Latidos Negros

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por sinosuke, 3 Enero 2011.

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    sinosuke

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    CAPÍTULO 1 –

    Esa mañana, sonó el despertador. Yo no lo había puesto, en serio. Creo, que fue la venganza de mi pequeño y malvado hermano. Si bueno, las cinco de la mañana de un sábado, haber quién se levanta. Lo peor de todo esto es que, cuando lo apagué, a las cinco y cinco de la madrugada me volvió a sonar. Esta vez con una melodía extraña. Como si fuera un órgano tocando una canción triste y melancólica. Eso, si lo preguntáis, me dio miedo. Mucho, para ser sinceros.

    Esta vez, decidí levantarme, ya de mala leche, para apagar el estorbo de mi nuevo despertador. Me volví a dormir. Igualmente a los cinco minutos volvió a sonar, esta vez más fuerte. Casi me caigo de la cama al intentar levantarme. Cogí el enchufe, lo quité y automáticamente dejó de sonar.

    Me metí en la cama esta vez mas tranquila. No volvería a sonar. Pero estaba equivocada. Ahora fue el móvil. Mmm... recuerdo que ayer por la noche lo apagué. Bueno, estaba un poco paranoica estos días, con todos los exámenes de finales de curso.

    Me volví a levantar y cuando abrí el móvil, automáticamente dejó de sonar. Número oculto. Genial. ¿Qué idiota me llamaba a las cinco y cuarto de la mañana?

    Maldita sea. Decidí que hoy sábado, día 31 de octubre, no dormiría más. La razón, ya no tenía sueño. Ni ganas de soñar.

    Me encaminé descalza a la cocina, donde cogí un tazón de leche y le metí mis galletas favoritas en forma de dinosaurio. En cuanto acabé mi habitual desayuno, me tomé una ducha. Tan calentita... me relajé un rato.

    En cuanto salí, me vestí con unos pantalones vaqueros y una camiseta que me encantaba desde el primer día en que la vi, sola y abandonada en aquella tienda que estaban por cerrar. Era una camiseta de tela fina. Tenía dibujos muy llamativos, de muchos colores y formas. Con mis habituales zapatos azules, en forma de bota.

    Pronto, ya estaba preparada para salir a pasear. No sé donde, pero a pasear.

    Salí por la puerta principal y las siete y media de la mañana me fui al parque. Allí había un señor, sentado en un banco, leyendo un libro. Me acerqué y me senté junto a él.

    Era un hombre de entrada edad. Tenía el pelo blanco con barba del mismo color. Sus ojos eran de un espectacular color gris. Era de hombros anchos y parecía ser alto.

    Al sentarme, el hombre sonrió. Sus dientes eran blancos como la nieve misma y los colmillos... eran muy puntiagudos.

    - ­¡Qué libro tan maravilloso! – exclamó el hombre – “La Shima, la tregua entre ángeles y demonios, nacerá pronto, para gobernar con el bien o con el mal. De todas formas ellos lucharán por ella y por su amor.” – recitó.

    Al acabar, me miró y su sonrisa volvió. Un viento tranquilo, sopló entre nosotros.

    - Bonito día, ¿verdad? – No podía apartar la mirada de aquel hombre. Me tenía encerrada entre sus ojos.

    No podía abrir la boca. ¿Qué diablos me pasaba? Habla. Habla, habla.

    - Supongo que sí, - le conseguí decir, apartando la mirada – aunque, un poco sombrío.

    El hombre no dijo nada. Miraba la luna que aunque no estaba llena, le quedaba poco.

    - Hoy es el día, - dijo, como quién no quiere la cosa – es el día de Hallowen. Y además, creo que hoy... alguien cumple años. – entonces me miró.

    ¿Quién cumple años? Hoy estábamos a 31 de octubre.

    - ¿Los cumple su hijo? – le pregunté, ahora no me iba a dejar con las ganas de saber quién cumplía los años el mismo día que yo.

    Un momento... ¿El mismo día que yo? ¡Oh Dios mío! ¡Hoy era mi cumpleaños! Pero... ¿Cómo éste hombre extraño a mi lado, sabía cuando cumplo años?

