Los guardianes de azadan

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por joseleg, 9 Agosto 2014.

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    joseleg

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    Los guardianes de azadan
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    21
     
    Palabras:
    2117
    Capítulo 16. La verdad sobre la guerra


    Si voy a la guerra, tendré que seguir el camino de la matanza, aun cuando tu causa sea justa, aun cuando yo crea en ella, la guerra es el infierno, me están pidiendo convertirme en un demonio.

    Alasad se encontraba sentado en una de las catacumbas que funcionaban como cárcel, la cual estaba debajo del palacio de Jahangir. El palacio en si solo había sufrido en su parte de madera, aunque algunas secciones de roca habían sufrido grietas por el combate los cimientos aun eran muy sólidos. Jahangir estaba iracundo con todo lo que había acontecido, y dando la orden de reconstruir su palacio tan rápido como fuera posible tuvo que buscar un nuevo centro de operaciones provicional.

    Mientras restauraban el palacio el viejo avaro tuvo que alquilar algunas habitaciones de la posada de Shapur. Se reunió con sus capitanes y consejeros en el gran salón, así como por todos los jefes tribales que se encontraban en el pueblo, en medio de todos se encontraba Jazmín, quien ya había sido reconodico como lo que era, la hija exiliada del rey de Azadan.

    –La guerra nos afecta a todos –decía Jazmín a todos los presentes –cuando terminen con las potencias de Aeres, cuando ya nadie tenga el poder para resistirles, ustedes serán esclavos, los obligarán a trabajar en minas extrayendo aquella arena azul de las montañas de los dragones.

    Jahangir parecía más propenso a escucharla después de lo visto el día anterior, de hecho había tenido pesadillas toda la noche recordando esa sensación de asfixia cuando aquellos dos guerreros combatieron.

    –Los extranjeros me ofrecieron un trato –intervino Jahangir –pero para este punto asumo que me hubiera convertido en un hombre muy rico a costa de las cabezas y los pueblos de todos ustedes, mis nobles compañeros lo que vi ayer fue un combate terrible, algo que me ha dejado aterrado. Es verdad que ahora los clanes te creen, pero ¿Qué podemos hacer nosotros? Somos como hormigas en comparación con aquellos titanes y esos guerreros con armaduras brillantes.

    Los nobles rompieron en vítores que orgullo y confianza.

    –Libere al hombre que me escoltó hasta aquí por favor –dijo Jazmín.

    Jahangir se negó con la cabeza.

    –Él es un extranjero, aun cuando lleva vestiduras del pueblo de Kurd, cualquiera que tenga dos dedos de frente puede ver que el extranjero que comandaba a aquella mujer demoniaca y tu acompañante ¡pertenecen a la misma raza! ¿Cómo podemos confiar en alguien así?

    Todos los líderes de los clanes comenzaron a hablar, los murmullos pronto se convirtieron en gritos de temor.

    –Porque el Señor Zubair ha confiado en el –contestó Jazmín.

    Al escuchar ese nombre todos callaron.

    Agnes posó su mirada en aquella muchacha que decía ser una hija del rey de Azadan.

    –Zubair es el nombre del último de los Cazadores de Dragones de Kurd, el más fuerte de todos en toda su historia, se dice que traicionando al rey, tu abuelo, asumiendo que seas quien dices ser. Se dice que Zubair llevó a su gente olvidando el deber de los cazadores de Dragones –dijo Agnes –aun cuando se enviaron varios ejércitos contra ellos, nadie pudo nunca encontrarlos, así que por más de 100 años se los ha dado por muertos, ¡si Zubair estuviera vivo tendría más de 120 años!

    –Es mi palabra –repuso Jazmín sin ninguna otra evidencia –les doy mi palabra de que el Señor Zubair le ha enseñado a este extranjero las artes de los Cazadores, ¿usted lo vio no es así señor Jahangir? El derrotó a los soldados extranjeros, y a la mujer demonio, después de eso hubiera podido masacrar a sus guardias.

    –Y lo iba a hacer –repuso Jahangir aterrado de aquel recuerdo mientras colocaba su mano sobre una copa de cerveza – vi sus ojos cuando estuvo a punto de degollar a Dario, mi guerrero de mayor confianza. Aunque he de decir que en verdad doy fe de tu persona princesa, señora Agnes ¿no es así? Yo doy fe de la identidad de esta joven, así que su palabra vale en este consejo. Regresando al punto mi joven alteza, tu guerrero estuvo a punto de matar a mi mejor guardia.

    Agnes también lo recordaba, justo a la mitad del combate, la anciana Jeleh la dejó marchar, pues en sus palabras, el flujo del destino ya era inalterable. Agnes salió corriendo tan raído como pudo, seguida de los hombres de Gazsi y de un grupo de guardias del templo liderados por Dario el lancero. Cuando llegaron al lugar se encontraron una gran destrucción, y a aquel hombre de pie, cuando los observó una enorme presión cayó sobre ellos. Darío fue el único en atacar, era algo casi que instintivo, pero el hombre no se movió, no se movió ni siquiera cuando la punta de la lanza impactó en su cuello, no se movió cuando la barra de la lanza de dobló por el impacto fragmentándose en mil pedazos ante la mirada atónita de Darío y todos los presentes.

