Unos balidos que oí en la sala de estar me hicieron dirigirme a ella mientras aún se calienta la leche para mi animal. Al llegar, veo que se ha encontrado un compañero aún más exótico que él mismo, cosa que no pensé posible. Resulta que mi apreciado gato con tamaño y cuerpo de cordero miraba intrigado lo que al principio creí que se trataba de algún trozo de basura que trajo a casa, guiado quizás por su naturaleza de felino cazador, o quizás impulsado por una naturaleza devoradora de basura como las cabras, no tan distintas a su otra mitad. Pero cuando le pregunté que era ese extraño carrete de hilo con forma de estrella plana al que miraba con recelo, recibí una inesperada respuesta. —¡Odradek! —contestó una voz de la que supe que no provenía de mi animal, pues este retrocedió sorprendido. Inconscientemente pregunté en voz alta de dónde había salido este ser, a lo que recibí otra respuesta del mismo. —Domicilio indeterminado —dijo. A continuación se levantó sobre el pequeño palito que salía de su centro, al que estaba fijado otro en ángulo recto, funcionando como una pierna para el tal Odradek, y produjo un sonido como el del crujido de hojas secas al que yo interpreto como una risa. La supuesta risa no le duró mucho, puesto que su repentino movimiento y ruido despertó el espíritu gatuno juguetón del híbrido, quien soltó un fuerte manotazo al carrete de hilo, mandándolo al otro lado de la habitación. Tras jugar así unos momentos, el animal se detuvo y pasó a dar saltos de cordero para escapar del enfadado objeto que ahora lo perseguía rodando ruidosamente, de paso envolviendo sus hilos que el animal había esparcido por el suelo de la casa luego de esos golpes. Y así estuvieron jugando ambos extraños seres a perseguirse durante un rato. Me quedé tan distraído por esta peculiar situación que descuidé la leche, la cual hirvió. La decepción por mi incompetencia me hizo acomodarme en la hamaca a descansar, y mientras lo hacía, mi querido híbrido saltó a mis rodillas trayendo a Odradek en su boca y ofreciéndomelo para jugar. Como si no le bastara con ser gato y cordero, ahora también quiere ser perro, aunque al carrete no parece molestarle. Quiero pensar que ambos seres insólitos ven en su singularidad una cualidad en común que apreciar entre si. Relato inspirado en los relatos de Franz Kafka "El Híbrido" y "Las preocupaciones de un padre de familia".
