Las dos rosas del jardín

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por inu sister, 9 Julio 2013.

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    inu sister

    inu sister Entusiasta

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    186
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Las dos rosas del jardín
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1786
    Disclaimer: Inuyasha es propiedad de Rumiko Takahashi. Hago esto sin fines de lucro.​

    Las dos rosas del jardín
    Aquel recuerdo era algo aún vivo en la mente del peli-plateado. Cuando Inuyasha era muy pequeño, su madre le había regalado dos tallos de flores. Era el cumpleaños de su hijo, y como su vida ya era corta, debía al menos dejarle un recuerdo. Inuyasha estaba en la habitación de su madre. E Izayoi aprovechó para dáselas. Ordenándole a su hijo extender las manos, los brotes cayeron en ellas, y luego dijo:

    —Mi hijo querido, por favor planta las dos rosas que te he dado y cuídalas bien, hasta que se conviertan en los rosales más bellos y grandes del jardín. En una de ellas quedara mi recuerdo y mi infinito amor por ti, y en el otro el de la persona que amaras durante toda tu vida.

    En cinco días después de haber dicho aquello, Izayoi murió. En dos días más, Inuyasha plantó aquellos brotes en el jardín, con la esperanza de que al hacerlo, volvería a ver a su madre. Pero tal fue la cruda realidad que cayó sobre él, aplastándolo, que tardo más de dos años para que el pequeño notara que no volvería a ver a su madre nunca más y que aquella esperanza albergada tantos años, le lastimaría peor que las espinas de las primeras rosas salientes.

    Sin embargo, el recuerdo siguió latente y no olvidaría, por lo menos, las palabras de su madre. Y ahora, en la actulidad…

    —Inuyasha-sama, por favor, deje que yo me encargue de las plantas— habló una de las criadas, quien insistía con que su amo soltara aquella regadera y la dejara trabajar.

    —Sango no me molestes, sabes que amo trabajar este jardín…

    —¡Pero si el ama de llaves ve que usted está haciendo mi trabajo se pondrá furiosa!

    —¿Estás diciéndome que el ama de llaves tiene más autoridad que el señor? ¿pero acaso eres tonta mujer?

    La chica frunció el ceño, pero no objetó nada más, ya que después de todo, sí había dicho algo estúpido.

    —Toma, aquí tienes—indicó el muchacho dándole la regadera—ya terminé lo que quería hacer.

    La sirvienta tomo el objeto entre sus manos, y notó que su amo solo había mojado aquellos dos rosales tan bellos. El resto del jardín aún necesitaba atención.

    —Sigue con tu trabajo y deja de dar tanta lata por nimiedades— dijo mientras una de sus manos se posó sobre la cabeza de la joven, alborotando sus cabellos.

    Sango podría haberse enojado, e incluso dar media vuelta y gritarle alguna pequeña grosería a su señor, pero estaba más sumida en sus pensamientos como para notar que ahora su cabeza lucía completamente desarreglada.

    Conocía perfectamente el origen de los rosales. Desde pequeña habría ingresado a esa casa para aprender el oficio de una criada, al igual que su madre. Durante ese tiempo tuvo el privilegio de hacerse amiga de Inuyasha y conocer a su madre. Fueron épocas cargadas de alegrías y tristezas, donde ambos llegaron al punto de tratarse como verdaderos hermanos.

    Cuando la madre de Inuyasha falleció, fue ella quien ayudó a Inuyasha a plantar los brotes. No era un buen tiempo, así que no esperaba que viviesen. Pero ahora, completamente atónita, podía contemplar cuan fuerte era la determinación de su amo y la voluntad de su madre. Ambos rosales, tanto el blanco como el rojo, ahora llegaban a su altura y lucían tan hermosos de tal manera que podría decirse que eran las plantas más bellas de todo el jardín.

    “Una significará mi recuerdo y amor infinito hacía ti, y el otro el de tu persona amada”.

    —¿eh?

    —“amada…Te amo Sango”

    La cara de Sango fue tornándose de un rosado muy bonito. De pronto la imagen de cierto mayordomo pervertido se le fue asomando en la cabeza, junto con una pequeña confesión de hace pocas horas.

    -////////////////////////////////-

    Inuyasha caminaba en dirección al salón principal, mientras contemplaba, meditabundo, aquella rosa blanca que había arrancado sin motivo aparente. Luego de años y años de haber cuidado aquellos rosales, hoy por fin podía verlos tan hermosos como habría esperado su madre. Amaba las dos plantas por igual, pero a pesar de haber sido dados por la misma persona la una era diferente de la otra. Sí, ambas eran rosas, pero como explicarlo…eran tan singulares como ver a dos personas distintas.

