Mini-rol Ludi Harpastum | UA (Genshin Impact)

Tema en 'Salas de rol' iniciado por Gigi Blanche, 21 Diciembre 2021.

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    No podía negar que para mí era un gran alivio saber que Annie me acompañaría por Liyue, pero más aun, era el pensar que quizás había logrado hacer buenas migas con la chica. El abuelo siempre solía decir que era bueno tener amigos por todas partes, y una parte de mi se emocionaba al sentir que había hecho amistad con alguien de la nación de los contratos, sobre todo alguien tan gentil y talentoso como ella. Aunque me sorprendió la severidad con la que se refería a los comerciantes de Liyue, entendía que lo que trataba era de darme una advertencia sobre como eran las cosas por allá.

    A veces olvidaba que los humanos podían ser tan despiadados como cualquiera de los peligros que yacían más allá de los muros de la ciudad. Era un poco triste de pensar ¿No? Un mundo en donde ser amable y creer en la gente era una debilidad.

    Hacía cuanto podía para cambiar esa perspectiva de Teyvat, y Anna era un claro ejemplo de que ese mundo era posible.

    Aunque noté que a la morena parecía mortificarle algo, decidí tampoco indagar demasiado, no me sentía con derecho de hacer preguntas personales tan pronto, sería abusar de su amabilidad.

    Pero a pesar de aquel breve momento de silencio, la chica acepto mi invitación a la taberna. Una vez que ambos estábamos de pie en las manos de la estatua yo me preparé para saltar del lugar, ya que tratar de bajar de manera convencional sería bastante más lento, y tampoco quería que nos viese ningún miembro de los caballeros o de la iglesia, pero parecía que la chica no parecía muy segura de volver a repetir la maniobra. No podía culpar, realmente planear no era algo para todos, pero tenía el presentimiento de que si lograba convencerla una vez más, lograría apreciar mucho más las maravillas de moverse con el viento.

    ¿Pero cómo?

    Me quedé dubitativo por un segundo sobre mi lugar. No podía saber si Annie le tenía miedo a las alturas o simplemente no quería aferrarse a mí de nuevo, pero algo tenía que hacer para animarla a bajar de ahí. Y entonces lo recordé.

    —¡Hey, tengo una idea! —comencé a buscar entre mis bolsillos, sacando un par de gafas que mi instructora me había prestado durante mis primeras lecciones, gafas que al final me olvidé de devolverlas. Me preguntaba como le habría estado yendo a esa exploradora—. ¿Por qué no pruebas usar estas? Seguro te ayudan a ver mejor mientras descendemos y así disfrutas más la vista.

    Tenía algo de fe en que si Annie se enfocaba más en mirar la ciudad, se olvidaría del hecho de tener que abrazarse a mi todo el trayecto hasta la taberna. Por los Dioses, ahora hasta yo me sentía un poco avergonzado, pero tenía que mantener la compostura.

    —Bueno, confías en mí, ¿no es cierto? —le pregunté en un tono mucho más calmado acompañado de una sonrisa mientras le extendía mi mano para que la sujetara—. Te prometo que será un descenso rápido. ¡Palabra de aventurero!

    Acabé por sonreír ampliamente como siempre lo hacía antes de volar, y sujetando a la chica con fuerza saltamos juntos de la estatua de Barbatos para planear hasta la taberna. Solo esperaba que la chica no se molestara demasiado por esto. Al menos podía garantizar que el vino de Mondstadt valdría la pena.
     
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    Gigi Blanche

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    No me habría gustado desanimar a Aleck con mis advertencias, al menos no lo suficiente para echar hacia atrás sus intenciones de visitar mis tierras. Lo cierto era que el tema de conversación había surgido y habría sido imprudente de mi parte no aconsejarle sobre lo que ya sabía de hecho, pero por fuera de los comerciantes y sus artimañas Liyue era una nación increíblemente hermosa. De punta a punta.

    Y que me permitiera acompañarle en su visita me hacía especial ilusión, pues lo bueno aún existía en el mundo.

    Estaba segura de ello.

    La verdad, si hubiera sabido que la vergüenza se me había notado tanto seguro hasta me habría dado aún más vergüenza, pues no había sido el plan y, lo quisiera o no, los gajes del oficio me instaban a mantener cierta compostura en toda ocasión. Comportarme como una señorita siempre segura de sí misma era parte de ello. Por suerte, la voz de Aleck me distrajo un poco y, retirando lentamente las manos de mi rostro, dediqué mi atención a... lo que sea que estuviera buscando. Al final me extendió un par de gafas de aviador y parpadeé, volviendo a sus ojos. El problema no había sido ese, para nada, pero imaginaba que ahora recorreríamos un trayecto más largo y sentido tenía.

    —¿Pero qué hay de ti? —encuesté en un murmullo, aceptando las gafas con movimientos casi tímidos.

    Si yo las usaba, entonces ¿cómo iba él a protegerse del viento? ¡Era el que debía planear, encima! ¿No sería peligroso que el viento le diera en los ojos? ¿Podría dirigir apropiadamente? Había bajado la mirada a las gafas mientras trazaba sus bordes vagamente con la yema de los dedos, ya de paso preguntándome si me lucirían bien o me vería ridícula, y la voz de Aleck volvió a captar mi atención.

    Alcé la cabeza, di con sus ojos y percibí una nota mucho más calmada en su tono, incluso ¿madura? Desde que me había llevado en banda al pobre niño en las praderas de Levantaviento asumí que era similar a mí, con aquella chispa infantil cargada de energía que de vez en cuando nos empujaba a cometer imprudencias o causarle problemas a los demás. Allí arriba, sin embargo, sobre las manos del Arconte Anemo y con el paisaje de la ciudad nocturna extendiéndose a nuestros pies, me di cuenta que también éramos adultos. Poseíamos profesiones, habíamos encontrado nuestro lugar y dirección en el mundo. Nos habíamos enderezado y... y éramos felices, ¿cierto? Quizá fuera apresurado asumirlo de Aleck, pero lo sentía. Sentía los colores vibrando en torno a su cuerpo.

    Una brisa susurró desde la catedral, fue como si Barbatos nos acercara sus palabras de aliento y repasé las luces tibias de la ciudad titilando en la mirada ámbar de Aleck. Que si confiaba en él, preguntaba, y por alguna razón extraña e incluso estúpida...

    Sí, sí lo hacía.

    Le sonreí con suma dulzura y una chispa de alegría, apartando la vergüenza inicial, y solté una risa tras acomodarme las gafas lo mejor que pude entre el peinado tan aparatoso que llevaba. Estuve a punto de bromear con él pero no me dio mucho tiempo a nada, quizá fue su medida de emergencia para que no fuera a acobardarme de vuelta. El corazón se me congeló en el pecho al instante en que mis pies abandonaron las manos de la estatua, sentí un golpe de vértigo agarrotándome los músculos pero fue eso, un mero instante. Al cabo de poquísimos segundos abrí los ojos, pues los había cerrado sin darme cuenta, y la vista me dejó atónita.

    Estábamos planeando sobre la ciudad y fue una de las vistas más hermosas que había presenciado nunca, compitiéndole de cerca al paisaje de Liyue desde lo alto de la Montaña Aozang. No era sólo Mondstadt, mis ojos alcanzaban incluso los trazos pálidos de la luna sobre el relieve natural que rodeaba las murallas; éste, sin embargo, fue desapareciendo poco a poco a medida que descendíamos, y los sonidos del festival se reanudaron entonces contra mis oídos. La música, el murmullo de la gente, la algarabía. Las luces, los colores y la calma de tanta, tanta alegría.

    Cuando nuestros pies finalmente alcanzaron tierra firme, trastabillé apenas un poquito y me recompuse; tampoco me importó en lo más mínimo. Me giré hacia Aleck, obviando el detalle de que aún llevaba las gafas puestas, y le sonreí de oreja a oreja.

    —¡Eso estuvo maravilloso! ¡Fue genial! —exclamé, emocionada—. ¿Te mueves mucho así? ¡Qué envidia!
     
    Última edición: 13 Febrero 2022
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    En cierta manera, las advertencias de Annie se agradecían, me traían cierto aire de confianza, podía notar la honestidad en su voz y ligera seriedad, justo como cuando entrenaba con el abuelo a las afueras de los muros de la ciudad. No pretendían asustarme, solo trataban de que tuviera cuidado, lo cual tenía todo el sentido del mundo pensando en lo hiperactivo que podía ser cuando aun era apenas un niño. No teníamos mucho de conocernos, pero un gesto tan simple como ese me hacía ver cuanto se podía preocupar la chica por los demás, y era algo ciertamente admirable.

    No podría sentirme más seguro sabiendo que ella sería mi guía en la nación de los contratos algún día.

    Aunque me alivió ver que la vergüenza de la pobre chica se había acabado por disipar, no pude evitar soltar una pequeña risa nasal cuando me preguntó consternada que qué haría yo sin esas gafas. Realmente se preocupaba por mí, o quizás por la seguridad de ambos, pero seguía siendo algo muy considerado de su parte, y continué sonriendo mientras la veía contemplar las gafas.

