Aichi Nagoya

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 6 Septiembre 2020.

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    Amelie

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    Taller de Yamamoto
    [Togashi; Fuji; Masamune; Yamamoto]

    Togashi llegó y se atavió de la vestimenta del herrero como todo un profesional, Yamamoto afirmaba concienzudamente, pues esos detalles siempre destacaban ante sus ojos, el cómo un herrero cuidaba cada mínimo detalle.

    Togashi comenzó a moverse en la forja como si hubiese trabajado allí toda su vida, incluso Fuji y Masamune no pudieron evitar verlo, pues su aura era tan natural en el ambiente que por momentos creyeron que aquel hombre era un empleado fijo de Yamamoto; pero eso no fue todo; Togashi no nada mas sabía moverse y ataviarse como un profesional, sino que también tenía el ojo y la mano de un verdadero herrero, era algo innato aparentemente, el golpe del martillo en el metal caliente levantaba las chispas en dirección contraria a sus ojos, manejaba los moldes con cuidado y velocidad, el metal líquido fluía sin detenerse evitando el destemple; y la sumersión al agua fue perfecta, el humo se desprendió con un sonido seseante para después mostrar un filo sin curvaturas fuera de la línea natural de la katana; aquel sable era perfecto, los presentes lo sabían. Tal vez para alguien era sólo un filo ennegrecido y feo; pero lo herreros entendían la materia en su forma básica, sabían que una buena base hacía que el pulido y el afilado fueran mucho mas sencillos, y sobre todo, sabían que ese sable no se rompería con facilidad.

    Yamamoto se acercó y sacudió el hombro de Togashi cuando este había dejado de trabajar el filo —Veamos cuantas mas haces como esta —Dio un fuerte aplauso; mas que para congratular a Togashi fue una expresión de su emoción al ver tan buen trabajo

    Bruno TDF puedes tirar el número de dados que desees. La experiencia por día es de 50 EXP los cuales ya te he sumado. Tienes una katana perfecta de alta calidad (no te la pueden comprar a menos de 50 monedas)

    1-10- desperdicias el material
    11-20- creas un sable de baja calidad (los herreros lo comprarán a 5 monedas)
    21-30 creas un sable de calidad común (los herreros lo comprarán a 10 monedas)
    31-50 creas un sable de alta calidad (los herreros lo comprarán a 50 monedas)

    Recuerda que Togashi no sólo se fortalece como herrero, también puede hacerlo como comerciante para así obtener mayores ganancias
     
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    Se desenvolvió con una suerte de instinto, moviéndose según los conocimiento aún limitados que poseía. Él nunca había sido buen alumno durante las enseñanzas en su anterior familia, a diferencia de Gonsake, pero eso no significaba que no poseyera la inteligencia necesaria. Se le daba muy bien aprender y buscar mejorar, sólo necesitaba encontrar un interés, una motivación. Ambas cosas se arremolinaban en él cuando se paraba en la forja. Aunque las personas presentes en el taller lo miraban, él estaba muy concentrado en el acero. El mundo se reducía a él mismo, el fuego, sus herramientas y el sable que buscaba nacer en su manos.

    Cuando terminó, en su manos yacía un filo ennegrecido, pero lejos de dejarse llevar por esta primera apariencia, sintió que había hecho un buen trabajo. Cosa que fue confirmada por Yamamoto, quien se le acercó con mucho entusiasmo para valorar el sable que acababa de crear. Togashi notó la emoción en los ojos del herrero, lo cual le sirvió como una motivación extra. Sabía que no debía confiarse por haber logrado un buen resultado frente a su nuevo maestro, por lo que si desperdiciaba material no lo lamentaría, lo tomaría como nuevas oportunidades para aprender algo.

    Me seguiré esforzando —ante la invitación de Yamamoto a lograr filos tan buenos como aquel.

    El ambiente se llenó con la melodía del martillo, el fuego y el metal.
     
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    Togashi continuó trabajando logrando un nuevo sable perfecto; algo que volvió a impresionar a Yamamoto pero sólo se limitó a seguir observando, los siguientes dos intentos fueron infructíferos, desperdiciando dos de los bloques; continuó con la forja de un sable de baja calidad; por lo que Yamamoto comenzaba a creer que sólo había sido un poco de suerte de principiante; el siguiente fue un sable común y después, Togashi recuperó el fuego en sus ojos, absorto en su tarea creando un sable común adicional, dos de calidad perfecta; pero uno mas... había uno mas que a los ojos de un buen herrero era como mirar jade.

    Masamune y Fuji también lo observaron, Fuji sonrió emocionada; aquello era increíble.

    Yamamoto se acercó y tomó aquel sable con cuidado —Esto, Togashi; es a lo que yo conozco como un sable mas allá de la perfección misma, es... sublime —Sacudió su hombro con orgullo —Tu amigo anoche gritó que serías el herrero mas grande de Japón ¿Eh? —soltó una carcajada —Tal vez... cuando yo muera —sonrió ante Togashi.

    —¿Vas a seguir? ¿O prefieres vender?— preguntó Yamamoto volviendo su vista al sable de calidad sublime.

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    Sintiéndose impulsado por haber tenido un buen primer resultado, volvió a su danza con el fuego y el acero. Mostraba una expresión serena frente al calor abrasador de la forja, el sudor comenzaba a impregnar el hachimaki de los Arau… pero sus ojos brillaban intensos reflejando el estado de su espíritu. Volvió a lograr otro sable de perfecta calidad. Esta vez no fue Yamamoto quien tuvo que decírselo, él lo supo cuando lo vio… Señal de que su mirada también estaba siendo entrenada para detectar cuándo un trabajo estaba bien hecho.

