Nagano Nagano

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 21 Septiembre 2020.

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    Ikoma-kun

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    Misato Aoyama

    El viaje desde Fukushima fue una Vaivén de sentimientos, desde la frustración hasta la horrible sensación de vacío. Fallar en lo que mi abuelo había destacado me hacía dudar si merecía portar su katana, salvar cuantas vidas pudiera...la pérdida de las vidas en especial de niños indefensos fue suficiente para quebrar mi moral en la batalla. Después de todo por algo me dediqué a cuidar algunos niños antes de perseguir los rumores del clan Minamoto. Que ellos sufran daño frente a mi es demasiado.

    En Nagano el recibimiento fue más cálido, mi cuerpo aún dolía por la batalla contra el comandante emishi, en ningún momento...pude siquiera herirlo...así de débil y abatida me encontraba.

    Sonreí a las palabras de Yin...debía sonreír pues seguro mi estado actual le preocupaba en demasia.

    —Aun me falta mucho por recorrer, esto...es seguramente uno de esos momentos donde aprendes de la manera más difícil—dije mientras tenía a Tojomaru en mi regazo, mi compañero felino junto a Yin hacian este momento más llevadero.

    —Lo se...aún le debo eso a Ayame—mi voz apenas era audible, la pérdida de Ayame solo me hizo pensar en la de Kenzaburo en Shizuoka. Solo que está vez no hubo tiempo para despedidas, el pueblo de Fukushima exigía nuestra retirada de su territorio.

    —Ahora lo que importa es seguir, debería dar con Anzai y cobrar ese crimen contra los inocentes de Fukushima—declaro con cierta seguridad pues sabía que mientras el sol pudiera salir puedo intentar algo.

    Amelie, hasta donde veo Misato aún sigue herida no? Quisera moverla a la clínica
     
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    [Misto; Yin; Matsuda]

    Yin afirmó —En todo lo que yo pueda ayudarte para dar sentencia a ese traidor, lo haré —le aseguró para después acariciar a Tojomaru.

    —Tiene tiempo que no nos vemos — Una voz familiar se les acercó asegurándose de hacer el suficiente ruido.

    Matsuda.jpg

    Era Matsuda; se veía algo desprolijo, aun así se veía mucho mejor que soles atrás —Me ha dicho Takeda que gracias a ti llegó aquel rumor a Koga, al escucharlo me dio esperanza y el valor suficiente para enfrentarme a ellos a pesar de sólo ser una persona —soltó una risa — De haber sabido que no iban a hacerme daño, me hubiera puesto más roñoso desde un principio — miró a Misato y sonrió — Gracias, Misato. Me devolviste un poco de vida.

     
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    Misato Aoyama

    Una voz conocida me hizo voltear, al hacerlo vi un rostro que desde la batalla de Shizuoka no volvimos a ver, el mismo a que creímos perdido.

    —¡Matsuda!—exclame— me alegra verlo con bien...ha pasado mucho de verdad.

    Lo escucho referirse al mensaje que pude exterder a todos los shinobi, una sonrisa se dibujo en mi al saber que fue útil para aumentar su moral. Y también un muy necesario detalle para alegrar mi día luego del gran desastre de Fukushima.

    —En efecto fui yo, he buscado mejorar como ninja este tiempo. He logrado muchas cosas, incluso...bueno ya muchos saben sobre la verdad de esta guerra...en Shima supimos por medio de Matahachi sobre tu presencia en Kioto—suspiro—fue demasiado información, incluso más cuando antes de eso todavía luchamos contra uno de sus acompañantes...pero gracias a los dioses nada resulto en fatalidad para ningún lado—digo en referencia a Rei y Ayame en aquella pequeña batalla.

    Observo curiosa a Matsuda, pues aún quería saber detalles sobre su misión en Kioto.

    —Entonces si has estado en Kioto, significa que has visto a Kuroki¿no?—Mis palabras salieron algo pesadas debido a la cruel realidad sobre la traición de nuestro más jóven integrante.
     
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    [Misto; Yin; Matsuda]

    Matsuda sonrió; Misato notó enseguida que mucha de la alegría tan natural de aquel hombre estaba opacada —A decir verdad, le vi —dijo con respecto a Kuroki —Al parecer el viajó a Kioto para presenciar esa ceremonia y yo —pausó sin completar su oración.

    Matsuda llevó su mano a la nuca —Maté a una inocente, Misato —se sinceró —Yo maté a Kyoko ¿Te acuerdas de ella?

    La única sobreviviente de las Momochi que conocían en el momento; la mujer que cuidó de Hayato en Fujimi antes de que Takeda y Yuzuki llegaran. Una shinobi como ustedes.

    —Ella sabía que lo haría, se entregó convencida que era para completar un plan mayor. Aun así, maté a una compañera. Lo hice con el arco de un Sugawara; la maté con el arma de un familiar del niño al que protegió de un exterminio—talló sus ojos para no ponerse a llorar allí.

    "Porque frente a ti está la persona por la que darías la vida. Frente a ti está tu señor. Si fallas... el muere. Por eso te doy a ti esta misión... esta flecha te separa de él. Posiciona bien tus piernas... o la fuerza del disparo te hará perder el equilibrio. Si pierdes el equilibrio te descubrirán y no podrás ayudar a nadie más"
    — Si no soltaba esa flecha; Takeda pudo haber muerto allí. Kyoko lo sabía, yo lo sabía; pero el dolor no me deja dormir, el dolor de arrebatarle la vida—miró a Misato—¿Crees que Kuroki pueda dormir al saber que mutiló a Yuzuki de esa manera? Kuro, nuestro Kuro —volvió apretar sus párpados — Takeda y Yuzuki pudieron escapar por esa flecha al corazón de Kyoko. ¿Y qué fue lo que yo vi? —negó — Kuroki escapando al castillo en lugar de correr a proteger a Takeda, quién se quedó acorralado sólo en ese patio. Yo corrí hacia él; me importaba poco si sobrevivía, y al acercarme me encontré con la verdadera lealtad —sostuvo a Misato de los hombros —Yuzuki, tan herida y fatigada como estaba, ella corrió hacia Takeda. Y Shinrin, quién eliminó a los enemigos que detenían a Takeda —Matsuda soltó a Misato al sentir que estaba apretándola demasiado, miró a Yin en disculpa.

