Maid Café

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por si alguien se preguntaba no la cancioncita con la que ando roleando a Anna desde la herrería (? welcome to the cheerful softness

Anna Hiradaira Soria

—¿Tienda de abarrotes? —Fruncí ligeramente el ceño y revisé mi móvil con la velocidad de cualquier adolescente promedio: como un rayo. Mi expresión se iluminó segundos después y reí—. ¡Ah! Un mercadito. En casa les decíamos mercadito. ¿Sabes? Sonará estúpido, pero siempre pensé en lo genial que sería tener una tienda así, que pasas, estiras el brazo y ¡bam! un chocolate, o ¡bam! una Coca Cola. Aunque seguro a las dos semanas te aburriste de comer porquerías y ya te da igual, ¡pero aún así! Como con las heladerías. Un amigo trabajaba en una y se convirtió en el enemigo número uno del helado.

Bueno, no podía negar que me gustaba hablar, ¿no? Además me agradaba la compañía de Shiori; me relajaba, en cierta forma, y relajada hablaba mucho.

"Supongo que es raro para ti venir desde Tokyo a un pueblito como este, ¿o no? Dejar la ciudad y pasar a un lugar así, menos ruidoso y con personas que somos un poco sin gracia incluso."

Meneé la cabeza rápidamente ante sus palabras y agité la mano, restándole importancia.

—Nah, se siente bien —admití, sonriente—. A decir verdad, Tokio nunca fue de mi total agrado. Es decir, viví unos ¿tres, cuatro años? ahí, y nunca me acostumbré del todo. Hanazawa se parece más a los lugares donde pasé mi infancia, así que es un buen cambio de aires. Además —agregué, riendo animada—, ¿sin gracia? ¡Kuro-san, yo creo que eres una chica super agradable! Todas las personas que he conocido aquí han sido, hasta ahora, especiales de una u otra forma.

Y era muy cierto. Desde los chicos, pasando por el grandulón, Sakura-chan, hasta el muchacho del puesto de pesca. Todas eran personas que quería seguir conociendo, y eso... eso no me ocurría desde hacía mucho tiempo; me había rendido, me había cerrado por completo ante el mundo. Pero salir del cascarón se sentía super bien, aunque al comienzo hubiera dado un poco de miedo.

Se sentía bien, y por personas así valía la pena hacerlo. ¡Estaba segura de ello!

—Entiendo que la gran ciudad pueda tener esta cosa atractiva y exótica para quienes no crecieron dentro de ella, incluso a mí me pasó antes de mudarme a Tokio. Pero créeme, todo tiene su encanto. Además, personalmente, prefiero mil veces vivir entre la tranquilidad y naturaleza que pueblitos como Hanazawa ofrecen.

Quizá sonara algo raro viendo mis pintas de chica urbana, ¿eh? Bueno, sabía que cargaba encima una mezcolanza bastante rara de estilos.

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Anna cariño vas a callarte o serás una radio descompuesta como Joey

 

Shiori Kurosawa

Ladeé un poco la cabeza al escucharla, creo que no recordaba la última vez que había tomado algo de la tienda, ¿quizás lo hice cuando era niña? ¿O lo hizo Kaoru por mí? Ni la menor idea.
Aunque de seguro de trabajar en una heladería como el amigo de Hiradaira, hubiese terminado igual, como enemiga del helado.

Se me escapó una risa nasal en cuanto siguió hablando. Tenía la energía que a mí no me faltaba, pero se le desbordaba con mucha facilidad, como si no tuviera demasiada dirección.
En ese momento me di cuenta que el sacrificio que había hecho por mis padres había sido mucho más grande de lo que planeaba, porque de repente, allí junto a Anna, me sentía extrañamente adulta o quizás no adulta como tal, sino significativamente más sosegada y asociaba eso a los adultos. Al menos a los otros adultos, porque en mis padres no veía más que fracturas.
Di un respingo en cuanto la escuché decir que le parecía agradable y volví a sonreírle, quizás algo cohibida.

Fuese como fuese, me alegraba genuinamente que hubiera encontrado en Hanazawa personas que considerara especiales y, ¿por qué no? Quizás hasta amigos que luego considerara hasta parte de su familia.