    –Piel de Hierro –dijo el viejo Farzin observando la situación –la Piel de Hierro que le permite a un Cazador de Dragones aproximarse a las bestias sagradas sin terminar hecho pedazos, aunque mi abuelo solía contar historias sobre lo dura que era la piel de los cazadores jamás le había dado verdadero crédito, hasta ahora.

    Agnes estaba atónita, y aunque quería gritar las palabras no salían de su boca, mientras que aquel extraño levantaba su mano hacia Darío, este se agarró el cuello tratando de liberarse de una fuerza invisible que le apretaba el cuello de forma violenta.

    –¡Alasad! –gritó una mujer, y en aquel momento el guerrero libero a Dario, luego sacó una espada de hoja hincha y la clavó en el suelo levantando los brazos, se estaba rindiendo por voluntad propia.

    –En mi opinión –dijo Gazsi –si el extranjero deseara esclavizarnos ya lo habría hecho, además la señorita Jazmín parece tener autoridad sobre él, puede que él sea la única esperanza de nuestros pueblos contra esta invasión.

    –Es peligroso –interpuso Agnes mirando fijamente a Babak, el comerciante en cuya caravana había viajado jazmín y el guerrero extranjero –¿no es tu amigo el responsable de la masacre del clan Momo?

    Todos los líderes habían escuchado esa historia unos tres meses atrás, la noticia de la destrucción de los infames cazadores de cabezas, los guerreros más fuertes de todos los clanes del norte era conocida por todos. Sin embargo la identidad de quien la había realizado era un misterio, muchos decían quera una especie de dios guerrero, otros que un demonio sediento de sangre.

    Babak sonrió –a él le debo la vida de mi hija.

    Agnes cerró los ojos con incomodidad.

    –¿Podemos confiar en alguien que es capaz de matar a tantas personas? –preguntó Agnes de forma retórica.

    –Sí, es verdad, sería un problema si decidiera traicionarlos y los masacrara en un instante –dijo Alasad presentándose en el lugar llevando a Granden de los cabellos y arrojándolo a los pies de Jazmín.

    –Señor Alasad, habíamos acordado… –gritó Jazmín molesta, pero Alasad simplemente la ignoró para acercarse a una de las camareras del lugar para tomar un bocadillo.

    –Delicioso, aunque le hace falta algo de sal –dijo Alasad observando la situación a su alrededor, y eso incluía una muchacha, una de las camareras que se encontraba paralizada del pánico –Me temo que no tenemos tanto tiempo para ser diplomáticos, lo que esa basura me ha contado sobre la invasión puede que haga que mi intervención sea irrelevante –la mirada de miedo de la camarera incomodaba a Alasad, era como un peso colosal sobre sus hombres, ese era el peso de la culpa.

    –Tomé una decisión con respecto a tu pueblo –dijo Alasad apareciendo justo enfrente de ella, se había movido unos cinco metros sin que nadie lo hubiera notado –los ideales sobre los cuales vivían solo habrían traído más muertes a otras personas. Llegué a su fortaleza buscando a una muchacha que había sido secuestrada, en el camino me enteré que habían secuestrado a una decena de muchachas de aldeas y caravanas, y nadie se atrevía a decir nada, aun cuando las mataban y las ultrajaban ritualmente, cuando las despellejaban vivas después de haberlas violado –Luego Alasad tocó la barbilla de la muchacha –aunque siento culpa por las vidas que eliminé no me arrepiento, hace mucho aprendí que existen personas e ideas que deben ser paradas, de lo contrario los problemas que causarían serian colosales. Si gran sacerdote tenía conocimiento de nuestras artes, artes que podrían hacer pensar a algunas personas que son dioses omnipotentes.

    La muchacha agachó la cabeza.

    –No se equivoquen, no he venido a salvarlos por razones altruistas –continuó Alasad –mi lealtad se encuentra solo con mi familia y la mujer que amo, un hogar que se encuentra en la cima de las montañas del norte, un hogar que se encuentra amenazado por mi pueblo, lo cual nos trae a la sabandija que tenemos en frente.

    Alasad se acercó al capitán Granden.

    –Habla –dijo Alasad con una mirada vidriosa y sin compasión.

    Granden se encontraba temblando.

    –Serás cazado como un perro –dijo Granden lleno de cólera en la lengua joviana que nadie a parte de Alasad podía entender–tan solo eres un pez mediano en un estanque pequeño, cuando el Consejo de entere de ti, cuando lo hagan enviarán cazadores por tu cabeza maldito monje pervertido.

    –Me gustaría ver eso –dijo Alasad –en tal caso todos los oficiales deberán afrontar la corte marcial debido a la realización de un exterminio masivo en un planeta que no ha sido registrado. La Directiva Prima, ¿la recuerdas?

    Granden de mordió los labios.

    –Si lo que deseas se hace realidad no seré el único que muera –dijo Alasad –no creo que las leyes de mi adorada madre patria hayan cambiado en unos cuantos años terranos. Ahora, habla o de lo contrario tendré que aplicar algunas técnicas de tortura bastante imaginativas.

    Granden sonrió.

    –No puedo hablar la lengua de esta escoria –dijo Granden.

    –Me lo imaginaba –contestó Alasad, entonces unos guardias ingresaron llevando a Pantea atada de manos y la depositaron al lado de Granden.