    —Misato. Yo maté a una inocente que estaba dispuesta a ese sacrificio; pero Kuroki dejó a Takeda solo, sin saber si lo mataban allí mismo. Yo no puedo dormir de noche ¿Crees que Kuroki pueda hacerlo? —Matsuda repetía, la culpa lo carcomía y la tristeza lo remataba.

     
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    Misato Aoyama

    Pide ver a Matsuda con un estado de animo algo decaído, la respuesta al mismo fue revelada con cada palabra, el relato de como fue destruida la falsa boda que prometía una falsa paz. Una historia de sacrificio y tragedia.

    Yo maté a Kyoko ¿Te acuerdas de ella?

    Mi aliento se detuvo al escuchar el nombre, la misma mujer shinobi, una de nuestras compañeras.

    —Lo se... recuerdo que cumplimos nuestro rescate a Fuji aquella vez en Shizuoka —respondo en casi un susurro, ese momento mi interés en convivir con ella creció esperando poder conocernos más y llegar ser parte del mundo shinobi.

    Al parecer Matsuda se encontró en una situación crucial, una donde alguien no iba a regresar con nosotros...fue Kyoko.

    —Al menos...ella lo sabía...habria sido cruel si fuera lo contrario...haber muerto pensando en un ataque a traición, pero no fue así. Fue por la esperanza que significa Takeda e impedir que Japón fuera engañado. Ella lo sabia...lo sabe en el otro mundo—declare con énfasis en como Kyoko tenía conocimiento del problema, todo para no dejar a Matsuda en el pozo de la culpa.


    ¿Crees que Kuroki pueda dormir al saber que mutiló a Yuzuki de esa manera? Kuro, nuestro Kuro


    —¿Mutilar?—cuando mencionó ese detalle una imágen llena de nostalgia y calidez llegó a mi, una que fue de un momento de alivio. El reencuentro en Shizuoka, ese reencuentro donde Takeda y Yuzuki abrazaban con alivio el ver como Kuro regreso junto a Rengo justo cuando el temor de su traición era palpable...¿Era una señal?

    —Yuzuki dijo aquella vez, lo escuché cuando estuve por entrar a la sala que Kuroki era uno de sus niños, aquella vez teníamos miedo de perderlo y lo recibimos con aprecio y ahora...—baje la mirada con pesar imaginando lo que tuvo que sentir Yuzuki por tan cruel giro, ser mutilada por aquel que cuido al ser más querido; Rengo...¿Cómo reaccionaria Rengo al saber que su anterior amigo cometió tal acto contra ella?

    Takeda y Yuzuki pudieron escapar por esa flecha al corazón de Kyoko. ¿Y qué fue lo que yo vi? Kuroki escapando al castillo en lugar de correr a proteger a Takeda, quién se quedó acorralado sólo en ese patio.


    —Yo...no puedo entender como pudo hacer eso, luego de ser recibido por el—niego—¿Cómo pudo pasar esto? Luego de tanto esperaba que al final todo resultará distinto.

    Levanté la mirada para buscar la de Matsuda...ambas miradas llenas de tristeza.

    >>Todo fue cuando tuvo sus diferencias con Kohaku aún así...Kuroki seguro duerme sabiendo que en un amanecer deberá hacer frente a las inevitables consecuencias.
     
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    [Misto; Yin; Matsuda]

    Matsuda no podía quitar el pesar de aquella muerte; pero constantemente le era recordado que fue parte de su misión y la de Kyoko, y él sólo cumplió con su deber.

    Matsuda levantó la vista cuando Misato preguntó de aquella mutilación, dándole a entender que ella no conocía aquel hecho —Él —pausó; no porque no quisiera informar a Misato; pero sentía que aquella información sólo le pertenecía a Yuzuki, aun así, Misato era una aliada y debía conocer todos los detalles — Kuroki cortó la mano de Yuzuki en una especie de castigo por levantar la voz cuando ella y Takeda estaban cautivos en Kioto — dijo sin vacilar; bajó la mirada.

    —Yo estuve varios soles como prisionero de los Sugita; de la misma manera que Kyoko — Matsuda comenzó a contar la historia que a nadie mas que a Fuji le había informado — Permanecí en la oscuridad todo ese tiempo; pero jamás pasé hambre o sed, sólo la que yo me autoimpuse. Pensé que me usarían como moneda de cambio, que me someterían a interrogatorios hostiles como el de Murai en Kamakura — negó — Jamás olvidé que en aquel momento eran mis enemigos; y yo los desprecié en cada instante. Pero hubo un hombre que se acercó a mí y me mantuvo informado de la salud de Takeda. Su nombre es Haku, es hijo de Murai; le conozco poco pero podría decir que es un buen hombre —miró a Misato — Él me habló del exterminio de Iga; el por qué tuvieron que eliminar a Obata —miró a Takeda a lo lejos.

    —Haku, ese hombre me confesó llorando que fue manipulado. La invasión a Iga iba a ser sencilla; robarían sus rollos y con eso les obligarían a firmar una tregua o sino revelarían los secretos de sus clanes. Pero Kyogi llegó a Koga a informarles que si no eliminaban a Obata y los suyos, revelarían el secreto que Murai tanto se esforzó en cuidar, el secreto de que él, Sakurai Taira y Kozaemon planeaban liberar al clan Taira de las manos de Akishino. Haku me dijo que si no eliminaban a los Hattori, temían que Shino Taira muriera en Kioto —negó — Mataron a los nuestro por miedo; pero —miró a Misato, sus ojos ya rojos, sus manos temblaban; el Matsuda alegre estaba perdido, distanciado del actual —No torturaron a nadie; e incluso les dieron sepultura —lloró — ¿Cómo nuestro enemigo puede mostrar más piedad que alguien que era nuestro aliado?

