Tokorozawa Lago Sayama [Lago]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 23 Junio 2021.

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    Zireael

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    Era hipócrita que daba gusto pedirle que me buscara a mí o a quién fuese si la vida se le caía encima, lo tenía muy claro, pero no tenía más herramientas qué ofrecer y todo lo que sabía con certeza era que no quería quedarme fuera de la misma manera, viendo la vida pasar sin enterarme de una mierda. No con Sasha por lo menos, porque el resto de diablos me eran indiferentes y no me molestaba en disimularlo.

    Había notado la rigidez de su cuerpo, pero acabó por aflojar los músculos y llevé mi mano a su nuca para hundir los dedos en su cabello, despacio. La escuché, apañé el rencor de su voz y no detuve las caricias, tampoco despegué la mejilla de su cabeza ni me moví hacia ningún lugar. Era una estupidez viendo el calibre de la situación, escuchando que le habían sacado una foto de lo que sea que le hubiesen hecho y se la dejaran al otro.

    Me punzaba el pecho de solo pensar en la lista de posibilidades.

    —Le tocaron la puerta al diablo, ¿no? —dije medio al aire y la presioné contra mí con le brazo que me había quedado desocupado—. Sabían lo que hacían y eso fue lo que más los divirtió, a los hijos de puta. Dios, cómo se atrevieron a ponerte una mano encima.

    Tomé un montón de aire, porque la daga que se me había clavado en la columna, cargada de algo que no supe si fue anestesia o veneno, casi me atravesó la piel y el hueso hasta llegarme al pecho. No había lástima en mi voz, ni por asomo, era un revoltijo de lo más raro de todo y nada en absoluto. No lo repetí porque se me atoró en la garganta, pero la pregunta me rebotó en la cabeza como el puto logo del DVD en el salvapantallas.

    ¿Cómo se atrevieron?
    Su movimiento me agarró desprevenido, pero recibí su abrazo y la correntada de lágrimas me volvió a arden en los ojos, necia, obligándome a hacer el esfuerzo de contenerla otra vez. Me aferré a ella con fuerza, pasé saliva y solo aflojé el agarre cuando pretendió mirarme y la miré con toda la compostura que me quedaba, que no sabía si era mucha o poca.

    Cedió a su manera, bajó la mirada al espacio entre nosotros y sus manos se quedaron en mi cuello. Suspiré bastante resignado y colé las manos para posarlas en sus mejillas, me aproveché de la movida para hacerla bajar un poco la cabeza y le dejé un beso en la frente, entre el flequillo. Fue delicado y me quedé allí unos segundos antes de bajar y dejarle otro en la punta de la nariz.

    —Agradece que no te puse a firmar un contrato o algo así —advertí en voz baja, ya ahora sí en tono algo más jocoso—, sería vergonzoso tener que acudir a esas cosas, pero como te quiero tanto voy a confiar en tu palabra, ¿qué te parece?

    Quité una mano de su mejilla, pero dejé la otra afianzada en la contraria y le estampé un beso, fue bastante exagerado la verdad. Además de ser un intento bastante pobre de mejorarle el ánimo, aunque se me siguió patinando la lengua.

    —Perdóname por no haber estado contigo, cielo.


    aprovecho el espacio publicitario aunque el spoiler anterior ya no esté para decir que there's no need to worry, porque es super comprensible a
     
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    Gigi Blanche

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    Cuando seguía contra su pecho, Maze había hundido los dedos en mi cabello y el gesto, por simple que resultara, me había obligado a cerrar los ojos; quizá con la intención de concentrarme en esa pequeña sensación. No pretendía darle detalles escabrosos de la situación, no eran necesarios ni le contribuirían a nada en la vida. Puede que la omisión acabara siendo peor, pero confiaba en que Maze no se molestaría en ninguna clase de paranoia. No parecía ser su estilo.

    Su respuesta me alcanzó así y entreabrí los ojos, despacio, cuando iba terminando de hablar. Me sentía segura allí, pero al mismo tiempo, y por un breve instante, encontré el suelo de baldosas debajo de mí, la repisa de aluminio al costado de mi cabeza y la pared oscurecida, de un rojizo opaco, al otro lado. Las agujas repiqueteando. La punta del marcador me picó en el abdomen, las clavículas, y sentí los dedos de Joey cerniéndose en torno a mi cuello. Empujándome. Presionando.

    Dios, cómo se atrevieron a ponerte una mano encima.

    Volví a cerrar los ojos. Quizá lo abracé de vuelta en un intento casi desesperado por borrar todas esas imágenes, quitármelas del cuerpo, dejar de sentirlas en la piel; en el fondo sabía que no tenía sentido. Maze me estrechó con fuerza y respiré a consciencia, buscando ganarle a la voz que insistía, insistía e insistía en la soledad, el frío y el vacío que había sentido en aquel cuarto oscuro, cuando los diablos se fueron y me dejaron sola. ¿Era injusto? ¿Pretender semejante milagro entre los brazos de esta criatura?

    Suponía que sí.

    Por eso, quizá, también lo solté. No estaba tranquilo, no podía definir exactamente lo que estaba sintiendo pero no había tranquilidad en sus ojos. La culpa palpitó en mi pecho y cedí, así fuera desde el puro desconocimiento. Iba a pagarle a los diablos apenas regresara a la escuela y lo haría sola, y estaba aquí siendo honesta con Maze, pero ¿y mañana? ¿La semana entrante? ¿Sería capaz de seguir cumpliendo su pedido?

    Sentí sus manos en mis mejillas, pestañeé lento y recibí todo, porque en el fondo lo necesitaba y no sabía cómo pedirlo. El beso sobre el flequillo, en la punta de la nariz, y arrugué apenas el gesto. Había permanecido en silencio, auténticamente inmóvil. Oírlo me arrancó una sonrisa.

    Pero como te quiero tanto voy a confiar en tu palabra.

    Las cosas que necesitaba y no sabía cómo pedirlas.

    —Te firmaría un contrato con mi sangre si me lo pidieras, creo yo —susurré, fue una suerte de confesión que no regulé hasta después de haberla dicho—. Agradezco que me ahorres el corte, igual.

    Mi voz había sonado algo plana, pero ya el resto de la tontería consiguió aflojarme el cuerpo. No esperé que el imbécil me estampara un beso, fue tan exagerado que me forzó a retroceder un poco y aferrarme de su muñeca por puro instinto. Un sonido de sorpresa murió en mi garganta y, apenas se separó, solté una risa genuina. Sonó transparente, me hizo bien oírla y me ayudó a conservar la sonrisa en el rostro.

    Comprendía su disculpa, de veras que sí, pero no hacía falta.

    —¿Qué importa? Ya estás aquí —repetí sus palabras exactas, solté el aire por la nariz y suavicé el tono, acunando su mejilla en una de mis manos; la acaricié con el pulgar y un cariño desmedido—. Siempre estuviste aquí, aunque no puedas verlo.

    Cuando Daute se había ido, en el pasillo de la fiesta, bajo los fuegos artificiales del festival.

    —No tienes que disculparte por nada. —Las lágrimas me ardieron tras los ojos pero en ningún momento dejé de sonreírle, y recordé aquello que me había obsequiado una vez—. You're beautiful, darling, in every way that you can imagine.

    Regresárselo sonaba a una buena idea.
     
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    Zireael

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    Zona de acampada

    Era una cagada, lo sabía, porque no darme detalles eran tan jodido como dármelos porque aunque no fuese a sentarme a comerme la cabeza de forma consciente, sí que sabía que la ausencia de información aparecería por una esquina de la casa a robarme un mordisco inmenso del cerebro. Había pasado con su desaparición y con la figura de Arata, era algo fuera de mi control, así que no veía por qué no pasaría con esto.

    Cuando tenía la daga clavada en la médula, porque lo que le habían hecho no se borraría.

    Un buen día despertaría, les vería la cara y para la noche le habría dado veinte vueltas a la mierda, a pesar de haber seguido con mi vida. Entonces entraría a la espiral y buscaría alguna de mis formas de salir, por más jodida que fuese, y seguiría como si nada después. Era el balance que permitía a cualquier sobrevivir de forma más o menos estable.

    En cualquier caso, la abracé y me abrazó, los motivos detrás del gesto no importaban lo suficiente, pues porque así funcionaba, por lo que ni siquiera le di muchas vueltas. Eso y que prefería no pensar en que la niña estaba allí percibiendo que mi calma o lo que fuese no era más que una ventana de espejo, reflejaba lo que hacía falta pero no mostraba lo que había detrás.

    La muy idiota sonrió y me dijo tan pancha que firmaría un contrato con sangre si hacía falta, lo que fue una confesión un poco peligrosa en sí misma. Se me soltó una risa bastante floja, ni siquiera supe qué emoción cargó consigo y negué suavemente con la cabeza.

    —No hace falta, corazón —respondí en un tono bastante parecido y seguí con el numerito.

    Noté que el beso la pilló en frío, pero también consiguió hacerla reír y me di por servido, porque me dio la sensación de que le había funcionado para algo a ella también. Reflejó mi respuesta de antes, suspiré en respuesta y cerré los ojos, inclinando el rostro en dirección a su mano, el cariño que encontré en su tacto me hizo bien al corazón y a la intranquilidad que de por sí arrastraba desde hace días.

    —Eh, no se valen tantas Reverse Cards del Uno —advertí en voz baja, todavía con los ojos cerrados y el rostro descansando en su mano. Prácticamente le había escuchado la sonrisa—. Límite de una por día o algo.

    Al abrir los ojos di con los suyos, con la plata líquida, y me quedé prendado como un estúpido. Todavía tenía las lágrimas atoradas en alguna parte, pero la sonrisa me alcanzó los labios y cargó un cariño ridículo, ni siquiera me molesté en medirlo, todo lo que hice fue estirarme en su dirección y dejarle un beso en la mejilla. Al regresar a mi espacio le hice un gesto para que regresara a mis brazos, pues porque era un pesado.

