Los cimientos de una vida [Sesshômaru&Kagome]

chipo: Pues sí, algo, digamos que Sesshômaru no es fácil de ignorar xD Lol, pues ya verás, nada bueno, eso sí lo puedo decir xD Muchas gracias por tu apoyo, y sí yo te digo bella x3.

Aquí está el otro capítulo, espero les agrade.



Capítulo 8: Compasión.

Sin vacilar en ningún paso, siguió caminando. No se cansaba fácilmente, así que esa sería una buena caminata para él. Se aventuró a tomar una dirección distinta, e indagar en todo el entorno que rodeaba aquello.

Y eso no fue hace mucho tiempo, quizás unos meses pues no se sabía exactamente cuántos. Unos pensarían que fue cosa del destino, pero Sesshômaru era demasiado orgulloso cómo para pensar en esas cosas.

Observando aquél pequeño bulto, se acercó con cautela ya que se movía. Era una niña, que permanecía dormida, pero en muy mal estado. Se notaba que estaba enferma, además que sus rasgadas ropas dejaban ver la suciedad que tenía en su cuerpecito.

Pensó en dejarla ahí mismo, pero la presencia de una de las criaturas de Naraku comenzaba a hacerse más presente, y dejaba en peligro a la pequeña que yacía ahí tirara. No debía, ni tenía que importarle, pero algo le impulsó a llevársela consigo…

… La verdad es que la carita de la niña había sido demasiado tierna, dulce, e inocente. Por primera vez Sesshômaru había sido capaz de ver algo bueno en una persona.

Yéndose con la niña en brazos, llegó a su casa para depositarla en el sillón y poder observar mejor su aspecto, con más tranquilidad que la presión que se estaba dando a causa de la energía maligna que se avecinaba en aquél lugar.

Al observar mejor a la niña, se dio cuenta que no sabía exactamente qué hacer para mejorar su situación. Ella aún permanecía inconsciente, pero reflejaba una inmensa paz en su rostro, así que con leves empujones, hizo que despertara.

— ¿Quién es usted? —fue lo primero que pronunció con una tierna voz que emanó de su boca. Miró a Sesshômaru a los ojos, y estos tenían toda la seriedad del mundo, y algo más…

—Sesshômaru—respondió sin dar alguna clase de rodeo— ¿Qué necesitas? —inquirió con un poco de duda él. Creía que era mejor ser directo, y preguntar a ella cómo podría ayudarla, debido a su carencia en temas generales de salud.

La niña sonrió ampliamente, y dejó mostrar una pequeña risa. Ahora parecía que no estaba para nada mal.

—Soy Rin—respondió sin necesidad de una pregunta acerca de su nombre. Se flexionó para poder quedar sentada—muchas gracias en verdad… ¿Cómo que qué necesito? —inquirió con una cara de sorpresa. No entendía a lo que Sesshômaru se refería.

Él tampoco estaba muy bien en cuanto a comprensión… la niña estaba algo confundida quizás. No entendía el porqué de su apariencia ahora tan feliz, cuando su cuerpo se veía algo deteriorado.

— ¿Te duele algo? —preguntó con un leve toque de frialdad. Miró las pequeñas heridas de ella, y Rin pudo comprender.

— ¡Ah! Hace ya dos días que fue cuando me caí, corría porque unas personas me estaban siguiendo y me dio miedo. Ahora ya no me duele tanto—dijo con
toda sinceridad.

Sesshômaru al ver tal felicidad en ella, pensó que había sido una pérdida de tiempo, ya que no estaba del todo mal, entonces pensó en un punto importante.

— ¿Y tu familia? —inquirió pensativo. Seguramente no tenía, o había escapado de casa… no, esa niña no se veía capaz de escaparse cómo cualquier otra
chiquilla rebelde.

