Saint Seiya [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Kazeshini, 6 Enero 2013.

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    Sheccid

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    Primero lo primero (je,je,. yo y mis lógicas)

    El Caballero de Aries no pudo terminar su comentario. Un fuerte golpe en el rostro lo mandó a volar contra la puerta del Jardín de los Sales Gemelos, destrozándola al contacto.
    Creo que quisiste decir "Jardín de las Salas Gemelas", pudo haber sido un simple error de dedo (fue la única falta ortográfica que encontré) o a lo mejor así es la traducción en tu país.
    Nunca había pensado en que los demás de Bronce pudiera haber alcanzado otras armaduras...es lógico. Y la elección de las constelaciones que hiciste para cada quién son geniales.
    ¿Como que Mú esta atacando a Kiki? ¿Va a hacer lo mismo que Milo con su alumna?
    Interesante.
    Ese dios precolombino me recordó a mi mamá: siempre queriendo ver todo verde y lleno de vegetación , je,je, pero aún así Viracocha me cae extrañamente bien aunque haya dañado a los ahora Plateados y los haya... Que extraño que me caiga bien.
    Y no te preocupes, esperaré para la conti y para los siguientes Fan Arts XD
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Saludos Sheccid.

    Antes de publicar el siguiente capítulo, paso a responder tus comentarios. Sobre el error que resaltas al principio de tu review, debo decirte que en mí nacieron varias dudas justamente al escribir esa parte. Yo también creí que el lugar contiguo a la Casa de Virgo se llamaba 'Jardín de las Salas Gemelas de Virgo', porque incluso en el doblaje original para la versión de DVD lo mencionan como 'La Sala Gemela de Virgo', pero ya investigando más a fondo resulta que el jardín de Virgo es llamado de los 'Sales Gemelos' porque justamente es en estos llamados árboles de sal, donde Buda se recostó para morir, al igual que lo hizo Shaka en la saga de Hades.

    La información a detalle la obtuve del wikia de Saint Seiya. No sé si está prohibido por las reglas del foro pasarte el link por acá, pero de ser el caso me lo dices para borrarlo:

    http://es.saintseiya.wikia.com/wiki/Jardín_de_los_Sales_Gemelos

    Aquí también lo llaman 'Jardín de los Sales Gemelos' (y también el el manga), pero mi duda idiomática fue... por qué simplemente no lo nombraron como 'Jardín de los Árboles Gemelos de Sal' ya que sinceramente no sabría como se pluraliza, si 'Sales' o 'Salas'; términos que usan indistintamente en varias páginas.

    Uff y bueno, después de mi larga y confusa explicación que al final no llegó a nada (xD), déjame decirte que aprecio que seas detallista en tus reviews y que resaltes este tipo de cosas que me dejan pensando. No dudes en señalarme los errores que encuentres ^^

    Volviendo al tema del capítulo, me alegra saber que te gustaron mis elecciones de armaduras de plata para los "otros" de bronce. Siempre los subestimaron en el canon, así que quise darles un poco más de protagonismo. Lo bueno es que todavía nos falta leer sobre ellos. Aunque hayan recibido la técnica de un dios poderoso como Viracocha, nuestros nuevos plateados todavía tienen mucho que demostrar.

    Con respecto a Mû y el ataque a su alumno y sucesor, veremos que sus intenciones son un tanto diferentes a las que Milo tenía con Kyrie. Ya lo veremos conforme avance aquella batalla.

    Jejeje, qué curioso saber que te agrada Viracocha a pesar de ser un enemigo. En entregas siguientes notaremos con más claridad que es un dios benévolo después de todo. (También me parezco a Viracocha en querer ver todo verde. Al vivir en una ciudad de concreto gris, aprecio siempre la belleza de lo natural)

    Te agradezco mucho por tus comentarios y te cuento que hoy compartiré un FanArt más. Kiki de Aries engalanará el final del capítulo.

    Saludos desde Ecuador.
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por Kazeshini

    CAPÍTULO 11: ¡MAESTRO CONTRA ALUMNO!, ¡DIOS CONTRA MORTAL!

    ==Santuario de Atenea. Casa de Virgo==

    —¡‘Revolución de Polvo Estelar’! —exclamó con autoridad Mû, con una potente voz que hizo eco en la vacuidad del Sexto Templo.

    Una innumerable cantidad de proyectiles de energía luminosa se dirigieron veloces hacia el consternado Caballero de Aries, quien todavía intentaba asimilar el regreso a la vida de su apreciado maestro.

    —¡‘Muro de Cristal’! —gritó Kiki regresando a la realidad al reaccionar tardíamente, erigiendo así el clásico muro trasparente que lo defendería. Sin embargo, este se hizo añicos al contacto de la técnica del antecesor de Aries.

    El joven de cabello castaño rojizo fue vapuleado violentamente por los destellos luminosos del enemigo.

    —Los años no pasan en vano. Has crecido mucho, Kiki —comentó Mû con su clásica actitud tranquila—, pero aún te falta mucho para alcanzar mi nivel. A este paso morirás sin duda —sentenció acercándose a su antaño alumno, quien se encontraba tendido boca abajo en el piso, esforzándose por levantarse.

    —Sin duda es usted, maestro. Un poder tan grande solo podría pertenecer al legendario Mû de Aries…

    Al levantar a mirada, el joven lemuriano notó que su mentor usaba una peculiar armadura. Por su diseño era obvio que se trataba de la armadura de Aries, pero ésta era de color blanco, casi plateado. Aun con su vasta experiencia en la reparación de armaduras, Kiki nunca antes había visto un ropaje albo como ese.

    —Hace tiempo que dejé de ser tu maestro —declaró tajante el de cabellera violeta, para luego posar la palma de su mano en la espalda de su antaño pupilo. Una enorme cantidad de energía fue liberada en forma de un impulso de luz dorada, el cual destrozó completamente el piso de la Casa de Virgo.

    —Para mí usted siempre será mi maestro… Aunque ahora luche del lado de la maldad, lo seguiré respetando —confesó el más joven desde la nada. Se había teletransportado a corta distancia antes de recibir el ken.

    El Santo de Aries apareció repentinamente a pocos centímetros de su contrincante, dispuesto a propinarle un fuerte golpe en el rostro. La reacción de Mû fue defenderse erigiendo su ‘Muro de Cristal’ como escudo, pero grande fue su sorpresa cuando el Dorado lo destrozó con tan solo la fuerza física de su puño.

    —¡No puede ser! ¡Tan fácilmente el ‘Muro de Cristal’ se ha…!

    No pudo terminar la frase. El castaño lo calló de un terrible puñetazo en el costado de la faz. La increíble fuerza de la agresión envió con violencia al hombre en armadura blanca hacia el Jardín de los Sales Gemelos.

    —Le devuelvo la bienvenida que me dio, maestro. No considere ese golpe como una falta de respeto, sino como un saludo de mi parte —le dijo sonriendo con gran seguridad—. No subestime a su sucesor.

    —No lo haré más, Kiki —respondió el agredido, levantándose entre las flores—. Admito mi error. Así que desde este momento pelearemos como iguales…


    ==Santuario de Atenea. Casa de Tauro==

    Mientras Atenea y siete de sus Santos Dorados se elevaban lentamente hacia la Maravilla Suprema, Viracocha avanzó raudo para detener aquella ascensión. Apenas se encontraba en la entrada del Segundo Templo.

    —No tendré problemas en alcanzarlos si apresuro un poco más el paso —afirmó seguro de sí mismo.

    Justo cuando se internaba en la negrura de Tauro, una intensa arremetida luminosa lo obligó a detenerse y protegerse con los brazos.

    —«¿Por qué a todos les da por atacarme sin que siquiera los provoque? —pensó contrariado el hombretón, esforzándose por buscar con la mirada a su atacante—. Los humanos de esta época son tan impulsivos».

    —Nunca imaginé que tendría que pelear solo contra un dios en mi primera misión como Caballero Dorado —declaró el recién llegado Aldebarán sin muchas ganas, tras salir de las sombras—, pero si no tengo más opción, pues lo haré.

    —Lo siento, pero no puedo quedarme a pelear contigo —replicó cortésmente Viracocha—. Debo detener el ascenso de tu diosa y tus compañeros. Así que espero que tengas la amabilidad de dejarme pasar.

    Al Santo de Tauro le extrañó la buena actitud del dios.

    —Eres raro. Yo imaginaba que un dios sería arrogante y prepotente —comentó el joven de melena alba, colocando la enorme caja de pandora de su armadura dorada en el piso—, o por lo menos creí que se burlaría de mi tamaño y apariencia.

    —Admito que sí me extrañó que un muchacho tan pequeño y de aspecto débil como tú, intentara ponerse en mi camino —replicó solemne la deidad—, pero mis milenios de existencia me han enseñado a respetar a los humanos sin importar su apariencia. Además, no debe ser coincidencia el que pertenezcas a la orden más poderosa de los Caballeros de Atenea.

    Aldebarán reaccionó con decepción y cansancio a las palabras de su interlocutor.

    —Me has desanimado a pelear. No eres el villano que esperaba que fueras. Ahora me costará atacarte en serio —comentó desmotivado el Santo, dando un suspiro de desánimo—. Pero, si me toca pelear… qué más da, pelearé.

    —Te lo pedí de favor. Apártate de mi camino o no responderé por mis acciones —amenazó el de cabello verde un poco más severo.

    La reacción del joven fue colocarse en la clásica posición de ataque de los Caballeros de Tauro: Los brazos cruzados. El aura dorada que cubría su pequeño cuerpo se expandía poco a poco.

    —Es curioso que quieras detenerme sin siquiera portar una armadura, Caballero.

    —Me llaman Aldebarán de Tauro. Y esta es la técnica más poderosa del Santo guardián de la Segunda Casa… ¡‘Gran Cuerno’!

    Tras el grito del nombre de la técnica, al dios le pareció vislumbrar a un imponente toro dorado escoltando a Aldebarán. Tras esto, un potente destello dorado fue liberado y se dirigió directamente contra su objetivo, quien se vio obligado a extender ambos brazos y cargar su cosmos en ellos para intentar detener el mortal ken.

    —¡Increíble! ¡Es la técnica más fuerte que he tenido el honor de presenciar! —se asombró Viracocha, haciendo un esfuerzo por contener la arremetida con las manos desnudas.

    Solo encendiendo su cosmos divino, la deidad fue capaz de ahogar el ímpetu de la agresión.

    —Imaginaba que algo así no funcionaría contra un dios.

    Tauro observó con fastidio la caja dorada a su costado.

    —No me agrada la idea, pero tendré que usar mi armadura.

    El recipiente contenedor se abrió, revelando la majestuosa armadura dorada de Tauro. La efigie del toro lucía impecable, como si aquel object no hubiese sido invocado en años.

    —No te ofendas, Aldebarán. Pero no creo que puedas vestir esa enorme armadura —resaltó extrañado el más alto y fornido—. Se ve muy grande para ti.

    —Entonces tendré que despertar mi Séptimo Sentido antes de portarla…


    ==Santuario de Atenea. Casa de Virgo. Jardín de los Sales Gemelos==

    Miles de pétalos de cerezo danzaban gráciles con el viento. El tranquilo Jardín de Sales se veía más hermoso que nunca, al ser bañado por los residuos de luz que desprendía la Maravilla Suprema.

    —Ahora me demostrarás si eres digno de vestir la armadura dorada de Aries —declaró Mû, elevando poco a poco la fuerza de su cosmos.

    —¡Maestro! ¡¿Por qué ha vuelto como sirviente del mal?! —preguntó alterado el joven lemuriano—. ¡¿Y por qué viste esa armadura blanca?!

    No recibió respuesta.

    Aquellas preguntas produjeron un silencio absoluto entre ambos. Silencio durante el cual los contendientes descifraron las intenciones en los ojos del otro. Se conocían tan bien que no había necesidad de palabras entre ellos. Kiki y Mû pensaban hacer exactamente lo mismo a continuación:

    —¡‘Extinción de Luz Estelar’! —exclamaron ambos guerreros al unísono, para después liberar aquel poderoso ken del Santo de Aries.

    Era la primera vez en la historia que colisionaban estas técnicas. El choque de ambas ‘Extinciones’ resultó en una distorsión de dimensiones, manifestada en una especie de pequeño agujero negro que se formó en el centro.

    El fenómeno resultó devastador y consumía lentamente todo a su alrededor. Las plantas, los pétalos de cerezo y hasta el mismo viento, eran devorados sin dilaciones.

    —¡Nos consumirá a ambos! —advirtió nervioso Kiki—. Antes de morir aquí por lo menos quisiera saber el porqué de su regresó —inquirió aún luchando por controlar la inimaginable cantidad de energía que seguía liberando con ambas manos.

    —Morrigan, la diosa celta de la muerte, fue quien nos revivió y nos otorgó el poder para deshacernos de ustedes. Gracias a ella pudimos ser liberados de la prisión en la que nos encontrábamos a causa de los dioses griegos —explicó Mû, esforzándose también por incrementar la fuerza de su arremetida. Él también extendía frenéticamente ambos brazos para controlar el flujo de luz.

    El nivel de poder desatado era exactamente igual por parte de ambos. Cualquier error o distracción habría causado un desbalance fatal. Claramente ambos expresaban el Séptimo Sentido en su máximo esplendor.

    —¡Entonces ahora que sé que usted lucha por el mal, no puedo dejar que me venza!

    —Lo siento Kiki, pero esto se acaba aquí y ahora…

    El Santo Blanco retiró una mano y concentró gran cantidad de energía en ella, mientras que con la otra seguía reforzando su ‘Extinción’. Mientras Kiki luchaba desesperadamente por reforzar la energía de su ken con ambas manos, su maestro hacía lo mismo pero con una sola extremidad.

    —‘Revolución de Polvo Estelar’.

    El antiguo maestro de Jamir consiguió un prodigio jamás antes visto: Ejecutar dos técnicas doradas a la vez, una con cada mano. Incrédulo, Kiki vio acercarse la tremenda cantidad de poder combinado, que para ese entonces ya había disipado por completo la distorsión dimensional y su única técnica.


    ==Santuario de Atenea. Casa de Tauro==

    En un parpadeo, el cosmos de Aldebarán se había elevado hacia niveles insospechados. El dios inca observaba impresionado el rostro del muchacho, que para entonces mostraba un perturbador trance con los ojos en blanco.

    —En serio no tengo tiempo para esto. En otro momento me mostrarás tu verdadero poder, Aldebarán —le comunicó, sin esperar recibir respuesta.

    Impaciente, el dios intentó pasar de largo dispuesto a detener a Atenea, pero grande fue su sorpresa cuando la energía que emanó de pronto el Caballero Dorado, lo envió violentamente hacia el lado contrario.

    —¡¿Pero que es todo ese poder tan grande que siento en este joven?! —declaró alarmado.

    Aldebarán se convulsionaba de manera horrible. Sus pequeños músculos se contraían y se retorcían para luego aumentar violentamente de volumen. En medio del trance, el joven Santo no podía controlar sus desgarradores gritos de dolor.

    Cuando la conmoción se detuvo, se evidenció que sus proporciones, su masa física, su musculatura y su estatura aumentaron tan drásticamente que por poco llegan a igualar a las de Viracocha. Su melena alba había cambiado a una intensa tonalidad negra.

    En nada se parecía este renovado y esbelto guerrero al joven enjuto que en primera instancia desafió a la deidad.

    —«Ninguna persona puede cambiar así, en tan poco tiempo… ¿En serio se trata de un ser humano?» —dudó para sí el inca.

    Aldebarán permaneció inmóvil por un momento. El aura dorada que lo bañaba era evidencia de que había alcanzado el Séptimo Sentido en su máxima expresión.

    Rápidamente, el irreconocible guerrero giró la cara para ver su armadura dorada de Tauro, la cual se ensambló enseguida sobre su fornido cuerpo. A Viracocha le dio la impresión de que la cloth había obedecido una orden silenciosa, como si estuviera viva…

    Ataviado en su ropaje dorado, Aldebarán respiraba agitadamente, bramando como un auténtico toro furioso. La nueva cabellera negra del Santo cubría gran parte de su rostro, pero a pesar de la espesura de esos mechones azabache, se podía ver con claridad un par de pupilas resplandeciendo en un intenso rojo. Aquella mirada asesina estaba clavada con ira descontrolada sobre el inca.


    Continuará…

    ======================

    Esta noche les presento mi versión de Kiki de Aries. Quise diferir bastante el diseño con respecto al que se muestra en la fuente oficial Omega, para darle una apariencia más acorde con el clásico. El dibujo en escala de grises es autoría mía, pero los geniales colores que verán son crédito de mi amiga conocida como Alalá.

    KIKI DE ARIES:

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    Espero les guste. Un abrazo desde Ecuador.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo

    CAPÍTULO 12: LA TÉCNICA SECRETA DE ARIES Y LA LUCHA DE TITANES EN TAURO

    ==Santuario de Atenea. Monumento a Atenea==

    —¡Demonios! ¡A esa altura ya no podremos alcanzarlos! —rugió enfurecido Kenji, golpeando nuevamente la película de energía.

    El Caballero de Pegaso se debatía entre la incredulidad y la tristeza. Su confundida mente no le dejaba pensar con claridad.

    —¡Saori! ¡Seiya! ¡Regresen por nosotros, por favor! —suplicaba el joven desesperado entre ríos de lágrimas.

    Sus compañeros de bronce detuvieron sus intentos de romper las esferas, para observarlo conmovidos.

    —Kenji, ya basta. Creo que deberíamos…

    Anna interrumpió su intento de consuelo, al sentir que el cosmos celeste del muchacho rubio se encendía como nunca antes.

