. Sus ojos abiertos como platos, por estar anonadada, después solo se fruncieron hostiles ante el apaciguamiento de Takano.

    —Pero la cría está viva —soltó sin tapujos con un odio palpable, a pesar de que el cimiento de su ira era tan solo impotencia. Era un susurro tan solo audible y dirigido a Takano.

    "Un niño jamas olvida" Y a pesar de que quería mantener la misma expresión de ira con Takeda, le fue imposible; sus cejas se arquearon con pena, mientras sus labios se tensaban en una linea recta. Lo sabía; todos eran niños heridos al final, hasta el condenado de Kenzaburo tenía uno bien escondido. Mao no vio como Takano se inclinaba en disculpa, por qué con suerte era capaz de enfocar la nublosa vista en los tablones de madera. Cuando escuchó a Takeda a hablar de traidores, clanes y otras cosas éticas empezó a sentirse mal, verdaderamente mal; inhaló tan hondo como suspiro, para simplemente abrazarse a sus piernas escondiendo su cabeza entre sus brazos y rodillas; sentada, no recostada. Ya no tenía planeado dormir ninguna siesta cerca de Takano.

    Se quedó en aquella posición, escuchando todo mientras dejaba sus lagrimas escurrir en un silencio; uno extraño ante la vista de otros, porque el dolor era inaudible, tan solo parecía algún tipo de ley de hielo. Escuchó las palabras "Kenzaburo" y "Fugitivo", cosa que aumentó el nudo en la garganta y solo le estrujó más el corazón. Eso nunca sería buena noticia, pues aunque fuera poco, sabía que Kenzaburo ya lidiaba siendo "fugitivo" de muchas cosas. Y a pesar de que deseaba ver en que condiciones se encontraba su maestro, no alzó la cabeza. Se quedó ahí aferrando sus con sus brazos, escondiendo el rostro. Como buena cobarde, "según" Takano.

    Ante la llegada de Fuji tan solo dio un vistazo rápido, dónde logró verla llorar mientras abrazaba a un hombre claramente apaleado, pero no lograba relacionar a ningún nombre. Seguramente no le había sido de relevancia. Tan rápido como observó, volvió a ocultar el rostro agachando la vista mientras cerraba los ojos. Escuchaba todo lo que decían, aunque a ratos se distraía, concentrada en respirar sin gimotear y en evadir recuerdos desagradables.

    "Gi", "Yu", "Gin". Entendía de lo que hablaba hasta el momento Takeda, a pesar de que estaba ni ahí con mirarlos. Sonrió de una manera forzada, oculta entre sus brazos, en cuanto mencionó lo de la tortuga. No fue necesario estar viendo que sucedía para saber que hablaba de Kenzo... Tortugas...


    Rei
    No, no entendía el respeto. Su madre de seguro cortó muchas cabezas antes de que ella llegara al lugar de los hechos, lo sabía, pero la imagen que se quedó fue ella quitándose la vida... ¿Tiempos de apuros?; ¿Cuándo se estaba en tiempos de apuros? ¿cuando dos de tus hijos habían muertos, y la batalla se daba por perdida? ¿su madre fue respetable hasta el final?... Un pequeño quejido, solo uno escapó en su debido momento, para después volver a centrarse en la profunda respiración; silenciosa, la que impedía hacer su llanto audible.

    "Makoto" No, no era honesta, solo a veces; cuando se le daba la gana. "Meiyo"... No se sentía honrada de nada, había pocas cosas que sentía que en verdad merecía... pero no pudo evitar sonreír ante aquellas palabras. Si eran un reflejo de sus acciones, ella podría ser una chica vulgar que da amenazas sin peso, o una disciplinada niña sin habla que sabe bailar y cantar bajo la luz de la luna... O alguien enfadada que era capaz de poner su cuello en riesgo por seguir lo que era correcto, como cuando enfrentó a Fuji en la Casa del Armamento. Todo lo hacía a consciencia, sabía que actitudes estaban "mal" y cuales eran "correctas", pero ninguna la hacia para luego no afrontar las consecuencias; si las tenía que luchar o huir con las cargas de sus acciones, lo haría. Ella era consciente de cada muerte que provocó.

    "Chugi"... Dios, claro que si: Leal a ella misma y nadie más.

    "Su bagaje está en mis hombros"
    Ryouma


    Mao se irguió de la nada, tan solo para alzar la vista mirando fijamente a Takeda. Estaba completamente seria, a pesar de que su rostro reflejaba perfectamente que había estado llorando. Se llevó la palma extendida a su pecho, dispuesta a decir un par de palabras.

    —Tienes razón, Takeda; algunos como el viejo de Kenzaburo y yo estamos poco o nada orgullosos de portar cualquier apellido —. A pesar de que su voz se notaba algo inestable, no llegaba a sonar rota, y era perfectamente audible. Algo calmada, pero no del todo recuperada del llanto —. Somos solo nosotros mismos y nadie más, como podrás imaginar.

    Hizo una pausa, donde apretó los labios y tragó grueso, sintió un dolor en su garganta.

    >>Así que acepto lo que implique ser un Minamoto, siempre que tú estés vivo; Seré Ryouma Minamoto siempre y cuando tú, o alguien elegido solo por ti, esté a cargo. Cualquier otro nombre de mi parte que no sea Ryouma, poco y nada tendrá que ver con el Clan Minamoto, así que no se les ocurra llamarme de otra manera; lo tomaré como una ofensa tanto hacía a mí, como hacía el Clan.

    Volví a cerrar los ojos, mientras se volvía a sentar en donde siempre había estado, arrodillada; la única diferencia es que ahora tenía las manos sobre su regazo y la espalda una postura correctamente erguida. Volvió a abrir los ojos, su dirección iba hacía Takeda, que estaba en el centro.

    —Gracias por su atención —finalizó, con un leve inclinamiento de cabeza.

    Tras eso, volvió a abrirlos, sus rostro se giró en busca de Kenzaburo; le sostuvo la mirada, acusativa y enfadada por unos segundos, pero después la apaciguo; una sonrisa de alivio y felicidad, por el hecho de que no le hubiera pasado nada grave al hombre hasta el momento.

    "Me alegra que estés bien" moduló con la boca sin hacer ningún sonido, esperando que el "viejo" le entendiera, pero no esperó a ver su reacción. Volvió su vista a Takeda, que seguía en el centro, a la espera de la reacción de los demás, o de alguna orden.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa

    Se había pasado el día entero en el dojo, pues no planeaba ofender la voluntad de Fuji al confiarle el cuidado del mismo. La gente iba y venía pero él permaneció allí, atento a las necesidades que pudieran poseer. Si se los veía cansados o agitados, sedientos o hambrientos, él se encargaría de atenderlos. Era la labor de Fuji, y por encima de ello, su corazón así lo dictaba.

    Proteger.

    Cuando Mao volvió junto al atardecer se la notaba claramente débil y afiebrada. Kohaku respetó sus claras intenciones de permanecer alejada al recostarse junto a un árbol y decidió, sin decir una sola palabra, que al día siguiente buscaría al herborista de Nara para disponer de sus elementos y trabajar en un remedio para lo que aquejaba su pequeño cuerpo. Quizá no le viniera en gracia, quizá siquiera lo aceptara, a juzgar por su actitud; pero esas dudas no mermaban su voluntad.

    Cuidar.

    Lentamente, el dojo se llenó de gente. La mayoría caras conocidas, aunque aún no memorizara los nombres de todos. Ocupó un lugar en la reunión que se había organizado, silencioso, y atendió a las palabras de Takeda con el corazón comprimido dentro del pecho. Jin. Había buscado su mirada, estaba seguro, y posiblemente por primera vez sintió vergüenza de negarle ese derecho a alguien. El derecho de verlo a los ojos. Su sangre se heló y permaneció inmóvil, grabando en su memoria cada palabra del líder del clan. La flor azul se agitó junto a su movimiento y brilló tenue bajo las luces cálidas del dojo, mientras la noche se cernía allí afuera.

    "Ahora tienen mi apellido."

    Kohaku apretó los labios en una fina línea y, quizá sin notarlo, contuvo la respiración.

    "Su bagaje está en mis hombros."

