Las pulgas y las fiestas no se llevan

¿Es que la suerte está en mi contra?


Qué bien, apenas acababa de explicarle a Inuyasha lo que es el sexo y ya siento que mi cara va a explotar de lo roja que está, sentía que a pesar de la almohada él podría ver mi cara quemándose, la retiré lentamente, buscando al albino, encontrándolo encogido en una esquina de mi cama, con el flequillo cubriéndole la cara, de acuerdo me estoy preocupando, ¿Qué diablos le pasa a este?


—Inuyasha…¿Qué tienes?—pregunté acercándome a él, tocándole suavemente el hombro y al no ver respuesta me le acerco más—Inuyasha, ya ni que fuera para tanto—susurré cerca de su cara y al no ver reacción alguna levanté su flequillo con mi mano derecha, encontrándome con su mirada ida y sin mirar ningún lugar en particular, ok ya me estás asustando, pensaba que reaccionaría gritando como histérico o alguna palabra estúpida o algo parecido no que permaneciera en estado de shock ¿es que acaso es tan inocente?


Justo cuando llegaba a pensar seriamente la idea de cachetearlo, reaccionó justo de la manera en la que me la imaginaba, gritando como histérico, al mismo tiempo que se levantaba, valga la redundancia endemoniado de la cama, agarrándose la cabeza con las garras, mientras murmuraba cosas inentendibles y daba vueltas como gato enjaulado.


No pude ocultar la sorpresa que me causaron sus acciones, no es que me sorprendiera el hecho de que él era tan inocente, ni mucho menos, sino que simplemente no me esperaba que se pusiera así, creo que Inuyasha no duraría ni media hora con los chicos de mi época.


—Vale, vale, Inuyasha tranquilízate, no es para tanto, después de todo, es algo muy…¿natural?—agregué intentando no demostrar tanto mi tono dudoso, mientras me levantaba de la cama y hacía mímicas con las manos, intentando tranquilizarlo, al fin me acerco lo suficiente a él, y coloco mis manos en sus hombros, sintiendo que está temblando, de nuevo esa preocupación.


¿Habré dañado su frágil mente?, ashh obvio no, si él es lo suficientemente macho como para espiarme mientras me baño, ¡es un tonto!, y cuando pensaba gritarle como se lo merece, se volteó de súbito, con una mirada de esquizofrénico que me dio miedo, me miraba fijamente a los ojos, recuperando su mirada normal.


Comenzaba a sentirme nerviosa, pero definitivamente perdí la calma en el momento en el que él comenzó a acercarse a mí de una manera inquietante, mi corazón latía a mil por hora, su mirada me miraba de una manera tan penetrante, que estaba llegando a pensar que quería saber que era lo que estaba pensando, sin darme cuenta había estado caminando hacia atrás, sin despegar mi mirada de la de él, hasta que mi pantorrilla chocó contra la cama, ¡me tenía acorralada!, ¡ahora que hago!


—Inu…Inuyasha, ¿Qué te propo...NES?—exclamé justo en el momento que él acercaba peligrosamente su rostro al mío, haciendo que en un acto reflejo me fuera para atrás, trayéndomelo a él de corbata, que estaba tan concentrado en mi cara, que no vio venir aquello y cayó arriba de mí…en la cama.


—Kagome, ¿se puede saber porque un macho quisiera hacer eso?—preguntó el mustio muy quitado de la pena, bueno…casi, porque tenía las mejillas encendidas en un vivo rubor, mientras “disimuladamente” me olfateaba de manera superficial, ¿Qué diablos hace?, pero luego caí en las palabras que había dicho, ¿Qué porqué?, diablos, eso es fácil.


—¡Pues para preservar la especie zopenco!—respondí dándole un poderoso chicotazo en la frente, haciéndole ver lo idiota que sonó eso, me sentí satisfecha cuando en su rostro se formó una mueca de dolor cuando lo golpeé, pero no me agradó tanto que también que se enfadara.