    –Ahora habla –dijo Alasad.

    Granden cerró los ojos con cólera.

    –Todos ustedes son solo sabandijas –dijo Granden en la lengua joviana, Pantea no podía creer lo que escuchaba.

    –Traduce –dijo Alasad en la lengua afraziana.

    Pantea comenzó a realizar la interpretación.

    –Ustedes no lo saben, pero más allá de esta esfera de fango que llaman Aeres se encuentra un universo colosal y dos naciones, La Unión de Estados Planetarios de Solaris y el Sagrado Imperio de Belka. Hace unos meses se ha anunciado que el imperio tiene una nueva emperatriz, y la guerra viene con ella, nosotros como soldados de una flota de exploración y comercio debemos encontrar nuevas fuentes de un mineral necesario para la fabricación de armas llamada apeirita, y adivinen, la montaña sobre la que estamos parados es una inmensa mina de apeirita de alta pureza. Nuestro objetivo es simple, extraer el mineral y crear un ejército que pueda hacer frente la agresión del imperio.

    –Que altruista –dijo Alasad –ahora responde ¿Por qué eliminar a todos los pueblos de este mundo menos a uno?

    –Es más fácil comerciar con una sola nación, además la Directiva Prima solo nos permite comerciar con planetas gobernados por una sola institución –contestó Granden –un pueblo que está acostumbrado a nuestras costumbres y que aceptaría cualquier cosa que les impongamos, y además un pueblo que se encargue de esclavizar y de administrar la fuerza de trabajo para la extracción del mineral, eso asegura mayores dividendos y lo sabes.

    Jazmín casi se le manda a Granden con el cuchillo de supervivencia, pero Alasad la detuvo.

    –Le di mi palabra de que ni tu ni yo o ni ninguna de las personas de Afraz le harían daño –dijo Alasad y luego se dirigió a Granden en lengua joviana –márchate con tu mascota ahora, ya nos veremos en el campo de batalla algún día.

    Granden se levantó más confiado.

    –¿A pesar de ser un monje pervertido aun mantienes tu palabra? –preguntó Granden –es interesante, pero te aseguro que te cazara como el perro que eres.

    Pantea se acercó a Granden y sin mediar palabra le propinó un golpe seco en el cuello, Granden terminó en el suelo retorciéndose mientras se agarraba el cuello, el impacto de aquella mano pequeña le había obstruido la tráquea y se encontraba muriendo lenta y penosamente. Ninguno de los presentes hizo nada por su vida, la cual se extinguió allí rodeado de enemigos.

    –Yo no soy una mascota de nadie –contestó Pantea observando a Alasad a los ojos –y no permitiré que mi patria siga siendo el títere de gente tan molesta.
     
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    Los guardianes de azadan
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    Capítulo 16. La ciudad del Rey

    A medida que la caravana se aproximaba a al puente del rio Mardín varios días al sur de Paza jazmpin no podía evitar pensar en lo que había sucedido.

    –Pareces ser alguien interesante –dijo Alasad a la muchacha en la lengua afraziana –¿cuál es tu nombre niña?

    –Pantea, Pantea Artesbod, teniente de segunda clase del ejército de Media.

    Todos los líderes comenzaron a murmurar.

    –¿Hay algo de lo que debería enterarse princesa? –dijo Alasad refiriéndose a Jazmín –no estoy muy enterado de las políticas locales.

    Ella bajó la cabeza.

    –Media, el país que intentó conquistar el mundo hace treinta años en la guerra más grande que el mundo hubiera visto –dijo Jazmín –la isla de Media estaba dividida en varios reinos combatientes explotados por dos superpotencias, al norte el imperio de Katrei y al este la Unión de Estados Maritimos de Tylos. Por siglos Media fue un baño de sangre, y sus recursos eran expoliados al mejor postor. Entonces hace unos 40 años un profeta unió los reinos de la isla y el nuevo imperio de Media comenzó una guerra contra el mundo. Nadie se lo esperaba, pero en cuestión de días el reino de Katrei fue ocupado y su ejército expulsado hacia el este donde comienzan las montañas de Afraz. Posteriormente, una por una las islas de Tylos cayeron bajo el poder del ejército de Media. Debido a aquella agresión, tanto la gran república de Aglemeres y el reino de Azadan se unieron para poner fin a aquel conflicto. La guerra duró casi ocho años, ocho largos años después de los cuales media quedó arrazado y convertido en una provincia de Tylos, sin embargo el costo en sangre humana fue excesivo. Como consecuencia de la guerra el imperio de Katrei se dividió en tres provincias independientes.

    –Mi pueblo guardó un mal recuerdo de todo lo sucedido –continuó Pantea –nos entregaron a los tylianos, y ellos ejecutaron muy bien su venganza, poco a poco fueron eliminando los miembros del antiguo ejército imperial bajo la excusa de ser criminales de guerra, mi abuelo materno pereció en una de esas purgas, y mi abuelo paterno apenas si pudo escapar ocultándose como un campesino. Pero todo cambió hace unos diez años. Por alguna razón, nuestro gobernante pudo pagar por nuestra independencia, y el país progresó poco a poco. De un momento a otro se comenzó a escuchar que se trataba de la ayuda de extranjeros que venían del cielo, pero no eran dioses, eran personas como nosotros, personas muy ricas y sabias.