    De eso se trataba el verdadero liderazgo, ¿verdad? Ese peso inmenso era el que había recaído durante tantos años sobre la espalda de su padre, al hablar y actuar por cada miembro de la villa Ishikawa. Era ese mismo peso el que, de no haber ocurrido nada, se habría trasladado encima suyo. ¿Habría sido capaz? Su corazón noble pero blando, su voluntad férrea pero compasiva. Se sentía aún un niño, quizá no dejara de serlo nunca, pero al mismo tiempo... debía renunciar a ello y convertirse en un adulto.

    En el fondo sabía, de todos modos, que el camino ideal era conseguir reconciliar ambas personas dentro suyo.

    La primera en alzar la voz fue Mao, a pesar de su debilidad física. Le sorprendía, de hecho, verla capaz de hablar tanto considerando su estado. Le echó un vistazo a los presentes a su alrededor y, aunque le apenara un poco, decidió armarse de valor e incorporarse. Quitó su katana del obi con un movimiento fluido y la extendió horizontal frente a Takeda, sosteniéndola con ambas manos y la cabeza gacha. Permaneció así unos segundos antes de hablar; su tono era el usual, la suavidad parecía capaz de filtrarse a través de las grietas más pequeñas, aunque también sonaba considerablemente firme.

    —Acepto su voluntad con la más profunda humildad, señor. No habrá día que descanse, coma, o luche sin recordar sus palabras. Ha decidido cargar nuestro pasado sobre sus hombros; permítame portar de igual manera su confianza, para respetarla, y la flor azul de los Minamoto, para honrarla.

    Se irguió, entonces, y asintió lentamente antes de retirarse a su posición inicial. Algunas dudas se arremolinaban dentro suyo. ¿Debería haberse quitado la máscara? ¿Mostrarle su rostro al hombre que acababa de aceptarlo dentro de su clan, casi a ciegas? Sabía que sí, pero... no fue capaz.

    No era capaz.

    Sigiloso, algo temeroso de incurrir en una ofensa, se acercó a Matsuda, el hombre a quien Fuji había abrazado, y observó sus heridas y magulladuras más de cerca.

    —Señor, ¿me permitiría tratar sus heridas? —ofreció, en voz baja y suave—. No son graves, pero se puede aliviar la hinchazón y evitar que mañana amanezca excesivamente adolorido.
     
    Última edición: 30 Junio 2020
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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Kuroki Fusatada

    Apenas cuando llegué, las cosas transcurrieron muy rápido para mi gusto, inclusive Mao parecía ya haber vuelto, hubo una breve discusión del que preferí solo limitarme a escuchar con un gesto serio pero sereno. Hasta que al final, Takeda nos pidió entrar.
    Al hacerlo, todos nos sentamos sobre nuestras rodillas, la revelación de la armadura, que coincidía con la herida de Tenshin, solo me encogió el corazón. Por dios... ¿De verdad? ¿Alguien como él sería capaz? ¿Entonces lo último que vio Chikusa fue a Tenshin asesinándolo de esa forma tan cobarde? Apreté los puños, manteniendo la calma pero sintiendo mi sangre hervir, no podía creerlo. En cuestión de minutos tendríamos a los guardias encima nuestro, casi que Nara en contra de nosotros, siendo apenas un grupo considerable, ni siquiera me consideraba tan bueno con mi espada, tenía talento, estaba entrenado. Sí, pero jamás pude finalizarlo como era debido.
    Ver a Kenzaburo y a Matsuda, que hace poco uno estaba encarcelado y el otro en buen estado. Solo me quebró, cerré los ojos con cierta presión, no pudiendo ocultar la ira que sentía. Aunque... Fueron las palabras de Takeda las que me distrajeron por completo, fue todo su discurso, sus reflexiones. Todo. Lo que me hizo portar un gesto de sorpresa puros. Señalando a los que tenían algo de mal en cada cosa que decía. Lo escuché muy atentamente, tal vez mucho más que en otras ocasiones, memorizandome sus gestos, sus palabras... sus poses.


    Makoto... Escuchar esa parte cuando Takeda nos dirigió la mirada a Misato y a mi. Me quedé helado, por lo que al escuchar sus palabras. Solo pude quedarme reflexivo, atónito. Bajando un momento mi cabeza para cuando terminó, viendo mis rodillas. Honestidad... Hablar y hacer son lo mismo. Puse un gesto serio y ligeramente severo, apretando mis puños. Por lo que cerré los ojos y sonreí levemente, tal vez y si me miraban se darían cuenta. Sus palabras, me recordaban a los momentos a cuando quería infiltrarme a la fuerza a este dojo. Terco y necio con querer saber si podía hallar algo sobre mi padre... Sí, yo dije que lograría sacar algo de aquí, y no cedí hasta que, si bien no conseguí nada. Sí que conseguí ser parte del clan.

    Relajé poco a poco mi gesto y mi postura para elevar la mirada devuelta a Takeda para seguirlo escuchando, no miré a Mao, ni a Kenza, a nadie. Solo quería escuchar a mi líder, hasta que llegó su cierre...

    Verlo darse la vuelta para que su símbolo apareciese, y escucharlo... Tener ahora su apellido, ser Kuroki Minamoto. Escuchar cargar todo lo que significa ser nosotros, nuestros pasados, nuestros presentes, nuestros aciertos y fallos. Que ahora le representábamos y ahora estábamos bajo su yugo y cuidado mientras él cargaba la responsabilidad también de nuestros actos al representarlo. Solo pude sentir una severa punzada en mi corazón, no era dolor, no era tristeza... Era... Mas bien, conmoción.

    Al sentir la punzada no evité soltar un par de lágrimas, por lo que cerré los ojos un momento, escuché a Mao, mas no fui capaz de abrir los ojos para verla, aunque era increíble la fuerza que tenía, sentía como propio el dolor que pasaba, aún sin conocerla.
    Luego la calma y firmeza de Kohaku, que podía sentir que estaba igual de conmovido, pero era más su fortaleza la que podía, dándole ese aspecto que le caracterizaba.
    Después de que habló, inconscientemente me paré, secándome con calma ese par de lágrimas y miré con seriedad pero firmeza a Takeda, sonriendole sinceramente, conmovido. Quitándome la espada con todo y funda y lo posicioné horizontalmente frente a mí, reverenciando.
    —Maestro, sus palabras están tan llenos de sabiduría y sinceridad. ¿Cómo no servirle y acompañarlo en este viaje? Admiro por completo su fortaleza, la tiene en un nivel tal que... Yo no podría compararme a ella. Le seguiré, fiel, a donde vaya, cuan peligroso sea o no. No me importa. Lucharé con usted hasta el final.—luego me arrodillé. Con una pierna debajo y la otra arriba sin romper ni la reverencia ni la postura con la espada.
    >>Siento los estragos que le ocasioné hace unos días. Pero más allá de eso, indudablemente tiene a un chico que quiere aprender mucho de usted, y por favor. Créame. Será todo un honor... No olvidaré jamás estas palabras suyas, y portaré con honor y orgullo su apellido—. Dije flaqueando un poco el tono de mi voz, no era tan firme como las de Kohaku pero tampoco tan débil como las de Mao, mis palabras eran mas bien de conmoción y alegría puros, una sensación extraña y hasta agridulce.

    No me sentía digno de portar tan pronto su apellido, su símbolo... su honor. Esto había sido tan rápido, tan precipitado. Pero... De alguna manera, también sentía que al fin, tenía una especie de hogar. Un sitio a donde por fin hallarme en paz y luchar por él de forma inalcanzable.
    No me importa cómo me miren el resto, como siempre. Tenía que decir y expresar eso, y eso es lo que he hecho.

    —Muchas gracias, maestro—. Dije ahora con increíble firmeza, aunque solo fuese ese breve instante. Por lo que al fin relajé mi postura, me coloqué de nuevo la katana en mi cintura, aferrándola, y volví a sentarme en mis piernas, con la mirada ligeramente gacha. No por vergüenza, si no mas bien por respeto.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

    Leo
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    Natsu Gotho

    El entrar en aquel ambiente bullicioso provocó que sus hombros se tensaran un poco, escuchando las palabras de la pequeña mocosa, lo cual incitó a que su inconsciente torciera los ojos con aquel índice de fastidio, -definitivamente, no tendría hijos- pasando de largo mientras observaba por un instante a Ukita, procediendo a sacar de su kimono aquel frasco que le lanzó a las manos, luego de escuchar todo el discurso.

