Marvel Loving Iron Man (Iron Man x Tu)

19
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El olor nauseabundo del vómito en tu uniforme de trabajo te obliga a cambiar a ropa de calle.
Un borracho te ha echado todo lo que tenía en el estómago. Líquido por suerte.
No dejará manchas en el uniforme al menos.

Algo bueno dentro de lo malo.

— ¡Date prisa! — Uno de los meseros dice con estrés, y no le culpas. Hoy el bar está lleno, y apenas llegas a atender tu cuota de clientes habituales.

Seguramente la ropa de calle termine igual que la ropa del trabajo. Pero no hay nada que puedas hacer al respecto.

Así que te diriges a la parte central del bar con un bloque de notas en mano y el menú de la noche.

Por extraño que parezca a los demás, tú has vuelto a sonreír un poco. No como hace dos años, pero algo es algo.

Hay ruido de por medio. ¿Cuándo no lo hay? Y también gritos, risas y puede que carcajadas. Algunas mesas han sido unidas debido a grupos grandes.
Y aun así, con tanta distracción como para perderte por horas, eres capaz de verlo a él.
Anthony Edward Stark, sentado en una mesa alejada, siendo atendido por Josiah que no hace más que sonrojarse como un tomate.

"Están coqueteando." Te pasa por la cabeza, y una parte tuya lo acepta. Das por hecho lo que ven tus ojos. Después de todo, Josiah es hermosa. Y realmente, no te apetece pensar en ello.

Alguno de los meseros grita tu nombre. Lo hace tan alto que unas cuantas cabezas giran a tu dirección. La de Tony es una de ellas.

— ¡Voy!— Chillas para que el mesero te escuche y sigues tu camino. No tienes por qué acercarte a la mesa del héroe de traje de hierro. Él ya ha sido atendido por tu compañera, y según recuerdas, ni siquiera sois amigos.

♣♣♣

Tony sigue estando allí, sentado en la mesa alejada del bullicio. Observando todo y disfrutando nada. No puedes evitar tirarle miradas furtivas de vez en cuando. Y él te ha pillado todas las veces.

— Ya tomé mi descanso. Te toca.— El mesero que paró a fumar un pitillo dice tocándote el hombro.

— Yo no...— Intentas explicarle que no te tomas descansos, pero el tipo simplemente te enseña la puerta trasera con el dedo.

— Has estado agitada toda la noche. Se te nota.— Es lo último que habla antes de volver a plasmar una falsa sonrisa en el rostro de cara a los clientes. Y lleva razón. Por eso sales.

El aire de la calle te hace temblar un poco. Sin embargo no es desagradable. Es mucho menos ruidoso que dentro. Y ya no te asusta tanto.
No, estás mintiendo. Te sigue asustando estar sola en callejones después de aquella paliza. Pero, no te puedes asustar para siempre.

— Me ha dolido que no me saludaras antes ¿Sabes?— Aparece Tony de repente al final del callejón. Hoy va vestido formal, con corbata y zapato. — No sé por qué, pero siento una especie de Déjà Vu. Por favor, no te desmayes otra vez ¿Sí? — Añade con ironía.

No puedes evitar sonreír de lo último.

— ¿Por qué me has besado la otra noche?— Es tan directo que te hace sentir avergonzada.

Te gustaría poder responderle con algo irónico e ingenioso. Lo que sea con tal de él mirarte maravillado. Como en los libros donde la protagonista deja al chico de sus sueños patidifuso. Pero, no estás en una novela, y el hombre al cual tienes delante es tan real como tú.

— ¿Quién no quería besar a un héroe?— Es lo que sale de tu boca al final. Y por supuesto, eso no le sorprende.

— Una buena excusa.— Él se acerca más a donde estás tú. Lo hace de forma tan natural que casi no lo notas.— Pero pésima actuación.

— ¿Perdona?— No puedes evitar ofenderte, aun cuando la forma de hablar de él tiene cero pizca de seriedad.

Sin embargo, lo que ocurre después es lo más extraño de todo.

En un momento Tony Stark está lejos, y en otro, su cuerpo está pegado al tuyo contra el muro de ladrillos detrás del bar.

Muchas cosas te pasan por la cabeza. Como que quizá estés alucinando de una forma bestial y necesitas despertarte. Pero las alucinaciones por lo general no son cálidas.

— Pulso acelerado, y corazón latiendo de forma descontrolada.— Tony Dice con la mano izquierda en tu pulso, y la derecha en tu cintura. No sabes como demonios él ha llegado a tocarte ahí sin que te dieras cuenta de ello, pero maldita sea, todo en ti quema. — Estás nerviosa por mi cercanía, no sorprendida. Así que no me besaste solo porque yo soy un héroe.— Se acerca más.— Estás enamorada de mí, tanto es así que te dolió cuando yo no te reconocí.

— ¡Eso no es cierto!— Chillas exaltada. No te gusta que él tenga razón, así que no se la darás.

— Mientes otra vez, pero solo porque acabo de herirte el orgullo.— Sonríe.— Y no te lo tomes a mal, lo hago a menudo con todos.

— ¡S-suéltame! — Intentas deshacerte de su agarre, pero es fuerte.

— Lo haré una vez termine contigo. — Para de sonreír.— No tardaré mucho de todas formas.— La seriedad en su voz te hace parar en seco.— No soy un hombre que se anda con rodeos, no es mi estilo. — Deja claro mirándote profundamente a los ojos.— No esperes amor de mi parte, no lo tendrás. No eres la primera que se ilusiona, y tampoco será la última.— No entiendes por qué él te está diciendo todo eso, y aun así, no puedes mirar a otra parte más que a él.— No quiero que haya malos entendidos y dramas innecesarios.

— ¿Por qué me estás diciendo todo esto? — Tú, todavía atontada por la cercanía preguntas.

— Por lo que pienso hacer ahora.— Él siquiera llega a pronunciar bien la última parte antes de besarte en los labios. Tu cuerpo entero tiembla. Pareces hecha de gelatina, aun cuando el beso dura tan poco como puede ser una fracción de segundo. — Ese es el pago por el beso de la última vez.— Toma algo de distancia y sonríe.— Happy pasará mañana por el bar. Si entras en el coche entiendo podremos seguir. Caso contrario, olvida lo que acaba de pasar aquí.

— ¿Por qué?— No puedes evitar preguntar.— M-me llamaste cría antes. Me has rechazado.

— ¿Lo hice? — Suelta con naturalidad y te observa con creciente humor.— Soy un hombre olvidadizo. Me pasa a veces. Te espero mañana.— Te guiña el ojo derecho y se da la vuelta.

Una parte de ti se pregunta si en realidad no estarás soñando.
Pero el escalofrío que te recorre toda la espina dorsal te hace dar cuenta que no.

A lo que recuerdas: Alcohol.

Eso es a lo que sabe los labios de Iron Man.

 

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— Que nadie me moleste hoy JARVIS.— Tony dice en el momento que pone los pies en el hall de entrada.

Con un chasquido la armadura ya no está en él. Así de fácil es dejar de ser IronMan. Ojalá fuera igual de fácil desconectar su cabeza.

