Long-fic de Inuyasha - "My perfect world" (U.A)

“My perfect World”​

Resumen: “la delicadez de la rosa es despreciada, la dulzura maternal es dejada; la belleza de una princesa es desvalorada, creando en ella el hueco sin sabor de la propia vanidad marcada, de algo que alguna vez la alimentaba y la engrandecía. Ella nació perfecta, en un mundo perfecto1; era una princesa. La otra nació imperfecta una ‘plebeya’ en su mundo simplemente imperfecto, nada que ver comparada a ella.”
Protagonistas: Sara/Rin
Antagonistas: Sesshômaru.
Género: drama/ tragedia.
Ubicación: U.A
Advertencias: Puede parecer en algunas ocasiones sádico y masoquista.

“Vanidad de vanidades…todo es vanidad”

Una tenue sonrisa se dibujó en su porcelánito rostro de dieciocho años; la luna la alumbraba, desde su trono estrellado, adornada con sus mejores atuendos: la plata, mientras iluminaba a tan insignificante criatura terrenal comparada a ella, la reina de la noche.
¿Acaso era vanidosa aquél astro sublime? Podría y debería, aunque sólo sea un astro frío y sin vida… ¿Podría ser eso cierto? Posiblemente sí, posiblemente no ¿Quién sabe? Sólo ella y Dios.

La grácil silueta se esparce por todo el esquicito paraje inundado en vida, tal cual como una rosa su juventud, plena como la susodicha pero, luego de cierto tiempo…moriría. Así era la vida, tal cual con la muerte. La ley de la naturaleza por causa del hombre caído en desobediencia para con su creador.

Mira su reflejo en la elegante fuente de agua, de tan exquisito acabado medieval con un toque contemporáneo.
Sonríe, sabe que es hermosa, muy hermosa; tanto, como la más extraña rosa jamás vista en la vida, la más cotizada, la más envidiada por las damas; tanto de su propia estirpe, como también de plebeyas.
Su sonrisa se hace más grande, reflejándose ahora los blanquecinos dientes de tan perfecta dentadura.

—Mi princesa…—la llama una voz varonil, colándose a su lado cual despreciable insurgente sin recato.
¿Cómo osaba interrumpirla en su tan sublime meditación? Si tuviese suficiente autoridad, lo mandaría a decapitar. — ¿Qué se te ofrece?—Lo mira de soslayo, no merece ser atendido por su intensa mirada azabache como la más profunda noche sin estrellas.

El hombre sonríe ladino, sabe que le hostiga y le encanta verla rabiar; aunque sea tenuemente por su posición social. —Basta, dime que se te ofrece y vete ya.

Eso era melodía para sus oídos y no pudo evitar posar su mira intensa a la dama a lado suyo. Ella se sintió compungida por tal y salió del lugar así sin más, con la frente erguida y orgullosa como toda una sangre azul; no como Él un pobre don nadie, un lame botas de su respetado padre. El de mirada celeste se mofó:

—Mi encantadoraprincesa, su padre le ha estado esperando por más de media hora… ¿Es acaso el comportamiento de una dama de la realeza? ¿De una princesa?—espetó con sorna y sarcasmo en su voz. Sara sintió perder la compostura por un momento pero increíblemente sonrió y dijo: — ¿No tenéis que hacer algo importante? Lo veo muy ocioso, si sigue así haré que mi padre lo eche cual perro que sois—cuestiona hiriente la chiquilla, mientras el viento acaricia su cabello espeso y lacio, creando una imagen enigmática para el caballero frente a ella por unos metros.

—De ello me cuidaré, no os preocupéis por ello mi princesa. —sonrió, en tanto desaparecía entre los arbustos del jardín.
La susodicha no muestra indicios siquiera de que el hombre aún la miraba, en tanto se retira cual sombra en la niebla.

**********************************************************************************************************************************
No pasaron desapercibidas las miradas para con aquella dama de atavío de azul rey; ante todos ella era el centro de atención y por lo tanto, la agasajada en la noche pues era la cumpleañera.

Levantó su mano, con un magistral movimiento acicaló su larguísimo cabello y en su rostro se reflejó una mirada altiva y una sonrisa ladina de satisfacción.
Invitaciones recibió, rechazos algunos recibieron; miradas consideró, otras simplemente ignoró; hasta que su padre le habló:

—Hija mía, dichoso soy de aún estar vivo para mirarte cuanto has crecido.―Musitó con una sonrisa en voz baja sólo para que escuchara ella.
La chica inclinó imperceptiblemente su rostro en tanto le dedicaba una tenue sonrisa, mientras terminaba de bajar por las es caleras tapizadas con una alfombra roja.
Aunque fuese su padre, no admitiría nunca humillarse ante él. Nunca ante nadie, antes de eso muerta.

