Menos por menos siempre es más.

Tema en 'Relatos' iniciado por Dororo, 4 Diciembre 2011.

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    Dororo

    Dororo Entusiasta

    Aries
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    Escritora
    Título:
    Menos por menos siempre es más.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
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    Clasificación: T
    Categoría: ¿Humor?
    Capítulos: 1
    MENOS POR MENOS SIEMPRE ES MÁS
    Tal vez fuera ese sopor que se apodera del cuerpo después de comer exigiendo una reparadora siesta, o la apacible tarde primaveral que invitaba a la tranquila lectura de un buen libro, auspiciada por la sombra de algún árbol, pero le estaba costando trabajo mantenerse despierta.

    Llevó la mano a la boca para amortiguar un repentino bostezo… Si bien, la causa más probable era que las matemáticas siempre le habían resultado difíciles, incomprensibles y por ende aburridas. No había necesidad alguna de mentirse al respecto. De hecho, ser un zopenco en la materia no te hace alguien especial. Y eso, podían ratificarlo las caras estupefactas con la que muchos de sus compañeros miraban la pizarra para devolver la vista a sus libros de texto, buscando con desesperación entre sus páginas una respuesta a todo ese galimatías loco que el profesor garabateaba en el encerado.

    En su afán por espabilarse intentó prestar atención a la enrevesada explicación y cogió el bolígrafo para tomar algún apunte. Fue en vano. Su cerebro no daba más de sí y en estos momentos semejaba un cajón de sastre donde letras, símbolos y signos se confabulaban para convertirla en el blanco de sus burlas.

    ¿No eran los números el gran amor de los matemáticos? Entonces… ¿Qué pintaban en un mundo de cifras esa x, esa y o esa z? Incógnitas las llamaban. ¡Y no era para menos! e, p, f,... ¡¿Griego?! Aceptaba a regañadientes los números romanos pero aquello era demasiado. ¡Desde cuándo para aprender a contar había que ser un erudito en lenguas clásicas!

    Emitió un bufido bajo de fastidio. Quizás debería haberlo pensado mejor antes de matricularse en clases de cálculo. Su vista se desvió instintivamente al muchacho que ocupaba el pupitre adyacente al suyo y no pudo evitar un quedo suspiro. Él la miró de refilón, enarcando una de sus cejas y ella enrojeció hasta las orejas devolviendo de inmediato los ojos al frente.

    Tomó aire tratando de paliar el calor intenso que sentía en las mejillas y comenzó a pintarrajear distraídamente en su libreta mientras retomaba sus elucubraciones.

    Todo resultaba mucho más sencillo cuando los números eran precisamente eso: números. El 1, 2, 3, 4… que se sumaban, sustraían, dividían y multiplicaban, por una o mil cifras, pero hasta ahí. El problema llegó más tarde, cuando descubrió, no sin cierto estupor, que al parecer los conocidos y dominados Naturales estaban emparentados con unos tales Enteros Positivos, que a su vez junto a los Negativos formaban parte del honorable clan de los Racionales. Luego llegaron sucesivamente los Fraccionarios, Reales, Complejos, Imaginarios, Irracionales y, por supuesto, el ilustre cero, del que, tras muchos años de aprendizaje y esfuerzos, no tenía aún clara su estirpe.

    Así, curso tras curso, la familia había ido creciendo hasta conformar un complicado árbol genealógico de cuyas ramas pendían infinitos descendientes con algunos rasgos comunes, materializados en el estudio de demostraciones, propiedades y teoremas que, para más inri, no bastaba con aceptar como verdades absolutas e inmutables y había que demostrar a partir de axiomas e hipótesis, a su humilde entender, de dudosa procedencia y credibilidad.

    Ciencias exactas, las llamaban… ¡¿A quién pretendían engañar?! Las matemáticas, como la religión, eran una cuestión de fe.

    Exhaló pesadamente, esta vez esforzándose en pasar desapercibida. Oía sin escuchar y su pensamiento voló de nuevo entre las páginas de aquel libro donde se encontraba la solución a muchos enigmas que durante siglos ilustres y privilegiadas mentes se habían encargado de revelar con el único fin de torturar, porque no había otra explicación lógica salvo el insano placer que algunos encuentran en el sufrimiento ajeno, a inocentes e ilusos estudiantes como ella que un día soñaron con poder aprobar tan regia asignatura.