Ahora apenas queda el traje y la corbata por desaparecer, pero eso, él tendrá que sacarse solito, con sus propias manos.

No es un inconveniente.

— Maldita sea.— Suspira.—¿Pero en qué estaré pensando?— Desata la corbata y se encamina directamente a la habitación. La cama es grande y la vista de la ventana preciosa, pero eso no es distracción suficiente para Tony.— Ni siquiera me atrae la chica. Solo la estoy utilizando por mi propio egoísmo. Es joven, y me estoy aprovechando de eso.

"Si me permites discrepar señor Stark." JARVIS suena en uno de los altavoces en la mesilla de noche de Tony.

— Adelante.

"Intentas recuperar algo de tu estabilidad de antaño señor, por eso coqueteas con la señorita. Un punto de cordura siempre es necesario en un individuo."

— Eso no justifica que la esté utilizando.— Replica tirándose a la cama.

"Pero señor...¿No has dejado eso claro de antemano antes? ¿Cuándo hablaste con ella? Así que eso ya no depende de usted. Depende de si ella quiere dejarse ser manipulada o no."

Tony cierra los ojos y procura tranquilizarse. Mas no puede evitar tener ganas de tomar algo.

Algo fuerte y potente.

A lo que piensa en Peter. El crío te salvó a ti y se siente responsable por ello. Peter también ha sido quien te acercó a Iron Man, y Tony lo sabe perfectamente. Como también que Peter se culpará a sí mismo si Tony te rompe el corazón.

 

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Aunque raro, una vez llegas a casa y te duchas, te animas a comerte un ligero bocata y acabas durmiendo como un muerto. No tienes tiempo de pensar en Tony Stark, o del beso que te dio, si se puede llamar un beso.

Él apenas ha tocado su boca con la tuya. Nada más, nada menos.

Sin embargo al día siguiente, cuando abres ojos, es lo primero que te viene en mente.

Recuerdas también la mano del héroe en tu cintura, como también sosteniéndote el pulso.

Ojos penetrantes y concisos. El tipo de mirada que te marca el alma y deja cicatrices.

Te avergüenza con apenas rememorarlo en tu mente. Por eso hundes la cabeza en la almohada sofocando tus chillidos.

Además...

¿Él lo sabe verdad? Lo que sientes por él. No es que sea difícil de adivinar de todas formas. Pero, duele que te lo haya dicho de forma tan directa ahora que lo piensas.

— No, eso no es amor.— Dices en voz alta.— Es una obsesión. Yo solo estoy obsesionada con Iron Man, nada más.— Te autoconvences para sentirte un poco mejor.

Entonces te preparas para un día más de trabajo y reflexionas sobre que harás cuando aparezca Happy en el bar a buscarte. En tu cabeza bulle miles de respuestas ingeniosas, y tantas otras formas de rechazarle. Incluso, el nerviosismo te hace salir pronto de casa sin pararte a comer el desayuno.

Todo es demasiado brillante fuera, y el cosquilleo en tu estómago te hace sonreír como una tonta.

Al menos al principio.

Porque más tarde, cuando el sol desaparece del cielo y la noche te da la bienvenida, el mundo se te cae encima. Miras al reloj y ya son las doce de la noche, el bar está a punto de cerrar, y en toda la tarde, Happy no apareció ni una sola vez.

— ¡Estúpida!— Te recriminas de camino a casa conteniendo las lágrimas.

 

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¿Cuántas heridas son necesarias en el alma para que uno deje de importarse con ellas?

Tony se pregunta una vez despierto. En su cama, con vendas en el pecho, en los brazos y la pierna derecha.

Happy está sentado en la poltrona cerca de la ventana. Preocupado.

Tony no le gusta verlo así, y sin embargo no puede evitarlo.

"Sonríe." Piensa Stark consigo mismo. "Hará que duela menos."

No a él por desgracia, todo su cuerpo escuece como el demonio. Pero si dolerá menos a los demás.

Pepper es la segunda en aparecer en la habitación y su mirada...Es tan dolorosa que Tony mira al suelo por un momento, incapaz de sostenerla.

Un héroe que ocasiona desdicha ¿Merece ser llamado héroe?

Pasa por la cabeza de Tony antes de volver a alzar la mirada, esbozando una sonrisa irónica en los labios.

- ¿Hoy es algún día especial?- Dice con humor al sentir la mirada de Happy en él también.

- ¡Dios! Por fin abres los ojos.- Pepper se acerca a la cama y la preocupación en su tono de voz solo hiere más a Tony.

- Tranquila, tranquila. No es para tanto.

- ¿Qué no es para TANTO? - La rubia lo fulmina con la mirada.- Dos días Tony. ¡DOS DÍAS ENTERO INCONSCIENTE! Claro que es para tanto.

- Happy, ¿La cría ha esperado mucho por mí?- Pregunta a su amigo que ahora está de pie a unos cuantos metros detrás de Pepper.

- Tony, ¿Acaso me estás escuchando?- La rubia lo regaña con afán, pero Tony la hace oído sordos. Es mejor verla enfadada antes que triste, así es más fácil de soportar.

- ¿La cría?- Happy lo mira confuso, sin entender que quiere decir con eso.

Es entonces cuando Tony cae en ello, que nunca llegó a decírselo. Hubo una urgencia de última hora e IronMan fue necesitado.

- Mierda.- vocifera.

 

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Hace frío por la mañana, así que te pones el albornoz después de vaguear entre las sabanas un rato.
Es sábado, y por una vez en mucho tiempo pides el día libre en el trabajo.
No te apetece salir a ningún sitio, solo sentarte en el sofá y poner una peli de fondo mientras navegas por Internet.
Fuera hace un día precioso, aunque por ti, ojalá que fuese lo opuesto.
Lluvia.
Sí, quieres lluvia. Mucha de ella y que caiga cántaros.
El tipo de tormenta que te impida salir de casa una semana entera.
Sin embargo no siempre desear algo lo convierte en realidad. Y lo sabes perfectamente.

Observas a tu alrededor con una sensación rara. No es aburrimiento, aunque tampoco desdicha.
Supones que será incomodidad, por eso vuelves a mirar la pantalla del portátil y echas un vistazo a las noticias.
Nada interesante.
Otro político más ha metido la pata.
Delincuentes llevados a la cárcel.
Anuncios de electrodomésticos y ropa.
La película hace rato ha terminado, y ahora te ves reflejada en la pantalla negra que queda. No te gusta lo que ves allí.
¿Alguna vez lo has soportado siquiera? Te preguntas de vez en cuando, pero aún no sabes con seguridad la respuesta.
Entonces suena el timbre.
– ¿Qué?– Dices sin saber como reaccionar por unos instantes. No recuerdas haber pedido nada por Amazon o AliExpress. Ni siquiera tienes pendiente de recibir ropa de Shein.

A lo que dejas el portátil a un lado, levantas del sofá y te encaminas a la puerta. Según recuerdas, tus vecinos no te pican para nada, y tus familiares menos. La inseguridad sale a flote entonces, y un poco de miedo también.
Te viene en mente el callejón y como aquellos delincuentes te han lastimado no hace mucho.
Desconfianza.
Pero, con la misma facilidad que te armas de valor, te haces papilla al mirar por la mirilla de la puerta y ver quien anda ahí.
Es Anthony Stark.
Y no sabes si te desplomas al suelo ahora o después de abrirle la puerta.

