Lady Oscar Lumiére et nuit [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 18 Abril 2015.

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    Andrea Sparrow

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    Título:
    Lumiére et nuit [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    2047
    Cap. 76

    Oscar quiso quedarse aquella noche en el cuartel junto a los soldados. André la reprendía.

    - Este no es lugar para ti, Oscar. El hecho de formar parte del ejército del pueblo, no implica que tengas que pernoctar con ellos.

    - Tengo que hacerlo, André- explicaba Oscar.- No podría ganarme su confianza si me voy y los dejo, sin compartir su suerte.

    André insistía.

    - Te acarrearás más problemas.

    - Ya no puedo tener problemas más graves. Sólo faltaría que mi padre me corriera de la casa.

    - Si eso sucediera…yo me encargaría de buscarte una casa, Oscar.

    La chica asintió, sin poner mucho cuidado a sus palabras.


    En el palacio…

    - Girodelle, ¿sabes en dónde está Oscar?

    - No, no lo sé, tal vez vaya hoy a su casa para averiguarlo. Después de todo, todavía tengo que hablar con el general Jarjayez para aclarar algunas cosas.

    El padre de Oscar llegó entonces.

    - La general Oscar Jarjayez no vendrá más. Quiero que sepan que ella está fuera del ejército real y se ha pasado a las filas del ejército popular.

    - ¿Al ejército popular? ¿Cómo es posible que esté en el ejército de la chusma?- comentó Girodelle.

    Pero Fersen comentó.

    - Espero que le vaya muy bien ahí. Tal vez ese ambiente no sea propicio para ella pero si sigue poniendo en práctica sus habilidades y su inteligencia, se ganará a los soldados de los Comunes.

    - Pero…mi futura esposa no puede estar ahí.

    El general Jarjayez insistió.

    - Teniente Girodelle, olvídelo. Oscar no contraerá matrimonio con usted. Lo siento mucho.

    - Exijo una satisfacción- comentó Girodelle.

    - La tendrá, se lo aseguro. Con su permiso, conde Fersen.

    Fersen se quedó en silencio.

    - Pobre Oscar- pensó- quizás esa situación no sea favorable para ella pero…si está André con ella, seguramente le irá bien.


    En tanto, Bernard checaba algunos panfletos y comentó con su primo Saint Denisse.

    - ¿Te das cuenta? Esto es terrible. Los gastos de la familia real son excesivos.

    - Lo sé- dijo Saint Denisse- pero creo que ya no se puede hacer más por la causa. Me parece que los días de la monarquía están contados. Por cierto, hay una noticia que te hará reír.

    - ¿De qué se trata?

    - Hay una comandante mujer en el ejército del pueblo.

    - ¿Una mujer?- preguntó Bernard intrigado.

    - Sí, y tiene nombre de hombre: Oscar Jarjayez.

    Bernard casi se va de espaldas.

    - ¿Oscar? ¿En el ejército del pueblo? Esto lo tiene que saber Rosalie.

    - Espera, ¿conoces a esa mujer?

    - Sí, ella era noble pero creo que ahora está de nuestro lado. Esta actitud sólo me dice que se ha pasado a la causa de la República.

    - Por lo visto, el mundo es muy pequeño.


    En el cuartel, las cosas no eran muy agradables.

    - ¡Firmes! ¿Qué sucede? ¿Dónde están sus armas?

    Todos se quedaron callados.

    Alain Soisson se cruzó de brazos y reía.

    - Como ves, no hay tales. A menos que tú quieras darnos algunas…

    - ¿Qué les pasa? Vayan por sus armas, ahora mismo.

    Pero los soldados no se movieron un milímetro.

    - Ya averiguaré qué pasó. ¿Dónde está André?

    - ¿Quién? ¿Tu perro faldero? Lo vi en la habitación contigua a la armería.

    Oscar le gritó.

    - ¡Vuelve a llamar a André perro faldero y te atravieso con mi espada!

    - ¡Tú a mí no me vas a ordenar nada!- gritó Alain.

    Oscar se apartó diciendo:

    - Ya arreglaré esto contigo, Alain Soisson.

    Estuvo buscando a André cuando lo encontró semidesnudo en el cuarto contiguo a la armería.

    - ¿An..André? balbuceó.

    Se apenó un tanto, a pesar de que ya lo conociera. Pero se sintió un poco extraña, mirando a André sin ropa.

    - ¿Qué haces aquí, Oscar?

    - Perdón- dijo ella, e inmediatamente se apartó de allí, apenada.

    Volvió donde la gente y enfrentó a los soldados.

    - De una buena vez, ¿qué sucedió con sus armas?

    - ¿Por qué insistes en esto? Nadie tiene por qué darte explicaciones.

    - Lo harán aunque tenga que oprimir tu garganta- le gritó demostrando la fuerza que no parecía tener.

    Alain la miró a los ojos, tratando de doblegar su mirada pero eso no sucedió. Fue Alain el que bajó los ojos.

    - Explíquenle a la…comandante…qué hicieron con las armas.

    Uno de los soldados se adelantó y tembloroso, dijo:

    - Tuvimos que…venderlas para comprar comida, general Jarjayez.

    - ¿Comida? Pero, ¿no les dan suficiente aquí?

    - No era para nosotros- habló otro soldado.- Era para nuestras familias. No podíamos quedarnos de brazos cruzados mientras nuestra gente se muere de hambre.

    Oscar sintió un fuerte aguijonazo en el corazón.

    Alain trató de enfrentarla.

    - ¿Y bien, generala? Haga algo, ande, arréstenos…mándenos al cuartel encerrados sin comer.

    Oscar se quedó en silencio un instante.

    - ¡Vamos, hágalo!- insistió Alain.

    La general Jarjayez dijo:

    - Se les darán armas nuevas. Pasen a la oficina principal a recogerlas. Pero entiendan que sus armas no son para venderlas a quien sea. Sus armas son sagradas, ¿entendieron?

    Todos los soldados asintieron y marcharon a buscar sus armas.

    Alain movió la cabeza.

    - De verdad que no te entiendo, Oscar Jarjayez. ¿Crees que haciendo eso tus soldados te obedecerán mejor?

    - ¡No tengo por qué darte explicaciones a ti, Soisson! Lo hago porque conozco gente allegada a mí que ha pasado hambre pero no tengo por qué darte detalles. Haz lo que tus compañeros.

    - No habrá garantía de ello, Oscar Jarjayez.

    Mientras iba a la oficina, André se cruzó en el camino de Alain.

    - ¿Me puedes decir qué te sucede con Oscar? ¿Por qué la odias tanto?

    - ¿Y tú, por qué estás tan pegado a ella? Supongo que le debes mucho…o quizás…es que la amas en secreto, ¿cierto? Sí, eso es…anda, admítelo, la quieres y por eso te portas así, pero créeme, no te conviene andar como perro faldero tras de ella. Esa mujer no te hará caso jamás.

    - Tú no sabes nada- replicó André.- Mi vida está unida a la de Oscar desde siempre. Y mi única función es estar a su lado a pesar de todo.

    Alain trató de ponerle una mano encima a Oscar pero éste le detuvo la mano.

    - No vuelvas a meterte conmigo- insistió André.

    Alain escupió en tierra mientras André se iba a donde estaba Oscar.

    Ella notó la presencia de André y se quedó de espaldas un momento.

    - ¿Qué sucedió, André?

    - Nada…supe lo de los soldados. Vaya que es difícil la situación.

    - Así es…pretendo que le den una bolsa de dinero a cada uno para que la lleven a sus familias.

    - ¿Crees que eso garantice que se porten mejor contigo?

    - No lo hago para que se porten mejor conmigo, André, ni para que me obedezcan. Es sólo por el deseo de ayudarlos y de que puedan desempeñarse como soldados en mejores condiciones.

    André sonrió.

    - Eso pensé. Realmente espero que sepan agradecértelo.

    - No importa eso. Sólo espero que cumplan mejor con su trabajo. El que me preocupa es Alain Soisson. Es como una gota de veneno en un vaso de agua pura.

    André soltó una carcajada.

    - Lamento reírme pero, esos hombres no son para nada blancas palomas.

    - Puede ser- siguió Oscar- pero por lo menos, serían mejores si no fuera por él. Tendrá que alinearse o no sé qué haré entonces.