—¡Kagome tonta!, ¿Por qué me pegas?, ¡yo solo dije que debe ser asqueroso hacer eso!, ¡ja!, pues me sorprende que aún no se haya acabado la vida en la tierra, porque quien querría tocarte de esa manera Kagome, ni que estuviera loco—rezongó enfadado, seguramente hubiera continuado haciéndolo de no haber sido que mi aura negra lo envolvió, causándole tremendo escalofrío.


—¿A si?, ¡pues es obvio que el que se quedaría con las ganas serías tú!—exclamé tan fuerte que los cabellos de él sufrieron la fuerza de mi grito, y seguramente sus orejas también—¡y para tu conocimiento perro pulgoso!, ¡más de la mitad de mi colegio quisiera llegar a esos términos conmigo!, ¡eh incluso en el sengoku!, así que…¿Quién de los dos tiene más pegue?—agregué furiosa, faltándome poco para jalonearle las orejas, mientras me levanté violentamente aún con él encima, asustándolo, seguro creía que lo golpearía de nuevo, pero luego parece que algo hizo “contacto” en su cabeza, porque de repente me tomó las muñecas con sus manos, y me tiró de nuevo a la cama.


—¿Quién te ha dicho algo de eso Kagome?, ¡aparte de los pervertidos de tus amigos!, ¿no me digas que el monje libidinoso volvió a atreverse?, ¿o ese engendro de lobo roñoso?, ¡lo voy a matar en este mismo instante!, ¡es más!, ¡a ambos por ser unos hijos de la… tostada!—vociferó furioso, haciendo ademán de levantarse, pero ahora fui yo quién lo agarró del cuello de haori a él, atrayéndolo con un poco más de fuerza de la necesaria, imposibilitándole que fuera al sengoku a cometer homicidio.


—¡Tú no te vas a ningún lado Inuyasha!, ninguno de los dos me ha propuesto nada de eso, ¡así que ni se te ocurra Inuyasha!, por cierto…—susurré de manera sospechosa, llamando inmediatamente la atención del medio demonio, quien me miró esperando que me explicara—¡quién diablos no va a querer verme maldito mentiroso!, ¡si tú fuiste el primero en espiarme mientras me bañaba cuando llegué al sengoku!—berré mientras le jalaba los dos mechones que sobresalen de los demás, acercándolo aún más, para hacerlo sonrojar, pensaba continuar con la pelea de turno, cuando la puerta es abierta, mostrando a mi madre, que traía bien agarrado de la chaqueta a Souta.


No había terminado ni de entrar, cuando Souta chilló y se tapó los ojos como pudo, mi madre, reaccionó tapándoselos también, el abuelo llegó a la puerta alertado por el grito de Souta y su hija, llevándose las manos a la boca, apresurándose a sacar unos sutras sagrados de que quién sabe dónde, mi madre alcanzó a detenerlo justo en el momento en el que pensaba “purificar” a Inuyasha.


—¡Mamá, es lo que te dije!, ¡nunca volveré a entrar a la recámara de mi hermana sin tocar la puerta!, ¡quedaré con un trauma de por vida!—chilló Souta intentando zafarse del agarre de hierro de mi madre, la cual a pesar de estar deteniendo difícilmente al abuelo, no lo soltaba, en algún momento pareció que se hartó y con habilidad le quitó al abuelo los sutras y se los metió en el escote de la blusa, al tiempo que levantaba a Souta del suelo y se lo daba al abuelo para mantenerlo ocupado.


Después de todo ese revuelo, dirigió su mirada a nosotros, que no nos habíamos movido ni un milímetro, su seria mirada, nos coló un buen escalofrío en la espina, se llevó una mano cerrada en puño a la boca, carraspeando un poco.


—Inuyasha, te agradecería que salieras de entre las piernas de mi hija, y más aún que salgas vestido—señaló mi madre, girándose un poco a la derecha, para no vernos directamente, causando que todos los colores se nos subieran a ambos al rostro, pero aún más cuando comprendimos lo que había querido decir con lo último, inmediatamente empujé a Inuyasha lo más rápido que pude, Souta gritó algo de no querer verme sin nada ahí, mi madre se cubrió los ojos y mi abuelo no dejaba de rogarle a mi madre que le diera sus sutras.


