Saint Seiya [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Kazeshini, 6 Enero 2013.

  1.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Acción/Épica
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo

    CAPÍTULO 19: LOS PODEROSOS VÍNCULOS FRATERNALES DE LOS SANTOS DE ATENEA

    ==Maravilla Suprema. Cementerio de los Héroes==

    Aibhill de Banshee, aquella joven pelirroja de aspecto deprimente y triste mirada negra, no podía contener su llanto ni ocultar su inmensa tristeza. Shun de Virgo y Anna de Andrómeda se sintieron abrumados ante tal demostración de dolor emocional.

    —Caballeros de Atenea —los llamó la muchacha, tras exclamar un sonoro lamento—. Como una de los dos Guardianes que custodiamos el territorio de la diosa Morrigan, mi deber es resguardar el descanso de las almas de los héroes que yacen enterrados en este cementerio.

    —No pretendemos perturbar el descanso de nadie —intervino la Amazona de Bronce en actitud desafiante—. ¡Lo que buscamos aquí es detener a tu diosa, así que será mejor que nos dejes pasar!!

    La reacción de la Guardiana ante las palabras de Anna fue tirarse de rodillas en el piso y echarse a llorar desconsoladamente.

    —Es tan triste… —expresó la pelirroja entre sollozos—. Pensar que dos valientes guerreros deban morir, me rompe el corazón. Imaginar sus cuerpos enterrados bajo estas lápidas, es una imagen que apenas puedo soportar.

    Aunque maestro y alumna se sintieron silenciosamente conmovidos ante el sufrimiento de Aibhill, ninguno se amedrentó tras la fatal premonición. El Caballero Dorado dio un par de pasos al frente y tras darle la espalda a su alumna, se sentó en la posición de la flor de loto.

    —Según la mitología celta, la Banshee es un espíritu femenino que anuncia la muerte con sus lamentos —comenzó a explicar Virgo a su pupila—. Las familias de la antigua Irlanda la consideraban como una mensajera del más allá que lloraba la futura muerte de alguno de sus miembros. Según cuentan las tradiciones celtas, la “Lamentadora” era escuchada con más frecuencia que vista, llorando en la noche tardía o al comienzo de la mañana, a veces encaramada a una ventana varias horas o algunos días antes de la muerte. Cuando se movía en la oscuridad, su sonido se describía como el que hacen los pájaros volando en la noche.

    —Sin duda es una entidad temible, a la cual no debemos subestimar.

    —Exactamente, Anna. Además, existen leyendas que cuentan las maldiciones que cayeron sobre los hombres que se atrevieron a desafiarlas… Por eso no puedo permitir que tú, como mi protegida, te enfrentes a ella.

    A Andrómeda le molestó la actitud de su mentor, hasta el punto en el que su rostro se enrojeció de ira. Aunque sabía que la intención del Dorado era cuidarla, no pudo evitar sentir descontento. Su personalidad impulsiva le obligaba a refunfuñar frenéticamente la decisión de Shun. Sin embargo, Anna supo controlarse. Poco a poco, el campo de batalla le ayudaba a madurar como mujer y como guerrera.

    —Soy yo la que no permitirá que usted libre esta batalla por mí —declaró la joven de Bronce, colocándose frente a Shun en actitud protectora—. Usted siempre me ha enseñado que un enfrentamiento debe ser evitado mientras sea posible, por eso no puedo permitir que mi mentor malgaste su energía luchando contra esta Guardiana. ¡Maestro, usted debe encontrar a Morrigan y derrotarla!

    —Pero Anna, yo…

    —Hace unos instantes le aseguré que ya no actuaría impulsivamente y pienso cumplir esa promesa —le interrumpió con tranquilidad la aludida—. Si me quedo para pelear sola contra ella, es porque sé que puedo vencer, al dar mi mejor esfuerzo y aplicar todo lo que usted me enseñó.

    La joven castaña giró su rostro y le regaló una radiante sonrisa a su antecesor.

    —Confíe en mí, maestro Shun.

    La seguridad y decisión de la alumna conmovieron el corazón del maestro, quien dejó su posición de flor de loto para reincorporarse y colocarse junto a ella.

    —Si fuiste capaz de llegar hasta aquí con vida, entonces no dudo de tu capacidad como Guerrera de Atenea, mi querida Anna —enalteció el Santo de Oro con su característica actitud amable—. Demuestra el valor de la nueva generación de Caballeros de Bronce.

    Para la Guardiana de Banshee era imposible contener sus incesantes lágrimas de dolor y sus desgarradores lamentos. En medio de su inmensa tristeza, levantó la cara para clavar su profunda mirada negra en los invasores de su cementerio.

    —No importa cuál de los dos me enfrente. Aunque me duele su futuro destino, está escrito en esas lápidas que ambos deben morir en este lugar.

    —¡Eso está por verse, Aibhill! —exclamó la discípula de Shun, dejando escapar la cadena circular de Andrómeda a vertiginosa velocidad—. ¡‘Gran Captura’!!

    La técnica de bronce aprisionó sin problemas a la Guardiana.

    —¡Rápido, maestro! —le urgió la muchacha, tensando la cadena con ímpetu—. ¡Debe llegar hasta la diosa celta y acabar con ella!

    Shun no desaprovechó la oportunidad que le otorgó su alumna. Tras darle una palmada en la hombrera y regalarle una sonrisa que transmitía seguridad, le dijo:

    —Te espero más adelante, Anna. Saldremos juntos de esto, ya lo verás.

    A pesar de quedarse sola con su rival, y a pesar de que la tristeza que emanaba Aibhill oprimía su corazón, Anna se sintió aliviada cuando su maestro se alejó de la escena.

    —Tu nombre ya está grabado en una de las tumbas de piedra, Anna de Andrómeda —sentenció la enemiga, devolviendo a su contendiente a la realidad.

    A medida de que el cosmos negro de la Guardiana se elevaba, también aumentaba su desconsuelo y sufrimiento. La joven que se atrevió a desafiarla se veía cada vez más y más agobiada por aquella aura nociva.

    La presión de la cadena circular se vio mermada por el cosmos de su víctima. Tras aflojar la captura, la dejó libre en el acto.

    El vestido harapiento que cubría a Aibhill había sido desgarrado por completo, revelando la armadura de Banshee que escondía debajo de sus ropas. Aquel traje metálico lucía una apariencia amenazante, resaltada con su color púrpura oscuro.


    ==Ilusión de Virgo. Palma de Buda==

    Los hermanos lemurianos, Raistlin de Lobo y Caramon de Oso, no podían ocultar su desconcierto. El verse en la palma de ese gigantesco Buda fue una experiencia sobrecogedora para ambos.

    Aquel cosmos magnánimo y acogedor que los llevó ante tal ilusión, tomó forma física. Ante ellos apareció un hombre de larga cabellera rubia y semblante tranquilo, contrastada su apariencia angelical, sin embargo, por la amenazante armadura negra que vestía.

    —Caballeros de Atenea —les dijo el recién aparecido Santo Negro, hablando con un tono pausado—. Llegó la hora de probar su valor como protectores de la Tierra.

    Raistlin, el hermano mayor, arqueó una ceja con desconfianza al ver a aquel guerrero que mantenía los ojos cerrados.

    —Sería imposible no reconocer a quien llamaban ‘el hombre más próximo a un dios’ —declaró suspicaz el nuevo Lobo—. Y aunque difiere en ciertos detalles, tu armadura negra representa a la sexta constelación del zodiaco. Sin duda eres Shaka de Virgo…

    —¡Shaka de Virgo! —repitió alarmado el lemuriano más espigado y forzudo—. ¡Entonces el legendario Caballero Dorado ha regresado desde el mundo de los muertos como sirviente del mal!

    Sin previo aviso, el impulsivo joven de cabellera verde claro dio un gran salto dispuesto a detener a Shaka. Su técnica llamada ‘Ahorcamiento de Oso’ serviría para este fin.

    —¡Espera, Caramon. Tú solo no podrás derrotar a…!

    El Caballero de Lobo no pudo terminar la advertencia a su hermano menor. El hombre en cloth azabache había rechazado con facilidad al Oso con un fuerte impulso invisible.

    —Alguna vez me encontré con Santos de Bronce igual de imprudentes que tú. Se abalanzaron sobre mí sin que siquiera los provoque, de la misma forma en la que tú acabas de hacerlo.

    Con dificultad el hermano mayor ayudó a reincorporarse al menor.

    —Escúchame con atención, Caramon —le pidió Shaka—. Tus fuerzas son como las del mono que corretea sobre la palma de Buda. Crees que puedes llegar tan alto como los dioses, cuando apenas y puedes moverte en este lugar.

    —No podrás amedrentarnos —repuso Raistlin con su fría actitud—. Si pensamos con lógica, se nos ocurrirá una forma de ascender a ese Santuario que levita en el cielo. Así que si no nos vas a ayudar, mejor no te metas en nuestro camino.

    —¡Insolente! —le imprecó enérgico el antaño Caballero Dorado.

    La sola potencia de su voz fue capaz de crear una fuerte arremetida de luz que alejó con violencia a ambos Santos de Bronce.

    —Si no están conscientes de sus debilidades, sus muertes serán inevitables. Es irónico, porque a ti Caramon te hace falta tranquilidad y a ti Raistlin te falta pasión.

    —Ni mi hermano ni yo pensamos rendirnos ante ti, Shaka —aseveró el Oso, plantándose decidido ante el antaño Virgo—. ¡Somos Caballeros de Atenea!

    —Entonces deberán demostrármelo, porque si no despiertan su cosmos a un nivel digno, acabarán muertos por la máxima técnica de mi constelación.

    Raistlin de Lobo abrió desmesuradamente sus ojos color dorado en señal de temor. Él perfectamente sabía lo que vendría a continuación…

    —¡‘El Tesoro del Cielo’!!

    La figura de Buda pareció quebrarse cual cristal tras la evocación de aquel poderoso ken que combina ataque y defensa. Después del lento abrir de los ojos azules de Shaka y la posterior liberación de su cosmos, la ilusión de Virgo transmutó en elaborados y complejos mosaicos hinduistas que invadieron el ambiente.

    Los hermanos de bronce quedaron paralizados en el acto.

    —La Octava Consciencia, el Arayashiki es la única forma de ascender con vida a la fortaleza de los dioses. Utilicé pétalos de sangre para informarle a Atenea de este hecho, pero con ustedes deberé ser más directo.

    —¡Si eres un aliado nuestro, entonces no deberías torturarnos de esta forma! —le reclamó frenético el muviano de Oso, haciendo un inútil esfuerzo por zafarse de la técnica—. ¡La situación del planeta es grave y aún así nos haces perder tiempo valioso!

    —Veo que no lo entenderás hasta que tú mismo sientas la esencia de tu cosmos —respondió el Caballero Negro, observando a un lado con decepción—. ¡Privación de los sentidos del tacto, el olfato, el gusto y la vista!

    Las mencionadas capacidades sensoriales fueron despojadas de los cuerpos de los hermanos de bronce.

    —Ya que todavía conservan el oído, escuchen con atención este consejo: ¡Busquen en su corazón su razón para pelear y produzcan un milagro! —los exhortó Shaka, para después quitarles el último sentido mencionado.

    —«Hemos sido reducidos a cadáveres vivientes tras perder la percepción sensorial —reflexionó Raistlin, con su opaca mirada amarillenta perdida en la nada—. Ahora solo me queda mi intuición y mi cosmos, pero esa primera no me ha servido de mucho, ya que desde siempre he basado mis decisiones en la lógica y la razón».

    Un sentimiento de calidez invadió al Santo de Lobo.

    —«Debería sentirme desesperado tras recibir una técnica como el ‘Tesoro del Cielo’ pero es al contrario: siento que me invade la paz. ¿De dónde viene este cálido sentimiento? ¿Acaso proviene de mi armadura?»

    Al perder la distracción de sus sentidos, Raistlin pudo sentir las memorias guardadas en su cloth desde la era mitológica. Los sentimientos acumulados de valor, amistad y amor de los antiguos portadores de la armadura de bronce de Lobo; armonizaron con el cosmos de su actual dueño.

    —«Nachi, Junkers, Kakkab, Lonewolf, Atroce, Brent y tantos valientes guerreros que han vestido esta armadura antes que yo; tienen una cosa en común: La pasión… Ahora entiendo, Shaka…»

    —«Es la primera vez en mi vida que siento tanta tranquilidad —meditó Caramon, al encontrarse en la profunda oscuridad de la pérdida sensorial—. No sé por qué, pero también me invade la nostalgia de mi pasado…»

    El fornido guerrero de melena verde claro recordó el momento en el cual su hermano mayor y él, obtuvieron el derecho de convertirse en Santos de Atenea. Caramon había olvidado el orgullo que sintió su maestro Kiki al ver a sus alumnos portando sus armaduras de bronce.

    —«Por ustedes encontraré mi calma y dejaré a un lado mis impulsos. Maestro Kiki, hermano Raistlin, Atenea…»

    Millones de pequeños cosmos se hicieron presentes ante el nuevo Oso, el ancestral pueblo de Lemuria, le brindó su fuerza al guerrero.

    —«La esencia de mi gente también está conmigo. El calor de todo mi pueblo enciende mi cosmos poco a poco… No puedo fallar».

    Mientras ambos jóvenes experimentan sus epifanías, Shaka los observaba con atención. Su pura mirada azul se encendió de emoción cuando sintió el nacer del Octavo Sentido en los Santos de Bronce.

    —Kiki… te felicito por haber entrenado a dos verdaderos Caballeros de Atenea —musitó el antaño Virgo con una ligera sonrisa de satisfacción.

    Tras detener su máximo ken, el cosmos magno de Shaka llenó el ambiente.

    —¡Produzcan otro milagro con la fuerza de sus cosmos, Caballeros de la Esperanza! ¡‘Transmigración a Través de los Seis Mundos’!!

    En medio de una distorsión de dimensiones, los hermanos desaparecieron sin dejar rastro. Shaka se quedó solo en las ruinas del Santuario, observando fijamente el Calendario Maya que flotaba en el cielo.

    —Es increíble que hayan despertado el Arayashiki, sin haber conseguido aún el Séptimo Sentido. Pero no me preocuparé por ellos. Confiaré en esta nueva generación de guerreros de Atenea.


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Bosque de Pangrati==

    —¡Daría incluso mi vida para proteger a las personas que aprecio! —le gritó el Caballero de Unicornio al Guardián de Zorro Polar, quien apenas se estaba recuperando del embate recién recibido—. ¡Narella no está sola!

    Cuando la máscara de la Amazona se partió, Theron pudo observar el rostro de su amiga después de varios años. El joven de cabello azul recordó en un fugaz instante los momentos compartidos a su lado desde la infancia. Ese semblante decidido había sido siempre característico en ella desde muy pequeña. El Caballero no podría olvidar aquella ocasión en la que Narella lo protegió valientemente de un par de malandrines que intentaban golpearlo.

    Separados somos débiles —le había dicho la niña en esa ocasión, guiñándole un ojo—. ¡Pero juntos somos invencibles! No estás solo, amigo mío.

    Aquellas palabras y aquella imagen quedaron grabadas para siempre en su mente.

    La burlona y sonora risa de la finlandesa Mirja, devolvió al joven Santo al presente.

    —Como siempre aparentando valor y espíritu de protección hacia tu amiga —comentó irónica la Guardiana de cabellera violeta—. Me parece estúpido que te preocupes más por el bienestar de esa mocosa, que por el tuyo propio. No entiendo qué beneficio obtienes al sacrificarte tanto por ella. Tan solo se trata de tu compañera.

    —Se ve que no entiendes lo poderoso que puede ser el vínculo de una amistad sincera —le contestó el aludido, observándola con extrañeza—. Soy yo el que no entiende cómo puede existir alguien tan egoísta como tú. ¿Acaso no te importa el bienestar de tu compañero?

    —Por supuesto que no —le respondió tajante—. Lo que ocurra a Rasmus me tiene sin cuidado. A decir verdad, eso de luchar en equipo me parece un fastidio. Siempre he peleado sola.

    —Ella tiene razón —afirmó el Zorro Polar, reincorporándose—. La única relación que compartimos es la de dos compañeros siguiendo las órdenes de nuestra diosa, al igual que ustedes dos.

    —Te equivocas, Guardián —intervino la doncella de Sextante, a la vez que se ponía de pie apoyándose en el hombro de Theron—. Les demostraremos a ambos el poder de nuestra amistad.

    Ni Narella ni Theron tenían fuerza para continuar la batalla. Las serias heridas y el severo maltrato que habían recibido de sus rivales, consiguieron mermar sus fuerzas. Apenas y podían mantenerse en pie apoyándose en el cuerpo del otro.

    —Había olvidado la última vez que estuvimos tan cerca el uno del otro —le susurró el Unicornio a Narella—. Recuerdo que en aquella ocasión fue el calor de nuestros cuerpos lo que nos ayudó a sobrevivir.

    La Amazona de Bronce clavó su sorprendida mirada rosa en su amigo. Contrario a lo que ella creía, la experiencia que afianzó su amistad, todavía estaba viva en la memoria de Theron.

    —Lo recuerdo bien —reaccionó ella con una cálida sonrisa—. Éramos solo unos pequeños intentando buscar el camino a Rodorio, cuando nos perdimos en medio de una fuerte tormenta. La noche cayó y el frío amenazaba con quitarnos la vida, así que nos abrazamos y nos dimos el calor necesario para sobrevivir.

    —Exactamente. Y ahora que siento nuevamente la calidez de tu cuerpo, sé que podemos salir victoriosos de esta batalla, al igual que en esa ocasión.

    Las palabras de su amigo consiguieron devolverle la seguridad a Narella.

    —Debo admitir que tu calor, tu presencia y tu sola sonrisa consiguen reconfortarme y darme ánimo para continuar —le confesó la joven con el rostro ruborizado—. Sé que cuando estoy a tu lado, no puedo fallar. Al igual que en aquella ocasión, puedo sentir como nuestros corazones laten en un solo pulso vital.

    La fuerza cósmica combinada de la pareja de bronce se elevaba de manera increíble. El color púrpura del aura de Theron y el color rosa claro de la de Narella se habían tornado en un brillante dorado, lo cual provocó que sus contrincantes se alarmaran sobremanera.

    —¡¿Pero qué… clase de poder es este?! —titubeó la Guardiana de armadura verde oscuro, contemplando el bosque intensamente iluminado —¡No me digas que entre ambos alcanzaron el…!

    —Así es, Mirja —le interrumpió con un dejo de emoción su compañero—. ¡Los Caballeros de Bronce están a punto de alcanzar el Séptimo Sentido!

    Continuará…

    ========================

    En esta ocasión les traigo el fanart del segundo Guardían de Mielikki.

    Rasmus de Zorro Polar

    [​IMG]
    Según la descripción en el fic, este guerrero suele ocultar sus facciones con una capucha, pero lo dibujé sin ella para que puedan apreciar mejor su apariencia.

    Muchas gracias a mi amiga Alalá por su esfuerzo al darle color a este OC.

    Nos leemos en la próxima entrega. Saludos desde Ecuador.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo

    CAPÍTULO 20: ¡FORTALEZA! LOS LAZOS DE AMISTAD DE NARELLA Y THERON

    ==Ruinas del Santuario de Atenea==

    Casi arrastrando su pierna derecha, Kiki se las arregló para regresar al Santuario. A pesar de los impecables primeros auxilios que le practicó Mar en Rodorio, las recientes heridas del Santo todavía estaban abiertas, así que le costó mucho llegar al lugar en el que libró una terrible batalla hace varias horas.

    Las lesiones que tenía en todo el cuerpo hicieron agónico su trayecto, y para rematar, el lemuriano había llevado su armadura a espaldas; ya que tristemente descubrió que no podía encender su cosmos y por lo tanto era incapaz de vestir nuevamente su ropaje dorado. Su reciente esfuerzo de despertar el Último Sentido lo había dejado sin energías.

    —Sin duda Mar es una mujer admirable —se dijo a sí mismo, contemplando por inercia las ruinas a las que fue reducida la Primera Casa—. A pesar de no poder caminar, me llevó hasta Rodorio en su silla de ruedas. No debió ser nada fácil para ella transportar mi peso y el de mi armadura por un camino tan largo.

    Kiki no era más que un humano común en ese momento, pero a pesar de sus heridas se armó de convicción para regresar al recinto de su diosa. Su calidad humana y su orgullo de Caballero Dorado le obligaron a buscar sobrevivientes y recuperar la armadura de Tauro. Él creía que eso era lo menos que podía hacer al ya no poder apoyar a sus compañeros en la lucha contra los dioses, al menos por el momento.

    A pesar de haber derrotado a un dios tan poderoso como Viracocha, el joven castaño no estaba satisfecho, así que decidió apoyar a Atenea aunque su cosmos se haya extinguido.

    —¡Señor Kiki!! —lo llamó indignada una voz conocida.

    El Santo se estaba encaramando sobre un sendero de rocas que daba hacia lo que antes era Tauro, cuando aquella suave voz femenina llamó su atención y lo obligó a girarse.

    —¡Mar, eres tú! —exclamó asombrado el Santo de Aries, al ver a la muchacha de cabellera negra arribando a la escena en su silla de ruedas.

    —¡Señor Caballero, no debió dejarme sola en Rodorio! —le reclamó ella, clavándole unos tristes ojos celestes—. ¡Me preocupé por usted!

    —Lo siento, en verdad. Suponía que no me dejarías partir hacia el Santuario y por eso me fui sin avisarte. Además, no quería involucrarte en esta batalla, ni ponerte en peligro.

    —Pero sus heridas todavía no han sido…

    Un fuerte estrépito retumbó en las lejanías del Santuario, llamando la atención de ambos. A lo lejos, Kiki y Mar pudieron ver un intenso resplandor negro acercándoseles a gran velocidad. Aquella luz negra chocó violentamente cerca de la chica, derribándola de su silla de ruedas.

    —¡Mar!!!

    El Ariano soltó por impulso la caja de su armadura, y corrió hacia la joven dispuesto a socorrerla. Aunque estaba aturdida y confundida, por fortuna el impacto no la había lastimado.

    —Estoy bien, señor Kiki —afirmó, reincorporándose a su silla con la ayuda del Santo—. ¿Pero qué era esa cosa que nos atacó?

    Cuando se disipó la nube de polvo que levantó la colisión, para los dos fue visible una caja de pandora tan negra como el carbón. En una de sus caras laterales estaba tallada la figura de una mujer haciendo el ademán de acariciarse el cabello.

    —¿Qué hace aquí esta pandora box? —se preguntó sorprendido el Ariano, reconociendo el contenedor de aquel extraño ropaje azabache—. ¡Es la armadura de Cabellera de Berenice!


    ==Maravilla Suprema, Cementerio de los Héroes==

    Tras soltarse de la ‘Gran Captura’ y mostrar la armadura violeta oscuro que escondía bajo su vestido, la Guardiana celta Aibhill de Banshee dejó libre su nociva aura cósmica. Aquella espesa bruma negra le dio una apariencia aún más amenazante al lugar.

    —Eras tan joven, Anna de Andrómeda —profirió entre sollozos la pelirroja—. Pensar que no podrás disfrutar de la vida, enamorarte ni tener una familia es algo que entristece mi corazón.

    —¡No digas cosas que no tienen sentido, Aibhill!! —la interrumpió sin temor la aludida—. ¡Si quieres mi vida entonces ven por ella de una buena vez!

    —‘Premonición Fatal’ —susurró en un hilo de voz la Guardiana, evocando el nombre de su técnica.

    Aquel vapor negro pareció espesarse y cubrir la totalidad del macabro cementerio. La rápida reacción de la Amazona fue erigir su ‘Defensa Rodante’ en un intento por alejar aquellos peligrosos efluvios negros. Por desgracia, su esfuerzo no fue suficiente y no pudo evitar que sus pulmones se llenaran de ese maloliente gas, cuyo desagradable aroma por poco le provocó el vómito.

    Un profundo sentimiento de tristeza invadió a Anna. Su cabeza daba vueltas en medio de su angustiante confusión. De pronto, una secuencia de imágenes se formó en su cabeza, acaparando su atención por completo.

    Lo único que podía vislumbrar la muchacha castaña era la figura de su maestro Shun. El Santo de Oro se encontraba de espaldas a ella en actitud desafiante, ya que parecía estar enfrentando a alguien. Y en efecto, Virgo se encontraba en medio de una mortal batalla contra la mismísima Morrigan.

    Al ver esta escena, Anna se desesperó y quiso correr hacia su mentor para ayudarlo, mas una extraña fuerza la inmovilizaba, convirtiéndola en tan solo una espectadora de aquella encarnizada lucha.

    El furioso combate entre la diosa y el humano continuó en igualdad de condiciones. Sin embargo, la guardia baja del Caballero durante milisegundos se convirtió en un error fatal. Morrigan no desaprovechó la oportunidad para atravesar sin piedad el corazón de su víctima. Su filosa mano atravesó sin problemas la armadura de Virgo y se clavó profusamente cual espada en el pecho del estupefacto hombre de cabellera verde.

    Anna vio con desesperada impotencia como una incontenible cantidad del líquido vital caía a chorros a los pies de su maestro. Tras un ahogado grito seco, Shun cayó inerte sobre un enorme charco formado por su propia sangre, a la vez que la deidad céltica reía con incontrolable malicia.

    —¿Mi maestro está… muerto? —balbuceó Andrómeda con las pupilas dilatadas a causa de la incredulidad.

    Aquella horrible imagen provocó que lágrimas de dolor nacieran espontáneamente de sus ojos verdes.

    —¡No lo acepto! —gritó, en un intento por recuperar el control y volver a la realidad—. ¡Esto debe ser una ilusión provocada por Aibhill!