    El honor era algo que aunque no expresaba respetaba enormemente, y si de él dependía, no permitiría que se perdiera, aplastara o magullara con el presente.

    —Murió por envenenamiento —soltó seco—. El arma fue torpemente olvidada en el santuario. La hoja tenía una cantidad considerablemente espesa que apestaba a un extraño aroma —continuó cruzando los brazos con premura—. Puedo decir, que su nivel de manipulación con los venenos es avanzada... al sobre pasar mi análisis sobre qué tipo de veneno es —mantuvo sus ojos sobre Ukita en todo momento—, pero mata al instante.

    Se recostó en la pared cerrando los párpados.

    —Con una lanza de metal fue apuñalado —concluyó aparentemente.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Ryouma
    Mao


    Kuroki y Kohaku, los chicos más jóvenes del Clan... "Madera Negra"... "Ámbar"... ¿ámbar?

    Tras terminar de escuchar las palabras de Kuroki, siguió los pasos del otro joven. Se acercó a Matsuda, posicionándose al costado izquierdo de Kohaku, quien le ganaba altura por casi media cabeza.

    —Antes que nada —comentó con su voz, de tonalidad algo grave y suave, solo levemente más sonora que la de Kohalu. Se inclinó unos noventa grados, dejando las manos por encima de sus rodillas —. Pido sinceras disculpas por el comportamiento de anoche en la clínica, me esforzaré en que no vuelva a ocurrir. Fue una actitud cobarde e irresponsable, sobre todo infantil. No tenían por qué lidiar con una rabieta de quién no eran responsables—. Volvió a erguirse, mirando fijamente los ojos de Matsuda.

    —Si me permite entrometerme, yo aceptaría la propuesta de este joven; si te vas a enfrentar nuevamente a la Casa Feudal, lo mejor es tener la mente despejada, no distraída por los dolores de tus contusiones.

    Se cruzó de brazos, mientras suspiraba llevando su vista al piso... pero una risa ladina le cubrió el rostro. Hizo el paralelismo entre Fuji como herrera y ella como médica.

    >> Estudio medicina desde hacer tres años, aproximadamente. Desde hace ya más de medio año que he aplicado mis conocimientos; he sanado a personas, aunque las negligencias no faltaron, demasiados errores de los que debo aprender—. La seriedad se mantenía, mientras Mao volvía a sostener la mirada de Matsuda—. Confío en mis conocimientos, pero mi habilidad aún es prematura. Si sientes que tienes una herida grave, que va más allá de simples y feas contusiones; estoy dispuesto a hacerte un chequeo e intentar todo lo que esté a mi alcance para sanar o apaciguar cualquier contusión de gravedad. Solo si usted me lo permite.

    Se inclinó en una reverencia nuevamente.

    —Gracias por su atención, me retiraré por ahora —finalizó, dándose media vuelta para volver sobre sus pasos.


    Ahora iba en busca de Kenzaburo, tenía que hablar un par de cosas con él.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

    Virgo
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    Misato Aoyama

    De un momento a otro todo pasó en un santiamén, ahora una buena cantidad de personas estaban presentes. Estaban la chica de la clínica y ¡aquel viejo Ronin en el comercio Hatsu! Eso parecía su rostro tenía pinta de haber pasado batallas y penurias en toda su vida, habían dos niños pero según vi en ambos eran fuertes en espíritu, sonreí a medida que escuchaba el ameno discurso de Takeda, un guerrero bastante honorable.

    Cuando refirió a Kuroki y a mí el principio de Makoto;honestidad...recordé que siempre fui honesta al aceptar el honorable camino guerrero de mi antepasado, aunque mi familia no lo tomase muy bien...era el problema del temor inculcado en sus corazones, un temor que les llevo a desear enterrar su propia historia.

    Pero para desgracia de clanes como Taira siempre existimos quienes mantienen vivo el honor.

    —Es usted un guerrero con mucha voluntad señor—halague con una sonrisa—sera un gran honor combatir a su lado por tan grandes ideales, he recorrido pueblos donde luche por proteger poblaciones vulnerables, me alegra encontrar y conocer guerreros con gran voluntad—dije con una reverencia observándolo con admiración.

    Minamoto, ahora cada uno portabamos el apellido de un clan que estaba a punto de resurgir, así empezaba este nuevo camino de batallas.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    Estar allí en el dojo le incomodó, mucha gente que no conocía y tampoco quería conocer. Reconoció a Mao fácilmente y se tensó. ¿Que hacía la niña ahí? Que el estuviera implicado en algo turbio, como era costumbre, era normal, pero... ella, ¿que hacía ahí? La miró con intensidad, una parte deseaba lanzarla lejos del dojo , lejos de esos espadachines y lejos de esa causa imposible. Lo último que Mao necesitaba era enfrascarse en lazos intensos que seguramente perdería en la lucha. Él había vivido el dolor de la pérdida, un dolor opaco y fuerte que le carcome el alma todas las noches. ¿La pequeña sería capaz de soportarlo o la perdería para siempre?

    Tomó su katana y con el pulgar levantó la piel metálica de su arma; el filo flameó en su mirada oscura, era perfecto. Gruñó y volvió a enfundarla, como protegiendo la desnudez de su katana que para él era tan privada. Estaba molesto; el trabajo era increíble, de eso no había duda, pero eso conllevaba a contraer una deuda de honor imposible de escapar; quedaba a total servicio del responsable del renacimiento de su espada y por ende atado a la responsabilidad del clan. Estaba unido hasta que sus servicios sean relevados por su señor.

    Observó a todos los presentes, oyendo primero a Mao. La niña parecía haber encontrado un lugar de pertenencia y eso era bueno. Pero todos eran de carne y hueso y posiblemente todos terminen bajo tierra al final de la odisea, incluso él mismo. No, no era bueno formar lazos que más pronto que tarde terminarían lastimando por su pérdida.

    —Un hombre comete errores. —habló en general pero su mirada vivaz, oscura, inteligente, estaba centrada en Mao. —Es estúpido caminar por este mundo con miedo a equivocarse o lamentarse de los errores acontecidos, pues ni Buda era infalible. El único error imperdonable es no intentar enmendar lo que se ha hecho mal.

    Kenzaburô había escuchado esas palabras de su propio maestro cuando aún era demasiado joven para comprender su significado. Simplemente, los grandes errores de la vida estaban por llegar. Pero ahora las entendía perfectamente y comprendía que para él era una letanía; una lección aprendida por los años.

    Se quedó firme, en posición y con la katana perfectamente ajustada en su cintura. Se acarició la barba mientras estudiaba a todos en silencio, escuchando lo del veneno en la lanza. Venenos. El arma del cobarde.
     
    Última edición: 1 Julio 2020
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Dojo Minamoto (Takeda; Takano; Matsuda; Fuji; Kohaku; Misato; Mao; Kuroki; Natsu; Kenzaburô)[​IMG] [​IMG][​IMG] [​IMG][​IMG] [​IMG]


    Después de aquel discurso todos comenzaron a moverse; fue Mao la primera en dirigirse a Takeda, quien recibió sus palabras con tranquilidad y una reverencia, agradeciéndole. Enseguida fue Kohaku quien alzó su voz detrás de la máscara, mostrando su katana como analogía a dar su alma por el Clan, Takeda también tomó esas palabras y acciones con una reverencia, también agradeciéndole. Se acercó a Fuji y Matsuda; este último afirmó a su ofrecimiento mientras Fuji sonreía —Lo agradezco— dijo Matsuda.
    El siguiente en hablar fue Kuroki; extendió su arma y se colocó a una rodilla, mostrando el respeto a su nuevo líder; a pesar de ello, Takano no pudo evitar sujetar el mango de su katana por unos instantes, alerta; aquella posición parecía más una preparación para atacar, eran sus reflejos. Pero Takeda entendía, y también hizo una reverencia en agradecimiento.