—¡Juro por Dios que no estábamos haciendo nada de lo que piensan!, ¡mírenlo!, ¡está vestido hasta el cuello!, a mi no me falta ninguna prenda, ¡y no hice nada!, ¡lo juro!—exclamé mientras señalaba como loca a Inuyasha, que se encontraba próximo a un ataque epiléptico.


—¡Es verdad!, ¡yo no hice nada!, ¡quién iba a querer tener cachorros con esa tonta!—respondió estúpidamente Inuyasha.


—¡Es verdad!, como él iba a querer…¡óyeme grandísimo animal!, ¡ganas son las que tienes pulgoso!—contesté con una mirada de furia, que le congeló la columna vertebral.


—Pues, a decir verdad…—respondió torpemente, pero en respuesta a mi mirada asesina, se retractó en ese instante—creo que…ehhh, ya me dio hambre—balbuceó con un alto grado de nerviosismo, mientras daba varios pasos hacia atrás, al escuchar su estúpida contestación, choqué mi mano contra mi frente, y me salió una vena en la sien, del tamaño de una banana del disgusto.


Justo cuando pensaba comenzar de nuevo la discusión, mi madre nos interrumpe a ambos, con unas palabras que nos dejaron helados y por demás sonrojados.


—Espero Kagome, que no tengas la noticia de que me vas a hacer abuela—acotó seriamente mi madre, aunque tengo entendido, que no se molestaría, después de todo un bebé siempre es una bendición, ¡pero obvio no!


—¡Por supuesto que no mamá!, ¡eso es lo último en mi lista de prioridades!—respondí algo alterada, observando cómo el abuelo y Souta parecían relajarse, poniendo atención a la absurda discusión.


—Espero hija, que mañana vengan ambos, con la mejor de las disposiciones para acompañarme a un taller de…cultura sobre la prevención—respondió sombríamente mi madre, no había siquiera terminado de decir esas últimas palabras, cuando ya me estaba ahogando con mi propia saliva, e Inuyasha había acudido en mi auxilio dándome unas palmaditas en la espalda, aunque justo en estos instantes, nunca había sonado tan atractiva la idea de atragantarme.


—Pero…pero—intenté formular, recuperándome de mi ataque, pero sé, que ya eran patadas de ahogado, sabía al cien por ciento, que una vez que mi madre mencionaba algo con ese tono, era una orden que debía acatarse.


—Sin peros Kagome, ya van muchas juntas, si van a hacerlo, al menos tengan responsabilidad—finalizó mi madre, empujando suavemente al abuelo y a Souta fuera de la habitación, cuando pareció recordar algo—Souta, por favor, discúlpate con tu hermana por la vergüenza pública que le hiciste pasar, al invitar a sus compañeros de la escuela a la fiesta—aseveró mi señora madre, mi cara se deformó en una mueca de rabia, ¡así que había sido él!, gracias a mi querido hermanito cargaré con la etiqueta de “la regla del uno” por la escuela, como si no fuera suficiente con la de laboratorio patológico.


La cara de Souta era un poema, en ese mismo instante, seguramente quería poner a prueba las leyes de la física y desmaterializarse delante de mis ojos, intentó huir, pero mi madre lo tenía pescado del hombro, solo atinó a encogerse del miedo, y perder todo el color que poseía su infantil cara.
—Her…hermana, te juro que no fue mi intención, que tus amigos te vieran en…esa situación, es solo que pensé que sería lindo que pasaras unos momentos con tus amigos de la escuela, como hace mucho que no los ves, y ellos querían saber de ti y, y…¡no me pegues!—lloriqueó cubriéndose la cabeza con los brazos, tirándose al suelo pecho tierra, como si estuviera en la guerra, la explicación que me dio, a pesar de no ser muy válida, logró enternecerme, mi hermanito se preocupaba por mí.


—Souta, tranquilo, no fue tu culpa, solo que fue muy, bueno mucho, emmm demasiado, extemadamente embarazoso ¿me entiendes?—expliqué teniendo algunos problemas en la elección de las palabras adecuadas, mi hermanito levantó la cabeza esperanzado y parecía estar en un punto cercano a llorar de felicidad.