    Yin se acercó a Matsuda, lo tomó de los hombros y lo obligó a mirarlo —Debes aceptar lo que ha sucedido; las cosas son así de inevitables. Conoce el dolor pero que no te altere. Deja ir lo que ha decidido irse a voluntad. Quiere lo que tienes y deja de preocuparte por lo que ya no está —miró a Misato — Siempre debemos mirar al frente. Mirar atrás nos distrae.

     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Nagano

    Prestó atención a la conversación, sin evitarse una sonrisa ante la dinámica entre Akechi y Gonsake, quien evidenciaba manejarse bien con las palabras y sutilezas de la oratoria. "Es más de lo que aparenta", reflexionaba.

    —Podríamos hacer un buen dúo diplomático para convencer a tal señor y tal señor que se adhieran a nosotros—le dijo al pirata, para luego dirigirse a Takeda—. El diplomático de los Mori, Basho Takeshi, nos tendió una trampa. Supongo que el plan de los Mori consistía en convencer al señor Masao de Fukushima, o someterlo por la fuerza si la diplomacia se torcía a nuestro favor. Luego de la audiencia en el castillo, Masao decidió unir fuerzas con nosotros para tomar Ibaraki. No sabíamos que un ejército a cargo de la mismísima Sayuri estaba a las puertas, esperando el resultado de la audiencia—tomó aire antes de continuar—. Al tomar el mando, decidí lanzar una ofensiva por la puerta norte, intentando emboscar a Sayuri, que según los exploradores había sido avistada muy a la retaguardia, custodiada solo por unos pocos. Pensé que podríamos eliminarla con un ataque sorpresa por el flanco. Los tiempos no nos favorecieron, los emishi retrasaron nuestra embestida, y no logramos sorprender la retaguardia enemiga por el flanco, no sin antes que las murallas cedieran, incluso a pesar de los esfuerzos de Misato quien quedó a cargo de la defensa de las murallas. Con el caos, la población desesperó, muchos civiles murieron, quienes colaboraron con la defensa y los que no. Puede que incluso todos hayan muerto. Masao fue capturado intentando huir, sus propios súbditos le dieron muerte. Perdimos a Sora, aunque ganamos a Akechi de nuestro lado. Finalmente nos enfrentamos en un duelo múltiple, en el castillo de Fukushima, justo en el salón principal. Sayuri y uno de sus comandantes, Iori, murieron, la primera por la técnica de Gonsake, el segundo a manos de Kato. Los otros comandantes, Sonoda y Makino escaparon, al parecer, con destino a Ibaraki. Perdieron gran parte de su caballería, infantería y emishis, y la mitad de su artillería. Nosotros perdimos gran parte de la artillería e infantería, todos los médicos y casi todos los herreros. La caballería sufrió pocas bajas, debido a que me los llevé para el ataque fallido por el flanco, y no entraron en combate hasta lo último. La conclusión es que retuvimos la posición de la ciudad, pero a un altísimo costo. Sora ya no está, el pueblo masacrado, los Fujibashi nos han dado la espalda ya que Keita acusa a Misato de no haber protegido a la población civil durante la defensa... y la moral baja—cerró los ojos, quizás con algo de verguenza y cierta decepción—. Debo hacerme responsable de lo ocurrido, ya que tuvimos tiempo para huir, y decidí no hacerlo.

    Hacía rato que ya no estaban en Fukushima, pero el hedor a muerte, a carne quemada y el zumbido de los insectos pululando entre los cadáveres en descomposición, eran sentidos que aún perduraban. "Ese olor", sintió, antes de darse cuenta que se trataba de una fragancia llamada derrota; derrota, muerte y destrucción.
     
    Última edición: 2 Enero 2025
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    Escuche más sobre la estancia de Matsuda en territorio de Koga, no parece haber sufrido maltrato alguno, en cambio recibió mucha atención al menos hasta donde Koga pudo.

    —Ha sido todo una conspiración —respondí al saber la razón de los Sugita para erradicar a los Hattori, era eso o perderían a alguien más, no hubo ni siquiera ensañamiento ni nada personal. Incluso dieron una sepultura como muestra de respeto.

    —Entonces ¿serían ellos quienes incendiaron Iga?—pregunté en voz alta al recordar como Iga solo quedó como carbón—Pense en Gendo Mori al principio pero las murallas parecían intactas—señale con respecto al modo de operar de Gendo. Prácticamente el más destacado en cuanto al gusto enfermizo por reducir todo a cenizas.

    —Bueno ya que...ahora es más importante seguir y cuidar lo que tenemos, así lo habría querido Kyoko—afirme siguiendo a Yin en su llamada de atención a Matsuda que no paraba de culparse hasta el sol actual.
     
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    Amelie

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    [Misato; Yin; Matsuda]

    Matsuda afirmó —Creo que lo del incendio fue un accidente; Haku no estaba presente, al parecer lo hizo el grupo más reciente de los Sugita. Cuándo llegaron esas noticias a Koga, Murai estaba molesto — dijo para después recomponerse —Vamos, unámonos al resto. Seguro que Takeda estará feliz al verlos con bien.


    Nagano

    [Hideyoshi; Gonsake; Akechi; Takeda; Tetsuo; Miyuzki; Terunobu; Yamagata]

    Gonsake negó ante las palabras de Hideyoshi con una sonrisa de orgullo —No, he vivido ya demasiado entre piratas; si me enojo en una discusión política estoy seguro que les escupo si bien nos va —Una mala mentira. Gonsake podría haberse alejado de la nobleza; pero en él seguía aquel discurso latente.