    –Al principio no les creían –continuó Pantea –pero nos hicimos ricos, y al mismo tiempo, nos hicimos menos conscientes del mundo a nuestro alrededor. Actualmente muchos no saben que nos encontramos nuevamente en guerra contra el mundo –Pantea observó a Alasad a los ojos –yo me uní al ejército para venir a esta tierra y encontrar a un salvador, alguien semejante a la persona que salvó a mi abuelo de un dragón, alguien con la fuerza de salvarnos del horror de estos cien años.

    –Tylos –dijo Alasad interrumpiendo a Pantea –ese país fue el primero en ser atacado por el ejército de Solaris, entiendes que acabas de matar a un oficial de Solaris, ¿no?

    Pantea agachó la cabeza.

    –La vida es buena en Media –dijo Pantea mordiéndose los labios –pero solo en la capital Medes y sus cercanías, cuando viajas a otros lugares te das cuenta de que es un país muy pobre realmente. Nosotros vivimos bajo la promesa de que si ayudamos a la Gente del Cielo a unificar nuestro mundo, vendrá una era de paz y prosperidad, pero lo que vi en el puerto Kaluk me abrió los ojos. La Gente del Cielo solo busca esclavos y capataces, y ahora entiendo la razón.

    Entonces la anciana Jaleh ingresó con su comitiva, aunque robusta se notaba que caminar le hacía bastante mal ya que tenía que apoyarse mucho en un bastón y en el apoyo de una doncella, rápidamente Gazsi le cedió su puesto. Antes de sentarse, la anciana sacó de los pliegues de su manto un medallón dorado y se lo entregó a la muchacha de Media.

    Jazmín se llevó la mano al cinturón para agarrar su pistola, sin embargo Alasad le indicó que no sacara su arma con un gesto.

    –La guerra nos concierne a todos –comenzó diciendo la anciana –en estos momentos tenemos bajo esta humilde choza representantes de muchos lugares, Azadan, Aglemeres, Media, e incluso una persona del cielo –esto último señalando temblorosamente a Alasad –pero todos tienen algo en común, ellos aman este mundo en el que vivimos, ellos no desean vernos esclavos, lo sé porque lo he visto, he visto los sueños de sus corazones.

    Pantea observó el medallón.

    –Es algo interesante lo que tienes allí –dijo Alasad – parece que alguien le ha quitado todas las restricciones y ha aislado el programa del servidor primario, es útil para aprender todo lo que hay en su base de datos.

    –¿A que te refieres? – preguntó Pantea poniéndose en guardia.

    –Lo que tienes en tus manos es una “computadora”, una máquina capaz de almacenar información, organizarla y presentarla de forma coherente, puede generar una interfaz holográfica, hace unos 15 minutes le eché un vistazo aunque me gustaría examinarlo más en detalle.

    –¿Cómo es posible? –preguntó Pantea

    –Como ya te dije, alguien a brindado acceso completo a sus funciones –continuó Alasad –ahora podrás acceder a todas las funciones de tu armadura sin restricciones. Diría que alguien se dio cuenta de que estabas siendo usada.

    –Axara –dijo Pantea en voz baja.

    –La verdadera pregunta es, ¿Qué harás ahora? –preguntó Jazmin.

    –Lucharé –dijo Pantea –lucharé par que mi pueblo sea verdaderamente independiente, independiente del yugo que planea imponernos la Gente del Cielo.

    –Muy interesante –dijo Alasad, luego observando a Agnes preguntó –si se preguntan cómo me presente aquí, fue la anciana, al parecer sabía que el nuestro querido oficial se había escapado, así que tuve que capturarlo nuevamente y traerlo hasta aquí, lo cual me lleva a mi última pregunta, ¿me ayudaran a proteger este mundo y estas montañas?

    El silencio se hizo general.

    –¿Y que podemos hacer nosotros? ¡Ni siquiera tenemos armas de fuego!, ¿lanzas contra titanes de hierro? –refunfuñó Arash heroicamente para luego acurrucarse detrás de la fallida de Agnes.

    –He visto que ustedes poseen armas interesantes –contestó Alasad.

    –Esas armas no sirven para nada –repuso Agnes –lo sé, porque yo fuí parte de un proyecto de desarrollo, esa máquina del infierno solo me dejó con malos recuerdos y ¡una maldición que no me deja dormir en paz!

    Alasad se percató que Agnes emitía una presencia, como si estuviera en sintonía con el Apeiron, pero sin ser capaz de dominar sus habilidades.

    –Eso es porque están incompletas –contestó Alasad –ustedes han puesto sus manos en tecnologías que manejan poco, aunque he de elogiar su notable talento en copiar la parte física, me parece que su mundo aun no entiende el significado de “computadora” o de un “lenguaje de programación”, lo sé, son términos difíciles que no pueden ser traducidos a la lengua de Afraz, el punto es que yo puedo completar sus armas, si me permiten llegar al lugar donde están siendo fabricadas.

    –Ese lugar fue destruido hace casi cuatro meses –contestó Agnes –la princesita debería saberlo mejor que nadie.

    Jazmín recordó de improviso el rostro de Yusuf, y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no llorar.