    Come here —dije en voz baja—, aquí puedes descansar todo lo que quieras o puedas. Espero que lo tengas claro y no me obligues a ponerlo por escrito, insisto.
     
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    Mi vista aún seguía en la de la chica que estaba alado de la muchacha que conocía Isla, la mirada que me dio no movio ni un músculo ni nada.

    No me asustada.

    Vamos estába acostumbrada a todo tipo de miradas, en mi casa las vivía, y claro no podía agregar que Adara era experta cuando le daba la gana de tirarlas.

    La cosa fue que Isla me llamo, me sobresalte antes de mirarla atenta cuando me presento, asentí y mire a las dos chicas cuando quise saber el nombre de la otra, pensé que ella me respondería pero no fue así, solo levanté una ceja cuando Ashikaga la presento.

    No murmuré nada, hasta entonces solo moví mi vista a la chica que ahora conocía por Nieves seguro que ese era el apellido.

    Arquee una ceja cuando dijo que la chica también era extragera.

    —¿Asi?, ¿De donde es?

    Aquí yo siendo bien, preguntona ¿no?

    Hasta pude ver la mirada que me mandó Isla, era una de esas burlonas.


    Adara.png
    [Zona de acampada]

    A decir verdad no sé de dónde me había salido la idea de regalarle mis libros a Jez, pero por lo que miraba a ella le encanta le leer, igual a mi, pero estaba sorprendida por que apenas la conozco.

    Además yo no le regalaba mis cosas a cualquier persona, más bien era si tenía esa confianza para hacerlo, y para ser sincera Jez me estaba callendo muy bien.

    En poco también me hacía recordar a Fiorella, algún día de estos tal vez se la presente. La cosa fue note como me miro Jez tal vez pensó que era broma, y la verdad absoluta era que yo no bromeaba con cosas así.

    Asenti cuando me dijo que podía ir a su casa para llevárselo después de la escuela.

    —Sin problema, solo tienes que pasarme la dirección —mire mi teléfono—. Si quieres podemos intercambiar números.

    Sonrei un poco sin mucha atención por lo que me dijo después

    —Tranquila como dije trataré de acostumbrarme, para no reaccionar así
     
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    Amane

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    [Bosque 5]

    ¿Realmente estaba en el derecho de sentirme decepcionada con la reacción de Anna a todo aquello? En el fondo sabía que no, no tenía ningún derecho, pero no siempre era fácil controlar lo que uno sentía, ¿cierto? Y no negaría que una gran parte de mí agradeció que la chica estuviese evitándome la mirada, porque lo último que quería era que viese de alguna manera reflejada aquella decepción en mi rostro; suficiente daño le había hecho ya.

    Claro que, dentro de todo aquello, también sentí la inminente preocupación que me cayó encima cuando Anna me confirmó las sospechas de que algo había pasado entre ella y Kakeru. En aquel punto ya no sabía diferenciar muy bien entre todo lo que estaba llegando a sentir, pero al final tampoco importó demasiado, porque lo único con lo que acabé quedándome fue con la incertidumbre de no saber qué hacer cuando la vi alejándose hacia su tienda.

    Reaccioné demasiado tarde, aunque quizás hubiese sido mejor así, pues supe darme cuenta de que, al menos en aquella ocasión, lo mejor sería darle su espacio a la chica. Suspiré, mirando con el ceño fruncido hacia la tienda donde había desaparecido, y después de un rato, finalmente decidí alejarme del muelle (y la zona de acampada en general). Acabé en el bosque por el que habíamos pasado antes, aquel que tenía algo de orilla para el lago, y me sorprendió encontrar a varios alumnos ya reunidos en el lugar; uno de ellos siendo justamente Kakeru. Estaba metido en el agua junto a otro chico, y a pesar de todo, no pude evitar sonreír con un deje de alivio al ver la escena.

    No mucho más lejos de mi posición encontré otra figura conocida, y al parecer me había convertido en alguien incapaz de controlar sus impulsos, pues la recorrí con la mirada en cuanto di con ella. Me avergoncé por ello apenas unos segundos más tarde, cuando volví a su rostro y me di cuenta de la sonrisa de suficiencia que se le había plantado en los labios; había asumido que estaba dormida, pero claramente me había equivocado.

    —Emi-chan~ ¿Qué te trae por aquí?

    —S-senpai, buenas tardes. Estaba dando un paseo por la zona... ¿Y Joey?

    La pregunta salió de mis labios antes de que fuese capaz de procesar lo que significaba soltarla, y tuve que hacer un esfuerzo enorme por estarme quieta para no dejar ver los nuevos nervios que me habían asolado; especialmente al notar que Alisha se bajaba las gafas de sol para mirarme con una ceja alzada, con clara intención inquisitiva.

    —Por ahí con el hermano de tu amiga la fantasmita.

    —¿Kenneth?

    —Mhm.

    Me contestó sin más, sin hacer ninguna especie de broma al respecto, y decidí que aquel golpe de suerte era mejor no desaprovecharlo, por lo que me quedé en silencio mientras volvía a centrar mi mirada en el lago.

    >>Vamos a estar fuera tomando algo esta noche, Emi-chan. Come along, if you wanna~

    Volví a bajar la vista hacia ella en cuanto habló, viendo que lo hacía mientras se subía de nuevo las gafas y recuperaba la posición en la que la había encontrado inicialmente, y simplemente asentí con la cabeza mientras le dedicaba una última sonrisa leve, curiosamente agradecida. Entendí que ese era el final de la conversación, también, así que me alejé hacia un árbol que estuviese libre y me senté a su sombra, clavando la vista en el lago.

    ya te dije por privado pero just in case, no te preocupes por eso, bebi <3 sé que son muchas interacciones, y anna en concreto tenía su aquel, so lo entiendo perfectamente uwu
     
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    Kaisa Morinachi

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    Bosque 5

    —Je —desinflé el aire en una risa nasal, sin gracia en verdad, cuando dijo que no conocía a la chica. No era la respuesta que quería, porque no me solucionaba nada, pero tampoco me enojaba, estaba acostumbrado a tener que lidiar con mi mierda, porque a otros no les tocaba hacerlo.

    Luego mencionó por qué estaba tan seguro, detuve la caminata. Alcé lentamente la vista al cielo, con una seriedad demasiado calmada, mano en los bolsillos de mi short...

    —Uhm... —resonó con sutileza mi voz grave, hacía sol, pero el ambiente era gris. Sonreí, una sonrisa falsa, porque mis cejas seguían igual de tranquilas. Miré al Fuji-compa por sobre el hombro—, cuando te rechazan dos veces comprendes que la tercera poco vencida puede ser —dije, confesando por poco mis pecados, porque...

    Porque era una cagada.

    Momoka debía estar aburrida de que siempre fuera lo mismo... pero no quería soltarla. No quería, quería... quería que me quisiera...

    Y vaya que me quería.

    Eso concluí cuando vi el agua, mis pies bajo ella, mientras mi sonrisa se desvanecía de a poco en una seriedad profunda, pero sin rastro de ira... Me erguí cerrando los ojos soltando en el proceso un suspiro pesado, reanudé el paso, cansado, pero mi rostro solo se mostró apático. Me gustaba estar por delante de Fujiwara, así el no tenía que mirar mi mala cara, porque no le correspondía. Eso que sentía no era culpa de él, no le correspondía lidiar con eso.

    Cambia el rumbo, Kenta, no quieres arruinar las cosas... Recordé la sonrisa de Momoka y mi ceño se frunció, su cara viajó en mi mente mientras caminaba mirando el cielo.

    Soleado, como ella... Recuerdo cuando me dijo abrazador... curioso.

    —Jejeje... je —solté más suave, para relajar mi cuerpo, como con una gracia irónica. Miré a Fujiwara, sonriendo por sobre el hombro—, así que solo me queda conquistar todo lo que no esté a mí alcance.

    Una sonrisa confiada, genuina, mientras mis ojos mantenían una chispeza rojiza.

    El caoba refulgía como la llama que quería avivarse en una hoguera con cenizas apagadas.

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    Me fui a mi tienda por un momento para recopilar todas las botellas de agua que me habían prestado, para devolverlas luego. Las dejé en un rincón y saqué la propia, la rellené donde me indicaron los docentes y luego me respaldé en un árbol de la periferia para tomar agua y sentir algo de frescura con ese sol...

    Ah, o eso me hubiera gustado.

    Aun con lo disociado que estaba a lo lejos vi algo que llamó mi atención y mis ojos serios cayeron sobre esa pequeña figura lejana como los de un halcón... o búho en su defecto. Miré con preocupación cómo la chica se metía en la carpa, mi cuerpo se movió sin que yo pensara.

    Terminé delante de su carpa, manos en los bolsillos, serio... no demoré en fruncir todo mi gesto con cierta angustia, no me gustaba lo que escuchaba...

    Aunque la real pregunta acá era sí correspondía inmiscuirme... de primeras no, así que la segunda: ¿Quería?

    No tuve que pensarlo, fue automático, como solía ser. Un chico pre-programado, acción reacción, me bloqueaba cuando las cosas se salían del molde...

    Pero había cosas a las que estaba acostumbrado. Digo, vivía con un niño de siete años y antes de eso yo era el niño de siete años.

    Digamos... que tenía cierta experiencia, por más que casi nunca la pusiera en práctica... con gente de mi edad.

    —¿Quieres hablar, Anna? —dije con una voz monocorde, solo lo suficientemente alta para que me escuchara por sobre mis sollozos.

    Una voz mucho más grave de la que tenía cuando me ponía nervioso y casi que subía una octava, era una voz similar a la propia del señor Zhou...

    Cuando guardé silencio entendí que estaba usando las mismas palabras con las que Zhou iniciaba una conversación conmigo.