—¿De verdad hermana?, ¿no te vengarás de mí?, pensé que tendrías ganas de lanzarme por la ventana—respondió respirando por primera vez, coloqué mi mano sobre su cabeza, sonriendo.


—Por supuesto hermanito, yo te quiero mucho, pero…—susurré eso último muy bajito, borrando de inmediato la sonrisa falsa que mantenía mi cara estirada, otorgándole la mirada más escalofriante que pudo haber recibido jamás—pero de esta no te salvas, no es venganza, es solo un…ajuste de cuentas—aseguré, tomando entre mis manos sus rechonchos cachetes, estirándolos con un entusiasmo, que seguramente, la marca le quedará por días.


—¡ay, ay, ay, ay!, ¡mamá!, ¡sálvame!—imploraba Souta, siendo silenciado por mis potentes jaloneos en las mejillas, mi madre, fingió demencia al igual que mi abuelo, y fue el suelo el que se volvió de repente lo más interesante del mundo para ellos, al tiempo que, “inexplicablemente” Inuyasha se había materializado detrás de mí, para quitarme a Souta de entre mis brazos, y comenzar el también a jalarle los cachetes, claro, con más entusiasmo.


—Enano, esta vez si te pasaste, no tendrás nada que envidiarle a Shippo—murmuró amenazante, con un notorio tic en la ceja izquierda, y a pesar de todo, parecía que estaba controlándose.


—Por primera vez…tienes mi permiso Inuyasha—concedí con una benevolencia, que seguro en mi vida después de Kikyou fui reina, Inuyasha no dudó ni un segundo y le dio sus merecidos golpes en la cabeza, de los que les salieron chichones más parecidos a cuernos que otra cosa.


El muy llorón, contenía las lágrimas, mi abuelo intentaba contener su risa, y mi madre la disimuló bastante bien, mientras el coraje de ambos, se nos iba poco a poco pasando, definitivamente la violencia no es la solución, pero está en un punto cercano, a llegar a serlo.


—¿Quién quiere té?—preguntó mi madre más como una vía de escape que otra cosa, dandosé la vuelta —¡ah por cierto!, Kagome, ¿Cuándo le llevarán al hermano de Inuyasha las medicinas?—interrogó con calma, mientras, tomaba de la mano a Souta y lo levantaba del suelo, girándose a vernos, encontrándose con mi cara desencajada y la nada tranquila mueca de Inuyasha.


—¡Mierda!, ¡había olvidado al pulgoso mayor!—refunfuñó Inuyasha, aunque dentro de él, seguramente debe estar más que aterrado.


—¡Es verdad!, ¡nos va a querer devorar vivos!, ¡waaaa soy muy joven para morir siendo alimento de perro!—lloriqueé, llevándome las manos a la cabeza, agitándola con violencia, intentando alejar las imágenes de un perro gigante embravecido persiguiéndome por el bosque.


—Pues, chicos, mañana pueden irse temprano a llevarle eso, ya es muy tarde y pues requieren de tiempo para el “tratamiento”, por cierto, que graciosos son cuando dicen que ese joven se los comerá vivos, no puede ser tan malo—respondió mi madre riendo un poco, dándose la vuelta y llevándose consigo a todo el regimiento.


Dejándonos solos, con nuestra desesperación.


—¡Inuyasha!, ¡mañana apenas amanezca salimos corriendo al sengoku antes de que Sesshomaru decida sentarse sobre la aldea!—chillé desesperada, de solo imaginarme a Sesshomaru aplastando la aldea con su enorme y…peludo trasero.


—¡Keh!, si es que para ahorita no se ha comido a media pueblo—bufó enfurruñado, no había terminado ni de decirlo, cuando yo había guardado casi todos los objetos de “limpieza” y al ver que el condenado bolso no cerraba, me sentaba como poseída sobre él, intentando hacer suficiente peso para aplastarlo, pero nada, seguía el bolso igual de retacado.