    - Algo se te ocurrirá, Oscar. Sin embargo…dudo que en algún momento no sea capaz de obedecerte.

    - ¿Por qué lo dices?

    - Porque…tú eres capaz de conseguir que te obedezcan hasta las piedras.

    Oscar sonrió por el comentario, pero la mirada de fuego de André sólo consiguió remover en su interior algo que no pudo comprender.

    Sin embargo, aquella noche no pudo dormir. Su cuerpo estaba sumergido en un vaivén de emociones y sus sueños estuvieron cargados de deseos íntimos. Se despertó sobresaltada.

    - ¿Será por el calor que me siento así?- se intrigó.


    Al día siguiente, Fersen fue a la casa Jarjayez y no encontró a Oscar.

    Supo por su nana que se había quedado en el cuartel del ejército popular.

    Cuando la vio la saludó.

    - Oscar…te veo…muy delgada.

    - En cambio tú te ves muy bien, Fersen.

    Fersen sonrió y habló a solas con ella.

    - Oscar, no sé por qué insististe en hacer esto, sin embargo, te apoyo porque son tus convicciones. Me alegro de que seas valiente ante lo que realmente quieres.

    - No se trata de lo que quiero, sino de lo que creo que es mejor para todos. Y en este caso, estar ahí es más honesto que lo que siempre hacía. Me alegra también que estés de acuerdo conmigo.

    - Te respeto y me siento tranquilo porque sé que André cuidará bien de ti.

    - Es mutuo el cuidado. Mi André y yo somos inseparables.

    Esa última frase puso a Fersen a pensar.

    - “¿Mi André?”- pensó- “es propio de ella querer y cuidar a André pero…siento que ella está más unida a André…¿a qué se deberá?

    Oscar salió hacia donde estaba el resto de los soldados.

    Esta vez, todos la obedecieron. Alain Soisson no estaba con ellos.

    - ¿Se puede saber dónde está Alain?

    - Creo que fue a ver a su hermana.

    - Ya veo…espero que haya avisado. Ya tomaré eso en cuenta. Bien, mañana tendremos revisión. Habrá demostración de maniobras en el patio central. Tienen que estar aquí temprano.

    Los soldados asintieron y se despidieron.

    Fersen fue donde André y le preguntó.

    - ¿Todo va bien con Oscar aquí?

    - Ha sido difícil, pero está consiguiendo que estos hombres la tomen en cuenta. Sin embargo, hay uno que me da pendiente. Pero creo que con el tiempo se dará cuenta que debe alinearse a las órdenes de Oscar.

    Fersen le preguntó a André:

    - Dime…¿tú la quieres, cierto?

    André asintió.

    - Siempre lo he hecho, y siempre he sabido que ella no puede ser mía…somos diferentes en nuestra naturaleza. Ella es noble y yo…

    - Tu corazón es noble, André. Además…no sé por qué pero…yo noto que Oscar siente algo muy especial por ti.

    - Siempre me ha querido como hermano. Durante un tiempo tuve celos del hombre que ella amaba pero ahora sé que eso ha pasado a la historia.

    Fersen aseguró.

    - André…cuando amas, llegará el momento en que alcanzarás lo que buscas. Ten confianza. Y sobre todo…cuida bien de ella.

    - Eso haré, conde Fersen.


    Cuando Alain volvió, Oscar le llamó la atención.

    - ¿Se puede saber por qué te fuiste sin permiso?

    - Tuve que ir a ver a mi hermana, es todo. Está por casarse y me pidió que fuera a verla.

    Los demás soldados comentaron.

    - Es muy bonita su hermana…ojalá viniera más seguido.

    - No viene porque no quiere ver caras horribles aquí- replicó Alain.

    Oscar sonrió.

    - Espero que puedas llevarle un presente para su boda de parte mía.

    - No creo que sea necesario pero…gracias de todos modos. Y dígame, ¿ya consiguió que la obedezcan mejor los soldados?

    - Pues…en eso estoy pero tampoco estoy preocupada porque sé que tarde o temprano lo harán por su propio bien. Sin embargo, me interesa mucho saber si va a faltar mucho tiempo para que tú obedezcas.

    Alain sonrió.

    - Quizás no falte mucho para eso. Veo que André te obedece ciegamente. Lo tienes prendado de ti. Dime, ¿se necesita ponerse como él para obedecer? Quizás tus besos son la razón…

    Y sin más la besó sin previo aviso.

    André pensó:

    -“Tú también, Soisson…adoleces del mismo mal que yo…te será difícil olvidarla”.

    Oscar le dio una sonora bofetada.

    - No te atrevas a volver a hacer eso, ni tampoco te metas con André por nada.

    - Está bien…ahora entiendo que tienes agallas. No eres como las demás mujeres. Dígame, general, ¿qué es lo que quiere que hagamos?

    - Habrá demostración mañana en el patio central. Debes estar temprano aquí con tus compañeros.

    - Pierda cuidado, comandante- dijo Alain, quizás con algo de burla.
     
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    646
    Cap. 77

    Llegó el día de la revisión. André estaba preocupado. Oscar llegó temprano, esperando que los soldados estuvieran en sus puestos. Los había preparado bien. Sólo le intrigaba el comportamiento de Alain Soisson.

    - ¿Ya estará aquí el comandante Guillot?

    - En unos minutos.

    - Espero que se comporten o no sé qué haré.

    Por fin, llegó el momento de la demostración. Todo iba bien al principio hasta que apareció Alain Soisson ebrio.

    André apenas pudo contener el furor.

    - Ese tipo me las va a pagar.

    El comandante Guillot estaba molesto.

    - ¿Esto es lo que me iba a mostrar, monsieur Oscar? Es una verdadera vergüenza.

    - Lo lamento, comandante. No fue esto lo que tenía preparado. No sé cómo se atrevió este hombre a beber sin permiso.

    - No vendré más a menos de que me muestre algo digno. Si no, tendré que comunicarlo al padre de usted.

    - Por favor, no lo haga. No es falta de trabajo ni tampoco irresponsabilidad. Le garantizo que mis hombres obedecerán. Pongo mi vida en prenda de ello.

    El comandante se marchó.

    Oscar los recorrió con la mirada uno a uno.

    - Sé que ustedes no tuvieron en definitiva la culpa- señaló Oscar.- Pero sé que si siguen soportando al pedante de Alain, tendrán problemas. Y a sus familias no les gustará que ustedes estén arrestados. Piénsenlo. En cuanto a mí…estoy en el límite. Si no van a obedecer, será mejor que me vaya…

    Hizo ademán de marcharse. André se le acercó.

    - Oscar…¿en verdad te irás?

    - Si ellos eso quieren…

    André la miró y trataba de convencerla de lo contrario.

    Pero ella parecía estar decidida.

    Empezó a quitarse las armas. Avanzó hacia el final del cuartel, cuando los soldados gritaron que no se marchara.

    - ¡Por favor, general! No nos deje…

    André sonrió. Había conseguido que los soldados la respetaran.

    Alain se cruzó de brazos.

    - Inútiles…se doblegaron por la comida.

    - No digas eso. Ella es buena y se preocupa por nosotros. Si tú no quieres hacer caso, es tu problema.

    Lo dejaron hablando solo.

    - Está bien…váyanse tras ella…cuando les dé la espalda, se acordarán de mis palabras.

    André sintió una molestia en el ojo y se detuvo de la puerta.

    Alain comenzó a zaherirlo.

    - Vaya…parece que estás algo cansado. ¿Quieres que te ayude a dormir?

    - Basta…no quiero pelear.

    Pero Alain no hizo caso y le dio una bofetada. André giró la cabeza y contuvo el golpe.

    - No sabes lo que estás haciendo.

    - ¿Por qué? ¿Por qué eres protegido de Oscar? Olvídalo…ya me tienes harto.

    Iba a pegarle de nueva cuenta cuando Oscar le detuvo la mano.

    - ¿Por qué le pegas? ¿No ves que está mal de un ojo?

    Alain entreabrió los labios.

    - No lo sabía…

    - No debiste decírselo- dijo André.

    - Tenía que saberlo. André sacrificó uno de sus ojos por salvarme la vida. Y no voy a permitir que lo toques siquiera…

    - Oscar…-replicaba André.

    Alain Soisson movió la cabeza. Se sintió fatal y se apartó diciendo.

    - Perdóname…

    André se sentía fatal.