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    Bosque 5

    Qué decir, las palabras de Zold me cambiaron el swich de inmediato, relajé el gesto en un segundo y en medio sonreí con ese toque pícaro y calmo, esa mezcla de jugueteo, coqueteo y de no tener prisas. Luego enderecé la cabeza, cerrando los ojos para exclamar con una alegría más enérgica.

    —Pues cuenten conmigo—. Luego con mi sonrisa calma miré a los alrededores, miré a Zold casi que con un puchero—, ¿Dónde escondiste a Gen?

    ¿Cómo le presumiría mi traje de baño si ni siquiera sabía dónde se encontraba? ¡Que a todo esto! ¡Tenía que ver con quién le tocaba quedarse en las carpas! Las ganas de compartir tienda con ella revivieron y mi mente, maquinadora, buscó excusas para terminar colándome con ella en ese lugar de alguna u otra manera.

    Nadie me quitaría mi noche de chicas, no lo permitiría...
    Podía pasar la noche con Fiorella, si.
    Pero me pintaba taaan boooring.

    [​IMG]
    Zona de acampada

    Qué decir, algo en esas chicas me causaba muy mal cuerpo. No quería parar a preguntarme qué era, solo quería que desaparecieran, ¿Por qué tenían que venir a interrumpir? En verdad...

    En verdad...

    Mi mirada no era para nada amigable, eran dagas por ojos, mis brazos se tensaban más sobre mi pecho, como serpiente que buscaban ahorcarse entre ellas. Momoka respondió por mí, ni la miré, porque cabizbaja como estaba mis ojos sostenían con fuerza los de la pelirroja.

    Una cara... esa cara...

    Es color...

    Qué de dónde era, la sonrisa de su amiguita me colmó. Ni tiempo le di a Momoka de responder algo. Me levanté como si nada, silente. Mi mano cayó sobre la mesa, firme, pero sin emitir ruido alguno. Mi presencia gritaba, sabía que Momoka identificaría el peligro que gritaba, pero mi boca no se abrió en ningún momento.

    Miraba a esa forastera con una cara de que mataría a alguien, muy lejos de la realidad tampoco estaba....

    Pero tenía que controlarme.

    No solo por mí: Por Momoka. Por Lily.

    Por Jacob que me cuidaba desde algún lugar. Miré el cielo despejado un momento. Miré a Momoka, su cara preocupada, como si se guardara las palabras que quería decir, me hicieron mirarla con una pizca de dolor, fue automático, lo único que logró desbaratar mi mirada de odio. La seriedad que me sumió después se vio reflejada en un hablar frío y grave, casi murmurante.

    —Iré a mi carpa.

    Y sin más tomé mis cosas y me dirigí a la zona donde correspondía dejar los platos...

    En un momento, camino hacia allá, tensé la mandíbula y cabizbaja tenía que tocarme la frente por la punzada de dolor que me dio. Inhalé, exhalé, el ruido blanco era horrible, sentía que muchas cosas resonaban en mi cabeza.

    Tenía que calmarme, exhalé otra vez mirando un poco desorientada, seria, el panorama... Dejé el plato junto con otra pila de platos y antes de querer lavarlo me alejé. Me metí a mi tienda, la dejé abierta, y me tiré de una sobre el colchón inflable.

    Me quedé ahí, buscando apaciguar el revoltijo que llevaba dentro.

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    Zona de acampada

    La miré preocupada, algo en mi interior sentía que las cosas podían terminar muy, muy... horribles. La cara que tenía Nieves era peor que la que el daba Kenta a los chicos con los que se peleó más que una vez.

    Era peor que las miradas que me daba mamá las pocas veces que me regañaba.

    Era peor que muchas cosas que ya había visto.

    Era...

    Sonreí, sin poder sacarme la preocupación de la cara, traté de sonar calmada, como si nada ocurriera...
    que tonta...
    Siempre...
    —Claro, nos vemos luego —quité mi ceño fruncido con preocupación para sonreírle con la mejor alegría que podía, inicié con una voz cargada de preocupación, pero luego fue monocorde.

    Alegría de papel.

    Miré con esa sonrisa tensa cómo se marchaba, exhalé suave por la nariz... Le sonreí a las otras dos...

    No sabía muy bien cómo proceder.

    —Estadounidense —aclaré. Les sonreí con una calma casi que maternal, las típicas sonrisas de madre—, es de ahí.
     
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    [Zona de acampada]

    No le daba vueltas al asunto, realmente casi nunca lo hacía en torno a los demás y luego, muy de vez en cuando, el tiro me salía por la culata. No me sentía cómoda siendo puesta en determinados lugares, que se me demandaran determinadas respuestas o pretendieran determinadas cosas de mí. No había podido corresponder los sentimientos de Daute, vete a saber si por falta de amor o por falta de coraje, tampoco había encontrado aquello que hubiera en los ojos de Suiren, fuera lo que fuera. No servía, no respondía, no funcionaba. Y decepcionaba. En ese sentido no tenía idea cómo despegarme de mamá. ¿Lo que papá había hecho era su responsabilidad? ¿Su culpa? ¿Se habría evitado si mamá lo hubiera amado correctamente? Ya sabía la respuesta.

    Me irritaba porque la comprendía a la perfección.

    Si hubiera sido consciente de al menos una pizca de lo que había ocurrido, de lo que Maze estaba pensando y lo que posiblemente pasaría, me habrían llevado veinte diablos. Por eso rehuía de la gente emocional. Cometían las estupideces y luego te señalaban, así fuera sin mirarte; como papá. En el fondo lo sentía, estaba segura, y que al final lo hubiera elegido a él y no a mamá no cambiaba ese hecho. Muy, muy en el fondo, le echaba la culpa a ella. Por ser como era, por tomar las decisiones que había tomado y por no haberlo amado como él necesitaba. No simpatizaba con mamá, era una mujer fría y demasiado racional, demasiado orgullosa, pero en esa pequeña fracción del espejo la veía. La entendía. ¿Con qué derecho nos apuntaban? ¿Y si sólo intentábamos hacer las cosas bien?

    ¿Con qué derecho nos hacían sentir que sólo decepcionábamos a quienes nos importaban?

    En cualquier caso, la ignorancia era felicidad, suponía.

    Mi pseudo confesión sobre el contrato con sangre pasó desapercibida, o al menos así me pareció a mí, y como tal, dejé de darle importancia al segundo. El niño se arrimó a mi mano en cuanto alcancé su mejilla, me resultó extremadamente tierno y no me dio la neurona para pensarlo, sospecharlo o anticiparlo. De ninguna forma habría sido capaz.

    Pero no quería esa cantidad de poder.

    No sabría qué hacer con él.

    Sorry —susurré, junto a una risa floja, apenas se quejó de las reverse cards. La regla que se sacó de la manga me arrancó otra risa, sólo que nasal—. Alright. Tampoco quiero dejarte inútil o algo.

    Recibí sus ojos un tiempo después, parpadeé y detallé el verde musgo que combinaba a la perfección con todos los colores que nos rodeaban; como si les perteneciera. Su sonrisa fue preciosa, me tranquilizó el corazón y solté el aire despacio al darme su beso en la mejilla. El idiota estiró los brazos luego, como invitándome a abrazarlo, y ya le había dicho que le firmaría un contrato con sangre si me lo pedía. El concepto era el mismo.

    Sonreí, me incliné en su dirección y apoyé la frente contra la suya, cerrando los ojos. Colé los brazos por debajo de los suyos, despacio, para rodear su espalda y despegarlo del árbol. Balanceé mi peso hacia atrás para atraerlo, en mitad de la tontería sonreí amplio y aproveché el movimiento. Ladeé el rostro, lo pegué a mí y busqué sus labios. Me quedé allí unos segundos, simplemente disfrutándolo a él, hasta que me separé y volví a sonreírle.

    —Necesito tomar sol o voy a achicharrarme, it's the aussie blood —bromeé, sin alejarme mucho, y suspendí una pausa breve mientras me mordía el labio un poco sin querer, un poco adrede—. Don't worry, no te obligaré a rostizarte conmigo. Luego nos vemos, cielo.

    Me desenredé de él por fin y me puse en pie, retrocediendo algunos pasos.

    —A menos, claro, que quieras verme en traje de baño~ —agregué desde allí, divertida, y agité la mano antes de retirarme a mi tienda.


    Ya se me estropeó bastante esta interacción y me estaba dando ansiedad, así que preferí cerrarla. Lo explico pues para que no quede descolgado.

    Kakeru.png
    [Bosque 5]

    Contuve el impulso de denotar sorpresa apenas Kenta dijo que ya se había confesado dos veces, porque no imaginaba escenario donde me rechazaran una vez y existiera una repetición de eso. Se había detenido, aguardé por él en silencio y mantuve su ritmo, al menos hasta que Kenta lo apresuró y tuve la sensación de que era adrede. Lo miré, más bien su espalda, y el chico giró el rostro hacia mí. Había recuperado parte del ánimo, vete a saber si era genuino o impostado, dudaba que importara.

    ¿Eso significaba... que planeaba seguir insistiendo?

    —¿Te has detenido a pensar en ello? —indagué, tranquilo, y me acoplé a su ritmo—. No en que te haya rechazado, sino en por qué te ha rechazado.


    bruh me quedó re cortito, sowwy akjskas

    Anna 5.png
    [Zona de acampada]

    No pasó realmente mucho tiempo hasta que una voz resonó afuera, ahogándome los sollozos en la garganta. Me había anulado del mundo lo suficiente para no haber notado que alguien se había acercado, pero distinguí una silueta claramente acuclillada al otro lado de la puerta de la carpa y tomé aire, intentando pasar el agobio. Dios, qué vergüenza, ¿me había escuchado?

    A todo esto... era Paz, ¿cierto?

    —¿Paz? —murmuré, secándome el rostro con el borde de la sudadera, e intenté sorber la nariz sin hacer mucho ruido—. ¿Qué haces aquí?

