Minato MAHARAJA [Disco]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 7 Noviembre 2023.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    ¿Estaba realmente tan borracho para solo sucumbir a su curiosidad? Me lo pregunté luego de haber entrado al cuarto, bajo la trémula luz del bombillo y con el eco de la música apenas habiendo disminuido ligeramente por la puerta. En los breves segundos que esperé me desaté la chaqueta de la cintura y la dejé sobre la mesa.

    Estaba confiando en mis hilos, en mis exigencias y el hecho de que al final del día no éramos más que mocoso con las hormonas a flor de piel. Toda esta mierda era un delirio de fiebre inmenso, ¿y la verdad? No alcanzaba a importarme lo suficiente.

    Nunca alcanzaba a importarme tanto como debería.

    La puerta se abrió y me pregunté si la criatura habría esperado siquiera un descuido de los diablos de afuera antes de meterse aquí, pero ni idea de si estaba lo bastante sobrio para pensar en eso. Todo lo que supe fue que apoyó el mentón en mi hombro, sentí su respiración en la piel y me giré cuando me instó a hacerlo, recibiendo sus labiosnde inmediato. Sus manos viajaron a mi cintura las mías a sus hombros, para finalmente enredarse tras su cuello y se me atoró una respiración cuando dimos con una de las paredes libres de cajas.

    —¿Pues lo que no se puede con gente mirando? —reclamé con algo más de firmeza en la voz de la que me hubiese gustado apenas soltó que no sabía qué haríamos allí—. Deja de darle tantas vueltas.

    Suspiré con pesadez, me presioné contra su cuerpo y sin conferirle una cuota de pensamiento me fui sobre su cuello. Lo besé con suavidad primero, con insistencia después y le repartí cualquier cantidad de besos húmedos sobre la piel, echándole la respiración encima. En determinado punto pellizqué su piel entre los dientes, no lo hice con suficiente fuerza para marcarlo o hacerle daño.

    —Tócame —le pedí y forcé a que el tono mutara casi a una súplica—. Ya no hay gente mirando, tócame.

    Con el pedido estúpido hecho desenredé los brazos de su cuello, los deslicé por los suyos hasta sus manos y arrastré su tacto. De mi cintura a la cadera, la espalda baja, los muslos y de regreso, hasta las costillas, como invitándolo a que siguiera, dándole permiso.
     
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    Sentí sus dedos recorrerme el cuello en lo que me enredaba en su cintura, presioné a plenitud entre la oscuridad y exhalé por la boca cuando nos separamos, sabía que haríamos ahí, o al menos una parte de lo que haría ahí, mis neuronas estaban medianamente en funcionamiento desinhibido, por lo que cuando alcanzamos la pared tampoco fue mucha la distancia que se tomó.

    Prácticamente reprochó ante mis palabras a lo que me sentí más seguro, elevé el mentón hacia el techo al sentir la humedad de sus besos sobre mi piel, me ericé en algún punto y la respiración salió densa en pequeños intervalos. Entorné la mirada ante el pellizco y enderecé la nuca. Me exigió en nuevo y pasé saliva. Di un beso de nada en la comisura de sus labios, descendí por su quijada hasta alcanzar su cuello, mis manos se aferraron a su espalda en lo que mordisqueé con suavidad la delicada piel. Ascendí las pupilas hasta las suyas en búsqueda de alguna queja pero al no tenerla continué descendiendo.

    Además, ella no solo me lo estaba pidiendo, me estaba guiando.

    Besé sobre la tela del vestido la mitad del relieve de sus senos, continué sobre su vientre y al dejarme caer por completo en cuclillas di sobre sus muslos. Besé, paseé la lengua como cosa de nada por la parte lateral de su muslo y luego, la miré de nuevo, desde abajo. Apoyé mis dedos un poco más abajo, casi en la parte superior de sus glúteos y la invité a pasar la pierna sobre mi hombro. Me sentía como un mísero animal sediento. Pestañeé con una pesadez impropia, y retomé el camino de besos por su muslo interno.

    —Shiori —murmuré su nombre por primera vez, sobre la tela de su vestido, el borde más bien que me permitía ver a medias el inicio de su ropa interior.
     
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    Zireael

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    Su cuerpo estaba caliente, quería decir, se sentía más caliente que el mío por lo menos y fui consciente de ello cuando me presionó, también cuando le besé el cuello de nuevo. La realización solo me siguió empujando por el borde del acantilado y entendí que estaba robándome el oxígeno de su aire, que el círculo de fuego lo estaba reclamando de una vez por todas.

    De eso se trataba el control de por sí.

    Sentí su respiración densa, solté la exigencia y pronto cumplió. Me besó el cuello, mordisqueó y encontró mis ojos para buscar alguna negativa que no llegó nunca, así que siguió bajando. Pasé saliva con pesadez al sentir que seguía bajando y solté el aire por la boca en cuando me besó sobre la tela del vestido, erizándome la piel. Creí que se quedaría en eso, pero se dejó caer del todo y entendí a dónde irís a parar esto.

    La expectativa me tensó el cuerpo, besó el lateral de mi muslo, me miró desde allí y sentí sus dedos ajustarse bajo mis glúteos, las piernas me reaccionaron en automático, presionándose entre sí y solté un suspiro pesado. Otra vez no pensé una mierda, ajusté la pierna sobre su hombro apenas me lo indicó y cuando me besó la cara interna del muslo respiré con cierta dificultad.