    - ¿Por qué le dijiste a Alain?

    - Porque te lastimaría más.

    - No me importa…yo sólo podía defenderme.

    - O me haces caso o no dejaré que estés conmigo en los entrenamientos.

    André asintió y se marchó a la caballeriza.


    En la noche, André estaba sentado junto a uno de sus caballos.

    Oscar se acercó y le preguntó.

    - ¿No puedes dormir?

    - No…quería contemplar el cielo.

    - Yo igual…me parece que ha pasado mucho tiempo desde que dejé el ejército de la corona.

    - Así parece…

    Oscar se recostó en el hombro de André.

    - ¿Sabes? Yo jamás voy a casarme…

    André la cobijó en su brazo sintiendo que el alma se le quebraba en pedazos.
     
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    Lumiére et nuit [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
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    940
    Cap. 78

    Empezó a pasar el tiempo. Oscar parecía más un hombre que una mujer. Pero cuando estaba sola, sentía que se quemaba por dentro. Sus deseos íntimos la traicionaban, sintiendo en ocasiones que su cuerpo le ganaba la partida. Las hormonas hacían de las suyas y algunas noches, tuvo que explorarse ella misma para calmar un poco la ansiedad que sentía.

    Pero cuando veía a André, por momentos hubiera querido abrazarlo pero no entendía por qué.

    Aprendió a beber de más. El coñac se convirtió en un gran aliado.

    Sólo en la casa, la nana la reprendía.

    - Aquí no, Oscar. En la casa no debes beber.

    - Está bien, nana, no te escandalices.

    La nana le quitó la botella y bajó mientras André contaba los pasos en la escalera.

    “Cada día veo menos…he perdido sentido de la profundidad…pero Oscar no debe saberlo, no seré un lastre para ella.”

    La abuela le dijo:

    - ¿Qué haces, jugando a contar los escalones, muchacho?

    - Dime, abuela.

    - No has cuidado bien de Oscar…sigue bebiendo.

    - Hablaré con ella- sugirió el joven Grandier.

    - La veo pálida y escuálida. Más delgada que de costumbre.

    - Yo también, casi no come. Dice que lo hace por sus soldados pero si sigue así, enfermará. Procuraré que coma bien.

    La abuela asintió y lo dejó ir.


    André tocó la puerta de la habitación. Oscar le abrió.

    - ¿Qué sucede, André?

    - Tenemos que reunirnos en el patio central. Al parecer, habrá reunión de los Comunes y los Nobles.

    - Espero que sean recibidos porque eso llegaría a un acuerdo con respecto a la situación.

    - Yo también así lo espero. Oscar…quiero hablar contigo de algo.

    - Dime ahora.

    - Es que…creo que ya no deberías beber más.

    Oscar sonrió.

    - ¿Te preocupa mucho?

    - La verdad, sí. Y también me preocupa que no comas bien.

    - Te prometo que lo haré para que no te angusties.

    André se sentó junto a ella. La cercanía del muchacho la puso nerviosa.

    - Será mejor que vayamos al patio.

    - Espera…todavía hay tiempo- señaló André.- Oscar…veo que tu padre ya se porta mejor contigo…

    Ella asintió.

    - Así es…aunque no quiero confiarme. Sé que le cuesta trabajo pero en algún momento se portará en mi contra.

    - ¿Qué tendría que pasar para eso?

    - Ni yo misma lo sé- aseguró Oscar.- Ven, vamos al patio.

    Pasó revista a todos los soldados y no estaba Alain.

    - ¿Alguien sabe qué pasó con el bueno para nada de Soisson?

    - Estamos preocupados, general Jarjayez- dijo uno.

    - ¿Por qué?

    - Se ha marchado ya muchos días. Pero nadie sabe nada de él.

    - ¿Saben en dónde vive su familia?

    - Sí- dijo otro.

    - Vamos a buscarlo, entonces.

    Una comitiva encabezada por Oscar y André se dirigió a la casa de Alain. Les extrañó no ver a nadie afuera, pero más les extrañó percibir un olor nauseabundo que llegaba hasta la calle.

    - ¿Qué es lo que huele tan mal?- preguntó André.

    - Cúbranse la boca…vamos a entrar.

    Se cubrieron la boca con un pañuelo y subieron las escaleras. Tiraron la puerta y encontraron a Alain junto a un cadáver putrefacto.

    - ¡Alain! ¿Qué es esto?

    - Déjenme con ella…mi hermana ha muerto en la flor de la edad, por culpa de los nobles.

    Oscar sacó como pudo a Alain mientras los demás cubrían el cadáver y lo llevaban a sepultar.

    - Habrá que desinfectar la casa. ¿Qué pasó, Alain?

    - Los nobles no tienen sentimientos. Mi hermana se iba a casar con él y ese hombre prefirió a otra. Ella dejó de comer…estaba sufriendo y murió de hambre.

    - Lo siento tanto…pero tengo que pedirte que salgas adelante por ella.

    - Un día, los nobles van a pagar todo lo que le hicieron a mi familia.

    Oscar añadió.

    - Sé todo lo que los nobles han hecho…y esto es horrible. No te preocupes que quizás las cosas cambien pronto para bien…

    Alain estuvo recluido un tiempo para calmarse y estar bien.

    Cuando regresó, pidió disculpas a Oscar y a André.

    - Lo lamento…no sabía cómo manejarlo. Pero ahora, me pongo a sus órdenes, general Jarjayez.

    La joven sonrió. André notó que Alain era sincero.

    Bernard Chatelet la visitó en el cuartel.

    - ¿Cómo está Rosalie?

    - Bien, aunque algo preocupada por ti.

    - Todo está bien, parece.

    - No, Oscar, las cosas están peor que nunca. Hubo una reunión entre los Comunes y los Nobles y no hubo acuerdo.

    - ¿Qué crees que pase?

    - El pueblo se levantará en armas si los nobles no se preocupan por llegar a acuerdos que lo beneficien. Quedaron que en dos días se reunirán los Comunes en la Cámara.

    - Habrá que estar pendientes para protegerlos.

    Bernard asintió.


    Días después, André se acercó a Oscar y le dijo.

    - Linda, ¿y si nos fuéramos al campo un tiempo?

    - Podría ser…¿sabes? Mandé a hacer un retrato.

    - ¿De verdad?

    - Sí, pronto podrás verlo.

    André pensó.

    “Y si supieras que no podré verlo…”

    De pronto, un acceso de tos la hizo correr.

    André se preocupó pero pensó que era algo normal.

    Horas más tarde, la mucama se acercó y le preguntó.

    - Señor…¿no había una mancha de sangre en su camisa?

    - ¿Sangre? No…

    - Es que…vi sangre en la alfombra hace un rato. Pensé que algo malo le había pasado…alguna herida tal vez.

    - No, para nada.


    Entonces, se acordó de Oscar.

    - No…espero que no sea eso…-pensó.
     
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    87
     
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    1320
    Cap. 79

    Oscar se quitó la chaqueta y se fue en mangas de camisa hacia el establo. André trataba de recuperar la calma después de haber estado con Oscar alistando al ejército.

    - ¿Cómo estás?

    - Bien…pero me preocupas tú- dijo André.

    - Lo sé…pero no deberías.

    - ¿Por qué no?

    - Porque…estoy bien. No es necesario.

    - Sabes que no es verdad. Oscar…¿qué fue ese acceso de tos…con sangre?

    Oscar guardó silencio.

    - No trates de evadirme, Oscar- replicó André- sabes que es cierto.

    - No te asustes-restó importancia la general Jarjayez.- No fue nada. Pediré al médico que me revise y después de que se realice el acuerdo con los nobles, nos iremos al campo.

    André sonrió.

    - Me alegra que pienses hacerme caso, hermosa. Te urge un descanso.

    - Ahora hay que preocuparnos porque mañana es el día. Estaremos desde temprano en la cámara de los Comunes a primera hora.

    - Entonces será mejor que vayamos a descansar. Tienes que estar tranquila. Por cierto, ¿cuándo traerán tu retrato?

    - No lo sé. Tal vez mañana.

    André sabía que no lo vería como antes. Sólo esperaba poder ver aunque fueran las sombras de aquel retrato.


    Al día siguiente, Oscar se levantó temprano. Llegaron al exterior de la cámara de los Comunes.

    Los abogados y letrados esperan el momento en que abrieran pero se encontraron con que la puerta estaba remachada.