    Natsu le lanzó a Ukita el frasco, quien lo observó con detenimiento; aquel hombre se había captado la curiosidad de Ukita, y había traído otra prueba; una valiosa y bastante peligrosa —¿Qué clase de veneno puede matar a alguien tan rápido? —preguntaba enojado Matsuda mientras Kohaku atendía sus heridas. Ukita miró a Takeda y sonrió —Imagina el miedo del cobarde de Tenshin al ver que Chikusa no cayó al instante — Dijo Ukita de manera burlona; Takeda afirmó —Ver su voluntad levantarse para impartir justicia ante su cobardía— dijo Takeda mirando a Natsu —Esto sólo pudo ser encontrado por ojos entrenados ¿Cuál es tu nombre? — preguntó intrigado, Ukita no solía arrastrar a nadie a movimientos del clan.

    Matsuda volvió en si cuando Mao habló con él; estaba sorprendido, Fuji acarició la cabeza de Mao mientras que Matsuda sonreía —Son sólo golpes afortunadamente; si algo he tenido que soportar en mi entrenamiento es a tensar mis músculos cuando sé que no puedo hacer mas por defenderme. Agradezco tus palabras y tomo tus disculpas, todos cometemos errores—

    Misato también habló hacia Takeda quien agradeció sus palabras con una reverencia; había escuchado brevemente de ella incluso antes de que Takano la nombrara —En la Audiencia nombraron a una mujer que entró a Nara ayer; dijeron que cargabas a alguien que estaba muy herido, un viejo comerciante al cual habían atacado; se mencionó que el atacante podría haber sido Kenzaburô; antes de llegar a intentar quitarle la vida a Tenshin —

    Por último Takeda observó a Kenzaburô —Pudiste haber ignorado ese rastro de sangre; no era tu deber intentar encontrar al asesino. No nos conocías; dudo que actuaras por querer ayudar a un bando en duelo —se acercó a ti y pudiste distinguir su olor a incienso; su mirada parecía que trataba de alcanzar tus pensamientos; pero se rompió la tensión cuando sonrió desviando su atención. No dijo mas, parecía que su oración había quedado inconclusa.
    Fuji los miró y se levantó alejándose de Matsuda; se acercó a Kenzaburô le dijo algo al oído que sólo el pudo escuchar —Cuídala...— dijo mientras Mao se acercaba a él —Seguro quieren hablar en privado— sonrió ante Mao, aquella pequeña había despertado muchas emociones en ella —Traeré comida para todos del comercio; esta vez permítanme ser quien pague por todo— dijo Fuji en reverencia; Takeda la miró —Fuji...— Fuji lo detuvo colocando su índice frente a su boca, para decirle que callara —Nada; no voy a negociar con un samurai— Takeda rió.

    Fuji caminó a la entrada para deslizar la puerta; pero Matsuda rápidamente intervino; irrumpiendo los tratamientos de Kohaku. La puerta se deslizó; detrás de ella estaba Yamagata; con una mirada seca, nada característica en él. No mostraba signos de agresión; no portaba su katana; su indumentaria era distinta, no era el típido kimono; su vestimenta era de un noble; lo que él era realmente —Yo sé que tu honor es el más alto Takeda; sabía que no huirían— dijo mirando a Matsuda y a Kenzaburô — Entiendo; eres el líder del clan; entiendo que quieras interceder por Matsuda; pero por el ronin....—se recargó en la entrada como solía hacerlo antes; Fuji le dió un golpe —Come con nosotros; esta vez sin sake, y deja de quejarte— Yamagata entró mientras Fuji salía —¿Quien te hizo esto? —Dijo hacia Matsuda —Los guardias personales de Tenshin; Tenshin es el asesino de Chikusa; estamos seguros— Takeda se acercó a él y le mostraron las pruebas; Yamagata se veía muy confundido
     
    Amelie ha tirado dados de 50 caras para Takeda Total: 39 $dice
    Amelie ha tirado dados de 50 caras para Yamagata Total: 29 $dice
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa

    Kohaku asintió en respuesta a Matsuda y les sonrió brevemente, tanto a él como a Fuji, para buscar luego en los bolsillos internos de su abrigo el pequeño frasquito de ungüento y las briznas de algodón que llevaba encima. Mao a su lado se había deslizado con el sigilo de un fantasma y volvió la vista hacia ella al percibirla por el rabillo del ojo. Parecía... pacífica. Chiasa asomó la cabeza y trepó hasta su hombro mientras atendía las magulladuras de Matsuda y oía todo lo que la niña tenía para decir. Se dirigía al hombre, por lo cual consideró descortés intervenir y mantuvo los labios sellados. No parecía tener más de trece, catorce años. Había demasiado en su relato para el tiempo que llevaba en este mundo.

    Se hacía una ligera idea de por qué sonaba como una adulta encerrada en el cuerpo de una niña.

    Las conversaciones iban y venían, mientras Kohaku mantenía la oreja parada sin desatender su labor. Su atención, sin embargo, así como la de todos, viró de repente al oír la conmoción en la puerta. Reconoció al hombre recién llegado, era el que había estado ayer tanto en el comercio como en la clínica. Portaba ropas diferentes, sin embargo. Le recordaba un poco a los atuendos elegantes que le preparaban en casa para los eventos especiales de la villa. ¿A qué venía el cambio? Kohaku abrió los ojos, creyendo comprender.

    ¿Acaso sería miembro de la familia...?

    Se incorporó luego de que Matsuda se alejara y llevó una mano a la empuñadura de su espada. Chiasa había vuelto a su bolsillo, casi como si estuviera entrenada para guarecerse ante una amenaza de peligro. Permaneció alerta a cualquier movimiento, y decidió salir a inspeccionar los alrededores del dojo, el patio y los pasillos exteriores. ¿Sería una emboscada? ¿Quizás estarían rodeados?

    Esperaba que no.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Como me extendí mucho con la parte de Kenzo, la dejo en spoiler para que no ocupe tanto espacio, después de todo es algo que solo concierne a Kenzaburo y a cualquier otro personaje que le guste meter narices en situaciones ajenas (?)


    Ryouma


    Mao lo sintió; el calor subiéndole al rostro por el simple gesto de Fuji, ese de acariciarle el cabello... Tenía el leve recuerdo de haberlo hecho un par de veces con sus hermanos. La explicación de Matsuda ante como respondió a los guardias abusivos le revolvió el estomago; frunció el ceño amenazante ante ambas cosas, la muestra de cariño y la explicación del abuso, por motivos distintos. Y a pesar de que seguro se veía molesta, el rojo de sus mejillas era contradictorio.

    Cerró los ojos, inhalando profundamente, para después botar con suavidad el aire por su nariz; volvió a ver a Matsuda, con una sonrisa ladina; la mujer se había marchado, dejando a su amado siendo atendido por Kohaku.

    —Eres fuerte, y no hablo solo de músculos; no me extraña que Fuji haya decidido quedarse contigo. Más te vale no decepcionarla, no permitas que la Casa Feudal te vea flaquear; mantente firme hasta el final, tengo la esperanza de que volverás —. Hubo un silencio, dónde el apaciguado rostro de Mao se volvió a contorsionar en una expresión silenciosamente iracunda —. Me enfadaré mucho si no sales vivo de esta, y a mi no me gusta enfadarme —siseo despacio, logrando que solo Kohaku y Matsuda la oyeran. En un solo pestañeo volvió a una fresca sonrisa, inocente e infantil.

    >> ¡No temas en darlo todo! Tienes a dos médicos de tu lado —. Guiñó un ojo y se dio media vuelta, dirigiéndose con seriedad hacia dónde estaba Kenzaburo.



    M A suy O

    Observó como Fuji le susurraba algo a su maestro, para luego dirigirle una sonrisa a ella; nuevamente el calor, pero en menos intensidad; las arrugas en el entrecejo estaban totalmente marcadas, su boca era una tensa linea levemente inclinada hacía el suelo. ¿Enfadada, estoica o seria? Todas a la vez, hasta que es estuvo poco menos de un metro de su maestro. Desde que se acercó a él no le quitó la vista de encima; le sostuvo la mirada con una fortaleza y decisión pocas veces vistas. O era decidida, o era fuerte; pocas veces ambas, y ahora estaba totalmente inmersa en ellas. Agarró la empuñadura de su katana, pero no reveló el brillo filoso de esta, simplemente se quedó en aquella posición sin dejar de observar los ojos cansados de Kenzaburo.