 

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Una vez abres la puerta hay un cambio. Por ínfimo que pueda parecer al principio, lo hay.

Tony está fuera, mirándote.
Lleva una pequeña herida cicatrizada en la frente y seriedad estampada en el rostro.

Y tú, bueno, tú llevas un viejo albornoz de la época de tu abuela.
— Pero que...—Antes siquiera que tengas tiempo de formular la pregunta Tony te coge de la cintura con una mano y la otra te acerca para un beso.

Entonces todo se convierte en caos en tu interior. Bocas tocándose, lenguas. Suspiros.
La barba de Tony te hace cosquillas y su tacto te quema más por fuera que por dentro.
No entiendes como la puerta acaba cerrada después de todo aquello, o como demonios terminas tú y él sentados en el sofá, tocándoos como si no hubiera un mañana.

Y para complicarlo más, la boca de Tony baja a tu cuello y Dios, que bien siente ser besada en todas partes por él.
Tus propias manos exploran el pecho de él. Del hombre que has fantaseado cientos de veces antes.
Y maldita sea, por primera vez es real.

Entonces, sientes dedos ásperos en tu cintura. No son manos comunes como las tuyas.
No.
Son manos que llevan el peso del mundo encima.
Manos que han salvado más vidas de las que tú podrás contar.
Y por un momento, solo un momento, no te sientes digna de ser tocada por él.

Como si él fuese demasiado brillante para ti.

— ¿Estás bien?— Oyes como Tony te pregunta aún en medio a tantos besos.

Y es en ese momento cuando puedes alejarlo. Decir que no eres una cualquiera y que te ha mentido sobre Happy ir a recogerte en el bar. Puedes rechazarlo a igual que en los fanfics. Hacer que él se vuelva loco por ti, te persiga.

Te quiera.

Pero, esto no es un fanfic ¿Cierto? Y él es tan real como tú.

Las manos de Tony suben un poco y levantan la parte de arriba de tu pijama. Tu espalda se arquea de forma involuntaria y te escapa un suspiro.

Entonces te das cuenta.
Serás una más en la lista de Tony Stark. Otra mujer como tantas otras.
Pero no te duele saber este hecho.
Es soportable en comparación a que él no sepa de tu existencia.

Todo es mejor que el olvido después de todo.

— Suficiente por hoy.— Tony dice de repente alejándose. Como si nunca te hubiese besado para empezar.— Siento no haber entrado en contacto contigo antes. Para la próxima te haré saber con antelación.— Sonríe con ironía y se levanta del sofá.— Que tengas un buen día cría.

— ¡I-igualmente!— No puedes evitar replicar, en shock.

¿No estarás soñando verdad? Piensas por unos instantes. Sin embargo, al oír la puerta cerrarse te das cuenta de que no.

Esto acaba de pasar, y aún no entiendes como.

 

26
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El mundo podría acabar delante de tus ojos que apenas te darías cuenta. Estás ida, tu cabeza en todas partes menos en donde debe estar: En el trabajo. Y en lo que va del día te has llevado ya dos buenas reprimendas.

La comida ha tardado demasiado.

Las mesas no se han limpiado tan rápido como siempre.

Y aunque no tengas un espejo para verte, sabes de antemano que llevas una sonrisa tonta plasmada en la cara. Es injusto que apenas un beso te haga sentirte en las nubes, pero así de simple eres.

El beso del hombre que ni siquiera creías ser digna de tocar.

— Tierra llamándote, tierra llamándote. — Josiah te señala.

— Perdona, ¿Dime?— La observas avergonzada. Tienes que dejar de pensar en el beso, y lo sabes.

— El chiquillo de la otra vez pregunta por ti.— Apunta a alguien sentado en la mesa más alejada en todo el bar. No te cuesta adivinar quien podría ser.

— Peter.— Te sale quizá con demasiada dulzura para tu gusto. Sin embargo no puedes evitarlo, el chico fue el primero en preocuparse por tu bienestar en el bar. Y las personas amables son tu punto débil.— Lo atiendo yo, déjamelo a mí. — Josiah asiente con la cabeza y se dirige a la cocina sin decir mucho más.

♣♣♣

— ¿Qué será hoy? ¿Gofres?— Levantas la libreta, y te das cuenta de que Peter intenta por todos los medios esconder el rubor en las mejillas.— Hola para ti también Peter.

— H-hola señorita.— Se rasca el cuello por unos momentos antes de mirarte a los ojos.— Y sí, Gofres rellenos de chocolate por favor.— Añade.

— ¡No se diga más!— Le sonríes, e intentas por todos los medios no interrogarle sobre Tony, y que hacía él en la Mansión Stark para empezar. Pero la suerte parece estar de tu lado, ya que Peter se nota muy hablador hoy.

— ¡S-señorita!— Alza el brazo derecho, pero no te toca. Peter es un niño bueno. No te tocaría sin permiso.

— ¿Algo más Peter?

— ¿T-tienes un rato luego del trabajo?— Indaga con nerviosismo, de tal forma que te apena rechazarlo.

— Primero te traigo los gofres— puntúas.— Luego veremos.— Le guiñas el ojo.— De todas formas tengo descanso en un rato.

— ¡G-gracias!

 

27​

— ¿Qué tal todo señorita?— Peter pregunta con las mejillas tan rojas como el tomate en la parte trasera del bar, en tu descanso.

Te hace gracia la inocencia de él como también su preocupación. Es rara viniendo de un completo desconocido. Pero también se agradece de vez en cuando.

—Muy bien Peter. ¿Y tú qué tal?— Indagas por educación, intentando amenizar el ambiente antes de atacar al pobre chico con un largo interrogatorio, del porqué él estaba en la mansión Stark el otro día.

—Estudiando duro, señorita.— Es la respuesta de Peter.— ¿P-puedo preguntarte algo?

—¿Por qué no? Suelta.— Dices dando una larga mordida en tu bocata. El callejón en donde están Peter y tú es de lejos una vista privilegiada de Nueva York. Pero no que esto te importe de todas formas.

Hay tantos desastres en la ciudad que apenas quedan vistas hermosas en donde mirar. Aunque, vivir ya es precioso de por sí. Como también ser besada por Anthony Stark.

¡Maldita sea! Debes dejar de pensar en ello aunque sea por unos minutos.

—¿Tienes a alguien especial señorita?— La pregunta es incómoda para él. Lo sabes por la forma en que Peter se apoya en la barandilla de fuera, y su vista está pegada al suelo.