    —No lo es, Anna —intervino la Guardiana, avanzando lentamente hacia su indefensa rival—. Mi técnica muestra el sentimiento de pura tristeza que sentirás en el momento en el que veas esta imagen en un futuro cercano. Como mensajera de la muerte que soy, puedo ver la fatalidad del futuro…

    —No te creo… esta es una trampa para engañarme…

    —¿Acaso no es real la tristeza que sientes ahora mismo? ¿Acaso no te sentiste morir junto con tu maestro?

    —Entonces lo que vi y lo que sentí… ¿será real…? —farfulló incrédula la doncella de Bronce, desplomándose abatida de rodillas.

    Soltando todo el aire de sus pulmones en un sonoro suspiro, dejó caer los brazos en señal de rendición.

    Tras la desaparición de la bruma y la imagen de Shun y Morrigan, la usual espontaneidad y energía de Anna se vieron reemplazadas por el desánimo y la desesperanza. Su cuerpo y su alma habían sido desprovistos de toda fuerza y espíritu de lucha. En pocas palabras, la joven perdió la voluntad de vivir.

    —Ya todo terminó, Anna —la reconfortó Aibhill arrodillándose frente a ella, para luego enjugar con sus dedos las lágrimas que seguían recorriendo su rostro.

    La Guardiana posó cuidadosamente ambas manos en las mejillas de la indefensa Amazona, para luego levantarle la cara y observarla mejor. Anna no opuso resistencia.

    —Una jovencita linda como tú no debería estar sufriendo así. Déjame hacer algo bueno por ti.

    La joven de Andrómeda se dejó llevar por un tierno y cálido abrazo de su oponente. Aibhill rodeó con sus brazos a la muchacha de una manera tan delicada y suave, que por un corto instante la chica sintió auténtica paz a pesar de la muerte que la rodeaba.

    —Yo… ya no quiero pelear más —balbuceó la castaña, respondiendo al abrazo con otro más intenso—. ¡No quiero ver a mi maestro morir así!

    La tristeza de Anna se convirtió en un miedo tan puro y abrumador, que lo único que pudo hacer fue refugiarse en la calidez del cuerpo de Aibhill.

    —Tranquilízate, Anna. Ya no habrá necesidad de más batallas —le dijo la joven en armadura púrpura, mientras le acariciaba el cabello con ternura—. Aunque tu destino era ser sepultada bajo esa lápida grabada con tu nombre, he decidido que tu muerte no será necesaria. Desde ahora ambas seremos mensajeras de la muerte. Serás una Banshee conmigo…

    El abrazo que al principio se sentía cálido y reconfortante, en ese momento se tornó incómodo y malintencionado. Aibhill aumentó la presión de sus brazos, hasta el punto en el que la armadura de bronce de Andrómeda empezó a resquebrajarse.


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Bosque de Pangrati==

    —¡Esto es estupendo! —exclamó el Guardián encapuchado con deleite—. ¡Mientras más se resistan, más me regocijaré viendo su sangre!

    —No es momento para decir cosas como esas —le reprendió la doncella de Sauce—. Deja que yo los detenga antes de que sea demasiado tarde…

    Mirja hizo a un lado a su aliado con relativa tranquilidad. Repentinamente había borrado la sorpresa de su rostro, para transformarla en una misteriosa sonrisa, la cual no pasó desapercibida para Rasmus. Su aguda perspicacia le hizo notar que la Guardiana ocultaba sus verdaderas intenciones.

    —Algo planeas Mirja… Desde el comienzo mi instinto me decía que no debía confiar en ti.

    Ella no respondió a las acusaciones y simplemente le dio la espalda al Zorro Polar.

    Una idea golpeó de repente la mente del hombre en armadura negra.

    —Ahora entiendo… quieres acabar con esos dos para tomar todo el crédito ante nuestra diosa. Así solo tú quedarías bien con mi señora Mielikki…

    —No te metas, Rasmus —refunfuñó la inculpada, arrugando la nariz—. Tuviste tu oportunidad de acabarlos y no pudiste hacerlo.

    —También desperdiciaste tu oportunidad cuando esa niña vio a través de tu técnica —aseguró el de cabellera blanca, posando su furiosa mirada carmesí sobre la mujer finlandesa—. ¡No tienes ningún derecho de tomar la vida de esos guerreros antes que yo!

    Ese fue el inicio de una acalorada discusión entre los Guardianes. Era evidente que no congeniaban, ya que ambos ansiaban ganarse el agrado de su diosa por su propia cuenta. Ambos protectores de Mielikki llegaron al extremo de forcejear, en un intento egoísta por atacar primero a los Santos.

    Mientras la reyerta entre compañeros tenía lugar, Narella y Theron permanecían juntos espalda con espalda. Los Caballeros de Bronce armonizaron su energía cósmica hasta combinarla, obteniendo así el Séptimo Sentido. Ambos jóvenes mostraban un semblante tranquilo y mantenían los ojos cerrados. Sus almas se habían convertido en una sola.

    —«¿Lo sientes, Narella? Es justo como en aquel entonces».

    —«No, amigo —le corrigió ella sonriendo—. En esta ocasión, el sentimiento es mucho más intenso».

    —«Tienes razón. Ahora estoy seguro de que podemos vencer. Tu amistad y el calor de tu cosmos me han dado el valor para ejecutar una nueva técnica que he estado desarrollando».

    Escuchar esas palabras de su amigo, provocó que la doncella esbozara una ligera sonrisa. En tono cómplice le comunicó lo siguiente:

    —«Vaya, entonces tú también has desarrollado una nueva técnica».

    Theron se sorprendió al enterarse que su amiga poseía un ken propio. Al ser la Amazona de Sextante una guerrera de apoyo, suponía que no contaba con ninguna técnica conocida.

    —¡Entonces acabemos con esto de una vez, amiga! ¡Demostremos el inmenso poder de nuestro vínculo de amistad! —vociferó el Santo, atrayendo la atención de los Guardianes, quienes detuvieron su discusión para observar alarmados a sus rivales.

    —¡Por Atenea y por la paz en la Tierra! —exclamó Narella, levantando ambos brazos hacia el cielo a manera de plegaria—. ¡‘Conjunción de las Estrellas’!!

    Los cuerpos celestes que conformaban la constelación del Sextante parecieron brillar con mayor intensidad. A los presentes les dio la impresión de que fue la misma formación estelar, la que le otorgó un gran poder a su representante en la Tierra. Las pupilas de Narella cambiaron de rosa a dorado, para luego iluminar las cuencas de sus ojos con una intensa luz de la misma tonalidad. Tras esto, un par de letales rayos luminosos fueron despedidos de sus ojos a gran velocidad.

    —¡Esta es la verdadera fuerza de los Caballeros de Bronce! —rugió Theron, extendiendo los brazos con autoridad—. ¡‘Destello Infinito de Unicornio’!

    Un hermoso y flamante unicornio de luz dorada se formó tras la evocación del nombre de esa técnica inédita. Aquella figura etérea arremetió a toda prisa contra los Guardianes, galopando a vertiginosa velocidad. Mientras más avanzaba, su cuerno se tornaba más amenazante.

    Las técnicas de ambos Santos colisionaron entre sí, fusionándose en una enorme ráfaga de luz.

    —¡Es imposible que dos Caballeros de Bronce alcancen un nivel de poder como este! —gritó incrédula la mujer de cabello violeta, durante la transición con el impacto de las técnicas combinadas—. ¡Pero aunque hayan aumentado su poder, no les será suficiente para detenerme! ¡‘Escudo de la Naturaleza’!

    Mirja erigió una férrea pared de energía formada con el máximo poder de cosmos que fue capaz de desatar. Al chocar la luz dorada contra el muro de cosmos verde, este consiguió frenar su avance. No obstante, el poder de los Santos de Atenea empezaba a vencer la defensa de la Guardiana.

    —¡No te quedes allí sin hacer nada, Rasmus! ¡Ayúdame a reforzar la barrera o ambos moriremos!!

    Al ver su propia existencia amenazada, el Guardián hizo caso a regañadientes a la sugerencia de su compañera. Tras posar su mano sobre la hombrera de la armadura de Sauce, se puso en la tarea de apoyar a su portadora con su máximo cosmos posible.

    —¡Demonios! —maldijo Rasmus, al sentir el poder de los Caballeros elevándose más todavía—. ¡Si hubiéramos trabajado en equipo desde el principio, nada de esto habría ocurrido!

    La ‘Conjunción de las Estrellas’ fusionada con el ‘Destello Infinito de Unicornio’ consiguieron destrozar la defensa de los Guardianes de Mielikki, para luego impactar de lleno contra sus estupefactos objetivos.

    En medio de su incredulidad, la existencia y los cosmos de Mirja y Rasmus fueron desintegrados por la mortal energía dorada. La amenaza que ambos representaban fue completamente exterminada.

    Tras dispersarse la luz y volver la calma al Bosque de Pangrati, los Santos de Unicornio y Sextante, cayeron de rodillas tras el agotador esfuerzo.

    Al sentir los extintos cosmos de sus contrincantes, Theron no pudo ocultar su alegría.

    —¡Lo logramos, amiga! ¡Juntos pudimos vencer a los Guardianes!

    Cuando el Santo se giró para abrazarla, ella repentinamente le dio la espalda.

    —Theron, no me mires, por favor —rogó apesadumbrada la joven, a la vez que intentaba cubrir su rostro con las manos.

    —¿Qué ocurre, Narella? —le preguntó el Unicornio, acercándosele con preocupación.

    Cuando el joven de cabello azul oscuro tomó a la Amazona de Sextante por los hombros y la encaró, fue testigo de una imagen que lo horrorizaría de por vida: Su amiga tenía los ojos cerrados, pero de sus párpados brotaba una incontenible cantidad de sangre. El tremendo esfuerzo de ejecutar su nueva técnica, la había dejado ciega.

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 21: ¡LA UNIÓN ENTRE MAESTRO Y ALUMNA!: LOS RECUERDOS DE ANNA

    ==Ruinas del Santuario de Atenea==

    Kiki y Mar permanecían inmóviles observando con atención la recién aparecida armadura de Cabellera de Berenice.

    —Desde tiempos mitológicos, Atenea ha tenido bajo su control ochenta y ocho armaduras que representan a las constelaciones del firmamento —empezó a explicarle el joven Aries a la muchacha—. De entre esas ochenta y ocho armaduras, cuarenta y ocho pertenecen a los Santos llamados de Bronce, veinticuatro a los Caballeros de Plata y las doce más poderosas a los Santos de Oro. Sin embargo, si tomamos en cuenta tal distribución y sumamos esa cantidad de armaduras, el resultado sería ochenta y cuatro. Esa diferencia se explica porque existen cuatro cloths de material desconocido, las cuales no son ni de bronce, ni de plata, ni de oro. Precisamente la armadura de Cabellera de Berenice pertenece a esa categoría. Se dice que fue fabricada con hilos de oricalco fundidos con la sangre de la misma Atenea.

    —Entiendo, señor Kiki. Pero eso no explica el porqué de la presencia espontánea de esa armadura…

    La caja de pandora contenedora de la misteriosa armadura se abrió repentinamente, revelando el object de Cabellera de Berenice. La inmutable efigie de la mujer acariciándose el cabello parecía rebosar de cosmos propio.

    —Esto es extraño… La armadura parece estar reaccionando a tu presencia, Mar…

    Y en efecto, aquel ropaje negro cual carbón resonaba con ímpetu al encontrarse a pocos metros de la chica en silla de ruedas.

    Las placas metálicas que conformaban la armadura se desprendieron para ensamblarse sobre el cuerpo de la incrédula Mar, quien al ser vestida por el ropaje negro de Coma Berenices, fue derribada de su silla de ruedas y se mantuvo recostada inmóvil sobre la tierra en medio de su confusión.

    Kiki no perdió tiempo, y en un intento por ayudarla a reincorporarse nuevamente, corrió hacia ella. No obstante, se detuvo asombrado al sentir que la muchacha emanaba un inmenso cosmos de la misma tonalidad que la de su armadura.

    —Señor Kiki… Yo soy solo una chica normal. No entiendo porqué esta armadura me escogió como su portadora —expresó con voz trémula la, al parecer, Guerrera de Atenea—. Además, esta energía negra que cubre mi cuerpo me está asustando.

    —Tranquilízate, Mar. Tampoco entiendo lo que ocurre, pero te puedo asegurar que esa cloth no te hará daño. Es muy poco usual que una armadura escoja como su portadora a una persona que no ha entrenado para obtenerla. Recuerdo que mi maestro Mû en una ocasión me dijo que…

    El Ariano detuvo sus palabras al ver que las piernas de la chica de cabellera negra empezaron a moverse. Su recién despertado cosmos le había devuelto la capacidad de caminar, aunque la joven parecía no estar consciente de ese hecho todavía. Seguía impactada por el shock de verse vistiendo una armadura.

    —¡Mar, tus piernas! —le hizo notar el Caballero, señalándole esa parte de su cuerpo—. ¡Ya no necesitarás tu silla de ruedas!

    Aún recostada en el suelo, la muchacha flexionó las rodillas para notar con emoción que había recuperado la sensibilidad en la parte inferior de su cuerpo. Aún incrédula, Mar disfrutó el momento en el que se reincorporó por sus propios medios. Aquel instante maravilloso le pareció un hermoso sueño.

    Tras dar un par de pasos entre lágrimas de emoción, el impulso de la chica fue dar un gran salto hacia Kiki y abrazarlo alegre por el cuello.


    ==Maravilla Suprema. Cementerio de los Héroes==

    —«Mi… armadura está… siendo destrozada…» —pensó Anna de Andrómeda, con una opaca mirada que parecía perderse en el vacío negro de aquel macabro escenario—. «Si la muerte es el destino de mi maestro… entonces no dejaré que muera solo… Yo lo acompañaré en la eternidad».

    La joven de bronce había sido consumida completamente por la ‘Premonición Fatal’ de Aibhill. El hermoso verde de sus ojos fue reemplazado por un sombrío gris.

    Con la excusa de convertirla en una Banshee, la Guardiana no desaprovechó la oportunidad para intentar destruir la cloth de bronce de su víctima. Poco le faltaba para quebrarle las protecciones de los hombros con su malicioso abrazo.

    Pero algo sucedió: La cadena triangular de Andrómeda arremetió contra la agresora de su propietaria. Aibhill se vio obligada a dar un gran salto hacia atrás para esquivarla. Y aunque la piel desprotegida por la armadura de su brazo salió severamente lastimada, a la joven pelirroja parecía no importarle el dolor físico. Su sufrimiento era emocional y seguía concentrado en su contrincante.

    —No fuiste tú quien se resistió a mi técnica, fue esa cadena la que me atacó por voluntad propia —aseveró apesadumbrada la céltica—. No entiendo porque esa arma se mueve si su dueña no tiene voluntad ni para levantar sus propios brazos.

    En medio del profundo trance de tristeza en el que se encontraba la muchacha castaña, ligeros atisbos de lucidez despertaron en su mente. El brillo de la cadena circular, que por voluntad propia había erigido su ‘Defensa Rodante’ para protegerla; la sacaba poco a poco de aquel pesado letargo.

    —¿Mi armadura… me está protegiendo? —balbuceó la chica de bronce con dificultad, al ver las cadenas danzando amenazantemente en un claro intento por cuidarla—. Entonces… a esto se refería mi maestro…

    Recuerdos que la chica jamás olvidaría se apoderaron en ese instante de su mente.


    ==Hace siete años. Santuario de Atenea==

    La tarde casi caía en el pacífico recinto de la diosa de la sabiduría. Había sido una dura jornada de entrenamiento para el Caballero de Bronce Shun de Andrómeda, quien tras horas de una extenuante rutina física, se encontraba descansando sobre una roca de mármol. Su serena mirada verde estaba absorta en el cielo.

    —«Vale la pena entrenar duro cada día —reflexionó Andrómeda, contemplando sonriente las nubes teñidas de anaranjado por el sol vespertino—. Mi recompensa de cada día es saber que observaré este hermoso crepúsculo que me da tanta paz».

    El sonido de unos pasos interrumpió sus pensamientos. Cuando se volteó, advirtió la presencia de un hombre ataviado de pies a cabeza con una larga vestimenta marrón que le cubría todo el cuerpo. Su rostro no era visible.

    —Señor Shun —lo llamó aquel sacerdote con tono respetuoso —ha llegado desde Alemania la niña que desde hoy se convertirá en su alumna. Por favor, haga de ella una digna sucesora de su armadura de bronce.

    —No te preocupes, Richter. Aunque no tengo experiencia como tutor, daré mi mejor esfuerzo para hacer de ella una mujer de bien —respondió el Santo de Bronce con una amable sonrisa—. Pero dime, ¿dónde está ella?

    —Justamente viene conmigo.

    Una pequeña niña castaña, quien no pasaría de los ocho años, asomó su carita asiéndose a la túnica del sacerdote. Con desconfiada curiosidad, elevó su mirada para observar al hombre con quien conversaba el encapuchado que la había llevado a ese extraño lugar.

    Shun se arrodilló y le extendió la mano con delicadeza. Aquel gesto invitaba a la pequeña a salir del refugio en el que se había convertido la capa de Richter, sin embargo, al ver a aquel hombre de cabello verde vistiendo esa rara armadura de tonalidades rojas, la chiquilla se intimidó y se escondió más en la ropa del sacerdote. Parecía una fierecilla acorralada.

    —Vamos, no seas tímida —le dijo el Caballero, observándola con ternura—. Al menos dime tu nombre.

    —Anna… —dijo casi en voz baja—. ¡Y no… no soy tímida! —añadió cambiando completamente de actitud.

    Dando un decidido salto, la pequeña Anna encaró al Caballero de Andrómeda. Sus vivaces ojos verdes se posaron con determinación en el sorprendido Shun.

    —No quiero estar en este feo lugar —refunfuñó, haciendo pucheros—. Y no necesito que nadie me enseñe nada. ¡Yo ya soy grande y me puedo cuidar sola!

    A Shun se le escapó una risita cuando la niña le mostró la lengua en actitud de rebeldía. El siempre comprensivo Santo de Andrómeda no se tomó a pecho la mala actitud de quien sería su alumna.

    —Anna es un lindo nombre para una linda jovencita que se puede cuidar sola. Me emociona mucho saber que una chica con tanta energía será quien vista mi querida armadura de Andrómeda.

    La noche había caído y el silencio se hacía incómodo entre maestro y alumna. El sacerdote Richter había abandonado la escena hace horas, así que tras verse sola junto a Shun, la pequeña Anna no había sido nada discreta al demostrar su incomodidad de distintas formas. Era demasiado obvio que no congeniaban a causa de su notoria diferencia de personalidades.

    Aunque Andrómeda sabía que como maestro debería ser severo en ocasiones, en especial con una joven tan altanera como Anna; también sabía que aunque quisiera ser estricto, no habría podido serlo debido a su tranquila y amable forma de ser. Shun no quería imponer su autoridad y por tal razón estaba dispuesto a ganarse sinceramente la confianza de la niña.

    —Anna de Andrómeda suena bastante bien, ¿no crees?

    La niña no respondió. En medio de su silencio, se encontraba abstraída observando con atención el firmamento nocturno, el cual se encontraba bellamente adornado por una infinidad de brillantes astros.

    —¿Te gustan las estrellas, Anna?

    —Sí… —le respondió secamente la aludida, aún dándole las espaldas a su maestro.

    —Aquí en el Santuario las constelaciones se pueden ver más brillantes que en cualquier otra parte del mundo. Te gustará mucho esté lugar.

    —¿En serio? —preguntó ella, con una actitud un poco más suave.

    El Santo logró captar la atención de la niña, quien por un instante se volteó para observarlo. La tranquilidad que transmitía aquel hombre de cabellera verde empezaba a influenciar poco a poco el comportamiento de su pupila.

    —¿Cuál de todas es Andrómeda? —inquirió la jovencita con un poco de recelo.

    Shun le señaló con emoción su formación estelar en el cielo, no obstante, Anna no supo identificarla.

    —Solo son un montón de estrellas. No puedo ver en ninguna parte la figura de una mujer encadenada. Me está engañando, señor…

    —Shun, mi nombre es Shun —se presentó al fin el Caballero—. Y descuida, podrás ver a Andrómeda en el cielo, solo debes crear un vínculo con nuestra constelación y entender el hecho de que eres una con ella.

    —No le entiendo, señor Shun.

    —Es simple, Anna. Todos los seres humanos nacemos bajo una estrella guía, la cual orienta nuestro destino. En tu caso, las estrellas dictan que tu constelación protectora es Andrómeda, y por lo tanto también estás predestinada a vestir esta armadura de bronce que ahora cubre mi cuerpo. Para mí sería todo un honor que algún día tú seas mi sucesora y que protejas a la diosa Atenea en mi lugar.

    —No aceptaré eso, señor Shun —rezongó la chiquilla, desviándole engreída la mirada—. Yo misma seré quien dicte mi propio destino. Además, desde que puedo recordar, siempre he estado sola y no necesito de un simple pedazo de metal para protegerme.

    —Una cloth no es solo una pieza de metal —le explicó el maestro con amable paciencia—. Siempre he considerado a mi armadura como una parte de mí. Dentro de esta cloth están grabados mis recuerdos, mi sufrimiento, mis lágrimas, pero también mi alegría, mi lealtad y mis más apreciados sentimientos. En eso consiste el vínculo del que te hablaba: en ser uno con tu armadura y tu constelación.

    A la niña se le encendieron los ojos de emoción. Las palabras de su maestro consiguieron entusiasmarla.

    —¿Y cree usted que su armadura también llegue a formar parte de mí?

    —Estoy seguro de eso, Anna. El día de hoy te he escogido como la joven que continuará el legado de los Caballeros de Bronce en mi nombre —enalteció el Santo con emoción—. Acabas de decirme que estabas sola, pero no es así, porque desde ahora siempre estaré contigo. Y cuando portes esta armadura estaré más cerca de ti todavía, porque mi espíritu vive dentro de la cloth de Andrómeda. Jamás te sientas sola nuevamente, mi querida Anna. Yo te acompañaré y te protegeré desde ahora…

    Anna sintió en ese momento la tierna calidez de su mentor. Sus palabras y su sonrisa la habían cautivado por primera vez.

    Aquella pequeña niña, a la cual la vida había tratado mal hasta entonces, encontró en Shun el apoyo que creía no necesitar. Con una sincera sonrisa se le acercó y lo tomó tímidamente de la mano.

    —Desde mañana… empezaremos mi entrenamiento, ¿cierto, maestro Shun? —preguntó la pequeña, sonrojándose al sentir el primer contacto con la tibia mano de Andrómeda.

    —Me gustó que me llames ‘maestro’ por primera vez —comentó sonriente el hombre de cabellera verde—, pero si lo deseas puedes llamarme por mi nombre. Por hoy aprovecharemos esta hermosa noche para enseñarte sobre las constelaciones y el cosmos.

    El vínculo entre maestro y alumna había nacido con las estrellas como testigos.


    ==Tiempo Actual. Maravilla Suprema. Cementerio de los Héroes==

    Siete años habían pasado desde que Anna empezó su entrenamiento bajo la tutela de su maestro Shun. A sus quince años se encontraba en su primera misión como sucesora de Andrómeda. Y aunque la técnica de su oponente, la Guardiana celta Aibhill de Banshee, había conseguido mermar su capacidad de luchar, poco a poco la joven recuperaba su habitual espíritu al recordar las palabras del Santo de Oro.

    —«Aunque me invada la tristeza…, no podría olvidar el día en el que lo conocí…» —se dijo a sí misma la Amazona, viendo como las cadenas se arremolinaban a su alrededor.

    El brillo rosa que estas despedían le transmitía un sentimiento de acogedora calidez. Anna había recuperado el color verde y el resplandor decidido en sus ojos.

    —«No fue solo el vínculo que tengo con mi armadura y constelación, lo que me protegió de Aibhill. ¡Mi maestro siempre está conmigo y me protege! ¡Ahora más que nunca siento su espíritu vivo dentro de la armadura de Andrómeda!»

    La triste Guardiana retrocedió aún más al ver a Anna recuperándose de su técnica. La joven de bronce logró contrarrestar la ‘Premonición Fatal’, para regresar con más fuerza a la batalla.


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Jardín de Rosas Diabólicas Reales==

    La inmensa cantidad de rosas rojas que cercaban el Santuario de Atenea, se veían marchitas e inofensivas. Cuando Helena de Piscis abandonó la Tierra, el hermoso y mortal jardín que ella había colocado para defender el Santuario de intrusos, se había convertido en un terreno estéril.

    Caminando a paso lento pero firme, estaba Theron, Caballero de Bronce de Unicornio. El joven de cabellera azul oscuro llevaba en sus espaldas a su malherida compañera Narella, la Amazona de Bronce de Sextante.

    Las severas heridas del Santo no eran nada en comparación con las de su amiga, ya que la muchacha continuaba sangrando a través de la profunda herida en su hombro, la cual había sido provocada por el Guardián finlandés que acababan de derrotar. No obstante, aquella lesión era poca cosa en comparación con su verdadero estado: Los ojos de la doncella habían sido seriamente lastimados tras la ejecución de su técnica inédita.

    En repetidas ocasiones su maestra Shaina le había advertido sobre los peligros de liberar grandes cantidades de energía cósmica, por tal razón tuvo que aspirar a convertirse en una Amazona de apoyo. Su mentora le había explicado que nacer con la mejor vista, también le significaba tener unos ojos extremadamente sensibles. Y por desgracia, cuando la chica liberaba su cosmos en gran proporción, este se canalizaba de manera concentrada hacia sus ojos, dañándolos cada vez que alcanzaba sus límites.

    La alumna, en lugar de ver esto como una desventaja, vio la oportunidad perfecta para desarrollar un ken que fue capaz de ser expulsado por la vía ocular. Narella estaba muy consciente de las consecuencias de utilizar por única vez aquella técnica. Ella sabía que sus ojos no resistirían la fuerza concentrada de su ‘Séptimo Sentido’ recién despertado, pero aún así decidió ejecutar su ken en un valiente gesto por obtener la victoria.