    Takeda escuchó a Hideyoshi mientras Matsuda se acercaba con Yin y Misato—Todos hemos sufrido derrotas, a pesar de ello debemos levantarnos y seguir; me alegra ver que están aquí, que sus miradas no están en el suelo —Takeda saludó a Misato y Yin, recibiéndolos con una sonrisa — Con las nuevas alianzas; llegaron unos refugiados que habían estado en Saitama. Un joven llamado Sho Kamino junto a su hermana Hina; ellos también llegaron con una jovencita llamada Momoka, quien ha iniciado una posible alianza con el señor de Gunma, Sanjou Ashikaga. Además de eso, Inuzuka volvió con nosotros, regresó junta a una Itako que la ha estado instruyendo. Me han indicado que buscarían a Kohaku a ayudarlo en su misión por traer el equilibrio espiritual, algo de lo que yo también ya había hablado con Kohaku en Niigata. —Tomó aire, era mucha información y sería difícil de explicar —Le prometí a Kohaku que le ayudaría si encontraba la manera, y creo que la he entendido con las palabras de esta Itako de nombre Rin —afirmó ante sus compañeros —He decidido que no podemos esperar más, atacaremos Kioto —dijo de manera contundente —Partiremos mañana, así que descansen hoy.

    No esperó respuesta; se retiró para que su decisión no fuera cuestionada. Aquella era una orden, no una sugerencia. ¿Acaso Takeda estaba en sus cabales?





    Amanecer eclipse.png
    Capítulo XXIII

    Ōmagatoki
    La hora de los espíritus - 逢魔時

    El día había iniciado; de eso podían estar seguros por el cambio de guardia de los soldados. Pero el sol no era el mismo; estaba cubierto por un manto obscuro que sólo permitía mostrar un halo de luz a su alrededor.

    —Esto no es normal —susurró Takeda mientras se incorporaba para reunirse con el resto. Shinrin estaba a su lado, se levantó junto a él, preocupada por su inquietud. Shinrin le ayudó a acomodarse el haori mientras él acomodaba los cabellos del rostro de Shinrin —El sol ya debería estar en nuestros rostros.

    Ambos se acercaron a la puerta shogi y al abrirla pudieron notar aquella anormalidad en el cielo.




    Hideyoshi despertó con otro de sus sueños premonitores. Una pesadilla que ya había tenido en Kamakura.

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    Los espíritus estaban sueltos. Alguien había logrado su cometido.

    —La era de los espíritus y yokai prevalecerá...— una voz desconocida resonó en su mente, una voz que escuchó en aquel sueño que le quitó el aire.




    Misato despertó sobresaltada; había tenido aquella pesadilla que tuvo en Kamakura. Una que pensó que se había cumplido en Shingu por su parecido en masacre; pero esta vez se repitió la misma escena que no se vivió en Shingu.

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    Conocías aquel sitio, las flechas comenzaban a llover sin tregua. No era Nara, era evidente. Un trago amargo en tus memorias; las voces perdidas, los rostros que jamás volverías a ver. Pero había algo diferente allí, algo que no concordaba con tu memoria.

    —Señorita Aoyama, no está sola; esto no será una derrota — era la voz de Yin, pero no podías verlo por ningún sitio. Las llamas seguían ardiendo en el terreno en guerra.

    —Los refuerzos no tardarán en llegar— esa era la voz de Takeda; pero tampoco podías verlo —Sostengamos la línea, aguantemos un poco más, confío en que no moriremos aquí.

    —¡Takeda!—
    gritaba Kuroki. La voz de Takeda dejó de escucharse, y así lentamente.

    El sueño era confuso, las voces conocidas resonaban; el llanto se hacía presente. Pero nadie se veía en el campo, tampoco los enemigos; sólo las flechas y el fuego.
    ¿Qué significaba aquel sueño, por qué dolía tanto?



     
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    Kenzaburo (yurei)


    —Un eclipse. —su voz resonó en el silencio de la estancia, junto a Shinrin y Takeda. Él también veía hacia el sol, el cual se encontraba cubierto por tinieblas creando aquél desbalance anormal que no debería existir entre los seres vivos y el más allá. Kenzaburo se giró y observó a Takeda de arriba hacia abajo, deteniéndose unos segundos en el haori holgado de su brazo faltante. Luego reverenció a Shinrin. —Y las luciérnagas florecen en la oscuridad, marcando el camino para aquellos que lo ven sembrado de dudas. —se permitió una pequeña sonrisa, apenas una curvatura de la comisura de sus labios. —Aunque veo que encontraste alguien que pueda guiarte no solo en tu camino sino también en tu espíritu. —dijo refiriéndose a Shinrin. —Pero quizá no te haga daño un poco de apoyo moral desde el otro lado.

    Movió su brazo y lo llevó a su cintura, con la palma apoyada en su empuñadura; en aquella pose tan marcial que lo distinguía del resto.

    —Me alegro que el señor Harutomo te haya entregado la katana, es dónde debía estar. Nada sucede sin una razón. Estás distinto desde la última vez que te ví—un pequeño silencio, intentando apaciguar la emoción que le daba volver a ver a su querido amigo. —Te sienta mejor.
     
    Última edición: 9 Enero 2025
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    Misato Aoyama

    La información de Matsuda sobre el incendio de Iga dejó más en evidencia una historia sobre una guerra forzada entre los dos clanes, aquello no estaba planeado y fue...un accidente al parecer pero eso ya no importaba, era momento de reunirnos con Takeda en lo que restaba el día. De corazón esperaba que Matsuda estuviera mejor al día siguiente después de todo, siempre que salga el sol es una nueva oportunidad.


    O eso se suponía con respecto al sol...