    Sin embargo, no hacía falta ser un gran observador para darse cuenta de que sus siguientes dos intentos fueron desastrosos. Saltaba a la vista que el segundo sable que intentó forjar quedó completamente arruinado. Togashi se sintió un poco avergonzado por haber desperdiciado el acero de aquella forma, cosa que lo distrajo e hizo que su siguiente intento fuera aún peor. Ante este escenario, hizo una pequeña pausa, de un minuto o tal vez dos, para dejar enfriar su mente… No hacía falta apresurarse. Una de las principales herramientas del herrero era la paciencia, por lo que no podía permitirse estar necesitado de la misma. Aguardó un poco más y, cuando sintió su mente un poco más fría, siguió trabajando.

    Su siguiente resultado fue un sable de calidad baja, eso también lo supo. Pero era usable, serviría más que los dos aceros maltrechos que yacían a un costado. Sólo necesitaba hacer acopio de más esfuerzo, por lo que se concentró y volvió a tomar su martillo. Los sonidos de su tarea comenzaban a ser más melódicos, con mejor ritmo, y hasta la temperatura a su alrededor parecía sincronizarse. Desde ese momento, logró una buena cantidad de sables decentes. De entre ellos destacó uno en el que puso el máximo de su empeño, un acero cuyo poder comenzaba a sentir cerca de sus manos, incluso cuando el sable aún seguía al rojo vivo. Al notar esto, Togashi siguió trabajando con delicadeza milimétrica, aplicando solamente la fuerza justa y, llegado el momento, hundió el filo en el agua, que levantó un vapor fantasmagórico que puso a todos en suspenso. Volvió a sentir la mirada de sus compañeros a su alrededor. La sonrisa emocionada de Fuji y la expresión de Yamamoto volvieron a confirmarle que había hecho un gran trabajo, incluso mejor que el primer sable. Asintió para sí mismo, satisfecho, mientras observaba el sable que acababa de crear.

    Yamoto se acercó, tomó el sable y le explicó que aquello era algo que él definía como “sublime”, un trabajo que estaba más allá de la perfección. Las palabras que usaba para describir su trabajo le recordaron un poco a su conversación con Kojiro sobre poesía; incluso Yamamoto tenía que usar expresiones algo metafóricas para hacer justicia a lo que quería expresar. Lo gracioso fue que el herrero también pensaba en Kojiro en ese momento, porque al sacudirle el hombro mencionó lo de que sería el mejor herrero de Japón. Togashi sonrió un poco y asintió.

    Falta mucho, pero ese es mi camino y mi objetivo —dijo, tranquilo. Luego meditó sobre la pregunta del herrero—. Seguiré —afirmó—. Aún quedan cinco bloques de acero en mí poder, con ellos intentaré hacer unas kodachis.

    Volvió a la forja, ajustando sus elementos de protección.

    Los primeros cuatro dados son para las kodachis. El último es para hacer una katana
     
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    Togashi siguió adelante perfeccionando su arte; las miradas ya estaban sobre aquel herrero; que parecía haber nacido para el oficio, era un don que muy pocos poseían, no sólo era habilidad; era algo mas, algo único que había estado oculto en Togashi, así como el oro en una caverna; debía ser escarbado para ser encontrado, debía ser pulido para llegar a su máximo valor.

    Esta ocasión creó dos sables perfectos de manera consecutiva; desperdició el tercer bloque y el cuarto creo un sable de calidad baja; pero aquello ya no molestaba a los ojos de los herreros, era parte del oficio desgastar algo del material ocasionalmente; ya no lo veían como un mero error de Togashi, sino como un camino a la comprensión de la materia. Y así fue, culminando su forja con un sable perfecto.

    Fue en ese instante que Kojiro entró a la forja, los miró —Traje leña...— dijo para después arrojar la tablilla negra a la llama viva; quemando así la inscripción en ella, borrando el deshonor a su familia, a su padre. Kojiro sonrió — El olor del fuego; chispas danzantes queman; no al herrero

    Yamamoto lo miró confundido; él entendía el arte de la herrería pero no el de la poesía.
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    Estaba forjando más sables perfectos de los que podría haber vaticinado, dada su breve experiencia en el comercio de Yukimura. Togashi no pudo evitar sentirse un poco sorprendido de sí mismo cuando consiguió dos kodachis de alta calidad en intentos consecutivos; las observó con detenimiento, a la luz del fuego, buscando imperfecciones, pero se dio cuenta de que eran aptos para ser usados en batalla, saltaba a la vista que resistirían. Pero pese a esa sensación de sorpresa, se sentía convencido de que era lógico que sus sables surgieran de la forja con una calidad alta. Como si tuviera confianza en sí mismo, como si supiera que latía en él una habilidad innata para la herrería, que dedicaría a pulir.

    Asintió tras comprobar por última la calidad de las kodachis e intentó forjar otras iguales. Con el tercer bloque no logró nada útil y el siguiente sable tuvo una calidad inferior, pero eso estuvo lejos de preocuparlo. Eran buenas ocasiones para detectar falencias a evitar, pero sobre todo para conocer mejor la materia con la que trabajaba; los sables perfectos no eran el único terreno en el que se podía conseguir más conocimiento. Bajo esta lógica de trabajo, logró forjar otra kodachi de calidad perfecta.

    No quedan más bloques —dijo más para sí mismo que para quienes le observaban.

    Se limpió el sudor del rostro y de los brazos, pues acababa de ser consciente de que había estado un buen rato cerca del fuego. Observó su trabajo. Se sentía satisfecho con lo logrado aquel día, aunque seguía con deseos de seguir forjando. Pero la falta de bloques le presentó una buena oportunidad para descansar. El calor de la forja le resultaba agradable, casi como parte de su naturaleza, pero su cuerpo aún debía acostumbrarse.

    En ese momento vieron entrar a Kojiro. El joven presentaba signos de haber participado de un combate y Togashi recordó que el día anterior dijo que iba desafiar a alguien de los Yoshioka en el dojo de la ciudad. En sus manos traía un tablón con un nombre inscripto, que arrojó a la forja. Togashi, con su calma característica, vio cómo las llamas consumían la madera, y luego la sonrisa de Kojiro, quien no perdió la ocasión de recitar otro haiku. Se sonrió, dándose cuenta de que Kojiro había conseguido algo que deseaba, y por aquella complicidad en la poesía.