    Theron actuó rápida y calmadamente al ver a su amiga herida, aplicándole unos impecables primeros auxilios para detener la hemorragia que emanaba de sus párpados. Una venda improvisada con una porción de su propia ropa sirvió para este fin.

    —Nos encontramos cerca del Santuario, amiga —le comunicó el Unicornio en tono reconfortante—. Seguro encontraremos allí a la maestra o alguien que nos pueda ayudar.

    La muchacha no respondió por unos segundos. El dolor que sentía en las cuencas de sus ojos era indescriptible, apenas y podía mantener la cordura.

    —¿Estás despierta, Narella? —le preguntó el Santo con preocupación, volteándose ligeramente para verla. Ella pareció intuir que su compañero la observaba.

    —Les dimos una buena paliza a esos Guardianes, ¿cierto, amigo? —bromeó la chica de cabellera rosa con una cálida sonrisa—. Te has convertido en un guerrero muy fuerte a través de todos estos años. ¡Me sorprendiste con esa técnica increíble!

    —Quien me sorprendió fuiste tú. La ‘Conjunción de las Estrellas’ es un ken magnífico. Es una lástima que tu vista…

    Theron detuvo la conversación, sintió imprudente pronunciar una frase de compasión conociendo lo fuerte y decidida que era su compañera de bronce. Pero, aunque Narella ya no podía ver, era capaz de leer los sentimientos de su amigo como si de un libro abierto se tratase.

    —Valió la pena sacrificar mis ojos —replicó ella, acomodándose suavemente en la espalda de su protector—. Si lo reflexionamos bien, mi vista fue solo un pequeño precio a pagar en comparación con la protección de la Tierra. Por eso no me arrepiento de lo que hice, y espero que no te sientas mal por mi estado actual, amigo. Nuestra maestra estará muy orgullosa cuando nos vea.

    —Tan positiva como siempre, Narella. Al final fuiste tú quien acabó tranquilizándome. Por eso creo que…

    Algo enmudeció al Caballero, quien repentinamente detuvo su andar.

    —¿Qué ocurre? —cuestionó la joven, sintiendo como su compañero tensionaba los músculos de su espalda de repente—. ¿Qué es lo que ves?

    Theron no respondió, aquella imagen lo dejó impactado: A la sombra de un árbol yacían inmóviles los Caballeros Dorados Kyrie de Escorpión y Eleison de Capricornio…

    Continuará…
     
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    CAPÍTULO 22: ¡SUFRIMIENTO ETERNO!: EL ATERRADOR GRITO DE LA BANSHEE

    ==Maravilla Suprema. Cementerio de los Héroes==

    —¡No estoy sola en esta batalla, Aibhill!! —le gritó la Amazona de Bronce a su rival con toda la potencia de su voz—. ¡Y no me convertiré en una fea llorona como tú!!

    La muchacha castaña recuperó su decidido semblante habitual. El temor y la tristeza habían abandonado definitivamente su corazón y en ese momento estaba dispuesta a obtener la victoria por cualquier medio, ya que ansiaba reencontrarse a su maestro.

    —Será como quieras, Anna de Andrómeda…—replicó apesadumbrada la Guardiana—. Al rechazar la oferta de acompañarme como una Banshee, tú misma has sentenciado tu existencia. De todas formas el destino dictaba que debía enterrarte bajo esa tumba que ya tiene tu nombre grabado en ella.

    El cosmos púrpura de la joven celta se elevaba vertiginosamente. Al presenciar tal demostración de poder, Anna no se intimidó y se puso en la tarea de contrarrestar aquella energía con la suya propia. Su cosmoenergía rosa también ascendía a límites insospechados, alejando así la abrumadora tristeza que emanaba la pelirroja.

    —Tu cadena no podrá protegerte esta vez —advirtió sollozando la joven de Banshee—. Que tu cuerpo y alma se pudran eternamente con el poder de mi mejor técnica.

    —¡Hablas demasiado, Aibhill! ¡Arroja ese ken de una vez, que ya me estoy cansando de escucharte y esperarte!!

    El atrevido desafío de la joven de bronce no pasó desapercibido por su oponente, quien tras alcanzar su máximo nivel de cosmos, lo desató evocando el nombre de su técnica magna.

    —‘Grito de la Muerte desde Annwn’.

    Un horrible y desgarrador alarido fue liberado desde las cuerdas vocales de la guerrera en armadura violeta oscuro. La potencia de aquel perturbador lamento era tan fuerte, que las ondas sónicas que producía fueron claramente visibles para la estupefacta Guerrera de Atenea.

    En medio del intenso dolor que le taladraba el cerebro desde su interior, a Anna le pareció que su cosmos fue dispersado por las ondas sonoras del potente grito. Su reacción fue cubrir por inercia sus oídos con las manos, pero aquel esfuerzo fue inútil, ya que la técnica de Aibhill atacaba no solo al cerebro de la víctima, sino a todo su cuerpo.

    Aquel malintencionado ken consistía en aprovechar las vibraciones del sonido para agitar la estructura celular del oponente, matando así toda materia orgánica que se encuentre a su paso.

    Las consecuencias de la técnica no se hicieron esperar en la joven Andrómeda. Sus células poco a poco estaban siendo destruidas desde su mismo interior a causa de las potentes sacudidas sónicas. Delgados hilos de sangre empezaron a fluir por los ojos, oídos, nariz y boca de Anna…

    —Ahora mismo debiste descender hasta el inframundo céltico: el Annwn —aseguró triste la Guardiana, tras detener su ken y observar inmóvil a su contendiente—. Nadie resistiría al aterrador grito lleno de tristeza de todas las almas que habitan el infierno celta. Ahora no me queda más que sepultarte.

    Las cadenas de Andrómeda habían sido inutilizadas por el estridente y macabro bramido, dejando desprotegida a su portadora durante el instante del grito. A pesar de permanecer en pie, Anna se mantenía inerte en una posición estática.

    La Banshee estaba dispuesta a arrastrar a la Guerrera hacia su tumba, así que se le acercó. Pero, justo cuando iba a poner sus manos sobre ella, se detuvo al escuchar que Anna reaccionó soltando una débil risa.

    —¡Esto es imposible! —exclamó alterada por primera vez la pelirroja, reemplazando por un instante su tristeza por sorpresa—. ¡No me explico cómo es que te mantienes con vida después de recibir mi máximo ken!

    —Mi maestro confía en mí… y no puedo fallarle —farfulló la Amazona levantando el rostro para que su rival vea claramente la gran sonrisa que había dibujado en el mismo.

    A pesar de seguir sangrando, la Guerrera de Atenea parecía hacer alarde del hecho de que aún se mantenía con vida

    —¡Mi maestro Shun me dijo que saldríamos juntos de esto… y él jamás rompe una promesa!

    Aibhill pareció intimidarse ante la presencia de su contendiente, así que por puro instinto empezó a retroceder al ver que ésta avanzaba hacia ella a paso lento pero firme.

    —¡Tus células deberían estar licuadas en este momento! ¡Ninguna persona podría sobrevivir por sí sola al grito de la misma muerte!

    —Ya te lo dije, Guardiana. No estoy sola en esta batalla. ¡El espíritu de mi maestro vive dentro de la armadura de Andrómeda y nunca me deja sola! ¡Fue su calidez la que me ayudó a sobrevivir a tu ataque!

    La pureza de la energía cósmica de Anna había abarcado una gran porción del cementerio. La doncella de bronce estaba a punto de acariciar los límites de la esencia del cosmos, lo cual provocó que una suave corriente de viento rosa recorriera todo el lugar.

    —¡Esta es la máxima técnica de Andrómeda! —exclamó Anna, extendiendo hacia adelante ambos brazos, dirigiendo a la vez con calculados movimientos el flujo de la brisa, la cual parecía danzar ante su voluntad—. ¡‘Tormenta Nebular’!!!

    Aunque la joven e inexperta Amazona apenas estaba aprendiendo esta poderosa técnica, no dudo al intentar ejecutarla en ese momento crítico. En un parpadeo, la brisa se convirtió en un potente vendaval de magnífica fuerza e intensidad, el cual arremetió a vertiginosa velocidad contra la estupefacta joven céltica.

    —Mi destino no es desaparecer en este lugar —aseveró Aibhill en la transición con el impacto, al tiempo que enjugaba sus propias lágrimas—. Ahora mismo te demostraré que mi tristeza es más fuerte que tu optimismo… ¡‘Grito de la Muerte desde Annwn’!

    La poderosa onda sónica del alarido colisionó de lleno contra el huracanado viento rosa, pasando de largo al mismo e impactando contra la muchacha castaña, quien por segunda ocasión recibió de lleno los devastadores efectos de aquel nocivo ken. Por su parte, Aibhill recibió con su cuerpo el embate de la ‘Tormenta Nebular’, pero su poder cósmico de Guardiana le ayudó a resistirlo, porque por desgracia, la técnica de Andrómeda no estaba siendo ejecutada con la adecuada potencia.

    Anna estaba siendo consumida nuevamente por los estragos del ataque sónico, su sangre empezaba a fluir una vez más a través de las comisuras de su rostro. Tenía que reforzar su propia técnica o su contendiente acabaría matándola.

    —¡No me rendiré, Aibhill! —gritó en medio del intenso dolor—. ¡Por Atenea y por mi maestro obtendré esta victoria!!

    Por un fugaz instante, la Guerrera tuvo la impresión de ver a Shun a su lado. La figura etérea del antaño Santo de Bronce pareció materializarse desde su antigua armadura con el objetivo de apoyar a su actual portadora. Lo curioso era que aquella imagen de Shun vestía también la cloth de Andrómeda, justo como el primer día en el que la jovencita lo había conocido.

    —Jamás te dejaré sola, mi querida Anna —susurró la apenas visible forma espiritual de Shun, para después regalarle una cálida sonrisa a su sorprendida alumna y ponerse en la tarea de reforzar la ‘Tormenta Nebular’ junto con ella—. ¡Juntos haremos estallar el verdadero poder de la constelación de Andrómeda!

    Los ánimos del maestro hicieron que la alumna sintiera más seguridad que nunca, y tras armonizar su cosmos con el de su cloth, consiguió la proeza de reforzar su máximo ken con su recién despertado ‘Séptimo Sentido’.

    —¡‘TORMENTA NEBULAR’!!! —exclamó la joven de bronce con abrumadora autoridad.

    Un poderosísimo remolino de viento huracanado se elevó en forma de una columna ascendente, impactando contra una visiblemente sorprendida Banshee, quien tras recibir con su cuerpo el mortal embate, fue elevada cientos de metros en el aire, despedazándose a la vez su armadura púrpura de igual modo que su existencia.

    El cuerpo de Aibhill se estrelló inerte contra el piso. Irónicamente había chocado sobre la tumba que tenía grabado el nombre de Anna.

    El esfuerzo de derrotar a la triste Guardiana había exigido a la joven castaña mucho más allá de sus límites. Sin embargo, aun encontrándose en tan malas condiciones, se las arregló para no claudicar en su intento por alcanzar a su maestro, cuya imagen espiritual había desaparecido en medio de la conmoción.

    —No dejaré que… luche solo contra Morrigan —expresó, avanzando erráticamente.

    El dolor que sentía en su maltrecho y agarrotado cuerpo le dificultaba bastante su intento por continuar en batalla. Además, la sangre que seguía fluyendo de sus ojos a manera de lágrimas, le impedía ver con claridad.

    —Es inútil que… sigas peleando, Andrómeda —le advirtió una trémula y débil voz muy cerca.

    Se trataba de Aibhill, quien arrastrándose sobre su peso, se había acercado un poco hasta quien la había derrotado. Su deplorable estado era resaltado por su semblante lleno de dolor emocional.

    —Desiste ya, Anna —añadió farfullando entre lágrimas de tristeza, al tiempo que levantaba la cara desde aquel pútrido terreno del que sobresalían huesos humanos—. Aunque yo desaparezca… el destino está escrito y no se puede cambiar… Tu vida y la de tu maestro ya han sido sentenciadas.

    —Jamás he creído en eso del destino —afirmó la aludida, observando con cierta pena a su antagonista extinguiéndose en el suelo—. Fue justamente mi maestro quien me dijo que las estrellas habían predestinado que yo debía ser su sucesora, pero el esfuerzo de convertirme en la Amazona de Andrómeda lo hice solo porque ese fue mi deseo y no porque ese haya sido mi destino.

    —¡Te equivocas! ¡Todo en este mundo… ya está escrito! —replicó indignada la pelirroja, tosiendo sangre.

    —¡Eres tú quien se equivoca, Aibhill! —le interrumpió con gran convicción—. ¡Somos nosotros los que escribimos nuestro propio destino! ¡¿De qué sirve ser humano si no podemos manejar nuestra propia vida?! ¡¿Qué progreso podemos tener si esperamos que un poder superior haga todo por nosotros?! ¡Si queremos ser felices debemos buscar esa alegría por nuestros propios medios, y no esperar para que nos caiga del cielo!

    Las palabras de la joven consiguieron impactar a la moribunda Guardiana, quien en silencio le retiró su mirada enteramente negra.

    —En ese caso… hubiese querido que me demuestres esas palabras… Si tu voluntad es así de fuerte… quizás puedas cambiar tu destino… Anna de Andrómeda…

    Tras decir esas palabras en un tono inusualmente amable y cálido para ella, Aibhill de Banshee dejó su tristeza a un lado y esbozó una ligera sonrisa. Tras suspirar por última vez, cerró los ojos para siempre y murió.

    Anna se entristeció por la muerte de su oponente, pero aún así no alejó de su mente la idea de continuar. Casi tambaleándose, la muchacha avanzó por un sendero cercado por árboles muertos sin hojas.


    ==Maravilla Suprema. Bosque de Luonnotar==

    Shaina parpadeó en varias ocasiones a fin de recuperar la consciencia. Un agradable aroma floral le ayudó a salir de su letargo.

    —Es un lugar hermoso sin duda —farfulló la Guerrera de Plata con cierto alivio.

    Al verse rodeada de flores de todos colores y árboles bellamente adornados por la nieve, su alma sintió paz por un instante.

    Tras levantarse de su lecho de pétalos multicolores y acomodar nuevamente el hacha de Viracocha en su espalda, Shaina decidió continuar por un tranquilo sendero que parecía invitarla a atravesarlo. Conforme avanzaba, podía ver la perfecta armonía en la que convivían los animales del bosque y las plantas. El melodioso trinar de las aves por poco le hizo perder la concentración y la cautela.

    —«No tengo tiempo para distraerme con las aves —se reprendió a sí misma, concentrando su atención en analizar el terreno—. Debo aprovechar el momento para acabar con el enemigo que custodia este lugar».

    Algo a lo lejos llamó su atención: Una gigantesca estructura se elevaba implacable entre la lejanía de las copas de los árboles blanqueados por la nieve. Sin pensarlo dos veces, la Amazona apresuró la marcha dispuesta a llegar a aquel recinto.

    Lo que observó cuando arribó al lugar, la dejó impactada. Ante ella se erguía el imponente Templo Sagrado Finlandés, que consistía en un enorme castillo antiguo rodeado por una sólida muralla, detrás de la cual se erigían majestuosas seis torres construidas al estilo arquitectónico medieval. Lo que más extrañaba de aquel maravilloso edificio, era el hecho de que estaba construido enteramente de reluciente metal plateado.

    —Un lugar como este sin duda es digno de un dios —pensó en voz alta la Guerrera—. Solo con acercarme a esta estructura, puedo sentir una enorme energía emanando de su interior.

    —Es natural que sientas gran poder en este templo —afirmó con autoridad una potente voz femenina desde dentro del edificio—. Justo ahora te encuentras en el territorio sagrado de los ancestros finlandeses.

    El tiempo pareció ralentizarse por unos instantes. El ruido del bosque enmudeció, mientras que el firmamento se oscurecía de repente. Shaina tuvo la sensación de que la misma naturaleza hizo silencio en señal de respeto a la recién llegada.

    —Mi pueblo me llama Mielikki. Soy la diosa finlandesa de la caza y el bosque —se presentó solemne la deidad de ensortijada cabellera dorada y profundos ojos color turquesa—. Sin duda es admirable el hecho de que hayas podido llegar hasta mi templo con vida, pero tu existencia se termina aquí y ahora.

    Shaina quedó paralizada ante aquel cálido pero amenazante cosmos, el cual parecía invadir la totalidad del lugar. La Amazona de Ofiuco no atinó a responder la sutil amenaza de la diosa del bosque, ya que apenas podía moverse ante la abrumadora presión que ejercía su energía divina.

    Sin embargo, lo que más le impactó a la Guerrera fue contemplar la figura de Mielikki en toda su gloria. La deidad vestía con orgullo su poderosa Armadura Suprema Finlandesa…

    Continuará…

    ***

    Como bienvenida al año nuevo, traigo la imagen que Shaina contempló cuando arribó al templo finlandés:

    Mielikki, diosa de la caza y el bosque

    [​IMG]
    Mi amiga Alalá fue muy amable al darle color a esta obra. Me encanta como se ve la diosa protagonista del segundo arco argumental.

    Feliz 2014 y gracias por leer.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kazeshini

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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 23: ¡VALENTÍA!: LA COBRA MUESTRA SUS COLMILLOS

    ==Maravilla Suprema. Templo Sagrado Finlandés==

    Shaina quedó paralizada ante la imponente presencia de Mielikki. Sentir la fuerza de aquel cosmos magnánimo, sumada a la impresión de verla vistiendo su ropaje sagrado, consiguió pasmarla a causa de la impresión.

    Y no era para menos, las placas de tonalidad plateada que conformaban la glamorosa armadura, dejaban escapar pequeñas motas de luz de la misma tonalidad. Aquel ropaje bellamente adornado se entallaba perfectamente a la delicada figura de su portadora, dándole un porte verdaderamente majestuoso al cubrir la mayoría de su cuerpo.

    El cabello dorado ensortijado de la diosa caía libre sobre sus hombreras platinadas, otorgándole un hermoso contraste a su apariencia. Seis grandes alas metálicas se extendían en la espalda de su Armadura Suprema, haciendo más elegante su presencia.

    —¿No te presentarás ante mí, humana? —inquirió Mielikki, al sentirse incómoda por el silencio—. Me gustaría al menos conocer el nombre de la mortal que se atrevió a invadir mi territorio sagrado sin permiso.

    —«¡Aunque mi enemiga sea una diosa, no me dejaré intimidar!» —se dijo mentalmente la Amazona, en un intento por infundirse valor—. Soy Shaina, Guerrera de Plata de Atenea —se presentó al fin, con mucho orgullo y seguridad.

    —Guerrera de Plata de Atenea… —repitió la deidad entrecerrando los ojos con extrañeza—. Eso significa que ni siquiera perteneces a la orden de los Caballeros más poderosos de tu diosa. Y aún así intentas desafiarme, supongo…

    —Si planeas destruir a la humanidad y a sus protectores, entonces pienso derrotarte, Mielikki —amenazó sin titubear.

    La aludida simplemente dio un suspiro de decepción, para luego escrutar con la mirada a la valiente guerrera.

    —Ustedes los humanos jamás se rinden, ¿cierto? Incluso cuando tu armadura de plata no ofrece prácticamente ninguna protección a tu cuerpo, ¿aún así dices que me derrotarás?

    Shaina no respondió y simplemente adoptó su clásica postura de batalla. Sus amenazantes garras extendidas no consiguieron intimidar a la diosa en Armadura Suprema.

    —Tu valor es admirable sin duda, pero no tengo tiempo para quedarme a luchar contigo. Es necesario que te elimine para luego descender a la Tierra. Los humanos merecen un castigo divino por atreverse a eliminar a un dios bondadoso como Viracocha.

    —¡Ningún dios que pretenda asesinar personas, puede ser considerado como bondadoso! —reaccionó alterada la Guerrera de Plata, quien impulsivamente arremetió contra Mielikki dispuesta a golpearla.

    A la finesa no le costó ningún esfuerzo detener secamente la trayectoria de su agresora. Tan solo una minúscula porción de su cosmos divino fue necesaria para paralizarla en medio del aire.

    —Te has atrevido a levantarle la mano a una diosa a pesar de tu obvia desventaja —musitó la deidad escandinava, acercándose a su atacante y posando la mano en la mejilla de su máscara metálica—. Aunque admiro a las mujeres guerreras, no puedo perdonar tu afrenta… Muere, Shaina…

    Bastó solo la presión de la energía plateada de la diosa, para lastimar de gravedad a su víctima. Su armadura de plata quedó prácticamente hecha añicos y su máscara fue desintegrada en el acto. Tras esto, la indefensa Amazona de Atenea fue expulsada con violencia del Templo Sagrado para terminar su trayectoria en el tronco de uno de los árboles nevados.

    Al sentir extinguirse el cosmos de la invasora, Mielikki devolvió la tranquilidad a su territorio. La luz nuevamente bañó su bosque sagrado y el sonido de los animales armonizaba una vez más con el ambiente.

    —«Ahora tu cuerpo formará parte de mi bosque. Seguirás viviendo como un espíritu protector de la naturaleza. Considéralo como una recompensa por tu valentía, Shaina».

    Al salir de su recinto, la deidad escandinava desplegó la media docena de alas metálicas que adornaban su espalda. Estaba dispuesta a emprender vuelo hacia la Tierra sin demora. No obstante, algo la detuvo:

    —¡‘Garra de Trueno’!!!

    La indiferente mirada turquesa de Mielikki se desvió por un instante hacia el árbol al que había arrojado a quien la había desafiado. Con cierto fastidio, extendió su mano y detuvo por completo la arremetida relampagueante que se le acercaba.

    —No has… vencido todavía, Mielikki —declaró Shaina, aún aturdida por el reciente embate—. ¡Te demostraré de lo que somos capaces los Santos de Atenea!

    Una gruesa línea de sangre recorría el rostro exhausto de la Amazona. Y aunque apenas podía mantener la consciencia, avanzó dando tumbos hacia su rival.

    Increíblemente, el hacha del dios inca todavía colgaba de su espalda, así que al notar este hecho, hizo un sobrehumano esfuerzo para levantar el pesado objeto y empuñarlo con decisión.

    Mielikki la observó con cierto desprecio.

    —Ahora entiendo cómo fue que pudiste llegar con vida hasta nuestro Santuario a pesar de no haber despertado el Octavo Sentido. Fueron los residuos del cosmos de Viracocha en su arma los que te ayudaron a conseguir tal proeza… ¿Y ahora piensas desafiarme con ella?

    —No te desafiaré con esta hacha —repuso la humana en tono altivo—. ¡Pienso terminar tu existencia con ella!!

    Shaina dio un gran salto con ‘Imbabura’ en manos. Con toda la fuerza que fue capaz de desatar, balanceó el arma creando una prodigiosa ráfaga cortante. Por primera vez el semblante de la diosa se vio alterado por la sorpresa.

    —«Sin duda el poder de las Armas Supremas es algo digno de admiración —reflexionó la de cabellera dorada retrocediendo de un salto—. Por fortuna, traigo puesta la armadura que Viracocha elaboró para mí».

    Las seis alas que conformaban su ropaje platinado se cerraron delante de ella, erigiendo así un férreo escudo protector. El choque de los metales resultó en una ensordecedora explosión cósmica, la cual consiguió destrozar el hacha del inca. Por su parte, la Armadura Suprema Finlandesa no tenía un solo rasguño.

    La Amazona observó con desesperanza como la hoja del arma se despedazaba entre sus manos.

    —No te sorprendas, Guerrera de Atenea. Como su creadora, yo conozco perfectamente las propiedades de los metales usados para forjar las armas de los dioses. Por tal razón, me fue sencillo separar la estructura de los átomos del hacha que portabas.

    Aunque Shaina perdió su único medio de protección y ataque físico, no se amedrentó ante su contrincante. A la Amazona parecía no importarle el hecho de que estaba enfrentando sola a una de las diosas pertenecientes a la Alianza Suprema, con tan solo la insuficiente protección que le otorgaban los restos del guantelete izquierdo y las dos rodilleras de su armadura de plata.

    —¡Solo en el momento en el que mi corazón deje de latir, desistiré en mi intento de proteger a quienes amo! —expresó la humana, debatiéndose entre la lucidez y la inconsciencia.

    Casi por inercia, corrió tambaleándose con la garra extendida hacia la diosa del bosque.

    —Desiste de una vez Shaina, no te resistas a…

    La finesa detuvo su advertencia al concentrar su atención en una inusual sensación de tibieza en su mejilla. Al acercar sus dedos a la cara, estos quedaron impregnados de sangre. Mielikki notó en ese momento que a pesar de haberse protegido con las alas metálicas de su armadura, su piel había sido lastimada.

    La indignación era evidente en su rostro divino.


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Jardín de Rosas Diabólicas Reales==

    Aunque sus cuerpos y sus armaduras doradas no mostraban señales de batalla, Kyrie de Escorpión y Eleison de Capricornio reposaban derrotados a la sombra de un árbol. Quien los encontró en ese estado, el Santo de Bronce Theron, observó pasmado la escena.

    —No… puedo sentir sus cosmos, Narella —comentó nervioso el Unicornio a su amiga de Sextante, quien al no poder ver, ignoraba lo que su compañero había encontrado—. Kyrie y Eleison han sido vencidos… Ambos yacen inertes frente a nosotros.

    La noticia consiguió alarmar a la joven de cabellera rosa, quien tras olvidar el dolor que aquejaba sus ojos, dejó la protección que le otorgaba la espalda de su amigo.

    —Yo estaré bien, Theron. Ahora ellos te necesitan más que yo. Ve y ayúdalos, por favor —le apremió la muchacha con suma preocupación.

    El Caballero acogió la petición enseguida. Sin demora se acercó al Santo de Oro que tenía más cerca y se puso en la tarea de revisar sus signos vitales. Tras comprobar que Eleison de Capricornio aún se mantenía con vida, dio un liberador suspiro de alivio y repitió el proceso con la Amazona Dorada de Escorpión. Por fortuna ambos hermanos solo estaban inconscientes y sin heridas de gravedad.