    —¡Ah! P-pero porque d-de nuevo ese...—desperte abruptamente por las perturbadoras imágenes del incendio, no podía comprenderlo la imagen era la misma que en Shingu hace varias lunas, pensé que era una profecía que relacionaba a los shinobi Taira con un peligro mayor....pero sabía muy bien que todo era diferente, Koga solo era otra pieza en el tablero para alguien mas poderoso ¿Entonces? ¿Que significaba aquello? Además porque escuché la voz de Kuroki... llamando a Takeda...la situación actual no me presagiaba un encuentro cálido entre ambos como en Shizuoka. Solo algo peor producto de la traición y la afrenta a Yuzuki.

    Por una vez mi rutinaria sesión de cepillado y cuidado había quedado a un lado, al observar detalladamente el ambiente carecia de luz ¿Aún era de noche? Deslice la puerta al escuchar los maullidos de Tojomaru anunciando su presencia.

    —Tojo...¿Que te ocurrió? —al observar a mi compañero felino podía ver que había dado un paseo nocturno pero su pelaje erizado daba la impresión de haber visto algo anormal en su camino, incluso tuve que remover algunas hierbas de sus orejas vaya gato más escurridizo ¿En cuantos lugares estuvo?—acaso ¿viste un Yurei o algo así?

    Las pupilas del gato estaban dilatadas y parecía un poco inquieto hasta que pude tomarlo en mis brazos.

    Pero antes de llamar a Yin un breve vistazo al exterior me dejó sin aliento ni posibilidades de explicar el particular evento.

    >>¿Que ocurre con el...sol?
     
    Última edición: 25 Enero 2025
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    Amelie

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    Habitación de Takeda
    [Takeda; Shinrin; Kenzaburo]

    "Un eclipse"

    Takeda no se inmutó al oír aquella voz; pero Shinrin reaccionó lanzando una kunai que terminó estrellándose en la pared; no sin antes traspasar el cuerpo de etereo de Kenzaburo. Al verlo dibujado entre las sombras, Shinrin se llevó las manos a la boca y ofreció una disculpa con una reverencia, en la que se mantuvo para esconder el rubor en su rostro.

    Takeda sonrió ante las palabras de su amigo, uno que había partido antes de tiempo —Oh amigo, ¿Acaso la traición me sienta bien? ¿O es la guerra? — su voz era calma como de costumbre, llevó su mano a la empuñadura, allí reposaba Tōdai — ¿Vienes a guiarme de nuevo? —se acercó a la ventana para mirar el eclipse —¿Acaso crees que he perdido el rumbo? Tal vez lo he hecho.

    Shinrin volvió a erguirse y miró la espalda de Takeda, después miró a Kenzaburo — Fusatada Kuroki —agregó hacia Kenzaburo sabiendo que sabría entender que era aquel niño la causa de la amargura de su señor.

    —La realidad es lo que me sienta bien, querido amigo mío —dijo sin despegar la vista de la oscuridad que se cernía en todo Nagano —El abrir los ojos ante el saber que mueren hombres leales cómo tú y sobreviven aquellos que me traicionan —volvió a girarse ante Kenzaburo — Debo de seguir mi camino sin agachar la cabeza. Por respeto a aquellos que aun no pierden la esperanza en mí.



    Habitación de Misato

    [Misato; Yin; Tojomaru]

    —Un eclipse

    La voz, femenina y reconocible.

    Ayame miraba a Misato con calma —Mi lealtad estaba con Kaze; a pesar de ello me materialicé frente de ti. Yo sé que tu corazón es noble, confío en que no volverás a flaquear —miró también al exterior —Yo no debería estar aquí.

    Yin se incorporó al notar que Misato hablaba con Ayame —El equilibrio natural se ha perdido —aseguró mirando a Tojomaru— Si los animales temen, nosotros también deberíamos hacerlo.

     
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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Nagano: habitación y pasillos

    Escapó de su habitación con un dolor de cabeza galopante, y el pelo completamente mojado por el sudor. Recorrió los pasillos ignorando las habitaciones y los susurros en la oscuridad.

    Llamaban su nombre, presencias débiles acariciaban sus ropajes al paso, como una brisa hostil. Los susurros en lo negro del espacio se atenuaban para volverse casi imperceptibles a medida que se acercaba al patio interno, al estanque de agua. Procuró lavarse la cara y la cabeza, y tomar abundante agua. Tras unos momentos sosteniendo su mano contra la frente, pudo reponerse de su agudo dolor, y recordar esa pesadilla, la misma que había tenido en Kamakura.

    Pudo percibir el comportamiento errático de las aves, lo que llamó la atención. Nunca se despertaba en medio de la noche, cuando dormía siempre lo hacía hasta el amanecer.

    Los susurros volvieron a aparecer.

    Morirás en Kioto.
    Morirás en Kioto.
    Morirás en Kioto.

    Los susurros ya eran palabras claras, como la oscuridad de la falsa noche que lo aquejaba.
    En ese momento fue cuando empezó a sentir ya no palabras claras o susurros, sino que le gritaban en el oído:

    —MORIRÁS—en el momento en que le clavaron dos agujas en cada uno de sus ojos, y empezó a sangrar. Entonces pudo ver la luna roja, y el rostro de todos los que habían muerto, los que había visto morir y los que había matado.

    Volvió a despertar, exaltado.
    Recorrió los pasillos, con el pelo sudado y las manos ensangrentadas. Los susurros lo seguían, los espíritus acechaban. Algo se arrastraba por el pasillo, lo tomó del tobillo y él gritó. Su entusiasmo había desparecido, estaba completamente colapsado por un pánico como nunca antes había sentido. Intentó ingresar a la habitación de Misato, apenas pudo ingresar cuando la vio sentada. Misato lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja, sin ojos, y la carne colgaba de una de sus mejillas.

    Corrió hasta el estanque de agua. Alguien... algo se acercó por atrás y lo tomó por la nuca, para hundirlo en el agua. Estuvo durante minutos ahogándose, y solo escuchaba risas. Risas y llanto, al son de las mismas palabras que había escuchado antes:
    Morirás en Kioto.