    —No, amigos. Todavía es pronto para rendirnos —manifestó con la mirada fija en la pulsera de flores que le regaló Saori, mientras una sonrisa de valentía iluminaba su rostro—. ¡Juntos vamos a conseguir un milagro, ya lo verán!

    —«Kenji, es la primera vez que veo tanta determinación en tu rostro» —reflexionó Andrómeda, sonrojándose.

    Infundida de nuevos ánimos, la muchacha castaña también se puso en la tarea de elevar su energía cósmica. Un cálido resplandor rosa cubrió su cuerpo.

    —«Maestro Shun, no lo voy a dejar solo allá arriba. ¡Cuando lo vea nuevamente, le voy a dar un gran abrazo y no lo voy a soltar!»

    —¡Ya oyeron a nuestro amigo! ¡A elevar nuestro cosmos hasta el Octavo Sentido! —les exhortó Senshi con gran ánimo.

    El Dragón también hizo su parte, encendiendo el aura verde que emanaba su ser, haciéndola crecer cada vez más.

    —«Papá, abuelo Dohko… ¡Les demostraré que puedo ser tan fuerte como ustedes!» —meditó muy animado el pelinegro.

    —¡Arde, cosmos! ¡Hasta el infinito! ¡Libéranos de esta prisión! —gritó Evan de Fénix, quemando su energía anaranjada de manera extraordinaria. Su cabello plateado ondeaba mientras su cosmos llameante se incendiaba.

    —Nosotros… Nosotros… ¡Haremos de este mundo un lugar resplandeciente y lleno de paz! —expresó Natassia de Cisne, para sorpresa de sus amigos.

    La energía alba congelante que desprendía, llenaba su prisión de cosmos.

    —Lucharé junto a mi maestro sin importar las consecuencias —añadió más segura de sí misma la muchacha de cabellera celeste. Su frialdad e indiferencia poco a poco iban desapareciendo.

    Lo increíble sucedió. Las cloths de bronce de Pegaso, Dragón, Andrómeda, Cisne y Fénix se tornaron doradas por un instante. Sus portadores habían alcanzado el Octavo Sentido, despertando la sangre de los Caballeros de Oro que fue vertida en ellas hace años.

    —¡Por Atenea y por la Tierra! —exclamaron los cinco jóvenes a la vez, para luego destruir con sus cosmos las esferas de energía que los aprisionaban.

    Ninguno tuvo necesidad de decir una palabra, sabían perfectamente lo que debían hacer. Alas doradas nacieron en las espaldas de sus armaduras, incluso de los ropajes de Andrómeda y Dragón.

    Sin demora, los cinco Santos de Bronce emprendieron vuelo hacia la Maravilla Suprema.

    —Espérame, Saori —musitó el Pegaso con gran convicción, mientras ascendía escoltado por sus amigos—. Retribuiré todo lo que has hecho por mí en estos años…


    ==Santuario de Atenea. Casa de Virgo. Jardín de los Sales Gemelos==

    El lugar había sido arrasado por completo. Donde antes florecían esplendorosas una gran variedad de plantas, solo quedaba un terreno yermo y muerto.

    A la sombra de uno de los Sales Gemelos, permanecía sentado un cansado Kiki. Ni él mismo se explicaba cómo había sobrevivido a las técnicas combinadas de su maestro regresado a la vida. Pero, aunque estaba en una pieza, era evidente que no salió ileso. Su cuerpo presentaba graves heridas y su armadura dorada tenía fisuras en todas partes.

    —«Atenea… no puedo fallarte en mi primera misión como Caballero Dorado —reflexionó decidido, tomando una pequeña flor que yacía destrozada a su lado—. Tampoco puedo defraudarlo a usted, maestro» —se dijo a sí mismo, para infundirse valor.

    Haciendo una mueca de dolor, el joven lemuriano consiguió reincorporarse y encarar a Mû. El daño físico que recibió en cuerpo y cloth dejaron de importarle.

    —Conozco el espíritu de los Caballeros de Atenea. Y sé que no vas a desistir hasta el momento mismo en que dejes de respirar. Esa es la determinación que debe mostrar un verdadero guerrero —le felicitó el Caballero Blanco.

    —¡Maestro, por favor abandone la maldad y luche a nuestro lado! —le suplicó el alumno en medio de su desesperación.

    —Kiki… yo nunca he estado en contra de Atenea ni de ustedes —admitió Mû en tono neutral.

    La confusión de su interlocutor se reflejaba en su rostro, ya que no acertó a decir palabra.

    —Pero no te confundas. No mentí al decirte que Morrigan revivió a varios de nosotros para que los detuviéramos. Las almas de algunos de mis compañeros de generación han sido controladas por su influencia maléfica —reveló el hombre de melena lila con su característica actitud calmada—. Precisamente estas armaduras blancas que portamos, identifican a los guerreros que forman parte de sus ejércitos. Yo por mi parte, me las arreglé para que la diosa celta no logre controlarme y le fingí lealtad. Así fue como regresé al mundo de los vivos.

    —¡Maestro! ¡Entonces usted…!

    —Sí, Kiki —le interrumpió—. Tenía que probar tu valor como Santo de Atenea, y sin duda me has demostrado que mereces vestir mi querida armadura de Aries.

    Los ojos del nuevo Carnero Dorado se iluminaron de emoción. Desde el comienzo de la batalla, algo en su interior le decía que su maestro no podía ser aliado de la maldad.

    —Discúlpame si fui severo —añadió el maestro—, pero debía asegurarme de que posees el nivel de cosmos necesario para aprender la técnica definitiva capaz de vencer a un dios…

    —¡¿Capaz de vencer a un dios?! —repitió Kiki incrédulo.

    —Así es. Te enseñaré la ‘Onda de Espíritus Celestiales’.


    ==Santuario de Atenea. Casa de Tauro==

    La batalla entre el dios más fornido entre los diez, contra el Caballero Dorado de físico más poderoso, estaba a punto de comenzar.

    Pegando un estremecedor grito, el nuevo Aldebarán dio un gran salto hacia el invasor del Santuario.

    —«Cambió completamente. Es como una bestia sedienta de sangre tratando de saciar sus ansias conmigo» —imaginó Viracocha, al ver la expresión salvaje en el rostro del renovado Tauro.

    Esa era una de las razones por la cual el joven Aldebarán renegaba de su puesto como Santo de Oro: Cuando obtenía el Séptimo Sentido y vestía su armadura, aparte del ventajoso cambio físico que resultaba en el aumento de su volumen corporal y su fuerza; el guerrero no podía controlar su ira desatada y se convertía en un animal en todos los sentidos. Perdía completamente su capacidad de razonar y por instinto intentaba asesinar a su víctima.

    A velocidad prodigiosa, el fornido Santo de melena negra consiguió asestarle un potente golpe en el rostro a su contrincante. El impacto fue tan fuerte, que logró enviar al dios al piso en el acto. El irracional Caballero no se detuvo allí y se le abalanzó nuevamente para continuar agrediéndolo con puñetazos continuos en la faz. Con cada golpe que le propinaba, lo iba enterrando más y más en el piso de mármol de la escena.

    —¡Basta ya, Aldebarán! —rugió enojado Viracocha, para luego golpear en el rostro a su atacante, el cual salió proyectado e impactó contra la parte superior de su propio Templo.

    Aldebarán quedó incrustado en la piedra del techo. Movía salvajemente la cabeza de un lado a otro y se sacudía en un intento por liberarse.

    En un impulso irracional de ira, el humano encendió su cosmos y sin siquiera evocar el nombre de su técnica, arrojó contra el dios un ‘Gran Cuerno’ de poder devastador. La fuerza desatada fue tal, que la Segunda Casa entera colapsó tras el impacto contra el oponente.

    El dios inca retiró los pesados escombros que lo cubrían, aprovechando que su cuerpo no había recibido daño considerable a pesar de la portentosa fuerza que colisionó sobre él. Apenas y tenía una ligera sensación de malestar que le pareció extraña, pues era la primera vez en toda su existencia que experimentaba el efecto del dolor físico.

    Una delgada línea de sangre se deslizó por el costado de su frente, tiñendo de rojo una porción de su cabello verde.

    Alejando de su mente esa nueva sensación, notó frustrado que Atenea y los Caballeros que la acompañaban ya habían desaparecido del cielo.

    —Fracasé miserablemente —admitió, apretando los puños con ira—. Ni siquiera fui capaz de detenerlos.

    Aldebarán salió de la nada y cual auténtico toro, embistió con bríos a su víctima. Viracocha usó su gran poder físico para contener la arremetida.

    —Desiste de una vez, Caballero —le sugirió, aún sosteniéndolo con fuerza—. Ya no tengo nada que hacer aquí, así que regresaré a mi morada. Tuviste éxito en detenerme y te felicito por eso.

    El Santo de Tauro ni siquiera lo escuchó. Su instinto salvaje lo obligaba a únicamente querer destrozar al dios con sus propias manos.

    —«Creo que no me queda más opción que enfrentarlo» —reflexionó con resignación.

    Viracocha elevó su cosmos divino de manera increíble, pero grande fue su sorpresa cuando se percató de que, por puro instinto, Aldebarán se detuvo e hizo lo mismo, hasta que pudo igualar su nivel. Sin duda el más joven de los Dorados empezaba a maximizar su Séptimo Sentido.

    —Sé que no me escuchas, guerrero, pero quiero que sepas que no me gusta usar técnicas ni manejar armas para batallar. ¡Te enfrentaré utilizando mis propios puños! —anunció el andino, al mismo tiempo que tronaba los huesos de sus manos.

    Ambos pegaron un potente grito para arrojarse contra su contendiente. El puñetazo de Viracocha impactó directamente en la sien del rival, haciendo pedazos al contacto el casco de Tauro. La larga melena azabache del humano fue liberada, a la vez que su potente rodillazo se enterraba dolorosamente en el abdomen del dios.

    La fuerza ambos los golpes fue tal, que creó una onda expansiva que mandó a volar los escombros que los rodeaba. Tras esto, los contrincantes retrocedieron paralizados por el intenso dolor. La sangre emanaba sin cesar de la herida en la cabeza de Aldebarán, mientras que el dios precolombino dejó escapar el líquido vital por su boca.

    —Los cuerpos que nos dio Yggdrasil tienen una estructura orgánica similar a la humana —murmuró para sí la deidad—. Si no peleo en serio, acabaré siendo derrotado.

    Superando la barrera del dolor y dejándose llevar por su hambre de violencia, Aldebarán tomó por el cuello a Viracocha dispuesto a estrangularlo. Poco le faltó para destrozarle los huesos cervicales. La reacción instintiva del dios fue elevar su energía cósmica a un nivel portentoso. Solo así consiguió liberarse y replicar la agresión agarrando a su rival por la garganta con una sola mano. El joven musculoso luchaba sin éxito por liberarse de la garra.

    —Caballero, tu poder es grande, sin duda. ¡Pero a cambio de esa fuerza, has tenido que renunciar a tu humanidad! —le reprendió aún apretándolo por el cuello—. ¡Un ser tan peligroso como tú no puede existir en este mundo! ¡Por eso acabaré de una vez con tu vida, aquí y ahora!

    El Santuario entero tembló cuando Viracocha envió a su puño la totalidad del cosmos que poseía en ese momento. Pensaba terminar con la existencia de Tauro con un solo golpe fulminante.

    El puñetazo del dios se dirigió veloz al corazón de su indefenso rival. Pero algo ocurrió a último momento: Otro golpe impactó en el rostro del guerrero humano.

    La fuerza de la agresión fue tal, que consiguió arrebatarlo de la mano de la deidad.

    —¡¿Quién se atreve a interrumpir nuestra batalla?! —exigió saber el de melena verde, mientras buscaba con la mirada al agresor del Santo que aprisionaba.

    Una potente risa resonó entre las ruinas de la Casa de Tauro.

    —Eres un rival fuerte, lo admito. Pero no podía quedarme sin hacer nada mientras asesinabas a ese Caballero —intervino una gruesa voz masculina desde el vacío—. ¡Un poder grande como el tuyo se utiliza para proteger a las personas y no para quitarles la vida!

    Un fornido guerrero apareció en escena. Era casi tan alto como el dios y estaba ataviado en una armadura negra de apariencia intimidante.

    —Soy el antiguo dueño de la armadura que porta ese joven que salvé. ¡El Caballero Dorado, Aldebarán de Tauro!


    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Sheccid

    Sheccid Usuario común

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    Puras apariciones y reencuentros de los antiguos dorados...XD me encantan los reencuentros.
    Alde ya apareció también, wow, y Mú esta enseñandole una nueva técnica a Kiki (por cierto el fan art les quedó muy bien,increíble, vaya que el" apéndice" creció y se puso guapo, je,je)
    Uff, hablando de esa batalla ya sentía que el castaño-pelirrojo no salía de las ruinas, fue un gran alivio. Huy, me emocioné mucho en el capi y el que siguió no me defraudó para nada.
    La pelea de Aldebarán con el dios estuvo interesantisíma y el caballero casi lograba vencer a la deidad.
    Te agradezco por lo de las Sales Gemelas, aprendí una cosa nueva hoy gracias a ti XD
    Mmm, los bronceados...bueno, los de bronce ya lograron deshacerse de sus celdillas, y va a empezar lo bueno, je,je, después de todo ya despertaron el septimo sentido.
    Perdón por la tardanza, pero aunque tardada, soy segura para continuar leyendo este increíble fic.
    Hasta la próxima.
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Saludos desde Ecuador. Esta noche compartiré con ustedes el capítulo 13 de esta saga y además dos dibujos especiales: Aldebarán de Tauro en sus dos versiones cerrará la entrega de hoy.

    Pero antes, Sheccid, se te agradece por tus comentarios y apreciaciones. Te cuento que desde niño una de mis amistades favoritas en SS fue la de Mû y Aldebarán. Más por el hecho de que no fue tan evidente hasta la Saga de Hades cuando Aries derrama sinceras lágrimas de dolor por su amigo caído. Es por esa razón que no pude desaprovechar la oportunidad para hacer un tributo a estos dos grandes Santos y pues, de alguna forma también debía reivindicar a mi Santo de Oro favorito. Generalmente siempre se nos ha mostrado a Tauro como "el que es vencido primero para probar qué tan fuerte es el enemigo". Así que aquí viene la retribución para los que nacimos bajo la protección del segundo signo del zodiaco.

    Y hablando de los signos del zodiaco, me alegra saber que disfrutaste las batallas acontecidas con Aries y Tauro. En la primera quise resaltar los lazos que todavía existen entre maestro y alumno y en la segunda lo brutal que podría ser un combate entre el Santo de físico más fuerte contra el dios en las mismas condiciones.

    Por otro lado, de nada por la información sobre los Árboles de Sales. De hecho pasarte ese link me sirvió bastante para enterarme de otras cosas que me hacía falta saber para poder escribir el resto del fic.

    Te agradezco también por tus comentarios sobre el dibujo de Kiki. Así tal cual me imaginé que sería ese pequeñín travieso cuando creciera y sucediera a su maestro. Y ya por último solo decirte que no preocupes por la tardanza. Yo seguiré pendiente de la historia y continuaré con las publicaciones para ofrecerles un trabajo de calidad.

    Saludos.
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo

    CAPÍTULO 13: ¡SE UNEN DOS GENERACIONES! EL DESPERTAR DEL TORO DORADO

    ==Santuario de Atenea. Casa de Tauro==

    El daño acumulado por su batalla con la deidad invasora del Santuario, sumado al potente golpe recién asestado por su antecesor; hicieron que el actual Santo de Tauro no pudiera salir de su letargo. Su instinto de destrucción se vio mermado por un instante, sintiendo que algo lo presionaba contra el piso desde el abdomen. Era el antaño Toro Dorado quien lo pisaba con cada vez más fuerza, mientras Viracocha se limitaba a observar confundido la escena.

    —Los jóvenes de hoy día sí que son impulsivos. Enfrentarse a un enemigo tan fuerte sin estar en sus cabales, es una idea demasiado descabellada —profirió Aldebarán, enterrando más a su homónimo.

    El guerrero en armadura dorada gritaba con los ojos encendidos en rojo, pero nada pudo hacer para evitar que ese enorme pie cubierto de metal negro lo hunda más y más en la tierra.

    —¡Si no aprendes a controlarte, jamás podrás ser un verdadero Caballero de Atenea!! —le reclamó severo—. ¡Encuentra la calma en tu corazón, recordando tu razón para luchar! ¡Es verdad que peleamos por Atenea, pero debe existir alguien más en tu vida que quieras proteger!

    El Santo Negro alzó la mirada para observar los destellos que desprendía la flotante fortaleza divina. Un recuerdo del pasado calmó sus ímpetus por un momento.

    —Hace mucho tiempo, cuando realizábamos misiones fuera del Santuario, una niña llamada Europa me obsequió una flor que atesoré hasta el mismo instante de mi muerte —manifestó Aldebarán con nostalgia—. Un detalle tan pequeño como ese fue capaz de darme la fuerza para luchar hasta el final. No iba a permitir que un Espectro le haga daño a esa inocente jovencita.

    Con toda la fuerza física que fue capaz de desatar con su enorme pierna, el hombre en armadura negra sepultó de un solo impulso a su frenético sucesor.

    —¡Recuerda a esa persona que amas! —añadió enérgico—. ¡Despierta Caballero de Oro de Tauro!!!

    Incluso Viracocha se estremeció con la potencia de aquella atronadora voz, a la cual el Santo de melena negra reaccionó abriendo desmesuradamente sus ojos. La tonalidad castaña volvió a sus pupilas, ya que las palabras de su antecesor retumbaron en los recovecos más profundos de su mente, golpeándola con un recuerdo que parecía olvidado. Memorias del pasado se apoderaron de su cerebro.