    Me tomé unos segundos solo para respirar y mis manos recogieron la tela del vestido, ajustada. Subí la prenda más o menos hasta mi vientre, descubriendo la ropa interior, y luego volví a buscar sus manos, guiándolas por mis glúteos hasta el borde de las bragas. Todo el numerito lo hice sin apartar los ojos de él.

    —¿Y bien? ¿Qué haras ahora, cielo? —pregunté parpadeando despacio.
     
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    Cuando me quedé ahí abajo, no me esperé que ella misma fuese quien se levantará el vestido hasta el vientre, prácticamente me dió una vista que no creí que tendría, y mucho menos el día de hoy. Solté el aire por la boca, ella volvió a preguntar prácticamente y ante eso pasé la punta de la lengua por el centro de sus pantys, ajusté el agarré en sus glúteos entre tanto y le eché el aliento encima, de nuevo.

    Me relamí los labios antes de volver a saborear su ropa interior, deslicé la lengua nuevamente sobre la tela hasta transparentarla lo suficiente como para sentir propio el hacerla a un lado. Teníamos el juego de los besos desde hace rato, así que el carbón ya había tomado algo de su fuego para ahogar mi aire desde antes.

    Sentí su humedad, y prácticamente cuando ubiqué el botón succioné con suavidad, sin dejar de mirarla, repasé su entrada ocasionalmente con la punta de la lengua y en algún punto abrí más la boca para abordar por completo su intimidad, saciando la curiosidad inicial por la que inconscientemente había entrado ahí; que siendo sincero, no me había pensado terminar la noche de esta forma, en un cuartucho que si no se me hubiesen freido las neuronas seguiríamos en la mesa con el resto.

    Estiré entonces la tela de sus bragas en donde ella había dejado la yema de mis dedos y la bajé para desprenderla totalmente de su ropa interior, sujeté la pequeña prenda y me la guardé en el bolsillo porque dejarla en el suelo que no sabía que tan sucio estaba me parecía impropio, solo esperaba no olvidar regresarla porque la verdad, no podría con el pudor luego. Retomé mi deber echándole el aliento encima, y simplemente no me despegué de ella hasta sentir que me saciaba de su sabor.
     
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    Zireael

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    Si acaso me dio tiempo de terminar la pregunta, su respuesta fue deslizar la lengua por el centro de la tela y se me entrecortó la respiración de inmediato. Llevaba demasiado rato necesitando atención, desde el beso de mierda con Paimon, luego los suyos y así hasta parar de contar. Imagina mandarme a casa sin por lo menos una metida de mano, era inhumano, pero esto había superado con creces las expectativas, eso había que reconocérselo.

    Aplasté la espalda contra la pared cuando siguió usando la lengua por encima de la ropa interior y, quisiera o no, se me comenzaron a escapar suspiros inconexos, pesados. Mis manos buscaron enredarse en su cabello, fue el ancla que encontré, y cuando hizo la tela a un lado presionando la lengua directamente contra mi intimidad un gemido escapó de mi garganta.

    Se centró en el botón necesitado de atención, sentí su lengua tanteando mi entrada y mis dedos se enredaron en su cabello casi con violencia. Abarcó más, siguió y cuando buscó quitarme la prenda lo ayudé como pude, también para no irme de bruces en semejante posición. Noté que guardaba las bragas y lo dejé estar, pues porque era eso o el piso, además de que regresó la atención a mi intimidad.

    Su aliento rebotó, me erizó la piel y volví a enredar los dedos en su cabello. Afirmé mejor la pierna que seguía apoyada en el suelo, también la que estaba en su hombro y mis caderas reaccionaron, moviéndose para acentuar el trabajo que estaba haciendo con la boca. Marqué un ritmo, el que me dio la gana en resumidas cuentas, y los gemidos suaves que me abandonaban el pecho cada tanto seguramente serían ahogados por la música del exterior.

    Todo el cuerpo me ardía ya, todo necesitaba ser atendido, así que cuando quise darme cuenta despegué una mano de su cabello y la usé para tirar del vestido en la zona del pecho, descubriendo el sostén sin tirantes de abajo. A como pude aparté la prenda, arrastrándola hacia abajo también, y presioné mis propios senos, estimulándome. Apreté, pellizqué y cuando todo el numerito me acercó a mi límite, cuando el placer comenzó a tensarme el cuerpo, regresé los dedos a su cabello para hacerlo despegarse de mi intimidad.

    Tremendo espectáculo le estaba dando, ¿no? Dios.

    La respiración descontrolada me agitaba el pecho, ahora descubierto, y lo observé desde arriba en esa penumbra extraña que causaba el bombillo de bajo voltaje. Aparté la pierna de su hombro, despacio, y me dio exactamente lo mismo estar prácticamente desnuda frente a él.

    —Zold —lo llamé con la voz incluso más sedosa que de costumbre, más grave de alguna forma—. ¿Y si terminas el trabajo en la mesa? No me dan las piernas ya.

    El pedido era más bien una orden, si le preocupaba la salubridad de la superficie pues que dejara la chaqueta debajo, pero era verdad a medias, esa posición era incómoda que daba gusto, me dolían músculos que ni sabía para qué estaba usando. No creía que en sí el mueble tuviera dificultades soportando el peso, parecía una mesa de calidad decente.
     
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    En algún punto, entre lo que estaba haciendo, los suspiros de Kurosawa y el sabor que pasaba por mis papilas gustativas escuchaba las cosas a medias, además de que la sensación de sus dedos arrastrarse por mi cuero cabelludo casi con violencia me provocaba cierto calor, como si se me estuviese deslizando las corrientes por mi abdomen, acumulando sangre de a poco tras mi pantalón. Continué bastante concentrado en lo mío, al menos hasta que su tacto se distanció, elevé la mirada y lo que me encontré fue a Shiori desprendiendo los hilos que daban sobre sus hombros.

