Mitología La Profecía de los Héroes.

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por SilRock, 26 Abril 2021.

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    SilRock

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    Título:
    La Profecía de los Héroes.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    3216
    Hola a todos! He subido esta historia aquí, porque trata de varias mitologías y un poco de mi invención, si no es su lugar correcto, avisadme para cambiarlo sin problemas ^^. Espero que os guste y disfrutéis de la lectura!

    Prólogo: Comienza una aventura.

    Ahí estaba ella, sola ante la adversidad de esos malditos Demonios Rojos que se dedicaban a derrotar a los héroes que libraban la batalla contra su prueba de valor. Años de preparación para convertirse en un héroe de verdad, duros y largos entrenamientos durante inclementes climas, maestros que nada tenían que envidiar a los instructores espartanos. Todo para ser reconocido como un héroe si eran capaces de superar la prueba.

    Ella había observado como sus compañeros se habían enfrentado contra su propio monstruo, el malvado y todopoderoso Demonio Oscuro, capaz de acabar con varios héroes al mismo tiempo… ¡Y lo habían derrotado! Habían quedado victoriosos después de un año de dura lucha contra el poder maligno del gran jefe. Sir Diego CaballeroLeón había gritado “¡Libertad!” aclamado por sus iguales, la hechicera Krystine, la Guerrera Loreto, el Paladín Galaha y la Sacerdotisa Charle habían arriesgado su vida ante el monstruo, mofándose en su cara y obteniendo una grata victoria.

    Ahora le tocaba a ella.

    Nuestra heroína combatió contra el Maestro Llaglés con dificultad, dureza y nerviosismo… y en el último momento, cuando pensaba que con toda probabilidad iba a sucumbir con aquel golpe de gracia de su martillo, ¡zas! Una luz cegadora traspasó la Sagrada Caverna dando de pleno en el grotesco monstruo. Empuñando la legendaria Espada del Fulgor y escudada, la heroína dio unos pasos vacilantes, herida y cansada de las noches en vela entrenando y preparándose para aquella prueba, sin quitar la vista del monstruo que empuñaba el hacha con odio y frustración, agarrando la empuñadura con asco y repulsión.

    -Si lo derroto seré una heroína…-Se repetía nuestra heroína recordando lo hablando con los Oráculos que le habían dicho que se convertiría en una heroína si era capaz de superar aquella prueba. Impasible, haciendo una finta con su espada, atacó al monstruo que se rascaba los ojos desprevenido, molesto por la luz que había entrado.-Si me derrota no…-¡Zas! Otra estocada, un potente golpe crítico.- ¡si lo logro seré una heroína!-Y atacó sus piernas.- ¡Una heroína!

    Y fue cuando el monstruo se recobró, devolviéndola el golpe y haciéndola perder el escudo con estrépito.

    La heroína saltó hacia un lado, cayendo mal e hiriéndose en un brazo. Las esperanzas se le iban con las fuerzas. Tragó saliva, agarrando con fuerza su espada con las dos manos, olvidándose del dolor y fulminando al Maestro con furia.

    -¡Por la victoria!-Gritó antes de saltar hacia su enemigo. Dos golpes certeros y justo a tiempo para saltar a un lado, huyendo de la cola escamada del enemigo. Volvió a saltar y descargó el golpe sobre su hombro, pero trastabilló y cayó al suelo, gritando de furia.- ¡No!

    El Maestro Llaglés entornó los ojos, empuñando aún su hacha, dispuesto a atacarle con todas sus fuerzas. Nuestra heroína, agarró con las dos manos la empuñadura de su espada legendaria y la clavó en el pecho de su enemigo, haciéndole soltar un grito que hubiera helado la sangre de cualquiera que se hubiera atrevido a seguir a la heroína contra su destino. Con las manos temblando del esfuerzo, la heroína retorció la espada y estiró para sacarla, haciendo brota la sangre del monstruo y viendo como fulminaba con sus oscuros ojos.

    -Has vencido por el momento…-Y rompió en espeluznantes carcajadas.

    Una vez se recuperó de su combate, temblando aún por la adrenalina que recorría su cuerpo, se permitió desplomarse durante largos minutos, mientras lágrimas de emoción descendían sus mejillas y le recordaban el fruto que los esfuerzos le habían entregado.

    ***​

    Se imponía ante ella un largo y duro camino hacia el Castillo del Olvido, donde estaba escrita su Profecía. Aún recordaba la pesadilla de combate que había tenido que librar contra aquel monstruo maligno. Agarrándose el brazo herido comenzó su viaje, dispuesta con su espada legendaria, la Espada del Fulgor, y su pesado escudo, clamándole a los Dioses que la enviaran fuerza y ayuda, mas parecían hacer oídos sordos. Debía pensar en sus compañeros, aquellos héroes vencedores de su profecía, los cuales se habían quedado atrás en la Posada El Carro de Apolo, esperando las buenas noticias… o quizás malas.

    Atravesó el Bosque Eterno y nadó el Lago Castus donde sucumbió de cansancio por aquel día en la soledad y la amargura de aquel viaje que tenía que hacer sola. Nuestra heroína no las tenía todas consigo pese a las buenas expectativas de sus compañeros. Antes de que amaneciera reprendió el viaje en un oscuro silencio que parecía querer sumirla en su más terrorífica soledad. Escaló el Monte Naikan con dificultad, siendo atacada por los monstruos que le salieron a su paso, ayudado por aquellos héroes que habían caído antes que ella, sin poder lograr su objetivo todavía, y que aún guardaban algo de luz y esperanza en sus corazones.

    Al fin llegó a su destino, tragó saliva y se aventuró por la puerta del imponente castillo.

    El Maestro Llaglés ya estaba allí, con una sonrisa de autosuficiencia en su rostro demacrado por las batallas y la edad, sentado sobre un trono labrado en la roca, con su hacha en la mano.

    -Vaya, vaya, vaya… Has llegado muy lejos, heroína.-Dijo con un siseo, seguido de una risa que te helaba el alma.

    Nuestra heroína desenvainó su espada y le apuntó con ella.

    -Cállate, monstruo.-Se encaró.-Y dime mi Profecía… te vencí una vez, puedo volver a hacerlo.

    El Maestro se levantó de su trono, con una sonrisa maliciosa y con un brillo maligno en sus ojos oscuros.

    -No pasarás de aquí,-habló, convirtiéndose de nuevo en aquel vil monstruo-eres como tu compañero…-Y señaló a un lado oscuro que no tardó en iluminarse.

    Nuestra heroína al principio no lo reconoció, desconcertada, pero cuando su compañero alzó la cabeza con dificultad, se le heló la sangre en las venas.-Paladín Galaha…

    Y aprovechando la desconcentración de la heroína, el enemigo se lanzó hacia ella, con un rugido que hizo vibrar el suelo. La heroína se cubrió tarde, recordando las lecciones aprendidas y empuñó su espada con temeridad, sin dejar de pensar en su compañero caído. Debía rescatarle y llevarlo a un lugar seguro donde le atendieran con medicina y magia. Pero antes, tendría que derrotar a su destino.

    Estaba escrito que se enfrentaría a él dos veces, ¿por qué hacerle esperar?

    -Con valor…-Se animó, cubriéndose de un golpe con su escudo y con un fiero grito de guerra se enzarzó en un épico combate contra su destino, esperando que la fortuna fuera su compañera.

    La heroína, llena de seguridad, atacó a diestro y siniestra al Maestro, haciéndole retroceder. No tenía que vacilar, no debía dejarse llevar por las emociones, tenía que utilizar la cabeza, el pensamiento.

    -¡Cúbrete!

    -¿Qué?

    La heroína se cubrió con recelo, justo a tiempo para parar una llamarada de fuego verde que el grotesco monstruo le había lanzado y buscó de donde procedía la voz. Era el Paladín Galaha, que le lanzó su espada con las últimas fuerzas.

    -¡Acaba con él!

    La heroína lanzó el escudo, con un salto esquivo un coletazo y agarró la espada antes de caer con estrépito sobre el hombro de su brazo herido, gruñendo de dolor. Debería haberse curado antes de lanzarse a luchar, le habían dicho.

    Maldijo por lo bajo, levantándose rápidamente, sin saber dónde estaba el monstruo, observó la espada del Paladín, y se asombró. Era la legendaria Espada Leviatán, apretó la empuñadura con fuerza, dispuesta a acabar con un último golpe y oyó la risa macabra de su enemigo.

    -Esa espada no le ha servido a tu compañero, no ha podido impedir ni soportar mi fuerza.-Dijo la voz, un rugido y de nuevo se lanzó sobre ella.

    La heroína interpuso sus dos espadas para que las fauces del monstruo no la engulleran con dificultad, la fuerza de su enemigo la hizo moverse unos centímetros hacia atrás. Sin embargo, aguantó, para sorpresa del monstruo. Con el poder de ambas espadas, supo que podría ganar. Le propinó una patada en el hocico y descargó con un rugido de bárbara las hojas de las espadas, haciendo retroceder al monstruo. De nuevo le lanzó otro ataque, uno tras otro lo acosó con furia, por su compañero caído, dejándose llevar por la rabia y la fuerza que la recorrían.

    El enemigo se puso nervioso, no comprendía cómo un insignificante humana podía estar venciéndolo. Apenas un aprendiz en todo. Y antes de que pudiera hacer nada, tenía clavada la espada de nuestra heroína de nuevo en el pecho. Soltó un rugido de frustración y dolor, sintiendo que se le iban las fuerzas y volviendo a su verdadera forma.

    La heroína corrió hacia el lugar donde estaba tendida su compañero, sin importarle el monstruo.

    -Paladín Gallaha…-Lo llamó.

    Su compañero abrió los ojos.

    -Lo has conseguido…-Y empezó a toser.-Ojalá hubiéramos emprendido… el viaje juntos. Corre-tos de nuevo-, arrebátale la Profecía…

    Nuestra victoriosa heroína asintió, nerviosa, y después de inspeccionar las heridas de su compañero se giró, cogiendo de nuevo su espada. El Maestro Llaglés, con dificultad se había arrastrado hacia su trono y se había sentado, no desapareció como la primera vez que lo derrotó. Ahora, decrepitó y herido de muerto, observaba a la heroína con odio.

    -Aquí tienes, heroína…-Y con los restos de su antiguo poder hizo elevarse la profecía de la heroína.-Espero que sepas utilizarla… Pero recuerda, ¡volveremos a encontrarnos!-Y desapareció. Lo había devuelto al infierno de donde nunca debería haber salido.

    La heroína se cubrió entonces los ojos al resplandor enceguecedor del desvanecimiento de su enemigo. Cuando abrió los ojos, ante ella brillaba una estrella roja.

    Sonrió, lo había conseguido.

    ***​

    -Yo creo que está lo suficientemente afilada, héroe.

    La voz le sacó de su ensimismamiento, alzando la vista de aquellos ojos claros para ver al centauro que tenía delante. Reparó en su daga y dejó de afilarla con la roca.

    -Cierto… pero estoy nervioso.

    El Centauro sonrió con sorna.

    -¿Nervioso el Azote de los Maestros?-Preguntó, moviendo la cola.

    -Mi profecía, Maestro Borya, pronto me tocará enfrentar a mi destino…

    -¡Que viene un héroe!

    Centauro y héroe siguieron a la muchedumbre fuera de la Posada El Carro de Apolo. La gente se arremolinaba a la espera de reconocer a las figuras que se acercaban. El héroe se hizo paso entre la gente y se puso en primera fila, reconociendo a varias personas.

    -¿Qué ocurre?

    -Viene un héroes de su profecía, y no viene solo.-Habló sir Diego CaballeroLeón.

    Entornó los ojos para ver mejor en la distancia, concentrándose en las figuras que se acercaban lentamente. Cuando apenas había cien metros entre las figuras y la muchedumbre, alguien gritó el nombre de la heroína y el héroe la reconoció.

    Nuestra heroína, cargando con dificultad con el cuerpo del Paladín Galaha, caminaba hacia ellos hasta que no pudo más y se desplomó.

    -¡Ayuda! ¡Hay un herido!

    Y varios médicos y magos se acercaron a ella. El centauro espoleó sus cascos para llegar el primero.

    -Heroína… ¿cuál es tu profecía?-Preguntó, haciéndose oír entre los médicos y los magos.

    La heroína, sentada en el suelo junto a su compañero, le miró con una mueca impenetrable. Tenía ojeras y un brazo herido.

    -He vencido, Maestro Borya…-Fue lo único que dijo antes de derrumbarse y empezar a roncar, vencida esta vez por el cansancio y el agotamiento acumulados.

    ***​

    La oscuridad lo rodeaba todo, no había atisbo de luz por ninguna parte, no había sonido que te guiara en aquel mar de oscuridad acechante. Mas sabía que allí había algo. Sentía el poder que emanaba aquel ser. Maligno. Oscuro. Terrorífico. Se removía en las sombrar que eran su hogar, ignorando a lo que parecía una figura humana que caminaba sin dirección entre las sombras. Un ronquido gutural rompió el silencio.

    -Mistral.

    La figura humana dejó de moverse, esperando.

    -Son seis los elegidos.-Dijo una lejana voz.

    Mistral asintió.

    -Seis los que llegarán desde el norte guiados por la invidente. Bajo la luz plateada abrirán la puerta, despertando al que mora en las entrañas de las sombras. Uno caerá por la pendiente y regresará. Dos conseguirán lo escondido, pero no acabarán el viaje. El que tiene sabiduría tendrá la clave para la victoria mientras que el nerviosismo consumirá y entregará al miedo a otro. El orgullo de uno será su propio enemigo. Dos finalizarán el viaje y un traído sucumbirá. Ve, oráculo, y cumple con tu cometido.

    Y fue cuando vio aquellos dos ojos rojos como rubíes que la observaban en la oscuridad. Había tal maldad en su color, rojo como la sangre, que despertó gritando despavorida.

    -¡Goliat, Goliat!

    Goliat entró en la habitación con el hacha en la mano, aunque eso ella no lo vio.

    Ama Mistral…” Y se arrodilló en la cama de su dueña, entendiendo que aquellos gritos solo podían significar una cosa. Una visión.

    Mistral se incorporó en la cama como pudo, con la mirada perdida como hacía ya tantos años, sudorosa y nerviosa por los dos ojos rubíes que había visto.

    -Goliat… prepara mis cosas, debemos partir…

    Es de noche, mi señora…

    -Me da igual.-Lo cortó.-Lo elegidos… deben saber su destino. ¡Aprisa!

    Goliat asintió, envainando su hacha y ayudando a su ama a levantarse. Cuando terminó de vestirla, salió por la puerta dejando a Mistral sentada en la cama, pensando aún en la Profecía. Un traidor, oscuridad, miedo… De todas las profecías que había visto, aquella era la más extraña para su gusto. Respiró profundamente, iba a necesitar toda la ayuda de los Dioses para conseguir aquello.

    ***​

    Cuando nuestra heroína despertó de su profundo y regenerador sueño, se encontró a oscuras y aquello la desconcertó. Con sus sentidos alerta, se incorporó en la mullida cama en la cual estaba tendida y se percató de que tenía el brazo herido vendado y casi recuperado. Se lo tocó inconscientemente, observando la modesta habitación que se abría ante ella y se dispuso a levantarse de la cama con torpeza y entumecimiento en sus miembros, estirándose se acercó al cortinaje de la ventana y lo descorrió, dejando entrar una resplandor de luz que la cegó unos instantes. Cuando se acostumbró a la luminosidad, miró por la ventana descubriendo la ciudad en todo su apogeo, Ticeo brillaba con luz propia en un atardecer cargado de movimiento en el mercado con las últimas compras del día. Estaba en la posada El Carro de Apolo. Se separó de la ventana dispuesta a salir cuando reparó en su espada y su escudo, roto, apoyados en la pared de al lado de su camastro.

    -Mierda…-Cogió el escudo inspeccionándolo, ahora tendría que ir al herrero para arreglarlo.