    - ¿Quién hizo esto?- preguntó Oscar.

    - No lo sabemos, general- dijo una señora.

    La gente del pueblo estaba molesta. Juraban que habían sido los nobles.

    Al poco rato, la comitiva de la nobleza hizo su arribo. Oscar se adelantó.

    - Señores…¿nos les parece una falta de respeto hacia el pueblo el haber cerrado la cámara de los Comunes?

    - Lo sentimos pero es una decisión que ya tomamos. No hay acuerdos. Los Comunes no pueden decidir el destino de la nación.

    Llovía. El pueblo quería romper la puerta.

    Oscar y el ejército custodiaban.

    Uno de los generales de los nobles la arengó.

    - Monsieur Oscar, aparte a esa gente.

    El ejército replicó.

    - No podemos hacer eso, general.

    Oscar miró con dureza a aquel general de la nobleza.

    - No puedo…el ejército está para defender al pueblo, no para atacarlo.

    André sabía que Oscar tenía razón.

    - Esto es desacato, general Jarjayez.

    - Sólo obedezco la voz del pueblo, general. El ejército no puede menos que defender a sus Comunes y a su pueblo.

    El general iba a ejercer la fuerza sobre Oscar y sus soldados cuando el mismísimo conde Fersen y Girodelle se acercaron.

    - Déjenlos. Oscar, ¿necesitas ayuda?

    - Todo está bien, Hans. Entre mi André y yo mantendremos el orden, junto con nuestros soldados.

    Hans asintió con una sonrisa.

    Se abrieron las puertas del salón por la fuerza. Los Comunes entraron, entre ellos Bernard Chatelet y Maximilien Robespierre.

    - Tranquila, Oscar, todo saldrá bien- prometieron.

    Oscar dio órdenes al ejército para que custodiaran la entrada y evitaran que los Comunes fueran molestados. El pueblo estaba feliz. Sabían que su gente tenía todo el derecho de sesionar para luchar por los derechos del pueblo francés.

    André empezó a sentirse mal.

    Soisson ya estaba de vuelta.

    - ¿Qué te ocurre, André?

    - No es nada…

    - Entiende- replicó Soisson.- Ella tiene que saber que la vista no te ayuda.

    - No- dijo André- Oscar no debe saber nada de esto…

    - ¿Por qué? Así no podrás seguir en el ejército.

    Oscar se acercó.

    - ¿Qué sucede?

    - Nada- se adelantó André.- ¿Verdad, Alain?

    El muchacho asintió. André se estaba sacrificando mucho.


    En la tarde, llegó el retrato de Oscar.

    La llamaron para que fuera a verlo. André se quedó a una cierta distancia. La madre de Oscar le dijo:

    - André…ven a ver el retrato.

    André fingió que se acercaba a ver.

    Oscar comenzó a llorar al ver aquel retrato donde la habían pintado como una guerrera antigua, como una amazona.

    Soltó el llanto y salió corriendo hacia su habitación tras haber dejado unas gotas de sangre regadas sobre la alfombra.

    André siguió el rastro y se dio cuenta que Oscar estaba en su habitación.

    - ¿Se puede?

    Oscar le dijo desde adentro.

    - Pasa…

    André se acercó y le dijo.

    - ¿Desde cuándo tienes estos accesos?

    - No es nada…no quería que te preocuparas.

    - ¿Cómo no me iba a preocupar, Oscar? Le diré a tu padre…

    - Si haces eso, te odiaré por siempre.

    - No hagas eso, Oscar- suplicó André.- está bien, no le diré a tu padre pero por favor, haz que te vea un doctor.

    - Lo prometo. El doctor del ejército, el general Bouillot estará mañana y le pediré que me revise. André…antes de que te vayas…supe por Bernard que las cosas…no salieron bien en la cámara. Los nobles no accedieron a las pretensiones de los Comunes…temo por la seguridad tanto de nobles como del pueblo.

    - ¿Y qué pretendes que hagamos?

    - No lo sé…pero tengo entendido que mañana se volverán a reunir. Si no llegan a ningún acuerdo, se realizará un plebiscito para decidir entre el pueblo si se levantan en armas.

    - Eso es terrible.

    - Lo sé, te suplico solamente que me ayudes, yo sola no puedo con esto.

    André le juró.

    - Te protegeré con mi vida, Oscar…

    Entonces la muchacha miró a André con ternura y le dio un beso en los labios. André correspondió fervientemente. Oscar entornó los ojos ligeramente.

    - André…eres tú…

    - ¿De qué hablas?

    - Tú eres…quien me besó en sueños, ¿verdad? Esos labios que tanto anhelaba sentir…son los tuyos. Esos labios con los que soñaba despierta…que pensé que eran sólo un sueño, son los tuyos. Te amo, André…perdóname por no haberme dado cuenta antes…no podía ser de otro modo.

    André la estrechó y le devolvió otro beso aún más intenso que el anterior.


    Al día siguiente, el doctor la revisó y le dijo.

    - Oscar…está usted delicada. Tiene que descansar.

    - Pero no puedo ahora, general. Usted sabe cómo está la situación.

    - Lo sé, solamente será un par de días. Me encargaré de que nadie la moleste.

    - Le pediré a André que me ayude con esto.

    - Él debe cuidar de usted. Encargue a alguien más que esté pendiente de sus decisiones.

    Oscar pensó en Alain Soisson.

    - Ya sé a quién. No se preocupe, todo estará bien.

    - Tome los remedios que le indiqué y cuídese, por favor.

    - Gracias, doctor.

    Al poco rato llegó Alain.

    - Dígame, general- dijo Alain.

    - Por favor, Alain…un gran favor…necesito que te hagas cargo del destacamento sólo dos días…

    - ¿Se puede saber qué sucede?

    - Estoy un poco mal de los pulmones y me pidieron que descansara. No podré hacer de igual forma pero si no lo hago no podré seguir al mando.

    - Entonces no se preocupe, yo me hago cargo el tiempo que sea necesario.

    - Gracias, Alain.

    - De nada, le agradezco que confíe en mí.

    Oscar sonrió. Alain suspiró. Su amor por ella lo llevaría a obedecerla por su bien.


    Durante el primer día de descanso, Oscar casi no se movió de la cama. André sólo estuvo cuidando de ella y evitando que se moviera mucho.

    Al día siguiente, por la mañana, ella ya estaba mejor, pero las noticias no eran nada buenas.

    Bernard le hizo saber a través de André lo que sucedía.

    - ¿Qué sucedió, André?

    - Al parecer…se realizó el plebiscito y por lo que sé, el pueblo está dispuesto…a levantarse en armas.

    Oscar bajó la cabeza.

    - Tengo miedo, André…

    - No te preocupes, no va a pasar nada malo, Oscar. –señaló dándole un beso.

    Oscar sonrió. Y aquella noche, iba a suceder algo que cambiaría el curso de su vida.
     
  5.  
    Andrea Sparrow

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    87
     
    Palabras:
    1462
    Cap. 80

    Oscar se había quedado en casa descansando pero con la mente puesta en el resultado del plebiscito. Estaba preparada para todo.

    André parecía estar viviendo un sueño. Los besos que había disfrutado en los labios de Oscar eran un milagro para él. Jamás pensó que podría llegar a ser el amor de Oscar. No se creía merecedor de ese amor pero no podía negar que ansiaba tanto llegar a serlo.

    Y ahora que ella había reconocido que lo amaba, no sabía exactamente cómo manejarlo. Pero no le importaba lo que le sucediera, pues saber que Oscar lo amaba le era suficiente.

    Pero estaba preocupado por ella y por eso fue temprano a buscarla a su habitación.

    Cuando la encontró estaba levantada, a punto de salir.

    - ¿Se puede saber a dónde vas?

    Ella lo miró indulgente. Se acercó y posó sus manos sobre el pecho del joven diciéndole:

    - No te preocupes, ya me siento mejor.

    André sonrió.

    - Me alegro pero no deberías salir tan rápido. El doctor dijo que te cuidaras.

    - No saldré al destacamento. Quiero leer un poco y redactar unas cartas.

    - Yo cuidaré de ti.

    Oscar se acercó y colocó sus manos sobre el pecho del joven Grandier.

    - Yo soy tan feliz de que cuides de mí…te amo tanto, que jamás pensé que podrías ser tú quien me hubiera hecho feliz desde siempre.

