La sala.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Cygnus, 22 Octubre 2013.

  1.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
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    Escritor
    Título:
    La sala.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1681
    Saludos. Por aquí incursionando en el género del Misterio/Terror.
    No sé qué tal me quede pero haré el esfuerzo.
    El fic no es muy largo, serán unos cinco caps, aunque no tengo nada hecho.
    Las personas que leyeron "Amor Marginal" o "Corazón Solitario", notarán que este estilo es diferente, lo relajé demasiado, no es lo mío pero quiero concretizarlo.
    Sin más, aquí el primer capítulo. Nunca serán muy largos.


    ________


    ________

    Cuando Joaquín recibió la llamada se sintió molesto y preocupado. En el silencio pesado de la oficina, cualquier timbre, aún en tono bajo, sonaba como una bomba. Sus colegas no tardaron en girar los rostros hacia donde él se encontraba trabajando, con una mueca de fastidio.

    Dejó de teclear en su computadora y, comprometido por la llamada, se excusó con una mirada ante su patrón, y observó su teléfono. Seguro su padre, fastidiándolo nuevamente.


    Pero no. Al mirar el cristal de la pantalla, leyó en el llamante el nombre “Cristina”.

    Sintió un escalofrío, ese nombre le dio náuseas, y a la vez un cierto toque de alegría. Una extrañeza y una melancolía latente.

    Se retiró un poco del resto de sus compañeros, para tomar la puerta de salida y contestar cómodamente.



    —¿Sí, hola?

    —...

    —¿Hola? —repitió Joaquín al teléfono.

    —¡Joaquín!
    —¿Cristina? ¿Eres tú?

    —¿En dónde estás?

    —¿Cristina? —volvió a preguntar con incredulidad el joven.

    —Soy yo, ¡soy yo! ¿En dónde estás?

    —Erhm... —titubeó, pálido, Joaquín.

    —Vamos, ¿en dónde estás? ¡Quiero verte!

    —Yo... en el trabajo... ¿dónde estás tú?


    Silencio.


    —En mi casa —respondió al fin la joven—. ¿Te molesto?

    —No, para nada— sonrió Joaquín.

    —¿Cómo estás? Te he extrañado mucho, a ti, y a Karla, y a todos.

    —He estado bien, sólo trabajando y yendo a clases por las noches aún, como siempre. Ya sabes, ¡la rutina! ¿Qué hay de ti? Te nos perdiste de vista...

    —Lo sé... ¿Alguna noticia de mí se corrió por ahí?

    —Pues... pues no —titubeó Joaquín.

    —Entiendo... Me acostumbré a esa falta de atención por parte de todos. Pero está bien. Yo tampoco me la he pasado mal, ahora estoy en mi casa reposando luego de cierto accidente que tuve. No pasa nada, todo está en orden. Pero no puedo salir de mi casa. Entenderás... cosas sobre mi madre y yo. Me siento encerrada, y tengo muchas ganas de verlos, a todos ustedes.

    —¿Accidente? ¿Qué te pasó? —preguntó extrañado Joaquín.

    —Oh, apenas nada. En serio, nada que me haya incapacitado. Pero, cosas de mi madre.


    Joaquín volvió a titubear, por enésima vez.


    —¿Podría ir a visitarte el fin de semana? —preguntó tímidamente—. Francamente también tengo ganas de verte, Cris.

    —¡Nada me haría más feliz que una grata visita en estos momentos! —exclamó, contenta—. Pero me harías un enorme favor si invitaras a todos los muchachos, realmente los extraño a todos.

    —Claro —contestó Joaquín—. Veremos cómo me las arreglo con Karla. Sabes lo mal que me llevo con ella. Por lo demás, ahí nos tendrás a todos si logro convencerlos.

    —Trátense bien —rió Cristina.

    —Lo intento, pero... simplemente no puedo con ella. Ya lo sabes. En fin —Joaquín miró la hora y continuó, un poco nervioso porque lo fueran a reprender entrando a la oficina—. ¿Qué más cuentas, Cris? ¿Qué ha habido de nuevo?


    Silencio.


    —Nada digno de contarse. Problemitas familiares, problemas emocionales. Pero nada que ustedes no sepan. Sabes lo inestable que soy conmigo misma.

    —Seguro que estos días de lejanía con el grupo te han hecho sentir, en parte, más cómoda —dijo Joaquín—. El idiota de Humberto no hace más que fastidiarte todo el tiempo, qué lata. Apuesto a que gran parte del tiempo que te has tomado en tu casa y no has vuelto a clases es para poner todas tus cosas internas en orden, ¿no es así?