    —Tengo mucho que contarte, y demasiado de que hablarte, Kenzaburo —empezó, sin disfrazar su voz, hablando con naturalidad; una femenina voz, de un tono medio; cargado de ira, pero nunca dejando de ser suave, sonoro —. Así que iré directo al grano; ¿entendido?

    Desenfundó su katana, y con una velocidad impredecible el filo de está rozaba peligrosamente la mejilla de su maestro, pero el filo no tenía la presión suficiente para hacer un corte. Un pulso envidiable.

    >> Primero, Kenzo; si te mueves un solo milímetro, la culpa de un corte grave será tuya y no mía —sentenció, ignorando totalmente a todos a su alrededor. Solo Kenzo y ella, para el resto de individuos sus sentidos estaban nublados —. Segundo; mientras sea parte del Clan Minamoto, olvídate de Mao; soy Ryouma, Mao se perdió anoche y dudo que vulva pronto. De seguro fue a llorar con su anterior nombre.

    Presionó levemente la katana contra la mejilla de su maestro; Kenzaburo pudo sentir como la hoja se habría paso en su piel, pero era una presión tan suave que el corte con suerte era superficial. De seguro Kenzo no era capaz de sentir el dolor de su piel abriéndose, porque ese era el objetivo; asustar, no dañar. El largo de la katana empezó a escurrir lentamente, volviéndose a acercar al cuerpo de su portadora; la concentración de Mao era tal que la espada no tembló en ningún momento, el superficial y largo corte en la mejilla no pasó a mayores. Quedó menos grave que el arañazo de un gato arisco.

    Y mientras Mao llevaba acabo de acción, hablaba.

    —Tercero, Kenzburo: Soy consciente de los errores, y a diferencia de ti; no me dan miedo, miedo me daría no poder enmendarlos. El único que se debe cuidar de dónde pisa eres tú, no yo; porque yo si me responsabilizo de todas las muertes que dejo, de todas las vidas que he logrado salvar. Aunque sea de manera mínima, yo no dejo que mis cuentas pendientes se acumulen —calmada, suave y repleta de furia; aun faltaba que media katana tocara la mejilla de Kenzaburo.

    >>Cuarto, Kenzaburo: Tú eres el que está lleno de arrepentimientos, no yo —. Su voz consiguió algo más de fuerza, empezando a ser levemente más sonora, pero seguía siendo una voz que solo Kenzo oía con claridad —. Lo único que lamento es no haber muerto ese día, así que ya no me importa morir cualquier otro —. Se quedó en silencio, y una socarrona sonrisa ladina; llena de soberbia adornó sus labios —. En cambio, estimado; si yo muero por andar metida en cosas indignas para mi honor, tú eres el único responsable de mi muerte, por haber decidido responsabilizarte de mí —.

    Solo un tercio de espada quedaba; una última cosa por decir.

    —Quinto y último, Kenzaburo: Ni una mierda voy a permitir que te mueras, ¿entendido? Si dejas que te maten, yo misma me encargaré de hacer tu cuerpo pedasitos e ir a darte de comer a las bestias del bosque; para que nadie te recuerde tu existencia, para que nadie pueda llorar por ti —comentó, su rostro no presentaba furia, porque el ceño estaba fruncido con suavidad; su voz era de alguien haciendo una promesa.

    >> En cambio, Kenzo; si decides querer seguir viviendo... —. La espada terminó de deslizarse por la mejilla de Kenzaburo, dejando un fino y para nada profundo tajo en su mejilla derecha; lo más probable es que su cicatrización no dejaría marca, a menos que se infectara —. Si te remides, me encargaré de cuidarte la espaldas de esas escorias con las que te involucras. Si deseas seguir teniendo una vida de perro sarnoso, que le mueve el rabo a los más poderosos solo por dinero...

    Otro silencio, Mao nunca despegó sus orbes amarillentos de la experimentada vista de Kenzaburo. Otra sonrisa ladina adornó el rostro de Masuyo.

    —Yo misma me encargaré de matarte —. Le susurró, para que solo el escuchara, mientras enfundaba de nuevo su katana — ¡¿Te quedó claro, Kenzaburo?! —gritó, sonora y potente, con una voz profunda y para nada chillona. Sus ojos podían explayar la furia y determinación de su deseo; un sol que se podría ocultar, pero que sería casi imposible apagar, porque estaba lejos de tu alcance.

    Inhaló, para luego exhalar. Se transformó nuevamente, en aquella chiquilla que cocinaba pescados con especias para un viejo Ronin que le salvó. Ahora su rostro se mostraba compasivo y hasta apenado, mientras su mano derecha de alzó a la mejilla sana de su maestro. Una leve caricia con su dedo pulgar, para después dejar inmóvil la mano.

    —Pero lo más importante, Kenzaburo; No seas idiota —suave y apenada, con un toque de dulzura que solo utilizó alguna vez con sus hermanos —. Me importa poco y nada el resto, pero si tú mueres volveré a estar completamente sola... ¿Me entiendes, verdad? — Una extensa sonrisa, que a pesar de que arqueaba sus cejas entristecida, transmitía algo de alegría —. Solo yo estaré segura cuando sea el momento de librar al condenado de mi Maestro de este munod, no me decepciones muriéndote antes de tiempo. Se que eres capaz de ganarle a cualquier espadachín promedio si te lo propones, pero ellos no son tus enemigos, Kenzo.

    Dos caricias en la mejilla izquierda, mientras su sonrisa se mantenía, aunque ahora la pena y desolación era más visible para Kenzo.

    >> Eres tú del único que debes temer, del único de quien te debes proteger; del único que voy a intentar salvarte, porque te lo debo.


    Ryouma

    Tras terminar de hablar con Kenzaburo, todos sus sentidos volvieron a despertar; recibiendo con velocidad agobiante todo la información de lo que le rodeaba... El explosivo hombre de ayer había llegado con ropas feudales, sintió una leve punzada por solo entender lo que significaba, pero aun así no simpatizaba con él; no le fue un problema ignorarlo...

    A diferencia del joven de cabellos azulados , quién parecía estar yendo con una rapidez silenciosa al exterior, inconscientemente Mao lo había buscado con la mirada... ¿Sería idiota? ¡Lo último que necesitaban era dispersarse! La noche siempre era peligrosa, más con la Casa Feudal tan alerta de los movimientos del Clan.

    —Adiós —. Se despidió seca y cortante de su maestro, y siguió con rapidez la silueta de Kohaku, pero sus pasos con suerte hacían un ruido sordo.

    En apenas unos segundos caminaba al lado del mayor.

    >> Linda tarde para disfrutar de un paseo —comentó con seriedad, para luego mirar de reojo a quien le ganaba en altura. No podía verle todo el rostro, menos aún los ojos bloqueados por la máscara, pero a pesar de eso sostenía esa mirada que no era capaz de visualizar. Si le incomodaba la máscara, pero estaba acostumbrada a lidiar con aquellos que usaban su apariencia genuina como fachada—. Sería una lástima que fueras solo, déjame acompañarte.

    Y poco le importaba si apreciaba o no su compañía; la última vez que dejó solo a Kenzaburo, este terminó metido en líos con Feudales.

    —De seguro al viejo Ronin lo atraparon por encaminarse solo a la fuente de peligro —susurró a Kohaku, para luego cerrar su boca; no tenía nada más que decirle, a menos que el contestara algo.
     
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    Insane

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    Sentir la presencia de aquella pequeña criatura provocó que sus párpados se abriesen, observando aquella ardilla en el hombro del muchacho enmascarado. No la había notado antes. Desvió su mirar hasta el hombre que le preguntó su nombre.

    —Natsu —respondió con aquel desinterés innato, mirando a Kohaku.

    El pequeño parecía ir a husmear en la afueras. En caso de que estuviesen en peligro no le haría nada de mal recibir un par de golpes, la experiencia a esa corta edad era enriquecedora. Continuó escuchando las voces del lugar, manteniendo su postura serena. Si Kenzaburo había salido de los barrotes, la probabilidad de que volviese a dentro era inimaginable.