—¿Me estás preguntando si tengo novio? ¿Es eso?— Lo encaras dejando al lado tu bocata. Peter aún sigue mirando al suelo unos segundos más, antes de alzar la cabeza para mirarte detenidamente, y asentir sin llegar a decirlo con palabras. Él es adorable, y tú casi tienes ímpetu de avergonzarlo solo para que Peter se ruborice más. Sin embargo al final no lo haces. El joven te está haciendo una pregunta seria, y lo justo es responder con la misma seriedad que él.— Bien, es complicado.— Empiezas sin saber cuál es la forma correcta de explicar lo que sientes.— Yo no tengo un "novio" Peter. PERO— Añades con rapidez.— Estoy demasiado obsesionada con alguien para siquiera imaginarme teniendo uno ahora. No sé si me explico.

Peter vuelve a asentir. Él parece un poco cabizbajo tras tu respuesta, por eso te sientes en la obligación de contarle algo genial que te ha pasado.

— Hey Peter.— Le das un pequeño empujoncito con tu hombro para que él se centre en ti una vez más.

—¿Qué es señorita?

—¿A qué no sabes quién me salvó el otro día?— Tu voz sale misteriosa y profunda. Pero Peter no parece muy impresionado con tu performance. — ¡Venga! Adivina.— Le sonríes a él.— Es un superhéroe, y uno muy molón además.

Entonces el joven se pone algo rígido mientras te escucha. Tú no lo entiendes porque.

—¿Un heróe?— Peter dice entonces a modo de cortesía.— ¿IronMan?

—Nop.— Es tu respuesta, y casi amenazas con interrogarlo por lo de la mansión Stark, sin embargo te contienes una vez más. Paciencia, paciencia.— El héroe lleva un traje de araña. ¡Vamos Peter! Te lo estoy poniendo en bandeja de plata la respuesta.

— ¿S-spiderman?

—¡Siiiii! Eso es, ¿Y adivina? Él parece ser muy amigo de Tony Stark.— Le dices como quien cuenta un secreto súpersecreto a alguien. Y Peter se mueve incómodo a tu lado.— Por cierto Peter, el otro día yo te he visto en...

—¡Perdona señorita, pero tengo que irme ya!— Él se pone en marcha casi de inmediato. Y ahora, quien está cabizbaja eres tú.

"Mierda."

—Hasta luego Peter.— Alzas la mano en alto como forma de despedida, pero el chico es rápido, probablemente no te haya escuchado siquiera. Es una lástima que no hayas podido sonsacarle nada.

Sin embargo, como tienes tan presente el bendito beso de ayer en tu cabeza, apenas te preocupas.

 

28​

La semana fluye tan rápido como las bocanadas de aire que sueltas en la parte trasera del bar a la hora de tu descanso. Las broncas te dejan de importar después del martes, y se vuelven una costumbre para el jueves y viernes.
El sábado, de toda la semana, es el único día en que no la pifias en algo.
Quizá en parte porque hayas dejado de estar embobada por el beso del domingo pasado.
Y Tony Stark no haya dado señales de vida desde entonces.
"¿Por qué me molesto en esperarlo de todas formas?" Te pasa por la cabeza. "Él es IronMan. Quizá se haya aburrido de mí ya." Resuena amargamente en tu cerebro.

Pero tu vanidad aún prefiere mantener la vana creencia de que no. Después de todo, la esperanza es la última que muere. Y tú aún te agarras a ella con todas tus fuerzas.

Tonta.

Boba.

¿Por qué lo haces? ¿Solo por un beso? Él ha hecho más cosas que no solo besarse con otras mujeres. Y mucho, mucho antes que tú.

Pero entonces, cuando a punto estas de irte a casa, algo sobrevuela el cielo estrellado de Nueva York para aterrizar en frente de ti. El ente lleva un traje flamante y llamativo. No puede ser otro individuo más que un héroe.

La armadura que solo utilizaría Iron Man.

Y el corazón se te para. Te seca la garganta y no sabes como actuar. Tu cabeza grita infinidad de barbaridades y sin embargo, de tu boca no sale ninguna.

Anthony Stark finalmente viene a verte. Y eso, es lo único que te pasa por la cabeza ahora.

 

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—Alguien me ha echado de menos, ya veo.— La voz de Tony sale coqueta, aun cuando es evidente que él quiere hacerse el cómico.
"Si tan solo él supiera el tanto..." Piensas contigo misma recordando las horas pasadas. Cuando el puntero del reloj se ralentizaba, con clara maldad hacía a ti. Pero eso no se lo dirás. Él no merece saberlo aún.
— Que tengas una buena noche señor Stark.— Tu voz es cortante, cuando por dentro, tu bien sabes lo blandas que eres.
Él necesita de un castigo por haberte dejado abandonada toda la semana.
Ni siquiera una misera visita de Iron Man para ti.
Entonces, manos de metal te cogen de la cintura. La frialdad del material traspasando la tela de la ropa, como también helándote la piel. Te eriza los pelillos del brazo y tiemblas un poco. Oyes además como Tony dice a Jarvis que abra al casco.
—¿Jugando la difícil conmigo? Me gustan los juegos.— Él habla tan cerca de ti que su aliento te hace cosquillas en el cuello.— Y yo siempre gano.
—¿A sí?— Te sale una vena de petulancia por lo creído que te ha parecido Tony Stark ahora. Y aun así, no puedes evitar acercarse más a él.
Tony deja de sonreír y te mira la boca.
Tú miras la de él también.
¿En qué momento dejaste la vergüenza a un lado y te volviste adicta a los besos de Iron Man? Demonios, no lo sabes. Y maldita sea, eso es lo que menos te preocupa ahora.
Él está a centímetros de distancia de ti, y, sin embargo, lo ves demasiado lejos.
Más cerca.
Más cerca.
Más cerca.

Pero la magia se rompe tras oírse un grito lejano del Capitán América. Y solo entonces te das cuenta de que la armadura de Tony está dentada en algunas partes. No brilla tanto como te esperas. Además, en la mejilla izquierda de él hay una pequeña herida que dentro de nada se convertirá en moratón.
"Oh Dios mío." Te avergüenzas no haberte dado cuenta antes de que él no está bien del todo.
— Vaya, me tengo que ir ya.— Tony parpadea, cambiando el semblante de coqueto a seriedad.— Siento no haber venido antes.— Se excusa dándote un rápido beso en la frente. Los labios de él te parecen demasiado fríos.
— Sálvanos a todos, Iron Man.— Dices como forma de ánimo.
— Eso haré.— Él te guiña el ojo mientras dice a Jarvis que vuelva a activar el casco.
"Cuídate también." Deseas haberlo dicho a él. Pero tú sabes que los vengadores, aunque separados, se protegen mutuamente.

 

30
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No deberías preocuparte por Tony. No obstante, tu corazón no late tranquilo mientras sabes que él está fuera, en las calles de Nueva York. Luchando una batalla en la que tu no puedes alzar un dedo para auxiliarlo.

Quizá esta sea la peor parte de no ser alguien extraordinario.

El peso del mundo no recae sobre ti, pero tampoco la oportunidad de ayudar cuando realmente importa.

Por eso enciendes la tele en busca de las noticias de última hora, pero por desgracia, no sale nada que te llame la atención. En algún momento terminas dormida sobre el sofá. Uno de los sitios menos cómodos de todo el piso, pero el cansancio toma posesión de tu cuerpo, aunque no de la mente aún.

