Manjar Prohibido

Manjar Prohibido (one-shot)

Lo hice recien en un ataque de inspiracion, pero quiero criticas a ver como me va.


Manjar Prohibido


Su seriedad era la firma y el sello que la representaba ante la comitiva que solía rodearla días tras días. No necesariamente incomodaba con su sepulcral silencio, era su mirada lo que solía llamar la atención ajena.

Y no es que a ella le interesase el hecho de que los demás se fijaran en ella, eran los demás quienes insistían en presionar la fuerte figura de ella. Poderosa, solía erguirse sobre su propio porte y caminar con pasos lentos pero largos, dando impresiones abstractas de cuál era su objetivo cada día que la veían caminar con sus ropas aireadas y sus miradas aún frías e inexpresivas.

Un día, mientras la leve atención de los demás la elevaban a peldaños misteriosos que atraía a más de uno con sus absurdas maquinaciones, ella cruzó la calle en una dirección contraria a la que solía llevar. No había vuelto sobre sus pasos, pero sí había girado de repente como si fuera repentino este cambio de planes. Sus pasos seguían el mismo ritmo, pero su rostro de pronto había comenzado a expresar gestos que más de uno se vio interesado en reconocer.

Su mirada de pronto comenzó a moverse, completamente de acuerdo a la quietud de su cuerpo frente al edificio. Varios aprovecharon para pasar cerca de ella, tal solo detrás o a un lado, serpenteando por el lugar de manera muy poco disimulada… pero ella que siquiera comprobó lo alta que era, solo mantuvo la mirada concentrada en la blanca pared que tenía leves detalles si se lo miraba de más cerca.

Claro está, yo la conocía mejor que los demás y la esperaba mirándola desde la puerta. Los demás no solían prestarme mucha atención y siquiera ella me miraba, aunque sabía perfectamente que yo estaba allí.

Sus pasos siguieron su ritmo, pero la curiosidad la acercó a mí, y cuando estuvo frente mío no pude evitar mirarla con estupefacta admiración.

La conocía como nadie, pero no dejaba de hipnotizarme su trémula belleza, siempre juvenil y misteriosa, siempre bella desde la misma pureza que la rodeaba en sus acciones.

Su mirada no tardó mucho más en encontrar la mía, y un suspiro ahogado colocó nuestros rostros cercanos a la altura de la situación. Muchos miraban y se sorprendían de ver frente a ella a alguien de su misma altura, aunque no dudo de que los largos cabellos de varios tonos de esta chica opacaran mi rostro y mis rasgos, que por poco fueron notados similares a los de ella.

Entramos con sonidos sordos y no volví a mirar atrás concentrada en donde quería acomodarme. De todos modos podía escuchar perfectamente los pasos, los latidos, hasta la respiración que me seguía, observando en varias direcciones, siguiendo detalladamente con su clara mirada las paredes de la alta y casi vacía habitación.

-espero no te moleste el desorden –anuncié sentándome delante de la única estatua colocada en el lugar, cubierta por una sábana amarillenta –pero es que nunca fui muy amante de la limpieza.

El silencio no me incomodó, porque era la respuesta más clara que podía obtener. No por algo era silenciosa, sus silencios hablaban mucho más que las palabras sumadas de tanta gente sin nada que decir. Recorriendo los pliegues con mis manos establecí que era obvio que ella tenía mucho más que comunicar… pero tanta información no era digna de escucharla por entre sus labios.

-¿deseas algo de tomar? –ofrecí mirándola, estaba parada aún, mirándome justo detrás de mi. Por un instante una punzada me molestó, verla alta e imponente desde el piso no me gustó nada y me puse de pie. Una vez más a la misma altura, nuestras respiraciones chocaron y su mirada me recorrió de manera que hacía mucho no apreciaba –no deseo ser molesta, pero cuesta complacerte –dije sarcástica, después de todo, yo no me comunicaba como ella y mi silencio no era más que la muestra de nada a tener que decir.