    —Hey, descuida estaré bien. Realmente solo los uso los días de tormenta, y mi vista esta acostumbrada a las fuerte corrientes de viento. Además, presiento que les darás un mejor uso que yo —mis ojos se encontraron nuevamente con los orbes rosados de la chica y le dediqué una ultima sonrisa mientras le guiñaba el ojo antes de tomar su mano y para hacer que se aferrara a mí. Si mis suposiciones eran correctas, las gafas le ayudarían mucho a apreciar un poco más el encanto de planear, y al menos habían cumplido su objetivo de hacer que nos olvidáramos de la vergüenza por un segundo.

    No fue hasta entonces que me percaté que quizás estaba actuando con bastante serenidad y tal vez salía a relucir ese "lado veterano" que algunos compañeros decían que de pronto demostraba. Cómo si en ciertos momentos precisos supiera comportarme cómo un adulto sensato y maduro, lo crean o no. Supongo que eso venía junto con el intercambio de ser un aventurero. Era lo que había querido ser toda mi vida, y ahora era lo que me ayudaba a ser mejor cada día. Una vida llena de aventura y diversión, pero también de calma y paz.

    Teníamos una buena vida. Esperaba que nunca cambiara, ni que no nos cambiara a nosotros.

    Una vez bien aferrados, ambos saltamos de manos de la estatua de Barbatos, dejando que la repentina brisa nos guiara. Veía la ciudad de Mondstadt cada día, pero por los Arcontes, siempre era tan hermosa de contemplar como la primera vez.

    Baje un poco la vista para ver como iba Anna, solo para corroborar que ahora había abierto los ojos y estaba viendo todo el paisaje mientras nos desplazábamos. Un sonrisa se me escapo al ver como la chica admiraba la ciudad con sus ojos bien abiertos y una amplia sonrisa. Tras unos instantes finalmente tocamos tierra y llegamos justo hasta la entrada de taberna. El escuchar las palabras efusivas de la chica me hizo sentir una alegría inmensa que me conmovió. En cierta manera probablemente así era como lucía yo tras haberla visto actuar. Era un espectáculo por otro. Un trato justo.

    —Lo único que supera el sentimiento de correr es el de planear, eso te lo aseguro —contesté satisfecho mientras volvía a plegar mis alas—, me desplazó así siempre que las alturas lo permitan claro. Oye, si quieres podrían enseñarte después a planear.

    Mis ojos se llenaron de cierto brillo al proponer la idea. No era un instructor calificado, pero eso era lo de menos. Ambos entramos a la taberna, y para mi sorpresa, el señor Diluc no se encontraba en el lugar, pero era lógico, con todo el festival en curso, seguro que estaría demasiado ocupado. Charles me saludo como era costumbre, después de todo ya era un cliente recurrente del lugar a este punto. Pese a que a la taberna estaba algo llena, por suerte aun había una mesa libre en la planta superior.

    Annie yo subimos las escaleras y la invité a tomar asiento, ni siquiera me había percatado que no le había dicho que aun tenía las gafas puestas, pero bueno, se le veían lindas, así que no veía porqué decírselo ahora.

    —Ahora sí, la experiencia Mondstadt definitiva: ¡El vino de la ciudad de la libertad! —pedimos un par de copas y nos las sirvieron con relativa rapidez. Esperé ahí en mi lugar, con mi cabeza sobre mi mano a que la chica lo probara antes de continuar con cualquier conversación.
     
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    Gigi Blanche

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    La explicación de Aleck sobre las gafas... suponía que tenía sentido, sí. Es decir, poseía una visión Anemo, ¿cierto? Eso quizá le permitiera... no lo sé, ¿ver mejor al volar? Las aves tenían que tener algo en los ojos que les protegiera del viento, ¿no? Quizá fuera un concepto similar, así como el fuego a mí no me hería con tanta facilidad. O quizá me estaba inventando todo y al muchacho sólo le habían venido bien los años de práctica, pero daba igual. En definitiva, se lo notaba cargado de confianza y su sonrisa me la supo transmitir de igual manera. Se lo había dicho, además, que confiaba en él, y planeaba mantener mi palabra.

    Aunque ¿planear con tormenta? Por los Arcontes, me daba miedo de sólo pensarlo.

    No me percaté en absoluto del momento que Aleck abocó su atención en mí, de concentrada que estaba en el paisaje y de despistada como podía ser a veces. Era bastante bonito pensar que por alguna razón se preocupara por mí, realmente no necesitaba muchas más pruebas para afirmarme en la idea de que era un buen chico y punto. Es decir, nada le obligaba a esforzarse por mostrarme la ciudad y sin embargo ahí estaba, ¿no? Además, tanto me había emocionado el viaje que no reparé que podía verse como un intercambio de espectáculos. ¡Bastante justo, si me preguntaban!

    Observé con una atención estúpida cómo replegaba sus alas y me pregunté para mis adentros cuál sería el mecanismo, aunque su ofrecimiento me sacó de base. Parpadeé, regresando a sus ojos, y la mezcla de curiosidad, pudor y emoción se me tuvo que notar en toda la cara.

    —¿De verdad? —repliqué, ilusionada, y junté las manos frente a mi pecho—. ¿De verdad puedes hacer eso? ¿De veras? ¡Ah, alguien te tuvo que haber enseñado!

    Estaba divagando, no mucho más. ¡De sólo imaginarme planeando sobre los colchones de nubes de Liyue podría morir de la emoción! Y sin exagerar. Me quedé con aquella posibilidad de lo más contenta en lo que ingresabamos a la taberna. La observé en redondo, sonriente. Se veía muy distinta a los restaurantes de Liyue, había mucha más madera y resultaba... acogedora. Aleck saludó al cantinero con mucha familiaridad y yo incliné la cabeza suavemente hacia él en lo que pasábamos. Puede que el gesto le haya resultado algo extraño, pero eran nuestros modos para demostrar respeto.

    Seguí a Aleck hacia el interior de la taberna y por las escaleras, la vista de Mondstadt desde allí arriba era bastante bonita y me senté con cierta elegancia en cuanto el muchacho me invitó a hacerlo. Su presentación tan pomposa del vino me arrancó una risa suave que cubrí con el dorso de mi mano y por favor, que alguien me recordara que aún llevaba puestas las gafas de aviador, o si no todos esos modales no valían de nada.

    Le agradecí al muchacho que nos alcanzó las copas y la sostuve entre ambas manos para olisquearla. Desde aquella posición le eché un vistazo a Aleck, quien claramente estaba esperando a que lo probara, y venga, ¿para qué retrasar el asunto? Me llevé la copa a los labios, le di un buen trago al vino y, tras saborearlo un par de segundos, asentí.

    —Definitivamente, el vino de Mondstadt le rinde honor a su fama —resolví, satisfecha, y la verdad que le di otro trago antes de señalar la copa de Aleck con un movimiento de cabeza—. ¡Pero no me dejes bebiendo sola, oye! Y a una dama, ni más ni menos. Es de mala educación, ¿sabías?

    Eché un vistazo a la gente alrededor, se veía que todos eran locales y... bueno, mi atuendo y accesorios debían llamar la atención, ¿no? De ahí las miradas. Usualmente no era algo que me cohibiera, pero de un momento al otro por fin recordé que aún llevaba las gafas puestas y el rostro se me prendió fuego. Me las quité con movimientos cautelosos, bien quietecita, y las dejé sobre la mesa para arrastrarlas en dirección a Aleck.

    —Tendrías que haberme avisado que las llevaba puestas —le reproché en voz baja, evitando el contacto visual, y volví a envolver la copa con ambas manos para, en cierta forma, refugiarme allí—. Dioses.

    Tenía que haberme visto ridícula, ¿no?

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    Una parte de mí se ilusionó profundamente al ver la emoción de la chica cuando mencionó aquello de enseñarle a planear. Después de todo, seguía creyendo que era una de las mejores experiencias que podía haber en el vasto Teyvat, además era cuanto menos practico, y una increíble terapia para el alma. Pensar en pasar por encima de las nubes, mirando a la aves pasar a tu alrededor, y pensar en lo pequeña que se veía la gente debajo de ti. Por los Siete, pocas cosas se le comparaban en la vida.

    No era ningún profesor experto, y me arriesgaría a decir que no tenía ni idea de como serlo, pero la caballera exploradora que había monitoreado mi examen se encargo de enseñarme lo fundamental, así como algún que otro truco, pero lo más importante, es que me había enseñado a base de historias y metáforas, y no puros tecnicismo que evidentemente no iba a entender. Me enseñó con el corazón, y no con un montón de libros. Quizás yo podría hacer lo mismo cuando llegara el momento.

    Habíamos tomado la mesa que se encontraba en el balcón exterior, aquel que permitía ver las calles de la ciudad, y aunque ya era un poco tarde, aun había gente paseando por las calles, todo a causa del festival, por supuesto.

    Debía admitir que lo de las gafas no había sido a propósito realmente. Eran esos pequeños detalles de los que uno se olvidaba, y ahora no podía evitar sentirme un poco apenado por mi descuido, ahora entendía porqué Charles nos había visto un poco raro al entrar.