    Veo que te ha ido bien. ¿Ha sido un enfretamiento memorable? —preguntó mirando sus sables forjados, pues buscaba uno en particular...

    Detectó el sable de calidad sublime. Lo tomó con cuidado. También agarró uno de los sables de calidad perfecta. Mientras aguardaba a que Kojiro compartiera su experiencia en el Dojo, se acercó a Yamamoto enseñándole ambos sables, que correspondían a una nodachi y una katana.

    No tengo más bloques para continuar con la forja, señor, pero me quedan energías para seguir mi entrenamiento —dijo, mirando al herrero a los ojos—. Me gustaría que me enseñes a armar estas espadas. Darles una tsuka, tsuba y saya dignas, todo lo que sea necesario para completarlas. ¡Por favor!
     
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    Todos habían estado tan abtraídos en los movimientos de Togashi que tuvieron que salir de su ensimismamiento cuando este le preguntó a Kojiro algo que los presentes desconocían. Fuji miraba impresionada los sables mientras Masamune la llamaba, pues ella debía continuar su entrenamiento.

    La complicidad entre Togashi y Kojiro era palpable; como si el par se conociera desde varias estaciones atrás; Kojiro miró a Togashi y afirmó —Veo por la incredulidad de los ojos de los presentes, que a ti también te ha ido muy bien —se cruzó de brazos mirando al fuego —Le he ganado; pero la victoria no fue absoluta, no gané como Kato lo hizo y por ello no estoy satisfecho; pero no por ello estoy decepcionado —Miró a Togashi quien tomaba los sables forjados con cuidado— Hoy, frente al fuego de la forja, ambos hemos renacido.

    Yamamoto afirmó ante las palabras de Kojiro, para después atender a Togashi quien le preguntaba sobre la técnica de ensamble. La sonrisa de Yamamoto se ensanchó; para él, eso era verdadera poesía — Ven conmigo; te enseñaré que las manos de un herrero no son nada mas toscas y resistentes; también somos artistas, sabemos ser sutiles; pero sobre todo, conocemos de funcionalidad.

    Yamamoto le enseñó toda la tarde a Togashi como afilar un sable; primero le regaló una pequeña cajita y le indicó que sacara su cincel; pues sabía que siempre el primer maestro herrero le regalaba a su alumno uno de esos. Después de la caja sacó una almohadilla; una botella chica con un aceite; tres piedras de afilar; unos trozos de papel ya pre-cortados en rectángulos; este lo extendió en la mesa; tomó la almohadilla y recargó la punta de la katana en ella; pues el filo nunca debe tocar el suelo. Señaló las tres piedras de afilar y sonrió —Yo tengo una piedra de agua —señaló el artefacto; era una rueda de piedra montada sobre otra piedra rectangular con un canal dónde la piedra redonda podía rotar; en ella el agua era colocada y así la piedra daría vueltas ya mojada para iniciar el proceso de lijado — La armé yo mismo; pero antes de enseñarte la manera rápida de trabajar; debo enseñarte la manera tradicional. Uno debe conocer las bases para después ser mejor.

    Las tres piedras de afilar eran de un color distinto cada una; Yamamoto trajo también un tazón de arcilla; de por debajo de la mesa sacó un jarrón con agua; sirvió a la mitad el tazón y sumergió las piedras de afilar en ella; dejándola reposar. Envolvió el filo con el paño y allí comenzó a limpiarla con mayor fuerza; cuidando que el filo no se moviera. Fueron muchos movimientos, lentos y constantes. Después volvió al tazón de arcilla y sacó la piedra mas obscura; la sacudió un poco y la colocó en la mesa, tomando la katana y viendo de manera horizontal el filo, con mucho cuidado para saber cómo debía actuar.
    Comenzó con esa primera piedra sosteniendo la katana en ángulo, el sonido era algo hermoso; casi melódico.

    —Hay etapas de lijado para crear el filo de tu arma —sus movimientos eran mecanizados; no por ello burdos, eran precisos y la mirada de Yamamoto nunca se separó de la hoja. Siguió con el afilado del arma en completo silencio; tardó mucho tiempo, el frío de la noche comenzaba a calar cuando hizo su última inspección de la hoja.

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    Volvió a limpiarla antes de sacar la tercera piedra humedecida y comenzar con el proceso de pulido; el cual era distinto a todos los procesos anteriores; la hoja recorría la piedra más fácilmente y de un sólo movimiento; el brillo comenzaba a deslumbrar; a pesar de estar en interiores.

    —Mira como el brillo ahora refleja tu rostro —le mostró el nivel al cual debía aspirar — Un arma limpia siempre habla de su portador. Ahora...

    Con el filo completamente pulido y lijado; Yamamoto inició la explicación del proceso de creación del ensamblado; me mencionó como debía tallarse la tsuba en arcilla para sacarle un molde y después crearla en el metal predilecto; le explicó como en la tsuka se adhería piel de mantarraya para mejor sujeción en el mango; le mostró el extenuante proceso de trenzado sombre la piel de mantarraya; le enseñó a tallar la saya a mano; para después pintarla y barnizarla con pinceladas precisas para evitar el cúmulo de materiales y que se viera prolija. Por último le explicó que había diferentes tipos de acabados; que a la saya podía agregarle una asa para colocar allí una tela fina donde podía colgar una borla o algún pendiente fino; también le explicó como en la tsuba podía incrustarle oro o plata; el cómo podía tallar en la saya detalles finos que no comprometieran la estructura. Pero Yamamoto aun no había unido estos componentes al sable; fue allí que sujetó a Togashi para que prestara atención.