—No están… están con Dios. No tenía más familia que mis hermanos y padres, pero todos se murieron en una epidemia… yo estaba con una tía cuando eso ocurrió. Pero a ella no le gustan los niños…—aquellas palabras sonaron demasiado tristes. Ella había bajado la cabeza, y una lágrima cayó directo a uno de sus brazos.

Sesshômaru nunca había visto a un niño llorar… a decir verdad, sólo a una persona, pero estaba ya adulta. Sin saber cómo reaccionar ante su acción, se limitó a acercarse un poco, y ofrecerle un pañuelo desechable que tenía sobre una mesa.

—Puedes asearte si lo deseas, y ponerte algo mío aunque te quede grande. No abras a nadie, ahora regreso.

La pequeña estaba que no podía con su felicidad… tenía demasiada inocencia, y a pesar que ella había huido de aquellos hombres porque pensaban le querían hacer algo malo, ese sentimiento no estaba presente al mirarle a él… a pesar de la frialdad de su mirada, y la inexpresividad de su rostro, lo veía como una persona muy bondadosa.


Caminando por la calle, Sesshômaru trataba de no pensar en lo que estaba haciendo, ya que eso le producía un malestar en su propio orgullo.

Paró en la primera tienda de ropa de niños que vio. Escogió tres vestidos que le parecieron adecuados para ella, junto con un par de zapatos, y calcetas.

— ¿Es todo? —preguntó una señora de edad avanzada que atendía el lugar—es para su niña seguro… tome—en la bolsa en la que había colocado la ropa, metió unas paletas y una pequeña pulsera de color violeta.

— ¿Cuánto es? —inquirió Sesshômaru sin prestar mayor atención.

Ella le cobró, y él se retiró de inmediato de aquél lugar.

Al llegar a su casa, pudo notar cómo los vidrios estaban ya empañados a causa del vapor. Rin permanecía cubierta con una sábana.

Él la miró sin inmutarse, y le extendió la bolsa sin decir nada.

Pasados unos cuantos minutos, Rin salió ya vestida de la habitación… ahora tenía un notable mejor aspecto. Su sonrisa lució aún más.

Sesshômaru iba a pronunciar algo, pero antes de poder hacerlo, la niña corrió hacia él, y sujetó su ropa de manera aferrada.

— ¡Déjeme quedar aquí! Le prometo que le ayudaré en lo que pueda—las suplicas de la niña fueron acompañadas por unas lágrimas. Sesshômaru mostró un poco de sorpresa. Él no tenía tiempo para cuidar de un niño—por favor, de verdad que no le causaré ninguna molestia, y sé hacer muchas cosas.

Viendo su rostro, y recordando aquella sonrisa de unos minutos antes, él la miró de una forma un poco distinta. Ahora estaba bien, y después de haberla
llevada hasta su casa, no podía lanzarla a la calle, para que volviera a cómo estaba.

—Como prefieras—mencionó sin mayor emoción en las palabras.

Ella sonrió una vez más, y se sentó a su lado en silencio.


Continuará…

 

Capítulo 9: Ácido

La vitrina albergaba muchos sabores, y qué difícil era escoger sólo uno. Uno con cubierta rosa y chocolatitos encima terminó por enamorar a Kagome y lo pidió amablemente a la señorita. Inuyasha con una mirada un tanto seria, seguía observando bastante indeciso… había tres diferentes de chocolate, y lucían bastante bien.

—Ese—señaló golpeando el vidrio que dejaba mostrar las delicias. La empleada cogió una rebanada y le colocó un tenedor. El pastel tenía frutas sobre él, y un relleno lechoso escurría por el plato. Kagome veía perdida el plato de InuYasha, procurando este no se diera cuenta de su pequeño antojo por una mordida de su pastel.

Inuyasha pagó ambos pasteles, a lo cual Kagome agradeció. El lugar no contaba con mesas, pues era un establecimiento pequeño, así que Kagome salió primero a observar para dónde podrían irse… una de las bancas que estaban más adentro en el parque podría ser una buena opción…

… Y su mirada captó otra cosa, en lugar de lo que planeaba divisar.