    Tomé con mucha cautela las gafas que Annie me había dejado sobre la mesa y con su correa las coloqué al rededor de mi cuello, ya que no tenía ganas de guardarlas aun. Hice mi mejor esfuerzo por ocultar mi sonrisa al ver como la chica se había colorado a causa de la vergüenza. Ambos tratamos de ocultarnos detrás de nuestras copas, dando un par de tragos, tal vez con mucho más ímpetu del que deberíamos, pues antes de que nos diéramos cuenta ya habíamos bebido más de la mitad del vino en nuestras copas. Aunque debía admitir, el vino de Mondstadt era simplemente exquisito, y era fácil beber de más.

    —Hey, si sirve de algo: Las gafas hacían resaltar tus ojos —solté sin anestesia, mientras terminaba lo que quedaba en mi vaso para posteriormente pedir un poco más, por suerte contaba con el mora suficiente para pagar por las bebidas de ambos—. ¿Sabes? Realmente no estoy acostumbrado a beber con nadie, más allá de los típicos borrachines de turno que se sienta junto a mí en la barra a hacer platica casual. La mayoría de personas del gremio que beben son demasiados mayores para mí, así que tiendo a elegir esta mesa para poder disfrutar de mis bebidas junto con la vista de la ciudad.

    >>Pero ahora que lo pienso...creo que no podría tener mejor compañía esta noche —sonreí una vez más antes de que trajeran nuestras próximas copas— Oh, ¿te apeteces pedir algo de comer para acompañar el vino? La pizza de champiñones aquí es deliciosa.

    Bebí un poco más antes de colocar mi codo sobre la mesa y mi mejilla sobre mi palma, y me quedé contemplando a la chica, viéndola disfrutar del vino y de las luces de la ciudad. Sin duda había sido un día cuanto menos especial.

    —Tú debes de viajar mucho junto con la compañía ¿no, Annie? ¿Cómo es la región de Liyue más allá de su ciudad principal?
     
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    Gigi Blanche

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    La vergüenza me forzó a esconderme tanto dentro de mi pequeña zona, de la copa y ese cachito de mesa, que no fui consciente hasta varios segundos después del estado anímico de Aleck, muy similar al mío. En cierta forma había actuado como un espejo, la incomodidad incluso infantil rebotó de uno al otro y conforme transcurrieron los segundos, la brisa de Mondstadt y el vino, pude volver a relajarme. ¡Como si nada hubiera pasado!

    Él había colgado las gafas de su cuello y por culpa de toda la tontería bebí más rápido de lo que pretendía. Ya me sentía bastante tranquila, aunque me había distraído repasando la textura esmerilada del vaso cuando la voz de Aleck captó mi atención. Alcé a verlo, las cejas acompañaron el movimiento y parpadeé, no pude evitar la risa que brotó de mi pecho. No fue burlona ni condescendiente, sólo cargó cierta sorpresa. ¿Acabábamos de mini morirnos de la vergüenza y ahora me halagaba, así de fresco? Vaya con el aventurero.

    —Bueno, pues muchas gracias~ —murmuré, asintiendo brevemente con la cabeza en un gesto solemne.

    La sonrisa permaneció pegada a mi rostro desde entonces, oyendo con suma atención el resto de sus palabras, siguiendo sus movimientos con la vista. Me sorprendió un poco que no tuviera compañeros de su edad para beber, ¿acaso el Gremio de Aventureros no rebosaba de muchachos jóvenes y vivaces? ¿Acaso serían tan escasos los que bebían? ¡No podíamos conformar la minoría! ¡Eso nos daba mala reputación!

    La gente debajo de nuestros pies aún recorría las calles nocturnas de la ciudad, riendo y disfrutando del festival. Las luces, cálidas, se colaban entre árboles, edificios y arbustos para bañar nuestra mesa de un resplandor tibio, sutilmente anaranjado. Chispeaba en los ojos de Aleck y se amalgamaba bastante bien con su tono, de por sí ambarino. Lo siguiente que dijo no supe si tomarlo como otro halago o una simple confesión, pero de la forma que fuera propagó un chispazo de alegría en mi pecho.

    —¡Pues claro! —decidí bromear, alzando las manos antes de regresarlas a la mesa, y me señalé para usar el tono más pomposo que pude—. Estás invitando a una gran estrella, ahora internacional, a una copa de vino. ¡Y justo luego de su espectáculo! ¿Sabes la cantidad de personas que desearían estar en tu lugar? —Hice una pausa de puro suspenso, aunque no pude aguantarme y solté una carcajada que se entremezcló con mi voz—. ¡Exacto, ninguna!

    No iría a decir que el vino ya había hecho su efecto, pero también era pequeñita y esta cosa, aunque deliciosa, también apestaba a alcohol. Le di un sorbo a la segunda copa apenas llegó y la sugerencia de Aleck me hizo apresurarme por bajar el vaso así lograba responderle.

    —¡Sí, sí! Tengo muuucha hambre, y ya sabes, no hay nada peor que beber con el estómago vacío... aunque ya lo estemos haciendo. —Otra risilla y asentí—. Una... ¿pizza? de champiñones me parece bien. No tengo idea lo que sea, pero confío en su criterio, noble aventurero.

    Nos encargamos de hacer precisamente eso, ordenar comida, y un breve silencio se instaló entre nosotros; no me incomodó en absoluto. Volví a sonreírle apenas habló y asentí, sin darme cuenta que había empezado a mecer los pies por debajo de la mesa.

    —Liyue es muy grande, aunque posee pocos poblados. Está la ciudad principal y la aldea Chingtsé al norte, también he oído que la actividad en la Sima se está reiniciando, así que quizá vuelvan a establecerse los mineros en las cercanías. ¡Ah, y la Posada Wangshu! Nos presentamos una vez ahí. El asunto es que algunas rutas no son del todo seguras, además de que está el Desfiladero Jueyun, donde se supone que viven los adeptus y los humanos no debemos entrometernos. ¿Has oído hablar de los adeptus, Aleck?


    tengo alta hambre y qué ganas me dieron de comer una pizza de champiñones, la fruta madre
     
    Última edición: 15 Junio 2022
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    Fue algo tierno el ver a Annie, que casi siempre se veía tan segura de si misma, de pronto tratar de esconderse tras la seguridad imaginaria de una copa de vino, pero el ambiente era tan jovial en las calles conjuntas que nos ayudó a olvidar toda la situación como si nada, tal vez algo tenía que ver el alcohol en nuestra sangre, lo podía atribuir al hecho de que estábamos bebiendo con algo de prisa, y podía notar que ya se me empezaban a salir varias oraciones sin detenerme a pensarlas demasiado. Al menos no le había molestado mi comentario sobre sus ojos.

    —Un cumplido puede alegrarle el día a alguien ¿no? A veces solo hacen falta un par de palabras amables para alegrarle el día a cualquiera —comenté un poco al aire, no siendo consiente de que el alcohol ya me estaba haciendo hablar de más—, cosas como "linda atuendo" o "bonito peinado" puede ser la diferencia en alguien que esta teniendo un mal. Procuro siempre poder decir algo bueno de las personas, en cierta forma es otra manera para mí de tratar de ayudar a los demás.

    Antes de seguir hablando los repentinos movimientos de la chica hizo que pegara un pequeño saltito en mi asiento. ¿E-Estrella internacional? ¿Entonces ya había ido a otras naciones? Bueno haber estado en dos naciones ya la hacía cualificar para ese titulo. Su pregunta me tomó por sorpresa, pero como si tratará de un asunto de vida o muerte contesté con cierto tono decisión.

    —¡Dos!

    Un silencio vino después de aquella respuesta, y al poco rato ambos estallamos en carcajadas, sobre todo después de escuchar que ella creía que ninguna personas moriría por estar en mi lugar ahora mismo. Hasta una lagrimilla se me escapó luego de tanto reír. Yo discrepaba con esa afirmación que había hecho, pero eso era lo de menos.

    Una risa un poco más ligera se me escapó con el segundo comentario, ciertamente debimos pedir algo de comer antes de empezar a beber a lo bestia, pero cuando fingió no saber lo que era una pizza hasta una un sutil risa nasal se me escapó...porqué estaba bromeando ¿verdad? Opté por ignorar un poco esa parte y pedir la comida junto con otro par más de copas. Si de verdad nunca antes había probado la pizza entonces esta era definitivamente la oportunidad perfecta.

    —Bueno para mí es un honor contar con su confianza, oh vivaz y jovial interprete de la opera.— Mencioné en un tono solemne mientras la escuchaba hablar sobre su región; sin darme cuenta me había quedado hipnotizado por sus orbes rosados y su particular voz, y antes de que me diera cuenta ella también parecía estarme mirando fijamente. El contacto visual se rompió cuando escuché nuevamente su pregunta.

    >>Eh...creo que sí ¿No me habías hablado hacía poco de tu amiga mitad adeptus? ¿Estas segura que el alcohol no esta empezando a hacerte efecto?

    Un pequeña risa se me escapo mientras nos traía lo que sería nuestra cena para esta noche. Invité a Annie a tomar la primera rebanada, si realmente nunca había probado la pizza antes entonces quería ver su primera reacción.
     
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    Asentí con quizá demasiado énfasis a las palabras de Aleck, puesto que creía plenamente en ellas y eran, de hecho, una de mis filosofías de vida... si es que tenía algo así. Disfrutaba mucho de ser honesta, halagar lo que viera en los demás y alegrarme con la forma en que algo tan sencillo como un cumplido podía dibujar sonrisas tan bonitas en el rostro de las personas. Quizá no fuera la gran cosa, ¡pero para mí era importante! Y por lo general era muy despistada o metía mucho la pata, así que reír y decir cumplidos era una especie de resarcimiento por las molestias ocasionadas.

