Aichi Nagoya

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 6 Septiembre 2020.

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    Amelie

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    Ginza sonrió ante la nueva negociación que proponía Togashi —Te doy ciento sesenta por las dos kodachis perfectas —lo miró a los ojos para que notara su decisión en sus palabras —Si bien, son una forja perfecta; tenemos pocos clientes de este tipo de sable corto. La de baja calidad no la quiero —mencionó tajante.

    Después miró la forja de las naginatas y las inspeccionó con una sonrisa —Te equivocas; la naginata común tiene un precio de doscientas cincuenta monedas; te compraré estos filos perfectos al precio que propones, seguro a manos de Yamamoto podrá personalizarlas y tener una buena ganancia —Ginnza estaba siendo honesto —en cuanto al filo común... lo compraré al precio que propones, era el que yo te hubiera dado.

    Ginza volvió a extender la mano.

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    Propuesta de venta:
    -2 sables de kodachi perfecta= las dos a 160
    -1 kodachi de baja calidad= no la compra
    -5 sables de naginata perfecta= 1,500
    -1 naginata de calidad común= 150

    Total si aceptas= 1,810
     
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    La negociación no comenzó muy bien: Ginza aceptó el hecho de entregar ciento sesenta monedas, pero por ambas kodachis. Era prácticamente la mitad del precio que pedía por ambas. Sin embargo no dejó entrever una reacción de su parte, pues aquello apenas era el inicio del negocio, por lo que se limitó a sostenerle la mirada. La kodachi de baja calidad fue rechazada de lleno, sin dar lugar a réplica; pero pensó que podría servir para intentar una nueva forja, según Ginza todavía era posible volver a fundir esas armas. Mientras pensaba que tendría que consultar con Yamamoto el respecto, el joven comerciante ahora inspeccionaba las naginatas. Cuando mencionó que éstas en realidad solían venderse por doscientas cincuenta moneda, Togashi temió que volvieran a rebajar el precio de sus armas y hasta estuvo considerando la posibilidad de discutir. Cosa que al final no fue necesaria, pues Ginza aceptó el valor que ponía en ellas, incluida la naginata de calidad común. Eso le daría una ganancia total de mil ochocientas diez monedas, lo que cubría por un muy amplio margen la cantidad de monedas que necesitaba para su yoroi.

    Trato hecho —declaró, estrechando la mano de Ginza con firmeza.

    El joven era un hueso muy duro de roer y pese a las ganancias que acaba de hacer ante él, se sentía vencido por su habilidad de comerciar. Togashi pensó que iban a llevarse muy bien como rivales.

    Creo que es momento de terminar lo que empezamos ayer —dijo tras estrechar su mano, y sacando su abultada bolsa de monedas—. Compraré un yoroi personalizado, un sode y quince bloques de acero.

    Porque aunque su concentración se encontraba en el fuego y el martillo, Togashi no olvidaba que las oscuras nubes de la guerra se alzaban sobre Japón como un gran fantasma gris. Si quería continuar creciendo en la senda del herrero, debía mantenerse bien equipado y entrenado en el camino del guerrero, porque la vida era esencial.
     
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    Ginza miró con asombro a Togashi y le estrechó la mano entregándole las monedas y antes de que pudiera decir algo; Yamamoto ya había jalado a Togashi del hombro —Eso lo verás conmigo; acompañame —miró hacia Ginza, afirmó en gran agradecimiento mientras éste afirmaba y comenzaba a recoger con cuidado los sables comprados.

    Yamamoto se notaba emocionado, como un niño que quería mostrarle a su amigo uno de sus juguetes preferidos. Llevó a Togashi a una habitación que olía a cuero y metal; había varios pedazos de telas e hilos de sistintos colores —Permíteme...—mencionó mientras media a Togashi con un hilo de cáñamo —Había buscado a alguien digno de usarla ¿Sabes? —seguía diciendo mientras comenzaba a abrir una caja de bambú; allí sacó un hilo azul —El hilo Minamoto— sonrió — Es un azul característico de su emblema.

    Hizo unos ajustes a unas placas de metal mientras tensaba el hilo grueso color azul; Yamamoto creaba un entramado entre el acero; y entre los detalles se podía ver un brillo singular; era amarillento —Usukane —mencionó Yamamoto mirando a Togashi mientras se levantaba para mostrar el yoroi que acomodaba sobre Togashi, ayudándolo a ponérselo; allí, Togashi pudo ver que los detalles amarillentos eran de oro.

    —Oro fino; Usukane —sonrió —Ese es su nombre; y ahora te pertenece.

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    La enorme mano de Yamamoto lo tomó por sorpresa una vez más y sintió cómo su poder lo arrastraba lejos del mostrador de Ginza. Escuchó al herrero decir que él se encargaría de la parte del yoroi y, antes de que Togashi lograse enderazar sus pasos para seguirlo, lo último que divisó fue al comerciante asintiendo con la cabeza y comenzando a guardar los sables que acababa de vender. Cayó en cuenta de que no le habían dado ni el sode ni los aceros. La emoción de Yamamoto había sido mucho más fuerte y su curiosidad despertó, con la pregunta de qué hacía tan especial a su compra.

    Ya sin tropezar ni trastabillar, Togashi siguió a Yamamoto hasta otra habitación. En el aire flotaba el aroma del acero mezclado con el del cuero, una combinación que le resultó agradable; cerró los ojos para dejarse embargar más profundamente por aquella sensación. Al volver a abrirlos, notó trozos de tela e hilos de distintos colores. Observó con detenimiento los detalles de aquel lugar. Aunque no estaban cerca de la forja, saltaba a la vista que allí también se realizaban trabajos extraordinarios; que él en algún momento tendría que aprender a manejarse con aquellas telas e hilos. Que su espíritu se expandiría hasta mezclarse con los colores presentes en la habitación, colores que tenían la energía de nuevas oportunidades.

    Yamamoto se aproximó a él, hilo de cáñamo en mano. Comenzaron a medirlo y él siguió la indicaciones para que el herrero tuviera la información más clara posible de su contextura.

