luchando por la felicidad

Era una noche de luna llena, esta se encontraba en su máxima altura, ilumando todo el cielo. Ese día todas las calles estaban desiertas, menos una, esta no tenía nada de especial, era igual a todas las calles residenciales, con enormes jardines de dos pisos y un jardín todavía mas inmenso, y por desgracia, todos sus habitantes estaban sumidos en un profundo sueño y ninguno de ellos se percató de la mujer de cabellos castaños que corría por la carretera, parecía que huía del mismísimo demonio, en sus brazos llevaba su más preciado tesoro, y ella corría sin nungun rumbo en la mente y siendo guiada solamente por su instinto, pero pronto su perseguidor la alcanzó, a lo mejor fue por el peso extra que llevaba o por que su cuerpo era tan escualido que no podía mantener ese ritmo, en ese momento sintió un tirón en el brazo y supo que la había
atrapado, la volteó con tanta brusquedad que acabó tirada en el suelo, al caerse rebotó su cabeza con la carretera y de su frente comenzo a salir un hilito de sangre, intento levantarse pero solo logro darse la vuelta para no aplastarlo que los había protegido con sus brazos, todo esto sucedió bajo la atenta mirada de ese individuo, al lograr ella girarse sus ojos se encontraron, los de la mujer de un azul marino, pero estos estaban empañados de odio y los del hombre eran negros, y ella pensó que si los ojos eran la puerta del alma, él ya no tenía, se había ido desvaneciendo como el brillo de su mirada al pasar los años, ella consiguió sacar de su dedo la alianza tirandosela a los piés, era la misma que llevaba él, que avanzó hacía ella, con pasos lentos, y en uno de estos aplastó el anillo que la había regalado hacía tantos años, y al llegar a ella se agachó a su altura y mientras ella le daba patadas, él ni tan siquiera inmutandose, le arrancó de sus brazos lo que tanto protegía, a sus niños, al cogerlos ese hombre se pusieron a llorar simultaneamente, él
miro a la mujer que se encontraba en el suelo y sujetó a los mellizos con un brazo y con el otro se llevaba la mano al bolsillo, sacando la varita, pronunció las palabras malditas y salió la luz verde acabando con la vida de la persona que tenía en frente, los niños se pusieron a llorar mas fuertemente, a lo mejor intuyendo lo que había sucedido, pero su padre los silenció rapidamente con otro movimiento de varita y se desapareció con ellos. A ella lo único que se le cruzó por la cabeza en ese instante fué que en las manos que dejaba a sus dos tesoros y rogó a todos los dioses que conocía para que ellos no pasaran por el mismo infierno que había sufrido ella, después de esto exaló su último aliento y de ella solo quedo un cuerpo frío y sin vida tirado en la carretera.
En algún momento de esa noche, pasó por esa misma calle un coche, siendo el conductor un borracho, y sin darse cuenta la atropello pero siguió su camino como si nada, y a la mañana siguiente al descubrir su cuerpo, se llegó a la conclusión erronea de que la causa de su muerte había sido un conductor borracho que se había dado a la fuga.