    Descubrió sus senos, comenzó a pellizcarse y apretarse así misma. Sentí la necesidad de tragar pero en su lugar aceleré el movimiento de la lengua, presentí que estaba por lograr lo que me había propuesto luego de que ella me pidiese ser tocada, pero me hizo apartarme. Solté el aire por la boca, agitado de por sí sin dejar de mirarla, definitivamente se me grabaría en la cabeza y más tarde tuviese que hacer algo solo para liberar la tensión, trayendo la imagen a colación pero no era algo de lo que ella tuviese que enterarse.

    Bajó la pierna y en el proceso la ayudé a hacerlo, no quería que se fuese a caer ni nada. Su voz fue un murmuro de nada que navegó por mis tímpanos, giré el rostro ligeramente para entender a lo que se refería. Una mesa cualquiera, se veía algo vieja pero el peso de ella de seguro lo soportaría sin problema. Me levanté del suelo, me relamí los labios y sin volver a mirarla atrapé su mano, casi que la guié con la suavidad acostumbrada el par de pasos que nos distanciaban de la superficie. Mi cerebro estaba trabajando a media marcha, así que esperaba y me disculpara por no decir nada en lo que me giraba para besarla.

    Me colé dentro de ella, entorné la mirada y ajusté mis manos en sus caderas para subirla sobre el escritorio, sentándola entonces en lo que me acomodaba entre sus piernas. Presioné contra su lengua, sentía mi cara arder como si tuviese quién sabe cuánto de fiebre, sin embargo, mis dudas se habían acumulado en un saco que estaba cerrado desde su invitación, impulsado aún más por su desnudez a medias y la atención que me reclamó en su momento. Abandoné sus labios en el momento en que me quedé sin aire, me deslicé por su mentón y alcancé su cuello.

    Susurré su nombre contra su dermis entre pequeños besos que esparcí con algo similar al cariño, los torné ligeramente más humedos, colé la derecha entre sus muslos y rocé con los nudillos la cara interna, estiré el dedo índice y corazón hasta palpar su humedad, mordiendo su piel en el momento en que introduje el par dentro de ella, con cierta lentitud hasta sentirla envolverlos por completo, tragué con pesadez, casi que mascullé.

    —Esta vez no me detengas, Kurosawa —pedí, sin poder mirarla de nuevo—, por favor...

    Inicié los movimientos suaves en lo que el pulgar lo ubicaba en el botón inflamado de su intimidad, masturbándola con delicadeza. Continué entre tanto besando su cuello, alcancé su hombro, lo mordí también hasta que deslicé la lengua por su pecho. Con la mano libre afirmé el agarre en su espalda baja para evitar que se fuera completamente hacia atrás. Continué practicamente grabándome su piel hasta dar con su seno derecho, rocé primero su costado con la lengua, aumentando el movimiento de mis dedos dentro de ella.

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    Akaisa mencionó que todos nos abandonaban, y no pude evitar reír de manera nasal, porque tenía razón. Paimon se había ido que porque quería aire fresco, Kasun al final si había tomado la decisión de ir -me imaginaba yo- por algo de agua para Kurosawa, y la amiga de la mencionada taambién se había marchado, supuse que debía regresar a su rol de trabajo. Como fuese, Shiori pareció decidida a irse, Katrina por razones obvias estuvo a nada de detenerla pero la niña fue bastante rápida.

    —Le escribiré a Orn para que esté pendiente de ella, no sé si Kasun revise el móvil en este momento —murmuré sacando el celular.

    Pero no mucho después Shiori le notificó a Katrina que estaba con el gemelo, así que bueno, algo de tranquilidad si llegaba a la mesa, que había pasado de ser de seis a dos. Tenía su gracia el hecho de que nosostros parecíamos más violinistas que cualquier otra cosa, pero aún así sinceramente no sentía que la había pasado mal ni nada. Eché un vistazo a la botella, estaba completamente vacía en sí, por lo que bostecé dándome por satisfecho, a la final Pai y mi persona habíamos practicamente acabado con ello. Estuve por decirle algo, pero entre la multitud apareció el moreno con un cigarro entre los dedos.

    No miró con la indiferencia de costumbre.

    —¿Y ustedes dos no se han besado todavía?

    El idiota no perdía el tinte de lo directo que rayaba en inapropiado. Me reí, cosa de nada.

    —¿Por qué la pregunta?

    Ignorante era del hecho de que Pai había visto a la pareja de la mesa perderse escaleras arriba. Éste terminó sentándose en la mitad del sillón libre, frente a Katrina, se sonrió sin tinte particular y botó el humo que había retinido de una calada.

    —Los hacía menos lentos, solo eso.
     
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    No había una sola cosa en este espectáculo que se le pareciera a la mierda de la enfermería o al desastre que había hecho luego en el apartamento de Hiroki, pero era el caso porque Zoldryck estaba en el otro extremo absolutamente. No había resistencia en su carácter, no había violencia, en su aire no se había acumulado nada de electricidad y podía seguir tomando todo el oxígeno que quisiera darme.

    Entonces, ¿por qué?

    ¿Por qué la cabeza me había arrojado recuerdos que no correspondían aquí?

