Los cimientos de una vida [Sesshômaru&Kagome]

Pancita: Awwwww, qué bella ¿tanto así te gustó? ¡qué adorable! me dio mucho gusto amiga, además que es muy bueno verte por aquí, comentándome °---° omg ¿enserio? ya me imagino, han de haber sido sonrisas muy bellas más bien °--° /la abasha.

Gracias por los elogios, y sí, hay cosas que aún están en secreto, pero ya se irán sabiendo con el pasar del tiempo °--° Ya ves, es por algo bastante sencillo en sí, pero que explicaré °--° muchas gracias, ya voy a publicar más seguido <3!

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Capítulo 12: Desenfreno de ira.


La noche se había hecho larga, más Kagome no había tenido conciencia del tiempo, hasta que abriendo lentamente los ojos, lo primero que se encontró fue un reloj enorme de pared que le indicaba la hora. Por la oscuridad y carencia de luz supo que se trataba de las cinco de la madrugada.

Y la cabeza daba tantas vueltas que no quería ni pensar en dónde estaba. Pero gracias a Dios que se encontraba viva.

—¡Señorita! —oyó decir de una suave voz… tan fuerte que parecía una enorme campana sonando en una iglesia enorme—me alegra despertara… ¿está usted mejor? ¿le sigue doliendo su piecito?

Kagome miró con desconcierto a la niña, luego volteó a ver el pie en que sentía constantes punzadas. Una venda permanecía en mayor parte de su pie.

Entonces, se puso a ver el lugar que le rodeaba.

—Gracias, me encuentro bien. —mencionó recordando las palabras de la niña, y saliendo de su transe. Observó que la habitación en la que se encontraba, y tenía un toque infantil, pues la ropa, y cosas que había en los muebles lo delataban. Seguramente era de la niña…

… pero era imposible que ella fuese quién le hubiera salvado… no, lo recordaba muy bien, y aquél hombre de figura alta resultaba demasiado conocido.

—¡Me alegro! Me llamo Rin. Ahora el señor Sesshômaru está terminando de alistarse para salir, así que puedes pedirme cualquier cosa a mí.

El nombre causó tal impresión que su cabeza se mareó un poco. En verdad, no sabía en qué se había metido… pero eso demostraba algo: el hermano de Inuyasha debía ser una buena persona.

No sabía de qué se había librado, no era algo conocido, ni mucho menos recordaba con cierto detalle la escena. Lo importante era que estaba bien.

—Gracias en verdad. ¿puedo verle a él? Me gustaría también agradecerle—musitó con cuidado y una sonrisa a aquella pequeña de expresión alegre e inocente.

—¡Claro! —dijo con mucho ánimo. Con sus manos le indicó que estaba a un par de cuartos del suyo.

Cuando salió de la habitación, vio que la casa no era muy grande… a decir verdad parecía más un departamento. Justo con lo necesario; y resultaba confortable.

Miró por detrás el cabello largo de Sesshômaru, sus pasos eran cortos y cuidadosos debido a la herida, sin embargo logró llegar a menos de un metro del otro ser.

Una mirada bastante fría llegó para ella. Y acto seguido, completa indiferencia.

—Este… siento si te molesta, pero muchas gracias por todo y…

—Silencio—objetó interrumpiéndole a media oración. Volteó completamente su cuerpo y quedó frente a ella—no saldrás hasta que vuelva, ni hagas salir a Rin.

Aquello pareció una orden. Kagome se había cohibido, y no tenía las fuerzas —ni era tan malagradecida— como para contestar algo ante el modo de pedirlo.

Igual, ya sabía que él no era muy considerado.

El hombre se marchó sin decir nada más, dejando a una confundida Kagome en medio de un lugar que apenas comenzaba a conocer.

En un lugar medianamente alejado de aquél departamento, un hombre dejaba explotar todos los sentimientos de rabia e ira que iban creciendo con el pasar de los minutos… y la llegada de los recuerdos.