—Padre mío.
Fue lo único que contestó antes de desaparecer entrela multitud y de su vista por toda la noche; la muchacha era simplemente desnaturalizada en cuanto a ciertos afectos paternales que según ella, la hacían quedar en ridículo.

Que orgullo y vanagloria, que desfachatez de principios; no tenía el conocimiento siquiera de lo que representaba ser una persona verdadera y con gracia; ello no existía en su vocabulario, ni siquiera en su ser; pues era meramente una muñeca de porcelana muy hermosa pero sin alma ni corazón, solamente con altivez, egocentrismo y amor propio.

El amplio establecimiento abastecía todos y la comida era botada en cantidad, pues había abundancia y el pecado que hacían lo ignoraban; que habiendo tantas personas pobres en su país muriéndose de hambre, ellos preferían botarlas antes de ofrecerle algo aquellos perros muertos que eran llamados plebeyos,seres tan comunes y desgraciados desde su nacimientos hasta sus prematuras muertes en muchos casos, ya sean por alguna enfermedad del cual no tenían recursos para sobrevivir o simplemente por su ignorancia a estos.

Ellos, la alta alcurnia no podían mezclarse con estos, era simplemente bochornoso; aunque bien, estaban en pleno siglo veintiuno pero, aun así, era importante por sobre todas las cosas tener descendencia real con linaje azul, pues era símbolo de honor y respeto para la familia y el mundo.

Los invitados de esa fiesta era simplemente todo lo bueno, honorable y excelente de Asturias; según ellos: Los ‘reyes del mundo’ ¿Quién les harían entender todo lo contrario? ¿Quién les abriría los ojos a esas personas? Eso era ¿Imposible? Quién sabe…
Indiferentes los invitados eran, a una insignificante presencia que se escabullía por entre ellos, cual animalejo rastrero.

Se metió por debajo de la mesa y, alzó su mano dispuesta a hurtar lo que sus tripas le pedía a gritos satisfacer: ‘comida’tenía hambre eso era cierto; hacía tiempo que no probaba ni un bocado, y en su necesidad infantil se adentró al palacio de una manera más que grácil ¿Cómo pudo aquella pueril criatura, evadir la guardia real? Peor aún, ¿Cómo pudo entrar al festejo?

― ¡Mmmm!—gimió de satisfacción al degustar tan exquisita pierna de pavo en su salsa, mientras a nueva cuenta alzaba la mano izquierda para tomar un trozo de papa que estaba empanturrado en salsa tártara.
No podía sentirse más que aliviada y dichosa; ¡ésa comida era simplemente un majar prodigado por los dioses! Y su gusto nada casto en ello se satisfacía con cada mordida para el placer de sus tripas.

En medio de su letargo de sabores celestiales, bajó la guardia y no tomó en cuenta la mirada asesina de una mucama que parecía que le iba a explotar una vena en la frente por la rabia de perro callejero que tenía encima.

— ¡Qué se supones que haces mocosa del demonio!— le habló fuerte en el oído, mientras la agarraba el huesudo brazo de la pequeña que jadeó de dolor por el agarre tan tosco.

— ¡Suélteme! Me lastima…—demandó con los ojos aguados; ¡sentía que la mujer le clavaba las uñas a propósito!
Una sonrisa socarrona y mal vista se reflejó en el rostro de aquella mujer sin tacto ni compasión, en tanto recalcaba entre dientes: — ¿Que te suelte?—la jaló discretamente a lado suyo, mirando de un lado a otro para no llamar la atención. — ¿Te duele?—declaró sarcástica, mientras afianzaba el agarre enterrándole más las uñas; la pequeña chilló mientras era arrastrada del lugar con discreción.

— ¡Suélteme se lo ruego! ¡Es horrible!—sollozó, llorando a lágrima suelta en los corredores del pasillo.
La mujer la volteó a ver con altivez y asco. La soltó. La chiquilla tenía un kimono rosa pálido, algo viejo y maltrecho, estaba manchado con salsa tártara, mugre además de la que tenía en la cara, y con algo de sangre por la presión del trato de la mujer con motivos supuestamente justificados.

Tan pronto la chiquilla se vio liberada de su agarre escapó cual conejillo del depredador; la mujer la persiguió furibunda, hasta que chocó con alguien en su intento fallido por alcanzar a la mocosa para hacerla pagar por su descaro y falta.
Su corazón dejó de latir por un momento si eso era posible, pues el personaje que tenía enfrente no era para más que helarle la sangre y dejarla sin habla.

—Qué servidumbre más…—sus palabras fueron interrumpidas por un bulto que estorbaba su caminata. — ¿Qué…?