    ==Hace trece años. Páramos de los Andes Ecuatorianos==

    Una joven mujer trigueña de cabello blanco caminaba con dificultad en contra del fuerte viento. El terrible frío existente en los páramos ecuatorianos le obligaba a abrigar su cuerpo con una gruesa capucha.

    —Aguanta un poco más, mi niño. Ya casi llegamos a casa —dijo ella, concentrando su atención a sus faldas.

    La mujer protegía del frío a su hijo tras su cálido poncho de lana. El niño de cabello también albo y ojos castaños asomó la cabeza para observar sonriente a su madre.

    —¡Cuando sea grande, seré yo quien te proteja del frío, mami! —prometió emocionado el pequeño.

    La travesía fue larga, pero tras un extenuante esfuerzo ambos consiguieron llegar a su casita de adobe y teja. Aquel lugar humilde tenía apenas lo básico para sobrevivir, pero se podía percibir un ambiente de acogedora calidez familiar.

    El viento silbaba fuera de la casita, sacudiendo las plantaciones agrícolas del exterior. Al niño siempre le fascinó la fuerza de las ventiscas frías de su tierra natal.

    —¡Mami! —llamó el niño en tono alegre a la joven mujer, quien se estaba despojando del pesado poncho para calentarse en el fuego—. ¿Algún día podremos ir a una playa soleada? —preguntó retozón, a la vez que sus ojos resplandecían de emoción.

    —¡Claro que sí! —le respondió ella sin vacilar—. Podrás correr libre por la arena y sentir la calidez del mar en tus pies. ¡Te lo prometo!

    La sola idea de conocer un ambiente diferente, hacía el pequeño no pueda contener su júbilo. Alegremente saltaba por toda la casita.

    —Tú naciste para ser feliz, hijo mío. Naciste para iluminar este mundo con tu sonrisa. Naciste para ser libre como el viento. Por eso tu nombre es…

    Los recuerdos del joven Santo que había adoptado el nombre de Aldebarán, se difuminaron poco a poco...


    ==Época Actual. Santuario de Atenea. Casa de Tauro==

    —Así que tú perteneces a una generación anterior de Caballeros de Atenea que se sacrificó para ayudar a sus compañeros. Disculpa mi rudeza, pero entonces no eres más que un muerto caminando entre los vivos —le comentó Viracocha en tono agresivo al guerrero que vestía la armadura negra de Tauro.

    —¡Pues ahora te demostraré lo que puede hacer este muerto vivo! —replicó amenazante el antaño Santo de Atenea—. ¡No te temo aunque seas tan fuerte!

    Incluso al mismo Aldebarán le sorprendió el nivel de cosmos que fue capaz de desatar en tan corto instante. La deidad andina lo observó con cautela. No se confiaría al luchar contra un oponente tan poderoso.

    —¡Siente el poder de la constelación de Tauro! ¡‘Brazo de Acero’! —exclamó Aldebarán, corriendo con el antebrazo derecho extendido lateralmente.

    La velocidad y fuerza que llevaba aquel golpe concentrado, alarmaron sobremanera al dios, quien se vio obligado a tomar medidas extremas para salir bien librado de la poderosa técnica.

    Viracocha empuñó un hacha gigantesca materializada en sus manos. El mango metálico del arma fue suficiente para detener la trayectoria del fornido brazo que se disponía a acabarlo.

    Frustrado por el intento fallido de herir al dios, Aldebarán retrocedió de un salto.

    —Eres increíble, Caballero. Me obligaste a convocar mi Arma Suprema —admitió el hombretón, dejando descansar el peso de la enorme hacha en la tierra—. Una de mis compañeras, Mielikki, la diosa finlandesa de la caza; elaboró para nosotros estas poderosas armas. Yo llamo a mi hacha ‘Imbabura’, lo cual significa ‘Pico de Montaña’. Al ver esta enorme arma, el primer pensamiento que cruza mi mente son las poderosas montañas de los Andes —explicó con nostalgia.

    —Aunque me ataques con armas o sin ellas, no permitiré que hagas lo que te plazca en el Santuario de mi diosa —desafió el antecesor de la segunda constelación del zodiaco, cruzando los brazos para tomar su clásica pose de batalla.

    —No me atrevería a atacarte con armas mientras tú no posees una para defenderte. Solo convoqué a ‘Imbabura’ para protegerme.

    El dios de cabello verde arrojó lejos el hacha. La filosa hoja se incrustó sin problemas en una columna que sobresalía en lo que antes fue el Segundo Templo. A Aldebarán le sorprendió la actitud honesta de su contrincante.

    —Siendo un hombre tan noble, ¿por qué invades el Santuario y lastimas a las personas que habitan aquí? —inquirió el Santo Negro bajando la guardia.

    —No soy tan solo un hombre —le corrigió con tranquilidad—. Mi nombre es Viracocha, supremo dios inca. Descendí a la Tierra para detener a Atenea y sus Caballeros en su ascenso a la Maravilla Suprema, pero por desgracia no tuve éxito. Aunque no me creas, mis intenciones no eran malas, solo quería convencer a Atenea para que desista su intento de invadir nuestro santuario. Así evitaría que derrame su sangre innecesariamente.

    —Si Atenea subió ella misma a esa fortaleza que levita sobre nuestras cabezas, debe ser porque ustedes los dioses no tienen buenas intenciones —dedujo el Caballero en ropaje negro—. Dime una cosa, Viracocha. ¿Qué es lo que intentan hacer?

    —Nosotros planeamos…

    El aludido titubeó inseguro, haciendo silencio por unos segundos.

    —Planeamos acabar con la humanidad para dar nacimiento a una nueva raza perfecta…

    —Pues no suenas muy seguro de ti mismo, supremo inca —indagó desconfiado el guerrero negro de Tauro—. Me imagino que en el fondo de tu corazón no deseas la destrucción de nosotros los humanos. Debes tener alguna otra razón por la cual formas parte de un grupo de dioses genocidas.

    —Genocidas… —repitió Viracocha—. Esa es una palabra muy fuerte, pero tienes razón. En poco tiempo no seremos más que unos asesinos en masa. Sin embargo, será un sacrificio razonable en comparación con el respeto a la vida y la paz eterna que reinará en la Tierra tras la desaparición de los humanos —sentenció con mucha seguridad, aunque en su interior sabía que simplemente estaba dando una excusa improvisada.

    —Entonces como parte de la raza que según ustedes está de más en este mundo… ¡Haremos lo que sea para conservar la vida y demostrarles que tenemos derecho a existir! —retó enérgico Aldebarán, elevando su nuevo cosmos dorado—. ¡Aunque eso signifique que tengamos que acabar con los mismos dioses!

    Justo cuando la deidad inca se disponía a contestar el provocador desafío de su interlocutor, dos voces lo interrumpieron gritando las mismas palabras al unísono. La intromisión captó la atención de ambos.

    —¡‘Revolución de Polvo Estelar’!

    Al dios le dio la impresión de que el cielo se le caía encima. Una cantidad inmensa de estrellas fugaces arremetieron en su contra. A pesar de su esfuerzo por detenerlas erigiendo una barrera de energía marrón, los proyectiles cósmicos consiguieron atravesarla e impactar en su objetivo. La técnica definitiva de Aries multiplicada por dos, consiguió derribar a un incrédulo Viracocha.

    Mû y Kiki habían llegado al lugar de la batalla.

    —Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, mi querido amigo —le dijo sonriente el antecesor de Aries a su antiguo camarada.

    —¡Mû! ¡Amigo, estás vivo! —exclamó con sorpresa Aldebarán—. Y ese joven que viste la armadura de Aries es... ¿Kiki? ¡Sí, es Kiki! ¡Cuánto has crecido y qué fuerte te has vuelto! —resaltó con emoción.

    —¡Señor Aldebarán! ¡Qué gusto verlo! —se regocijó el joven de Aries con su clásica actitud jovial—. ¡Protejamos juntos el Santuario de nuestra diosa!

    Una fuerte sacudida del piso interrumpió la corta reunión. Intensos resplandores emergían de las ruinas de la Segunda Casa, aunque… Viracocha no era el responsable.

    El actual Caballero de Tauro, poco a poco reaccionaba a las palabras de su antecesor y a sus propias memorias. Los recuerdos de su infancia retumbaron en su mente y le infundieron la voluntad para liberarse de ese instinto asesino que lo esclavizaba. El universo que vivía dentro de él hacía fluir energía cósmica por cada fibra de su cuerpo.

    —«Tras la temprana muerte de mi madre tuve que sobrevivir por mi propia cuenta —recordó el joven Santo, debatiéndose entre la tristeza—. Al quedarme tan repentinamente en una soledad absoluta, creía que el destino me había castigado por alguna razón. Tuve que sobrevivir solo, sin que nadie se interesara por mí. Con esa excusa, yo tampoco me interesé por el bienestar de nadie, hasta llegar al extremo de convertirme en un egoísta y apático, haciendo las cosas tan solo por inercia y obligación. Es por eso que cuando fui enviado al Santuario, acepté mi destino de ser Caballero con resignación. Me dijeron que estaba predestinado a portar una armadura de oro, así que no protesté a lo que la vida me ofrecía…»

    Un nudo se formó en su garganta en medio de su ensoñación. Poco a poco su tristeza se convertía en una agobiante frustración.

    —«¿Qué demonios me pasó? —continuó reflexionando entre lágrimas—. ¿Dónde quedó ese niño alegre que vivía con su madre en los páramos ecuatorianos? ¿Qué le pasó a ese pequeño que era feliz a pesar de la pobreza y el frío?... No pude protegerte del viento helado de los páramos, madre. No pudiste llevarme a la playa. ¡No pude ser el hombre feliz y libre que siempre quisiste! ¡Me convertí en tan solo un toro encerrado, cuya única fuerza consiste en volverse loco y acabar con todo lo que ve!!»

    Su cosmos dorado había crecido hasta el punto de iluminar intensamente el lugar y hacerlo temblar.

    —«¡Madre, perdóname por olvidarme de tu recuerdo…! ¡Perdóname por abandonar el nombre que me diste, para tomar el de la estrella principal de mi constelación! ¡Perdóname por olvidar que mi nombre es...!»

    Tras una increíble explosión cósmica, el corpulento Santo Dorado de Tauro renació desde los escombros. Su mente estaba más lúcida que nunca y sus ojos castaños resplandecían llenos de convicción, mientras dejaban escapar incontables lágrimas. El recuerdo de su madre le hizo volver con más fuerza a la batalla.

    —Madre, perdóname por olvidar que mi nombre es Zephyrus de Tauro...

    Continuará…


    ***​
    Para terminar, comparto con ustedes los FanArt de Zephyrus de Tauro.

    Esta es la primera versión del Santo. Se lo ve pequeño y débil, sentado sobre la pandora box de Tauro. Para su diseño me basé en Saro, personaje del manga Saint Seiya - The Lost Canvas.

    ZEPHYRUS DE TAURO (Apariencia Normal)

    [​IMG]

    Y aquí está Zephyrus tras obtener el Séptimo Sentido. Como veremos, se convierte en una bestia sedienta de sangre. Su mirada roja y expresión demente denotan la pérdida de su autocontrol. Para este art me basé en una imagen de una página brasileña.

    ZEPHYRUS DE TAURO (Séptimo Sentido)

    [​IMG]
    Ambas imágenes fueron coloreadas por mi amiga Alalá. Un agradecimiento muy especial por su esfuerzo.

    Nos vemos en la siguiente entrega. Un abrazo desde Ecuador.
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo

    CAPÍTULO 14: ¡MAGNIFICENCIA! EL VERDADERO PODER DE VIRACOCHA

    El término quechua ‘Pacha’, además de referirse a la tierra como elemento, también significa (a la vez) tiempo y espacio, es decir, un plano de existencia. Los pueblos ancestrales andinos dividieron la realidad en varios espacios horizontales: La Ñaupa Pacha (el mundo primigenio, el mundo del ayer, el mundo de los ancestros), la Kay Pacha (el mundo del aquí y del ahora, el mundo humano actual), la Hanan Pacha (el mundo de arriba, el mundo de los dioses), la Sanka Pacha (el mundo de los castigos, el mundo de los condenados) y la Urin Pacha (el mundo de abajo, el inframundo.)


    ==Santuario de Atenea. Casa de Tauro==

    Los antecesores y sucesores de Aries y Tauro se reunieron en las ruinas de lo que fue el Segundo Templo. El dios caído se reincorporó para ver que ahora debía que derrotar a cuatro poderosos rivales.

    —Cuatro contra uno es injusto, ¿no creen? —comentó Viracocha con un sutil dejo de sarcasmo.

    —Lo siento, supremo inca. Pero esta batalla innecesaria está a punto de terminar. ¡Como Santos de Atenea que somos, no permitiremos que acabes con la existencia de humanidad! —desafió enérgico el renovado Zephyrus de Tauro.

    Aquel joven conformista y apático fue reemplazado por un guerrero decidido y valiente.

    —Me es grato ver que has recuperado la razón, pero no creas que eso te bastará para derrotar a un dios.

    Sin previo aviso, la deidad inca arremetió contra el Caballero de Tauro, dando un salto recto hacia él. Advirtiendo aquello, Mû y Kiki interpusieron en su camino dos ‘Muros de Cristal’, uno tras otro. Por desgracia el cosmos divino que emanaba el atacante fue suficiente para quebrarlos sin esfuerzo.

    —¡No te será fácil vencerme, Viracocha! ¡‘Brazo de Acero’! —exclamó Zephyrus lanzando un fuerte golpe a la vez que su rival.

    Ambos puños se estrellaron uno contra otro con la misma magnitud, lo cual ocasionó una violenta explosión cósmica. Aldebarán, Mû y Kiki se vieron obligados a protegerse de la fuerte onda de choque generada.

    —Es demasiado fuerte. La fuerza física no bastará para vencerlo… —admitió entre dientes el Santo de Oro, al notar que la protección dorada de su antebrazo derecho había sido completamente destrozada, al igual que los huesos de su mano.

    —Al fin pude ver el verdadero color de tus ojos, Zephyrus. Para nada eres un humano común —lo elogió el dios de cabello verde, frotando el brazo impactado en un intento por mitigar el dolor.

    La técnica de Tauro había fracturado huesos de su antebrazo.

    —Ahora entiendo el porqué de tu fuerza. Estoy seguro de que por tu sangre corre la herencia de mis ancestros incas.

    —Nací en Sudamérica si a eso te refieres —reveló con orgullo el fornido Caballero—. Específicamente en Ecuador.

    —Lo sabía… Ese porte, esa negra tonalidad de cabello, ese inmenso poder, esa voluntad inquebrantable; son todos dignos de un auténtico habitante de los Andes. Atenea fue muy sabia al otorgarte la armadura dorada que representa al Búfalo Dorado.

    —Se acabó, Viracocha. No podrás pelear en esas condiciones contra cuatro de nosotros —intervino amenazante el joven de Aries, cambiando el hilo de la conversación.

    —Espera Kiki. Aún es muy pronto para que te precipites —lo atajó su maestro Mû—. Recuerda que nuestro enemigo es nada más y nada menos que un dios supremo.

    La deidad andina clavó los ojos negros en sus cuatro rivales. El silencio en las ruinas de la Segunda Casa era interrumpido solo por el silbido del viento.

    —Qué fuertes se han vuelto los humanos en todos estos años. Hace un tiempo atrás, no podrían imaginarse siquiera tocar a un dios. Pero ahora es distinto…

    El semblante de Viracocha se tornó serio al mirar su grueso brazo goteando sangre.

    —Sin duda su voluntad y determinación me demuestran el verdadero valor de la humanidad. ¡Pero si quieren salvar a su especie, deberán ser capaces de derrotarme! ¡Enfrentarán el poder máximo que es capaz de desatar el supremo inca!

    Los Santos de Atenea se pusieron en guardia tras la terrible amenaza. Todos excepto Aldebarán, quien dando unos pasos al frente, se posicionó delante de su sucesor.

    —Supongo que podría considerarme como tu maestro, Zephyrus. Así que observa bien y aprende lo que puede hacer la máxima técnica de Tauro —le ordenó el de armadura negra al nuevo Caballero de su signo, quien solo atinó a mirarlo confundido.

    —Aldebarán, espera. Tú solo no podrás…

    —Señor Aldebarán para ti, muchacho —le reprendió aún dándole las espaldas—. Recuerda que debes respetar al guerrero que vestía esa armadura dorada incluso antes de que tú nacieras…

    Zephyrus se vio intimidado por su antecesor, y sin protestar retrocedió poniendo atención a cada uno de sus movimientos. El joven de Tauro entendía el orgullo que podía llegar a poseer un Caballero Dorado. De igual forma, al comprender lo que sentía Aldebarán, Kiki y Mû solo se limitaron a observar.

    El cosmos del antaño Toro Dorado se elevó hasta el infinito, estremeciéndose el Santuario entero ante tal demostración de poder.

    —¡‘Supernova Titánica’!! —bramó con furia Aldebarán posando fuertemente las palmas de sus manos en el piso. La tierra bajo él se despedazó y se elevó para dejar escapar una poderosa ráfaga de energía luminosa que impactó directamente contra la deidad. Los picos de tierra combinados con la mortal carga de luz dorada, vapulearon a su objetivo.

    Aquella técnica nunca antes ejecutada por Aldebarán tuvo un efecto devastador. El terreno entero de la Segunda Casa había sido arrasado y solo quedaba un enorme cráter en su lugar. En su centro se podía ver a Viracocha de pies, tras una densa nube de polvo. Aunque había algo diferente en él…

    —Es cierto que ya no puedo pelear contra ustedes físicamente debido a mi brazo roto, pero aún me queda el poder de mi cosmos. Jamás lo subestimé, Caballeros de Atenea. Y espero que ustedes no me tomen a la ligera tampoco.