    Fue como el flash de una cámara, supuse que solo porque era un cuerpo masculino, pero las figuras se solaparon un solo instante luego de que le soltara el pedido de que terminara el trabajo en la mesa y tuve que tomar una dosis inmensa de oxígeno del aire que rodeaba a Zoldryck y apenas se giró para besarme, luego de haberme llevado casi con delicadeza. Lo recibí, mis brazos se enlazaron detrás de su nuca y cuando se coló en mi boca me empujé contra él, busqué su lengua con necesidad, casi con agresividad, pero aflojé el cuerpo para que pudiera subirme a la mesa.

    Busqué grabarme la sensación de su cuerpo contra el mío para anular el fantasma que no me dejaba en paz.

    Tomé aire con fuerza cuando se separó, descendiendo a mi cuello, y le di todo el espacio que quisiera. Solté un gemido suave al aire, apreté las piernas contra sus caderas y en medio de la penumbra una sonrisa me descubrió los dientes al escucharlo susurrar mi nombre. No importaba si la cabeza me patinaba, si estaba delirando y luchando con fantasmas mientras este chico, que sin dudas era bueno, me estaba comiendo porque se lo había pedido, bastó escuchar mi nombre de su boca en este espacio para que recordara el verdadero poder del control. Era maravilloso, ¿no? Claro que lo era, saber que haría lo que le pidiera.

    Suspiré cuando sentí su tacto entre las piernas, el roce en la cara interna de los muslos, después sus dedos en mi intimidad, tocando primero, penetrando después. Me mordió al introducirse dentro de mí, lo hizo lento y cuando me habló ya mis caderas habían reaccionado, empujándose contra su mano, exigiendo más de eso. Su pedido me vino en gracia y reí, no pude contenerlo.

    —No pares —pedí en un susurro contra su oído, antes de que bajara a mi cuello otra vez y le eché un gemido encima al sentir que se presionaba justo donde se había acumulado la tensión—. No pares, ¿me oíste?

    El cerebro se me fundió por completo, con sus dedos dentro de mí, otro donde más lo necesitaba y los besos en el cuello la mente se me llenó de neblina, densa, y para cuando alcanzó mi pecho tuve que aferrarme a sus hombros para no dejarme ir de espaldas en la mesa. Su lengua encontró el costado de uno de mis pechos, erizándome la piel, y el aumento en el movimiento me quebró la voz.

    Desatada como estaba no me di cuenta de que comprimí los gestos un instante, tampoco fui del todo consciente del momento en que despegué un brazo de su cuerpo para enredar los dedos en su cabello de nuevo y guiarlo a mi pecho, que abandonara el costado y atendiera lo que correspondía. La posición era medio incómoda, pero quería tocarlo, por Dios, quería tocarlo y todo lo que pude hacer para satisfacer la necesidad de sentir su piel fue colar una mano por el cuello de su camisa y apenas alcancé su piel hirviendo encajé las uñas.

    El cuerpo siguió acumulando tensión, mis caderas buscaron acentuar el movimiento de sus dedos y en algún punto solo esperé que entendiera mi pedido tácito de que aumentara la velocidad, porque estaba cerca. Dio un poco lo mismo, la tensión reventó y me deshice en sus dedos; el gemido que me abandonó la garganta fue casi doloroso. La bruma mental se aclaró un mísero instante, pero en vez de quedarme quieta para permitirle a mis cuerpo regularse volví a impulsar mis caderas hacia su mano. El movimiento fue lento, sí, pero terriblemente profundo y respiré con pesadez, repitiéndolo, necia.

    Cualquiera creería que eso me había bajado los humos, pero no. En lo absoluto.

    Hazlo en grande o vete a casa, ¿era así?

    —Zold. —Volví a llamarlo, con la voz pastosa ya, y busqué separarlo un poco de mí pero busqué acomodar la cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello—. Cielo, puedo hacerlo por ti.

    El apelativo contrastó con el tinte general de la situación, porque mis manos viajaron de sus hombros a su pecho, al abdomen y se colaron bajo la camisa un instante. Al regresar sobre ese trayecto, llevé las manos a su pantalón y tonteé sobre el botón, como si la estupidez no fuese conmigo.

    —¿O lo harás solo en casa? —Busqué saber, divertida, aunque la respiración no se me regulaba todavía—. Qué aburrido.

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    La hija de puta de Shiori se me escabulló en las narices, porque se veía que ya estaba peor que conejo en celo, y bufé con fastidio. Suiren dijo que le escribiría a Paimon para que se quedara pendiente de la chica, lo que era graciosísimo al ver que le encasquetaba a Shiori todas las veces que pudiera; no sabía si era consciente de que solo estaba forzando una puerta, una que ya existía y nosotros no lo sabíamos, pero que a mí me parecía era solo cuestión de tiempo. Si su patrón no cambiaba, tarde o temprano Paimon acabaría arrastrado por los hilos, incluso si una vez dentro de la red pretendía ser quien estableciera las no-leyes.

    En cualquier caso, la mocosa me escribió que estaba con Kasun y le dije a Craig, para evitarnos tener que ponerle niñera. Para cuando Paimon reapareció, cigarro en mano como si no supiera que en Japón se fumaba en áreas designadas o como mínimo afuera incluso si te pasabas las normas por el culo, lo determiné sin cambiar demasiado la expresión. La pregunta, sin embargo, me arrancó una risa floja.

    —Lo que sucede, Pai —comencé y me enderecé para estirarme sobre la mesa lo suficiente para alcanzar a quitarle el cigarro de la mano—, es que nosotros no comemos frente a los pobres como el otro par de idiotas.

