Mi objetivo

Tema en 'Relatos' iniciado por Marina, 18 Enero 2014.

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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Escritora
    Título:
    Mi objetivo
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4690
    Hola, este escrito es para la actividad "Tragicomedia". No supe ubicar el género y aunque lo he clasificado como Comedia Romántica, no creo que los haga reír. Lo siento, no se me da mucho la comedia y menos combinada con la tragedia, pero bueno, el intento es lo que vale.

    Había una vez un chico y una chica. ¿Romeo y Julieta? ¿Tristán e Isolda? ¿Hamlet y Ofelia? ¿Calisto y Melibea? ¡Claro que no! Ellos ya vivieron su historia de amor, así como muchas otras parejas, por lo tanto, esta era la mía.

    Y hablando de amor, ¡oh, el amor! ¿Cuántas cosas están dispuestos a hacer por amor? Yo las había hecho todas.

    La mayoría eran locuras que me daban crédito de parecer estúpido, un demente o lo que era peor, un acosador, pero todo eso no me importaba, por ello es que ahora estaba aquí, afuera de su casa, en donde sintiéndome todo un atleta, salté la valla y como de atletismo no tenía los grandes conocimientos y mucho menos práctica, caí sobre mi estómago al otro lado, hundiéndome en la suave y alta nieve.

    Miré abochornado para todos lados para ver si nadie me había visto caer, pero eso fue tremendamente ridículo, pues pasaba de la media noche y no había nadie a parte de mí, en ese desolado y seco jardín, pero sintiéndome de todos modos idiota por tan vergonzoso arribo a la propiedad, me levanté para dirigirme hacia la ventana de la habitación que creía era la de Julia y pensaba que era la de ella, porque ya antes la había visto en ese cuarto, así que agradecí que las cortinas estuvieran levantadas, porque me habían permitido una clara visión de mi adorada chica, la que me ignoraba, bueno pues, no es tanto que me ignorara, prácticamente la dueña de mi corazón ni siquiera sabía que yo existía y eso que ambos compartíamos clases en la universidad.

    Al plantarme frente a la ventana, agradecí también que la noche estuviera tan iluminada. Estaba nevando copiosamente y el efecto de la nieve acumulada y su caída, conferían a la atmósfera una sorprendente claridad plateada que alumbraba todo, mejor que si hubiera luna llena, así que el resultado era precioso y no me interesaba que ya parecía muñeco de nieve y menos me incumbía que estaba soplando un viento helado que traspasaba mis gruesas prendas de vestir regalándome la temblorosa sensación de frío que me hacía estremecer casi sin control y la temperatura era tan baja, que la nieve sobre mi cuerpo se había cristalizado en una fina capa de hielo.

    ¿Desquiciado? Sí, pero mi objetivo, que era atraer la atención de esa chica que me robaba el sueño, no tenía juicio. Había muchas chicas, pero a mí me gustaba ésta, además, las otras también me ignoraban y no sabía por qué. Era verdad que no soy muy apuesto, ni tengo un gran cuerpo con músculos definidos, más bien soy alto y delgado, pálido, ojos café claro, nariz recta y larga, de acuerdo a mi rostro ovalado, boca pequeña de labios delgados y cabello negro, el que suelo llevar largo sobre los hombros, aunque en ese momento estaba oculto por un gorro blanco y el resto de mi ropa era también blanca, así que sin desearlo, sincronizaba con el entorno.

    ¿Acaso el físico lo era todo?, me pregunté tomando nieve con mis manos enguantadas, la que comencé a manipular para formar una bola mediana, pero la manipulé demasiado dentro de mi nerviosismo, porque sí, me sentía muy nervioso, pues, ¿qué tal si ahora sí, Julia me notaba? ¿Qué le diría?