    –Justo antes de ser trasladada a los siete picos mi unidad recibió la información de una segunda base –dijo Jazmín, pero el mensaje decía que solo los generales y el rey saben dónde se encuentra con exactitud, de hecho, varios días antes del ataque trasladamos varias unidades, asumo que fue a aquella base secreta –dijo Jazmín.

    –En conclusión –dijo la anciana –deben ir a Keifa y hablar con el rey de Azadan, pero deben viajar rápido, si se demoran en su camino aquella esperanza serpa barrida de la faz de Aeres por el titán de los dos sables de plata.

    Cuando la anciana dijo estas últimas palabras, Pantea recordó la forma de aquel catafracto que había visto combatir días antes, ¿se estaría refiriendo a la misma máquina?


    De este modo, Babak fue elegido para llevar a Jazmín, Alasad y Pantea a la corte de Keifa, ante el rey de Azadan. La caravana era como cualquier otra, a una ciudad que en esencia, era como cualquier otra. Keifa era solo la capital espiritual de Azadan, y en su religión la tecnología que la cual el reino se había enriquecido era despreciada.

    Keifa era una ciudad religiosa que se nutría de lo que traían comerciantes a lomo de rinocerontes lanudos y bueyes, se encontraba enmarcada entre dos cordilleras que se angostaban a medida que se acercaba al palacio del rey y detrás de aquel palacio el templo de Ninlil.

    –No luces emocionada –dijo Alasad sin ver directamente a Jazmín que permanecía ensimismada al ver la ciudad.

    –Así que esta es la ciudad de los traidores –repuso Pantea que había acompañado la caravana.

    –¿Los traidores? –preguntó Jazmín.

    –Los reyes de Azadan que traicionaron a los Cazadores de Dragones, los guardianes de la paz –contestó Pantea –cuando ellos desaparecieron del mapa, ocurrieron las peores guerras en este mundo.

    –Pareces ser muy admiradora de los Cazadores –dijo Alasad con una expresión sarcástica –si conocieras a Zubair no tendrías la misma opinión.

    –No es necesario –dijo ella –ahora conozco a un nuevo cazador, y por lo que he visto, también usa su poder para dar equilibrio.

    –Yo solo soy un asesino y un paria, además como lo he dicho antes, el último cazadores es Zubair y dejémoslo así –contestó Alasad –ahora debemos hablar con tu papi –dijo el refiriéndose a jazmín.

    –No creo que esté feliz de verme –contestó ella –el me desterró, ya te lo he contado.

    –Eres muy pesimista –contestó Alasad con un gesto con la mano –de seguro que lo impresionas, mira que has aprendido rápido lo básico.

    –Eso espero –contestó ella bajando la cabeza con vergüenza, y con el final de un suspiro dijo una palabra refiriéndose a Alasad – “Maestro”.
     
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    Capítulo 17. La emperatriz fantasma

    –¿Que ves? –preguntó Alasad a Agnes.

    –Alguien nos vigila –contestó ella mareada –un hombre con ropas negras.

    Agnes había sido obligada a marchar junto a Alasad hacia la ciudad del rey de Alasad por parte de la anciana Jaleh. Agnes no estaba del todo convencida, pero justo antes de partir Alasad se acercó a ella.

    –Aun no lo controlas y te causa dolor, ¿me equivoco? –preguntó Alasad – y no es un dolor para nada metafórico.

    Agnes dio un paso atrás sorprendida bajando la cabeza.

    –Parece que has abierto parcialmente los órganos que controlan nuestro control sobre el Apeiron, pero se supone que no has conocido a alguien como yo, ¿no es así?

    Agnes miró hacia el cielo.

    –Tengo estos sueños desde que fui la piloto de pruebas de un catafracto –contestó Agnes – se suponía que yo sería la instructora de esa princesita y otros nobles, pero después de “eso”, no pude de ver un catafracto sin sentirme mareada y tener malas visiones. Desde entonces he tenido una mala salud, tuve que mudarme a una montaña solitaria porque al estar entre muchas personas las visiones del futuro se hacían más fuertes y más trágicas, estuve a punto de volverme loca hasta que conocí a la señora Jaleh.

    Alasad tocó su cabeza con la mano derecha y su vientre con la izquierda y mirándola a los ojos dijo.

    –La apeirita es una estructura cristalina, los sacerdotes de Peiras lo llaman las lágrimas de Dios, pero en realidad se trata de criaturas simbióticas que canalizan grandes cantidades de energía oscura, son capaces de doblar la realidad con la ayuda de una mente fuerte y bien entrenada, fluyen por la sangre de todos los seres humanos, pero algunos tenemos más que otros –dicho esto Agnes sintió un corrientoso desde la cabeza al espinazo, y al mismo tiempo su percepción del mundo se alteró, se sentía más grande, más amplia, más sensible, sus oídos podían escuchar la más mínima brizna, incluso el suspiro de la respiración de Jazmín que trataba de ocultarse a cierta distancia detrás de un árbol –poseer la apeirita en la sangre representa solo el potencial, pero necesitas la activación de uno de nosotros, normalmente se hace un una gran ceremonia, pero con esto bastará.