— ¡Por favor, se lo suplicono me lastime!—suplicó a sus pies la pequeña con una mirada intensa que le envolvía ¿Envolvía? ¡Qué rayos estaba pensando! ¡Por ésa mocosa era todo es méndigo escándalo!

— ¿Qué es esto?—cuestionó fríamente la agasajada de la noche, mientras la escrutaba cual bicho raro a la pequeña.

La niña tiritó un momento y pensó que una muchacha tan bonita no podría ser tan amargada, y sin querer sus palabras cobraron vida, cual inocente infante ante una situación más que complicada y desfavorable para ella misma.

—Eres muy hermosa, pareces una muñeca de porcelana—sonrió.

La mujer quien recibía los halagos neutralizó su semblante haciéndola indiferente ante la pequeña y la mucama que la veía con ojos desorbitados.
‘Hermosa’ ¿Cuántas veces se lo habían dicho? Demasiadas para contar ¿Por qué entonces se sentía así? Era estúpido ¡Debería sentirse ofendida por la osadía de esa mocosa! ¡¿Cómo se atrevía a dirigirse a ‘ella’?! Eso, eso…era vulgar.

Una plebeya hablándole a una princesa… ¡Qué falta de todo! ¡Eso era simplemente desubicado!—Tú, mucama —evadió a la niña y miró con reproche a la susodicha. Ésta dio un respingo por la amenazante mirada. —retírate.

La mujer Salió como despepitada hacia no sé dónde, pues, todo lo lugar era mejor que cerca de ésa chiquilla caprichosa y arrogante.

Al saberse sola se giró elegantemente sobre sus tacones aguja y pasó a su lado como si no existiera. La niña se levantó y se le quedó mirando curiosa ¿Qué es lo que haría? Se levantó del suelo para volver a caer, no por su propia voluntad ni por que se encontrase tan débil; sino por la abofeteada que recibió, que le descalabró la estabilidad dejándole una marca caliente en la mejilla por la sangre aglomerada en el lugar.

— ¡Lárgate! ¡¿Cómo osas estar aún en mi presencia?! ¡Qué no ves que te puedo mandar a comer basura de nuevo!
La niña con su manita pegada al rostro replicó:
—No he hecho nada malo… ¿Qué hice?—cuestionó con inocencia mientras retrocedía. Estaba traumatizada todo por complacer a sus tripas, sino fuera así estaría mejor de nuevo en la calle comiendo basuracomo decía aquella víbora de aspecto angelical.

— ¡Argh!—Esto era exasperante si fuera por ella ¡Nunca tendría hijos! Sus ojos se tornaron como rendijas y sus labios curvearon en un gesto de disgusto y desagrado marcado; la sacaría claro que sí.

— ¡¿Qué está pasando aquí?! ¡¿Qué es todo este alboroto?!—Reclamó su madre detrás de ella.

—Nada, madre…—respondió indiferente, mientras se entornaba a su progenitora con un semblante calmo.

— ¿Nada? Y ¿Qué se supone que hace esa criatura en el suelo?—preguntó con los ojos pegados en la pequeña trigueña.

—Una intrusa salida de la mugre, nada de que merezca mi atención, más que mi rechazo a ésta clase. — espetó con asco, mientras miraba a la niña temblar ligeramente por la intensa mirada femenina y demasiado dura para tal tontería.

— ¡Sara! ¡¿Quién te enseñó a tal?! Ellos son nuestros súbditos, nuestra gente, sin ellos…

— ¡Calla! No quiero escucharte; es abominable… —declaró furibunda, haciéndose paso por medio de los invitados algo curiosos del aura de la joven mujer.
Por lo menos nadie se dio lo suficientemente cuenta de lo que realmente estaba pasando en esos momentos, y todo por la intervención de una pequeña hambrienta que se entró de manera milagrosa y extraña al castillo, y no tan sólo eso, sino a la misma fiesta de nada más y nada menos que de la unigénita del rey Takemaru Fénrhyl, uno de los último de los reyes de aquél país.

Su orgullo no podía estar más que raspado por la intromisión de esa mocosa. Sus piel se erizó y su mundo se vio algo convulsionado… sus labios se entreabrieron y sus ojos se tornaron apacibles; todo eso creaba él en ella y sin más se quedó estática en su lugar; era estúpido ¿Todo eso por él? —“Siempre crea eso en mí”— pensó, mientras lo veía desaparecer entre la espesura de la noche; tan enigmático como él. Y declaró al viento el nombre de la muerte en sus labios; eso era lo que significaba: —Sesshômaru…—Lo llamó. Éste sólo la miro de perfil por unos momentos y después se volteó como si nada.

Cómo lo detestaba y como lo anhelaba; Así era él, su salvador, un frío y aparentemente sin corazón soldado de guerra, que la hace suspirar y a la vez morir por todo lo que es.