    —Ustedes, los Aventureros, le prestan mucha atención a eso, ¿verdad? Ayudar a las personas, me refiero. Los he visto en Liyue, siempre aceptando desde los encargos más mundanos hasta los más extraños. Un Aventurero puede ayudar a una anciana con las cajas de verduras que recibió o rescatar a un civil retenido por un grupo de hilichurls. Siento que no se guían por ser heroicos o recordados, sino por el deseo de querer ayudar, y creo que eso es genial. —Solté una risa—. ¡Y ahí fue mi super cumplido del día!

    El tonto de Aleck me había tomado tan en serio que incluso respondió a mi pregunta, lo cual contribuyó a mi ataque de risa y, por consiguiente, al suyo. Ya se había desvanecido hasta el último rastro de vergüenza y prueba de ello era que ni siquiera estaba pensando en el incidente de las gafas, ¡como si no hubiera ocurrido! El alcohol era mágico. Por otro lado, me pareció detectar un dejo de incredulidad en su rostro cuando dije que no sabía lo que era una pizza, y me pregunté si habría creído que bromeaba con él cuando, en verdad, no tenía la más pajolera idea de qué era una pizza. ¡Esa cosa no existía en Liyue!

    Me había concentrado tanto en mi relato que su respuesta me hizo pestañear, cejas alzadas, antes de reconectar neuronas y echarme a reír. Ah, mierda, tenía razón. Cierto que ya habíamos hablado de los adeptus.

    —¡Pues puede que sí! Y claramente tú sigues demasiado sobrio —le reproché, estirándome para tomar su copa e insistirle en que la agarrara—. ¡Así que anda! ¡Es una orden!

    ¿Y qué clase de autoridad tenía yo? Ninguna, por supuesto. Estaba regresando a mi asiento cuando noté que por fin nos traían la comida. Debía insistir, no tenía idea lo que era una pizza, y al ser "de champiñones" imaginé que se trataría de... una sopa, una ensalada o una cosa así. Enarqué una ceja en cuanto depositaron entre nosotros una bandeja de madera circular sobre la cual había... eh... ¿un redondel de masa, queso y champiñones? Humeaba mucho, tenía pinta de estar apenas salida del horno, y... ¿estaba cortada en porciones triangulares? ¿Como un pastel?

    ¡Un pastel chato!

    —Uhm, ¿se supone que deba...? ¿Así? —sopesé con bastantes dudas en lo que me las ingeniaba para desprender una rebanada del resto, tuve que estirarla (y estirarme) un montón hacia arriba para que las hilachas de queso se cortaran y regresé a mi asiento, mirando a Aleck algo confundida—. ¿Se come con la mano, entonces?

    Seguía con mis sospechas, pero decidí hacerle caso y la soplé un par de veces antes de darle un mordisco por la parte angosta. El queso estaba super suavecito, la masa algo crocante y se sentía claramente el sabor a las láminas de champiñones. Sonreí, satisfecha, y luego de tragar volví a mirarlo.

    —¡Eh, está muy buena!
     
    Última edición: 16 Junio 2022
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    Rider

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    Parecía ser que Annie y yo seguíamos encontrando cosas en común, aun en un mundo tan grande como este era extraordinario encontrar a alguien con mentalidades tan similares. En cierta forma sentía que era como mirarse al espejo, solo que el reflejo piensa, habla y tiene bastante más carisma y talento. Pero aun con todo eso, debía decir que era algo reconfortante; cada quien hacía lo que podía para hacer este sitio un mejor lugar. No me importaba que tanto la gente lo repitiera, o que tanto trataran de esconderse detrás de un muro: Ser amable no es un crimen, y a veces una sonrisa es el mejor detalle que le puedes dar a una persona.

    —Es curioso ¿sabes? Es el mejor cumplido que me han dado en la vida —mencioné con una sutil sonrisa mientras le daba un trago más a mi copa—. Puedes detectar muy rápido cuando alguien se ha unido al gremio buscando fama o fortuna, no importa en que nación sea, y también son los primeros en marcharse y decir que no somos más que unos sirvientes particulares. En este continente puede que haya cientos de cofres sin dueño esperando a ser descubiertos, pero aun si lo consiguieras todos no sería suficiente para vivir por tu cuenta, mucho menos cuidar de una familia, pero esta gente se une esperando encontrar un fortuna para vivir como reyes el resto de sus vidas o derrotar a criaturas milenaria para luego ser vanagloriados por las personas.

    >> Nosotros no aspiramos a nada más dejar un pequeño legado, un legado en donde tratamos de enseñar que no hay trabajo pequeño ni acciones simples. Muchos grandes aventureros se fueron de este mundo con la única certeza de que ayudaron a su nación como pudieron; moviendo cajas o rescatando rehenes, lo mejor que podemos hacer es saber que ayudamos a quienes lo necesitan, y yo creo que no hay recompensa más noble que esa. ¡Pero hey! nunca esta mal algo de mora ¿no? Después de todo aun hay cuentas que pagar, pero por eso preferimos que sean las personas quienes fijen el precio, así podemos adecuarnos a las necesidades de todos.

    Sin haberme dado cuenta, me había puesto a hablar más de la cuenta, y una repentina vergüenza me invadió que me hizo negar con la cabeza un poco, tratando de ocultar que hasta me había sonrojado un poco y pretendí escudarme tras mi bebida. ¡Era el efecto del vino! Siempre me hacía parlotear cual pregonero en mercado.

    La calma que llegó luego de nuestro incontrolable ataque de risa fue ciertamente tranquilizante, juraría que hacía tiempo que no me reía tanto. Luego de que la chica me incitará a continuar bebiendo, yo le respondí con un saludo militar en respuesta a su orden a manera de juego, acabándome todo el contenido en el proceso.

    Al poco rato llegó la pizza y no podía negar que me daba cierta ternura verla tratar de descifrar que era aquel platillo.

    —¡Mhmm, nada de complicados utensilios! ¿Qué hay más confiable que nuestras propias manos?—ambos tomamos una rebana y probamos aquel manjar, incluso tras soltar la primera mordida pude ver como el queso se estiraba desde mis labios hasta la rebanada de pizza— ¡No hay nada mejor para acompañar el vino que una buena pizza! ¿O era que no había mejor para la pizza que un buen vino? Bueno, ¿Qué tal si pedimos un par de copas más?

    Definitivamente el alcohol ya estaba haciendo su magia.

    —Hey, Ann, creo que no he preguntado pero, ¿Qué es lo que hará la compañía luego de que termine el festival?
     
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    Gigi Blanche

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    Que Aleck me dijera que mi tontería era el mejor cumplido que le habían dado en la vida me dejó genuinamente fuera de base por un segundo, intentando asegurarme si lo decía en serio o estaba molestándome. Pese a no conocerlo mucho me habría resultado bastante extraña la segunda opción, y de cualquier forma conforme siguió hablando sólo confirmó mi sospecha. La sorpresa cambió a... suavidad, sólo era eso. Una mezcla de comprensión, seriedad y dulzura bastante extraña. Porque lo entendía, lo tomaba en serio y me provocaba ternura que poseyera una visión tan pura del mundo; o, al menos, que así fuera su ideal. Mientras hablaba, unas palabras que había oído hace mucho tiempo rebotaron en mi mente. Decidí compartirlas con él.

    —Los corazones más valientes son los únicos dispuestos a amar el mundo tal y como es —murmuré, con los ojos cerrados, y apenas abrirlos le dediqué una sonrisa gentil; el pobre tonto se había sonrojado y todo, pero a mí me parecía maravilloso que pensara así—. ¿Sabes? La compañía que hoy ves tan bonita y exitosa, con el mora suficiente para viajar hasta aquí y montar una ópera semejante, todo... pues se trata de eso: mora. Nos volvimos famosos gracias al patrocinio de Ninnin- digo, Ningguang, que apostó a nuestro talento. ¿Sabes quién es? Digamos que es como... la Gran Maestra Intendente aquí. Es una mujer maravillosa y la vida jamás me alcanzará para agradecerle, pero antes de que nos descubriera no éramos más que un montón de idiotas bailando y tocando música con instrumentos malgastados en el puerto de Liyue. A veces llegábamos a comprarnos la cena, a veces no; a veces dormíamos en una posada, a veces no. Cada día era un absoluto misterio y fue así que aprendí a valorarlos. Cada aurora, cada luna, es preciosa para mí. Y estoy enamorada del mundo, Aleck.

    Mi sonrisa se amplió y los ojos me chispearon de emoción contenida, paseando la mirada por diferentes cosas que nos rodearan.

    —El aroma del viento, las estrellas a lo lejos, el mecer cálido de las lámparas en las calles, el murmullo disperso de las personas fuera, los anuncios de los comerciantes. Y allá en Liyue... la madera vieja de los barcos quejándose, el oleaje contra el puerto, las gaviotas, las montañas que acarician el cielo. Y la emoción de las personas que nos ven actuar, su sorpresa, nerviosismo o alegría. Los aplausos. —Había vuelto a cerrar los ojos un par de segundos, reproduciéndolo todo a mi alrededor, y busqué sus ojos ambarinos—. ¿Puedes sentirlo, Aleck? Eso es el mundo para mí, y estoy segura de que lo entiendes, porque sé que hay mucho más y quiero conocerlo todo. Quiero poder cerrar los ojos y viajar adonde sea.

