Lady Oscar Lumiére et nuit [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 18 Abril 2015.

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    Andrea Sparrow

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    Lumiére et nuit [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    2109
    Cap. 57

    Cuando llegaron a Versalles una bomba acababa de estallar.

    La reina había montado en cólera.

    André se adelantó.

    - Déjame ver que está pasando en el salón de Espejos.

    André entró sigilosamente. Uno de los valet de la reina le dijo:

    - Informa a tu amo, monsieur Oscar…la reina está muy molesta y espera que esté presente Oscar…es necesario.

    André asintió con la cabeza.

    Cuando André fue con Oscar, le dijo:

    - La reina y el rey Luis XVI está muy molesta…está presente el joyero Boehmer y el cardenal de Rohan.

    - ¿El cardenal de Rohan?- dijo Oscar con los ojos muy abiertos.- Ven, vamos…

    Cuando entraron al salón, Oscar escuchó el reclamo de María Antonieta:

    - ¿Yo, reunirme en el bosque de Venus con el cardenal de Rohan? ¿Y haber comprado el collar y pedir que este hombre fuera mi garante? ¿De qué disparate habla? En todo este tiempo no he cruzado palabra con este hombre…

    El cardenal trató de excusarse.

    - Pe-pero…si madame Valois de la Motte me dio las cartas de su Majestad para mí y un contrato firmado.

    Oscar se preguntó:

    - ¿De la Motte?

    El rey Luis dijo:

    - Pero…cardenal, todos saben que la reina nunca firma como María Antonieta de Francia; además, esta escritura es muy diferente de la de su Majestad.

    El cardenal bajó la cabeza.

    La reina insistió.

    - A esa mujer, Valois, yo jamás le he concedido una audiencia ni a ella ni a su marido de la Motte.

    Oscar intervino.

    - Majestad…ese hombre, el marido de Valois, Nicolás de la Motte, pertenece a los hombres a mi cargo.

    El cardenal habló:

    - Majestad…yo pagaré la joya por mi cuenta, pero por favor, que este caso no se mencione…que todo quede en secreto…

    El rey respondió:

    - Después de todo…el cardenal fue engañado…debería quedar todo en secreto…

    Pero la reina enfureció:

    - ¡No! Seguramente este hombre planeó todo…que lo encierren, que sea juzgado y expuesto a todos…

    Pero Polignac intervino.

    - Majestad…creo que aquí hay alguien más que puede ser culpable…Monsieur Oscar Jarjayez, usted es culpable por no cuidar convenientemente a los hombres a su cargo…

    Luego pensó:

    “Es la oportunidad perfecta para deshacerme de ella de una vez por todas…”

    La reina no dijo nada pero hizo una observación a Oscar.

    - Ella no puede conocer todo lo que ellos pretenden hacer.

    El coronel Bouillon ordenó:

    - Capitán Jarjayez, arreste al cardenal de Rohan y busque a todos los culpables de este incidente…

    - Sí, su Excelencia- respondió Jarjayez, con una leve sonrisa de satisfacción.

    Luego se dirigió al cardenal:

    - Lo siento, cardenal…venga conmigo…

    En su mente pensaba:

    “De la Motte…así que eso era lo que estaba haciendo.”


    Mientras tanto, Jeanne pagaba a Olive por haberse prestado a sustituir a la reina de esa manera.

    - Apenas puedo creer lo que hicimos…

    Luego pensó:

    “Tengo que ser cuidadosa…tendré que deshacerme de Olive antes de lo previsto…podría traernos complicaciones…”

    Estaba a punto de tomar un arma cuando llegó Oscar Jarjayez, acompañada de su guardia.

    - ¡Jeanne Valois de la Motte, usted y su esposo, está arrestada por falsificación, hurto y fraude!

    Jeanne estaba asustada. Oscar reparó en Olive y se asombró del parecido.

    - ¿Su Majestad?

    Jeanne sabía que estaba perdida. Su marido se había ido a vender el collar y la prueba era evidente.

    De esa manera el incidente se hizo público en cuestión de días.

    Todos comentaban en las calles la información respecto al fraude.

    - Entonces, ¿el cardenal de Rohan robó todo esa cantidad de dinero?

    - Así es…y dicen que esa mujer mintió y falsificó la firma de Su Majestad…

    Nicolás de la Motte huyó, pero el resto de los implicados fueron encerrados en la Bastilla hasta el día del juicio.


    Oscar deambulaba por la casa pensando en lo que sucedería con aquellos hombres y mujeres.

    André la miraba avanzara de forma desasosegada.

    - Me preocupa tu actitud- dijo André Grandier.- Sé que es un caso muy grave.

    - Lo sé…es como para volverse loco. El cardenal de Rohan sigue encerrado…esa mujer, la que se parece tanto a la reina, también. Sólo de la Motte no ha regresado…pero en cuanto lo haga…

    - ¿Y si no vuelve?- preguntó André.

    Oscar lo miró con el aliento suspendido.

    - Eso es algo que me preocupaba también…


    Rosalie salió aquella tarde por unas costuras, cuando escuchó que hablaban acerca de la mujer que había estafado 1,600,000 libras.

    - ¿Qué sucederá con esa mujer, Jeanne Valois?

    - ¿La que estafó el dinero del collar y falsificó la firma de Su Majestad? Pues…seguramente será condenada a muerte.

    Rosalie escuchó el nombre de Jeanne Valois y se asustó.

    - ¡No…no puede ser!

    Subió al carruaje Jarjayez lo más rápido que pudo y pidió volver enseguida.

    Cuando volvió fue a su habitación, en espera de poder hablar con Monsieur Jarjayez.

    Oscar la vio subir y le habló:

    - Rosalie…¿qué sucede?

    - Jeanne…ella no puede ser una ladrona…

    Oscar escuchó de sus labios la triste confesión de su aparente vínculo con esa mujer.



    - Así que…Jeanne es…

    - No exactamente. Ahora ya sé que no somos hermanas del todo. Pero nos criamos juntas…

    - Lo lamento tanto…sin embargo…ella debe pagar por lo que hizo. Es ambiciosa…

    - Sin embargo, dudo que haya actuado sola.

    Oscar le dijo:

    - Mañana comenzará el juicio. Dime, ¿quieres venir conmigo?

    - No sé si soporte verla ahí pero…quisiera estar para que sepa que cuenta conmigo a pesar de todo.

    Oscar sonrió.

    - Está bien. Pero si te llegas a sentir mal, sólo tienes que volver a casa.

    Rosalie asintió. Estaba dispuesta a soportar estar ahí.

    André se acercó.

    - ¿Crees que sea conveniente?

    - Si no se siente bien, volverá.

    André aceptó.

    - Yo mismo la traeré a casa…


    Bernard se reunió con Maximilien.

    - ¿En serio crees que esa mujer no compró la joya e inculpó a Jeanne Valois?

    - No- dijo Maximilien.- Esa mujer, al parecer, aprovechó la posición de su esposo en la corte para comenzar a trazar su plan.

    - Me sorprendes, Max- advirtió Bernard.- ¿Cómo se te ocurre pensar que la reina puede ser inocente? ¿No te das cuenta de la vida licenciosa que lleva? ¿Cabe acaso la duda de que ella haya comprado el collar y por no pagar, haya inculpado a esa mujer?

    - Sigo sosteniendo esa tesis, Bernard- aseguró Maximilien.- Lamento que no compartamos la opinión. Sin embargo, nada está demostrado aún. Falta saber lo que sucederá en el juicio. Si esa mujer es inocente, que tal vez suceda, yo podría estar equivocado y lo aceptaría.

    Bernard miró en lontananza.

    - Tengo tanto que sentir de los nobles que ni de la reina ni de la mujer esa estaré convencido de su inocencia.

    - Insisto, Bernard. Debes luchar para sacarte a Rosalie Lamorlierie de la cabeza.

    - Eso es lo que intento, Max…


    En tanto el juicio comenzaría por fin.

    En la sala se encontraban, entre la gente, Oscar, Rosalie, André y algunos otros miembros de la nobleza.

    Al principio apareció ante los asombrados ojos de Oscar la figura de Nicole de Oliva, la mujer que suplantó a la reina.

    Algunos murmuraban.

    - Seguramente la reina compró la joya y quiere que recaiga la culpabilidad en esa mujer.

    - Es cierto…todos conocemos los excesos de María Antonieta.

    Oscar, sin embargo, sólo escuchaba y procuraba que todos permanecieran en silencio.

    - ¿Cabe la posibilidad de que Jeanne sea inocente, coronel?- preguntó Oscar.

    - No lo sé, Oscar. Y me preocupa eso porque…su Majestad podría verse sumamente afectada por este suceso.


    En tanto, André veía las mortificaciones de que era sujeto Oscar…a él no le gustaba verla así, tan triste y acongojada por la reina.

    - No puedo evitarlo. Le afecta más de lo que parece- sugirió André en voz baja a Rosalie, en relación a Oscar.

    - Me preocupa- señaló Rosalie.- La he visto beber un poco más de lo normal.

    - ¿Beber? Esto no me gusta nada…-comentó.- Creo que tendré que comunicárselo a alguien más…que no quería pero…va a tener que ser necesario…tal vez.


    El juicio comenzó.

    - Se ordena a la procesada que expresa algo en su defensa.

    Jeanne dijo al fin.

    - Aquí el culpable…es el cardenal de Rohan. Él es el ladrón.

    - ¿Yo, lady Jeanne?- preguntó, escandalizado, el cardenal.

    - Sí…él fue quien cometió el robo. Sólo seguía sus órdenes…

    - Lady Jeanne- argumentó el fiscal.- No tenemos tiempo para sus mentiras.

    - ¿Mentiras, ha dicho? Entonces, ¿cómo puede demostrar que soy una criminal? ¿Dónde está el collar que supuestamente fue robado? El collar no aparece por ningún lado. Eso demuestra que yo no lo tengo. Así que…el cardenal fue quien me obligó…

    En vista de que el collar no estaba a la vista, la sesión se tuvo que posponer hasta que se pudieran encontrar pruebas suficientes a favor o en contra.


    En tanto la gente seguía comentando.

    - Esa mujer debe tener una coartada…

    - Tal vez tiene razón- decían otros.- Quizás la reina compró el collar y ella fue a quien culparon. Debe haber estado de acuerdo su Majestad con el cardenal…


    Pasados unos días, continuó la sesión.

    - Ordenad que se presente de nuevo Nicole de Oliva.

    El parecido de ella con la reina era asombroso.

    Algunos murmuraban.

    - Es la reina.

    - No, no puede ser- dijeron otros.- Sólo se le parece. No lo es.

    Jeanne se vio acorralada. La mujer hablaría.

    Pero luego pensó.

    “No hay pruebas en tu contra. Tienes que pensar en algo rápido, Jeanne”.

    El juez comenzó.

    - ¿Y bien, lady Jeanne Valois de la Motte? ¿Cómo explica la presencia de esta mujer aquí?

    - En realidad…debo decir que…yo planeé todo esto por…solicitud de alguien de clase muy alta. Y esa persona es…la reina María Antonieta.

    Oscar se puso en pie.

    - ¿Cómo puede decir eso?

    André la hizo sentar.

    - Cálmate, Oscar. Hay que averiguar qué tiene esta mujer entre manos.

    - Tienes razón.

    El juez interrogó a Jeanne.

    - ¿Y dígame…¿qué relación tiene usted con la reina?

    - Ella y yo…tenemos una relación…soy…lesbiana y soy su…amante…

    Eso hizo que Oscar montara en total cólera.

    La acusación era gravísima.

    Rosalie dijo:

    - Jeanne, ¿cómo puedes decir algo así?

    Jeanne miró a Oscar Jarjayez, la jefa de su esposo y a Rosalie junto a ella.


    El juez insistió.

    - ¿En qué se basa para decir que su Majestad le interesan las mujeres?

    Jeanne sonrió.

    - En que…la condesa de Polignac es la favorita de la reina…además, su guardia, Oscar Jarjayez, es mujer. Se viste como hombre pero es una mujer…¿qué más prueba quieren? Quiere a la mujer que le interesa vestida de hombre a su lado.

    Oscar se molestó sobremanera:

    - ¿Insinúas que soy una lesbiana? ¡Te voy a cortar en pedacitos!

    - Señor Oscar- decía Rosalie.

    - Es verdad…yo también lo soy.

    Oscar intervino.

    - ¿Cómo te atreves a decir eso, con tal de cubrir tus crímenes? Yo…desde antes de que María Antonieta llegara de Austria…

    El juez la calló.

    - A los miembros del público no les está permitido hablar, capitán. Guarde silencio o la haré sacar y arrestar por desacato…

    Oscar tuvo que guardar silencio. André esta mortificado.

    “¿Cómo se atreve esa mujer a decir eso de mi Oscar?”- pensó, dolorido.

    - Sólo me enferma…-murmuró Oscar en voz baja.


    Cuando la reina se enteró montó en cólera.

    Oscar le contó.

    - Su Majestad…el pueblo murmura. Esa mujer se atrevió a difamarla…a mentir diciendo que es una lesbiana…algunos dicen que es Rohan el culpable…otros que Jeanne…otros que usted.

    La reina molesta y herida buscó la protección del rey.

    Pero éste no sabía qué pensar.


    En tanto, en la casa Jarjayez, Oscar bebió una copa más, pensando en el destino de la reina por este caso.

    André le quitó la copa.

    - No bebas más, Oscar. Así no vas a resolver el asunto.

    - Lo sé pero…es que esa mujer es tan audaz…astuta y horrible…

    - Tienes razón…ha llegado a un extremo terrible…

    - Pero si en una ocasión dijiste que era muy hermosa, ¿no?

    André negó.

    - Fue sólo el exterior…me equivoqué.

    Oscar lo dejó hablando solo. André quiso interpretar ese gesto como una especie de celos…
     
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    Andrea Sparrow

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    Lumiére et nuit [Finalizado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
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    87
     
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    977
    Cap. 58

    Oscar estaba preocupada. El asunto de Jeanne Valois la tenía en vilo.

    André notó que la muchacha se sentía angustiada por ello.

    Así que salió a ver a alguien. Oscar le preguntó.

    - ¿Vas a salir?

    - Sí…tengo una diligencia que me encomendó mi abuela. Prometo no tardar.

    - ¿Ya no quieres contarme?

    - Perdóname pero no puedo contarte. No sé si voy a encontrar a la persona que busco.

    - Está bien…sólo ten cuidado.

    - Lo prometo- observó André.

    Viajó un rato hasta llegar a la mansión del conde Fersen.

    Lo encontró en la sala leyendo.

    - Monsieur Fersen- comentó André.

    Fersen lo recibió amablemente.

    - André…¿a qué debo tu visita? ¿Le ha pasado algo a Oscar?

    - No exactamente- comentó André.- Es el asunto de la detención de Jeanne Valois de la Motte.

    - Ah, ya comprendo. Pero, ¿qué sucede con Oscar?

    - Jeanne comentó que la reina y ella tenían una relación lésbica…y que Oscar también es su amante.

    Fersen golpeó el escritorio.

    - Pensé que no ir al juicio iba a ser más benéfico. Pero ahora pienso que no como yo creía…pobre Oscar. ¡Eso es injusto, una calumnia!

    - Lo sé- dijo André.- Por eso quiero pedirle su ayuda para poder convencerla de que no se mortifique. Estuvo bebiendo un rato y se lo impedí.

    - Hiciste bien- dijo Fersen.- Por cierto…quería preguntarte algo pero…me parecía impropio. Dime, André…¿tú…la amas?

    André se quedó en silencio dos segundos de espaldas al conde.

    - ¿Por qué me pregunta eso?

    - Es difícil no notar la forma en que diriges a ella, cómo la miras, cómo la cuidas…no eres un compañero cualquiera. Sólo tú eres capaz de convencerla en todo. Eres capaz de doblegar su coraje…


    André respondió.

    - ¿Y de qué me sirve quererla- preguntó André- si ella está enamorada de otro…?

    - ¿De otro?

    - Sí- dijo André.- Sólo me pida que se lo diga, porque no pienso hacerlo. Es un secreto que guardaré siempre.

    - Está bien, no es necesario que me lo digas, pero…y eso hombre, ¿también la ama?

    - No- respondió André.- Su amor es imposible. Ese hombre ama a otra…pero eso no importa ahora…tiene que convencerla de que se tranquilice. Su salud me inquieta.

    Fersen añadió.

    - Está bien…te prometo que hablaré con ella. Y tú, André, cuídala siempre…ella te necesita.

    - He decidido cuidarla el resto de mi vida- contestó André.- Con su permiso, señor conde.

    - Hasta luego, André.


    El muchacho volvió a la casa. Ahí encontró a Rosalie.

    - Hola…¿no te has ido a descansar?

    - No…estaba pensando y recordando.

    - ¿Qué recordabas?

    - Cuando Jeanne y yo vivíamos con mamá. Ella siempre rechazó ser pobre. Su vida a nuestro lado era un infierno.

    - Lamento que fuera así. Seguramente tu mamá sufrió mucho con ella.

    - Muchísimo. Cuando le conté que mamá había muerto, me echó de su lado y me negó delante de su marido.

    - Qué mujer más horrible…perdón, Rosalie.

    - No te preocupes, es cierto…lo lamento tanto…y ahora me preocupa Monsieur Oscar.

    - Aunque…no creo que sea sólo ella…

    - ¿Por qué lo dices?

    - Porque noté que viste a los Comunes que iban al salón y te causó tristeza.

    Rosalie bajó la cabeza.

    - No tiene caso mortificarse, André. Será mejor que me vaya a dormir. Mañana será otro día.

    André asintió. Era mejor esperara al día siguiente.


    En Versalles, Oscar revisaba al regimiento, cuando llegó Fersen.

    - Hans- comentó Oscar- me alegra verte.

    - Buen día, Oscar. He venido a revisar algunas armas.

    - ¿Cómo está ella?- preguntó.

    - Bien…es decir, así la he visto hoy en la mañana.

    Oscar comentó.

    - No me gusta que esté allá sin atender Versalles.

    - Lo sé. He tratado de convencerla, y lo seguiré haciendo, pero ahora a quien quiero convencer es a ti.

    - ¿Se pude saber de qué?

    - De que dejes ese asunto por la paz un poco…esa mujer acabará por sacarte de quicio.

    - ¿De qué hablas?

    - Del asunto de Jeanne Valois.

    - Ese asunto a todos nos preocupa.

    - Lo sé, a mí también. Pero tu salud también está por medio.

    Oscar indagó.

    - ¿Quién te dijo eso?

    - André…

    La joven Jarjayez movió la cabeza.

    - Así que fue a verte anoche…

    - Sí…seguramente tú no supiste. Él fue a decirme que te convenciera de que dejaras un poco ese asunto. Nos preocupa tu salud.

    - ¿De verdad? ¿Les preocupa mucho lo que me pase?

    - ¿Por qué lo dudas?- insistió Fersen.

    Los ojos de Oscar se cristalizaron.

    - No me hagas caso…estaba pensando en otra cosa. Gracias por preocuparte.

    - ¿Sabes algo sobre el asunto?

    - No, todavía no.

    - Déjame ponerme al tanto para poder ayudar.

    - Te lo agradezco.

    Fersen comentó.

    - Debes irte temprano a tu casa. No se te ocurra ir a los bailes de palacio.

    - ¿Por qué?

    - Hay un rumor extraño. Dicen que hay un hombre enmascarado que roba en algunas casa de los nobles.

    - Eso es extraño…quizás son sólo rumores- comentó Oscar.

    - Pues ya ha pasado en algunos sitios- comentó Fersen.- Sigue mi consejo. En cuanto tenga noticias del juicio de Jeanne Valois te pondré al tanto.

    - Sólo no pidas que me quede de brazos cruzados, después de que esa mujer ofendiera a la reina y a mí.

    - Sé que es grave pero no te preocupes, se hará justicia. Ella no puede mentir tanto.

    - Gracias, Fersen.

    - De nada, Oscar. Nos veremos después.

    Oscar miró a Hans marcharse hasta que se perdió.

    André también la miraba desde lejos, anhelando que ella un día también lo mirara así.
     
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    Andrea Sparrow

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    Escritora
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    Lumiére et nuit [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    2292
    Cap. 59

    El día del juicio de Jeanne Valois llegó a su fase definitiva.

    Oscar y André estaban presentes en la plaza. Rosalie estaba preocupada.

    - ¿Estás segura de querer estar aquí?

    - Sí- dijo Rosalie.- Segura…es mejor que lo vea con mis propios ojos.

    André notaba que Oscar ya estaba más tranquila.

    - ¿Qué crees que suceda?

    - La mujer es culpable, no me cabe duda. Pero lo que siento es la postura contra la reina. Rohan se ve algo tenso…no me gustaría saber que está absuelto.

    Los Comunes se veían satisfechos y el pueblo estaba enfebrecido.

    Un grito de ¡Muerte a la austriaca! Resonó a lo lejos.