    Había buscado a alguien digno de usarla ¿Sabes? —decía Yamamoto.

    La emoción era claramente palpable en su voz. Togashi le miró con atención, invitándolo a continuar hablando. El herrero abrió una caja de bambú que había en la habitación, de la cual empezó a sacar un grueso hilo azul.

    El hilo Minamoto—Yamamoto sonrió— Es un azul característico de su emblema.

    Togashi asintió, sintiendo una pequeña emoción naciendo en su pecho: por un momento, al igual que Yamamoto, también pareció un niño cuando se acercó a mirar cómo el herrero hacía unos ajustes a unas placas de metal y tensaba el hilo, haciendo que su color azul resaltara aún más. Era casi mágica la forma en que el yoroi surgía en las manos de Yamamoto, tomando forma y color. Togashi deseaba aprender a hacer lo mismo, a estar al mismo nivel que su maestro lucía en aquel momento. También notó que entre los detalles del yoroi se vislumbraba un brillo amarillento, casi dorado. Como si leyera la mente, Yamamoto dijo una sola palabra: "Usukane".

    Terminada la construcción del yoroi, Yamamoto ayudó a Togashi a ponérselo. Vistiendo el yoroi, pudo ver más de cerca el brillo que había notado. Se dio cuenta de que era oro. Miró a Yamamoto con sorpresa, pues el yoroi era mucho mejor de lo que había esperado.

    Oro fino; Usukane —volvió a decir Yamamoto con una sonrisa—. Ese es su nombre; y ahora te pertenece.

    Él lo miró, todavía sorprendido por el yoroi que le estaban entregando. Azul Minamoto, azul de la flor de genciana y azul del mar profundo, del agua. No supo muy bien qué decir, por lo que miró primero su mano. Giró el antebrazo, estudiando la forma en que las placas de acero "conversaban" con su cuerpo. No sentía ningún impedimento en su movimiento. Luego se miró el cuerpo, hasta donde su vista permitía.

    "Me veo como Takano pero en azul" pensó Togashi con cierta gracia. Sonrió: aquel yoroi le gustaba.

    Dio unos pasos hacia atrás y giró hacia un costado, para no quedar frente a Yamamoto. Desenvainó su katana Asahi con suavidad y con ella hizo unos suaves pero pronunciados movimientos en el aire. También adelantó una rodilla y se inclinó hacia adelante, flexionando una pierna y estirando la otra, más rezagada. Otra vez, las placas de acero parecían agua sobre su cuerpo. Lo protegían sin interferir. El trabajo de Yamamoto era extraordinario, y en ese momento se prometió a sí mismo que trabajaría igual de bien para proteger a los suyos...

    "Soy Minamoto no Togashi. Soy Hi no Kajiya. Soy Mizu no Senshi."

    [​IMG]

    Envainó a Asahi con la misma suavidad con la que la había sacado de su saya. Se giró hacia Yamamoto y se inclinó hacia él en otra respetuosa reverencia.

    Es un yoroi perfecto, maestro Yamamoto, se siente como una segunda piel y el color me enorgullece. Estoy fascinado. ¡Muchas gracias! —afirmó con sinceridad, se notaba que no estaba siendo adulador. Se incorporó y miró a Yamamoto con una sonrisa agradecida—. Deseo crear yorois igual de buenos, pero entiendo que tengo que mejorar en otras forjas antes.

    >>Me siento preparado para aprender a forjar nuevas armas además de las katanas, las kodachis y las naginatas. Por lo que te pido que me digas qué puedo hacer ahora, ¡por favor!. Si es necesario salir a buscar materias primas, ¡me encargaré inmediatamente!
     
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    Yamamoto observaba a Togashi con orgullo; no sólo por ver su trabajo, sino también ver a su alumno ataviado con un verdadero guerrero —Crearás todo lo que te propongas; nunca tuve un alumno tan hábil y dedicado, lo veo en tus ojeras —sonrió —deberías dormir un poco, también los músculos deben descansar, toma un baño de agua helada, eso los relajara y te mantendrá alerta; pero nada como un buen descanso.

    Yamamoto le señaló un arco —Ha aprendido a crear una saya; conoces de madera, debes acostumbrarte a ese material si buscas crear arcos —señaló el cuero —Los herreros somos fuertes; porque no sólo forjamos, también debemos saber cazar; algunos compran su materia prima, yo lo hago ahora que soy mas anciano; pero cuando inicié en este arte, yo cazaba y buscaba materia prima por cuenta propia, eso me forjó a mi como yo forjo el metal; y eso debe pasar también contigo —buscó entre sus cosas y le entregó a Togashi un bloque de madera que decía "Armería" —úsalo si sales de Nagoya; así no te volverán a cobrar la entrada

    Ginza entró a la habitación —Perdone la interrupción; pero yo seguía haciendo negocios con ese hombre —dijo de manera anticlimática, dejando el sode y luego entrando con los bloques de acero —Usted ha invertido muy bien su dinero.


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    Aunque Yamamoto le tuviera plena confianza como para afirmar que podría crear todo lo que se propusiera, el naciente herrero Togashi continuaba firme en la posición de aprendiz, aguardando una guía algo más precisa. Era cierto que su mente construía posibilidades, viajando hacia nuevos posibles rumbos a los cuales llevar el martillo; pero no olvidaba que era alumno.

    Tras recomendarle un baño frío y un poco de descanso, su maestro mencionó la madera. Material firme y resistente, pero también flexible y adaptable. Ya la conocía por haber tallado las sayas de antes, y Yamamoto dijo que debía acostumbrarse a ella para crear arcos. Luego mencionó que un buen herrero también era un buen cazador, lo que le hizo volver a ser consciente del aroma del cuero que impregnaba la habitación; esto lo entusiasmó, pues comprendía que implicaba crear protección para guerreros... ¿Sodes, tal vez?