    No sabía qué responder a su pregunta, así que preferí desviar los tiros. Tampoco quería reaccionar mal y echarlo, aunque el impulso me hubiera escocido en la lengua.


    ANOTHER CRAPPY POST IM SORRY no rolear tres días me dejó oxidada bruh
     
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    Kaisa Morinachi

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    Que si me había detenido a pensar, se preguntaba, lo miré con calma casi que curiosa. A ver, que no era el chico con más luces, llegar al Sakura fue por poco un milagro y todo por esa motivación casi que loca de poder estar aunque sea un poco más cerca de la Ashikaga.

    Vamos, que en mi resaltaba la sonrisa y mis músculos, no mi intelecto y precaución.

    Lo escuadriñe con la mirada cuando aclaró su propia pregunta, más que escuadriñarlo a él escuadriñaba lo que mi mente maquinaba. Volví a mirar a delante llevándome una mano al mentón, mirando el cielo, más que reflexivo.

    Reitero, pensar no era mi característica principal, ¡Pero si le ponía empeño...!

    Cómo fuera, tuve que rememorar muchas cosas, recordar puntos claves y tratar de llegar a una conclusión al menos clara para alguien que recién me conocía como Fujiwara.

    —Uhm...— Me encogí de hombros colocando las manos en mis bolsillos, avancé otra vez, con calma—, qué decir, que se le nota en la cara...— Me detuve poco después, mirando fijamente el frente, recordando las caras de Momoka...

    Es que... no quería que sufriera, por más que quería...

    Que quería...

    —Ahhhhg —solté un quejido cabizbajo, con clara frustración. Miré a Fujiwara girando por fin para mirarlo de frente, mi rostro serio ahora tenía un toque de furia y hablé con firmeza—, que no le gusto... Je —sonreí casi desconcertado... volví a girar para caminar, quería llegar hasta que la orilla del lago se acabara, entre toda la conversación no dejaba de explorar el lugar con mis ojos guardando lo que recolectaba en mi cabeza—. Qué decir... creo que nunca le gustaré...

    Me detuve, otra vez, cuando comprendía no podía evitar quedarme en un profundo silencio. Exhalé.

    >>Cuánto quisiera que fuera... que le gustara...— Lo miré por sobre el hombro, serio—, pero entonces cambiaría a Momoka, ¿Me comprendes?...

    Miré el agua, con esa reflexión seria.

    Miré al frente, caminé dos pasos.

    >>No quiero cambiar a Momo.

    Por nada, pasara lo que pasara... Yo quería a Momoka por quién era...

    Y ya me atesoraba tal cual era.

    upload_2023-4-8_15-25-45.png
    Zona de acampada

    Nunca me consideré un chico llorón hasta que mamá no volvió a pisar la casa, hasta que no pude correr a sus brazos, hasta que...

    Hasta que tuve que afrontar la idea de que nunca más la tendría conmigo...

    O eso creía...

    Porque con siete años... puede que más... seguía conmigo.

    Acá conmigo.

    Cuando derramaba lágrimas y cuando no...

    ¿Quién está contigo cuando aquello que sientes no puedes controlarlo?

    ¿Quién te acompaña, Anna?

    —Uhm... —reflexioné, me había acuclillado y, la verdad, ni yo sabía qué hacía ahí parado.

    Osea, sabía que quería hacer lo que hacía, pero ni yo tenía excusa para estar ahí ni era tan rápido para saber por qué.

    Qué plan para abordar lo que ocurría...

    ¿Directo? No, esas cosas no funcionaban, tenía que pararme a pensar o seguro la cagaba.

    Así que pensé en Anna, recordé los pocos momentos que compartimos a una velocidad un poco acelerada. Caras, expresiones; palabras, reacciones.

    Recordé su cabello, recordé su energía. Recordé de dónde era, las conexiones crecieron como las ramas de un árbol que crecía a cámara super vertiginosa.

    —¿Qué hago aquí? —reiteré con voz calma y monocorde...— Je —solté nasal—, yo creo que ofrecerte un buen pañuelo y descubrir en el proceso que hago acá, porque, si te soy sincero...

    Y que terror era contar lo que en verdad querías...

    —Ahhh...— Fruncí el ceño, un poco cohibido, tensado—, no quería dejarte... aquí, cuando...


    Silencio. Inhalé hondo, cerrando los ojos y frunciendo el ceño.

    Vamos, Paz, que tú puedes más de lo que crees.

    >>Cuando no encuentro justo que una chica tan cariñosa como tú tenga que pasar cosas como están sin siquiera un hombro para estar tranquila, ¿No crees?

    Vaya, soné más firme y serio de lo que nunca sonaría.
     
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    Gigi Blanche

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    Kenta se detuvo en mi pregunta y aguardé en silencio el tiempo que hiciera falta hasta que diera con una respuesta, la que fuera. ¿Eso significaba que la chica nunca lo había rechazado explicándole las razones? ¿O no había entendido mi pregunta? En cualquier caso lo dejé contestarme, hasta que se detuvo, me miró y habló con firmeza.

    —Es una cuestión de límites. Una negociación, si se quiere. Y como en toda negociación, ambas partes deben respetar lo que les compete. —Hablé tranquilo, el agua se arremolinaba alrededor de nuestros tobillos y distraje la mirada en el paisaje más allá del lago, quieto—. Y cuando eres el que sale perdiendo, no eres quien pone los límites.

    Nuestra relación con Anna se había mantenido bastante turbulenta e indefinida hasta la noche que todos se congregaron en casa, por culpa, otra vez, de mi culo estúpido. Honestamente ya lo sabía, quizá lo hubiera sabido siempre, pero esa noche, en mi habitación, me vi forzado a aceptarlo: había perdido. Yo me disculpé por no haberla amado bien, y ella se disculpó por no haberme amado en absoluto. Había perdido.

    Y como tal, ella ponía los límites.

    —Perder no significa que esté todo perdido, de cualquier forma —agregué, ya con una nota un poco más animada, y le dejé caer una mano en el hombro. Una sombra de tristeza se me filtró en la sonrisa—. Ese límite... a veces molesta, otras duele, algunas te enfada. Pero si quieres conservarla en tu vida tendrás que hacer el esfuerzo y alzar la bandera blanca. Rendirse... eso no es perder. No siempre.

    Probablemente aún no hubiera dimensionado la realidad, y seguiría sin hacerlo hasta tener a Anna frente a mí con quien fuera la otra persona. La simple idea... Dios, me daba una ansiedad espantosa. Pero no me quedaba de otra. Llevaba ya varios meses asimilándolo y si una cosa tenía clara, era que no quería quitarla de mi vida. Aguantaría hasta donde me fuera posible sólo por eso.

    —Aunque no te negaré que es una cagada —reconocí, desinflándome los pulmones, y me sobé la nuca—. Parece injusto, ¿no? Como si algo caprichoso te atara al suelo y no te dejara avanzar.

    Todos avanzan, se alejan, y tú te quedas allí.

    Stranded.

    ah pucha ahora toy sad

    Anna 5.png
    [Zona de acampada]

    Su respuesta tardó un poco. Me mantuve inmóvil, en silencio, si acaso respirando, porque esta criatura hablaba bajito y temía no ir a escucharlo. Abrir la carpa no era una opción, con el desastre de lágrimas que estaba hecha. Le costó lo suyo, pude sentirlo, y mantuve la vista fija en una de las paredes plásticas hasta que acabó de hablar. Era rojiza y el sol translucía con fuerza.

    Que no lo pasara sola, decía.

    Mi expresión no cambió y sentí dos corrientes opuestas chocando en mi cuerpo. Una seguía revolviéndose, nerviosa, asustada, y la otra quería ceder. Una gritaba que nadie lo había llamado, que no se metiera en asuntos ajenos, y la otra susurraba que tenía razón. Una, muy en el fondo, quería que la abrazaran; la otra ansiaba permanecer sola. Eran ambas.

    —Perdona si te preocupé —me esforcé por modular la voz al alzarla, y me sequé un poco la nariz—. No pasó nada grave, sólo son... dramas de adolescente, supongo.

    La idea de que la madre de este niño había muerto siguió retumbándome en la cabeza.

    —Ya se me va a pasar, a veces llorar hace bien —solté, aunque me dio vergüenza al instante y solté una risa floja, del calibre—. Creo que lo necesitaba, lo venía acumulando desde ayer. Quizá... no debería haber venido.

    Arruinaría el campamento de Kakeru, y ahora también estaba arruinando el de Emi.

    —Pero ya estoy aquí, así que... tengo que juntar la mierda y salir, ¿no?


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    [Bosque 5]

    Tal y como le había dicho a Maze, llevaba con ganas de tomar solecito prácticamente desde que habíamos llegado. Ahora que ya había dejado los asuntos bastante solucionados, venía el merecido descanso. Fui hasta mi tienda y me cambié rápido a la bikini, sobre la cual me puse un short de jean y una sudadera abierta; quizás hacía más frío junto al agua, ¿no? Ese había sido mi outfit de todos los días cuando vivía en Sydney, la verdad, y vestirme así en cierta forma me transportaba a aquellas épocas; era agradable.

    Ya fuera de la carpa, que pude erguirme y tal, reajusté la gorra en mi cabeza y recorrí el camino hasta la pequeña playa que nos habían mostrado. No me sorprendió encontrarme bastantes estudiantes, si era de los lugares más bonitos del Sayama, aunque ciertamente habría preferido no identificar a cierta rubia que... no fucking way.

    ¿Acaso teníamos casi el mismo bañador puesto?

    Me di el lujo de bufar, ya que aún nos separaba una buena distancia, y al pasar junto a ella hice como si no existiera. Aún así, ¿cuáles eran las putas probabilidades, de verdad? Al menos más allá reconocí también a Emily y me acerqué a la chica con toda la intención del mundo de distraerme.