Ahí estaba, el hermano de Inuyasha caminaba a unos metros de ella… y pudo observarlo mejor. No estaba esa mirada tan penetrante que la intimidara.

Su ropa era bastante extraña, quizás demasiado holgada para lo que la mayoría de las personas solían usar, y le lucía bien; suponía era cosa de comodidad.
Colores rojos en pequeñas porciones adornaban algunos pedazos del conjunto blanco.

Se paró, por un momento pensó en que voltearía y la vería, sin embargo no fue así. Se metió en la parte donde comenzaba a verse el pasto, y se sentó recargándose en uno de los árboles que estaban ahí. Su actitud estaba dejando muy pensativa a Kagome…

… no tenía idea, de para qué hacía eso, o con qué motivo. ¿Sería así todos los días? Pues recordaba Inuyasha estaba ahí casi diario, a causa de que su hermano también lo estaba… así fuera por los alrededores, pero su presencia era lo fundamental y el causante de su estadía en las calles.

Kagome volteó a ver adentro de la cafetería. Observó que Inuyasha estaba mirando otra vez la vitrina. Rió al pensar en que compraría otro más… y una idea surcó su cabeza repentinamente.

Se adentró a donde Inuyasha que ya estaba con otro plato en mano, él la miró y se quedó estático ya que iba de salida. Ella no quería darle explicaciones… no quería causarle enfado, no quería arruinar su bello día.

—Quiero comprar algo para después—sonrió ella mientras le extendía su plato a él— ¿Por qué no buscas donde sentarnos?, a la izquierda por el parque hay unas bancas, ya te alcanzo.

—Bueno…—respondió Inuyasha acomodando los platos para no tirarlos. La chica que atendía le ofreció amablemente algo para ponerlos mejor antes de que él se fuera.

No quería engañar, pero… no lo hacía, sólo le ocultaba parte de la verdad. Sonrió irónica ante su propio pensamiento, y decidió seguir con su plan.

Un pastel no sería una buena opción, no a todos les gustaba… miró que sobre la vitrina estaban unos chocolates y sonrió ante la idea. Tomó un par de ellos, de tamaño mediano, y le pagó a la joven.

Guardó uno en su bolsa, y el otro lo dejó en su mano. Al salir de la tienda, miró a los lados a ver si no estaba Inuyasha a la vista… no quería en verdad, verle enojado a causa de algo que no quería pasara a más.

Cruzó la calle, no había muchos automóviles transitando. Al avanzar se dio cuenta que su corazón palpitaba más rápido. Sonrió así misma, ya que después de todo, una muestra de amabilidad era buena para quien fuera.

Acercándose con un paso cada vez más dubitativo, llegó a unos cuantos pasos más de llegar a Sesshômaru. Él se dio cuenta de su presencia pero no la miró, hasta que la sombra de la joven le privó de la luz que le estaba dando.

—Hola—musitó Kagome un poco nerviosa. Sesshômaru alzó la mirada. Parecía que un balde le había sido derramado en su espalda; la frialdad de su mirada quedó muy adentro de su ser. Tragó saliva—lamento si te molesté, no tengo malas intenciones con Inuyasha por si piensas eso… toma—no quiso darle más vueltas al asunto. Extendió el chocolate hacia Sesshômaru y no hubo respuesta de él.

—No lo quiero—respondió frío y sin ninguna intención de corresponder ante el intento de ella.

Su mirada bajó, Kagome se sintió realmente triste y un poco tonta. No debió acercarse sin más… incluso había sido demasiado infantil su acción. En qué
pensaba… no era un niño.

—No me gustan—aquél comentario por su parte dejó que el ánimo de la chica subiera un poco. No era porque fuera de su total desagrado.

Y la verdad era que aquél comentario había sido espontáneo al ver su expresión. Sesshômaru no se dio cuenta de que trataba de aminorar el mal semblante de la joven, y jamás lo admitiría.