    No tenía idea, y tampoco que había hecho sin proponérmelo, una bola tan compacta que, cuando la arrojé con gran fuerza a la ventana para llamar la atención de la dueña de mi corazón, la blanca sustancia no se desparramó sobre el cristal, sino que pasó a través de éste rompiéndolo en varios pedazos y no vi cómo la bola golpeó justamente sobre la cabecera de Julia cayendo después sobre su apacible rostro de bella durmiente, así que asustada, adolorida y desorientada, se sentó gritando, un grito como el que nunca se había escuchado, de seguro no en esa casa. Su grito me erizó los cabellos de la nuca y me la imaginé posando sus ojos directamente sobre el cristal hecho añicos que de manera desvergonzada, permitía la colación del viento frío al interior, luego entonces, escuché a su padre que, hecho todo un héroe, entró al cuarto armado con una amenazante escopeta, encendió la luz y gritó a voz de cuello:

    —¡Hija mía! ¿Estás bien? ¿Qué sucede?

    Julia volvió a gritar, más fuerte si cabe y era obvio que no vi como se cubría de nuevo con las mantas que habían caído en su regazo cuando se sentó. Ni su padre ni yo sabíamos que acostumbraba dormir sin pijama, solo en ropa interior, así que su bochorno, porque su padre la ha visto solo en sostén, era traumatizante, por lo que con alta voz reclamó:

    —¡Papá! ¿Qué te dije sobre tocar antes de entrar? ¡Me has visto en paños menores! ¡Qué vergüenza!

    Yo, el perpetrador que llevaba por nombre Damián, me congelé más al escuchar los gritos, aunque tenía que reconocer que el doble congelamiento se debía a imaginármela en esos paños menores. ¡Qué maravillosa visión resultaba ser! Aunque en medio de mi fantasiosa mente, reconocí que mi idea de visitar a esa hora a Julia, no era muy buena, así que retrocedí y me colé por entre las muchas estatuas de granito que le encantaban al padre de Julia como adorno para el exterior, sin embargo, no logré llegar hasta la valla. Me detuve cuando el indignado padre abrió la ventana rota y asomándose, escudriñó su propiedad, mirando sus preciadas estatuas, las que por el momento estaban disfrazadas por la nieve y vi petrificado como su escopeta me apuntaba.

    —No permitiré que se vaya el causante de que mi dinero se esté escapando por esta ventana —gritó el hombre, bastante airado al pensar que por esa ventana rota, se estaba escapando la calefacción de su hogar, lo que aumentará la cuota del gas, por lo que más dinero escapará de sus manos —¡Maldito!

    ¡Oh, Dios!, exclamé en silencio. Me disparará si me muevo. Me mantuve inmóvil aunque el temblor por el frío y la impresión recorrían mi cuerpo y de pronto, mis dientes comenzaron a golpear unos contra otros, pero sometí el castañeo. Deseé correr cuando miré al padre recibir el celular de Julia y hacer una llamada, todo, sin quitar la vista de la zona donde yo estaba ¿Quizás se había dado cuenta que una de las estatuas no era real? Miré el senderito en la nieve que se había formado con mi desplazamiento, obvia pista de mi invasión.

    Grandísimo idiota, me insulté estremecido por el gélido viento. Perpetrador inútil. Vendrá la policía y pasarás el resto de tu vida en prisión. Inservible, bueno para nada.

    Y en medio de los insultos, intenté moverme para huir a riesgo de recibir un tiro, pues decidí que era preferible que un balazo me alcanzara y morir, a ir a prisión y manchar mi record de buen ciudadano, pero ya no pude hacer ni un solo movimiento porque literalmente me había congelado y para cuando llegó la policía, mi aterida columna clamaba de dolor por el intenso frío, inmovilizándome por completo. Otro intento de llamar la atención de mi chica, se había malogrado.

    ¿Plan loco? Sí. No preví que podía ser tomado por un ladrón o cosa peor y aquí estaba, mirando como un par de policías, ya informados del abominable hecho de mi intrusión, incursionaban por lo que era el jardín en primavera y verano, atestado de las figuras y fue en éstas donde ellos concentraron su atención, pues las estatuas le conferían al entorno una emanación sobrenatural.

    —¡Qué bonitas estatuas!—exclamó uno de los policías al dueño de la casa que los acompañaba en la exploración —¿Dónde las consigue?

    —Por internet —respondió el hombre deteniéndose frente a mí—. Son tantas ya, que he olvidado cuántas son, sin embargo, esta de aquí no…

    —¿No le gusta? —lo interrumpió el policía mirándome también y me quedé sin aliento, preocupado de que me descubrieran, pero estaba todo blanqueado y cristalizado como las otras estatuas y pasaba por una más—. Puedo llevármela si no le gusta.