    ¿No era eso muy similar al espíritu de un aventurero, también? Explorar hasta el último rincón de Teyvat, cuidarlo, asistirlo. Al continente, las naciones y su gente. Era idealista y estúpido, lo sabía, pero no podía removerlo de mi pecho. Estaba cumpliendo mi sueño y nada era más grande que eso.

    Al final a mí también se me había soltado bastante la lengua, así que se podía decir que estábamos a mano. Luego de toda la tontería, finalmente llegó la pizza y ambos la probamos al mismo tiempo. Lidiar con el queso era... era un tema. Justo vi el momento en que su queso se estiraba desde la rebanada hacia su boca por mucha distancia que pusiera y se me escapó una risa. El problema era que yo también estaba comiendo, así que casi me atraganté y tuve que bajar mi porción para cubrirme la boca y no hacer tanto el ridículo. A ver, era una señorita, ¡un poco de compostura!

    La idea de seguir tomando vino era objetivamente mala se la viera por donde se la viera... pero estaba de turista, ya habíamos actuado y estaba muy contenta. Así que asentí con ganas y hasta alcé el brazo, indicándole a un empleado nuestro pedido.

    —Pues... De momento, los Caballeros de Favonius sé que nos financiaron la estadía por todo lo que dure el festival, así que nos quedan... ocho días, ¿no? De aquí supongo que volveremos a Liyue, no estoy segura. Yunyun es quien se encarga de organizar esas cosas. —Sonreí, declarando mi culpabilidad, y solté una risilla—. Vivo con la cabeza en las nubes, así que muchas veces no me entero lo que pasa ¡hasta que pasa! Pero eso, ocho días en Mondstadt.

    ¿Ya había dicho que seguir bebiendo era mala idea? Pues mucha razón tenía, porque me entraron unas ganas estúpidas de molestarlo y estiré el brazo hasta picarle justo la punta de la nariz, con una sonrisita que no auguraba nada bueno.

    —¿Y bien? ¿Va a seguir siendo mi guía turístico en lo que esté aquí, señor aventurero~?
     
    Última edición: 22 Junio 2022
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    Rider

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    Me había quedado completamente perdido en las palabras de Annie, hubo cierto momento en que ella simplemente cerró los ojos y comenzó a hablar, y yo no pude hacer más que escucharla atentamente mientras una suave sonrisa se colocaba en mi rostro y ponía mi mejilla contra la palma de mi mano. Las palabras que salían de su boca eran arte en si mismo, las expresiones que usaba, su manera tan noble de interpretar la vida, todo no era más que sino un reflejo de los años que le había dedicado a la ópera.

    Cuando mencionó sobre los primero años de la compañía no pude hacer más que rememorar partes de mi propio pasado. No eran tiempos fáciles pero el abuelo siempre se aseguro de que nunca faltara comida en la mesa y un techo que cubriera nuestras cabezas de la lluvia, aun cuando habíamos perdido tanto, el abuelo siempre nos había enseñado que valía la pena luchar por el mañana. La vida de Annie parecía haber esto llena de altibajos, y no hizo que hacer que sintiera más empatía por ella que antes.

    —Con personas en este mundo como tú ¿Cómo no amarlo? —respondí tomando un trago más a mi copa antes y sonreírle una vez más— ¿Acaso también escribes poesía por tu cuenta, Annie? porqué eso fue realmente bellísimo. Ah...Desearía tener tantos dotes artísticos como tú...

    Suspiré un poco antes de negar con la cabeza y volver a centrar mi atención en la castaña, quien ¡¿Ya estaba pidiendo más vino?! Sí que tenía mucha resistencia aun ¿eh? Era eso o realmente se había enganchado al sabor del vino, podía ser un poco de ambos, pero no iba a ser yo quien rechazara una copa más y una vez rellenaron nuestras bebidas, escuché con alegría la noticia de la chica, ¡se quedaría durante la totalidad del festival!

    —Vaya, los caballeros no repararon en gastos este año ¿eh? —exclamé para luego comenzar a contar en voz alta con mis dedos—. Uno...Dos...Tres...¡Mhmm, ochos días serán tiempo suficiente!

    En mi mente ya estaba contando todas y cada una de las cosas que podría enseñarle a Annie durante esos días, pero debía relajarme un poco, quizás aun le tocaría actuar en los próximos días, así que seguro habría días en los que estaría más ocupada, pero aun así, tenía que organizar todo un itinerario para estos días.

    —Hey, si yo pudiera viviría en las nubes, de manera literal y metafórica —confesé con una amplia sonrisa—. ¡Así Annie, quieras o no, este aventurero será tu guía exclusivo por los próximos ocho días! Pero con una condición que...te contaré después.

    Solté un par de risillas misteriosas antes de comer un poco más de pizza, procurando no ahogarme también como lo había hecho la castaña.

    —Oh, por cierto Ann, ¿Dónde vas a pasar la noche? ¿Se están quedando en el Hotel Goth o algo? Ya sabes, para saber a donde llevarte por si se te pasan las copas~.
     
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    Gigi Blanche

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    Realmente no necesitaba una respuesta a mi mini discurso, me sentía muy liviana y el simple hecho de que me hubiera prestado tanta atención me bastaba y sobraba. Eso pensaba pero, claro, el muchacho aún así lo hizo y sus palabras alcanzaron un rincón bastante lejano de mi corazón. Ahí, cerca del núcleo, le dio una patadita y lo sentí rebotarme contra el pecho, bastante sorprendido e incluso avergonzado. Fue cálido, también, y me esforcé por no darle mucha importancia a la sangre que me entibió las mejillas.

    Con personas en este mundo como tú, ¿cómo no amarlo?

    —¿Era una competencia de cumplidos? —bromeé, aún algo cohibida, y tuve que desviar la mirada—. Porque te aseguro que vas ganando.

    A ver, si mi tontería era el mejor halago que le habían dado alguna vez, ¿qué se suponía que hiciera yo con algo así? Algo... tan bonito. Y que se había oído tan sincero. En serio, no estaba acostumbrada. Solté el aire por la nariz y carraspeé la garganta, intentando pasar de página para no quedarme más tiempo del necesario atorada en sus palabras. Me había pillado desprevenida, ¿verdad? Y con alcohol en sangre. Sí, sí, era eso. Las defensas bajas. Definitivamente.

    Seguro que...

    —¿Poesía? —Abrí los ojos bien grandes, regresándolos a él, y se me aflojó una risa bastante sonora. Me eché contra el espaldar de la silla en el proceso y medio me tapé el rostro con una mano, luego la utilicé para correrme el cabello detrás de la oreja—. Ah, perdona. Dioses, no, no. No sirvo para esas cosas. Yo me encargo básicamente de las coreografías, pero las historias las escribe Yunyun; es la misma chica que te contaba recién, y la que me arrastró de las greñas cuando llegamos a las puertas de Mondstadt. Ah, Aleck, ¡si te hubiera oído! Su indignación habría sido muy graciosa, por eso me reí.

    Sus guiones me parecían maravillosos, pero siempre la molestaba con que yo podría hacerlo mejor porque agarraba pista muy rápido y era adorable.

    —Bueno, sabes artes marciales, ¿no? —destaqué luego de que él se lamentara al respecto, lo hice con el índice alzado y le guiñé un ojo, cómplice—. ¿Me entiendes? Artes marciales.

    No estaba del todo segura para qué ocho días eran suficientes, pero de la mano de Aleck estaba segura que sería algo super divertido. ¿Algo tonto de mi parte confiar o esperar tanto de una persona que apenas conocía? ¡Pues sí! Y a nadie le importaba, así que daba igual. Su condición secreta captó toda mi atención y parpadeé varias veces con los ojos bien abiertos antes de fruncir el ceño. No iba a decírmela, ¿verdad? No tenía sentido que insistiera.

    No, no lo tenía. En absoluto.

    —¿Eh? —me quejé, alargando bastante la sílaba—. ¿Cómo que después? ¡Quiero saberlo ahora!

    Se hizo el desentendido comiendo pizza, y yo me tragué las ganas de bufar con vino. Sí, más vino, maravillosa idea. Estaba regresando la copa a la mesa cuando me preguntó dónde me estaba quedando y volví a reírme, desenfadada.

    —Uhm, ¿dónde será? Creo que... me está fallando la memoria~ —mentí, suspirando resignada, y busqué separar otra porción de pizza—. Qué cosas, ¿no? Aunque quizá, quizá lo recuerde si me ayudas a refrescar la mente.

    Le di un mordisco a la comida y luego de tragar, sonreí casi con malicia.

    —¿Qué dices, Aleck? ¿Una información por otra?


    oye cerebrito más despacio have mercy wh her
     
    Última edición: 24 Junio 2022
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    Rider

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    No pude evitar preocuparme un poco, quizás había elegido el orden incorrecto de palabras, quizás podría mal interpretarlo de alguna manera que no quería, o hasta tomárselo a mal, pero esa sutil preocupación se desvaneció al ver nuevamente a Annie. Acaso estaba...¿Sonrojada? No tenía mucho tiempo de conocerla pero sin dudas era pocos los momentos en los que podía decir que había tomado con la guardia baja a la castaña, pero ¿estaba mal si decía que era un poco "gratificante"?