    Hacia el final, Yamamoto le entregó una madera con una inscripción en su superficie, "Armería". Aquello le serviría para entrar a la ciudad sin que le cobrasen las quince monedas. Togashi asintió con un sonoro agradecimiento y la guardó entre sus ropas.
    Empezaba a sentir su pertenencia a Nagoya... Y quizá fuese demasiado pronto para pensarlo, pero fantaseó vagamente con la idea de tener su propia herrería allí, en Nagoya. Ser un digno sucesor o competidor de su maestro...

    En ese momento entró Ginza a la habitación. Para su suerte, el joven no había olvidado la compra que había quedado pendiente por la emoción de Yamamoto y se acercó personalmente a entregarle lo que había pedido; aquello, a sus ojos, daba cuenta de lo buen comerciante que aquel chico era. Togashi le dio los correspondientes agradecimientos y entregó las monedas faltantes. Luego se giró hacia el herrero que seguía allí presente:

    Seguiré tu consejo y daré un pequeño descanso a mis músculos, maestro Yamamoto —dijo—. Fue una jornada larga y satisfactoria de trabajo nocturno, ayudaré a mi cuerpo a acostumbrarse. Regresaré en unas horas con materias primas para crear arcos.

    Colocó la katana de Benkei y la nodachi Haiku en su cintura. Decidió dejar en la armería su cajita con piedras de afilar, pues pretendía regresar esa noche. Se despidió de Yamamoto con una última reverencia y salió a las calles.



    Calles de Nagoya

    Planeaba darse un baño en el Shukusha y tal vez comer algo allí, pero antes necesitaba encontrar a Kojiro. Iba a ser muy difìcil hallarlo en una ciudad como aquella, bulliciosa, ruidosa y llena de gente en movimiento. Pero la paciencia era una de sus máximas virtudes, por lo que se abocó a la tarea con tranquilidad, buscando con la mirada indicios que lo llevaran hacia el joven...

    Tras varios minutos... No lo encontró. Pero entre la multitud callejera percibió algo: un movimiento de mano que él pudo reconocer con claridad, pues había usado mucho esa técnica en el pasado... Se produjo un pequeño alboroto entre el gentío, oyò una voz rabiando de frutración pero no logró divisar a quién pertenecía. En cambio percibió al ladrón que se alejaba rápidamente del lugar. Togashi se quedó observándolo por un instante... hasta que decidió seguirlo con discresión.

    Dio con el ladrón cerca de la entrada de un callejón. Lo halló conversando con un grupo de sus "amigos", al parecer reían celebrando la nueva fechoría lograda. Togashi se sonrió, negando ligeramente con la cabeza, y siguió avanzando. Pasó cerca de ellos, como indiferente a su presencia... Justo a espaldas del ladrón al que descubrió minutos atrás.

    Ninguno de ellos lo percibió. Togashi los dejó atrás.

    "Así es como se hace." pensó mientras tanteaba la bolsa con monedas que acaba de esconder bajo su vestimenta. "Sin alboroto, sin que nadie se de cuenta. Sin que te atrapen..."

    >>"No me siento orgulloso de esta habilidad... Pero al menos... Estas monedas servirán para conseguir acero y crear un arma capaz de salvar a alguien."

    Ese era su consuelo, aparte de haberle robado a un ladrón. Togashi suspiró y siguió buscando a Kojiro.

    Uso mi habilidad "Robo":

    Le robé 50 monedas a un ladrón.
    Por lo tanto gané 100 años de perdón (?)
     
    Última edición: 9 Enero 2022
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    Calles de Nagoya
    [Togashi]

    Después de estar en la armería; Togashi salió a las calles; robo a un ladrón con éxito y obtuvo un poco de ganancias para su ya fructífero negocio; las personas la miraban al pasar, ahoara era un hombre elegante, por lo que desataba cuchicheos de las mujeres de la zona.

    Togashi siguió caminando para ver si lograba encontrar a Kojiro; quién no parecía estar en mercados o locales; así que Togashi se dirigió hacia el shukusha.

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    Shukusha
    [Togashi; Kojiro]

    Togashi avanzó hacia el shukusha y en el jardín del exterior pudo encontrarse a quién buscaba; era Kojiro bajo la sombra de un cerezo; y en s mano, había descendido una golondrina.

    [​IMG]

    Kojiro estaba tan absorto en ella que no notó la presencia de su amigo; algo en aquella criatura le brindaba una especie de distracción difícil de romper; Kojiro sonreía, tal vez en su mente ya corrían las palabras para nuevos poemas; o tal vez, por un breve instante, su mente estaba vacía, absorto en el movimiento de tan pequeña criatura de movimientos gráciles. Aquel momento parecía digno de ser pintado; pero sólo permanecería en la mente de Togashi, quién sentía la paz en aquella escena.

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    Togashi
    Calles de Nagoya ---> Shukusha

    Hubo algo de lo que no se había percatado hasta entonces y que comenzó a percibir durante su intento de encontrar a Kojiro. Algo… que no sentía desde sus días felices al lado de su pequeña hermana. Lo supo desde el momento en que pasaba entre las gentes de Nagoya, apartándose con amabilidad para dar paso a quienes tenían prisa y observando de reojo a las mujeres que susurraban entre ellas mientras le clavaban miradas poco disimuladas, ante las que hacía un gesto educado a falta de una mejor reacción cuando ellas se sabían descubiertas…

    Era la primera vez en mucho tiempo que caminaba con tanta soltura entre las personas.

    No le hacía falta esconderse porque ya no había motivos para hacerlo. Podía ser él mismo sin sentir vergüenza, porque había dejado de ser un mendigo vagabundo; ahora era un hombre fuerte ataviado en un yoroi, tan guerrero como herrero, rodeado de personas que lo apoyaban.

    Se sintió libre.

    Incluso cuando la opresión Taira seguía provocando tormenta más allá de Nagoya, Togashi podía fluir como el río, conmover como un viento y alzar vuelo cual ave. Mientras seguía caminando, acarició una de las puntas de la cinta roja con la que ataba su cabello.

    “Kanade” pensó. “Si me ves desde algún sitio, espero que ahora puedas sentir orgullo, como el yo siempre he sentido por ti. Te quiero, siempre estuviste conmigo, siendo la mejor de las hermanas.”