    Los cuatro guerreros se quedaron boquiabiertos al observar la figura que se irguió ante ellos cuando el polvo se asentó. Viracocha estaba portando su majestuosa armadura.

    —Una vez más me has obligado a tomar medidas extremas para protegerme, Aldebarán. Les presento mi ‘Armadura Suprema’. Yo mismo forjé estos ropajes sagrados en las entrañas de la Tierra, por lo tanto no les será nada fácil destruirlos —aseveró el dios, haciendo alarde de grandeza.

    El metal de la ‘Armadura Suprema Inca’ poseía una extraña tonalidad marrón con retoques dorados. Colores que le otorgaban un brillo glamoroso e incluso parecían darle vida propia.

    Aquel apantallador ropaje estaba bellamente adornado con decoraciones autóctonas de su tierra. Las pesadas partes que lo conformaban, habían sido diseñadas para dar una defensa perfecta al usuario, ya que cubrían todo el cuerpo de su portador al tener una proporción un tanto exagerada. A cualquiera le habría dado la impresión de que el movimiento sería difícil con tal artilugio encima, pero el dios parecía moverse con soltura.

    El portentoso ken de Aldebarán se desvanecía en forma de humo dorado sobre la armadura de Viracocha, quien había resultado ileso de la agresión. Sus rivales se sintieron intimidados al contemplar a la deidad inca en toda su gloria.

    —Maestro, creo que no tenemos más opción que utilizar la técnica que me enseñó… —propuso Kiki a su mentor, quien en actitud calmada negó con la cabeza.

    —Sabrás el momento exacto en el cual usar esa técnica, Kiki. Por ahora concentrémonos en desaparecer primero su armadura —sugirió con calma—. Aunque la poderosa técnica de Aldebarán no dañó al dios, estoy seguro que tendremos éxito con nuestra fuerza combinada. Somos cuatro Caballeros de Oro juntos —terminó de decir el maestro de Jamir, levantando así los ánimos de sus colegas.

    —Respeto su gran determinación, guerreros. Pero todo intento que hagan para derrotarme, resultará infructuoso.

    Ninguno de los cuatro le puso atención a la advertencia del hombretón de verde melena. Los contendientes humanos habían empezado la tarea de encender sus cosmos a su máximo posible. El cuarteto de auras doradas que iluminó por completo el recinto de Atenea, daba a entender que los guerreros estaban listos para ejecutar sus técnicas al unísono.

    —¡Por la humanidad! ¡‘Extinción de Luz Estelar’!! —exclamó el Caballero Dorado Kiki de Aries, para luego liberar su energía luminosa.

    —¡Por las personas que amamos! ¡‘Gran Cuerno’!! —rugió Zephyrus de Tauro, expulsando su poderoso ken con los brazos cruzados.

    —¡Por la justicia en la Tierra! ¡‘Revolución de Polvo Estelar’! —gritó Mû, el Caballero Blanco de Aries, disparando miles de proyectiles luminosos.

    —¡Y por Atenea! ¡‘Supernova Titánica’!! —bramó nuevamente Aldebarán, Santo Negro de Tauro, haciendo que su técnica recorra la tierra en línea recta hacia el dios en Armadura Suprema.

    Las cuatro técnicas se fusionaron en una enorme masa de energía dorada.

    Con los ojos casi desorbitados, el inca presenció el ken combinado acercándosele peligrosamente.

    —«No pienso recibir con mi cuerpo tal cantidad de cosmos. Bastará con mi velocidad para evitar salir herido» —reflexionó confiado Viracocha en la transición con el impacto.

    Ninguno de los presentes notó que una bella música estaba siendo entonada por una lira. La dulce melodía fue capaz de conseguir el prodigio de paralizar a la deidad andina por completo.

    —¡Esa música la conozco! ¡Pero cómo es posible que impida así mi movimiento! —profirió desesperado el dios en un intento por liberarse, mas todo esfuerzo fue inútil.

    —‘Serenata del Viaje de la Muerte’ —intervino una débil voz femenina.

    June de Lira había llegado a escena y con el apoyo cósmico de sus compañeros de Plata, consiguió ejecutar su poderosa técnica. El cosmos combinado de Jabú, Nachi, Geki, Ichi y Ban reforzó el ken musical. La Amazona y sus camaradas consiguieron un milagro: detener el movimiento de un dios. Aunque sus armaduras estaban destrozadas y sus cuerpos maltrechos, entre todos habían formado un único y poderoso cosmos, el cual alcanzó el Séptimo Sentido.

    —¡Ni la muerte podría detener a los Caballeros de Atenea en su intento por defender la justicia! —manifestó entre lágrimas el Santo de Plata Ichi de Cuervo.

    —¡Ni mi esfuerzo, ni el de mis compañeros será en vano! —lo secundó Geki de Hércules, esforzándose por mantener la consciencia.

    Los Santos de Plata habían caído al piso exhaustos por el esfuerzo, pero aún así seguían apoyando a June. El cosmos alrededor de esos seis valientes se había tornado dorado por un corto instante.

    Viracocha simplemente se limitó a observarlos esbozando una ligera sonrisa.

    —«Sin duda los humanos son capaces de lograr grandes proezas —admitió para sí la deidad ataviada en armadura sagrada—. Sabía que esos Caballeros de Plata eran guerreros poderosos».

    Lo único que pudo hacer el hombretón fue cerrar los párpados y esperar resignado la colisión. La cuádruple técnica lo impactó estrepitosamente, provocando una gigantesca explosión de luz dorada. Los indefensos Santos de Plata fueron alejados violentamente de la escena. No tenían energías para protegerse de aquella terrible expansión de energía.

    Tal cantidad de cosmos liberado había destruido una gran proporción del Santuario de Atenea. Una gran extensión de terreno detrás del lugar de la explosión se vio completamente arrasada.

    —¡Lo logramos, maestro! —se regocijó el nuevo Carnero Dorado, al no sentir el cosmos de la deidad—. ¡Con la ayuda de nuestros amigos de Plata pudimos vencer a ese dios!

    —No me confiaría todavía, Kiki —le aconsejó su camarada Zephyrus—. No debemos subestimar a Viracocha aunque su cosmos se haya apagado.

    La calma había vuelto al lugar y solo se veían pequeñas motas de luz desprendiéndose del piso y de la ‘Armadura Suprema Inca’. El silencio se tornó perturbador.

    Los cuatro guerreros observaron atentos la figura inmóvil de Viracocha, quien aún se mantenía en pie.

    Pese a las predicciones de su creador, el poderoso ropaje supremo lucía ligeramente agrietado y dañado. La expresión en el rostro del dios era de dolor inconcebible. Su deformado semblante mostraba unos ojos en blanco, y una boca abierta a su máximo posible, como si estuviera gritando.

    Inerte, cayó de bruces al piso. El peso combinado del hombretón y su armadura, retumbaron fuertemente contra la tierra.

    —Parece que definitivamente conseguimos la victoria, amigos —supuso el Caballero Negro de Tauro, acercándose con cautela para inspeccionar a la víctima de las cuatro técnicas doradas.

    Aldebarán apenas pudo dar un par de pasos, porque la tierra se empezó a sacudir con intensidad. Aquel sismo que tenía como epicentro al cuerpo del dios inca, pudo ser sentido en prácticamente toda Grecia. Viracocha, con su rostro aún en tierra, no había sido derrotado todavía y su cosmos divino se elevaba en una proporción inimaginable.

    —Caballeros de Atenea... He experimentado nuevas sensaciones que para mí como un dios, eran desconocidas. Gracias a ustedes conocí el dolor, e incluso el miedo a dejar de existir —admitió reincorporando su peso y el de su armadura—. Y ahora me obligarán a ejecutar una de mis técnicas divinas para terminar de una vez con esta batalla que jamás debió comenzar.

    Una majestuosa aura cósmica marrón baño el cuerpo del inca.

    —Mi naturaleza de cosmos está representada por el elemento de la Tierra —explicó recuperando el porte solemne, a pesar de lo maltrecho que se encontraba—. La Pacha Mama es la Madre Tierra, a la cual todos volveremos algún día. Ahora será su turno para regresar a su lugar de origen...

    Kiki, Mû, Aldebarán y Zephyrus estaban exhaustos por el esfuerzo reciente. No sabían cómo reaccionar ante tal ultimátum. Su instinto de supervivencia les obligó a querer alcanzar entre los cuatro el nivel cósmico que estaba desatando su oponente, mas su esfuerzo fue inútil y se quedaron cortos en comparación con el poder de Viracocha.

    —¡‘TERREMOTO EN KAY PACHA’!!! —exclamó el andino, dejando caer fuertemente su pie izquierdo sobre la tierra.

    Las entrañas mismas del planeta se estremecieron tras el portentoso impacto, provocando un fuerte terremoto que fue capaz de destrozar los Doce Templos, los cuales colapsaron cual frágiles castillos de naipes. La cámara del Patriarca, el Monumento de Atenea, Starhill y el pueblo de Rodorio fueron también despedazados en segundos.

    El terrible sismo llegó al extremo de sentirse en todo el mundo. Desde Asgard hasta la Antártida, la humanidad entera fue testigo del poder del supremo inca.

    Aquel terremoto era apenas el inicio de la técnica divina. Desde el epicentro originado en el pie de Viracocha, una innumerable cantidad de picos y plataformas de tierra y roca se elevaron a gran velocidad, vapuleando y aplastando de manera inmisericorde a los cuatro guerreros de Atenea. Ni siquiera Kiki y Mû con su ‘Telequinesis’ o sus ‘Muros de Cristal’ fueron capaces protegerse.

    La calma volvió tras el cataclismo, pero la Tierra entera era un caos para entonces, ya que para muchos el Fin del Mundo había comenzado.

    En lo que alguna vez fue el Santuario de Atenea, los cuatro valientes guerreros que se atrevieron a retar a un dios permanecían inmóviles sobre la irregular tierra. A pesar de las graves heridas sangrando sin cesar, el dolor ya no significaba nada para ellos, pues sus cuerpos estaban entumidos a causa del excesivo maltrato.

    Para rematar, los ropajes dorados de Aries y Tauro estaban casi destrozados, al igual que las armaduras negra y blanca de Aldebarán y Mû, respectivamente.

    —«Ya no puedo sentir nada... ¿Entonces así se siente morir? —reflexionó Kiki observando por inercia la Maravilla Suprema flotando sobre él. Aquella fortaleza emanaba un hermoso resplandor divino, que el joven muviano apenas podía contemplar. Su visión se veía nublada porque su cabeza estaba aturdida y casi no podía moverse.

    —«Si Seiya y mis amigos me vieran así, de seguro se reirían de mí» —se dijo a sí mismo, sonriendo levemente.

    Unos cálidos dedos hicieron contacto con los suyos. Su antecesor y maestro Mû, había hecho un esfuerzo para arrastrarse hasta llegar a su pupilo y tomarlo de la mano. Esa suave caricia lo volvió a la realidad.

    —«Kiki...Ahora que la vida se me escapa, debo confesarte que desde siempre has sido más que solo un alumno para mí. Me has acompañado con tu sonrisa en la soledad de Jamir y has iluminado mis días con tu actitud jovial. Te considero como un verdadero hijo y perdóname por no habértelo dicho antes».

    Las palabras telepáticas de Mû consiguieron sacarle lágrimas al joven de cabello castaño rojizo, quien no supo qué responderle a su mentor.

    —«No sabes el orgullo que tuve al verte como todo un hombre, vistiendo mi querida armadura de Aries. Me imagino lo mucho que habrás luchado por obtener el título de Caballero Dorado. Por eso, perdóname también por haber sido tan drástico al probar tu valía como Santo de Atenea —le continuó diciendo con nostalgia el antaño Dorado—. La existencia temporal que se me otorgó en este mundo, está a punto de terminar. Por su parte Aldebarán y Zephyrus han perdido la consciencia y están luchando por sus vidas. En este momento eres nuestra única esperanza… Mi querido Kiki, tú sabes qué hacer...»

    Viracocha observó con pesar a sus cuatro rivales tendidos en el piso. Apenas y podían moverse. Ver a los humanos que se atrevieron a retarlo en tan mal estado, provocó que la compasión naciera en su corazón divino.

    —Han luchado con todas sus fuerzas y los admiro por eso, Caballeros —declaró el inca, dándoles las espaldas a sus maltrechos contrincantes—. Y como ya he causado suficiente daño en la Tierra con mi técnica, me marcharé en paz y les perdonaré la vida.

    —¡Espera, Viracocha! ¡Esta batalla todavía no termina! —exclamó con autoridad una voz detrás del dios.

    Cuando éste se dio la vuelta, vio que se trataba de Kiki de Aries, quien se tambaleaba para mantenerse en pie.

    —Estás más muerto que vivo, joven guerrero. No pienso pelear más contra ustedes, ya que el resultado de esta lucha ha sido decidido.

    —¡¿Aun siendo un dios benévolo planeas acabar con la humanidad?! —inquirió repentinamente el Ariano—. ¡¿Aun cuando te demostramos nuestro valor como deseabas, quieres seguir con tus planes de exterminar a toda la gente del Planeta?!

    El dios se mantuvo en silencio por varios segundos. No quería titubear en su respuesta.

    —Sí... exterminaremos a todos los humanos… —respondió fríamente y con gran seguridad—. La humanidad perdió la inocencia y la bondad con la que originalmente fue creada. Mi deseo es ver el nacimiento de una especie que sí respete al medio ambiente y a los demás seres con los que convive, tal como hacía mi pueblo ancestral inca.

    Sus palabras consiguieron desatar la frustración e ira del Ariano.

    —No todos los humanos son destructores de la naturaleza, Viracocha. Nos hemos ganado el derecho de existir a lo largo del tiempo. Por eso, en nombre de mis amigos, en nombre de mi maestro... ¡En nombre de mi diosa! ¡Y en nombre de la humanidad entera! ¡Acabaré con tu existencia aquí y ahora!!

    El cosmos de Kiki se elevó a niveles insospechados para un Santo de Oro. Viracocha observó atónito aquella grandiosa demostración de poder.

    —¡Increíble! ¡Este joven está a punto de superar los límites del Séptimo Sentido! —expresó desconcertado el inca, al ver el ambiente iluminado en dorado—. No podría ser que despierte… la Gran Voluntad… ¡el Último Sentido…!

    Por un instante, Kiki fue capaz de trascender los límites de la máxima manifestación de cosmos del Séptimo Sentido, para desatar ese súper sentido que va mucho más allá de los demás. Aquel estado superior de conciencia que permite liberar la energía creadora del Universo.

    —¡Maestro Mû! ¡Esta es nuestra última esperanza! ¡La técnica capaz de vencer a un dios!... ¡‘Onda de Espíritus Celestiales’!!!

    Continuará…
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012
    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 15: LA LEGENDARIA BATALLA SUPREMA DE ARIES Y TAURO

    ==Hace pocos minutos: Santuario de Atenea. Casa de Virgo. Jardín de los Sales Gemelos==

    Mû le ofreció su mano a Kiki para ayudarlo a mantenerse en pie. El alumno fue lastimado gravemente tras recibir las dos técnicas combinadas de Aries, y por esa razón había dejado descansar su cuerpo en el tronco de uno de los Sales Gemelos.

    —La ‘Onda de Espíritus Celestiales’ atrae las almas y cosmos de los Caballeros fallecidos, al librarlos de las normas de la muerte establecidas por Hades —explicó pausadamente el maestro de Jamir—. Todos esos cosmos son concentrados en una enorme esfera de energía de poder destructivo inimaginable.

    —¿Pero sería yo capaz de lograr tal proeza? —preguntó estupefacto el joven de Oro.

    —No será nada fácil. Lo que debes hacer es desplegar tu energía cósmica de tal forma que te permita romper las leyes que rigen el Inframundo. Será tu máximo poder cósmico combinado con las almas de quienes descansan en este Santuario, las que te ayuden a derrotar a un dios.

    El Santo Blanco de Aries concentró su cosmos en las palmas de sus manos.

    —Pon mucha atención, Kiki, porque solo puedo hacerlo una vez... —añadió con seria concentración—. Empezaré con la ejecución de la técnica que me fue heredada por mi maestro Shion... ¡‘Onda de Espíritus Celestiales’!

    Los cientos de almas de los asesinados por Morrigan acudieron al llamado de Mû. De igual forma, los espíritus de varias generaciones de guerreros de bronce, de plata y de oro se hicieron presentes en el Jardín de Sales.

    Los centenares de entidades fantasmales parecieron tomar forma etérea, mientras giraban en el aire alrededor de quien las había convocado. Kiki observaba maravillado la reunión de los Santos y Amazonas que habían sacrificado sus vidas en nombre de Atenea en el pasado.

    —Esto es increíble, maestro. Con el poder combinado de tantos guerreros seguramente podremos vencer a quien nos amenaza.

    —Este es solo el principio de la técnica. He usado el poder superior que me dio la misma Morrigan al revivirme, para quebrantar las leyes del Inframundo y traer de vuelta a nuestros compañeros caídos. El resto depende de ti, mi estimado pupilo —expresó Mû, para luego caer exhausto de rodillas por el esfuerzo.

    Las almas invocadas parecieron desvanecerse a la vista de ambos.

    —Todos esos espíritus continúan en este plano de la realidad —continuó diciendo el tutor, respirando agitadamente—. De ti dependerá concentrar toda esa energía para ejecutar por única vez la técnica.Aunque necesitarás un nivel de cosmos cercano al divino para lograrlo.

    —Confíe en mí, maestro Mû. ¡No lo voy a defraudar! —aseguró el joven con su característica gran sonrisa.


    ==Tiempo Actual. Ruinas del Santuario de Atenea==

    La multitud de almas escoltaron a Kiki, tras hacerse presentes a su llamado. Los rostros etéreos de los cientos de guerreros caídos mostraban gran determinación.