    —Llévesela. Por alguna razón, no me gusta.

    —Gracias, al patio de la jefatura le hace falta una de éstas —Miró a su alrededor concluyendo—: Me parece que ese intruso logró escapar. Si sucede cualquier otra cosa, no dude en llamarnos.

    —Lo haré, gracias por venir.

    Luego observó como los dos oficiales me cargaron, uno tomándome por los hombros y el otro de los pies y yo, completamente rígido, tieso como un palo, me dejé llevar con miedo de que me dejaran caer. Al llegar a donde tenían la patrulla, pensaron como me iban a meter ahí, pues soy largo y no cabía en el asiento de atrás, así que optaron por bajar en el depósito del suelo, dicho asiento y me metieron por la parte de atrás y al deslizarme por el piso, hicieron chocar mi cabeza contra el asiento del volante. Silenciosamente gemí de dolor por el golpe, mientras uno de los oficiales me movía por los pies para que quedara acomodado de manera diagonal para poder cerrar la puerta.

    Finalmente terminé donde no quería. Dentro de la patrulla, aprisionado con fuerza entre el asiento y una esquina, sin embargo, me mantuve inmóvil y en silencio durante todo el recorrido a la jefatura. La calefacción del auto me comenzó a desentumir y el dolor de mi columna disminuyó otorgándome un alivio perezoso, pero antes de que terminara de descongelarme por completo, llegamos a nuestro destino y cuando los oficiales me bajaron, me costó más trabajo mantener la rigidez, no obstante, logré mantenerla, de esta manera, los oficiales me colocaron a un lado de la entrada a las oficinas.

    —Que se quede aquí. Ya mañana la acomodamos en el patio. Vamos por un café que el clima está peor —dijo uno de ellos, sin que ninguno notara que mis prendas ya casi descongeladas, podían moverse con los toques de las manos.

    En cuanto se perdieron en el interior, me apresuré a irme. Por un poco me había salvado de ir a prisión, aunque la vuelta a mi hogar, el que estaba retirado, no fue fácil, pues mi cuerpo volvió a aterirse, así que al moverme, parecía un robot que se había hecho del baño encima, pero logré llegar. Al entrar a mi casa, a duras penas alcancé mi habitación, en donde rápidamente me metí a la tina con agua caliente para recuperar el calor y media hora después, ya estaba bajo las gruesas mantas, pensando en esa chica que me volvía loco.

    Había vivido muchas aventuras como esa por ella y realmente era una lástima que no supiera nada de mis penurias. Me quedé dormido pensando en el siguiente plan para abordarla, pues ninguno me había funcionado. Todas las veces que traté de acercarme y presentarme, siempre sucedía algo y ella jamás me veía. Era increíble que estando en el mismo salón, yo fuera invisible a sus ojos. Sin duda el destino no quería vernos juntos

    Pamplinas, me dije cuando me levanté a las doce del día. Yo fabricaba mi propio destino y Julia lo era, me repetí mientras me arreglaba para salir, aunque al mirarme en el espejo, poco podía hacer por mi apariencia. Gracias a la exposición al terrible clima, me había levantado con una terrible gripe que me producía ronquera, abundantes mocos, fiebre y jaqueca. La luz del sol al salir, lastimó mis, por el momento, sensibles ojos, los que rodeados de unas inmensas ojeras, aunadas estas a mi pálida piel que se veía grisácea, me dieron un toque de ultratumba. También me sentí muy mareado, así que mis movimientos eran un tanto errantes, por lo que consideré que debía regresar a la cama, pero no. Alcanzar mi objetivo era primordial.

    Me subí al auto de mi hermana, la que seguro pegaría el grito en el cielo cuando se diera cuenta que me lo llevé y me dirigí al estudio de filmación en donde sabía que Julia estaba ahora. Su padre, un director de rodaje destacado, estaba filmando una película de vampiros o algo así, y Julia, asistente de maquillaje en su tiempo libre, siempre se la pasaba ahí, así que llegué al estudio sintiéndome enfermo al por mayor, físicamente decaído, pero emocionalmente esperanzado y esa esperanza me hizo buscar el set donde ella trabajaba, ignorando los clamores de mi cuerpo que pedían a gritos cama.