    Solo restaba esperar.
     
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    Amelie

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    Dojo Minamoto (Takeda; Takano; Matsuda; Ukita; Yamagata; Misato; Kuroki; Natsu; Kenzaburô)[​IMG] [​IMG][​IMG] [​IMG]


    Matsuda se sentía mejor con sólo el hecho de haber sido atendido; las punzadas parecían irse lentamente; a pesar de ello los meretones seguirían presentes un par de días mas, por suerte no tenía nada roto. Al parecer Kohaku era muy hábil y Mao también pues se había ofrecido en un futuro a curar sus heridas; sus palabras fueron muy amables y sonrió cuando mencionó a Fuji, la amaba.
    Varios de los presentes miraron en dirección a Kenzaburô y Mao, el grito de la pequeña los alertó —Esos dos tienen conflictos...— decía Takano de pie junto a Takeda que negó sonriendo —¿No has amado amigo? El amor es la ausencia de juicio— Takano los miró confundido; sólo parecían lastimarse el uno al otro.

    [​IMG]


    Takeda se alejó de Takano para acercarse a Yamagata; cuando este veía las pruebas —Encontré esta armadura; ve la entrada de la herida antentamente —Yamagata escuchaba a Takeda mientras se daba cuenta de la situación —El asesino pudo haber imitado la herida en mi hermano para inculparlo... —Ukita interrumpió a Yamagata sosteniendo el veneno y señaló a Natsu —Natsu encontró veneno en la punta de la lanza; ¿Tenshin tiene algún entrenamiento en esto?— Yamagata miró a Natsu confundido, no lo conocía; miró después a Takeda —¿Es una broma? Para lo único que sirve mi hermano es para las palabras y la política — Ukita negó —No parece dominar las palabras; hubieras visto como trastabilló frente a mi cuando inculpó a Kenzaburô— dijo Ukita; Takeda se sentó frente a Yamagata — Tenshin es el asesino de Chikusa, sabes que es cierto; no necesitaba entrenamiento militar como el que te fue dado a ti; usó un veneno creyendo que eso haría todo el trabajo sucio por él; pero Chikusa se levantó para dejarle un recuerdo a su traición y cobardía. Si ese veneno no lo hizo él; alguien se lo entregó—planteó Takeda mientras Yamagata apretó sus puños sobre sus piernas. Matsuda llevó su mano a uno de los golpes que recibió en el estómago —Si no fuera por Natsu, y que Takeda se arrastró como un tejón; no tendría nada que pudiera convencerte mas que su palabra; ya que lo demás no logró convencerte— Dijo Matsuda ante un Yamagata apenado; el cual se inclinó en disculpa —Perdonen por dudar del clan —dijo bastante arrepentido; aún así muy herido, era su hermano de quien hablaban.




    Kohaku y Mao (fuera del dojo) [​IMG] [​IMG]

    Fuji llegó cargando una caja de bambú en sus hombros; los observó —Guardaré un poco de comida para ustedes dos— dijo sonriéndoles. Después entró nuevamente al dojo.




    [​IMG]
    Dojo Minamoto (Takeda; Takano; Matsuda; Ukita; Yamagata; Misato; Kuroki; Natsu; Kenzaburô)[​IMG] [​IMG][​IMG] [​IMG]



    Fuji entró cargando una caja de bambú en sus hombros; Matsuda se levantó para ayudarla. La comida había llegado; grandes tazones de arroz; verduras hervidas y pescados asados; olía increíble. Yamagata permanecía frente a Takeda con los puños apretados se había erguido y mostraba su preocupación; Yamagata siempre ha sido muy transparente con sus emociones—Disfrutemos de la comida, el juicio en la casa Feudal se llevará a cabo cuando el sol descienda; no falta tanto. Comamos y tomemos energía — Dijo Takeda levantándose y caminando hacia el pequeño espacio donde la tetera permanecía; era momento de llenar los estómagos y tomar té tranquilamente. Un duelo se acercaba, pero seguía existiendo piezas que no terminaban de encajar. Takeda siempre se le veía tranquilo, a diferencia de Yamagata, sus emociones solían ser más complejas de entender.

    Kuno Vizard Mori rapuma Gigi Blanche Gigavehl Insane
    En mi siguiente post largo iniciaremos nuestro primer encuentro; se explicará el papel de cada quien en ese movimiento.
    Mientras tanto pueden indagar con los personajes; tratar de conocerlos mas y conocerse entre ustedes. Daré suficiente tiempo para ello; si alguien pregunta algo a los pnjs responderé.
    Si sus personajes no desean hablar pueden evitar hacerlo; no es obligatorio entablar conversaciones, aunque lo recomiendo ampliamente.
    Sus personajes ya no pueden alejarse del perímetro del dojo y sus alrededores. No mas investigaciones.


     
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    Gigavehl

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    Cáncer
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    Kuroki Fusatada

    Cuando el resto empezó a desplazarse, opté por levantarme y dirigirme a un lado, recargando mi espalda en un pilar para seguir viendo todo desde lejos, aunque no evité sonreír que el resto de los presentes empezaba a trabajar en conjunto, mas bien. Parecía que la confianza empezaba a fluir poco a poco. Cerré un momento mis ojos para dejar que lo demás transcurriese, hasta que la puerta se abrió, era Yamagata, aunque no evité musitar sorprendido ante la escena, tenía una vestimenta noble, para nada similar a como estaba apenas ayer. Inclusive su expresar era muy distinto, no evité mas bien apenarme, se notaba como el golpe de Chikusa fue como una patada en la entrepierna. Sumado a que si escuchaba en especial su conversación... Maldición.
    No me atreví a ver ni a hacer más cuando menos me di cuenta, ya había legado la comida, olía fabuloso y sonreí ampliamente por eso. Por lo que no tarde en acercarme y sentarme, tomando un gran tazón de arroz ante que cualquier cosa, un par de palillos y comencé a comer plácidamente.

    Lo cierto es que aún las cosas con Tenshin eran extrañas, pero es que todo delataba que él era el culpable. Y quería expresar algunas cosas pero, revisándolos mejor, era lo que ya se había discutido, no veía con quién conversar. El ambiente era muy tenso y, tampoco sabía como consolar a Yamagata, aunque tal vez lo comprendía al perder a un familiar.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    por si alguien quiere compartir mi mood (?



    Kohaku Ishikawa

    Había abocado por completo sus sentidos a la detección de la más ligera modificación en el ambiente; escudriñando las sombras danzantes, discerniendo el compás de la brisa, olisqueando el aire. A pesar de sus intenciones, de sus objetivos y el ominoso peligro que los cubría como una telaraña invisible, Kohaku no pudo evitar pensarlo.

    Era un día hermoso, cálido y sosegado. Poseía una belleza casi melancólica sobre la sangre que había sido derramada en el dojo, el dolor de los Minamoto, el humo perdiéndose en el cielo y la brillantez extenuante de sus propios recuerdos.

    La nieve aún le quemaba los ojos.

    "Linda tarde para disfrutar de un paseo."

    Reconocer la voz de la niña lo sobresaltó un poco, había agudizado demasiado los sentidos. Giró el rostro hacia ella por reflejo, como había hecho hacía apenas un rato, y encontró su mirada ámbar viéndole fijamente. Sus ojos eran casi un espejo, similares a los suyos. La sorpresa inicial murió al instante de comprobar su menuda presencia a su lado y retomó la caminata, a paso calmado y, quizás, un poco pesado.

    —Claro que puedes acompañarme; sólo no pensé que quisieras hacerlo —confesó, viendo al frente con una suave sonrisa plantada en el rostro; era cortés y amable, incluso cálida. No existía atisbo de burla o ironía en su voz—. Después de todo, cuatro ojos funcionan mejor que dos.

    A decir verdad, todo lucía bastante tranquilo. Era un alivio. Habían casi alcanzado la puerta principal del dojo cuando Kohaku advirtió la silueta de Fuji acercándose. Se detuvo para sonreírle en bienvenida e inclinó ligeramente la cabeza ante su comentario sobre la comida.

    —Muchas gracias, señorita. Será bien recibido.