***********************************************
La reina de plata observa curiosa y se burla en su cara…Vanidad de vanidades…Todo es vanidad, y su vanagloria a ella la consumirá.

 

Capítulo#2: “Nacida del silencio”​

Sus movimientos eran gráciles, el viento desordenaba su cabello ébano y eso no le importaba en absoluto; era libre, libre como el viento, fresca como el rocío de las mañana, joven como un botón de cerezo apenas descubierto…feliz, por el simple hecho de vivir a pesar de ser nadie, más que una simple plebeya nacida del silencio, una no conocida flor silvestre en medio de claveles, orquídeas y despampanantes rosas, donde era lo que sobraba ante tanta belleza, un pequeño botón de cerezo algo feo y maltrecho.

Se arrodilló en el pasto y comenzó a cavar con las manos; como le gustaba hacer lo que más amaba, lo que nadie valoraba… sembrar ‘flores ’.

—“Algún día, seré tan bonita como una rosa”—pensó, mientras tomaba delicadamente en sus manos una blanca, dejando por un momento de cavar, para luego contemplarla con detenimiento y sonreír abiertamente.
A pesar de haber nacido imperfecta y plebeya, nadie podía robarle su hermosa sonrisa y su amor por las flores.

Ni la rectora del orfanato, que la hostigaba injustificadamente, ni el rechazo por parte de los demás niños por ser diferente, y ahora ni mucho menos, el ser pobre, huérfana y casi muda, por todos los traumas que ha pasado en lo corto de su vida; así era Rin, simplemente; una hija de la soledad y una musa de la a nada.

Sonidos de pasos acercándose la alertaron, escondiéndose sin vacilar tras unos arbustos. No quería regresar de nuevo al orfanato, no otra vez a esa cárcel de cuatro paredes y miradas asfixiantes, donde sólo era rechazada y recordaba lo injusto de su destino.

Se asomó, y comprobó que no era nada más que una ancianita que destilaba nostalgia y tristeza; esto la embargó. A pesar de nunca haber conocido a ningún familiar suyo, se sentía atraída por la extraña aura de esa desconocida mayor.

***********************************************************************************************************************************
Su mente divagaba lejos; su respiración era algo entrecortada, y el viento en nada cooperaba para con su tan cuidado estilo que tanto amaba.

Sus ojos eran fríos y destilaban arrogancia y altivez; a pesar de ser quien era, muchos la evitaban o ni tal siquiera le hablaban; no querían, para evitar su impasible forma de ser: hueca y falsa; aunque bien, eran muy pocos lo hacían tal, ya que era imposible negarse la presencia aunque nada agradable de la heredera Fénrhyl; era una oportunidad casi alucinante por lo cual no se podía desaprovechar.

—Estúpidos igualados —espetó con fastidio, mientras recordaba sus idioteces.
Había escapado del colegio y poco le importaba el hecho; siempre pasaba con altas calificaciones, no por ser tan aplicada, sino más bien, por ser quien era.

Quería ser libre, quería hacer lo que ella le viniera en gana; así es que optó por irse e ir donde quería estar: “con
Él”, quería verlo otra vez, quería hablarle…—Lo quiero sólo para mí… —declaró segura, ya que todo lo que quería siempre lo conseguía, sea como fuera, así tenía que ser.

Sintió la mirada pesada de alguien, al parecer estaban siguiendo.
Se escondió detrás de unos árboles y vio la intrusa de hace ya casi un mes… como un imán sus miradas se chocaron.

— Princesa…—musitó suavemente; ella maldijo entre dientes.

—“Vaya suerte la mía” —pensó sarcástica.

La anciana sonrió y miró la peculiar escena que se desarrollaba; sin duda alguna el destino era extraño.

********************************

Nacida del silencio, mucho por que vivir, mucho porque morir, el destino no se hizo para evadir.
La vida da muchas vueltas, nadie lo puede evitar; ni tú por que seas perfecta, ni ella por ser imperfecta.

 

Capítulo#3: “Maldición perfecta”​

“Tu realidad será una ficción, del cual sólo recordaras el dolor; el amor será una aparición, del cual nunca tendrás el honor…Oh! Belleza de hijo de hombre, de nada valdrá tus dones, ni tus encantos heredados, pues será tu maldición perfecta; la maldición que por tu vanagloria te he dado”​