    Dicho esto Alasad se alejó hacia la caravana –ahora tendrás el don de la visión, debes ser capaz de predecir fenómenos a tu alrededor con algunos segundos o minutos de antelación, pero no tengo idea de que tan al futuro puedas ver en tus sueños –luego suspirando continuó –ten cuidado con lo que veas, la última persona que conocí con ese don me apuñaló por la espalda.

    –Desde que tu lealtad esté con nuestro pueblo te juro que única lo haré –contestó Agnes, llevándose la mano a la cabeza, se sentía ahora más despejada, pero la sensación de todo a su alrededor la mareaba un poco.

    –Mi única lealtad verdadera está con mi esposa y mi futuro hijo –dicho esto Alasad se retiró.


    Agnes volvió en si cuando Alasad le tocó el muslo, pues el iba caminando a pie, mientras que ella estaba en uno de los rinocerontes, y parecía no responder a sus llamados. Cuando ella reacción, se puso roja como un tomate.

    –Estoy seguro que merezco una bofetada o algo semejante –dijo Alasad con una expresión dura –pero creo que me seria de mucha ayuda saber la dirección de nuestro observador.

    –En la casa del sur, la ventana que da hacia esta calle en el tercer nivel.


    La ciudad sagrada de Keifa se encontraba en medio de una cordillera montañosa que la hacía inaccesible por todas las direcciones excepto por un camino estrecho y mal mantenido que solo podía ser abarcado por bestias de carga, en la ciudad misma no se había admitido la presencia de los adelantos tecnológicos como la luz eléctrica o los motores de combustión por señalarlos como una ofensa en contra de los dioses. Aunque estas medidas parecían retrogradas, al mismo tiempo la habían protegido de los ataques de los Titanes del Cielo, los cuales solo destruían a las ciudades con poderío industrial.

    La ciudad en si misma era alargada y no muy grande, una calle principal que conectaba el camino para acceder a ella donde se asentaban los comerciantes y detrás de ellos construcciones de madera y ladrillo que no superaban los tres niveles, excepto por el palacio y el santuario de Ninlil.

    El palacio era una construcción hecha en sólido mármol, con múltiples terrazas, la parte plana o de terrazas tenia al menos unos siete niveles sobre el suelo, y nadie sabía que tantos bajo tierra. Las terrazas estaban adornadas con hermosos jardines que imitaban el paraíso terrenal del mundo de Ninlil. En el fondo se levantaban tres torres, una más baja y gruesa donde se ubicaba la corte del rey, y otras dos muy altas, de casi cuarenta niveles de altura que servía como vigía. El palacio se encontraba enmarcado por dos salientes de la montaña como si fuera dos muros enormes y escarpados donde solo podían posarse las aves de rapiña.

    Detrás del palacio se encontraba el templo de Ninlil, se trataba de una construcción más pequeña, aunque también de mármol e incrustaciones de oro y plata. Se encontraba rodeado por un jardín muy bien cuidado. En su interior se encontraba la estatua de Ninlil. La estatua representaba a Ninlil en sus dos formas, la primera como un terrible dragón celestial de seis alas de águila que rodeaban su cuerpo, mientras que una inmensa cresta que salía de su nuca descendía frente a ella adquiriendo la forma de una joven mujer desnuda. Ninlil era la diosa de la creación de Aeres, quien había creado la vida en Aeres, y la madre de los hombres.


    Alasad observó directamente la ventana.

    –Siento algo semejante en el a lo que siento con usted o a lo que siento con la princesa Jazmín –dijo Agnes.

    –Muy interesante –dijo Alasad avanzando directamente hacia la ventana. Cando se encontró frente a la casa en cuestión, se dio cuenta de que era una posada y una taberna bastante grande, y por lo visto bastante popular. La ventana se abrió de par en par y quien se asomo fue un hombre con un casco raro que le cubría el rostro desde la nariz hasta la cien, vestía de negro, pero lo que más sorprendió a Alasad era que vestía con un traje que jamás había esperado ver en aquel planeta olvidado de la civilización galáctica, era un uniforme de noble belkano.

    Instintivamente Alasad se llevó la mano al pomo de su espada, a lo que el hombre respondió en el idioma joviano, pero con un fuerte y guturalmente marcado acento belkano.

    –No he cruzado tantas estrellas de nuestra galaxia para iniciar un duelo sin significado.

    –¿Cuál es su intención? –respondió Alasad en la lengua Joviana.

    –Preferiría que lo habláramos aquí –dijo el extraño hombre –el posadero ya está informado de su presencia, pero mi señora me dijo que usted debía ser seguido por tres mujeres hábiles.

    Alasad miró de reojo hacia la caravana, o alguien los había traicionado o se trataba de otro vidente, y uno bastante bueno. Pero dadas las circunstancias era mejor escuchar al extranjero, después de todo.

    –El enemigo de mi enemigo es mi amigo –dijo Alasad entre dientes. Con un gesto llamó a Agnes, Pantea y Jazmín, las tres estaban vestidas como esposas de mercaderes, con trajes que les cubrían de los pies a la cabeza, incluyendo el rostro, únicamente dejando los ojos al descubierto.

    El posadero los recibió con hospitalidad y les indicó la habitación a la que debían seguir.

    –¿Quién es él? –preguntó Jazmín quitándose el manto que la asfixiaba, y así lo hicieron las otras dos mujeres.

    –Él es un noble de Belka, el imperio rival de Solaris –dijo Alasad –básicamente son los enemigos de nuestros enemigos.