    —Todo herrero respetable debe firmar sus filos — dijo señalando el nakago; la parte del filo que sería cubierta por el mango de la katana; la parte que sostenía el conjunto —El nakago es el alma del sable; y es allí dónde nosotros dejamos nuestra firma —Yamamoto le mostró como firmaba a mano el sable, utilizaba pequeños cinceles y martillos y creaba kanjis perfectos.
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    —Mi nombre— Mencionó mostrándole la firma —Togashi, ahora tú debes grabar el tuyo el tus creaciones.

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    “Hoy, frente al fuego de la forja, ambos hemos renacido”

    Mucha verdad había en las palabras que Kojiro le dejó, la cuales reflejaban asimismo la filosofía que Takeda enseñaba a su clan. Él surgía como otro hombre en ese momento. Pues tenía una visión más amplificada del mundo gracias a las cosas que Kojiro le contó sobre la poesía y su percepción sobre su hermano; y sentía su alma en paz gracias al monje Benkei, de cuya sabiduría podía continuar aprendiendo. Y tanto su visión, como su alma y su cuerpo, también se fortalecían frente a la forja, lugar que empezaba a ser parte de su identidad y de su legado gracias a las instrucciones de Yamamoto.

    Togashi agradeció a Kojiro por estas palabras con un asentimiento de cabeza. Era un gesto silencioso pero cargado de un agradecimiento que el joven de seguro notaría. Tras esto, pasó el tiempo junto a Yamamoto aprendiendo la técnica y arte de afilar, pulir y ensamblar.

    Pasaron toda la tarde juntos. El herrero le regaló una pequeña caja repleta de materiales de trabajo: una almohadilla, aceite, piedras de afilar, papeles y demás. Yamamoto mostró que tenía una piedra de agua, pero dijo que le enseñaría la manera más tradicional y básica para trabajar, cosa con lo que Togashi estuvo de acuerdo: seguramente seguiría moviéndose por Japón, no podría instalarse en un lugar para montar una piedra de agua… de momento. Lo más óptimo era contar con la cajita que le había regalado y mantenerla siempre bien provista de materiales. Así entonces, Togashi prestó mucha atención y observó con detenimiento los movimientos que Yamamoto hacía para lijar y afilar su respectivo sable. Cada vez que el herrero terminaba una etapa del trabajo, Togashi imitaba sus movimientos casi a la perfección, trabajando primero sobre la katana que había pensado para Benkei. Hacia el final del pulido, podía ver sus ojos reflejados en el acero… aunque un poco opacos porque el pulido había sido eficiente, pero no perfecto. Mas no dejaba de ser una katana fuerte y funcional. Luego, volvió a repetir el proceso con el sable de calidad sublime: la nodachi. Esta vez su trabajo fue un poco más preciso que con la katana, pues aprendía muy rápido de sus falencias y sabía explotar al máximo sus virtudes. Esta vez, el filo de la nodachi era como un espejo. Asintió con aprobación por su propio trabajo, pero con la mente centrada en seguir mejorando.

    Acto seguido, vinieron las enseñanzas sobre la creación del ensamble. Esta parte del trabajo requería menos fuerza pero mucha más precisión. Al igual que con los filos, Togashi seguía los pasos de su nuevo maestro como un buen alumno, siempre atento y responsable, haciendo preguntas claves cuando eran necesarias. La creación del ensamble era ciertamente artística, se dio cuenta de que podía explotar su creatividad.

    Así, a la katana le realizó un trenzado de los colores del Templo budista de Nagoya, y decidió colocarle un asa a la saya por si a Benkei le apetecía colocar algo religioso allí (si es que se la ganaba, claro). Decidió no añadirle más ornamentos, ocupándose de que la katana se viera austera.

    Con la nodachi, aquel sable sublime, tenía algunas ideas. Quería hacerle un acabado que sugiriera la idea misma de la poesía. Pero entonces se quedó un momento pensativo, preguntándose qué era la poesía… ¿Dónde estaba presente? Para él, era la naturaleza: Las plantas, los árboles, las piedras, el cielo, el mar… Tras una pequeña reflexión, se le ocurrió algo. Las mantarrayas venían del agua, por lo que decidió hacer un trenzado de color azul marino sobre la tsuka. A la tsuba la hizo con metal de color gris claro, esperando que eso representara la espuma del mar. Finalmente, sobre le saya que había creado, talló olas. No tenía el mejor de los talentos, pero había quedado bastante bien y no comprometía el ensamble. Pensó que “Haiku” sería un buen nombre para la nodachi.

    Finalizado su trabajo, Yamamoto volvió a sujetarlo por el hombro con su pesada mano. Togashi todavía no se acostumbraba a tan repentinos y bruscos tactos, pero no expresó molestia alguna. En cambio, lo escuchó.

    Todo herrero respetable debe firmar sus filos —le dijo señalando el nakago—El nakago es el alma del sable; y es allí donde nosotros dejamos nuestra firma.

    Togashi miró cómo Yamamoto firmaba el nakago del sable que había usado para enseñarle. El herrero mostró su hanko.

    Togashi, ahora tú debes grabar el tuyo en tus creaciones.

    Él asintió con solemnidad, bien predispuesto a hacer lo que su maestro decía. Tomó los pequeños cinceles y, ayudándose con martillos, dio origen al hanko que lo metería de lleno en la historia de los herreros de Japón.



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    Yamamoto sonrió —Naciste para la forja, Togashi; puedo decirlo sin tener que parecer un simple adulador, tus trabajos están llenos de emociones y buena técnica; no dudo que podrás competir conmigo ¿Eh? —soltó una carcajada.

    —Ahora que ya tienes tu firma; ensamblemos todo—
    Yamamoto tomó todas las partes y las comenzó a unir con una destreza envidiable —Ya que el sable está completamente construido, ahora sólo queda el último paso, uno muy simple —sostuvo el sable y lanzó un trozo de madera al aire para cortarlo con habilidad. Ahora había dos trozos de madera, ambos con un corte horizontal perfecto, sin ninguna astilla —Es el herrero quien toma el primer corte.