    Pasaron varios minutos desde el hallazgo del joven Caballero de Bronce, quien en un intento por mejorar las condiciones de sus tres compañeros heridos, los había acomodado en una especie de campamento improvisado. Una pequeña fogata les daba calor a los cuatro jóvenes.

    El acogedor calor del fuego le ayudó a Eleison a volver a la realidad. Al abrir los ojos en medio de su confusión, la primera imagen que invadió su campo visual fue la de su hermana, quien parecía dormir plácidamente de espaldas al tronco de un árbol.

    —¡Kyrie! ¡Hermana!

    —Tranquilízate, Eleison. Ella está bien y no corre peligro.

    El joven de rubia cabellera se volteó para posar su mirada azul sobre quien le había hablado. Ante él se presentó la imagen de los Santos de Unicornio y Sextante, quienes mostraban una apariencia lamentable.

    Capricornio vio con silenciosa lástima las magulladuras y heridas frescas en la piel de ambos, al igual que sus ropas desgarradas y armaduras agrietadas. Y aunque para él fue un tanto inusual el hecho de que el joven de cabello azul refugiaba a la chica en su cuerpo con un abrazo protector, decidió concentrar su atención en otros asuntos.

    —Theron… Narella… es un alivio verlos nuevamente, amigos —se dirigió a ambos el Dorado, esbozando su tranquilizadora sonrisa característica—. Hace mucho que dejaron el Santuario con su maestra y que no nos reuníamos los cuatro. Veo que han librado una dura batalla recientemente. Me disculpo por haber sido incapaz de ayudarlos.

    —No es necesario que te disculpes, amigo —musitó Narella escondiendo la cara en el pecho de Theron. No quería que alguien más vea la horrible herida que tenía en los ojos—. La nuestra era una batalla que debíamos librar solos. Nosotros los Caballeros de Bronce también tenemos nuestro orgullo al igual que ustedes los Santos de Oro.

    —Tú no cambias, amiga. Me alegro de que todavía conserves esa actitud tan decidida.

    —¡Oye, Eleison! ¡No te olvides de mí! —llamó su atención el Unicornio con fingida indignación—. ¡Narella venció en la batalla gracias a mi ayuda!

    —De eso estoy seguro, amigo. Sé que ustedes dos juntos son invencibles. Es el poder de su amistad el que…

    Eleison detuvo sus elogios al ver con más atención el rostro de Narella. Las chispas que desprendía la fogata habían iluminado la cara de la chica por un instante. Capricornio hizo un gesto de extrema preocupación al notar que su amiga tenía los ojos vendados y que a través de ese lienzo, todavía escapaba su sangre.

    Sin decir una palabra, el Caballero de Oro se acercó a sus dos amigos y delicadamente posó su mano en la mejilla de la doncella, hasta conseguir que ésta lo encare.

    —Narella… consagraste tu vista para lograr la victoria… Y aunque tratas de disimularlo, puedo notar que un insoportable dolor te aqueja.

    —Eso no importa, Eleison. Seré capaz de resistir esta herida que…

    Suavemente el joven rubio puso dos de sus dedos en los labios de la muchacha, callando así sus palabras.

    —Amiga, yo sé bien que no puedo devolverte la vista. Pero al menos déjame hacer algo por la valiente Guerrera que sacrificó tanto para proteger este planeta en nuestra ausencia.

    Eleison cerró los ojos y posó con delicadeza las yemas de sus dedos frente al rostro de la doncella de Sextante. En medio de su concentración, encendió su cálida y acogedora cosmoenergía dorada, la cual cubrió por completo a ambos compañeros de Bronce.

    —«El cosmos de Eleison se siente tan pacífico y generoso —reflexionó la Amazona, dejándose llevar por el ken curativo de Capricornio—. Ahora más que nunca puedo sentir su bondad y calidez».

    La energía emanada por Eleison logró calmar no solo el dolor y la hemorragia de su amiga, sino también su espíritu. El cosmos del amable Caballero de Capricornio provocó en la chica sentimientos de alivio sublime y acogedora paz, así que no pudo evitar rendirse ante tan agradable sensación.

    —Gracias por ayudar a Narella, Eleison —intervino el Unicornio, reaccionando con una sonrisa de satisfacción al ver a su amiga más recuperada.

    —Para eso somos los amigos —replicó el Santo de Oro también sonriendo, al tiempo que disminuía su aura—. En incontables ocasiones ustedes dos nos apoyaron a mí y a Kyrie. Y ahora esto es lo menos que puedo hacer por ustedes.

    —Tú tan calmado y amable como siempre, amigo. Bien sabes que yo siempre me dejo llevar por el calor del momento. Por esa razón tú eres un Caballero Dorado y yo uno de Bronce —bromeó el joven de cabellera azulada, provocando la risa de su interlocutor.

    Aunque Eleison y Theron tenían diferentes entrenamientos y maestros, ambos habían entablado una sincera amistad desde muy jóvenes. Junto con Narella y Kyrie se habían convertido en cuatro amigos inseparables, solo diferenciados por la forma de ser de cada uno y por una ligera diferencia de edades. Fue la actitud tranquila y reflexiva de Eleison la que le permitió desarrollar su cosmos antes que sus amigos y ganarse el honor de servir a Atenea en la orden de sus doce Caballeros más poderosos. Y aunque en apariencia se lo veía tranquilo, carismático y amable; al momento de la batalla era capaz de mostrar los mismos bríos que su antecesor, el legendario Shura de Capricornio.

    —Pues, te confieso que me gustaría ser más como tú, Theron. La mayoría del tiempo me ves sonriendo, aunque no sienta deseos de hacerlo. Quisiera demostrar lo que verdaderamente siento, tal como Kyrie me lo dijo en alguna ocasión.

    Justamente en ese momento la doncella dorada de Escorpión recuperó la consciencia, para observar confundida a su hermano y a sus dos amigos reunidos. Su atención se desvió luego a su entorno. Al ver el Calendario Maya flotando en el cielo y los miles de rosas marchitas a su alrededor, Kyrie desvió su rostro con decepción.

    —No… no lo logramos —titubeó la Guerrera de Oro en medio de su descontento. A pesar de usar su máscara dorada, su tristeza era notoria—. No pudimos ascender hacia ese Santuario en el cielo…

    —No te sientas mal, amiga —intentó reconfortarla la joven de Bronce, aún refugiada en los brazos de Theron—. Como Guerrera Dorada que eres, tú sabes que la esperanza es lo último que se pierde al momento de proteger a la humanidad.

    —Lo sé, Narella. Es solo que no puedo evitar sentir que nuestro fracaso en ascender fue mi culpa. Seguramente fue esa barrera de energía invisible en el cielo la que nos regresó a tierra porque no pude alcanzar el Octavo Sentido.

    —Te equivocas, hermana —la atajó enseguida el Dorado de Capricornio, con un tono inusualmente serio para él—. Estoy seguro que ambos conseguimos despertar el Arayashiki, así que según lo que nos dijo la misma Atenea, en teoría debimos ingresar a la Maravilla Suprema sin problemas.

    —Siendo ese el caso… ¿Entonces qué les impidió el paso? —inquirió confundido el Unicornio.

    —Pude sentirla… —farfulló Eleison con la mirada perdida en sus recuerdos—, fue una voluntad divina la que nos atacó y nos arrojó a tierra de una forma tan violenta. Por alguna razón el dios que creó la fortaleza en el cielo dejó pasar a nuestros compañeros y a la vez nos dejó a ambos fuera.

    —Seguramente fue Morrigan —dedujo la Amazona de Oro—. La muy cobarde no quiere que la enfrentemos juntos y por esa razón nos está separando antes de la batalla.

    —No… no fue la diosa celta… La naturaleza del cosmos que nos impidió avanzar era diferente a la suya. Aquella voluntad divina no rebosaba maldad como Morrigan. La energía del dios que nos frenó el paso no se sentía malintencionada, ni tampoco bondadosa… Era más bien neutral, de la misma naturaleza cósmica que se desprende de ese Santuario estático en el cielo.

    —Entonces debió ser su propio creador —afirmó muy seguro Theron—. Solo un poder superior pudo haber impedido el avance de dos poderosos Santos Dorados como ustedes.

    —Ahora que lo mencionan —intervino la doncella de Escorpión al darse cuenta de algo importante—. Recuerdo que antes de perder la consciencia pude divisar una enorme plaza adornada de monumentos con varios brazos y rostros.

    —Esa descripción coincide con la iconografía clásica con la que se representa a la deidad suprema hinduista… —recordó el joven rubio ojiazul—. ¿Acaso el dios hindú Brahma es quien no nos quiere allí arriba?

    Más dudas se hacían presentes en las confundidas mentes de los cuatro Santos. En silencio el grupo de amigos reflexionaba sobre la situación actual.

    —Amigos, ya no podemos seguir perdiendo tiempo aquí —dijo al fin la joven de armadura rosa—. Aunque nuestra maestra nos encargó el cuidado de la Tierra, no tenemos más opción que ascender de inmediato al Santuario de los dioses. Ya que el recinto de nuestra diosa fue completamente destruido en la ausencia de Kyrie y Eleison, debemos apoyar a nuestros compañeros dorados allá arriba.

    Ninguno de los cuatro sabía que cinco Santos de Bronce habían llegado también al recinto divino hace algunas horas.

    Por un momento Theron tuvo el impulso de detener a Narella en su intento por ascender. La preocupación por su bienestar le obligaba a protestar aquella osada decisión, sin embargo, el joven se contuvo al conocer la personalidad decidida de su amiga. El sabía que aunque ella no podía ver, no había poder humano que la haga cambiar de parecer. Además, debía admitir que a él también le emocionaba la idea de batallar junto a sus compañeros de oro.

    A partir de aquel momento, a ninguno de los dos Santos de Bronce le importó siquiera el hecho de que sus recientes heridas dificultarían bastante su rendimiento en batalla, o que todavía les hacía falta alcanzar el Octavo Sentido, muy necesario para atravesar la barrera invisible de cosmos divino que cubría la Maravilla Suprema.

    —Su maestra Shaina estaría muy orgullosa si los viera ahora —los felicitó alegre su amigo Eleison—. Es hora de demostrar el verdadero poder de los Santos de Atenea.

    El entusiasmo de su hermano y amigos se contagió a la Guerrera Dorada de Escorpión, quien al recordar también las resplandecientes letras rojas que Milo había grabado en su máscara, recuperó los ánimos para seguir luchando. La palabra ‘Esperanza’ era lo único que prevalecía en su mente.

    —¡El grupo de cuatro amigos está junto nuevamente después de tanto tiempo! ¡Entre todos lucharemos para obtener la victoria en nombre de Atenea y de la humanidad! ¡Y si el dios hindú nos impide nuevamente el paso, lo volveremos a intentar las veces que sean necesarias!

    Kyrie, Eleison, Narella y Theron encararon con decisión la Maravilla Suprema. A paso firme avanzaron dispuestos a enfrentar su futura batalla.


    ==Maravilla Suprema. Templo Sagrado Finlandés==

    Shaina permanecía inmóvil, yaciendo boca abajo en el pasto que adornaba el exterior del Templo Finlandés. Mielikki la había golpeado con su cosmos una vez más. El impulso de ira al ver su rostro sangrando, la obligó a agredir nuevamente a la Amazona de Plata.

    —Ya es suficiente de tanto castigo y tanta sangre —declaró la deidad, viendo indiferente a su rival debatiéndose entre la vida y la muerte—. Como acto de piedad, te dejaré morir en paz en mi bosque. Eso es lo menos que puedo hacer por…

    Una perturbación cósmica detuvo su monólogo.

    —¡Mis Guardianes! —vociferó alterada sobremanera—. ¡Los cosmos de Mirja y Rasmus han desaparecido por completo! —añadió, apretando los dientes por la ira.

    Era extraño ver el rostro de la deidad finesa tan desencajado por una dolorosa furia. Tal semblante daba la impresión de que la muerte de sus Guardianes le había afectado tanto como la de su compañero inca.

    —¡¿Cómo pudo ser posible que mis poderosos guerreros hayan sido derrotados por los humanos?!!

    Escuchando entre sueños estas declaraciones, Shaina consiguió reaccionar y volver a la realidad.

    —Narella… Theron… sabía que protegerían… la Tierra… —murmuró la mujer de cabello verde con dificultad.

    —Entonces esos son los nombres de los asesinos de mis aliados —se dijo la diosa, entrecerrando sus ojos turquesa en señal de desprecio—. Primero Viracocha y ahora mis Guardianes… Esos dos humanos que mencionaste serán víctimas de mi castigo divino…

    Con gran temor, la Amazona abrió los ojos casi desorbitándolos de sus cuencas. Sus alumnos estaban en peligro de muerte, y en el estado en el que ella se encontraba, difícilmente podría hacer algo para evitarlo. No obstante, ni las heridas graves, ni el cansancio pudieron detenerla en su intento de reincorporarse y elevar su cosmos nuevamente.

    —No dejaré que lastimes a mis discípulos —manifestó Shaina, con su altiva mirada verde clavada en la diosa—. ¡Ellos son muy valiosos para mí y no permitiré que los mates como si sus vidas no significaran nada!

    La energía cósmica de Shaina se elevaba trascendiendo los límites normales de un Caballero de Plata. Ver en peligro las vidas de los Santos de Unicornio y Sextante, fue lo que la impulsó a sobreponerse a la muerte y hacer estallar el universo viviente dentro de ella.

    —Esto es imposible —dijo la finlandesa con cautela—. Un Santo de categoría inferior como ella, no podría encender su energía cósmica en tal proporción… A menos que ella también sea…

    Los restos de la armadura de plata que cubría a la Amazona, emitían un intermitente resplandor dorado. Una brillante aura del mismo color bañó su cuerpo entero, produciendo una fuerte luz que obligó a Mielikki a cubrir sus ojos.

    Cuando la diosa recuperó la visión, contempló con asombro a Shaina vistiendo una imponente armadura dorada. Su Séptimo Sentido recién alcanzado le permitió despertar la armadura de oro de la Decimotercera Constelación del Zodiaco, el Ofiuco.

    Continuará…
     
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 24: ¡NO ESTÁS SOLA, SHAINA! REFUERZOS EN EL TEMPLO FINLANDÉS

    ==Maravilla Suprema, Inmediaciones del Templo Sagrado Finlandés==

    —Así que tú también eres una Guerrera perteneciente a la orden más poderosa de los Santos de Atenea —dijo Mielikki con extrañeza, al ver a su oponente vistiendo aquella inédita armadura de oro—. Debí suponerlo, tu ropaje dorado entonces representa al Ofiuco, el decimotercer signo del zodiaco. Me extraña que tu constelación haya sido considerada de plata por Atenea en primer lugar, ya que es el movimiento de precesión del eje de la Tierra el que altera la concepción del zodiaco conocido… Por tal razón, tu constelación es introducida a los convencionales doce signos entre Escorpión y Sagitario. Deduzco que tu cloth estaba esperando el momento del despertar de tu máximo cosmos para entonces mostrar su verdadera naturaleza dorada…

    La expresión en el rostro de Shaina era de incredulidad y asombro. La armadura de oro de Ofiuco había surgido de los restos de su versión de plata, tras el despertar del Séptimo Sentido de su portadora. Aquella nueva armadura desprendía vida desde su resplandeciente dorado contrastado con retoques anaranjados. Sin duda se trataba de un ropaje digno de un Caballero de Oro, ya que su diseño impactaba a la vista y ofrecía una férrea protección al cubrir la mayoría del cuerpo de su usuaria.

    Al principio Shaina estaba confundida, pero tras sentirse rebosante de poder, levantó la cabeza y encaró con convicción a la deidad finlandesa.

    Decididamente empuñó el caduceo que se había materializado en sus manos. Aquel cetro alado, adornado con dos serpientes entrelazadas, constituía la decimotercera arma del zodiaco.

    —¿Tú también puedes sentirlo, Mielikki? —le preguntó, extendiendo el arma con la amenazante intención de atacarla—. ¡¿Puedes sentir la seguridad y la fuerza que me otorga mi armadura de oro?!

    —Baja ese caduceo, Guerrera —le ordenó agresiva la deidad del bosque—. No olvides que te encuentras frente a una diosa. Aunque ahora seas una Amazona Dorada, tu cloth de oro no es rival para mi Armadura Suprema.

    —¡Pues yo pienso todo lo contrario y te lo demostraré ahora mismo!!... ¡Garra de Trueno!!

    Shaina echó detrás de su cuerpo la mano que sostenía su caduceo de oro. Decidió atacar a la diosa con su propia técnica, la cual fue reforzada con la velocidad de la luz y el Séptimo Sentido. Las garras de la humana se habían tornado doradas, al igual que los feroces relámpagos que chispeaban de éstas.

    —¡Es inútil, Shaina!! —profirió enojada Mielikki, agarrando con ambas manos el antebrazo de su agresora, deteniendo así el mortal ken a pocos centímetros de su rostro.

    Shaina luchaba por liberar su brazo de la presión de aquellas delicadas manos, las cuales lucían débiles en apariencia, pero que en realidad eran increíblemente fuertes.

    —Me sería tan fácil arrancarte ahora mismo este brazo… pero mi intención no es torturarte. Un Santo Dorado merece el honor de que lo acabe con una de mis técnicas divinas.

    La advertencia consiguió alarmar a la Guerrera, quien como último recurso para liberarse, concentró una considerable cantidad de energía cósmica en el caduceo de oro que sostenía con su mano libre. Tras esto, logró asestar un potente golpe en el rostro de su contendiente. El impacto fue tal, que consiguió arrancarle el casco de su Armadura Suprema y liberarse de la presión de sus manos.

    Mielikki retrocedió dando tumbos en medio de la confusión de aquella sensación nueva para ella. Era dolor físico lo que sentía por primera vez, pero más que nada, era enojo puro lo que se desató en su interior; cuando en medio de la conmoción del golpe, notó que un hilo de sangre corría por la comisura de sus labios.

    —No pienso perdonar esta ofensa —advirtió amenazante la deidad, clavando sus iracundos ojos turquesa sobre Shaina—. ¡Morirás víctima de una de mis más poderosas técnicas!!

    La energía divina de la diosa se elevó en un parpadeo, opacando con creces el cosmos máximo de la Guerrera Dorada de Ofiuco.

    —«No… no puedo creer que exista un ser con un poder tan magnífico…» —reflexionó aterrada la Amazona, al presenciar tal desborde de fortaleza cósmica. La desesperanza la invadió al ser testigo de la abismal diferencia entre la fuerza de un dios y un humano.

    —¡METAMORFOSIS DEFINITIVA!!! —exclamó la diosa de dorados cabellos, extendiendo ambos brazos lateralmente, tras evocar el nombre de su técnica divina.

    Los animales que pacíficamente rondaban el templo huyeron despavoridos al sentir la inmensa cantidad de poder desatado.

    Una película de energía plateada cubrió el cuerpo de Shaina, haciendo imposible su movimiento.

    —Cada uno de los dioses miembros de la ‘Alianza Suprema’ posee un color que identifica la esencia de las técnicas que lo caracterizan —explicó la diosa escandinava, limpiando la sangre que seguía escapando por sus labios—. En lo que a mí respecta, la naturaleza elemental de mi cosmos está representada por los Animales y los Metales. Y ya que tu armadura dorada de Ofiuco simboliza a un serpentario, fuiste la más desafortunada de tus compañeros al escoger enfrentarme…

    Aunque la Guerrera de Atenea seguía impactada ante la abrumadora demostración de poder de su rival, se las arregló para recuperar la compostura y observarla sin temor.

    —¡Tus amenazas no me asustan, Mielikki! —le gritó, volviendo a ser la misma mujer valiente que la retó en primera instancia—. ¡Si planeas dañar a mis alumnos y a personas inocentes, haré lo que sea necesario para detenerte!!

    —Dices eso sin siquiera poder moverte… Veamos si puedes respaldar tus palabras ahora que mi técnica está completa…

    Cuando la diosa tronó los dedos con autoridad, la armadura de oro de Ofiuco y el caduceo abandonaron a su dueña, transmutando en una especie de viscoso líquido dorado. A la estupefacta Amazona le dio la impresión de que su cloth se había derretido para caer inservible sobre el pasto.

    Ese era solo el inicio del ken, ya que aquel oro fundido parecía retorcerse con vida propia, para mutar poco tiempo después en una incontable cantidad de serpientes de todo tipo.

    —¡¿Qué le hiciste a mi armadura?! —inquirió nerviosa la humana, al ver su única protección transformada en amenazantes reptiles.

    —Como te dije antes, yo controlo a los animales y a los metales…

    Tras un ademán de la finesa en Armadura Suprema, los centenares de víboras brincaron al unísono sobre su estupefacta víctima, atacándola sin piedad con sus afilados colmillos y poderosas constricciones. Aunque Shaina usaba su cosmos para deshacerse de las serpientes, estas no desistían en su intento de morderla y asfixiarla.

    —Es inútil que luches, Guerrera —le aconsejó con seriedad la diosa, observando aquel espectáculo grotesco con una expresión inalterable—. Las serpientes que te atacan están siendo reforzadas por tu propio cosmos. Adicional al dolor que te producen, sus mordidas absorberán toda tu sangre, matándote sin remedio…

    En medio del indescriptible dolor que estaba sintiendo en todo su cuerpo, Shaina notaba como sus sentidos se iban desvaneciendo.

    —«El poder de un dios es algo inigualable… —reflexionó la Amazona, con el cuerpo entumido a causa del intenso sufrimiento—. ¿Entonces así termina mi existencia? ¿Así de fácil dejaré a mis alumnos desprotegidos en la Tierra?»

    La deidad de la caza dejó escapar un pequeño suspiro al ver que las serpientes dejaron de atacar a la mujer de cabello verde, para luego dispersarse a lo ancho del campo de pasto.

    —Es irónico que la misma armadura que tanto trabajo te costó despertar, haya acabado con tu vida.

    La doncella de Ofiuco se mantenía en pie sin moverse. Tenía los ojos cerrados y la cabeza abajo, con el mentón apoyado en el pecho. No había señales de vida en su desgarrado y maltratado cuerpo.

    Al ver a su rival completamente derrotada e inerte, Mielikki, en un alarde de confianza, reunió con su voluntad divina a todas las víboras a su alrededor. Las serpientes ascendían delicadamente por su cuerpo, enroscándose en el metal de su Armadura Suprema. La diosa se veía todavía más imponente con aquellos animales adornando su ropaje sagrado.

    —Las criaturas concebidas por el Supremo Creador poseen una belleza inigualable —musitó la rubia, acariciando con suavidad la piel lisa de una serpiente, la cual se había colado entre la protección metálica de su cuello—. Sin duda la hermosura más sublime es la que manifiesta la naturaleza y sus creaciones. Cuanta perfección se puede ver en un ser tan pequeño. Por desgracia ustedes los humanos están tan distraídos en su mundo artificial, y no se detienen para admirar lo valioso de lo simple…

    La deidad pasó de largo a la humana que se había atrevido a desafiarla, con el objetivo de alejarse de su templo y contemplar el bello resplandor que iluminaba el Bosque de Luonnotar.

    —Mis pequeñas, ahora que su mal llamada dueña ha muerto, les otorgaré un digno hogar en mi territorio. Vivirán en armonía con los demás animales del bosque que…

    La diosa de la caza detuvo su monólogo al sentir una inusual presión en su cuerpo divino. Los reptiles que la adornaban brillaron intermitentemente en un dorado intenso. Aquel cálido resplandor le producía un extraño sentimiento de desasosiego, porque al intentar retomar el control de los animales, se vio imposibilitada de hacerlo.

    —¡Pero…! ¡¿Por qué las serpientes ya no me obedecen?!! —preguntó alarmada a la nada—. Siendo yo la diosa que tiene dominio sobre los animales… ¡¿Por qué estas serpientes insisten en traicionarme!!

    Tras hacer violentos movimientos de constricción y abandonar con desprecio a la finesa en ropajes sagrados, los reptiles se dirigieron presurosos hacia Shaina, para materializarse sobre ella en forma de su armadura dorada de Ofiuco.

    El sentir ese calor cósmico cubriendo nuevamente su agarrotado cuerpo, le ayudó a la Guerrera a volver una vez más a la realidad.

    —Mielikki… aunque seas una diosa extremadamente poderosa, jamás podrás controlar el vínculo que existe entre una armadura y su portador —manifestó la doncella de oro, con más lucidez y fuerza que nunca—. Nosotros los Caballeros no somos dueños de nuestras cloth. ¡Nosotros somos uno con ellas porque las respetamos y las consideramos mucho más que un pedazo de metal, o la simple representación de una constelación! ¡Las armaduras son seres vivos independientes que comparten un espíritu y una voluntad con nosotros!!

    —Un conmovedor discurso, sin duda. Pero de nada te servirá ese vínculo del que tanto alardeas, Guerrera —le advirtió la aludida, aún confiada en su victoria—. Me faltó explicarte algo: Las serpientes que te atacaron te inyectaron un poderoso veneno, y cuando este alcance tu corazón, morirás en el acto. Calculo que apenas te queda media hora de vida… De hecho me sorprende que mi técnica divina no te haya matado al instante —siguió comentando la escandinava, observando de reojo a su fatigada oponente—. Sin duda eres una de las mujeres más poderosas que he tenido el honor de conocer, pero aún así no conseguirás la victoria.

    Aunque la mortal toxina de la ‘Metamorfosis Definitiva’ había sentenciado la vida de la Amazona Dorada, ella se mantenía firme en su objetivo de derrotar a la diosa del bosque, así que sin vacilar le dijo:

    —La media hora que me diste de vida será suficiente para destruir a la deidad que planea matar a personas inocentes.

    —Es suficiente, Shaina. Ya no existe necesidad de pelear —replicó la de cabellera de oro, en un tono más conciliador—. Por respeto a ti y a tu valor, te dejaré pasar tranquilamente tus últimos minutos de vida aquí en mi territorio. Morirás reconfortada por la belleza de mi bosque en todo su esplendor. Que el aroma de las flores y el trinar de las aves te den paz en tu paso al otro mundo.