    Así que obligué a mis pies a arrastrarse por el suelo y entonces, mi esfuerzo fue recompensado cuando la vi. La tibieza que me causó su visión, me hizo sentir mejor. Mi mirada absorbió su apariencia frágil, de poca estatura, cabello corto, ojos miel y muy delgada, sin muchas curvas. ¿Era una belleza? No, pero así como era, se había ganado mi amor. Percibí excitado los movimientos de sus manos al retocar el maquillaje a uno de los actores y deseé ser ese actor.

    Y no importaba qué, cómo ni cuándo, estaba decidido a atraerla, así que con enorme valor, me encaminé hacia donde ella para hablarle, aunque no sabía exactamente que le diría, hola, quizás, o, ¿cómo estás? Tal vez: Soy Damián, no estaba seguro, pero algo sería, no obstante, ya casi para llegar a su lado, alguien la llamó a ella, por lo que dejó de hacer lo que hacía para irse.

    Alargué mi mano como para detenerla y grité:

    —¡Julia!

    O creo que grité, porque mi voz, por completo cerrada, apenas brotó en un susurro ronco, inaudible y paralizado por la decepción, con la vista turbia por el malestar, la miré perderse por una puerta, entonces, una mujer me tocó el hombro y me dijo:

    —¡Oye, tú! Te has equivocado de set. La película de zombis se está rodando en el 15.

    ¿Zombis? Mi mente febril se confundió y la miré con los ojos muy abiertos. Incliné la cabeza al lado derecho, una manía que tenía cuando no comprendía bien un asunto e intenté decirle algo como: No comprendo, ¿a qué se refiere?, pero lo que salió fue:

    —Hnn —y junto con eso, los mocos por mi nariz.

    —¡Wow! —exclamó la dama admirada —¡Qué buena actuación! Pero como te dije, este no es el set. Ven, te llevo allá.

    Me tomó por el brazo y prácticamente arrastró mi errante cuerpo para sacarme del set e ignoró mis débiles intentos por explicarle la equivocación. Con una energía arrolladora, me alejó de Julia y me llevó a otra sección del estudio, en donde un hombre me recibió disgustado:

    —¡Chico! ¡Llegas tarde! —mi brazo cambió de manos y ahora el hombre me arrastró hasta una pequeña multitud.

    Cien por ciento confundido, los observé boquiabierto y noté que ellos también estaban enfermos, pues tenían una apariencia como la mía, aunque en unos era peor, entonces comenzaron a moverse, llevándome con ellos en sus movimientos lentos y erráticos, luego escuché una especie de disparos… corrección, eran disparos. Unas personas, las que no estaban enfermas, nos disparaban. En mi cabeza se multiplicó el dolor cuando una bala me dio en la cien. Caí al suelo y grité en silencio, asustado ¡Me han matado!

    —¡Corte! —Gritó alguien con irritación— ¿Qué pasó con ese efecto especial? ¿Por qué no salieron volando sus podridos sesos?

    —Lo siento, señor —se disculpó otra persona—. Parece que a este nadie lo preparó.

    —¡Pues que alguien lo prepare! —Gritó el primero —Una equivocación más y despediré a todos.

    A mí alrededor todo era confusión, pero me quedé en el suelo y no permtí que se me levantara de allí, pues nadie debía prepararme para nada. Mi cabeza palpitaba por el golpe de la bala que, aunque era artificial, había dejado su huella en mi sien. Al final dos hombres me levantaron por los hombros y los pies y me sacaron del set, despedido por ser tan mal actor y en las vanas esperanzas de mi vida, otro intento por atraer a Julia, pereció como fogata bajo la lluvia.

    Pero la convicción de una resurrección para la ilusión, monopolizó cualquier sentimiento amargo que mi alma pudiera abrigar y la esperanza volvió a palpitar cuando días después, ya aliviado de la gripe, me encontraba en el estadio universitario. Se estaba jugando el último juego de temporada de futbol americano a nivel universidad. Los jugadores de ambos equipos estaban dando sus mejores esfuerzos y el juego ya casi terminaba, pero no era eso lo que atraía mi atención, sino como siempre: Julia. Ella descansaba sentada en la misma fila que yo, pero unas diez personas nos separaban. Antes había intentado sentarme en los asientos más cercanos a ella, pero ya estaban ocupados, mas no importaba, porque cuando terminara el partido, ella me conocería.

