Los ojos de la lujuria

Tema en 'Relatos' iniciado por Celas, 24 Septiembre 2010.

  1.  
    Celas

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    Aries
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    Los ojos de la lujuria
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    Los ojos de la lujuria

    Bueno aqui va un one-shot q ice ace un tiempecito ^^

    Los ojos de la lujuria

    Observo las brillantes plumas de color carmín lacado en aquellas aves labradas que se observaban la una a la otra, con las alas abiertas, creando con sus cuerpos un círculo perfecto.

    - Fenghuang- murmuró con ligero acento de quién no ha pronunciado en mucho tiempo tal palabra, mientras acariciaba las suaves formas de la madera.
    - La lealtad y la honestidad- explicó una voz clara, a su lado- Supongo que es irónico que el fénix guarde las paredes de un burdel.

    Rena paseó sus ojos oscuros hasta tropezarse con los de Anita, que sentada sobre la alfombra de motivos florales, admiraba también la decoración bañada por la suave luz de las lamparillas.

    - Los hombres que nos visitan son poco leales y honestos, realmente – continuó Anita haciendo un gesto de la mano – Pero las moradoras de esta casa solo damos nuestro amor y lealtad una vez.
    Rena asintió y le dedicó una sonrisa, para volver a perder la mirada en las aves representadas.

    Llevaba allí casi dos horas y aun no se había cansado de admirar cada rincón, cada pieza y ornamento de la habitación de aquella hermosa mujer, que ahora la observaba con una cálida expresión mientras le ofrecía un té de superficie espumosa y color cobrizo.
    Tenía que admitir que Anita los había acogido tan gustosamente, que al principio se sorprendió. Había acomodado a los jóvenes en las dependencias exteriores del burdel, que resultó ser sorprendentemente grande, mientras todos los preparativos para su partida eran ultimados, y no permitió que sus invitados pagaran nada, ni siquiera la comida que les dispensaba.

    Todos habían agradecido su generosidad, especialmente Erik cuyos ojos perseguía frenético a cada mujer con la que se cruzaban en los pasillos o los jardines. Alexander y Andreus tenían un duro trabajo intentando controlar los impulsos del pelirrojo. Angelo se limitaba a sonrojarse y mirar para otro lado.

    Rena tomó la taza de té y bebió despacio, observando como Anita se deshacía de su kimono rojo de singular corte, para reemplazarlo por otro color plata de finos bordados azules. Una pizca de envidia sacudió su corazón.
    No había pasado por alto las miradas que arrancaba la mujer a su paso, y aunque Rena sabía que ella misma podía conseguir que los hombres la observaran embelesados, nunca había conseguido lo que Anita. Nunca había obtenido miradas de autentica lujuria.

    - ¿Quieres probar? – preguntó Anita, sin pasar por alto la expresión que la muchacha dedicaba a sus pertenencias.
    Rena la observó sin entender la pregunta.
    Anita tomó uno de los trajes de seda que colgaban sobre un biombo de madera y nácar, y lo colocó sobre los hombros de la joven.
    - Creo que ese color es el que mejor te queda – continuó Anita, rebuscando en un pequeño baúl cercano – Tengo unos bonitos accesorios que irán perfectos con ese vestido.
    Rena comprendió, y no pudo evitar sonrojarse ligeramente avergonzada por que sus pensamientos fueran tan terriblemente obvios.
    - No, Anita, no es necesario…- exclamó, intentando que la mujer dejara de sacar largas telas y abalorios de colores que quedaban desperdigados por el suelo.

    Anita la ignoró con una sonrisa, y pronto la muchacha tuvo que acallar sus protestas al verse despojada de su vestimenta. La mujer parecía disfrutar, como si vistiera a su muñeca preferida, mientras que Rena se sentía la niña que juega a ponerse la ropa de su hermana mayor.

    - Sabía que este color te quedaría bien- le comentó Anita, mientras ataba a su espalda aquella cinta carmesí que recordaba a un obi.

    Rena observó su reflejo en el espejo con cierta sorpresa. Su piel parecía más pálida, como porcelana, ahora que la luz era tenue; la seda brillaba, acariciándola con aquel tono ciruela salpicado con dragones dorados que parecían cobrar vida a cada movimiento de la joven, mientras las cintas vaporosas se enredaban en sus piernas como si quisieran envolverlas para regalo.

    Paseó una mano por su pierna sin estar segura de si mostrar tanta piel era correcto, y las pulseras tintinearon como campanillas, atrayendo la atención de Anita.

    - ¿Te gusta? ¿Demasiado atrevido quizás? – preguntó, colocándole un pasador de pelo en forma de ramo de violetas.
    - Es precioso, pero no debería…- respondió Rena dedicándole una cierta mirada culpable ahora que Anita se afanaba en trenzar su pelo con la misma complejidad que si se tratara de un tapiz.
    - Está bien, no importa - la tranquilizó – Además, me gusta ayudar a las jovencitas enamoradas.
    Rena no pudo ocultar su sorpresa ni su rubor ante tales palabras, Anita rió suavemente.
    - Lo siento, quizás he supuesto demasiado – se disculpó la mujer – Pero estoy segura que cualquier hombre caería rendido ante ti ahora mismo.

