Microrrelato Mi ranita.

Mi ranita.

Mi ranita salta. A mi ranita le gusta saltar. Salta, salta. Salta como la pulguita de Aithra. No pica, saca la lengüita y salta, salta. Es verde como las verduras, verduras asquerosas; a mi ranita no le gustan las verduras. Come mosquitas, polillas, pobres polillas. No maripositas, mi mariposita murió, no por mi ranita, murió, murió por un bombillo.
Mi ranita salta, salta. A mi ranita le gustan las sabanas suaves, con olor a detergente. A mi ranita le gustan los estampados de ovejas, ovejitas blancas y blanditas, si, si, blanditas como las nubes rosadas de IKST, como los algodones de azúcar de Berlín. Mi ranita duerme boca arriba, sueña, sueña con los sueños de Selenezca, ronca un poquito y se hace la muerta, muerta. Mi ranita no habla de políticos, los escupe y lame a uno, lame, lame, lame, y toca la guitarra, toca, toca a Muddy.
A mi ranita no le gustan las bombas, esas que explotan. A mi ranita no le gustan las demoledoras. Mi ranita tuvo que volver a construir su casita de nuevo. La ranita verdecita odia los pies, porque pisan y destruyen. A mi ranita no le gustan los humanos; huelen fatal.
Mi ranita se esconde, se esconde debajo del armario. Mi ranita se acuesta en las sabanas, sabanas azules con ovejitas olorosas a detergente. A mi ranita le gusta roncar y duerme, duerme, duerme. Mi ranita ronca y salta, salta en los sueños colgados de Selenezca.