    Así que aguardé ansioso el final del encuentro y cuando este llegó, todos se levantaron, gritando en alegres voces aquellos cuyo equipo ganó, el que por cierto, no fue el de nuestra universidad. Una enorme pantalla dejó ver el terreno de juego y a los ganadores, pero la imagen de ellos se interrumpió para poner en letras enormes una frase, mientras alguien por el alta voz, dijo:

    —Un mensaje para la señorita Julia. Estimada señorita Julia, ¿puede ver la pantalla, por favor?

    Sonreí al ver a mi Julia mirar la pantalla. Ese mensaje me costó mucho dinero y más me costó convencer al operador de sonido para que me hiciera ese favor, pero valía la pena. Observar como los ojos de Julia se abrían sorprendidos al leer el mensaje, no tenía precio.

    Julia, soy el hombre de tus sueños. Te amo. Damián”

    Me abrí paso entre las personas. Escuchar las exclamaciones de: ¡Qué bonito! ¡Qué romántico! ¡Qué cosa tan tierna!, sobre todo de las chicas, románticas por naturaleza, era bella música para mí. No dejé de observar a Julia mientras me acercaba. Ella miró en torno, buscando, pero pretendiendo a la vez que no le interesaba demasiado el asunto. Estaba a punto de gritarle: ¡Aquí estoy! ¡Soy Damián, ese que te ama!, cuando una voz aguda por la felicidad, se alzó no muy lejos de nosotros:

    —¡Damián! ¡Oh, Damián! ¡Lo sabía! ¡Me amas!

    Me detuve incrédulo y miré a una chica abrirse paso, saltando los asientos para ascender un poco a los de arriba y tanto Julia como yo, observamos como la chica se arrojaba a los brazos de un joven, quien más incrédulo que yo, la recibió con una pequeña sonrisa estúpida, alelado por el milagro del amor.

    Todo mundo aplaudió cuando los miró besarse. ¿Es que esos Julia y Damián me habían robado el triunfo? ¿Y por qué diantres tenían que llamarse como nosotros? ¿Qué monstruosa casualidad hizo posible tal desgracia? Por un momento quedé encogido, luego quise gritar cuando la sensación de que mi corazón estallaba en cientos de pedazos, manifestó el dolor de la desilusión ¡No era justo! Mis ojos, los que casi nunca lloraban, se vieron tentados a hacerlo y empañados por las ingratas lágrimas, miraron a donde Julia, pero ella se había ido. La busqué desesperado, mas no la encontré. Mi alma rebelde por la injusticia, me movió a avanzar entre el gentío que de pronto, había parecido ponerse en mi contra al rodearme para dificultar mi salida del estadio y cuando por fin salí, corrí al estacionamiento, decidido a no dejarla ir, no esta vez.

    El objetivo imperecedero de atraer su atención costara lo que costara, me obligó a correr detrás de su auto y grité desesperado su nombre hasta quedarme afónico, pero ella no me escuchó. En la calle, troté por la banqueta, pero de repente me quedé estático al contemplar aterrado como un auto que venía en sentido contrario a Julia, se salía de su carril e iba a impactarse a alta velocidad contra ella. Los autos, al momento de chocar, elevaron un horrendo y atronador retumbo que hirieron mis oídos y el pánico me estrujó dolorosamente, privándome por un momento del aliento. Mis ojos desorbitados notaron el intenso humo que se había levantado mientras el fuego comenzaba a devorar los frentes de los autos y fue lo que me hizo salir de mi paralizada posición, así que emprendí la carrera de nuevo, bloqueando en mi mente el pensamiento de su posible muerte, aunque el pavor corroía mis entrañas.