    Rena bajó la cabeza, nuevamente sintiéndose avergonzada por que sus pensamientos fueran tan evidentes.
    Anita dejó caer un mechón del brillante pelo oscuro de la muchacha y la tomó por los hombros, sonriendo.

    - No tienes que avergonzarte, usar tu belleza para atraer su atención no es nada malo. Yo lo hago a diario- confesó divertida – En el amor y en la guerra todo vale…o eso es lo que dicen.
    Rena guardó silencio unos segundos, pensativa, antes de girarse bruscamente y clavar su mirada en la de Anita, la cual parecía sorprendida por el repentino movimiento.
    - ¿Me ayudarías, por favor? – la voz de Rena rozaba la súplica.
    Y Anita asintió, comprendiendo.

    A cada paso, Rena se sentía más dueña de aquel mundo ajeno al suyo, cuyo disfraz había usurpado y ahora paseaba con orgullo de diva.

    Las paredes lacadas con formas geométricas la separaban de los gritos de gozo, de las sedas bañadas en sudor, del olor del incienso que empañaba el amargo sabor de la carne, donde la luz ambarina bañaba con dulzura el pecado.
    Ni siquiera cuando dejó atrás los cuerpos que se erguían y caían, y llegó a las dependencias exteriores, aquel mundo de belleza y pasión había desaparecido para ella, sino que revoloteaba a su alrededor como el mismo perfume de canela con que Anita la había rociado antes de marchar.

    Ya no era una dulce doncella, sino una exótica cortesana, como la protagonista de una novela romántica llena de turbios desenfrenos entre jade y perlas.

    Y a Rena le gustaba el cambio, al menos, de momento.

    "Si mi hermano me viera ahora, se moriría" pensó con amarga diversión.
    Se detuvo ante la puerta al escuchar las familiares voces, y tragó saliva, intentando no estropear en lo más mínimo el precioso color rojizo con que le habían teñido sus labios.
    Levantó la mano y empujó la puerta, haciendo tintinear las joyas que adornaban brazos, escote y cabello. Sus pasos sinuosos arrastraron la seda que fluía como agua sobre su piel a través de la habitación y se detuvo, justo en el centro.

    - ¿Re…Rena? – la voz de Alexander bailaba entre la incredulidad y el rubor.
    Ella observó, divertida, su reacción.
    - Anita me ha pedido que os diga que el barco estará listo mañana a primera hora – anunció, como si ignorara el hecho de que todos la observaban en silencio, mudos de la impresión.

    Erik se limpió el hilo de sangre que caía de su nariz con la manga de su camisa, y fue el primero en recomponerse de la sorpresa…o algo así.

    - Re…Rena…Qué…tú…qué…¡Wow! – el pelirrojo dejó caer sus manos, con las que había estado gesticulando, consciente de que no sería capaz de decir nada mínimamente coherente.
    La joven china sonrió divertida, sin despegar la mirada de los ojos grises de Alexander.
    - ¿Por…por qué llevas eso? – consiguió articular el joven Alexander, haciendo un gesto hacia el revelador vestuario de Rena.
    - ¿Esto? – levantó los brazos haciendo tintinear las pulseras de oro – Anita pensó que me quedaría bien…¿Qué os parece? – preguntó, juguetona, plenamente consciente de la reacción que había provocado.
    Alexander abrió la boca para responder, pero la volvió a cerrar.

    Y entonces, Rena lo vio, un instante, quizás solo unos segundos, pero allí estaba, en el brillo de sus ojos.

    La muchacha quiso llorar, aunque ello significara romper su elaborado disfraz, revelando su interior puro; por que era feliz de haberle arrancado ese algo más, y estaba triste al mismo tiempo, sintiéndose sucia por haber utilizado tales métodos para conseguirlo.

    Pero había sido suya, aquella era su victoria, y ahora, como nunca antes, Rena estaba decidida a que nadie en el mundo obtuviera jamás de Alexander Cross lo que acababa de mostrarle a la joven chica, aquella fugaz mirada de lujuria, de apetito carnal, aquel deseo prohibido, primigenio, no se lo daría a nadie… a nadie salvo a ella.


    Espero q os haya agradado^^
     
  2.  
    Naila

    Naila Entusiasta

    Escorpión
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    Pluma de
    Escritora
    Re: Los ojos de la lujuria

    ESta genial >.<

    Me ha gustado mucho. LE vaerdad es que una historia maaaaaaaas alrga sobre esto estaría guay:3 yo lo dejo caer por si acaso xDDD

    Y na que me ha encantado. Los personajes esán guays y tal, y entiendo el sentimiento de Rena de querer que la persona especial e fije en ella, pero creo que yo no seria capaz de eso xDD

    bueo que seta genial que me enrollo mucho xDD

    Un saludio :3
     
  3.  
    SoraTenten

    SoraTenten Entusiasta

    Piscis
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    Pluma de
    Escritor
    Re: Los ojos de la lujuria

    Ha sido xulisimo. Genial. Me a encantado la reaccion de alexander
    al ver a Rena, fue muy divertido, especialmente lo que le paso a Erik. POdrias acer una istoria mas larga con la pareja de alexander y rena. seria fantastico.
    Nos vemos
     

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