    Hey there, sweetie —la saludé, animada, y me acuclillé frente a ella, con los brazos cruzados sobre mis rodillas—. ¿Todo bien? ¿Comiste rico?


    okey, acá va la funny story: cuando Gabi posteó acá con Ali me reí mucho por wha y le dije que la vida las odiaba a estas pendejas CUZ yo también ya tenía pensado el bañador de Sasha y tAMBIÉN ERA AMARILLO JAJSJAJA así que tenía que hacer esto, obviamente

    la fotito del outfit de Sasha, btw
     
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    Kaisa Morinachi

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    Kenta 2.png
    Bosque 5

    No eres el que pone límites... Solté un suspiro cargado, aunque no había que perder la esperanza, ¿No? Aunque eso no existía ya en mí.

    Por más que quisiera confesarme por tercera, cuarta vez... sabía que las cosas no cambiarían... y si lo hicieran, sería incómodo.

    Porque Momoka era una buena chica, yo me preguntaría sí solo salía conmigo por compasión o me verdad me quería... y el problema es que si me quería.

    Me quería y lo sabía... pero no me quería como yo la quería.

    El agua me anticipó su cercanía, pero no habría previsto que tocara mi hombro. Lo miré directo a los ojos, me costaba encontrarme chicos de mi altura, los había, pero siempre solía ser más algo que el japonés promedio. También un poco más fornido. No pude evitar sonreír a penas encontré sus ojos, una sonrisa amplia a ojos cerrados, sin rastro de algún desconcierto.

    Confianza, calma... estoico.

    Lo escuché con atención, pero no puede evitar enarcar una ceja, curioso, sonriendo cada vez con más picardía.

    ¿Seguíamos hablando de mí, a que sí?

    Vi cómo respiraba, reparé en sus gestos, en su cara, cualquier movimiento de pies y manos, pero siempre centrándome en sus ojos. En eso la sonrisa volvió a serenarse, comprensivo y más que nada calmado.

    Así que no podía avanzar, eh.

    A mí me gustaba romper las cadenas.
    El condenado busca pleitos.
    Sonreí amplio, casi que con orgullo, y no demoré en posar las manos en las caderas del condenado para elevarlo un poco y di un a vuelta sobre mi eje como si nada, no pude evitar soltar una carcajada sonora y en un segundo el chico estaba otra vez en el punto de donde lo saqué. Con mi fuerza ni necesario fue apegarlo a mi pecho para que no se cayera, así que no llegó a ser incómodo, porque el único contacto fue mis manos sobre las caderas del chico, distantes.

    Pronto posicione mis manos, firmes, sobre sus hombros, con una sonrisa amplia. El sol que mencionaba Momoka, vamos, aún cuando ella siempre sería mi hikari.

    —Acabo de sacarte del suelo —dije con la sonrisa enorme y mis ojos cerrados, con total confianza.

    Consciente era de la ridiculez que acababa de hacer, y no es que no entendiera la metáfora, pero un remezón físico no le venía mal a nadie para regresar los pies a la tierra.

    Una tierra por la cual poder caminar.

    upload_2023-4-8_21-25-2.png
    Zona de acampada

    Qué decir, era un chico ansioso, un poco borde incluso, que no le gustaba interactuar con otros... pero ahora mismo muchas cosas parecían estar colocándose en juego. Empezando con mí capacidad de enajenación, aquella con las que podía pasar horas, días o semanas sin sentir casi que nada, para luego ser un torrente extraño de emociones que llegaban con mucha fuerza.

    Creo que empecé con eso desde que mamá murió... porque antes solo era ajeno a muchas cosas, pero nunca a su cariño junto a su cercanía.

    Quería ser cercano... creo que eso era lo que en verdad buscaba.

    Y logré encontrarlo cuando supe que Anna no era solo Japonesa, también era extranjera... Extranjera como Bellamy, otro chico con el que sentía esa atracción de buscarle cada que podía.

    Cada que sentía que tenía que.

    No pude evitar una pequeña risa nasal cuando dijo lo de dramones adolescente, curioso~

    —Uhmhu —asentí con suavidad, sonriendo respecto a lo de que llorar venía bien, aunque ella no lo viera cuando estaba atrincherada en la carpa.

    Inhalé hondo con lo siguiente, jugué con mis manos colocando yema contra yema y miré el cielo de reojo... exhalé, vaya planteamiento filosófico me generaba esta chica...

    Sonreí, avergonzado, más que nada por mi actitud temerosa.

    —¿Quién dijo que era necesario salir? —cuestioné con voz calma, suave y compasiva.

    Sonreí con pudor mirando mis manos, nunca era de hablar mucho, así que menos de mí, pero si quería confiar en alguien y que esa persona confiara de vuelta... aquello que ocultabamos, dejarlo en frente, sin tapujos... era el gran paso, ¿No?

    Me arriesgaba con una desconocida, pero cómo no hacerlo, si compartíamos colores en el cabello y el cariño hacia Huang, por más pequeño e incidental que fuera por parte de ella.

    >>Cuando me deprimo casi nadie me ve, incluso he faltado largos días a la escuela, con suerte y me baño, ¿Te imaginas? El otaku promedio, sin siquiera ver anime... —sonaba avergonzado, pero al menos se me escuchan con claridad...

    Suspiré, hablé con más firmeza y seriedad, pero era difícil que mi voz llegara a sonar dura, tampoco quería que ese fuera el caso.

    >>A lo que quiero llegar, Anna, es que tienes que hacer... lo que creas mejor para ti...

    Miré mis manos con seriedad...

    —Qué decirte... las cosas duelen, vaya que duelen...— Y miré al frente, no la veía, pero intuía que mis ojos cayeron sobre su silueta—, pero incluso puedo aseguras que compartir ese dolor no es algo que...

    miré mis manos, sonriendo con suavidad.

    >>Que sea peor...—

    Seriedad, perdido en un montón de recuerdo.

    Busqué esa silueta imaginaria, serio, calmo.

    >>Incluso a veces es la única solución: Compartir eso que sientes, incluso si lloras como un crío...

    Y miré mis manos, entrelazadas, sonreí.

    >>Cuando lloras como un crío, luego sonreirás como uno... jejejeje, y no hay nada mejor que las risas que teníamos cuando éramos pequeños, creo que lo entenderías más que cualquier otro.


     
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    Gigi Blanche

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    Kenta realmente me pilló desprevenido. No comprendí su acercamiento hasta que me alcanzó y me despegó del suelo, haciéndome girar como si fuera... un crío o una tía, qué sé yo. La sorpresa se me atoró en la garganta y, apenas volví a sentir el agua entre los pies, un sonrojo me encendió las mejillas al pensar en las demás personas que había cerca. Parpadeé, bajando la vista, algo nervioso. No acostumbraba sentir esos niveles de vergüenza, realmente; era incómodo.

    Cuando las manos del chico cayeron sobre mis hombros, sin embargo, alcé a verlo casi por reflejo. Sonreía ampliamente, lucía muy distinto al muchacho alicaído de recién, y su resolución tan fresca y estúpida me arrancó una risa del centro del pecho. Fue genuina, honesta y me ayudó a olvidar el bochorno.

    —¿Cómo va eso? ¿Ahora soy tu hijo o tu novia? —respondí, divertido, a un volumen más fuerte del que solía usar.

    Cuando me fui calmando, le dediqué una sonrisa relajada y le palmeé el costado del brazo dos veces, a modo de agradecimiento. Al voltear, noté que había un par de caras nuevas en la playa; una de ellas era Emily.

    —Pues nada, habrá que distraernos de nuestros amores no correspondidos, ¿no? —propuse, sin ninguna idea particular, aunque en sí la asociación era clara—. Ahí vi a una amiga en la playa, la morena de allá, con la pelirroja. ¿Quieres que regresemos a conversar?


    es la primera vez histórica que veo a Kakeru sonrojado JAJAJJSA desbloqueaste un logro, Kenta *le pone una medallita*

    Anna 6.png
    [Zona de acampada]

    Oír claramente a Paz aún me costaba un poquito, así que me deslicé hasta sentarme junto a la puerta de la carpa; suponía que por la luz y tal el muchacho no sería capaz de distinguir mucho. Recogí las piernas y las abracé, apoyando la barbilla en mis rodillas. El chico siguió hablando, mencionó su depresión y lo escuché, sin inmutarme demasiado; no porque no me importara, era como si... como si sintiera una naturalidad diferente envolviendo la conversación, una donde podríamos ser un poquito más sinceros sin que el mundo se nos cayera encima. Un intercambio honesto, en definitiva.

    La tontería del otaku promedio me arrancó una sonrisa leve. Lo entendía. Las temporadas encerrada en casa, sin recordar la importancia de comer, bañarme o cepillarme el cabello. Las horas, horas y horas de desconexión viendo las seis temporadas de cualquier serie en una semana. Era enfermizo y el simple recuerdo me revolvía el estómago, me pinchaba el pecho y los ojos. Picaba. Sabía lo que era la depresión. Era gris.

    Y no quería volver nunca ahí.

    No pretendía prejuzgarlo, pero en cierta forma me cuadraba con la imagen de este chico. Que me lo contara, otra vez, con naturalidad, era algo bueno en sí mismo. Tomaba un tiempo reconocer la situación, enfrentarla y aceptarla, hacia uno y de cara al mundo. Yo... aún me costaba mucho hablar de eso. Si acaso Altan lo había comprendido y de rebote, no porque se lo hubiera dicho directamente.

    Cuando lloras como un crío, luego sonreirás como uno.

    Parpadeé, era algo que jamás había pensado así y la tontería me arrancó una sonrisa involuntaria. Habló de las risas de la infancia y sentí en el centro del pecho la llama cálida que me significaban los recuerdos de Argentina. Esa niña... me había alejado tanto de ella que muchas veces olvidaba su nombre, su estatura, de qué largo llevaba el cabello y su par de zapatillas favoritas. Y al mismo tiempo, permanecía siempre en mí. Siempre dentro de mí.