    –Es un placer al fin conocerlos, mi señora me ha hablado muy bien de todos ustedes, especialmente de usted señor Sagan.

    Alasad giró su rostro sorprendido, se suponía que nadie en ese planeta sabía su verdadero nombre.

    –Parece que ahora tengo su atención señor Sagan –continuó el noble de Belka.

    –Mi señor, el sistema estará en línea pronto –dijo una mujer que vestía un traje similar al del hombre. Se trataba de abrigos largos con bordes dorados y unas capas de terciopelo sin capucha. En el cinto llevaban espadas de hoja ancha y de dos manos con decoraciones bastante pomposas, pero estaban hechas con materiales desconocidos, materiales que fortalecían las habilidades de cualquier guerrero que empleara las artes del Apeiron. Alasad lo sabía pues podía sentir un místico poder emerger de aquellas extrañas armas. La mujer era bastante hermosa, su rostro era un poco diferente en forma a la de las mujeres de eres con una nariz un poco más prominente aunque sus cabellos negros eran semejantes a los de Jazmín. Lo que más impresión daba eran sus ojos azules, profundos, pero al mismo tiempo fríos, era bastante joven, a simple vista debía tener una edad semejante a la de Alasad.

    –Es verdad –dijo el noble –estos años de guerras me han quitado los modales más básicos –luego haciendo una venia el noble dijo – alguna vez fui conocido como Friedrich August Darmstadt Stradoniz, pero ahora todos me conocen como Ritter el Caballero Negro, mensajero de su majestad imperial Anastasia Nikolahden Gehorsam Von Hoenzollern Cuarta Emperatriz del Sacro Imperio de Belka. Mi acompañante es Adalhaid Gunda Fernbrugg, también es una mensajera de la emperatriz.

    –¿Emperatriz? –entonces Alasad recordó los fríos ojos de la persona que le atravesó con una espada por la espalda en un día oscuro y lluvioso, el dolor le sacudió el cuerpo por lo que tuvo que llevarse la mano al rostro tratando de ocultar una lágrima que escapó de su ojo derecho.

    –Hemos venido para entregarles un mensaje de la Emperatriz en persona.

    –Repito mi pregunta, ¿Cuál emperatriz? –

    –Parece ser demasiado maleducado –dijo Adalhaid en la lengua belkana.

    –Dígame como desee – respondió Alasad en la gutural lengua de Belka con un rostro serio, de hecho era la primera vez que Jazmín veía a Alasad tan fuera de sí, era como ver a otra persona –pero necesito saber algunas cosas.

    –En efecto – contestó Ritter levantando la mano frente a Adalhaid – la emperatriz mencionó que el señor Sagan tendría algunas preguntas, sin embargo solo la emperatriz en persona las responderá.

    Dicho esto Adalhaid puso un objeto con forma de plato sobre una mesa y lo encendió. Acto seguido una imagen holográfica apareció. Se trataba de una muchacha joven extremadamente hermosa, se encontraba vestida por un delgado vestido blanco, como si fuera seda muy fina aunque, su cabello era de un rubio casi platinado, y sus ojos dorados brillaban como una estrella incandescente. Su piel era blanca como el mármol y sus labios rosados como una cereza. En su mano derecha sostenía un cetro dorado cuya punta se abría formando el símbolo de un águila con las alas extendidas.

    Al verla tanto Alasad como Jazmín la reconocieron al instante, pero ante sus expresiones la imagen de la muchacha sonrió de forma despreocupada, sus mejillas rosadas ascendieron de forma que sus ojos como soles se entrecerraron un poco, mientras levantaba la otra mano.

    –¡Hola! –dijo ella como si se tratara de una vieja conocida, como si fuera una doncella que no ve a un hermano mayor en mucho tiempo, la energía de aquella palabra reconfortaba el espíritu aun cuando se tratara de un holograma, mientras que tras de su imagen tanto Ritter como Adalhaid se encontraban de rodillas con el rostro hacia el suelo.
     
  4.  
    joseleg

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    Capítulo 19. La decisión

    –Es un honor poder hablar con ustedes de forma estable, la proyección de mi cuerpo desde Esparta no siempre es fácil y en consecuencia no podía comunicar adecuadamente mis pensamientos –dijo Anastasia con un orstro afable y una sonrisa sincera.

    –Es ridículo –interpuso Alasad –para poder hablar con nosotros en tiempo real deberías estar a una distancia mucho menor, este sistema espacial está a más de un año luz del sistema del Centauro.

    –Esa es parte de mis habilidades como gobernante de Belka –contestó Anastasia –pero debo admitir que los técnicos pueden crear instrumentos muy interesantes.

    –Aun no me has dado evidencias de que seas la emperatriz de Belka –repuso Alasad de forma hostil.

    –Mi señor Sagan, yo sé quién eres –dijo Anastasia –debes saber que los emperadores de Belka somos conocidos por poseer habilidades extremas en el apeiron, ¿no es así? –luego ella suspiró –yo puedo ver el pasado, el presente y los futuro del universo y de las personas, además puedo transportar brevemente mi persona de un lugar a otro en el universo, aunque he de admitir que aún no lo hago muy bien. La evidencia que me solicitas está encerrada en tu propia historia. Tú fuiste a buscarme con tu maestra hace ya casi cinco años, pero llegaron tarde. Ustedes se encontraron con mi hermano y lucharon contra él, y en la batalla fuiste traicionado.

