Memorias de un plebeyo

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Prologo​

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Teniendo la costumbre de siempre ganar, y estar en el primer lugar en todas partes, era lo mejor de un adolescente promedio. Con la confianza de mis padres, la amistad de mi grandes amigos, y el cariño de una dulce y hermosa dama; que tiene la certeza de hacerme feliz en cada momento todo estaba perfecto. No podía negar que estaba orgulloso con lo que poseía, sin embargo mi apellido era uno de los más famosos y conocido del país, pero mi reputación se podría definir una farsa y simple basura, y aún así yo era el hombre más feliz. ​

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Al observar esas figuras fuera de mi hogar, no me percaté que eran seres conocidos, y así seguí con mi camino. Huyendo de casa, sobornando a la ley, teniendo miles y miles de apuestas que no podía perder; siempre era yo el gran hombre, el gran caballero. Que con su motocicleta dejaba atrás las verdaderas reglas y el orden de la ciudad. Lo mío era lo prohibido, si ellos decían no; yo entusiasmado engañaba a la política con dinero para recibir un sí.​

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Sabía que si no regresaba a casa, tendrían la fe de dormir en una casa campo junto con mis amigos, y la hermosa mujer de mi vida, por lo tanto no me preocupaba amanecer fuera de mi hogar. Jamás tenía problemas con mis padres, pero todo lo que Dios te da, también te lo puede quitar; sólo si te sabes manejar.​

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Esa noche observé por última vez esas figuras que estaba de pie fuera de mi hogar, quise salir y husmear como toda persona normal...​

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Sus ojos mostraban odio y temor mientras que los de su compañero reflejaban envidia y rencor. Después de una escena desastrosa los dos con gran sonrisa se marcharon de ahí, dejando atrás a un cuerpo sin latido, y un dolor sin igual.​

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El inicio ​

Mi padre me llevó a esa nueva universidad de la ciudad, para poder evaluar mis conocimientos, y saber durante estos seis años de bachiller que fue lo que aprendí, yo con orgullo acepté para seguir caminando tras él.

— Espero que en el primer semestre seas el mejor —me dijo, en tono suave.

— Siempre he sido el mejor en todo, padre — respondí arrogantemente.

Él solo suspiró fuerte, para tocar una puerta enorme de color café, y esperar a que le abrieran.

— Recuerda que eres mi hijo — dijo mi padre fingiendo una sonrisa.

— Si señor — le mentí. Siempre se me ha hecho muy fácil eso de mentir, será porque es herencia de mi madre. Pero esa mentira la dije con demasiado rencor en mi mente.

La puerta se abrió y una voz de adentro gruesa se escuchó.

— Adelante señor Ranieri — dijo. — Es una sorpresa verlo acá — anunció la persona para levantarse de sus escritorio y dirigirse hacia mi padre.

El señor Ranieri lanzo una mirada fría pero con amargura al Director Góez, quién este estaba fingiendo ser amable con mi padre, cuando en realidad es uno de los empleados de él y conocido de mi madre.

— Dígame Señor Ranieri ¿en qué le puedo ayudar? — preguntó el Director con una sonrisa.

— Usted ya sabe a que vengo yo, así que le presento a mi hijo Walter quién estudiará desde hoy en esta Universidad. ¿verdad? — preguntó mi padre mirándolo fijamente a los ojos.

El Director me observó de pies a cabeza para cerrar los ojos y respirar profundo — claro que sí. — respondió sonriendo — bienvenido a la Universidad de Foscari, espero que te acomodes en ella. — dijo para sentarse en sus escritorio y tomar su computadora.

Mi padre salió del cuarto dando unos ligeros pasos y ya estando afuera se marchó.

— Bien joven Ranieri, sus cambios están listos. ahora es mejor que salga de esta habitación y espere afuera a su instructora — pronunció con la mirada en su computadora y digitando velozmente.

Salí ligeramente de ahí y me quede por diez minutos en el pasillo, pero como no veía a nadie venir quise dar un vistazo por la Universidad y saber de lo que pronto se me presentará.