    Mientras los espíritus se iban aglomerando, una esfera de energía dorada se formaba lentamente sobre la cabeza del Ariano.

    —¡No puedo creerlo! ¡¿Qué es esta cantidad tan inmensa de energía que se está reuniendo en este lugar?! —exclamó alarmado Viracocha, al ver la técnica de su rival creciendo a ritmo pausado.

    Aunque para él representaba un gran esfuerzo, el muviano poco a poco ganaba control del orbe gigante de cosmos.

    —Lo siento, pero tendré que exterminarte con mi máxima técnica —agregó el dios, con semblante más tranquilo—, o de otra forma acabaremos destruyendo no solo a los humanos, sino también la Tierra entera.

    El cosmos marrón de la deidad rivalizó con el del joven de Aries. Viracocha mostraba su Último Sentido en todo su esplendor, mientras Kiki luchaba por controlar el inmenso poder que emanaba su cuerpo.

    —¡‘LA RETRIBUCIÓN DE INTI Y MAMA QUILLA’!!! —vociferó la deidad inca, liberando la totalidad de su fuerza cósmica.

    La máxima técnica del supremo Viracocha consistía en convocar la fuerza del dios del Sol: Inti, y de la diosa de la Luna: Mama Quilla. La energía combinada de ambas deidades colisionaría, provocando la destrucción masiva de todo lo que alcanzara a tocar en cientos de kilómetros a la redonda…

    El cielo en toda Grecia se oscureció de repente al aparecer las formas espirituales de la pareja de dioses convocados, los cuales se manifestaron uno a cada costado del joven de Aries.

    Con rostro neutral, ambas deidades empezaron la tarea de formar pequeños cuerpos celestes en sus manos.

    —Cuando el Sol y la Luna colisionen, se habrá terminado esta batalla. Fue un honor luchar contra ustedes, Caballeros de Atenea —los elogió solemne el dios de melena verde.

    Por su lado, Inti arrojó un pequeño sol anaranjado, y por el suyo Mama Quilla dejó libre una pequeña luna celeste. Justo cuando el inminente choque de astros a pequeña escala iba a tener lugar, algo ocurrió…

    —¡‘Extinción de Luz Estelar’!

    —¡‘Gran Cuerno’!

    Por un fugaz instante, Mû y Aldebarán consiguieron la proeza de alcanzar un nivel de poder cercano al Último Sentido. Sus técnicas reforzadas con el máximo nivel de cosmos existente, lograron contener y disminuir la trayectoria de la técnica dual de Viracocha.

    El dios observó atónito como el avance del sol de Inti era entorpecido por la técnica del Toro Dorado, mientras que al mismo tiempo, el camino de la luna de Mama Quilla era frenado por la intensa luz del ken desplegado por el antaño Santo de Aries.

    —¡Es hora de que el legendario Búfalo Dorado demuestre de lo que está hecho!! ¡Esta es la verdadera fuerza del Caballero Dorado de Tauro!! —gritó Aldebarán con el semblante confiado, haciendo un esfuerzo sobrehumano por seguir conteniendo la arremetida de ese sol a escala.

    —¡No permitiremos que más personas inocentes sean asesinadas por tus técnicas!! ¡Sacrificaremos nuestras vidas para proteger a los sobrevivientes de los pueblos que rodean el Santuario!! —exclamó el maestro de Aries, expulsando las ondas de luz que contenían el mortal trayecto de la pequeña luna.

    —¡Esto es inconcebible!! ¡Mi máxima técnica está siendo detenida!! —se sorprendió el supremo inca, resaltado la incredulidad en sus ojos—. ¡Pero aún así, no permitiré que me venzan!!

    En un intento desesperado por detener a sus tres rivales, Viracocha quiso arremeter físicamente contra ellos con su extremidad superior sana; pero tal fue su desconcentración, que no notó que unos poderosos brazos resplandeciendo en dorado, lo habían rodeado desde la espalda.

    —¡‘SUPERNOVA TITÁNICA’!!!

    —¡Zephyrus!! ¡Suéltame o ambos moriremos aquí!! —advirtió la deidad, forcejeando por zafarse, mas su esfuerzo fue inútil ante la portentosa fuerza del Santo.

    —Lo siento, Viracocha. Eres un dios noble, pero tu existencia se acaba ahora. Mi cosmos ha alcanzado lo que tú llamas el Último Sentido, así que utilicé la técnica que acabo de aprender de Aldebarán para aprisionarte con mis brazos.

    —¡Quieres decir que…!

    —Exacto —le interrumpió el de larga melena negra—. En lugar de liberar la fuerza de la ‘Supernova Titánica’, la concentré en mi cuerpo para convertir mis brazos en una prisión de la que no podrás escapar.

    —¡Imposible!! ¡¿Entonces este es el verdadero poder de la humanidad?! —bramó con impotencia el supremo inca, observando la majestuosa esfera de energía dorada que había formado la aglomeración de espíritus. La ‘Onda de Espíritus Celestiales’ estaba completa…

    —¡Hazlo de una vez, amigo Kiki!! ¡Acaba con Viracocha!! —le exigió el actual Tauro, agarrando firmemente al contrincante. Sin embargo, el joven muviano vaciló.

    —No puedo hacerlo… —musitó el aludido, bajando la cabeza—. Eso te mataría, Zephyrus…

    Las fuerzas de los Dorados Legendarios de Aries y Tauro habían llegado a sus límites y sus cosmos empezaban a disminuir gradualmente.

    —¡Date prisa!! ¡No podremos resistir por mucho tiempo!! —lo apresuró Aldebarán cediendo poco a poco ante la arremetida de Inti—. ¡Solo tú puedes vencer a Viracocha en este momento!!

    —¡Hazme sentir aún más orgulloso de ti! ¡Caballero Dorado de Aries!! —lo exhortó su maestro Mû, debilitándose su poder ante la fuerza de Mama Quilla—. ¡Protege a Atenea y a la humanidad en nuestro nombre!!

    La situación era crítica. La técnica doble de Viracocha buscaba ansiosa la catastrófica colisión, mientras que Kiki mermaba su ánimo al ver a su amigo Zephyrus en medio de la potencial trayectoria de su ken.

    Al no vislumbrar otra alternativa, Aldebarán y Mû tomaron una fatal decisión…

    —Amigo Mû… Creo que no tenemos más opción que…

    —Entiendo, Aldebarán —lo interrumpió su interlocutor en un tono más calmado—. Sabíamos que nuestras vidas eran pasajeras de todos modos…

    El último sacrificio de Aldebarán y Mû fue hacer explotar sus cosmos máximos junto con sus vidas, desapareciendo así todo rastro de la técnica máxima del dios. El Último Sentido de los Santos de Oro Legendarios fue capaz de conseguir un milagro, pero a un muy alto precio. Sus organismos no fueron capaces de resistir tal cantidad de poder desatado.

    Lentamente sus cuerpos se iban desintegrando en forma de pequeñas motas de luz. Zephyrus y Kiki veían con desesperada impotencia, como sus antecesores morían lentamente.

    Con sus últimos residuos de cosmos, los legendarios Dorados pudieron comunicarse entre ellos por última vez.

    —«Dejamos la Tierra en buenas manos, ¿cierto, Mû?» —inquirió telepáticamente el antaño Tauro a su amigo.

    —«De eso puedes estar seguro, Aldebarán» —afirmó sin vacilar el lemuriano, desvaneciéndose su cuerpo en el aire.

    —«Solo me lamento de algo…»

    —«¿De qué cosa, Aldebarán?»

    —«No pudimos ver a Atenea —respondió con nostalgia—. ¿Cuánto habrá cambiado esa jovencita en todos estos años?»

    —«Lo importante es que sabemos que nuestra diosa estará bien junto con sus Caballeros —afirmó con certeza el maestro de Jamir—. Seguramente saldrán victoriosos de esta batalla».

    —«De eso no tengo duda, amigo. Los nuevos Caballeros de Oro son bastante fuertes ¡Mi sucesor aprendió la técnica máxima de Tauro con solo verla!» —comentó emocionado el antiguo protector del Segundo Templo.

    —«Los herederos de nuestras armaduras son poderosos en todos los sentidos… —añadió con calma su viejo amigo— No te imaginas lo orgulloso que estoy de Kiki».

    —«Mû…»

    —«¿Sí, Aldebarán?»

    —«Me dio gusto verte nuevamente y luchar a tu lado —admitió alegre el antecesor de Oro de Tauro—. Adiós para siempre, Mû…» —se despidió con los ojos iluminados en lágrimas.

    —«Adiós para siempre, Aldebarán…» —concluyó reconfortado el antaño Caballero de Aries, esbozando un ligera sonrisa.

    Nadie notó que una lágrima suya cayó al piso y fue absorbida por la tierra.

    Los cuerpos y almas de los Santos Legendarios de Aries y Tauro se desvanecieron por completo en el vasto cielo.

    Tras la muerte de ambos, Kiki se dejó llevar por sus emociones y se arrodilló para llorar a toda voz.

    —¡Maestro Mû!!! ¡Señor Aldebarán!!! —gritó desesperado el joven lemuriano, perdiendo la concentración en su técnica. La inmensa energía de la ‘Onda de Espíritus Celestiales’ empezaba a desestabilizarse.

    Ver su máxima técnica desvanecida por dos humanos, era algo que Viracocha jamás habría previsto. Así que su último recurso fue seguir luchando para liberarse de los poderosos brazos de su captor, quien poco a poco también disminuía su cosmos debido al esfuerzo sobrehumano que estaba realizando.

    —¡Suéltame de una vez, Zephyrus!! ¡No permitas que tu vida se vida se desperdicie así!! —quiso convencer el dios a quien lo aprisionaba.

    Al notar que el Santo de Tauro no desistiría en su intento de sostenerlo, la deidad elevó su poderoso cosmos en un intento por liberarse. No obstante, su esfuerzo fue inútil porque Zephyrus se mantenía inmutable. A pesar de sufrir graves heridas por las arremetidas cósmicas de su rival, su voluntad permanecía inquebrantable.

    —¡No puedo creerlo!! —vociferó aterrado el inca—. ¡Cómo es posible que tu cuerpo humano pueda resistir por tanto tiempo las arremetidas cósmicas de un dios!!

    El aludido ni siquiera escuchó aquellas palabras. Su atención estaba concentrada en su camarada.

    —¡Kiki! ¡Levanta la cabeza y mírame!! —le exigió enérgico Zephyrus a su amigo.

    El nuevo Caballero de Aries obedeció por inercia, mostrándole un semblante de inseguridad. Lágrimas seguían fluyendo por su rostro.

    —Fuiste tú quien me hizo venir hasta aquí para que luchemos juntos. Y por esa razón he podido despertar mi verdadero poder junto con mi humanidad —resaltó el Santo de Tauro con suma emotividad—. Te lo agradezco sinceramente, amigo.

    Dicho esto, esbozó una gran sonrisa que sorprendió sobremanera a Kiki. Era la primera vez que lo veía sonreír ampliamente.

    —Nuestros antecesores murieron como verdaderos Caballeros de Atenea —continuó diciendo con efusividad—, murieron como verdaderos hombres y como verdaderos guerreros. ¡Ellos dieron sus vidas porque amaban a este planeta y a su gente! ¡Por eso no permitas que su sacrificio sea en vano!!

    El fornido guerrero de cabello negro sostenía con más fuerza a su oponente, el cual había desistido su intento de escapar, para observar en silencio la enorme esfera luminosa.

    —Amigo Aldebarán, tú…

    —Aldebarán ya no más, Kiki. Mi nombre es Zephyrus y para mí será un honor morir por ti y por las personas que amo y quiero proteger —afirmó con gran determinación, a la que su amigo reaccionó.

    —Tan testarudo como siempre, Zephyrus —le comentó, devolviéndole una sonrisa tras enjugar las lágrimas de sus mejillas.

    El valor regresó al corazón de Kiki gracias a las palabras de su amigo. Las dudas desaparecieron de su mente.

    —¡Detengan esta afrenta, Caballeros de Atenea! ¡Aunque hayan desvanecido mi técnica, no me derrotarán porque visto esta Armadura Suprema y solo Zephyrus morirá con el impacto! —advirtió el inca, al ver al joven Ariano retomando el control de la energía dorada de su ken.

    —Lo siento Viracocha, pero como Caballeros de Atenea que somos, estamos dispuestos a llegar a las últimas consecuencias para derrotarte —declaró el joven castaño con gran seguridad—. Aunque eso signifique que tengamos que perder nuestras vidas en el intento.

    —¡Así se habla, amigo! —exclamó el Dorado de Tauro, haciendo más presión con sus resplandecientes extremidades doradas. El estridente sonido de la armadura de Viracocha quebrándose invadió el ambiente—. Si estos brazos no me fueron útiles para proteger a mi madre. ¡Ahora me servirán para proteger a la humanidad entera y a mi compañero!!

    —No solo compañeros, Zephyrus. Al igual que nuestros antecesores, nosotros también somos amigos.

    —Y de los mejores, Kiki. Pero ha llegado el momento de separarnos. Quién sabe, talvez nos encontremos en otra vida y volvamos a ser amigos en ella. ¡Hasta luego, Kiki! —se despidió sonriendo efusivamente el fornido guerrero de melena negra.

    —¡Hasta luego, amigo Zephyrus! ¡‘ONDA DE ESPÍRITUS CELESTIALES’!!!

    Al ver la enorme esfera de energía acercándose, Viracocha detuvo su intento por escapar del poderoso abrazo de su captor y se comunicó con él telepáticamente.

    —«Si tan solo todos los humanos de esta generación fueran como ustedes, el juicio divino jamás habría tenido lugar —admitió la deidad inca con nostalgia—. Estuve equivocado al creer que la humanidad debía regresar a su origen. Sin duda existen personas muy valiosas en este hermoso planeta. Tu amistad sincera con ese joven me lo ha demostrado».

    El hombretón recibió directamente el portentoso ken. Y aunque su poderosa armadura resistía el impacto, su cuerpo físico se desintegraba ante tan inmenso poder.

    —«Ser humano significa tener defectos, Viracocha. Pero eso es lo que hace a la vida hermosa. No podemos aspirar a ser dioses y querer hacer las cosas perfectamente como ustedes» —añadió el Dorado de Tauro mientras la vida se le escapaba. Su cabello negro gradualmente regresaba a su habitual tonalidad blanca.

    —«Los dioses también nos equivocamos, Zephyrus… La diferencia es que no tenemos la humildad para admitirlo… —aceptó el inca, consumiéndose la mayoría de su cuerpo y espíritu divinos—. Déjame decirte que para mí es un honor dejar de existir en los brazos de uno de los descendientes de mis ancestros —comentó sonriente—. Como les decía antes, la ‘Pacha Mama’ es la Madre Tierra a la que todos volveremos algún día. Y nosotros los dioses no estamos excluidos de esa regla».

    El agonizante Caballero de Tauro casi no prestó atención a las palabras del dios abatido. Una imagen golpeó repentinamente su mente en los últimos instantes de su vida: El afable rostro de una joven mujer de cabello albo…

    —«Me ha costado la vida ser libre como el viento, tal como siempre quisiste. Ahora me convertiré en una estrella que cuidará siempre de su diosa y de sus amigos. Y lo mejor de todo, es que estoy feliz porque volveremos a estar juntos… Madre…»

    Por su parte, Viracocha vislumbró una hermosa imagen en su mente antes de dejar de existir. El delicado rostro de aquella deidad de profundos ojos turquesa y ensortijada cabellera dorada. Sin duda ver esa escena le extrañó al dios inca, pero de igual forma, consiguió reconfortarlo en sus últimos momentos.

    —«Me hubiese gustado conocerte mejor y compartir más tiempo contigo. Bajo ese semblante severo sé que ocultas una gran sensibilidad y bondad. Espero que descubras el verdadero valor de la humanidad antes de que sea demasiado tarde. Adiós… Mielikki…»

    Los cuerpos físicos y espíritus de Viracocha y Zephyrus se desvanecieron por completo. El primer dios fue derrotado y eliminado ante el abrumador poder de los Santos de Atenea. Su Armadura Suprema yaciendo desarticulada sobre el terreno, era lo único que quedaba del inca.

    La calma y el silencio reinaron en lo que alguna vez fue el Santuario de la diosa protectora de la Tierra.

    —Se acabó… —farfulló agotado el único sobreviviente, desplomándose sobre sus rodillas por el esfuerzo—. Junto con mi amigo, obtuvimos la victoria por ustedes, maestro Mû, señor Aldebarán, Atenea…

    Al levantar la mirada, Kiki vio con asombro que la armadura dorada de Tauro estaba ensamblada en su respectivo object. Increíblemente aquel ropaje había sobrevivido a la mortal técnica de Aries, aunque estaba severamente dañado.

    El cansancio y las heridas abatieron al joven castaño rojizo. Difícilmente un cuerpo humano era capaz de resistir la fuerza del Último Sentido. Sin embargo, a Kiki parecía no importarle este hecho, porque lo único que quería era estar cerca de la armadura de su camarada caído, así que a rastras se le acercó.

    —Amigo mío… cuando esta batalla termine, repararé tu armadura dorada. Es lo menos que puedo hacer por el poderoso Santo de Oro de Tauro, quien perdió su vida para proteger a la humanidad…

    La inmutable figura del toro dorado fue abrazada tiernamente por Kiki.

    Derramando una incesante cantidad de lágrimas, el joven de Aries perdió la consciencia al sentirse reconfortado por la calidez de los residuos de cosmos de su amigo. Por puro instinto se aferró al ropaje de Tauro y no lo soltó aún estando inconsciente.