    El sonido de su estómago hambriento la sacó de su ensimismamiento, dejando el escudo sobre el camastro, y decidió bajar al comedor. Abrió la puerta y el sonido de ajetreo la animó, dirigiendo su camino hacia el lugar. Allí, sonrió al reconocer a sus compañeros héroes, a los trabajadores de la posada y a su maestro centauro.

    -Nuestra ganadora.-Habló Sir Diego CaballeroLeón, alzando su jarra de hidromiel con una sonrisa. Entonces todos repararon en ella, contentos y alzando sus jarras.

    La heroína sonrió con modestia, contenta al reconocer entre ellos al Paladín Galaha, que engullía un plato de estofado con ganas y vendajes por doquier y una sonrisa, casi recuperado de sus heridas. Se sentó, pues, en un taburete junto a la barra y el posadero se acercó a ella, sonriente.

    -¿Qué va a ser, campeona?-Preguntó, sirviéndola un vaso de agua.

    La heroína bebió con ganas, dándose cuenta de lo sedienta que estaba.

    -Cualquier cosa… tengo un hambre voraz.-Comentó con una brillante sonrisa.

    El posadero, Jarvis, sonrió.

    -¿Cualquier cosa?-Habló una vocecilla tras la heroína.-Mi comida no es cualquier cosa, ¿cuántas veces tendré que decíroslo a vosotros los héroes?

    -Vamos, Juna, sabes que adoran tu comida, les encanta.

    Juna gruñó y entró en la cocina con desgana, llevando platos y jarras sucias en su bandeja. Diez minutos después nuestra heroína engullía un buen plato de estofado con dos rebanadas de pan moreno.

    Mientras, en una de las mesas a espaldas de ella, uno de sus compañeros héroes jugaba con su comida escuchando, aburrido, la conversación de Sir Diego CaballeronLeón y la Amazona Alecta, que debatían la que hubiera sido la victoria perfecta de los 300 espartanos, que los Dioses los tuvieran en su gloria.

    -Yo estoy con el Maestro Borya,-argumentaba la amazona, con porte amenazadora y los dientes de sus víctimas atados al cuello, señalando al maestro centauro que coceaba junto a la barra con el tenedor-mucho escudo, mucho escudo, pero luego no les sirvió todo lo que tuviera que pagar por él.-Zanjó, llevándose el trozo de carne a la boca.

    Sir Diego CaballeroLeón negaba con la cabeza.

    -Mala planificación, como en el sitio de Troya.-Argumentaba, desmenuzando el pan sobre su sopa.-Si Atenea les hubiera favorecido, la sabiduría les hubiera ayudado.

    -Chorradas.-Soltó entonces el héroe.-Perdieron porque fueron engañados por el Caballo de Ulises. Y los espartanos, ¿qué decir de los que encuentran glorioso morir ganando que vivir perdiendo?

    Amazona y caballero se miraron, pero ella quien habló:

    -¿No preferirías volver victorioso y lleno de gloria?.-Preguntó.- ¿antes que volver derrotado y herido de gravedad?

    El héroe le sostuvo la mirada unos segundos.

    -Al menos volvería…

    -Yo he vuelto y no he traído la victoria conmigo, amazona, ¿tienes algo que decirme?-Dijo el Paladín Galaha fulminándola con su mirada parda, estaba en la mesa de al lado, escuchando la conversación.-Ni la gloria, no me siento honrado por ello, pero si por volver con vida.

    La amazona miró al paladín y antes de que pudiera decir algo más, Sir Diego se interpuso para apaciguar los ánimos de los presentes, algo nervioso.

    -Nadie os va a recriminar, Paladín Galaha. Vos hicisteis lo que pudisteis… Además, las amazonas tienen muy por encima el orgullo de la victoria, héroe.-Añadió.-Pero yo creo que tenéis ambos razón, aunque no dudaría en morir en la batalla si la causa es noble…

    Y justo cuando el héroe iba a responder a eso con un mordaz comentario, las puertas de la posada se abrieron con estrépito apagando las velas que iluminaban la posada y una figura cubierta por una túnica con capucha se hizo paso tambaleante entre ellas.

    -¡Héroes!-Gritó, atrayendo las miradas de todos, que se giraron para observarla.- ¡Seis de vosotros corren un grave peligro!-Y se quitó la capucha, mostrando una venda cubriendo sus ojos, su cabello corto y azul eléctrico le daba fortaleza, hacía que el hombre que venía detrás de ella fuera insignificante aunque midiera casi dos metros y llevara un hacha de doble filo atada a su espalda.

    -Es una vidente…-Se oyó que alguien decía.

    -Una profetiza…

    -Soy un Oráculo.-Dijo la susodicha con orgullo.-Y tengo una profecía para seis de vosotros. Deben franquear una prueba de valor.
     
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    Nao Sharp

    Nao Sharp Usuario popular Lectora empedernida del 2023

    Aries
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    Holii~
    Antes que nada, me ha gustado mucho leerte n.n Te voy a comentar algunos fallos que he visto, pero son detalles que no tienen mucha importancia, así que nada de desanimarse :3

    Aquí en concreto me resulta muy repetitivo lo de heroína... Poner "se repetía ella" creo que quedaría mejor :3

    Es devolviéndoLE el golpe, si no me equivoco devolviéndola es un laísmo.

    Sería "brotar", supongo.

    No sé si desconcertación existe, pero creo que es más correcto y queda mejor "el desconcierto".

    "Diestro y siniestro" es la expresión que conozco yo, supongo que "diestro y siniestra" es un error.

    Sería "tendido", según entendí es un chico (?)

    Sería "herido de muerte", creo uwu

    "Se removía entre las sombraS"

    Supongo que sería "los elegidos".

    Ay me ha quedado súper largo. Sé que es mucho, pero es un texto bastante largo... Yo tengo errores de este tipo también, así que nada de desanimarse.

    Antes de irme felicitarte por el esfuerzo y decirte que espero la continuación.

    Un saludo!
     
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    SilRock

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    No sé si me habré dejado alguna falta por corregir, porque después de un rato la vista acaba por cansarse y todo parece bonito y perfecto ^^'. Voy a intentar subir más seguido esta historia, que no es muy larga, y así poder subir otras que tengo. Espero que os guste!

    —————————————
    Capítulo Segundo: Comienza el Viaje.

    En aquella parte del contienen era invierno y la ciudad de Ahriel era atacada por una ventisca de nieve que tenía encerrados a todos los ciudadanos en sus casas sin la opción de ir a trabajar sus campos. El río Urgit estaba congelado, los picos de las Montañas Debra estaban nevados y hacía días que no veían la luz del sol. El príncipe heredero de Ahriel estaba sentado en el trono de su ausente padre con una pierna colgando de uno de los reposabrazos de plata. Jugaba con su corona de oro entre sus manos mientras oía lo que el senescal le estaba contando sobre las pérdidas de la agricultura por el mal tiempo. Era su deber cuando su padre estaba fuera.

    Y era tan aburrido.

    Bufó, lanzando la corona al aire y recogiéndola con su pie, bailando una sonrisa divertida en sus labios. El senescal le observó, sin dejar de hablar, con reproche.

    -Perdone que mi discurso le aburra, Alteza.-Carraspeó.-Pero a mí tampoco me gusta esto.

    -Qué novedad.

    El senescal se sintió ofendido.

    -Cuando vuelva vuestro padre, volveréis a ser libre, mi estimado señor.

    -Claro.

    -Y podréis volver a perseguir ninfas en los bosques como siempre.

    -Brillante.

    -Y, sobre todo, poder llevar a cabo el plan del Señor Aliester.

    El príncipe dejó de mirar el vacío y concentró sus ojos pardos en el senescal. Se sentó bien, sonriendo con malicia, y se colocó la corona.

    -Bien.-Se levantó, colocándose el chaleco y bajó los escalones del pedestal para asombro del senescal.-Dales un sellado a esos papeles, Kell, me voy a la Torre.

    -Pero, alteza, aún no he acabado de… ¡Alteza! ¡Mi señor!-Un portazo fue su única respuesta.

    El príncipe recorrió el bastión con arrogancia, siendo reverenciado por los siervos que se encontraba, hasta llegar a las escaleras de caracol que conducían a la Torre. Cuando estuvo arriba del todo, abrió la puerta sin llamar.

    La estancia, a oscuras, estaba caliente por la chimenea encendida al fondo de la habitación. Los grandes ventanales estaban cerrados por la ventisca y con las cortinas echadas, dándole oscuridad, el príncipe se acostumbró rápido a la oscuridad y se fijó en la gran cama con doseles y cojines que había en el centro. Donde estaba ella tumbada, una túnica de seda lavanda cubría su cuerpo, y una venda del mismo color sus ojos. Sus cabellos, rizados, estaban trenzados, y en una de sus manos había una cadena. Siguió la cadena hasta que encontró al gran siervo de casi dos metros, que mantenía la cabeza gacha, sumiso y en un silencio eterno.

    -Yshiara.-La llamó el príncipe.

    La susodicha giró la cabeza en dirección al joven y apuesto príncipe.

    -Alteza.-Lo saludó.

    El príncipe se acercó a la chimenea encendida y avivó las llamas echándole leña.

    -Vengo a…

    -Ya sé a lo que venís, alteza. Soy adivina.-Y soltó una carcajada.

    El príncipe sonrió.

    -Pues entonces, dame mi respuesta, querida.

    La adivina se incorporó de la cama, tiró de la cadena y el gigante se levantó, ayudándole a ponerse de pie. Le guio hacia la chimenea y allí el príncipe le cogió una mano, besándola galantemente.

    -Ya sé quiénes son los Elegidos. Son de la ciudad de Anstor…

    -¿Anstor? ¡Por las barbas de Merlín! Eso está en el otro lado del continente. ¿Cómo se supone que van a llegar hasta aquí?

    -No os impacientéis, mi joven señor.-Lo tranquilizó Yshiara.-Llegarán guiados por la invidente…

    -Vaya guía.

    -Ella les traerá hasta ti sin saberlo. Son seis elegidos, los acompaña un Maestro centauro estirpe del mismísimo Quirón, la vidente y su protector.

    El príncipe se apoyó en la pared con los brazos cruzados, pensativo.

    -Recita de nuevo mi Profecía, Yshiara.-Ordenó.

    La profetiza, criada en Delfos como todas sus hermanas, se dispuso a recitar la Profecía del heredero de Ahriel, pero la puerta de la habitación se volvió a abrir y por ella entró un siervo.

    -Alteza, tenemos un mensaje del Señor Aliester.-Dijo apresuradamente.

    -¿No puede esperar?

    -Es importante, alteza.

    -Joder… Vale, Yshiara, pregúntales a las estrellas cuándo llegarán…

    -Ellas me hablan a mí, no yo a ellas…

    -Me da igual. Quiero saberlo ¡ya!-Ordenó, irritado.-No querrías enfadarme de nuevo, ¿cierto? Ya sabes lo que le pasó a tu amiguito la última vez.-Y puso una mano encima del hombro del gigante.- ¿Aún lo recuerdas, Hakk?

    Hakk tembló al contacto del príncipe.

    Yshiara buscó a tientas la mano de su gigante y la apretó con fuerza.

    -No, mi señor.

    El príncipe siguió a su siervo y cerró la puerta con una sonrisa macabra en el rostro. Sus ojos, pardos, brillaron con una pizca de locura. El siervo que iba a su lado, cabizbajo, temía el contacto de su gélido príncipe.

    Ahriel era una ciudad misericordiosa y en paz unitaria con otras regiones. Pero desde que el Príncipe había sido encontrado por Yshiara y su mudo compañero, todo había cambiado en el honorable y bondadoso futuro monarca. Tenía tratos oscuros con bestias desconocidas de ojos rojos y destilaba crueldad y odio por cada poro de su piel. Su padre, el rey Nagi, no sabía nada de esto, pero sabía que su heredero había cambiado en los últimos tiempos. Mas no podía hacer nada, cuando debía partir del reino pasaba a manos de su único hijo y él era quien tomaba las decisiones. Como la decisión de que un Oráculo de Delfos pasara a vivir con ellos en el bastión. Y aquellos tratos con alguien de las Montañas Debra. El siervo guio a su líder hacia la Sala del Trono y allí, donde ya había desaparecido el senescal, el príncipe se sentó en su trono.

    -¿Qué es lo que ocurre?-Preguntó con frialdad.- ¿Cuál es el mensaje de Aliester?

    El siervo hizo una reverencia e hizo una seña para que el mensajero entrara. Cuando estuvo delante del príncipe habló.

    -El amo Aliester ha doblegado la voluntad de uno de los Elegidos y…

    -¿Quién es?

    -Eso no puedo revelártelo, mi príncipe, no entra en los planes del amo. Pero quiere que os diga que ya se acerca el momento y pronto tendréis que interpretar vuestro papel en esta función.

    -Bien.

    ***​

    La puerta se abrió con estrépito y el sonido de los cascos del Maestro le despertaron con estridencia, saltando del jergón y cayendo al suelo con dolor en sus nalgas. El centauro corrió la cortina dejando entrar el sol sin consideración y se cruzó de brazos, mirando a las dos chicas con reproche.

    -Ya es casi medio día.

    -¿Medio día? Ahí va la leche, ¡mi herrería!-Y la herrera se puso sus pesadas botas rápidamente y se perdió por la puerta bajando la escaleras con estrépito.

    La heroína se levantó del suelo, sobándose las nalgas doloridas. Se sentó en el jergón y se calzó con parsimonia notando como su resaca le iba a mantener en un estado de mal humor durante todo el día.

    -¿A qué hora partimos? Tengo asuntos que atender…

    -Si hubieras despertado antes, podrías haber atendido esos asuntos, heroína holgazana.-Le riñó Borya.-Así que levántate, prepara tu petate y baja con tus compañeros.

    -Yo no quiero esta Profecía, Maestro.

    -Te puedo asegurar que muchos desearían estar en tu pellejo, ¿lo sabías?

    La heroína se levantó.

    -Sí, bueno. Lo que tú digas…

    El centauro salió de la habitación resonando sus cascos. Y no fue hasta tiempo después que la heroína se preguntó cómo demonios había subido por las escaleras…

    Cuando estuvo abajo, se sentó a desayunar en una mesa apartada con su dolor de cabeza. No se dio cuenta hasta tiempo después que varias personas le echaban miradas inquisidoras, y simplemente le dio igual. Tan pronto como se terminó las gachas, se masajeó las sienes con enojo. Era como tener un martillo golpeándote en la frente con fuerza.

    -Maldito dolor de cabeza…

    -Se llama resaca.-Dijo una voz en la mesa de al lado.

    La heroína abrió los ojos y miró a las dos chicas que estaban al lado, desayunando con tranquilidad. Pertenecían al grupo que había presentado ayer la vidente. La maga y la caballera. Las ignoró, volviendo a sus masajes.

    -Si quieres, puedo darte algo para remediar el dolor.-Habló la maga, sonriendo y buscó entre su petate un brebaje azul, tendiéndoselo a la heroína.-Te hará sentir mejor.

    Le heroína le miró y luego el brebaje. Lo tomó y pegó un sorbo.

    -¡Pero qué asco!-Exclamó al notar el repugnante sabor.

    La maga sonrió.

    -He dicho que te haría sentir mejor, no que estuviera bueno.

    -¡Agua, por los Dioses, agua!

    La caballera rellenó su baso de la jarra con agua y se lo tendió.

    -Qué dramática…

    La heroína bebió abundantemente agua, sacudiendo después la cabeza. Cuando el mal sabor pasó, suspiró más tranquila. Lo cierto era que ya no le dolía la cabeza y había recuperado casi todas sus fuerzas.

    -Vaya… funciona…

    -Claro que funciona, lo he preparado yo.-Dijo la maga, con orgullo.-Me llamo Mita, y esta es Ania.