    - Alguien quiere que la reina muera…los que deberían estar muertos son ellos.

    André no veía a Oscar muy segura de lo que sucedería.

    Por fin se escuchó una voz:

    “Se condena a Jeanne Valois a ser marcada con la V de Voleuz (ladrón) en cada hombro y luego encerrada en prisión de por vida”.

    - ¡Yo soy inocente!- gritaba Jeanne.

    “En cuanto a Roleaux, Olive y el cardenal Rohan quedan exentos de todo cargo.”

    Oscar se molestó.

    - ¿Y el prestigio de la reina? ¿Acaso quedará en entredicho? Esto no es justo.

    El pueblo gritaba.

    - Rohan es inocente. ¡Bravo! La reina ha perdido.

    Aquella saña con la que se alegraban de la suerte de la reina dolía hasta el fondo, en especial a Fersen y a Oscar.

    André estaba descompuesto también. Rosalie lloraba pero sabía que su hermana era culpable.

    Trataron de tomarla para poder marcarla a fuego pero se resistía. Mordidas, golpes, puntapiés…todo se movía hacia los soldados, hasta que consiguieron marcarla. En cada marcaje gritaba palabras ofensivas a la reina.

    Los ánimos se caldeaban. Había varios que la consideraban inocente y se ponían de su lado. Entre los Comunes, se disfrutaba un ambiente de alegría porque su voz se había hecho valer en el Parlamento. La imagen de la reina María Antonieta había quedado distorsionada.

    Entre los que se alegraban estaba Bernard Chatelet y otro de sus amigos, Saint Jus…Maximilien no se alegraba del todo pero consideraba que se había hecho justicia.

    - Considero que las cosas pudieron ser de otro modo, pero algo me dice que la reina no es del todo culpable.

    - ¿No te das cuenta? Ella tiene amantes lesbianas. Seguramente robó el collar, quería complacerla pero se le hizo fácil culparla para salir del paso.

    - Jeanne es culpable- respondió Maximilien- eso es innegable. Pero tampoco hay que descartar la vida licenciosa de la reina.

    Cada comentario hacía mella en el ánimo de Oscar Jarjayez.

    - Tengo que saber cómo está la reina y ponerla al tanto del resultado del juicio.

    André se despidió.

    - Vete a casa, Rosalie. Te enviaremos en el carruaje.

    - Sí- respondió débilmente.

    Justo cuando iba hacia el carruaje, Bernard la miró por encima del hombro. Aquella mirada le dolió terriblemente en el corazón.


    Al llegar donde la reina, Oscar explicó a María Antonieta lo sucedido.

    - Consideran que Jeanne es culpable. Pero la imagen distorsionada no se puede cambiar fácilmente.

    - Tengo que ir a París a aclarar las cosas- comentó la reina.

    Oscar movió la cabeza negativamente.

    - No es prudente, Majestad. Eso sólo encendería los ánimos…y podríamos lamentarlo.

    - Entonces…¿crees que la gente podría incluso…matarme? ¿Por qué? ¿Cómo es que son capaces de odiarme tanto? ¿Qué les he hecho?

    Oscar explicó.

    - Ellos consideran que los ha traicionado porque no quiso recibirlos en el Petit Trianon durante las audiencias.

    La reina lo lamentó.

    - Me gustaría remediarlo.

    - Por ahora es peligroso- insistió Oscar.- No podría dejarla hacer tal cosa. Yo estoy a cargo de cuidarla.

    Lady de Polignac intervino.

    - Vaya…¿no le parece, monsieur Oscar que es muy extraño que de la Motte, vuestro hombre, no haya vuelto?

    - ¿A qué se refiere, Polignac?

    - A que…quizás usted…sea cómplice de ese hombre

    Oscar se enardeció.

    - ¿Acaso insinúa que yo colaboré? Esas son palabras mayores.

    - Ya lo he dicho…quizás…si se lo hago insinuar a su Majestad, usted pueda salir perjudicado.

    Oscar se carcajeó.

    - Usted debe estar volviéndose loca, Madame…o acaso…es vuestra…menopausia.

    - ¿Menopausia?- preguntó Polignac molesta.

    - Vámonos, André, Rosalie…será mejor que no sigamos escuchando estas tonterías.

    La reina rompió la discusión. Pero quizás por entonces las cosas no pintaban bien para Oscar.

    --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


    Cuando llegaron a la casa Jarjayez, André seguía preocupado.

    Su abuela le preguntó.

    - ¿Cómo salió todo?

    - No tan bien como queríamos…la imagen de la reina está dañada…y es peligroso que vaya a aclararlo. Sin embargo, el pueblo la seguirá odiando por ello.

    - Es duro…la que me preocupa es Monsieur Oscar.

    - A mí también. Polignac está en su contra y es capaz de usar su influencia para perjudicarla.

    La abuela Grandier señaló.

    - Su padre no lo permitiría.

    - Eso es otra cosa que me inquieta: el general es capaz de creer que su hija está metida en ese asunto.

    - El general no puede desconfiar de su hija.

    - No puede…y no debe.

    En la sala Rosalie veía a Oscar leer un libro.

    - Monsieur Oscar.

    - Rosalie…

    - Tengo miedo…¿y si Polignac cumple su promesa?

    - Su Majestad no lo creería, lo sé.

    - Pues yo no estaría tan segura.

    Oscar le dijo:

    - Te prometo que iremos mañana a ver a Jeanne.

    - Sí…quisiera hablar con ella.

    La comandante Jarjayez estaba un poco preocupada por la joven Lamorlierie.


    En París


    Bernard Chatelet bebía aparatosamente.

    Maximilien lo increpaba.

    - Deja de hacer eso, Bernard…así no vas a remediar nada.

    - Lo sé pero no puedo pensar…volver a verla me causó un profundo dolor.

    - Ella al parecer quería hablarte.

    - Sí, pero yo no quería cruzar palabra con ella. Estaba al lado del perro de la reina…ése que va a todas partes con ella. Ese tipo debe tener algo que ver en el asunto.

    - Si eso crees, nos daremos cuenta con el tiempo. Pero por ahora, deja de beber y vamos a redactar el documento que habla respecto al suceso.


    Rosalie, Oscar y André fueron hacia la prisión de Salpetriere. Jeanne ya no estaba ahí.

    - ¿Cómo pudo escapar?- se preguntaron.

    La guardia de Jarjayez volvió donde la reina para dar parte.

    Mientras tanto los ciudadanos estaban a favor del escape.

    - Qué bueno que escapó. Seguramente era inocente y demostrará su inocencia.


    André fue con Oscar a Versalles.

    - ¿Qué crees que opine la reina del escape?

    - No lo sé…ya no puedo saber cómo va a reaccionar…

    Fersen estaba cerca.

    - ¿Sucede algo, Oscar?

    - Sí, Hans. Escapó Jeanne Valois de la Motte.

    Fersen se preocupó.

    - Tengo que estar ahí.

    - Será mejor que no lo hagas- comentó Oscar.- Es mejor para ella.

    Fersen accedió.


    Ya dentro, estaba Polignac junto a la reina.

    - Majestad…vengo a comunicaros que Jeanne…escapó.

    - ¿Cómo?

    Polignac se preguntaba cómo podía haberlo hecho, si la prisión era de máxima seguridad.

    - No comprendo…debió sobornar a alguno de los guardias- comentó Oscar.

    La reina montó en cólera. Luego se calmó y abrazó al rey quien llegaba entonces.

    - ¿Por qué?- preguntó la reina.

    El rey se la llevó a sus aposentos. Oscar se quedó junto con Polignac.

    - Vamos a ver…Monsieur Oscar…¿no es mucha coincidencia que de la Motte no esté y que Jeanne, su mujer, se haya escapado?

    - ¿A qué se refiere?

    - A que…bien pudo usted ayudarle a escapar…y estar de acuerdo con ellos.

    André sintió el peligro en las palabras de Lady de Polignac.

    Oscar sólo se rió.

    - Lo dicho…usted está rematadamente loca.

    Polignac explicó.

    - Si yo quisiera…podría insinuarle a la reina que usted tuvo que ver…me creería…sería su fin, Monsieur Oscar.

    Ésta ya no lo escuchaba. Pero Rosalie tenía temor de lo que pudiera hacer. Así le habló.

    - Madame de Polignac.

    - ¿Por qué no me llamas…madre?- preguntó esa mujer.

    - Por favor, no haga nada contra Monsieur Oscar. Ella no es culpable de nada. Pero si usted hace alguna insinuación eso provocará que la reina desconfíe de ella.

    Polignac se volvió de lado y luego le dijo.

    - Podría dejar de hacerlo…con una condición…

    - ¿Cuál?

    - Que…vengas a la casa Polignac y me llames…madre…

    Sabía que esa mujer era ruin y sólo quería tener la razón y manipularla a su antojo. Rosalie replicó.

    - ¡Es usted un monstruo!

    - ¿Por qué te resistes? Sabes que soy tu madre. El destino de Oscar está en tus manos…

    Rosalie volvió con Oscar. Pero no quiso contarle lo que había hablado con esa mujer.



    Cuando salió Oscar de la presencia de la reina se reunió con Fersen.

    Éste comentaba.

    - Estoy preocupado por lo que se dice. La derrota en los tribunales sólo la afectado más de lo debido.

    - A mí también me preocupa…tal vez, si tú intervienes.

    - No tengo poder para hacerlo- comentó Fersen. ¿Cómo es posible que hayan dicho que es lesbiana? Ella es toda una mujer…

    Esa última frase laceró el alma de Oscar. No supo qué fue exactamente lo que experimentó. Pero por un momento su lado femenino se vio herido.

    - Tengo que irme. Mi padre me espera en casa.

    - Te acompañdo- dijo Fersen.

    - No es necesario, André me espera afuera.

    Fersen asintió. Sabía que André cuidaría bien de ella.

    Llegando a su casa, su padre aún no volvía.

    - Prepara mi baño- pidió a la abuela Grandier.

    - Claro, mi lady.

    André aguardó alguna indicación. Pero Oscar no dijo nada.

    - ¿Qué haces ahí parado, muchacho?- comentó la abuela.- Ve a revisar las monturas.

    - Sí…

    Salió un poco triste. Revisó las monturas, bañó los caballos y terminó de darles de comer.

    En el baño posterior, Oscar se bañaba. En ese momento tocó su cuerpo…revisó cada punto de él…se tocó…sí, era una mujer. No sólo por las evidencias externas que eran hermosas, aunado a la evidencia normal de lo que las mujeres muestran al mes; en su corazón, latía un sentimiento relacionado con un caballero de noble cuna. Sentía lo anhelos y deseos propios de una mujer, aunque pareciera que no.

    Su corazón le dictaba que ella era una mujer…una mujer con sentimientos y deseos.

    Sus manos se encargaron de exacerbar su libido y descubrió un instante sensaciones que estaban reservadas para las mujeres…pensó si eso era lo que se sentía ser mujer y estar cerca de quien podía proporcionar las sensaciones permitidas.

    Tenía sueño…terminó de ducharse, se vistió para dormir y se recostó.

    André trató de verla pero ella ya no se lo permitió.

    Sin embargo, ahora entendía por qué Oscar cambiaba tanto en algunos momentos del mes.


    Al día siguiente, en Versalles, el rey ordenó que Nicolás de la Motte fuera hecho preso en cuanto fuera capturado.

    Oscar se ofreció para apresarlo personalmente.

    - Era uno de mis hombres…yo quiero aprehenderlo.

    Polignac intervino.

    - No se comporte con tanta teatralidad, Monsieur Oscar. No es necesario que se lo tome tan personal…


    En tanto, en casa de Rosalie, la abuela le entregaba una carta.

    Rosalie la leyó. Era de Jeanne.

    Se cuidó que nadie se diera cuenta y la leyó a solas.

    - Espero que te encuentres bien- dijo para sí- así podrás vivir realmente en paz y serás verdaderamente feliz.


    Pero Jeanne estaba muy lejos de cambiar.


    Tiempo después salió a la luz un libro que hablaba sobre el caso del collar. La autora era precisamente Jeanne Valois.

    La gente comenzó a leer la información que estaba escrita ahí. Pero en ese libro se escribía y describían los nombres de los supuestos amantes de la reina, los cuales no sólo consistían en hombres, sino también en mujeres de la nobleza.

    André leía lo que decía.

    Oscar estaba muy molesta.

    - ¿No te das cuenta que todo eso es una mentira?

    André sabía que así era.

    - ¿Qué pretende esta mujer con esto?

    Y después del primero vinieron los siguientes…todo se refería en forma obscena y depravada a las relaciones ficticias de la reina con diferentes hombres y mujeres. La gente compraba ese material de manera asidua.

    Para la reina eso era terrible.

    Los escándalos se propagaban. Mucha gente decía que la reina era un monstruo que se divertía con sus amantes, mientras la gente moría de hambre.


    Rosalie estaba decepcionada.

    - Tú no vas a cambiar- se decía- eres un monstruo, Jeanne…


    El rey quiso actuar tajantemente.

    - Tienen que aprender a Nicolás de la Motte cuanto antes. Y ubicar a Jeanne Valois. Capitán Jarjayez…-dijo el rey, dirigiéndose a Oscar.

    - Majestad…

    - Usted debe aprehenderlo.

    - Gracias, Majestad, yo los atraparé o moriré en el intento.


    Cuando volvió a su casa dijo a su nana.

    - No tengo mucho tiempo, nana. Tengo que irme. ¿Dónde está André? Él tiene que continuar la misión en caso de que me suceda algo. ¿Dónde está?

    André bajó corriendo las escaleras.

    - Oscar…Rosalie…se quiere ir con su madre.

    Oscar subió.

    - ¿Por qué quieres irte? Polignac te amenazó, ¿cierto?

    - No….es que…amo a mi madre…a pesar de todo…además…ella tiene más influencia y posición.

    Oscar se extrañó.

    - Tú no eres así, Rosalie…

    Luego pensó.

    - Pero de igual forma…no te detendré. Ella es tu verdadera madre.

    Rosalie lloró cuando Oscar salió de su habitación.

    A primera hora, el carruaje de los Jarjayez estaba listo para llevar a Rosalie con madame de Polignac.
     
  4.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    [​IMG]

    Cap. 60

    André estaba intrigado.

    -¿Por qué no detuviste a Rosalie?- preguntó a Oscar.

    Ella movió la cabeza.

    - La habría detenido pero…no gano nada tratando de hacerlo. Polignac la emprendería contra ella. No quiero exponerla.

    - ¿Crees que haya sido lo mejor?- preguntó de nuevo André.

    - Sí…en este momento, sí, André.- sugirió la capitana Jarjayez pensando en lo que iban a hacer.

    André la vio pensativa.

    - Hay que salir inmediatamente, André. Nicolás y Jeanne no deben estar muy lejos. Hay que averiguarlo.

    De pronto, André la vio subir sola.

    - Aguarda, tengo algo que hacer arriba…

    André la dejó ir sola a su habitación.

    Su abuela le preguntó.

    - ¿Se siente mal lady Jarjayez?

    - No, abuela…lo que sucede es que…debe estar sufriendo porque Rosalie se marchó.

    - Le duele que la chiquilla estuviera…enamorada de ella.

    André sonrió.

    - Rosalie está confundida. Estoy seguro que ella se dará cuenta que lo que sentía por Oscar era sólo producto de su imaginación. Ella la admiraba y como siempre está vestida de hombre, era fácil para ella pensar que se trataba de un caballero. Pero Rosalie no está realmente enamorada de Oscar.

    - ¿Y Oscar?

    - Tampoco- afirmó categóricamente André.

    La abuela preguntó.

    - ¿Tú sabes a quién quiere ella, cierto?

    André respondió.

    - Sí, abuela…yo lo sé. Pero no pienso decírselo a nadie. Porque Oscar también sufre por ello, al igual que yo por ella…


    En tanto, arriba…

    - Rosalie…si yo hubiera sido hombre- decía mientras lloraba.

    Recordó entonces lo que acababa de suceder justo antes de que se marchara a casa de Polignac:

    “Rosalie…-dijo Oscar, justo antes de que bajara la muchacha para salir de la casa Jarjayez.- te tengo…un regalo, para que siempre me recuerdes…”-comentó la capitana.

    La muchacha se volvió frente a Oscar y recibió de sus manos un retrato de Oscar. La chica comenzó a llorar.

    - Gracias, monsieur Oscar. Ahora…¿puede dejarme sola un momento?

    Cuando Oscar bajó, seguramente estuvo llorando.”

    Oscar secó su llanto.

    - Es mejor que te quedes ahí por ahora, Rosalie…

    Luego bajó decidida.

    - André…es hora de irnos, tenemos que averiguar cuanto antes en dónde están Nicolás de la Motte y Jeanne.

    La abuela entregó.

    - Madeimoselle Rosalie dejó esto para usted cuando se marchó.

    Oscar entreabrió la carta.

    - André- dijo enseguida- Rosalie me ha dejado la localización de Jeanne…vamos ahora mismo.

    Los muchachos se armaron y fueron por gente de la guardia a fin de localizar al matrimonio de la Motte.


    Éstos disfrutaban del dinero que creían tener después de la venta del material que Jeanne había editado.

    Oscar llamó a sus guardias.

    - Estén atentos a mis órdenes. André, aguarda aquí mientras los hago salir.

    - Voy contigo.

    - No, por favor. Quédate por si es necesario que me releves.

    - Está bien.- asintió, no muy conforme con la idea.

    De pronto, Oscar irrumpió en la sala.

    - Jeanne y Nicolás de la Motte, dense por presos en nombre del rey.

    Jeanne se acercó.

    - ¿Han venido a detenernos? Nicolás, haz algo.

    Nicolás se acercó.

    - Es la capitana Oscar Jarjayez…

    - ¿Capitana? Entonces…sí es mujer…¿quién le dijo que estábamos aquí? Rosalie, seguramente, ¿cierto?

    - Sí…pero tu hermana lo ha hecho por tu bien. Ella siempre te ha querido y ha deseado que dejes lo que estés haciendo, que te entregues para que puedas arrepentirte de tus errores.

    Jeanne bajó la cabeza.

    - Rosalie…ella era siempre la chica buena…ella siempre estaba pendiente de mamá y de nosotras. Nunca fue egoísta…

    - ¿Lo ves? Ella siempre creyó en ti.

    Jeanne miró a Nicolás. Le guiñó el ojo. Entonces, volvieron un candelabro que estaba a un costado.

    La casa comenzó a arder.

    - Ríndase, capitana- dijo Nicolás.- Hay pólvora aquí. Con que llegue el fuego ahí, todo esto arderá. Será mejor que desista.

    - ¡No!- gritó Oscar.

    Nicolás comenzó a pelear con ella para vencerla, pero Oscar era fuerte.

    - ¿Crees acaso que por ser mujer soy más débil que tú?- insinuó a Nicolás.

    Pero éste le dio un puntapié en el rostro y cuando ya la tenía bajo él, gritó.

    - ¡Jeanne! Mátala de una vez.

    Entonces, Oscar gritó como pudo.

    - ¡Andréeee!

    El muchacho escuchó tras la puerta.

    - Es Oscar…me llamó.

    - No entres- dijo un soldado.- Sería una insensatez.

    - No…tengo que ir.

    Tiró la puerta de un golpe y fue donde Nicolás golpeándolo para evitar que Oscar fuera asesinada por Jeanne. Éste, al verse acorralada trató de matar a André. El joven Grandier combatía con Nicolás. Éste trataba de huir. Jeanne trató de apuñalar a André, pero se equivocó y mató a su marido. Subió escaleras arriba. Oscar la siguió. Los otros guardias entraron.

    El fuego continuaba. Oscar trató de evitar que Jeanne escapara, pero al ver que Nicolás se quemaba, ella se inclinó y cayó por el balcón.

    Oscar estaba débil. André la sacó cargando al exterior, entre el humo y las heridas.

    La explosión acabó con aquella construcción donde quedaron sepultados los cuerpos de Jeanne y de Nicolás de la Motte para siempre.


    Cuando volvían a la casa Jarjayez, André preguntó.

    - ¿Pudiste saber quién ayudó a Jeanne a escapar?

    - No mucho- añadió Oscar.- Dicen que fue un primo del rey, que al hacerlo, trató de granjearse la amistad del pueblo a fin de derrocarlo.

    - O quizás alguno de los comunes que deseaba organizar un golpe de Estado.

    - Eso también se comentó. Yo sólo me siento tranquila de haber cumplido con mi deber y saber que los que hicieron tanto daño a la reina están muy lejos.


    La reina, en tanto, se reunió a solas con el conde Fersen.

    En el jardín de Venus, la reina esperaba a alguien.

    Fersen llegó un poco aturdido.

    - Pensé que no la vería, milady- dijo besando su mano fervientemente.

    Ella lo abrazó.

    - Fersen…tuve tanto miedo…estaba tan sola.

    - Lo sé, pero yo no podía ayudaros…habría sido peor. Lo mejor era quedarme donde estaba.