     
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    Tengo todo un camino por delante antes de poder estar a tu altura, maestro Yamamoto, tus palabras me dan fuerza para caminarlo —convino Togashi con su serenidad característica, mientras ultimaba los detalles finales de los ensambles de sus creaciones—. Frente a la forja surge una energía que me envuelve cual fuego, yo diría que es una mezcla de pasión, emoción y concentración. Siento que esto es lo mío, que encontré otra extensión de mi cuerpo además de la espada —dijo, mirando su martillo.

    Con este amigable intercambio entre maestro y alumno, Togashi observó los movimientos de Yamamoto para aprender a ensamblar las piezas creadas. No tuvo dificultades para unir sus propios ensambles, dejando su firma habitando en el corazón de las espadas. Pero no era sólo el hanko, Togashi sentía que en las armas dejaba su alma y su fuerza: aunque estuviera lejos o muriera, seguiría presente cada vez que alguien blandiera sus forjas.

    Pero quedaba un último paso. Togashi vio a Yamamoto tomar un trozo de madera y comprendió lo que iba a suceder, por lo que cedió un poco de espacio para observar el corte. Apenas pudo vislumbrar el movimiento del herrero. Togashi abrió los ojos mientras miraba los dos trozos de madera cayendo con lentitud, como si el tiempo estuviera forzado a detenerse. No hubo sonido, no hubo astillas, sólo viento. Cuando las piezas de madera se entrechocaron en el suelo, fue como si despertara… Togashi había quedado impresionado con la habilidad de Yamamoto. Acababa de presenciar el lado guerrero de aquel hombre.

    Es el herrero quien toma el primer corte —dijo Yamamoto.

    Se limitó a asentir en silencio. Él también tomo un trozo de madera. Lo miró, haciéndolo girar entre sus dedos. Luego lo lanzó al aire y, con la katana de Benkei ya preparada, desenvainó a toda velocidad. Ahora dos trozos de madera yacían a sus pies, acompañando los de Yamamoto. La calidad perfecta de la katana era notoria. No esperó a que Yamamoto hiciera comentarios, pues comprendía que era el turno de la nodachi. Dado que la extensión del sable era mayor, Togashi se ubicó en un espacio más abierto, con un trozo de madera ya en su mano…

    Cerró los ojos... Vio el mar, el río y el lago.

    Visualizó la naturaleza del agua, pensando: “Es poderosa porque construye la vida que habita el mundo y asimismo la puede destruir en un poderoso tsunami... Y luego sigue construyendo algo más fuerte”.

    Lanzó la madera al aire sin abrir los ojos, sin mirarla, pero sabiendo a qué altura estaba…

    “Es indomable porque se escurre entre los dedos o en todo agujero que se produzca en una taza. Es libre.”


    Empuñó la tsuka de la nodachi, llenando sus músculos de paz...

    “Se adapta a los obstáculos y no deja de brillar al sol.”

    El acero resplandeció en sus manos...

    “Es fuerte como una espada y bella como una poesía.”

    [​IMG]

    Hizo un corte veloz, silencioso y de gran precisión. Llevado no sólo por su cuerpo, sino por su alma. Un alma inspirada y en paz, con una perspectiva mayor. Esta vez sentía que el tiempo se detenía por completo y Togashi pensó que jamás había hecho un movimiento con tan buena técnica.


    Él era el fuego y el agua. El martillo y la espada.


    Ambos trozos de madera cayeron al suelo con un único sonido sordo. Togashi abrió los ojos y con mucha tranquilidad guardó a "Haiku" en su saya: estaba lista. Miró hacia el suelo y observó que los trozos de madera habían caído al suelo apilados. Si no fuese por la fina línea negra que atravesaba el centro, habría parecido que la madera nunca sufrió un corte. Togashi miró a Yamamoto con un brillo intenso en sus ojos. Dejó la katana y la nodachi reposando sobre una mesa, dentro de sus sayas, y dirigió una reverencia hacia el herrero.

    Terminé, maestro Yamamoto —dijo—. Es por tus enseñanzas que estas espadas surgieron en perfectas condiciones, ¡muchas gracias! —inclinó un poco más su reverencia mientras agradecía—. Ya estoy preparado para hablar con tu comerciante.
     
    Última edición: 23 Diciembre 2021
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    Yamamoto miró el acto de Togashi con sus armas —Cada gran herrero es diferente; eso es lo que nos hace los mejores. Tanto la personalidad de Masamune como la de Kyuzo y la mía son completamente distintas; y ahora veo que tú entrarás en este juego —sacudió de los hombros a Togashi —Siempre fuimos los puntos cardinales, y necesitábamos a uno mas para completarnos. Tú dejarás de ser un alumno rápidamente Togashi; serás un maestro como nosotros y tus armas serán peleadas en cada rincón de Japón—sonrió ampliamente —Y espero que cuando eso pase; sean los Minamoto quienes estén en Kioto, que tu acero también forje la nueva generación junto a Takeda.

    Yamamoto soltó a Togashi para después hacerle señas a su comerciante para que viniera a hacer negocios con Togashi —Menos mal tengo a Ginza conmigo porque...— sonrió mientras negaba —suerte; Togashi.

    Un joven se acercó lentamente hacia Togashi —Muy buenas noches; mi nombre es Ginza. Yo soy el comerciante de la gran herrería del señor Yamamoto. Hago negocios en muchas partes de Japón; Shizuoka siendo uno de nuestros mayores acuerdos económicos. Quiero que sepa que es un honor poder hacer negocios con un nuevo alumno del señor Yamamoto; no dudo que sus armas sean de una calidad soberbia; pero debe entender que mi trabajo no es ayudarlo, está en mi mantener el negocio a flote. ¿Dígame; que va a venderme?

