Y con esa mirada tuya, sí, esa que sólo tú sabes hacer, me dices que aún me quieres. Me dices que olvidemos todo, que perdonemos todo. Me dices, con ese suave tono de voz, que todavía no es el fin. Con mi enorme torpeza, y mi increíble deseo por ti, intento creer en tus palabras. Pero son tantas y tan livianas, que me es muy difícil. Tan arto de esta misma escena y este jodido bucle, que empiezo a cansarme. Sé que te quiero, tal vez más de lo que me gusta admitir, pero aquí no hay lugar para más. El papel para escribir nuestra historia llegó a su fin, hace mucho que estamos escribiendo estas líneas sobre un papel intangible, inexistente. Me dices que me quieres. Siempre me lo dices. Pero ya no lo creo, no del todo. Me dices que amas todo de mí, ahora sé que no es verdad. Me dices que amas mi voz y mis gestos. Me dices que amas mis manos y mi curiosa forma de hablar. Me dices que me amas, pero me exiges cambiar. Me dices que me quieres, pero que detestas mi estúpido orgullo. Me dices que me amas, pero que ya estás cansada de mi complejidad. Me dices que no puedes más con mi indiferencia, que mi falta de afecto y detalles empiezan a crear un monstruo dentro de ti. Me dices que me quieres, pero que no aguantas más esta relación. Me dices que me amas, pero que mi tan indeseable sarcasmo está de más. Me dices que me deje de andar con mierdas. Me exiges estar siempre para ti. Y, entre tanta palabra, me dices que me olvide de mí para pensar sólo en ti. Me dices y me dices que no escuchas nada de lo que andas diciendo. No sé quién está mal, si tú o yo. Ya no sé si me odias o me quieres y, sinceramente, ya no quiero saberlo. Si esta es tu forma de amar, mejor no me quieras.