—¡Idiotas! —reclamó a más no poder a cada una de las sombras que estaban a su alrededor… en ese callejón oscuro.

Uno, dos… tres más ya habían muerto en sus propias manos.

Tanto trabajo, día a día haciendo uso de lo que tenía en su poder para conseguir la vitalidad de Kagome… y se había ido por el caño todo. Por culpa de aquél imbécil; bien merecido tenía haber muerto en manos del estúpido de Sesshômaru.

El daño estaba hecho, ahora ella estaba en casa de aquél ser y no podía acercarse igual. Confiaba, en que él no abriría la boca; pero ciertamente, ya nada quedaría conforme a lo planeado.

Y cuán molesto le resultaba eso… la rabia estaba a punto de salir como espuma por su boca de tanta que era.

La presión subió, y el ambiente se tensó. La molestia de los malvados es tan cargada que cualquiera que pase cerca de ahí caería enfermo.

Aunque no sólo él se iba a quedar en su ira el día de hoy.

Inuyasha que caminaba sin preocupaciones, se determinó a ir a la casa de su amiga… era la primera vez, y el destino resultaba bastante curioso cuando se trataba de estas cosas de la vida.

No había nadie.

Eso lo alarmó, ella dijo que no tenía casi nunca a qué salir, más que a una tienda; él había pasado por ahí y no le había visto.

Un poco de preocupación asomó por su rostro; caminó una vez más hacia el lugar en que siempre solían rondar —un parque de lo más lindo, con árboles, bancas, algunos juegos de niños, y adorno de una gran variedad de flores— más tampoco hubo rastro de ella.

El día no empezaba bien, era considerablemente temprano como para que saliera a otro lado.

Y para rematar la espantosa mañana, la cara inexpresiva de su hermano iba apareciendo en su camino.

Continuará…

 

Ya va a comenzar, dejen les aviso que después de esta se vienen tiempos menos calmados y más turbulentos, y la explicación de lo que son Naraku, Sesshômaru, InuYasha, y hasta Inu no Taisho.

Y trato de ponerlas más seguido, ya no me tardaré tanto :)

Gracias a Idaly y Pancita linda, me alegra les siga gustando, espero con ansias sus críticas, y qué opinan de este capítulo, siento me quedó algo confuso, pero como dije, a partir de los que vienen más explicaciones se darán.

Espero les guste, y gracias a todos los que leen igual, aunque no comenten, me siento bien :) y gracias por "me gusta" que me dan.

Disfrútenlo.
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Capítulo 13: Necesidades.

—Idiota—dijo refiriéndose a InuYasha.

Él le había reclamado toda clase de cosas que no estaba dispuesto a tolerar. La mañana no empezaba bien, y el inepto de su hermano no hacía más que dar problemas y quejarse, con cosas que a él ni le interesaban.

—No me gusta tu actitud—dijo exaltado, y con aires altaneros—sólo quiero saber si tuviste algo que ver con la desaparición de Kagome.

Ella… pero si le decía no pararía de preguntar tantas cosas, y no le sobraba tiempo.

—No sé de qué hablas—espetó y siguió adelante.

La rabia de InuYasha creció, estaba realmente enfurecido y a la vez desesperado, pues no sabía cuándo ni dónde debía encontrar a Kagome… a pesar del tiempo que llevaban de conocerse, no tenía idea si había algún otro lugar en que se pudiera quedar.

Lo peor, era que sospechaba que no podía ser así.

Caminó rápidamente, a punto de pegar algún golpe a la primera persona que viera, no sabía controlar del todo su carácter explosivo… además que sabía no podía tener una batalla innecesaria con su hermano.

Evidenciando así, su condición sobre humana.

Por otra parte, una calma e inexpresividad en su rostro asomaba todo el tiempo, caminando sin ningún apuro, pues tenía el tiempo medido y justo para llegar.

Los cabellos familiares asomaron en su vista. Debió haberlo imaginado, que él se adelantaría sabiendo el camino que tomaba.