    - Fue muy duro. Oscar me ayudó…

    Fersen asintió con la cabeza.

    - Majestad…hay muchos nobles que están en vuestra contra…

    - ¿Por qué tanto odio?

    - Están molestos porque los abandonó para ir al Petit Trianon. Además, el pueblo pasa hambre y ellos consideran que es una grave ofensa que Su Majestad esté siempre disfrutando mientras ellos sufren.

    - Lo lamento, creo que he hecho mal todo. Decidme…¿qué debo hacer para corregirlo?

    Fersen le explicó.

    - Lo primero: retomar las audiencias en Versalles. No insultar a la corte innecesariamente. Y sobre todo…ya no apostar más.

    - Tenéis razón. Eso me hace mucho mal.

    - Una de las razones por las que lo hacéis…se apellida Polignac.

    - ¿Madame de Polignac?

    - Sí…ella es una mala influencia para vos. Debéis cortar con su amistad cuanto antes.

    - ¿Qué más?- preguntó la reina, realmente interesada en corregir sus errores.

    - Aceptar siempre las decisiones de Oscar Jarjayez y de vuestro duque, Dugeot, ellos siempre están interesados en ayudaros en todo. Ellos son vuestros verdaderos fieles amigos y leales súbditos.

    - Gracias, Fersen…es lo mejor que he podido escuchar en mucho tiempo. Con esos consejos, creo que todo estará mejor.

    - Despedid a aquellas personas que os induzcan a banquetear espléndidamente, a apostar o a celebrar innecesariamente. Y yo, siempre estaré con vos para protegeros…pase lo que pase…

    La reina se cobijó en el abrazo puro del conde Fersen, aquel hombre que la amaría incondicionalmente, a pesar de que ella fuera la reina de Francia y fuera también fiel a Louis Capeto.


    En casa de los Jarjayez, todo era contento. El general estaba sumamente satisfecho con la labor de su hija.

    - Conseguiste cumplir con tu misión, Oscar.

    - Gracias, padre- respondió la hija, henchida de orgullo, pero no de vanidad.

    André también estaba muy orgulloso.

    - Realmente fuiste muy valiente.

    El general añadió.

    - Habrá un ascenso esperando por ti, gracias a esto.

    Oscar movió la cabeza.

    - No, padre…el que merece el ascenso más que yo es André. Él se arriesgó mucho por mí.

    El general miró a André y comentó.

    - Se te tomará eso en cuenta, muchacho. Eres sumamente valiente también.

    - Sólo cumplo con mi deber, señor.

    - Sólo procura no ponerte en tanto riesgo, o tu abuela sufrirá mucho por ti.

    - Es cierto, André- comentó Oscar- No quiero que a la nana le pase nada por tu causa.

    La abuela intervino después.

    - ¿Cómo está de su brazo, milady?

    - No muy bien, nana, pero me pondré bien rápido- comentó Oscar.

    - Espero que sí, sobre todo por lo que está sucediendo ahora.

    - ¿De qué se trata?

    - Dicen que hay un hombre vestido de negro que se cuela por las casa de los nobles y se roba todo lo que puede. Le llaman…el Caballero Negro.

    - ¿El Caballero Negro?- preguntó Oscar sorprendida.

    André tampoco había escuchado hablar mucho sobre él.
     
  5.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Cap. 61

    André siguió la conversación.

    - Yo no había escuchado mucho acerca de él- comentó.

    - Dicen que roba en las casas de los nobles y que actúa muy rápido, de tal manera que no lo pueden atrapar fácilmente.

    - Eso es muy peligroso. No hay indicios exactos de cómo actúa o cómo es…-comentó Oscar.

    - Sí, pero si investigamos, quizás demos con él.

    - Sin embargo- dijo Oscar-tampoco podemos dedicarnos a investigar eso por ahora. Hay que procurar que la reina se encuentre bien y no cometa más excesos.

    - Tal vez es buen tiempo para que lo haga, aunque la casa real ya tiene muchos problemas de dinero- comentó André al fin.

    Pasados unos días, Oscar se sentía más tranquila porque la reina escuchó los consejos de Fersen. Abandonó el Petit Trianon y volvió a Versalles.

    Hizo a un lado a Polignac y dejó también de lado las fiestas, los excesos, el juego, la ropa cara.

    - Comentaron algunas damas que despidió a Madame Rose Bertrand y que usa los mismos vestidos.

    André comentó de nuevo.

    - Al parecer es en serio…

    - Claro que es serio. ¿Crees acaso que, después del asunto de la joya, la reina tendrá ánimos para seguirse divirtiendo irresponsablemente?

    - Tal vez no pero…lo había hecho siempre. No tenía motivos para pensar de otra forma de ella.

    - Aunque no me gusta ser hiriente, André, pensé que le tenías más fe. Tú entiendes…

    André entendió que Oscar se refería al hecho de que suponía que a él le agradaba la reina.

    - No es eso, Oscar…es que duele cuando la persona a la que amas…no pueda controlarse.

    - Lamento que te sientas así pero recuerda que tú no eres el elegido de su corazón.

    André podía pensar lo mismo respecto a Oscar. Así que respondió, pensando en esto último:

    - No tenías que recordármelo.

    Tras una disculpa breve, Oscar continuó.

    - Dicen que están pensando en cobrar impuestos al primer y segundo estado: clero y nobles.

    André se extrañó.

    - ¿Los nobles, pagarían impuestos?

    - Así parece, André. ¿Qué te extraña? ¿Por qué sólo los pobres tendrían que pagar impuestos, si los ricos tienen con qué?

    André parecía estar de acuerdo.

    - Me gustaría saber cuánto será nuestro impuesto- señaló Oscar sin pensar.

    Sin embargo, tanto nobles como pobres se quejaban puesto que la deuda ascendía a 250 millones de libras. Eso era demasiado dinero.

    - ¿Qué no han entendido que es demasiado para poder pagarlo sólo nosotros?

    Y la reina sabía que era difícil lograr que estuvieran de acuerdo con semejante despilfarro.

    Sin embargo, todos exigían la destitución del ministro de finanzas. Polignac pensó en pedir para ella a su esposo como ministro. Pero la reina dijo:

    - No puedo pedir a alguien en este momento. Será mejor que pase el asunto a su Majestad.

    Polignac se dio cuenta de que su influencia se veía disminuida.

    Sin embargo, a Oscar eso no le hacía demasiada gracia.

    - Me gustaría tanto saber cómo está Rosalie…

    Y la chica ahora volvía a París dejando a la familia Polignac.


    Mientras tanto, casi a punto de volver al principio, nos encontramos con Oscar junto a Fersen.

    Éste comentaba con ella los pormenores de las pesquisas para tratar de capturar al Caballero Negro.

    - ¿Tienes alguna idea, Fersen?

    - No por ahora…sólo sé que ataca sorpresivamente y que no podemos saber hacia dónde va, pero que generalmente sólo lo hace en casas nobles y se lleva cuantiosas joyas y otros objetos de valor.

    - Será tal vez su modus vivendi…

    - Quizás…

    Fersen entonces, sin sospechar, tomó la mano de Oscar y le pidió.

    - Protege la vida de la reina por mí, Oscar…

    Para Oscar era como si le hubieran regalado el paraíso…

    Si no hubiera sido por lady Sofía, la hermana de Fersen, que llegaba, se habría lanzado a su cuello. Pero sabía que no podía hacerlo en ese momento.

    Lady Sofía llegó y fue anunciada.

    - Bienvenida, señorita- dijo Oscar.

    Luego se excusó.

    - Discúlpeme…creo que no me he explicado convenientemente.

    - No se preocupes, monsieur, hablo perfectamente francés. Mi padre siempre ha querido Francia.

    Lady Sofía se notaba cohibida junto a él.

    Hans trató de advertirla.

    - Es que…

    - Discúlpeme, Monsieur, pero no me habían dicho que erais tan apuesto…

    Oscar sonrió.

    Luego se dirigió a Hans.

    - ¿Irás al baile de esta noche?

    - Sí- dijo Hans.- Tengo que estar y de paso quiero que lady Sofía se sienta en confianza y se divierta un poco.

    - Ahí estaré- comentó Oscar.

    Luego salió corriendo en su caballo hasta su casa.

    Mientras tanto, pensaba en lo que haría.

    - ¿Seré capaz de dejar que sea ella quien se quede con él? ¿Acaso no será momento de…luchar por su amor?

    Entonces se decidió a hacerlo. Era el momento de la transformación.


    La abuela Grandier estaba feliz.

    - ¡Por fin, lady Oscar usará un vestido!- gritó.

    Al que no le hizo nada de gracia fue a André.

    Pensó para sí:

    - ¿Mi Oscar va a usar un vestido? ¿Bailará con hombres? Acaso estoy soñando…

    Estuvo de mal talante mientras su abuela la arreglaba.

    - Bah, lucirá como un maniquí- dijo sin dar importancia.

    La abuela lo llamó.

    - ¡André, aquí estás! Mira cómo se ve Oscar con ese vestido…


    André tenía los ojos cerrados. Pero en cuanto los abrió apenas podía creer lo que miraba. Ahí estaba Oscar, vestida como dama, enfundada en un hermoso traje que la hacía lucir su espigada figura y su dorado cabello. Era como una ensoñación.

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    - Aunque sólo una vez, creo que no tiene nada de malo que me vista así pero…por favor, no se lo digas a mi padre.

    Trató de dar un paso pero olvidó recogerlo. André reía.

    - ¡Maldita sea! ¿Por qué es tan difícil esto?

    - No diga eso, milady- comentó la abuela.- Sólo recoja los holanes al caminar.

    Luego se dirigió a André.

    - No puedes ir con ella esta vez, André. No queremos que nadie sepa de quién se trata.

    - Está bien, abuela- asintió André.

    Sin embargo, al verla partir, sintió un profundo dolor en el corazón.

    “Mi Oscar- pensó- te arreglaste así…¿quizás para Fersen?”.

    Al fin, en el palacio donde sería el baile, todos comentaban la llegada del caballero negro.

    - Dicen que en todos lados ha arribado y se va sin decir más…

    De pronto, todos se sorprendieron con la llegada de una hermosa criatura.

    Incluso Fersen cuando la vio se quedó sumamente sorprendido.



    La observó un instante. Era bellísima. Todos decían que era una condesa extranjera. Que jamás habían visto a una mujer tan hermosa.

    Fersen la solicitó para bailar.

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    La miró profundamente. Por un momento, Oscar pensó que Fersen la había reconocido.

    Luego, él preguntó.

    - ¿De qué país viene usted, condesa?

    Ella se turbó. No sabía qué decir. Sabía que, en cuanto hablara, la descubrirían.

    Pero Fersen continuó.

    - Lo lamento…es que, tengo una amiga que se parece mucho a usted, es hermosa, muy bella, pero esconde su hermosura en el uniforme de la guardia…como una flor de hielo.

    Ella guardó silencio. Fersen la acercó a él con más fuerza.

    - ¿Eres tú, Oscar?- preguntó muy cerca de ella casi a punto de besarla.

    Sin embargo, ella notó que, con sus labios no sentía el mismo cosquilleo que imaginaba y que había percibido en los labios de alguien más…de un hombre maravilloso que, en sueños, había saboreado sus labios y la había hecho despertar con una sensación indescriptible.

    - Puedo dejarlo ir- pensó- puedo dejarlo ir…sólo me ve como una amiga…y no voy a permitir que se confunda.

    Sólo que no tuvo mucho tiempo para pensar. Alguien cubría su boca con la mano. Una mano oscura por un guante.

    Éste le robó el collar y luego se marchó.

    El hombre se preocupó.

    “Quién será ésta mujer…nunca la había visto”- se preguntó internamente.
     
  6.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Cap. 62

    Oscar se recuperó bien pronto del susto del robo. No era tanto por la joya sino por el sobresalto.

    - Era seguramente él…

    Pidió volver inmediatamente, de suerte que nadie más supo de la misteriosa condesa que había hecho su aparición en aquel baile.

    Cuando regresó subió a su habitación.

    André la estaba esperando.

    Su abuela le dijo:

    - ¿A dónde vas?

    - Voy a tratar de hablar con ella.

    - Déjala sola, mañana averiguarás algo.

    - Pero…

    - Tranquilo, ella necesita su espacio.

    Después de calmarse, ella misma llamó a André.

    - ¿Paso algo, Oscar? ¿Cómo te fue?

    Ella se armó de valor y ocultó parte de lo que había sucedido con Fersen.

    - Vi al Caballero Negro…

    - ¿Cómo?

    - Sí, me asaltó y se llevó una joya carísima que llevaba al cuello.

    - Pero estás bien.

    - Sí, afortunadamente. Pero ahora necesito continuar con la investigación.

    - ¿Acaso vas a estrenar un vestido cada baile?

    - Claro que no- dijo Oscar- se trata de averiguar qué sucede con el Caballero. Y tú me vas a ayudar- guiñó el ojo.

    André sonrió. Él, más que nadie, quería ayudar. Pero también quería averiguar lo sucedido con Fersen.


    Lady Sofía conversaba con Hans.

    - ¿Cómo te fue en el baile?

    Fersen estaba serio. Por un momento no dijo palabra.

    - ¿Te ocurre algo?

    Fersen pensaba:

    “Lamento tanto no poder corresponderte, Oscar. Tú me has querido y yo no he sido capaz de darme cuenta…si no me hubiera enamorado de María Antonieta, seguramente te amaría sin más. Ojalá que algún día encuentres la felicidad que te mereces…”

    - Insisto, Hans, ¿pasa algo?- preguntó de nuevo lady Sofía.

    - Oh, nada…estaba pensando solamente. Estuvo agradable, hasta que llegó el Caballero Negro.

    - Por lo que entendí, tú y Monsieur Oscar irán tras él.

    - Sí, ella es muy capaz y me ayudará a detenerlo.

    - ¿Ella? ¿Quién ella?

    Fersen sonrió.

    - Sí, lo olvidaba. ¿Recuerdas a Monsieur Oscar? Pues realmente no es él…sino ella.

    - ¿Cómo?

    - Sí, es mujer. Sólo que siempre se ha desenvuelto como soldado de la corona. Es capitán de la guardia real, Sofía.

    - ¡Qué pena! Y yo la llamé…Monsieur…

    - No te preocupes, ella entendió. Pues sí, en breve iremos por el Caballero Negro.


    Al siguiente baile, Oscar ya se encontraba ahí, mientras André bailaba. De vez en cuando, Oscar también lo hacía. Las chicas comenzaron a ir continuamente, tratando de bailar con Oscar.

    Para algunos caballeros eso era desagradable puesto que habían ido para hacer la corte a las jóvenes y ellas sólo iban para ver a Monsieur Oscar Jarjayez.

    - Vaya, ¡qué desagradable!

    Pero las jóvenes hacían competencias para lograr que Oscar las buscara para bailar con ellas.

    André la cuidaba. Esa era su única preocupación.




    La reina le dijo en un par de bailes más.

    - ¿Has podido averiguar algo sobre el Caballero Negro, Oscar?

    - Por el momento no mucho, Majestad. Él se escabulle de mí.

    - ¿Te has dado cuenta que las chicas están más que interesadas en ti?

    - Es vergonzoso- dijo Oscar.

    Los hijos de su Majestad estaban ya en la flor de la infancia, especialmente Luis José que quería a Oscar entrañablemente.

    - Hola, Oscar, ¿me permitirías montar a caballo de nuevo?

    - Por supuesto, Alteza.

    La reina festejaba lo ue sus hijos hacían.

    - No sabes lo feliz que me siento, Oscar. Mis hijos son todo para mí. El tiempo en que me dedicaba a los juegos tontos y a los bailes ha pasado ya. Si perdiera a mis hijos, me moriría.

    Así transcurría el tiempo.

    Oscar seguía acudiendo a los bailes, pero era cada vez más difícil y preocupante. Se desgastaba cada día más.

    [​IMG]




    André le preguntó una noche.

    - ¿Crees que el Caballero Negro ya sepa que lo estamos buscando?

    - No lo sé, André. Pero esto de los bailes cada noche es cada vez más agotador.

    De pronto, la luz de los candiles se apagó.

    - ¡Hey! ¿Quién apagó la luz?

    - ¡André!


    André también buscaba a Oscar.

    Los gritos no se hicieron esperar.

    - ¡Mi collar!

    - ¡Mi cuello!

    - ¡Mi pulsera!

    - ¡Es el Caballero Negro!- prorrumpió Oscar.

    Inmediatamente trepó por el techo, por donde él se movía y lo persiguió.

    Salió corriendo a caballo tras de él y lo siguió hasta París.

    El Caballero Negro se internó en un edificio de París. Oscar lo siguió.

    - Tengo que atraparlo.

    Le disparó pero no tuvo suerte.


    Luego lo vio entrar en aquel lugar y empezó a deambular por el sitio.

    - ¿Qué es esto?¿Dónde estoy?

    Revisó el edificio y se sorprendió.

    - ¡Es el Palacio Real! ¡El Castillo del Duque de Orleans!

    Avanzó un poco. Luego se dijo:

    - Había escuchado que las revueltas reales se realizaban en el palacio pero…¿Qué hace el Caballero Negro en la casa del primo del rey?

    Un pie se colocó en su garganta.

    Una voz dijo:

    - No lo mates, es el capitán de la guardia real. Llévenlo a las bodegas de armas.

    Oscar estaba aturdido por un golpe que le habían dado en la cara.

    -¿Por qué me siento…así?


    Se desmayó al fin.

    Cuando reaccionó se encontraba frente a una jovencita que la reconoció inmediatamente.

    - ¿Rosalie?

    - Monsieur Oscar- dijo la joven.

    - ¿Qué hago aquí?

    - Escuché un ruido anoche y decidí traerla aquí. Esta casa es a donde solía venir antes. Me iban a obligar a casarme y hui. Por eso estoy aquí.

    Oscar reaccionó. Luego le miró las manos a Rosalie.

    - Trabajo en un mercado de verduras. De ahí me sostengo, comiendo algo de restos de verduras.

    Oscar sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

    Rosalie le dio la espalda ligeramente.

    - Voy…por algo de comida.

    Al darle la espalda, la niña comenzó a llorar.

    Por fin el abrazo para las dos llegó. Les había dado mucho gusto volver a verse.

    Tras el abrazo, Oscar le pidió.

    - ¿Podría tomar aunque sea solamente un café con leche?

    - Lo siento- dijo Rosalie- pero sólo hay esto, algo de sopa con unas pocas verduras.

    Oscar se sorprendió.

    - ¿Sólo..ésto?

    Luego pensó.

    “En la casa ha habido siempre manjares sustanciosos, sopas, platos de entradas, gelatina, vino…¿esta es una comida? No puedo creerlo…

    Oscar no comía.

    Rosalie le preguntó.

    - ¿No le gusta? Lo siento…no tenemos ni siquiera una pieza de pan.

    Oscar movió la cabeza.

    - No te disculpes, Rosalie. La verdad es que yo creí que lo sabía todo…siempre he tenido de todo. Nunca imaginé que la gente pudiera vivir sin comodidades como yo. Que hermanos humanos estuvieran viviendo así. Nunca había pensado en ello…

    Rosalie lloraba.

    Oscar siguió.

    - Me has dado la comida que te costó tanto trabajo conseguir. No puedo comerla…tú debes tenerla toda.

    Rosalie siguió llorando.

    Luego le dijo.

    - Tienes que volver a la casa conmigo…mamá y la nana estarán felices de verte en casa. Y de ella no saldrás hasta que te cases.

    Los robos se sucedían continuamente.


    Para Oscar la situación se volvía insoportable.

    Así que decidió tomar una determinación.

    - André…en este perímetro está la casa Jarjayez- dijo mirando un mapa.- Hazme una lista de todas las casas de los nobles en este círculo.

    - ¿Quieres traer al Caballero Negro a la casa Jarjayez?

    - Empleando un falso caballero Negro y haciendo que ataque las casas en orden.

    - Uno falso…¿y quién haría eso?

    La mirada de Oscar se tornó pícara.

    - ¿Tú…quién crees?- sonrió Oscar.
     
  7.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    [​IMG]


    Cap. 63

    - ¿Estás loca, Oscar? ¿Cómo se te ocurre que voy a prestarme a eso?- preguntó André.

    - No te estoy preguntando, André. Además, sabes que es la única forma en que podremos atraparlo.

    - ¿Consideras que es la única manera?

    Su abuela lo reñía.

    - Vamos, André. Es la única forma en que seas útil para algo.

    - Basta, abuela.


    Oscar reía.

    - Bueno, vamos a ver…creo que faltan algunos detalles.

    Entonces acercó su espada hacia la cabellera de André.

    - Oh, no…-comentó el joven.

    - Oh, sí- asintió Oscar. Y sin más, consiguió cortarle el cabello a la misma altura a la que aparentemente el Caballero Negro tenía el suyo.

    - Ahora sí pareces el Caballero Negro- argumentó Oscar, al verlo enfundado en un traje parecido.