    __________________


    Al no hallar a Kojiro por ninguna parte, decidió que lo mejor sería ir al Shukusha, bajo la esperanza de que pronto volverían a cruzarse por alguna casualidad… Que de hecho llegó desde el primer instante…

    Encontró al joven en el jardín exterior del lugar, bajo la sombra de un bello cerezo de pétalos resplandecientes. Togashi miró con fascinación una golondrina que se había posado sobre la mano del joven, preguntándose cómo había logrado que el pájaro le tomara tanta confianza; aquello le pareció increíble. Y Kojiro permanecía atento a los movimientos frágiles de la golondrina, a la cual miraba con una sonrisa en su rostro que expresaba mucho en tan pequeño instante. Togashi se detuvo a una distancia prudencial del joven. Contempló en silencio al hombre y al pájaro guardando una mutua armonía que parecía desprenderse del mundo e irse más allá del jardín, hacia los lugares desconocidos donde la poesía nacía. Como no deseaba romper ese momento, evitó hacer movimientos por temor a espantar a la golondrina o de interrumpir la felicidad de su amigo.

    ¿Cómo podría hablarle sin romper aquella magia? Togashi también disfrutaba de tan poética contemplación… Entonces se le ocurrió una buena manera de dirigirse hacia él.

    Habló con gran suavidad:

    Hombre y ave sonríen.
    Cielo de pétalos
    Guarda el recuerdo.


    No sabía si acababa de recitar un haiku bueno o el peor de todos, pero el lenguaje de la poesía le pareció el más acorde para hablar.
     
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    Shukusha
    [Togashi; Kojiro]

    Kojiro sonrió mostrando los dientes sin despegar la mirada de la golondrina hasta que esta voló de su mano; no por culpa de la voz de Togashi, no por el viento, no por la sonrisa pronunciada de Kojiro; simplemente voló porque aquello era natural, voló porque tenía alas para hacerlo, era libre y no era consciente de ello.

    —Buen poema —mencionó Kojiro — Tu hermano sonríe desde dónde esté ahora, y no sabrá por qué sonríe, y se lo preguntará; y tal vez, le pase por la mente su hermano —Kojiro hablaba deseando que el hermano de Togashi siguiera con vida, que estuviera esperando el reencuentro con él —Te he inspirado en crear poesía, así como pasó conmigo. Somos arte y no lo sabemos ¿No te parece algo que debe ser meditado? —Kojiro se notaba bastante tranquilo.

    —Fui a observar el amanecer al puerto; algo que suelo hacer en Iwata en mi pequeño barco pesquero; desde niño creía que si despertaba temprano, el sol me daría sus primeros rayos de calor a mi antes que a cualquiera —dejó escapar una risa burlona —Ahora que soy un hombre, sé que no sólo llega el calor a mi; pero sé que si despierto temprano, seré de los primeros en recibirlo, ver el reflejo del sol en el horizonte me llena de gozo; como si sus rayos fueran sólo míos por un breve instante —miró a Togashi, pues había estado siguiendo el vuelo de la golondrina, la cual por fin se perdió entre la urbe — Y al regresar escuché el canto de la golondrina, levanté la vista y extendí mi mano y ella se posó allí, como si perteneciera en ese sitio; y así como el sol, sus cantos fueron sólo míos por un breve instante —sus ojos se nublaron — Me ha tocado en lo más profundo —limpió sus ojos con la manga de su kimono; no por vergüenza, sino por practicidad, no quería ver a Togashi fuera de foco — Esta mañana ha sido mía por unos instantes; y por ello, el hombre y el ave sonreían.

     
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    La sonrisa en el rostro de Kojiro se pronunció con inmensa alegría, sin que sus ojos se desprendieran del bello plumaje de la golondrina. La pequeña ave en su inmensa ternura desplegó las alas y alzó vuelo desde la mano del joven, elevándose con gracia hacia el cielo de nubes y pétalos de cerezo. No parecía haberse asustado por la voz de Togashi o por la expresión de Kojiro, la acción de la golondrina se sintió natural. Ambos hombres eran parte de su entorno, no una irrupción. La miró, solamente se quedó mirando su silueta destacando sobre ese cielo, su acción era tan natural como el vuelo de la golondrina. Togashi se había unido a la armonía de aquel momento y ni siquiera lo sabía.

    Buen poema —dijo Kojiro— Tu hermano sonríe desde dónde esté ahora, y no sabrá por qué sonríe, y se lo preguntará; y tal vez, le pase por la mente su hermano.

    Togashi continuó con sus ojos posados sobre la golondrina, que se mecía con suavidad en el aire, como deslizándose por las brisas. Un fiel confidente de una sonrisa, ahora lejano. Togashi alzó la mano hacia la golondrina, con la inexplicable esperanza de que el ave se acercara a él como había hecho con Kojiro, pero la golondrina continuó volando hacia un destino desconocido. Se sintió conmovido y un poco triste, pues en la golondrina veía una metáfora de su hermano Gonsake: él se había ido hacia algún sitio que no podía ver ni alcanzar, y no sabía cómo hacer para que se acercara a él y le devolviera la alegría que habían compartido en la niñez y la juventud. No hubo sonrisa para Togashi.


    "Somos arte y no lo sabemos ¿No te parece algo que debe ser meditado?"


    Kojiro habló entonces de que lo que había hecho aquella mañana; Togashi entonces miró al joven. Había ido a ver el amanecer al puerto, allí donde el mar susurraba y clamaba al mismo tiempo. Kojiro habló de lo que el sol significó para él en la niñez y cómo era su percepción ahora que era un hombre. Le mencionó su encuentro con la golondrina y lo profundo que sus cantos habían calado en su alma. Notó cómo los ojos de Kojiro se nublaban; para cuando él joven terminó de limpiarse las lágrimas nacientes, se encontró de frente con la sonrisa de Togashi. Aquella sonrisa que faltaba por la ausencia de Gonsake, se le había escapado ante la sensibilidad de Kojiro. No era burlona, no era condescendiente. En la expresión de Togashi había algo fraternal.