    Era una llamarada pequeña, viva y constante.

    —¿Te gusta recordar tu infancia, Paz? —inquirí, a sabiendas de que podía ser una pregunta delicada para él, pero... sentí que no ocurriría nada malo—. A mí sí. Nací en la costa, pero mis papás pertenecían a un circo y nos la pasábamos viajando por el país. Teníamos una casa rodante, era modesta pero no le faltaba nada, y era... era como si el mundo entero fuera mi casa. Desde que estoy aquí... —Bajé la vista a mis pies, algo resignada—, no he vuelto a sentir una felicidad similar. Pero recordarla me hace bien. La mayoría de las veces, al menos. Pensar en esa mini Anna me ayuda a no olvidar que las cosas pueden volver a ser, a sentirse, como eran antes.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Estaba lejos de ser el cerebrito del salón, el chico más despierto con las indirectas y los coscachoz de 'amá me descontinuaron un par de neuronas, pero qué decir.

    ¿Quién ganaba?

    Fujioka Kenta.

    Porque nada me quitaba del camino.
    La incomodidad me puso alerta, pero el sonrojo del chico me quiso llevarlo contra las cuerdas, ver hasta dónde podía llegar, qué tan lejos podía ir, aunque cualquier línea de pensamiento extraña se esfumó cuando la sonrisa joven resonó en aquel lugar. Rió sonoro, sacó esa voz que de momento era tranquila y yo no pude más que sonreírle con orgullo.

    Un orgullo de haber logrado sacar cosas, porque conseguí algo con todo lo que ocurría. Qué decir...

    Tenía que ser fuerte...
    Pero sonreír era incluso mejor.
    Creo que compartía con Momoka eso...
    Y de repente comprendí que éramos como hermanos, más que hermanos. Éramos únicos, porque...

    Cómo fuera, que sonreí incluso con una sombría sombre en mis cafés oscuros cuando mencionó lo de distraernos, confirmando que él también fue rechazado por quien quiso... Y algo me decía que aquel chico también quiso a su querida cómo yo quise a la mía.

    Mientras hablaba pasé un brazo sobre los hombros del Fuji-compa, cercano, recargué parte de mi peso en él, tampoco mucho, sabía que perfectamente podría llevármelo en banda. Miré a las chicas a lo lejos, con la mirada confianza, las escuadriñé desde el lugar para luego sonreírle al Fujiwara con una expresión un tanto... incomprendida.

    —¿Conversar?— Por la forma en que lo abrazaba nuestros rostros estaban un poco más cerca de lo que acostumbraba, mi mirada se entornó y la burla tentaba mi labios—, ¿Quieres conversar?

    Me acerqué incluso potro poco, casi que uniendo narices, con cualquier otra parte de mi cuerpo quieta. Sostenía sus ojos y no me temblaba el pulso cuando lo decía.

    Guardé silencio sin perder la sonrisa, buscando las palabras precisas, aunque fuera solo por esta ocasión.

    >>Que sepas que a mí no me gusta eso de contarle el cuento a chicas...— Miré de reojo al par en la playa, luego entorne la mirada cuando volví a sostener la de Kakeru—, así que te decides entre volver a conversar o buscar cómo olvidar a nuestras queridas.

    En ningún momento perdí aquella sonrisa calma, casi que coqueta, pero sobre todo confiada.

    me da risa, porque creo que Kakeru dijo olvidar a las chicas en plan dejar de conversar sobre ellas, y Kenta lo tomó en plan DE IR A BUSCAR LIGUES.

    upload_2023-4-9_0-46-20.png
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    Qué decir, tenía la ansiedad por dentro y la dureza por fuera, no verle la cara a la chica se sentía similar a tratar de conectar con un muerto: escuchabas voces, veías imagenes, pero ninguno era él en verdad.

    Me encontraba a la deriva y acostumbraba a guiarme por la marea, con o sin tormentas, pocas veces me importaba qué ocurría... pero ahora no.

    En esta ocasión quería atar cabos, quedarme en el puerto...

    La imagen de un faro llegó con fuerza a mi cabeza. Zhou-san lo fue para mí, Aiko las cuerdas que no me dejaban caer...

    Pero Huang era aquella alegría, corazón, que no recordaba que tenía hasta que la angustia me opacaba y tan solo quería que dejara de doler lo que me hacía desgarrarme.

    Porque jamás regresaría mamá, como para ella jamás regresó papá... Y la señora Zhou no vio a su hijo crecer, la gente dejó a Aiko en un orfanato sin siquiera querer verla convertirse en la chica que era ahora.

    Perdíamos cosas, con cada noche que quedaba un atardecer acababa con las luces y la oscuridad se comía todo lo que conocíamos.

    Se lo tragaba... ¿Qué podíamos hacer, aparte de temer, de no saber qué hacer?

    ¿Qué hacemos? Hay gente que no ve, que no escucha... casos excepcionales donde tampoco puedes hablar.

    Y lo consigues.

    No todos lo consiguen.
    Pero por eso estaba aquí...
    Para poder mirar aquel pasado y...

    —¿Que si me gusta recordar mi infancia...?— Alcé la mirada, noté entonces que Anna estaba cerca de la puerta de la carpa, sonreí con melancolía, antes de reaccionar a lo que dijo respondería su pregunta, me costaba atajar cuál sería la mejor manera—, por más que no quiera, cada día, con cada cosa, los recuerdos llegan a mi cabeza —hablé monocorde, pero suave. Miré el suelo, dibujé círculos en la tierra con mi dedo, mi ceño se frunció con angustia—, recuerdos de aquellos días... que nunca pude recordar...

    Y me censuré, en mi voz se notaba lo afectado que aún estaba. Negué suave con la cabeza, deshaciéndome con eso de toda mala cara.

    Serio, compungido, devolví mi mano y las crucé sobre mi regazo, aún acuclillado.

    >>Pero no quiero que las cosas, que lo único que me queda, sea aquella amargura...

    Miré serio el suelo, miré con temor la puerta...

    En cuatro me acerqué, pero no me atreví a abrir la carpa, pero seguro mi voz sonó más cerca de Anna.

    >>Con cariño tú recuerdas las cosas que te dan motivos para vivir ahora, que todo es distintos... —solté determinado, calmado, pero con cierta... madurez.

    Miré lo que había entre mis manos, me senté sobre mis piernas, posé mis manos sobre.mi regazo, firme y cabizbajo.

    —Cuando tenía siete perdí esas cosas —fruncí el ceño—, creo que nunca me encontré...

    Levanté la mirada, serio, y mi voz sonó monocorde, calmada.

    Determinada.

    >>Pero ahora puedo estar seguro de qué quiero...

    Aunque no lo supiera con exactitud, miré mi regazo, sonreí con suavidad.

    >>¿Te gustaría estar entre esas cosas que quiero? —cuestioné con calma, un poco más bajo, y el cariño se coló en mi boca con cada palabra.

    ¿Por qué aquello parecía una confesión?

    Pues porque lo era, pero también era consciente de que no tenía nada que ver con romanticismos y enamoramientos.

    Sentía una conexión, un vínculo, no quería que esta chica perdiera el rumbo que a mí tanto me había costado conseguir, que aún luchaba por contener...

    Qué decir, algunas veces conoces a alguien, pero pocas veces encuentras aquello que nunca creíste que encontrarías.

    Serendipiti... sonaba a sereno.

    ¿Qué tan orgullosa estarías de mí ahora, mamá? Qué decir... con solo recordar mi nombre sonreí...

    Seguro de que ella también sonreiría.
     
    Última edición: 9 Abril 2023
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    [Bosque 5]

    Me mantuve bastante concentrada en el paisaje que tenía delante, aunque para ser completamente honesta, mi mirada se había acabado deslizando hacia Kakeru y el otro chico más veces de las que realmente eran necesarias. Una parte de mí también se había preocupado por el chico al escuchar la pseudo-confesión de Anna, y aunque no creía que la chica tuviese que culparse por estropearle el campamento a nadie por haber decidido ser sincera, tampoco iba a descartar la posibilidad de que a Kakeru aquello le hubiese afectado y, por lo tanto, no estuviese del mejor ánimo en el campamento.

    Pero se le veía relativamente bien, o por lo menos parecía estar a gusto junto a la compañía que había encontrado, y suponía que solo con eso podía quedarme tranquila; la imagen de los dos paseando por el agua me transmitía cierta calma, de hecho, y quizás por eso mismo me sentía tan atraída a seguir mirándolos con tanta frecuencia. Estaba, de hecho, viendo la escena de ambos e imaginando la conversación que podrían estar teniendo con una sonrisa ligera plantada en los labios cuando Sasha se me acercó. La distinguí prácticamente al instante, aunque me costó un poquito más procesar que me estaba hablando a mí.

    —Buenas tardes, senpai —la saludé un par de segundos después, aprovechando el momento en el que ella se agachó para prestarle mi atención como era debido—. Sí, bien. La comida estaba muy buena, así que habría sido difícil no comer rico —contesté, ensanchando la sonrisa que de por sí había logrado mantener después de haber estado mirando a los chicos—. ¿Y tú qué tal, senpai? ¿Vas a tomar el sol también o más bien vienes a meterte en el agua?
     
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  14.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna 6.png
    [Zona de acampada]

    Había hecho una pregunta delicada, era consciente, y mi expresión se contrajo ligeramente al notar el color de su voz. Recordaba, había dicho, lo hacía sin poder evitarlo. De alguna forma me las había ingeniado para sellar y negar todo aquello que me habían arrebatado, fuera una medida de defensa o una necedad personal. Vivir todos los días junto a los fantasmas del pasado... debía ser agotador, ¿cierto? Deslicé la mirada a la esquina de la carpa y hundí el rostro entre mis rodillas apenas.

    Quizás el monstruo negro fuera eso.