    -Encantadas yo soy…

    -¡Aún estás aquí!-Sonó la potente voz del centauro.- ¡Ve ahora mismo a hacer esos asuntos, heroína!

    La heroína pegó un brinco, asustada, se despidió de las chicas y salió de la posada rápidamente, intentando no reírse al ver al centauro enojado. Maga y caballera sonrieron, iba a ser un viaje muy interesante si aquella heroína los acompañaba.

    -Creo que nos lo vamos a pasar bien con ella.-Comentó Ania.

    Mita asintió.

    Cerca de allí, el joven héroe, dibujaba un petate en su Lienzoescudo con perfección, cuando hubo acabado, dio una palmada y concentró sus manos en el dibujo, haciéndolo aparecer a su lado. Ya tenía hecho su petate, sin apenas esfuerzo y sin tener que preocuparse por si se dejaba algo. Sonrió y se levantó para salir a dar una última vuelta por la ciudad.

    -No es una buena forma de hacer un petate, joven héroe.

    El héroe se quedó quieto, avergonzado se giró a mirar al centauro, que lo miraba con reproche, con una ceja alzada.

    -Esto…-Rio nerviosamente.-pero ha sido rápido, Maestro Borya.

    Borya suspiró, derrotado.

    -No sé qué voy a hacer con vosotros… De verdad que no lo sé.

    El héroe, volvió a reír.

    -No te preocupes, maestro, todo saldrá bien.-Y aquello lo dijo de puro corazón.-Cumpliremos con nuestra Profecía y volveremos victoriosos.

    Borya no pudo evitar sonreír.

    -De acuerdo, héroe, tú ganas.

    -Siempre lo hago.

    ***​

    Llegar a la Herrería le costó más que el día anterior por el cansancio. Entró y se encontró al duende del día anterior, que le miró y le ignoró, señalándole la puerta por donde había ido la última vez. Recorrió las fraguas de los cíclopes y llegó a la de su amiga Soma, apartó la cortina y le encontró trabajando.

    -Amiga Soma.-Le llamó a voz de grito para que la escuchara por encima del estruendo.- ¡Soma!

    Soma dejó de martillear y se giró a observarla.

    -¡Hola! ¿Qué tal llevas la resaca?

    La heroína se encogió de hombros.

    -Parto esta misma tarde y estoy cansada… No sé qué me depara este viaje.

    Soma le palmeó la espalda con efusividad.

    -¡No pases pena! Ya verás como vuelves con la victoria de nuevo.-Y se acercó a su mesa donde reposaba el escudo.-Está nuevecito, y además, ha sido rápido.

    -Pensaba que no te daría tiempo después de haberte ido así…

    -La verdad es que le dejé el trabajo a uno de mis cíclopes… Así que sí que te va a costar caro.

    -¿Qué?

    -¡Era una broma mujer!

    -Ah, vale… Porque después de la charla que me dio ayer mi Maestro…

    Soma rio y le entregó el escudo.

    -Le he puesto mi señal para que todos sepan que está hecho en la mejor herrería del país.

    La heroína sonrió.

    -Muchas gracias, amiga Soma.

    -¡Gracias a ti por la juerga de anoche! Estaré unos cuantos meses sin probar el vino…

    Y las dos rieron.

    ***​

    Mistral bajó las escaleras con ayuda de Goliat después de comer para ver cómo iban los preparativos de la Campaña. Algunos lo tenían ya todo listo, otros, sin embargo…

    -¡Mira que te dije que te prepararás, holgazana!

    -¡Ya voy, ya voy! Pero no me pegues con ese palo…

    -¡Pues haberte levantado antes!

    Mistral suspiró. Aquello empezaba a hacérsele difícil, notaba que no estaba preparada para aquella misión que les habían entregado a las estrellas. El miedo se adueñó de su corazón, ¿y si no se hacían con la victoria? ¿Y si caían antes de tiempo? Una silenciosa lágrima resbaló por su rostro y se perdió en su barbilla. Goliat le cogió la mano y se la apretó.

    Estoy contigo, ama Mistral.” Sonó en su mente.

    Mistral, agradecida, apretó la mano de Goliat. Era el único que podía comprenderla. El único que iba a estar con ella hasta el final. El único que pertenecía a su mundo en la Torre.

    -Gracias…

    Con renovadas fuerzas y su corazón lleno de ternura por Goliat, alzó la cabeza con orgullo. Iba a llevar a aquellos chicos a su destino, les haría conseguir la victoria y no permitiría que ninguno cayera prematuramente.

    -Vamos a ello…-Dio unos tambaleantes pasos y se detuvo, con seriedad.- ¡Jóvenes héroes de la Profecía!-Los llamó. Los cinco la miraron desde sus respectivos puestos.-La hora de partir ha llegado, debemos entregarnos a la fortuna y que la suerte nos guíe hacia la victoria.

    -¡Si!

    -Maestro Borya… Comencemos.

    Borya asintió, se giró hacia los Elegidos y los miró con orgullo, saliendo por las puertas de la posada. Los héroes le siguieron con sus petates, mochilas y armas.

    -Heroína…

    Ella se giró y observó con una sonrisa que era el Paladina Gallaha. Había dejado su armadura atrás, y se le veía extraño vestido con aquellas ropas finas y oscuras. Le miraba con sus ojos oscuros con una intensidad que la heroína no pudo descifrar.

    -¡Paladín! ¿Qué tal estás?

    -Bien…-Contestó, ignorando sus heridas casi curadas.-Me han contado lo de esta Profecía… Increíble.

    -Sí, pensé que podría volver a mi tierra y descansar… Pero no caerá esa breva.-Y se giró a mirar al grupo, que empezaba a alejarse.-Vaya… ¡He de partir, Paladín! Espero que te recuperes pronto y vuelvas al ataque.

    -¡Espera!-Y le agarró del brazo.-Quiero darte algo como presente y buen augurio.-Y desenvainó su legendaria Leviatán, que brilló con intensidad.

    La heroína observó la espada con incredulidad, la hoja era tan hermosa como recordaba, y tan letal también. Combinada con su Espada del Fulgor había conseguido darle la victoria que tanto había buscado.

    -¿No estarás pensando…? No, no puedo aceptarlo.

    -La utilizaste bien, heroína, y es lo menos que puedo hacer después de salvarme de una muerte segura.-Y cogió la mano de la heroína para que agarra la empuñadura negra.

    -Tú hubieras hecho lo mismo por mí.-Se apresuró a decir la heroína.

    -Sí, pero no tan bien como tú….

    -Pero… no soy digna de ella.-Replicó la heroína, mirándole a los ojos.

    Galaha volvió a sonreírla con total sinceridad.

    -Sí que lo eres, heroína, solo tú puedes blandirla.-Y le hizo una reverencia.

    -Pero yo… no me lo merezco… De verdad.

    -Adiós y suerte, heroína. Que los Dioses sean bondadosos y te dejen ver la tierra pronto.-Y el Paladín sonrió, alejándose de ella.

    La heroína, apretó la empuñadura de aquél magnífico regalo y la envainó junto a la otra espada. Agarró con fuerza el petate y echó a correr sin mirar atrás hacia sus compañeros que se habían detenido a esperarla. No podía defraudar a su amigo, debía traer la victoria ya no solo por ella.

    Cuando llegó al grupo, miraron las dos legendarias espadas que llevaba colgadas a la espalda con sorpresa y curiosidad.

    -Buenas armas.-Dijo su prima Aria.- ¿Verdad, Yess?

    Yess asintió, y se llevó una mano a su martillo en su espalda.

    -Pero nada como un buen martillo forjado por los enanos de Trelheim.-Comentó.

    Y continuaron el viaje hasta ya entrada la noche a unos metros del camino principal. Siguieron un camino trazado por el Oráculo que, junto con Goliat, iba al frente de la comunidad guiándolos. La brisa nocturna avivaba las llamas de la pequeña hoguera mientras cenaban pan de lembas con cecina de cerdo.
     
  4. Threadmarks: Capítulo 3: el Lago Ender.
     
    SilRock

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    Capítulo Tercero: El Lago Ender.

    Las piedras del camino forjaban el destino de los héroes, que guiados por la profetiza Mistral, continuaban su viaje hacia el norte notando como cada vez la temperatura bajaba por la proximidad a las Montañas Debra, donde era invierno durante todo el año. Habían sacado sus capas de sus petates, y abrigados, luchaban contra el frío viento que azotaba durante las noches, apenas calentados por las fogatas que lograban encender con la magia o la maña. Era duro, y no todos estaban contentos en el grupo. Unos intentaban llevar la marcha con buen humor, enfadando a los que no eran tan positivos, y había tensiones que fácilmente se podían arreglar. A veces.

    Las primeras noches montaron guardia de dos en dos, pero con la proximidad a la región de Wiggin, donde los ogros y los trasgos eran numerosos, empezaron a apostar cuatro centinelas armados. Y eso significaba pocas horas de sueño para los kilómetros que recorrían durante el día.

    Las armas les pesaban, el cansancio se notaba, y el maestro Borya tenía que reñirlos varias veces al día para que todos se llevaran bien. No quería que le grupo se rompiera por la presión que estaban sufriendo nada más empezar la aventura. Era como si alguien les hubiera maldecido al salir de Anstor, y no era el único que lo pensaba.

    Fueron atacados por ladrones y moradores de los bosques, pero lograban deshacerse de ellos entre todos. Ya fuera por la magia de la hechicera Mita, la fuerza de Goliat, o los planes del héroe. Todo estaba escrito, cada ataque meticulosamente deparado para ellos. Todos representaban un papel fundamental en las luchas, como si su elección hubiera sido la acertada de antemano. Cada uno con sus características propias.

    Una de las noches, después de cenar, los héroes tuvieron un ataque imprevisto.

    Goliat, el Maestro Borya, el héroe y la heroína tenían la primera guardia. El día había sido duro, horas caminando bajo una lluvia torrencial que les había pillado desprevenidos. Desanimados, se habían cobijado en una arboleda y habían encendido una fogata, no sin dificultad. Los demás dormían, y los cuatros centinelas velaban sus sueños agotados y deprimidos, sin saber que era una buena noche para un ataque.

    Goliat y el centauro en la parte norte y los jóvenes héroes en la parte sur.

    -Que frío hace…-Se quejaba la heroína, acurrucada entre dos mantas, con una de sus espadas desenfundada. Miró a su silencioso compañero, que miraba hacia el bosque con sueño. Suspiró, cómo deseaba estar en la haciendo de su tío y dormir hasta medio día, hincharse de comer y pasar la tarde de caza con sus compañeros para acabar cantando por la noche aquellas canciones de su tierra. Una le vino a la mente y no pudo evitar comenzar a silbarla, un poco más animada al haber recordado a los suyos.

    El héroe la miró por encima del hombro, al menos alguien se lo pasaba bien. Dejó su lienzoescudo a su lado y se quitó una de sus destrozadas botas. Llevaba todo el día con algo metido en ella y ahora había caído en que debía quitárselo. Zarandeó la bota y una piedrecita salió disparada al suelo y cuando se iba a calzar, escuchó el ruido.

    Al principio lo ignoró, pero cuando volvió a escucharlo hizo callar a la heroína con rudeza, agudizando el oído.

    -Oye…

    -Cállate, he oído algo.

    La heroína se levantó, dejando caer sus mantas.

    -¿Dónde?

    Pero ya era tarde, y cuando quisieron darse cuenta, estaban rodeados por oscuras siluetas que los apuntaban con arcos. La heroína maldijo por lo bajo, soltando sus espadas, que cayeron con estrépito y sonido metálico al suelo, y así hicieron los demás centinelas, que estrecharon el cerco, despertando a los que dormían.

    Mistral se agarró al fuerte brazo de Goliat, que la protegía, aún con su hacha en la mano y una mueca de frustración en su rostro.

    -¿Qui-quiénes sois?-Preguntó Aria.

    -No contestarán…-Dijo Yess, que soltaba su martillo con impotencia.-Son náyades, del Lago Ender.

    -¿Qué?-Preguntó Mistral, asombrada.- ¿Por qué nos atacan tan lejos de su territorio?

    -Los enviará la Bruja del Lago.-Contestó Ania, observando las figuras que se acercaban hacia la fogata.

    Sus pieles, azules grisáceas, brillaban a la luz del fuego, sus cabellos cobrizos acompañaban con sus ojos avellanados, y las branquias de sus cuellos los delataban como moradores del Lago. El que parecía el líder, una náyade que no les apuntaba con su arco, se aproximó más a ellos.

    -Como los feéricos sepan que estáis aquí, pagaréis caro.-Habló el centauro.-No les gusta que sus enemigos correteen por sus bosques.

    La náyade el fulminó con sus ojos avellanados, hizo un par de señas a sus subordinadas y estas apremiaron al grupo a recoger para seguir caminando.

    El héroe, impotente, tuvo que escuchar como sus compañeros deshacían el campamento y eran arrastrados por aquellos mudos guerreros. Goliat pasó una mano por los hombros de Mistral en afán protector, pero ella iba tranquila.

    Mita se acercó sigilosa al lado del Maestro Borya, que movía la cola nervioso.

    -Maestro…-Le susurró, observando que ninguna náyade les escuchara.-Puede utilizar un conjuro para dormirlos y escapar cuando…

    -No lo hagas.-Ordenó Mistral, autoritaria.

    Mita y Borya la miraron, sin entender.

    -Pero Oráculo…

    -Es nuestro destino que seamos escoltados hacia el Lago Ender por las náyades.-Fue su única respuesta.

    Mita abrió mucho los ojos, mirando a Ania, anonadada.

    -¿Tú lo sabías?-Preguntó la caballera, con un deje de enfado en la voz.

    Mistral asintió, agarrándose al brazo de Goliat.

    -Es necesario…

    -¿Qué pongas nuestras vidas en peligro?-Se apresuró a decir el héroe, mordazmente.

    -Eso…-Lo corroboró la heroína.

    -¿Y si no hubieran sido tan piadosos?

    -Si lo he hecho, joven héroe, es por algo.-Dictó Mistral, y zanjó la conversación caminando más deprisa y alejándose unos metros de ellos.

    -Joder…-Comentó la heroína.- ¿Y ahora qué hacemos?

    El maestro Borya se encogió de hombros.

    -Démosla el beneficio de la duda, no deja de ser un Oráculo de Delfos.-Argumentó el centauro.-Solo los Dioses saben cómo va a acabar esto.

    -Genial...

    El centauro fulminó con su mirada castaña a la heroína, que pegó un brinco, bajando le mirada. Los demás siguieron en silencio a las náyades, que apremiaban el paso hacia el Lago Ender.

    Tardaron toda la noche y parte de la mañana en empezar a oler el agua del Lago, y a medio día, divisaron los kilómetros de agua que lo separaban, y justo detrás, las montañas Debra. Para celebración de las náyades, no se toparon con ningún feérico, algo inusual, con lo cual no tuvieron ninguna opción en escapar.

    Justo en medio del enorme y oscuro Lago, se imponía un enorme castillo de cristal que seguía sumergido en las brillantes y heladas aguas hasta el fondo. Asombrados, esperaron frente a la orilla a que las náyades se agruparan, la mitad del grupo se zambulló en las aguas y desapareció, mientras que la otra parte esperó a que una lancha de madera tirada por lo que parecía hipocampos llegara hasta ellos. Las náyades les obligaron a subir y los hipocampos tiraron, no sin notar el peso de todos, hacia el imponente castillo de cristal.

    La heroína se sentó y se quitó las botas para sumergirlas en el agua. Después de la caminata, pensó, aquella era una de las mejores ideas que tenía en muchos días. Notaba el frío del agua enfriando sus cansados pies, un buen gusto. Pronto, sus compañeros se sumaron a ella, recuperando, así, algo de sus fuerzas perdidas.

