La tentación

La tentación

Ya nadie sabe con exactitud quién era Rolando. De por sí, ni siquiera se recuerda su apellido y su nombre sólo vive en una historia que todos parecemos saber de memoria.

Después de haber investigado sobre el tema, puedo afirmar que este relato varía de una persona a otra pero todas mantienen puntos en común, siendo uno de ellos aquel libro, descripto por muchos como “la tentación misma hecha papel”. Su contenido es asimismo desconocido, pero muchos alegan que Rolando, al pasar sus dedos por las tersas hojas, encontró las descripciones más espléndidas: increíbles paraísos luminosos y de colores (noción para nosotros vacía) que se mezclaban infinitamente, siempre haciendo un gran énfasis en el cielo.

Rolando se vio instantáneamente fascinado por este último. Le encantaba la idea de que con tan sólo mirar hacia lo alto se podía saber en qué momento del día se encontraba, todo según la posición que aquel astro rey amarillo anaranjado. Al mismo tiempo, su pequeña cabeza sumida en la oscuridad absoluta fantaseaba con el celeste manchado de blanco –algo que él imaginaba como puro-, los distintos colores del amanecer y el atardecer y ese tono oscuro que cubría el manto estelar en las noches, plagado de pequeños puntos blancos y relucientes.

A continuación, el relato cuenta un par de nimiedades sobre la vida de este hombre, de cómo la curiosidad se instaló en él y, día tras día, le hizo desatar los varios nudos de la venda que actualmente cubre los ojos de todas las personas, al punto de deshacerse de ella por completo. Por último, en todas las versiones se detalla de la misma manera el instante en el cual este pobre infeliz abre los ojos, descripción que cito a continuación: “Con la lentitud más dubitativa posible, los párpados del pobre Rolando se repelieron, aprendiéndose a mover en ese preciso instante y, a continuación, un grito desgarrador inundó las calles y callejas, deteniéndose el movimiento de todas las personas. Cuando el alarido hubo cesado, y los últimos sonidos guturales callado de su garganta, Rolando emitió sus dos últimas palabras: “El sol” y quedose quieto por el resto de la eternidad. Un joven cuya piedad era sólo eclipsada por su curiosidad se acercó a Rolando después, y sintió su piel dura y fría como la piedra, y percibió como su cabeza se encontraba inclinada hacia arriba, vacías las cuencas de los ojos y cálidas las lágrimas de sangre en sus mejillas”.

Termina así la cruel historia de Rolando, y, por desgracia, comienza la mía, ya que creo tener en mis manos tan fatídico libro. Escribo en este momento para dejar constancia de tal hecho, ya que sé me será inevitable abrirlo y leerlo, y es muy probable que mi destino sea el mismo que el del pobre hombre de quien he estado escribiendo. Prometo, al menos, quemar el libro antes de abrir los ojos.

Para la actividad ¡Vamos a pensar!
Tema: Mirar al sol.
Cantidad de palabras: 479 + título
No sé por qué, pero El Quijote me hace escribir más pesado de lo normal :'D.