—Realmente creo que la ciudad solo puede resultar llamativa para determinadas personas, quiero decir, incluso si no creciste ahí. Al menos a mí no me llama la atención —admití, apoyando el rostro en una de mis manos—. Pero bueno, quizás eché raíces aquí igual que el resto de mi familia, y es probable que no cambiara este lugar incluso si me tiran encima el dinero suficiente para iniciar en otra parte.

 

Anna Hiradaira Soria

Era algo extraño oír a una chica de mi edad prefiriendo la vida rural, más allá de que yo hubiese dicho exactamente lo mismo. El ritmo frenético que siempre había mantenido, las mudanzas constantes y la imposibilidad de identificar un espacio geográfico como mi hogar me habían llevado a tener opiniones diferentes a la media; aprendí a verlo cuando sentamos cabeza en Tokio y por primera vez fui pleno testigo de lo que suelen ser las chicas de mi edad. Sus hábitos, sus costumbres y sus prioridades. Para el momento del atentado había más o menos aprendido a adaptarme, pero viéndolo en retrospectiva no se me ocurría otro resultado posible. A ojos de la adolescente de Tokio promedio, debía haber sido un animalito salvaje o algo muy parecido.

Bueno, una parte de mí se aferraría siempre a ese animalito salvaje. Era ahí, después de todo, donde más feliz fui.

Le sonreí a Shiori, descansando los antebrazos cruzados sobre la mesa. A pesar de todos los mitos sobre la gran ciudad, las series y películas enalteciéndola, las historias y las infinitas posibilidades, Shiori prefería Hanazawa. ¿Cómo se sentiría desarrollar un apego tan profuso por un lugar, lo suficiente para considerarlo tu hogar y desear permanecer allí?

Hogar. Mi hogar siempre habían sido personas, no lugares. Personas que hacía años no veía y no tenía idea cuándo podría hacerlo, pues habían quedado al otro lado del puto mundo.

—Qué lindo, Kuro-san —comenté, en un tono de voz mucho más suave y calmado—. Suena a que guardas un gran afecto por Hanazawa. Debe ser lindo pensar así del lugar donde, de hecho, estás. ¿Y qué te gustaría hacer en el futuro? ¿Manejar la tienda de tus papás?

 

Shiori Kurosawa

Afecto.

Solté una risa floja, un poco sin gracia, y después me quité el flequillo del rostro un instante soplando hacia arriba.

—Quizás sea cierto —afirmé—, o quizás sólo me dé miedo imaginar algo distinto, incluso ahora cuando todo cambió con el rollo este de las Persona y lo de Sayuri. Supongo que es mi hogar, sí, y me gustaría que fuera el de ustedes también.

Posé mis ojos en Hiradaira cuando preguntó por el futuro. Realmente no lo había pensado demasiado, porque bueno, no sabía imaginar un futuro distinto a mi presente.
¿Estudiar más? ¿No dejar Hanazawa nunca? Cuidar de mis padres, cuidar del recuerdo de mi hermano, de lo único que me quedaba de él que no era más que una imagen distorsionada que podía ver cuando me miraba al espejo.

Cuidar.

No había caminos bifurcados en mi mundo. La única vía de avance era el cuidado de otros, sin espacio al fracaso.

—Bueno, es casi lo que hago ya así que supongo es una opción.

O la única. No sabía cómo admitir que no lograba ver más allá

 

Anna Hiradaira Soria

No supe definirlo muy bien, y probablemente no habría podido hacerlo por mucho que lo pensara, pero hubo algo extraño en Shiori. No sólo sus palabras, que evidenciaban con bastante claridad una pequeña porción de sus sentimientos, sino también... No, no sabía explicarlo. ¿Quizá fue la mención del miedo, un poco repentina? Era una palabra densa. No tan oscura como el odio, ni tan intensa como la furia, pero era densa, incómoda y podía causar mucho daño.

Y no era, sobre todo, una palabra de uso liviano, de esas que abundan mientras tomas un café por la tarde con una chica apenas conocida.

De cierta forma, oírla brotar de sus labios encendió mis sentidos y me hizo escuchar el resto con una atención extraña en mí; tendía más bien a la dispersión, a una vorágine de energía sin rumbo fijo. Pero el miedo era algo que conocía y que, irónicamente, no me había encendido las alertas necesarias. No las suficientes para salir corriendo cuando debí hacerlo.