—Inuyasha, que sirva de algo el ramen que te comiste hoy en la tarde—murmuré levantándome del bolso, para después agarrarlo de la manga y lanzarlo sobre el bolso, el estaba más que confundido, pero con mis manos hice presión sobre su abdomen y pecho para aplastar el bolso, logrando que por fin que la mochila tuviera esperanzas de cerrar, Inuyasha por fin comprendió y soltó su conocido “keh”, levantándose y cerrando con habilidad la mochila, respiré aliviada, ahora solo quedaba ir al sengoku, suspiré con pesar “¿solo eso?, como si no fuera suficiente con ello”.


—¡Keh!, Kagome, de nada servirá que vallamos en este momento al sengoku, ni podremos darle nada al pulgoso, ni se pondrá de mejor humor si llegamos en la noche, es más, hasta se pondría peor, así que…quedémonos aquí por esta noche—expuso Inuyasha, metiendo las manos dentro de sus mangas, y caminando hacia la puerta, donde escuché que mi madre nos llamó a cenar, yo asentí débilmente sintiéndome igual de preocupada, pero resignada, me di la vuelta y lo seguí hasta llegar a la cocina.


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Por fin me estiraba tranquila en mi cama, Inuyasha estaba recargado de espaldas en el borde de la cama, seguramente fingiendo que dormía, lo observé con amor por unos momentos, cuando mis mejillas se colorearon con vehemencia de nuevo, pero esta vez por recordar las palabras que mi madre nos otorgó en la comida.


—Tengan mucho cuidado jovencitos, que yo duermo con un ojo abierto y otro cerrado, con escuchar un solo ruido en tu habitación Kagome, y que me haga pensar cosas nada “decentes”, tengan por seguro que en ese mismo instante los saco de ahí y los llevo con el sacerdote más cercano para que se casen—aseguró, con un tono de voz con la palabra “amenaza” escrita con letras rojas y una mirada que daba miedo, algo en extremo inusual en ella, pero que logró enterrarnos en los asientos, al parecer mi abuelo pensaba refutar en cuanto a lo del sacerdote, pero mi madre con una mirada, dio por terminada la discusión y cambió su mirada escalofriante por una radiante sonrisa, es definitivo…mi progenitora da miedo.


Está más que claro que mañana después de enfrentarnos a Sesshomaru, nos tocará el premio de la “plática de prevención”, que no es otra cosa más que mostrarnos métodos anticonceptivos y el método de usarlos, pff nada bueno saldrá de esto, dejé que mi cabeza dejara de atormentarse y me hundí en mi mullida almohada, logrando un bello sueño en un santiamén.


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Los cálidos rayos del astro rey, que se colaban por mi ventana, me levantaron afablemente, haciéndome que me levantara de mi lecho, y buscara con la mirada a cierto hanyou que siempre ocupaba mis pensamientos, encontrándolo, recargado en la cama, dándome la espalda.
Pensaba seguir observándolo, cuando vi el reloj, ¡las nueve de la mañana!, ¡Dios es tardísimo!, me levante inmediatamente de la cama, tropezando con el haori de Inuyasha, cayéndole encima, logrando despertarlo, de mal humor por supuesto.


—¿Qué mierda Kagome?, ¿ya comenzarás de pervertida desde tan temprano?—bufó, tremendamente sonrojado, pero sin moverse, yo había caído acostada sobre sus piernas flexionadas, y en cierto modo no estaba haciendo nada malo, pero pues me daba flojera intentar pararme sin tocar nada indebido así que…


—¿Podrías ayudarme a pararme Inuyasha?—pedí amablemente, clavando mi mirada en la suya, recibiendo un “keh” en respuesta y el que él, se levantara y me diera la mano para levantarme, la cual acepté de inmediato, cayendo de nuevo en la prisa, tomando mis cosas corriendo, y salir por la puerta rumbo al baño, pero luego me regresé.


—¡Inuyasha!, por favor ve con mi madre y pídele toda la comida que compré para el sengoku, y también pregúntale si te puede hacer la infusión con las hierbas que compré la otra vez, así dile, no tardaré me iré a bañar—finalicé corriendo al baño, sin esperar una respuesta, perdiéndome en el baño, azotando la puerta.