—Qué quieres—dijo a modo de orden en lugar que fuese como una pregunta.

—Sólo platicar a fondo contigo, hace tiempo no lo hacemos.

—Es algo tarde para eso—dijo sonriendo con ironía y fijando su vista en los ojos de su padre.

—Ayer… lo supe, la criatura de Naraku atacó a la joven que ahora tienes en tu casa. Supe que no fue su idea, o está tramando algo grande… porque él mismo
mató a varios de sus súbditos a causa de la ira; lo he estado vigilando de cerca, salvo en el momento que tiene libertad—hizo una pausa y tocó el hombro de su hijo, este alzó una ceja mirando aquél tacto—sé que te fastidia, pero debes comprender que el mundo no gira en torno a ti, y que debes ayudar. El camino que buscas está más cerca de lo que crees.

Con sorpresa, frunció los labios y cerró por un momento los ojos. Quería calmarse, pues cada palabra que decía él sabía era verdad… y le hería el orgullo.

—Sólo dime qué quieres con esto.

—Ya te lo dije—sonrió un poco y se alejó de a poco de Sesshômaru—debes entenderlo, ahora debo ir a seguir vigilándole, si bien en estas horas no puede salir, si se lo propone podría revelarse y hacer algo grande. Cuídate.

—Tú—susurró por lo bajo.

Creía que habría algo de acción, sinceramente se le estaba olvidando cómo pelear… y debía tener práctica. Pero ningún siervo de Naraku se le enfrentaba, o al menos no uno realmente poderoso. Los días se estaban tornando aburridos, al parecer tendría que regresar con Rin, pues hoy no había qué vigilar.

Mientras tanto en su casa, ambas mujeres permanecían juntas, charlando, y la mayor jugando con la niña que se encontraba de lo más feliz.

Normalmente tenía que estar sola… justo como ella. Era un lindo momento, sintió que Rin estaba destinada para ella, ya que estaban en igual posición.

—Tengo algo de hambre ¡le haré de comer! —dijo entusiasmada la pequeña mientras de a brincos se dirigía a la cocina.

Se recostó en el frío suelo feliz, a decir verdad tenía una gran paz, puesto que nadie esperaba por ella en casa, no tenía una preocupación mayor a mejorar de su pierna.

Sonrió, la compañía de la niña le hacía mucho bien, y le llenaba el corazón de alegría.

La puerta se escuchó, y Rin su a toda prisa, con el rostro sucio de un poco de harina.

—¡Señor Sesshômaru! —dijo alegremente saltando a su alrededor.

—Límpiate Rin—susurró mientras pasaba de lado y tocaba con suavidad la coronilla de su cabeza.

Una mirada fría fue lanzada a la joven que permanecía en el suelo.

—Levántate—espetó mientras se acercaba a ella. Una curiosidad grande invadió su mente. Tal vez Naraku estaba molesto porque quería a la joven para él… era mucha energía, que le daría el poder necesario para hacer sus cosas nefastas.

Sería mejor tenerla ahí, así estaría cargada la ira de Naraku… y un gran placer disfrutar de ver su plan frustrado.

—Disculpa…—mencionó con timidez—gracias por haberme ayudado, en cuanto mejore me iré.

—No.

—¿Por qué? —inquirió con sorpresa.

—Es peligroso, y ya—mencionó mientras se sentaba en uno de los sillones del gran salón. La niña se fue a terminar lo que debía. En verdad se esforzaría en hacer una buena comida para él.

Kagome se sentía realmente incómoda, ya sabía que no podía hacer una plática normal, sentía que las palabras de ella le molestaban… no sólo de ella, sino también del mundo entero.

¿Qué tendría que le gustaba vivir en el silencio?

Comenzó a jugar con su ropa, sentía nerviosismo, a pesar que la mirada de él estaba fijada en la ventana, sentía que en su periferia le mantenía observando.