    Cuándo me giré para preguntarle, el hombre se había esfumado en el aire. En su lugar, estaba ese libro que estaba leyendo. Miré hacia los lados. No había nadie. Cogí el libro y le eché un vistazo. “La Shima”, ese era su título. Leí las primeras páginas, eran interesantes.

    “La Shima, la mujer que tendrá el mundo en sus manos, la que controlará cada decisión, cada paso, cada acción. Para hacer bien o para hacer mal, eso depende solo de ella. Vendrá al mundo el día, en el que las líneas de los mundos se pueden traspasar sin problemas. El 31 de octubre, el día al que los humanos, le dicen Hallowen.”

    Estas, fueron las palabras que se me quedaron grabadas en la mente.


    Al llegar a mi casa, mis padres me esperaban sentados en una mesa. Cogidos de las manos y hablando en voz baja.

    - Esmeralda, - me dijo mi madre. – Hija, siéntate con nosotros y hablemos de algo.

    Simplemente, genial. Por favor, que no sea una charla sobre el sexo... por favor Dios, no me hagas esto. Acabo de cumplir los 16. De veras, ¿creen que no me lo han explicado? En todas las tutorías del instituto, siempre, hablábamos de esto.

    Me acerqué lentamente y me deslicé en la silla, en frente de mis padres.

    - Hija, hoy es tu cumpleaños – comenzó mi padre – mira cariño...

    Mi madre se puso a llorar antes de que me lo dijera. Tuvo que salir del pequeño salón. Aún así sus sollozos se escuchaban.

    Mi padre bajó la cabeza y se presionó con sus dos dedos, el puente de la nariz.

    - No te queríamos arruinar el día,- me susurró mi padre – hija... tu abuela Dana, acaba de fallecer. Nos han llamado de Urgencias... – No pude escuchar más, dado que mis sentidos se habían vuelto negros.

    Dana, mi querida abuela, acababa de fallecer.

    Con ella, pasé toda mi infancia. Mientras mis padres trabajaban, viajando de aquí a allá, mi hermano Andrés y yo, nos quedábamos con ella. Fue Dana, quién nos educó, quien nos enseñó el sentido de la vida, las leyes que tenemos que respetar. Ella, era como nuestra madre.

    No me había dado cuenta de que estaba llorando. Mi padre me abrazó, no me di cuenta, de que se había levantado. Rápidamente me deshice de su abrazo y salí corriendo, disparada hacia el bosque del pequeño pueblo, en el que vivía.

    Erebetled, era un pequeño pueblo situado al Este de España. Mi abuela, había fallecido en Valencia, su tierra natal. Quería vivir sus últimos días donde pasó su infancia y su juventud. Donde conoció al padre de su única hija. Es decir, mi madre.

    No me lo podía creer. No podía ser. Mi abuela no estaba muerta.

    Corrí y corrí. Adentrándome cada vez mas y mas en el bosque. Sin rumbo ni dirección. Solo corría. Cuando me cansé me senté en la raíz de un gran árbol. Allí grité, sollocé y lloré a todo pulmón. Desahogándome.

    Cuando me tranquilicé un poco. Dejé de llorar y de berrinchar, puse mi cabeza entre mis piernas y me fui calmando cada vez más.

    Se suponía que este iba a ser el mejor día de mi vida. Los dulces y esperados 16. Habían sido cancelados. El mejor día de mi vida, se convirtió en el peor de todos.

    Tan centrada estaba en calmarme, que no me di cuenta de que alguien se acercaba a mí.

    - Perdone señorita, ¿le puedo ayudar en algo? – me preguntó alguien.

    Me sobresaltó.

    Cuando levanté la cabeza, lo primero que vi, fue una mano blanca como la nieve, tendiéndome un pañuelo del mismo color. Casi no distinguí el pañuelo de la mano.

    Lo cogí entre mis manos y me limpié los ojos.

    - Gracias, - le respondí amablemente levantando la cabeza.

    Y lo que vi, no tenía precio. El chico del pañuelo, era ni más ni menos, un ángel.

    Sus facciones eran finas, pero varoniles al mismo tiempo. Sus ojos eran de un color azul cielo. Su pelo era rubio como el sol, bien peinado y limpio. Sus labios eran carnosos y sus mejillas estaban coloradas.