    Bruno TDF ambos tienen la habilidad de comercio. Así que ambos tirarán un dado de 20 para saber quien será el ganador en el negocio. Puedes hacer un dado por cada venta si así lo prefieres; o un solo dado por toda tu venta. Deberás decidirlo en tu post el cual no podrá ser editado después :3
     
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    Yamamoto mencionó que cada herrero era diferente y que en esa distinción residía la maestría que los diferenciaba de los demás. Tal y como su maestro mencionaba, Masamune y él tenían personalidades muy diferentes, y a su vez ambos se diferenciaban del misterioso Kyuzo; incluso dijo que Togashi mismo formaría parte de aquel juego, completando una estrella de cuatro puntas, los puntos cardinales de la herrería. Para alguien como él, que estaba dando sus primeros pasos en la forja, que lo pusieran a la par de ellos le resultaba halagador y un poco abrumador. Pero confiaba en sus habilidades como para no dejarse llevar por estas sensaciones.

    Para cuando Yamamoto lo soltó de uno de sus típicos sacudones de hombros, Togashi lo despidió con una marcada y respetuosa reverencia, la que su maestro merecía no sólo por sus enseñanzas, sino también por la confianza que depositaba en él. Por la promesa de que los Minamoto triunfarían.

    Fue entonces cuando otra persona se acercó hasta él. Togashi terminaba de acomodar la katana de Benkei y la nodachi "Haiku" en su cintura para cuando se giró a mirarlo con una expresión serena. Ginza era joven, probablemente de una edad menor a la suya, pero bastó una sola mirada para entender contra quién se "enfrentaba". La últimas palabras de Yamamoto, "Suerte, Togashi", susurraban en su cabeza como una suave advertencia. Ginza hizo una presentación educada y cordial, para recalcar a lo último que su deber no era ayudarle, sino mantener el negocio a flote. Togashi evitó sonreír, pero la perspectiva de una venta lo animaba. Lo saludó con una reverencia solemne.

    Es un honor, joven Ginza. Mi nombre es Togashi, nombre que seguramente ya hayas oído desde lejos —se presentó. Acto seguido, lo invitó a aproximarse hacia los sables que había forjado, los cuales reposaban ordenados sobre una mesa. Togashi los había agrupado por tipo de arma y por nivel de calidad. Decidiò comenzar apostando fuerte—. Lo primero que tengo para ofrecer es una tanda de cinco sables de katana de calidad alta. El precio por ellos es de 300 monedas.

    >>Por otro lado, aquí puede ver tres sables de kodachis, en perfectas condiciones —esta vez, Togashi decidiò ceder una pequeña parte del control al joven Ginza, su mente de comerciante estaba en marcha—. Puedes decidir el valor de los mismos. De todos modos, es probable que tengamos que negociarlo un poco.

    >>En esta parte hay dos sables de katanas de calidad más común. Ùtiles y funcionales en batalla. Los ofrezco por 30 monedas.

    >>Finalmente, en este extremo de la mesa tenemos un sable de katana de calidad baja y una kodachi de igual calidad. El primero lo ofrezco por 10 monedas. Sobre la kodachi, puedes decidir el precio.

    Miró al joven al rostro, dejando ver seguridad y convicción.

    Estos son los valores de mi forja.



    (Uso mi habilidad "Comerciante")

    Tengo:
    • 5 sables de katana de perfecta calidad (no me la pueden comprar a menos de 50 monedas c/u)
    • 2 sables de calidad común (los herreros lo comprarán a 10 monedas c/u)
    • 1 sable de baja calidad (los herreros lo comprarán a 5 monedas c/u)
    • 3 kodachis de calidad alta (valor desconocido)
    • 1 kodachi de calidad baja (valor desconocido)

    • 5 sables de katana de calidad perfecta = valen 250 monedas = pido 300 monedas
    • 2 sables de katana de calidad común_ = valen 20 monedas = pido 30 monedas
    • 1 sable de katana de calidad baja ____= vale 5 monedas = pido 10 monedas
    • 3 kodachis de calidad perfecta______ = [valor desconocido] = pido +20 monedas
    • 1 kodachi de calidad baja__________ = [valor desconocido] = pido +10 monedas
     
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    Ginza miró a Togashi con recelo; hablaba con formalidad y eso le traería problemas para mirar sus facciones y ver si en ellas encontraba algún atisbo de mentira o fanfarronería; por lo que debía enfocarse sólo en la calidad del acero, y no tanto en las palabras del herrero.

    Observó las cinco katanas; revisó cada una con minucioso cuidado; tardó bastante, quería encontrar un error, un simple rayón; algo que devaluara la forja; pero no había nada, y no podría debatirle el precio al herrero que las hizo. Ginza miró a Togashi y soltó un suspiro —No tengo nada que discutir con tus precios; estos sables son muy buenos y valen lo que tu has dicho; no veo ningún problema en ellos y sé que Yamamoto los apreciará.

    Ginza pasó a la inspección de las kodachis, no sonreía — Ciento cincuenta por cada kodachi —dijo a regañadientes; pues no quería soltar tantas monedas; pero sabía que no podría pelearle a Togashi aquel precio.

    Pasó a los sables de calidad común; sonrió. Togashi sabía que Ginza había encontrado un nicho en su arte del negocio, uno que explotaría a su favor —Los ofreces por treinta monedas, has dicho bien; treinta por ambas —siguió sonriendo pues se había aprovechado de ese juego de palabras, algo que sabía que no podría hacer con los sables anteriores. Después borró la sonrisa al recordar que iba perdiendo en esa negociación.

    Por último observó los dos sables más feos que había visto jamás —Esto sólo sirve para fundirse nuevamente; eso implica que Yamamoto gastará tiempo en forjar algo de estas cosas; te doy dos monedas, por ambas —mencionó tajante para después extender su mano para que Togashi aceptara el trato.