Frunció los labios, y decidida empezó a buscar algo de qué hablar. Si iba a pasar un tiempo indefinido ahí, no lo haría en la incomodidad.

Podría rehusarse a quedarse… pero el miedo era muy humano, y sentía que le podían atacar otra vez.

—Aunque seas tan callado, creo que en verdad eres una buena persona, no temas a hablar.

Sesshômaru miró escéptico. ¿Temor? ¿le decía que él tenía temor? En verdad aquella mujer no sabía lo que decía, ni comprendía lo que él sentía. Sobre todo, le causaba una gran ironía decirle que era una buena persona.

Era evidente ahora, para ella cualquier persona que le salvara de alguna situación, ya la consideraba buena.

Cosa que podía haber pasado con Naraku… ahora encajaban tan bien cada pieza… el motivo de la ira de él.

Todo se reducía a ella, que sin saberlo, se había metido en medio de una batalla de fenómenos.

El mundo era pequeño, incluso su hermano tenía una condición similar a la de él. Qué hipócrita de había vuelto InuYasha, alejándola de él, cuando sufría mayor peligro a su lado.

El egoísmo comenzaba a abundar en los corazones, y sin saberlo, también su orgulloso corazón sería víctima del sentimiento que tanto recriminaba a su hermano.

Qué caro costaría… tener el anhelado poder que ansiaba. Ella se acercó, y no pudo evitar ocultar la sorpresa al sentir que le tocó del hombro… al igual que su padre.

Qué necesidad de demostrar cariño… no lo comprendía aún. Y cuando la necesidad apremia… hasta el más orgulloso corazón cederá.

Continuará…

 

Al fin ToT, espero les agrade °---° la próxima sí que me tendré que esmerar, viene un momento clave xD

Gracias por su paciencia.

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Capítulo 14: Alimento.

—¿Qué haces? —inquirió mirando de soslayo al atrevimiento de la joven.

—Nada en sí, un pequeño gesto solamente, y aunque te moleste, no es mi intención—masculló con todo el valor que le era posible. Ciertamente, en medida de un cincuenta por ciento, Sesshômaru resultaba intimidante.

Y no era como InuYasha, que ya le conocía.

Él sólo la miró sin dar más importancia. Había cosas qué pensar con mayor detenimiento, y que resultaban de una importancia relevante, no como estar pendiente de algo que no debía tener mayor problema. Estaba solucionado, sí, mantenerla encerrada y Naraku no era capaz —ni podía—meterse en los hogares en que hubiese humanos.

Y mucho menos, entraría en la boca del lobo.

—¿Qué edad tienes? —inquirió Kagome rompiendo el silencio.

Sesshômaru no le prestó atención. Kagome se sentía incómoda, y decidió levantarse e ir a donde Rin que preparaba aún las cosas para comer.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó a la pequeña que con apuro se estiraba para tomar un cucharón.

—Claro señorita—respondió con alegría y tendiéndole unos platos—sirva porciones de cada cosa—señaló unos refractarios con arroz, pescados y… cosas que incluso no distinguía bien. Parecían verduras, o un intento de ello.

Acomodando la comida en los platos, Kagome vislumbró un cesto con manzanas rojas que le habían resultado realmente apetitosas.

—¿Puedo tomar una? —le preguntó a Rin quien asintió al instante y buscaba algo en el cajón.

Kagome se llevó la manzana a la boca y la mordió. Rin la miró exceptiva, mientras mostraba un cuchillo que le iba a dar. Sesshômaru agudizó el oído y se escuchó un sonido de molestia proveniente de su parte.

—Señorita, aquí la manzana se come en pedazos muy chiquitos para que no es escuche el ruido. Al señor Sesshômaru le molesta—explicó mientras le tendía un plato con el cuchillo.

¡Dios! A ese hombre le molestaba hasta el sonido de morder una manzana… de verdad que debía tener algo dentro de sí que le hacía tener una actitud agresiva ante las cosas que no implicaran el silencio.