Porque el miedo también sabía entumecer, ¿verdad?

"Supongo que es mi hogar, sí, y me gustaría que fuera el de ustedes también."

—Eso es muy lindo de tu parte, Kuro-san. —Le sonreí y solté un largo suspiro, encogiéndome de hombros—. Aunque ¿quién sabe? Siempre tuve hormigas en el culo. Quizá me eche la vida entera aquí o dentro de unos años esté al otro lado del país. A decir verdad, no tengo nada definido. Sobre mi futuro.

Volví la vista a ella tras decir aquello último y, un par de segundos después, ensanché mi sonrisa y le di unos golpecitos suaves a su rodilla con la punta del zapato, por debajo de la mesa.

—No eres de hacer muchas preguntas. Me gusta eso.

Fue apenas un instante antes de retomar mi energía y liviandad usual, esa que no le permitía espacio a ningún problema del mundo, y me removí inquieta en mi asiento mientras me estiraba para echar un vistazo hacia la cocina.

—Mierda, sí que deben estar poniéndole toooodo su amor a la comida.

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qué pasó aquí se la quiso ligar se le metió un dark mode en el ojo qUÉ PASÓ AQUÍ NO LO SÉ RICK

 

Shiori Kurosawa

Solté una risa genuina al escuchar su comentario sobre tener hormigas en el culo. Sonaba, de hecho, muy acertado, se ajustaba perfectamente.

¿Por qué yo estaba atada a Hanazawa? ¿Y por qué nunca lo había pensado hasta que ella lo preguntó?
Nunca tuve razones para querer dejar este lugar, porque aquí lo tenía todo o eso creía. ¿Qué iba a necesitar que no estuviera allí?

Aunque ahora, con todos ellos, la cosa cambiaba. No era que el camino se dividiera, creo, solo se transformaba en un camino distinto.
De alguna forma, querer que su hogar fuese el mismo que el mío era un pensamiento raro o quizás hasta egoísta, implicaba atarlos aquí junto a mí.

Implicaba atar a Anna, con su futuro indefinido y sus hormigas en el culo, atar a Watanabe con su nerviosismo y sus cambios de ánimo dignos de una mente fracturada, atar a Hiroki con su mal humor y cualquiera que fuera el lío que le nublaba la capacidad de razonamiento. A cualquiera que se me acercara.

Atar.

La verdadera pregunta era si estaba dispuesta a siquiera intentar semejante cosa, a iniciar a su alrededor un círculo de fuego que les impidiera moverse allá donde no pudiera verlos. A incinerar el resto del mundo fuera de ese círculo.

Como una genuina loca.

Como un amo aterrado y obsesivo.

De nuevo, la palabra que había usado Anna no era ni por asomo la que yo usaría para mi comportamiento y mis palabras, aunque pretendiera que fuese un sentimiento positivo el que las generaba.
Creo que me di cuenta, por primera vez, de que quizás era una farsante. De que el miedo me había transformado en eso y de que no había más que miedo en mi vida, incluso antes de entrar al parque maldito.

Los golpecitos que me dio me trajeron de regreso, porque mi tren de pensamiento se había descarrilado un poco.

"No eres de hacer muchas preguntas. Me gusta eso".

—No es que deba hacerlas, ¿o sí? —De nuevo el tono ambiguo.

Crucé una pierna sobre la otra después y seguí la mirada de Hiradaira, hacia la cocina.

—Cuando te entregan algo demasiado rápido en general corre riesgo de ser una porquería, ¿no crees? —Ni siquiera yo misma sabía si estaba hablando únicamente de la comida—. Supongo que todo lo bueno se hace esperar, a veces mucho.

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estoy de regreso en tocholandia

Kaito para este desastre (???????)

 

Anna Hiradaira Soria

Me detuve un momento antes de ingresar al local, frente a la puerta, para echarle un vistazo a mi aspecto. Me alisé la falda, acomodé las trenzas sobre mis hombros, aplasté el cabello de arriba, chequeé los botones de la camisa, bajé bien los calcetines, agité las pulseras que llevaba en las muñecas y... ¡listo! Me dejé los cascos colgando al cuello, aún con la música sonando, e ingresé al maid café como pancho por su casa.