    Fuí de los primeros que llegaron a los autos para ayudar a los accidentados. Traté de abrir la puerta de su lado, pero no pude, el golpe la había sellado. Alguien más intentó abrir la puerta del copiloto y obtuvo el mismo resultado. Miré a Julia a través del cristal estrellado de la ventanilla que estaba alzada a causa del intenso frío y me dí cuenta que había quedado atrapada entre el asiento y el volante, pues todo el tablero se había recorrido hacia ella por el fuerte impacto. El humo se introdujo rápido en el interior y aunque ella parecía no dar señal de vida, la escuché toser y aspirar desesperada, lo que expuso que estaba volviendo en sí y eso alivió un poco mi temor. Noté que un par de tipos se habían conseguido unos extintores y luchaban contra el fuego que amenazaba con esparcirse en los autos, entonces, uno de ellos, utilizando el extintor, terminó de romper el cristal de la ventanilla del copiloto del auto de Julia para que pudiera entrar aire al interior, pero el humo se había hecho muy denso adentro y mi chica se estaba ahogando.

    Sin pensarlo siquiera rodeé el auto y fui a la ventanilla rota para introducirme al interior del auto, lo que fue muy difícil puesto que este había quedado reducido a causa del tablero recorrido, pero así y todo, logré llegar al lado de mi adorada Julia, quien seguía tosiendo y yo comencé a hacerle segunda, pues el humo me hizo toser y lagrimear. Mi voz se escuchó ronca cuando pregunté:

    —¡Julia! ¿Estás consciente?

    Ella abrió sus ojos maravillosos y me vieron por primera vez y aunque su visión estaba nublada por el terror y el humo, aprecié el momento.

    —Está muy caliente donde tengo los pies —susurró con voz histérica —¡Me estoy quemando!

    Metí mi mano derecha por debajo del tablero y percibí lo caliente que estaba ahí. El fuego quería invadir el interior.

    —¡No quiero morir! —gritó Julia con voz estremecida de miedo.

    —No morirás —le dije sin dejar traslucir mi propia angustia. Examiné su condición palpándola con ternura para asegurarme de que no tenía algún hueso roto.

    —¿Qué haces? —Preguntó y se puso más tensa.

    —Me aseguro que no tengas algún hueso roto.

    —La pierna, creo que esa sí está rota. La izquierda —y el dolor en su voz, parece confirmarlo.

    —Lo lamento. Quisiera estar en tu lugar.

    Ella centró la mirada en mi rostro al escucharme. Sus lágrimas no dejaban de recorrer sus mejillas, pálidas por la amarga experiencia que estaba sufriendo. Parpadeó mientras otra emoción desplazaba por un momento su miedo y mi corazón saltó regocijado. ¿Cómo es que puedo regocijarme en un momento así?

    —Estás en mi lugar —me dijo, sorprendida al extremo—, estás aquí, ¿no? ¿Por qué estás arriesgando tu vida por una desconocida? Vete, ¡sal del auto tú que puedes!

    —¡Nunca! —Gemí al liberar mis sentimientos, todos ellos en medio de una intensa tos atosigada por el humo—. No eres ninguna desconocida para mí. Eres Julia, mi Julia, la chica de mis sueños. Te amo. Y ni tú ni yo vamos a morir este día.

    Así que temblando por la emoción que me dio la confesión de mi amor por ella, quien quedó muda, solté su cinturón de seguridad y exploré la situación del volante. Traté de moverla, pero estaba tan fija contra el respaldo del asiento, que no logré nada con el intento. Afuera, las llamas del incendio no eran aún controladas, pero al hombre del otro auto ya lo hanbían sacado del interior.

    —Es mejor que salgas —me dijo y de pronto, su voz sonó calmada. Me miró agradecida—. Al menos moriré sabiendo que alguien me ama de esa manera.

    —Pero si tú mueres, yo no creo poder seguir viviendo —le dije y la abracé como pude y ocultando mi rostro en su cuello, le pedí—: Déjame morir a tu lado.

    —¡No! —me empujó para apartarme, pero yo me he pegado a ella como un guante de nylon, así que no puede moverme nada.

    —¡Sí! —afirmé emocionado—. Muramos y conozcámonos en el otro mundo. Allí, tú si me notarás y serás mi novia, nos casaremos y por fin seremos felices.

    —Oye, estás loco…

    —No oye, me llamo Damián.