    - No sé por qué pero no va a funcionar…-revelaba André molesto, tras perder su larga y bien cuidada cabellera.

    Oscar lo alentó.

    - Te volverá a crecer…

    - No sabes cómo lo he cuidado…

    - ¿Y crees que yo no sé cuidar mi cabello? Vamos, André.

    El muchacho Grandier comentó.

    - ¿Y en cuál se supone que vamos a empezar?

    - No te agobies, no tienes que fungir mucho tiempo como él. Solamente mientras ataca la casa Jarjayez.

    - ¿Y qué haras entonces?

    - Interrogarlo. No quiero que sea en otro lado porque eso distraería mucho a la corte.

    - ¿Acaso pretendes hablar con él?

    - Exactamente- argumentó Oscar.


    Mientras tanto, la reina y el rey salían de vez en cuando a algunas de las cosas que a ambos les agradaban.

    Pero las murmuraciones seguían de vez en cuando. Todos decían que el rey era un buen hombre, que no tenía ninguna clase de amorío, que no había escándalos a su alrededor y que la reina vestía lujosamente a comparación de él.

    No hubo mucho tiempo para que les hiciera mella lo que otros decían. El príncipe Luis José empezó a enfermar gravemente.

    Los reyes estaban preocupados.

    - ¿Qué tiene, doctor?

    - En virtud de su fiebre tan alta y la condición de su columna…se trata de…caries espinal.

    - Es una enfermedad degenerativa de la médula…no sé si haya cura pero…tal vez se trate de algunos años para que el príncipe…

    Ambos reyes estaban destrozados.

    Oscar llegó donde estaba la reina. Los pequeños Luis Carlos y María Teresa estaban tristes pero no comprendían la tristeza de su madre.

    La joven Jarjayez dijo a los príncipes:

    - Vengan conmigo…los llevaré a la otra habitación.

    La reina agradecía a la hija del general aquellas muestras de cariño y atención.


    Días después comenzaron los robos en las casas.

    En cada día, alguien terminaba sin collar, sin dinero, pulseras o alguna otra joya.

    Oscar reía.

    - No sabía que tenías tanto talento en el robo, André.

    El muchacho Grandier se molestaba.

    - Yo no le veo la gracia, Oscar.

    - Despreocúpate, André. Después de que atrapemos al Caballero devolveremos todas las joyas robadas.

    En sus adentros, André comentaba:

    -“Vamos, Oscar, ríete mientras puedas…pero yo no habría hecho esto nunca si no fuera por ti…”

    La abuela la llamó.

    Lady Oscar, su padre la llama insistentemente.

    La joven fue hacia el arsenal.

    - ¿El arsenal? ¿Qué ocurre, padre?


    El general le preguntó.

    - Oscar, los 200 fusiles que ordené no se encuentran. ¿Sabes algo al respecto?

    - No, pero…aparecerán…

    El general estaba desconcertado.

    Mientras tanto, André ya estaba preparado.

    De pronto, se escuchó un grito:

    - ¡Ayuda, es el Caballero Negro!

    André pensaba.

    - Si no te presentas esta noche…tendrás que robar la casa Jarjayez mañana…

    [​IMG]


    De pronto, apareció ante sus ojos el verdadero Caballero Negro. André estaba asustado.

    - ¡No te permitiré usar mi nombre para tus fines personales!

    André comenzó a combatir con él.

    - Pero yo- declaró André- no lo hago porque quiera…

    La carrera entre los dos a caballo comenzó.

    Al parecer el Caballero Negro llevaba la delantera, pero el otro (André) llamó a Oscar y ésta fue quien le dio alcance.

    Oscar le gritó:

    - ¡Detente, Caballero Negro, haz lo que te digo si no quieres morir!

    El Caballero quedó sorprendido, pero luego se dio cuenta que se trataba del “perro de la reina” y el otro de su lacayo.

    Entonces, decidió actuar con rapidez.

    Tomó su espada, arrancó de un tajo el antifaz de André y le lastimó el ojo izquierdo.

    El ojo del muchacho Grandier comenzó a sangrar profusamente.

    Oscar se acercó para ayudarlo.

    - ¡Oscar!

    - ¡André!

    El joven le replicó:

    - Oscar, ¿qué haces? Ve detrás de él…

    Pero Oscar no lo escuchó y se lo llevó con cuidado.

    El Caballero trataba de llegar hasta la casa de Oscar.

    - Qué tonto…intenta escapar hacia la casa Jarjayez…


    En tanto, Rosalie se levantaba.

    - ¿Qué sucede, niña?

    - Es que no puedo dormir, nana Grandier.

    - No te preocupes, vuelve a tu cama.

    - Es que…escuché cascos de caballos.

    - Ven, conversaremos un rato en lo que te tranquilizas- observó la abuela.


    De pronto, llegó el Caballero y miró directamente Rosalie. Ésta pensó que se trataba de André.

    Pero al ver que no se inmutaba, se dieron cuenta de que no era.

    El Caballero le cubrió la boca a Rosalie, conminándola a callar.

    La abuela lo mordió y lo retó.

    - ¡Si buscas un rehén, llévame a mí en vez de ella!

    - Una mujer gorda sólo me molestaría- comentó el caballero, llevándose a Rosalie como rehén.


    De pronto, Oscar le dio alcance.

    - Deténgase…¿puede ver a la chica?

    Oscar decidió de momento no hacer nada para rescatarla. Tenía que ver qué había sucedido con André.

    - ¿Qué sucede?

    - Mi ojo…-decía André- se siente como si estuviera ardiendo…

    - Tranquilo…-luego dijo a la familia- podría perder el ojo izquierdo de no cuidarse. No debe quitarse el vendaje hasta que yo lo indique.


    Oscar se acercó.

    - André…perdóname…fue mi culpa…


    Mientras tanto, André sólo pensaba:

    “Me alegra que no haya sido tu ojo, Oscar…no es lo suficiente un ojo para dar por ti…”

    Pero Oscar estaba más que maltrecha y entristecida.
     
  8.  
    Andrea Sparrow

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    ya vieron en quién estaba pensando para Bernard Chatelet y obvio, para el Caballero Negro. No lo pude evitar
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 64

    Rosalie seguía gritando y aquel hombre la bajó pero no se quitó el antifaz.

    - ¿Qué me hará?- preguntó ella.

    El hombre la reconoció. Se trataba de la joven Lamorlierie.

    - ¿Qué hacías allí, Rosalie?

    - ¿Cómo sabe mi nombre?- preguntó Rosalie.

    - Eso no importa…ahora quiero saber qué hacías en la casa Jarjayez.

    - No pienso responderle…-negó la muchacha.

    - Eres igual de testaruda que el perro de la reina- musitó.- Seguramente estás enamorada de él y por eso te comportas así. Por eso te odio más.

    Rosalie no había reconocido a aquel hombre extraño. Sólo se limitó a permanecer callada esperando a que el enmascarado mostrara su rostro.


    En la casa Jarjayez, Oscar no se apartaba de la habitación de André.

    La abuela Jarjayez estaba preocupada por su nieto. Oscar la conminó.

    - Déjame un rato con él, por favor. Es mi responsabilidad…

    - No diga eso, milady. Él se arriesgó y ese hombre…lo atacó- respondió la abuela llorando.

    Oscar le pidió.

    - Déjame a su lado, un rato, por favor.

    La abuela asintió.

    - Está bien…voy a ir un rato a la cocina.

    Oscar se acercó a la puerta que se encontraba entreabierta. Empujó la puerta despacio, temblando ante el rechinido de los goznes.

    Por dentro, André preguntó:

    - ¿Quién es?

    - Soy yo…Oscar…-respondió tímidamente.

    André sintió como un suave perfume llegara hasta el fondo de su corazón.

    - Pasa, Oscar…

    Oscar avanzó lentamente. André sólo se basaba en los ruidos. Intentó mirarla pero, al hacerlo, giró su cabeza y un dolor se apoderó de sus sienes.

    Oscar se acercó e impidió que se volviera hacia ella.

    - No te esfuerces- pidió Oscar.- Perdóname…fue mi culpa.

    - No digas eso…yo confié en que no me dañaría pero no contaba con que sería capaz de ello. Pero fue mejor así, tú no sufriste el daño…

    - ¡Pero no era justo!- casi gritó Oscar.- No puedo sacarme de la cabeza que la agresión era para mí. ¿Por qué lo permitiste, André?

    El muchacho contuvo el llanto. Si las lágrimas brotaban, su ojo se infectaría.

    - Porque…era mi deber.

    Oscar trató de no cansarlo.

    - Será mejor que trates de dormir. Mañana te vendré a ver temprano.

    - Gracias, Oscar- comentó el muchacho.

    Cuando Oscar se marchó dijo para sí:

    - Oscar…mi Oscar, no sabes cuánto te amo y el sufrimiento que experimenté imaginando que podría dañarte. Te amo mucho…no importa lo que está sucediendo. No me habría perdonado si hubiera sido a ti a quien te hubiera atacado. No te angusties, por favor. Dios mío…que no le suceda nada y que yo pueda evitarlo a tiempo.


    Al día siguiente Oscar fue a visitar a la reina y al joven príncipe Luis José.

    La reina le dijo que quería verla el pequeño.

    Oscar se adelantó y lo saludó.

    - Su Alteza.

    - Oscar…qué bueno que has venido. Quería pedirte que me regalaras un arma…

    Oscar le dijo:

    - Eso es muy valiente de su parte. ¿Qué arma quiere que le regale?

    - Una espada y un fusil con incrustaciones o diseños florales en la empuñadura pero…no sé si pueda vivir para sostenerlo con suficiente fuerza.

    Oscar y la reina callaron un momento.

    La reina se apartó para no llorar delante de los demás. Oscar permaneció con el pequeño.

    María Antonieta buscó el consuelo de Fersen.

    El conde la miraba con compasión y con amor.

    - Majestad…

    La reina se acercó a él en audiencia privada y ahí pudo explayar su dolor.

    - No sé qué hacer…mi hijo se me escapa de las manos…

    - Majestad, quisiera poder consolarte en tu dolor. Nada está dicho todavía…

    - Pero él no tiene ánimos de vivir…

    Fersen abrazó a la reina con ternura, tratando de darle su fuerza para soportar esa tristeza.


    - ¿Qué fue lo que dijo el duque de Orleans?- preguntó Oscar al mensajero.

    - Dice que de buena gana acepta su visita en su casa, monsieur Oscar.

    La joven coronel asintió.

    - Al parecer debe estar ahí…sólo que hay que tener cuidado si quiero atrapar al Caballero Negro definitivamente…-pensó.

    Luego buscó sus armas y su uniforme.

    André escuchó ruidos.

    La abuela trató de detenerla.

    - Monsieur, ¿va a salir?

    - Sí, nana. Voy a ver al duque de Orleans.

    André escuchó.

    - ¡No!

    Oscar no se detuvo. La abuela fue donde André.

    - No me mientas…escuché que Oscar va a ir a casa del duque de Orleans. ¡Esa maldita tonta!

    - Espera, hijo…

    - No, no me importa…necesito mi ropa, voy a salir.

    La abuela trató de detenerlo también.

    - No voy a permitir que salgas así, en tu estado.

    - ¡No puedo quedarme de brazos cruzados!- se levantó de un salto y se disfrazó para seguir a Oscar.


    Cuando Oscar arribó a la casa, encontró dentro de ella a jóvenes del tercer estado. Estaba totalmente sorprendida. El duque le dijo:

    - ¿De qué se sorprende, monsieur? En mi casa se reúnen jóvenes abogados y literatos, sin importar su condición. Bienvenido monsieur Jarjayez.

    Oscar estaba ligeramente deslumbrada por aquel ambiente intelectual.

    - Me gustaría tanto quedarme a conversar con ellos…-pensó.- Si no fuera por Rosalie y por el Caballero Negro…

    Uno de ellos la acompañó al centro de la reunión. Oscar conversó con ellos un poco.

    Los jóvenes quedaron impresionados con la forma de ser de Oscar.

    - Nos alegra haberte conocido, Oscar- reveló uno de los abogados más destacados.

    Estuvo conversando un rato más y luego se despedía.

    Un poco decepcionada se apartaba, por no haber podido averiguar nada. De pronto…

    -¡Arriba las manos! Deme su espada y su pistola- dijo uno de ellos.

    Oscar pensó que después de todo sí era una trampa.

    La encerraron en una mazmorra y ahí se encontró con Rosalie. La sorpresa fue mutua.

    - Monsieur Oscar…lo siento tanto…por mi culpa está aquí…

    Oscar la abrazó con ternura.

    - No digas eso, Rosalie…tranquila…


    Mientras tanto André trataría de entrar.

    - Es arriesgado venir aquí así…si entro sin autorización podía ser encarcelado por desacato…sin embargo, si vengo vestido así, tengo un cincuenta porciento de probabilidades de arreglar algo…-dijo armándose de valor.

    El joven Grandier se colocó el antifaz y se dispuso a entrar.

    André se acercó a la puerta. El que estaba vigilando le informó.

    - Caballero Negro, llegas justo a tiempo. El coronel ha sido puesto junto con la chica.

    - Hay que trasladarlos a otra habitación- dijo André, fingiendo ser el verdadero caballero Negro.

    - Pero, podrían ser vistos…

    - No seas ridículo.

    André avanzó aunque se tropezó puesto que no veía bien.

    - ¿Caballero Negro?- preguntó el hombre.

    - No es nada, sólo me resbalé.

    De pronto se asustó.

    “He perdido el sentido de la profundidad…si se dan cuenta, estamos perdidos. Tengo que ser muy cuidadoso”- pensó.

    Se acercó a la puerta y la fue entreabriendo lentamente.

    Luego golpeó al vigía.

    - A dormir un rato…-le dijo tras aquel golpe que lo dejara inconsciente.

    Oscar y Rosalie lo reconocieron.

    - ¡André!

    El muchacho estaba feliz de haberlas encontrado, pero no tuvo mucho tiempo de alegrarse puesto que detrás de él estaba el verdadero Caballero Negro.

    Sin embargo, gracias a André, Oscar pudo apresar al Caballero Negro y le dijo:

    - Ten cuidado con lo que haces o te mataré. Dañaste uno de los ojos de André, así que eso se paga. Una vez que estés fuera montas el caballo junto a mí y di que nos llevas a otro lugar y atraviesas la puerta.

    André dijo.

    - Yo saldré antes que ustedes como habíamos quedado.

    El Caballero Negro hizo lo que le ordenó Oscar, contra su voluntad.

    - Abran la puerta.

    - ¿A dónde vas?

    - Voy a…trasladarlos a otro lugar.

    - Pero…es muy pronto- replicaron.

    Oscar abrazó a Rosalie y dijo:

    - Ahora…corre…

    Oscar ordenó:

    - No intentes nada…

    El que realmente salió primero era André quien las cubrió.

    El verdadero caballero Negro salió al fin y replicó cuando se marcharon los demás.

    - ¿Qué no se dieron cuenta que no era el verdadero?

    El Caballero Negro se molestó.

    - ¿Se dan cuenta del arduo trabajo que llevamos a cabo para traerlos? Tenemos que ir por ellos. Yo iré solo. Si no pueden o no quieren venir, no se interpongan en mi camino. Espero que tenga una buena respuesta para el duque.

    El Caballero Negro se marchó rápidamente.

    Corrió lo más rápido que pudo. Notó hacia dónde se dirigía Oscar.

    - ¿Acaso piensa llevarme hacia Versalles?

    No le fue difícil a Oscar lanzar una piedra y lograr que el Caballero cayera de su caballo.

    Oscar se detuvo. Se acercó a quien había caído de su caballo y le preguntó.

    - ¿Caballero, estás bien?

    El Caballero la distrajo y la desarmó. Ella intentó amagarlo. Rosalie sólo miraba.

    La jovencita miró el arma mientras el Caballero Negro la amagaba. Rosalie se fijó en dónde estaba el gatillo del arma.

    La muchacha disparó. El Caballero soltó a monsieur Oscar.

    Pero el herido fue el Caballero Negro. Su hombro comenzó a sangrar fuertemente.

    - ¿Tú?- dijo el Caballero mirando a Rosalie.- ¿Tú…me disparaste?

    Oscar se acercó.

    - Ahora te voy a quitar el antifaz…voy a hacerte lo mismo que le hiciste a mi André- dijo la joven coronel con fiereza.

    Tomó el látigo para cruzarle la cara, pero una mano masculina y noble le quitó el látigo.

    Se trataba de André.

    - Déjame, André.

    El joven Grandier dijo.

    - No lo haré…

    - Pero, André…-insistía la coronel.- Voy a hacerle lo mismo que te hizo a ti.

    - ¿Qué sentido tiene?- replicó André.- ¿Qué vas a lograr?

    - ¡Uno de tus ojos se ha cegado para siempre por su causa! ¡Déjame que lo haga!

    André le exigió.

    - No vas a hacerlo. Olvídate de tus rencores personales. Yo te agradezco la intención pero recuerda que un oficial no debe actuar en función de sus emociones. Piensa con la cabeza fría, Oscar.

    La verdad estaba con el joven Grandier.
     
  10.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 65

    Cuando Oscar se recuperó, André la convenció para que lo dejara.

    - Debo llevarlo a la casa. Ahí tengo que interrogarlo.

    - ¿Cómo conseguirás hacerlo?

    - Tengo método, André. Tú no te preocupes, ahora tienes que volver a la cama.

    - No…no lo haré.

    Oscar le insistió.

    - Si no me obedeces, me molestaré mucho contigo y no te dejaré volver a salir.

    André respondió.

    - Está bien…si tú lo ordenas.

    Oscar asintió convencida de que André la obedecería. Luego pidió:

    - Vamos a llevar a este hombre a una de las habitaciones para que sea atendido. Pero de esto ni una palabra a mi padre todavía.

    - ¿No piensas encerrarlo?

    - No, por ahora- dijo Oscar.- Quiero hablar con él.

    Rosalie ya lo había reconocido. Oscar preguntó.

    - ¿Qué te sucede, Rosalie?

    - Nada…es que…yo conozco a ese hombre.

    - ¿Cómo dices?

    - Sí, monsieur Oscar. No como usted cree, verá…cuando mi madre murió, él me ayudó a sepultarla. Estaba en total contra de los nobles, como yo. Después estuve trabajando con madame Rose Bertrand y él me ayudaba. Pero…cuando me fui a vivir con lady de Polignac, él me odió por hacer lo que hice. Y ahora, por herirlo…debe odiarme más…

    Oscar le dijo:

    - Si quieres, puedes ayudarme con él para atenderlo. La verdad no quiero que le suceda nada. Sólo quiero que colabore. Incluso, podría dejarlo libre.

    - ¿Cómo?- preguntó André.

    - Sólo quiero que me ayude con información. Si consigo otorgarle la libertad a cambio de su ayuda, sería magnífico. Cumpliría en cierto modo lo que mi padre necesita.

    Rosalie suplicó.

    - Si puede hablar con él, sería verdaderamente magnífico. Y si necesita que la ayude, yo lo puedo hacer.

    - Por supuesto, ven conmigo, Rosalie.


    André vigilaba abajo, mientras Oscar y Rosalie subían a ver al herido quien sollozaba entre sueños.

    Rosalie se acercó lentamente. Llevaba alcohol y vendas para curarlo.

    El muchacho se quejaba lastimosamente.

    Ella aprovechó que estaba ligeramente inconsciente para curarlo. En ese momento no se dio cuenta. La fiebre era algo elevada. Pero luego ella la controló y consiguió que se quedara dormido.

    Oscar le preguntó.

    - ¿Todo bien, Rosalie?

    - Sí, está dormido. La fiebre ya cedió.

    - Me alegra. Se pondrá bien.

    - ¿Puedo quedarme a cuidarlo?

    Oscar sonrió un poco.

    - Si tú quieres…cuídalo. Cualquier cosa, avísame. Estaré vigilando. Pero ya sabes que tengo que cuidar más a André.

    Rosalie asintió.

    Oscar bajó. Tenía que ir a visitar a André.


    El joven Grandier estaba dormido. Oscar se acercó lentamente.

    El médico le había dicho que el hecho de haberse quitado los vendajes y salir apresuradamente podría provocar que el muchacho perdiera la vista parcialmente. Oscar se postró a un lado para llorar.

    André no estaba dormido del todo, así que pudo escuchar las palabras de Oscar que decía en voz baja.

    - André…no comprendo por qué lo hiciste. Te arriesgaste demasiado…yo no puedo permitir que te ocurra nada malo. SI algo te pasara, no lo sé, creo que…me moriría de dolor. Sí, moriría de dolor.

    Y comenzó a llorar.

    André no pudo evitar soltar algunas lágrimas que escapaban de sus heridos ojos. No quiso dañarlos más y contuvo el sentimiento porque las lágrimas lastimaban su ojo dañado. Pero presentía que el daño llegaría a ser irreversible.


    A la mañana siguiente, Rosalie notó que la fiebre había cedido y se acercó para cambiar las vendas.