    Creí oírlo removerse y volteé la cabeza hacia él con prisa. Su silueta se definió, se agrandó, y por un instante pensé... que abriría la puerta, que yo no lo detendría. Al final no lo hizo. Su voz se oyó con mejor nitidez, volví a relajar el cuerpo y poco tardó en descuadrarme otra vez.

    ¿Te gustaría estar entre esas cosas que quiero?

    ¿Eh?

    Parpadeé, confundida, y miré la puerta. No quería ponerme a imaginar cosas ni creerme la última Coca Cola del desierto, pero no pude evitar... eso... ¿Q-qué me quería decir con eso? Respiré, sentí las mejillas arderme y agradecí estar ahí encerrada. Dios sabe cuántos malabares mentales me llevó derivar en una respuesta decente.

    —¿A qué te refieres? —cuestioné, esforzándome por no trastabillar, aunque fallé un poco al principio.


    Sasha 4.png
    [Bosque 5]

    Tuve la sensación de que había pillado a la niña en un momento de divagación extrema, vete a saber lo que estaría pensando. Sí me había parecido notar que su atención estaba posada en los muchachos de más allá, pero no le di importancia y me limité a saludarla como si nada. Le concedí una sonrisa sosegada apenas reparó en mí y atendí a su respuesta, asintiendo apenas. No lo procesé del todo, fue como si pretendiera... felicitarla por haberse alimentado bien.

    —Sol, de momento, no sé si me dé el coraje para meterme al agua —confesé, desviando la vista al lago, y en el movimiento noté que los muchachos de recién estaban viniendo en nuestra dirección; no le di importancia, sin embargo, y volví a mirar a Emily—. ¿Tú qué me dices, linda? ¿Quieres acompañarme~?


    Kakeru.png
    [Bosque 5]

    Intuí casi al instante que Kenta probablemente había torcido mis palabras, cosa que me incomodó un poco. Lo leí en su sonrisa, si se quiere; el chico era bastante transparente. En cualquier caso no me dejó tiempo a pensar, me rodeó los hombros y parte de su peso se fue en mi dirección. Me afiancé al suelo y lo miré, algo confundido. La cercanía era palpable, sí, y fui consciente de ella, mas no me molestó. Sí, mi idea era conversar, ¿por qué sonaba a que...? Ah, cielos.

    Alcé las cejas y esbocé una sonrisa algo avergonzada. Por Dios, Emily era la mejor amiga de Anna, no había forma terrenal de que fuera a... ni siquiera quería pensarlo, vaya.

    —Creo que me malinterpretaste —atajé en un murmullo un poco agobiado, y me escurrí de su agarre con sutileza para empezar a caminar—. Emily de verdad es mi amiga, no tenía nada raro en mente.

    El espacio me regresó la calma, eso y haber aclarado la situación. Para cuando alcanzamos a las chicas, había recuperado la sonrisa habitual y se la dediqué, en primera instancia, a Emily, quien estaba sentada con la espalda contra un árbol.

    —¿Interrumpimos? —Le eché un vistazo a Kenta—. Pensé en saludar, ya que aún no nos habíamos visto hoy...

    ¿Anna le habría contado algo de lo que ocurrió ayer? La idea se me atravesó a mitad de camino y me las arreglé para disimularla. La pelirroja nos estaba mirando y también le sonreí, pero aguardó por la respuesta de Emily. Lucía amigable.
     
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  15.  
    Insane

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    Podía decirse que lo había logrado, el tener a un par de más en el grupo, y al ser una de ellas Numéria de seguro Allen se animaría más. Le sonreí con condescendencia, notando luego a Craig dando un par de pasos en dirección al campamento.

    —Nos vemos entonces al rato.

    Desapareció entre el sendero y los árboles, con los pasos calmos. Sabía que demoraría en ir, a fin de cuentas no bromeaba con esperar a que bajase un poco el sol, y aunque no lo comprendía del todo me imagina que sería por algún tema de salud, por lo que prefería no inmiscuirme en ello, Volví mi vista a Russo, y le comenté antes de retirarme:

    —Probablemente en la tienda de acampar —comenté, risueño de por sí—. Iré a cambiarme Numéria, nos vemos en el lago.
     
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  16.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Bosque 5

    ¿Me gustaba colocar nerviosa a la gente? No, lo que me gustaban eran los sonrojos re bonicos, no colocar ansiosa a la gente. Exceptuando, claro, cuando me caía como una patada en culo y quería verte retorcer de alguna manera, no era el caso de Fujiwara. Así que apenas escuché que hablaba con ese toque de inseguridad me separé con calma, mirándolo con seriedad, regresando mis manos a los bolsillos, calmado. Él igual había escapado en parte de mis brazos, mira que golpe más bajo~.

    No pude evitar sonreír, compasivo, cuando dijo que Emily era solo una amiga. Este chico siempre sonaba tan honesto, nunca ocultando esas expresiones que le salían por naturalidad, así que no pude evitar creer que su enamorada debía ser otra. Le desordené el cabello sin llegar a ser brusco, con esa sonrisa mezcla de confianza y tranquilidad.

    —Tampoco estaría tranquilo con una chica como esa tal Emi, la verdad— Al buscar la silueta lejana le miré con cierta seriedad, luego le sonreí calmo a Fujiwara y evité que cualquier rastro de culpa se filtrara en mi rostro—, se ve que es una buena chica...

    Y si sonreí con un toque distinto, y aunque miraba a las chicas mi cabeza estaba en otro lado.

    >>Me gustan de otro tipo —dije sin más con la voz grave un poco sedosa. Devolví mis manos a los bolsillos y mientras caminábamos hacia las chicas me dediqué a sacarme la mugre de las uñas.

    Una vez ahí alcé bien má vista, erguido con confianza, y les brindé una sonrisa de lo más alegre.

    —Fujioka Kenta, un gusto —me presenté, al abrir los ojos y sonreírle primero a la azabache, y luego a la cas... Mi sorpresa fue clara, aunque ligera. La miré extrañado, y luego sonreí otra vez—, Ah, que tú eres compañera mía —exclamé sin más—. Pierce, ¿No es así?

    ¿Qué por qué sabía su nombre? Fácil, las caras bonitas tenían nombres bonitos y a mí ma gustaba recordar cosas bonitas... por poner alguna excusa~

    upload_2023-4-10_6-22-22.png
    Zona de acampada

    Creo que ya me había esforzado lo suficiente por mantener la compostura, Anna respondió mi pregunta con otra y mi rostro se torció compungido, apreté mis manos contra mi cuerpo en un abrazo a mi mismo y sentí mi rostro arder con fuerza.

    —Uhmmm~ —solté con ansiedad, un uhm de pensamiento cargado de inseguridad, había desviado la mirada a un costado, luego fija al suelo, angustiado.

    ¿Cómo respondía? ¡Estás entrando en pánico, Paz! Palmeé mis mejillas un poco fuerte alzando la mirada al frente, por más ojos cerrados que tuviera. En mi pose casi de monje dejé mis manos sobre las piernas, serio, rojisimo, pero regresando a la cordura.

    —No tienes que ser pareja de alguien para quererlo, Anna —los nervios me hicieron alzar un poco la voz, tener los ojos cerrados me ayudó a responder con más seguridad. Entre abrí los ojos, relajé la postura...

    Sonreí con vergüenza.

    >>Aparte, si me gustara alguien, esperaría un par... de experiencias más para decir que me gusta...

    Miré al frente, un poco serio, un poco determinado, un poco desafiante, aunque mi voz no perdía ese bajo volumen por más firme que hablara.

    >>Diría que ya me gusta alguien...— Cerré los ojos, avergonzado otra vez, pero sin perder ahora la sonrisa tímida que me surgió—, contigo quiero una amistad...— Abrí los ojos, miré mis manos sonriendo con vergüenza, pero aparte de.mi característica timidez no había nada raro—, me has caído bien.
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    [Bosque 5]

    Tenía que admitir que, durante un breve segundo, había temido no ser capaz de disimular mi desánimo al hablar con Sasha, siendo que aún tenía la conversación demasiado presente en mi memoria como para lograr reprimirla tan rápidamente; por suerte, parecía haberlo conseguido sin mayor problema, aunque también era consciente que la chica probablemente no me diría nada al respecto incluso si notaba algo raro.

    Sea como fuere, la mayor me confirmó que había venido a tomar el sol más que bañarse y asentí con la cabeza a modo de respuesta, ensanchando apenas la sonrisa con una ligera chispa de diversión en la misma por su comentario sobre atreverse a entrar al agua.

    —No me llevo muy bien con el sol, la verdad, suelo quemarme más que otra cosa... —admití, sin poder esconder el leve tono de vergüenza que se me había acoplado a la voz al hablar—. Pero si nos ponemos en el límite de la sombra del árbol con el sol, quizás sí pueda hacerte compañía, senpai.

    Me había distraído lo suficiente hablando con Sasha, tanto que ni siquiera me di cuenta de que los chicos habían salido del agua para acercarse a nosotras hasta que estuvieron prácticamente delante nuestra. Deslicé primero la mirada hacia Kakeru, por puro instinto de ser la cara que mejor reconocía, y le dediqué una sonrisa suave que no pretendió revelar nada de lo que sabía, pero al mismo tiempo tampoco logró esconder que no estaba del mejor ánimo posible.

    >>Para nada, me alegra que hayas venido a saludar —le dije aun así, pues genuinamente lo sentía, y centré mi atención después en el otro muchacho, con una sonrisa más animada en su dirección—. Encantada, Fujiioka-senpai, yo soy Emily y ella... —antes de que pudiese presentar a mi compañera, sin embargo, el chico pareció reconocerla y, de nuevo, con un ligero deje de diversión el rostro, volví a girarme hacia Kakeru—. Pierce-senpai. ¿Qué tal está el agua? A senpai le da miedo meterse~

    Bueno, al menos tenía que ser una buena noticia que intentase hacer una broma mientras hablaba con los demás...
     