    Una vez la mujer se alejó, Kohaku retomó la marcha y escuchó con cierta curiosidad las palabras de Mao. ¿El viejo ronin? Bueno, debía referirse a Kenzaburo, el hombre acusado del asesinato de Chikusa. Ese que estaba en el dojo, el de la cicatriz en el rostro. Al parecer, tenían cierta historia. No le parecía oportuno preguntar, sin embargo, y a juzgar por la actitud usualmente reactiva de la niña, no quería arruinar la calma que se había asentado entre ellos. Le sonrió, sin remover jamás su mano derecha de la empuñadura, y picó su bolsillo dos veces con la izquierda. Chiasa escaló a su antebrazo y Kohaku lo alzó hacia Mao. La ardilla chilló con emoción, viendo a la niña, y olisqueó el aire con el hocico en punta.

    —Pero si no estoy solo —replicó, con cierta alegría en su voz—. Ella es Chiasa. Me acompaña desde hace algunos meses.

    Chiasa. Un millón de amaneceres. Kohaku volvió la mirada hacia el sol naciente y aspiró aire lentamente. ¿Dónde estaría Chiasa, su dulce y brillante Chiasa, ahora mismo? ¿En algún punto, quizás, entre el sol y las estrellas invisibles?

    —¿Cómo te llamas, pequeña?

    Apenas notó el apelativo cariñoso que había utilizado para referirse a Mao, y temió de inmediato la posibilidad de ofenderla. Su expresión mutó en preocupación y arrancó su mano de la katana un breve instante para alzarla en señal de disculpa.

    —Ah, perdona. Lo dije sin pensar.

    oops estoy escuchando una canción tradicional super melancólica y se me filtró el mood en el post, sorry (?
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kaisa Morinachi

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    Ehem; tuve que cortarlo a la mitad, llegaba a las 1000 palabras la lesera XD

    Ryouma
    Dojo Minatomo (Fuera del dojo)

    Observó a Kohaku hasta que este volteó al frente. Ante la suave sonrisa del otro, ella respondió con una mueca, una de alguien inconforme; pero no respondió hasta el comentario de los ojos.

    —Okey; no eres ciego entonces; pues dices que cuatro ojos funcionan mejor que dos... —sonrió ladina, mientras mantenía su caminar, algo más pausado que el de Kohaku—. Bueno, estoy acá por precaución. Lo último que faltaría es que ataquen a otro del Clan, no me extrañaría viniendo de ellos —finalizó con seriedad, desvaneció su sonrisa en cuanto se refirió a los soldados de la Casa Feudal.

    Cuando se acercaban a la entrada principal divisaron a Fuji, Mao quedó media embobada observando la caja de bambú. Hizo un leve inclinamiento de cabeza, como afirmación a lo que dijo la mayor; para seguirle con la mirada, y cuando esta entró en el dojo volvió su vista al frente.

    —¿Uh? —exclamó en cuanto escuchó a Kohaku, volteando a verlo con el ceño fruncido, claramente confusa. No se demoró en bajar su mirada para ver una ardilla muy cerca de su rostro; se sobresaltó, dando un paso hacia atrás, inclinando también la espalda; alejándose del animal. Su mirada de aparente enfado se dirigió a la máscara de Kohaku.

    >>¿Chisa? —preguntó, intercalando su vista entre el mayor y el animal, claramente incrédula; no entendía nada, nunca había tenido una mascota. Cuando se irguió correctamente, lo hizo posicionándose sobre el pie que había alejado, quedando como a un metro de distancia de Kohaku —. Lindo nombre, supongo —comentó, en un tono bastante bajo, como si su voz se mimetizara con la de Kohaku. aunque la de ella era más indiferente.

    ¿Cómo te llamas?
    Esta vez su rostro si expresó total enfado, pero no uno iracundo, más bien era amenazante. Miró de reojo a Kohaku, apenas ladeando la cabeza para poder verle, los orbes amarillentos era los que tenían más movilidad en Mao.

    Una sonrisa, de esas que no eran por alegría. Volvió su vista nuevamente al frete, en el horizonte que empezaba a tornarse ámbar.

    ... ¿Se acababa de disculpar? Mao esta vez si volteó a verlo con rostro y todo, se veía aún más incrédula que cuando vio a la ardilla.

    —¿Qué dices, hombre? —dijo con seriedad, pero no sonaba enojada, más bien sorprendida. Volvió a mirar la ciudad y el horizonte mientras le restaba importancia al asunto con un gesto de mano. Mao pensó que se disculpaba por preguntar su nombre, el "pequeña" lo había ignorado totalmente, lo borró de su recuerdo en pocos segundos; para ella el "pequeña" no la representaba, no lo vinculaba a su persona por inercia.

    >>Ryouma, ese es mi nombre —comentó sin mirarlo, empezando ahora a caminar ella; dirigiéndose al costado izquierdo del dojo, quería llegar a la zona trasera de esta, era más fácil emboscar por la espalda que por frente al fin y al cabo. Si había algo sospechoso, o había quienes quisieran infiltrarse para hacer cosas indignas, la parte trasera del lugar sería la mejor entrada...

    Soltó un pesado suspiro de la nada, recordando emboscadas incompasivas. Siguió hablándole a Kohaku, confiando en que le seguía el paso.

    —¿Sabes leer o escribir? Por tu forma de ser supondré que si. "Ryouma", con kanjis de "Dragón" y "Caballo"; Ryu, Uma... Aterrador, ¿no? — Otra sonrisa socarrona acompañó su calmado hablar —. Un temible dragón que vuela por los cielos, inalcanzable; el gran caballo de un guerrero, siendo el animal quien termina de otorgarle toda su grandeza —. Se había detenido, mientras observaba el cielo. Su voz era demasiado ambigua, como la de los niños pequeños, esa que pierden con el paso del tiempo —. Puede ser ridículo siendo yo quien lo porto, pero poco me importa; estoy orgulloso de él.

    Volteó a ver a Kohaku, alzando la vista para volver a sostener aquella mirada invisible para ella.

    —Ayer recordé otro significado, ya sabes; esos nombre que cambian dependiendo como lo escribas —. Seguía sonriendo, una sonrisa desafiante... pero... ¿qué desafiaba? Se volteo nuevamente para mirar al frente, y siguió su camino a la parte trasera del dojo.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    Las palabras de Fuji lo dejaron tensó; ¿que tanto había descubierto de su pasado al hacer renacer su vieja katana? Pero relajó su postura al ver acercarse a Mao: sonrió levemente, de verdad le resultaba tierno la forma de desenvolverse de la chiquilla, era fuerte, tenaz, aún inocente pero sobre todo valiente, con una voluntad de hierro. Aunque claro, él no se lo diría.

    La dejó hacer, sin moverse un músculo, sin dejar de hacer bailar su mirada oscura con la de ella, del color de la miel; incluso el opaco color del atardecer a veces jugaba con los ojos de Mao, volviendolos melancólicos como una primavera pronta a pasar de estación. Era bella. Bella y temible por igual y Kenzaburô tuvo un estúpido sentido de orgullo.

    —Ryouma. —repitió con un dejó de sorna; otra personalidad más. —Tu nombre es uno solo; lo sabes y lo entiendes. Ninguno de tus nombres tapara tu corazón y el verdadero color de tu alma. Yo seré todo lo que quieras que sea y más incluso, pero no escapo a lo que soy. No escapes tampoco a lo que eres. Hoy es una agradable noche. Más tarde te veré cerca del río, es hora de contarte una historia. Quizá la última.

    No dijo más, a Kenzaburô le gustaba lo misterioso, fiel creyente a lo mitos y atado a las viejas creencias. Si, hoy contaría su última historia. También le dolían las palabras de Mao hacia él pero callaba, como mejor sabía hacer para los asuntos del corazón. Por un lado que Mao creyera que él mismo era una de las tantas escorias del submundo le lastimaba... pero por el otro lado le confortaba; era la única razón por la que se sentía que realmente podía protegerla.

    La observó irse sin más, apenas una niña adolescente y caminaba con el orgullo de cualquier espadachín de renombre. El El orgullo era palpable hasta en su rostro. Una media sonrisa, ojos brillantes y el estúpido jolgorio de la felicidad nublando su mente. Negó con energía y esa sensación huyó como un pájaro negro.