    Alasad no pudo mantener la mirada con aquellos ojos dorados, bajó su rostro, el cual se tornó sombrío e iracundo. Para Jazmín fue una sorpresa verlo así.

    –De acuerdo, digamos que le creo por un instante –dijo Alasad con rencor –¿cuál es el interés que usted tiene con este lugar?

    –Una guerra –contestó Anastasia –una Guerra del Hiperespacio o (…) la destrucción absoluta de la civilización hiperespacial –continuó Anastasia después de una leve interrupción de su propio pensamiento –debes saber para este punto que la apeirita en el planeta es más pura de la que se puede obtener en un mundo cercano a una estrella, ¿pero sabes la razón?

    Alasad lo negó con la cabeza.

    –Existe una criatura más poderosa que cualquier dragón del hiperespacio conocida –dijo Anastasia con tristeza –es tan poderosa que mi visión se corta cuando veo su despertar, la cual está ligada a la muerte violenta de dos personas. Mi maestro me dice que mi visión recuerda al mito de los Transmigrantes.

    Adalhaid dio un paso adelante y empezó a recitar unos versos en una lengua extraña, más antigua que las lenguas de las civilizaciones del espacio, una lengua que solo unos pocos sabios conocían. Alasad había conocido esa leyenda cuando era pequeño porque su viejo maestro se la contaba siempre.

    Los doce generales que bajo la cuna del hombre sirvieron

    al señor de blanco que todo lo abarca

    llenos de orgullo se levantaron en armas

    y bajo la maldición de una forma absoluta

    terminaron dispersos en un sueño que nunca acaba

    vida tras vida, hombre o mujer es su vida y sueño eterno

    condenados a vivir bajo la protección de quien desprecian

    duermen viendo como los simples humanos a su alrededor velan

    que su descanso profundo continúe, como un paraíso eterno

    pero si la injusticia terminara su ensueño

    su venganza y su autoridad no conocerán paralelo

    pues les será regresada la gloria y el conocimiento

    de un general al servicio del Emperador Eterno.

    –Las muertes violentas le pueden suceder a cualquiera en cualquier momento, al igual que una muerte injusta –interpuso Alasad.

    Jazmín dio un paso adelante –también estamos presentes aquí, así que agradeceríamos que no hablen en una lengua excluyente!

    Anastasia observó a la muchacha y comenzó a reír, ante lo cual los dos oficiales de Belka se sintieron algo incomodos, de hecho en la corte de Belka todos tendían a ser muy ceremoniosos, y que alguien se dirigiera a su amada emperatriz de aquel modo resultaba ser un poco grosero.

    –He visto dos futuros terribles, en uno ocurre una masacre perpetrada por la codicia injusta de los hombres, lo cual desencadena la destrucción de las civilizaciones del hiperespacio, incluido mi propio país. La alternativa que tengo es enviar a mi ejército, evitar la masacre e iniciar una guerra. La guerra se llevará millones de vidas, pero las civilizaciones sobrevivirán. Sin embargo he visto un tercer futuro, uno nebuloso, que no puedo penetrar y deseo apostar por él, deseo apostar por lo desconocido y allí es donde tu intervienes caballero –dijo Anastasia en un dialecto afraziano sensillo y fluido– El transmigrante renace alrededor de un pueblo bendecido por el apeiron, en este caso, en el mundo al que has llegado reciben el nombre de los Cazadores de Dragones, por lo general el transmigrante es familiar cercano de los individuos más fuertes, lo cual asegura su supervivencia.

    Alasad abrió los ojos como platos al mismo tiempo que las venas de su cuello se hincharon, su corazón se aceleró, y su mente fue presionada por el miedo.

    –Parece que ya lo adivinaste –dijo Anastasia –has salido de tus montañas y de los brazos de la mujer que amas porque te sentías incómodo por algo, y eso no es una ilusión, aunque tus habilidades con el apeiron sean limitadas tú también percibes que si ella muere todo acabará. Ahora noble caballero te pido que decidas, entregaré en tus manos los recursos de que dispongo para asistirte sin desatar una guerra. Derrota a estos soldados y has un trato con ellos. Te pido, que aceptes mi ayuda para crear un futuro mejor para todos.

    –No te preocupa que luego le venda la apeirita de las montañas a Solaris.

    –Es una posibilidad –dijo ella –pero ambos sabemos que la posibilidad de que te atrevas es tan mínima como la de que un humano normal pueda atravesar un muro –contestó Anastasia, que giró su bello rostro –parece que el tiempo en el que puedo hablar con ustedes libremente se terminará pronto. Pero no olvides esto caballero, si algún día tus fuerzas son insuficientes, grita fuerte mi nombre y jurándome lealtad, si lo haces de este modo, podré darte mi fuerza en el apeiron.

    Dicho esto la transmisión terminó.

    Alasad guardó silencio mientras sentía que la mirada de los oficiales de Belka y de las mujeres recaían sobre el –aceptaré la ayuda, pero nunca juraré fidelidad a vuestra emperatriz, quien me traicionó fue una persona, no mi gente.
     

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