    -Oish, si no fuera porque están a punto de matarme, me tiraba al agua…-Murmuró la heroína. Y se fijó en una silueta oscura que pasaba por debajo de ellos.-Qué demonios…-Extrañada, sacó los pies del agua y acercó su cara al agua para observar mejor, intrigada.

    De pronto, dos ojos almendrados le saludaron, haciendo que pegara un bote y estuviera a punto de caer al frío agua.

    -¡Ah!-Gritó, intentando desenfundar una de sus espadas de su vaina vacía.- ¡Por el Tridente de Poseidón! ¡Un monstruo!

    Sus compañeros sacaron los pies del agua, alarmados.

    -¿Qué dices, heroína?

    -¡Que he visto unos ojos!-Contestó, señalando el punto de agua donde había visto los ojos.- ¡Es un monstruo!

    -En este Lago no hay monstruos-Respondió Yess, pero recapacitó.-… bueno… o al menos no ahora…

    -¿Qué había antes?-Preguntó Mita, intrigada, alejándose del borde de la lancha de madera.

    Yess miró el agua.

    -¿Os sueno de algo el nombre de Nessy?

    Todos se miraron, pero fue el héroe quien respondió.

    -¿Pero no estaba en el Lago Ness?

    -Sí, pero de alguna parte tenía que venir, ¿no?-Respondió Yess.-Tiene familia.

    -El Lago Ness está a miles de kilómetros de aquí… ¿cómo?

    -Magia.-Respondió Mita.-Un hechizo de transportación, ¡pues claro! Eso responde a muchas preguntas…

    -Espera, espera, espera… ¿Me estás diciendo que hay más bichos como ese?-Preguntó Ania, con algo de repelús.

    Y algo golpeó la lancha de madera con violencia, y todos oyeron un sonido como un maullido amortiguado por el agua.

    -Creo que no le ha gustado que le llamaras bicho.-Comentó la heroína.-Pero es comprensible. ¡Perdona amigo Nessy!

    Y de nuevo el mullido.

    -Qué susceptible…-Murmuró Ania.

    -Mujer, a mí tampoco me gustaría que me llamaran bicho, ¿sabes?-Lo defendió la heroína.-Ni a ti tampoco, ¿verdad?

    La caballera se encogió de hombros y llegaron a su destino. Bajaron de la lancha calzándose, y se encontraron frente a dos enormes puertas de cristal brillante que se abrieron despacio, dejando ver más náyades armadas. Les obligaron a entrar y recorrieron un pasillo lujoso de cristal iluminado por antorchas en conchas submarinas y cuadros de habitantes del mar. El suelo, transparente, dejaba ver lo que sucedía en el piso inferior, al igual que las paredes y el techo. Tras girar por un pasillo, subieron unas escaleras de mármol, que relucía de diferencia contra el brillante y plateado cristal, para dar a una enorme puerta flanqueada por dos nagas, mujeres con la parte inferior del cuerpo de serpiente, que les miraban con asco, armadas con lanzas de oro y punta de plata. Una de las náyades habló y las nagas abrieron las puertas con repugnancia, fulminando, asimismo, a las náyades.

    El centauro observó el gesto con interés.

    -¿Qué es lo que ocurre, maestro?-Preguntó la Ninja Aria.

    -Creo que este castillo no es lo que parece…

    Y entraron.

    ***

    El príncipe pasaba la mano por la sensual cadera de su compañera de coito con indiferencia mientras ella dormía, desnuda entra las sábanas de seda que cubrían la cama de dosel verde. Había sido satisfactorio para ambos, pero ahora que ya habían acabado, que la mujer estuviera en su cama repugnaba al joven príncipe, que acabó por zarandearle con violencia.

    -Eh. Despierta.

    La mujer, volviéndose hacia su señor, sonrió con picardía, tocándole el pecho.

    -¿Queréis otro, mi señor?

    -Lo que quiero es que te largues.-Respondió el príncipe, quitándole la mano de su pecho, donde caía una cadena de plata con una llave-espada.-Quiero dormir.

    La mujer, enfadada, se levantó de la cama, cogió su ropa y salió por una puerta que había tras uno de los cuadros del arrogante príncipe, dejándolo solo. Éste, se dispuso a dormir, desnudo entre sus sábanas y ocupando todo lo que podía de la cama, pero no lograba dormirse, y aquello le enfureció. Se levantó y buscó su bata en el diván, se le puso y salió al balcón descalzo. El frío, al cual ya estaba acostumbrado, le dio la bienvenida, agitando sus cabellos rizados, se apoyó a la baranda, observando el jardín trasero del bastión.

    Se sentía impaciente por lo que debía hacer, se sentía preparado y presto a hacerlo. Según Aliester, llegarían en una semana como mucho, si no había más imprevistos de los que ya había.

    Cuando empezó a notar el frío en los huesos entró de nuevo en la caldeada habitación y cerró los ventanales, caminó hacia la cama y se quitó la bata, metiéndose de nuevo en la mullida cama. Bostezó, siendo presa del sueño, y justo cuando se estaba quedando dormido, algo saltó sobre su estómago, desvelándolo por completo y haciéndolo perder el aliento. Cuando la pesada figura se hubo quitado de encima, le lamió la cara con cariño, ladrando lastimeramente.

    -¡Braco!-Le riñó el príncipe, incorporándose y apartándolo de las almohadas.- ¡Estúpido chucho malcriado!

    El gran lobo blanco aulló, dolorido.

    -¡Fuera de la cama!

    El lobo gruñó, enseñando los colmillos.

    El príncipe suspiró.

    -Haz lo que quieras… ¡Debí quedarme con tu hermana!-Y se levantó de la cama.

    El lobo, contento, se acomodó entre las almohadas, mirando a su amo con sus ojos verdes. Si hubiera podido sonreír, ahora mismo lo estaría haciendo.

    El príncipe, develado por completo de nuevo, se vistió y salió de la habitación dando portazo. Lo guardias que velaban sus sueños se sorprendieron, poniéndose firmes. El príncipe farfulló algo sobre lobos por lo bajó y se dirigió a dar una vuelta, con suerte caería rendido. Se pasó una mano por el cabello oscuro y salió del bastión hacia los jardines. Allí se sentó en uno de los bancos y observó las nubes que se cernía alrededor de la alta Torre, donde, a oscuras como siempre, estaba su propia Oráculo de Delfos.

    -Alteza…-Lo saludó una siseante voz.

    El príncipe se giró, y una mueca de repugnancia se creó en su cara.

    -¿Qué haces aquí? ¿No sabes que mi padre ha vuelto?-Le preguntó a la mantícora.-Ya no podéis salir de la cueva.

    -Lo sé, mi señor, pero tenemos noticias del Lago Ender…

    -¿Del Lago Ender? ¿Otra petición de compromiso por parte de la Bruja del Mar…Perdón, del Lago?-Y sonrió, mofándose del nuevo título, girándose y dándole la espalda al monstruo con arrogancia.-No me cansaré nunca de darle una rotunda negación… ¡Es tan divertido!

    -Bueno… entre otras cosas…-Dijo la mantícora, escondida entre las sombras.-Ha apresado a los Elegidos y los tiene encerrados…

    -¿¡Qué ha hecho qué?!-El príncipe se giró rápidamente hacia ella.- ¿Esta mujer está loca?

    -Bueno, mi señor, entraba en los planes del amo Aliester…

    -¡Así no llegarán nunca, joder!-Se quejó enérgicamente el joven monarca.

    La mantícora se encogió sobre sí misma, asustada por el tono de voz.

    -¡Envía a las Arpías!-Ordenó.- ¡Y que me los traigan o iré yo personalmente a buscarlos!

    -Sí, A-alteza…-Y la mantícora desapareció con rapidez, dejando al príncipe de nuevo solo y enfadado.

    ***

    -¿Alguien puede recordarme porque estamos aquí?-La heroína, abatida y cabizbaja, estaba sentada en el suelo de la celda donde estaban encerrados en los calabozos del palacio de cristal, y apoyada contra la pared había hecho la pregunta.

    -Díselo a la Oráculo, fue ella la que no nos dejó defendernos.-Contestó el héroe, que estaba en la celda contigua a la suya, apoyado entre los barrotes, molesto ante la situación.-Podríamos haber escapado como si nada…

    -Pero era nuestro destino venir a parar aquí, ¿no lo comprendéis?-Mistral estaba ofuscada por los reproches de sus compañeros.

    -No, no lo entendemos, señorita de Delfos, nosotros no somos videntes.-Habló Yess, con condescendencia desde su celda.-No vemos el futuro ni ninguna de esas chorrada estúpidas…

    -Eh, no seas tan cruel.-Se metió Ania, defendiendo a la profetiza.

    -No soy cruel, solo soy realista.-Yess se apartó de los barrotes.

    Y cuando iba a haber más pelea, uno de los guardias les lanzó un vaso de hierro que trastabilló contra los barrotes haciendo un ruido atroz.

    -¡Eh, vosotros, cerrad el pico, intento dormir!-Les gritó.

    La heroína bufó, recordando el encuentro que habían tenido con la dueña del Palacio.

    -¿Qué demonios querrá?-Se preguntó en voz alta.

    Mita, que compartía la celda con ella, le observó. Ella tenía la misma duda… Porque cuando habían entrado en la Sala del Trono, la antigua Bruja del Mar les había dado la bienvenida, para asombro de todos…

    -Bienvenidos, Héroes de la Profecía…Soy Riag, la Bruja del Lago, espero que las náyades se hayan comportado… Aún no están acostumbradas a su nueva líder.-Había dicho, desde su trono de roca marina, sentada entre almohadas y con un horroroso vestido color azul marino. Se había levantado y se había acercado unos metros a ellos, respaldado por otros dos Nagas armados.-Perdonad que no seáis tratados con mi mayor cortesía, pero son nimiedades del Amo Aliester, nada de armas y esas cosas. No puedo arriesgarme a que me matéis, ¿sabéis? Soy demasiado importante…-Y soltó una arrogante carcajada.

    -¿Qué es lo que quieres de nosotros, Bruja del Mar?-Había preguntado Borya.

    La susodicha, cambiando su mueca de una felicidad arrogante, cambió hasta de postura, enrojeciendo de ira.

    -Ahora ya no soy la Bruja del Mar, estúpido centauro.-Se dio la vuelta con arrogancia, y se sentó de nuevo en su trono.- ¡Llevadlos a las mazmorras y encerradlos ahí! No quiero ni verlos…

    Ellos, sin entender, habían sido arrastrados hacia fuera hasta llegar allí. Con las dudas de quien era "el amo Aliester" y de por qué los querían allí.

    -¿Alguien sabe porque le han desterrado?-Preguntó Aria, aburrida.-Pensaba que la Bruja del Lago Ender era…

    -¡No digas su nombre!-Se apresuró a interrumpirla Mistral.

    Todos le miraron extrañados desde sus celdas, ella, que compartía con el centauro, estaba sentada en medio de la celda, con las piernas cruzadas a lo indio y los brazos sobre las rodillas.

    -¿Qué pasa si digo su nombre?-Preguntó, entonces Aria, sin entender.

    -¿No sabes lo importante que son los nombres?-Terció Mistral.-Yo te contaré la historia si quieres, pero no pronuncies, no pronunciéis, el nombre de la Antigua Bruja del Lago. No si queréis salir de aquí…

    Todos asintieron.

    -Todo empezó con la Profecía…-Comenzó Mistral, con paciencia.-No os lo he contado antes porque no es importante aún, pero cuando lo sea, no dudaré en contaros más sobre ello. Se han creado dos bandos en todo el continente, uno somos nosotros. El otro, son Aliester, Riag y nombres que aún no se han dado a la luz. Hay guerra, batallas… Muertes por estos dos bandos, no solo el Lago Ender está sufriendo cambios.-Y se detuvo, buscando fuerzas. La mano mental de Goliat le enfundó fuerzas.-Riag fue desterrada por Anfítrite, como muchas otras diosas que están de nuestro lado, cuando se enteró de a quién era fiel la Bruja. Como no podía arriesgarse a una batalla por los océanos con Poseidón luchando contra sus propios enemigos, tomó la decisión por su marido y le echó del mar repudiada por todas las criaturas de agua salada…

    -Pero el destierro no decía nada del agua dulce.-Comentó el héroe, entendiéndolo todo.

    -Exacto.-Lo apoyó la Oráculo.-Llegó al Lago Ender enferma de poder y venganza, invocó al único ser que aún le era fiel y derrocó a la Antigua Bruja del Lago… Ante esto, las náyades, presas del pánico, tuvieron que acatar las órdenes de su nueva líder a regañadientes… Pero…-Una sonrisa se formó en los labios.-Creo que tenemos visita…

    Y oyeron unos pasos por el pasillo. El guardia roncaba, así que una sombra encapuchada se acercó a él, le arrebató las llaves y después le cortó el cuello con un tajo limpio y mortífero. Ya nunca se despertaría. Rápidamente, se acercó a la celda de la Oráculo y le miró, se santiguó y comenzó a probar llaves.

    -Vaya… así que era esto lo que esperábamos…-Comentó la heroína, levantándose del suelo y sacudiéndose el polvo.- ¿Quién eres?

    Mistral se levantó con ayuda del centauro y observó la figura que abría su puerta.

    -La hija de la verdadera Bruja del Lago…-Y la figura se quitó la capucha, mostrando unos rizos rojizos y unos ojos negros como el tizón, su piel, azul grisácea, daba a entender que era una semi-náyade, les observó a todos y le pasó las llaves al centauro para que siguiera con su trabajo.-He venido a recuperar lo que es de mi madre, y solo vosotros podéis ayudarme…

    -Nosotros ya tenemos nuestra propia misión.-Dijo Yess.

    -¿Y tú sabes cuál es?-Preguntó Ania, saliendo ya de su celda.

    Yess le fulminó con la mirada.

    -¿Quién dice que esto no forme parte de nuestra misión?-Preguntó Mita.

    -Debemos irnos rápido, dentro de poco cambiarán al centinela y…

    -No podemos irnos sin nuestras armas.-Se apresuró a decir el héroe, que echaba de menos sus preciosas armas.-No llegaríamos muy lejos.

    -¡No hay tiempo que perder!-Dijo la semi-náyade.

    El centauro salió de su celda con impaciencia.

    -El muchacho tiene razón, seríamos un blanco fijo para ellos… Y aún tenemos que hablar de cómo cruzaremos el Lago sin ser vistos.

    -Yo puedo hacer un conjuro de Invisibilidad.-Dijo Mita.-Me costará bastante esfuerzo, pero si luego alguien carga conmigo, lo lograremos.

    El centauro asintió.

    -Goliat y yo iremos a por las armas…

    -Iré yo, Maestro Borya.-Dijo Aria, negando rotundamente con la cabeza.-Vosotros seréis vistos con facilidad, sin embargo, yo me he entrenado con el sigilo desde que era una niña. Soy una ninja.

    El centauro asintió, el argumento era bueno y muy lógico.

    -Está bien, pero no puedes ir sola.

    -Pues claro que no,-se apresuró a decir la heroína.-no pienso dejar que mi prima vaya sola por un castillo lleno de monos azules… Iré con ella, sin discusión.

    -De acuerdo.-Dijo el centauro.-Nosotros os esperaremos fuera, si no habéis vuelto dentro de una hora aproximadamente… Nos iremos sin vosotras.

    Aria y la heroína se miraron, asintiendo y se alejaron por las escaleras, saltando el charco de sangre del guarda. Los demás esperaron unos minutos y siguieron las mismas escaleras en silencio y sigilo, con Goliat y el centauro a la cabeza y el héroe y la maga a la retaguardia guiados por la hija de la Antigua Bruja del Lago.

    ***

    Yshiara abrió los ojos, encontrándose a su oscuridad de siempre saludándole y dándole los buenos días, tanteó con las manos por el colchón de la cama y halló la cadena de Hakk.

    -Hakk…-Lo llamó, tirando un poco de ella.

    Hakk soltó un gemido y oyó un gran bostezo a su lado.