    —Quizá pueda descubrir quién maneja venenos ilegalmente. —habló en general, caminando hacia la comida y llevándose un trozo grasoso a la boca; se limpió la boca con el dorso de la mano y se chupó los dedos. —Y cuánto antes lo haga será mejor. —habló despreocupadamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. —Luego de eso podremos hablar. —y esta vez miró a Takeda. Era hora de abrir su pasado.
     
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    Amelie

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    Takeda Minamoto

    Takeda escuchó atentamente a Kenzaburô —¿Cuál es tu plan? — miró al exterior; el sol comenzaba a ocultarse —Dudo que el tiempo sea apremiante para que busques algo Kenzaburô; muy pronto Takano hablará del plan para acudir a la Casa Feudal —dijo mirando a Takano; que como siempre había comido con demasiada velocidad y ya estaba planeando una estrategia en la esquina del dojo, concentrado — Pero para hablar es el momento perfecto— decía tomando un poco de té
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    Meditó su respuesta durante muchos segundos, tantos que creyó que se le fueron varios minutos mientras confrontaba la mirada de Takeda. Kenzo no estaba en contra de nadie en particular pero debía aceptar, por su honor, que estaba bajo el mando y la protección de su nuevo señor; un ala impuesta a su destino pero que acataría con envidiable lealtad. El duelo de miradas era simple orgullo que pronto el espadachín hizo a un lado.

    —Tengo contactos. —dijo sin más, mirando a todos en especial; aquello no era algo que agradaba decirlo al aire. —No tenemos mucho tiempo pero si tan solo pudiera ponerme en contacto.... —guardó silencio. No había tiempo; aún no anochecía y no llegaría a tiempo; el puente parecía demasiado lejos. —De acuerdo.

    Se acercó a Takeda, creía que la historia que guardaba su katana merecía ser escuchada solo por él aunque había sido desnudado por Fuji. No era literal pero Kenzaburô creía que su espada era parte de su intimidad más absoluta y la mujer se encargó de verla.

    —La historia de mi katana. —tomó aire ,contaria lo necesario —Un duelo se realizó en mi aldea, yo apenas un niño. Me robé la katana del espadachín que murió y escapé de mi hogar; un hombre me encontró no mucho después, un sujeto que dedicó tiempo y energía en entrenarme, formarme y educarme; ese sujeto era la misma persona que mató al samurai de mi aldea. Nunca supe su nombre, no me lo dijo y yo respeté su decisión al no preguntar más. Nos separamos, yo hice mi vida. Trabajé mucho tiempo para el señor Imperial hasta que hubo un intento de asesinato con la hermana menor de la esposa de Akishino. Hubo un complot, no entiendo aún el por qué, pero se me acusó a mí; irónicamente al seguir el rastro del asesino cada pista, cada indicio, cada huella daban a mí. Me consideraba el mejor rastreador del mundo hasta que alguien me la jugó de esa forma. Al intentar escapar me enfrenté con unos guardianes, maté a unos y otro me dejó está herida. —bajó un poco su kimono para mostrar la fea cicatriz que bajaba por su cuello hasta sus clavículas. —El mismo guardia que me hirió era la misma persona que me entrenó de joven, la misma persona que mató al samurai aquel día en mi pueblo y al que le robé la katana. Sé que algo más oscuro que la guerra entre tu clan y el Taira se está tejiendo en la oscuridad de ese conflicto. Intenté rastrear, hice muchos favores, pero nada. Ese tipo que considero mi maestro es un fantasma. Y tengo una deuda de sangre con él. Por él deben preocuparse y no por alguien más.

    Estaba inquieto. Era un secreto que tenía guardado tanto tiempo que le carcomía por dentro. Se arrepentía de decirlo, de contarlo... y aunque faltaban detalles ya había dicho lo más importante. Bajó la vista hacia su katana y acarició la empuñadura.

    Se lo debía.

    Su espíritu, resquebrajado como su katana, comenzaba a chispear.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama


    Todos en el recinto parecía ser gente interesante, me entusiasmaba la idea de no haber empezado con un ambiente algo...aburrido.

    Tan pronto como Fuji entro con varios platos pude notar el exquisito aroma de las verduras hervidas, eran una verdadera delicia no podía perder esta oportunidad. Me servi y tome los palillos para poder disfrutar de la comida.

    —itadakimasu—agradecí en un susurro manos juntas, con cada bocado disfrute observando por mucho rato el ir y venir de todos, Takeda parecía tener algo entremanos en la que todos jugaremos un papel. Pensativa roce delicadamente mi índice en la empuñadura de mi katana, muy pronto correria sangre, algunos celebrarán y otros llorarán...cerré los ojos al pensar que tantos de nosotros saldremos en pie o caerían... incluyéndome...al menos mostraría mi valía antes de sucumbir, de lograrlo todo habrá válido la pena.

    Coloque los palillos una vez acabé, limpie mis labios y suspiré algo aburrida, me encanta ver lugares nuevos pero estar callada por años no es lo mío. Jugando con un mechón de cabello enfoque mi atención en aquel niño albino no parecía muy presto a una conversación larga pero se veía algo tenso. Me recordó unos instantes a uno de los niños que hace dos años desbordaban energía.

    —¡Hola!— saludé con una reverencia para acercarme a el —tal vez escuchaste mi nombre entre murmullos pero igual me presento...soy Aoyama Misato...ah y puedes llamarme solo Misato si así lo quieres—aclare al final, por nuestra diferencia de edad el podría recurrir a formalismos y eso me incomodaba más de una vez.

    No era de andarme con rodeos así que decidí romper la tensión con algún tema y ese era ¡claro! El chico parecía disculparse de algo ¿Ocasionó problemas al clan? No había escuchado bien pero mi intuición lo afirmaba.

    —A ver entonces armaste más de un buen alboroto para ingresar al clan ¿A qué si?—inquiri con una sonrisa pícara inclinandome un poco más cerca del niño, si lo sé era algo entrometida pero la información era algo tentadora para mi, siempre lo fue hasta el más mínimo detalle.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    No tardé mucho hasta acabarme el arroz y poco después el pescado, por lo que musité satisfecho y agradecido, me limpié como era debido, seguía un tanto tenso.
    Luego escuché a Kenza, la verdad es que me sorprendió mucho que decidiese contarnos su historia. Una historia cuanto menos trágica y lúgubre, entinando muy bien con su aspecto y su personalidad, me sentí apenado, aunque por fortuna, no dudé de él... Tal vez y tendré alguna ocasión para hablar mejor con él, si vamos a estar juntos. Como mínimo deberíamos conocernos un poco más.
    ¿Qué nos espera? La verdad es que me ponía muy nervioso, este sería mi primera gran misión de todas y no esperaba que apenas un segundo día esto fuese a torcerse de esta manera, por lo que me quedé reflexivo, preparándome para lo que estaba por acontecer cuando una voz femenina me habló. Eso me sacó de mis pensamientos y me giré, era una mujer, de pelaje negro y largo, con piel clara, mientras veía que se acercaba y se sentaba a mi lado, por lo que le sonreí y le reverencié de vuelta.
    —Es un gusto Misato, gracias por la aclaración. Yo soy Kuroki Fusatada, me puedes decir Kuroki o Kuro como algunos me llaman. No me es ningún problema—. Dije mientras sostenía la reverencia hasta que terminé de hablar.

    Aunque enarqué una ceja y me sorprendí por su último comentario ¿Ya lo sabía? Tal vez y lo escuchó por ahí, por lo que reí un poco apenado.
    —Bueno, sí. No es que quisiera estropear algo de Takeda o similar, lo que pasa es que quería ver si podía enterarme de algo que estoy buscando, y lamentablemente no funcionó. Pese a tener dotes para escabullirme, temo que todos mis intentos fueron fútiles. Menos mal que Takeda fue paciente conmigo y por eso es que me siento en deuda con él—. Volví a reír.
    >>¿Qué hay de ti, Misato? No recuerdo que alguien de aquí mencionase tu nombre, por lo que intuyo apenas llegas. ¿Porqué te has decidido a unirte?—. Pregunté con una sonrisa tranquila e interesada, la verdad es que esto me distraía muy bien de la tensión del momento, y vaya que lo necesitaba.
     
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