    El hombre, que no era otro más que Bernard Chatelet, se despertó con sed y de mal talante.

    - ¿Qué…haces aquí?

    - Vine a…curarlo.

    Chatelet volvió la cabeza a un costado.

    - ¿Cómo voy a permitir que me toques siquiera, si fuiste tú quien me hirió?

    - Perdóneme, monsieur…

    Chatelet no la miró más.

    - Será mejor que te marches…no quiero ver a nadie.

    La abuela Grandier le envió el desayuno.

    - Debería comer algo- sugirió Rosalie.

    - Para nada- insistió Bernard.- No quiero nada que venga de ustedes.

    Oscar subió en un instante.

    - Conque…no quieres comer, ¿eh? Si no comes no podremos negociar.

    Chatelet escupió a los pies de Oscar. Ésta no bajó la guardia.

    - Estás de muy mal humor y así no se puede llegar a ningún acuerdo.

    - No haré acuerdos contigo, perro de la reina.

    Rosalie estaba preocupada, pero Oscar lo manejó con mayor filosofía.

    - Vendré otra vez, cuando hayas aprendido la lección. Cuídalo, Rosalie, pero procura que no te muerda.

    Oscar se marchó. Rosalie se quedó con él. Por un momento le tuvo miedo y sus manos temblaban.

    Chatelet le dijo:

    - No voy a hacerte nada…no tienes por qué tenerme miedo.

    Rosalie dejó la charola. Luego le dijo:

    - ¿Por qué se comporta así?

    - Porque quiero…porque él es un noble y porque…tu corazón es de él…

    Rosalie negó.

    - No puede ser…monsieur Oscar no puede tener nada conmigo.

    - ¿Por qué?

    - Porque…no puedo decírselo. Usted mismo tiene que descubrirlo.

    - ¿Qué me vas a hacer?

    - Revisarle la venda solamente.

    - Está bien…comienza con la tortura.

    Ella entreabrió su camisa y revisó la herida con cuidado, sintiendo una emoció n profunda. Para Bernard también fue una emoción especial sentir las delicadas manos de Rosalie rozando su piel.

    - Gracias…-dijo Chatelet.

    Pero después de las vendas se quedó dormido por el cansancio.

    Rosalie lo arropó y lo dejó descansar, bajó las escaleras y lo dejó solo.
     
  11.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Lumiére et nuit [Finalizado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    1361
    Cap. 66

    A la mañana siguiente, Rosalie se despertó sobresaltada. Se iba a hacer tarde y no le había llevado el desayuno a Bernard.

    Cuando fue a la cocina, encontró a la abuela Grandier preparando un desayuno.

    - ¿Puedo llevarlo?

    - Tranquila, niña, ya le llevé el desayuno al prisionero. Éste para André.

    Oscar subió al cuarto de André y preguntó si podía pasar.

    - Adelante…

    La capitán se acercó y le preguntó cómo se sentía.

    - Como un inútil, Oscar. Ni la abuela ni tú me dejan hacer nada. Ya me siento bien.

    - No puedes actuar impulsivamente. Tienes que ser prudente y acostumbrarte poco a poco al espacio para adaptarte. Pronto podrás orientarte no sólo en la casa sino en el exterior.

    - Tengo que estar bien para seguirte ayudando. ¿Ya confesó tu prisionero?

    - No lo sé…por ahora no. Hay que dar tiempo para que pueda sentirse más calmado. Ahora Rosalie está con él.

    André se asustó.

    - ¿Rosalie? ¿Cómo es que tienes confianza en dejarla con él?

    - No le hará nada. Además de que está herido, Rosalie dice que fue bueno con ella, así que dudo que intente hacerle daño. Además, si algo le pasara, sabremos que fue él.

    André movió la cabeza.

    - Le tienes demasiada confianza.


    Momentos después, Rosalie revisaba el cuarto donde estaba Bernard. Lo contempló un instante. Se había portado tan bien con ella…era un periodista con futuro. ¿Por qué se había metido en aquel problema? Aun así, respetaba mucho a lady Oscar, pero ese hombre era del pueblo y por una razón de peso había decidido ponerse del lado de la verdad. Ya habían sufrido mucho por parte de los nobles, y sin embargo, ella no podía ponerse del lado de él porque lo que había hecho era algo grave. ¿Qué hacer? Lady Oscar confiaba en ella. Debía esperar a que la capitana decidiera lo que se iba a hacer con Chatelet.

    En tanto, Bernard despertó.

    - ¿Dónde estoy?

    - Aún en casa de Monsieur Oscar.

    - Ah…eres tú…¿cuándo me podré ir?

    - Todavía no…su herida todavía es profunda.

    - Me disparaste muy bien- aseveró Bernard, sintiendo aún que la bala quemaba su carne.

    - La bala ya le fue extraída pero la herida aún no cierra.

    Bernard la miró un poco serio con dulzura impregnada en las pupilas.

    - ¿Por qué lo hiciste?

    Rosalie bajó los ojos. Luego explicó.

    - Tenía que defender a Monsieur Oscar. Era lo menos que podía hacer.

    - Ya veo…te pones de parte de los nobles…jamás pensé que eso sucedería contigo.

    - No me malentienda, señor Chatelet. No estoy de parte de los nobles, sólo de Monsieur Oscar por la manera en que se ha portado conmigo.

    - Dime…¿lo amas?- preguntó Bernard muy serio.

    Rosalie no podía evitar reír.

    - ¿Se puede saber de qué demonios te ríes?- preguntó sintiendo un dolor profundo.

    Rosalie movió la cabeza.

    - Si sigue preguntando, se lastimará. Será mejor que le revise la herida.

    Bernard contemplaba la mirada de Rosalie. Le parecía tan hermoso tenerla cerca de él. Luego le preguntó.

    - ¿No estás nerviosa de estar cerca de mí?

    - No…porque usted no me ha hecho nada. Al contrario. Aunque sé lo que hizo, debería pedirle disculpas por todo lo bien que se portó conmigo.

    Bernard sonrió de lado.

    - Sigues siendo tan noble como siempre.

    Rosalie se apartó. La mirada de Bernard la ponía nerviosa.

    Comenzó a quitarle la venda. La herida se veía mejor que el día anterior pero aun era profunda.

    Bernard trató de mantenerse tranquilo, pero cuando ella comenzó a curar, sintió que el alma se le iba del cuerpo.

    Cuando terminó su labor, descansó y trató de acariciarle el rostro pero el dolor y la mano de Rosalie le impidieron extender la suya hacia ella.

    - Tranquilo, monsieur. Ya se va a poner bien.

    Al poco rato llegó Oscar.

    - Muy bien, amigo mío. Espero que hoy sí tengas ganas de hablar.

    - No hablaré con un perro dela reina.

    Rosalie lo miró. Chatelet miró cómo la muchacha cruzaba miradas extrañas con Oscar y replicó.

    - Le odio más por estar con esta niña…pero por respeto a ella, dígame qué quiere.

    Oscar movió la cabeza.

    - Eres un tonto…

    Bernard sintió un poco de rabia cuando escuchó eso. Pero trató de calmarse por consejo de Rosalie.

    - Si usted no es malo, escuche lo que Monsieur Oscar le diga.

    Oscar se sentó, cruzó la pierna y comenzó a preguntar.

    - Primero me vas a decir qué hicieron con las armas destinadas a los oficiales de alto rango.

    - ¿Y por qué piensa que yo lo sé?

    - Esas armas se habían entregado en casa del duque de Orleans. Alguien ya confesó y dijo que alguien les dio la orden de quedarse con ella. Dime, ¿para quién trabajas, Caballero Negro?

    - Trabajo por mi cuenta- aseveró algo molesto.- No tengo por qué darle explicaciones a un noble que está del lado de una reina capaz de dejar morir a su pueblo de hambre y miseria.

    - No tienes una idea de lo que dices…sin embargo, voy a hacer de cuenta que no me dijsite eso. Anda, sólo di lo que quiero saber y te dejaré libre.

    - Jamás traicionaría a mi gente.

    - Eres inteligente- reveló Oscar.- Pero no es sólo eso…dejaste sin vista a André…y ese ojo de mi André no tiene precio.

    Bernard reía.

    - Te preocupas demasiado por ese muchacho. ¿Acaso es tu favorito en turno…o tu esclavo?

    - Ni uno ni otro…es como mi hermano, así que no admito que vuelvas a burlarte. Y por respeto a Rosalie no te pongo en tu sitio, puesto que para ella vales mucho más de lo que parece.

    Bernard calló. Rosalie le dio la espalda para no intervenir.

    - No metas a Rosalie en esto. Deja a la muchacha. No quieras burlarte de ella sólo porque eres noble.

    - ¿Qué te hace pensar que la tengo presa, o que me quiero burlar de ella?

    - Nada…es sólo que ella debe estar aquí porque la obligas…o más que eso, quizás…ella te ama…

    Oscar no pudo evitar soltar la carcajada. A pesar de que Rosalie, en algún momento amaba platónicamente a Oscar, bien sabía que un día se fijaría en un hombre y ese día había llegado. Rosalie estaba enamorada de Bernard y él de ella.

    - Cómo no me di cuenta antes- explicó Oscar.- Cuando Rosalie me hablaba de aquel caballero que la trataba bien, no alcancé a imaginar que se trataba de ti.

    - ¿Qué quiere decir?

    - Que por Rosalie no te debes preocupar, ella está aquí por su propia voluntad y nada hay entre nosotros, que no sea una buen amistad.

    Bernard insistía.

    - ¿Ahora eres tú el que quiere burlarse de mí, no?

    - Para nada…sólo quiero hacerte comprender la verdad.

    Se puso en pie y se irguió. Luego contempló sus ojos y su cabellera rubia.

    - No puede ser…usted es una…

    Luego movió la cabeza.

    - Es una mujer…¿en verdad? Bueno…creo que fui un imbécil en no darme cuenta…

    - Eso no interesa, Bernard. Dime la verdad y te dejaré ir.

    - Ahora vas a ser mi salvación. Estás mal, capitana. No quiero que me dejes libre.

    - Hazlo por Rosalie…


    Bernard la miró. Luego bajó los ojos. Oscar salió. Bernard sabía que Rosalie se merecía más respeto y sobre todo, si quería luchar por ella tenía que hablar con la verdad.


    - ¡Cómo no me di cuenta antes! Claro que no puede haber nada entre ustedes…

    Rosalie se acercó.

    - ¿Comprende ahora mi gratitud? Ella evitó que mi madre verdadera me casara contra mi voluntad. Por eso estoy en su casa, y la respeto como a una hermana.

    Bernard sonrió. Había sido un estúpido.

    - Perdóname, Rosalie. He sido un ciego. Dime…¿haría muy mal si…te diera un beso?

    Rosalie se sentó en la cama. Bernard hizo un poco de fuerza y buscó los labios de Rosalie para saborearlos un momento.
     
  12.  
    Andrea Sparrow

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    1259
    Cap. 67


    André por fin se levantó de la cama. El doctor le quitó los vendajes y lo revisó.

    - Parece que ya estás un poco mejor, André. Sólo es cuestión de tiempo para que puedas acostumbrarte a ver, aunque será con algo de dificultad. Tú entiendes.

    - Entiendo- repuso André, tratando de contener la resignación que suponía para él haber perdido uno de sus ojos.

    Oscar trató de contenerse. Para ella también era difícil tener que asumir que André había dejado de ver parcialmente. Ahora tenía que ayudarlo para que se sintiera mejor.

    - Monsieur Oscar, venga conmigo.

    Ya afuera, trataron de que André no escuchara.

    - El muchacho no verá bien, señorita. Perderá una parte de la visión que nosotros tenemos.

    - Comprendo.

    - Lo que se necesita es que no cometa ninguna tontería por la desesperación.

    - Descuide, André no es así. No llegaría a eso.

    - Está bien. De igual forma, aquí están los medicamentos que le he prescrito.

    - Hablaré con la abuela al respecto- respondió Oscar- Muchas gracias, doctor.

    El médico asintió y se despidió.


    El padre de Oscar fue a ver a André.

    - Muchacho…¿cómo te sientes?

    - Mucho mejor, general Jarjayez.

    - Me alegra…sin embargo, creo que Oscar tendré que relegarte de algunas actividades.

    André suplicó.

    - Oh, no, señor, estoy bien. Eso no va a ser necesario.

    Oscar se apresuró.

    - Descuida, padre, yo me encargaré de que André no haga aquellas cosas que puedan suponer un riesgo para él.

    Su padre asintió y se marchó.


    André reclamó a Oscar.

    - No vas a hacerme sentir como un inútil, ¿cierto?

    - Por supuesto que no, André, es sólo que tratarás de estar tranquilo y no meterte en problemas. Voy a ver al Caballero.

    - Voy contigo.

    Oscar pensó que quizás el hombre reaccionaría violentamente pero luego pensó que tal vez, al ver cómo había quedado André, se disculparía y colaboraría.

    - Está bien, André, vamos.


    En la habitación, Rosalie ya terminaba de revisar la herida que ya iba mejorando.

    - Gracias, Rosalie- comentó Bernard.

    - De nada…-respondió Rosalie.- ¿Cómo te sientes?

    - Mucho mejor, gracias a tus cuidados- dijo Bernard, acomodándose la camisa.

    Ella asintió, Bernard se puso de pie y la tomó ligeramente de la cintura. Rosalie se volvió frente a él sonriendo ligeramente. Bernard acarició su mejilla y la besó de nuevo.

    Justo en ese momento llegaron Oscar y André.

    - Oh, perdón…¿interrumpimos?

    Bernard tomó la palabra.

    - No, Oscar, pasen. Quiero que sepan que amo a Rosalie…y quiero pedirle su mano para casarme con ella.

    Oscar sonrió ligeramente. Eso significaba que por fin Rosalie encontraría el verdadero amor.

    - ¿Y tú, Rosalie? ¿Estás de acuerdo?

    Rosalie asintió.

    - Pues entonces es un hecho.

    Luego Bernard reparó en André.

    - Lo siento…realmente siento mucho lo que pasó contigo…

    André movió la cabeza.

    - No te preocupes. Por Oscar sería capaz de volverlo a hacer.

    Entonces Bernard comprendió que André estaba enamorado de Oscar. Pero guardó total silencio al respecto.

    - He venido- continuó Oscar- para que hagamos un trato.

    - ¿Otra vez? Ya le dije que no voy a decir ni una sola palabra.

    - Lo único que quiero es que quedes libre para que puedas irte y ser feliz con Rosalie. No accederé a que te cases con ella a menos de que lleguemos a un verdadero y mutuo acuerdo.

    Bernard respiró hondamente.

    - Está bien…¿a dónde quiere llegar?

    - ¿Cuánto por las armas? Si te doy el equivalente, tú podrás hacer con ese dinero lo que quieras y así las armas vuelven a su sitio.

    - ¿Por qué piensa que podría pagar por ellas?

    - Porque te conviene…necesitarás dinero para poder casarte con Rosalie.

    Bernard la miró y asintió.

    - Está bien…usted ponga la cantidad.

    - ¿Qué tal…20 mil libras?

    - Es muy poco…hay intereses de por medio.

    - 50 mil y no se hable más.

    El abogado lo pensó un poco y asintió.

    - Está bien…sólo deme tiempo para organizar todo y dejar las armas donde estaban.

    - Así me gusta, ahora otro favor…que nadie se entere de esto.

    Bernard sonrió.

    - Es usted una mujer de palabra y muy valiente. Sólo por eso cerraré el trato.

    - Bien, sólo te pido algo más…

    - ¿Qué cosa?

    - Que cuides bien de Rosalie…

    Bernard miró dulcemente a la chica.

    - De eso puede estar usted segura…la haré muy feliz…



    La reina alternaba su estancia en el Petit Trianon con las visitas del conde Fersen.

    El pequeño Luis José seguía muy enfermo.

    Cada día que pasaba su estado de salud se agravaba.

    Una mañana, pidió ver a Oscar.

    Ésta llegó al fin con él tratando de contener las lágrimas.

    - Mi querido príncipe…¿cómo se siente?

    - Muy bien, Oscar. Me siento tan feliz cuando tú estás aquí…

    Oscar respondió.

    - A mí también me agrada estar cerca de usted.

    El pequeño príncipe acarició levemente la mejilla de Oscar.

    - Oscar…me siento tan feliz porque…te amo tanto…

    El joven príncipe besó suavemente los labios de Oscar. Ella quedó conmovida por el gesto.

    - Su Alteza…

    - Si fuera yo mayor, Oscar…¿me amarías?

    La muchacha lo abrazó. Aquel gesto de amor rompió su corazón en mil pedazos.


    Después de la charla, Oscar cabalgó un poco con él y lo dejó dormir en su habitación.


    En tanto André deambulaba por la casa tratando de acostumbrarse a los espacios. Su abuela lo miraba y sentía que su corazón se atormentaba.

    - Hijo mío…me siento tan triste por ti…

    - No te apenes, abuela…yo ya asumí esa realidad…lo único que lamento es no poder ver a mi Oscar tan linda…sólo veo parcialmente y eso me hace sentir tan poca cosa.

    - Tranquilo, hijo, Oscar te aprecia y para ella eres muy valioso.

    André asintió.

    - Oscar es buena…por eso la amo tanto…


    Dos noches después, Rosalie y Bernard salieron a escondidas de la casa Jarjayez.

    Bernard la llevó a una casa hermosa aunque pequeña.

    - Bienvenida a tu nuevo hogar, Rosalie.

    - Es hermosa…

    Bernard sonrió al ver la expresión de Rosalie al estar en su casa.

    - Este será tu hogar, si tú aceptas, Rosalie. Esta noche será la boda…te prometo que te haré muy feliz…te amo desde que te conocí y sólo quiero que me acompañes el resto de mi vida.

    Rosalie le preguntó.

    - Dime Bernard…¿qué es lo que has estado haciendo?

    Bernard sabía que a ella no le podía ocultar nada.

    - Rosalie…hemos estado generando una resistencia para poder derrocar la monarquía.

    - Sé que la reina ha sido insensible pero…no creo que sea bueno.

    Bernard la abrazó.

    - Lo sé…pero hemos discutido en el tercer Estado que hay que defender nuestros derechos. La libertad, la igualdad…todo lo que el hombre significa y a lo que tiene derecho…hay muchos escritos que, publicados a la gente, crearán conciencia y permitirán que pronto el rey reconozca nuestras decisiones.

    Rosalie asintió.

    - Tienes razón, Bernard. Y yo te voy a apoyar siempre. Sólo te pido que jamás vuelvas a tratar de hacerle daño a Monsieur Oscar.

    Bernard besó sus manos.

    - Te lo prometo…ahora, ve a aquella habitación…ahí encontrarás algo que te gustará mucho.

    Rosalie asintió.


    Horas después, al bajar vio que había mucha gente en la casa. Había asistido para la boda.

    Bernard también se había arreglado.

    Aquella noche se celebraría al fin su boda con Rosalie Lamorlierie.
     
  13.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    1442
    Cap. 68

    En tanto, Oscar había conversado con André.

    - ¿Cómo te sientes ahora que vino el médico y te examinó?

    - Pues mejor. Estoy tratando de adaptarme a mi nueva forma de ver. No me siento muy bien todavía, pero sé que con el tiempo me sentiré mejor. Y cuando hablo del tiempo, me refiero a un tiempo muy corto.

    Oscar lo miró un segundo.

    - Será el tiempo necesario, André, ni más ni menos. Por el momento, tienes que irte acostumbrando al espacio, a las partes de la casa de nueva cuenta. Tu…dimensión es diferente ahora.

    André continuaba.

    - Sí, la abuela me ha estado ayudando para hacerme a esta nueva realidad. Y tú te has encargado de que no existan obstáculos que me impidan moverme en la casa. Gracias.

    Oscar trató de contener el llanto. El hecho de que Andre estuviera ahora ciego por la mitad era algo que la atormentaba. No sabía por qué le dolía tanto pero era para ella un sufrimiento que no podía soportar fácilmente.

    La abuela Grandier notaba que Oscar se sentía triste y la reconvino.

    - Por favor, Lady Oscar, no se acongoje por la suerte de André. Ese bueno para nada tenía que hacer algo bien un día.

    - No digas eso, abuela…André no tenía por qué pagar por eso con su propio ojo. Yo era quien debía sacrificarse…

    - Tranquila, lady Oscar, no sufra así. Por cierto, el general la quiere ver en su despacho.

    Era ya tarde cuando el general llamó a Oscar.

    - Adelante…

    - ¿Qué querías, padre?

    - Supe que…las armas volvieron a su lugar. ¿Me puedes decir cómo conseguiste eso? Además, no hay noticias de que hubieran encarcelado al Caballero Negro o que sea ajusticiado.

    Oscar le reveló la verdad.

    - Las armas volvieron pues quien las tenía las devolvió. Al parecer todo fue producto de una confusión.