—Si me dejas ofrecerte o…

—No—la cortó antes de que pudiera terminar de formular su oración. Su mirada se dirigió a otro lado—ya lo hiciste esperar.

Kagome no supo qué hacer o decir… era una situación incómoda con él.

Retirándose con suaves pasos, observó a un Inuyasha con expresión aburrida, y ya sólo dos pasteles sobre la mesa.

Al menos lo había intentado… y no había sido malo. Trató de sonreír, pero la naturalidad no era la misma que en momentos anteriores. La duda se había sembrado en ella, junto con una dosis de curiosidad.

Sesshômaru la observó al irse. Al menos pudo percatarse que Inuyasha esta vez no había sido tan tonto. Le había dicho la verdad sobre aquella pregunta que le había formulado la noche anterior.

Si ella supiera lo que él es, no hubiera tenido el valor para acercarse.

Y es que alguien con una tarea tan pesada sobre su vida, causa cierta aversión hacia las personas… pues, no era normal.

Y las cosas que son distintas, siempre infundían miedo.


Continuará…

Contenido oculto

Con todo cariño para mi Polluxita que ama esta pareja como yo, y que quiero muchísimo. Este es el primer momento, de muchos más

 

Capítulo 10: Sentimiento erróneo

Noche interesante más el ambiente cargado de una tensión demasiado pesada que no pasó desapercibida por los ojos de su padre que decidió ignorarlos… se había dado cuente que era algo entre ellos, y él no se metía en sus asuntos a menos de que fuera muy grave.

Dispuesto a desaparecer de la vista de su hermano mayor, Inuyasha fingió que la situación fuese normal y se retiró con pasos despreocupados a su habitación, más la voz de Sesshômaru le llamó con rudeza.

—Más te vale que no le hables de nada—pronunció sabiendo ambos que se refería a la chica que había conocido— ¿Qué planeas con ella? —inquirió entrecerrando los ojos y lanzando una mirada fría.

—Eso no te interesa—contestó sacando lo máximo de su mal humor e insolencia—deja de tratarme cómo a un niño, sé de sobra lo que debo o no decir… no quiero que intervengas en nada con ella—este último comentario lo lanzó con más desprecio y una mirada completamente furiosa. Sesshômaru no respondió nada más y le dejó marcharse para ignorarlo completamente.

Con una última mirada lanzada para su padre que observaba sin mayor objeción, se retiró de ese lugar para marcharse a su casa. Una niña aguardaba por él.

Inspeccionando las facciones de Inuyasha a pesar de las distancias, es cómo si el individuo que debía llamar “hermano” fuera un ser distinto. Nunca le había visto en ese estado tan relajado y dejando su iracundo carácter. Trataba de buscar quizás la hipocresía… pero todo parecía tan natural.

Mirando en otra dirección, una mujer de aspecto elegante y con el maquillaje adornando su rostro miraba con cierta curiosidad a Sesshômaru, cosa que no pasó desapercibida ante los ojos de él. Ambas miradas se encontraron y ninguno la bajó después de esos momentos.

Permanecía parada, y con intención de cruzar palabra con él se acercó.

—No me gusta hacerla de recadera—habló sin ninguna presentación y con un aire de insolencia y molestia por el recado a dar, más en el fondo le complacía la oportunidad de poder verle—Naraku quiere ver a su señor padre, así que dígale…

—No tengo porque escucharte—pronunció con rudeza sin inmutar ninguna parte de su cuerpo.

La rabia de Kagura se hizo presente, el orgullo de la dama era grande y detestaba que le hicieran groserías cómo esa… de todo mundo, incluso Naraku pero con él no le quedaba otra más que tragarse su furia.

Sabía que no podía hacerle nada, Sesshômaru podría acabar con ella y tampoco deseaba hacerle un daño mayor, más el sentimiento iracundo en su interior crecía y se marchó a toda prisa.