****************************

Su semblante se hallaba ido en un trance, del cual nunca vivió antes ¿Todo eso por una vieja deschavetada y pordiosera? Por un momento pensó en sonreír y lo hizo, pues sólo era para sí.
—“Vieja Ridícula ¿Qué se cree?”— Pensó, mientras se vestía con un cuantioso vestido de Coco del cual se ajustaba a su silueta. — “No ocurrirá nunca tal”
Su madre abrió la puerta abruptamente para molestia suya.
— ¡¿Acaso no sabes que primero hay que tocar?!—le reclamó; la madre le miraba entre arrepentida y molesta.
—Bájame ese tono de voz, sólo quería saber si todo estaba…—Poco le falto para que su propia hija le empujara. —Sara…—musitó, mientras contemplaba como su hija desaparecía en medio de los inmensos pasillos de aquella mansión.
*************************************************************************
—“Detesto que me trate como una niña”—pensó exasperada la morena, en tanto se colaba en medio de las cortinas de la inmensa sala; reprimiendo la necesidad de gritar cual malcriada y consentida chiquilla. En medio de la lobreguez de sus pensamientos, sintió el peso de una mirada de unos impasibles ojos dorados, tan fríos y enigmáticos.
—Sess-Sesshômaru…—llamó dulcemente, pero a la vez firme… no quería rebajarse cual fatua enamorada. — ¿Mi padre os ha llamado?—preguntó, haciéndose la desentendida cuando en realidad ya sabía que quisiera o no, tendría que presentarse; ya había escuchado al general de alto rango Inu no Taishô, conversar sobre algunos asuntos que lo involucraban a él directamente.
— Sí—respondió neutro en tanto le daba la espalda. Como detestaba encontrase en ese lugar; si no fuera por su honorable padre ya hace tiempo se hubiese largado a medio oriente; lo único que soportaba un poco era la hija de ése infeliz rey. — ¿Qué haces allí oculta?— increíblemente para sorpresa suya preguntó, que tras unos segundos luego respondió: —Sigues siendo la misma niña inmadura de siempre.
— ¡No es cierto!— replicó, colándose en frente de él. —Soy lo suficientemente madura…Soy una mujer — entrecerró los ojos con la adrenalina corriéndole como fuego por las venas y el corazón en la boca, por encontrarse tan cerca de Él. Sesshômaru le miró serio, con un dejo de curiosidad bailando en sus orbes doradas.
—Sara…
— ¡No sabes! ¡No me conoces! Yo…—acortó la distancia, casi asechándolo. —te necesito.
En un movimiento grácil y casi imperceptible, enredó sus dedos en la corta melena rubia, atrayendo con demanda su rostro a la de ella, creando un beso tosco. El hombre no se resistía, ni le correspondía, lo cual lo interpretó como un rechazo directo.
Desesperada se quitó el vestido, dejando al descubierto su bien formado cuerpo del cual incitaba a que fuese explorado; Sesshômaru agarró su rostro con brusquedad correspondiendo a su beso rayando a la violencia, mientras acariciaba sus hombros para luego apartarla de sí. Sara dejó de besarlo en medio de tenues lágrimas de frustración.
—Sara, no sabes lo que dices ni lo que pides. —retrocedió. —Adiós…
— “El amor será una aparición…”—resonó en su mente, —“del cual nunca tendrás el honor…”—cual perfecta maldición.
—No…—jadeó. — ¡NO!—agarró su negro vestido con aprehensión y maldijo al astro nocturno que se burlaba en su cara, en tanto clamaba con voz rota corriendo por los pasillos: — ¡Maldita bruja! ¡Yo siempre consigo lo que quiero!
*************************************************************************************
Orgullo y vanagloria, han sido heridas…

 