    - Yo te he amado desde que te conocí pero no me sentía digno de tu amor.

    Un beso tierno selló aquel instante para luego dirigirse hacia el estudio.


    André bajó con cuidado las escaleras. Mientras Oscar entraba en el despacho, el general Jarjayez, padre de Oscar se acercó y lo detuvo.

    - André…

    El joven prácticamente no lo vio. Su vista ya no le ayudaba para nada pero sólo reconoció al general por la voz.

    - Dígame, general…

    - Necesito hablar contigo. Es sobre Oscar.

    Eso lo asustó un poco.

    - ¿Qué quiere decirme?

    - André, mi hija está muy segura de lo que está haciendo…y yo cada vez me convenzo más que todo esto va por mal camino.

    - ¿A qué se refiere, general?- indagó André, aún más tenso.

    - A que…el tiempo de la familia real estó por terminarse. Donde quiera se escuchan gritos que exigen la institución de la República y yo…temo por la seguridad de mi familia. Por eso, quiero pedirte algo muy importante. Cuida de Oscar e independientemente de la decisión que ella tome, quiero que te quedes con ella para siempre…que la acompañes siempre, ya que no ha querido escuchar nunca mis palabras.

    - No es su culpa- dijo André.- Ella sólo es un espíritu libre y usted debe respetar lo que ella elija.

    - Poco tarde lo he comprendido. Pero por favor, siempre haz lo que te pido.

    - Le prometo que mientras yo viva, nada malo le sucederá a Oscar.

    El general agradeció y se marchó. André apenas pude percibir, por el ruido de los pasos, la retirada del padre de Oscar.

    La abuela Grandier se dio cuenta entonces de todo.

    - Entonces es cierto…

    André escuchó la voz y le dijo.

    - ¿Qué cosa?

    - Que estás quedando casi ciego por completo. Que ya no distingues los rostros y que sólo conoces la casa por recorrerla tantas veces.

    André hizo callar a la abuela.

    - No se lo digas a nadie…te lo ruego.

    - Pero entiende, hijo…

    - No, abuela, entiéndeme tú. Ahora menos que nunca puede saberse eso. Yo ya me las arreglaré.

    La abuela lloró con él. André estaba dispuesto a sacrificarlo todo para permanecer al lado de Oscar.


    Durante el día, fue conjurada la sesión con los Comunes. No hubo arreglo y era casi seguro que el pueblo se levantaría en armas a la mañana siguiente.

    Bernard Chatelet, incluso, a pesar de no estar del lado de los nobles, notó que aquello tendría tintes trágicos.

    Fue a ver a André y le advirtió.

    - Hablé con Rosalie y convinimos en no participar activamente. Yo no quiero ser parte de la rebelión, sabiendo que el pueblo puede comportarse violentamente. Acordamos pedirles que se cuiden y que no se expongan sin necesidad.

    - Gracias por avisarnos. Yo pondré en atención a Oscar. Pero seguramente no me escuchará.

    - Ella está al lado del ejército del pueblo. Eso la protegerá. Ella misma no atacará al pueblo y al defenderlo, ella podrá quedar protegida.

    - Sí, pero los nobles no se tentarán el corazón- agregó André.

    Bernard le palmeó el hombro.

    - Lo sé, pero para eso te tiene a ti, cuídala mucho, André.

    Se dieron un abrazo y se despidieron.

    André volvió y encontró a Oscar en el estudio terminando de escribir algunas cartas. Tenía el frasco de la medicina a un lado y una taza de té sobre el escritorio.

    André se acercó y la puso al tanto.

    - Rosalie te envía saludos y Bernard me ha pedido que nos cuidemos.

    - Defendiendo a la gente, no puede ocurrir nada.

    - Pero temo por el ejército de la corona.

    - Tienen a Girodelle y a Fersen a la cabeza. Ellos no les ordenarían atacarnos. Sin embargo…si algo sale mal, yo estoy dispuesta a entregar mi vida por la causa.

    André lloró y dijo.

    - No permitiré que nada malo te suceda, Oscar. Pase lo que pase, te daré mi vida.

    Oscar besó su cabellera negra. Aspiró el aroma de su cabello y suspiró hondamente. Luego miró a André a los ojos y le dijo.

    - Anda, ve a hacer otras cosas…te veré en la cena.

    André asintió. Gracias al general Jarjayez, se le permitía a André cenar con la familia.


    Durante la cena, André estuvo sirviendo y atendiendo a los comensales. El general lo invitó.

    - Siéntate a cenar con nosotros, André.

    - Muchas gracias, pero esperaré para cenar con la abuela.

    Sin embargo, pensó en su interior que la razón verdadera era que no se evidenciara ante todos su ceguera.

    Cuando se retiraba, Oscar le dijo sin que nadie más escuchara.

    - ¿Puedes ir a mi habitación después de la cena, André?

    André asintió. Seguramente quería ponerse de acuerdo para lo que harían a la mañana siguiente.

    Cuando la cena terminó, André aguardó un poco más para ir a la habitación de Oscar.

    Entró con sigilo y notó que Oscar estaba tocando el violín.

    - Tocas mejor a Mozart en ciertas partituras…

    Oscar agradeció y dejó el violín a un lado. Luego miró por la ventana.

    - No sabemos qué suceda mañana…-empezó.

    André aspiró el aroma de la habitación, sintiendo que aquel aire era el más puro que jamás hubiera respirado.

    - Lo sé, Oscar…el mañana es incierto.

    - Pero el hoy está aquí…

    André preguntó.

    - ¿Qué querías decirme?

    - Quiero decirte algo importante…-señaló Oscar dulcificando el tono.

    André aguardó por sus palabras.

    - Quiero…esta noche…ser la mujer de André Grandier…

    El muchacho estaba desconcertado.

    - ¿Cómo? Pero…¿acaso tú?

    - Sí…quiero estar contigo…que esta noche me hagas sentir tuya…quiero entregarme a ti, André.

    El muchacho se postró ante ella.

    - Por favor, Oscar…no comprendo.

    - Sí que me entiendes…quiero ser tuya, André…esta misma noche.

    El joven lloró.

    - No puede ser…yo no tengo nada que pueda valer…no tengo dinero, ni un título de nobleza.

    - Eso les agradará a otras mujeres, pero para mí, eso no da la felicidad. Para mí, un corazón sincero y lleno de amor es suficiente. Y yo…yo te amo.

    Un abrazo los fundió. Ella se dejó llevar un momento pero luego se detuvo.

    - Pero…tengo miedo…-dijo apartándose un poco.

    André se acercó y la tomó por el brazo.

    - Ya no puedo esperar más, Oscar…no tengas miedo…no te haré daño.

    Entonces, la tomó en brazos y la llevó hasta la cama entre dulces besos.

    Poco a poco, ella fue cediendo a la pasión y el amor del joven Grandier, quien se esmeraba en demostrarle todo el amor que llevaba consigo, el amor que había guardado durante tanto tiempo.

    Ella dudaba. Lo que sentía era hermoso pero su resistencia la hacía sentirse confundida.

    - André…te amo tanto…de verdad…quiero ser tuya…

    - Y yo…sólo anhelo hacerte feliz…que goces entre mis brazos.

    Durante largos momentos la pareja encontró posturas que los hicieron temblar de amor…poco a poco se fueron convenciendo que ya no había marcha atrás…que eran uno del otro.

    Y tras el culmen, la fusión de sus cuerpos y almas les reveló que ya no habría amor más intenso que el suyo. Ahora, ella era la mujer de André Grandier…lo que sucediera al otro día ya no importaba.
     
  6.  
    Andrea Sparrow

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    530
    Cap. 81

    Aquella noche el tiempo era su aliado y su enemigo también. Porque les pareció tan corta para demostrarse todo lo que se amaban.

    André estaba tan ansioso cuando comenzó a besarla que se tuvo miedo de momento. Pero ella le mostró que estaba dispuesta, que podía continuar.

    Y entonces, sus labios decoraron con besos su piel, saboreando las cimas de sus pechos y su vientre blanco. Ella gemía dulcemente mientras él se deleitaba con su sabor femenino.

    - Tiene tanto que no toco a una mujer…cuando toqué a alguna…sólo pensaba en ti…te deseaba…gozaba pensando en tu cuerpo…y ahora que te tengo, quiero entregarte lo mejor de mí…amarte como jamás he amado a nadie.