Ir con los gritos de Bring me the horizon rebotando en los auriculares no debía ser ni cristiano, pero ¡se vive una sola vez, che!

—Buenas~ —saludé un poco en general antes de dirigirme a la barra para hablar con alguna empleada; estaba segura que los ojos me chispeaban o algo así de verles los trajes. Madre santa de Dios, ¡estaban tan bonitas!—. Vi el anuncio de trabajo en la calle principal, ¿sigue disponible~?

 

Anna Hiradaira Soria

Ante mí se presentó casi de inmediato una adulta a secas que, la verdad, fue bastante amable. Eso me alivió mucho, ¡si algo temía del mundo laboral eran los jefes malvados! La seguí a la parte de atrás, donde el personal se cambiaba la ropa y tal, con las manos entrelazadas a la espalda y dando pequeños brinquitos. Me veía muy calmada, sí, aunque todo fuera una fachada ya que a cada paso que daba estaba más cerca del uniforme de maid.

Internamente estaba gritando.

Detuve mis pies más o menos al centro de la habitación mientras Takahashi-san rebuscaba entre las cosas. Le eché un vistazo alrededor, para disimular en realidad, ya que todos mis sentidos estaban puestos en los movimientos de la mujer. Apenas se volvió hacia mí con el uniforme entre manos, fui francamente incapaz de contener la emoción. Lo acepté entre ambas manos como si fuera, no lo sé, la corona de la reina de Inglaterra, y lo detallé de arriba abajo una y otra, y otra vez. ¡Era precioso, hermoso, divino!

¡Y era de mi talla!

Me cambié en menos de lo que canta un gallo, había agarrado mi uniforme y lo hice un bollo para lanzarlo dentro de un locker. Huh, ¿debía dejarme las trenzas o mejor con el cabello suelto? Recogí una entre mis dedos, indecisa, pero Takahashi-san iba con prisas y decidí mejor dejar esa decisión para otro momento. Trenzas serían.

Bueno, iba a estar en la caja registradora, ¿qué podía pasar? Despedí a la gerente, dueña, lo que fuera, con una inclinación de cabeza y agradeciéndole por la oportunidad, y reparé entonces en la muchacha que se acercó a mí. ¡Era super bonita! ¿Sería el poder de los uniformes, acaso?

—¡Hola, Ebihara-senpai~! —canturreé, contenta—. Yo soy Anna, Hiradaira Anna, ¡es un gusto! Por favor, cuida bien de mí~

La chica tuvo que retirarse entonces y finalmente llegó la hora de enfrentarme a, bueno, mi trabajo. Si lo ponía como un desafío sonaba más emocionante, ¿a que sí? Era mejor motivante y todo. Alisé la falda con ambas manos, volví a acomodar las trenzas sobre mis hombros y saqué el móvil para echarle un vistazo a la cofia con la cámara frontal. De paso, no me aguanté y me saqué una selfie.

Bueno, tres o cuatro.

Cinco.

Puede que hayan sido seis.

La tarde fue transcurriendo con bastante calma y sin contratiempos, lo cual me ayudó a relajarme por completo. Saludaba a los clientes con gran alegría, les cobraba y agradecía por haber venido. Me las había arreglado para regular mis niveles de energía y no parecer una niña de preescolar con hormigas en el culo, sino más bien una... adolescente, sí.

Recibí el ticket de Miyuki con una sonrisa casi coqueta y revisé el contenido del mismo. Pero bueno, ¿y esas confianzas de dónde las había sacado? El cliente que llegó a la caja justo después que ella no se alejaba demasiado del estereotipo que, sabía, iba a encontrarme allí, pero presenciarlo en vivo y en directo era... bastante más desagradable. Le eché un vistazo disimulado que igual ni habría notado, estaba demasiado ocupado comiéndose a la pobre Ebihara-senpai con la mirada. Su cabello negro brillaba bajo las luces del local y no precisamente por gel o suavidad, se le notaba a leguas y reprimí una mueca de desagrado.

Ugh.

¿Nadie nunca te enseñó a usar jabón y agua, bicho mugriento?