    Despertó de nuevo. La pesadilla que había repetido a la de Kamakura ya parecía un recuerdo.
    Esta vez corrió, nada pudo interceptarlo. Cuando llegó al estanque, estaba su maestro esperándolo. Aoshi yacía junto al agua, sin cabeza. Hideyoshi rompió en llanto.
    Algo vino por detrás, clavándole un puñal en el corazón. Mientras caía sobre el estanque pudo ver que la cabeza de su maestro estaba en el agua, y lo miraba fijamente, con odio.

    Volvió a despertar, esta vez algo lo agarró por el cuello y no pudo ni siquiera salir de su habitación. Asfixiado, sentía sus músculos consumidos por la falta de aire.

    Despertó una vez más. El mismo espíritu intentó tomarlo por el cuello, pero pudo zafarse. Corrió, y siguió corriendo. Cuando llegó al estanque de agua estaban todos los espíritus de todos l0s sueños. Todos reían, todos lloraban aterradoramente, todos odiaban, todos sufrían.
    Lo rodeaban, le clavaban agujas y puñales. Y continuaban gritándole lo mismo, que moriría, que moriría en Kioto.
    Logró zafarse de nuevo y ponerse de pie.

    Bakemono. Espíritus malignos, espíritus errantes. Ustedes no pertenecen a este mundo, almas en pena, vagabundos del otro lado de la orilla, toman la forma de quienes han vivido para atormentarme, pero no seré su chivo expiatorio ni una vez más. Goryo, onryo, yurei, ninguno de ustedes tiene nada que hacer aquí.

    Tomó una antorcha, y cuando el fuego entró en contacto con uno de ellos, empezaron a quemarse todos. "Seguramente se trata de un único espíritu maligno que ha tomado la forma de varios, y debe haberle faltado un rito funerario apropiado en vida", especuló.

    —Y no voy a morir en Kioto, voy a vivir—les respondió con entusiasmo.

    Volvió a despertar.
    Pudo escuchar las voces de Takeda y Misato que venían de sus habitaciones. Las palabras en la noche eran claras, parece ser que había un eclipse. Recorrió los pasillos a observar que acontecía.

    "En fenómenos como este los espíritus aparecen, y acechan no solo en los sueños, sino en el mundo de los vivos también", pensaba, entendiendo que quizás la noche de yurei errantes no había acabado.
     
    Última edición: 3 Febrero 2025
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    rapuma

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    Kenzaburo

    Afirmó hacia el gesto protector de Shinrin; un movimiento natural, casi instintivo. Takeda estaba en buenas manos como lo suponía desde el principio. Observó a Takeda, moviéndose como su sombra por la habitación, reflejado por aquél eclipse antinatural. Sus ojos puestos en el perfil de su amigo, añorando verle luego de tanto tiempo a pesar de las circunstancias. Finalmente desvió la vista por la ventana, admirando aquél extraño fenómeno que amenazaba con romper el equilibrio.

    —Tú me has guiado desde entonces en el otro mundo, cada noche, en cada rezo. —no era alguien devoto a la fe, pero ahora entendía que si no hubiese sido gracias a él seguro estuviera vagando sin rumbo en el más allá. —Es justo que vuelva para poder acompañarte en tus últimos pasos de esta gran guerra que ya se alargó demasiado. No como un guía, sino como un amigo. —volvió a mirarle y un amago de sonrisa aleteó en sus facciones.

    "El abrir los ojos ante el saber que mueren hombres leales cómo tú y sobreviven aquellos que me traicionan"

    —Los cobardes mueren muchas veces antes de encontrar la muerte. Los valientes solo la saborean una vez. —se perfiló hacia él. —Dejaste de ser un soñador en un mundo cruel y te has vuelto realista. Tienes gente que ha evitado que caigas en desgracia, te han protegido y se han encargado de que estés ahora mismo aquí, en esta posición. No solo los caídos, los vivos te empujan día a día... o latido a latido. —miró a Shinrin unos momentos para luego centrarse en Takeda. —Kuroki se sentenció sin posibilidad de redención. No ganarás nada en pensar en los porqué. ¿Dejan los asesinatos una mancha en el alma o es la oscuridad que existe previamente en ella la que provoca los asesinatos? Es joven y se equivocó. Al igual que Mao. Pero al igual que Mao... merece ser ajusticiado, porque así funciona el mundo que quieres moldear: los crímenes no pueden quedar impunes.
     
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    Pasillo del castillo
    [Hideyoshi]

    —Así es, no morirás.


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    La voz de aquella entidad era indiscutiblemente la de su maestro Aoshi; pero estaba viendo a alguien mucho más joven, y a sus hombros cargaba a una persona. Pasó corriendo a un lado de Hideyoshi mientras seguía animando al hombre sobre sus hombros.

    —No morirás; Keitaro —dijo colocándose frente a Hideyoshi mirándolo a los ojos. Sin aviso previo lanzó al hombre herido a brazos de su pupilo y Keitaro se evaporó antes de que pudiera tocar las manos de Hideyoshi.

    —Mi señor —escuchó Hideyoshi a sus espaldas— Me alegro que siga con vida.

    Aoshi sonrió —Vives porque nos debes una victoria, Soga no Hideyoshi — el fuego de la antorcha danzaba; pero no afectaba el rostro de su maestro, quien conservaba una juventud que físicamente había perdido ya hace varias estaciones; pero en su interior siempre conservó esa jovialidad, su espíritu y liderazgo.

    —Ni el infierno pudo llevarme sin que pudiera ver que cumples ese deseo

    Habitación de Takeda

    [Takeda; Shinrin; Kenzaburo]

    Takeda volvió a girarse hacia Kenzaburo — Y es por ello que no puedo permitir que alguien haga sentencia a mi nombre. Yo prometí cargar con ese peso; y es por eso que cuando una asesina me pidió un nombre no le di el de Kuroki. Él es mi responsabilidad, cómo lo fue Mao en su momento. Deben entender que traicionarme es equivalente a matarme.