    Continuará…

    ======

    Con esto terminamos el primer arco argumental y la primera gran batalla contra un dios de la Alianza Suprema. En conmemoración a la memoria del supremo inca, comparto el dibujo que nos muestra a Viracocha vistiendo su Armadura Suprema:

    VIRACOCHA, SUPREMO DIOS INCA
    [​IMG]

    En su diseño quise resaltar adornos y simbología de los ancestrales habitantes de mi Sudamérica. Mi amiga Alalá realizó un gran trabajo con este dios. Se lo agradezco mucho.

    Pronto conoceremos a la siguiente deidad que protagonizará esta saga. ¡Nos leemos en el segundo arco!
     
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    ¡Regrese! XD
    Tres capítulos seguidos y me quedé con la boca abierta,me logré imaginar todos los sucesos como si estuviera viendo el anime.
    Me alegra de que Viracocha haya podido etender que la humanidad no uede ser destruida.
    Que mejor suerte de Mú y Aldebarán de morir juntos,siendo aigos, protegiend a su diosa yentreando su vida por la humanidad...Zephyrus...¿elegiste el nombre por Céfiro,el dios del viento en la mitología griega? Y la mención del recuerdo de la muerte de Aldebarán,cuando en su último omento se vio la flor de Europa, fue un muy buen toque.
    En cuanto a su sucesor, el recuerdo de su madre y su apego a la promesa hecha, de como sacó fuerzas de ese recuerdo, me recordó mucho a Hyoga.
    Los plateados dieron también un gran trabajo y la técnica de Kiki fue simlemente asombrosa.
    Muy buen capí, esperare la conti n.n
     
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    P.D: Los fanarts les salieron inncreíbles
     
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Hola Seccid. Qué gusto tenerte nuevamente por acá. Me alegra saber que disfrutaste las últimas entregas y que pudiste imaginártelas como si las estuvieses viendo en anime. Siempre busco que mis lectores sigan la acción de la manera más fluida posible, y me alegra saber que lo estoy logrando ^^

    Sobre los acontecimientos recientes, intenté darle el carácter épico que merece la batalla contra un dios supremo, y a la vez el toque emotivo que siempre ha caracterizado a Saint Seiya.

    Como vimos, Viracocha en sí no era un dios malvado. Qué lástima que pudo descubrir el verdadero valor de la humanidad pero cuando ya fue demasiado tarde.

    Con respecto a Mû y Aldebarán, la amistad de ambos es una de mis favoritas en toda la serie. No podía pasarla por alto. Vaya que me conmoví bastante cuando Tauro murió en la Saga de Hades, pero sentía que la despedida de ambos debía ser mucho más memorable. Al final todo en Hades se redujo a un corto discurso de Aries, y por eso quise imaginar un adiós más directo entre estos grandes amigos.

    Sobre tu duda con respecto al nombre del nuevo Tauro, tus suposiciones son correctas. Justamente la madre de Zephyrus lo bautizó con ese nombre porque deseaba que su hijo sea libre como el viento de los páramos. Me decidí por la pronunciación griega del nombre del dios Céfiro para que no acusen de self-insert al ser este Santo ecuatoriano xD

    Qué bien que te gustó también el toque del recuerdo de la flor de Aldebarán y Europa. Me encantó ese detalle en el anime y por eso quise hacerle un tributo especial con mi fic. De igual forma me alegro de saber que disfrutaste la intervención de los Santos de Plata, quienes por cierto, aún tienen pendientes más apariciones en la historia.

    Sobre la técnica de Kiki, te cuento que simplemente adapté la que pudimos ver en The Lost Canvas al ser ejecutada por Hakurei de Altar y luego por Shion de Aries. Te paso un link con información por si te interesa conocer más sobre ella:

    http://es.saintseiya.wikia.com/wiki/Seki_Shiki_Tenryō_Ha

    Como verás, aquella parece ser una técnica de Cáncer más que de Aries, pero vi la oportunidad perfecta de utilizarla para mi historia al ser 'el ken capaz de vencer a un dios'.

    Gracias por tus comentarios sobre los últimos capítulos y sobre mis dibujos. Continuaré subiéndolos por aquí para que conozcan un poco mejor a mis OCs ^^ ¡Saludos!
     
    Última edición: 2 Noviembre 2013
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    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 16: ¡EL AUTÉNTICO VALOR DE LA HUMANIDAD!: LA CHICA DE RODORIO

    ==Maravilla Suprema. Templo Sagrado Inca==

    Mielikki estaba lista para partir al territorio de la diosa nórdica Yggdrasil. Debía cumplir sola la misión que le habían encomendado las demás deidades, ya que el supremo inca la había abandonado en su territorio sin decir palabra.

    —Ese obstinado de Viracocha —profirió la rubia, aún molesta con su compañero—. Estoy segura de que podrá arreglárselas solo en…

    No pudo terminar la frase. Una perturbación cósmica la alteró sobremanera. Aquel presentimiento fatal que le apretujaba el corazón, le obligó a mirar con incertidumbre la imperturbable figura del Calendario Maya.

    La luz marrón se extinguió…

    —¡Imposible! ¡Viracocha ha dejado de existir!! —fueron las únicas palabras que pudo exclamar la finlandesa. En su mente no cabía siquiera la posibilidad de la derrota de su compañero.

    Sensaciones nuevas se apoderaban de su ser. Su mente y su corazón divino se debatían entre la incredulidad y un nuevo sentimiento que, según dedujo ella misma, era lo que los humanos llamaban ‘tristeza’. ¿Pero cómo era eso posible? Mielikki simplemente no entendía porque la muerte de su aliado le dolía tan profundamente.

    Sin decir una palabra, acercó su temblorosa mano a la mazorca de oro que el dios le había regalado. Tras cerrar con fuerza los dedos sobre ella, la apretó contra su pecho. Todavía podía sentir cálidos residuos del cosmos de la deidad inca en el interior de aquel maíz dorado.

    —Al final pudiste regresar junto con tus ancestros, a quienes tanto amaste, ¿cierto Viracocha? —musitó, casi sin resuello.

    Cambiando su pesar por un intenso afán de venganza, la diosa de cabellera dorada se marchó decidida del lugar.

    —«Siendo el más noble entre nosotros diez, terminaste de esta forma —reflexionó furiosa Mielikki, observando por última vez el Templo Sagrado Inca—. No te preocupes. Ahora yo seré la encargada de hacerles pagar a esos humanos por la muerte de un dios bondadoso como tú. La humanidad sin duda merece desaparecer».


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Bosque de Pangrati==

    Balanceándose para conservar el equilibrio en la copa del árbol más alto del bosque, se encontraba una Amazona de Bronce. La joven enmascarada de largo cabello rosa claro y armadura de la misma tonalidad observaba con atención el paisaje.

    —¿Qué es lo que ves en el Santuario, Narella? —le preguntó impaciente su compañero desde la base del árbol.

    A pesar de estar a varios cientos de metros de distancia y a pesar de la oscuridad de la noche, Narella era capaz de contemplar con claridad el recinto de la diosa. La Guerrera de Bronce de Sextante poseía el sentido de la vista más desarrollado entre los ochenta y ocho Caballeros. Por tal razón llegó a formar parte de los Santos cuya función era apoyar a las tropas de Atenea durante las Guerras Santas, tal y como lo habían hecho los recién fallecidos Caballeros de la Copa, el Altar, el Buril y el Escultor.

    —Lamento informarles que el Santuario está completamente destruido —les comunicó la joven doncella a quienes la esperaban en tierra—. Las Doce Casas, la estatua de Atenea, Starhill; todo está en ruinas. Tampoco puedo ver a nadie en los alrededores.

    —Llegamos tarde… ¡Maldición! —imprecó el compañero de Narella, descargando su frustración con un fuerte puñetazo en el tronco de un árbol cercano.

    —Tranquilízate, Theron. La calma en momentos difíciles es una de las principales cualidades que debe tener un Caballero —lo reprendió su instructora, la Amazona de Plata Shaina de Ofiuco—. Si el Santuario está destruido, necesitarás esa energía para enfrentar lo que sea que nos amenace.

    —Pero maestra, no puedo estar tranquilo sabiendo que los cosmos de los Caballeros de Oro y el de todos los habitantes del Santuario, han desaparecido por completo —rechistó el impulsivo Santo de Bronce de Unicornio.

    Theron poseía una gran fuerza de voluntad y de carácter, pero se dejaba llevar fácilmente por sus sentimientos. Aquel joven de cabello azul oscuro estaba desconcertado por lo grave de la situación actual. No sabía cómo reaccionar ante la destrucción del lugar que significaba tanto para él.

    La doncella de Bronce de Sextante descendió de un salto y se reunió con su compañero y maestra. Aunque una inexpresiva máscara cubría su rostro, Theron sabía que ver tal escena apocalíptica en el Santuario, le había afectado severamente. La conocía demasiado bien y no le hacían falta palabras o gestos para adivinar lo que sentía su amiga.

    —El jardín de rosas rojas que colocó Helena de Piscis para proteger los alrededores está completamente marchito. Podremos acceder más rápido por allí —sugirió la Amazona de cabellera rosa.

    —Esto es grave. Por lo visto los Caballeros de Oro y la misma Atenea dejaron la Tierra para ascender a esa enorme estructura que levita en el cielo —supuso Shaina, observando la Maravilla Suprema flotando implacable sobre la tierra—. No podemos seguir perdiendo nuestro tiempo aquí. ¡Nuestra responsabilidad es grande al ser los únicos guerreros que quedan para proteger la Tierra!

    Sus dos alumnos de bronce asintieron con determinación y sin perder tiempo, emprendieron carrera a su destino junto con su maestra.

    Su premura era grande. Hábilmente los tres guerreros sortearon todos los obstáculos que se les presentaban en el camino. No obstante, cuando estaban a punto de adentrarse en el marchito jardín de rosas, una enorme pared de madera surgió intempestivamente desde la tierra, impidiéndoles el paso.

    —Lo siento, Caballeros de Atenea. Pero no les permitiré avanzar más allá de este punto. Mis órdenes son eliminarlos sin dilaciones —amenazó una austera voz femenina entre la oscuridad de los árboles.

    —¡Sal y pelea, si crees que puedes vencer a tres Santos de Atenea! —exigió el joven Unicornio, gritando al vacío.

    La irónica y aguda risa de la enemiga retumbó en todo el bosque.

    Materializándose desde la madera de un árbol, una hermosa mujer ataviada en una extraña armadura de metal verde oscuro entró en escena. Lanzando una mirada furtiva, encaró a los tres Santos que se habían puesto en guardia para enfrentarla.

    —Mi nombre es Mirja de Sauce, la Guardiana del Bosque de Luonnotar —se presentó la enemiga de cabellera púrpura hasta la cintura y profundos ojos color miel—. Soy la guerrera protectora de mi señora Mielikki, la diosa finlandesa.


    ==Ruinas del Pueblo de Rodorio==

    Apenas y pudo abrir sus pesados párpados cuando recuperó la consciencia. Su agarrotado y adolorido cuerpo aún sentía los estragos de la batalla recién librada.

    —¿Dónde estoy? —susurró Kiki de Aries, sintiéndose recostado en una agradable superficie mullida. Su cálido lecho le proporcionó un alivio sublime a su maltrecho ser. Había pasado mucho tiempo desde que no se recostaba tan cómodamente en una superficie suave.

    —Al fin despertó, me preocupé mucho por usted —comentó aliviada una suave voz a su lado—. Qué alegría ver que bajó su fiebre.

    Cuando el Caballero de Oro se volteó, vio el sereno rostro de la joven que lo estaba cuidando. El aspecto de la muchacha era un tanto descuidado: su cabello azabache en trenza lucía despeinado y su cara estaba manchada de tizne. Aunque, Kiki casi no notó estos detalles, ya que quedó encantado con la afable sonrisa y los hermosos ojos celestes de la chica.

    —Cuidaste de mí y trataste mis heridas —resaltó el Ariano, palpando con la mano una venda que rodeaba su frente—. Te lo agradezco de corazón.

    —De nada, señor Caballero —respondió ella muy cordial—. Se veía muy lastimado, así que lo traje hasta mi casa en Rodorio para atender sus heridas.

    Kiki concentró su atención en el lugar en el que se encontraba. Era una humilde casa de ladrillo, la cual por desgracia estaba en gran parte destruida. Varios objetos yacían desordenadamente en el piso. Las cuarteaduras de las paredes que se mantenían en pie, daban la impresión de que la estructura colapsaría en cualquier momento.

    —Rodorio… Es una distancia considerable desde el Santuario hasta aquí, y aún así te esforzaste para…

    El Santo de Aries detuvo la conversación al notar que su armadura y su ropa estaban cuidadosamente acomodadas en un rincón de la casita. No se había dado cuenta de que estaba completamente desnudo, tan solo cubierto por una sábana de la cama. Su rostro se ruborizó al instante, mientras la joven de cabellera negra reía alegre ante la vergüenza del lemuriano.

    —No es necesario que reaccione así, señor —lo atajó la muchacha sonriendo con amabilidad—. Ayudaba a mi padre como enfermera hace algunos años. Debía quitarle esa armadura y esas ropas que estaban manchadas de sangre.

    Recuperando un poco la compostura y cubriéndose más con la manta, Kiki decidió que sería mejor cambiar de tema de conversación.

    —Me pregunto cuál es el nombre de mi salvadora…

    —Me llamo Mar. Y sé que usted se llama Kiki, Santo de Oro de Aries. Es muy querido y respetado en Rodorio, señor Caballero.

    —También aprecio mucho a las personas de este pueblo —afirmó el joven de Aries con su gran sonrisa característica—. Y por cierto —añadió con un semblante más serio—. Deberíamos estar ayudando a las personas que sobrevivieron a la destrucción del pueblo.

    Mar le retiró la mirada para observar con tristeza a un costado. Su rostro se ensombreció por completo al recordar los momentos de horror que había pasado.

    —Están todos muertos, señor Kiki. Ese terremoto originado en el Santuario de Atenea acabó con toda la gente del pueblo. Mi familia, mis amigos, todos están…

    La joven no se pudo controlar más. Sus incesantes lágrimas lavaron el tizne que manchaba su cara. Kiki intentó consolarla, pero al ser esa la primera vez que enfrentaba ese tipo de situación, no supo cómo reaccionar y simplemente se limitó a observarla con pesar.

    —Al ver tanta muerte y desolación en Rodorio, me desesperé y fui a buscar ayuda de los Caballeros pero… —la joven calló un instante con el fin de recuperar la compostura—, el Santuario también estaba destruido y lo encontré a usted y…

    —Mar… Estuviste conteniendo tu llanto durante mucho tiempo, ¿cierto? —la interrumpió—. Tu sonrisa y amabilidad son tu forma de autoconvencerte de que estás bien, pero no debes negar tus verdaderos sentimientos.

    El rostro de Kiki también se inundó de lágrimas.

    —Entiendo lo que sientes, también acabo de perder a personas muy importantes para mí y sé que duele, pero debemos seguir adelante, porque eso es lo que ellos habrían querido.

    La chica sentada a un costado de la cama del lemuriano, poco a poco recuperaba su semblante amable. Las palabras del Dorado le devolvieron la calma.

    —Mi padre se enorgullecía de vivir en Rodorio. Me decía siempre que se sentía seguro al tener a los Caballeros de Atenea cerca, porque todos son buenas personas que luchan por el amor y la justicia. Ahora entiendo a mi padre. Al estar en contacto con usted, puedo sentir su buen corazón y su calidez.

    —El buen corazón y la calidez son tus cualidades, Mar. No cualquiera ayuda a sus semejantes cuando lo necesitan. Saber que nuestro sacrificio sirvió para salvar la vida de un ser humano como tú, me hace sentir que luchar valió la pena.

    La chica se sintió conmovida y reaccionó a la sonrisa de su interlocutor con otra igual de sincera. A pesar del dolor de la pérdida de sus seres queridos y de su pueblo, se sintió reconfortada por la compañía del guerrero de Atenea.

    —Mi maestro Mû y mi amigo Zephyrus fueron…

    Un estridente e incómodo gruñido proveniente del estómago de Kiki arruinó el momento emotivo. Mar no pudo evitar reír, mientras el muchacho castaño rojizo se sonrojaba nuevamente.

    —La batalla debió dejarlo sin energías. Debe tener mucha hambre. Creo que tengo algo de comer por acá.

    La radiante joven posó sus ojos celestes sobre una alacena desvencijada, cuya puerta apenas se sostenía de un gozne.

    Manejando hábilmente su silla de ruedas, se dirigió hacia el mueble y colocó algunos alimentos en su regazo. Kiki vio con asombro prudente a su salvadora, quien maniobraba con naturalidad y soltura su medio de movilización. Como la joven estuvo sentada todo el tiempo durante la conversación, el lemuriano apenas pudo notar que Mar no podía caminar.


    ==Maravilla Suprema. Cementerio de los Héroes==

    Aquel amenazante escenario estaba cubierto por una densa bruma negra. Árboles muertos sin hojas se elevaban hasta cubrir los pocos rayos de luz que intentaban colarse en ese lugar lleno de muerte.

    En medio de un terreno pútrido del que sobresalían huesos humanos, cientos de lápidas habían sido talladas con caracteres rúnicos. Recostado a espaldas de una de esas piedras, estaba un Caballero Dorado. El Santo parecía dormir plácidamente, mientras su cabello verde era acariciado por un fétido viento.

    Una sombra negra se acercó con cautela al inconsciente Shun de Virgo…

    Continuará…

    ===============

    Ya para terminar, comparto el fanart del nuevo Santo de Unicornio. Este es Theron, alumno de Shaina de Ofiuco.

    THERON DE UNICORNIO

    [​IMG]

    Mi amiga Alalá hizo un excelente trabajo al darle color. Se lo agradezco mucho.

    Con el próximo capítulo les traeré también a Narella de Sextante, su compañera de bronce.

