One-shot de Pokémon - La Rueda De La Fortuna [Orangeshipper]

La Rueda De La Fortuna [Orangeshipper]

Hola :) Buscando entre mis fics y releyendo lo que estaba escribiendo me di cuenta de que mi narración últimamente ha caído un poco (quizá demasiado) en lo "adornado" ya saben, palabras demasiado suaves y/o cursis que no me servirían para describir otro género que no sea el romántico. Estoy decidida a hacer algo al respecto, pero justamente fue también buscando que encontré este fic que no había publicado. Es un Orangeshipper, espero que les guste.

La Rueda De La Fortuna.​

“Por más larga que sea una tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”

Misty cerró el gastado libro que sostenía en sus ahora impuras manos y lo arrojó lejos de ella. Observó el entorno que se presentaba ante sus ojos, y unas fuertes ganas de llorar emergieron de su interior. ¿Por qué le sucedía esto a ella?

-¡Eh, tú! Deja de lloriquear- le espetó un hombre de aspecto desaliñado. Misty sintió asco del olor a cerveza que emanaba de su boca.

-¿Y qué quieres que haga, idiota? ¿Ponerme a reír?- le espetó bruscamente.

La pelirroja lamentó unos minutos más tarde haberse dejado llevar por su carácter. El hombre que tanto aborrecía abrió la reja de la celda donde la retenían, le apartó las manos sujetadas por aquellas fuertes cadenas que impedían que escapara y le obsequió una bofetada.

Misty se sintió humillada. Era otra de las innumerables penurias que tendría que soportar. Lamentó profundamente no haber acompañado a su esposo Tracey a Ciudad Vermilion aquella fatídica mañana de su secuestro.

-No vuelvas a hablarme en ese tono, muchacha- le gritó el hombre, sacándola de sus pensamientos con un brusco estirón de pelo- yo soy quién esta al mando aquí ¿Entendiste?

-S…Si, señor- contestó con voz mansa. Era lo mejor.

Suspiró de alivio en cuanto el hombre se fue. Se sentía terriblemente cansada, a veces casi en el límite del agotamiento, y casi siempre estaba mojada y sucia. Maldijo unas cuantas veces a aquellos hombres que la habían secuestrado y se concentró en el rostro de su esposo, tan pálido y jovial, tan perfectamente encantador como para ser admirado. Dejó vagar sus pensamientos que rodeaban sobre el nombre de Tracey. Era lo único que la mantenía alejada de su sufriente encarcelamiento.

Se acercó nuevamente al libro que se encontraba tirado a unos cuantos metros de ella. Lo hojeó. Descubrió en el varias reflexiones que sospechaba eran ciertas, pero que no la hacían sentir mejor.

Volvió a dejar el libro en el suelo y se encaminó hacia su cama para recostarse, con la vista en una ventana alta ubicada en el lado izquierdo de su prisión. Observó las nubes durante un par de minutos y se quedó profundamente dormida. Probablemente por el agotamiento, o quizá por la tristeza…

El cielo estaba despejado y el día era alegre. Los pájaros cantaban con una entonación hermosa mientras volaban un poco más bajos que el sol. Era un día perfecto, pero no para ella.

Se encontraba sentada al borde de un lago, en las afueras de Ciudad Celeste. Su dilema sentimental era su prioridad en aquellos momentos. ¿Qué iba a hacer? Faltaba un día para su boda con Tracey ¡y ella no podía dejar de pensar en Ash! Maldijo la hora en que lo había invitado a Ciudad Celeste para celebrar el acontecimiento. Desde su llegada, Misty había sentido un vuelco en el corazón que le devolvía aquel amor (o enamoramiento) que había surgido en su juventud. Ahora retenía a duras penas las ganas de abrazarlo, de estar con él.

-¿Qué haces sola aquí afuera, Misty?- le preguntó una voz conocida.

Ella se volvió hacia su interlocutor. Era la tercera pieza que se suponía, no debía encajar en aquel rompecabezas de dos. Era el tercero en discordia que lograba confundirla. Era Ash Ketchum.

-Estaba pensando…-le dijo, intentando que su voz sonara indiferente.

Ash la observó por un momento, incrédulo y a la vez vacilante. Ella lo miró con ojos ansiosos y los castaños de Ash reflejaron preocupación, como si apenas estuviese creyendo o reconociendo algo.

Ash se acercó a ella lentamente y la besó. Fuera de su sorpresa, Misty no sintió absolutamente nada, más que un simple roce de labios. Se separó al instante. Había comprendido lo que Ash estaba haciendo.

Durante años, cuando era joven, había amado en secreto al entrenador pokemon de Pueblo Paleta. Esto, sin embargo, ya no continuaba vigente. Ahora sentía un fuerte cariño por él, una infinita dulzura e incluso un instinto maternal de protección, pero no amor.

-¿Eso resuelve tu problema?- le preguntó Ash mientras se levantaba.

-Sí- le dijo alegre- Un momento… ¿Cómo sabias que yo…?

Ash simplemente se encogió de hombros.

-May es buena para estas cosas- se rascó la nuca y su expresión era algo extraña- me aconsejó que te ayudara.

Y dicho esto, el joven entrenador de Pueblo Paleta se alejó ante la esmeralda mirada de Misty…

Una acalorada discusión la despertó. Se acercó a la reja que la retenía en la celda y observó a un par de sus secuestradores gritándose insultos e improperios. Se encaminó a la cama y se sentó. Recordó su sueño, que no era del todo un sueño. Ese suceso era un mero recuerdo de hacía años.

Y entonces se dispuso a pensar. ¿Por qué era la vida tan extraña? Parecía frecuentemente meterse con ella y llevarla de un lado a otro sin compasión. Recordaba perfectamente haber estado enamorada de Ash durante la mayor parte de su juventud y luego, un día, sin darse cuenta se encontraba en el altar junto a Tracey, jurándole siempre amarlo y respetarlo. Que extraño era aquello. La vida misma era tan extraña…

Un ruido de metal desgarrado la alejó de sus pensamientos. En la puerta de su celda, un Scyther que conocía perfectamente arrojaba las navajas que tenía por brazos hacia los barrotes, cortándolos en dos.

-Realmente no pensaste que te dejaría aquí, ¿Verdad?- la piel de Misty se estremeció. Era Tracey.

Y entonces comprendió todo. La vida misma era similar a una gigantesca rueda de la fortuna. Daba vueltas y vueltas sin parar, llevándonos por caminos desconocidos. Pero, al final de todo, siempre volvía al mismo lugar, el de partida. Y el punto de partida de Misty era su esposo.

FIN. ​