Sin hacer mayor gesto, Sesshômaru se dedicó a mirar en distintas direcciones y hacer lo de siempre: vigilar y notar cualquier disturbio. Gran herida para su orgullo, más sabía y tenía siempre en mente la ventaja que sacaba de ello.

En una parte no muy lejana, ambas personas habían terminado con sus pequeños postres, platicando entre ellas más no cómo en la primera vez, Inuyasha no había vuelto a sentir la misma confianza. Se había turbado por la expresión de Kagome… él se había dado cuenta cuando fue con su hermano.

—Inuyasha… quisiera saber si podría—comenzó a hablar con un poco de duda en su mente, la vergüenza natural se había tratado de apoderar de ella—quizás verte seguido, sé que es poco el tiempo pero me simpatizas mucho.

Las palabras de la joven le causaron una alegría momentánea, más el saber que con cada visita de ella siempre tendría que lidiar con la presencia de Sesshômaru le producía pesar. Él estaba alejado… más permanecía ahí, era tener siempre unos ojos que a pesar de no prestarle atención, con cualquier cosa tendría el mínimo nivel de percepción y haría algo.

No quería ver a Kagome horrorizada por la verdadera naturaleza de él.

—Si—habló sin mucha emoción, los pensamientos le agobiaban el futuro que se pronosticaba más no estaba dispuesto a darle una negativa—sólo que, no te acerques mucho a mi hermano. Podrás notar no es muy social, y es lo mejor.

Kagome estaba algo pensativa en la insistencia del mismo con ese tema. La experiencia pasada hace unos minutos le dio puntos a favor a lo que había dicho Inuyasha. Ella no quería molestar a nadie.

—Claro—sonrió un poco fingido y se acomodó un mechón de cabello tras la oreja.

La tarde se fue entre unas pocas charlas y paseos. El ambiente no volvió a ser igual más no estaba ya la tensión por ninguna parte. Amablemente Kagome se despidió de Inuyasha y no trató de buscar con la mirada a su hermano.

El sol ya estaba completamente escondido, más seguía claro por los rumbos del camino para su casa.

Entrando en ella comenzó con la rutina diaria antes de dormir, si bien era extraño que un adolescente durmiese temprano, ella no tenía mucho qué hacer; le gustaba madrugar así que dormía muy bien.

El sueño entró en su cuerpo. Pasaron tres horas desde que se había rendido en su cama y un ruidito la despertó; el golpetear de varias rocas en su ventana la sobresaltó.

Parándose de su cama, miró para la calle y reconoció gustosa los cabellos de la persona que había conocido la noche anterior. No lo pensó dos veces para bajar a abrirle no sin antes tomar algo que había dejado sobre su buró.

Él vestía igual que ayer, y con una sonrisa torcida saludó a la chica que en pijama había bajado hasta él.

—Hola—musitó ella mientras le extendía la mano. Naraku la apretó fuertemente y sonrió aún más.

—Espero no haberte despertado—mintió despreocupadamente.

—No hay problema—respondió ella con amabilidad. Extendiendo su mano le tendió un objeto—toma.

—Que amable—Naraku vio con incredulidad el chocolate y se imaginó que sería aún más fácil y excitante esta presa. Era una niña atrapada en el cuerpo de alguien mayor… una niña muy crédula.

—No es nada, sólo un agradecimiento por haberme acompañado la noche anterior—habló ella sonriendo con naturalidad— ¿por qué no pasas? Te puedo ofrecer…

—Usted no debería invitar gente que apenas conoce a su casa—comentó con su siempre sonrisa. Él sabía que no podía entrar en casas de las personas.
Kagome miró con sorpresa sus palabras… aquella persona se preocupaba mucho por ella, pensó con inocencia.

—Lo sé, pero…

—Téngalo en cuenta, además estando aquí me encuentro perfecto con su compañía. Cuénteme más sobre su vida.

Ella pensó que no sería mal establecer una relación con él, parecía sincero aunque un poco lúgubre.

Recordó las palabras de Inuyasha, pero no sintió un peligro provenir de él.