    —¿Damián? —Abrió mucho los ojos al recordar algo— ¿Ese Damián? ¿El del mensaje en el estadio?

    —El mismo y tú eres esa Julia. Soy también el que un día en el salón de clases, te clavó la punta de un avioncito de papel en el ojo cuando te escribí un mensaje y te lo envié volando así. Tú terminaste en la enfermería y mi mensaje en la basura, jamás lo viste.

    Ambos nos quedamos muy quietos, quizás ya resignados a morir. El calor en el auto había aumentado y el humo seguía intoxicándonos. Posiblemente en estos pocos minutos, ingerimos más humo que un fumador empedernido que durante toda su vida había fumado.

    —¡Oigan! —nos llamó alguien por la ventanilla por la que me había introducido al interior.

    Al levantar nuestras miradas, descubrimos a varias personas apiñadas allí, escuchando nuestra conversación, hasta parecía que se peleaban por un buen puesto en la primera fila, olvidados quizás hasta del rescate.

    —El asiento de la chica —dijo el mismo— ¿Puede moverse hacia atrás? He notado que ella es pequeña, así que supongo que para manejar, recorre el asiento hacia adelante para alcanzar los pedales.

    —Eso hago —concordó Julia.

    —Claro —dije y me sentí muy estúpido. ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

    Metí la mano debajo del asiento y moví la palanca. De inmediato, éste se echó para atrás y Julia quedó lo suficientemente separada del volante como para tener movilidad, aunque lanzó un alarido de dolor cuando sus piernas se movieron. Sus lágrimas abundaron más y mi corazón saltó de preocupación y empatía por ella, sin embargo, tuve que moverla para llevarla hacia la ventanilla y saliendo yo primero, entre el mismo que había dado la sugerencia y yo, logramos sacarla del auto y ella, en todo el movimiento, se propuso no lanzar los gritos de dolor. Ya afuera pude ver que el hueso roto de la espinilla había traspasado su carne y que también había perdido mucha sangre, pero se había portado muy valiente y eso hizo que me sintiera orgulloso de ella.

    Los paramédicos, que ya estaban presentes, se hicieron cargo de mi amada, entonces mi corazón tembló por la evidente separación y mientras me ponían una máscara de oxígeno, no dejé de mirarla con añoranza, clavado en el suelo sin poder moverme al ver como, sobre una camilla, la alejaban de mi presencia. El sobresalto que sentí al pensar que podía volver a ser invisible, me ofreció una tristeza como la que no había sentido antes y cuando estaba por pensar que jamás lograría nada con ella, con la visible derrota ya en mi corazón, la vi levantar la mano derecha para hacerme señas de que me acercara.

    Corrí, tosiendo aún bajo la mascarilla. Al llegar a su lado, retiró la suya de su rostro y mirándome con ojos relucientes, me dijo:

    —Damián, no quiero esperar a llegar al otro mundo para ser tu novia. Quiero serlo en éste, ¿qué te parece si comenzamos a tratarnos para conocernos mejor?

    ¿Qué me parece?

    Mi corazón comenzó a galopar por la emoción como caballo desbocado y mis lágrimas, ahora de felicidad, se deslizaron sin vergüenza. Retiré mi mascarilla y salté dando un fuerte grito de victoria y júbilo.

    Congélese mi imagen ahí. Finalmente había alcanzado mi objetivo, por lo tanto…

    F I N
     
    Última edición: 29 Enero 2015
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
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    Oh, Master, casi tres semanas desde que publicaste esto y apenas lo leo, lo siento mucho ;_; Pero ya estoy aquí :D

    Ejem, haré mención de que por el hecho de que se trata de una tragicomedia y tu desarrollo de la historia se centró en la comedia principalmente, o al menos a mí me pareció así porque me sacaste varias sonrisillas con las vivencias de Damián y sus desgracias (esa es la comedia real; reír de la desgracia ajena porque la comedia es cruel xD), debía tener un final más trágico: quizás, en uno instantáneo, los dos fueron incapaces de salir y se consumieron en las llamas o, en uno más a largo plazo, una enfermedad pulmonar por todo el humo que tragaron o una intoxicación a grado elevado por los gases que eventualmente los privara de la vida (no preguntes de dónde me salen esas ideas).