    Besando cada centímetro de su piel, adormeció a la joven sumiéndola en un profundo sueño de amor.

    Ella se sentía mujer por vez primera. Era tan delicioso el contacto de André que casi creyó estallar de placer al sentir sus labios candentes.

    Al fin, acercó su virilidad para humectarla en su femineidad…estaba encendido de pasión.

    - Se siente muy cálido…-susurraba ella.

    - Eres tú, amor…la que está ardiendo. Y yo voy a entrar en ti…por fin…

    Su cuerpo se fue adentrando, provocando algo de dolor, pero cuando se sintió seguro de ella, fue acoplándose a su interior, gozando de lo lindo.

    Ella también se entregó como nunca. Disfrutaba de sus acometidas y le permitía más acceso.

    Y horas después del primer encuentro, ella le pidió ser quien se acoplara a él. Cual si montara un caballo, se sostuvo de su pecho para hacerse penetrar y mordiéndose los labios, enloquecía de placer.

    André le mostró otros secretos de la pasión que ella aún desconocía. No hubo punto de su cuerpo que no fuera tocado por él…no hubo punto del cuerpo de su amado que no fuera degustado por ella…hasta encontrar el clímax, donde sus cuerpos exhalaron un ardiente suspiro, mientras se contraían rítmicamente y sus músculos se relajaban.

    Durante horas se fundieron una y otra vez hasta quedar exhaustos.

    Justo antes del amanecer, André acariciaba su vientre.

    - ¿Estás cansada?

    - No…y no tengo miedo a nada.

    - Yo tampoco…te amo como a nadie y quisiera que este momento jamás culminara.


    Al amanecer, ella se apresuró a arreglarse. André también estaba ahí, listo para ayudarla.

    Se quedaron al margen, esperando lo que el pueblo haría.

    Los nobles atacaron. El ejército se defendió.

    - Ten cuidado, André- sugirió.- No te pongas mucho en el frente.

    - Tranquila, que estaré pendiente de ti.

    Los ataques continuaron. La gente comenzó a desbordarse de euforia. La Bastilla fue atacada.

    El combate se recrudeció hasta que una bala se encajó en el pecho de André.

    Oscar lo encontró.

    - ¡André! ¡Mi esposo…!

    - Oscar…no sé si pueda…respirar…te amo…

    Todo indicaba que el muchacho estaba a punto de morir.


    Alain se acercó y lo apartó.

    - Tenemos que atenderlo. Si muere…lo hará en paz.

    Oscar continuó en el combate, sufriendo por André. Luchó con todo su ser hasta que notó que la sangre brotaba de su estómago. Una bala también estaba perforando su cuerpo…
     
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    Andrea Sparrow

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    CUARTA PARTE EL IMPERIO NAPOLEÓNICO

    Cap. 82

    Después de que comenzara la revolución, Bernard y Rosalie decidieron hacer lo posible por atender a Oscar y André.

    - El matrimonio Grandier- dijo Rosalie- yo siempre soñé con que se amaran y ahora…

    Bernard no sabía qué responder.

    - Será mejor que no hablemos ahora…hay que actuar con prudencia.

    Estuvieron al pendiente de lo sucedido.

    Fersen los ayudó. Pero no pudo hacer mucho porque tenía que proteger a la reina.

    - Les suplico que me perdonen. Yo solamente…

    - No tiene que darnos tantas explicaciones. Está bien…entendemos.

    Fersen fue a donde estaba la reina. No volvieron a verlo en un tiempo.

    Tras los ataques, Bernard y Rosalie se preguntaban.

    - ¿Y ahora qué vamos a hacer?

    - Ya encontraremos la manera. Pero…por ahora…tenemos que separarnos.

    - ¿Por qué?

    - No debemos levantar sospechas…además, tú sabes, lo de Oscar y André.

    Rosalie decidió hacer una pesquisa para saber qué hacer con Oscar y esperar si se salvaba o moría.

    Bernard, por su parte, se encargó de hacer lo mismo con André.

    Pero las cosas no salieron tan bien cómo hubieran querido. La gente del pueblo saqueaba las casas de los nobles y entre Robespierre y su comitiva se encargaron de llevar a juicio a los condes y duques, que consideraban causantes de la desgracia de los pobres.






    20 julio

    “Querida Rosalie:

    He sufrido mucho todo este tiempo sin ti. No pudimos despedirnos bien cuando nos separamos el 14 de este mes. Quería decirte lo mucho que te amo y la necesidad inmensa que tengo de estar a tu lado, de que tu dulce presencia llene mis horas de dolor.

    Cada día que pasa tengo que poner de manifiesto en mis panfletos la inconformidad que el pueblo sigue teniendo al respecto del nuevo gobierno. No ha habido acuerdos y la gente sigue preocupándose por la espera de la instauración de la República.

    Yo estoy cada vez más lejos de la postura de Robespierre. Lamento tanto que Maximilien sea tan estricto, pero está llevando demasiado lejos sus ansias de libertad. No puedo seguirle los pasos durante mucho tiempo. Tú estás antes que los ideales que él proponga. Espero que la violencia ceda y pueda ir a verte a Lyon. París sin ti es como una prisión. Te amo. Bernard Chatelet.”


    Tres días después llegó la carta a su destino. La carta fue leída casi una semana después.

    23 de julio

    “Mi amado Bernard.

    Las cosas por acá están estables. Lyon es hermoso. Estoy en una pequeña finca. He seguido sufriendo mucho más por lo de Oscar. Y sé que la situación se sigue haciendo más compleja. Quisiera poder estar cerca de ti. Ahora mismo dejaría todo para ir a París a reunirme contigo, pero tan sólo pensar en marchar de este sitio y preocuparte, me aterra.

    Quiero que sepas que yo también sufro por no haber estado a tu lado el día de la despedida, sin embargo, aguardo el momento en que nos podamos reunir.

    Mi alma es tuya y siempre estoy contigo, aunque físicamente no esté a tu lado. Te ama también tu esposa: Rosalie Chatelet.”


    La siguiente carta fue leída con rapidez pero la respuesta tardó en llegar. Rosalie

    estaba muy preocupada por Bernard. Hubiera querido tener noticia inmediatamente, pero el

    cambio de régimen era un complicación para Chatelet, puesto que un joven general que había llegado a ser muy importante entre los soldados de la revolución, ahora se estaba convirtiendo en la cabeza de aquel nuevo gobierno.


    A Bernard no le agradaba mucho la presencia de aquel joven, que aunque inteligente y de mirada profunda, se notaba demasiado apasionado y algo inquieto. Era pequeño de estatura, pero eso no impedía que tuviera una personalidad atrayente e impositiva.


    La carta de respuesta llegó al fin, a principios de agosto.

    5 de agosto


    “Rosalie, perdona por el retraso en mi respuesta. Estuve escondido un tiempo porque no quería que el nuevo general supiera mucho sobre mí. Tenía que conocerlo primero para poder generar una idea de cómo sería su personalidad. Afortunadamente, ahora, pienso que es alguien importante, capaz de llevar a Francia a ser una potencia. Pero la situación con la gente pobre no ha mejorado mucho. A pesar de todo, hasta mis amigos concuerdan en que las cosas todavía pueden salir mejor.


    En cuanto a…eso, todavía tengo mis reservas. Es un secreto que debemos guardar por ahora, hasta que haya una mejor oportunidad. Y cuando ese secreto se revele del todo, la felicidad llegará para todos.


    Pero no te escribo solamente para eso, mi vida. Esta carta tiene que servir para hacerte saber el amor tan grande que te tengo y que sientas, a través de estas líneas, la ansiedad que me domina por ir corriendo hasta Lyon a cualquier hora para poder verte. Extraño de ti todo lo que amo y también lo que me desagrada, que es mínimo. Te amo como eres y no hay nada en ti que pudiera desagradarme. Cuento los días para poder dejar esta ciudad aunque sea por unas cuantas horas y poder ir a la finca a dejarte aunque sea, un ardoroso beso y algunos momentos contigo que sean para nosotros inolvidables.


    Todavía te debo nuestra luna de miel. Cuando llegue el momento, me gustaría que fuera en Lyon, si las condiciones lo permiten. El cielo siempre me recuerda la dulzura de tus ojos, sea de día o de noche, más de noche porque es cuando más anhelo tenerte entre mis brazos y decirte al oído los secretos más profundos de mi ser.