Capítulo #4 “Envidia de la imperfección”​

El viento arreciaba, con ello el tormentoso frío de su entorno que le calaba los huesos; su mano se encontraba hecha un puño y de sus labios se deslumbraba una pequeña línea de sangre; su medalla relucía orgullosa en su pecho justo donde estaba su corazón, su semblante era impávido; sólo que su respiración era algo entrecortada por toda aquella consternación; de seguro perdería su cuantiosa posición en el ejército por lo que acababa de hacer: salvar la vida de un civil.
Miró a su costado, ella estaba bien; sólo por unos cuantos rasguños y su cuerpo algo descubierto.
—Sesshômaru-sama…—musitó apenas audiblemente.
—Ya no habrá próxima vez—recalcó secamente mientras le daba la espalda. La joven le miró con los ojos desorbitados, y como una máquina le siguió mientras se alejaba a paso pausado; de soslayo la vio tiritar de frío. — ¿Por qué te fugas?—cuestionó sin determinarle; la chiquilla dio un respingo mal contenido.
—Yo…—tenía que dar una buena excusa o bien por así decirlo una “mentirilla piadosa” por su comportamiento; no quería confesar que era por el hostigamiento de la rectora y de los demás chiquillos. — bueno, Yo…
—Sabes que odio que titubees, pues es indicio de que quieres mentir…Rin—la miró a los ojos, esta sólo bajo su rostro.
¿Cómo era posible que ése sujeto supiese más o igual de ella misma? Era inaudito, tan sólo la había visto en una o dos ocasiones que para lástima y vergüenza siempre en las mismas condiciones: “mugrienta y descuidada.”
—Rin…—apartó su mirada de los ahora opacos ojos avellanas de la chiquilla y la dirigió a su silueta ¡Estaba casi desnuda! Por inercia la levantó, Rin abrió los ojos como platos por lo que él estaba haciendo; la envolvió cual infante en su pecho con aquél abrigo blanco mientras caminaba con parsimonia; esta cerró los ojos y se acomodó en su pecho tan cálido como su aparentemente inexistente corazón.
Sintió el afiance de la chiquilla y no pudo evitar sentirse conmovido. Era como un extraño compromiso, mezclados con compasión y afecto; el trayecto se le hizo corto y ausente de todo, llegaron a aquél lugar lleno de apariencias y engaños que tanto la atormentaban.
Levantó su rostro, que hasta hace un momento era apacible a uno nostálgico… era demasiado bueno para ser cierto ¿Cómo había llegado a esto? Tenues lágrimas se deslizaban por su sonrosado rostro por causa ahora del inclemente frío, del cual eran víctimas ambos; Sesshômaru se inclinó apenas extrañado por tal actitud; la chiquilla aprovechó el momento para apresarlo en un abrazo demandante, hasta donde sus lánguidos brazos de pre-adolecente le daban.
— ¡No me deje por favor!—declaró más como súplica que como demanda, en tanto afianzaba el agarre en su cuello. —Se lo suplico…—entornó su mirada con la impasible frente a ella.
—No lo haré. —respondió automáticamente, no sabía porque pero debía hacerlo.
— ¿En serio?—cuestionó con un brillo renovado en sus ojos. — ¿Lo promete?
—Yo Sesshômaru no miento. —Declaró más con solemnidad que con fastidio. — Ve y no escapes más o sino nunca más verás mi rostro. — sentenció, mientras se erguía mostrando su porte alto y gallardo. Rin sonrió agradecida; era más que suficiente para sentirse satisfecha.
**********************************************************
A unos metros de aquella escena, se encontraba ella tétrica como una piedra ¿Cómo era posible tal? Esto debía ser una pesadilla. Sintió que de su mano cedía la ligera tibieza de su sangre por la presión de sus uñas en ella, y el sentimiento de traición y decepción mezclados con odio. Era envidia de la imperfección, por no ser ella la ‘perfección’ dueña ni tal siquiera de su afecto, sólo de su compasión.

 

Capítulo #5 “Muñeca de porcelana”

Su visión era casi nula, el aire le pesaba; intentó incorporarse pero era simplemente inútil ¿Cómo había llegado a tal condición? Intentó dilucidar una vez más los recodos de las cosas en su alrededor, pero el humo le impedía.

— Déjame, —se quejó el soldado —no…

— No es hora de titubear ni de reposar ¡Es la maldita guerra!—declaró frívolo, en tanto se levantaban con gran dificultad; la pérdida de sangre del sujeto era considerable…tal vez debía hacerle caso, pues era persistente en cuanto a dejarlo.

—Cállate.

—Imbécil… déjame—suplicó agónico, antes de escuchar un sonido ensordecedor que lanzó a ambos a un par de metros. Luego de interminables minutos abrió torpemente sus ojos, la sangre que brotaba de su cabeza le impedía pensar con claridad; quiso moverse pero un fuerte tirón de su hombro izquierdo lo hizo retorcer del dolor, en tanto su cuerpo se ausentaba…Tal vez este sería su fin; el de morir cumpliendo su deber era la mejor recompensa, pues vivo y mutilado no serviría de mucho; poco a poco empezó a ceder su vida a un hueco vacío y sin luz...

_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
La tierra ensuciaba sus pies y su ébano cabello bailaba al compás del viento.

Miró el cielo tan opaco y gris; tal cual su vida terrenal. Sintió un escalofrío, un presentimiento nada bueno…

—Kaede-sama…—miró a la anciana con detenimiento. —Me duele el pecho, es…—posó su mano sobre su corazón en tanto arrugaba levemente su nuevo kimono azul. —Como un pesar… tengo miedo, Kaede-sama…—se le abalanzó encima en un abrazo tierno, lo cual la anciana correspondió.

— ¿Te preocupa Sesshômaru?—preguntó en tanto acariciaba con levedad las marcas ya casi secas, obra de la última fuga de hace ya dos semanas.

—Sí—declaró en tanto sus mejillas se coloreaban un leve carmín. La mayor sonrió enternecida.