    Nos leemos en la siguiente entrega. Un abrazo desde Ecuador.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 17: ¡LOS GUARDIANES DE LOS DIOSES!: EL PODEROSO DESAFÍO DIVINO

    Custodiando los terrenos de la Maravilla Suprema, se encuentran los ‘Guardianes de los Dioses’: Poderosos guerreros divinos fieles a cada deidad mitológica.

    Dotados de extraordinarias técnicas, habilidades de batalla y una resistente armadura; los Guardianes constituyen una poderosa amenaza para Atenea y sus Caballeros.


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Bosque de Pangrati==

    La Guardiana finlandesa, Mirja de Sauce, sostenía sin dificultad el puño de Theron de Unicornio, apretándolo con una mano. El golpe que le había lanzado impulsivamente el Santo no resultó efectivo.

    —Eres un insensato, Caballero de Bronce —le imprecó arrogante la enemiga, clavándole su mirada color miel—. Pagarás con la vida el atrevimiento de haberle levantado la mano a una mujer… —amenazó, apretándole más la mano y rompiéndole poco a poco los huesos.

    —¡‘Garra de Trueno’! —exclamó Shaina, arremetiendo desde la oscuridad del bosque. Su mano abierta, mostraba aquellas amenazantes uñas púrpura que chispeaban feroces rayos.

    Mirja se vio obligada a soltar a su víctima, evitando así el poderoso ataque. Para fortuna suya, solo su mejilla fue lastimada.

    —Theron. No es momento para que te dejes llevar por tus impulsos. No subestimes jamás a un enemigo —le aconsejó la Amazona de Ofiuco en medio de la conmoción.

    —Entonces el chiquillo que me atacó se llama Theron… No creas que salvarás tu vida solo porque esa mujer enmascarada intervino en la batalla —replicó pretenciosa la Guardiana, limpiando la sangre que se deslizaba por su rostro.

    —¡Antes de enfrentarte con mi alumno, deberás matarme primero! —retó furiosa la Guerrera de Plata.

    La tensión se hacía cada vez más grande entre Shaina y su contrincante. Ninguna de las dos atinaba hacer el primer movimiento, pero justo cuando ambas se disponían a atacar al mismo tiempo, se detuvieron al sentir con asombro como el cosmos del Santo de Unicornio se elevaba en gran proporción.

    —Maestra Shaina, estoy consciente de que ha pasado poco tiempo desde que obtuve mi armadura —intervino el joven de cabello azul, iluminando el bosque con su energía cósmica violeta—. Sé muy bien que no tengo ninguna experiencia en batalla. Pero como usted misma nos dijo: “En este momento somos los únicos que podemos proteger la Tierra.” ¡Por eso le ruego que me deje pelear contra ella y demostrarle el valor de los Caballeros de Bronce!

    Al escuchar las palabras de su alumno, la Amazona de Ofiuco bajó la guardia. Ella entendía perfectamente sus sentimientos, así que accedió a sus deseos asintiendo.

    —Confiaré en ustedes, mis discípulos.

    Mientras esto ocurría, Narella había permanecido detrás de su maestra y compañero. Al ser la Amazona de apoyo de Sextante, no poseía ninguna técnica de batalla conocida, así que se limitó a observar los alrededores en busca de ventajas estratégicas.

    —«Algo no está bien… —reflexionó preocupada la joven enmascarada de cabellera rosa, al tiempo que escrutaba el ambiente con su prodigiosa mirada—, tengo un mal presentimiento sobre todo esto».

    —¡Vamos, Theron! ¡Muéstrame esa fuerza legendaria de la que alardean ustedes los Santos de Atenea! —le provocó irónica la guerrera de armadura verde.

    —¡‘Galope de Unicornio’!! —exclamó el Caballero, arrojándose con la pierna extendida hacia su rival.

    Con absoluta confianza, Mirja lo observó acercarse y supuso que tan solo con cubrirse con los brazos le bastaría para detener la técnica. Sin embargo, Theron adivinó las intenciones de la mujer, y al verla protegerse, cambió de trayectoria y proyectó su poderosa patada hacia la pared de madera que ella había erigido hace poco, haciéndola pedazos al contacto.

    —¡Maldito! ¡Tu ataque no estaba dirigido hacia mí en primer lugar! —rugió furiosa Mirja, al ver destruida su técnica.

    —¡Maestra! ¡Adelántese usted al Santuario! —le sugirió presuroso—. ¡Nosotros nos encargaremos de esta mujer!

    Sin decir nada, Shaina acogió las palabras de Theron y atravesó corriendo a gran velocidad el jardín de rosas marchitas.

    —«No tengo ninguna duda sobre ustedes, mis discípulos. Me has demostrado que puedo confiar en ustedes, por tal razón no dejaré que tu esfuerzo sea en vano. Nos vemos en el Santuario, Theron, Narella» —se despidió Shaina en silencio, corriendo con todas sus fuerzas.

    Al ver a la Amazona alejarse, la Guardiana de cabello púrpura se enojó aún más con su oponente de bronce.

    —¡Ya me cansé de jugar contigo! ¡Te acabaré de una vez con mi mejor técnica!

    Pese a que Mirja elevaba portentosamente su cosmos, la joven de Bronce de Sextante tenía su atención puesta en otro lugar. Una sigilosa presencia había estado acechando todo el tiempo a los Caballeros y solo ella con su asombrosa visión lo había notado, ya que aquella entidad ni siquiera emanaba un cosmos.

    Como el Unicornio estaba distraído en pensar en una estrategia para derrotar a Mirja, no se había percatado de que una sombra se elevó sigilosamente a sus espaldas, dispuesta a exterminarlo.

    —¡Theron! ¡Cuidado! —le advirtió Narella, corriendo a la velocidad del sonido hacia ambos.

    Cuando el Santo se giró, observó aterrado la grotesca escena de Narella siendo atravesada por el hombro. Un guerrero recién aparecido le había clavado su filosa mano cual espada, a través de su armadura.

    —Muchacha imprudente. Tan ansiosa estabas por morir, que te interpusiste en el camino de mi ataque… —dijo el nuevo enemigo a su víctima, hundiendo más la mano en su carne.

    A pesar del agónico dolor, y a pesar del impacto de ver su propia sangre salpicada sobre la armadura negra de su atacante; la valiente Amazona en cloth rosa ahogó su impulso de gritar.

    —¡Infeliz! ¡Cómo te atreves a herir así a mi amiga! —bramó el Unicornio, lanzando un feroz golpe contra el intruso, quien logró esquivarlo sin esfuerzo.

    —Eres demasiado lento, Caballero —afirmó con arrogancia el agresor, soltando a Narella para dejarla caer en tierra.

    La consternada guerrera sostuvo su dolorosa herida, intentando detener la hemorragia.

    —Mi nombre es Rasmus de Zorro Polar, soy el Guardián de los Animales de Ajatar. Al igual que Mirja, soy uno de los protectores de la diosa Mielikki —se presentó el hombre finlandés ataviado en armadura negra. Su rostro no era claramente visible, ya que lo ocultaba con una especie de bufanda y una capucha roja.

    —¡Solo los cobardes atacan por la espalda y hieren a una mujer!! —le insultó enérgico Theron, al ver a su amiga perdiendo más sangre.

    —Tus palabras me tienen sin cuidado. Yo solo busco saciar mi instinto asesino, sin importarme con quien sea. Mi señora Mielikki nos ha ordenado que…

    —¡Cállate!!! —le gritó iracundo el Unicornio, dejando al enemigo en silencio—. ¡Jamás te voy a perdonar por lastimar así a mi amiga!!

    En actitud protectora, el Santo de cabello azul se colocó frente a la yaciente Amazona de Sextante. Sin temor encaró a los dos Guardianes de Mielikki, quienes observaban con indiferencia su intento desesperado por elevar su cosmos.


    ==Maravilla Suprema. Cementerio de los Héroes==

    Aquel aroma desagradable y pútrido de muerte consiguió despertarlo. Su confusión era grande al verse rodeado de un ambiente tan amenazante.

    —¿Dónde estoy? —se preguntó un aturdido Santo de Virgo—. Lo último que puedo recordar, es el momento en el que atravesamos la barrera invisible que protegía ese santuario en el cielo.

    A pesar de que las gruesas ramas de árboles muertos le impedían la visión, Shun alzó la mirada y consiguió vislumbrar con dificultad la Tierra. Sobre su cabeza se encontraban las ruinas de lo que alguna vez fue el recinto de Atenea.

    —¡Esto es terrible! ¡Entonces los dioses descendieron y destruyeron el Santuario! —supuso consternado—. ¡Debo regresar de inmediato!

    El impulso de Shun se detuvo cuando no pudo percibir ningún tipo de cosmos en la morada de su diosa. No había sentido en volver hacia aquel lugar, así que el Caballero Dorado decidió continuar por su cuenta a través de ese macabro escenario.

    —«Espero que la señorita Saori y mis compañeros se encuentren bien —reflexionó avanzando con cautela por ese oscuro y perturbador cementerio—. Me dio la impresión de que todos nos separamos tras ingresar en esta fortaleza flotante».

    Alguien se acercó silenciosamente al Santo.

    Tal era su concentración en reflexionar sobre la situación actual, que no notó que aquella sigilosa presencia se arrojó directamente a su espalda.

    —¡Maestro! —se regocijó Anna de Andrómeda, abrazando por detrás a su mentor.

    A Shun casi le da un infarto por el tremendo susto que le dio su alumna.

    —¡Anna! ¡Lograste ascender hasta aquí! —atinó a decir el Caballero de Virgo, intentando recuperarse del shock.

    —No lo iba a dejar solo en este feo lugar. Usted no podría ganar sin mí —bromeó sonriente la muchacha castaña, rodeando con los brazos a su mentor por el cuello.

    La joven Amazona estaba más que feliz de reencontrarse con él, y más al notar el gran alivio en el rostro de su antecesor.

    —Cada día que pasa, me siento más orgulloso de ti, Anna —exaltó sonriente el hombre de cabellera verde, haciendo sonrojar a la joven que se negaba a soltarlo—. Te felicito por pasar con éxito la prueba que les impuso Atenea.

    —¿Prueba? ¿Cuál prueba?

    —Desde que Saori los encerró en esas esferas de energía, me di cuenta de que su intención no era alejarlos de la batalla —explicó pausadamente—. El deseo de Atenea era que ustedes despierten su Octavo Sentido, mientras todavía se encontraban en Santuario. De esa forma podrían ascender con vida hacia aquí. Solo si sobrepasaban sus límites y obtenían el Arayashiki, podrían liberarse de la técnica de una diosa.

    —¡En ese caso, no lo defraudaré, maestro! —afirmó ella con una gran sonrisa—. ¡Voy a demostrarle lo fuerte que puede ser su sucesora!

    El entusiasmo de Anna logró contrarrestar lo hostil del escenario. Shun se sintió reconfortado al tener a su alumna a su lado, así que le devolvió una amable y sincera sonrisa.

    Ambos continuaron su camino atentos a cualquier imprevisto. Lo pesado del ambiente, el aroma fétido y la espesa bruma negra hacían difícil el recorrido de los Santos.

    El optimismo mostrado en el rostro de Anna ocultaba su miedo e incertidumbre. Siendo su primera misión como Guerrera de Atenea, tendría que enfrentarse con algún dios. Debía sacar ese temor de su inquieta mente, así que intentó distraerse leyendo lo que estaba escrito en las lápidas del lugar.

    —Pero qué letras más raras escribieron en esas piedras feas, ¿no cree, maestro? —intervino, rompiendo ese silencio que se empezaba a tornarse perturbador.

    —Reconozco ese tipo de caracteres. Tampoco los entiendo, pero te puedo asegurar que se trata de letras rúnicas. Utilizadas generalmente por… los celtas…

    —¡Los celtas! —repitió alarmada la joven—. ¡Entonces eso quiere decir que nos encontramos cerca de Morrigan!

    —Así parece, Anna. Como habrás notado, el terreno del santuario de los dioses en el que nos encontramos ahora, parece haber sido divido en diez zonas. Desde tierra pude ver que, de entre esas diez zonas, la más aterradora y amenazante era la que estaba cubierta por las sombras. Y es precisamente en esa área, donde nos encontramos ahora. Al ser Morrigan la diosa de la muerte y la oscuridad, es evidente que estamos invadiendo su territorio.

    Anna no reaccionó a las explicaciones de su mentor. Su mente estaba concentrada en una sola cosa: Acabar con la diosa que mató a tantos de sus camaradas en el Santuario, y hacerla pagar por haberla humillado durante su invasión.

    Sin decir una palabra, la joven de Bronce tuvo el impulso de adelantarse para encarar sola a la diosa celta. Sin embargo, Shun leyó sus intenciones y la detuvo tomándola del brazo.

    —Muchas veces me he llegado a sentir al igual que tú. Pero mi experiencia me ha enseñado a tener calma durante los momentos difíciles. No te dejes llevar por tus impulsos, mi querida Anna —la tranquilizó su antecesor sonriendo cálidamente.

    Andrómeda se había sonrojado al escucharlo decirle esas últimas palabras. La chica repitió incontables veces en su cabeza las palabras ‘mi querida Anna’, recién pronunciadas por su mentor.

    —Está bien, maestro. No me dejaré llevar por mis impulsos —le prometió alegre y ya calmada.

    Un sonido funesto llamó la atención de ambos. Se podían escuchar los alaridos y gemidos de sufrimiento de una mujer.

    Al seguir su camino con cautela, ambos contemplaron la figura de una joven arrodillada, la cual lloraba desconsoladamente frente a una de las tumbas.

    La tristeza que transmitía esa muchacha de cabellera rojiza era abrumadora. Aquel vestido andrajoso que la cubría, le daba un aspecto aún más deprimente.

    Los dos guerreros de Atenea supieron enseguida que se trataba de una enemiga, y sin vacilar alzaron la guardia.

    —Soy Aibhill de Banshee —se presentó ella, al notar la presencia de los Caballeros—. Y mi deber es cuidar el Cementerio de los Héroes —añadió en tono triste, encarando a los invasores.

    Su mirada enteramente negra transmitía el inmenso dolor de alguien que había perdido recientemente a un ser querido.

    Continuará…

    ===============

    Adjunto al capítulo comparto el dibujo de otro de mis personajes. Con ustedes la valiente Amazona llamada...

    Narella de Sextante:

    [​IMG]

    Para su diseño me basé en un dibujo del gran fanartista conocido como Marco Albiero y en la concepción de yami11 sobre de Yulij de Sextante.

    Nos leemos en el próximo capítulo. Saludos desde Ecuador.
     
    Última edición: 2 Julio 2020
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    Sheccid

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    Hola n.n
    Me hizo sonreír mucho cuando Kiki habla con Mar, me cae muy bien el nuevo Caballero de Aries XD
    Y cuando Anna habla con Shun, bueno, es que tomando en cuenta de que pasa mucho tiempo con él es normal que se ilusione.
    La verdad suena muy lógico que hayas tomado protectores para los dioses, es algo que aparece en todas las sagas, pero nunca son mpedimeto para los santos de Athena.
    Y Aihbill me da mucha desconfiaza y pena a la vez, sera porque es de banshee...y luego Shun que es bien noble...
    Espero que a los demás que subieron a la Maravilla Suprema esten bien.
    Oh, y los fanarts les quedaron muy bien, la armmadura de Narella esta algo innovadora...y auch, hasta me dolio cuando la atacaron.
    Preciosos capituos, esperare los siguientes
     
  16.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Saludos desde Ecuador.

    Primero que todo, me disculpo por mi ausencia y falta de actualizaciones. Me he visto bastante limitado de tiempo a causa de mi trabajo.

    Respondiendo a tu review, quise empezar la segunda etapa de la historia de una manera más relajada gracias a la intervención de Mar y de un Kiki con una personalidad que conocemos más.
    Con respecto a los Guardianes de los dioses, es un toque muy 'Saintseiyesco' que cada deidad tenga sus fieles guerreros, por eso no podía desaprovechar la oportunidad para escribir sobre ellos.
    Sobre Shun y Anna, en ellos también quise incluir una relación amena entre maestro y alumna. La juventud e impetuosidad de la nueva Andrómeda han causado que la jovencita se ilusione con el Santo de Oro ^^, aunque tendrá que cambiar un poco su actitud a una más seria al tener que enfrentar a una rival como la Banshee.

    Te agradezco mucho por tus comentarios sobre la historia y el dibujo de Narella. Espero que disfrutes el capítulo y el fanart de hoy. ¡Saludos!
     
  17.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Título:
    [Longfic] Saint Seiya - Saga: CATACLISMO 2012
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    76
     
    Palabras:
    2471
    [Saint Seiya/ Los Caballeros del Zodiaco] – Saga: CATACLISMO 2012

    Escrito en Ecuador por José-V. Sayago Gallardo


    CAPÍTULO 18: ¡NO SE RINDAN, CABALLEROS DE BRONCE!: LA LUCHA SANGRIENTA EN EL BOSQUE

    ==Ruinas del Santuario de Atenea==

    La Amazona de Plata de Ofiuco arribó a la apocalíptica escena que se presentaba ante ella. A pesar de que su alumna Narella le había informado de la situación, el impacto de ver el Santuario destruido con sus propios ojos fue demasiado para ella.

    —¡Demonios! —rugió furiosa Shaina—. ¡Si tan solo hubiéramos llegado antes!

    Por más que se esforzó buscando a alguien, no logró encontrar siquiera leves rastros de cosmos aliados. Los restos de lo que supuso eran las ruinas de la Casa de Aries, estaban completamente abandonados, pero aun así, continuó su triste camino hasta llegar a Tauro.

    —Como para que el Santuario entero se encuentre en estas condiciones, la batalla debió ser terrible —dedujo, intentando imaginar lo que había ocurrido.