    Su cuerpo era alargado, pero perfectamente proporcionado. Detrás de esa camiseta blanca, se escondían unos músculos muy bien formados.

    El chico, al verme mejor, frunció el ceño y dio un paso hacia mi.

    - Me llamo Matwel – se presentó el chico. - ¿Te pasa algo? He oído gritos y sollozos, he venido lo más rápido que he podido.

    Me quedé sin palabras.

    - Bueno mi... mi, mi nombre es Esmeralda – me presenté formal, aunque con ganas de llorar – Siento mucho, si he molestado a alguien... acabo de perder a una persona muy importante en mi vida.

    Entonces volví a llorar. Aún mirándole, las lágrimas salían de mis ojos como cataratas.

    El chico estaba decidido. Acortó la distancia entre nosotros y me abrazó. Su tacto, era frío y me hacía sentir cansada.

    - Yo también perdí a gente que era importante. – me dijo – Mis padres, mis hermanos, mis tíos... todo lo perdí en la guerra.

    Estaba tan cansada que no escuché ni una palabra.

    El chico, se ofreció a acompañarme a casa. Eso hizo. No cruzamos palabra en ningún momento del camino.

    Si que había corrido. Se estaba haciendo largo el camino.

    En cuanto llegué a casa, me despedí de Matwel y me fui directa a mi habitación. Allí me quedé dormida profundamente.
     
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    Naila

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    Quiero maaaas! xD

    Me ha gustado mucho. Quiero sabe más de ese extraño hombre que regala libros y desaparece sin más. Y también del ángel.

    Me gusta tu historia, es muy interesante, me gusta mucho el detalle de halloween, no mucha gente escribe sobre eso. Así que anda, espero un próximo capítulo ya que me he quedado con ganas de leer más.

    Un saludoooo :3
     
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    sinosuke

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    CÁPITULO 2 –

    A las 6:30 de la tarde, todos mis amigos, acudieron a mi casa. Claro, era el día de Hallowen, era tradición en nuestro grupo, disfrazarnos para ir al parque. Mucha gente se conocía allí y hacían amistades. De echo, mis amigos y yo, nos conocimos hace diez años allí.

    Toda la gente del pueblo acudía a la fiesta. Ponían música y comida. Era un evento típico en el pueblo desde que tengo memoria.

    - Toc-toc – entró mi amiga Pilar en la habitación. - ¿Estás bien Esmeralda? – me preguntó apenada y triste.

    A mi amiga Pilar, la conocía de toda la vida. Recuerdo que fui yo la que se lanzó cuando teníamos 6 años y le preguntó si quería que fuésemos amigas. Ella aceptó contenta y desde aquel día, somos las mejores amigas.

    - Supongo que si... – le dije con la cabeza gacha.

    El sueño que había tenido, me reconfortó. En el sueño aparecía mi abuela, envuelta en una luz blanca y saludándome con las manos. Ella me decía que no me preocupara por ella. Que ahora estaba con la gente que perdió hace ya tiempo. Que viviera mi vida y ella siempre me recordaría y me llevaría en su corazón.

    - Si no quieres ir a la fiesta no hay pro... – no le dejé acabar la frase.

    - Voy a ir a la fiesta. – Le respondí seria.

    Mi amiga me sonrió y de repente, todos mis amigos irrumpieron en mi habitación y nos dimos un abrazo grupal.

    - Chicos, que haría si no os tuviera... – sollocé y las lágrimas se contagiaron.

    - Pues lo primero de todo... – Oria, se rebuscó en los bolsillos- mierda, donde están los pañuelos cuando se les... necesita – lloró mi amiga, capitana de las animadoras.

    Estaban todos al completo. Pilar, Oria, Mikel, Natalie, Jason y Herat. Todos mis amigos llorando y sufriendo conmigo.
    - Bueno... esto... – dijo Herat, escondiendo sus lágrimas. – Hemos traído los disfraces y todo lo necesario para estar preparados para nuestra noche del terror...

    Entonces se abalanzó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas. Junto con todos mis amigos que también me cogieron por sorpresa. Hicieron bien en no ponerse delante de mis piernas, hubieran acabado con un ojo morado... o peor.