    ¿Sabes? —dijo con voz relajada, acercándose a Kojiro— Anoche, trabajando con Yamamoto, me surgió una pregunta: ¿Qué es la poesía?. Esa duda entonces me llevó a preguntarme dónde está presente —alzó la vista nuevamente hacia el cielo, viendo no sólo las nubes y la luz del sol, sino también algunas ramas y flores de cerezo. La golondrina ya había desaparecido de su vista, pero seguía presente como si jamás se hubiera marchado—. Según mi visión, la poesía está sobre todo en la naturaleza. En los árboles, en la piedras, en el aire, el agua, el fuego, los animales, en el ser humano. El mundo es naturaleza. Nosotros somos naturaleza, por eso la golondrina acude a compartir su sonrisa y su canto; porque ella, tú y yo somos un todo. Arte, como bien has dicho.

    >>Entonces descubrí que, de los elementos que componen la naturaleza, me resulta muy inspiradora el agua. Los ríos, los lagos y los mares. Haber sido de los primeros en recibir el amanecer junto al mar seguro fue grato para tí... Me gustaría compartir esa experiencia mañana —asintió, era una idea agradable—. ¿Cómo es tu vínculo con el mar, Kojiro? ¿Qué tal es la vida allá en Iwata, a bordo de tu barco?
     
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    Kojiro se sentía en armonía junto a Togashi; era un hombre que emanaba tranquilidad, alguien a quien consideraba centrado y maduro; y él también se sentía así, pues no admitía su juventud, había crecido deprisa, se había curtido. ¿Pero cómo? Un joven cómo él, amante de la poesía y de los atardeceres; en qué derivaba su deseo por ser el mejor guerrero.

    —El mar...— mencionó afirmando, borrando su sonrisa — Mi vínculo con es ahora de admiración; pero no siempre fue así. Mientras que en Iwata disfrutaba de su vaivén... — miró a Togashi, y un dejo de duda se escapó por sus ojos; como si aquello que iba a decir fuera algo peligroso, algo muy personal. Dejó ir un suspiró para mirar al cielo, recordando su infancia — En Sakata significó todo lo contrario; el mar me aterraba, aun así, debía de vivir en él— volvió la vista a Togashi — Nací sin un apellido, sin un nombre; fui regalado como un bebé a un viejo vendedor de armas; crecí siendo un esclavo, no un hijo. Vendía las armas con viejos marineros cuando la marea era alta; por ello le temía al mar, pues sabía que debía ir a recolectar el dinero que ese vendedor me encargaba; hasta ahora creo que sólo me hacía hacer eso para burlarse de mi, pues jamás regresaba con el dinero, siempre fui violentado en barco al cual pisara... eso pasaba conmigo y otros niños de puerto que sufrían el mismo nivel de abuso que yo pero a manos de otros. Crecimos débiles por falta de alimento; temerosos a las tormentas, a los borrachos y al azote de las olas que indicaba marea alta. El miedo es el arma más poderosa, Togashi. El miedo nos hunde, nos mantiene en nuestro sitio, nos aleja del cambio; y eso es la debilidad mas grande que cualquier hombre pueda tener.

    Apretó sus puños, sintió como cada músculo en sus brazos se tensaban, sonrió —Yo no encontré mi fuerza en soledad— destensó sus músculos —Sasaki Jinrai fue quién me liberó. Me dio la opción de seguirlo, y yo la tomé con el temor a la incertidumbre; dejando atrás a aquellos que no quisieron seguirnos. Y junto a él conocí la libertad, conocí el mar en marea baja, escuché diferente, sonreía en marea alta mientras pescábamos en Iwata; comencé a vivir siguiendo sus pasos... —Sonrió ampliamente —Me dio su apellido; me volví su hijo y yo por fin tuve un padre.

    Kojiro cerró los ojos, no dejaba a de sonreír. Apretó su puño derecho y lo llevó a sus labios; como si estuviese pensando en algo, un recuerdo que lo llenaba de felicidad.

    —Prometí que jamás lo decepcionaría; que lo haría sentir orgulloso; que le entregaría todo lo que hizo por mi en victorias a su nombre. Y eso planeo hacer, lo llenaré de júbilo cada que pueda —afirmó—El amor cambia a las seres vivos; nos da color y forma. Es alguien entregando algo de su fuego interno a alguien más para que este aprenda a cuidarlo, avivarlo y compartirlo. Y eso es poesía.

     
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    Escuchó a Kojiro guardando profundo silencio. Éste le dijo que admiraba el mar pero que no siempre había sido así. Vio en sus ojos una expresión que le resultó nueva en él, pero tan humana como cualquiera: la duda y el miedo. Fue entonces que el joven habló de una dura infancia en Sakata; sin nombre, sin apellido, apenas un niño lleno de miedos, a merced de un montón de desgraciados. Mientras escuchaba su desgarradora historia, Togashi no podía evitar pensar en Kanade; en la manera en que los Takemori le negaban la identidad que le correspondía y cómo le tiraban del pelo o le hacían zancadillas cada vez que pasaba cerca de sus parientes, por el simple hecho de ser una niña e hija de otra mujer. Incluso Gonsake la negó como hermana... Pero, al menos, él la había protegido durante el ascenso de los Taira cuando se negó a entregar las tierras donde vivía.

    Entonces el joven habló de cómo Sasaki Jinrai lo liberó de aquel infierno y lo adoptó como hijo, dándole una mejor vida en la que el mar tomó otro significado, uno más feliz. Togashi sonrió: había sido un poco duro enterarse del nefasto pasado de la persona que tenía enfrente, pero se alegraba mucho de que hubiese encontrado a alguien que le diera fuerzas para seguir adelante. Además, Kojiro decidió compartirlo con él aunque fuese algo traumático, eso hablaba del nivel de confianza y cercanía que había entre ambos...