    Olfateó un poco aquella flor, comprobando aquel olor tan embriagante que lo hacía sentir bien, pero de una manera poco usual, como despertando algo en él que nunca había visto. Esa era probablemente una de las tantas diferencias, las rosas rojas nunca llegaban a oler tan bien como las blancas.

    Detuvo su meditación cuando se dio cuenta de que ya estaba en el gran salón, donde al parecer su mayordomo principal le había esperado hace ya bastante tiempo.

    —Inuyasha-sama, debería ser más puntual, ¿es que no ve que tiene un montón de pendientes hoy?—dijo aquel hombre inclinándose hacía su señor.

    —¡Keh! No me digas algo que ya sé Miroku, desde que hice mi debut como cantante no he tenido un día tranquilo—se quejó el muchacho sabiendo que nada podía hacer con su incorregible amigo de la infancia, él y Sango solían ser siempre así.

    —Bueno,a ver…—dijo mientras revisaba una lista de pendientes que llevaba consigo—hoy tiene el repaso para una presentación…mmm al parecer tendrá una compañera en esto.

    —¿Qué? déjame ver eso…—Inuyasha le arrebató la lista comprobando con sus ojos que lo dicho por Miroku era cierto—¿Pero qué rayos tiene Kagome en la cabeza?

    Miroku soltó una leve risita, sintiendo divertida la reacción de su amigo. Sabía perfectamente que él odiaba cantar con más personas, pero no esperaba que se lo tomara de esa forma.

    —Inuyasha, si te das cuenta allí dice “pianista” así que solo te acompañará—mencionó señalando con su dedo en aquella palabra escrita.

    Inuyasha leyó bien, pero aun así puso una ligera cara de disgusto. Se despidió de su amigo y salió en su auto hacía la dirección indicada en esa nota, la cual al parecer, se trataba de un teatro. Pudo confirmarlo al llegar. Dentro de este no habían muchas personas, solo algunos empresarios y ejecutivos de ciertas empresas musicales, de entre las cuales, encontró una que se le hacía bastante familiar. Se sentó a lado de ella, sin articular ni una palabra.

    —¿Dónde estabas, llevas más de media hora de retraso?—habló ella, viendo que el otro no estaba dispuesto a hablar.

    —¡Nah! No importa Kagome, de todos modos ya estoy aquí, ¿no?

    Con aquellas palabras hizo que las manos de su manager fueran hacia sus mejillas, pellizcando y estirando su cara de manera brutal.

    —¿Se puede saber quién te dio el derecho de faltarme así él respeto? ¡Deberías ser más educado con tus superiores, desagradecido!—susurró en el oído del albino para no interrumpir los que todos los demás miraban, asombrados.

    —¡Ay, ay, ay!—se quejaba el joven.

    —¡Deja de holgazanear y toma más en serio esto!, ¡al menos mira al escenario, allí está tu compañera de equipo!—dijo soltándolo por fin.

    Inuyasha se estaba frotando sus doloridas mejillas cuando empezó a notar algo que no había hecho al llegar allí. El olor de las rosa blancas de su jardín, se percibía aquí también. Rebusco de entre sus bolsillos pero la flor no estaba allí en lo absoluto. Probablemente la había dejado dentro del auto; así que, ¿de dónde provenía ese olor?

    Cerró los ojos y alzó la cabeza, comprobando que el olor provenía del escenario. Cuando los abrió se encontró con algo que jamás había visto en su vida. Un angel. No, espera, no era un ángel pero parecía serlo. Su piel nívea contrastaba a la perfección con sus cabellos negros y su vestido carmín, a la vez que su rostro, inexpresivo y serio ponía una total atención en las teclas, como si el resto del mundo no importara.

    Notó como tocaba cada una de las teclas, acertando con total brillantez y creando una melodía suave, llena de calma y dulzura, como una madre cantándole una nana a su hijo para que duerma. Sus dedos, los cuales se desplazaban rápidos parecían ser pequeñas plumas, que caían delicadamente sobre cada tecla pero con la fuerza suficiente para que suenen.

    Todo eso junto a ese olor tan exquisito fue lo que hizo que su corazón de alguna forma empezara a acelerar de tal forma que parecía haber corrido un maratón. Tal fue la perfección que hallaba en esa mujer, que por un momento sintió que en ese mundo solo estaban ellos dos…

    “Madre, creo que al fin la he encontrado”—pensó mientras notaba como esa persona cambiaba a la siguiente melodía.
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    Bien, no se realmente porque hago esto. Ha pasado un tiempo bastante largo desde que pongo un pie aquí asi que es problable que mi redacción y estilo hayan variado un poco bastante pero espero que no haya sido así...o al menos que no haya cambiado de manera tan brutal.
     
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