    Me hicieron reír un rato.

    Herat... era simplemente Herat, el mejor amigo que puedes tener. Había cambiado mucho desde el día en el que nos conocimos. Ahora su cuerpo era tan grande como el de un toro. Era alto y con unos músculos exagerados. Sus ojos color café, incitaban a hacer muchas cosas y su pelo alborotado, rizado y negro, tenían un letrero que decía: “Tócame” ... siempre lo vi como un hermano, pero desde hace un par de años me atrae físicamente.

    Jason... me recordaba a una pelota. Su estatura era mínima y además le sobraban un par de quilos. Sus ojos, eran de un tono caramelo muy tierno y su pelo, era pelirrojo.

    Mikel y Pilar, eran tal para cual. Aunque no reconocían su amor, todos sabíamos que se gustaban... y mucho.

    Mikel, era alto y delgado. Con sus músculos bien formados. Su pelo rubio, de un tono arena, le caía en melena hacia atrás. Sus ojos color miel y sus labios finos, fueron los causantes de que mi amiga, se enamorara de él. Por no hablar de su aro en la oreja derecha...

    Pilar... era mi mejor amiga, sin duda. Su pelo castaño, casi rubio, caía en cascada rizada hacia atrás. Su altura y sus piernas, eran perfectas. Sus ojos de un color azul cielo miraban a Mikel con recelo.

    Natalie y Oria, eran las gemelas. Las dos rubias, levantaban a los muertos de sus tumbas al pasar por el cementerio. Sus ojos verdes, cautivaban a un rey. Su complexión esbelta, lo decía todo sobre ellas. Peligrosas y amables.

    - Manos a la obra, chicos... – animó Pilar, cogiendo bolsas y más bolsas, que estaban esparcidas por el pasillo. – Chicos, al cuarto de Andrés... de paso lo vestís a él también.

    Una vez los chicos salieron de la habitación y pusimos el seguro a la puerta, comenzó la sesión de disfraces.

    Cogí el disfraz de hada. El color azul grisáceo del vestido, contrastaba con el de mis ojos, del mismo color. El pelo, me caía ondulado por la espalda. De un color castaño rojizo.

    El vestido, me venía perfecto.

    Pilar, se disfrazó de Cleopatra... ¿No sería una casualidad, que Mikel fuese de César? Parecía Cleopatra de verdad. Su vestido blanco, arrastraba por el suelo. Pero igualmente, estaba radiante.

    Las gemelas, habían decidido disfrazarse de brujas. Las dos con un vestido negro, que hacía resaltar su figura. Su pelo, perfectamente peinado.

    Me sentí una mosquita muerta al lado de ellas.

    En cuánto bajamos al salón, los chicos junto a mis padres, nos esperaban de pie.

    Mi madre, se puso a llorar y tubo que volver a salir con mi padre a la cocina. Me puse un poco triste.

    Como predije, Mikel iba de César. Con su corona echa de hojas. Y una sábana blanca que enrollaba su cuerpo a forma de túnica. Ahora que lo veo mejor... le daba un aire al César de verdad.

    Jason, iba vestido de calabaza. Lo cierto es que no necesitó relleno para el traje. Le quedaba bastante bien y estaba guapo con ese sombrerito verde... un momento, no era un sombrerito... ¡ Se había tintado el pelo de verde!

    Reí en voz baja.

    Al llegar a Herat, sus ojos me observaban inquisitivos.

    El traje de “El Zorro” , que había elegido para la ocasión, le quedaba muy bien. Parecía un Antonio Banderas de verdad... un poco más musculoso y eso pero... bastante bien.

    - Estás preciosa... – musitó Herat, en voz alta.

    Mis amigas, que sabían de la atracción que sentía por él, comenzaron a toser in disimuladamente.

    Ya les expliqué, un millón de veces que solo le quería como un hermano. Pero nada más. Bueno vale, quizás me parecía un chaval atractivo y que estaba bastante bueno, pero... pensaba lo mismo de mi hermano.

    Por cierto, ¿Dónde estaba ese niño, de 14 inmaduros años?