    Compré una casa en las afueras de París. Es pequeña pero hermosa. Ese será nuestro hogar definitivo cuando todo lo malo haya pasado y hayamos podido cumplir con el cometido que por el momento nos separa.


    Te adora tu esposo: Bernard Chatelet”



    Cuando la carta llegó, la joven esposa lloró a lágrima abierta. Pero luego miró los ojos de la chica que yacía en esa cama y eso la ayudó a contenerse. Esa mujer también había sufrido. Y cuando despertara las cosas quizás no serían mejores para ella.
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 83


    10 de agosto


    Querido Bernard:


    Desde el día que recibí tu carta no he podido dormir bien una sola noche. Lloré como no tienes una idea, pensando solamente en lo que estarías sufriendo, escondido, hasta que puedas confiar un poco más en ese hombre.


    Los periódicos que llegan a Lyon dicen que ese general es inteligente y que tiene una capacidad extraordinaria para los combates. Eso puede ayudar a que Francia, aunque por aquí no todos están de acuerdo.


    No he podido confiar en nadie que no sea la vieja Rose para poder atender a quien tú ya sabes. Ella me ha preguntado mucho por ti y no he podido decirle nada porque en tus cartas no me puedes dar detalles de dónde te encuentras. Y yo no quiero exponerte sabiendo en dónde estás. Pero tengo la esperanza de que pronto podré tener noticias. Por el momento, quiero que sepas lo mucho que te extraño y que quiero tenerte a mi lado.


    Ella se encuentra bien. Por el momento, las crisis están cediendo. El doctor dice que pronto despertará y podré hablar con ella. Me gustaría saber cómo va él, para poder complementar la alegría y saber si pronto te veré.


    En espera de ti, tu esposa que te adora: Rosalie Chatelet.




    15 de agosto


    Las cosas se recrudecen con la gente del pueblo. Pero el imperio está por consumarse. Todos dicen que será un tiempo de prosperidad para Francia. Yo todavía lo pongo en duda.


    Mi vida y la de mi gente ya no corre peligro. Por eso me siento feliz porque ya estoy de vuelta en París. Ahora sí puedo darte detalles de la salud de nuestro gran amigo. Está cediendo la infección y por momentos despierta y sonríe veladamente.


    Si su salud no se compromete en unos días, podré darte una sorpresa próximamente. No quiero avisarte de antemano para no quedar mal y sufrir después por no poder verte o hacerte sufrir a ti innecesariamente. Sin embargo, la fecha se aproxima y ya anhelo que ese momento llegue.


    Para tranquilizarte, he de decirte que él se encuentra cada vez mejor. Y me alegra mucho saber que ella también se encuentra mejor. Cuando ambos se recuperen también se pueden reunir y disfrutar la felicidad que les ha sido negada.


    Y sueño con que nuestra felicidad, que ahora está supeditada a la de otros, se pueda concretar cuando otros hayan recuperado parte de la suya. Y al encontrarla, nadie nos la podrá quitar.


    Espérame. Bernard Chatelet.


    Rosalie dobló la carta.


    Desde entonces, contaba los días para esperar el momento en que Bernard llegara a visitarla.


    Después, al día siguiente, la mujer que yacía en aquella cama despertó.

    - ¿Dónde estoy?

    Rosalie corrió donde ella y le acercó algo de agua.

    - ¿Se siente bien?

    - Sí…-dijo ella débilmente.

    Rosalie sonrió y le acomodó las mantas.

    - Me alegra tanto verla despierta.

    - Rosalie…¿dónde está él?

    La esposa de Chatelet trataría de explicarle lo mejor posible lo poco que sabía al respecto.

    - Ahora descanse que mañana podrá hablar.

    - Gracias, Rosalie- respondió aquella mujer de cabello rubio que bien conocía la nobleza y amor del corazón de la esposa de Bernard, el periodista.
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 84


    En París, en casa de Bernard Chatelet, el hombre subió a revisar a aquel joven que aun yacía en cama.


    Éste despertó un poco adolorido y preguntó.

    - ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está…Oscar?

    Bernard le secó la frente y explicó.

    - Te encuentras en mi casa, André. Estás mejor. Ya no tienes fiebre. Seguramente los medicamentos que te prescribieron están surtiendo efecto.

    - ¿Y Oscar?

    - Está en Lyon, con Rosalie.

    André soltó una lágrima.

    - ¿Cómo está?

    - Bien, dice Rosalie que se está recuperando.

    - ¿Re-cuperando?- preguntó.

    - Una bala se adentró en su pecho pero no murió.

    - Tengo que verla…

    - No es momento. Yo voy a reunirme con Rosalie pasado mañana y traeré noticias de ella. Una vez que estés mejor, podrás ir a verla.

    - Está bien…Bernard, por favor, dile que la extraño. Que anhelo verla.

    - No te preocupes. Hoy mismo haré mis maletas y te atenderé hasta que te deje en manos de mi prima para que te cuide hasta que yo regrese. Descansa ahora.

    André asintió y se volvió a dormir.


    En Lyon, Oscar le preguntaba a Rosalie por André.

    - ¿Qué te ha dicho Bernard sobre André?

    - La última vez dijo que se estaba recuperando. Vendrá en unos días y nos traerá más noticias sobre él. Ahora, descanse, por favor.

    - Cuando venga, envíale un recado para André. Que sepa que estoy bien y que…

    - Tranquila, cuando sea el momento lo sabrá. Ahora debe reposar para cuando André venga.

    Oscar entrecerró los ojos, mientras Rosalie ponía todo en orden para cuando Bernard llegara.


    Al fin llegó el ansiado momento.

    Bernard arribó a caballo a Lyon. Cuando llegó a la casa donde Rosalie se encontraba estaba sumamente nervioso.

    Tocó a la puerta. Rosalie salió y se quedó estupefacta. Bernard, su esposo, estaba frente a ella.

    - Señora Chatelet, ¿podría salir de su asombro?

    Rosalie se arrojó a sus brazos. Bernard la besó intensamente.

    - Bernard…te extrañé tanto.

    - Y yo a ti…vamos adentro.

    Entraron a la casa y dentro se volvieron a besar. Bernard estaba loco de alegría. La dueña de la casa saludó.

    - Bienvenido, Bernard. Rosalie ya contaba los días para verte.

    - Yo también. Dígame, ¿cómo está Oscar?

    Rosalie explicó.

    - Ya despertó y preguntó por André.

    - Lo mismo pasó con él. Lo primero que hizo fue preguntar por ella. En un rato subiremos para verla. Pero ahora sólo quiero que me digas cómo estás…

    La otra mujer los dejó solos.

    - Bien…aunque no me he sentido del todo bien, es decir, me ha dolido un poco la cabeza y he tenido algo de náuseas.

    - ¿Ya te revisó algún doctor?

    - No aún. Revisaron a Oscar pero yo no quise que me revisaran.

    - Cuando venga el doctor a revisar a monsieur Oscar le pediré que te revise.

    - No es necesario, quizás es que te extrañaba mucho.

    Bernard asintió, besándola tiernamente.

    - De todos modos, te revisarán. Ahora ven conmigo, vamos para que veas lo que te he traído y lo que le he traído a Oscar.

    Subieron para saludarla. Bernard se acercó y tocó ligeramente la mano de Oscar.

    - Lady Oscar…

    Oscar entreabrió los ojos.

    - Bernard…eres tú.

    - Sí, milady. Aquí estoy.

    - Bienvenido…dime…¿cómo está…André?

    - Mejor, señorita Jarjayez…él también preguntó por usted.

    - Ya no soy…señorita Jarjayez…soy la señora Grandier.

    Bernard sonrió.

    - Su esposo la extraña mucho, señora. Está mejor y esperamos el momento de que ambos puedan reunirse.

    - Gracias, Bernard. Has sido muy bueno con nosotros. ¿Cómo pagártelo?

    - No diga eso. Cuando ustedes estén juntos, nos sentiremos bien pagados. Ahora descanse. Mañana será otro día.

    Oscar sonrió cerrando los ojos.


    En la noche, Rosalie miraba por la ventana. Bernard entró y tomó por los hombros a Rosalie.

    - ¿Qué miras por la ventana?

    - La noche…ahora se ve más hermosa que otras veces.