    Le di una calada al cigarro, retuve el humo y pretendí regresárselo a Paimon, al menos lo fingí, porque acabé por dejarlo caer en la cubeta donde no había más que hielo derretido ya. Con eso se apagó y yo regresé al asiento, echándole algo de peso encima a Suiren porque me dio la gana y punto. El humo de la calada había abandonado mis pulmones por la nariz apenas unos segundos antes.

    No indoor smoking. That's fucking disgusting —advertí sin importarme una mierda el cambio de idioma—. Aunque hablando de besos. Sería bastante deprimente irme sin uno, la verdad.
     
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    El que me lo estuviese pidiendo nuevamente de manera explícita bastó para apagarme el interruptor de la duda de seguir haciéndola sentir bien, sus cadera se acompensaron con la penetración de mis dedos, me invitó a capturar el seno como debía ser y no tardé en obedecer. Pasé la lengua por el centro, succioné suavemente y le eché el aliento encima al sentir sus paredes empezar a contraerse.

    Sus uñas, mierda.

    Presioné entre mis labios el pezón erecto, su interior aprisionó, soltó y volvió a apretarse. Sus gemidos en compensación a la respiración agitada por acabar de venirse me regresaron a medias los pensamientos, sin embargo ella volvió a moverse, solté el aire por la boca y cuando se quedó quieta alejé el tacto de su intimidad con suavidad de no lastimarla en el proceso, un poco lento si se quisiera. Su voz me sonó viciosa, pastosa. Se alejó ella apenas para enterrarse en la curvatura de mi cuello en lo que me sentía arder.

    En este momento no era más que un adolescente en una batalla mental.

    Cielo, puedo hacerlo por ti.

    No, no me digas eso en este momento.

    Tensé la mandíbula en lo que la piel se erizó bajo su tacto, parpadeé con la pesadez incrustada en las retinas. Contuve el aire en los pulmones al sentirla luego juguetear con el botón del pantalón.

    ¿O lo harás solo en casa? Qué aburrido.

    Dios, los pensamientos de si ella me masturbaba en ese momento, el no saber con qué limpiarla luego de eso, el que no sabría como mirarla después con todas las imagenes que tenía grabadas en la cabeza, que mi unico polo a tierra le pertenecía al espacio en mi cabeza que me seguía dictaminando lo impropio del lugar, el que quería continuar escalando con ella pero en algo digno de su persona. Me mordí la punta de la lengua y elevé la mirada al techo, estaba negro, como su cabello.

    —En casa —murmuré, ronco—, sí, en casa, Kurosawa.

    Lo repetí más como una atadura para mí que un límite para ella; descendí las pupilas, el bombillo que colgaba titilaba cada tanto por lo que apenas denoté el naranja de sus ojos, me pregunté entonces si ella era consciente de lo opaco que estaban los míos. Como fuese, sujeté sus muñecas con delicadeza, la guié a apartar las manos de mi dorso hasta sus rodillas y rebusqué en mi bolsillo, regresándole las bragas. Un poco, evité clavarle la vista en la desnudez de su dorso, aún así, me percaté de la marca que había dejado en el lateral de su cuello. Le sonreí ignorando aquello, con ternura en sí y le di un beso bastante corto en los labios, si a mucho calificaba como pico, lo que ella designaba besos de mentiras, pero era lo mejor que podía hacer para este momento.

    Necesitaba dejarla en la mesa con Akaisa, e ir a echarme agua o algo en el baño, tomar aire...

    Porque ella se había robado parte de mi oxigeno.

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    Cuando decidí ir a tomar aire fresco, era en otras palabras fumarme un cigarro afuera, digamos que en parte me había entretenido en la noche, con Craig que hace no sé cuánto tiempo no saliamos a beber así que me daba por buen servido. Recosté la espalda en la pared al lado de la puerta, miré el reloj notando que ya era de madrugada, por lo que tampoco me quedaba mucho aquí, aunque no sé, suponía que me quedaría esta noche en casa del albino, sino me daba mucha pereza el recorrer en uber hasta la mía que estaba más retirada.

    Como fuese, dí otra calada e ingresé a la discoteca al cabo de un rato, me apoyé en una de las barandas e inconscientemente mi cerebro notó a Shiori desplazarse entre la multitud, se estaba llevando casi arrastras al pobre principito. Alcanzaron las escaleras, seguí sus pasos luego, pasaron casi a mi lado pero estaban tan en lo suyo que ni de eso se percataron. Se perdieron entonces escaleras arriba. Una sonrisa sátira se me curveó en los labios y decidí regresar a la mesa. Me senté frente al par luego de hacer el comentario de la noche y Akaisa mencionó que no comían frente a los pobres.

    —¿Debería sentirme aludido? —apunté por la gracia sobre pobre; sujetó el cigarro que no le quedaban más que tres caladas y luego hizo el amague de devolverlo, aún así lo dejó caer dentro del balde lleno de hielos.

    Practicamente me recriminó en su idioma natal, qué sé yo, a lo que me encogí de hombros porque no había más que decir, ésta igual retomó mi comentario inicial y Suiren alzó las cejas ligeramente, le volvió a quitar espacio y eché la espalda contra el respaldar.

    —Ya escuchaste —hablé hacia Suiren, éste se sonrió, cosa de nada.

    —Dijo un beso, no de quién —contrastó, la miró también de perfíl—, ¿verdad?

    Acomodé la izquierda a lo largo de la superficie del mueble, doblé el codo y apoyé la cien en el puño cerrado.