    —Ehm, algo así. Pero ya te he dicho que no te preocupes. Ni siquiera les guardo rencor. Quiero que vengan, quiero verlos... por favor, Joaquín, trata de convencerlos a todos. Te diré algo, no está mi madre. Quiero que vengan y de ser posible que se queden conmigo unos días. ¿Recuerdas que hay fin de semana largo en la uni? Por eso de los días feriados... ¿qué les parece si se toman esos días conmigo? La casa, como ya sabes, es grande, y mi madre no está, por lo que pueden sentirse cómodos de quedarse y de estar. Por favor...

    —Ya veo. ¡Por mi parte, ten por seguro que ahí estaré este viernes por la noche! Permíteme decirles y veremos qué opinan.

    —Mil gracias. Su compañía me hará mucho bien.

    —¿Me puedes dar tu domicilio?

    —Será mejor que te lo anexe en un mensaje —repuso Cristina—. Lo recibes en un momento, ¿sí?

    —Sí, ¡de acuerdo! —exclamó Joaquín un tanto alegre.

    —Gracias por haber contestado mi llamada —expresó Cristina de pronto, con un tono sombrío—. En verdad necesitaba hablar con alguien, y quién mejor que tú.

    —No te preocupes, también para mí fue un placer escucharte. ¡Oye, dos semanas sin ir a clases, claro que se te extrañaba!

    —No tanto como yo a ustedes. Gracias, amigo.

    —Nos veremos entonces el viernes, Cris —finalizó Joaquín.

    —Hasta entonces. ¡Mucho éxito en lo que estés haciendo!

    —Hasta entonces.


    Un click, la llamada había terminado. Joaquín dejó el teléfono en su bolsillo derecho, se recargó en la pared más próxima y respiró hondo, mirando de soslayo a las nubes.




    ______________________________





    —Sí, llamó, fue ella quien llamó —dijo Joaquín.


    La mañana era delicada, el aire retozaba con confianza por entre las hojas del jardín y los cabellos de los estudiantes. El día estaba parcialmente nublado.


    —¿Cristina? Pues qué sorpresa —contestó Bernardo.

    —Lo mismo pienso —dijo el primero.


    Un grupo de seis jóvenes se hallaban sentados en la hierba formando un semicírculo, aunque viéndose mutuamente. Joaquín, un muchacho moreno y alto, con gafas cuadradas, comunicaba sin demasiada emoción sobre la llamada a sus compañeros, y aunque no parecía alterarse, él mismo lo expresaba en palabras demasiado magníficas.


    —No me lo esperaba —continuaba—, saben cómo es ella. Retraída y tímida. Siempre guardándose secretos para sí misma. Se los digo yo, que la conozco mejor que nadie.

    —Bah. Ya te lo he dicho, sólo quiere llamar la atención— espetó Humberto, el más grande del grupo. Alto y con músculos titánicos, sonreía como de costumbre, con esa mueca cínica que lo caracterizaba.

    —Ella no es así —opinó Carolina, una de las compañeras que integraban el grupito—, y lo saben de sobra. Siempre está callada, al fondo del salón, sólo esperando la hora en que vayas a molestarla.

    —¡Ésa es una forma de llamar la atención! —se defendió Humberto—. Es como decir, “¡mírenme, estoy aquí, soy callada, soy misteriosa... mírenme todos!”

    —Claro... —contestó Carolina.


    Joaquín revisaba una y otra vez su teléfono, como si estuviera confirmado cada dos minutos si era verdad que Cristina se había comunicado con él un día antes.


    —En fin, ya les digo... quiere que vayamos a su casa este fin de semana largo, como una especie de visita prolongada —les informó a sus colegas.

    —Está loca —rió Bernardo, un joven alto y escuálido.

    —No, vamos, vamos —respondió Humberto de nuevo, anticipando la contestación de cualquiera de los demás—. Vamos, encontraremos la forma de divertirnos.

    —Yo no sé si pueda ir, para empezar —se excusó Bernardo—. La investigación de Historia Universal no la he comenzado...

    —No seas llorón, la investigación se entrega en tres semanas —interrumpió Joaquín—. Sí, vamos, encontraremos la forma de divertirnos con ella.

    —...o de ella— complementó Omar. Todos sonrieron.