Sus manos, frías y opacas recorrieron de repente el largo de mis cabellos, sentí el leve tirón de sus dedos entre mis ondulaciones. Su mirada seguía perdida en la zona de mi rostro y sus brazos formaban parte de la escena que yo miraba fijamente, tratando de descubrir lo que su mente me ocultaba.

-¿porqué te has dignado a visitarme? –pregunté finalmente, precavida de caer en su encanto y no poder decir más que el silencio que solía contagiar luego de unos instantes. Además sus caricias me adormecían y el piso no era buen lugar para caer.

Ella me miró a los ojos, y entendí el mensaje como si una segunda voz en mi cabeza me lo explicase. Decidí volver a sentarme, y ella, sin retirar sus manos de mis cabellos, tomó la misma posición. Era extraño poder percibir su aroma, similar pero mucho más dulce que el mío. Era difícil entender cómo de repente, luego de tanta planeación, ella volvía a controlar mis acciones como si de algo diario se tratase. Éramos más altas, y éramos aún más blancas desde la última ves que nos habíamos visto, pero nuestros cabellos eran los mismos. Y sus manos me tocaban con la misma delicadeza y dedicación que siempre habían tenido.

-¿qué buscas de mi? –pregunté siseante, aunque ya había adivinado la respuesta. Moví mi mirada un instante y mi cabeza giro hacia la estatua detrás de mí, toqué la sabana pero el agarre de las manos de ella me hizo girar de repente. Me miraba amenazadora, tal y como yo debía estar mirándola. Sin embargo, mi mano cayó al instante sobre mi cuerpo, y con el arrastre, las dos nos miramos fijamente, tratando de evitar la mirada de la estatua ahora liberada de su cobertura.

Nuestros párpados se afinaron y las respiraciones estuvieron cercanas. Una vez más, nuestros cuerpos fascinantemente chocaron uno contra el otro y sus labios se separaron mientras los míos se fruncieron. Permanecieron sus manos más sujetas a mi cráneo de lo usual y como acostumbrábamos, mantuvimos un último duelo hasta decidir qué era lo que queríamos.

Movió mi cabeza rudamente a un lado, y yo la tomé por la cintura, estrechándola hacia mí. Nuestros ojos se cubrieron con nuestros párpados y un sonido seco rebotó en las paredes.

Inmóviles… hasta que el sorber comenzó la danza que en nuestras bocas daba tragos enteros a nuestro cuerpo, nuestras lenguas moviéndose ágilmente, nuestros labios chupando hambrientamente, nuestros cuerpos cada ves más presionados.

Nos separamos unos segundos después, seguramente habían sido horas. Ahora estaba colorada, su piel rojiza. Mi cuello ardía suavemente, pero mis manos punzaban en excitación. Ambas no nos miramos, sino que dirigimos la vista a la estatua de la alta y espeluznante mujer directamente igual a nosotras. Sus ojos rojizos era la única diferencia, y por supuesto su gran altura. Entre ella y nosotras se extendían sus manos, como saludándonos. Nos arrodillamos y cada una tomó la correspondiente, dijimos palabras irrepetibles y nos pusimos de pie. Me volteé y caminé con pasos largos pero lentos, y me detuve en el marco de la puerta, aun algo mareada pero definitivamente firme.

-te toca a vos cuidar a nuestra madre –anuncié, retirándome. No podía perder mucho tiempo más, ya que era la hora establecida luego de mi pícaro manjar, debía encontrar a alguna victima más de la cual alimentarme antes de que la sangre de esa hermosa hermana me consumiera del todo.

Pero era deliciosa, casi tanto como ella. O como yo. Así lo establecí mientras mis ropas chocaban levemente contra mí, como canalizando las escandalizadas miradas de los demás que me seguían como si de una luz me moviera en medio de la oscuridad de sus vidas.



La Pomy