    - ¿Confusión? No comprendo…

    - Sí, la confusión surgió por el lugar donde tenían que estar. Fueron llevadas al castillo del duque de Orleans por equivocación, pensando que ahí estarían bien. El capitán de la guardia que las llevó me pidió que no dijera nada porque tenía miedo de que pensaran que era un traidor. Además, el Caballero Negro andaba suelto y era peligroso porque así no lo podríamos atrapar.

    - ¿Y el paradero del Caballero Negro?

    Oscar comentó.

    - El Caballero Negro…se ha marchado. Al parecer, era alguien conocido y pidió la protección de la corona.

    - ¿Es cierto eso, Oscar?

    - Sí…yo respondo por ello…

    El general la miró dubitativo.

    - Eso no me gusta nada, Oscar. La honorabilidad de la familia Jarjayez va a quedar en entredicho.

    - Claro que no, padre, al contrario. El asunto se ha resuelto sin derramamiento de sangre, así que eso es una cuestión de honor para nuestro apellido.

    El general asintió.

    - Es cierto…me siento en cierto modo, orgulloso de ti, Oscar. Ahora, ve a descansar.

    - Gracias.

    Salió del despacho y se dirigió un momento a la habitación de André.

    Se asomó tan sólo por una orilla y miró a André que tenía el torso desnudo mientras terminaba de acostarse.

    André sintió que alguien lo observaba pero no encontró a nadie cuando se asomó. Pensó que sólo era su imaginación.


    En aquella casa donde estaba por celebrarse la boda, Bernard se arreglaba el traje para la hora de la ceremonia.

    - Estás nervioso, Bernard- sugirió Maximilien, su gran amigo.

    - Bastante, Max- respondió Bernard- no todos los días se casa uno.

    - Es cierto, y menos con una chica tan linda como Rosalie.

    - Será mejor que cierres tu gran boca o me olvidaré de que eres mi mejor amigo.

    De pronto, descendió de la escalera Rosalie vestida de novia.

    Bernard apenas podía creerlo.

    - Te ves bellísima- comentó el futuro esposo.

    - No tanto como María Antonieta.

    Bernard negó.

    - Ni la austriaca luciría tan hermosa como tú…tú eres diferente y por eso te amo.

    El juez llegó para celebrar la ceremonia.

    Ahí se firmó el acta frente a aquellos hombres que fungían como testigos.

    - Lamento que no haya estado aquí Oscar Jarjayez- comentó Bernard- pero no podía venir por seguridad.

    - Es cierto, pero me envió parabienes para los dos.

    Un pequeño brindis mientras los novios se miraban constantemente.

    Maximilien echó un vistazo a los hombres que los acompañaban.

    - Será mejor que nos vayamos…los recién casados querrán estar a solas…

    Bernard sonrió levemente. Rosalie se ruborizó.

    Cuando todos se fueron, Bernard acarició la mejilla de Rosalie.

    - Me duele no haberte dado la boda por la iglesia que querías pero sabes que por ahora es imposible.

    - No te preocupes, que ya habrá tiempo para eso.

    - Ven, vamos arriba…

    La tomó en peso y la llevó en brazos a la habitación.

    Estando ahí se acercó lentamente a ella. Rosalie temblaba.

    - ¿Tienes miedo?

    - Un poco…

    - Tranquila…no temas…no te haré daño…soy tu esposo y sólo quiero a partir de hoy, cuidar siempre de ti.

    La besó tiernamente mientras aspiraba el aroma de su piel. Ella entrecerró los ojos mientras Bernard la fue relajando, al tiempo que iba desatando los listones de su vestido.

    Ella no sabía cómo reaccionar. Bernard sonrió por el gesto mientras se quitaba el saco y se entreabría ligeramente la camisa.

    De pronto, los listones abandonaron a Rosalie al tiempo que su mirada se desviaba ligeramente de Bernard.

    - Mírame…tus ojos son dulces…tiernos…tu piel suave…tus manos sólo demuestran el trabajo al que has estado acostumbrada, y eso las hace más hermosas…tu boca…un panal de miel..tu talle tan gracioso- señaló mientras el resto la iba abandonando.

    Momentos después, Bernard la enamoraba con palabras dulces y le mostraba cómo acariciarlo para relacionarse con más ternura. La chica Lamorlierie, ahora madame Chatelier, gozaba los roces de su esposo temblando de amor y sintiendo que aquella noche era la más feliz de su vida.

    Bernard contempló cada punto de su cuerpo. Esas cimas tan negras se erizaban con sus besos mientras el resto de su piel sudaba por la tensión que los besos de él provocaban. El esposo se sentía tan dichoso que también estaba nervioso.

    - Eres mi esposa…no puedo creer que este día haya llegado. Ya no habrá secretos entre nosotros. Tu cuerpo y el mío se reconocen y nuestras almas pueden estar juntas por fin.

    Sus caricias los llevaron a la entrega que llegó para los dos fundiéndose en cuerpo y alma, temblando y gozando como ninguna pareja quizás lo habría experimentado entonces.

    Horas después, abrazados, se miraban continuamente a la luz del quinqué.

    - Esta noche es maravillosa, todo lo que ha pasado ha valido la pena y siento que todo lo malo que hecho ha sido un desperdicio…ahora sólo importa lo que hagamos juntos…

    - Yo quiero saber lo que has hecho durante todo este tiempo.

    - Sí, te contaré, no te preocupes…lo que he hecho todo lo sabrás y espero que puedas perdonar lo malo y ayudarme en mi misión.

    - Soy tu esposa…y contigo lucharé hasta el final.

    - No sabes cuánto te amo- dijo Bernard, estrechando a su dulce esposa.


    La mañana llegó.

    André se levantó temprano. Se arregló y duchó con dificultad para luego bajar tratando de esquivar los obstáculos de la casa para reunirse con Oscar en el salón.

    - Buen día, ¿vas a salir?

    - Sí…mi padre me pidió dar parte al destacamento. Veremos a Fersen y al coronel Guemene.

    - ¿Sabes para qué?

    - No tengo idea pero espero que no sea nada grave.

    André miró a Oscar muy decidida, valiente y segura. En tan pocos días había madurado como quizás no lo hubiera hecho en años.

    Marcharon hacia el patio del palacio de Versalles.

    La reina estaba presente.

    - Hemos decidido su Majestad y yo- comenzó el rey- que sea condecorado Monsieur Oscar por su valentía en haber resuelto el caso de Caballero Negro con inteligencia y astucia. Así pues, Monsieur Oscar se convierte a partir de hoy en general brigadier del ejército de la corona.

    Oscar se inclinó.

    - Majestades…yo no puedo aceptar ese cargo. Les pido que le otorguen, en su defecto, mayor rango a André Grandier…

    El rey dudó.

    - ¿Eso es lo que quieres?

    - Sí…

    - Entonces- continuó el rey- serás general brigadier y André Grandier se convierte en almirante de la guardia.

    - Majestad…

    - Es una decisión inapelable. Serás condecorada esta misma noche, al igual que André.

    André lloró. Oscar estaba muy agradecida. Aquella noche iba a ser doble la celebración.
     
  14.  
    Andrea Sparrow

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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    1142
    Cap. 69

    En la madrugada, aun recostados, Rosalie y Bernard yacían juntos en el lecho.

    El sueño aún hacía presa de los cuerpos de los recién casados, que se estrechaban bajo las mantas.

    Bernard despertó un poco sobresaltado, quizás todavía al dolor que la herida le producía, a pesar de que ya casi había sanado.

    Se removió ligeramente en la cama y encontró la cabeza dorada de Rosalie bajo su brazo cuya mano descansaba sutilmente sobre las mantas a la altura de su cadera.

    Con la mano que tenía libre, acarició la mata rubia de su ahora esposa y depositó un beso delicado en los labios de Rosalie.

    Ella tenía las manos sobre el pecho de Bernard e instintivamente sus dedos se movían sobre los brazos de Bernard. Cuando tomó conciencia de dónde se encontraba, apartó las manos y ocultó el rostro en un hueco de la almohada. Bernard pasó la mano a un costado y le dijo:

    - No te apenes, amor…eres mi esposa…

    - Bernard…es que…dicen que las prostitutas…colocan sus manos sobre el pecho de sus amantes descaradamente.

    Bernard movió la cabeza.

    - ¿Quién te dijo eso?

    - Una chica que trabajaba con Madame Rose Bertrand…ella tenía una amiga que lo era y le contaba lo que hacía para atraer a los hombres y ganar más dinero.

    - A mí no me interesa lo que esas mujeres hagan, no de la forma que te imaginas.

    - Yo no me imagino nada porque…sé cómo eres.

    Bernard colocó sus brazos alrededor de la espalda de Rosalie y besó su cabeza.

    - No he sido un santo, Rosalie…tú lo has visto…fui capaz de poner en riesgo la vida robando en las casas nobles.

    - ¿Por qué lo hiciste? Si quieres, puedes contarme.

    - Te prometí que no habría secretos, ma vie. Verás…en la corte hay gente que está dispuesta a traicionar al rey porque se han dado cuenta que la reina lo manipula.

    Rosalie no comprendía bien del todo.

    - ¿De quién se trata?

    - El duque de Orleans, su hermano, está dispuesto a hacer lo que tenga que hacer para que la república se instaure. Cuando tú y Oscar Jarjayez nos encontraron, varios abogados, como yo, estaban reunidos en París porque ahí leían textos de Rosseau, Voltaire, Diderot…somos republicanos de corazón…y un día veremos a la nobleza derrotada por los valores de la República. No queremos nada más que se nos haga justicia. Que se respete la decisión del Tercer Estado.

    - Lo que pides es justo, Bernard…yo sólo quiero apoyarte en todo y luchar a tu lado.

    - Gracias, Rosalie. Procuraré no arriesgarte en esto. Maximilien me ha apoyado mucho en esto y sé que pronto lograremos mucho.

    Rosalie suspiró un instante. Bernard le dijo.

    - Rosalie…perdóname por no haberte dicho antes que te amaba…habrías sufrido menos. ¿Cómo te enteraste que eras hija de una mujer noble?

    - Fue por casualidad. Estuve en casa de Monsieur Oscar y ahí conocí a Lady de Polignac. Esa mujer fue capaz de lograr que su pequeña hija…se quitara la vida a causa de un matrimonio arreglado con un hombre que podía ser su abuelo.

    - Es ambiciosa…-dijo Bernard.

    - Ella era la que incitaba a la reina a jugar y a perder el tiempo en el Petit Trianon.

    - Sin embargo, algo me dice que los días de Marie Antoinette están contados…pero nosotros…tenemos aún tiempo para amarnos…aun es de madrugada, Rosalie Chatelet…ven…

    Y con caricias tiernas consiguió enamorarla para pasar el resto de la noche disfrutando de su sorpresiva y fugaz luna de miel.


    En Versalles, la reina celebraba junto con la guardia el ascenso de Oscar Jarjayez así como André. Pero éste no se veía muy feliz.

    Oscar se acercó y le preguntó.

    - ¿A cuántos mataste, André?

    - ¿Perdón?

    - Lo siento…estás demasiado serio…

    - No es así, lo que pasa es que…veo miradas torvas que parecen devorar a María Antonieta.

    - Lo sé…la miran terriblemente y eso no me gusta. Pero ella está bien protegida.

    - ¿Supiste que hubo una reunión en París con gente del Tercer Estado?

    - Sí, algo supe. Es complicado. No sé qué estén tramando, pero sólo sé que no puede ser algo demasiado grave.

    André se sorprendió.

    - ¿Tú me dices eso, Oscar?

    - No me malentiendas, André…es que…he leído algunos libros y me parece que no están tan errados en algunas cosas. La igualdad entre las personas no es algo descabellado.

    André sonrió. Esa forma de pensar de Oscar la llevaría a límites insospechados.


    Cuando volvieron a la casa Jarjayez estaban cansados. Para André fue difícil porque la vista le jugaba malas pasadas y Oscar permaneció mucho tiempo tratando de cuidarlo.

    En la mansión, Oscar le dijo.

    - Voy arriba por un libro. Te veo en el estudio.

    André bajó a la caballeriza a dejar los caballos para el día siguiente.

    Acarició la crin de cada uno y les dijo.

    - Amigos míos, perdónenme. Casi no puedo cuidar bien de ustedes, pero lo haré mientras la vista me lo permita.

    Fui al estudio. Oscar leía a Juan Jacobo Rosseau.

    - Oscar- dijo André al entrar.- ¿Qué querías decirme?

    - Quiero…agradecerte todo lo que estás haciendo para adaptarte a tu nueva realidad.

    - No tienes que hacerlo…no es fácil para nadie.

    - Lo sé pero…para ti es aun más difícil.

    - No me trates como un lisiado, Oscar.

    Ella le dijo con firmeza.

    - No te trato como tal…eres como un hermano y quiero ayudarte…¿lo entiendes?

    André la miró dulcemente a los ojos. Oscar acercó sus labios a los de André. Él estuvo a punto de traicionarse a sí mismo y besarla, pero ella depositó un beso en su mejilla.

    - André…yo me habría muerto si te pasara algo malo.

    - Eso no pasará, Oscar…tranquila…tú eres muy valiente. Bueno, mira…ese libro que lees yo ya lo leí como diez veces.

    - ¿De verdad? Ah, con que leyendo esta clase de libros a escondidas.

    André sonrió. Oscar soltó una carcajada.

    - A partir de hoy, vamos a leer juntos estos libros, ¿te parece? Sólo procuremos que mi padre no se entere.

    - Te lo prometo, Oscar. Sólo quiero saber algo…dime, hoy, en la noche…¿qué sentiste de ver a Fersen ahí?

    Oscar respondió resuelta.

    - Nada…por fin creo que mi corazón está bien…no he sentido absolutamente nada…

    André sabía que Oscar le había mentido. Pero él no la quiso desenmascarar.

    - Me alegro por ti, Oscar…

    Y la lectura los llevó hasta la madrugada, cuando Oscar se quedó dormida en el hombro de André y éste soltó algunas lágrimas sin que ella se diera cuenta.

    FIN DE LA SEGUNDA PARTE
     
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    Andrea Sparrow

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    Lumiére et nuit [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    787
    Cap. 70

    Han pasado ya cuatro años desde que Oscar fue ascendida a general brigadier del ejército de la reina. André pasó de almirante a sargento y ahora es un hombre más maduro y responsable que es de la total confianza del General Jarjayez. Sin embargo, su amor por Oscar ha crecido aun más y se dedica a cuidarla como nadie.

    Fersen estaba dedicado totalmente al cuidado de María Antonieta. Oscar ya lo sabía y entendía que para Fersen no había ojos en otra cara. El rey parecía no darse cuenta de lo que sucedía entre ellos. Aún así, Fersen siempre había respetado a María Antonieta pero el hecho de estar tan cerca se convertía en un suplicio continuo.

    Oscar se sentía orgullosa de la forma de ser de André. Era realmente un caballero y se comportaba como todo un hombre. Para ella era más que un hermano: era un ser indispensable en su vida. Ni ella misma comprendía lo que sentía por el joven Grandier. Pero de una cosa estaba segura: no iba a permitir que nadie le hiciera daño a André.

    Y es que las cosas no iban tan bien a nivel político. Intrigas ocultas amenazaban la tranquilidad de la corona francesa. El Tercer Estado lo pasaba reuniéndose de manera clandestina para llegar a acuerdos a fin de derrocar a la monarquía, aunque todavía no se concretaba ninguna clase de movimiento. Había gente que todavía tenía confianza en que el rey entraría en razón y recordaría la influencia de la Cámara de los Comunes en las decisiones de la monarquía.

    Sin embargo, la reina seguía cumpliendo sus caprichos y realizando fiestas en el Petit Trianon, pensando en que con eso podría paliar el dolor producido por la muerte de su heredero al trono Luis José. Las infantas serían las que heredarían el trono y eso provocaría que fuera más vulnerable la estabilidad del reino.


    Oscar revisaba el itinerario de la guardia. Tenía que pasar lista y preparar a sus soldados para una exhaustiva revisión.

    - Mi gente no es ganado- observó a André.- Son personas que necesitan también descansar. ¿Por qué no entiende eso el coronel Drosseau?

    - Sabes que es su trabajo…eso es lo que él tiene que hacer. Además, la guardia debe estar preparada para cualquier contingencia.

    Oscar golpeaba con el puño el anverso de un libro.

    - Contingencia…espero que no se les ocurra hacer alguna tontería…mis soldados no servirán de colchón por si se atreven a hacer algo al rey. Deben pensar dos veces hacer algo.

    - ¿Crees que suceda algo?

    - No…la gente todavía tiene fe en el rey. Y yo también.

    André no quería decirle a Oscar que él ya la había perdido totalmente.

    - Vamos entonces- dijo André.

    - No te someteré al pase de lista y al tratamiento que pretende Drosseau.

    - No te pongas así, Oscar. No es nada malo. Drosseau sólo lo hace para molestarte.

    - Será mejor que te pongas a cargo del regimiento mayor, André. Déjame a mí a la guardia personal.

    - Está bien. Por cierto…te mando saludos el coronel Girodelle…-comentó molesto.

    - Girodelle…ah, sí. Amigo de la infancia…sin embargo, no sé por qué me manda saludos.

    André sabía perfectamente que Girodelle miraba especialmente a Oscar, pero lo disimulaba bien.

    - No entiendo qué quiere Girodelle sin bien sabe que se ven cada vez que hay reunión con el rey.

    Oscar notó que André estaba molesto. Pensó que se trataba quizás de que Girodelle lo zahería todo el tiempo a causa de su status, considerando que no era noble.

    - No te preocupes por Girodelle, no habrá forma de que te siga molestando. De eso me encargaré yo.

    - Vamos entonces- aseguró André, procurando seguir cuidando a Oscar, para evitar alguna traición por parte de los del Tercer Estado.


    Cuando estaban en el destacamento, se alistaron para la revisión. Drosseau estaba molesto.

    - Me parece que su guardia no está totalmente preparada, Monsieur Oscar.

    - Será mejor que procure entrenar mejor a sus hombres, Drosseau…montan como niñas…-sonrió socarrona, mientras sus soldados festejaban la defensa de la general.

    - Pues…no será porque los entrena una niña mimada…

    Oscar arqueó los labios y respondió con otra sonrisa.

    - Pues…eso es peor, coronel…porque eso habla muy mal de su general.

    Drosseau empezó a sentir un reto de parte de Oscar. André estaba atento para evitar un enfrentamiento. De pronto, alguien llamó a la general para que tomara un mensaje que acababa de llegar.

    - El duque de Orleans la llama.

    - ¿El duque de Orleans? – preguntó algo intrigada.

    André estaba preocupado. ¿Para qué buscaría el duque de Orleans a Oscar con tanta insistencia?
     
  16.  
    Andrea Sparrow

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    87
     
    Palabras:
    1857
    Cap. 71

    Oscar miró a André.

    - ¿Para qué me buscará el duque de Orleans?

    - Será mejor que no vayas sola, Oscar.

    - Lo sé pero…no puedo dejar al regimiento solo. Iré yo mientras tú te quedas con el regimiento.

    - No quiero dejarte ir así como así…

    Oscar asintió.

    - Suena peligroso, sin embargo, algo me dice que no tengo nada que temer.

    Subió a su caballo y se dirigió al lugar donde se encontraba la dirección que le había dejado el duque de Orleans.

    Se internó por algunos edificios y llegó a uno que más parecía una bodega.

    En el interior encontró a varios jóvenes que ya conocía de alguna ocasión.

    - Bon jour…

    - Bon jour, monsieur Oscar.

    - ¿Puedo saber qué hacen aquí?

    - Estamos estudiando…

    Entre los presentes encontró a Maximilien Robespierre.

    - Maximilien…qué sorpresa.

    El abogado le extendió la mano.

    - Oscar Jarjayez, qué gusto verle por aquí. ¿Ha venido a buscar a Bernard?

    - ¿Está Bernard aquí?

    De pronto bajó Rosalie con Bernard. Él descendió hacia donde estaban los abogados, mientras Rosalie corría al encuentro de Oscar.

    - Monsieur Oscar- dijo emocionada de poder volver a ver a la ahora general.

    Ella la abrazó como a una hermana. Rosalie hizo lo propio, aunque notó cierta mirada extraña en Bernard Chatelet. Oscar dijo a Rosalie.

    - Linda, tu esposo está allá y me mira con cierto recelo- guiñó el ojo.

    Rosalie sonrió.

    - Él sabe bien cuánto lo amo y que no hay más a quien ame como a él.

    Bernard bajó la cabeza un poco ocultando un gesto de orgullo velado tras los dedos de la mano derecha para llevarlas a su espalda de nueva cuenta.

    - No se preocupe, Oscar, que yo sé perfectamente lo que Rosalie le aprecia y le quiere.

    Oscar le preguntó.

    - ¿Era para el reencuentro que me mandaron llamar? Realmente ha sido una agradable sorpresa.

    - No solamente para eso- comentó Bernard.

    - ¿Entonces?

    Maximilien dijo:

    - ¿Se lo dices tú o se lo digo yo, Bernard?

