Romántico Lo siento.

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Este Relato participa en la actividad de Amane ¿Dónde están las Musas cuando las necesitas?
Espero que les guste.

Ben Johnson no era un hombre de muchas palabras, de hecho tampoco era de muchas amistades. Sin embargo, Sally Hale era quizá la única persona a la que le había confiado algo muy importante de sí mismo: su confianza. Pero nunca había sabido cómo llevar adelante una relación: era egoísta, egocéntrico y tal vez incluso demasiado frío. Alguien que tampoco había sabido trabajar en equipo ni liderar con democracia. Y eso mismo lo había llevado muchas veces a quedarse varios días sin la presencia de la única persona que toleraba cada uno de sus desplantes sin perder la cabeza.

Sabía que ella respetaba su espacio todo el tiempo sin reclamarle nada en ningún momento en los meses que llevaban juntos. Es por ello que nunca podía dejar de sentirse vacío cuando ella se alejaba cautelosamente de su lado o cuando por alguna razón él mismo lo hacía. Y es por eso que se decretaba un completo estúpido por no saber expresarse como realmente quería. Pues no hacía mucho que había descubierto que amaba a esa mujer como nunca había amado a nadie. Incluso más que a sí mismo. Pero cuando tenía la oportunidad de hacerlo, esas palabras que quemaban en su interior no salían más allá de su boca.

Y volvía a perderla como muchas otras veces.

—Lo único que yo me pregunto es ¿por qué ella sigue dándote una oportunidad? —El anciano ató las dos rosas blancas con un hermoso lazo rosa pálido. Su destreza y la delicadeza que empleaba para hacerlo era un talento que nadie más que él tenía. Es por ello que Ben siempre terminaba allí por su ayuda y a la vez, inconscientemente por algún consejo. —Digo, yo apoyo toda muestra de amor pero...

—Lo sé, soy una basura.

—Y no te la mereces. —Ben hizo una mueca de disgusto mientras recibía el sencillo arreglo floral. —Aunque admiro tu valor, sé que te esfuerzas por parecer más humano y no tanto como una máquina.

—Yo creo que su sinceridad, señor Marvin es la que debe ser admirada.

—Cuando vives con alguien como Sara Parker, —miró hacia la mujer de sonrisa amable atendiendo a otros clientes del otro lado de la florería —lo único que puedes hacer en esta vida es ser sincero sino quieres estar en problemas.

—Lo tendré en cuenta. —Le alcanzó un par de billetes. —Conserve el cambio. —Añadió antes de marcharse.

—¡Recuerde, señor Johnson no existe nada mejor que demostrar lo que uno siente! —Escuchó antes de que la puerta se cerrara detrás de él.

Manejó por media hora rumbo a la empresa de su familia en la que ocupaba y compartía la presidencia junto a su hermano mayor; la misma dónde Sally Hale trabajaba en el sector de diseño. Parte de que no pudiera sentir sus manos de tanto apretar el volante de su auto, se debía a que en cuestión de segundos iba a hacer públicos sus sentimientos de la manera que en un pasado lo hubiera calificado como estúpido y un cliché pasado de moda.

Sin embargo, era el paso que se veía obligado a dar por todas esas veces que no había sido capaz de hacerlo. Además, tenía razones más claras y con objetivos más fuertes. Y claro, sentimientos más verdaderos.

Después de llegar y cruzar prácticamente el edificio entero, bajo las miradas intensas de sus empleados y escuchar de paso sus murmullos, logró quedar frente a la puerta de la oficina de ella. Estuvo por lo menos dos minutos enteros mirando la misma esperando que el valor llegara a él en cualquier instante, más parecía haberse retrasado dado que aún seguía allí. Y pensó realmente que ahí se quedaría hasta que una voz cargada de diversión detrás de él, lo sacó de sus más profundos pensamientos.

—¿Admirando la madera, Señor Johnson? Es una imitación de caoba perfecta, pero sigue siendo una imitación. —Al girarse se encontró con Sally. No había notado tanta luz cuando había entrado y sin embargo, sobre ella parecía haber algún tipo de brillo que emanaba una inusitada paz. De repente había dejado de sentir ese miedo que lo había acompañado todo el camino y en su lugar, ahora sentía con más fuerza esa valentía que no siempre lograban tener con facilidad; no sin ella.

—Son para ti —ella bajó su mirada a sus manos que sostenía las hermosas rosas blancas y sonrió antes de recibirlas.

—Son hermosas, ¿tienen nombre? —Ben sonrió apenas, se podría decir que era su mejor intento de sonrisa pero era una sincera y honesta, más que todas aquellas que había efectuado en un pasado.

—«Lo» y «Siento», ambas son hermanas gemelas, aunque digan que no lo parecen. Una no puede vivir sin la otra y es que separadas no tienen un mayor sentido, más cuando están juntas logran algo que muchos no son capaces de transmitir. Y ellas han venido conmigo para poner a prueba su talento. —Ella fijó sus ojos sobre los suyos. —Lo siento.

—Lo sé —respondió enternecida —y por eso mi amor por ti jamás a cambiado. —Sally acortó la distancia que los separaba y llevó una de sus manos hacia su rostro, el mismo que acarició con suma delicadeza. —Pero déjame decirte algo, yo estoy dispuesta a esperarte todo el tiempo que tú quieras, necesites y todo eso que un hombre con tu perfil requiere. Pero deseo que no llegues tarde, porque de ambos no seré yo quién sufra. No quiero que te sientas arrepentido y pienses en el «si hubiera...». Aunque también anhelo que te atrevas a pedirme aquello que no siempre te animas a decir. Porque créeme, tu vida podría cambiar por completo para bien y tal vez, si me equivocara, para mal. Sin embargo siempre sabrás que lo intentaste y que no te quedaste de pie mirando como todo seguía su curso sin ti. —Ben suspiró y fue su turno de llevar sus manos hacia el rostro de ella. La acercó tanto como pudo para confesarle finalmente aquello que sólo lo había estado volviendo loco por dos largas semanas.

—No merezco estar a tu lado, Sally pero descubrí que te amo y que no estoy dispuesto a verte en otro lugar que no sea a mi lado. —Ambos se sonrieron antes de fundirse en un beso, un beso que tenía más que un significado, lleno de aquello que prefirieron callar para demostrarlo con el acto más sencillo de la humanidad. Necesitado, dulce, inocente y puro. Hambriento de más y a su vez lento y pasivo disfrutando de algo que no siempre se habían permitido.

El final y el inicio de algo distinto. Un cambio, tal vez y el primer paso al mañana que los estaba recibiendo aún con sus incontables desafíos. Pues Ben algo había aprendido durante ese tiempo y de ella principalmente, que: «el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».