    Bruno TDF Si aceptas el trato toma su mano. Si no aceptas puedes volver a tirar los dados. Pero deben ser los 5 no sólo en los que no te fue bien :P

    -5 sables de katana calidad perfecta: 1,500 monedas a cambio
    -3 sables de kodachi calidad alta: 45o monedas a cambio
    -2 sables de katana calidad común: 30 monedas a cambio
    -1 sable de katana calidad baja: 1 moneda a cambio
    -1 sable de kodachi calidad baja: 1 moneda a cambio

    Daría el total de: 1,982 monedas
     
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    Mantuvo el temple en todo momento que Ginza lo miraba, el joven comerciante buscaba en su semblante el más mínimo gesto para usar a su favor. Sin embargo, Togashi siempre fue fiel a su propia naturaleza como hombre, por lo que el comerciante no logró encontrar nada en su serenidad impenetrable y su postura firme. Las palabras de Togashi eran como agua que pasaba a través de sus dedos, sin que pudiese detenerlas, por lo que no le quedó más remedio que mirar hacia el acero que había nacido del fuego.

    Togashi lo vio revisando con minuciosidad los sables de calidad perfecta. Ginza se tomaba bastante tiempo en busca de fallos, y él optó por cederle todos los minutos que necesitara... Pues no sólo había sonado convincente, sino que sabía que no estaba mintiendo. Él no era un embaucador. Hacia el final, Ginza tuvo que reconocer la calidad de sus sables y aceptó el precio que les había puesto. A las kodachis también les había puesto un buen precio, que era mayor al que Togashi tenía en mente, por lo que le resultó bastante favorable.

    Pero Ginza pareció recuperar su energía cuando se postró ante los sables de calidad común. Cuando aceptó sin más el precio puesto por Togashi, éste se dio cuenta de que había cometido un error en el uso de sus palabras. No dijo nada, reconociendo en silencio que había caído en una trampa puesta por él mismo. Se limitó a asentir. Con los sables maltrechos no tuvo mejor suerte.

    Sin embargo, la ganancia que tenía en perspectiva era prometedora.

    Me parece un trato razonable —afirmó, para luego estrechar con firmeza la mano de Ginza.

    La venta estaba hecha, acababa de ganar una cantidad nada despreciable de monedas. Pero antes de que Ginza hiciera ademán de dárselas, Togashi volvió a tomar la iniciativa.

    Ahora que nos entendemos bien, quisiera ser yo el comprador, usaré parte de las monedas de esta venta —dijo—. Necesito bloques de acero. Pero, principalmente, estoy interesado en comprar un yoroi. ¿Qué puedes ofrecerme al respecto?
     
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    Ginza estrechó con fuerza la mano de Togashi; después de soltarlo afirmó —Bien...—dijo tomando su bolsa con monedas con atrevimiento para poder contar las que ya tenía con las que estaba ganando en ese momento —Dos mil ochocientas diez monedas; te faltan ciento noventa monedas para poder comprar un yoroi personalizado; algo que recomiendo siendo que es una cantidad mínima lo que necesita recolectar para obtenerlo; pero si su prisa es apremiante puede comprar un yoroi simple a mil monedas; pero la diferencia es que este yoroi puede ser destruido al punto de ser imposible repararlo, en cambio, un yoroi personalizado puede ser reparado siempre —hizo una pausa para tomar todo el intercambio de sables para guardarlos con delicadeza, un proceso que le tomó un tiempo, pues no se podía permitir tirar nada que dañara su valor; después de todo, ya había estrechado manos y si algo le pasaba a la mercancía ya sería culpa suya.

    Ginza regresó con Togashi para continuar negociando —Y si lo desea, tenemos también sodes; unas armaduras para hombro de ochocientas monedas cada uno; puede equiparse con dos. Ahora... si también quiere bloques de acero; puedo venderle estos primero, usted puede forjar más armas de la calidad que ya ha demostrado y vendérmelas; así obtener las casi doscientas monedas que le hacen falta para un yoroi personalizado por el gran herrero Yamamoto. El precio por bloque de acero son veinte monedas


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    Las posibilidades para tener una buena indumentaria de defensa eran varias. Por un lado estaban los yoroi personalizados, que según Ginza podían repararse incluso después de recibir gran cantidad de daño, a diferencia de lo que ocurría con los yoroi simples, aunque estos eran más baratos. Estaba también la opción de adquirir sodes, pero notó que adquirir dos de ellos sería incluso más costoso que un yoroi simple; aunque contaba con la ventaja de que durarían más.

    Togashi asentía en silencio ante las explicaciones de Ginza, mientras su mente pensativa intentaba encontrar la solución más óptima a aquella situación. Buscar un descuento era una posibilidad, pero se quedaría sin dinero para conseguir bloques con los que forjar armas y seguir mejorando como herrero. Estaba seguro de que el yoroi personalizado era la mejor opción dado que no faltaban demasiadas monedas para poder contar con uno. Tan sólo debería comprar unos pocos bloques de acero más; el riesgo estaba en que el cansancio le jugar una mala pasada, debía tener cuidado de no desperdiciar el material por el que pagaría.

    Compro diez bloques de acero —dijo finalmente—. Estaría agradecido si me haces un pequeño descuento por ellos, a cambio pondré todo mi esfuerzo en seguir creando buenos sables.
     
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    Ginza lo miró extrañado ante el ruego; ya había visto ese tipo de negociaciones en su vida como comerciante; pero no lo esperaba de un hombre. Sacó los diez bloques de acero —Doscientas monedas; no te haré ningún descuento.

    Yamamoto soltó una carcajada a lo lejos.
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    Togashi dejó escapar un suspiro y dejó las doscientas monedas sobre el mostrador de Ginza. Su estrategia para pedir descuento no había surtido efecto alguno en el comerciante, aunque aquello en realidad no lo extrañaba, por tratarse de un hombre. Comúnmente eran las mujeres las que accedían a sus pedidos de cobrarle una cantidad de monedas menor...

    Por un breve instante se distrajo evocando el recuerdo de Akari. Togashi no pensaba en ella, tan abocado estaba en su misión actual; pero su recuerdo, de alguna manera, permanecía latente en su ser.

