De pequeña era toda una artista...Bueno, casi. N/A: Basado en hechos reales. Me invadía la felicidad ese día, a mis dos años, cuando cualquier cosa que tuviese color me fascinaba y me dejaba perpleja, como por ejemplo, aquellos marcadores que mi mamá me había comprado, bueno, nos había comprado, pero tú no ibas a compartirlos, ¿cierto?. Me senté junto a mi hermana, apenas un año mayor que yo, tranquilamente a dibujar sobre la mesa, con nuestros marcadores de colores. Comenzamos a dibujar, yo con mis personas hechas de palos y soles con sonrisas, comencé a notar un cambió...los marcadores que antes estaban en el medio de nosotras, se encontraban a tu lado, lejos de mi, y los seguías alejando. Ete mío, ete mío, ete mío. repetías, mientras alejabas de mi las fibras. Como toda hermana menor, sin protección alguna, comencé a llorar desesperadamente. A los pocos segundos volvió mamá a decirte que los marcadores se compartían, muy bien, hasta que lo volviste a hacer. Ete mío, ete mío, ete mío. Con tu vocecita aguda y resonadora, alejando los marcadores. Vuelta a llorar, otra vez venía mamá a repetir el sermón del compartir. Sucedió una, dos, tres, cuatro veces, hasta que decidí ser seria en esto y comprendí que no iba a servir llorar. Acerqué mi pequeña mano hasta tu nuca, me aferré a ella con fuerza y el golpe de tu cara estrellándose contra la mesa resonó en toda la casa, seguido por llantos y un par de gritos. Nunca me volviste a quitar mis cosas.