    - Tengo que ser yo- dijo Bernard Chatelet ya resuelto a hablar.- Oscar…pronto nos levantaremos contra los nobles.

    - ¿Por qué?

    Bernard le pidió.

    - ¿Podemos hablar a solas arriba?

    Oscar dudó un momento. Pero sabía que el hombre que hacía feliz a Rosalie era incapaz de dañar a la mujer que tanto bien le había hecho a su esposa.

    - Está bien…vamos.

    Ya arriba, Bernard puso al tanto a Oscar.

    - Oscar Jarjayez…temo mucho decirle que…los días de la monarquía francesa…están contados.

    - ¿Pero, qué ha sucedido que sea tan grave?

    - El rey ya no puede manejar los excesos de su esposa, la austriaca. Lamento que se moleste por lo que voy a decir pero…ella está burlándose profanamente del pueblo francés.

    - Recuerdo que Rosalie era tan pobre cuando me recogieron aquella vez que usted me secuestró. Eso me llegó al fondo del alma. Me pareció tan injusto. Y por cierto…he de serle sincera…he estado leyendo algunos libros que para mi familia serían verdaderamente escandalosos pero que para mí no lo son.

    - ¿Cómo cuáles?

    - He leído algunos libros de Rousseau…de Diderot…

    - Entonces…si esos libros no le ocasionan escándalo, es usted parte de este selecto grupo de gente inteligente que sabe que esta situación tiene poco de duradera y sí mucho de insostenible.

    - En parte pero…¿qué sucederá con las familias nobles?

    - Incluso ellas, algunas, tienen miembros entre nuestra gente…espero no estar hablando de más…

    - Descuide, no pienso decir nada a nadie. Si algo tengo es que soy muy prudente. André es mi único confidente…

    Bernard entrecerró ligeramente los ojos.

    - ¿Quiere usted mucho a André Grandier, cierto?

    - Sí…-dijo Oscar- ¿Por qué lo pregunta?

    Chatelet movió la cabeza en gesto negativo.

    - Por nada…simple curiosidad. Eso me tranquiliza. Sólo puedo decirle que…espero que su familia no tiene nada que temer. Sin embargo, mis compañeros y yo estamos pensando seriamente en que Los Comunes traten de hablar con el rey para llegar a otro acuerdo por el bien del pueblo.

    - Eso espero yo también.

    Después de un rato, Oscar estuvo departiendo con los abogados e hizo muy buenos amigos entre ellos.

    - Realmente fue muy agradable conversar con ustedes.

    Todos le agradecieron su presencia y ella se despidió ya tarde.

    Cuando llegó a su casa, llevaba algunas copas de más.

    André la recibió.

    - Oscar…te tardaste demasiado.

    - No pasa nada, André…todo está bien.

    - Pero…vienes bebida.

    - No mucho, algunas copas y ya. Deja de preocuparte, André. No soy una niña, no tienes que cuidarme tanto.

    - Lo sé…sé que ya no eres una niña pero precisamente por eso no deberías estar haciendo esta clase de cosas.

    Oscar rompió una copa que tenía en la mano y André corrió a curarla.

    - Eres una tonta, ¿qué quieres demostrar?

    - Nada…sólo que ya estoy cansada de imposiciones estúpidas…las cosas van a cambiar pronto, André.

    Se marchó a su habitación dejando a André con bastante conflicto en la mente y en el corazón.


    A la mañana siguiente, la resaca no la dejaba en paz.

    - Nana…¿me puedes traer un té?

    - Vaya que si te pusiste mal anoche. Tu padre estaba furioso. No había forma de tranquilizarlo.

    - Pronto mi padre va a conocerme de verdad.

    - Lady…me asustas.

    - Tranquila nana…son cosas que digo al aire. ¿Y André?

    - Está abajo esperándote desde hace dos horas.

    Oscar se sintió culpable. El muchacho sólo quería cuidarla.

    - Dile que ya bajo.

    En cuanto bajó, André le preguntó.

    - ¿Cómo te sientes?

    - ¿No vas a reñirme como ayer?

    - No…estoy seguro que tu padre lo hará en un rato…ya lo verás.

    Oscar sonrió.

    - Vámonos, André.

    Se marcharon hacia la práctica. Oscar daba indicaciones a sus hombres. Luego, habló con el teniente Girodelle.

    - Supe que lo ascendieron de cargo, monsieur Girodelle.

    - No me llames así, Oscar, recuerda que nos conocemos desde niños.

    - Lo sé, pero no podría llamarlo de otra forma. Permítame que lo siga haciendo así.

    - Está bien, milady.

    - No me llame, milady, por favor.

    - Es usted una mujer…-dijo tratando de ser caballeroso.

    Oscar no pudo dejar de sentirse un poco incómoda, aunque también sintió algo en su interior que se aguijoneó, como si el que la llamaran mujer fuera realmente un cumplido y no una realidad.

    - Con su permiso…

    Estuvo un rato esperando a que la guardia descansara. Se internó en el jardín pues escuchó risas.

    Cuando se internó aún más, encontró a la reina jugueteando con el conde Fersen.

    - Perdón…no sabía…

    Fersen la vio irse rápidamente. La reina le permitió que la alcanzara para que no pensara cosas negativas de ella.

    El conde la detuvo antes de salir del jardín.

    - Oscar…necesitamos hablar.

    Oscar negó.

    - Yo no necesito escucharte…

    - Espera…Oscar, sé perfectamente lo que estás pensando. Entre ella y yo no hay nada que pueda avergonzarnos delante de los demás. La he respetado y no ha pasado nada entre nosotros.

    - No necesitas darme explicaciones.

    Fersen la hizo mirarlo a los ojos.

    - Oscar…sé lo que sientes por mí desde hace tiempo y tú sabes lo que yo siento por ella. Yo sería capaz de dar mi vida por ella…así como tú…has sacrificado tu amor por mí. Y créeme…me duele tu dolor…yo no quisiera lastimarte porque…si no la amara a ella, serías tú a quien amaría con toda mi alma…por todas tus virtudes, por tu valor, por tu entereza, por tu honestidad y dignidad…y también por tu hermosura incomparable.

    Fersen trató de darle un beso en los labios, pensando en compensarla por no poder amarla como ella se merecía, pero eso ofendió a Oscar y le dio una bofetada.

    - Conde Fersen…nos hablaremos sólo para lo estrictamente necesario. Con su permiso. Y olvide por favor el incidente.

    Se marchó rápidamente habiéndose secado el rostro para que nadie lo notara. Pero André sí pudo vislumbrar algo extraño en ella. Sin embargo no le dijo una sola palabra al respecto.


    Al volver a casa, Oscar se portó como si nada y luego fue al estudio con André.

    Ahí permanecieron un rato en silencio hasta que Oscar interrumpió.

    - Dime, André…si yo…en lugar de haber elegido ser la guardiana de María Antonieta…hubiera aceptado ser solamente…una mujer…

    André jamás la había escuchado hablar así. Entonces se preocupó.

    - Dime…¿viste a Fersen?

    Ella guardó silencio pues las lágrimas resbalaban de sus ojos. ¿Por qué? Porque recordaba que aunque ella decía amar a Fersen, el contacto de sus labios le dijo que no era él el hombre capaz de hacerla olvidar esa parte femenina que brotaba a flor de piel cuando menos lo esperaba pero que latía incesante en su interior.

    André la miró seriamente a los ojos y la rabia brotó de su interior.

    - Dime, ¿pasó algo entre ustedes?- insistió.

    - ¿Para qué quieres saberlo? André…me estás lastimando- decía sintiendo la fuerza de aquel cuerpo.

    André movió la cabeza.

    - No me importa…llevo tanto tiempo aguardando…con este sentimiento que me carcome el alma y el cuerpo…te amo desde que te conocí…y ahora…que ya eres una mujer y yo un hombre…voy a deshacer el encanto que te ha hecho Fersen lastimando tu alma…no me importa lo que pase…serás mía…ahora mismo.

    El muchacho estaba como loco, dispuesto a tomar a Oscar ahí mismo, a pesar de las lágrimas de ella.

    Comenzó por romperle el uniforme y lanzarla contra la cama. Estaba tan desesperado que sólo pensaba en lo que estaba por hacer…sin embargo, Oscar no mostraba resistencia, como si no le importara lo que André estuviera a punto de hacer, pero sí dolida porque su mejor amigo estaba ofuscado y era capaz de romper con su amistad tan sólo por cumplir sus propios anhelos, ahora entorpecidos por la furia.

    Entreabrió su camisa y estaba a punto de tratar de internarse en ella, cuando Oscar le dijo.

    - ¿Y qué sigue, André…? ¿Qué harás ahora?

    André respiró…soltó el llanto y se postró a los pies de Oscar.

    - ¡Perdóname, Oscar! Estaba loco…soy incapaz de hacerte daño…ahora ya conoces mis sentimientos…pero jamás abusaría de ti así…perdóname, por favor. Te juro por mi vida que jamás te volveré a hacer algo como esto.

    El joven Grandier no se atrevía a mirar a Oscar a los ojos. Ella lo levantó y le dijo.

    - No te preocupes…está todo olvidado, André…ahora, ve, sal de aquí, que no te vean…yo voy a cambiarme para que vayamos a la reunión a casa del capitán De Jus.

    - Sí, Oscar- dijo el joven recompuesto.

    Nadie lo vio salir del cuarto de Oscar. Ella ahora sabía que André realmente estaba enamorado de ella. ¿Y qué hacer ahora? No era tan descabellado como lo hubiera creído antes…
     
  17.  
    Andrea Sparrow

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    Total de capítulos:
    87
     
    Palabras:
    1126
    Cap. 72

    Después de aquel día, Oscar se mantuvo ligeramente al margen de André. No era porque estuviera molesta con él, sino más bien, porque no quería que el muchacho se avergonzara al verla.

    Sin embargo, André, aunque se sentía apenado, trataba a Oscar lo mejor posible.

    Por fin, en un momento determinado, Oscar rompió el hielo bailando con André en la fiesta de la duquesa de Beaupré.

    Estando ahí, vieron a Oscar divirtiéndose con André como dos chiquillos, para luego bailar con otras chicas a fin de disimular.

    - Lamento lo que pasó- empezó André.

    - Ya no hables más del asunto, André- convino Oscar- tenemos que hacer que eso quede en el pasado…por el bien de los dos. Pero por ahora sólo piensa en que hay que estar pendientes de los movimientos de los comunes. Al parecer las cosas entre ellos están tensas y temo mucho por la tranquilidad del rey y la reina, aunque…

    - ¿Aunque…?

    Oscar no quería revelar lo que quería decir respecto al rey y la reina.

    - Aunque…lo que te voy a decir, André, no va a salir de aquí…es entre tú y yo.

    A André le fascinaba tener una especie de complicidad con Oscar, así que aceptó.

    - Dime…

    - Me preocupa el comportamiento de la reina y por consiguiente, las consecuencias que traiga su forma de hacer las cosas, repercutirá directamente en la tranquilidad del pueblo francés. Bernard piensa que no falta mucho para que el rey deje de tener el poder.

    - ¿Tanto así?

    - Así es pero…díselos a los nobles y te degollarán. Ahora, tienes que hacer como si no te hubiera contado nada.

    - Pierde cuidado, Oscar.

    Cuando volvieron a la casa se mantuvieron callados un momento para luego bajar e irse a la biblioteca.

    Al estar ahí, estuvieron leyendo hasta tarde un libro liberal que a ambos les gustaba. Lo ocultaron bien y se fueron a descansar cada uno a su habitación.

    La abuela Grandier reñía a su nieto.

    - ¿Se puede saber qué misterio se traen lady Oscar y tú?

    - Oscar y yo somos más amigos que antes…que siempre, abuela. Es sólo eso.

    La abuela tuvo miedo.

    - No debes encariñarte con ella…ella ya es una mujer pero está al servicio del rey. Además, es triste ver tu situación. Cada día te veo peor, hijo. Dime, ¿ves bien con tu ojo derecho?

    André trató de convencer a la abuela.

    - Por supuesto que sí, abuela, mira- dijo saltando en un pie y orientándose. - ¿Lo ves? No pasa nada. Todo está perfecto.

    - Eso espero…por cierto, el general Jarjayez quiere hablar con Oscar respecto a algo. Voy a buscarla.


    André se quedó pensativo.

    - ¿Sobre qué querrá hablar el general con Oscar? Es extraño…


    Oscar estaba en el comedor cuando su padre la llamó a la biblioteca.

    - ¿Podemos hablar, Oscar?

    - Sí, padre…¿de qué se trata?

    - En la biblioteca te lo diré.


    Llegaron. El general tomó un tono muy solemne. Cosa que a Oscar asustaba pues pocas veces usaba ese tono en lugar del acostumbrado tinte autoritario que lo caracterizaba.

    - Oscar…siempre he sido impositivo contigo pero de alguna manera ha sido por tu bien. Además, he tomado en cuenta tu opinión algunas veces. Especialmente cuando te propuse ser guardia personal de María Antonieta, y tú accediste sin dudar, por tu valentía.

    - ¿A qué viene eso, padre?

    - Déjame concluir…siempre dejé que siguieras tu vida, como hasta ahora. Estoy orgulloso de ti pero…el tiempo se viene encima, ya no soy joven, tu hermana la mayor ya tiene casi 50 y yo ya pienso retirarme. Por eso…quiero casarte antes de que muera.

    - ¿Casarme?

    - Sí…me harías tan feliz si tomaras el camino del matrimonio.

    - Pero, padre…¿para eso me educaste en la carrera de las armas?

    - Lo hice porque eras la única mujer que me quedaba y no tuve varones. La familia Jarjayez se quedaba sin heredero en el ejército.

    - Sé que lo hiciste por eso y no te lo reprocho. Me diste una educación muy diferente a las de las mujeres de sociedad. Eso es algo que valoro mucho, pero…en este momento, ¿por qué? ¿Es tan indispensable? ¿Qué te motiva a cambiar tan drásticamente de opinión?

    - No quiero que te quedes sola, Oscar- comentó su padre- yo estoy consciente de que no puedes seguir la carrera de las armas por siempre. Creo que será mejor que pienses seriamente en el matrimonio, querida.

    Oscar suplicó a su padre que cambiara de opinión pero éste se negó rotundamente.

    - Mi palabra es definitiva, Oscar. En la noche vendrá quien será tu prometido en poco tiempo.

    Oscar se retiró sin contrariar a su padre y se marchó corriendo a la biblioteca a llorar.

    - ¿Qué sucede, Oscar?- preguntó André.

    Oscar no quería decirle la verdad porque bien sabía que André sufriría.

    - No es nada…es que mi padre no me entiende. Lo lamento, es eso…André, por favor, déjame un momento a solas.

    André se retiró a las caballerizas para dar de comer a los animales pero entonces se dio cuenta de algo fatal.

    - No tengo sentido de la profundidad…creo que estoy empezando a ver todo en dos dimensiones…esto es terrible…nadie debe saberlo, ni mi abuela…


    En la noche, Oscar seguía en su habitación. André llegó y saludó toscamente al recién llegado.

    - Teniente Girodelle, es un gusto- musitó la madre de Oscar.- Mi esposo me ha puesto al tanto…

    - Así es, señora Jarjayez. ¿Podré ver a Oscar por el momento?

    - La llamaré, tome asiento.

    André pasó como si nada, presintiendo que algo malo estaba por suceder.

    Oscar bajó en breve. André se escondió un momento tras un mueble.

    - Buenas noches.

    - Oscar- dijo Girodelle- me alegra tanto verte…

    - Siempre nos vemos…

    - Sí, pero nunca como en este momento…

    Oscar no entendía lo que sucedía.

    - ¿Tu padre no te puso al tanto?

    - No…creo que no comprendo. No comprendo su visita, aunque la recibo con agrado. Es siempre bien recibido en esta casa. Pero no entiendo a qué asunto en particular se refiere…

    - Vengo a verte porque…ya le expresé a tu padre mi deseo de casarme contigo.

    André estaba triste. Varias lágrimas brotaron de sus ojos, lastimando el que estaba obstruido por la luz.

    - No entiendo- dijo Oscar- vos nunca me habéis dicho nada.

    - Lamento la confusión- dijo Girodelle- pero…quiero que sepas que…te he amado desde hace mucho tiempo…y ahora veo con buenos ojos que tu padre no se niega a que pueda cortejarte.

    Oscar estaba perpleja y André, con el corazón destrozado.
     
  18.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    87
     
    Palabras:
    1337
    Cap. 73

    Oscar estaba más que desconcertada.

    - Pero…¿cómo fue que decidiste tomar semejante determinación…y sin consultarme?

    - Pensé que tu padre te habría puesto al tanto. Además, Oscar…yo siempre te he querido y te aseguro que no te será difícil intentar enamorarte de mí.

    Oscar se apartó ligeramente. Las palabras de Girodelle eran terminantes.

    - Lamento tu confusión, Oscar. Seguramente no te esperabas algo así. Pero créeme, es lo mejor para todos. Yo me esforzaré en poner todo de mi parte para complacerte en lo que desees.

    - ¿Y quién te dijo que yo quiero que me complazcas en algo? Hasta ahora no ha sido necesario. Y lamento decirte que no estoy interesada en tu decisión.

    Girodelle arqueó ligeramente los labios y luego resolvió.

    - Yo también lamento tu postura pero…creo que no tienes opción. Sin embargo, no seré alguien capaz de ser intransigente con la mujer que amo. Tienes todo el tiempo que necesites para pensarlo y para que llegues a quererme como yo a ti. Con tu permiso- dijo besando ligeramente su mano.

    Cuando Girodelle salió, André se acercó con dificultad.

    - Lo siento…no quería escuchar. Traía un te para ti.

    - André…yo…

    - No tienes que decir nada…entiendo. Será mejor que me retire.

    Se iba cuando Oscar le aclaró.

    - André…te aseguro que yo no sabía que se trataba de él.

    - Te creo- respondió André- no es necesario que aclares nada. Hasta mañana, Oscar.

    André se marchó. Oscar ya no pudo dormir bien durante semanas.


    Fersen estaba reunido con María Antonieta y el rey.

    Éste discutía sobre decisiones tomadas en la cámara de Los Comunes.

    - Están dispuestos a todo con tal de cumplir con sus exigencias.

    - Absurdas exigencias, diría yo- comentó María Antonieta.

    El rey no pensaba así.

    - A mí no me parecen absurdas, mi reina. Más bien, son exigencias que se han estado cocinando lentamente y que ahora están tomando cuerpo.

    - ¿Y qué piensas hacer?

    - Presentarme en la reunión de la siguiente semana. Voy a escucharlos y exigiré a los de la Cámara de los Nobles que los toen en cuenta.

    El rey se retiró, mientras Fersen le seguía. Pero cuando se iba, la reina lo llamó.

    - ¿Te das cuenta ahora del miedo que tengo de lo que pueda pasar?

    Fersen trató de consolarla.

    - Yo creo que el rey tiene buen tino. Tal vez la decisión que tome sea buena para la corona.

    - No- aseveró María Antonieta- los Comunes no quieren dialogar. Quieren ponerlo contra las cuerdas para quitarme a mí del camino. Y no le va a quedar opción. Por eso, necesito que no te vayas de mi lado.

    Fersen la abrazó.

    - No podría irme de ti jamás, aunque perdiera la vida por ello.

    El abrazo se cortó para evitar murmuraciones. Oscar Jarjayez llegaba en esos momentos.

    La muchacha se inclinó ante la reina.

    - Majestad- empezó- lamento tanto haberme separado de mi cargo durante unos días. Tuve algunas diligencias. Además, estoy cuidando de André.

    - Estás disculpada, Oscar- aclaró la reina.- Pero ahora sí necesito que permanezcas a nuestro lado. Los comunes tienen cada día exigencias mayores.

    Oscar dudó.

    - Los Comunes sólo están pidiendo lo que es justo. Es necesario que los escuchen.

    María Antonieta estaba sorprendida por lo que escuchaba.

    Cuando salía, Fersen le dijo.

    - Oscar, tu propuesta es válida pero…¿por qué hablar con ella?

    - Porque ella debe entender que, si quiere sobrevivir como reina, tiene que escuchar a todas las voces de su reino, o no podrá permanecer al mando.

    - Por favor, sigue cuidándola. No te pido que trates de entenderla, sino sólo que la cuides.

    - Mientras pueda, eso haré, Fersen. Te lo prometo.


    La hija del general Jarjayez estaba molesta. Cuando André la alcanzó le preguntó.

    - ¿Puedo saber a dónde vas tan molesta?

    - Por algo de buen cognac, ¿no quieres acompañarme?

    - No deberías.

    - Debo y quiero, y si no vienes conmigo, iré yo sola.

    André le dijo.

    - Sabes que por nada te dejaría sola. Vamos, y si tengo que beberme media licorería por ti lo voy a hacer.

    Oscar sonrió.

    Llegando a la taberna, ordenaron.