Venga, hasta su voz era patética. Tecleé lo que debía en la computadora, ignorando las mierdas que soltó, y al extenderle su ticket le dediqué una sonrisa fresca y animada, que se contradecía absolutamente con lo que estaba pensando.

—Son mil yenes por la comida~ Muchas gracias por venir, vuelva pronto, Amo~

Acompañé el saludo con una inclinación de cabeza y no dije nada más. Esos tipos me crispaban los nervios pero vamos, si podía usarlos como me saliera del culo para ganar dinero o conseguir algún beneficio, iba a hacerlo sin darle demasiadas vueltas.

Era, al fin y al cabo, lo que siempre había hecho, ¿verdad?

 

Anna Hiradaira Soria

Recibir la atención del tipo ese me envió un ligero escalofrío por la columna que no tuve problema en ignorar al notar que me extendía un par de billetes extra por... el buen servicio, supongo. También me las arreglé para disimular la prepotencia que amenazó con asomar en mi sonrisa, y la mantuve fresca y animada.

—¡Muchas gracias, Amo! Qué generoso~

Le eché apenas un vistazo mientras se retiraba, regresé la atención a los doscientos yenes y me los guardé en el bolsillo del uniforme, satisfecha.

Eran tan básicos.

La aparición de Miyuki me tomó un poco por sorpresa y recuperé la alegría real de hace un rato, cuando llegué al local. Le sonreí y asentí efusivamente, extendiendo el pulgar en alto hacia ella.

—No te preocupes por nada, Ebihara-senpai, ¡aquí tengo yo todo cubierto!

También la vi marcharse y un rato después apareció un tipo que me llamó un poco la atención. Era la antítesis del baboso, lucía tan serio, frío y estirado que me preguntaba qué rayos hacía en un Maid Café en primer lugar. Es más, parecía un agente secreto o algo así, ¿quizá del FBI? ¡¿Habrían descubierto que había niños con poderes extraños en Hanazawa?!

Vale, vale, vale. Respira, Anna.

Le dediqué toda mi atención y la verdad me habría venido bien un poco extra para iluminarme. Esa pregunta, hombre, ¿qué carajos? Pestañeé, intentando definir cuál era la mejor reacción posible; estaba tan desencajada que ni me surgió el impulso de reírme aunque la gracia fuera enorme. ¿Orejas de gato? ¿Y encima lo preguntaba con esa cara? Joder, hombre, ya dedícate al stand up o algo.

—Lo siento, Amo, pero no hacemos eso aquí~ —respondí junto a una inclinación leve de cabeza, renovando mi brillante sonrisa—. ¿Le gustaría igual probar algo del menú? ¡Los omelette corazón están buenísimos!

Y son los más caros, claro.

 

Anna Hiradaira Soria

Me quedé un par de segundos prestándole atención al sujeto que se había retirado del establecimiento. Huh, ¿había respondido mal? ¿Quizá debería haber encontrado la forma de retenerlo como cliente? Pero... aquí no usaban orejitas de gato, ¿verdad? Es decir, en sí no me había tomado el tiempo de consultar. ¿Y si lo había informado mal? ¿Debería haber preguntado primero?

¡Ah, joder! ¡Enfócate, Anna! ¡Enfócate!

Me di una palmada suave en las mejillas y mantuve las manos allí un rato más, suspirando para renovar energías y quitarme de encima las dudas y preocupaciones. ¡Muy bien, hora de seguir trabajando!

Al final, el resto de la jornada transcurrió sin contratiempos y en menos de lo que canta un gallo habíamos acabado. Hice un recuento de los ingresos del día antes de cerrar la caja registradora y regresarme a la parte de atrás de la tienda, para cambiarme y eso... ¡aunque antes me saqué una última selfie! Ah, luego se las mostraría a Akiko-senpai, quizá también a Kuro-san.

Estuve por irme cuando advertí la presencia de Miyuki un poco más allá, frente a un locker. En sí no era la mejor leyendo los ambientes, así que me acerqué por atrás y le palmeé la espalda con cierta efusividad, riendo.