    En ese momento salió de la cocina con un batido de chocolate en las manos. Vestido normal, pero con un turbante que parecía que le hubiesen clavado una flecha en la cabeza.

    - ¿Nos vamos? – preguntó sorbiendo un trago de su batido.

    Y con eso, nos encaminamos al parque. Bueno, quizás no lo pensaba de mi hermano...

    Al llegar al parque, un montón de gente ya estaba allí. Entre el mogollón pude distinguir a la Señora Camila, la directora del instituto, disfrazada de pirata y su marido, disfrazado de polizón.

    Frac, el hijo del panadero, también estaba allí con su pandilla de niños pijos y mimados. Que ganas me daban de darle una patada en el trasero...

    La noche pasaba lenta. Herat, había desaparecido, se había esfumado en el aire. Me quedé en la mesa de la bebida.

    - Valla, nos volvemos a ver – insinuó una voz detrás de mi.

    Automáticamente me di la vuelta y allí estaba él. Matwel. Vestido como un ángel.

    Sus alas extendidas, blancas como la nieve y llenas de plumas. Vestía de blanco completamente.

    - Wow... – musité – pareces un ángel de verdad.

    El me recorrió de arriba abajo. Me sentí vulnerable ante su mirada.

    - Tu... estás preciosa – me lo dijo con tanta ternura, mirándome a los ojos y tan...

    En ese momento apareció Herat. Sonrió en mi dirección.

    - Siento haber tardado tanto es solo que... – miró al ángel parado a mi lado y abrió la boca – Buaah... Tío ¿cuánto te ha costado el traje?

    Me quedé mirando de uno a otro.

    - Herat... el es Matwel – miré a Matwel – Matwel, él es Herat.

    El ángel se quedó mirando a mi compañero que estaba alucinando con sus alas, obviamente falsas.

    En ese momento... necesitaba mi collar. Pero cuando me fui a tocar el cuello, allí no estaba.

    - Mierda... – musité.

    Los dos chicos dejaron de hablar y de mirarse. Ahora me miraban a mi, intrigados.

    - Esto... lo siento... – me disculpé – acabo de perder mi collar de la suerte y lo necesito...

    Entonces Herat, tan caballero como siempre se ofreció a acompañarme, para buscar mi medallón.

    - No te preocupes Herat... tu disfruta de la fiesta, yo la acompaño – sugirió, ahora Matwel.

    Me quedé pensativa. Lo había perdido por el camino y de mi casa, al parque, había medio kilómetro.

    - Esto... chicos, no hace falta que me acompañéis. – les dije. – Ahora mismo vuelvo.

    - Pero... – replicó Herat.

    Le hice un gesto con la mano y enseguida lo captó.

    Me aseguré de que nadie me seguía y busqué por el camino mi pequeño medallón de la suerte.

    Entonces lo vi, pequeño y desolado, tirado en mitad de la acera. Mi pequeño medallón.

    Un chico con alas, lo recogió y lo miró de cerca. No lo había visto llegar. ¿De dónde...?

    - Perdona chico... esto... – le miré, pero no se veía nada en la oscuridad. Maldito faro, cuando se le necesita se funde la bombilla. – El medallón que acabas de recoger, es mío.

    El chico no respondió. Se quedó estudiándome, como si pudiera ver en la oscuridad.

    - ¿Cómo pruebas que es tuyo? – La voz que preguntó, era muy varonil y sexy.

    Vale, por muy sexy que sea su voz, me estaba sacando de quicio... ese era mi medallón.

    - Haber... – musité nerviosa, - detrás del medallón pone una inscripción que pone: “El 31 de Octubre de 1994, nació mi pequeña Esmeralda.”

    El chico le dio la vuelta al medallón, como si la vida le dependiese en ello. En cuanto lo comprobó, se quedó mirándome.

    - Aquí tienes – me tendió el medallón, - Por casualidad... ¿Sabes dónde está el parque? Es para ir con los disfraces y eso...

    Asentí en la oscuridad y caminé en señal de que me siguiera hasta la siguiente farola. Allí le vería la cara.

    Caminando a su lado, me sentía bajita. Ese chico, me sacaba una cabeza o dos quizás.