    Un nuevo bostezo la atacó y miró por un momento a su izquierda, ahogando un suspiro, antes de ojear a desgana los límites anotados en la pizarra. Si se detenía a pensar en ello, lo único que tendía a infinito en aquel aula era su paciencia para soportar una soporífera clase en aras de un absurdo enamoramiento cuya solución no estaba, desde luego, en arriesgar un intachable expediente académico sentándose tarde tras tarde a su lado durante casi tres trimestres. Estaba cansada de oírlo: cero entre cero, indeterminado. ¡Y un cuerno! Si no se ha percatado de tu presencia ningún día en casi nueve meses, el resultado, lo mires por donde lo mires, es nulo

    Por si todo lo anterior no fuera suficiente para desquiciar a cualquiera, acababa de descubrir con asombro en la letra e a un distinguido miembro de la ilustre familia matemática. ¡Logaritmo neperiano! ¡¿Quién podía tomarse en serio algo con un nombre que sonaba a raza extraterrestre de película de ciencia ficción?!

    “Capitán Spock los neperianos están atacando el Enterprise…

    Fijó su atención alrededor al tiempo que pasaba por detrás de la oreja un rebelde mechón que le caía sobre la frente. El profesor había concluido su explicación y la mayoría de cabezas se inclinaban sobre sus cuadernos, afanándose, con más pena que gloria todo sea dicho, en resolver los dichosos ejercicios del encerado.

    Desvió la vista y miró de soslayo a su compañero de mesa una vez más, evitando a toda consta emitir ningún resoplo, gemido o similar que la delatara. Era guapo, guapo e inteligente, porque desde luego había que ser un jodido genio para resolver el endiablado problema que, por la manera en que escribía en su libreta, no suponía reto alguno para él.

    Haciendo acopio de valor, devolvió resignada la atención a su propio cuaderno para empezar a copiar los dichosos deberes. Tuvo que ahogar una carcajada.

    Al parecer, en su muda y absurda retahíla de ideas había estado dibujando distraídamente y ahora, donde debían estar sus apuntes, una horda de números con antenas disparaban rayos sobre una pequeña “e” encerrada en un esquemático platillo volante. Sonrió. El dibujo tampoco era lo suyo…

    —Interesante solución —oyó cerca de su oído, tan cerca que pudo incluso sentir su aliento golpeándola en la mejilla—. La mía es mucho más aburrida. —Tuvo que esforzarse en volver a respirar, aunque no pudo hacer nada para evitar que su rostro se encendiese vivamente. No podía verse pero estaba segura de que parecía más un tomate con cuerpo que una persona. Incapaz de articular ningún sonido, su vista continuó sobre el papel—. No es tan difícil como parece, si quieres puedo ayudarte un rato después de clase.

    El corazón aporreaba el pecho con tanta fuerza que por un momento pensó en la posibilidad de ir a sufrir un colapso. Sólo atinó a asentir levemente con la cabeza.

    —Necesitaré algo más que “un rato” para entender algo —susurró, arriesgándose a levantar los ojos para verle fruncir una radiante sonrisa que desveló un hoyuelo, hasta ese momento oculto, en su mejilla derecha.

    —Yo no tengo ninguna prisa —dijo, encogiéndose de hombros y, antes de volver a su ejercicio, le dedicó un guiño cómplice que a punto estuvo de provocarle un paro cardiaco.

    El resto de la clase la pasó en una nube y apenas fue consciente cuando el timbre anunció el final de la misma.

    Mientras recogía nerviosa sus cosas no pudo evitar pensar en cómo, a veces, la vida se encarga de hacernos comprender alguno de esos abstractos conceptos matemáticos que nos resultan inverosímiles la mayoría del tiempo. Una hora antes bostezaba, resignada a un insuficiente y sin ninguna esperanza para su corazón y ahora él, la esperaba a la salida del aula. Sonrío. Le había costado años pero por fin verificaba esa regla aceptada y nunca hasta hoy entendida sobre los racionales en que menos por menos, siempre es más.

    Dejando a parte que el humor no es lo mío, sé que no tiene demasiado sentido pero cuando leí: Matemáticas, ¿les gustan? No pude evitarlo. Me encantó el post. Por las dudas, y aunque parezca mentira, el cálculo siempre fue una de mis asignaturas favoritas. Gracias por leer.
     
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