    Yamamoto me deseó suerte cuando me habló de tí —comentó al recibir los bloques de acero. Abandonó su postura de comerciante y mostró una sonrisa amable, de persona a persona—. Reconozco que me encuentro ante un digno rival. Veremos qué nos depara la transformación de estos bloques. Volveré en unos minutos.

    Saludó con una reverencia y regresó a su espacio de trabajo en la forja. Se colocó los guantes y la indumentaria de seguridad, como había hecho antes, y el emblema de los Arau volvía a coronar su frente. Togashi meditó un poco sobre lo que convenía forjar para conseguir las monedas que necesitaba para el yoroi nuevo. Lo más seguro era ir a por los sables de katana, pero continuar haciendo kodachis permitiría potenciar su mejora. Incluso podría animarse a hacer unas naginatas.

    Ajustó sus guantes, tomó las herramientas y puso manos a la obra.
     
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    Togashi trabajó toda la noche; Yamamoto se despidió de él, confiando en que no quemaría o robaría nada de su fragua. Ginza permaneció allí, aquello no le molestaba, era alguien que disfrutaba organizar la mercancía y eso hizo mientras Togashi trabajaba. Masamune y Fuji también se habían ido, y Kojiro jamás avisó a dónde iría; pero tampoco estaba presente.

    Togashi era un trabajador arduo, sus martilleos duraron hasta la madrugada.

    [​IMG]
    Ginza se acercó a Togashi cuando este terminó su martilleo —Increíble —dijo sin tratar de ocultar su asombro —dos kodachis perfectas; una de baja calidad... cinco naginatas perfectas; una naginata común y un sólo desperdicio de material —miró a Togashi —Usted no es un herrero común, estoy seguro de ello.

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    Es nuevo día, puedes volver a hacer uso de tus habilidades
     
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    Los sables surgían al rojo vivo, hechos de fuego y esperanza. Emanaba un gran calor de las armas que construía con tanto esmero, y junto al calor también parecía brotar una destreza nueva que se derramaba sobre el cuerpo de Togashi, envolviéndolo de sudor y nuevo conocimiento. Tal era la fluidez creciente de sus movimientos, la naturalidad de sus acciones, que su encuentro con la forja comenzaba a asemejarse a una danza. Musicalizada con el choque prolijo del martillo.

    Ignoró el ligero dolor que comenzaba a carcomer su brazo, porque lo cierto era que no se había detenido a descansar en todo el día. Trabaja con motivación y gran espíritu, sus ojos eran sólo para el acero en sus manos. Las kodachis habían salido casi todas perfectas. Con las naginatas le costó un poco entenderse al comienzo, pero pronto comenzaron a surgir en mejores condiciones. Todo aquel trabajo extra le llevó un tiempo que sólo supo calcular cuando, al levantar la vista, vio que comenzaba a amanecer...

    Cuando dejó el martillo descansando sobre la mesa, su hombro pareció agradecer aquel momento de relajación. Tenía la frente húmeda y la ropa pegada a su cuerpo, pero se sentía fresco pese al calor de la fragua. Fue consciente del cansancio de no haber dormido toda una noche, pero la sensación de satisfacción lo llenaba de vitalidad. Sentía que acababa de aprender mucho, cosa que Ginza pareció confirmar cuando se acercó a observar las kodachis y las naginatas.

    Togashi agarró una banqueta cercana para sentarse a descansar el cuerpo un poco, mientras de la frente se quitaba el hachimaki y se desataba los cabellos. El aire le refrescó la cabeza. Cerró los ojos y volvió a pensar en el agua... Agua poderosa, libre y flexible...

    "Usted no es un herrero común, estoy seguro de ello."

    Togashi separó lentamente los párpados y se limitó a asentir, porque fue la mejor reacción que halló ante el comentario de Ginza. Seguía teniendo presentes las palabras de Yamamoto de la noche anterior, la forma en que decía que se pondría a la altura de él, Masamune y Kyuzo rápidamente... Era cierto que Togashi lo había hecho muy bien desde su llegada a Nagoya, pero los demás parecían ver en sus habilidades mucho más de lo que él encontraba en sí mismo. Estuvo a punto de responder que sólo eran sus "primeros pasos", pero evitó hacerlo por temor a que aquello sonara arrogante. Su objetivo no era solamente volverse un mejor herrero, sino también el saber guardar modestia ante los demás. Nunca fue un hombre arrogante, por lo que aún le costaba asimilar comentarios como los de Yamamoto o Ginza. Pero tenía claro que no iba a permitirse decepcionarlos.

    Se puso de pie y agrupó los sables, separando las kodachis por un lado y las naginatas por el otro. Usaba movimientos suaves y leves para no seguir exigiendo sus músculos, pues otro día comenzaba y debía reservar energías. Miró a Ginza y se inclinó hacia él, saludándole bajo el brillo de un nuevo sol. Cuando se enderezó, seguía mostrándose igual que en la noche anterior: formal y tranquilo, pero ahora como comerciante.

    Tú mismo lo has dicho, joven Ginza —dijo con tono sereno, no mostraba signos de cansancio en su voz—. Dos de las kodachis son perfectas y la mayoría de las naginatas también. Tal y como prometí, esto es la flor del esfuerzo de toda una noche que hemos compartido, aunque enfocados en nuestras propias cosas. Sé que Yamamoto sabrá apreciar este trabajo y confío en que también lo harás.

    >>Las kodachis perfectas las vendo a 160 monedas... cada una
    —había aprendido de su anterior error, por lo que no le dejaría ningún cabo suelto tan fácilmente—. La de baja calidad la puedes conservar por 3 monedas, pues está en mejores condiciones que las de anoche, quizá no sea necesaria volver a fundirla.

    >>Las naginatas perfectas las vendo por el mismo precio que los sables de katana: 300 monedas cada una. La naginata común vale 150 monedas.

    Guardó entonces silencio, mirándolo a los ojos para apremiarlo a tomar una decisión. A negociar si hacía falta.
     
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