    Ahí, Oscar pudo ver a Bernard y a Maximilien Robespierre comentando cosas respecto a Los Comunes.

    Oscar y André se acercaron.

    - ¿Podemos sentarnos con ustedes?- preguntó Oscar.

    Bernard asintió.

    - Por supuesto. Una silla para el general Jarjayez y para André Grandier.

    Ambos sonrieron felices de estar con gente liberal.

    - ¿Qué se toma, general?- preguntó Bernard.

    - No debería tomar más- dijo André.

    - No te preocupes, André- aseveró Maximilian- es sólo para convivir.

    Oscar se sentía feliz de poder beber con los liberales, puesto que sus pensamientos ya iban más acordes con lo que ellos pensaban.

    Antes de volver, André hizo a Oscar beber café hasta que recuperara la cordura.

    - No, André…¿cómo crees?

    - Lo siento pero es necesario. No querrás que tu padre te encuentre así cuando te vea.

    - Está bien, André, gracias por preocuparte…


    La noche siguiente Oscar no pudo salir porque no se lo permitió su padre.

    - Esta noche no podrás salir. Vendrá el teniente Girodelle a verte.

    Oscar volvió a su cuarto y golpeó fuertemente su escritorio. Luego trató de tocar su violín. Entonces se cortó un dedo con la cuerda.

    André llegó y la encontró sangrando.

    - ¿Qué te pasó?

    - Nada…no ha sido nada, André.

    - Claro que sí, mira cómo estás- dijo tratando de curarla.

    Cuando André curaba su herida, ella comenzó a llorar.

    - No hagas eso…no quiero verte así.

    - No puedo hacer nada.

    - Claro que sí, puedes oponerte a tu padre. Que no te obligue a casarte con alguien que no amas.

    En breve, su padre la llamó.

    - Por favor, André, no me dejes sola.

    - No te preocupes, algo se me ocurrirá.

    El general llamó a André.

    - Ve abajo y trae un chocolate caliente para Monsieur Girodelle.

    André obedeció y bajó.

    Cuando iba a la cocina, tropezó con Girodelle.

    - Hola, André. ¿Ya baja Oscar?

    - En un momento.

    - Por cierto, André…quiero cruzar dos palabras contigo.

    André fue humilde y se acercó.

    - Usted dirá.

    - Pues…no creas que no me he dado cuenta de cómo miras a Oscar. Ella te agrada…la amas, ¿cierto? Seguramente has leído a Eloísa y piensas ganar su amor. Pero…puedo ser clemente y dejar que permanezcas al lado de mi mujer y vivas de las migajas de su amor…

    André lo miró con desprecio y añadió.

    - Ya vuelvo…

    Cuando regresó, Girodelle le dijo.

    - Ah, ya traes mi chocolate.

    André lo miró con odio y le lanzó el chocolate al traje.

    - Aquí lo tiene…

    Girodelle se ofendió y arqueó los labios.

    - Cuando me case con Oscar, tú me vas a conocer, muchacho tonto.

    Oscar no pudo ver la cara de André pero sí pudo entender después lo que pensaba por otro suceso aún más peligroso.

    La noche siguiente Oscar estaba leyendo en su habitación. André fue a la cocina para llevar una copa a la muchacha.

    Cuando subía se dolía de saber que Oscar se tendría que casar con Girodelle. Entonces recordó el final de Elosía, la novela de Rousseau.

    - ¿Y si ella y yo…muriéramos juntos?

    Entonces se le ocurrió poner veneno en las copas de ambos.

    Subió con las copas. André miró a Oscar y le dijo.

    - Sé que no debería decírtelo pero…quiero que sepas que pasa lo que pase…yo te amaré siempre.

    - No te pongas nostálgico, André.

    Tomó su copa y trató de brindar con él. Pero cuando André notó que Oscar iba a beber se abalanzó y evitó que Oscar la bebiera.

    - ¡No la bebas!

    Luego se postró lloroso diciendo.

    - Tenía veneno…perdóname de nuevo, Oscar…soy un egoísta.

    Oscar se dio cuenta de la desesperación del muchacho y sólo le acarició la cabeza.
     
  19.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    1319
    Cap. 74

    Después del incidente del veneno, André Grandier se sentía molesto consigo mismo. Había pensado que su nivel de egoísmo había sobrepasado los límites. Se limitaba a llorar mientras su abuela lo miraba con dolor.

    - Hijo…debes descansar.

    - Tengo que estar ocupado, abuela. Si no lo hago, creo que estallaré de dolor.

    - Estás sufriendo porque se va a casar, ¿cierto? Yo sabía que quizás un día esto iba a suceder.

    - Pero ¿por qué, abuela? ¿Por qué el general ha concertado ese matrimonio sin consultarla? ¿Para qué la educó como un hombre y no la dejó sentir como lo que es, una mujer, tan sólo para casarla contra su voluntad?

    - No puedo entenderlo, hijo, pero creo que el general sabe lo que es mejor para su hija.

    - Eso no es lo mejor para Oscar, abuela. Y no me importa…quizás un día yo tenga que hacer algo para evitar que Girodelle le haga daño.

    - No te hagas tú más daño,hijo. Será mejor que la olvides de una vez.

    André pidió quedarse solo, mientras Oscar estaba en su habitación llorando y tratando de ponerle pies y cabeza al asunto.

    En la noche, llegó su padre y le anunció.

    - Oscar, necesito hablar contigo.

    - ¿Qué deseas?

    - Habrá una fiesta en la casa para anunciar el compromiso del teniente Girodelle contigo.

    Oscar miró a su padre y le dijo al fin:

    - Padre…¿por qué me educaste así, para ahora imponerme un matrimonio arreglado?

    El general se quedó de pie, de espaldas a ella y explicó.

    - No debería darte las razones, pero creo que, si no lo hago, no entenderás lo que quiero hacer por ti. Oscar, las cosas están difíciles para los nobles. Si algo me pasa…no quiero que te quedes sola.

    - Pero, padre…no necesito la compañía de un hombre para que me defienda.

    - No quiero que te quedes sola. Quiero que me des un heredero capaz de retener el apellido Jarjayez. Si tú llegas a tener un hijo, un heredero para la familia, será una gran bendición. Tus hermanas tienen hijas…quizás tú puedas darme al hombrecito que heredará la valentía de la casa Jarjayez.

    - ¿Así que sólo eso te importa?- dijo Oscar, con lágrimas en los ojos.

    Su padre retiró su mirada.

    - He dicho mi última palabra- comentó su padre.- Es un hecho, prepárate. La fiesta se celebrará pasado mañana y no pienso volver a decírtelo.

    Oscar respondió.

    - Está bien, padre.

    Cuando el general Jarjayez se marchó, Oscar estuvo dándole vueltas al asunto hasta que algo se le ocurrió.


    Al día siguiente, Oscar desayunó igual que siempre y luego dijo a André.

    - Ven a verme a la biblioteca- dijo en voz baja.- Tengo que hablar contigo.

    André asintió débilmente y luego se marchó al despacho.

    Cuando Oscar estuvo ahí, André llegó y le preguntó.

    - ¿Para qué me necesitabas?

    - André…tengo una idea…en dos días será la fiesta del compromiso con Girodelle.

    André se puso triste.

    Oscar le explicó.

    - Tengo una idea…pero tienes que ayudarme con ella.

    - ¿Qué es lo que quieres hacer?

    Oscar le dio detalles de lo que pensaba hacer de esa fiesta.

    André entornó los ojos.

    - ¿Te das cuenta de lo que tienes en mente, Oscar? Tu padre se molestará.

    - No me importa. Estoy decidida. Pero tú tienes que ayudarme. Si tú no lo haces, nadie más lo hará.

    André estaba preocupado. Sabía que una bomba estallaría.

    - Será demasiado. Toda la gente murmurará…

    - Está decidido. Y si tú no me ayudas, lo haré de todos modos.

    El muchacho Grandier asintió.

    - Está bien…lo haré porque no soporto a Girodelle…si he de perderte, no quiero que sea con él.

    Oscar lo miró con algo de duda.

    - André…¿qué estarías dispuesto a hacer por mí?

    - Todo, Oscar…todo…

    La muchacha bajó la cabeza y luego añadió.

    - Entonces…sólo te pido que hagas esto por mí…y jamás te volveré a pedir nada más. ¿Lo harás?

    - Lo haré…-comentó suavemente.

    La joven Jarjayez sonrió ligeramente. Sabía que podía contar con el joven Grandier.


    El día de la fiesta de compromiso llegó.

    Oscar había mandado a hacer su traje con el sastre real.

    La abuela Grandier, en esta ocasión, no la vistió.

    - Pero, mi lady…¿por qué no ha dejado que yo la vista?

    - No es necesario, abuela. Ya mi ropa la tengo así que no será necesario. Ahora, puedes retirarte. Dile a André que reciba a los invitados y que me espere abajo.

    En cuanto llegó Girodelle, se sintió importante, puesto que era el futuro esposo de Oscar.

    El general lo recibió con rebambaramba y lo hizo sentarse en un lugar muy importante.

    - Bienvenido, teniente. Ya no será necesario que tenga tanta reserva conmigo, puesto que pronto será mi yerno.

    - Y me siento muy honrado por ello, general.

    - Oscar ya no debe tardar.

    André le miró con rudeza hasta que llegó el momento de que Oscar bajara. Sonrió ligeramente y luego la vieron venir.

    Entonces, Oscar bajó vestida de caballero, con un hermoso traje militar de gala.

    Su padre estaba realmente extrañado.

    Girodelle estaba sorprendido por lo que Oscar había sido capaz de hacer. Sólo sonreía. Estaba realmente divertido.

    Oscar fue directamente a saludar a las jóvenes de la fiesta con quienes compartía la música, el baile y uno que otro piropo, humillando así a su prometido y divirtiéndose con la forma en que las mujeres de la nobleza se desvivían por atenderla, imaginando que realmente se trataba de un caballero.

    - Es usted una mujer afortunada, tan delicada como bella- decía zalamera.

    André estaba divertido pero al ver el rostro del general, se preocupó de más.

    Oscar se seguía divirtiendo a costillas de Girodelle y aquella parodia parecía no tener fin, hasta que algunos se empezaron a retirar.

    - Hemos venido a presenciar una farsa- dijo uno de los invitados.

    Se marcharon molestos y Girodelle dijo a Oscar.

    - Si buscabas mi aplauso, lo has conseguido. Pero si pensaste que por esto, mi decisión de tomarte por esposa se iba a ver disminuida, te has equivocado. Ésta sigue en pie. Vámonos- dijo alguno de sus criados.

    Oscar vio que parte de su plan no había funcionado.

    El general dijo a André.

    - ¿Por qué le permitiste esta locura?

    - No me habría hecho caso.

    Su padre movió la cabeza negativamente.

    - Tú eres la única persona a la que Oscar le hace caso- replicó el general.- Y dime, ¿cómo pudiste solapar este capricho?

    - Ella me lo pidió y no pude negarme- argumentó el joven Grandier.

    Oscar bajó y su padre le replicó:

    - ¿Qué buscabas con esto, Oscar? Sólo molestarme y ofender al teniente Girodelle.

    - Sólo quería mostrarte lo que soy capaz de hacer para que sepas que no estoy de acuerdo.

    - Muy bien, Oscar…ahora me vas a conocer.

    El general estuvo a punto de tomar un arma y descargarla sobre su hija pero André se interpuso.

    - Un momento, general, no haga eso…máteme a mí…quiero llevar sobre mí el castigo. Ella una vez iba a dar su vida por mí, ahora soy yo quien quiere morir por ella…porque la amo.

    Oscar guardó silencio y lloró.

    El general respiró hondo.

    - Eres astuto, muchacho. Si te mato, tu abuela moriría de tristeza. No puedo matarte…¿sabes acaso lo que significa que ames a Oscar y que jamás puedas ser su esposo?

    - Lo sé y no me importa. Ella tampoco me ama y es doble tortura, pero la amo desde niño. No hay ninguna ganancia.

    - Está bien…olvidemos el asunto. Oscar…has ganado…no volveré a tratar de obligarte a hacer algo que no quieras.

    El general se marchó molesto y se quedaron Oscar y André solos, pensando.
     
  20.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    1480
    Cap. 75

    Meses después…

    - ¿Ya terminaste de leer el último capítulo de Rousseau?- preguntó André.

    La general brigadier Oscar Jarjayez tenía gran injerencia en las decisiones de la corona pero no tenía suficiente energía como para oponerse a las decisiones de su propio padre. Sin embargo, había interiormente algo que la hacía sentirse infeliz. Miraba a André y se sentía culpable por no amarlo como él anhelaba. Aún así había un sentimiento que albergaba por el muchacho Grandier que ni ella misma sabía definir.

    Le encantaba pasar tiempo al lado de André para compartir varias cosas. Pero no podía explicarse por qué se sentía más unida a él que nunca.

    Su padre ya no le confiaba misiones especiales. Empezaba a tener reservas respecto a lo que su hija hacía. Oscar sentía que su padre notaba en su comportamiento un cambio que él consideraba negativo. Pero Oscar cada día más se sentía libre de prejuicios y de convencionalismos, gracias a la influencia de André y a los libros que leía.

    Oscar visitó a la reina. Aquel día notaba que estaba demasiado feliz. Quizás porque el conde Fersen no se había despegado de su lado, mientras el rey tenía asuntos de estado que tratar.

    - Majestad…lamento no haber venido antes.

    - Te extrañaba, Oscar. Supe lo que sucedió con tu compromiso. No quisiera conocer las razones de lo que sucedió pero…supongo que no aceptarás casarte con el comandante Girodelle.

    - Supone bien, Majestad. No me casaré con nadie.

    María Antonieta respondió.

    - Te comprendo. Si tú así lo quieres, no tienes por qué aceptar una imposición. Y creo que tu padre ya lo entendió.

    Oscar notó con desagrado la forma en que se desviaban los recursos del pueblo; las noticias sobre la miseria que se cernía sobre el pueblo, lo que se decía de la reina y sus relaciones con el conde. Comenzaba a estar asqueada de todo ese mundo y decidió no visitar la corte en un buen tiempo.

    André la vio salir un poco aturdida. Arregló la montura de su caballo y estaba a punto de salir sin decir nada cuando André se acercó, intrigado.

    - ¿Se puede saber qué estás haciendo?

    - Marchándome de la corte por un tiempo. No tengo ánimos de estar aquí un momento más.

    - No debería preguntar por qué pero…no comprendo exactamente.

    - En la casa te lo explico. Ahora, vámonos, por favor, André.

    Se marcharon y se fueron a la caballeriza. André se encargó de acomodar los caballos y Oscar permaneció en silencio, recargada en el dintel de la puerta.

    - ¿Qué sucede, Oscar?

    - André…pasa que estoy harta de la situación en la corte. No comprendo las intenciones de la reina, sus excesos. Nunca me había parecido tan excesiva su forma de vivir. Pero ahora ya no es igual. Siento que no pertenezco directamente ahí.

    - Empiezo a entender. Sucede que ahora estás viendo la realidad, Oscar. Ya no es como antes que sólo podías ver lo que había a tu alrededor en la corte o en tu casa. Ahora puedes darte cuenta de lo que pasa el pueblo en realidad.

    - Lo entiendo…y no pienso compartir la vida de la corte mientras me sea posible.

    Su padre la llamó y se sentaron a cenar.

    Cuando terminaron, ella se marchó hacia la biblioteca de nueva cuenta.

    Mientras leía con André, éste la puso al tanto.

    - Encontré a Bernard en la taberna esta tarde antes de venir hacia acá. Me mandó decirte que nos espera en su casa mañana en la noche. Quiere verte Rosalie.

    - Me alegra que esté bien. Claro que iremos.

    - Oye, Oscar…algo escuché sobre la reunión de los Comunes. ¿Tendrán reunión con el rey?

    - Eso escuché. Espero que haya un buen acuerdo por el bien del pueblo.


    A la noche siguiente fueron a la casa de Bernard. Rosalie saludó efusivamente a Oscar. Ella le dijo en tono burlón.

    - Rosalie…se va a poner celoso tu esposo.

    Bernard miraba de brazos cruzados.

    - No es para tanto, Rosalie.- Luego la besó y la estrechó delante de Oscar. Sin embargo, ya sabía que Rosalie lo amaba demasiado como para confundir sus sentimientos otra vez.

    - Buenas noches, Bernard. Me dijo André que nos invitaron. Así que aquí estamos.

    - Así es, Oscar. Queríamos verlos y comentarles también que estamos preocupados por la situación del país. Los Comunes no pueden llegar a un acuerdo con los nobles. Eso es desastroso porque la corona caerá en cualquier momento.

    - Pero eso es terrible.- repuso Oscar.- La monarquía terminaría.

    - Y empezaría la república- añadió Bernard.- Es tiempo de un verdadero cambio, Oscar Jarjayez. Sé que perteneces a la nobleza pero quizás es momento de que el rey cambie de visión y antes de que algo grave suceda, permita que se instaure la república.

    André asentía. Oscar también.

    - Creo que tienes razón, Bernard. Esta situación no puede continuar así.

    Bebieron durante un rato y estuvieron conversando con Bernard y algunos amigos suyos sobre política. Para Oscar, aquel era un nuevo mundo de conocimiento y de ideas que jamás pensó aceptar de forma tan cercana.

    - Me alegro de que la vida me haya dado este giro, Bernard. Rosalie, me alegra verte tan feliz.

    - Lo estoy, Oscar, soy realmente feliz. Sólo me preocupa la situación del país, puesto que es el destino de mi esposo, de mi gente, de mi patria. Espero que haya una solución favorable a todo esto. El pueblo no merece seguir sufriendo así.

    Se marcharon a la casa Jarjayez. André se marchó de vuelta a la biblioteca con Oscar, cuando encontró a su padre furioso rompiendo libros y volteando estantes.

    - ¿Se puede saber qué es esto, Oscar?

    - Son mis cosas, padre.

    - ¿Tus cosas? ¿Tú lees esta clase de libros liberales y rebeldes? Tú no has sido educada para esto.

    Oscar replicó.

    - Estos libros me han abierto los ojos respecto a la libertad y a la justicia, padre. He salido ya de un mundo de imposición y de protocolo que no lleva a nada. Gracias a ti conocí el honor y la etiqueta, el valor y la hombría pero no la justicia y la libertad. Todos los hombres debemos vernos como hermanos y no imponer nuestra voluntad sobre otros.

    - Eso es rebeldía y traición- repuso su padre.- No puedes seguir en el ejército de la corona.

    - Me alegra- insistió Oscar.- Pediré mi cambio al ejército nacional. Entre los soldados del pueblo encontraré lugar.

    El padre se marchó molesto y dijo:

    - No vuelvas a hablarme en un tiempo, Oscar. Creo que no podría perdonar esto.

    Cuando su padre se marchó, André le dijo:

    - ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer, Oscar?

    - Totalmente, André. Y tú serás ascendido a sargento ahí, tanto como lo has merecido y tal y como tu padre quería.

    André se sentía indigno de tal honor.


    Llegada la mañana hablaron con el comandante del ejército del pueblo. Éste le dijo.

    - General Jarjayez, es bienvenida. Supe lo que pasó con su padre. Pero no se preocupe, usted tendrá a su cargo un destacamento de soldados fieles a la patria.

    Los soldados fueron llamados al patio. Cuando vieron a Oscar se extrañaron.

    - La general Jarjayez será su nuevo comandante en jefe. La obedecerán como un solo hombre, ¿entendido?

    La soldadesca se burló de la recién llegada.

    André intervino.

    - Yo la conozco mucho mejor que ustedes y no les conviene oponerse.

    Uno de los soldados se abrió paso.

    - ¿Y se puede saber por qué?- replicó ese soldado, llamado Alain Soisson.

    Oscar se adelantó y lo miró desafiante.

    - Porque me asignaron como tu jefe y tengo las agallas para hacerte obedecerme. Así que vuelve a tu puesto.

    Alain no se movió un milímetro. Oscar le volvió a gritar.

    - ¿No me has entendido?

    - No será con tu belleza con lo que nos harás obedecerte. Agallas no sé si las tengas pero dudo que puedas con esta gente que, además de valor, tiene hambre.

    Oscar preguntó si los soldados habían comido.

    - Esta es la dieta de los soldados, general.

    Cuando la revisó notó que los soldados comían muy pobremente.

    - Ordena que cambien esto. Esto no es comida para soldados. – pidió.- Habrá recursos para que se alimenten bien.

    Los soldados comenzaban a doblegarse al notar que comerían bien. Pero Alain movía la cabeza.

    - Si pretendes comprarnos con comida, estás equivocada, general. Ya verás cómo esta gente jamás te obedecerá.


    André le dijo a Oscar.

    - ¿Ya viste? No te harán caso.

    - Eso es lo que tú crees, André. Pero ya verás…este ejército me obedecerá como un solo hombre.

    El joven Grandier estaba preocupado pero también orgulloso de la insistencia y valor de Oscar.
     
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