    Estábamos llegando a la segunda farola cuando preguntó:

    - ¿De veras es hoy tu cumpleaños? – me preguntó.

    Al llegar a la segunda farola... casi me desmayo.

    El chico a mi lado, era el bombón mas dulce que pude ver en mi vida...

    Su pelo alborotado, era de un extraño color... como el mío. Castaño rojizo... quizás rubio. No lo sé. Con esa mierda de farola, no se distinguía mucho.

    Sus ojos eran de un color gris oscuro. Su nariz perfecta, recta y fina. Sus labios carnosos incitaban a rozarlos. Su estatura me lo impedía... quizás si se bajaba un poco mas...

    Y como si me hubiera leído los pensamientos se inclinó hacia mi.

    ¿Qué diablos estoy haciendo? Estaba como en trance, hipnotizada por esos ojos controladores. Pero yo quería... pero no podía...

    Salí de mi trance a tiempo de rozar nuestros labios.

    - Mmm... si, soy de ese día... esto, lo siento – me disculpé – creo que me dejé llevar un poco y...

    El chico sonrió. Una sonrisa que me robó el corazón. Con unos colmillos muy afilados, casi tanto como los de los vampiros.

    - No te preocupes... – dijo, más para si mismo, - algún día, te darás cuenta de que soy el correcto.

    No me había fijado hasta ahora, de que tenía dos grandes alas negras, iba todo de negro. Contrarrestaba, contra el blanco de su piel.

    - Valla... pareces un demonio de verdad – le dije.

    El aludido, sonrió de lado y se pasó su mano por el pelo.

    - Bueno... mi madre me llamaba Luzbel... – me dijo, medio en broma – mi nombre es Markel – se presentó formal.

    Me tendió su mano y yo se la cogí. Su tacto era cálido y me sentía bien y a gusto a su lado. Me sentía... rebosante de energía y capaz de correr una maratón con ese vestido puesto.

    - En fin... yo soy Esmeralda – me presenté yo. – Vamos a la fiesta, antes de que ordenen una partida de búsqueda para buscarme.

    Con lo exagerado que era Herat, si no aparecía en menos de diez minutos... era capaz de sacar al señor Jiménez, el policía, para venir a buscarme.
     
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    Naila

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    Jeje, me ha gustado mucho este capítulo.

    Tu forma de describir las cosas está genial, y cada vez siento más curiosidad. Sé que el angelito y el demonio tendrán algo que ver, por lo de que ya sabrá que él es el apropiado o algo así. Pero supongo que tendré que esperar para confirmarlo.

    Y nada, espero que pongas la conti que me quedo con las ganas de más >.<

    Un saludooo :3
     
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    Ltres

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    me encanto de verdad, esperare el proximo capitulo !! aaa ! se que Esmeralda se quedar con uno de ellos, pero.... con quien???.....=)

    esperamos anciosas el proximo capitulo.
    cariños, besos y abrazos =)
     
  6.  
    sinosuke

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    CAPÍTULO 3 –

    Caminamos en silencio por la estrecha acera. Si no fuera porque me encontraba rebosante de energía en aquel momento, hubiera creído que estaba soñando.

    Aquel demonio a mi lado, era lo más hermoso que una adolescente como yo, pudiera ver en su plena pubertad.

    Markel sonrió. Era la sonrisa ladina mas perfecta que hubiera visto. Aquel chico, acabaría dejándome más loca de lo que estaba.

    - Esmeralda, ¿queda mucho para llegar? – me preguntó impaciente.

    Me giré para mirarlo a los ojos. Grandísimo error. Me quedé hipnotizada, mirando aquel rostro.

    - Bueno, pues... – me quedé callada al escuchar una voz, que provenía de no muy lejos.

    Los dos miramos en la dirección en la que provenía la voz.

    - Marquel – susurró la voz de Matwell, que en cuanto llegó me agarró de la cintura fuertemente apartándome de él.

    La mirada que le lanzó el demonio al ángel fue mortal. Como si estuvieran luchando contra si mismos para no echarse uno encima de otro.

    Al final, Marquel sonrió. Apartó la mirada de Matwell y sus ojos se clavaron como clavos en los míos. Aquella mirada color cenicienta*, paró mi respiración por unos instantes.

