La Sangre de la Soledad

Tema en 'Relatos' iniciado por Namida, 8 Diciembre 2011.

  1.  
    Namida

    Namida Entusiasta

    Escorpión
    Miembro desde:
    10 Septiembre 2011
    Mensajes:
    176
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    La Sangre de la Soledad
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    520
    Lucía un gran vestido de seda, con pequeñas rosas que colgaban de su castaño, largo y lacio cabello. Sus ojos eran de plata. ¿Eran lágrimas aquella plata? Sí, aquella joven muchacha que iba de luto lloraba sin llanto y sin consuelo alguno. Entre la blanca y helada nieve, calló de rodillas y se tapaba la cara con sus delicadas manos en aquel frío invierno. No se escuchaba nada, se rompieron los ruidos desde que ella llegó. Sencillamente y aunque pareciera algo increíble, silencio.

    Se escuchó un aullido largo y agudo que provenía de la blanca montaña de aquel bosque. La joven corrió desesperada a aquel lugar. Apartaba, mientras corría, las largas ramas de los árboles cubiertos de nieve, que se interponían en su camino. Sentía como la obligación de tener que ir a aquel lugar desconocido, como si su vida dependiera de ello. Se notaba débil, y sus pocas fuerzas las gastaba en aquellos intentos por llegar cuanto antes.

    Cuando al fin llegó, solamente encontró una cueva de hielo. Caminó y justamente al poner un pie descalzo en la cueva, calló desmayada sin remedio. Al despertar, una loba blanca, robusta, bella y fuerte apareció entre la niebla. No era fruto de su imaginación, aquella loba le observaba fijamente, daba la sensación de que le estaba diciendo mil y una cosa con la mirada. La chica despertó sin vestimenta alguna y acarició con ternura a la loba, mientras ésta se difuminaba y desaparecía.

    Llegó a una "habitación" que estaba manchada de sangre por todas partes. Volvió a echar de sus ojos aquella plata y salió a toda prisa de la cueva. No podía evitarlo, sentía puro terror por lo que sucedía en aquel momento y por lo que estaría por pasar. Quizás lo siguiente sí era fruto de su imaginación, pues sus ojos se tiñeron completamente de blanco y veía ilustraciones, imágenes. Como si todo lo que estaba viendo en aquel mismo momento hubiera sucedido tiempo atrás. Personas, personas sin ropa y harapos. Estaban arrastrándose por el suelo congelado y enterrándose las unas a las otras corporalmente. Todas aquellas personas eran retenidas en aquel lugar por unas gruesas y pesadas cadenas, negras, manchadas de sangre por el sufrimiento de todas aquellas condenadas almas. Gritaban de terror y dolor, entonces fue cuando una chica, joven, de entre los 15 y 18 años, entraba en la pesadilla de aquellas pobres personas. Todas se arrastraban, le cogían de sus suaves piernas y le hacían sangrar con sus uñas de tanto apretarle para que no se fuera. Le suplicaban, como si ella fuera su única esperanza. Aquella chica de pelo castaño, lacio y largo. Sin compasión alguna, observaba con placer y satisfacción como todas aquellas personas lloraban.. sus lágrimas parecían plata.

    ¡Aíma!​
    Gritó tumbada en el suelo la chica, quién "despertó" y salió de aquel mundo de incompasivas imágenes. Encadenada con unas pesadas cadenas y con una corona de espinas. La nieve que le rodeaba se tiñó de rojo sangre y gritó:​
    ¡Shi!​
    Nota: Aíma en griego significa sangre y shi en japonés muerte.
     
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