Sin embargo, en algún momento, sientes como algo te acaricia la mejilla izquierda. Es tan débil que apenas puede catalogarse como una caricia, pero, tu cerebro te bombardea con infinidad de posibilidades. Y ninguna de ellas buenas.

Tus ojos abren como platos. Siendo tu primera reacción alejarte de lo que sea que te haya tocado, pero menuda es la sorpresa darte cuenta de quien se encuentra allí no es otro más que Tony.

Pero él no sonríe.

Oh dios, ¿Por qué diantres él se ve tan magullado?

 

31
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—Perdona, no quise asustarte. —la mano de Tony cae solitaria mientras tú le observas alarmada aún.
—¿C-cómo has entrado aquí?—indagas sentándote en el sofá. Te inundan las preguntas mientras más observas al hombre que tienes en frente.
—Has dejado la ventana abierta. Creo que debería de darte clases de seguridad personal, porque la necesitas. —él intenta bromear, pero la voz le falla por momentos y una mueca de dolor se le forma en el rostro.
Tú te levantas del sofá al instante. Antes que te contengas a tiempo, ya tienes las manos sobre la mejilla izquierda de él. Tan magullada.
—Dios, ¿Pero qué te han hecho?
—Lo de siempre. Una paliza por aquí, un puñetazo por allí. — la sonrisa irónica de Tony tan presente como siempre.— Típico en la profesión del héroe a tiempo completo, dulzura.
El sentido del humor en él no te hace menos preocupada por el estado en que se encuentra ahora. Y peor, tú no puedes hacer nada para ayudarle. Si apenas tienes suficientes tiritas para curarte ti misma. ¿Imagina a alguien cómo Iron Man?
—Deberías irte a casa señor Stark. —hablas aún con las manos en la mejilla de él.— Yo no tengo nada con que...
—Quería verte.
Apenas son dos palabras. DOS MALDITAS PALABRAS. Y aun así, el corazón se te dispara. No entiendes como diablos las manos de Tony terminan en tu cintura o como tus manos acarician el pelo de él con fervor.

Solo sabes con certeza que él está cerca.
Que Tony Stark no es una entidad fuera de tu alcance después de todo.
Y que él, ahora mismo, te está besando.
Y tú... Le estás besando a él.

 

32​

Besar a Anthony Stark es como dar un salto en la oscuridad. No sabes con seguridad lo que hay después.
Sí un abismo insondable, o un hermoso campo de lavandas a tu espera.

No que te importe eso ahora.

Las manos de él, más experimentadas que las tuyas, tiemblan. Por un momento te preocupas de que le duela algo, aunque ese no es el caso.
Iron Man no muestra debilidad ante nadie. Hay algo que falla, pero todo es tan mágico que apenas te das cuenta de ello. Stark no te permite que lo notes ahora tampoco.
El traje del héroe desaparece con un chasquido de dedos, quedando a la vista la malla que Tony lleva por debajo.
No hay heridas evidentes, pero es bien sabido que dentro de un par de horas habrá moratones. Cuando la sangre se le enfrié y la adrenalina deje de habitar en Stark, dolerá. Pero ahora solo es una molestia mínima.
Él aguanta, o eso es lo que quiere hacer ver.
No es justo la forma como él te hace sentir tan al límite. Todo en ti vibra, y tus manos ya no son tuyas. Pertenecen enteras a él. Como si hubiesen sido creadas especialmente para el cometido de adorarlo.
La barba de Tony te hace cosquillas en la piel, y el pelo de él es tan sedoso que la yema de tus dedos lo acarician como si fuese pecado impensable acercársele siquiera. Él, en cambio, te tira al sofá sin ápice de delicadeza. Hay hambre en los ojos del hombre de hierro. Y tu cuerpo lo saciará por un tiempo.
No te importa que nada más sea esta vez.
No te preocupa que no haya más deslices en el futuro.
Anthony Stark siempre pertenecerá a Nueva York. A igual que los demás héroes.