    Takeda afirmó, observó a su amigo; un rostro que recordaba perfectamente y a quien supo rezar constantemente gracias a otro fiel amigo que murió bajo aquella primera traición, una tras otra —Hubiera querido que tú estuvieras disfrutando de la paz como seguramente lo hace Chikusa; pero el juego de alguien por querer causar desequilibrio en el mundo te ha traído nuevamente a mi lado. Necesito tu fuerza, la de los demás también. Pues hoy marcharemos a Gifu, no esperaremos más. Si no puedo ayudar al mundo espiritual, traeré equilibrio terrenal, y tal vez con ello, Buda nos sonría nuevamente.




    Takeda avanzó hacia la salida de su habitación; en ella pudo ver a una corta distancia a Hideyoshi; quién también conversaba con yurei. Yin también deslizó la puerta de su habitación, preocupado por los sonidos en el pasillo.

    Takeda miró a todos los presentes, incluídos los entes espectrales —Un viento frío nos recorre; un extraño aroma en el viento, cómo a sangre. Un repentido comienzo de una obscuridad absoluta. Todo causa un estremecimiento tal que levanta cada uno de los cabellos en nuestro cuerpo. Estamos incómodos, cansados. Es por ello que es el mejor momento para marchar a la guerra y recuperar nuestra tierra. El enemigo no va a vernos en desesperación por una noche sin luna, nos temerá como un conejo teme a un lobo en completa obscuridad.

     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Nagano: pasillo del castillo

    Un momento de reencuentro este eclipse le obsequiaba, un momento único, un momento. Alcanzó para que pudiera emocionarse, esta vez no del horror o de la congoja generada por imágenes crueles que lo acosaran. Ahora era su maestro, tal cual y como lo recordaba en sus evocaciones cuando era apenas un jovencito fiel a sus deseos más revulsivos. Aoshi lucía su azabache abundante y brillante cabello lacio que tenía en su juventud, cuando ya entonces era uno de los más renombrados en el arte de las kodachis, en todo Japón. Su mirada cortante y desafiante transmitía sin embargo una calma que se confundía con la ferocidad del brillo de sus ojos, algo que imaginaba posible si se mezclasen como dos infusiones de té las miradas de Takeda Minamoto, cuando lo conoció, y la de Kato Harima.

    Y su aprendiz, uno eternamente joven, como Keitaro. Su cuerpo se disipó pero su voz yacía, su espíritu era capaz de alcanzar su corazón, y hablarle directamente.

    Ambos eran yurei, espíritus que ante el eclipse podían desocultarse y cruzar el puente que se revelaba por la bruma que se disipaba, comunicando a ambos lados de la orilla, comunicando el tiempo de los vivos y de los caídos que no se han resignado a partir del todo.

    La cadena del legado; Aoshi maestro de Hideyoshi, y Hideyoshi maestro de Keitaro. Reunidos nuevamente entre la bruma, hablando el idioma de la eternidad.

    —¡Maestro, perdóneme! Hice todo mal, en Mito, todo mal. Y encima... encima... he adoptado la escuela de Kato Harima, porque... porque es tiempo de atacar maestro, ¡hay que atacar! Las kodachis son para la defensa, usted me lo enseñó, Kodachi Nito Ryuu... pero no es toda la verdad. Usted también me enseñó a atacar con esa técnica, como nadie lo había hecho antes en la historia de esta escuela. Y sin embargo, adopté la escuela de Kato. Pero no olvido, Aoshi-sama. Empleo las kodachis en el estilo de Kato, no he podido ser completamente fiel al pasado, pero tampoco he podido dejarlo ir del todo.

    Arrodillado frente a un yurei, Hideyoshi ofrecía un espectáculo digno de ver.

    —Y Keitaro, si tan solo... si tan solo yo... pero Reijiro, Masaharu y Genichi, están vivos... pero, a ti te fallé. Cuando debí huir, no lo hice, y tu... y Yuta... y Shinkai—su lamento era inevitable, había superado todo eso, pero no estaba preparado para un reencuentro con ellos—. Viviré y lucharé, por ustedes, por Japón, por Takeda, por lo que no fue y por lo que debe ser. Y viviré, viviré para asegurarme que sus nombres no sean olvidados, y que nadie tenga el derecho a ignorar que su sangre también regó la nueva nación del sol naciente, y que merecerán ese futuro tanto como los que quedamos en pie—se refirió a ambos al final, en homenaje seguida de disculpa.

    Secó las lágrimas que se asomaban, porque suficiente había derramado. Se puso en pie, y sonrió, con fragilidad, pero la mueca se dibujó en su cara. Sacó sus dos kodachis, y posó en una de las formas de la escuela de su maestro, a modo de honor.

    —Esa victoria llegará, estoy seguro.

    No todo había quedado en el pasado... y el futuro que llegase no sería algo completamente nuevo, porque la melodía de un tiempo lejano y sepultado habría de sonar en un nuevo mundo abriéndose paso... de la mano de los Minamoto, y de todos a su lado.
     
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    Amelie

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    Pasillo del castillo
    [Hideyoshi; Shinrin; Takeda; Misato; Yin]
    [Yurei: Kenzaburo; Ayame; Keitaro; Aoshi]

    Aoishi observó con severidad mientras Hideyoshi hablaba y espero pacientemente a que terminara sus disculpas. Keitaro era quién más reaccionaba de ambos, con una mirada llena de profunda tristeza en un principio; la cual fue cambiando a una de orgullo, mientras que erguía su espalda con cada oración de su maestro quién aun respiraba.