    Era simplemente encantador verla tratar de esconder sus mejillas ruborizadas detrás de su cabello, o escudarse tras una rebanada de pizza desbordante de queso.

    —He, he, realmente no suelo ser competitivo —confesé luego para ser sorprendido por su explosiva risa luego de mi comentario sobre la poesía. En un principio me recorrí sobre mi asiento y coloqué mis manos sobre mi pecho, un poco asustado por la reacción tan explosiva de la chica, aunque al final, su risa comenzó contagiarme, y aunque de primeras reía algo incomodo y por puro reflejo acabé soltando otra carcajada justo como ella.

    ¡Eran las maravillas del vino!

    —Probablemente me habría jalado de la oreja justo como hizo contigo ¿Eh? —solté una pequeña risa nasal cuando me guiñó el ojo y mencionó aquello de artes marciales— Ah, no lo sé Annie, a veces creo que lo que yo hago solo es volar, pegar y esquivar. Siempre he querido conectar con algo un poco más espiritual en el arte, pero soy muy vago para ir a la iglesia y muy irresponsable para ser caballero. Pero, sin dudas al menos puedo decir que hay algo de artista en mí.

    Sonreí una vez más antes de acabarme lo que quedaba en mi copa. Se me escapó una pequeña risita al escuchar las protestas de la castaña, como si por eso pequeño instante se hubiese convertido en una niña.

    —¿Oh? ¿Qué pasa? Puedes esperar un par de días ¿o no? —mi tono cambió un poco tras escuchar como mencionaba que no recordaba donde se estaban quedando, sabía que mentía, y todo lo hacía solo para sacar información—. Bueno, intuyó que si los "embajadores" con mascaras siguen en el hotel Goth el sitio estará lleno aun, así que podemos descartar eso.

    >>Soy, un aventurero Annie, tengo mis métodos para obtener información sabes~
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Gracias debería dar a que Aleck no se aprovechó para seguir molestándome, porque esto de ruborizarse era una cagada ¡y no había escapatoria! De hecho, cuando comencé a reír noté el susto que se pegó, y fue por eso también que me reí con todavía más ganas. El chico no tardó mucho en unírseme y ahí nos quedamos, a carcajada pelada y sin mayor motivo.

    Ah, ¡de veras me estaba divirtiendo mucho!

    —¡Sí, sí! —le respondí, aún entre algunas risas, y tuve que limpiarme una lágrima con el dorso del dedo índice—. Incluso sin conocerte, definitivamente te habría jalado de la oreja. Ah, ahora quiero ver eso.

    Ya bromas aparte, entendía el punto de que Aleck no se considerara a sí mismo un artista. Quería decir, era un poco normal, ¿no? El oficio de los Aventureros como tal no dejaba mucho espacio libre a la creatividad, al menos no la que se considera normalmente artística. Baile, canto, y así. Pero si el chico sabía moverse, si sabía pelear, golpear y esquivar como decía, era una gran base sobre la que se podía trabajar.

    —Puedo enseñarte, si quieres —le ofrecí, meciendo los pies debajo de la mesa—. Es decir, al menos los básicos. Como mis coreografías se basan en los guiones de Yunyun y casi siempre hay escenas de acción, sé coreografiar batallas que luzcan muy bonitas y... artísticas. Y tú con tu agilidad de aventurero ya cumples más que bien los requisitos. ¡Sólo hacen falta músculos y velocidad!

    Además tenía una visión Anemo, seguro se podía jugar un montón con eso y saldrían cosas muy divertidas. ¡Pero bueno! Ya me estaba viniendo encima y sólo iba a pasar... ocho días en Mondstadt.

    Cuando me negué a responder su inquietud, el muchacho empezó a sopesar sobre los huéspedes del hotel Goth para descartarlo de la lista. Había apoyado la barbilla en mi mano y así me lo quedé mirando, meciendo suavemente el vino dentro de mi copa. Mi sonrisita, por supuesto, estaba ahí para irritarlo. Lo último que dijo me hizo alzar las cejas, sólo eso.

    ¿Ah?

    —¿Se supone que sea eso una amenaza, Greenie?

    ¿Y ese apodo? A saber. Golpeteé las uñas contra la madera y solté una risa suave, incorporándome a la misma velocidad. Llevaba ropas tradicionales de Liyue, que eran largas y bastante vaporosas, así que acompañaron mi paso hasta el balcón. Eché un vistazo breve a la ciudad y giré sobre mis talones, para cruzar un brazo y alzar la otra mano, donde tenía la copa, a la altura de mi rostro. Desde allí lo miré, aún con aquella sonrisa algo altiva pegada en mis labios.

    —A ver, cuéntame un poco mejor de esos... métodos.


    JAJSDJA FOR THE SAKE OF IT era demasiado bueno tuve que hacerlo i told ya

    also le quise decir Graham pero acá no tienen apellido y sufro
     
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    Rider

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    Claro que mas adelante me iba a aprovechar ahora que sabía la debilidad de Annie: Ruborizarse. Quiero decir, no lo iba a hacer ahora; ¿acaso están locos? nos acabamos de conocer, pero, con el tiempo, sabía que podría hacer buen uso de ese detalle. Solo por fastidiar un poco claro. Pero eso era harina de otro costal, por ahora lo único que me interesaba era seguir riendo un poco más. Realmente esa chica de que hablaba Annie parecía cosa seria.

    —¡Cielos! ¡Solo de pensarlo me pongo a temblar! Con lo sensible que soy de mis orejas...Digo, digo, no quise decir...¿Eh?

    La repentina propuesta de la chica me tomó absolutamente desprevenido, por un segundo creí que seguía bromeando, pero cuando continuó pude ver en sus ojos que no se trataba de ninguna broma. No estaba convencido del todo, ¿me faltaba aun más musculo del que ya tenía? tal vez se refería a que me faltaba aflojarlos un poco más, en combate mis movimiento podían ser un poco bruscos y rígidos, quien sabe. Ni siquiera mis maquinaciones me permitieron ocultar la emoción que me hacía sentir que por fin podría aprender a bailar.

    —¿No es un chiste verdad? ¿Lo dices en serio? ¡Entonces es un trato! ¡Señorita Annie, usted será mi instructora de baile! —alcé mi copa para chocarla gentilmente contra la de la castaña, para proceder a beber su contenido. A estas alturas deberían dejarnos la botella en la mesa y ya.

    Aunque seguimos jugando un poco con la tontería del intercambio de información, no iba a negar que era entretenido a cierta manera. Era como una especie de duelo amistoso, ¿o negociaciones agresivas? Lo único que quedaba claro era que ambos nos estábamos metiendo en el papel. Me levanté después de que ella lo hiciera junto con mi copa, la seguí con la mirada hasta ver como se posaba en aquel balcón.

    —Yo diría más bien que es una advertencia, Pinky —no supe en que momento nos comenzamos a llamar por aquellos apodos pero tampoco me iba a quejar—. Bueno las manera no hostiles son amplias. Podría invocar una ráfaga de viento que nos saque volando a todos, o prometer que yo pagaré toda la cuenta, o tal vez decirle a los caballeros que te den alojamiento, aunque no como invitada me temo.

    >>Podría lanzar simplemente un ataque de cosquillas hasta derribarte o...Podría seguir lanzando cumplidos hasta que tu cara se vea tan roja y adorable como un tomate. Son solo un par de opciones~

    Me recargué junto a la barandilla del balcón, colocando a lado de la chica, aun con la copa en mi mano, sin perder en ningún momento esa sonrisa que cargaba desde hacía ya un rato.
     
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    Puede que me hubiera reído sin parar en ningún momento y puede que el alcohol me hiciera flaquear en muchas cosas, ¡pero seguía siendo sabio! Muy, muy sabio. Tanto, que aún con todas las distracciones logré oír a la perfección aquello que Aleck soltó sin darse cuenta. Conque orejas sensibles, ¿eh? Esa era información de calidad, en serio. ¿Cómo le iría en Espinadragón, ahora que lo pensaba? ¿Tendría que usar de esas orejeras peluditas super lindas? ¡Pero bueno, no era el punto!

    También noté su incredulidad inicial ante mi propuesta, incluso la desconfianza, y asentí cada vez con más emoción a sus preguntas. Al final lo convencí, cosa que me alegró mucho y moví la cabeza una última vez, con una sonrisa bien grande plantada en el rostro.

    —¡Maravilloso! —exclamé junto a una risa breve y choqué su copa con la mía, luego conseguí echarme encima una seriedad admirable para agregar—: Te quiero en las puertas de la ciudad, mañana a las siete de la mañana.

    Luego me puse de pie para, no lo sé, ¿darle más dramatismo a esa espontánea reunión de negocios? Ya hasta me olvidaba qué se suponía estaba en juego si me descuidaba un poco, pero eso no le quitó su encanto al pequeño teatro. Lo seguí con la mirada en cuanto me imitó, también incorporándose y viniendo hasta la barandilla, y alcé ligeramente las cejas a medida que enlistaba sus... métodos no hostiles. Los últimos dos me hicieron particular gracia y meneé la cabeza casi a cámara lenta, volviendo la vista al frente, hacia el interior de la taberna.