—¡Buen trabajo, Ebihara-senpai~! —Retiré la mano y recosté un hombro en la línea de casilleros, acomodando los cascos en mi cuello—. Ah, fue algo así como divertido~ Apareció un tipo super extraño y me preguntó con cara de culo si usábamos orejas de gato, ¡qué onda! ¿Usamos orejas de gato, por cierto? ¡Ah! Y también estaba este tipo que me dejó una propina bastante generosa, a ver en qué me la gasto~

Tan metida estaba en mi relato que no reparé en las vibras que emanaba la chica, como si algo la estuviera preocupando. Al final regresé mis ojos a ella y le sonreí, ladeando la cabeza.

—¿Tu día qué tal estuvo?

 

Anna Hiradaira Soria

Presté una atención casi ridícula a cada movimiento de Miyuki, el color de su voz y sus modales. ¡Era tan educada! Y encima bonita, huh. Qué mundo tan injusto, che, algunas con tanto y otras por acá con tan poco.

Pero bueno~ Igual no iba a quejarme demasiado si podía deleitarme las vistas.

Su invitación encendió una chispa de emoción en mis ojos y, no lo sé, debo haberme visto similar a un perro meneando la cola. Me incliné hacia ella sonriendo ampliamente, el río era de los pocos lugares que me restaban por conocer del pueblo. Es decir, había ido al puerto y tal pero no me había tomado al tiempo de disfrutar del lugar. Además ahí me había encontrado al pandillero ese de mala monta, hmpf.

—¿De verdad? —pregunté, muy contenta, y regresé a mi posición original entrelazando las manos tras la espalda mientras me mecía suavemente, de lado a lado—. Me encantaría, Ebihara-senpai, ¡considérame tu guardaespaldas del día!

¿Un guardaespaldas con tamaño de tanuki? Qué puta gracia.

 

Shiori Kurosawa

Mientras caminaba hacia el local me había ido acomodando el cabello, porque con el movimiento de antes frente al tablón de sacármelo de la cara la verdad me había despeinado un poco y mira como que llegar con pintas de loca a buscar un empleo, pues no. Al llegar empujé suavemente la puerta para entrar, eché un vistazo general y luego me acerqué a la barra.

—Buenas tardes~ Vengo por el anuncio del tablón, ¿sigue disponible el empleo? —pregunté junto a una sonrisa.

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Kaito uwu

 

Shiori Kurosawa

Seguí a Takanashi hasta los vestuarios sin mayor complicación, escuchando su explicación con atención y asintiendo a cada tanto. No sonaba a nada del otro mundo, ya sabía manejar una caja de por sí, así que entre eso y el supermercado la verdad es que nada nuevo había, excepto por el traje de maid que me entregó.
Me cambié, me acomodó el cabello de nuevas cuentas, até una parte con una media cola y dejé la mecha azul eléctrico libre, eso sí. Antes de salir dejé el uniforme cuidadosamente doblado.

Al salir la mujer me presentó a la chica que nos había atendido el otro día, diciéndome que si necesitaba algo siempre podía preguntárselo a ella. Hice una reverencia también.

—Muchas gracias, Ehibara-san —dije luego de incorporarme.

Luego de eso cada quién siguió con su trabajo, yo en la caja, Ehibara atendiendo. El día no estuvo muy ajetreado en realidad, aunque el rato la muchacha acercó a dos chicos a la caja. Se veían bastante tímidos, con pintas de... Otaku, supongo, aunque era un poco prejuicioso pensar eso directamente. Escuché su conversación sin más, porque un poco chusma sí que era, y caí aunque ya lo sabía, verlo de primera mano era... bastante jodido si se quiere.

Éramos un entretenimiento, ¿no?

Claro.

Como sea, los idiotas eran los que nos estaban pagando.

Como fuese el más alto se acercó para susurrarme algo, de forma que el otro no lo escuchara y asentí con la cabeza suavemente sin perder la sonrisa ni un solo segundo, para luego volver a lo del cobro como si nada. Tomé el cambio, la factura y los extendí hacia el timidote con movimientos delicados, dignos de una princesita o qué sé yo.

—Gracias~ —empecé con voz tranquila, ampliando la sonrisa—, espero vuelva pronto, Amo.

Je. Repulsivo sin duda.

Pero me había colado bajo las defensas de un salido con pintas de pandillero, no era que eso implicara demasiado esfuerzo. Aunque bueno, a saber si Don "parece salido de un anime" se quedaba contento con eso o quería más.