    —Tendrás mi perdón cuando vea que con tus kodachis recuperas nuestra nación, quiero verte de pie, fuerte e imperturbable. Cargando con los errores pero no arrastrándolos; derramando la sangre de tu enemigo mientras cuidas que la de tu señor no caiga — se acercó a Hideyoshi para estar muy cerca de su rostro, enfrentando miradas —Muéstrame ese futuro, hazme sentir orgulloso.

    Keitaro sonrió —Viva, mi señor. Deje de atormentarse por lo que sucedió en Mito.

    —El apellido Soga se levantará cuando las voces lo recuerden al hablar de nuestra victoria —
    aseguró Takeda, a su lado estaba Shinrin y del otro Kenzaburo.

    Ayame, quién estaba detrás de Misato salió al poder observar a Kenzabuero nuevamente; se quedó cerca, con la boca ligeramente abierta pero sin poder decir una sola palabra.

    —Cabalgaremos a la guerra — ordenó Takeda con aplomo, y comenzó a avanzar.

    rapuma
    Ikoma-kun
    John Whitelocke

    Tienen un post más por si lo quieren antes de que mueva a todos para Gifu.
     
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    Ikoma-kun

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    Misato Aoyama

    Mientras intentaba calmar a Tojomaru sus pupilas que miraban bien al eclipse observo a una aparición, con ella una voz muy familiar la cual hundió mi corazón, sabía muy bien que esa persona era alguien perteneciente a un grupo al cual yo había defraudado, al voltear la vi.

    —Ayame...—susurre con un dejo de tristeza, mis ojos retuvieron algunas lágrimas al ver que ella de verdad había dejado este mundo tras su caída en Fukushima, baje la mirada con algo de vergüenza pero aún así ella manifesto apoyo para mí a pesar d mi nulo y vergonzoso desempeño durante la masacre de civiles.

    Asentí cuando Yin también cayó en cuenta de la situación, la perdida del equilibrio en el mundo espiritual, ver el sol cubierto por esa oscuridad, da la señal de la desaparición de Amaterasu...como si la misma diosa diera la espalda o de alguna forma fue ¿suprimida? ¿Pero como? Desde que Akishino fue eliminado y todo cayó en manos del clan Mori este suceso dió lugar. Por un momento lamente no haber logrado tener ojos en Kioto, al menos en algún rincón de Japón ya no había tiempo para eso.

    Cuando pude ver a Tojomaru más tranquilo ví a Ayame que observaba a ¿Kenzaburo? Incluso yo misma sentí un golpe de nostalgia, de todas forma me habria gustado conocerlo mejor todo tras aquella batalla donde Masaki nos llevo al borde de la muerte.

    —Seguro, muy a pesar de tus errores te considera una valiosa compañera—Digo para Ayame que parece algo apenada—despues de todo diste todo en el campo de batalla actuando según creias correcto—niego con la cabeza—mucho mejor de lo que pude haber actuado, de eso debes estar orgullosa.

    Me acerco un poco más a ella para dejar en claro mi posición, si ella aún cree en mi debo tomar eso en cuenta.

    —Espero muy pronto poder compensar está falta Ayame, contigo y con el resto de los Fujibashi, en está batalla venidera... entonces tal vez puedas despedirte sabiendo que cuidare de los que has dejado.
     
    Última edición: 17 Febrero 2025
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Nagano: pasillo del castillo

    "Dejar de atormentarme...", el eco en su mente se repetía.

    Claro, hacía un tiempo que se había prometido, y hasta había logrado, superar ese tormento. Ese bloqueo que llevaba. Pero esta aparición era demasiado real, era real. Y una cosa es el recuerdo golpeando a las puertas, y otra es cuando la realidad golpea con sus nudillos.

    Pero estas nuevas palabras, no de las sombras, sino de los espíritus de aquellos que cayeron, y cuyas figuras se habían convertido en un tormento; venían a darle un motivo de sobra, un propósito extra, y a cerrar definitivamente una etapa, una herida, cuya cicatriz podía amenazar con sangrar cada cierto tiempo. Y ahora estaba seguro, esa cicatriz se había secado.

    "Cumpliré con mi deber, cumpliré para con Japón y Takeda, y cumpliré para ustedes", les dijo.

    Ser motivo de orgullo del maestro y del aprendiz. Eso era lo que faltaba.

    Cuando oyó las palabras de Takeda, asintió con una reverencia formal, como solía hacer. Tras elevar su mentón nuevamente divisó la figura de más espíritus. No esperaba que luego de los arrebatos de los sueños y de la vigilia en esta noche eclipsada, tener un último arrebato al ver la figura de su viejo amigo, etéreo e incorpóreo, a la espalda de su señor.

    —Kenzo, también tú... ¿estás bien?—sonrió—. Me imagino que te las arreglaste para encontrar algo que cortar con tu espada en este mundo, aunque no se te vea muy sólido que digamos.
     
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    rapuma

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    Kenzaburo

    El yurei sobre Takeda le seguía como un guardián eterno, como en Shizuoka desde que comenzó la guerra y ahora en sus últimos estertores Kenzaburo estaría allí. Esta vez sin su puño de acero pero presente con su espíritu. Observó a Misato y se permitió una sonrisa al reconocer a aquella shinobi con la fuerza de un guerrero. Pero sus ojos se congelaron en los de Ayame; esta vez la mirada del samurai era distinta, incluso cálida en términos espirituales. Por primera vez la veía.

    Pero las palabras del viejo Hideyoshi le robaron la atención por unos momentos.

    —Ahora mismo estoy mejor de lo que jamás creí estar, viejo amigo. —afirmó hacia él. —Viendo con mis propios ojos cómo gente leal sigue junto a Takeda. Aún nos queda esa caza pendiente, pero no aún. Tienen que ganar una guerra. Puedo seguir esperando, tú tienes una vida que vivir luego de esto, Hide. —le sonrió mientras se deslizaba tras Takeda, como una sombra alargada por el reflejo del eclipse.
     
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