    Varios destellos metálicos llamaron su atención en el lugar.

    —¡Es la armadura de Tauro! ¡Y está casi destruida! —exclamó acercándose al ropaje dorado, cuyo object permanecía quieto, como mudo testigo de la guerra contra Viracocha—. Entonces el Santo Aldebarán ha…

    No pudo terminar su frase. Ver ese toro de oro en tan malas condiciones, la entristeció.

    —Eras el más joven de los Caballeros Dorados, Aldebarán. ¡Quien sea que te haya hecho esto, va a pagarlo con su vida! —exclamó apretando los puños con rabia.

    Tras hacer un respetuoso minuto de silencio por el deceso de su compañero Dorado, Shaina se propuso continuar. Estaba decidida a llegar a la cámara del Patriarca, dispuesta a encontrar pistas sobre el paradero de Atenea. No obstante, algo llamó su atención. Una enorme hacha de metal marrón estaba clavada en los restos de una columna del Templo de Tauro.

    —Este arma emana un resplandor divino… —dijo, al tiempo que empuñaba con dificultad la pesada hacha—. Siento en su interior el mismo tipo de energía que se desprende de ese santuario que flota en el cielo.

    Shaina acomodó el pesado objeto para que cuelgue de su espalda. Aquella hacha llamada ‘Imbabura’ por su dueño original, era tan grande, que casi igualaba la longitud de la Guerrera.

    Aunque una máscara metálica cubría su rostro, su gran determinación era notoria. La Amazona de Plata levantó el rostro para encarar la Maravilla Suprema.

    —«Ascenderé a ese lugar sea como sea. Estoy segura de que encontraré al enemigo allá arriba —reflexionó, sin quitar la vista de su objetivo—. Narella, Theron… En ustedes queda el cuidado de la Tierra».


    ==Inmediaciones del Santuario de Atenea. Bosque de Pangrati==

    Sin ningún temor, el joven Theron de Unicornio encaraba a sus dos enemigos. El Caballero de Bronce protegería con su vida la de su amiga.

    Ambos rivales lo observaban con indiferencia.

    —Desiste ya, pequeño —le aconsejó Mirja de Sauce—. Eres un ingenuo si crees que podrás enfrentar a dos Guardianes de Mielikki en su ambiente natural.

    —No fue coincidencia que hayamos escogido este lugar para la batalla —secundó Rasmus de Zorro Polar, juntándose con su compañera—. Tenemos la protección de nuestra señora al pelear en un bosque.

    —¡No me interesa si son cien de ustedes y tienen toda la ventaja del mundo! ¡Lucharé para proteger a la Tierra y a mi amiga!! —desafió enérgico el joven Santo.

    Narella estaba sentada detrás suyo, aún paralizada por el dolor de su herida. La determinación de su amigo no le sorprendía, porque así lo había conocido desde siempre.

    —Me encanta que mis víctimas se nieguen a morir. Eso hace más emocionante cazarlas… —comentó el Guardián encapuchado en tono malicioso.

    Justo cuando se disponía a arremeter contra el Santo, su acompañante lo detuvo posando la mano en su hombrera.

    —Espera, Rasmus. Desde hace un momento estoy encendiendo mi cosmos para ejecutar mi técnica. Permíteme encargarme de él. Después saciarás tu sed de sangre con la chica.

    El Guardián en armadura negra no atinó a protestar, y sin decir una palabra aceptó la sugerencia, retrocediendo unos pasos. Su mirada asesina se desvió y clavó sobre la Guerrera de Sextante. Estaba impaciente por atacarla.

    —Mostraste mucha determinación en la batalla, Theron. Pero la victoria depende de la fuerza y el poder del cosmos. Te lo demostraré ahora mismo con mi máxima técnica.

    El cuerpo de la Guerrera de Sauce era bañado por una densa aura verde oscuro. Su armadura de la misma tonalidad resplandecía majestuosa.

    —¡‘La Maldición de Luonnotar’!

    El bosque de Pangrati se sacudió con intensidad. Los árboles se distorsionaban de manera grotesca, como si se tratara de seres animados por una misteriosa fuerza. Nada pudo hacer el Unicornio para evitar ser aprisionado por fuertes lianas y ramas. Sus brazos, piernas y cuello habían sido inmovilizados por los apéndices de los árboles, los cuales lo sostenían firmemente. Por más que batalló por liberarse, su esfuerzo fue infructuoso.

    —Es inútil que luches, Caballero. Es la misma voluntad del bosque la que te está aprisionando. Desde tiempos ancestrales, Luonnotar, el espíritu de la naturaleza, se ha encargado de proteger a la diosa Mielikki. Y es precisamente ese espíritu el que te desmembrará dolorosamente.

    Theron se esforzaba por detener la técnica de su enemiga, pero mientras más forcejeaba, los árboles más tironeaban sus extremidades y su cuello. Faltaba poco para que sus brazos, piernas y cabeza fueran arrancados de cuajo. La tortura era insoportable.

    —No puedo… acabar así… —musitó el agredido con dificultad—. Soy un… Caballero de Atenea…

    De no ser por la providencial intervención de la Guerrera de Sextante, el Unicornio habría sido asesinado en unos pocos segundos. Sobreponiéndose al dolor que la atenazaba, la joven de cabello rosa se las arregló para rescatar a su exhausto compañero y apoyarlo en su regazo.

    —¡Imposible! —profirió sorprendida la Guardiana—. ¡¿Cómo es posible que lo hayas liberado tan fácilmente de una prisión creada por la misma naturaleza?!

    —Pude ver a través de tu técnica —empezó a explicar la Amazona enmascarada, aún intentando detener el sangrado de su hombro—. Utilizas hilos de energía casi imperceptibles para canalizar tu cosmos hacia los árboles. Así puedes manipularlos según tu voluntad, logrando incluso que se muevan y aumenten su resistencia física, para que ni siquiera un Caballero pueda romper sus ramas. Eso que dijiste sobre el espíritu de la naturaleza es solo una patraña. Eres tú quien controla al bosque.

    La prodigiosa vista de Narella le permitió percibir los delgados hilos de cosmos que unían la energía de la Guardiana con la del bosque, así pudo cortarlos a gran velocidad y rescatar a su amigo justo a tiempo.

    —Vaya, me sorprende bastante que una niña de bronce haya descubierto el secreto de mi ken. Tú no eres una humana común, ¿o me equivoco?

    La joven enmudeció por un instante. Con Mirja y Rasmus dispuestos a exterminarla, y con Theron desmayado y en tan mal estado; la muchacha pensaba con desesperación una estrategia para salir airosa de la batalla.

    —Ya te divertiste bastante, Mirja —manifestó el Zorro Polar, haciendo a un lado de manera grosera a su compañera—. Observar tanta sangre me emociona al extremo. Pero no es suficiente… ¡Quiero ver más! ¡Quiero que ese color rojo puro tiña este bosque!

    —«Rasmus hace honor al espíritu de Ajatar, al cual representa —reflexionó la doncella de Sauce—. La entidad malvada que controla a los animales del bosque tiene ese mismo instinto salvaje. No es coincidencia que llamen a Rasmus, el “Asesino de las Sombras”, ya que no está satisfecho hasta perseguir, torturar y matar a su víctima…»

    En un parpadeo, Rasmus había elevado su fuerza cósmica a un nivel prodigioso. Las hojas de los árboles del bosque de Pangrati parecían danzar al mismo ritmo del cosmos negro del Guardián. Entre los oscuros arbustos y árboles, incontables pares de ojos brillaban en un amenazante carmesí.

    —‘Sigilo Salvaje’.

    Tras la evocación del nombre de la técnica, el enemigo desapareció de la vista de todos. A pesar de su extraordinaria vista, Narella apenas pudo vislumbrar las innumerables ráfagas cortantes que arremetieron contra ella y su amigo. Su reacción inmediata fue abrazarlo en un intento por protegerlo con su propio cuerpo. La lluvia de filosos zarpazos invisibles al ojo común rebanó sin piedad a la Guerrera de Sextante, quien sostenía con fuerza al indefenso Unicornio. Los cortes limpios en la piel desprotegida por su cloth de bronce sangraban sin cesar, produciendo aún más emoción en el sádico Guardián.

    —¡Esto es estupendo! ¡El color intenso de tu sangre es hermoso! —declaró con desbordado frenesí el hombre en armadura negra, reapareciendo y acercándose a los dos Caballeros—. Pero no es suficiente, ahora quiero sentir su tibieza entre mis manos.

    Narella apenas y podía mantener la consciencia. Había perdido gran cantidad del líquido vital y el agudo dolor de sus cortes la atormentaba. Sin embargo, la muchacha no se rindió y se reincorporó con bríos, encarando sin temor a su malvado oponente.

    —¡No tocarás a mi amigo! ¡Él se arriesgó para protegerme y ahora yo haré lo mismo!

    La Amazona de Sextante incendió su cosmos a su máximo posible, a la vez que lo concentraba en sus puños. Al no poseer ninguna técnica de combate, esa fue su única alternativa.

    Al verse frente al finlandés, le lanzó un fuerte golpe luminoso que fue contenido sin dificultad.

    —Estás más muerta que viva, pequeña. Así ya no me parece divertido verte sangrar. Será mejor que te ejecute de una buena vez. Pero antes…

    Una veloz ráfaga cortante arremetió contra el rostro de Narella, partiendo su máscara en dos para revelar su cara. Su rostro de facciones delicadas mostraba una expresión de estupefacción. En sus ojos de pupilas rosas era evidente la incredulidad.

    —Es un lindo rostro el que escondías bajo esa fea careta de metal. Tenía curiosidad de verlo antes de matarte…

    —¡Maldito! ¡No me dejaré asesinar así de fácil! —profirió la muchacha con un nuevo semblante de furia, en un intento por seguir atacando al hombre encapuchado. Por desgracia sus golpes se hacían cada vez más débiles a causa de la pérdida de sangre.

    Rasmus elevó el brazo derecho, emulando el movimiento de un verdugo levantando el hacha para ejecutar a su víctima.

    —¡Muere, Guerrera de Atenea!

    Un terrible golpe resplandeciendo en púrpura chocó de lleno contra el rostro encapuchado del ‘Asesino de las Sombras’, al tiempo que el causante de la agresión exclamaba:

    —¡‘Galope de Unicornio’!!

    Theron había despertado y ejecutado su técnica en el momento más crítico, salvando así la vida de su amiga.


    ==Ruinas del Santuario de Atenea==

    —Sin duda el poder de los dioses es algo temible —dijo con tono de voz frío un joven ataviado en una gruesa y larga capucha que le cubría todo el cuerpo—. Aunque esto no es nada en comparación con el castigo divino que imagino está por venir.

    El recién llegado inspeccionaba con indiferencia el lugar de la reciente batalla contra Viracocha, siendo su vestimenta fuertemente azotada por el viento.

    Una veloz corriente de aire liberó su rostro de la caperuza, sacudiendo su largo cabello verde claro y dejando visibles sus penetrantes ojos dorados. En el centro de su frente resaltaban dos lunares marrones, característicos de los habitantes de la legendaria Lemuria.

    —Llegamos demasiado tarde, Raistlin. El Santuario es una completa ruina —intervino su acompañante, escoltándolo en la escena.

    Aquel muchacho era más alto y fornido, con características físicas similares que las de su compañero. Él también era lemuriano y de igual manera, envolvía su cuerpo en un atavío que ocultaba por completo su voluminosa figura.

    —No sacas nada resaltado lo obvio, Caramon. De todas formas, nuestro destino no es este Santuario, sino esa fortaleza que levita en el cielo —aseveró el joven de apariencia más pequeña, clavando su severa mirada amarillenta en la Maravilla Suprema.

    —Pero hermano, antes de partir, deberíamos buscar sobrevivientes en los alrededores y ayudar a las personas de los pueblos cercanos. Me imagino que habrá muchas víctimas de ese terremoto que sentimos hace poco —le sugirió el muviano espigado a su interlocutor.

    —En estos momentos el mundo es un absoluto caos, hermano menor. Los sentimentalismos y la bondad improvisada no sirven de nada cuando reina el miedo. Si de verdad queremos ayudar a la humanidad, debemos cortar la amenaza de raíz. Cuántas veces tengo que repetirte que las emociones no sirven de nada en el campo de batalla.

    —Eso no es lo que nos dice nuestro maestro —lo corrigió su hermano Caramon—. Él siempre nos ha enseñado a luchar con pasión, teniendo en mente que debemos proteger a quienes amamos. ¡Es por eso que debemos ayudar a quienes nos puedan necesitar!

    —El cosmos del maestro Kiki desapareció hace un buen rato —repuso el frío Raistlin—. Estamos solos en esto, hermano. De aquí en adelante depende de nosotros dos.

    Una poderosa presencia se hizo presente ante ambos, interrumpiendo su conversación. Aquel cosmos magnánimo les era totalmente desconocido a los hermanos lemurianos, así que sin dudarlo se pusieron en guardia dispuestos a enfrentar a un posible enemigo.

    —Ustedes dos son Caballeros de Atenea, ¿cierto? —les preguntó con tono tranquilo una suave pero decidida voz masculina salida de la nada.

    Sin responder a la pregunta que les hizo aquella entidad, ambos jóvenes se despojaron de las capas que los vestían, rebelando así las armaduras de bronce que orgullosamente portaban.

    —¡Soy Caramon de Oso! —se presentó el joven más alto y fornido—. ¡Y será mejor que des la cara de una vez, seas quien seas!

    —Y yo soy Raistlin de Lobo —intervino con seriedad el hermano mayor—. Si tus intenciones son detenernos, no te será nada fácil derrotar a dos Santos.

    —Alguna vez conocí a varios guerreros de Atenea que tenían el mismo brillo en los ojos que poseen ustedes —añadió pausadamente aquella voz—. Mi deber ahora será comprobar si tienen lo necesario para ascender la morada de los dioses… ¡Kân!

    El ambiente se distorsionó repentinamente. El estrepitoso cambio de escenario consiguió aturdir los cerebros de los muvianos de bronce.

    —Hermano… esto es increíble… —murmuró con dificultad el Oso, al ver elevándose frente a él aquella colosal figura salida de la nada—. Es imposible que nos encontremos en…

    —Así es Caramon —le interrumpió el Lobo con desconcierto, mirando hacia lo alto al igual que su hermano—. Nos encontramos sobre la palma de Buda…

    Continuará…

    ==========================

    El día de hoy les presento el fanart de una de Guardianas de Mielikki:

    Mirja de Sauce

    [​IMG]

    Gracias a mi amiga Alalá por darle color a este fanart. Quedó hermosa la guerrera que custodia el bosque de Luonnotar.

    Nos leemos en el siguiente capítulo. Un abrazo desde Ecuador.


     
    Última edición: 2 Julio 2020
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  18.  
    Sheccid

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    hola
    Uff,hasta que por fin me paso por aquí. Como a lo largo del fic,no me has decepcioado.
    Primero que nada, perdón por la tardanza,estuve en parciales y luego los maestros se pusieron de acuerdo para cargarnos de tarea.
    y no te preocupes si tardas en actualizar,yo espero,el fic verdaderamete vale la pena.
    Ahora sí, a lo que venía: Me pusiste muy nerviosa con la batalla contra los guardianes de la diosa finlandesa. En serio me paree un anime,puedo formar las batallas y accines en mi cabeza,como si lo estuviera viendo.
    y vaya que Rasmus es un sádico,parece asesino serial.
    ¿Quién es el que utilizó la técnica de la Palma de Buda? ¿será que Shaka anda por ahí,probando a esos dos hermanos que me cayeron tan bien?
    y volviendo a la otra batalla, que coraje, que Narella le rompa la cara a rasmus, maldito ¡como se atreve a verla sin máscara! Ya me enoje,rayos.
    Sin duda fue un capi muy emocionante,gracias por invitarme, y no te presiones,yo espero el siguiente capi con calma.
     
  19.  
    Sheccid

    Sheccid Usuario común

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    Escritora
    P.D: Siempre se me olvida comentar el fan art: definitivamente hacen un excelente trabajo n.n me gust mucho como dibujaste y colorearon a Mirja, creo que su vestido-armadura representa muy bien su funcion de guardiana del bosque.
     
  20.  
    Kazeshini

    Kazeshini Caballero de Junini

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    Hola Sheccid.

    Ya ha pasado más de un mes desde que publiqué el capítulo 18, así que aprovecharé este tiempo libre para actualizar la siguiente entrega.

    Primeramente, te agradezco mucho por tus comentarios y por tu comprensión. Me he visto bastante complicado de tiempo, pero continuaré haciendo esto que tanto me gusta. Con respecto a lo que me comentas, entiendo que también te veas limitada de tiempo. También pasé por la vida estudiantil y sé lo complicada que puede ser (y más cuando tienes profesores a los que les encanta ver sufrir a sus estudiantes ._. )

    Entrando al tema del capítulo, me alegra saber que disfrutas de la forma en la que narro las batallas. Me encanta transmitir la emoción que siento cuando imagino cada combate y también los intensos sentimientos que éstos conllevan.

    Con respecto al usuario de la técnica que implica la ilusión en la palma de Buda, en efecto, lo conocerás en la entrega de hoy (Qué bueno saber que te cayeron bien los hermanos muvianos, por cierto ^^)

    En otro escenario, entiendo tu indignación al saber que Rasmus observó el rostro de Narella. No hay ofrenta más grande para una Amazona, que un enemigo se burle de ella de ese modo.

    Ya por último, quiero agradecerte también por tus comentarios sobre nuestro fanart de Mirja. Justamente a color se nota de mejor forma su relación con el bosque. Te adelanto que el día de hoy conocerás a su compañero, el sádico Rasmus de Zorro Polar.

    Saludos y gracias por todo.
     
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