    —Supongo que podemos darle dos para que nadie termine deprimido aquí —bajé el tono de voz tanto como el ambiente lo hizo posible. Suiren entendió logicamente a lo que me refería y relajó el cuerpo.

    —Puede ser... además, Katrina, tú dijiste que no se come frente a los pobres.
     
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    Si lo pensaba con detenimiento no era más que una niña caprichosa, ¿cierto? Me encaprichaba con objetivos, con la supervivencia, con personas y con espacios. Luego de haber perdido mi único pilar real en este mundo, luego de haber perdido a Kao, estaba empeñada en tomar todo antes de que se desvaneciera como algodón de azúcar en agua. ¿Era bueno o correcto? En lo más mínimo.

    Por eso la aparente rectitud de Zoldryck comenzaba a ser un estorbo.

    Respiré con pesadez al sentirlo retirarse, pasé saliva con algo de dificultad y apenas me di cuenta de su debate mental entendí que la criatura seguía demasiado empeñada en sus ideas como para ceder. Suspiré incluso antes de que dijera que se encargaría de su mierda en casa, de la manera aburrida, y me zafé de su agarre en mis muñecas sin ser brusca realmente. No hice nada, obviamente, me limité a recibir las bragas y ya.

    Un no era un no, tampoco estaba tan puto loca. Eso no disminuía la pereza del asunto, claro, pero era mi problema y no el suyo.

    La criatura me sonrió, pero a mí no me quedaba energía en el cuerpo ni ganas para regresarle el gesto, aunque correspondí el beso de mentiras para después acomodarme la parte de arriba de la ropa con una mano, mirándolo, y medio me bajé el vestido. Lo observé largo y tendido, como si estuviera sopesando algo importantísimo, y terminé por estirar la mano hacia él otra vez.

    No le di mucho tiempo de reacción, soló consumí el espacio y me fui contra su cuello, le dejé un beso liviano, cosa de nada, y después abrí la boca. ¿Era mi capricho? Quizás. Presioné la lengua, retrocedí y succioné, marcándolo sin más. No fue un marca exagerada tampoco, ni que uno fuese por la vida dejando moratones del tamaño de bolas de tenis, pero cuando retrocedí percibí el enrojecimiento de su piel bajo la luz moribunda del cuartucho.

    Lo empujé para sacarlo de entre mis piernas, me puse la ropa interior y bajé de la mesa con movimientos bastante fluidos teniendo en cuenta lo que acababa de pasar. Recogí la chaqueta de encima de la mesa, también la botella de agua y la abrí para darle dos tragos inmensos. Estaba anormalmente sobria, supuse que por el esfuerzo o por el chute de otras cosas que me había lanzado el orgasmo, no importaba mucho.

    —Imagino que no querrás volver a la mesa con una carpa en los pantalones —comenté sin una pizca de vergüenza, como era normal, y me acomodé el cabello con una mano luego de sujetar la chaqueta bajo el brazo—. Puedes pasar al baño si quieres. Te espero afuera y eso, para no perderme por ahí.

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    —De hecho sí —atajé a lo de sentirse aludido y que a Dios diera gracias porque yo no sabía de su embrollo con Shiori, porque le habría soltado en la cara que no lo habían elegido. Pobre cosita fea—. O no, si quieres ser parte de la élite que tiene qué comer. Lo dicho, no te dejamos por fuera.

    Me tragué la gracia al presenciar el intercambio posterior, porque era para reírse la amistad que tenían este par de imbéciles de por sí. ¿No estaban como que demasiado cómodos con ciertas estupideces? No era una queja, claro, si acaso pecaba de puntualización. De hecho esa suerte de sincronía y comodidad que rozaba la extrañeza no era más que una ventaja en este contexto.

    Asentí suavemente con la cabeza cuando Suiren señaló que no especifiqué de quién el beso y cuando el otro soltó tan pancho que podían darme dos para que nadie se quedara deprimido se me escapó una risa por la nariz. Para terminar el cuadro y Craig se volvió a subir al bote de "No hay que comer frente a los pobres".

    Fingí pensarlo un rato, aunque no había nada que pensar, y como el que tenía al lado era Suiren medio giré el cuerpo en su dirección, aprovechando que ya medio le había invadido el espacio de por sí. Estiré la mano hacia él, la coloqué en su pecho y mis dedos viajaron a la abertura de la camisa, donde colé suavemente los dedos y alcancé a rozar su clavícula.

    —Una cosa hay que reconocerle a Pai, ¿no crees? —bromeé lo suficientemente alto para que el otro me oyera—. Su repentino interés por la depresión de la comunidad es digno de admirar.

    Mi mano siguió su recorrido, alcanzó el costado del cuello de Suiren y sonreí sin molestarme en ocultar mi satisfacción antes de alcanzar sus labios. Fue una cosa de un segundo, pero antes de írmele encima miré a Paimon con el rabillo del ojo, como para recordarle que no me olvidaba de él, pues porque era cierto.
     
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    Tenía su particularidad el hecho de que Paimon no fuese alguien realmente interesado en ceder en cosas como estas, me imaginé entonces que, o estaba lo suficientemente aburrido, o simplemente se le antojó porque sí. Por mi parte era algo similar, sin embargo no me movía por algo como el aburrimiento ni mucho menos, prefería antes que cualquier contacto fisíco sentir un acercamiento más allá de lo superficial, que con Akaisa rozaba de atípico porque no pasaba de ser algo somero, quizá porque me sentía lo suficientemente cómodo en algunos contextos con ella, como el molestar a la pareja protagonista de todo esto, o porque simplemente era alguien sencilla de leer y fácil de dictaminar el no confiar.