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  18.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Zona de acampada

    Era repentino y hasta extraño, al menos visto desde afuera, que Adara quisiera regalarme sus libros teniendo en cuenta que hablábamos más bien poco y en general por cosas de la escuela. Además, suponía que quizás tuviese más amigos a los que darle los libros de ser el caso, pero igual no se lo diría por nada del mundo, porque no me daba el corazón para rechazar su iniciativa de por sí. Por ese mismo motivo terminaba cediendo a un montón de cosas en la vida, fuesen buenas o malas.

    Puede que me costara un poco interiorizarlo también, pero podía pensar que ese gesto de parte de Makris era una señal de que seguía relajándose a mi alrededor y que a su manera confiaba en mí. Esa era la única cosa que me interesaba al final del día, incluso si parecía un poco obsesivo, solo quería que los otros se sintieran cómodos al estar conmigo, ni más ni menos.

    —Ah, claro —dije cuando mencionó lo de la dirección y aproveché que todavía tenía el móvil fuera para extenderlo en su dirección—. Anota el tuyo y te mando un mensaje para que te quede registrado el mío.

    Le dediqué una sonrisa algo avergonzada todavía por el asunto del apelativo y asentí con la cabeza, la verdad es que digamos que sería un trabajo de las dos. De mi parte para no ser tan confianzuda, de la suya para no tensarse si se me aflojaba la lengua.

    —Tengo dos primos pequeños —añadí entonces mientras me ponía a arrancar briznas de césped de nuevo—. No sé qué tan bien te lleves con los niños.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    La verdad era que había hecho la oferta esperando que me rechazara. Con lo blanquita que se veía Emily y la piel tan bonita que tenía, era claro que gustaba de cuidársela. Además, ella misma me había recomendado aquellas mascarillas tan buenas. Su solución intermedia, sin embargo, me pareció muy razonable y asentí con ganas, el cabello acompañando el movimiento.

    Fifty-fifty, seems fine to me.

    Los chicos aparecieron en ese momento. Al más blanquito no lo ubicaba realmente, pero el otro iba a mi clase; había ingresado este año y habría sido difícil no tenerlo visto, con lo ruidoso que era. El primero reconoció a Emily y nos saludó, a lo cual les dediqué una sonrisa casual. Alzar a verlos me obligó a arrugar un poco la expresión, el sol dibujaba un halo luminoso alrededor de sus siluetas. Fujioka me reconoció luego de que Emily se presentara, pero no tuve tiempo a responderle que la niña decidió meterse conmigo. Volteé a verla con un movimiento seco y me eché encima toda la indignación de la que fui capaz, mientras el moreno más flaquito (que no se había presentado) soltaba una risa suave.

    —Está buena. Bastante tibia, de hecho. —Miró a Fujioka—. Fue nuestro gran descubrimiento del día.

    —No dije que me diera miedo —me defendí, con un tono de queja casi infantil, aunque prácticamente hubiera dicho eso—. ¿Qué es eso de molestar a tu senpai, Emi-chan?

    Estiré la mano para pincharle la mejilla con el índice, lo hice suave ya que tenía las uñas recién hechas, y con eso, di por concluido el berrinche.

    —Tibia, dices —agregué, alzando a mirar al amigo de Emily, y me incorporé con movimientos más tranquilos—. Pues bien, ¿entonces nos metemos todos?

    Aquello, claro, lo propuse desviando la mirada hacia Hodges. Había concluido el berrinche, sí, ¡pero no la venganza!


    Anna 6.png
    [Zona de acampada]

    Di un leve respingo cuando, en medio del silencio, me pareció oír que Paz se cacheteaba a sí mismo. Clavé la vista en la puerta de la carpa, confundida, y percibí los nervios en su voz. Ladeé la cabeza. ¿Por qué de repente hablaba de...? Bueno, veamos, ¿se había dado cuenta que había sonado como una confesión? ¿Por eso la reacción? Sin embargo, ¿no era un poquito raro que de repente estuviera...? Ah, qué más daba. Los nervios a veces nos jugaban malas pasadas.

    Con todo y que me disculpara, pobre criatura, oír su verborragia me aflojó una risa nasal muy suave. Se moriría si se lo decía, pero era algo gracioso.

    —Vale, con eso bastaba —respondí, animada, cuando por fin concluyó que quería ser mi amigo—. Llorar y reír como críos, ¿no? Ver las cosas simples también entra en ese saco. Tranquilo, chico, no entres en sobrecarga.

    Renové el aire de mis pulmones y jugueteé con mis dedos, mis brazos apoyados sobre las rodillas. Me sentía un poquito mejor.

    —Ser mi amigo es una muy posible receta para el desastre, aviso desde ya —anticipé, riendo un poco—. Pero claro, no tengo problema.

    Habiendo dicho eso, abrí la puerta de la carpa bastante de golpe y asomé la cabeza, encontrándome al chico muy cerca.

    —¿Y qué es eso de que ya te gusta alguien~? —murmuré, sedosa—. No vas a dejarme con la curiosidad, ¿o sí? Eso no es lo que hacen los amigos~
     
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  20.  
    Kaisa Morinachi

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    Vale pa los dos post
    [​IMG]

    Como era de esperar, la azabache era la típica japonesa que se mezclaba bien con Momoka, no sé, mi instinto me lo decía, supongo. Era cosa de ver su largo cabello, esa piel de porcelana y los ojos gentiles, sus movimientos y la forma en la que hablaba, todo gritaba que era de ese tipo de chicas. Sonreí tranquilo, confiado, era agradable escucharla y no pude evitar soltar una risa melodiosa, aunque se mantuvo serena, por lo que dijo sobre su amiga. Me causó bastante gracia y el hecho de que la castaña lo negara luego aumentaba la gracia y me estampaba la sonrisa divertida en la cara provocando que mis ojos se entrecerraran.

    Asentí a lo de Fujiwara, lo de que el agua era tibia y que fue el mejor descubrimiento. Me daba más bien lo mismo que fuera tibia, helada o hirviente, yo terminaba en ella de seguro, pero que en este instante estuviera tibia era casi que mágico. Me gustaba apreciar aquellos detalles. Solté otra risa leve cuando la castaña le "reprendió" a la kohai. Cómo fuera, noté las intenciones de la castaña y miré con una buena sonrisa a... ¿Hodges, era? Una muy confiada. Mi mente me jugó en contra, no quería imaginarla de formas raras, pero tenía enfrente una chica y la otra quería que se metiera a al lago, así que un traje de baño, por lo que notaba, le pintaría de lo más bien.

    Cómo fuera, no quería irme por ese rumbo, así que le sonreía calmo y confiado a Pierce, era más interesante y se notaba que era una chica bastante madura para su edad, incluso más que Momoka... aunque, bueno, no es que careciera de madurez, a Momo a ratos le gustaba ser como un cría y, para qué negarlo, conmigo de amigo podía serlo si quería. Mi descuido siempre rallaba en los caprichos de un crío.

    —Así que sin temor al agua, hay que tener agallas para afirmar eso sin siquiera titubear —comenté con calma, mis ojos sobre los suyos, me fijé en lo bonitos que eran. Mi cuerpo se movió en el puesto para dirigir mi cuerpo con confianza en dirección a la chica en la que mis sentidos se centraban. Alcé un poco el mentón sin perderla de vista, manos en mis bolsillos—. Qué dices, ¿Intentamos llegar al otro lado nadando?

    ¿Sería capaz? ¿Me ahogaba si lo intentaba? Conocía mis límites, no había pecado en probar.

    Qué decir, el Club de Kendo era más que solo enseñar a usar un firme palo de bambú: Expediciones, paciencia, fortaleza menta y física.

    Yo y Momoka conocíamos la adversidad.


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    Nervioso, como estaba, no me daba cuenta que había cavado mi propia tumba, pero no importa, ¡Pronto lo haría! Las palabras de Anna lograron que ingeniara una respuesta que me distrajo de mis nervios, analizar y la lógica siempre me ayudaban a eso. Me colgué con lo de receta, mi cerebro pensó rápido y a diferencia de otras veces no medité la tontería que estaba por soltar.

    —Entonces seré un cocinero... —medité todo lo que decía—, ¿todo terreno...? —cerré los ojos avergonzado, aunque en eso escuché la cremallera de la carpa y miré con sorpresa el rostro que apareció ante mí... Era...

    Iba a sonreír con suavidad cuando lo que dijo Anna me llegaron como flechas en las orejas...

    —¿Q-qué?— Mis ojos se abrieron al extremo, mi boca un poco más de lo común, que de por sí era poco y mi rostro se tiñó con absurda facilidad, ¿Podría Anna escuchar esos latidos que me golpeaban por dentro?— Eh... —casi veía cómo me rodaban los ojos como en las caricaturas que veía Huang, pero en realidad estaban fijos sobre los cristalinos rosas de Anna...

    Rosa... Fruncí el ceño, determinado, llevé mis manos empuñadas a la cadera y todo.

    >>¿No crees que la que me debe respuesta es otra primero? —soné monocorde, pero era absurdo llegar a imaginar que atemorizaba a alguien. Primero, porque tenía el rostro rojísimo, segundo, porque mi voz era de lejos lo más mullido que te podrías encontrar. Creo que eso lo saqué de mi madre.

    Mis ojos ceñudos se abrieron y bajaron, miré los dedos de Anna y cuando subí los ojos para sostener los suyos le sonreí casi zorruno... Me incliné hacia adelante, manos sobre mi regazo, y le hablé con confidencia.

    —Creo que tengo una idea mejor...— Colé las manos en mis bolsillos y saqué dos esmaltes, uno al lado del otro, morado y negro.

    >>No me vengas con que a las chicas no les gusta esto.

    Porque sabía que hasta la más ruda quería verse aunque sea un poco... pretty.

     
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