Pequeñas gotas de lluvia caían sobre las dos; la menor se disculpó mientras se despedía. Era suficiente por hoy, tenía que volver a su calvario y dejar los sueños para aquellos quienes tenían vidas propias y no ficticias.

_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

De su nariz salía un ligero hilo de sangre que quitó rápidamente; su cabeza le daba vueltas como si estuviese ebria. De repente, cayó, mojando su uniforme en tanto el paraguas salía volando por el viento.

— ¡Maldita sea!—jadeó, en tanto se incorporaba y comenzaba su andar errático. Su visión era nublosa y su mente no trabajaba como debería; aquélla droga que le ofrecieron en vez de hacerla sentir mejor la hacía sentir en opresión. Sin querer se desplomó en el suelo, una mano le ofreció soporte; aunque no del todo eficiente.

— ¿Señorita se lastimó?—cuestionó una dulce voz… una ya muy conocida…

La determinó por medio de los densos mechones mojados comprobando quien era, para dar luego una mueca de disgusto y asco. — ¡Tú! ¡Pueril criatura!—la empujó contra piso. — ¡Apártate de mí! ¡Eres una maldita, te odio! —le gritó en tanto se resbalaba y caía a nueva cuenta en medio del charquero. Rin le miraba con los ojos desorbitados, para luego comprobar con horror quien era aquél personaje.

— ¿Prin-princesa?— declaró destrozada; verla en aquél estado era deprimente. Sara sonrió con ironía para luego mirarla con odio, y sin pensarlo la jaló comenzando a descargar su ira contra ella hasta donde sus reducidas fuerzas daban; los no tan ligeros golpes, caían con rudeza sobre líbido rostro de la menor y un tanto más allá de su cuerpo en sí.

Ésta se dejaba tétrica y dolida dar aquella agresión sin motivos ni razones, viendo como poco a poco la joven mujer de mirada oscura perdida y sin luz disminuía la intensidad de los golpes, hasta caer rendida en medio de un llanto silencioso y agónico.

Rin conmovida, en medio de raspones y moretones la abrazó entre lágrimas; Sara ya no tenía fuerzas para resistirse y seguir peliando sola; sin previo se dejó abrazar como una muñeca de porcelana rota y desecha en medio de una escena lóbrega, donde sólo era reconfortada por el cálido abrazo de su rival y enemiga, sintiendo como sedía de sus ojos gruesas lágrimas de frustración y furia por la pesadez y el martirio de su demacrada alma; mezclados singularmente con del inclemente torrencial y frío de su entorno.

_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Torpe muñeca, fría y sin compasión ¿Cuándo reconocerás tus faltas y la estupidez de tu egocétrico corazón?

P/D:

Este es antepenúltimo capítulo de este fic.
Les agradezo mucho por su tiempo y apoyo, tanto a los que se toman la molestia de opinar como también de pasarase por acá y leer.

¡Hasta la próxima!

 

Capitulo N° 06: “My perfect world”​

El tiempo, es el único medicamento a las heridas del alma del cual no está en venta en ninguna farmacia; solo se toma en medidas diarias, día a día, año en año, hasta que sanen. Al menos es según el testimonio de muchos, otros simplemente les carcome mas con el tiempo, creando canceres espirituales y demás males que solo muchas veces a la manera más terrible y osadamente cobarde es cortar el delicado y único fenómeno llamado vida.

Gota a gota, suspiro tras suspiro, el aliento mengua cada vez más. Este es otro terrible caso, y aquella criatura lo sabe pero no le importa.

El pulcro piso de granito blanco contrastado en un velo denso de hilos escarlatas hace su dramática aparición; su perfecto mundo de apariencia y caretas sin gracia se ven derrumbados. Este será un día para recordar en su fatídica historia. Muere otra luz en el firmamento con aquella vida; la suicida solo ríe sombríamente.

—Oh…dulce locura, maldito corazón. —Susurro de sus casi purpúreos labios, ya faltaba poco; solo un poco más. Entre medio de la ilusiones de su loca mente evoco el recuerdo de sus finos labios; aunque fuesen solo una bella mentira.
La vida sin aquel ser a quien se ama no es vida, es muerte en vida y eso es peor que vivir.
Susurra, sonríe fatuamente y luego llora; que triste perdición. Ya no queda casi aliento, solo unos pocos torpes latidos de su moribundo corazón. Un poco más, solo un poco más y todo terminara.

El ocaso estaba en su punto; entre la vida y la muerte. Su bella mirada se poso una vez más en la que alguna vez nunca creyó volver a ver: su hermano.

Era algo tonto para El pensar tales ridiculeces pero toda aquella consternación de lo vivido cavo hondo en su corazón. Creando uno de carne y quitando el de concreto.