    Abrasiva, áspera y afilada.

    No es como si tuviese inclinación por ese tipo de personalidades, pero bueno, ceder un poco no lo veía mal, además, no pasaría nada más que un beso básico. Sentí sus dedos colarse por la abertura de la camisa, pestañeé con suavidad descendiendo la mirada hasta el par discolor, no sonreí ni nada, tan solo repasé sus facciones. Ella habló y solté una risa nasal bastante liviana, bajé el tono de voz de regreso, en este caso para que el tercero no escuchara.

    —Probablemente sea un interés bastante efímero.

    Porque a fin de cuentas si Akaisa me besaba, y luego se besaba con él, sería la primera vez que haríamos una tontería como ésta. Ascendí de sus orbes al puente de su nariz y deparé en sus labios para retornar el camino visual de regreso.

    Paimon pareció sonreír, cosa de nada que detecté por el rabillo del ojo, supuse que porque le causaba gracia que practicamente nos fuesemos a besar por un comentario suyo, pero no dije nada más.

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    Kurosawa en algún punto besó mi cuello de nuevo, eché la vista a un punto muerto y tensé la mandíbula por la sensación con el pequeño chupetón que sabría ya había dejado ahí, supuse que había sido un capricho de nada, me apartó, y en lo que se arreglaba la prenda le di un poco más de espacio, cuando se bajó de la
    mesa y todo, giré el cuerpo para disponerme a ir hacia la salida, me mencionó lo obvio y asentí. Abrí luego la puerta para que ella pasara primero.

    —Vale, no tardo.

    Ya fuera con la música más fuerte noté que habían un par de personas más que cuando ingresamos, busqué la señalización de los baños para ver si habían unos ahí sin necesidad de bajar y así fue. Rodeé la barra entonces, me escabullí en el baño de varones y en cuanto alcancé el lavamanos abría la llave, el agua fría corrió, suspiré un poco con desgano por no saber si había quedado decepcionada o qué, pero para apartar los pensamientos y todo recogí el agua con ambas palmas, echándome sobre la cabeza.

    Sentí mi piel erizarse como efecto inverso en lo que el calor me abandonaba un poco el cuerpo, me miré en el espejo, me peiné un poco y eché un vistazo en el beso recién que me había dejado en el costado. Tenía la marquilla roja, como piquete de mosquito, se disimularía bastante bien, suponía. Como fuese, saqué el móvil un momento, le escribí a mi hermano que no demoraba en ir a casa y en cuanto tomé más aire, me recompuse en términos generales salí. La ubiqué casi al instante y busqué su mano libre para entrelazar mis dedos con los suyos.

    —¿Te gustó venir hoy? —pregunté en lo que bajamos las escaleras, sentía un poco más de frío en la cabeza por tener el cabello húmedo pero ignoré la sensación al ubicar a Akaisa, Suiren y Orn. La primera estaba por besar al segundo, alcé las cejas ligeramente pero igual no detuve los pasos aunque sí reducí la velocidad de los mismos.
     
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    Estaba eternamente enfurecida desde hace años, desde que me corté el cabello rubio de princesa y me pinté el cabello con tintes de supermercado, desde que tiré toda la ropa de muñeca y tuve el primer breakdown de mi vida. Estaba enfurecida incluso desde antes, cuando el hermano de Shiori la palmó y perdí la única figura masculina en la que encontré algo que no era control y frialdad. Era tanta furia que dejé de contenerla y ahora esto era lo que había, lo abrasivo de mi personalidad no dejaba espacio a segundas interpretaciones, era demasiado genuino y defensivo para que la gente pensara que había algo más.

    Era más sencillo ir directo al grano, después de todo.

    Lo que me respondió Craig, de todas formas, fue bastante gracioso en sí mismo y la risa se me escapó por la nariz. Puede, de hecho, que el interés de todos nosotros fuese igual de efímero y eso no era ningún pecado realmente. Pecado habría sido que alguno tuviera un interés más duradero.

    En cualquier caso, terminé de consumir la distancia y encontré sus labios. No fui precisamente delicada, como cabía esperarse, ladeé la cabeza profundizando el contacto y sonreí en medio del beso. Todo el cuadro era bastante hilarante, no me pude tragar la gracia, pero eso tampoco significó que no aprovechara el asunto. Me separé cuando los pulmones me pidieron aire y regresé la atención a Paimon, como si nada.

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    Cuando salimos reparé en la gente, pero no pudo importarme menos, y le eché llave a la puerta como si nada hubiese pasado. Zoldryck entró a los baños, que asumí no debían ser demasiado grandes por el espacio que había aquí arriba, y yo aproveché el tiempo muerto para dejarle la llave al chico que me la había dado. Le sonreí, él me regresó el gestó, pero apenas di un paso para regresar a la pared cerca de los baños lo escuché decir unas palabras en un idioma que no pude identificar en lo absoluto, ya fuese enviando un audio o haciendo una llamada rápida.

    Un par de minutos después se me ocurrió entrar un momento al baño para, bueno, limpiarme un poco y eso. No tardé demasiado, tampoco tenía muchas opciones allí, así que volví a mi lugar y terminé de esperar a Zoldryck bebiendo tragos de lo que quedaba el agua. No tardó mucho en aparecer, tomarme la mano y entrelazar los dedos con los míos. Lo recibí en automático y de por sí la tontería esta de la manita sudada no me disgustaba; por mucho que me fastidiara lo correcto que era, también era cierto que con él podía tener cosas que me habían arrebatado antes de poder disfrutarlas.