Sería egoísta pensar lo contrario.
Jadeos salen de tu boca entonces, y luego acorde salen unos parecidos de la boca de él.
El cuerpo de Tony pesa sobre ti, pero no es desagradable sino más bien todo lo contrario. Calidez en estado puro.
Los besos ganan sensualidad y no hay nada ni nadie que los interrumpa ahora. En este instante, el mundo muy bien puede arder, o alienígenas dominar el resto de la tierra.
Os trae sin cuidado a los dos.
Solo Tony y tú en el piso cuenta ahora.
Las ganas en él son tantas, que no se molesta en subirte el pijama, besa tu piel sobre la fina tela que te tapa entera. Es extraño ver la devoción de como él lo hace.
Como si temiera desvestirte.
Pero Tony no es un ser de otro mundo, y por muy fuerte que te apriete, no te romperá bajo el peso de su mano. No de la forma que aplastan otros dioses.
Entonces tú le acaricias el pecho e intentas subirle la malla que estorba tu exploración de él. Tony sin dejar de besarte te aparta la mano. Tú no entiendes por qué.
A lo que la boca de él finalmente llega a tu seno, y eso te arranca otro jadeo.
El pijama empieza a ser un estorbo y lo quieres fuera. Casi con la misma intensidad que deseas deshacerte de la malla del hombre que tiene encima de ti. Tony Stark te desea, y lo puedes sentir.
Tu cabeza grita para que él esté más cerca. Necesitas sentir piel con piel, y, sin embargo, cuando vuelves por segunda vez a intentar levantarle la malla, Tony alza la cabeza mirándote a los ojos fijamente. La mirada de él te desarma casi al completo. No entiendes lo que quiere decir con ella, y eso no es bueno.
Nunca lo es.
—¿He hecho algo malo?—no puedes evitar preguntar antes que él diga nada.
—Por dios, no. Eres perfecta. — Tony habla con delicadeza en la voz y mirada penetrante — Pero... tengo miedo.
—¿Miedo de qué? — el mundo aún te da vueltas por el beso y no sabes muy bien como reaccionar ante la honestidad cargada en la voz de él.
—Hacerte daño.— Tony te besa una vez más, pero es un beso casto. La boca de él apenas toca la tuya.—No quiero ilusionarte, y-yo
—Shh...— no quieres saberlo. No necesitas la verdad porque tu bien la sabes de sobra.
Tony Stark no te quiere. Él difícilmente te conoce, y es obvio que tú acabarás siendo una de miles en la lista del héroe. Y sin embargo, tú le quieres aun así. Y eso para ti, basta.
Ser besada por él es algo del que recordarás un largo tiempo después de que todo esto acabe.
Todo en la vida termina alguna vez.
—Soy tuya para que me dañes señor Stark. —es tu respuesta — Siempre podré pedir auxilio a Iron Man si no te portas bien. —lo último que dices es suficiente para sacarle una sonrisa a Tony que vuelve a besarte hasta quitarte el aliento.
De esa vez él no se contiene en arrancarte el pijama de un pestañeo. Aunque, también es cierto que los dedos de él han temblado un poco mientras lo hacía.
La piel de Tony siendo tan cálida que casi podía incendiarte los dedos. Y dios, eso no te hizo querer tocarlo menos.
Más bien todo lo contrario.
—Ahh...—gemidos escapan de tu boca aun cuando tú no quieres que salgan por lo vergonzosos que son.
Tony gruñe con la boca en tu piel. El aliento que sale de la boca de él, provocándote sensaciones de otro mundo.
Quizá no estés en un campo de lavandas o en el abismo absoluto, pero en algo entremedio.
El paraíso no te permitiría hacer lo que los dos están a punto de hacer ahora.
No entiendes como la ropa de Tony ha desaparecido tan rápido, pero te alegras. Dios, como lo haces.
Él es perfecto. Aun cuando te está aplastando sobre el sofá y por desgracia tú no puedas apreciarle de los pies a cabeza en todo su esplendor.
Mientras te besa, las manos de él recorren tu la cintura hasta las piernas con caricias maliciosas. La espalda se te arquea cuando Tony te agarra ambas piernas para envolverlas en la cintura de él. Le oyes gruñir con ímpetu antes de volver a besarte con desgana. Ambos cuerpos parecen hechos de plastilina, intentando amoldarse el uno con el otro. La fricción os vuelve salvajes a ambos.
Tus piernas se clavan más en la cintura de Tony, y la boca de él parece haber tomado gusto en saborearte la piel.
Remolinos de pensamientos caóticos te pasan por la cabeza. Ninguno de ellos coherentes. Entonces Tony suelta un gemido. No gruñido.
Te gusta tanto como suena, que tú le besas el hombro con igual fervor que te devora él. Un segundo gemido se escucha.
—Estás jugando a un juego muy peligroso jovencita.— el aliento de Stark en tu oído te pone los pelos de punta. Sientes además, como él muy juguetonamente te da una débil mordida en el lóbulo de la oreja como forma de marcar un punto. Que él está siendo amable y delicado. Qué Tony, puede ser mucho más directo de lo que está siendo ahora.
Y tú quieres sentir cada parte de él.
— No si jugamos juntos.
Él no espera a que termines de hablar para descansar las manos en tu espalda y alzarte. En un abrir y cerrar de ojos, estás en una posición sentada, con las piernas envueltas en la cintura de él. Y dios, la presión es tan placentera que sueltas un gemido demasiado sonoro para tu propio gusto. Tony también gime, y rápidamente te das cuenta del porqué. El miembro de él está rozando en tu estómago desnudo, y la fricción le está afectando.
Le quieres dentro.
Dentro.
Dentro.
Pero, en cambio, Tony te acerca más a él, besándote como si tu boca fuese un manantial, y él se encontrara en un maldito desierto.
Besarle con la misma intensidad más que necesario, es una obligación. La cual tú cumples gustosamente.
Te pegas más a él y suspiros se oyen. Calor te inunda entera y necesitas lo que Tony niega en dártelo a toda cuesta.
Pero él, tan cruel, parece querer oírte suplicarlo. Tú no lo harás. Por una vez, tú serás la que quede con el orgullo intacto.
Tony se da cuenta de tu obstinación con una sonrisa indescriptible en el rostro. Ambos pueden jugar a ser cabezones, y mucho temes tú que el Stark es de los más incorregibles que hay.
—Eres adorable.— la boca de él recorre tu cuello sin necesidad de esconder el hambre que tiene de ti. Como si estuviera saboreándote poco a poco. Sin prisa. Aunque, de vez en cuando se le forma una mueca en el rostro debido movimientos bruscos, la excitación de Tony no disminuye, solo aumenta. Quizá él haya encontrado un punto medio entre el dolor y el placer. O puede que tenerte allí, con él, sea suficiente para mantener el dolor a raya.
A lo que de repente, el miembro de Tony casi sin querer roza en tu parte intima. Un temblor electrizante te recorre el cuerpo de la cabeza a los pies. Sientes además lo rígido que está el bajo de ti.
Las manos de Tony se vuelven firmes en tu cintura mientras él gruñe con la boca aún en tu hombro. Tú no puedes evitar moverte más cerca, hasta sentir que la punta del miembro de él roza la entrada de tu vagina. Y dios, la sensación es gloriosa. Como también el escuchar el gemido gutural de Tony en tu piel.
Él te desea.
Y se siente bien ser ansiada por alguien más.
No hay palabras para explicar lo que sigue a continuación, solo hambre. El juego se ha dado por finalizado, y el deseo toma control de todo.
Tony vuelve a acostarte en el sofá mientras tus manos se anclan en el cuello de él. Una vez preparada él te besa boca con cariño, y casi, casi delicadeza.
Sientes como las manos de él bajan hasta tus piernas desnudas, y la forma como Tony las separa un poco más antes de ponerse en frente de tus partes intimas. Una sonrisa traviesa sale de los labios de él mientras te besa, y momentos antes de dejar de tocarte para centrar el miembro de él en tu entrada.
El aire se te estanca en los pulmones con anticipación, y la duda momentánea aflora por momentos. Pero desaparece en el instante en que él entra en ti. Da igual que apenas haya sido la punta.
Tampoco importa la hesitación de Tony por instantes. Él deja de besarte para mirarte a los ojos. Tu le miras acorde.
No hay palabras. Solo afirmación con la mirada.
Asientes con la cabeza y él sonríe como respuesta.
Hablar ahora es innecesario.
Entonces Tony te penetra más. Es una sensación nueva y sobrecogedora, casi vergonzosa por la forma como él te sigue mirando mientras su miembro se ahonda más en tu cuerpo.
Abres la boca sin poder evitarlo, pero no hay sonido. No te queda voz. Él sigue entrando por lo que dura una eternidad antes de parar de repente. La expresión del señor Stark es ilegible, pero no menos hermosa.
Es evidente que se esta conteniendo hasta el último momento. Como el héroe que está a punto de convertirse en villano por un bien mayor. Aunque en este caso, él apenas sería el villano si te roba el corazón.
Entonces tu le besas aún con los ojos abiertos. Porque no hay forma de quererle de otra forma. Le obligas a moverse tras aceptar el beso.
Tony jadea en tu boca por la fricción, y por dentro tu te deshaces entera.
En este instante, el héroe te pertenece.
El beso gana forma mientras Tony empieza a moverse dentro de ti.
—Ahh...a-ah...— son tuyos los gemidos, pero te parecen desconocidos. No los reconoces, quizá porque no te reconozcas a ti misma ahora.
Lo que antes era moverse, ahora es embestir. Las manos de Tony te abrazan con ternura pero la forma como él se mueve no es la misma.
—Eres...A-ahhh...deliciosa.—la forma como Tony te besa es adictiva y sensual.—Dime si te hago daño.— y aunque contradictorio, él te acaricia la piel a mordidas. Besos afilados, pero no hirientes.
Besos que marcan no solo la piel, sino también el alma.
Quizá Iron Man no sepa amar de otra forma más que esta.
Y quizá por eso, al final, él opte por no amar después de todo.
—¡Ahh!...— pero tu no puedes hablar. No consigues hacerlo por tu cuenta con la infinidad de sensaciones que te embargan por dentro.
Demasiado.
Demasiado.
Demasiado.
La yema de tus dedos se clavan en los brazos de él. Le oyes quejarse por un momento, e independiente del placer, te preocupas por él.
—Dios mío perdóname ¿Te hice mucho daño?—mueves la cabeza con los ojos como platos en busca de alguna reacción, pero en cambio Tony te vuelve a besarte con desconsuelo, embistiéndote con más afán que antes.
El gemido que sale de tu boca es uno gutural. La sensación es tan visceral que tus manos agarran el sofá como forma de mantenerte sana.
—Yo estoy bien cielo.— él dice entre embestidas, con la voz cambiada.—¿Lo estás tú?— Lo oyes arfar mientras formula la pregunta.
No.
No,
NO.
—Ahh..A-ahhh...
Sonidos vergonzosos salen de tu boca, no paran. Y sin embargo, tu ansias como una desquiciada escuchar los que producen él.
—Buena chica.
El peso de Tony sobre ti es acogedor, y mientras más dentro él llega, más dentro tu quieres que él alcance.
—Joder— le oyes maldecir apoyando el mentón en tu clavícula. Oyendo los latidos de tu descompasado corazón. El pelo de Tony te hace cosquilla en la mejilla izquierda.
Entonces te escapa un gemido agudo. Eso le afecta de tal forma que sientes lo rígido que se vuelve dentro de ti.
Palpitaciones.
Temblores.
No entiendes porque pero necesitas tenerlo más cerca. Así que tus manos, con vida propia, le obligan a alzarse para besarte otra vez.
—Ooohh diOS...— todo es tan estimulante que ya no puedes más. Tus piernas se pegan a Stark como si tu vida dependiera de ello. Él gime entonces. Es tan pesada la voz de él que te ponen los pelos de punta.
El orgasmo te viene mientras le miras a los ojos.
Siendo este, el único lugar en el mundo entero en el cual deseas estar.
En las iris castañas de Anthony Edward Stark
No mucho después él se viene también. Aunque fuera de ti.
Una parte tuya cree haber perdido algo, pero no piensas demasiado en ello por mucho tiempo.
Tony se derrumba sobre ti, exhausto. Y te parece tan adorable que no puedes evitar sonreír mientras le oyes respirar en tu cuello. Oliendo tu pelo, buscando alguna forma de recomponerse.
Pero tu sabes que él ya de por sí está cansado. Que antes él ha librado una batalla que con suerte saldrá en las noticias mañana.
—Buenas noches señor Stark.— le acaricias el pelo con delicadeza. Pasando por alto el desastre que él ha dejado sobre tu estómago. Todo tan pegajoso.
Pero no importa.
Él es cálido, y descansa sobre ti. En este instante, tu eres su paz.
Y él...tus sueños más salvajes haciéndose realidad.