—¡Sesshômaru-sama!—llamo por tercera vez aquella señorita de carita risueña y ojos demasiados puros para su edad. Se sintió conmovido en su interior; Ella sacaba lo más delicado y dulce de Él. En medio de sus pensamientos no le había escuchado.

—Rin, debes quedarte. Te prepararas y serás alguien en la vida. —Acaricio levemente su aniñado rostro sonrosado mientras le dedicaba una tenue sonrisa. Continuó diciendo: —Volveré por ti cuando sea tu tiempo.—

La ahora joven Rin, se sintió algo apesadumbrada pero no menos optimista; en ese último mes había descubierto y aceptado un sin número de situaciones conflictivas de gran importancia como dejar de ser aquella “mendiga del parque” a la hija adoptiva de la dulce panadera, la anciana Kaede Luxborne.

Y sobre todo lo que más le agradecía a la deidad omnisciente era el haberle conocido a Él, el más guapo y sobre todo encantador hombre sobre todos, su amado Sesshômaru Takeru, aunque bien era Taishô pero por razones que desconocía había optado el de su fallecida madre.

—Por favor…—Sintió que se quemaban sus mejillas, pero era lo que su corazón le gritaba. —Solo, permítame por favor…—Y sin más le abrazo; le abrazo como si fuera la última vez, como su no hubiese un mañana. Sin querer una lágrima se escapo para luego desaparecerla inmediatamente.

A pesar de la imprudencia de la chiquilla no le dio retahíla al hecho, solo acaricio levemente su ébano cabello sintiendo en el trayecto la leve fragancia a tierra madre y flores silvestres.

La última vez que le vio nunca creyó que volvería a verle, mas a sabiendas que inminentemente podría haber sido El uno mas en la baja de los soldados que fueron enviados a aquella guerra sin sentido. Su medio hermano, Inuyasha, también había ido y por poco ambos mueren.

El perdió su brazo izquierdo casi en su totalidad y al ver el hecho de que se le daba una nueva oportunidad no desaprovecho la ocasión para remendar lazos rotos con su medio hermano y quizás (ya que aun no se sentía muy convencido) con su propio padre.

A parte de los cuales quedo en coma por causa de un accidente automovilístico, que le ocurrió cuando supo de su aparente fallecimiento; tanto de su hermano como de Él.

Para gracia y burla del destino, ambos estaban vivos aunque con secuelas de los traumas vividos pero vivos.
Sonrió. Cuanto había aprendido en ese tiempo.

Dio la espalda a la multitud, entre ellos la ahora sonriente Rin y su madre, como también de su cuñada y medio hermano el cual su mujer le hacía leves empujones a su silla de ruedas. Para golpe a su conciencia, su hermano, sufrió la peor parte por haberle ayudado en su terquedad y orgullo. Nunca dejaría de agradecerle por el hecho. Claro que a su manera por supuesto.

Tiempo al tiempo, segundo tras segundo, su espíritu se hallaba renuente a dejar el mundo. No sabía cuánto tiempo había pasado pero deberían haber sido los sufrientes para haber ya…
Sus cristalinos ojos se entornaron levemente en aquel fantasma; su mirada que le enloquecía estaba allí con ella. Casi grito de júbilo al sentir sus cálidos brazos. No, no podía ser verdad.

—¡Sara!—articulo perfectamente su madre, sin embargo no logro escuchar su voz cuando se volcó a su lado como una loca desesperada, aturdida por su “pequeña revelación”, estaba bañada en sangre, su sangre. —¡NO!—Volvió a gritar, mientras El viejo Takemaru, la jalaba hacia atrás.
El albino estaba algo aturdido entretanto intentaba hacerle torniquete en ambos brazos lacerados hasta no más.
—¿Sesshomaru?—musito apenas audible entre tanto acariciaba levemente con la yema de los dedos su rostro, creando un camino de sangre.

—No te dejare morir. —Sentencio como si tuviera el poder para ello. Ella sonrió. ¿Cuántas veces en su sádicos sueños sintió aquella afirmación? Oh! Muchas veces, tantas que perdió la cuenta.

Lástima que llegara tan tarde, lástima que no le amara como ella le amaba, según ella: apasionadamente y sin temor a nada. Sin querer por pura debilidad, sus ojos se cerraban lentamente entre tanto decía: —Te amo, siempre te eh amado y siempre te amare…—Y con esa afirmación, la cajita negra que su amado tenía en su bolsillo cayó, revelando una briosa argolla nupcial en ella. De Él para ella. Solo un grito desgarrador de la pobre madre se escucho, cuando llegaron tarde los de vestido blanco.
_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
“La maldición dejada a tu merced, fue que tu propia mente te engaño. Lástima que no reconociste hasta el último momento la ceguera de tu ambición…”

FIN
P/D: Habrá un epilogo, ya que no me sentí muy convencida con el final.