    Bernard se acercó y miró el rostro de Rosalie a la luz de la luna.

    - Tienes razón…la noche es más hermosa ahora…

    Un tierno beso los detuvo, pegados al piso. Bernard bajó las manos y estrechó la cintura de Rosalie. Sus labios y su lengua se fueron abriendo paso por la boca de su esposa para seducirla. Entreabrió su lábil camisón para acariciar sus formas directamente. Ella, tímidamente, entreabrió la camisa de Bernard y acarició su pecho.

    La ropa se fue apartando totalmente hasta que llegaron a la cama. Y momentos más tarde, el fuego de la pasión y el amor que sentían los fue encendiendo para fundirse intensamente, como no habían podido hacer desde que se tuvieron que separar por el estallido de la Revolución.


    A la mañana siguiente, el doctor revisó a Oscar.

    - ¿Está seguro, doctor?

    - Totalmente- reveló.

    Oscar soltó dos lágrimas. Aquel secreto no se lo revelaría más que a André.


    Luego, el médico revisó a Rosalie. Bernard estaba con ella.

    - ¿Cómo se encuentra, doctor?

    - Bien, aunque un poco débil. Pero en buen estado. Sólo tiene que cuidarse mucho para que su bebé crezca sano.

    - ¿Bebé?- preguntó Rosalie.

    - Sí, señora. ¿No se lo había dicho a su esposo?

    - No…es que no lo sabía todavía.

    Bernard estaba emocionado.

    - Un hijo- comentó- es lo más hermoso que me podía pasar. Gracias, Rosalie- dijo besando la frente de su esposa.
     
  10.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    16 Enero 2015
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    Escritora
    Título:
    Lumiére et nuit [Finalizado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    1044
    Cap. 85

    Rosalie estaba feliz por la noticia. Bernard también celebraba que su esposa le iba a dar un hijo, después de tanto dolor.

    - Será bienvenido por la familia de general Bonaparte.

    - ¿Cómo es él?

    - Ya podrás conocerlo cuando volvamos a París.

    - No puedo apartarme de aquí hasta que Oscar se recupere del todo.

    - Habrá que esperar sólo a que el doctor determine que puede viajar para poder darle la sorpresa. El general Bonaparte recibirá con gusto a los amigos de Robespierre en su casa.

    - ¿Crees que sea buena idea?

    - Buena no, Rosalie. Excelente- aseveró Chatelet.


    Durante tres días permaneció Bernard en la casa de Lyon. Su esposa le prometió que se cuidaría mucho.

    - Manténme al tanto de ti y de Oscar. En cuanto estén bien, haré que las trasladen a París. El encuentro de los esposos Grandier será maravilloso.

    - No tardes en volver, Bernard.

    El esposo besó sus labios y su frente.

    - Por supuesto que no, ma cherie. Te necesito mucho.

    Bernard partió con el corazón triste por tener que dejar a su esposa y más en su estado, pero sabía que tenía que volver para saber en qué estado se encontraba ahora André Grandier.

    Cuando volvió, Bernard entró en la habitación y casi le parecía ver en Bernard a su amada.

    - ¿Qué noticias…traes?

    - Calma, André. Oscar está bien. Dijo el médico que en unos días estará perfectamente bien.

    - ¿Podré verla?

    - No lo sé, eso dependerá de lo que el doctor determine. Pero por ahora debes mejorarte lo suficiente.

    Pasado un rato, Bernard anunció a André que tenía una visita muy importante.

    - André…hay alguien que quiere verte.

    - Que pase, por favor.

    Cuando se dio cuenta, tenía frente a él al general Bonaparte.

    - Bon souir, monsieur Grandier- dijo Bonaparte.

    - Bienvenido, general.

    André hizo que lo sentaran para atender levantado a su visitante.

    - No debe moverse.

    - Me siento mejor, general. Dígame, ¿a qué debo el honor de su visita?

    - Bernard me puso al tanto de la enorme labor que desempeñó para dotar a la república de soberanía y libertad. Y lo mismo me dijeron de su esposa.

    André sonrió con lágrimas en los ojos.

    - No ha sido nada, general. Lo hicimos por amor a Francia.

    - También sé que hubo en su momento una diferencia de clases tremenda entre usted y su mujer. Pero eso ha terminado. Los dos son soldados de la república y eso es lo que importa. Así que, en cuanto ambos se encuentren bien, se celebrarán los esponsales.

    - Merci, general- agregó André, emocionado.

    - No me lo agradezca, es un honor poder ayudarlos. Otra cosa, enviaré a uno de los mejores médicos de Francia para que le revise. Sé lo que sucedió con su ojo izquierdo.

    André se apenó.

    - No se ponga así. Perder un órgano en el deber es honroso. Así que si pueden ayudarlo en esto, no cesaré en el empeño en conseguir que le devuelvan a usted la vista.

    El joven Grandier se emocionó de nueva cuenta y respondió.

    - No habrá manera en que pueda pagarle lo que ha hecho por nosotros.

    - Estaré de vuelta pronto, monsieur Grandier. Con su permiso.

    Cuando éste salió, Bernard dijo a André.

    - Es un gran tipo, ¿cierto?

    - Así parece…se lo agradezco tanto.

    - Oye, de paso, quiero darte una noticia fenomenal. El doctor revisó a Rosalie y…

    - ¿Qué sucede?

    - Nos dijo que Rosalie y yo vamos a tener un hijo, André. Y queremos que Oscar y tú sean los padrinos.

    - Gracias, Bernard. Te felicito, a ti y a Rosalie.

    - Bueno, amigo, es hora de descansar. En un rato vendrá el doctor. Yo voy arriba a escribir una carta más.


    La misiva se envió correctamente. La respuesta no llegó. Bernard estaba ansioso.

    Una semana después de que se esperara la carta de respuesta, un carruaje tocó a la puerta de la casa de París.

    Bernard abrió la puerta. Inmediatamente recibió a Rosalie entre sus brazos y ayudó a Oscar a bajar del carruaje.

    - Bienvenida, lady Oscar.

    - Gracias, Bernard.

    Ya dentro, estuvieron conversando un poco mientras acomodaban la habitación de Oscar.

    André estaba solo arriba. Escuchaba algo de ruido pero no quería moverse. Tomó su bastón, se incorporó y estaba a punto de salir, cuando escuchó que la puerta chirriaba.

    No podía ver bien que estaba entrando y menos con uno de sus ojos en penumbra.

    - ¿Quién es?- preguntó.

    Alguien se acercó y acarició su melena negra, besando sus labios tiernamente.

    André reconoció inmediatamente esos labios.

    - Oscar…-musitó con dulzura.

    - Estoy aquí, André.- dijo ella llorando también.

    Momentos después, conversaban entre ellos.

    - Tuve tanto miedo de que hubieras muerto. – comentó André.- Me dijeron que una bala había tocado tu pecho. Temí lo peor.

    - Y yo pensé que habías muerto, hasta que Bernard le hizo saber a Rosalie que te había encontrado con vida y que te había llevado a una casa ahora perteneciente al general Bonaparte.

    - Apenas he podido creer todo lo que ha sucedido. Creo que una cosa más y me volvería loco de alegría.

    Oscar lo miró con ojos centelleantes y tomó su mano para llevarla a su vientre.

    - ¿Te dice algo esto?

    André tocó su vientre y miró a Oscar. Ella asintió.

    - Esto es…demasiado, Oscar. ¿Acaso merezco tanta felicidad?

    Un beso apasionado unió sus labios para luego marchar a sus habitaciones.


    Días después se celebró la unión formal de Oscar y André Grandier.

    No había familiares de ambos pero sí amigos y conocidos que sabían perfectamente qué historia los había llevado a estar ahora juntos.

    Bonaparte dio su apoyo para que continuaran siendo soldados ahora del futuro imperio.

    Bernard y Maximilien comentaban.

    - Jamás me hubiera imaginado que éstos dos terminarían casados.

    - Yo tampoco, Bernard. Pero tal parece que el cambio en la república ha generado cambios en las personas. Tú, ahora, casado y en vísperas de ser padre.

    Bernard asintió.

    - Lo sé, es difícil de imaginarlo pero es como todo lo que sucede en la vida: en momentos hay luz y en otros, oscuridad. Sólo hay que saber esperar….

    FIN
     
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  1. Andrea Sparrow
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