Los motivos de una asesina

Tema en 'Relatos' iniciado por Shassel, 10 Julio 2014.

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    Shassel

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    Título:
    Los motivos de una asesina
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1134
    Hola a todos, este es un tema creado para la actividad: "Detrás de la melodía" organizado por Coraline. Espero que les guste, no olviden dejar sus comentarios.



    LOS MOTIVOS DE UNA ASESINA


    Malas decisiones, caminos sin sentido, melancolía, locura, euforia descontrolada, ninguna de las palabras que pienso en este momento podría explicarles de manera exacta el porqué de la secuencia de eventos que tuvo lugar en mi vida a partir del día en que él llegó a mi vida.

    Recuerdos… como apartarlos de tu cabeza cuando, pese a tu negativa, son lo único que te queda.

    Felicidad, que ridículo es darte cuenta que la única manera de perder la felicidad es intentar buscarla…


    Mi nombre es Eliana y el único motivo por el que me decidí a escribir esta carta es, porque si callo, un minuto más seguramente enloqueceré, aunque, probablemente ya lo he hecho.

    Como corresponsal de guerra, siempre creí que ya no había nada en la vida para lo que no estuviera preparada, pero claro; la vida siempre está sujeta a modificaciones. Para el momento en el que el caos llegó a mi vida, yo ya estaba demasiado acostumbrada a la rutina que yo solía llamar vida: despertar, alimentarme, trabajar, intentar dormir… eso era todo. ¡Patético, lo sé!

    Con lo que respecta al amor de mi vida, bueno… eso es más complicado. Tras cinco años de soledad, el amor ya no era algo que formase parte de mis planes. Supongo que el resentimiento aun no me permite continuar, me habían decepcionado tanto que, a pesar de las críticas, decidí continuar el camino sin compañía alguna. Ahora que lo veo, no estaba tan equivocada. Para que necesitaba más sufrimiento…

    Aun así, asiendo caso omiso a mis presentimientos, opté por salir una noche de tantas a un bar que solía acostumbrar en mis tiempos de juventud y dejarle el resto de la noche a la locura del alcohol. Ese fue el primero de mis errores, la soledad a veces es una mala consejera.

    De principio, todo parecía salir bien, tras uno que otro trago y unos cuantos números añadidos a mi móvil estaba ya dispuesta a retirarme cuando, su sonrisa hipnótica y su elegante pose me frenó en seco deteniendo también mi corazón. Estaba cautivada, era extraño pero, no podía dejar de mirarlo.

    Dejando de lado mi habitual temor a intimar, me acerqué a él y le ofrecí una copa como un nada sutil intento de iniciar una conversación. Nuestra compatibilidad y afinidad fue sorprendente, tras solo unos minutos de conversación, pude ver que él era, como algunas chicas suelen decir, el adecuado. Elegante, sobrio, galante, apuesto, divertido y, lo más importante; soltero, parecía que mi suerte estaba empezando a cambiar. Tras tantos hombres torpes y mujeriegos, parecía que había encontrado al correcto… En realidad, fue él quien encontró a la mujer perfecta…

    Dos meses después, y tras varias salidas, creía habernos llegado a conocer lo suficiente como para afianzar nuestra relación y convertirnos, oficialmente, en una pareja. A la vista de todos nuestros amigos y familiares, éramos la pareja ideal. Nuestra relación parecía andar sobre ruedas, ningún otro hombre era tan romántico como él, todos sus detalles y atenciones para conmigo era motivo de envidia y admiración por parte de mis amigas, mi orgullo por él era tan embriagante que, de a poco, mi voluntad entera comenzó a pertenecerle. Estaba tan enamorada que jamás hubiera permitido que nada ni nadie irrumpiera mi felicidad. Nada, ni nadie…

    Debido a mi trabajo, estuve lejos de él por muchas semanas a lo largo de un par de meses, sin embargo, a mis regresos, él siempre me recibía con un enorme abrazo y un sinfín de atenciones y cariño. Él siempre me decía que la distancia no era un obstáculo, que sin importar que ambos no nos viéramos en personas nuestro amor crecería siempre y cuando ambos lo quisiéramos. Pensando así, él me propuso matrimonio y claro, yo acepté, solo una loca no aceptaría. Lo ama, me amaba, una vida junto a él era todo lo que siempre busqué. Nuestra felicidad era incomparable, nuestros planes de boda y vida, me hacían soñar. Nada parecía poder separarnos, hasta que ella apareció…

    Fue entonces que toda mi vida se fue a la basura, mis sueños, mis esperanzas de una familia y una vejez feliz a su lado… No podía permitirlo, no podíamos.

    Una ex, intentando terminarlo todo, que absurdo. En ese entonces, opté como una idiota por confiar en su palabra y creer todos sus alegatos, las historias de aquella mujer me parecían irracionales, no, debía ser una mentira. Cada dos días, ella me buscaba y trataba de convencerme que él era su esposo y que los abandonó a ella y a su hijo con una enorme deuda que pagar. Mi amor por él no me permitió creerle y, rotundamente, me negué a volver a oírla e incluso levanté una orden de restricción contra ella. Las promesas que ambos nos hicimos pesaban más para mí que las palabras de aquella loca.

    Sin embargo, ella no cesaba en su afán, me escribía y mandaba mensajes con terceros informándome que, dadas las circunstancias, levantaría una demanda contra mi amado, impidiendo de esa manera, nuestro tan esperado matrimonio. Como dije antes, no lo permitiría. Así que… finalmente, enloquecí.

    Tras pensármelo un poco y armar un supuesto plan perfecto, cometí el peor de los crímenes y… la maté. Rápidamente, sin muchos rodeos, entré en su apartamento y tiré del gatillo, dejar la arma en sus manos fue fácil, alejarme de allí con el corazón aliviado, también. El saber que él y yo seríamos felices finalmente era todo el aliento que necesitaba para mis actos. Sin embargo, una vez más, cometí un error, nadie puede cometer un crimen perfecto. Siempre se cometen pequeños errores. Un pequeño cabello fue todo lo que la policía necesito para descubrir mi culpabilidad.

    No creo que sea necesario decir donde estoy en este momento, ¿cierto?

    Una vez presa, él vino a verme, su visita fue el golpe final de mi vida. Sus palabras aún me queman por dentro, jamás entenderé como una persona que tanto lleno de luz tu vida puede sumergirte en el infierno sin sentir ningún remordimiento. Su plan, sí que fue perfecto, ahora que su esposa estaba muerto, era finalmente libre de cobrar el seguro de vida que ella había contratado y largarse a vivir la vida que siempre anhelo. Su: “Gracias, querida” fue lo último que volví a saber de él. Desapareció, al igual que mis años de juventud y mi alegría. Y sí, lo sé, fui una idita, un monstruo que nunca encontrará la redención, un monstruo que deberá pagar su crimen por toda la eternidad.
     
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