    Joaquín se levantó, como para estirar un poco sus músculos atrofiados, y luego de haber revisado su teléfono, continuó:


    —Tengo su dirección. Es un poco lejos. Jamás había ido, ¿alguien de ustedes ha estado ahí?


    Silencio.


    —Ya veo —añadió el mismo—. Una vez dentro del aula les pasaré el domicilio. Así nos veremos todos ahí mañana en la noche. Pidan permiso a sus padres los que tengan que hacerlo. El plan es quedarnos con ella cuatro noches, según lo entendido. El martes temprano estaremos de regreso en la uni.

    —Oigan, esto se va a poner bueno —sonrió Omar, el más alegre y ocurrente del grupo. Sus vestimentas eran tan extravagantes como su personalidad.

    —Sin duda que sí —opinó alguien más.

    —Dejen el asunto de las tareas pendientes —sonrió Joaquín con calma—. De todas formas, sé que las estarán haciendo una noche antes de la entrega, no se hagan.

    —Yo diría que el mismo día, temprano —rió Humberto.


    Se levantaron los compañeros, uno a uno, al percatarse de que la hora dictaba para entrar al aula de nuevo.


    —Quiere que vaya Karla —añadió por último Joaquín.

    —Aff... —expresó con desconcierto Annie, la última del grupo. Reflexiva y metódica, no intervenía demasiado en las conversaciones.

    —Qué lata —complementó Carolina.

    —Dejen que vaya, tiene derecho a divertirse —rió de nuevo Humberto.

    —Ya qué —dijo Joaquín—. Pero no quiero ser yo quien se lo comunique. No le hablo, es rara, es pesada, me cae pésimo.



    La maestra entraba al aula y los jóvenes ingresaron tras ella.


    —No te va a comer —dijo Carolina, sonriente.





    ___________________________



    —Está muerta —dijo Karla, con los ojos enrojecidos, aspirando el humo de una pipa.

    —¿Y eso quién te lo dijo? —preguntó Joaquín, parado junto a ella. Acababan de salir de clases, pero las ansias de la droga podían más con la muchacha.

    —Ella misma —contestó al cabo de un rato, echando hacia atrás la cabeza y arrastrando las palabras.

    —Claro... ella misma te dijo que está muerta —expresó Joaquín burlón.

    —Sí. Pero si quieres vamos a su casa.

    —Yo iré. No sé tú.


    Karla volvió a aspirar su pipa con lentitud.


    —Sí. Pero no con ustedes. Son unos idiotas.


    Joaquín, por su parte, se frotó el rostro, exasperado. ¿Qué tenía Karla, que siempre mantenía su plan agresivo?


    —Ha faltado a clases porque tuvo un accidente de no sé qué —agregó la joven, cuya cabeza, casi rapada, se agitaba con pereza.

    —Sí, pero ella está bien.

    —Sí.

    —Bien, entonces nos veremos el viernes en la noche en este domicilio —dijo Joaquín y le tendió un papel.

    —Gracias —le sonrió Karla, con una mueca torcida y con sus ojos verde y rojo mirándolo fijamente.
     
  2.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

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    Vaya, ya me hacían falta tus fics *-*, ¡y esta vez es un Long fic! Ay que emoción.

    Bueno, no sé porqué, pero empiezo a pensar que la tal Karla -que, déjame decirte, me pareció la personaje más original... no preguntes porqué- tiene razón: Cristina está muerta.
    Tenía... no, tengo dos opciones:

    1. Cristina está muerta y su alma vaga en el mundo.
    2. Cristina se volvió loca y hará una masacre.

    Ambas son... tontas, lo sé, pero fue lo que se me vino a la mente.

    Por ahora no me queda más que esperar a que me lo aclares mejor con otros capítulos, ya sabes, nunca se podrá saber con el primero de forma definitiva.

    Gracias por invitarme *--* yo siempre tan contenta en tus fics, ay. x'D
     
  3.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Qué interesante. Me he quedado intrigada, no solo por esa llamada que recibió Joaquín, pues la sensación contradictoria que sintió al ver el nombre, me llevó a pensar algo tonto, como que él siente más que amistad por Cristina, luego, al seguir leyendo, pienso que Cris es esa chica a la que todos ignoran y/o molestan y que esa llamada es un plan de su parte para vengarse del grupo que de alguna manera, le hace la vida miserable XD Y luego viene esta Karla que asegura que ella está muerta, lo que incrementa mi intriga. De verdad deseo conocer a Cristina. ¿Qué ha planeado?

    Fue una lectura placentera, gracias.
     

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