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Bien, podría decirse que la misión “exterminar pulgas en perro menor” a sido un completo éxito, después de haberle puesto en el pelo la infusión de lavanda, Inuyasha casi me agradeció el agradable olor después de esos medicamentos que le habían dejado oliendo a mierda hervida la cabeza.


Estoy segura, ya está completamente limpio, ahora no tuve que intervenir a la hora de que él se bañara, lo cual en cierta forma me alivió, y mi madre se contuvo de amenazarnos de nuevo, una vez listos, tomé inesperadamente la mano de Inuyasha, tomé mi bolso y lo llevé prácticamente volando a la pagoda del pozo, escuchando como mi madre nos deseaba un buen día y nos recordaba el hecho de que debíamos regresar en la tarde a cumplir con el “castigo”, pfff eso me recuerda que deberé prepararme para una ronda intensiva de vergüenza.


Una vez en el pozo, Inuyasha algo sonrojado me quita la mochila, y se la cuelga en el hombro, me levanta de la cintura y me sube al borde del pozo, un segundo después el está al lado mío, pasando su brazo izquierdo por mi cintura, para después lanzarnos dentro del pozo, siendo recibidos por la acostumbrada luz violeta que nos indica el cambio de época.


Por fin vi el color azul del cielo, Inuyasha me saca del pozo de un solo salto, apenas pensábamos bajarnos de él, cuando un rayo rosa y otro morado se precipitaron sobre nosotros, siendo Inuyasha alcanzado por el morado y yo por el rosa, el cual se apalancó sobre mí de manera un poco incómoda.
—¡Inuyasha!, ¡Kagome!, ¡que felicidad verlos de nuevo!, ay Kagome no sabes cuánto esperaba tu llegada—chilló de manera un poco chocante, pero demostrando se gran alivio mi querida amiga la exterminadora, que aún esta trepada sobre mí.


—¡Amigo mío!, no recuerdo el momento en el que me haya sentido tan aliviado de ver tu cara de malhumorado, señorita Kagome, ¡qué bueno que por fin decidieron regresar!, ¡le imploré a Buda que regresaran lo más pronto posible, creo que estoy en deuda con él—exclamó aliviadísimo Miroku, lo miré, al igual que Sango él, estaba apalancado sobre Inuyasha, pero la manera en la que él quedó es que Inuyasha lo está cargando en brazos, y en cambio conmigo Sango esta empericada sobre mí, sosteniéndose de mis hombros y cintura, la posición del hanyou y el monje, me sacó una buena carcajada, pues me recordó a Shaggy y a Scobby Doo, en su pose más que inolvidable, solo faltaría que estuvieran temblando.


—¡Maldito monje del demonio!, ¿que se supone que tramas al encaramárteme así?, ¡no me digas que ahora tienes gustos raros!, ¡maldito monje pervertido de mierda!, ¡bájate!—berreaba Inuyasha intentando zafarse a Miroku, el cual se agarró mejor a él, con una cara medio enfadada, pero parecía que le daba pánico alejarse de él, dirigí mi mirada a Sango, la cual solo me sonrió nerviosa, pero se negaba también a soltarme.


—¡Me ofendes Inuyasha!, yo no soy de esos, es solo que…—tartamudeó algo indeciso, negándose aún a otorgarle a Inuyasha su espacio vital, pues hasta el momento Inuyasha no había dejado de querer quitárselo de encima.


—Verás Kagome, cuando se fueron, pasó solamente algunas horas para que llegara Sesshomaru empapado, hecho una furia, queriendo saber dónde estaba la medicina, pero cuando no los vio se puso peor y pensamos que la iba a tomar con nosotros y nos terminaría usando de mondadientes, así que huimos, lo más lejos que pudimos—explicó algo nerviosa Sango, bajándose de encima de mí y ayudándome a bajar del borde del pozo, aún no me explico cómo fue que no me caí de nuevo dentro del pozo, cuando Sango me brincó así.


—Y pues después decidimos regresar al pozo para esperarlos—finalizó Miroku, pero a pesar de eso no se bajaba de encima de Inuyasha.