    -Hakk… he tenido una visión.

    Hakk, aquel grandullón que era su compañero desde que había nacido, se estiró entre las sabanas y se incorporó.

    “¿Qué has visto?”Sonó la voz en su mente.

    Yshiara se quiso levantar de la cama.

    -Corre, llévame con el príncipe, aprisa… he de decírselo.

    Hakk se levantó con rapidez mosqueado por haber sido ignorado, saliendo de la cama con un brinco, le cogió del codo y le ayudó a levantarse con cuidado, aún celoso del príncipe. Cogió uno de los largos velos de la vidente y le cubrió el cuerpo y la cabeza con él, después, se dirigió a la puerta y le guio fuera de la Torre rumbo hacia las habitaciones del príncipe. Nunca le había gustado el príncipe, ni nunca le gustaría después de lo que había pasado la última vez que se había enfrentado a él. Ni si quiera Yshiara, que había estado con él desde el principio de sus tiempos, le había visto sufrir tal tormento, aunque el dolor que él mismo sentía, ella lo padecía multiplicando por dos… le había tendido la mano hacia a él, para que dejara de gritar en silencio. Y eso no podía perdonárselo, porque a él le daba igual que le hirieran, pero que no tocaran a su Yshiara. Y le dolía, le molestaba, le sacaba de quicio que ella acudiera a cada llamado de él y le dejara pasearse por sus habitaciones como si nada…

    -Hakk, ¿qué te ocurre?-Solo obtuvo un gruñido por respuesta.- ¿Te has levantado con el pie izquierdo?-Y la vidente sonrió.-Vamos, Hakk… perdóname si he hecho algo que te ha molestado… Pero es importante darle esta información al príncipe, ¿me comprendes? Luego volveremos a la Torre y te cantaré tu canción favorita si quieres…

    Hakk, sin poder evitar que el enfado fuera disminuyendo, aminoró el paso y cogió a su ama de la mano, con cariño.

    -Eso está mejor…

    Y Hakk sonrió.

    Pronto, llegaron a las habitaciones del príncipe custodiadas por dos centinelas y esperaron unos segundos hasta que tuvieron el permiso para entrar. Dentro, el príncipe desayunaba en la cama junto con dos doncellas que le daban los alimentos a la boca vestidas con poca ropa.

    -¡Oh, mi vidente favorita!-Exclamó el príncipe, apartando algo que le servía una de las doncellas.- ¿Quieres desayunar algo? Te hago un hueco en la cama…

    Yshiara sonrió, a su lado, Hakk bajó la cabeza de nuevo, como siempre que estaba con aquel espantoso hombre, le daba miedo, pese a ser más grande y fuerte que él… No podía evitar lo que le había hecho, y se contuvo para no temblar. Y pensar que había sido un bravo y valiente guerrero en Delfos…

    -No es menester, Alteza, solo vengo a decirte lo he que visto…-Contestó Yshiara, notando de nuevo el estado de Hakk. Y se culpó por ello.

    -¿Una visión?-Y el príncipe dio un sorbo a su zumo.-Interesante.

    -Sí, los Elegidos han escapado de Riag y se dirigen hacia aquí…

    El príncipe sonrió.

    -Suponía que esa mentecata no podría apresarlos mucho rato, es una pena, había enviado a las Arpías para que le ayudaran. Una pena, ¿ha muerto?

    -No…

    -Qué lástima.

    ***

    La heroína y Aria habían seguido una serie de pasillos y entrado en habitaciones vacías donde no habían encontrado sus armas. Le habían quitado un par de espadas a dos armaduras de decoración y recorrían el pasillo con cuidado, puesto que las paredes eran de cristal y siempre que veían náyades o nagas cerca, torcían para esquivarlas.

    -Debemos darnos prisa… ¿Dónde demonios estarán nuestras armas?-Preguntó la heroína, cubriéndose tras un tapiz a que pasara una náyade.

    -No lo sé… Pero no podemos perder tanto tiempo esquivando a las náyades, tarde o temprano nos toparemos con alguna y…

    -¡Oh, una niña!

    Y Aria se giró hacia donde miraba la heroína, que se había acercado a lo que parecía una indefensa e inocente niña náyade que les miraba con asombro.

    -¡Hola, pequeña! ¿Te has perdido?

    -Aléjate de ella, heroína…

    -Pero si es monísima…-Y se acuclilló ante la pequeña niña.- ¿Cómo te llamas, criatura?

    La niña abrió la boca para contestar, pero en vez de decir su nombre, chilló como una condenada.

    -¡Te dije que te alejaras de ella!

    -¡Y yo que sabía que se iba a poner a chillar!

    -¡Corre!

    Y ambas corrieron por un pasillo, pero se toparon con dos náyades.

    -Mierda…

    -Pues nos va a tocar luchar…

    -Y el ruido atraerá a más.

    -No voy a dejar que me pinchen con esas lanzas, Aria…-Y la heroína empuñó su espada.-Esquívalas y corre, nos reuniremos con los demás sin las armas.

    Y atacó a una de las náyades, que interpuso su lanza deteniendo el ataque. Aria, que no estaba muy acostumbrada a luchar con espada, echó de menos sus dagas, shurikens y kunais, le pegó una patada a una y siguió a la heroína, que ya corría en dirección a la salida. Pero justo cuando estaban a punto de llegar, tres nagas les cortaron el paso.

    -¡Por la puerta de la izquierda!-Gritó Aria, y entraron en la habitación, cerrando la puerta con estrépito.

    -¿Y ahora qué hacemos?-Preguntó, la heroína, notando los golpes que las nagas daban contra la puerta. No tardaría en ceder.

    -¡Joder, no lo sé…!-Gritó Aria, y observó la habitación, iluminada por una ventana, y la señaló.- ¡La ventana!

    La heroína se negó enérgicamente.

    -¿Te recuerdo que no sé volar?

    -Caeremos al agua.

    POM, una espada se clavó entre ambas.

    -El agua llena de monstruos extraños…-Comentó la heroína, alejándose de a puerta.

    -¿Prefieres morir entre mujeres serpientes?-Dijo Aria, que abría la ventana con rapidez.

    -Sí…

    -¡Salta!-Y su prima le agarró del brazo, precipitándose al vacío.


    -Ya ha pasado una hora.-Dijo Mistral.

    Nadie contestó. Todos habían esperado, ansiosos, reconocer a las dos rubias llegando cargadas con las armas corriendo hacia ellos. Les hubiera dado igual que estuvieran siendo perseguidas por enemigos. Siempre y cuando volvieran con las armas.

    -Debemos…

    -¡No podemos irnos! No sin ellas y las armas.-Exclamó Yess, interrumpiéndole.-No tardaríamos en caer… ¿Os recuerdo que el Lago está lleno de bichos?

    El héroe empezó a pensar con rapidez.

    -Puedo traer las armas aquí…-Dijo, no muy convencido.-Quizá… utilizando la alquimia y con ayuda de Mita.

    Mita asintió, bajo la mirada de los demás, que esperaban ansiosos la explicación de héroe.

    -¿Qué tengo que hacer?

    -¿Puedes hacer aparecer algo de metal para hacer el cambio?-Mita asintió.-Bien… ¿alguien más puede aportar collares, pulseras o algo de hierro?

    Algunos llevaban cosas y las tiraron al suelo, frente al héroe, que lo disponía todo para el cambio. A su lado, Mita, concentró su poder e hizo aparecer dos montones de hierro frente a él. Se tambaleó, cansada, y suspiró.

    -No puedo hacer más si luego debo hacernos invisible, lo siento…

    -No te preocupes… esto servirá.-Y el héroe lo colocó, buscó un palo e hizo unos dibujos en el suelo dentro de un circulo. Se sacudió el cuerpo, cogió una piedra afilada y se hizo un tajó en la mano, apretando los dientes por el dolor, juntó las manos, concentró el poder en ellas, dio una palmada y puso las palmas dentro del hierro.- ¡Cambio!

    La fuerza levantó arena, haciendo así que los demás se cubrieran los ojos, cuando se disipó, frente al héroe estaban las cosas del grupo y el joven tendido en el suelo, inconsciente.

    Mita fue a socorrerle, buscándole el pulso con nerviosismo. Cuando lo encontró, asintió, más tranquila.

    -Ya podemos agradecérselo mucho si salimos de esta…-Y señaló en una dirección.

    Todos se giraron para mirar y con asombro, observaron el grupo de nagas y náyades que se acercaban hacia ellos.

    -¡Hermanas!-Gritó la hija de la Antigua Bruja.- ¡No escuchéis a esa farsante! ¡Mi madre es la verdadera y única Bruja del Lago! ¡Vosotras…!-Una flecha se clavó en su hombro con fuerza, haciéndola caer hacia atrás y gritar de dolor.

    -Creo que no están dispuestas a escucharte.-Dijo Yess, enarbolando su martillo, dispuesta a pelear.- ¡Vamos, quien tumbe más enemigos será recompensado con una cena!

    Ania se le adelantó, dispuesta con su lanza y su gran escudo.

    -¡Pues ves preparando tu bolsa de talentos!-Gritó, golpeando a una naga con su escudo.

    Goliat, recuperando su hacha, se interpuso entre el héroe herido y Mistral que le cuidaba a él y a la herida semi-náyade. Borya disparaba flechas certeras con rapidez, dando en el banco siempre, Mita, con su báculo entregándole el poder de la naturaleza, lanzaba bolas de energía con bailes exóticos y los enemigos cada vez eran más.

    Cuando apareció la Bruja del Lago, ruja por la furia y levantó sus brazos al aire, concentrando su poder, supieron que no iban a salir ilesos de aquella batalla.

    -¡Retirada!-Gritó Ania, perdiendo el terreno que había ganado ante la demostración de poder de Riag. Yess, a su lado, la siguió asombrada.

    -Por Zeus…-Bramó el maestro Borya.- ¿Se dispone a hacer la invocación que creo?

    Los brazos de Riag se dirigieron hacia el Lago y éste, a su vez, comenzó a crear burbujas y burbujas hasta que cesó de pronto.

    -¿Qué demonios está pasando?-Preguntó Ania.

    -Ha invocado al Cracken…-El héroe, repuesto de su inconsciencia, se llevó una mano a la cabeza.-Contra eso no podemos hacer nada…

    -Así que fue con eso con lo que derrocó a mi madre…-La semi-náyade se incorporó, sacándose la flecha del hombro con un grito de dolor.

    Mistral, impotente, se levantó.

    Riag, extasiada, esperó unos segundos.

    -¡Ven a mí, mi querido y único amigo!-Lo llamó, alzando los brazos.

    El Palacio de cristal vibró cuando el Leviatán, desde las profundidades del lago, rugió. Ahora no cabía duda de que sí había monstruos en el Lago.

    Cuando los tentáculos del Cracken aparecieron por la superficie del agua, las náyades se alejaron de la orilla despavoridas, arrojando las armas y corriendo hacia el castillo del cristal. Las nagas, a su vez, alzaron los brazos, victoriosas, y vitoreando a su aliado esperando. Segundos después, la cabeza de calamar del monstruo marino asomó, con su fuerte pico abriéndose y cerrándose, Riag se acercó a ella, acariciando mientras caminaba uno de los tentáculos de su monstruo con casi pasión y amor.

    Cuando llegó ante el oscuro ojo, le sonrió, señalando al grupo de héroes que estaba alejado del lugar.

    -Acaba con ellos, precioso mío, dame de nuevo la victoria. Entre ellos está la hija de la zorra de la Antigua Bruja del Lago, que te aproveche.-Y soltó una sonora carcajada. Y el calamar gigante guio sus tentáculos hacia ellos, que presas del pánico, retrocedieron sin querer tampoco meterse en el agua. No había salida, iban a ser la comida de aquel maldito monstruo que creían se había extinguido, sin poder evitarlo.

    El héroe se levantó, empuñó su dagapincel y garabateó un muro en su lienzoescudo con rapidez. Lo puso en el suelo, dio una palma y ante ellos se creó un muro de granito que impediría por poco tiempo, que el calamar se acercara más a ellos.

    -Eso le entretendrá un rato mientras pensamos lo que podemos hacer… Pero ¡¿qué haces insensata?!

    La semi-náyade cerrando los ojos se había metido en el agua hasta el pecho, y su herida, que sangraba abruptamente, no tardaría en llamar la atención de los moradores peligrosos del lago.

    -Dui nen…-Y alzó los brazos.- ¡Aparece Guardián del Lago!

    Hubo un temblor de tierra, aparición de una neblina verde sobre el agua y un mullido atroz sonó desde las profundidades del Lago, asombrando a todos. Incluso a Riag, que había dejado de reír y observaba todo con los ojos como platos.

    -No es posible…-Murmuró.- ¡No es posible!

    Dos figuras comenzaron a distinguirse entre la niebla. La más pequeña iba a la cabeza, nadando en zig-zag con rapidez.

    -¡Ataca pequeño Spike!-Gritó una voz conocida para el grupo.

    -¿Cómo…?-Preguntó Mistral, que no podía ver lo que ocurría a su alrededor.- ¿Quién viene?

    Y desde la orilla vieron cómo se acercaban la heroína y Aria que venían montadas sobre un pequeño reptil de cuello y cola largos, aletas y cuerpo verdes y ojos almendrados que mullía como guiando a alguien que aún estaba entre la neblina.

    -¡Un leviatán!-Rugió Borya, asombrado, señalando a la criatura que llevaba montados a las chicas.

    Y cuando el muro se derrumbó dando paso a los tentáculos del Cracken, una sombra verde salió de la niebla con un rugido atroz y se lanzó sobre el Cracken sin vacilar, con unas enormes fauces por delante. El Cracken silbó y se defendió con sus tentáculos.

    -¡Eh!-Gritó la heroína, que se había bajado de su montura.- ¡No le hagas daño a la madre de mi amigo, calamar apestoso!

    -¿Dónde estabais?-Preguntó Yess, que le entregaba sus armas a Aria.

    Aria bufó, armándose.

    -Es una historia muy larga…

    -¿Y no la puedes resumir?-Preguntó Mita.

    -Supongo… pero creo que ahora lo primordial es defenderse de las nagas.-Contestó Aria.-No creo que la madre de Spike pueda con el Cracken…

    -¿Spike?-Preguntó Borya.

    Y Spike, el pequeño leviatán, gruñó con simpatía.

    -Mi prima le ha puesto nombre…

    La heroína cogió sus espadas, las desenvainó, y muy seria los miró.

    -¡No podemos dejar que el calamar mate a la madre de Spike!-Dictó.- ¡Tenemos que ayudarle!

    -¿Y qué pretendes hacer? Nos supera en tamaño, y no vas a poder hacer nada con esas espadas.-Terció Yess.-Primero hay que acabar con las nagas.

    La heroína le sostuvo la mirada.

    -Me da igual, voy a luchar. Si tengo que pelear contra las nagas primero, lo haré…-Y se dirigió hacia las nagas con furia.

    Borya bufó.

    -No vamos a dejarle sola, ¿verdad?

    -¿Bromeas? ¡Estoy deseando partir huesos!-Gritó el héroe, preparando sus armas con emoción.

    Y así hicieron, siguieron a la heroína todos, salvo Mistral que se quedó junto a Spike y la semi-náyade, que había salido del agua con dificultad, y tendida en la arena, observaba a Spike, que se había arrastrado fuera del agua con dificultad, la tocaba con su morro mojado la herida, que se fue curando poco a poco…
     
    Última edición: 5 Mayo 2021
  5. Threadmarks: Capítulo 4: Equilibrio.
     
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    La Profecía de los Héroes.
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    3307
    Capítulo 4: Equilibrio

    La letra de una bonita canción se oía por todo el jardín con una harmonía encantadora. La voz de la chica era dulce y tranquilizadora, capaz de hacer olvidar los males por unos instantes.