    —Ah, qué adorable eres. ¿Acaso olvidaste ya la conversación que tuvimos? —Regresé la mirada a él, sólo que de soslayo—. Sobre los comerciantes despiadados de Liyue. ¿Piensas que yo no tuve que comprar y revender cosas para ganarme la vida a veces?

    Me despegué de la barandilla, lo hice con movimientos calculados y de la misma forma, suavemente, me acerqué a su posición; mucho, quería decir, lo suficiente para que sólo pudiera tener su atención en mí. Le sonreí de aquella forma estúpida y socarrona con la que estábamos montándonos el teatro y pestañeé, ladeando apenas la cabeza. A decir verdad, no era el único con una visión.

    —Tus métodos suenan efectivos, pero complejos —murmuré, viéndolo a los ojos, y uno de los dedos donde llevaba mi copa se movió de forma casi imperceptible. Las velas a nuestro alrededor hicieron combustión en una amplia llamarada, fue repentino y aproveché la distracción para colar la mano libre en su abrigo. Retrocedí sólo un paso, ya sin poder ocultar mi diversión, y le alardeé el saco de monedas que acababa de robarle—. Y cuando digo que compraba cosas, es más bien un término relativo.

    Solté una risa breve, lanzándole el monedero por el aire, y regresé a mi posición inicial a su lado, contra la barandilla.

    —Y suerte con lo de las cosquillas, lamento informarte que soy una de las mejores luchadoras de cosquillas del continente. ¡Chiquita pero poderosa!


    sí, te voy a seguir haciendo bullying
     
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    Rider

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    ¿Qué acababa de soltar valiosa información así de gratis? pues sí, va a ser que sí. Era un buen investigador y aventurero, pero tenías mis deslices, y solía soltar datos de más que a veces hasta me perjudicaban. Gracias a los Siete no se me había soltado la lengua de más como para proporcionar más detalles respecto a mi sensibilidad, pero con el alcohol que tenía encima seguro era simple cuestión de tiempo hasta que se me escapara más información peligrosa. Con un poco de suerte quizás ella no lo notaría.

    —¡Estaré ahí desde las seis! Lo anotaré en mi agenda —ni siquiera le había prestado atención al severo cambio en su tono, estaba demasiado concentrado anotando en mi pequeñita libreta para no olvidarme de la hora mañana—, quizás después de ensayar podríamos comenzar con las lecciones de vuelo, ¿no?

    Apenas no estábamos conociendo y ya teníamos un itinerario de lo más completo, por no decir ajustado, pero si lograba sobrevivir a la resaca que le dejaría el vino, entonces no tendría ningún problema; yo ya estaba de lo más acostumbrado, pero esta era la primera vez que ella lo bebía. Solo quedaba esperar a la mañana siguiente a ver que tal le iba, porqué no iba a arruinarle la diversión esta noche.

    Y hablando de diversión.

    No sabía en que momento había ocurrido, pero lo único que sabía es que ahora tenía a Annie muy muy cerca de mi rostro, y parecía que se estaba divirtiendo con ello. Definitivamente no estaba negociando con una chica cualquiera; y me tomó aun más por sorpresa sentir su tacto en mi abrigo para luego ver como había sacado mi saco de Mora así como si nada.

    —¿A-Acabo de ser asaltado por una chica de ópera? Debo anotar eso en mi curricular —bromeé un poco luego de atrapar nuevamente mi bolsa con monedas que me había arrojado la chica luego de haberla sacado de mi ropa—, veo que a ti te gusta más ir a lo sutil ¿eh? Yo soy un poco menos...

    Una fuerte ráfaga entró por el balcón, la cual logró levantar nuestra ropa y logró arrastrar la botella de vino que se encontraba en la mesa hasta mi mano, y apagando un par de velas en el proceso.

    >>Discreto...

    ¿Acaso estábamos alardeando sobre nuestras habilidades? Probablemente, y si seguíamos así quizás hasta acabaríamos causando daños a la taberna, así que la miré nuevamente a los ojos y negué con la cabeza mientras ofrecía servirle un poco más de vino en su copa.

    —De verdad, no puedo decirte aun que es lo que haré en el ultimo día, solo quiero que llegues bien a dónde sea que te estas hospedando. Pero si no me lo dices, esperaré a que te gané el sueño y te llevaré a cualquier posada que este disponible. Y si no la hay...¡Ya sé, podrías quedarte en el gremio! Siempre tenemos camas de sobras y habitaciones extra.


    Al final esa era la mayor oferta que podía hacer, genuinamente estaba interesado por la seguridad de la chica, y lo único que quería era que no se fuese a quedar dormida en la taberna o en la calle, pero estaba seguro que no habrá necesidad de llegar a eso.

    —Espera un segundo...¿Estas retándome, Pinky? —comenté algo más ligero, mientras me ponía en pose de duelo. ¿Acaso iban a comenzar las hostilidades?
     
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    Gigi Blanche

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    Verlo sacarse una mini agenda de vete a saber dónde para anotar con toda la seriedad del mundo el disparate que acababa de decirle fue algo que no esperaba en absoluto, de ahí que siquiera lograra echarme a reír. Parpadeé, alternando la vista entre su rostro y lo que escribía, y me pregunté si se tomaría en serio cualquier tontería que le dijera. Quise, pero reprimí una sonrisa un poquito malvada.

    —También necesitaremos ropa adecuada. Mallas, las mejores que tengas, zapatos de punta y sombrero respingón. Ah, y un pañuelito que puedas atarte al cuello.

    ¿Era una mezcla de... bardo y hechicero? Ahora que imaginaba todo junto, se me hacía que sí. De la forma que fuera, sólo iba a aguardar para ver si lo anotaba o no, realmente no estaba en mis planes continuar la broma hasta mañana. Se vería ridículo, pobrecillo.

    Además ¿amanecer a las seis luego de todo este alcohol? ¿Es que estaba loco?

    Su reacción ante mi movida de ladronzuelo barato no fue tanto como la había esperado, pero aún así no dejé ver la decepción. Mantuve el personaje de niñata algo egocéntrica, asintiendo suavemente ante su pregunta, y mi expresión se trastocó un poco cuando adiviné, apenas un segundo antes, que el chico haría una movida. El viento apareció de repente, me alborotó el cabello, los accesorios que llevaba en él, y me enredó las faldas alrededor de mis piernas. Había entrecerrado los ojos, intentando poner orden sobre mí misma para que los aretes de oro no se me engancharan en el pelo, hasta que noté la botella de vino ahora en sus manos.

    —Hombres —resoplé, llevando mis manos aquí y allá para acomodarme la ropa, aunque vete a saber el estado de mi cabeza con todos los dijes y cintitas que llevaba ahí arriba.

    Me gustaba vestirme como una señorita elegante de Liyue, ¡pero a veces era muy incómodo!

    Y volví a resoplar, aunque con menos ahínco, cuando se acercó para servirme vino. Claro que tenía lugar donde hospedarme, los Caballeros de Favonius se habían encargado de brindarnos todas las comodidades que se le pudieran ocurrir a uno, pero si Aleck no planeaba ceder... suponía que no me quedaba opción.

    —Claro que tengo dónde quedarme, tonto —mascullé a un volumen bajo y bebí de mi copa, observando luego el líquido mecerse—. Y sí, es el Gran Hotel Goth.

    ¿Sentía que había perdido? Definitivamente. Y al parecer las neuronas nos corrían aún así algo espesas, ya que Aleck reaccionó tarde a mi desafío de las cosquillas y yo estaba intentando no ponerme de mal humor por, otra vez, haber perdido. Tamborileé los dedos sobre el cristal de mi vaso y suspiré, yendo a la mesa para depositarlo allí. No más vino por hoy, mejor.

    —No sé si quiero perder dos veces en una noche —murmuré, chasqueé los dedos y las velas que su poder había apagado, volvieron a encenderse. Busqué sus ojos—. ¿Qué tal si me muestras un poco la ciudad durante el festival? De camino al Hotel.
     
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    Rider

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    Me detuvo un poco de escribir cuando la chica había mencionado algo sobre unas mallas y un sombrero. Estaba claro que estaba bromeando, todos saben que los sombreros grandes no eran los más adecuados para un bailarín principiante. Por supuesto, tenía que estar bromeando solo por eso, y no por el hecho de que quería que me vistiera como una especie de hechicero musical.

    Retomé mi libreta y decidí seguir un poco con esa actuación anotándolo todo solo para hacer una breve pausa.

    —¡Un segundo! ¿Estas tratando de tomarme el pelo...? ¿Dónde voy a conseguir un pañuelo en esta época del año? —Irónicamente, el pañuelo era lo único que sí tenía de todo aquel conjunto que quería que usara, aunque igual anoté todo; vete tú a saber porqué.

    Mi jugada con el viento había salido relativamente bien, aunque debía admitir que quizás se me había visto algo grosero. Por desgracia esa era siempre la dualidad del viento: Podía ser apenas una gentil brisa acariciando tú rostro o un vendal incontrolable y errático. Aunque yo particularmente prefería lo primero, ciertamente la inmutable naturaleza del viento no se podía negar, portando una visión o no; de la misma manera en la que el fuego era proveedor de luz y calor cómo lo podía ser de dolor y sofoco.