 

33
​

La luz reflejada la ventana es lo que te hace despertar. Molesto.
Te sientas sobre el sofá con dificultad. Sientes el cuerpo pesado.
—¿Señor Stark? —el recuerdo de ayer te viene de golpe. La vergüenza también. Ni siquiera te reconoces a ti misma, o la forma como has actuado antes.
Sin embargo, tu timidez evapora y el cansancio desaparece al darte cuenta de que Anthony Stark no está allí, contigo.
El frío que te recorre la espina dorsal de repente es angustiante.
Me ha abandonado.
Lo ha hecho.
Ha acabado.
Y el hecho de estar desnuda y sola sobre el sofá, te hace sentir más desamparada al no haber brazos que te sostengan.
Como al principio.
"¿Solo ha sido un sueño entonces?" Te preguntas por momentos, pero el escozor en el centro de tu muslo dice lo contrario.
"No, ayer fue tan real como el aire que respiro ahora."
Pasó lo que tenía que pasar. Lo que tú has deseado que pasara. Y no te arrepientes ni un instante de ello.
Te levantas con algo de dificultad, dándote cuenta no mucho después que tienes hematomas en el pecho. El mismo lugar donde la boca de Tony dejó su rastro ayer. La marca latente que él estuvo allí.
Una sonrisa estúpida te asoma en el rostro. E independiente del frío que la ausencia del Stark te trae, la alegría de haberlo tenido es suficiente para mantenerte cálida por un tiempo. Como ahora por ejemplo.
El sonido de una alerta de móvil te hace volcar la atención a la mesilla del comedor. El dispositivo claramente no es tuyo.
—¿Se habrá olvidado el móvil aquí?
Te acercas con curiosidad, y no tardas demasiado en darte cuenta de que el móvil no está bloqueado.
Tu parte más fisgona quiere coger el dispositivo y ver que misterios trae. O en todo caso, que secretos desvela sobre Iron Man.
Pero el prodigio Stark no es tonto, y tú lo sabes muy bien.
Así que con el dispositivo en mano, tocas la pantalla táctil, y ves un mensaje de WhatsApp. Es evidente que es un mensaje para ti.
La sonrisa no se deshace de tu rostro mientras lees lo que pone allí:
"Un regalo para cuando la damisela eche en falta al héroe. Si me necesitas, dale al número uno."
Al final de la frase hay un emoticono guiñándote el ojo. Por puro instinto entras en la pestaña de hacer llamadas, y en el instante que cliqueas al uno, el nombre de Tony aparece en pantalla.
—Hombrecito egocéntrico —dejas escapar con una risa que no tarda en convertirse en carcajada.—.Pero como le quiero, dios. Como le quiero.
Te tiras al sofá otra vez. Necesitas una ducha urgente, como también prepararte para ir al trabajo. Es una suerte que hayas despertado antes que la alarma después de todo.
Pero no tienes ganas. Quieres quedarte ahí, acurrucada en el sofá, abrazando estúpidamente el móvil que te dio el héroe, como si de un peluche se tratara. Buscando quizá, los resquicios de calor que aún recuerdas de él.
Manos, boca, todo de Tony.
—¡Dios mío!— Con apenas recordarlo te dan ganas de hundir la cabeza bajo tierra y desaparecer. Aunque, la almohada de por sí ya hace un buen trabajo en ahogar tus demás chillidos.

 

34​

El trabajo sigue siendo trabajo, aun cuando tienes la cabeza en las nubes. Como también el cuerpo molido.
No te has dado cuenta aún, pero hay un cambio en el entorno. Nueva York no es la misma. El aire que te entra en los pulmones parece corrupto.
Sin embargo, es muy pronto para darte cuenta todavía. O en todo caso, demasiado tarde.
—Oye Josiah, ¿Tienes un momento? —la llamas en algún momento del día. Ocurre cuando la chica termina de limpiar la mesa Nro.5 delante de la ventana.
—¿Qué quieres? —por la cara que Josiah te muestra es evidente que no sois amigas. Y en parte, la culpa es tuya. No deberías haberla tratado mal al principio por envidia. Demonios, si te pones a pensar en todas las cosas que has hecho mal, te dolería la cabeza. Así que por lo menos, para empezar, lo suyo es arreglar las cosas que están a tu alcance.
Por eso, como forma de reforzar tu fuerza de voluntad, sonríes con amabilidad antes de hablar la palabrita mágica.
—Disculparme.