    —¡No necesito tu piedad! —declaró tajante la humana, extendiendo con decisión el brazo en el que sostenía su caduceo—. ¡Haré valer mis últimos instantes de vida protegiendo a mis alumnos y a las demás personas en la Tierra!

    —¡Te dije que basta, Guerrera! —le increpó severa la deidad perdiendo la paciencia, al tiempo que encendía sus ojos turquesa de furia—. ¡Si no deseas morir en paz en mi bosque, entonces abandona de una vez mi territorio y regresa a la Tierra con tus tan apreciados alumnos!! ¡Me cansé de verte y de tus insolencias!!

    Con el fin de amedrentar a la Amazona Dorada, Mielikki se vio obligada a invocar el Arma Suprema que ella misma había fabricado. En sus manos se materializó un arco de la misma tonalidad platinada de su armadura.

    —He bautizado a mi arma con el mismo nombre de Väinämöinen: el más célebre de los héroes de toda la historia finlandesa. Es curioso, pero tú me recuerdas la determinación y valor de aquel gran hombre.

    Sin vacilar, la diosa extrajo una flecha de plata de la aljaba que había aparecido en su espalda y la colocó habilidosamente en el arco. Extendiendo la tensa cuerda, apuntó el arma de forma amenazante hacia el corazón de su oponente.

    —No quiero cazarte como si fueras mi presa. Pero si no abandonas mi territorio hasta que termine de contar hasta diez, no dudaré en clavar esta flecha en tu corazón…

    —¡No pienso moverme ni un centímetro de este lugar! —replicó la Amazona de Ofiuco sin titubear—. ¡No huiré como una cobarde de esta batalla!

    —Será como quieras, Guerrera… Uno —empezó a contar sin detenerse—, dos, tres…

    El excesivo castigo que había recibido, sumado al efecto del veneno habían aplacado las fuerzas de Shaina, mas no su espíritu. Aunque no le sería humanamente posible sobrevivir a un ataque ejecutado con el arma de una diosa, la mujer en armadura dorada estaba dispuesta a morir en su intento por detener a su contrincante.

    —Cuatro, cinco, seis… —continuó enumerando cada segundo la diosa de la caza, cargando a la vez una enorme cantidad de cosmos plateado en la saeta—, siete, ocho…

    La distancia entre la deidad y la humana era relativamente corta. La velocidad con la que se imprimiría el impacto sería difícil de esquivar incluso para un Caballero Dorado.

    La doncella de Ofiuco bajó la guardia y relajó su cuerpo a fin concentrar mejor sus sentidos en el mortal ataque que se avecinaba. Y aunque en su corazón todavía existían dudas sobre si podría sobrevivir o no, la Amazona no planteó siquiera la idea de moverse un paso.

    —Nueve, ¡diez! ¡Desaparece de una vez, Shaina!

    Mielikki no dudó al soltar la cuerda del arco para liberar su flecha plateada. Al ver el cegador destello producido por el disparo, la Guerrera reaccionó extendiendo su propia arma, esperando que esta contenga la arremetida.

    La acción transcurrió a una velocidad superior a la de la luz. Cuando la calma volvió al lugar, la atacante vio con extrañeza que su flecha estaba profundamente clavada en una de las paredes de metal de su templo.

    Solo el caduceo dorado de Ofiuco yacía despedazado sobre la hierba. No había rastros de su propietaria.

    —«Es imposible que un disparo de Väinämöinen haya fallado. Seguramente esa mujer hizo caso a mi advertencia y se marchó a último momento —reflexionó, inspeccionando cuidadosamente los alrededores con la mirada—. Ni siquiera puedo sentir su cosmos».


    ==Maravilla Suprema, Bosque de Luonnotar==

    Shaina sintió que la rodeaba una agradable sensación de calidez. En medio de su confusión, percibió un acogedor sentimiento de protección y seguridad rodeándola.

    El melodioso tintineo de una campanilla le hizo volver a la realidad. Tras abrir los ojos y parpadear lentamente, notó un tanto sonrojada que se encontraba recostada en los brazos de un hombre.

    El extraño de cabello castaño rojizo tenía su serena mirada azul posada sobre la maltrecha mujer que sostenía en brazos. Aunque a ella le extrañó ver que aquel hombre usaba una especie de antifaz metálico, y que estaba ataviado en una asimétrica armadura de tonalidades verdes y plateadas; sintió una sensación de familiaridad y confianza hacia él.

    —¿Fuiste tú quien me rescató? —le cuestionó un poco avergonzada—. Estoy segura de que no perteneces a la orden de los Caballeros de Atenea. ¿Quién eres?

    —Mi nombre es Touma —se presentó el Ángel de Artemisa—, pero también puedes llamarme Ícaro. Y no vine solo, mi hermana mayor está conmigo.

    Ícaro observó con una sonrisa hacia lo alto de un árbol cercano, la Amazona Dorada lo imitó.

    —¡No estás sola, Shaina! No podíamos dejarle toda la responsabilidad al orgullo de todas las Guerreras del Santuario —enalteció en tono alegre la mujer que estaba encaramada en las ramas de un sauce cubierto de nieve—. Has dejado por lo alto el nombre de las mujeres que luchan por Atenea y eso es algo de lo que estoy muy orgullosa. Solo una Guerrera fuerte como tú habría tenido la voluntad para convertirse en un Santo de Oro por sus propios medios y enfrentarse sola a una deidad.

    —¡Marin! —exclamó la aludida, alegremente sorprendida.

    Descendiendo de un salto, la enmascarada Amazona de Plata de Águila se juntó con su hermano menor y con su amiga.

    Continuará…

    ====

    Comparto el art de Shaina vistiendo la armadura de la decimotercera constelación de oro:

    Shaina de Ofiuco

    [​IMG]

    Muchas gracias a mi amiga Alalá por agregarle color a esta obra, y gracias también a quienes se han tomado su tiempo para leer esta historia.

    Saludos.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Sheccid

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    Ya se que paso mucho tiempo, pero aquí estoy, despues de leer todos los capis n.n fue tan hermoso y emocionante como el anime.
    Me encantó la desiciíon de Shaina, Narella y Theron, fue increíble la descripción de cada una de las batallas.
    y uff, en este ultimo capi me tenias al borde de la silla, ya sentía que Shaina iba a encontrar su final, pero ¡milagro! Touma y Marihn salvan su vida...¿o no? ¿la tecnica de la diosa realmente solo le dara media hora de vida?¿y ya te dije que me gusto mucho que se le otorgara una armadura a Mar? Los fan arts son preciosos, tú y Alalá tienen mucho talento :)
    Tratare de no dejar FFL tan abandonado, espero poder darme el tiempo suficiente de visitarlo mas.
    espero conti ;)
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Qué gusto volver después de algún tiempo y encontrarme con tus comentarios. Aprecio que todavía sigas pendiente de mi historia, y más durante el desarrollo de este segundo arco.

    Quise darle un poco más de protagonismo a Shaina como mujer guerrera y por esa razón la incluí en una batalla tan trascendental como la que se desarrolla en territorio finlandés. Aparte de su ascenso a Guerrera Dorada, también quise imaginármela enfrentando a una rival de peso como lo es la diosa Mielikki. Ahora que han aparecido Marin y Touma, el combate tomará más intensidad todavía. Créeme que todas tus dudas serán respondidas conforme se desarrolle este encuentro.

    Con respecto a Mar como portadora de una cloth, poco a poco veremos su evolución como guerrera y sus habilidades para hacer valer su nombre de Amazona. Tengo grandes expectativas para esta joven que tanto me agrada jeje.

    Te agradezco mucho por tu apoyo y por tus comentarios sobre nuestros dibujos. Seguiré compartiéndolos conforme vayan apareciendo nuevos personajes para que los lectores se los imaginen de mejor forma.

    Por último, no te preocupes si no puedes comentar tan seguido. entiendo que existen prioridades que abarcan la mayoría de nuestro tiempo. De no ser así, también me verían más seguido por acá xD Que disfrutes el capítulo de hoy ^^

    Kaze~
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 25: LA LEYENDA DE ÍCARO, EL ÁGUILA Y EL OFIUCO

    ==Maravilla Suprema, Inmediaciones del Templo Sagrado Finlandés==

    La deidad en ropajes supremos paseaba por los exteriores de su templo. El ajetreo de la contienda recién librada había alterado sus nervios, así que necesitaba relajarse contemplando la belleza del Bosque de Luonnotar.

    —«Es reconfortante encontrarme sola con la naturaleza —reflexionó, dando un suspiro de alivio—. Al final esa guerrera se amedrentó por mi poder y se marchó en paz de mi territorio».

    Pero había algo que seguía perturbándola, así que al verse sola, se sintió libre de expresar lo que verdaderamente atormentaba su corazón.

    —El deceso de Mirja y Rasmus… —expresó con inusual tristeza—, en realidad siento un desgarrador dolor por sus muertes… Todavía no puedo creer que un par de Caballeros de Bronce los hayan derrotado y asesinado.

    —Es interesante conocer tu lado sensible, diosa finlandesa —intervino una voz a espaldas de la aludida—. A pesar de tener una apariencia delicada, la has escondido bajo esa imponente armadura y ese rostro lleno de seguridad que muestra gran fortaleza de carácter. Veo que esa era solo una máscara que ocultaba tu verdadero ser.

    —No hables como si me conocieras, humana —profirió la diosa de cabellos rubios, volteándose para resaltar su semblante desencajado por la ira.

    Su ceño fruncido y sus ojos turquesa resplandeciendo de furia, hacían evidente su cólera, mas lo que vio cuando encaró a Shaina, la alteró más todavía.

    —Así que más invasores se han atrevido a irrumpir en mi territorio —comentó en tono despectivo, regalándoles una mirada de desprecio a los tres guerreros—. Pero da igual cuántos humanos conflictivos sean, el resultado siempre será el mismo.

    —Mi nombre es Marin, Amazona de Plata de Águila —se presentó la mujer castaña que cubría su rostro con una máscara—. Y mi deber es detenerte, aunque para eso tenga que sacrificar mi vida.

    —Y yo soy Touma —la secundó el hombre en antifaz metálico, al tiempo que alzaba la guardia—. Y no descansaré hasta eliminar la amenaza que representas.

    Mielikki parecía escrutar con la mirada a los recién llegados. Un ligero sentimiento de nostalgia se apoderó de ella.

    —Ustedes dos son hermanos, ¿cierto? —los cuestionó la deidad, disfrazando su sentimiento de añoranza con su habitual hablar lleno de superioridad—. Me recuerdan bastante a mis Guardianes.

    La diosa finesa retrajo las seis alas de su Armadura Suprema y acomodó su arco junto al carcaj que llevaba en la espalda. Tras esto, alzó los brazos para colocarlos en una inusual pose de batalla.

    —¿Qué planeas, Mielikki? —le cuestionó Shaina, al ver la guardia alta de la enemiga—. No creas que nos intimidarás con otra de tus técnicas.

    —Quieres defender a tus alumnos en la Tierra, ¿cierto, Amazona Dorada? —le preguntó, sabiendo de antemano la respuesta—. ¡Pues entonces deberán demostrarme que pueden ser tan fuertes como mis Guardianes! ¡Recibirán la fuerza de mis ataques físicos! —añadió desafiante—. ¡Solo si detienen estos embates, perdonaré a Narella, Theron y a toda la humanidad!

    Shaina, Marin y Touma sabían que no debían confiarse, incluso cuando la diosa escandinava poseía una contextura física aparentemente frágil.

    —No desaprovecharemos la ocasión que nos ofreces, Mielikki —intervino la Amazona de Águila en nombre de sus compañeros—. Si nos estás dando una oportunidad para salvar a quienes apreciamos, entonces la aceptamos de buena gana.

    Tras la sentencia, la diosa en Armadura Suprema desapareció de la vista de los tres guerreros humanos, quienes aprovecharon este lapsus para colocarse en una estratégica formación. Se habían posicionado en un triángulo, dándose las espaldas para flanquear cada punto por el que pudiera aparecer su peligrosa rival.

    A una velocidad superior a la de la luz, la escandinava reapareció a un costado de Touma, quien apenas y pudo verla a centímetros de él. El Ángel de Artemisa tuvo la suficiente velocidad y capacidad de reacción para detener con ambas manos un poderoso codazo que se dirigía a su torso. No obstante, la fuerza física con la que venía cargado aquel fortísimo golpe, logró romper su defensa y estrellarse de lleno contra su pecho. La protección metálica del cuerpo de su gloria de Ícaro quedó destrozada en el acto.

    El golpe que recibió el hombre castaño fue de una potencia tan apabullante, que fue capaz de proyectarlo en línea recta contra una de las cuatro murallas que rodeaban el Templo Sagrado Finlandés. La pared metálica fue destrozada en gran proporción.

    —Uno menos —profirió la deidad para sí misma, dirigiendo su atención a la Guerrera de Plata.

    Mielikki utilizó toda la fuerza física de sus piernas para dar un portentoso salto, el cual la elevó varios metros en el aire.

    —¡Así es como ataca una verdadera águila! —alardeó ella, mientras se encontraba suspendida en las alturas—. ¡Desaparece, Marin!

    La Guerrera no se intimidó y en un intento por detener a su contendiente, ejecutó una de sus técnicas.

    —¡Este es el auténtico ken del Águila! ¡‘Estrellas Fugaces’! —exclamó la doncella enmascarada, dejando escapar de sus puños un sinnúmero de meteoros luminosos.

    La atacante divina recibió todas las arremetidas sin siquiera inmutarse o detener su trayectoria. La perfecta defensa que le otorgaba aquella armadura de resistencia superior a un Kamui, resultó ser una protección más que eficaz.

    El vertiginoso descenso de la finesa tenía como objetivo imprimir más fuerza a la patada que planeaba propinarle a su indefensa víctima. Y en efecto, Marin apenas pudo levantar la cara y ni siquiera vio venir el fuerte golpe que le asestaron en el centro de la frente con el tacón de la pernera de la Armadura Suprema. La máscara que cubría sus facciones quedó resquebrajada, mientras que su portadora caía fuertemente de espaldas contra la tierra. Producto del terrible impacto, una profunda grieta se abrió en medio del pasto.

    —Ahora van dos —prosiguió contando la de cabellos de oro, aterrizando y clavando su mirada en la Guerrera Dorada.

    A pesar de que su recién despertado Séptimo Sentido le permitía vislumbrar mejor los movimientos de su oponente, Shaina fue incapaz de ver venir el poderoso puñetazo que se estrelló por debajo de su mentón. La onda de choque producida por tal acometida fue tan devastadora, que consiguió despedazar su casco dorado de Ofiuco y elevarla cientos de metros en el aire.

    El ser entero de la humana había sido sacudido por semejante embate. Su mermada capacidad de orientación provocó la pesada caída de su cuerpo sobre la tierra.

    Aquella diosa, que en apariencia lucía tan delicada como una hermosa flor, en realidad poseía una fuerza física formidable, comparable incluso con la del mismo Viracocha.

    —Y esa fue la última —terminó de decir, al ver a los tres guerreros humanos que habían cometido la osadía de desafiarla, yaciendo completamente derrotados sobre el pasto.

    Marin, Touma y Shaina se encontraban al borde de la muerte. Difícilmente hubieran sido capaces de resistir a la arremetida física de un dios.

    —Aunque su valor y constancia fueron dignos de un ser divino, era imposible que solo tres humanos de bajo poder derroten a una diosa. Ni siquiera puedo entender cómo fue que ascendieron hasta acá esos dos hermanos. Tampoco puedo sentir el Octavo Sentido en sus seres.

    Sentenciada su victoria, la deidad del bosque extendió nuevamente las seis alas de su Armadura Suprema. Estaba dispuesta a invadir la Tierra. Su sentimiento de venganza estaba más vivo que nunca.

    —Castigaré a los humanos por su afrenta —condenó entre dientes, observando a las alturas—. La muerte de Viracocha y mis Guardianes no quedará impune.

    —Espera… Mielikki… —intervino la entrecortada voz de Marin.

    Increíblemente la Guerrera aún mantenía la consciencia a pesar de su deplorable estado. Su armadura de plata estaba hecha añicos, al igual que varios de sus huesos y una proporción de su máscara. Apenas y se podía observar su ojo izquierdo, clavado con determinación en los de su oponente divina.

    —¿Cómo es posible que una diosa como tú, que se muestra tan severa y seria, se duela tanto por la muerte de su compañero y sus subordinados? —preguntó la mujer castaña, con el aliento apenas recuperado.

    —¡No te atrevas a llamarlos “subordinados” nuevamente! —contestó, perdiendo los cabales por un instante—. Primeramente, Viracocha era un dios bondadoso que no merecía desaparecer en manos de los humanos, y en segundo lugar…

    A la diosa le pareció que un nudo en la garganta le impidió articular sus próximas palabras. Era un profundo dolor lo que sentía al recordar los rostros de sus Guardianes.

    —Mirja y Rasmus… eran mis hijos —reveló, para sorpresa de Marin y sus compañeros, quienes también habían recuperado la consciencia.

    —¡¿Tus… hijos?! —inquirió incrédula Shaina, quien había conocido y enfrentado a la Guardiana de Sauce—. ¡¿Entonces Narella y Theron consiguieron derrotar a dos dioses?!

    —No precisamente, Guerrera —comenzó a explicar la aludida con una mezcla de pesar e incomodidad—. La naturaleza de quienes nosotros los dioses llamamos ‘Guardianes’, sin duda es divina como la nuestra. De hecho, algunos de los Guardianes de otras deidades son reencarnaciones de dioses en cuerpos humanos. No obstante, hasta el momento ninguno de ellos ha desarrollado el cien por ciento de su potencial divino; esto debido al hecho de que apenas están acostumbrándose a sus cuerpos humanos. Precisamente, aquellos avatares de dioses en algún momento fueron personas normales que nacieron predestinadas a albergar algún día un espíritu divino. Esa es la gran diferencia entre los Guardianes y nosotros los diez dioses de la Alianza Suprema, quienes poseemos cuerpos de naturaleza divina que nos permiten desarrollar el cien por ciento de nuestro potencial.

    La voz de Mielikki se quebró por un instante, pero no perdió el hilo de su explicación.

    —Ese fue precisamente el caso de Mirja y Rasmus, o mejor dicho, de mi hija Tuulikki y mi hijo Nyyrikki. El proceso de la asimilación de sus espíritus, estaba tan incompleto, que ni siquiera podían controlar las emociones de sus cuerpos humanos. Por esa razón, no estaban conscientes de su parentesco, origen y poder divino.

    A los tres abatidos guerreros les dio la impresión de que la diosa en Armadura Suprema derramaría lágrimas en cualquier momento.

    —No debí acoger jamás su propuesta de reclutarlos como mis Guardianes para asegurar la victoria, pero ellos insistieron tanto en ayudarme en esta batalla —prosiguió con amargura—. ¡Ellos no merecían desaparecer por el bienestar de su madre!

    —Entiendo el dolor de perder a un ser querido —intervino Ícaro, tras quitarse de encima varios escombros metálicos—. La mayor parte de mi vida tuve que sobrevivir solo, sin la hermana a quien siempre amé. Me dije a mí mismo que quería ser como ustedes los dioses para olvidarme de ella y de mis sentimientos, pero al final no pude hacerlo. Fue precisamente ese amor por mi ser más querido lo que me ayudó a recapacitar.

    —Tu nombre es Touma, ¿cierto? Aprecio tu intento por consolarme, pero no creas que eso cambia lo que pienso sobre ustedes los humanos —sentenció la finlandesa, recuperando su actitud habitual—. Perdieron la oportunidad que les di para salvar a quienes aprecian. Ahora ya no hay nada que me detenga, así que me marcho.

    Las seis alas plateadas del ropaje sagrado se agitaron, elevando a su portadora un par de metros.

    —¡Detente, Mielikki! —le exigió el Ángel de Artemisa con autoridad.

    Lo que ella observó cuando giró el rostro para encararlo, hizo que entrecerrara los ojos en señal de desprecio: Pese a que parecía que Touma era el que más castigo físico había recibido de los tres, se las había arreglado para reincorporarse de los escombros metálicos de la muralla. Su destrozada gloria de Ícaro, al igual que su antifaz, mostraban el estado lamentable en el que se encontraba su dueño. Sin embargo, lo que desató la aversión de la diosa de la caza fue ver al guerrero sosteniendo su propio arco y flecha supremos. Touma había logrado arrebatárselos sin que ella se diera cuenta, justo en el momento en que fue atacado. Väinämöinen se encontraba en las manos de un humano…

    —Pese a tu dureza de sentimientos, aún así nos has mostrado que posees cualidades humanas. El dolor que sientes por la pérdida de tus hijos nos indica tu bondad oculta —aseveró con decisión Ícaro, apuntándole con el arma—. Conozco a una deidad que es igual de orgullosa que tú, pero muy en su interior ella también guarda un gran corazón. Por eso te pido que no me obligues a disparar esta flecha.

    —El hecho de que me hayas despojado de mis propias armas, sin duda es un mérito digno de resaltar —lo felicitó la de rubia cabellera—, pero de nada te servirá empuñar a Väinämöinen contra su propia creadora. Te sugiero que me lo entregues de inmediato y me dejes abandonar la Maravilla Suprema en paz.

    Tras escuchar estas palabras, el hombre castaño tensó la cuerda del arco en señal de rebeldía.

    —No compartí mis experiencias contigo con el objetivo de consolarte o detener tu juicio divino, Mielikki. ¡Lo que pretendía era resaltar la importancia del amor para ustedes los dioses! ¡Lo que hace de la existencia humana algo hermoso, es ese sentimiento tan maravilloso que ustedes desconocen!!

    —¿Que desconocemos el amor, dices? —reaccionó la deidad finesa en tono irónico—. ¡Ni siquiera me conoces y te atreves a afirmar que no puedo sentir amor!

    Mielikki usó la fuerza de su cosmos para elevar y sostener a la indefensa Marin, quien apenas y podía mantener la consciencia después del fuerte golpe que recibió en la cabeza. Sin esfuerzo agarró a la Amazona por el cuello, haciendo una fuerte presión en su garganta. Pocos minutos harían falta para destrozarle la laringe o dejar sin aire sus pulmones.

    —¿Crees que sabes lo que significa perder a un ser querido? —le interrogó irónica la diosa del bosque, apretujando más el cuello de su víctima—. ¡Entonces demuéstrame la fuerza de tu amor! ¡Porque si no me acabas con esa flecha, tu hermana morirá en mis manos!

    —¡Marin! ¡Hermana!! —pudo exclamar Ícaro, al ver en peligro mortal a su ser más querido—. ¡No dejaré que le quites la vida!

    La ira y desesperación del Ángel de Artemisa lo obligaron a expandir su relampagueante cosmos violeta de manera prodigiosa, concentrándolo todo en la saeta platinada.

    —¡Espera, Touma! —lo detuvo Shaina, apenas levantando la cabeza desde el pasto—. He luchado contra ella y sé que con un simple movimiento, sería capaz de desintegrar los átomos de su propio arco y flecha, deshaciéndolos en tus manos.

    Haciendo un sobrehumano esfuerzo, la Guerrera de Oro levantó su peso y el de su agrietada armadura de la hierba. Tras esto, se puso en la tarea de elevar su cosmos a niveles superiores a los de un Santo Dorado.

    —¡No permitiré que detengas el camino de esa flecha! ¡Salva a Marin, Touma!

    —No eres nada tonta, Amazona —intervino con arrogancia la deidad en ropajes supremos, aún asfixiando a Marin, quien desesperadamente luchaba por soltarse—. Leíste claramente mis intenciones de destruir a Väinämöinen, pero difícilmente podrías hacer algo por evitarlo en el estado en el que te encuentras.

    —Vi a través de tu técnica cuando la usaste en el hacha que traía y en mi armadura. Canalizas tu cosmos hasta la estructura del metal y cambias sus propiedades físicas. Una técnica no funciona dos veces en un Caballero.

    —Pues te demostraré todo lo contrario, Shaina…

    La finesa de cabellos de oro hizo su clásico ademán con el objetivo de transmutar el metal del arco que sostenía el guerrero, pero en esta ocasión su técnica no resultó efectiva. Shaina había conseguido un grandioso milagro: interrumpió con su propio cosmos el flujo del de Mielikki.

    —¡Imposible! —vociferó la deidad con una expresión de notoria incredulidad—. ¡A pesar de que viste mi técnica, es inconcebible que una humana moribunda pueda abarcar el flujo de cosmos de una diosa!! A menos de que ella esté alcanzando el… ¡Último Sentido…!

    Por inercia Mielikki desistió de su intento de probar la fuerza de Touma y soltó a Marin, dejándola caer nuevamente en el suelo. Su atención en ese momento estaba cien por ciento concentrada en la flecha que se le avecinaría y en la Amazona Dorada que había detenido su ken.

    —¡Rápido, Touma!! —le apremió la doncella de Ofiuco, extendiendo ambas manos hacia la contendiente con autoridad—. ¡Dispara esa flecha de una vez! ¡Seguiré conteniendo su técnica con mi cosmos!!

    —¡Ilusa! ¡¿Acaso crees que me quedaré aquí de pie a recibir ese flechazo?! ¡Mi velocidad será suficiente para esquivarlo y arrancarle la cabeza a ese guerrero!!

    Mielikki intentó moverse, pero un intenso dolor en el abdomen consiguió paralizarla por completo. Tras inspeccionar su cuerpo, notó con incredulidad que su Armadura Suprema tenía una hendidura en forma de puño en el área que la aquejaba. Tapando su boca con la mano pudo contener una gran cantidad de sangre que intentaba escapar por esta vía.

    —¡¿Quién pudo… haberme herido así?!! —exigió saber, casi sin resuello.

    —Lo conseguí… —masculló Marin cayendo de rodillas.