    Prometí que jamás lo decepcionaría; que lo haría sentir orgulloso; que le entregaría todo lo que hizo por mi en victorias a su nombre. Y eso planeo hacer, lo llenaré de júbilo cada que pueda —afirmaba Kojiro—. El amor cambia a las seres vivos; nos da color y forma. Es alguien entregando algo de su fuego interno a alguien más para que este aprenda a cuidarlo, avivarlo y compartirlo. Y eso es poesía.

    Togashi asintió con firmeza, conmovido por el cariño que Kojiro profesaba hacia Jinrai. Eso le hacía comprender por qué un joven tan sensible como él, amante de la poesía, los amaneceres y las golondrinas, deseaba con tanta energía ser uno de los mejores guerreros de Japón. Kojiro encontraba en el amor la motivación para hallar su propia fuerza. Era un guerrero muy particular, pero formidable.

    Eres mucho más fuerte de lo que puedes imaginar, más de lo que puede reflejar una buena poesía —dijo devolviéndole la sonrisa. Pues para sobreponerse a un pasado tan duro, a tan temprana edad, hacía falta mucho más que un arma—. Me alegra que entre tanta crueldad hayas encontrado a una persona buena y amorosa. Jinrai seguramente ya siente felicidad por ti, porque eres un buen hijo que quiere lo mejor para él.

    >>Mas si lo que buscas es conseguir victorias en su nombre, te acompañaré en esa tarea. La fuerza es mayor si se comparte con alguien más; como has dicho, no se encuentra en soledad. Tú la hallaste en Jinrai, yo la encontré con los Minamoto en el peor momento de mi vida. Por eso estamos aquí, hablando bajo el vuelo de la golondrina.

    >>Me alegra que tengas tan buen vínculo con el mar y que poseas tanto deseo de hacerte valer como guerrero, pues te estuve buscando por la ciudad porque quería mostrarte algo...

    Togashi entonces dirigió la mano hacia su cintura, donde relucían tres armas guardadas en sus respectivas sayas. Con mucha delicadeza extrajo la saya más larga, que asimismo tenía una tsuka de una longitud mayor a la de las katanas normales. La tsuka tenía un entramado de hilo color azul marino y la tsuba brillaba en un perlado gris. Ante la mirada de Kojiro, Togashi colocó la nodachi sobre ambas palmas de sus manos, para que el joven pudiera ver la imagen que había tallado sobre la saya: las olas del mar.

    La he forjado en la armería de Yamamoto. Según me ha dicho, es como jade a ojos de cualquier herrero y mencionó que su calidad es de un nivel superior. "Sublime" fue la palabra con la que la definió —explicó—. Me enseñó a pulirla, afilarla y crear su ensamble. Cada elemento que ves en ella, lo construí con mis propias manos.

    >>Esta nodachi se llama "Haiku". Es tuya, Kojiro.

    Acercó las manos con la nodachi reposando sobre ellas, invitando al joven a tomarla.

    —Con ella podrás alcanzar las victorias que tanto anhelas y seguir volviéndote fuerte. Serás la primera golondrina que vuele por encima de las nubes —añadió, parafraseando las últimas palabras que Kato Harima le dijo al joven tras el duelo en Shizuoka.

    >>Llevarás el mar en tus manos y con él darás orgullo a tu padre.

    >>Yo sentiré de la misma manera, pues sé que con el tiempo nuestro lazo se volverá mucho más fuerte. Como con Gonsake. Seremos hermanos.

    Entrego la nodachi sublime "Haiku" a Kojiro.
     
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    [Togashi; Kojiro]

    Kojiro siguió las acciones de Togashi; miró como sacaba la nodachi, observó el entramado, observó el grabado; y en sus ojos se reflejaron aquellas olas, que con su mirada ya humedecida, parecían moverse. Poesía.

    "Esta nodachi se llama "Haiku". Es tuya, Kojiro"

    Levantó la vista hacia Togashi, incrédulo.

    " Serás la primera golondrina que vuele por encima de las nubes. Llevarás el mar en tus manos y con él darás orgullo a tu padre"

    Kojiro abrió ligeramente la boca; una señal de que quería decir algo; pero fue incapaz. Togashi lo había dejado sin palabras.

    "Seremos hermanos"


    —Togashi...—
    la voz de Kojiro era tenue, una voz que se recuperaba lentamente de una sequía en la garganta, de esa que se da cuando el alma parece salir del cuerpo por unos momentos. Kojiro volvió a mirar en dirección a la nodachi; extendió su mano la cual temblaba de genuina emoción, la tomó con fuerza y antes de separarla de manos de su creador, Kojiro miró a Togashi a los ojos — Me has devuelto no sólo el deseo por seguir en la senda del guerrero; también me das aquello con lo que me arrebataron ese deseo. De mi derrota y tú perseverancia ha nacido nuestra convicción, de tu habilidad ha nacido Haiku; y mi fuerza la blandirá para honrar tu nombre —Levantó a Haiku, la desenvainó, dejando que un pétalo de flor de cerezo tocara el filo; Kojiro no movió su brazo, aun así, el pétalo al posarse en el filo, se cortó a la perfección. Kojiro sonrió y envainó su nueva nodachi; para después la colocara a su cintura.

    [​IMG]

    Kojiro había recuperado todo en ese viaje a Nagoya; se sentía nuevamente preparado, listo para enfrentarse a cualquier ola que se le pusiera enfrente; todo gracias a la ayuda de Togashi —Mis agradecimientos no bastarán; mientras aun tenga aire en mi pecho, siempre te haré sentir orgulloso del "Haiku" que has creado. Y si me permites el atrevimiento —pausó un momento por formalidad — No necesito del tiempo para que sea mi maestro ante lo que ya me es claro; Togashi, tú y yo somos hermanos.