Cuando la chica comenzó a hablar, él no pudo dejar de sonreír ante lo fácil que le resultaría todo.

Demonio que se disfraza de ángel, hipócrita que busca sólo el placer del sufrimiento.

 

Capítulo 11: Enlace.


El día llegó muy rápido, a pesar del desvelo de la chica por haberse quedado a altas horas de la noche platicando con el misterioso Naraku —aunque eso ya no era sorpresa, ya habían sido muchas noches en desvelo con aquél hombre—, sabía que tenía algo qué hacer. Era miércoles y no tenía que ir al colegio, pues tenía unas cortas vacaciones… y tenía en qué desquitarlas sorpresivamente.

Bañándose y cambiándose rápidamente, salió de su casa probando a penas un pedazo de pan que estaba solo en una bolsa. Corrió a la tienda más cercana para comprar algo que le fuera realmente indispensable… había pasado por alto que debía hacer las compras para esa semana.

Un poco de pan, galletas, tres litros de leche, algo de carne y pescado junto con dos kilos de arroz y dos botellas de agua fueron compradas. Tenía aún algo de fruta en casa, y eso era lo que ella había notado faltaba… y también lo que le alcanzaba en esos momentos; no había sacado más dinero de su cuenta y contaba con una cantidad limitada de efectivo.

—Me quedé demasiado tiempo dormida—comentó para si misma al ver el reloj que colgaba de la pared de la tienda. Ya le estaban empaquetando todo y era sólo cuestión de dejar todo en casa y salir. No hubiera imaginado que tendría que hacer cosas con prisa… la estaban bombardeando por todos lados.

¿Cómo había podido estar tanto tiempo con Naraku? No entendía como se había podido explayar tanto y él seguía atento, escuchándola e incluso preguntándole cosas… completamente interesado.

Una linda persona, y se había enterado de muchas cosas interesantes de él.

Recordando lo de anoche mientras caminaba a su casa, parecía que volvía a tener el rostro de Naraku y esos ojos rojos mirándole… tratando de escudriñar todo de ella.

—No tengo tiempo en el día, trabajo la mayor parte y en la noche es cuando puedo andar con libertad—dijo Naraku ante la cuestión de la chica acerca de por qué la visitaba tan tarde. Sorprendentemente se sinceraba con ella, con su siempre intensión de provocar la confianza de la chica, y maquillar un poco la verdad.

—Entiendo—dijo Kagome mientras mordía un pedazo de galleta que se había sacado de su casa. Había estado ya platicando un par de horas con el ser y le había dado hambre.

—Será mejor que te metas en tu casa ¿sabes? Si te interesa habrá una pequeña reunión, pero es algo tarde, quizás demasiado pero yo te acompañaría todo el tiempo—pretexto indicado, momento adecuado sentía él… sabía que ya le tenía mucha confianza—la otra semana vendré por ti cómo a eso de las tres, me verás por tu ventana y entonces iremos juntos y te acompañaré de regreso. Es viernes y contando no tienes clases espero no haya problema alguno.

¿Tan tarde? Si bien hablaba incluso hasta las cuatro de la madrugada con él… salir fuera de lo que implicaba su casa le provocaba un temor.

—¿Tengo que ir muy formal? —inquirió dando a entender la aceptación ante la propuesta. Naraku sonrió de lado y podía sentir la vida de Kagome en su bolsillo.

—No, cómo te sientas cómoda, ten en cuenta hará frío.

—Muy bien—dijo la chica acabando el alimento que tenía en las manos—pero… ¡conste que no me dejarás sola! —a esas alturas, Kagome ya hablaba muy confiada con Naraku y sentía libertad de expresarse mejor.

—Por supuesto que no.

Tic, tac, tic, tac… el tiempo corre, y otro ser también espera por ella. Poco más de una semana ¿acaso ella no había escuchado al joven de cabellos plateados?

Paranoico, era esa la palabra que había designado ante la preocupación de InuYasha.