    Todos los presentes notaron con asombro que Marin había elevado su cosmos a niveles cercanos a la Gran Voluntad. A pesar de ser una Amazona de Plata, había despertado por milésimas de segundo el Último Sentido, lo cual le permitió conseguir la proeza de herir a una diosa. Su armadura de plata y su máscara se habían desintegrado y convertido en una especie de ropaje etéreo. Una armadura translúcida cubrió por completo el cuerpo de su portadora durante el instante del golpe, reforzándolo por un fugaz instante al nivel de un dios.

    —¡Humanos insolentes! ¡Se atreven a matar a mis hijos y ahora intentan rebelarse contra sus creadores!

    —No es así, Mielikki —musitó Marin encarando a la contrincante con determinación—. Nos estamos rebelando contra nuestros destructores. Así que por Atenea, por mi hermano Touma, por Seiya y por mi alumno Kenji terminaremos con tu existencia ahora.

    El rostro de la Guerrera de Águila era claramente visible por primera vez mientras exclamaba con ímpetu:

    —¡Vamos, hermano! ¡Mielikki sabe que la flecha la lastimará porque está reforzada con su propio cosmos divino, por tal razón quería destruirla! ¡Aprovecha mientras siga inmovilizada por el golpe que le di!

    Touma acogió enseguida la sugerencia de Marin, y tras apuntar al corazón de su adversaria, soltó la cuerda dejando libre la poderosa flecha. Mielikki sabía que aquel disparo de Väinämöinen equivalía a recibir un flechazo disparado por ella misma, así que en un último intento desesperado intentó controlar la trayectoria de la flecha, mas no tuvo éxito. Shaina se mantenía en su afán de suprimir el cosmos de su oponente, aprovechando el máximo nivel de su propia aura. El dolor físico que atenazaba a la rubia se había diseminado desde su abdomen hacia todo su cuerpo, haciendo imposible sus movimientos.

    A la diosa le pareció que el tiempo se ralentizó durante la mortífera trayectoria de la saeta. Podía ver a Touma con esa expresión de valentía en su rostro, bajando el brazo tras el disparo. Al girarse, vislumbró la figura de Shaina con los brazos extendidos hacia ella y la de Marin, cayendo exhausta sobre la hierba.

    —«Entonces lo consiguieron, humanos… —reflexionó con resignación, cerrando lentamente sus ojos turquesa—. Supongo que al final, su amor fue más fuerte que mío… Al menos podré reunirme nuevamente con mis hijos en el inframundo de nuestros ancestros. Espérenme en Tuonela, Nyyrikki… Tuulikki…»

    Una imagen se formó repentinamente en su mente. Por un instante le pareció ver enfrente de ella la fornida figura de su compañero caído.

    —«¿Viracocha?»

    Mielikki se sintió reconfortada al contemplar aquella musculosa espalda por la que caía una frondosa melena verde. El mismo cálido cosmos del bondadoso dios que la acompañó en el maizal del territorio inca, se hizo presente por un instante.

    —«¿En serio eres tú? Sentí tu vida extinguirse y…»

    La diosa enmudeció cuando vio que su aliado inca se giró y la observó sonriendo con amabilidad. Él no dijo una palabra y simplemente se despidió calurosamente con la mano.

    —«¡Espera, Viracocha! ¡No me dejes!» —le suplicó con desesperación, al ver que el supremo inca le daba las espaldas nuevamente y extendía sus poderosos y gruesos brazos.

    La figura del hombretón se difuminó y desapareció tras el embate de una cegadora energía luminosa, la cual había colisionado contra él.

    Mielikki volvió a la realidad, y tras seguir esperando con resignación el impacto de la flecha, sintió en cambio la completa calma que invadió el bosque sagrado. Los cosmos de Marin, Shaina y Touma se habían apagado por completo. Este hecho hizo que abriera los ojos con sorpresa, para notar que sus tres rivales humanos yacían inconscientes sobre la alfombra de pasto.

    Su reacción instintiva fue posar la mano sobre su pecho con el fin de palpar la flecha, pero esta ni siquiera la había tocado. La saeta increíblemente se había clavado en la mazorca de oro que le obsequió Viracocha, la cual yacía indefensa a sus pies.

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Sheccid

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    Si, esa es mi cara en estos momentos, uff, primero la sorpresota de que Shaina y Marin despiertan el último sentido, luego de que la diosa usaba a sus hijos de guardaspaldas, aunque ellos no sabían que eran sus hijos, luego que pensé que ya la habían derrotado !zas¡ Viracocha prácticamente le salva la vida a su compañera diosa, que ve a sus tres oponentes inconscientes O.O sigo en shock, fue mucha emoción en un capi, y si le sumamos que me lo imagino como un anime...ufff
    Estuvo muy interesante y se nota el esmero con el que escribes, sin faltas de ortografía y con emoción.
    Muchas gracias por invitarme me muero por saber si los tres atacantes sobrevivieon o dieron su vida para intentar detener el Cataclismo.
    En serio, tan rápido tengas el capí, me avisas :) Saludos
     
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    Kazeshini

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    Hola, Sheccid. Qué gusto volver y leer tus comentarios. Qué bueno saber que disfrutaste de los acontecimientos narrados en los últimos capítulos de la batalla contra Mielikki. De no ser por los remanentes del cosmos de Viracocha en la mazorca, otro hubiera sido el destino de la diosa finesa. El día de hoy, serás testigo del final de este combate épico. Te sorprenderá mucho lo que leerás el día de hoy ;)

    Te agradezco mucho por tu apoyo y por tus buenos comentarios. Como siempre, te estaré informando sobre las nuevas publicaciones. ¡Un saludo!
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    3780
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 26: MIELIKKI: EL PODER INFINITO DE LA NOSTALGIA Y EL DOLOR

    ==Maravilla Suprema, Templo Sagrado Finlandés==

    —Solo un dios podía detener la embestida de esa flecha… —dijo titubeando la diosa, al tiempo que levantaba aquel maíz dorado y lo miraba con añoranza. El dolor había desaparecido de su vientre y había sido reemplazado por un alivio sublime—. Los últimos residuos de tu espíritu seguían viviendo dentro de esa mazorca. Me salvaste amortiguando ese ataque a último momento, Viracocha…

    Sus bellos ojos turquesa dejaban escapar una incontable cantidad de lágrimas. La espontaneidad de su repentino llanto le sorprendió.

    —«¿Pero qué son estas lágrimas? —reflexionó, sintiendo una profunda nostalgia—. Una diosa no llora, ni se lamenta por la muerte de quienes tiene cerca. Esto es culpa de Yggdrasil por darnos cuerpos tan parecidos a los humanos».

    Negar sus sentimientos era la forma en la que la orgullosa Mielikki admitía que había descubierto la verdadera intensidad de los mismos. La deidad finesa jamás expresaría con libertad lo que verdaderamente sentía tras la desaparición definitiva su aliado inca ni la de sus dos hijos.

    Solo fue capaz de dejar su orgullo por un corto instante al verse sola, y tras acercar a su rostro la mazorca de oro, le dio un pequeño beso entre lágrimas de tristeza.

    —Incluso después de dejar de existir, me salvaste. Gracias, Viracocha. Jamás te olvidaré…

    El sentimiento de amargura y tristeza por sus recientes pérdidas invadió hasta los últimos rincones de su corazón. El momento emotivo hacía que su pesar se transformara poco a poco en un intenso odio, el cual alimentaba su afán de venganza.

    Al levantar la cabeza, a quien primero vio fue a Ícaro, yaciendo boca abajo en el césped. Sin pensarlo dos veces, se le acercó con el fin de descargar su dolor.

    —Ahora más que nunca haré que los humanos paguen por haberse rebelado contra nosotros. Tú serás el primero en ser sacrificado por los pecados de la humanidad, Touma. Al final no pudiste demostrarme que tu amor era el más fuerte.

    Tras arrebatarle su arco y aljaba de las manos, la diosa de cabellos de oro dirigió una furiosa mirada al humano. En su mente solo estaba presente el deseo de asesinarlo, al igual que a sus dos compañeras.

    —Ustedes los humanos son un peligro para los dioses —manifestó, cargando su poder divino en la parte afilada del guantelete de su armadura—. ¡Estamos en lo correcto al querer eliminar a una raza tan violenta como la humana!!

    Un fatal golpe lleno de odio y dolor fue dirigido al cuello del indefenso Ícaro. Mielikki quería arrancarle la cabeza sin dilaciones. No obstante, algo hizo que detenga intempestivamente la trayectoria del mortal embate centímetros antes de que éste impacte.

    —Este inmenso cosmos… —farfulló con incredulidad—. Lo conozco demasiado bien…

    Pese a que el día apenas comenzaba, y pese al brillo que usualmente se desprendía de la Maravilla Suprema; el ambiente se había oscurecido por completo. La imagen del firmamento que mostraba el destruido Santuario de Atenea, fue reemplazada unos instantes por la proyección de una luna plateada extremadamente gigantesca.

    Entre los árboles blanqueados por la nieve, una presencia magnánima había aparecido. El bosque entero había enmudecido ante aquel cálido cosmos que abarcaba todo el territorio finés.

    —¿A qué debo el honor de tu visita? —preguntó a la nada la irónica diosa en Armadura Suprema—. No debe ser coincidencia el hecho de que mi vieja amiga haya decidido ascender hasta mi morada… Ha pasado mucho tiempo desde que no nos veíamos… Artemisa…

    La mencionada diosa griega de la caza hizo su aparición frente a su contraparte finlandesa. Sus ondulados cabellos rubios parecían danzar suavemente ante la caricia del viento, al igual que su inmaculado vestido blanco. La mirada color miel de Artemisa se clavó con serenidad en los alterados ojos turquesa de la escandinava.

    —Mielikki, amiga mía… —le dijo con un hilo de voz a manera de saludo—. Creí que no te agradaba usar armadura.

    —Así es, Artemisa. Se ve que recuerdas bien aquella ocasión en la que te dije que una armadura impediría mi contacto directo con el bosque —respondió la aludida con mucha seguridad, encarando a su visitante con un porte solemne—. Estoy usando este ropaje como una forma de homenajear a su creador.

    —Quisiera decir que no has perdido la nobleza que siempre te caracterizó, pero no es así. Te veo allí, intentando asesinar a uno de mis Ángeles.

    —Entonces por eso se me hacía familiar el nombre de Touma… En alguna ocasión lo mencionaste con los ojos brillando de emoción. Pensándolo bien, ahora entiendo la razón por la que esos dos hermanos pudieron ascender hasta la Maravilla. Estoy segura de que les diste tu bendición para que pudieran lograr tal proeza.

    —Exactamente, amiga. Por eso te pido que respetes sus vidas.

    Mielikki no podía entender el porqué de la actitud de la diosa griega de la luna. Le fue imposible deducir su razón para defender a los humanos que habían levantado su puño contra los dioses, siendo ella misma quien quiso castigar a la humanidad por su atrevimiento hace algunos años.

    —Te desconozco, Artemisa —comentó mirando a su interlocutora con extrañeza—. ¿Permites que humanos pisen territorio sagrado y luego ruegas por sus vidas? ¡Pues no pienso perdonar su ofensa hacia nosotros! ¡Un poderoso dios ha caído a causa de su osadía!

    El cosmos de la hermana mayor de Atenea empezaba a tornarse amenazante. Ver en peligro al mortal que ella misma había elegido, le parecía una grave ofensa.

    —No vine hasta aquí para rogarte nada. Te lo estoy exigiendo…

    La tensión se hacía cada vez más abrumadora entre las diosas de la caza.

    —Me decepcionas, amiga. Se ve que olvidaste el orgullo de ser una diosa del panteón griego. No podría olvidar los tiempos en los cuales ambas cazábamos juntas y las demás deidades nos confundían como hermanas… ¿Dónde quedó esa orgullosa pequeña que practicaba con el arco todos los días junto a mí? ¿Dónde quedó esa deidad digna, la cual compartía conmigo el respeto a la belleza de lo natural?

    —Está justo frente a ti, Mielikki —le respondió la griega con mucha seguridad—, pero hay una diferencia con la egoísta que conociste alguna vez.

    —¡Yo sé cuál es la diferencia! —le interrumpió sobresaltada la diosa del bosque—. Pude ver ese mismo sentimiento en los ojos de ese humano que estás defendiendo. ¡Estás enamorada! ¡Enamorada de un simple mortal! No sé qué fue lo que hizo ese guerrero para confundir tu corazón, pero no te preocupes, en honor a nuestra amistad, yo misma te haré el favor de destruir ese vínculo que te ata con los humanos. ¡Así regresarás a ser la misma de antes!

    Sin vacilar, Mielikki alzó nuevamente su puño contra el inconsciente Ícaro, pero en esa ocasión la diosa de la luna la detuvo tomándola del guantelete con ambas manos. El diseño afilado de la protección del brazo consiguió lastimar severamente las manos de Artemisa. Gotas de sangre divina caían sobre el rostro del Ángel.

    —Pude entenderla, Mielikki. Al fin comprendo a mi hermana —aseguró aún forcejeando con su contraparte escandinava—. Pelear por amor es lo que le da la fuerza. Y ahora, por primera vez, yo también pelearé para proteger a mi Ángel Ícaro. ¡No! —se corrigió—, él es más que uno de mis Ángeles. ¡Es un ser humano llamado Touma! ¡Y en recompensa a su amor y a su esfuerzo salvaré las vidas de su hermana y su amiga!

    Las emotivas palabras de Artemisa consiguieron desatar la ira de su amiga divina, quien en señal de desprecio se alejó varios metros de ella.

    —Si tanto aprecias a ese humano, entonces dame tu vida a cambio de la suya —le sugirió Mielikki con cinismo.

    —No me confundas con mi hermana Atenea. Yo no me sacrifico por quienes amo. ¡Yo peleo por ellos!

    La ira de la finlandesa se desató en mayor proporción. La palabra ‘amor’ articulada por Artemisa y su recién pronunciado desafío, lograron sacarla de sus cabales.

    —¡¿Amor?! ¡¿Qué derecho tienes tú para hablar de amor?! ¡Tú no has sentido jamás el dolor de ver destruidos los espíritus de tus dos hijos! ¡El amor de una madre es mayor que el cariño que le puedas tener a un simple humano!

    El cosmos de Mielikki se expandió por primera vez hasta el Último Sentido. La Gran Voluntad que era capaz de desatar un dios era algo completamente abrumador, y más aún si ésta era reforzada por la ira, la nostalgia y el dolor.

    —¡Demuéstrame que tu amor es más fuerte que el mío! ¡Porque si no me derrotas, acabaré sin vacilar con Touma y con todos los humanos!!!

    Aquel terrible desafío fue aceptado en silencio por la diosa griega de la luna, quien encendiendo su portentoso cosmos en la misma proporción que Mielikki, materializó sobre su cuerpo su majestuoso Kamui. Por primera vez desde la Era Mitológica se podía contemplar a Artemisa en toda su gloria.

    —Al lado de mi Armadura Suprema, tu Kamui es un simple trasto —comentó con desprecio la diosa finesa—. Estos ropajes supremos que fueron forjados por un dios bienhechor como Viracocha, son superiores en todos los aspectos a las armaduras de los dioses griegos.

    —«La voz de Mielikki se quebró cuando mencionó a ese dios inca —notó en silencio la deidad en Kamui—. No es solo la desaparición de sus hijos lo que le duele».

    Sin decir una palabra, Artemisa extrajo una flecha del carcaj de su armadura y la colocó en el arco dorado que había aparecido en sus manos. La deidad finesa la imitó y cargó una de sus flechas plateadas en Väinämöinen.

    El terreno de la Maravilla Suprema había sido reforzado por su creador, Brahma, con el objetivo de que los embates cósmicos que se dieran en él, no lo dañen en gran proporción. Si este no hubiera sido el caso, la fortaleza flotante habría sido destruida en el acto ante la formidable demostración de poder de las dos diosas de la caza. El Último Sentido en su máximo esplendor emanaba por cada célula de las deidades, quienes apuntando al corazón de la otra, ni siquiera se dieron el tiempo de parpadear y solo podían concentrar su mente en un único ataque que definiría su contienda final.

    Los animales que habitaban el lugar parecieron intuir lo que vendría a continuación, así que por puro instinto se alejaron aterrados de la escena y se refugiaron en los rincones más lejanos del bosque.

    Una única flecha daría por terminada la lid en territorio escandinavo. El duelo final entre dos poderosas diosas estaba a punto de tener lugar. Los ojos turquesa de Mielikki dejaban escapar una incontable cantidad de lágrimas, las cuales se evaporaban al contacto con el metal de su armadura. Artemisa por su parte, también lloraba apesadumbrada, ya que en realidad ninguna de las dos quería hacerle daño a su amiga.

    —¡Tuulikki, Nyyrikki, en su nombre obtendré esta victoria!! ¡‘EL ÚLTIMO SACRIFICIO DE VÄINÄMÖINEN’!!!

    —¡Touma, defenderé tu existencia y la de la humanidad con la mía propia!! ¡‘LUZ DE LUNA RESPLANDECIENTE’!!!

    Concentrando la inenarrable cantidad de energía de sus técnicas magnas, ambas dispararon sus respectivas flechas al mismo tiempo. El cosmos plateado de la deidad en ropaje supremo había abarcado la mitad del Bosque de Luonnotar, mientras que la energía cósmica dorada de su contraparte había cubierto la otra mitad.

    Conforme avanzaban las veloces saetas, todo rastro de vida vegetal se iba desintegrando en el acto. El simple contacto con la abrumadora fuerza de los kens divinos era suficiente para matar todas las plantas a su paso.

    Justo en el momento en el que las flechas iban a chocar una contra otra, ambas describieron una veloz espiral y pasaron de largo para seguir su mortal trayectoria. Al final ambas consiguieron su objetivo de impactar su ataque en el cuerpo de su oponente. Tras esto, se produjo un gran destello destructor, cuya expansión fue capaz de derretir toda la nieve que adornaba el bosque sagrado y destruir una gran proporción del mismo. El Templo Sagrado Finlandés se derrumbó sobre sus cimientos al recibir aquella inimaginable cantidad de luz divina. Por su parte, los inconscientes Touma, Marin y Shaina fueron alejados violentamente por la onda de choque.

    Tras la ola de destrucción, la luz se había disipado para mostrar los estragos que ocasionaron las máximas técnicas de la griega y la finlandesa. Un profundo silencio invadió lo que antes fue el pacífico Bosque de Luonnotar.

    En medio del lugar de las dos colisiones permanecían las dos diosas frente a frente. Ambas se observaban respirando agitadamente.

    —Tu ataque… no estaba reforzado solo por el amor a tus hijos —aseguró Artemisa, recuperando el aliento.

    La flecha plateada se había clavado directamente en el corazón de la diosa griega, atravesando sin problemas su Kamui.

    —Te felicito, amiga —continuó diciendo la diosa de la luna, intentando disfrazar su dolor con una sonrisa—. Descubriste a último momento un amor diferente al que tienes por tus hijos. Fue precisamente ese sentimiento el que te dio más fuerza y te ayudó a vencerme. Justo en el momento en el que tu flecha impactó sobre mí, pude sentir la presencia de otro dios… la presencia del supremo inca, Viracocha… quien permanece siempre en tu mente y en tu corazón.

    Mielikki no supo cómo reaccionar ante las palabras de su amiga agonizante, y en señal de pesar simplemente le retiró la mirada.

    —Para mí esta no fue una victoria, Artemisa —musitó con tristeza al ver que su amiga avanzaba hacia ella, caminando lentamente en actitud digna.

    Con cada paso que daba la deidad de la luna, una parte de su Kamui se desintegraba, convirtiéndose en brillantes partículas de luz blanca. A pesar de que su sangre divina teñía su vestido blanco, ella mantenía en su rostro un semblante de paz absoluta.

    —Mielikki, por favor regálame una última mirada —le pidió la griega colocando la mano con delicadeza en la mejilla de la deidad del bosque, al tiempo que le levantaba el rostro para que la observara—. Fue un honor haberte conocido y tenido como amiga. Si el sacrificio de mi vida sirvió para hacerte recapacitar, todo valió la pena.

    —Artemisa… yo…

    La finlandesa no pudo articular sus palabras. Su amiga se despidió en silencio con una mirada amistosa, para luego darle las espaldas y alejarse caminando serenamente entre los árboles.

    Al verse sola, la diosa malherida tenía una sola cosa en mente: Encontrar al humano que se había ganado su amor. Y aunque con cada paso que daba, la flecha clavada en su pecho le desgarraba dolorosamente el corazón; Artemisa prosiguió su marcha por una pronunciada pendiente.

    En medio de su calvario, se encontró con la inconsciente Shaina. Su armadura dorada estaba en gran parte destrozada, al igual que el físico de su portadora.

    —Esa Guerrera Dorada se enfrentó sola con Mielikki y sobrevivió para contarlo —resaltó para sí—. Puedo notar además que mi amiga utilizó su técnica sobre ella. Sería una pena que una vida tan valiosa se pierda así.

    Mientras sus sentidos físicos la iban abandonando, Artemisa se percató de que a la Amazona le quedaban pocos minutos de vida a causa de un poderoso veneno. Su única opción fue verter una generosa cantidad de su sangre divina sobre la mujer de cabello verde.

    —«Espero que eso sea suficiente para purificar tu cuerpo, Amazona de Atenea —reflexionó alejándose de ella y prosiguiendo su tormentosa marcha—. Tu responsabilidad todavía es grande como guerrera protectora de mi hermana menor».

    Tras varios minutos de avanzar entre la incertidumbre y la desesperación, Artemisa consiguió dar con Touma. El Ángel parecía dormir a la sombra de uno de los pocos sauces que todavía se mantenían en pie. Ver a Ícaro rodeado de flores, siendo bañado por un resplandor divino, logró conmover a la deidad de la luna.

    —Mi querido Touma —le susurró tras arrodillarse a su lado y acomodarlo delicadamente en su regazo—. Tú bien sabes que no te escogí por tu fuerza. Fuiste el único que elegí entre todos los mortales porque lograste cautivar mi corazón…

    Miles de recuerdos golpearon repentinamente su mente en forma de una secuencia de imágenes. Lágrimas emergieron espontáneamente de sus ojos color miel al evocar tales memorias.

    Hace muchos años, la vida de la orgullosa Artemisa en el Olimpo se había convertido en una hastiante rutina, así que quiso alejarse de ella descendiendo a la Tierra. Su objetivo era observar un poco a la humanidad de la que se había alejado tanto. Por desgracia lo que vio en el planeta no fue más que egoísmo, maldad, violencia y dolor.

    En medio de aquel hostil mundo, un solitario joven resaltó ante sus ojos por su valor, lealtad y determinación. Touma no desistía en ver plasmado su más anhelado deseo: encontrar a su hermana mayor. Fue precisamente durante su búsqueda, cuando ambos se encontraron por primera vez debido a azares del destino.

    Artemisa disfrutaba de una tranquila caminata por el bosque. Tan abstraída estaba en observar las bellas mariposas que sobrevolaban las flores, que no se percató de la presencia de un enorme oso que intentaba atacarla. En medio de su confusión, la diosa apenas notó que había sido rescatada del zarpazo de la bestia por un joven de cabello castaño. Ignorando la identidad divina de la dama, Touma la había tomado en brazos y alejado de la agresión.

    Para ella el contacto humano le era completamente desconocido, pero en aquella ocasión le pareció sublime sentir la calidez que le ofreció el cuerpo del mortal. Por primera vez en toda su existencia se sintió protegida y reconfortada por los acogedores latidos de corazón de un humano.

    Tras amansar a la bestia con su poder divino, la deidad había revelado su naturaleza de diosa y le había ofrecido a Touma un puesto privilegiado a su lado. La oferta de convertirse en el Ángel de una deidad le pareció la oportunidad perfecta para obtener el poder de encontrar a su hermana, así que la aceptó sin dilaciones.

    Los años pasaron y el vínculo de confianza que ambos tenían se hacía más fuerte. Y aunque aquel contacto que tuvieron en su primer encuentro no se volvió a repetir, la diosa siempre anheló encontrarse nuevamente en brazos de su protector, aunque su orgullo divino no le permitía admitirlo.

    Pero el orgullo había quedado atrás en aquel momento crítico. En ese momento era la diosa de la luna quien tenía entre sus brazos a su Ángel en un afán de protegerlo.

    —Es curioso como un detalle, que quizás parece tan pequeño, logró conmover mi entonces frío corazón. Un simple contacto con tu calidez me prendó de ti. Y solo ahora que es demasiado tarde te lo puedo confesar con libertad.

    Lágrimas de amargura y tristeza se entremezclaban con la sangre que no dejaba de fluir por su herida de flecha.

    —Nunca te di las gracias por estar siempre a mi lado —le susurró, haciendo a un lado el cabello que le cubría la frente, al tiempo que le retiraba el antifaz metálico para observar mejor su cara—. Touma… mi amado Touma… Cómo me habría gustado ver tus hermosos ojos azules por última vez… pero al menos la última imagen que contemplaré será la de tu rostro… Gracias por… hacerme conocer… la felicidad del amor… Adiós… Touma…

    Con las últimas fuerzas de su cuerpo físico, Artemisa rodeó con los brazos al humano a quien amó y cerró los ojos para siempre. Tras evocar su nombre con su aliento final, Artemisa dejó de existir reconfortada en un tierno abrazo.

    La diosa finlandesa llegó a la sombra de aquel sauce y con frialdad observó la imagen de su amiga inerte, la cual sostenía con fuerza al humano aun después de su deceso.

    —«Su rostro… Nunca la había visto tan feliz… —reflexionó, suavizando un poco sus facciones—. Acepto con honor que al final tu amor resultó ser el más fuerte».

    La flecha dorada que había disparado Artemisa se materializó de repente, clavándose limpiamente en el corazón de Mielikki. Ni siquiera la protección de su Armadura Suprema logró detener la fuerza con la que arremetió la mortal sagita.