    Hakk, que oía la canción en su mudo silencio, tenía los ojos vidriosos por la emoción, admirando la voz de Yshiara con devoción. Su cadena descansaba en el suelo junto a su dueña, que le regalaba aquella hermosa canción con simpatía y a la vez añoranza de un tiempo bueno y pasado, antes de que ella se convirtiera en una de las sagradas videntes de la profecía. Parecía no recordar los males que había pasado en ese castillo…

    Pero su felicidad no tardaría en romperse cual cristal al caer, pues la imponente y arrogante figura del príncipe escuchaba no muy lejos de allí a la joven, y cuando la profetiza terminó, se acercó aplaudiendo.

    -¡Bravo! No sabía que tuvieras una voz tan dulce, vidente.

    Yshiara, sorprendida, cogió inconscientemente la cadena de Hakk, que volvía a ser aquel manojo de nervios temblante.

    -Muchas gracias, alteza…

    -Quiero que cantes para mí en la fiesta que voy a dar para los elegidos.

    -¿Cómo?

    El príncipe sonrió con malicia.

    -Órdenes de Aliester, cuando lleguen a Ahriel les daremos la bienvenida…-Y se dejó llevar por una risa cruel que heló la sangre a Hakk y a vidente…


    El héroe junto las palmas de las manos y ante él, salido de su lienzoescudo, se materializó una gigantesca mangosta.

    -¡Ataca!-Le ordenó, señalándole a las mujeres serpientes que miraban a su enemigo mortal con ojos desorbitados. La mangosta atacó con las garras por delante, como un auténtico dragón.

    Prestó, se apresuró a clavarle su dagapincel a un enemigo que le acosaba de cerca. Cuando le sacó la afilada cuchilla, observó las batallas a su alrededor, empezando a notar el cansancio, se cubrió con su escudo y observó la pelea de titanes entre Leviatán y Cracken.

    El Leviatán, con sus largos cuello y cola, acosaba al Cracken sin parar, atestando mordisco con sus grandes y afilados dientes. El Cracken, enrollado al cuerpo del Leviatán, intentaba hacerse paso entre su gruesa piel con su pico puntiagudo, abrazando con sus tentáculos a la hermosa bestia.

    Spike, el hijo del enorme Leviatán, mullía para darle ánimos a su madre que con algunas heridas causadas por el calamar gigante, no parecía tener la movilidad que necesitaba. Como ambos procedían del agua, estaban en su terreno.

    La Bruja Riag observaba la pelea de los dos monstruos con chispas en los ojos, gesticulando y levantando las manos, rabiosa. Y cuando captó como la semin-náyade había reunido un grupo de náyades que habían vuelto a serle fieles, su enfado fue tal que comenzó a lanzar bolas de energía por las manos.

    La hija de la Antigua Bruja del Mar, recuperada de su herida gracias a la cría de Leviatán, se había alejado de Mistral y la protección que le brindaba Goliat para volver al castillo, donde había conversado con sus hermanas prometiendo que su madre volvería a reinar el lago cuando acabaran con la maligna Riag y su monstruo.

    Ania levantó su escudo, luchando con dos nagas a la vez que no le dejaban descansar. Con su larga lanza se defendía de uno, mientras que con su enorme escudo retenía a la otra. Tenía el brazo muerto de cansancio y la lanza le resbala por la sangre de sus enemigos. En un momento dado, trastabilló con un escudo de alguien caído y su propio escudo se alejó de su mano.

    -¡No!-Y puso su lanza entre las dos nagas, que la atacaban sin descanso, descargando sus espadas sobre la parte de madera de la lanza. Ania temía que llegara a romperse… y justo cuando notó el crujido, una de las nagas cayó sobre ella, con el cráneo aplastado.

    -¿Necesitas ayuda, caballera?-Preguntó Yess, que daba vueltas a su martillo, y atacó a la otra naga.-Así nunca conseguirás mi bolsa de talentos…-Y la ayudó a levantarse.

    Cuando Ania estuvo de pie, le lanzó su lanza a una naga que se acercaba por la espalda de Yess.

    -Creo que sí podré conseguirla…

    Goliat, temiendo por la vida de la vidente, se había alejado de la batalla con Mistral en sus brazos, ésta, abrazada al cuello del grandullón, le recitaba oraciones a su dios, Apolo, para que su campaña fuera la ganadora.

    Quédate aquí, ama Mistral.”Le dijo Goliat, tras apoyarla en uno de los muros del palacio de cristal.”Yo debo luchar como me han entrenado… pero no quitaré a vista de aquí…

    -Goliat…-Y Mistral aún lo retuvo un poco más, tocándole el conocido rostro con sus manos desnudas.-Ten cuidado…

    Goliat asintió, separándose de Mistral, y corrió hacia la batalla, empuñando con fiereza su hacha de doble filo.

    Mita y la heroína combatían juntas, mientras que la hechicera utilizaba la naturaleza de su alrededor concentrada en su báculo y la lanzaba hacia las nagas y náyades seguidoras de Riag, la heroína se ocupaba, con sus espadas legendarias, en alejar a los enemigos de ella.

    El centauro, posicionado en un enclave estratégico, se había quedado más pronto que tarde sin flechas, y había cogido a la menuda Aria montándola en su lomo y cabalgando como sus primos los caballos. Aria, como si fuera una amazona, buscaba los movimientos más convenientes para lanzar sus shurikens y su boomerang, que afilado cual cuchillo, cercenaba miembros y colas.

    Empezaban a cansarse, pero tenían una meta aún que cumplir. Mistral lo sabía, lo había visto… ganarían, pero tendrían que pagar un precio por ello.

    Y cuando un rugido gutural les sacó de sus luchas y vieron a la madre Leviatán zambullirse, herida de muerte, la fe de todos se esfumó por completo. Spike maullando lastimeramente, se arrastró de nuevo al agua y nadó rápidamente hacia su madre.

    -¡Spike!-Gritó la heroína, alejándose de Mita y siguiendo la orilla.- ¡No vayas!

    Spike llegó hacia su madre que gruñía, sangrando por el pecho, justo donde el fiero pico del calamar había abierto una fea herida. El pequeño Leviatán, con un valor que no había experimentado nunca, enseñó los colmillos de leche al Cracken, que parecía querer devorar a su madre, sacando espuma por su asquerosa boca.

    Y Spike se lanzó hacia el Cracken con valentía y sin miedo, sin pensar las consecuencias.

    -¡Lo va a matar!-Y la heroína entró en el agua, y justo cuando el agua le llegaba por las rodillas, el héroe y Mita la detuvieron.- ¡Spike!

    Pero nada le pasó al pequeño Leviatán. Su madre, que protegería de él hasta que muriera, le lanzó un coletazo al Cracken que le sacó del agua, chocando con el Palacio de Cristal, que se tambaleó y se resquebrajó. El Leviatán, llevada por el instinto de maternidad, se lanzó con las fuerzas que le quedaban sobre el Cracken con los colmillos por delante.

    Riag, viendo que su calamar no podía defenderse, optó por interferir, aunque le estuviera prohibido. Preparó una gran bola de fuego verde y se la lanzó a la madre Leviatán que no podría detenerla.

    Pero la bola no se estrelló contra la madre Leviatán que, con sus afilados colmillos, arrancaba la carne del calamar pese a estar agotada y herida de muerte, sino que rebotó contra una pared invisible. Spike cerca de su madre, le arrancaba la punta de un tentáculo al Cracken, que ya no podría hacer nada por defenderse. Y fue cuando el palacio de cristal comenzó a derrumbarse.

    Riag, enfurecida, volvió a preparar otra bola de fuego y la lanzó de nuevo, esta vez contra la cría. Pero ocurrió lo mismo. Soltó un chillido de irritación, girándose en busca de alguien.

    -¡Sal maldita zorra!-Ordenó al aire.- ¡Sé que estás aquí!-Preparó bolas de fuego y las lanzó por doquier.- ¡Sal o destruiré este maldito lago con mi poder!

    Los héroes se agruparon cerca de Spike y su madre, que ya había matado a su enemigo, y agoniosa, se lamía sus heridas con jadeos de dolor, no faltaban muchos minutos para que su vida se consumiera como una vela.

    La heroína se acercó al lado de su amigo, acariciándole la cabeza con lástima.

    Y la Antigua Bruja del Lago hizo acto de presencia cuando la madre dejó de respirar, soltando un último maullido y haciendo así gritar a su cría de pena.

    -¡Madre!-Gritó la semi-náyade, que había caído de rodillas, como sus hermanas, por la pérdida de un gran protector y amigo.

    Era más hermosa que las ninfas del bosque, irradiaba un aura azulada, su cabello azul celeste le llegaba hasta la cintura, y su rostro, terso como una jovencita, era pacífico. Salió del agua con parsimonia, sin quitarle la vista de encima a la Bruja Riag, sus ojos, verdes, radiaban tranquilidad y paz.

    La semi-náyade se acercó a su madre con respeto.

    -Madre…-La joven tenía lágrimas en los ojos.

    La Antigua Bruja del Lago asintió, entendiendo el dolor que padecía su hija.

    -Has matado al Guardián del Lago, Riag.-Habló, con voz autoritaria.-Has cometido uno de los peores errores de tu vida.

    Riag, con la cabeza bien alta, orgullosa, la fulminó con la mirada.

    -Y tú has matado a mi único amigo.

    -Los Dioses te castigarán por este sacrilegio, has matado a una bestia divina que no había cometido ningún mal, has desobedecido a Anfitrite…

    -Anfitrite ya no importa, al igual que su marido el sesos de alga, ese.-Le interrumpió la Bruja.-Ahora yo sirvo a otro señor, uno más poderoso.

    -No tendrás nada a lo que servir cuando acabe contigo…

    Y ambas desaparecieron.

    Las nagas, entendiendo que su ama había marchado a una batalla donde no las necesitaba, huyeron despavoridas. Las náyades fieles a Riag, al volver a ver a su señora, cambiaron de parecer y arrojaron las armas. Todo volvería a ser lo de siempre en el Lago Ender. El Equilibro reinaba de nuevo.

    -¿Adónde han ido?-Preguntó Mita, entristecida, como todos, por la muerte de la madre de Spike.

    -Han ido al confín de la tierra a luchar.-Explicó Mistral, que había vuelto de su escondrijo, ayudada siempre por Goliat.-Una de las dos volverá y tomará el trono del Lago como única y fiel señora.

    -¿Y qué va a pasar ahora con Spike?-Preguntó la heroína, que observaba como el pequeño Leviatán acariciaba con el morro a su madre, pero su magia no surtía efecto con los muertos.

    -Tendrá que aprender a vivir solo, supongo.-Se aventuró a contestar el héroe.

    La semi-náyade se acercó a Spike.

    -Ave, nuevo Guardián del Lago.-Y se inclinó ante Spike, que ladeó la cabeza.-Ahora tú serás quien proteja a las criaturas del Lago y el palacio de cristal.

    -Pero si es muy pequeño…

    -Se hará grande y fuerte… ¿A que sí, compañero?-Lo animó la heroína.-Y cuando sea gigantesco como su madre, se comerá a los calamares que vengan a tocarle la narices, ¿verdad?

    Spike maulló con fuerza, como apoyando la idea.

    Todos rieron.

    ***
    -Las despedidas nunca han sido lo mío…-Y la heroína observó el imponente lago que dejaban atrás, con su agua cristalina llena de sorpresas.

    -Bueno, piensa que Spike nunca estará solo…-Añadió Aria, caminando junto a Yess.

    -Sigo pensando que nos lo podríamos haber traído, ¿y si nos hace fata volver a montar en Levi… qué?

    -Leviatán.-Contestaron todos.

    -Pues eso… ahora no sabemos con lo que nos vamos a encontrar, ¿no?

    -Bueno, la Oráculo sí que lo sabe.-Contestó Yess.-Otra cosa es que nos lo diga…

    -No estoy autorizada para revelar más cosas, joven guerrera.-Dijo Mistral con paciencia.-Y ahora, continuemos, tenemos un largo camino por delante.

    Y así hicieron, caminaron hasta un par de horas entrada la noche y llegaron a una ciudad protectorado de Ahriel, Sandiel. Allí, habían llegado justo antes de que cerraran las puertas, buscaron una posada y después de una semana durmiendo en raso, pudieron dormir en colchones y bañarse, algo que les alegró.

    -Sagrada Atenea… ¡Qué gusto da darse un baño!-Exclamó Yess, relajada en uno de las termas.-Qué suerte que en esta ciudad tengan estas cosas.

    -Estas cosas se llaman Termas, y vienen de oriente.-Le corrigió Ania, que se enjabonaba el cabello largo.

    -Está bien, la verdad.-Comentó Mita, dando vueltas, persiguiendo burbujas.-Y por suerte chicas y chicos están separados.

    -Bueno, a la Oráculo le daría igual, no podría ver nada…-Bromeó la heroína.- ¿Eh, Mistral?

    Mistral, en un rincón de la piscina, con una toalla en la cabeza y enjabonándose el cuerpo, se encogió de hombros.

    -Tengo cosas más importantes en las que pensar, heroína.

    -Claro, claro. No lo pongo en duda… Pero si se te pone delante un caballero con un buen culo…-Y alzó las cejas varias veces.

    -Igualmente no podría verlo, heroína, sin faltar al respeto, sagrada vidente.

    Mistral se encogió de hombros.

    -No comparto estas opiniones con vosotras, perdonadme.-Dijo, para quitarle hierro al asunto.-Me han enseñado de otra forma en mi convento.

    Las chicas asintieron.

    -¿Y os espera alguien en vuestros pueblos?-Preguntó la heroína, con una mirada pícara.- ¿Algún joven héroe que os haya amado con pasión?

    -¡Heroína!

    -¿Qué? A me hubiera gustado haber dejado un buen mozo en casa… Además, sé de una que piensa casarse cuando haya cumplido su misión, ¿eh, Aria?

    Aria, que se estaba echando agua en la cabeza, falló y se la echó en la cara y cuando hubo acabado de toser fulminó a su prima con la mirada.

    Todas rieron.

    -¿Y qué pasa contigo y Goliat, sagrada profetiza?-Preguntó Yess, que sabía que la heroína acabaría sonsacando cosas a todas.- ¿Hay algo entre vosotros?

    La heroína, que iba de un lado a otro, se quedó quieta.

    -Cierto. Se le ve un chico maravilloso… y es un buen mozo.

    -Heroína, en serio, estás enferma de lívido.

    -Bah, tonterías. Es porque me crie con cinco varones…

    Mistral se sonrojó sin poder evitarlo, pensando en Goliat, en el tacto de su cara y su pelo, en sus fuertes brazos cargándola y en lo dulce que era cuando había que tratarla.

    -Es mi protector y yo soy su… dueña.-Contestó, girándose para que no le vieran el rostro.-Estamos juntos desde que nací y… somos muy buenos amigos, ya está.

    -Claro….

    -No entiendo eso de la dueña. ¿Puedes hacer lo que quieras con él?

    -¡Por favor! Qué mal pensada eres…

    -¿Tú crees?

    Mistral ignoró la enzarzada conversación que mantenían ahora las chicas. "Goliat, ¿estás ahí?" Lo llamó con la mente. "Sí, mi señora" Y suspiró, más tranquila. Le encantaba como su conciencia se acercaba a la suya y le hablaba solo a ella. "Ten todos los sentidos atentos, Goliat, no sabemos qué enemigos pueden estar acechándonos". "Lo sé, ama".

    Y en la zona contigua, la de los chicos, todo era silencio y tranquilidad. Sin conversaciones picantes ni absurdas peleas.

    Borya limpiaba su cola con dificultad, mientras el héroe, tumbado cuan largo era reposaba sobre el agua. Goliat, al acecho, vigilaba.
    ***

    -Que gusto da dormir toda la mañana, ¿verdad?-Preguntaba el héroe, que junto a la heroína había sido enviado a por provisiones mientras lo demás terminaban de descansar.