    Quizás por eso conectaba tan bien con Anna, ambos en el fondo elegíamos ser la versión más benévola de nuestra propia naturaleza.

    Aunque en el fondo todo este revoltijo mental era producto de una parte de mi cerebro queriéndose disculpar por haber sido tan brusco.

    —¿M-Me excedí? —pregunté no logrando ocultar la preocupación en mi voz, aunque cuando noté el cierto tono de berrinche y derrota en la castaña una sutil sonrisa más aliviada se dibujo en mi rostro. No era justo, realmente se veía adorable. Me sentía realmente tentado a fastidiarla un poquito más, pero tampoco era tan tonto como para jugar con fuego, y menos después de haberla visto
    encender las velas de nuevo.

    Una vez que ambos dejamos nuestras copas sobre la mesa, dejé la respectiva cantidad de dinero necesaria para cubrir nuestras comidas y bebidas y hasta un poco de propina, tampoco demasiado, que no es que fuese yo millonario o algo.

    Cuando escuché su rechazo al duelo de cosquillas se me soltó una leve risa nasal. La verdad que probablemente yo tampoco esta en condiciones para un asalto de tal magnitud, pero sin dudas la idea de ver la ciudad antes de ir a dormir me parecía una idea maravillosa.

    —Señorita, será un placer mostrarle el resto de al ciudad esta noche.

    Tras finalizar aquellas palabras, salté sin pensarlo demasiado sobre la barandilla del balcón hasta aterrizar sobre la calle. Trastabillé un poco al tocar tierra, pero al menos mantuve mi equilibrio y evité lastimarme. Sin embargo, cuando miré hacía arriba noté que la chica seguía ahí arriba y parecía divertirse con la situación, dándome cuenta que quizás el alcohol ya empezaba a causar estragos en mi juicio.

    —Oh...Por las escaleras ¿verdad? Yo...Espera ahí.

    Escalé como pude aquella pared hasta llegar nuevamente hasta el balcón—Talentos necesarios cuando se es aventurero—, y esta vez ambos salimos por la puerta principal. Siendo que el Hotel Goth quedaba relativamente cerca de la taberna, aproveché para tomar un pequeña desviación hacía la calle principal, que se encontraba adornada con alfombras y banderines de diversos colores, todo acompañado de las agradables luces del festival.

    Pasamos por la sede del Gremio de Aventureros, por la taberna de Cola de Gato junto con sus adorables comensales frecuentes, los múltiples gatitos que la rondaban, incluso pudimos contemplar la fuente principal, para luego dirigirnos a los escalones que daban a la parte media de Mondstadt.

    —Ah, de verdad no hay nada como recorrer las calles de esta ciudad —solté luego de un suspiro satisfecho y una sonrisa serena, que fue acompañado por la música de los bardos que se encontraban por el lugar—. Me sorprende que hayan conseguido habitaciones en el Hotel Goth; eso significara que Kaeya por fin se pudo deshacer de aquellos tipos siniestros de mascara, ¿Cómo eran que se llamaban? ¿Fatui?, bueno, al menos me da gusto que van a lograr tener una estancia agradable aquí.
     
    Última edición: 25 Julio 2022
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    Gigi Blanche

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    Por un instante realmente creí que Aleck por fin se había dado cuenta que lo estaba molestando, su intervención tan repentina me frenó en seco y parpadeé, mirándolo con genuina curiosidad. La carcajada que solté al oír su remate fue sonora y bastante cristalina.

    —¡Pues no lo sé! —exclamé, dejando caer los brazos a ambos costados de mi cuerpo, aún con algo de la risa colándose en mi voz—. Usted es el local aquí, señor, no venga a pedirme consejos de moda.

    Por otro lado, en ningún momento se me había ocurrido pensar que su movida con el viento había sido grosera; quería decir, en ese caso tendría que decir lo mismo de mí, ¿cierto? ¡Y yo era una señorita muy bien educada! Sí, sí. Absolutamente. Su pregunta sobre si se había o no excedido me alcanzó con un ligero titubeo, y cuando alcé a verlo pensé que se había preocupado de veras. ¿Ven? Para nada grosero. Si Aleck era algo, ¡eso tenía que ser un rayito de sol!

    Luego de quejarme sobre los hombres y ver su preocupación, solté el aire por la nariz y sonreí, estirando la mano para pellizcarle una mejilla.

    —Tonto —murmuré, dejándole la carita en paz, y eso fue todo. Debía bastar, ¿no?

    Tras eso, Aleck se encargó de pagar nuestras cosas y yo rebusqué entre mis capas y capas de ropa hasta dar con mi monedero y dejar a su vez un par de moras. Mi sugerencia para recorrer la ciudad fue más que bienvenida y solté una risilla divertida al recibir su aceptación tan caballeresca. De repente, sin embargo, el chico desapareció por el jodido balcón. Parpadeé, demasiado sorprendida para moverme, y en un segundo solté otra carcajada, inclinándome por la barandilla hacia abajo. Mi cabello se derramó por ambos costados de mi rostro y sonreí amplio.

    —No me digas, ¿así te gusta sorprender a las chicas? —lo molesté entre más risas, lo suficientemente alto para que me escuchara. Cuando noté que empezaba a trepar la pared como una jodida araña, el ataque de risa sólo empeoró—. ¡Oh, Romeo! ¡Dónde estás, que no te veo!

    Me había esforzado bastante por entonar aquello con la impronta más teatral que pude, pero la falta de aire no contribuyó mucho. Estando Aleck a punto de alcanzar el balcón, le dejé espacio para que trepara sin problema. Aún estaba más que divertida con la situación, pero apenas verlo fruncí el ceño y crucé los brazos bajo el pecho, muy seria y... enfurruñada. Bueno, algo así. Vamos a decir que era el alcohol, sí. Eso, y mis habilidades de actuación.

    —¿Cómo pudiste hacer eso... ¡sin mí!? —lo acusé, profundamente indignada, y medio sin querer, medio a propósito, acabé inflando las mejillas—. Yo también quiero bajar así, se ve divertido.

    Había acabado desviando la vista al... bueno, al vacío, y quizá me distraje demasiado. Cuando quise acordar, Aleck había vuelto a alzarme y solté un gritillo ahogado, aferrándome a su cuello por puro instinto de supervivencia. El muchacho saltó, acompañado por el ligero vaivén del viento, y descendimos hasta el suelo con una delicadeza absurda. El recorrido si acaso duró cinco segundos, pero fue lo suficientemente increíble para dejarme quieta en mi lugar cuando el muchacho me dejó mi espacio de vuelta. Las neuronas las reconecté de repente, junté las manos frente a mi pecho y lo miré con una sonrisa de oreja a oreja, la emoción tintineando en todo mi rostro.

    —¡El poder Anemo es tan divertido! ¿Haces cosas así todo el tiempo?

    Así comenzó entonces nuestro pequeño tour nocturno por la ciudad. Pasamos por el hotel donde nos hospedábamos y eché un vistazo a las ventanas de las habitaciones; de una de ellas se oía bastante alboroto e imaginé que estarían los muchachos de la compañía reunidos, bebiendo y pasando un buen rato. Luego vino la sede local del Gremio de Aventureros y, aunque a una distancia prudente, me quedé un rato observando a la señorita que la atendía. Quizá fuera el alcohol o las luces tenues pero... ¿no era igualita a Katherine, la encargada de la sede de Liyue?

    —¡Gatitos!

    Por los Arcontes, ¡tenían una taberna llena de gatitos! ¡¿Por qué no fuimos a esa primero?! Prácticamente salí corriendo cuando los vi y el pobre Aleck tuvo que aguantarse todo el tiempo que me quedé jugando y acariciando a los mininos. Ah, Celestia debía estar llena de gatos. No tenía pruebas, tampoco dudas. ¡Eran seres sagrados!

    Quizás el alcohol ya me estuviera dando tregua, pues a su debido momento suspiré y me incorporé, siendo una buena niña y continuando el recorrido. Muy a mi pesar. Rodeamos la fuente principal, donde aún se veían algunas personas comiendo, y nos detuvimos en las escalinatas que le seguían. Yo me senté allí y enganché las manos alrededor de mis piernas, meciéndome suavemente al ritmo de los bardos.

    El suspiro de Aleck me hizo regresar los ojos a él, con una sonrisa ligera pegada a mi rostro. Era de noche, pero no hacía frío en absoluto. Era una velada preciosa.

    —¿Hmm? Ah, sí, he oído algunas cosas de los Fatui. En Liyue se ven bastantes personas de Snezhnaya, ¿sabes? En especial comerciantes, aunque también tienen una sucursal de un banco que es bastante importante. Y sí, andan tipos enmascarados como los de aquí. En el hotel me crucé un par. —Alcé ligeramente las cejas, denotando curiosidad—. ¿Han causado problemas aquí? En Liyue corren muchos rumores de que los Fatui están relacionados con la muerte de Rex Lapis.


    aaaa perdona la tardanza, bby ;; *lo achucha fuerte fuerte en compensación*
     
    Última edición: 5 Agosto 2022
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