Miedo a ser debil

Tema en 'One Piece' iniciado por Portgas D Ace, 10 Agosto 2013.

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    Portgas D Ace

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    24
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    Escritora
    Título:
    Miedo a ser debil
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    897
    Miedo a ser debil


    Noche tras noche lo mismo. Me levanto sobresaltada a media noche, sudando y asustada. Siempre gritando antes de levantarme, sé que es mi miedo lo único que causa las pesadillas, pero ¿Cómo no tener miedo si eres pirata? Me avergüenzo de mi misma. Mis gritos despiertan a mi amiga, que me tranquiliza con un abrazo, y unas tranquilizadoras palabras. Más de una vez ha venido alguien de la tripulación, con cara de preocupación, pero ni si quiera una tila o las pastillas para dormir, logran tranquilizarme.

    No sé qué hacer. Quiero que esto acabe, pero no sé cómo, y lo único que puedo hacer, es castigarme mentalmente a mí misma por tener esas horribles pesadillas, que lo único que logran hacer es preocupar a mis compañeros.

    Me desperté más tarde de lo habitual, así que me vestí con prisas y salí fuera de mi camarote. Fui a la cocina, no había nadie, así que salí a fuera y cogí una de mis preciadas mandarinas y empecé a comer aquella fruta de ácido sabor que tanto me gustaba.

    Cuando me la acabe, empecé a buscar a mis compañeros por todo el barco, pero no había nadie. Y entonces, desvié mi mirada hacia delante y vi una gran isla de espeso bosque, el cual, ocultaba de mala manera una pequeña ciudad. Que tonta que había sido. Tan grande, tan cerca y yo no la había visto.

    Suspire, no tenía ganas de ponerme a buscar a mis compañeros, así que cogí unos libros de mi camarote, y sentada en la hierba, empecé a tomar apuntes para finalizar los mapas que tenía atrasados.

    Estire los brazos hacia arriba para estirarme, y de repente, lo vi. Su melena negra ondeaba con el viento y sus ojos permanecían cerrados, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, como si aquella cálida brisa fuera una caricia.

    Me sorprendió mucho encontrarlo ahí con un tono tan apacible, como un bebe durmiendo. Deje mis libros amontonados y tras levantarme, me sacudí la poca hierba que se me había enganchado en los vaqueros.

    Me acerque sigilosamente y me senté a su lado.

    -¿Luffy?-susurre intentado llamar del joven, que se despertó y me miro con tono incrédulo.

    -Pensaba que dormías.-me dijo.

    -Y yo que estabas en la isla. ¿Cómo es que te has quedado?-pregunto con curiosidad.

    -No me dejan ir.-se limita a responder.-Estoy preocupado por ti.

    -¿Por mí?-pregunto sorprendida.

    -Por las pesadillas.-dice Luffy.-Puede que ya no vaya a ver qué te pasa, pero te sigo escuchando. Gritas y lloras.

    -No quiero preocuparos, pero no puedo evitarlo.-dije ruborizándome.

    -¿Qué ves en las pesadillas?-pregunta Luffy con curiosidad.

    Aquella pesadilla que tenía noche tras noche, que me visitaba como una vieja amiga, dispuesta a atormentar mí placido sueño, volvió a mi mente. Cuerpos tirados por el suelo, armas esparcidas por doquier. Estaba manchada de sangre, pero no la mía, y mis ojos posaba una mirada aterradora en cada uno de los cuerpos. Una risa malvada y fría se burlaba de mí, por ser débil, por no haber logrado hacer nada por salvar aquellas personas, que habían sacrificado la vida por mí, por culpa de mi absurda debilidad. Un nudo se formó en mi garganta y lágrimas frías y saladas bajaban por mis mejillas, sin que yo pudiera hacer nada para detenerlas. Me tape la boca con la mano para no gritar, y levante la cabeza. Mis ojos se encontraron con esos negros ojos infantiles, y baje la vista. No quería que me viera llorar. Eso hacía que me sintiera más débil todavía.

    -Lo siento…-susurre intentando secar mis lágrimas, pero lo único que lograba es llorar cada vez más.

    No sé qué paso, pero de repente me encontré en los brazos de mi capitán y oculte mi rostro en su pecho sin dejar de derramar lágrimas.

    -Estabais todos muertos… por mi culpa… Tengo miedo que muráis porque soy débil…-susurre llorando aún más y sin poder reprimir los sollozos que salían de mi boca.

    -No eres débil. Si fueras débil no estarías en mi tripulación ¿no?-me tranquilizó Luffy, no le miré a la cara pero por su tono, deduje que sonreía.-No moriremos. No puedo prometértelo. La última vez que alguien me lo prometió, murió. Pero si te puedo prometer algo, y es que nadie morirá porque seas débil.

    -No puedes prometérmelo. Sé que soy débil.-le digo mirándole a los ojos, tras que mi llanto cesara un poco.

    -Deja de decir que eres débil. No lo eres. Así que deja de tener ese absurdo miedo.-me dice con un tono muy maduro, como si yo fuera una niña y él, el padre que regañaba.

    -Luffy…-logre susurrar, pero las lágrimas volvieron a salir de mis ojos, y en un intento desesperado por consolarlas, abrace fuertemente a Luffy, el cual correspondió al abrazo.-Gracias.

    Lo último que recuerdo, es quedarme profundamente dormida sobre el pecho de Luffy, pero una cosa sí que sabía, y aquel joven moreno de sonrisa infantil me lo confirmaba. Yo no era débil, y a partir de ese día, ya no tendría aquellas horribles pesadillas no volverían a aparecer, provocando mi miedo. Mi vieja amiga no volvería más.
     
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