    -Sí, ha sido gratificante.-Comentaba la heroína.- ¿Adónde debemos ir ahora?-Preguntó, entonces, cargada con un par de petates con cosas necesarias para seguir la aventura.-Empiezo a hartarme… ¿Por qué nos ha enviado a nosotros el Maestro Borya?

    -Porque hemos sido los primeros en despertar.-Contestó el héroe, encogiéndose de hombros.

    -Me tiene manía…

    -Pudiese ser.

    -Gracias por los ánimos… ¡Auch!-La heroína se había chocada contra alguien. Busco a ese alguien, pero era mucho más bajito que ella.

    -Tenga más cuidado, señorita… ¡tú!-Y el duende repelente le señaló.- ¿Es que hasta aquí me vas a molestar?

    -¿Quién es, heroína?-Preguntó el héroe, mirando al duende con frustración. ¿Hay que decir que no le gustan los duendes por lo borde que son? ¿Alguien más se le une?

    El duende de la Herrería de Soma, miraba con reproche a nuestra heroína, que se tocaba la rodilla con dolor, éste le había dado con un tosco escudo de hierro.

    -Trabaja en la Herrería de Anstor…

    -¡Rimpli! No vayas tan deprisa, demonios…-Y una figura vestida de marrón se llegó hasta ellos.- ¡Estás aquí!-Y otras dos figuras llegaron hasta ellos.

    -¿Amiga Soma?

    Soma, que recuperaba el aliento, levantó la cabeza, se quitó el pelo de la cara y escudriñó a la heroína con sus ojos azulados.

    -¡Heroína!-Exclamó, abrazándose a ella.- ¡Qué casualidad! ¿Ya has acabado tu misión?

    La heroína negó con la cabeza y observó a las dos figuras que llegaron hasta ellos, una era un cíclope de mediana edad y a otra la conocía muy bien.

    -¡Amazona Alecta!

    -¿Alecta?

    -¡Hola, amigos! Ya os he dicho que podéis llamarme Sonne… ¿Entendido?

    -¿Pero qué estás haciendo aquí?-Preguntó el héroe sin entender.- ¿No habías vuelto a Delfos por mandato de Artemisa y bla, bla, bla?

    -Sí, teníamos una caza pendiente, pero la sagrada Artemisa está trabajando junto al sagrado Apolo en la defensa de Delfos. Es muy importante… ya sabéis, profecías.

    -¿Y vosotras os conocéis?-Preguntó el héroe, sin entender.

    -¡De hace años!-Exclamó Soma.-Suele ayudarme cuando sus obligaciones no la mantienen lejos.

    -Vaaaaaaaaaaya, que pequeño es el continente.-Comentó la heroína.- ¡Debemos beber juntas! Veniros a nuestra posada y…

    -Ejem, ejem. Tenemos deberes, heroína, y no estaremos toda la vida aquí. Recuerda que mañana partimos a Ahriel.

    -¿Ahriel? ¿Qué se os ha perdido en Ahriel?-Preguntó Sonne.-Bueno, nosotras vamos hacia allí… Soma es la herrera predilecta y ha de ir a llevar unas armas con sus cíclopes, creo que el rey Keldar está preparando una batalla o algo así… Yo la acompaño para ayudarle.

    -¿Keldar prepara una batalla?-El héroe se quedó pensativo.-Debemos volver ya, heroína, esto no me gusta nada… Pero nada de nada.

    La heroína asintió.

    -Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, amigas.-Y se despidió de ella, siguiendo al héroe, que iba reflexionando en voz baja.

    Herrera y amazona siguieron su camino, bueno, más bien siguieron a Rimpli, que caminaba entre la gente sin reparo, empujando si hacía falta, y el cíclope, cargado hasta los topes, intentaba no chocar contra ellos.

    -¿Crees que nos los encontraremos en Ahriel, Soma?-Preguntó Sonne, con una sonrisa. Le había gustado ver a sus amigos, conocía al héroe de hacía años, y a la heroína de hacia relativamente poco, pero se llevaban genial. Incluso había luchado junto a ellos.

    Soma se encogió de hombros.

    -No lo sé… Pero si su profecía les lleva a Ahriel y nosotras vamos allí porque se está preparando una batalla… No sé muy bien lo que significa, pero algo me huele mal.

    -No he sido yo…-Dijo el cíclope.

    -¡Sanset!-Lo riñó Rimpli.-Deja a la ama trabajar en paz…

    Sonne miró a Soma.

    -Espero que no lo pasen demasiado mal… Sé lo que es enfrentarte en la batalla y a veces… no sé, la oscuridad siempre está ahí acechándote por si caes.

    Uno de nuestros elegidos había caído inconscientemente, siendo el puente entre ese nuevo señor oscuro, Aliester, el que llevaba locos a los Olímpicos, y la campaña con su sagrada vidente de Delfos.

    Aún estaba por decidir el papel de este individuo que no dudaría en hacer caer a los demás sin pensárselo dos veces.

    Porque por muy fuerte que sea un corazón, puede ceder y aunque el último rayo sea el más difícil de apagar, se acabará apagando.
     
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    SilRock

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    La Profecía de los Héroes.
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    Aventura
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    Capítulo 6: Batalla.

    Con los estómagos saciados y descansados, los héroes empezaban a ver mejor el día que se abría ante ellos. Entre todos recogieron las cosas y terminaron de hacer sus petates, pero no empezaron aún el camino.

    -Héroes…-Habló Mistral, buscando las palabras acertadas para platicar con los jóvenes.-Hoy será un día difícil para todos… Pero recordad esto que os voy a decir…-Los héroes se miraron entre ellos sin entender, incluso el Maestro Borya miró a la vidente con extrañeza.-Todo lo que está pasando, está pasando por algo y por muy difíciles que se pongan las cosas, entre todos podéis encontrar la salida. Quizá haya retazos de oscuridad en vuestros corazones, pero nunca olvidéis que sois y seréis grandes héroes al final de esta aventura… Todos. Aunque perdáis… o, aunque venzáis, siempre seréis recordados como los Héroes de la Profecía.

    Los jóvenes, animados por las bonitas palabras de la sagrada vidente, alzaron las cabezas con orgullo, desenfundando sus armas, preparados para partir. Pero no partieron, entre breves conversaciones esperaron a que la vidente les diera la orden de partida.

    Mistral les dio la espalda y esperó, cerrando los ojos y conteniendo el aire unos segundos…

    Y fue cuando sonó el cuerno.

    Los héroes se giraron, sorprendidos por el sonido, y el centauro galopó hasta lo alto de la colina donde habían descansado aquella noche y palideció ante la escena. Los héroes le siguieron, y delante de ellos apareció un ejército de hombres norteños liderados por un joven en un caballo blanco como la nieve que cubría los parajes.

    -¿Pero qué demonios…? ¿Quiénes son esos?-Preguntó el héroe, asombrado.

    Mistral y Goliat se acercaron hacia ellos.

    -Tenemos que ir por ahí…-Dijo, sin más, y comenzó a bajar la explanada de la colina con firmeza, tratando de no temblar.

    Los héroes se miraron entre ellos.

    -¿Qué hacemos?-Preguntó Yess, apoyando su martillo en el suelo y apoyándose en él.-Por lo menos son ciento cincuenta…

    -Yo diría que llega a los doscientos.-Corrigió Ania, colocándose el escudo y ciñéndoselo a su brazo izquierdo.

    El héroe observó el ejército y al joven que lo lideraba.

    -Tenemos que pasar por ahí.-Habló.-Y aunque diéramos un rodeo nos perseguirían.

    Mita asintió, empezando a recoger energía de la tierra con su báculo, siguiendo los pasos de decididos de Mistral y Goliat.

    -No les hagamos esperar, pues.-Dijo.

    ***
    El príncipe observó con una sonrisa maliciosa en el rostro los seis jóvenes elegidos que se acercaban hacia él. Marchó con su caballo alejándose un poco de sus tropas y observó a la vidente y su guardián.

    -Tú debes ser la vidente Mistral.-Habló, observando a la joven ciega desde su altura, luego observó al centauro.-Y el Maestro Borya, descendiente de Quirón…

    -¿Y con quién tenemos el gusto de hablar?-Preguntó el centauro, que en menos de veinte segundos podría colocar una fecha en su arco y lanzarla si era menester.

    El príncipe sonrió con orgullo.

    -Soy el príncipe Keran de Ahriel.-Se presentó.-Y he venido a conocer a los elegidos que se están interponiendo en los planes de Aliester… y quién sabe, quizá a derrotaros de una vez por todas ya que Riag no cumplió con sus órdenes.

    Los héroes, en tensión, se quedaron en silencio, evaluando el ejército tras el príncipe y sus armas. Así que aquel joven monarca estaba detrás de todo eso, o al menos, eso parecía.

    -Creo que Yshiara ya te contó el final de esta batalla, ¿por qué no simplemente nos dejas pasar y olvidamos que has venido?-Habló Mistral, con tranquilidad, intentando no importunar al príncipe con sus palabras.

    Sin embargo, lo único que consiguió es que el príncipe se enfadara por su osadía, le fulminó con la mirada y levantó una mano. Con la orden, sus tropas arqueras apuntaron con arcos a los Elegidos.

    -¿Decías algo, vidente?-Preguntó.-Con un movimiento de la mano puedo hacer que os aniquilen, que no se cumpla esa estúpida Profecía y…

    -Cobarde.

    El príncipe se dirigió a los Elegidos y observó a una en particular.

    -¿Cómo dices?-Echó a andar su caballo hacia la izquierda y lo detuvo con el cejo fruncido.

    -Te he llamado cobarde.-Habló la heroína.-Y no soy la única que lo piensa.

    Y sus compañeros Elegidos asintieron, dándole la razón.

    -¿Cómo osas…?

    -¿Por qué no peleas con tus propias manos?-Preguntó Yess.

    -¿Tanto miedo te damos que te escondes detrás de tus soldados?-Le retó el héroe.

    El príncipe les fulminó con su mirada parda y estuvo tentado de dar la orden y ser el verdugo de aquellos jóvenes, pero el insulto le había irritado tanto que antes quería hacérselo pagar. Se bajó del caballo y uno de sus soldados se acercó a él y se llevó el caballo, entregándole un florete que el príncipe desenfundó.

    -Bien… vosotros lo habéis querido.-Habló, dando unos pasos hacia los Elegidos- ¿Algún voluntario para morir primero?

    -¿Morir? Eso no te lo crees ni tú, principito.-Habló la heroína, preparándose para ser la primera.-Dejádmelo a mí… no puedo con su chulería…-Gruñó, dando unos pasos hacia el príncipe.

    -Acaba con él.-Le apoyó el héroe.-Espero no tener que ir a rescatarte.

    -Eso es lo que te gustaría…- Y la heroína desenvainó sus dos legendarias espadas, recordando a su amigo Paladín.

    -Estad atentos, héroes, esto no acaba aquí…-Susurró la vidente, poniéndose detrás de Goliat.-Va a lanzar un ataque contra nosotros igual…

    -Cuando quieras…-Aventuró la heroína, observando por encima del hombro a sus compañeros.

    El príncipe sonrió y antes de lanzarse con su florete por delante dio una orden y sus tropas se lanzaron hacia los Elegidos.

    -¡Esperad!-Mita se adelantó y dando vueltas a su báculo acabó por golpear el suelo con fuerza, creando una barrera de fuerza que se fue clavando en los Elegidos.-Esto os ayudará contra los golpes enemigos…-Y resbaló un poco por el cansancio.

    Ania se acercó a ella y le cubrió de los ataques enemigos con su gran escudo mientras la hechicera se iba recuperando.

    Y así, comenzó lucha.

    ***
    Yshiara notó cuando empezó el combate como si le estuvieran golpeando a ella, y tumbada hecha un ovillo en su cama, apretó los ojos para no sentir más.

    Hakk la miraba, impotente, deseando a su vez acabar con la arrogante vida del príncipe con sus propias manos. Se acuclilló junto a la vidente y le cogió de las manos, enfundándole ánimos. Yshiara apretó sus manos como respuesta, al menos no estaba sola.

    Además de Yshiara, alguien más estaba viendo la lucha. Apolo, dios del Sol, observaba impotente la lucha, temiendo por la vida de Mistral. Sabía que no debía interponerse, pero no pudo evitarlo, y con un movimiento de mano les dio un poco más de fuerza a los héroes…

    -No deberías haber hecho eso, Apolo.

    El dios, sorprendido en su falta, se volteó observando la inmaculada figura de su hermana Atenea.

    -Atenea…

    La esplendorosa figura de Atenea le saludó mirándole con sus ojos color oliva infinitamente tiernos. Llevaba puesta la égida y tenía en su hombro izquierdo a su sabio búho que descansaba con inocencia.

    -Lo que tenga que pasar, pasará.

    Apolo se volvió dándole la espalda.

    -Que así sea…

    ***
    La protección de Mita no iba a durar eternamente, lo sabían, pero aun así, no dejaban de luchar contra cada nuevo enemigo que se les ponía por delante. Ellos eran más… pero no sentían las mismas ganas al luchar ni sus golpes eran tan certeros como los de los Elegidos. Por algo eran especiales…

    Hacía frío, pero ellos no lo notaban. Su piel estaba caliente por los movimientos y prendada de la sangre de los que ya habían vencido…

    Yess daba vueltas a su martillo, lista para derrotar a otro soldado de un golpe en la cabeza, su especialidad. Le encantaba el sonido de los cráneos rotos, y como espartana que era, aún más la lucha sangrienta. Cuando lanzó el golpe sesgando la vida de su enemigo sonrió entregándole aquella victoria a Ares, que la recibía con orgullo y satisfacción.

    Ania hacía lo mismo cerca de Mita, ya que estaba algo cansada por el hechizo que había utilizado para proteger a los demás, y pese a que sacaba la energía de la naturaleza, aquel territorio norteño estaba muerto de frío. Ambas luchaban juntas, acostumbradas a la presencia de la otra. Sus movimientos se entrelazaban haciendo aún más fácil la lucha contra el enemigo, como si estuvieran conectadas tras los años que habían pasado juntas.

    Aria, que se había quedado sin shurikens, intentaba recuperarlos mientras se protegía con sus kunais… una dura tarea. Al final acabó cogiendo una espada de alguien caído, y aunque era más de catana, iba haciendo lo que podía… no estaba acostumbrada a un combate en campo abierto, como sus compañeros, pero haría lo que pudiese.

    Goliat con su hacha de doble filo protegería a Mistral con su vida, que desvalida, se escondía tras él, junto a Borya, que se había roto una pata y solo podía lanzar flechas con su arco. Mistral rezaba en silencio, con las manos cruzadas y anhelando ser escuchada. Sabía cómo iba a acabar todo aquello y aunque por un lado era bueno, no le gustaba nada el final.

    El héroe, que se podía decir que era uno de los más poderosos del grupo, había invocado a un Grifo y montado sobre él, atacaba a los soldados, no muy lejos del combate que estaba manteniendo la heroína con el príncipe. Rápidamente, saltó del grifo y garabateó dos perros del infierno. Se tiró al suelo, dando una voltereta y esquivando a un gran soldado con una maza que había aparecido ante él y perdió el lienzoescudo…

    -Mierda…

    El soldado grandote, que cogía su maza con las dos manos, se apresuró a golpearlo. Pero antes de que su maza cayera sobre el héroe, una espada se clavó en el pecho del soldado, matándolo. El cuerpo cayó sobre el héroe.

    -¡Ten más cuidado, héroe!-Le gritó Ania, que volvió a por su espada, ayudándole a levantarse mientras Mita les cubría las espaldas.

    El héroe gruñó, recuperó su lienzoescudo y con una palmada convocó a los perros del infierno, que se lanzaron en la ayuda del Grifo, que ya empezaba a desaparecer y estaba siendo acorralado. El héroe se cubrió con su escudo y observó a sus compañeros, parecía que la lucha estaba siendo bien dura.