     
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    "De mi derrota y tú perseverancia ha nacido nuestra convicción, de tu habilidad ha nacido Haiku; y mi fuerza la blandirá para honrar tu nombre."
    Con estas palabras Haiku pasó a manos del dueño al que estaba destinada. Al elevarse entre los dedos de Kojiro, Togashi sintió que la nodachi tomaba un significado diferente, pues se envolvía en historias, emociones y esperanza. Era la primera de sus armas que llegaba a manos de un espadachín y en ese momento experimentó aquella sensación: la de que su creación cobraba vida. Era diferente a cuando la portaba él o a cuando sus sables eran vendidos a Ginza. Se trataba de un momento cargado de belleza que supo comprender gracias a sus ratos con Kojiro, quien le había abierto un mundo nuevo a través del cual vivir. La hoja de la nodachi resplandeció cuando el joven la desenvainó. Un pétalo de cerezo descendió a su encuentro y, como besando el filo, se dividió en dos sin que hubiera un solo movimiento. Kojiro sonrió y colocó a Haiku en su cintura. Las olas del mar eran parte de él.


    "No necesito del tiempo para que sea mi maestro ante lo que ya me es claro;
    Togashi, tú y yo somos hermanos."


    Los pétalos continuaban descendiendo en la suavidad de aquella armonía, donde el cielo de cerezo guardaba el recuerdo. Al oír tal afirmación por parte de Kojiro, sintió una emoción inmensa. Pues lo que el joven acababa de decir... significaba todo un mundo para él.

    Porque la vida le estaba dando una nueva oportunidad de ser un hermano.

    No es atrevimiento cuando hay tanta razón en tus palabras, cuando compartimos el mismo sentir: somos hermanos —reafirmó Togashi. Acto seguido posó sus ojos en la nodachi—. Haiku es la expresión de eso. Me entregaste un mundo nuevo a través de la poesía; convertí esa inspiración en habilidad y mediante ella me enfoqué en devolverte lo que habías perdido. Fue porque nos confiamos nuestras historias, las hicimos parte de nosotros y obramos pensando en el otro. Es lo que los hermanos hacen.

    Cerró los ojos y alzó el rostro hacia el cielo una vez más, sintiendo las caricias de los pétalos que caían suavemente. Sonrió ante la sensación y por aquel momento pacífico, sumamente agradable. Se sentía feliz. Tenía un hermano al cual acompañar y proteger.
     
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    Shukusha
    [Togashi; Kojiro]

    Kojiro imitó a Togashi y levantó el rostro hacia el cielo con una sonrisa, tenía familia dónde menos pensó encontrarla. Y allí, sintiendo la brisa y el tenue aroma del mar, se preguntaba si Togashi sería mucho mayor a él; no le preguntaría, pues no disfrutaba de ese tipo de conversaciones, y sobre todo no lo haría porque no sería quién quebrase aquel instante.

    Bruno TDF puedes quedarte con Kojiro si quieres; o puedes moverte a algún otro sitio antes de que decidan moverse de Nagoya para dirigirse a Niigata
     
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    Permanecieron un pequeño rato así, con los rostros alzados hacia las nubes, hacia los pétalos, disfrutando del ambiente y de la hermandad que acababan de declarar. Si bien la habían puesto en palabras, Togashi y Kojiro eran hermanos, tal vez, desde mucho antes de que se diesen cuenta. Desde el primer momento comprendieron sus filosofías, sus visiones, dolores y anhelos, al punto de que fluían juntos como un río que prometía cosechas nuevas. Mientras que Kojiro portaba a Haiku y renacía su espíritu guerrero, Togashi se estaba desarrollando no sólo como guerrero y herrero, sino también como persona; había aprendido sobre poesía, budismo y herrería, y estaba dispuesto a mucho más.

    Se llevó una mano al hombro del brazo con el que empuñaba el martillo, pues el dolor acababa de retonar y volvió a reparar en lo cansado que se sentía entonces. Asintió para sí mismo, recordando las sugerencias de Yamamoto.

    Kojiro —dijo—. Ahora iré al Shukusha a descansar. Estuve toda la noche creando en la forja, no he dormido. Si necesitas encontrarme, al mediodía iré al Santuario y más tarde pasaré por el bosque a recolectar ramas y a cazar, pues necesito que la naturaleza me provea materiales para seguir mejorando, ya que hoy aprenderé a crear arcos y sodes; si quieres acompañarme al bosque, podríamos encontrarnos aquí un poco después del mediodía —entonces se acercó a Kojiro, apoyó una mano en su hombro y le sonrió, de hermano a hermano—. Cuidate, espero verte luego.

    Con este gesto, Togashi se dirigió hacia el interior del Shukusha y aguardó en la recepción a que lo atendieran, pues desconocía si el valor del hospedaje variaba según la ciudad.
     
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    Shukusha
    [Togashi; Kojiro]

    Kojiro afirmó y lo acompañó al shukusha; dejó las monedas frente al encargado y sonrió —Es lo mínimo que puedo hacer —dijo despidiéndose —Yo iré al santuario a mediodía; entregaré una ofrenda; descansa, hermano.




    [​IMG]

    Togashi había descansado; recuperando la energía perdida por su desvelo; sus músculos aun dolían pero se sentía como una victoria, no era un dolor el cual no lo dejara moverse, sino al contrario, lo motivaba a seguir. Fuera de su habitación ya lo esperaba una mesita con una comida ligera; un poco de arroz y sopa de pescado, se mantenía tibia debido a que la tapa había mantenido el calor. También había agua fresca y un poco de licor de ciruelo; tal vez un regalo adicional de Kojiro en la paga.



    [​IMG]
    Santuario
    [Benkei; Kawa; Kojiro]


    Kojiro estaba conversando con Kawa en el templo, al parecer, la pequeña le explicaba el por qué debía lavarse las manos; mientras que Benkei se encontraba alimentando a las carpas del estanque.

     
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    Shukusha ---> Calles de Nagoya
    Pudo conciliar el sueño durante un par de horas, las suficientes como para que su cuerpo estuviese un poco más recompuesto. El baño de agua fría que tomó antes de dormir había ayudado mucho; relajó sus músculos tal como el maestro Yamamoto le había dicho, lo que hizo más plácido su descanso. Al despertar sentía aún un poco de dolor, pero se trataba de la dolencia que sobrevenía tras un buen ejercicio físico, y que prometía fortaleza. Era un calor que le otorgaba motivación para seguir adelante con aquel día. Pero antes de partir del Shukusha dedicó un pequeño rato para disfrutar del arroz y la sopa de pescado que el local ofrecía, los cuales, acompañados de agua fresca, le supieron deliciosos y nutritivos; disfrutó asimismo del licor de ciruelo, seguramente un regalo de Kojiro; el sabor en su paladar terminó por llenarlo de energía. Había sido una comida ligera, idónea para aquel momento.