—¿Cómodo?—gruñó enfadado el albino, con un notable tic en la ceja, y parecía que su coraje iba subiendo gradualmente, al ver al joven sin ganas de bajársele de encima.


—Pues sí, pero estaría mejor si me besaras—respondió el monje con un tono meloso, que nos causó risa a Sango y a mí, pero solo ocasionó que Inuyasha se enojara más y se lo sacudiera con poca delicadeza, lanzándolo al suelo.


—¡Keh!, chistosito, ¿mucha risa verdad?, bonzo libidinoso—refunfuñó Inuyasha sacudiéndose las ropas como si le diera asco haberle tocado, agradado de que éste haya quedado inconsciente.


—Por cierto Sango, ¿y Shippo y Kirara?—pregunté buscando a los aludidos con la mirada.


—Pues Kirara está en la cueva donde nos escondimos, ya que al parecer le perturba un poco Sesshomaru en su verdadera forma, y Shippo…se lo llevó la pequeña Rin—explicó Sango un poco apenada por lo último que dijo.


—¿¡Qué!?—repliqué comenzando a alterarme—¿Por qué Rin se llevó a Shippo?—pregunté verdaderamente preocupada.


—Pues…se después de ver como Sesshomaru se enojó tanto, corrió en círculos, y cuando por fin reaccionó tomó rumbo al bosque, pero por estar mirando hacia atrás, chocó contra un árbol y perdió el conocimiento, justo cuando pensábamos ir por él, Rin salió de la nada, lo abrazó preocupada, y lo llevó con Jaken, y una vez ahí le preguntó a Sesshomaru si podía quedarse con él, él no contestó nada, Jaken replicó y Sesshomaru lo pateó, para después desaparecer en el bosque y Rin y el sapo después de él—explicó bastante tranquila, como si no fuera peligroso que Shippo fuera con un Daiyoukai furioso por tener pulgas, justo cuando pensaba regañar a Sango, Inuyasha me interrumpe.


—¡Keh!, déjalo, no creo que se vaya a morir solo por estar un rato con el idiota de mi hermano, está bien que es un pedófilo, pero al parecer solo con Rin, claro, si no es que lo mata primero la niña, ¡keh!, se lo merece por contagiarme las pulgas—refunfuñó molesto dándome la espalda, pensaba usar el conjuro, cuando el monje Miroku despertó y me interrumpió.


—¡Oh!,¿ Inuyasha porque me tratas así?, ¡si tú me pareces tan mono!—exclamó el chico tirado en el suelo haciendo pose dramática, ahora si fue demasiado, al ver el escalofrío tan notable que sufrió en la espalda Inuyasha, tanto Sango, Miroku y yo nos tiramos al suelo a carcajadas.


—¡Maldito Miroku!, ¡no me recuerdes a ese enfermo de Jakotsu!—vociferó hecho una furia, solamente alimentando nuestras ganas de reírnos, haciendo que nos retorciéramos en el suelo de la risa.


—Jajaja ¿no has olvidado a tu admiradora Jakotsu verdad Inuyasha?—chilló sarcásticamente Sango, apenas logrando sacar su voz sin romper en carcajadas, yo me reía como nunca en mi vida, ¡eso fue tan gracioso!


—¡Ese raro me daba asco!, ¡ya lo que quería era que se comprara un bosque y se perdiera en é!—respondió igualmente de alterado, furioso y avergonzado, espera…¿Qué dijo al final?


—¡Aushh Inuyasha!, le hubieras dicho, ¡ay osea guey!, ¡cómprate un bosque y piérdete en él!, yo no soy de esos, si quieres…cómprate una vida y súmala a mi cuenta, JAJAJAJA—comenté imitando la voz típica de las novelas, en donde sale la típica fresa mexicana, como la de amor en custodia, ¿cómo se llamaba?, ¡a sí!, ¡Barbie!


—¡Inuyasha!, ¡debes dejar de quedarte en las noches, a ver con mi hermano el canal de telenovelas mexicanas!, te lo digo en serio, ¡si trae consecuencias!—exclamé retorciéndome al lado de Sango, que no estaba en mejores condiciones que yo, y ni que decir de Miroku, que ya había comenzado a salirle lágrimas de los ojos—¡Inuyasha que oso!—finalicé doblándome de la risa, y más aún por la cara furiosa que puso el, por ser el blanco de nuestras burlas.