    Ante su incredulidad y el intenso dolor de la herida, la deidad finlandesa dejó caer el peso de su cuerpo y armadura sobre una rodilla, a la vez que apoyaba los brazos en su arco a manera de bastón. Las fuerzas la abandonaban a causa de la fatal herida.

    —Me costó la vida comprender sus motivos para luchar. Artemisa, Shaina, Marin, Touma… gracias por ayudarme a entender sus sentimientos de amor puro. Es una lástima que sea demasiado tarde para mí…

    La flecha cargada con tan inmensa cantidad de cosmos divino, consumía poco a poco la vida de su cuerpo físico. Su espíritu divino también se hacía cada vez más débil.

    En sus últimos instantes de existencia, la imagen de la deidad inca que la había cautivado apareció en su mente, lo cual provocó que sonría por primera y única vez en toda su existencia. Aquella sonrisa, aunque sincera y cálida, estaba llena de tristeza.

    —Habría sido lindo… morir protegiendo a quien amé… Al final… dejaré de existir en la absoluta soledad… sin mis hijos… sin mi amiga y… sin ti, Viracocha…

    El brillo de sus hermosos ojos turquesa se opacó para siempre mientras sus párpados se iban cerrando. Mielikki murió en la posición en la que había caído, tras derramar una incesante cantidad de lágrimas.

    La sangre que brotaba de su pecho pareció expandirse a gran velocidad por todo el territorio finlandés, restaurando milagrosamente toda la vida vegetal que fue destruida por las dos técnicas divinas. Plantas, árboles y flores renacieron a vertiginosa velocidad con el simple contacto de la sangre divina con la tierra.

    Cuando el silencio y la tranquilidad reinaron en el lugar, todos los animales que se habían refugiado en el bosque dejaron sus escondites y con cautela se acercaron y rodearon el cuerpo de Mielikki. Los cientos de criaturas parecieron intuir la desaparición del cosmos protector de su diosa, así que al verla inerte e inmóvil, exclamaron dolorosos lamentos que inundaron todo el Bosque de Luonnotar. Desgarradores aullidos y bramidos de lobos y osos lloraban la muerte de su diosa. De igual manera, el cantar de las aves parecía entonar un triste réquiem por su deidad desaparecida, mientras decenas de mariposas se posaban delicadamente sobre el metal reluciente de su armadura.

    La luz plateada del Calendario Maya se apagó.

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Sheccid

    Sheccid Usuario común

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    Si, superaste mis expectativas. No me imaginé a Artemisa metida en todo esto. Y su confesión estuvo tan T.T , no me imaginé que llegará a morir la diosa doncella de la luna.
    Si he de ser sincera, no sé si me gustó que se hubiese enamorado de Touma, porque una parte de mí dice "pero si se supone que es diosa casta y desprecia el amor" y otra parte de mi cabeza le dice a la otra "cállate, que estuvo genial y lindo".
    Y uff, espero que Shaina, Marin y Touma despierten pronto, aunque me imagino lo impactado que se quedará el ángel de ver a su diosa muerta a su lado.
    Se me hizo triste como todos los animales comenzaron a lamentarse por la muerte de Mielikki.
    Y el encuentro de Touma con Artemisa esta como para hacerse una ova.
    Estaré al pendiente del siguiente capi.
    Suerte en tu día/noche/tarde
    Saludos
     
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    Saggitax

    Saggitax Iniciado

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    ¡Por Zeus!(?) Dicen que la curiosidad mató al gato y la satisfacción lo trajo de vuelta, por pura curiosidad entré en la sección de fanfiction de Saint Seiya y la satisfacción de encontrar ésta obra es enorme ♥

    Debo confesar que me has tenido dos días completos con pocas horas de sueño, atrapada en tu trama y es que es tan rica, tan estructurada y tu ortografía y gramática tan cuidadosa que casi ganas de llorar de la emoción. Otra cosa que me encanta es la caracterización de los personas canon, realmente adoro cuando se mantienen sus personalidades, pero lo único que detesto del canon es a Saori, odio como representan a Atenea quien es la diosa de la buena victoria, la sabiduría y estrategia me la reducen a una niña llorona -patea una piedrita(?) - En fin, emitiéndola a ella, adoro al resto de los dioses, casi lloro con la muerte de Viracocha, soy bastante llorica a decir verdad y tiendo a enamorarme de los personajes, en especial los antagonistas </3

    Una de las partes que me fascinó leer fue, por supuesto, el reencuentro y despedida de Mu de Aries y Aldebarán de Tauros; soy sagitariana y adoro el protagonismo que sagitario tiene en la serie(?) pero a decir verdad, siempre me molestó que Alde, siempre fuera derrotado primero (En las doce casa, Mu no cuenta porque ni peleó) Y Oh por mi Olimpo, ¡fuiste un genio con la aparición de la treceava armadura dorada! Tienes, desde ahora, una nueva fan y lectora, estaré muy al pendiente de tus actualizaciones.

    Te deseo mucha suerte <3
     
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  15.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Hola Sheccid. Ha pasado un buen tiempo desde que no actualizaba, aunque creo que de ahora en adelante podré publicar más seguido.

    En respuesta a tus comentarios, me alegra saber que te gustó el final del segundo arco. Quise darle una dosis extra de dramatismo al final de Mielikki con la inclusión de su amiga Artemisa, y de paso aproveché el momento para imaginarme cómo habría sido el primer encuentro entre la diosa de la luna y su posterior ángel. A decir verdad, estaba reticente a escribir sobre la diosa enamorándose (y más, después de leer sus palabras en Next Dimension xD) pero al final no me pude resistir y el resultado fue lo que leíste. Por otro lado, también me hubiese gustado escribir algo un poco más extenso sobre ello, pero ya será para un Gaiden o mini historia del Cataclismo.

    Por ahora te adelanto que por el momento no leerás sobre los personajes que intervinieron en territorio finlandés, eso lo tengo reservado para más adelante. De aquí se viene el arco correspondiente al tercer dios, que espero disfrutes al igual que los dos anteriores ^^

    Por último te agradezco mucho por el apoyo que me has brindado durante todo este tiempo y te invito también a darles una ojeada a los dos fanarts que compartiré con el capítulo de hoy.

    Saludos.
     
  16.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Me ausento un buen tiempo y al regresar me encuentro con una nueva y entusiasta lectora. En primer lugar, permíteme darte la bienvenida a esta aventura en la que llevo ya más de dos años.

    Estoy poniendo mucho empeño para que la historia y sus dibujos me queden lo mejor posible, así que para mí es todo un gusto saber que valoras mi esfuerzo. Créeme que continuaré escribiendo y dibujando con el mismo entusiasmo para ustedes, y por ese motivo te agradezco por la motivación que me brindas.

    Y vaya... disculpa si te quité horas de sueño, pero me halaga saber que logré engancharte con mi historia. Lo que vendrá a continuación, se pondrá mejor todavía, ya lo verás.

    Con respecto a lo que me mencionas de la personalidad de los personajes originales de Kurumada, estoy intentando captar su personalidad de la mejor forma. Y justamente opinamos igual sobre Saori: por ese motivo no pienso relegarla a una diosa pasiva y por eso hice que ascienda a la Maravilla Suprema para que se una a la batalla.

    Sobre el tema de los Santos de Tauro, te cuento que justamente Aldebarán es mi Dorado favorito. Me emocioné cuando en Lost Canvas reivindicaron mi signo zodiacal, pero sentí que hacía falta algo más para él. Por ese motivo le di tanto protagonismo a su sucesor junto con Kiki, haciendo que ambos derroten a un dios de nivel tan extraordinario como lo es Viracocha (dios del que por cierto... me dolió demasiado escribir su desaparición. Me había encariñado demasiado con ese grandulón xD)

    Lo de la armadura dorada número trece, fue una idea que tenía mucho tiempo antes que a Kurumada se le ocurriera incluir al Santo de Ofiuco en Next Dimension. Al diferencia del oficial, mi Amazona de oro es la portadora legítima de esta constelación, originalmente de plata.

    Por último, solo gracias nuevamente por tu apoyo. Si me lo permites, me tomaré el atrevimiento de notificarte por tu perfil cuando haga nuevas actualizaciones.

    Saludos.
     
  17.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Título:
    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    3695
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 27: ¡ENCUENTRO DIVINO! EL ULTIMÁTUM DEL TERCER DIOS

    ==Maravilla Suprema, Jardín de K’uen-Luen==

    A lo lejos de un extenso jardín se erguía una gigantesca torre de estilo arquitectónico oriental. Aquel monumental edificio imitaba perfectamente a la legendaria ‘Torre de Porcelana de Nanking’, la cual había impactado al mundo durante la dinastía Ming en el siglo XIX.

    La cima de aquella pagoda consistía en una enorme recámara, adornada con tejas de fina cerámica ordenadas a manera de mosaico. La imagen de la creación mitológica china era representada en el techo de baldosa visto desde el interior.

    En el balcón de aquella habitación se encontraba una solitaria mujer ataviada en una elegante túnica de seda blanca adornada con encajes rosas. La dama contemplaba el firmamento en medio del que levitaba el imponente Calendario Maya.

    La hermosa dama de nacarada piel y delicados rasgos orientales mantenía su serena mirada rosa clavada sobre la piedra circular, al tiempo que una ligera corriente de viento acariciaba su largo cabello lacio de tonalidad marrón claro.

    La deidad creadora en la mitología china, la diosa Nü Wa, se caracterizaba por ser la más pacífica y tranquila entre los diez dioses de la Alianza Suprema. Rasgo de su personalidad que resaltaba en la expresión de su rostro. La diosa oriental habría sido capaz de transmitir paz infinita a cualquier mortal con tan solo una sonrisa.

    —«Faltan pocas horas para la fecha señalada en la roca lunar —meditó Nü Wa, ensimismada en la hipnotizante figura del Calendario—. La Tierra será un lugar perfecto cuando la humanidad deje de existir y sea reemplazada por la nueva especie, a la cual los mismos dioses otorgaremos la prosperidad del planeta».

    La deidad castaña no pudo evitar sentir una profunda emoción, al ser ella quien crearía y daría nacimiento a esta nueva especie dominante. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

    Pero su semblante sereno fue pronto alterado cuando vio la luz plateada de la roca apagarse… Aunque Nü Wa mantenía aquella sonrisa en su faz, esta ya no transmitía paz, sino un hondo pesar. Un par de lágrimas nacieron de sus ojos rosados.

    —Primero fue Viracocha… y ahora Mielikki —susurró ella para sí—. No entiendo por qué Atenea y sus Caballeros se empeñan tanto en evitar la purificación íntegra del planeta que tanto quieren proteger.

    Impulsada por su desconsuelo, la diosa china dejó el balcón de su templo y se dispuso a abandonar presurosa el mismo. En sus pensamientos solo estaba presente la idea de no permitir que otro de sus aliados sea derrotado por los humanos.

    —No permitiré que una deidad débil como tú, ponga un pie fuera de este lugar —intervino una fuerte y autoritaria voz masculina, haciendo eco en el gran vacío de la recámara—. Si te enfrentas a los Santos de Atenea dejándote llevar por sentimientos humanos, serás derrotada en el acto.

    Nü Wa se sobresaltó al escuchar la potencia de aquella atronadora aseveración, y más al reconocer el agresivo cosmos de quien la había pronunciado.

    —Si planeas detenerme, entonces muéstrate ante mí y al menos ten la decencia de encararme por primera vez —desafió la deidad asiática con su habitual calma.

    La temperatura en la habitación principal del Templo Sagrado Chino subió repentinamente incontables grados. Cualquier humano normal habría perecido sofocado ante aquel fatal calor.

    Tras tornarse el espacio entero en una intensa tonalidad roja, una feroz columna de fuego se irguió frente a la diosa, deteniéndola en seco. Cuando las llamas se disiparon revelaron una imponente figura de aspecto humanoide.

    —¿Qué pretendes en mi territorio, Ra?

    El cuerpo físico del supremo dios egipcio lucía como el de un espigado hombre adulto de piel cobriza, severas facciones y amenazante mirada encendida en un fuerte anaranjado, la cual era resaltada por una corta cabellera de color rojo intenso, que había sido estilizada en puntas hacia arriba. Su musculoso cuerpo era ataviado por una hermosa túnica adornada por complejos bordados con símbolos egipcios.

    Ra frunció el ceño acentuando sus pobladas cejas, para luego clavar una furiosa mirada sobre su aliada divina. No obstante, aquellos iracundos ojos no consiguieron intimidarla. Ella había levantado el rostro en actitud digna y mantenía sus pupilas rosas posadas sobre el rostro del irascible dios.

    —Te lo preguntaré una vez más: ¿Qué pretendes al entrar sin permiso en mi templo? —insistió la deidad castaña rompiendo el silencio que reinaba tras la aparición de su compañero.

    —Ya te lo dije, niña china —le dijo agresivo el dios a manera de burla—. Conociendo tu carácter voluble, imaginaba que te dejarías llevar por tus impulsos como los otros dos. Veo que no me equivoqué, porque a pesar de ser una diosa tan poderosa como yo, eres propensa a tener las mismas debilidades que mostraron Viracocha y Mielikki.

    El aura roja que cubría la habitación se concentró toda alrededor del egipcio, provocando que incluso la misma Nü Wa se sienta abrumada ante tan indescriptible cantidad de calor.

    —Respeta el recuerdo de nuestros dos compañeros caídos —ordenó ella con una voz más fuerte—. Ambos desaparecieron en batalla por ver cumplidos los objetivos de toda la Alianza.

    —¡Te equivocas, Nü Wa!! —le interrumpió implacable él—. ¡Viracocha y Mielikki dejaron de existir porque fueron débiles! ¡Y esa debilidad nació porque cometieron el error de desarrollar sentimientos similares a los humanos!

    La expresión de la aludida cambió de un tranquilo semblante a uno un poco más serio. A pesar de ser amplia la diferencia de sus estaturas, la diosa no se amedrentaba ante el porte imponente del dios africano. Sin vacilar continuó encarándolo con convicción.

    —Los sentimientos no son una debilidad como aseguras, Ra. Y te lo demostraré encontrándome y dialogando con Atenea. Conseguiré que ella desista de su invasión y así evitaremos más derramamientos de sangre divina. Porque aunque los objetivos de ambas sean distintos, nos parecemos bastante y por eso estoy convencida de que podemos llegar a un acuerdo. Sé que puedo convencer a Atenea de que el ciclo de la humanidad terminó y que el bienestar de todos los seres vivientes del planeta está sobre el de una sola especie que además pone en peligro la existencia de las demás.

    Las palabras de la diosa provocaron la estridente y burlona risa del egipcio, a quien el recién pronunciado discurso le pareció algo ridículo.

    —Eres una ilusa. Todo esfuerzo que hagas fuera de esta habitación será inútil, porque a pesar de ser una poderosa diosa…

    Ra hizo una pausa y arqueando una ceja observó con cierto desprecio a su aliada.

    —A decir verdad, la única razón por la que te aceptamos en esta Alianza es porque insististe tanto en dar nacimiento a la nueva especie que reemplazará a la humana. ¡No nos sirves para nada más, porque ese es tu único rol! ¡Así que olvídate de esa idea estúpida de participar en la batalla, porque los demás dioses y Guardianes acabaremos con la amenaza que representan los Santos de Atenea!!

    Por primera vez en toda su existencia, la pacífica Nü Wa vio su espíritu alterado por ligeros atisbos de ira.

    —No me conoces, Ra —manifestó ella con un tono más riguroso—. Aunque soy una diosa que no batalla, sabré desenvolverme perfectamente en la lid en caso de ser necesario. Así que apártate de una vez de mi camino.

    El supremo egipcio rió por segunda ocasión, esta vez con más ímpetu e ironía.

    —Esos lindos ojos rosas que te dio Yggdrasil todavía se mantienen llorosos —comentó él observándola divertido y acercándose hasta estar a pocos centímetros de la dama.

    Toscamente le acercó la mano al rostro y con sus dedos tomó varias lágrimas que resbalaban por el terso rostro de la deidad asiática, quien se vio por primera vez intimidada y enmudecida al sentir el contacto quemante de la piel del dios, pero ni siquiera en esas circunstancias mostró debilidad y con solemne actitud siguió observando sus ojos anaranjados sin siquiera parpadear.

    —No… te atrevas a tocarme nuevamente… —renegó la dama desencajando sus facciones con una ligera expresión de disgusto.

    —Tú no eres como Atenea… —aseguró el dios pelirrojo dejando la ironía a un lado, para reemplazarla por una seriedad poco habitual en él—. Eres débil. Eres débil como los otros dos que ya fueron derrotados. Deja de actuar como una niña y limítate a crear la nueva especie, tal como tú misma quisiste desde un principio.

    Con la misma actitud digna, Ra se alejó de su compañera y le dio las espaldas dispuesto a dejar la habitación.

    —No te vayas a mover de aquí, Nü Wa… —le sugirió con su característico hablar lleno de superioridad, observándola de reojo—. Deja que mis Guardianes y yo nos encarguemos de esto.

    La diosa intentó refutar la decisión de la deidad africana, pero él enseguida la calló continuando su explicación:

    —La humanidad sin duda tiene muchas fortalezas y debilidades. Teniendo en cuenta esa premisa, para acabarlos definitivamente uno simplemente tiene que destrozar de raíz sus fortalezas. Y eso es precisamente lo que haré ahora mismo… Aunque falten solo unas pocas horas para el comienzo del Cataclismo, ya no puedo esperar más para castigar la osadía de los humanos —a Ra se le formó un nudo en la garganta antes de pronunciar sus siguientes palabras—. Porque aunque no me creas, yo también les tenía cierta estima a Viracocha y a Mielikki. Así que en nombre de ambos, acabaré con la existencia de millones de vidas a cambio de las suyas…

    —¡Espera una momento, Ra! —lo atajó ella sobresaltada—. ¡No debes actuar de manera egoísta e imprudente! ¡Tú sabes bien que los planes de la Alianza Suprema son…!

    —¡Basta, Nü Wa! Tú también pensabas actuar por tu cuenta, así que no tienes la calidad moral para intentar detenerme.

    La regañada se contrarió con lo dicho por su compañero. En silencio se limitó a apretar los dientes para contener las palabras de ira que nacerían de sus labios. Mientras tanto, el dios continuaba su arrogante marcha hacia la salida, pero justo cuando estaba a punto de abandonar la sala, se detuvo al recordar algo más que quería decirle.

    —Prométeme que… no dejarás este templo —le pidió titubeando, pero sin perder el tono arrogante de su voz.

    La diosa china se encontraba visiblemente enojada. Una deidad tan calmada y pacífica como ella había sido exasperada en extremo por la actitud testaruda de su aliado.

    —¡Márchate de una vez de mi templo, egipcio!! —le exigió encendiendo en gran proporción su magno cosmos rosa—. ¡Puedes estar feliz porque no saldré de esta habitación! ¡Por tu parte tú puedes hacer lo que te venga en gana!

    Primero Ra rió entre dientes, pero no pudo contener por más tiempo una sonora carcajada, la cual, a diferencia de las anteriores, no se escuchaba burlona ni despectiva.

    —¡Definitivamente me equivoqué contigo, niña china! ¡Me encantó conocer tu lado fuerte! —le comentó volteándose, sin poder detener su risa de emoción—. ¡Esa es la actitud que debe mostrar una diosa fuerte como tú! ¡Deja la bondad y la calma para los humanos!

    Regalándole una gran sonrisa de satisfacción, Ra desapareció tras la misma estela de fuego entre la que había aparecido. Por su parte Nü Wa no podía quitar el enojo de su semblante.

    —¡No lo soporto! ¡Ra es un desconsiderado y un necio! ¡Es la primera vez en toda mi existencia que alguien me hace perder así la calma!!


    ==Ruinas del Santuario de Atenea==

    A Mar pareció no importarle lo grave de la situación en ese momento. La chica se dejó llevar por el frenesí de recuperar su capacidad de caminar, y no era para menos. Su recién despertado cosmos había causado que su maltrecha silla de ruedas se convierta en parte de su pasado.

    Con alegría infantil la muchacha corría, saltaba, daba piruetas en medio de lágrimas de felicidad. Kiki se limitó a observarla con una incómoda sonrisa, pero a la vez se sintió satisfecho de ver tan feliz a la joven que lo había salvado. Y aunque en su cabeza no estaba seguro del porqué de la presencia de la cloth de Coma Berenices y su posterior aceptación de Mar como Guerrera de Atenea; el joven lemuriano se dejó llevar también por la alegría de la muchacha de cabello negro en trenza.

    —¡Oye, Mar! —la llamó el castaño, deteniendo la jubilosa carrera de la chica—. ¿Me ayudarías a buscar algo por aquí?

    —¡Claro que sí, señor Caballero! —respondió enseguida ella con entusiasmo—. Ahora somos compañeros, ¿cierto?

    —Pues, creo que técnicamente eres una Guerrera de Atenea. Por lo que veo, te has convertido en la propietaria original de una cloth, y ella está despertando en ti un cosmos propio —explicó reflexivo el Santo—. Y por cierto, no me llames ‘señor Caballero’, puedes decirme Kiki con toda confianza —le exhortó con una amable sonrisa.

    —Está bien, señor Kiki.

    Ambos jóvenes se pusieron en la tarea de inspeccionar los escombros de lo que antes fue el Templo de Aries. Kiki le había explicado a la Amazona que había regresado al Santuario para recuperar las herramientas y los materiales necesarios para reparar armaduras dañadas.

    —Deben estar debajo de todos esos escombros —supuso contrariado el Ariano, al no poder encontrar nada en la superficie de las ruinas. La búsqueda en los alrededores había tomado ya varios infructuosos minutos.

    —¿Cuáles son los materiales necesarios para reparar una cloth? —preguntó con infantil curiosidad la chica de ojos celestes.

    —Son elementos muy específicos y raros de encontrar: polvo de estrellas, gammanium y oricalco. Tenía todo en un arcón escondido en los rincones más seguros de mi Templo. Por desgracia, lo más seguro es que fueron destruidos por las técnicas de Viracocha.

    —No pierda la esperanza, señor Kiki —lo animó la muchacha, posando tímidamente la mano en el hombro del Santo—. El día de hoy fui testigo de un maravilloso milagro gracias a esta armadura que estoy vistiendo. La fe en momentos difíciles es una de las principales cualidades de los Caballeros.

    —Tienes razón, Mar.

    El ánimo de la joven influyó en el muviano, quien en un afán por alcanzar los rincones más profundos de las ruinas de su templo, intentó remover la gran cantidad de piedras que se interponían. Por desgracia, cuando intentó levantar una enorme columna, su todavía lastimado cuerpo le recordó que en ese momento no era más que un humano común intentando realizar una proeza digna de un Santo de Atenea. Sus heridas recientes de batalla se abrieron haciendo doloroso e inútil su esfuerzo.

    Kiki se sentía frustrado al no poder hacer nada por recuperar los materiales, así que sin decir una palabra, sostuvo una lesión que aquejaba su antebrazo y se sentó cabizbajo sobre los restos de una columna.

    —Es irónico que hayamos podido derrotar a un dios y, sin embargo, ahora no puedo siquiera levantar una roca —comentó el joven Santo a modo de broma. Ese fue su intento por tratar de esconder su dolor emocional.

    —No se preocupe, señor Kiki —lo reconfortó su interlocutora con una cálida sonrisa—. Si esta armadura me escogió como su portadora, entonces le demostraré que soy digna de ser su compañera.

    Tras la alegría de poder caminar nuevamente, Mar se había tomado muy en serio su rol de Guerrera de Atenea. El milagro que vivió en carne propia, más que un privilegio o un regalo divino; le pareció una señal, una razón para proteger a la humanidad por sus propios medios.

    El usualmente calmado y amable rostro de la joven en ese momento reflejaba una seria convicción, semblante que le dio a Kiki la impresión de que Mar sería capaz de lograr lo que sea que se proponga. Y aunque ella no estaba segura de cómo proceder, no se le pasó por la cabeza siquiera la idea de claudicar en su intento por encontrar los materiales.

    La misma aura negra que apareció al momento que la armadura vistió su cuerpo, se hizo presente una vez más. La cloth de Caballera de Berenice pareció reaccionar por sí sola a la determinación de su portadora hasta el punto de que algo increíble sucedió:

    Las placas metálicas que conformaban las protecciones de sus brazos transmutaron en una especie de finos hilos de cabello negro. Aquella infinidad de delgadas hebras metálicas parecían poseer vida propia, ya que se prolongaban y retorcían expandiéndose por toda la Casa de Aries. Para el Santo de Oro fue increíble contemplar por primera vez el poder de una de las cuatro armaduras de material desconocido, ya que cada brillante fibra de cabello era capaz de envolver y levantar una enorme porción de roca, para luego arrojarla sin esfuerzo lejos del lugar.

    Los cabellos continuaron su meticulosa búsqueda por varios minutos, hasta que grande fue la alegría los Santos de Aries y Coma Berenices cuando el brillante cofre de metal fue desenterrado. Los materiales y herramientas se encontraban intactos en su interior.

    —¡Excelente, Mar! ¡Lo conseguiste! —la felicitó Kiki, casi abrazando su baúl.

    —En realidad no era yo quien controlaba esos cabellos —admitió un poco incómoda la chica—. Parece ser que, de alguna forma, esta armadura actúa reaccionando a factores ajenos a mi voluntad.

    —Cabe la posibilidad que la cloth haya actuado al encontrarse cerca de los materiales. Los metales de los que está compuesta tu armadura debieron armonizar con los utilizados para reparar las mismas. Espero que la armadura de Tauro reaccione también con la mía, así nos será más fácil encontrarla.

    Al ver a Kiki en tan malas condiciones, Mar se había ofrecido llevar ella sola el baúl de los materiales y la armadura de Aries a sus espaldas. Con mucha seguridad, la muchacha avanzaba cargando ambos objetos como si no pesaran nada.

    Al verla caminando a un paso tan firme, Kiki no pudo contener su curiosidad.

    —Mar… —la llamó con un poco de recelo—, discúlpame de antemano si soy imprudente pero… ¿Cómo fue que perdiste tu capacidad de caminar?