    - Matwell, suelta a la chica – susurró el demonio con cara de pocos amigos.

    El ángel que rodeaba mi cintura ahora, me alzaba entre sus brazos, moviendo sus alas y elevándonos hacia el cielo. Miré los ojos azules que ahora estaban concentrados en la luna llena que miraba nuestro vuelo. Bueno, mas bien su vuelo.

    - ¿Qué eres? – casi le grité, con desesperación y ansias por bajar y tocar tierra firme.

    El joven, sonrió. Otra sonrisa que volvió a parar mi respiración, para luego acercar su rostro al mío y conectar nuestras miradas.

    “¿No es obvio?” preguntó su voz en mi cabeza. “ Soy un ángel. El ángel al que tú tienes que elegir para poder reinar en el mundo como Shima.”

    Shima... Aquella simple palabra podía remover mi interior con tan solo susurrarla o incluso pensarla.

    “Tu eres nuestra tregua...” su voz en mi cabeza, comenzaba a marear. Toda la energía recibida por aquel misterioso chico, ahora se estaba agotando con el simple roce del ángel.

    Cerré los ojos lentamente y el sueño venció por completo, mientras el ángel cambiaba su forma. Sus alas se extendieron y se agrandaron como un escudo, mientras nos rodeaba a los dos en ellas.

    Morfeo me acogió en sus brazos por fin.

    Mientras dormía, mi imaginación me transportó a un prado. Lleno de flores de todo tipo de olores y colores. Todo hermoso y sin contaminación.

    Allí estaba aquel hombre. El hombre del parque, el que me dio el libro.

    - Señor... – susurraron mis labios, sin permiso de ser abiertos.

    El hombre, se giró hacia mí y sonrió abiertamente.

    - ¡Shima! – gritó – Juashi meter to bianne for feali Dennai. Quentsha ma dater cute du shima. Demmon arocane Angelique di nami. Gotak ma shima.

    Me quedé mirando al hombre. No sé que expresión debía de mostrar en aquellos momentos, pero muy simpática no sería.

    - ¿Cómo? – pregunté confusa.

    El hombre, rodó los ojos.
    - No entiendes ni tu propio idioma – bufó un poco molesto – Decía que: me llamo Dennai. Encargado de enseñar a la Shima todo lo relacionado con su mundo. El Demonio y el Ángel, ya están en la tierra. Bienvenida seas Shima.

    Al terminar solté un gran suspiro.

    - ¿Qué se supone que es usted?¿Un ángel o un demonio? – pregunté.

    El hombre se quedó pensativo un par de minutos.

    - Soy un mestizo. Hijo de un ángel y de un demonio. – dijo sin reparos.

    En ese mismo instante, todo se volvió negro.

    *Cenicientos: Es algo así como grisáceos.

    Espero que les haya gustado el capitulo.
    Hasta pronto! ^^
     
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    Naila

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    Ais >.< cada vez está mas interesante...

    Tengo ganas de saber que es eso de "Shima" y sobre todo que significa que haya un ángel y un demonio merodeando por ahí... >.<

    Quiero leer más >.<

    Y también saber más del hombre ese que le dio el libro y ahora vuelve a aparecer de la nada!!! Sie s que son muchas cosas >.<

    Un saludoooo :3
     
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  8.  
    Ltres

    Ltres Entusiasta

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    Escritora
    yo tambien qiero un angel y un demonio asi ! jajajjajajajaja ! me encanto el mini capitulo =) es muy interesante, qiero saber de eso del mundo del qe supuestamente es reina esmeralda !

    esperamos leerte pronto =)

    cariños, besos y abrazos
     
  9.  
    Zusura

    Zusura Beta-Reader

    Virgo
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    Escritora
    Sinceramente, me gustó. Sólo me molesta un poco lo de los párrafos de sólo dos líneas, e incluso una. Pero tal vez es una cosa de costumbre mía. En lo general, es una buena historia, de índole juvenil, pero no por eso deja de ser atractiva.
    Seguiré con mi lectura de tu historia (por cierto amé que tengas esa ortografía tan buena como detallada, eso ya te hace alguien especial para mí ♥).
     

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