Los pasillos eran opacos, pero de un color miel y dando ambiente fresco. Me acerque al primer salón y fije mi mirada por el ventanal, era solo un típico salón de clases con figuras espaciales, planetarios, y telescopios. Deducid que era la clase de Geografía.

Seguí observando ese espacio vacío y brillante, mientras los estudiantes estaban en su hora de descanso. Repartí la mirada hacia el tablero, cuando la vi a ella. Lucia encantadora, tenía un atuendo estilo italiano; cubría sus ojos con unos enormes lentes transparentes y una cabellera sedosamente roja que se transformaba en una barrera. Estaba ahí sentada...En la silla delantera con un libro en mano y sus ojos ¡Oh por dios sus ojos!, no puedo describirlo. Pero esos ojos me hicieron huir de este mundo al otro con gran felicidad y buen aspecto varonil. Ahora la veo y espero seguir viéndola toda la eternidad porque ella me hace sentir con una tranquilidad en todo mi cuerpo.

No quitaba mi mirada de ella, y está solo estaba ahí quieta e inmóvil esperando a que alguien o algo la interrumpiera y simplemente le hablara de su día, como le fue en su hogar o como está el clima...Ella es perfecta, ella es la que mi vida desea y mi corazón anhela. — sí, hablaré con ella — me dije decisivo, para tomar la rejilla de la puerta.

— Joven Raineri, ¿para donde cree que va? — me interrumpió una voz femenina y sensual — dejé de boberías y venga conmigo — dijo caminado a delante de mi.

Yo con furia por dentro, la seguí pero mi mente no borraba la imagen de esa belleza leyendo un libro sola, como la sombra.

— A toda estás ¿para donde me lleva usted? — pregunté con soberbia.

— Bueno, sé que es el hijo del señor Dante Raineri, pero eso no quiere decir que usted va a llegar aquí y hacer lo que se le plazca — dijo seriamente.

— Como diga la señora — respondí.

Parecía que esa caminada en los pasillos era completamente larga e innecesaria así que decidí romper ese silencio entre los dos — ¿y cuál es el nombre de la señora? — pregunté irrespetuosamente.

Ella se detuvo en un salón de clases, para mostrarme una puerta — bien pueda y siga usted adelante — dijo sonriendo. Y evitando mi pregunta.

Me quede dos minutos observándola de pies a cabeza, y se podía decir que era una de esas mujerzuelas que daba sus piel a cualquier dinero. Pero lastimosamente no lo era puesto que es una maestra. A sí que entré a ese salón.

— Buenos días jóvenes — dijo ella en tono suave, pero nadie la escuchó. Ella se acercó a un joven que se encontraba escuchado música.

— Usted niño ¡Puede escucharme! — le gritó fuerte, y quitarle de sus oídos los audífonos — así está mejor — murmuró.

Los chicos de esa aula la miraron con odio y rencor, mientras que ella sólo ignoró y habló — bueno, como decía antes acá les presento un nuevo integrante a la Universidad — me presentó con mirada tierna.

— Joven Raineri, por favor preséntese usted mismo ante ellos — me dijo, sentándose en su escritorio.

— Claro señora — pronuncié acercándome un poco a los estudiantes. Todos lucían con estilo hip-hop, no valía la pena decirles mi segundo nombre, así que solo dije mi primer nombre y apellido.

— Hola, mi nombre es Walter Raineri y...— alguien me interrumpió.

— Di tu segundo nombre Raineri — pidió la maestra con ojos curiosos.

— No gracias,— le respondí — así es mejor, y no es necesario — dije para sentarme en la única silla sobrante del aula.

Todos se quedaron callados mientras me observaban caminar hacia la ultima silla del salón. Este daba un ambiente distinto al aula anterior que visité, por lo que no me agradó estar allí con ese grupo de ineptos y estúpidos raperos de mala muerte.

Las horas pasaba una tras la otra, y yo ahí observando la nada, esperando a que ese timbre sonara o a que la hablante callará una vez por minuto, y marcharme de ahí. Pero en un momento mi mente se lleno de dudas y preguntas sin respuestas, acerca de la misteriosa joven solitaria del aula anterior.

¿Quién es ella?, ¿por qué estaba allí y no acá?, ¿será que le gusta la soledad?, ¿acaso estudia sola?...