    Lo repentino de la pregunta hizo que la aludida se detuviera en seco, para luego girarse y mostrar un triste semblante a su acompañante.

    —Señor Kiki —titubeó, sonrojándose y encogiéndose de hombros—. Estoy segura de que se reirá de mí si se lo cuento.

    —Sería incapaz de hacer algo tan cruel —reaccionó comprensivo el Caballero—. Por tu expresión veo que te trae mucha tristeza recordarlo, así que no hay problema si no quieres compartir conmigo esa mala experiencia.

    A la chica le fue imposible contenerse al ver ese sincero rostro sonriente. Aquella acogedora amabilidad le dio seguridad para hablar.

    —Pensándolo bien, siento que puedo confiarle mi historia, así que se lo contaré —dijo Mar más calmada—. Hace tres años me encontraba paseando con mi pequeña mascota por las afueras de Rodorio. Mi travieso perrito se escabulló hacia un peligroso camino, el cual era conocido por los frecuentes derrumbes de rocas que tenían lugar en el mismo. Lo peor sucedió y un fuerte deslave amenazaba con caer sobre el animalito, así que no dudé en protegerlo con mi cuerpo y recibir el daño en su lugar.

    Kiki escuchaba con atención la historia de su salvadora, observándola directamente a los ojos mientras ambos avanzaban a través de las ruinas. La expresión en su rostro era indescifrable.

    —No me arrepiento de haber sacrificado mi capacidad de caminar —añadió la muchacha con una triste sonrisa—, ya que logré salvar la vida de mi cachorrito. Durante todos estos años me acompañó en los mejores y los peores momentos. Alegrando siempre mis días con su actitud alegre y retozona.

    Un incómodo silencio se produjo entre ambos tras el relato.

    —Eres buena chica, Mar —la felicitó al fin el Ariano, revoloteando con la mano en actitud jovial el cabello de la joven—. Sacrificar la propia vida por la de un ser amado es algo digno de admiración. Sí que posees cualidades dignas de un Santo de Atenea.

    La Amazona de Coma Berenices se dejó llevar por el momento emotivo, disfrutando el instante en el que Kiki revolvía traviesamente su cabello. Ella simplemente se sonrojó y bajó la cabeza sintiendo la calidez de la caricia juguetona de su ahora compañero.

    La pareja de Santos continuó su recorrido hasta llegar a lo que parecía haber sido alguna vez el Templo de Tauro. El débil brillo y vibración de la armadura de Aries reaccionaba con desesperado ímpetu ante la presencia de aquel object dorado que representaba al Búfalo Dorado. Kiki y Mar encontraron la armadura de Tauro, la cual se encontraba en pésimas condiciones.

    —Increíblemente la cloth de Zephyrus todavía está viva —musitó el joven muviano con una mezcla de tristeza y esperanza—. Siento que el espíritu de mi amigo aún se mantiene con vida dentro de ella.

    El Dorado de Aries se arrodilló frente al ropaje de su camarada caído y posó con suavidad su mano sobre éste. Mar observaba en silencio la profunda concentración reflejada en el rostro de su compañero. Kiki se mantenía en un intenso trance, durante el cual se comunicó con el espíritu de la armadura de Tauro.

    —Ahora lo entiendo, amigo Zephyrus… —dijo al fin el Santo después de varios minutos, esbozando una sonrisa de complicidad—. Veo que ni la muerte ha logrado detenerte en tu intento por proteger a Atenea y a nuestros amigos. Por esa razón quisiste que vuelva al Santuario. Deseas que repare tu armadura porque ya has escogido a un sucesor…

    Continuará…

    ===

    Me disculpo por no haber publicado este fanart antes. Con ustedes la triste Guardiana celta:

    Aibhill de Banshee:

    [​IMG]

    Y para complementar la lectura del capítulo, les presento a la más reciente Guerrera de Atenea:

    Mar de Cabellera de Berenice:

    [​IMG]
    Le agradezco mucho a Alalá por ayudarme dándoles color a mis dibujos. Aprecio mucho su esfuerzo.

    De aquí nos vemos en poco tiempo. Estén pendientes al próximo capítulo.

    Saludos desde Ecuador.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Saggitax

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    Está bien, Mar se convertirá en mi personaje favorito — proteccionista animal presente — Ahora, ahora... ¿sucesor de Tauro? Si que has logrado picar mi curiosidad, empezaré a trabajar mis teorías de quién podrá ser(?)

    Y oh~ qué feliz me hace tu noticia, por fin podré ver una verdadera diosa Atenea♥ Valdrá la pena cada noche de desvelo, eso seguro. Reitero mi admiración por tu gramática, no es que sea exagera, sino que últimamente me he encontrado con cada horror... He leído "he mociones (emociones)" y "habeses (a veces)" en menos de doce horas y aún no lo supero, leer a alguien que cuida tanto su gramática es un bálsamo para mis ojitos<3

    Desde Venezuela te mando muchos besos y tiempo libre(?) para que puedas seguir trabajando en esta maravillosa historia y sigas deleitando a tus lectos.

    Suerte y muchos besos <3

    Pd: en un momento fangirl, grité por Ra -///-
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Saludos nuevamente, Saggitax. Qué gusto saber que me sigues apoyando con tus comentarios, y que aprecias el hecho que cuide la ortografía de mi historia. Si encuentras alguna falta gramatical por allí, espero que me la hagas saber para corregirla.

    Sobre el capítulo, te cuento que Mar es un personaje que también se ha convertido en una de mis favoritas. Me es grato ver como va evolucionando, hasta el punto en que podamos verla luchando como toda una Guerrera de Atenea.

    Sobre el sucesor de Tauro... quizás para estos momentos ya lo habrás deducido, pero de no ser así, en poco lo conocerás :) Y sobre la Atenea luchadora que todos queremos ver, aún tendremos que esperar un buen tiempo para verla, pero eso sí, valdrá la pena esperar.

    Una vez más gracias por tu apoyo y por desearme tiempo libre xD Sí que me hace falta jajaja. Un abrazo grande desde Ecuador para ti.

    P.D.: En poco verás el fanart de Ra, espero que te guste y sigas siendo fan de él jeje.
     
  20.  
    Kazeshini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
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    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    3234
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 28: ¡INFIERNO SOBRE LA TIERRA!: EL COMIENZO DEL CATACLISMO

    ==Maravilla Suprema, Pirámide de Abu Gurab==

    El colosal recinto de la deidad egipcia consistía en una gigantesca pirámide, cuya monumental estructura estaba compuesta de sendos bloques de roca lisa, no obstante, había una particularidad en ellos: Las piedras parecían estar compuestas de ardiente magma al rojo vivo, color resaltado, además, por el amplio desierto de arena roja hirviente que rodeaba al edificio. La también llamada Maravilla Egipcia sin duda era la construcción piramidal más grande que ha visto la humanidad en toda su historia.

    Una ensordecedora explosión golpeó una de las caras laterales del monumento, levantando una gran cantidad de arena. El fino polvo teñía de rojo el aire y cubría completamente la imagen del responsable del ataque al recinto sagrado, quien se sentía satisfecho por haber conseguido su objetivo de abrir una entrada improvisada en el edificio.

    —Hará falta mucho más que esto para detenerme —afirmó con seguridad el Caballero de Atenea que destruyó una porción de las aparentemente infranqueables paredes de ardiente magma—. El calor intenso nunca ha sido un obstáculo para mí…

    La arena se asentó y reveló la figura de Ikki de Leo. Residuos de cosmos en llameante anaranjado todavía refulgían sobre el metal de su armadura de oro.

    Con una mezcla de decisión y confianza, el Santo clavó su implacable mirada en el interior del edificio. Lo que contempló dentro del lugar no logró intimidarlo: Frente a él se presentó lo que parecía ser un indescifrable y complejo laberinto, cuyos pasadizos y recámaras apenas eran iluminados por el débil fulgor de antorchas encaramadas en las paredes.

    Sin dudarlo, Ikki se aventuró en el interior de la pirámide, debatiéndose en medio de incontables escaleras, pasajes, túneles e incluso pesados portones de piedra.

    —«Me estoy acercando hacia aquel poderoso cosmos —reflexionó el antaño Fénix, avanzando con cierta dificultad—. Lo sé porque el calor está aumentado y respirar se me hace cada vez más difícil con este aire tan pesado».

    Un par de minutos habían pasado desde que irrumpió en el templo egipcio, y ya que la paciencia no era una de sus cualidades, decidió que sería más efectivo avanzar usando un método no tradicional.

    —¡Me cansé de atravesar este laberinto como niño bueno! ¡No perderé más tiempo en los caminos que tratan de imponerme!

    A pesar de que el mismo Ikki, el guerrero que sanaba sus heridas en el interior del volcán de la isla Kanon; se sentía un tanto sofocado por la abrumadora concentración de alta temperatura, tuvo los suficientes bríos y fuerza física para romper las paredes que se le interponían, abriéndose así paso hacia el lugar en el que había sentido una poderosa presencia desde el instante mismo en el que arribó al desierto en la Maravilla Suprema.

    Tal como lo hizo con la pared exterior de la pirámide, el Santo de Leo lanzó furiosos puñetazos a los muros del laberinto, destrozándolos al contacto y avanzando a mayor velocidad.

    —«Sin duda una agresiva aura divina habita este lugar —dedujo Ikki, irrumpiendo violentamente entre paredes y pasajes con su fuerza física llameante—. Una intensa batalla por la supervivencia de la humanidad me espera en el centro de esta pirámide. Sin embargo, no me importa lo fuerte que sea el enemigo que encuentre. Daré incluso mi vida por detenerlo».

    Al atravesar el último muro, el hombre de cabello azul se encontró con la cámara principal de la pirámide. Aquella enorme habitación ubicada en el centro exacto del edificio rebosaba de un exagerado lujo, al ser sus paredes y techo adornados por complejos jeroglíficos esculpidos en oro. Varios sarcófagos abiertos, reliquias e iconografías incrustadas de joyas y metales preciosos abarrotaban el lugar. El Caballero avanzó cauteloso por un camino flanqueado por enormes monumentos que representaban a dioses del panteón egipcio.

    —«Un ambiente típico de la prepotencia de un dios… Un lugar tan ostentoso como este sin duda es una demostración de la arrogancia y alarde de superioridad por parte del dueño de esta pirámide».

    Ikki inspeccionó minuciosamente el lugar, pero no pudo encontrar a ningún enemigo, no obstante, aquel inmenso cosmos que lo atrajo se mantenía allí. El Santo prosiguió su búsqueda, hasta que un objeto que resaltaba entre los demás llamó su atención por su apariencia imponente:

    Se trataba de una portentosa armadura ensamblada a manera de object sobre un pedestal. Las placas de metal desconocido de las que estaba compuesto el glamoroso ropaje brillaban en un ardiente rojo, contrastado con ornamentos anaranjados y dorados. Aquel tótem representaba a una figura humanoide con características de ave mítica, acomodada en una solemne pose.

    —Es increíble… Esta armadura parece estar ardiendo a miles de grados sin que exista fuego a su alrededor —musitó el sucesor de Leo sin poder retirar su mirada de aquel impresionante object—. Entonces esta es la fuente del cosmos divino y el intenso calor que me trajo hasta este lugar… Sin duda el propietario de este ropaje es un dios…

    —Efectivamente, Caballero de Atenea —intervino desde el vacío una voz masculina que sonaba un tanto irónica—. Aquel ropaje divino es llamado ‘Armadura Suprema’ por su dueño, el también supremo dios egipcio Ra. Y ya que te encuentras frente a un objeto sagrado, lo lógico es que le muestres respeto haciéndole una reverencia y arrodillándote.

    —Yo solo me arrodillo ante mi diosa —replicó el aludido con su característica seriedad—, pero si quieres que me incline ante una deidad enemiga, deberás mostrarte y obligarme a hacerlo…

    Una cínica risa sonó tras el valiente desafío, después de lo cual una espesa bruma negra se hizo presente ante el Santo.

    —Si tanto quieres verme, no me negaré, humano…

    Al disiparse la niebla oscura un extraño personaje hizo presencia. Aquella figura humanoide de contextura física normal vestía una bella túnica negra con decoraciones faraónicas doradas, pero lo que más extrañaba de su apariencia era su cabeza. El recién llegado no lucía como un humano, ya que su testa era la de un chacal negro de vivaz mirada.

    Observándolo con cierto disgusto, Ikki encaró a aquel curioso ser.

    —No creo que el perro faldero de un dios sea rival para un Caballero de Atenea —comentó Leo cerrando los ojos con arrogancia—. Exijo conocer a la deidad portadora de aquella Armadura Suprema.

    —Muy gracioso, guerrero —expresó cínico el humanoide, mostrando sus afilados dientes en un intento de sonrisa—. De hecho no me sorprende tu actitud altanera. Hace tiempo que los humanos perdieron el respeto por los dioses. No tienes la consideración de presentarte y aún así intentas siquiera encarar al dios propietario de esta pirámide y de todo el territorio sagrado egipcio.

    —Mi nombre es Ikki, Caballero Dorado de Leo.

    —Pues yo soy Anubis, dios egipcio de los muertos. Y lamento informarte que no encontrarás al supremo Ra en este lugar. Soy el único de los Guardianes que está resguardando el territorio de nuestros ancestros.

    Sin previo aviso, el antaño Fénix se puso en la tarea de encender en gran proporción su cosmos llameante.

    —Espera un momento, Ikki —intentó atajarlo la deidad de rasgos animalescos con su característico sarcasmo—. Ya bastante calor hace en este lugar como para que nos quieras sofocar con tu cosmos.

    —Me has dicho que eres el único enemigo en este lugar. Así que no tendré consideración contigo. Te aplastaré como a un insecto por más dios que digas ser…

    Ver aquella agresiva mirada que parecía chispear llamas clavada sobre él, estremeció hasta la última de las células de Anubis, pero aún así no perdió la calma.

    —Ustedes tan impulsivos como siempre. Por eso los dioses de la Alianza Suprema se han empeñado tanto en destruirlos. En estas circunstancias ni siquiera vale la pena desperdiciar mi poder divino para darle una lección a un simple humano.

    —¡Pues te demostraré lo que puede hacer este ‘simple humano’!!

    La ira del Santo de Oro se había desatado, y más aún cuando escuchó reír burlonamente a su oponente.

    —Vaya, creía que al menos los guerreros de la orden más poderosa de Atenea podían controlar sus ímpetus —manifestó el egipcio dando un burlón suspiro de decepción—. ¿Podrías calmarte un poco? Mi intención no es pelear contigo. Al menos por ahora…

    Aunque Ikki seguía enojado, se las arregló para calmarse cerrando ambos puños y apretando los dientes.

    —¿Entonces qué pretendes, Anubis?

    —Nada en particular. Solo quería ver la cara de desilusión del primer humano que se atrevió a poner un pie en territorio egipcio, quien después de tanto esfuerzo para llegar a este lugar, solo se encontró con la armadura de la deidad que rige en este territorio.

    El dios de cánidas facciones casi no podía contener su mordaz risa.

    —Son tan estúpidos y predecibles —añadió gesticulando—. Nunca previeron que uno de los tan poderosos Caballeros Dorados, caería directamente en la trampa de Ra.

    —¡Trampa!

    —¡Exactamente, Ikki! No fue coincidencia el que Ra haya decidido dejar su Armadura Suprema en este lugar. Él sabía que cargar su ropaje con una pequeña porción de su cosmos lograría distraer la atención de Atenea y sus Caballeros.

    El antecesor de Fénix enmudeció al saber que solo una mínima parte del cosmos de Ra se encontraba en el interior de su armadura. Intentando ocultar su sorpresa e imaginando lo poderoso que podría llegar a ser el supremo egipcio, entrecerró los ojos y frunció el ceño observando con furia a Anubis.

    —Ra no se equivocó al afirmar que todos ustedes eran como moscas abalanzándose sobre la carroña. ¿O acaso creían que los dioses construirían la Maravilla Suprema sobre el Santuario de Atenea por simples azares del destino? ¡Ellos sabían que ustedes no dudarían un segundo para ascender hacia aquí! ¡Ese estúpido sentido de justicia que tienen, los obliga a actuar de la manera más imprudente!

    —Entonces… ustedes querían que invadamos esta fortaleza para que… dejemos la Tierra desprotegida…

    Ikki no podía salir de su incredulidad. Instintivamente se llevó la mano a la cabeza al saber que no solo él, sino también todos sus compañeros Dorados y su diosa habían cometido un grave error.

    —¡Te has dado cuenta, Caballero de Oro! ¡Ahora mismo Ra y sus Guardianes se encuentran en la Tierra, mientras tú estás perdiendo valioso tiempo en esta pirámide! ¡Probablemente un país entero ya ha sido destruido por las deidades egipcias!!

    La potente risa malintencionada de Anubis invadió la totalidad de la cámara sagrada. Ver a aquel humano con esa expresión de asombro no tenía precio para él. Y no era para menos, era poco común ver al Santo tan abstraído en un torbellino de confusas ideas.

    Su única reacción en ese momento fue darle las espaldas a su interlocutor y caminar con un porte solemne hacia la salida. Solo una idea al azar lo detuvo y lo obligó a observar de reojo al Guardián.

    —Anubis, si piensas interponerte en mi camino te recomiendo que lo hagas ahora mismo. Porque cuando me encuentre con ese tal Ra, lo acabaré sin piedad.

    —Pero qué humano más atrevido —contestó la deidad con un tono más serio y amenazante, al tiempo que se colocaba a un lado del rival—. Enfrentarse solo contra Ra es prácticamente un suicidio. Pero ya que tanto ansías luchar, no te preocupes, ya que a su tiempo yo mismo me encargaré de devorar tu cabeza sin contemplaciones, pero no es ni el momento ni el lugar. Ya bastantes estragos has ocasionado en este recinto sagrado como para que iniciemos una inútil batalla que destruya más objetos divinos. Te veo en la Tierra, humano…

    Tras la desafiante despedida de Anubis, Ikki recuperó su semblante habitual y con gran convicción abandonó presuroso el territorio egipcio.

    Una fulgente luz anaranjada descendió a la velocidad de la luz hacia tierra firme desde la Maravilla Suprema. Ikki pensaba utilizar todo el poder de su cosmos de ser necesario con tal de trasladarse a donde sea que se encuentre el supremo egipcio.

    —«Bastará solo con que Ra o cualquiera de sus secuaces encienda su cosmos ligeramente… Entonces los encontraré y les demostraré el verdadero poder de alguien que lucha por defender a la humanidad».


    ***

    El sol hacía su lenta aparición en el horizonte terrestre. La fecha que marcaba el calendario gregoriano era el 20 de diciembre de 2012. Menos de veinticuatro horas faltaban para que tenga lugar la inminente destrucción de la humanidad y sus creaciones.

    Fue precisamente la cálida luz anaranjada del sol matutino la que logró colarse entre los párpados entreabiertos de aquel joven trigueño de lisa cabellera plateada.

    —¿Dónde estoy? —se preguntó un aturdido Evan de Fénix.

    El ambiente a su alrededor daba vueltas en su confundido campo de visión. A duras penas pudo divisar un tranquilo sendero circundado por varios árboles cuidadosamente colocados. Sus ramas casi tapaban el firmamento y producían una refrescante sombra.

    —Excelente, pude ascender al Santuario de los dioses con vida —se dijo a sí mismo el Santo de Bronce con orgullo—. Solo espero que esos mocosos también lo hayan conseguido —profirió, refiriéndose a sus compañeros como solía hacerlo—. No puedo sentir sus cosmos por ninguna parte.

    Tras retomar el control de su capacidad de orientación, Evan avanzó con cautela a través de ese camino compuesto por elaborados bloques de piedra.

    —«No sé por qué este lugar me parece tan familiar» —reflexionó, explorando el escenario con su mirada de intensa tonalidad roja.

    Mientras más continuaba avanzando, el relativo silencio del ambiente era reemplazado por el sonido de risas y conversaciones. El Santo estaba más que confundido.

    De entre uno de los arbustos que adornaba el sendero, apareció rebotando lentamente una pequeña pelota de goma. Aquel inofensivo juguete rodó a los pies del Fénix, quien con cautela lo levantó del piso para inspeccionarlo.

    —¿Pero qué demonios…? —farfulló, frunciendo el ceño al ver la imagen de un gato de caricatura impreso en la circunferencia—. ¿Qué clase de broma es esta? ¿Por qué hay un objeto como este en un lugar sagrado?

    Evan no había notado que la dueña del juguete estaba observándolo pocos pasos cerca de él. Se trataba de una sonriente niña rubia, quien no pasaría de los ocho años. Ella sostenía varios globos multicolores en una mano.

    —¿Me devuelve mi pelotita, señor? —le pidió la pequeña, ampliando más su tierna sonrisa, al tiempo que lo observaba con unos brillantes ojos llenos de inocencia.

    La confusa reacción del aludido fue extender su mano y entregar por inercia el objeto solicitado. Sus indefinidos pensamientos no le permitieron decir palabra. Aquella curiosa situación era sobremanera imprevista.

    —¡Gracias! Es usted un chico muy lindo.

    Tras decir esas palabras, la niña se alejó corriendo alegremente entre el mismo arbusto del que había salido la pelota.

    —¡Espera, pequeña! —reaccionó tardíamente el Fénix al verse solo.

    Sin pensar en las consecuencias, Evan se abrió camino entre las plantas para encontrarse pisando una extensa alfombra de pasto, la cual circundaba una pequeña laguna. El joven de cabellera platinada quedó boquiabierto al notar que habían muchas más personas en aquel lugar. Algunos corrían por ese parque en ropa de ejercicio, otros paseaban a sus mascotas, familias enteras caminaban despreocupadas en esa agradable y soleada mañana de jueves.

    —No estoy… en el territorio de los dioses… —murmuró para sí el impactado Caballero, reconociendo aquel escenario.

    Cuando levantó la mirada, Evan contempló tras los árboles una gran cantidad de edificios modernos. En medio de su shock, el Santo apenas pudo notar el sonido de la agitada urbe que rodeaba aquel parque.

    —Estoy en… mi país… esto es Estados Unidos…

    A pesar de encontrarse en pleno invierno, el país norteamericano disfrutaba de un clima primaveral. Para todos sus habitantes el porqué de este hecho era algo inexplicable, ya que ninguno sabía que hace varios días, las condiciones climáticas en todo el planeta habían variado como antesala al cambio de época anunciado por Quetzalcóatl en su profecía y calendario.

    Los estadounidenses aprovecharon el ambiente favorable, para cambiar su rutina de cada año para cuando la Navidad estaba cerca y, alegremente salieron a disfrutar del inusual sol que bañaba sus ciudades.

    Aquella urbe en particular se veía más viva que nunca con bulla de los autos, la aglomeración de personas, las luces artificiales, el aroma de los ‘hot dogs’ recién cocinados. Factores combinados que le parecieron tan desconocidos al nuevo Fénix, ya que hace un buen tiempo había dejado su vida de comodidades, para seguir su objetivo de convertirse en Santo de Atenea.

    Casi sintiéndose en un sueño, el joven caminó sin rumbo en medio del animado parque. Las personas que lo observaban, lo hacían con notoria curiosidad. Para ellos resultaba llamativa y estrafalaria la armadura de bronce que cubría el cuerpo de aquel muchacho trigueño.

    De repente, su aparente sueño se convirtió en pesadilla. El diáfano cielo celeste se tornó en una intensa tonalidad escarlata, color inédito que consiguió despertar la incertidumbre y el temor de los miles de espectadores de tan perturbador fenómeno.

    —No… puede ser —balbuceó, bañada su frente de sudor frío, producto de un miedo irracional—. ¡¿Qué son estos cosmos gigantescos que han llegado a este lugar?!

    La pequeña laguna del parque empezó a agitarse con violencia. Feroces burbujas gorgoteaban en su superficie, haciendo evidente que el agua estaba hirviendo a temperaturas inconmensurables. El calor ascendió a niveles casi insoportables.

    Después de que el potente terremoto provocado por Viracocha aterrara al planeta entero, las cosas se habían calmado un poco en el mundo. Pero otra señal apocalíptica se había hecho presente, así que en la mente de todas y cada una de las personas, el tan temido Fin del Mundo había comenzado un día antes de lo profetizado. El pánico irracional se apoderó de todos los asistentes, quienes haciendo caso a su instinto de supervivencia, echaron a correr en medio del caos. Su desesperación fue mayor al ver que la mayoría de árboles se incineraba espontáneamente…

    En medio de aquel infierno sobre la Tierra, Evan se quedó solo, paralizado por un profundo terror.

    —Es solo un Caballero de Bronce —dijo con desprecio una irónica voz masculina desde la nada—. ¿En serio era necesario que los tres nos enfrentemos a él?

    —No podemos negarnos a las órdenes de Ra —lo secundó una voz femenina, también desde el vacío—. Y tú mejor que nadie lo conoce cuando se enfada por una desobediencia.

    —Dejen la plática para después —los reprendió con autoridad una tercera voz cavernosa, la cual sonaba más rigurosa que la de sus compañeros—. Ahora mismo estamos lejos de nuestra tierra de origen, así que debemos acabar con cualquiera que se oponga a nuestra invasión del país más poderoso del mundo. Nadie puede evitar que reduzcamos a cenizas todo este lugar.

    A una velocidad increíble hicieron presencia tres figuras humanoides vistiendo magníficas armaduras de aspecto faraónico. Los recién aparecidos se colocaron estratégicamente para rodear al confundido Santo de Bronce. Se trataba de las reencarnaciones de los dioses egipcios Anubis, Isis y Horus…

    Continuará…

    ===

    El día de hoy les presento al irónico Guardián que se encontró con Ikki en la Pirámide de Abu-Gurab:

    Anubis, Dios Egipcio de los Muertos

    [​IMG]
    Mil gracias, Alalá, por darle color a este dibujo.

    Muy pronto el siguiente capítulo. Saludos desde Ecuador.
     
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