♣♣♣

Cuando te paras a tomar el descanso, ni siquiera te molestas en coger el bocata. No tienes hambre en realidad. Solo has parado a trastear en el móvil que te regaló Tony, y releer una y otra vez el mensaje que te ha enviado.
Una parte tuya desea llamarlo como loca. Pero, esa misma parte es la que contienes con esfuerzo.
Aun cuando ansias besarlo otra vez.
No puedes depender tanto de Iron Man. Es contraproducente.
Adictivo.
—Me ha dolido que no me llamaras hoy, ¿Lo sabes no?
De forma automática tú subes la vista al cielo. Tony está allí, con el casco puesto y el traje plateado.
Mierda.
Ojalá no se quite el casco, te pasa por la cabeza. Siendo tu incapaz de mirarle a los ojos hoy. Y por dios, que llevas la cutre ropa del trabajo puesta ahora.
—Buenas tardes, señor...
Antes siquiera que acabes de pronunciar su nombre, Tony te besa. Tan directo como siempre.
Te gusta que él sea así. No tienes que preocuparte de pensar en nada más. Ni siquiera de avergonzarte.
Entonces la mano de Tony baja a tu cintura, poniéndote los pelos de punta. Sin querer te escapa un suspiro traicionero. Le oyes quejarse también. Un suspiro que casi llega a ser un gruñido en la boca de él.
Además, sientes como paso a paso, él te va guiando hacia atrás, hasta sentir el hormigón del edificio a tu espalda. La frialdad del muro te hace temblar mientras Tony sigue besándote.
Santo cielo, que necesitas respirar y él también. Y el beso empieza a ganar cuerpo, como también sensualidad.
—Okay... Vale. —finalmente te echas atrás. Necesitas respirar y coger aliento. Pero mirarle a los ojos sigue siendo vergonzoso, por eso descansas la cabeza en el pecho de él. Es cálido.
Entonces, con delicadeza, la mano derecha de Stark alcanza tu mentón, y él lo sube hasta poder mirarte los ojos.
—Ayer yo he sido
—Shh. —lo silencias con incomodidad. No te gusta que él te mire de forma tan penetrante.—Somos dos adultos. Y no has hecho nada malo. —dices quitando peso al tema. La mano de Tony ahora acaricia tu mejilla y eso te distrae. El cariño que hay en el acto también lo hace.
—¿Y cuándo pensabas llamarme? Te he visto antes mirando fijamente al móvil que te regalé. —él indaga con una sonrisa irónica en el rostro. Como si supiera la guerra interna que tienes en la cabeza. Y peor, le hace gracia.
—¿Hace cuanto que me estás observando, señor Stark? —te sientes cohibida, como también enfadada por la falta de intimidad.
—Oh por favor, que no me llames señor Stark. —ves como él hace un largo puchero de desagrado antes de volver a mirarte. — Es raro cuando ayer te metí mano. Ya sabes, eso de viejo pervertido y tal.
—¡Por dios Tony! —no puedes evitar pegarle en el pecho con cuidado y mirar a otra parte. Él es tan directo que te hace sentir pudor.
—Mírame. —el dedo de él baja hasta tu cuello, dibujando caracolas en tu piel. Poniéndote los pelos de punta. Y, sin embargo, no te obliga a mirarlo, sino que espera a que tú lo hagas por tu cuenta. Y lo haces.
—¿Qué?
—Quiero besarte otra vez. —la punta de la nariz de él toca con la tuya. Y los ojos de Tony, tan penetrantes, te ciegan de todo lo demás. —¿Puedo?
¿Y solo ahora él pregunta?
Sí.
SI.
—Sí.
La sonrisa que él te muestra es suficiente para derretirte entera.
No es justo lo mucho que le quieres.

 

35
​

Mientras más él te besa, más le cuesta dejarte ir. Tony lo sabe perfectamente, y aun así no puede evitarlo.
Ayer él... Maldita sea.
Todo empieza a hacerse cuesta arriba, más de lo que Tony puede aguantar. Después de la batalla que tuvo ayer con delincuentes que ahora no viene al cuento, él tuvo el ímpetu de beber. El alcohol le tranquiliza, casi le pone en paz por momentos. Es gratificante.
Sin embargo, no es lo ideal. Entonces él pensó en ti, y que eres una distracción digna. Infinitamente más que el Whisky de Bourbon, o Ron.
Pero que eso sea eso lo correcto o no, es algo de lo que él no desea razonar ahora mismo. No mientras te devora la boca en el callejón detrás del bar en donde tú trabajas.
Si él no se controla, te desvestirá allí mismo. Tony sabe perfectamente que es capaz de hacerlo. Lo ha hecho antes. Infinidad de veces.
"¿Debería decirla que en el móvil hay un localizador?" Se pregunta por momentos. En los instantes cuando ambos interrumpen el beso para poder tomar bocanadas de oxígeno. Pero Tony está centrando el saborearte que no encuentra el momento adecuado.
—Oh mierda. — él observa como te espantas tras oír el rechinar de la puerta trasera del bar.
—¿Qué pasa?
—Mi hora del descanso terminó. Le toca a otro.
Tony se da cuenta de que miras a todos los rincones menos a él. Es evidente que te avergüenza ser pillada besando a Iron Man, y, sin embargo, a él, le hace gracia. Tony tiene ganas de mantenerte entre él y la pared hasta que le vean los demás, solo para vislumbrar en primera mano tu reacción. Pero se contiene al final.
Al menos está vez.
—¿Puedo verte hoy? —ni él mismo entiende por qué te lo está preguntando. Solo lo hace.
Quizá porque dormir abrazándote anoche le hizo sentirse en paz.
Como hace sabe dios cuanto, que él solo siente el peso de las pesadillas en la cabeza.
—Sí. —es la respuesta que tú le das.
Como también es la respuesta que él espera oír.
Tony ve entonces como te metes el móvil en el bolsillo del delantal antes de desaparecer detrás de la vieja y oxidada puerta del bar.
La sonrisa se deshace en el rostro del él con la misma rapidez que ya no estás. Hay problemas que solo Iron Man puede resolver. Y no con una sonrisa.

♣♣♣

Sobrevolar Nueva York hace tiempo perdió su encanto para Tony. No es algo que él lo haga por gusto, sino por practicidad.
La magia se quedó en alguna parte muy lejana del camino. Ojalá las cicatrices mentales también hicieran lo mismo. Pero no es tan fácil.
Llevar el traje de héroe nunca lo es.
—Ugh...—la garganta de Tony está seca, y por desgracia, ya no hay J.A.R.V.I.S para recordarle de mantenerse hidratado. La IA murió en el instante en que Tony tuvo la estúpida idea de crear a Ultrón.
En un pestañeó, él está en la mansión Stark. Pero nada es lo mismo. Las victorias no se sienten como tal, y las heridas son el premio que él se lleva a casa.
—¿Hasta cuándo seguiré así? —Tony se pregunta en voz alta consigo mismo. Pero no hay respuesta.
¿Algún día lo habrá? No importa. El mundo no se salva solo de todas formas.
—Tiene una llamada perdida, señor Stark. —la voz artificial avisa a Tony en el instante en que entra en el comedor.