—Está bien—respondió con un poco de severidad en el tono. Comenzó a partir la fruta en pedazos, cuando Rin haciéndole señas con su dedo le indicaba que fueran pedazos aún más pequeños.

¡Él quería hacer puré! Casi iba a hacer una papilla con ella.

Ah menos claro, que le molestase el sonido de la licuadora también.

Lanzando un gran suspiro, siguió ayudando a la pequeña mientras que pensaba en lo largo que parecería su estancia ahí. Pensaba que debía haber algo bueno en él, pero quizás su carácter sería de lo más difícil de entender… y sobre todo, aguantar. Lo tenía que reconocer, y a veces ella no gozaba de la mejor de las personalidades, y podría molestarse.

En otro lugar no muy cercano a ellos, con pasos sigilosos Inu no Taisho se acercaba al lugar en donde residía aquél ser aún con la ira hirviendo en su cuerpo a más no poder; habiendo llegado, volteó la cabeza para mirar a Naraku con un gesto de completo enojo, frunciendo la boca hacia abajo y sin mostrar la típica muestra de cinismo que solía cuando estrechaban las miradas.

—Yo también estaría enojado en tu situación—mencionó con algo de rudeza y recargándose un poco en la pared del estrecho callejón.

—No sabes cuál es—respondió tratando de reponer la compostura y mostrar una sonrisa de suficiencia a quien detestaba tanto.

—¿No tiene nada que ver con una mujer? —inquirió dando a entender por dónde iba el tema.

—Estás loco, no tengo la menor idea de qué me hablas—espetó al instante en que se ponía de pie y se acercaba a su enemigo.

—Claro.

—¿A qué vienes? —preguntó con molestia—no estoy de humor para aguantar tu presencia.

—Sólo a checar que todo esté bien, ultimadamente no te he visto nada sospechoso.

—No siempre tengo que estar matando personas—sonrió con bastante burla haciendo que el rostro de Inu no Taisho se volviera más serio.

No es bueno cuando una persona así parece no hacer nada, porque uno sabe que en realidad sucede, más no se es capaz de darse cuenta por completo y tener argumentos con qué culpar.

Inu no Taisho no podía creer nada de lo que él decía, pues Naraku no podía subsistir sin el preciado aire de vida que arrebataba de las personas.

Era algo un tanto complicado, pero él como demonio en la tierra que era, se alimentaba de los buenos sentimientos de las personas. Claro, para ello tenía que quitarles la vida, puesto que de otro modo no podía quedarse con ellos, y llenarse de energía.

Después de todo, de algún modo tenía que conseguir lo que él no podía generar ni aunque quisiera. Y sí, resultaba mucho mejor, —además de tener que evitarse cuidarse las espaldas del fastidioso perro que le cazaba— cuando la persona a quien aniquilara sintiera todos los buenos sentimientos por él.

Kagome estaba que volaba, un poco más y tendría demasiado con sólo su vida, no como aquellas mujeres de la vida galante, —u hombres, cuando se veía en la necesidad de algún alimento— que no tenían más que interés, y solo un poco de valor para él.

Por eso rabiaba, y aunque tuviera que mostrar una cara realmente complaciente, se estaba desgarrando por dentro de la furia.

Inu no Taisho no concebía el hecho de tener que lidiar con el peor de ellos, pues a pesar de haber otros como Naraku, tenían quien los controlara.

Pero Naraku era mucho más astuto que muchos de ellos.

Al ir cayendo la noche, el noble señor se fue de aquél lugar en que ya no tenía derecho a meter sus narices.

En la casa de Sesshômaru, el tiempo igual se había puesto, y Kagome ayudaba a Rin a acostarse, mientras que él, la miraba con impaciencia, y como queriéndole decir algo.

Quizás sería peor una vez que Rin ya no estuviera despierta.

Kagome miró con un poco de timidez y le hizo frente una vez recostada la niña.

¿Sería que algún día llegaría a comprender su actitud?

Continuará…