Mentira blanca.

Mentira blanca.

Miró con inquietud el pequeño aparato que emitía un ligero sonido.

Otra vez, había olvidado el celular.

Había decidido dárselo, pero algo le impedía mantener contacto, entonces, decidió que lo mejor sería dejarlo ahí, total, él ya lo encontraría y sabría que hacer con esa cosa.

¿Cuánto supone cargar un peso como éste?,¿Cuánto tiempo más?.

Odiaba tanto esa situación.

¿Porque estaba con ellos, si ya no los quería, si los negaba fuera de casa?.

En su interior nació una sensación de tristeza profunda, como una herida que aún cerrada seguía doliendo.

Si, seguía infectada por dentro por estarse guardando algo así.

Por la culpa, la maldita culpa.

Sentía pena por su madre, ella, aunque no muy cariñosa, se esforzaba día a día para darles un buen futuro, hablaba sabiamente sobre las cosas buenas y malas, instruía con hechos y demostraciones.

Sus hermanos, aunque inquietos ambos, muy diferentes en carácter, también se encontraban ajenos a que sucedía día a día, sumisos en sus propios problemas.

Y entonces, ¿Por qué esa rabia cada vez que su padre respondía que llegaría tarde a casa por causas del trabajo?.

¿Era lógico odiarle por algo que probablemente llegaría a ser una falacia?.

No era sano, odiar a tu padre no era sano.


Maldijo el objeto que no dejaba de timbrar.

Lo cogió y observó como habían llegado tres mensajes, con una diferencia de tres minutos cada uno.

Se hallaba nerviosa, rozaba su dedo contra el botón que esperaba su indicación.

—¿Qué haces hija? —Irrumpió su debate interno una voz.

—Nada papá. — Botando el celular hacía la cama produciendo un sonido sordo, fingiendo desinterés. —Sólo pensaba cuando me comprarás algo así.

—No te preocupes, el próximo año sin falta. — Recogiendo el objeto y guardándolo en el bolsillo.

Ella sonrió y se retiró del cuarto.

Cuando pudo ver a su madre y sus hermanos tomando desayuno…

Cuando supo que en sus manos estaba destrozar esa imagen de familia que tenía ante sus orbes…

Fue en ese instante que pensó que, lo mejor sería seguir con ese falso sueño.

—¿Te vas a tomar el desayuno?.— Preguntó en un modo de regaño su madre cuando se percató de la presencia que se encontraba como ausente en el comedor.

—Si.

Aunque después le gritarían y pegarían por ser cómplice de algo tan sucio como es el engaño.


Espero les haya gustado.

¡Salu2!