Frustración, era la otra que había dado para sí mismo el joven de mirada ambarina… sentía que la vida de ella se le resbalaba entre los dedos; confianza tenía en su buen juicio, ya que ella no le volvió a mencionar a Naraku desde aquella vez.

Llegó y dejó todo en orden, la joven dispuesta a salir una vez más se retocó el cabello y sonrió ampliamente. Sería especial, estaría gran parte del día con Inuyasha en una salida a diversos lugares.

Mientras tanto en un lugar, esperando con la poca paciencia que le quedaba el día de hoy a la persona de mirada un tanto irritada; Inuyasha veía el reloj con cierta ansiedad, si bien faltaban aún unos minutos no toleraba el malestar que le provocaba estar solo y con todos esos pensamientos que le había incrustado su papá antes de salir. La idea de que el día soñaba fuera de los mejores en su vida se había visto manchada ante las ideas del anciano, así como le solía decir.

—Siento llegar tarde—se disculpó Kagome al observar la cara de él… pensaba había llegado justo, pero quizás estaba equivocada.

—No, es sólo que no fue una buena mañana—respondió el aludido ante su expresión. Tratando de mejorarla, tomó de la mano de Kagome y sintió que estaba un poco fría—¿lista para todo un recorrido? —habló parándose de la banca en que estaba.

—Sí—respondió firme y se encaminaron a lo que pretendía ser un buen día.

Y así pasó, un día con diversión, muchas cosas que habían hecho y un rato verdaderamente agradable. La noche llegó con rapidez y ella aún seguía en su compañía.
Se habían hecho muy buenos amigos tras pasara ya varias semanas… él la quería cada día más.

Diferentes sentidos del amor, Inuyasha había tomado un lado que le resultaría demasiado doloroso para quien nunca le dio esperanzas de más…

… al menos así lo pensaba ella. Sólo se comportaba con naturalidad.

—¿Te quedas un momento más? —pidió Inuyasha mientras hablaba con Kagome desde el otro lado de la mesa. Ella estaba partiendo el platillo y ahora se encontraba sorbiendo un poco de la malteada.

—Sí—contestó animada. Era realmente hermoso ver las estrellas desde aquél lugar situado en lo alto.

Dieron las nueve, InuYasha quería estar más tiempo con ella pero sabía que era tiempo de regresar así no correría algún peligro… Naraku no actuaba nunca en ese tiempo, menos cuando Sesshômaru se encontraba en turno. En cierta parte, resultaba un alivio.

Kagome caminó por las calles alumbradas, estaba algo retirada aún de su casa pero deseaba pasar a la tienda por algo que había olvidado antes de que cerrasen.

Un par de pasos más, y no supo que la había jalado.

¿Qué pasó?

Lo único que pensó antes de encontrarse tirada en el frío suelo que mostraba el callejón, algo distorsionado estaba succionando de su pie y no podía mover un solo dedo para apartarle de su pierna.

Dolía mucho, y comenzó a gritar aunque las fuerzas se le iban… estaban en cada sangre que salía de él.

Ya no sintió más al ser en su cuerpo, algo había pasado y a pesar que el dolor seguía latente un alivio surgió en su interior. Miró, pero su visión no era ya buena y sólo vio una figura alta.

El joven miró escéptico al notar que se trataba de aquella joven que permanecía encandilado Inuyasha. Sabía que si no hacía algo, en vano habría sido haber matado a la asquerosa criatura de Naraku.

Encajando las garras en su pierna, sacó una cosa blanca que había estado aún en la herida. Tomó el cuerpo delgado de la chica y se dirigió a su hogar.

Los minutos pasaron, pero ella estaba bien… y no sabía qué le había hecho actuar así. Quizás porque tenía un aire parecido a Rin, y lucía inocente.

Seguro que lo era, o al menos demasiado buena en una actuación. Sesshômaru caminó más y llegó a dónde deseaba llegar.

Una niña le recibió animada.

Continuará…