    El duelo contra Benkei era inminente.

    Togashi se sentía preparado para el desafío, pero por su mente sobrevolaba un interrogante... Mientras salía del Shukusha y dejaba atrás aquel cielo de pétalos, se preguntaba por la fuerza del monje. ¿Qué poder latía en aquel hombre lleno de paz y bondad, que le había hecho el mala que llevaba en su muñeca?. Mientras caminaba por las calles de Nagoya rumbo al Santuario, vio a lo lejos el mar bajo el sol. Las olas lejanas brillaban a la luz del mediodía; Togashi veía, en los resplandores, los filos de las espadas que Benkei cargaba, armas que habían pertenecido a guerreros de Kioto. Si perdía, Benkei podría quedarse con la katana que quería dejarle como agradecimiento por sus enseñanzas.

    Pero Togashi no estaba dispuesto a dejarse vencer. La curiosidad era fuerte. Quería obligar a Benkei a dar lo mejor de sí, a que luchara con todas sus fuerzas. A que le mostrara qué más podía enseñarle.


    Santuario

    En el templo budista vio a Kojiro, su hermano había acudido al Santuario como le había dicho. En ese momento mantenía una conversación con la pequeña Kawa y, según pudo escuchar desde la entrada, la charla iba sobre por qué Kojiro debía lavarse la manos; aunque en un comienzo pudo haberle sonado chistoso, pensó que seguramente se trataría de alguna tradición vinculada al budismo. Por otro lado, Benkei estaba alimentando a los peces del estanque.

    Togashi decidió esperar a que el monje se desocupara de su tarea antes de hablar con él, pues deseaba que rezaran juntos frente a Buda antes del duelo. Así que se acercó a donde estaban Kojiro y Kawa.

    Buenos días —saludó a los jóvenes con su característica serenidad, para luego mirarlos con un deje de curiosidad en sus ojos—. No pude evitar escuchar su conversación sobre las manos, ¿de qué se trata aquello?
     
    Última edición: 22 Enero 2022
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    Santuario
    [Benkei; Kawa; Kojiro; Togashi]


    Kojiro levantó la vista hacia Togashi —La señorita Kawa me informaba de que en los templos si se desea pedir ayuda a Buda, uno debe lavarse las manos y la boca antes de ingresar —Kojiro miró a Kawa quien afirmaba —Yo había pasado al templo sin decoro y humildad ¿No es cierto? —Kawa siguió afirmando.

    Benkei se acercó al grupo lentamente —Ha regresado; es siempre un gusto poder recibirlo como en casa —Benkei señaló a Kojiro —Este joven mencionó que había venido al templo a esperar por usted.

    —Señor —aclaró Kojiro, pues al parecer no le gustaba la idea de que le dijeran que era joven, a pesar de serlo. Y al remarcar la palabra "señor" se escuchó mucho más joven, como un adolescente que buscaba pertenecer al mundo de los adultos.

    —El señor buscó entretenerse mientras esperaba; y quiso levantar una oración a Buda, fue cuando Kawa lo interrumpió para que sus plegarias fueran más respetuosas.

     
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    Togashi
    Santuario

    Mientras escuchaba en calma la explicación de Kojiro, la cual iba acompañada por asentimientos de cabeza de Kawa, Benkei se acercó al grupo para darle una agradable bienvenida al Santuario, como si estuviera recibiendo nuevamente a un hijo; tal calidez por parte del monje llenaba de tranquilidad su espíritu. El monje explicó sobre la presencia de Kojiro en el lugar y, en medio de la conversación, su hermano se apresuró a hacer cierta corrección: cuando Benkei lo mencionó como “joven”, él afirmó que era un “señor”.

    Este hecho tan breve no le fue ajeno a Togashi, quien evitó sonreír ante la forma en que Kojiro parecía no querer reconocer su edad. No le cabía la menor duda de que Benkei lo había llamado de ese modo no sólo porque era un adulto, sino también movido por su infinita bondad y naturaleza protectora. Recordaba bien que cuando el monje supo que iba a forjar armas, le dio consejos para cuidarse de los riesgos de la herrería casi como si fuera un niño. No obstante, el comportamiento de Kojiro le resultó llamativo y se preguntó cómo podría ayudarle a afrontarlo. De momento seguiría tratándolo como venía haciendo hasta ahora: de igual a igual.

    Buenos días, Benkei —saludó al monje con una reverencia respetuosa—. El placer por volver a verlos es mío —dijo, refiriéndose tanto a Benkei como a Kawa—, el sólo pisar este templo me llena de paz y bienestar.

    Acto seguido miró a Kojiro.

    Este guerrero y yo hemos viajado juntos a Nagoya, somos hermanos. Le mencioné que vendría al Santuario al mediodía, por lo que acordamos encontrarnos aquí, puesto que él quiere entregar una ofrenda. Yo estoy aquí por lo que hablamos la última vez, Benkei —con estas palabras, Togashi se giró hacia Benkei y tomó de su cintura, con saya y todo, la katana de diseño austero que había forjado para el monje y se la enseñó—: estoy preparado para tener nuestro desafío, para que veamos si esta katana… formará parte de las que relucen en tu espalda. Aunque admito que también tengo curiosidad por tus habilidades, siento que puedes ayudarme a hacerme más fuerte —su tono de voz era amable y pacífico, en sus ojos brillaban las llamas del guerrero—. Sin embargo, quería pedirte que rezáramos juntos antes del enfrentamiento —miró a Kojiro, a Kawa, y les sonrió—. Podemos aprovechar la ocasión para hacerlo todos juntos, luego de limpiarnos las manos y bocas.
     
    Última edición: 31 Enero 2022
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