    Esa sería la crítica más fuerte, aunque tampoco estoy segura de cómo trabaje este género, pero fuera de eso, a mí como lectora me gustó bastante. Insisto, me hicieron gracias las malaventuras de él y hasta cierto grado, la desesperanza y la poca oportunidad que parecía tener lograron conmoverme y bueno, honestamente me hicieron tener lástima por él, así que de alguna manera sí quería que tuviera un final feliz; sentía que Damián se lo merecía y tú se lo diste, así que quedo bastante satisfecha. La narración impecable, como siempre. No noté errores de ninguna clase; quizás estaba demasiado concentrada en leer, así que no hay problema. Allí está, mi comentario para esto. Dije que lo leería y me gusta cumplir aunque tarde mucho. No dejes de escribir, Master; tómate el descanso que quieras, cuantas veces quieres, pero no desistas :3 Haces grandes historias. Sin más que decir, me despido deseándote lo mejor del mundo. TKM

    Hasta otra.
     
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    Knight

    Knight Usuario VIP Comentarista Top

    Libra
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    Pues si me sacaste varias risas, por tu culpa me han regañado :mad:, este pobre muchacho es merecedor de una película en su honor, mira con lo salado que está y con todo lo que le ha pasado x'D.

    Al fin y al cabo hacemos estupideces cuando estamos enamorados, yo no las hago tanto... bueno si.. no... bueno si... ._. pero mira que congelarte y que te confundan con una estatua hahahaha eso me encantó.

    La trama en general fue bastante graciosa y simpática por la mala suerte del hombre, aunque te juro que pensé que el final iba a ser trágico en realidad, digo... fue algo feo pero se quedó en una mala experiencia, aunque creo que si hubieras matado a ambos habría sido demasiado predecible... así que no puedo objetar demasiado en cuanto a eso, solamente diré que por el hecho de ser una tragicomedia debiste haber incluido un elemento que hiciera de la vida de este chico, o de la muchacha algo verdaderamente doloroso. No puedo poner ejemplos por que no puedo decir uno ahora mismo.

    Sin embargo el escrito no ha quedado nada mal, en cuanto a ortografía encontré un punto ausente, o simplemente no noté otra cosa más ah, y repetiste mucho el nombre de Julia... Pero eso sería todo en realidad, tu narración estuvo excelente, fluida y fácil de entender, sin palabras complicadas ni forzadas, fue un buen escrito, felicidades :D.

    Mi calificación:

    Bueno.
     
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  4.  
    Ares Maximus

    Ares Maximus Iniciado

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    11
    Saludos cordiales:

    Me ha gustado mucho tu historia, en verdad que has podido sacarme una sonrisa. Las desventuras que vive el personaje fueron todas muy atinadas a lo que trataste de hacer. Se nota de inmediato que ya llevas tiempo escribiendo y lo que es aún mejor es que te has superado.

    La narración fue muy fluida, sinceramente debo de decirte que no presté mucha atención esta vez en las faltas de ortografía pudiste atraparme de principio a fin. Bien me ha parecido bastante bueno. El final estuvo bien, estoy muy satisfecho con todo el desenlace.

    Damián fue un buen personaje, declaro que buscaré lo que hayas escrito y con mucho gusto lo leeré.

    Me despido.
     
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  5.  
    Elayne

    Elayne Lo onitumo lati sọ: wuyi lati pade rẹ.

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    Hola Marina! Pues bien, diré que cuando lo leí me sorprendí mucho, la trama es genial para mi cumple con un requisito primordial, que era causar risa. Bien, ahora si vamos a lo de la tragedia, no iba a ser lo mismo, sin embargo la actividad lo requería. En fin, la historia me pareció entretenida, los diálogos, la dificultad del pobre personaje. Es como si me enseñaras la persistencia que uno tiene en lograr sus objetivos. Realmente deslumbro entre otros cuentos. La ortografía como siempre impecable, creo en ello no hay nada que decir, aparte de que los nombres son tan originales.

    Bueno creo que eso es todo. Cumplió pero no el objetivo en sí ._.

    Mi puntuación: Muy Bueno.
     
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