    Uno sacrificaba unas por otras, suponía.

    —No estuvo mal —respondí a su pregunta, balanceando la botella de agua en la otra mano—. Me gustó el trago que me pidió Katrina un poco más que la recomendación de Paimon. Estaba rico igual. ¿Y tú? ¿Qué tal la pasaste?

    Tenía su gracia que hiciera semejante pregunta luego de lo que habíamos hecho, pero me dio igual. El caso fue que la hice apenas un instante antes de notar el numerito de la mesa, Zold disminuyó el paso aunque no se detuvo y eso nos dio tiempo de observar el espectáculo, Katrina besó a Craig, para sorpresa de absolutamente nadie, y luego volvió la atención a Paimon.

    —¿Ya ves? —le dije a Kasun—. No se aburren por quedarse solos.


    traté de irlo cerrando pero ajá JAJAJSA

    igual creo que sí da para que lo cierres en tu siguiente post, ahí calculas (?
     
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    Como era de suponerse Akaisa no dio espacio a que el beso se viese como algo que no fuese enteramente carnal, un espectro contrario de lo que solía moverse Craig al ser mucho más suave ante ello, podría decirse que hasta noté el cómo suavizó a su manera el beso pese a que no le quitó la profundidad que ella le había marcado en un inicio, aún así había sido bastante superficial, conociendo al albino. Se separó cuando ésta lo hizo, y deslizó las pupilas atrás de mi cabeza, ladeé entonces el rostro de perfil, observé a Shiori y Zoldrcyk a unos pocos pasos.

    —Supongo que es hora de irnos —comentó Suiren, mirando el móvil al notar que era de madrugada, mi regresó la mirada entonces y sujeté la chaqueta de cuero, me la coloqué con parsimonia al levantarme y salir de la mesa.

    Esperé al par. No había que hablar como para darse a entender que la propuesta que había hecho descaradamente la había sublimado; Suiren por su parte esperó como el caballero que era a que Akaisa saliera primero y él caminar tras ella. Di un par de pasos entonces hacia adelante, Kasun me sonrió con la amabilidad de costumbre y yo apenas mencioné de paso que pediríamos el auto fuera. Aún había bastante movimiento de grupos bailando, por lo que entre el caminar a la salida había que esquivar un par de desadaptados.

    Al llegar a la puerta y atravesarlas el silencio reinó sobre el ruido de la discoteca.

    —¿Te vas a tu casa o te quedas en la mía? —saqué el móvil e intercalé la mirada entre el albino y la aplicación para marcar el punto donde deberían dejarnos, así que su pregunta venía de rutina más que nada.

    —Supongo que en la tuya, allá ya tengo hasta un cepillo de dientes, ¿no?

    Suiren se rió, cosa de nada.

    —Copito estará contento de tenerte en el colchón inflable.

    Me sonreí apenas, noté luego que había un auto negro del otro lado de la calle. Pitaron y Zoldrcyk movió la mano como despedida, dándole también un beso de nada a Kurosawa. Éste minutos antes -de camino a la salida- le había dicho a ella que la había pasado bastante bien, aunque se había dado cuenta que el licor no era algo que le gustase de a mucho, que prefería la cerveza antes del vodka que habíamos pedido nosotros. Le seguí visualmente hasta que se subió en el auto, desapareció entre la carretera. Nosotros, practicamente aguardamos a que llegaran primero por ellas antes de pedir el vehículo para ya dignarnos a descansar.

    Por aquí creo que logro ya cerrar con los niños, gracias por la salita <3
     
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    Había aguafiestas y luego estaban Kasun y Shiori reapareciendo, lo pensé apenas noté que los ojos de Paimon viajaban a otro lugar luego del beso con Craig. Me desinflé los pulmones de lo más decepcionada y supuse que esto era lo que me llevaba por haber venido de niñera, porque incluso si quería quedarme tenía que llevarme a Kurosawa así que me comía una mierda.

    —Parece ser el caso —secundé a lo de que era hora de irnos y salí detrás de Suiren.

    Mientras íbamos saliendo saqué el móvil para ir marcando el punto de partida del Uber, porque en Roppongi por el flujo de gente siempre costaba un poco más conseguir un viaje y me comí el intercambio de Suiren y Paimon un poco por rebote, también escuché la respuesta de Kasun a Shiori. Ya cuando estuvimos afuera un coche negro pasó por Zoldryck, Kurosawa correspondió el beso de despedida y luego se quedó a mi lado.

    —Estás extrañamente sobria —apunté porque me dio la gana y ella respondió de inmediato, como un latigazo.

    —Tú también.

    El comentario de mierda me hizo reír por lo bajo, pero me encogí de hombros y en cuando el auto apareció me giré hacia los muchachos para despedirme. Hice un poco lo que me dio la gana, así que me estiré para estamparle un beso en la mejilla a Suiren y, por la broma interna de no comer frente a los pobres, hice lo mismo con Paimon fuese a protestar o no.

    Kurosawa por su parte se despidió de ambos con una reverencia ligera y antes de subir al coche también lo hizo con un movimiento de mano. Yo subí después, ya seria, y observé a Shiori con el rabillo del ojo. Suponía que no le había sacado al castaño todo lo que quería, pero le había sacado algo de todas maneras. Nunca se iba sin conseguir una parte de lo que quería, eso había que reconocérselo.


    perdón por la demora de nuevo aaa pero ahora sí <3

    me divertí uwu así que gracias a ti también
     
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