—Bueno ya fue suficie…—había comenzado a gritar de nuevo cuando se sintió un tremendo temblor, que sacudió toda la región, seguido de un aullido igual de escalofriante que el terremoto, intenté levantarme, pero a cada momento temblaba peor, por lo que gateé hasta llegar a la pierna de Inuyasha que parecía plantado en el suelo, y logré levantarme deteniéndome en él, tanto Inuyasha como yo sabemos perfectamente que provocaba este movimiento sísmico y por lo tanto el dueño de ese aullido.


—Justo hablando de molestar—susurró Inuyasha, sosteniéndome con más fuerza, los saltos se intensificaron, Sango y Miroku se habían incorporado con algunos problemas, sosteniéndose del pozo, preparando su armas y manteniéndose a la expectativa.


Detrás de los árboles, apareció un perro gigante, bueno…del tamaño de una montaña, que se dirigía a enormes saltos hacia nosotros, de un momento a otro temí que llegara a aplastarnos, pero se detuvo justo antes de llegar a nosotros, la sangre pudo correr a velocidad normal por mis venas, suspiré con un gran alivio.


Estaba a menos de cuatro metros de nosotros, y nos miraba con una rabia escondida en sus ojos, haciendo que me sintiera más pequeña de lo que era, y me sujetara más a Inuyasha, el perro no continuó más con el escrutinio, y desapareció dentro de una columna de luz, dando lugar a su forma “humana”.


Una vez así, se dirigió directamente a nosotros, mirándonos con una cara de poco amigos, vimos como su protegida llegaba corriendo detrás de él, con Jaken bastante atrás, y con alivio vi como Shippo venía corriendo a la par de ella, pero entonces noté que Sesshomaru estaba justo delante de mí, causando que me pusiera pálida como el papel.


—¿Trajeron los medicamentos?—preguntó seco, escrutándome con la mirada, causando que me encogiera en mi lugar más de lo que estaba, intenté controlarme, cosa que logré, recuperando la compostura y el valor.


—Si Sesshomaru, pero…—formulé, intentando encontrar las palabras adecuadas.


—¿Pero?—repitió mirándome de soslayo, eso me relajó por unos instantes, logrando juntar el valor para decir lo siguiente.


—La que debe aplicarte los productos soy yo…—finalicé preparándome para que en ese instante, se adelantara la primera guerra mundial.

Bien niños y niñas de todas las edades!, aquí está por fin la tan ANHELADA continuación, terminado exactamente a las 3:24 de la mañana, de veras, la inspiración me llega a altas horas de la noche, quiero agradecer a todas mis amadas lectoras, por…ehhh leerme!y por aguantarse la espera!!xDD a miku también por tenerme paciencia con la conti, y a agradecer a todas por seguirnos!!, creo que ya saben mas o menos por donde irá la historia no???y pues si no…pregúntele a miku!!xDDDD soy mala lo sé.


Bien comencemos de nuevo con el glosario de palabras en mexicano xDDD


Guey: bueno, realmente no conozco a ninguna persona que no conozca el significado de esta palabra, pero bueno…la explicaré, dícese de cómo una forma de expresarse de una persona, ya sea despectivamente o solo como costumbre, en pocas palabras, sería el mismo significado que menso, tipo, chavo, chico lo que sea, por lo menos ese es el uso que le da Kagome en la historia.


Amor en custodia: No se si notaron que en una oración hice uso de esas palabras, pues bien, las que sean de México seguro la habrán visto y si no pues…es una telenovela, que fue bastante exitosa en su tiempo y “Barbie” era una chica hija de la protagonista que hablaba con las expresiones que utilicé.


Se que querrán matarme por dejar ahí la conti, pero pues, debo dejarle diversión a miku!!!jajaja ahora ella será la sucesora de este fic!!!espero sus comentarios!!díganme que les gustó y que no les gustó de ella, muero de curiosidad!!!
XOXO