    Volvió a dibujar uno de sus monstruos, pero no pudo terminarlo porque le volvieron a atacar. Frustrado, se protegió con el lienzoescudo, empuñando su dagapincel con ganas. Miró a los ojos a su enemigo, y le sorprendió ver miedo en ellos. Lo mató, y notó un atisbo de culpa cuando lo hizo… Quizá aquellos soldados habían sido arrastrados a la batalla sin opción… Escuchó un grito y se volvió a observar a la heroína, que había sido herida en un brazo por el príncipe.

    El príncipe sonreía con satisfacción, viendo como el brazo de la chica sangraba.

    La heroína apretó los dientes y le pegó una patada en el estómago a su contrincante, que se alejó de ella. Rápidamente, la heroína aguantó el dolor y se lanzó con las dos espadas hacia el príncipe, que ya se había recuperado del golpe.

    Los aceros se encontraron, sonando y saltando chispas. Las dos espadas cayeron sobre el florete, que pese a parecer fino, era fuerte y aguantaba los golpes con fiereza.

    El príncipe no dejaba de sonreír y aquello ponía nerviosa a la heroína, que le fulminaba con sus ojos azules, rabiosa. Y aquello divertía aún más al príncipe.

    -No duraréis mucho, ¿lo sabes?

    La heroína no contestó, rompiendo el contacto de las dos espadas y volviendo a atacar. El príncipe la esquivó, se defendió y atacó, pillando de nuevo a la heroína y haciéndole otro corte en el muslo.

    La heroína cayó al suelo estrepitosamente, el príncipe se acercó a ella y le pegó una patada en el estómago.

    -Vas a ser la primera en morir. Debe ser todo un honor.-Habló el príncipe, preparándose para darle el golpe de gracia.

    La heroína se revolvió se alejó del florete del príncipe y corrió explanada arriba, pero tuvo que frenar porque acababa en un precipicio…

    -Mierda…

    -Pero no huyas, ¿no eres un héroe?

    La heroína se giró, observando al príncipe con odio y se lanzó hacía él con sus espadas por delante, como siempre, aunque ahora ya no las tenía todas consigo.

    El príncipe la recibió, y aunque aquella vez la heroína logró herirle en el hombro con una de sus espadas, ningún de los dos iba a ganar aquella batalla.

    Los dos forcejearon de nuevo, metal contra metal, empujando para ganar terreno al otro.

    La heroína debía ganarlo, porque no tenía mucho más que retroceder, sabía que pronto no tendría tierra por la que luchar… Y no sabía si eso el príncipe lo sabía.

    El dolor del brazo y del muslo era insoportable, y sabía que las fuerzas se le iban con la sangre que derramaban los profundos cortes. Empezaba a notar el cansancio y como le temblaban los brazos por el esfuerzo, la ayuda mágica de Mita hacía un rato que le había abandonado, justo cuando el príncipe le había herido por primera vez…

    El príncipe ya notaba el sabor de la victoria, sabía que eran más que ellos y que sus saldados eran los mejores del reino. Solo tendría que acabar con aquella chica para poder empezar a celebrar su victoria. Le dolía la herida del hombro, pero aquello era secundario, nada que no se pudiera arreglar con descanso tras la victoria. E Yshiara se tragaría sus palabras… Volvió a sonreír con más ganas…

    Se centró en la heroína, que no dejaba de mirar hacia atrás. Con el cejo fruncido, el príncipe se fijó en lo que había detrás de la heroína. Nada.

    Retrocedió y cuando dejó de empujar, la heroína aprovechó para empuñar una de sus espadas y clavársela en el hombro sano. Gritó con frustración.

    -Desgraciada…-Y la atacó con ira, sorprendiendo a la heroína, y ambos cayeron por el precipicio…

    ***
    -¿Estamos listas, Sonne?-Preguntó Soma, con su martillo de herrera en la mano.

    La Amazona asintió, cogiendo su gran hacha con las dos manos.

    -Estamos listas.

    Y las dos corrieron hasta el centro de la batalla, donde los Elegidos empezaban a tener dificultades, con un grito de guerra.

    El héroe las reconoció en el acto, y sonrió, invocando de una palmada a un nuevo grifo. Se montó en él y se lanzó al ataque, cansado por tantas invocaciones; sabía que después de ese grifo no podría invocar a nada más y debía utilizarlo bien.

    Yess, ayudaba a Aria, que estaba herida y llena de rasguñas. Lo habían pasado canutas durante la batalla y necesitaba verdadera ayuda.

    -¡Atrás, Aria, atrás!-Aconsejó Yes, haciendo frente a los enemigos.- ¡Por Ares!

    Aria escapó hacia donde estaba Borya, y le costó más de lo que pensaba llegar hacia el centauro. Estaba agobiada, agotada y nerviosa por todo lo que estaba ocurriendo.

    -¡Sonne detrás de ti!-Gritó el héroe.

    Sonne se giró justo a tiempo para detener el ataque de un soldado.

    -¡Me haré unas botas con tu pellejo, malnacido!-Le gritó, pegándole con el raso de su hacha.

    El soldado cayó al suelo, miró a la imponente amazona y arrojó el arma, gritando despavorido de miedo.

    Sonne se giró en busca de otro enemigo, y todos los soldados que estaban cerca de allí arrojaron las armas y huyeron despavoridos de miedo. Todos sabían la reputación que precedía a las amazonas.

    ***
    Mistral lo había notado, y aunque no hubiera podido verlo como en su visión, había visto a la heroína y al príncipe caer por el precipicio en su mar de oscuridad. Tan nítido que incluso le había dado miedo.

    -¡Goliat!-Gritó el nombre del mudo casi con desesperación.- ¡Goliat!

    Goliat, que estaba ocupado con dos soldados, se giró hacia su ama, preocupado. Soltó a uno de los soldados, que salió corriendo en el acto, y le lanzó un tajo en el pecho al otro para poder volver junto a Mistral.

    ***
    -¡El príncipe Keran ha caído!-Gritó un soldado.- ¡El príncipe Keran ha caído!

    Soma levantó la cabeza, quitándose el sudor de la frente, buscando al príncipe, pero no encontró el cuerpo de Keran por ninguna parte. Frunció el ceño y pensó en su padre, el rey Keldar… Se guardó el martillo y se acercó a Sonne, que descuartizaba con su hacha a un soldado casi con satisfacción.

    -Ya puedes parar, Sonne, parece que todo ha acabado.-Le dijo, cruzándose de brazos.- ¿No te dije que no te emocionaras?

    Sonne se levantó y sonrió con inocencia fingida.

    -Bueeeeeeeeno, ya sabes cómo va esto… cuando empiezas no puedes parar.

    Soma y ella rieron.

    El héroe se acercó a ellas.

    -Gracias por la ayuda.-Le dijo, haciéndoles una inclinación.-Os debemos una grande.

    -No tiene importancia.-Habló Soma.-Me parecía todo demasiado sospechoso.-Y cogió una de las espadas de los enemigos.-No sabía que mis armas se estaban utilizando para esto…

    El héroe la observó.

    -Supongo que nadie se lo esperaría…

    -Esto no se va a quedar así. Cuando pille a Keldar…

    -Quizá Keldar no supiera lo que su hijo estaba tramando, Soma.-Le intentó calmar Sonne, que veía en la cara de su amiga que estaba muy enfadada.-Ya oíste al Mariscal…

    Soma suspiró.

    -Quizá tengas razón.

    -Para una vez que la tiene…-Comentó el héroe, para quitarle hierro al asunto y él y Soma se rieron de Sonne, que se hizo la ofendida.

    Los Elegidos volvieron a reunirse junto al centauro lisiado y la profetisa. Todos tenían alguna herida causada durante el combate y estaban cansados. Mita intentaba recolectar energía meditando y pidiendo ayuda a Deméter para poder curar las heridas de sus amigos, pero le estaba costando muchísimo reunir la energía.

    -Pronto llegará mi caravana y os podremos llevar a Ahriel.-Dijo Soma, con una sonrisa.-Así que vosotros descansad un poco, tengo unas habitaciones en la posada donde podréis quedaros el tiempo suficiente para descansar y…

    -No creo conveniente ir a la ciudad después de haber matado al príncipe…-Hablaba Yess, pero fue interrumpida por Mita.

    -¿Y la heroína?-Preguntó, saliendo de su trance.

    -Pues…-El héroe, que parecía ser el último que la había visto la buscó.-Si el príncipe ha caído es porque… ¿dónde está?

    Cuando estaban a punto de separarse para buscarla, Mistral carraspeó.

    -No la busquéis.-Dijo despacio.

    -¿Por qué?-Preguntó Aria, tumbada en el suelo, mareada por el esfuerzo.

    -¿Ella ha…?-Fue a preguntar Yess, pero la vidente le interrumpió.

    -Estará bien…

    -Tus palabras no nos engañan.-Le cortó Ania, con rudeza.

    -Debemos seguir el camino. Pronto será luna llena y debemos estar…

    -No vamos a dejarla donde quiera que esté y…-Empezó el héroe.

    -¡Es su destino! Todo está pasando por algo…

    -¿Estás diciendo que has sabido todo este tiempo lo que iba a pasar y no has hecho nada?-El héroe, sorprendido, habló.

    -¿De qué serviría?-Preguntó Mistral.-El futuro no se puede cambiar.

    Soma divisó su caravana y se puso en medio de los Elegidos.

    -Bueno, bueno, bueno… Vamos a tranquilizarnos.-Dijo, moviendo las manos.-Ahora iremos a Ahriel y allí hablaremos mejor… descansaremos y saldremos a buscarla, ¿qué os parece?

    -No pueden hacer eso.-Contestó Mistral.

    -No nos digas lo que tenemos que hacer, joder.-Se quejó Yess, ayudando a Aria a incorporarse.-Es su prima, ¿sabes?

    Aria tenía una mueca de tristeza.

    -Espero que esté bien…

    Y el silencio se impuso en los Elegidos, que pagaron su frustración con malas palabras hacia Mistral, que impotente, no podía hacer nada más que bajar la cabeza y aceptar sus palabras. Pero el destino estaba dictado y nadie podía luchar contra él que, aliado con la fortuna, ponía las cosas difíciles a aquellos jóvenes héroes, que con esperanzas mínimas marchaban hacia la ciudad de Ahriel.
     
  7. Threadmarks: Capítulo 7: Separación.
     
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    Capítulo 7: Separación.

    Solo oía una siniestra voz que se reía.

    Y aquella risa le daba miedo, tanto que su mismo corazón se había encogido… o quizá se encogía porque tenía demasiada oscuridad acercándose a él y se replegaba en el alma despacio, pues es lo único que brillaba cerca con una mínima esperanza de salir de allí y volver a la normalidad en la que vivían antes de la misión.

    -¿Quién eres?-Logró preguntar, con miedo, cediéndole terreno a la oscuridad.

    -La oscuridad que habita en ti, ¿acaso no la notas?

    El ser de ojos rojos observaba sus movimientos con aquella sonrisa siniestra y no paraba de aparecer una palabra frente a sus ojos.

    Traidor.

    Y a su pesar, comprendía muy bien por qué se sentía así…

    ***

    Aria despertó en la oscuridad de una habitación que no conocía. Se incorporó en la cama y observó hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, reconociendo la habitación donde ella y Yess se habían hospedado. Se volvió a tumbar al entrever las estrellas detrás de las cortinas, frotándose una de sus heridas inconscientemente. Y así, en ese rato entre el sueño y la vigilia, estuvo pensando en el destino y sus compañeros. En cómo le había costado sobrevivir en la batalla contra los norteños, y sobre todo, en lo que anhelaba volver a su hogar. Era una ladrona, no una guerrera… Y los nervios se apoderaron poco a poco de ella hasta que se volvió a quedar dormida, y aquella vez tuvo un sueño complicado y movido que luego no lograría recordar pero que marcaría su destino.

    Mientras, el héroe observaba por la ventana con los brazos cruzados, pensativo. Sonne y Soma, allí de pie con él, le observaban. Tras un largo silencio se giró y las miró.

    -Ya habéis oído a la vidente, no podemos salir a buscarla…

    -No podéis salir a buscarla vosotros, no dice nada de nosotras.-Dijo Sonne, paseándose por la habitación con intranquilidad.-Nosotras no dependemos de ninguna profecía y tenemos libre albedrio… o al menos hasta que Artemisa me llame.

    Soma asintió, apoyando la idea de su amiga.

    -Mañana tengo una audiencia con el rey y me va a oír…

    -¿Y si no sabe a lo que se dedicaba su hijo en sus ratos libres, qué?-Le interrumpió el héroe.-Además… no creo que le guste la idea de que su hijo y heredero al trono haya… desaparecido.-Dijo, no quería decir la palabra "muerto" porque aún tenía esperanza de que la heroína estuviera viva.

    Soma se encogió de hombros.

    -Igualmente me va a oír, mis armas eran para defender su reino, no para atacar a mis amigos, ¿comprendes?

    El héroe puso los ojos en blanco, derrotado. Llevaba acumulado en el cuerpo muchísimo cansancio que a cada minuto parecía engordar la carga que llevaba a sus hombros. Asintió y se sentó en una silla cercana, notando el peso de los años más que nunca.

    -Creo que será mejor que descansemos… mañana será otro día… quizá un día mejor.

    Soma asintió.

    -Te dejaremos descansar.-Y se dirigió a la puerta.-Buenas noches.

    Sonne la siguió y antes de salir se giró.

    -Yo tengo esperanza, Addle, sé que volverá de donde esté… Seguro.-Y sonrió.

    -Sí… se lo prometió a Spike.

    -¿Spike?

    -Es una historia muy larga… Mañana te la contaré. Buenas noches.

    Sonne asintió y cerró la puerta tras ella.

    En la habitación de al lado, Mita y Ania dormían, una más que otra. La hechicera oraba a su diosa Deméter para que les brindara protección en aquel vasto y frío continente. Cuando hubo acabado, se dirigió a la cama y se acostó, sin conciliar el sueño.

    -Ania…-Llamó a su compañera.- ¿Estás dormida?

    -Sí…

    -No puedo dormir.

    -Cuenta troyanos, a mí suele irme muy bien…

    -Estoy preocupada.

    -¿Por la heroína?

    -Sí, y por lo que pueda venir ahora. Ahora es como si fuéramos a ciegas…-Contestó con un nudo en la garganta.

    -Estamos en manos de la vidente.-Y se oyó un bostezo de Ania.

    -Siempre lo hemos estado…

    ***

    "Ama Mistral, ¿te encuentras bien?"

    Mistral asintió en la oscuridad de la habitación, apretando una de las grandes manos de Goliat.

    -Sí…

    Y quizá mintiera, o quizá no.

    Goliat, preocupado, la observó con ternura y devoción y cuando fue a decirle algo para animarla, tocaron a la puerta de la habitación.

    -La guardia real.-Dijo un vozarrón detrás.

    Mistral se incorporó, y con una seña ordenó a Goliat que abriera la puerta. No estaba nerviosa, ni sentía miedo por lo que iba a tener que hacer. Simplemente estuvo a la espera, valiente como ella sola.

    El gigantón se acercó a la puerta y abrió. Los tres soldados se sorprendieron al verle.

    -Esto… buscamos a la sagrada vidente Mistral, ha sido llamada a Palacio ahora mismo y…-Y le enseñó a Goliat un pergamino.-Y… tenemos que escoltarla.

    Goliat se giró con el ceño fruncido hacia Mistral que se había levantado.

    -Coge las cosas, Goliat, esta noche no volveremos a la posada…

    ***

    Keldar, el rey de Ahriel, estaba sentado en su trono y escuchaba lo que el Mariscal Kell tenía que contarle. Le dejó hablar sin interrumpirle, pese a las malas noticias acerca del paradero de su hijo, y esperó impaciente. Cuando el Mariscal terminó, le miró con nerviosismo.

    Keldar se quedó en silencio y cuando habló casi asustó al Mariscal con su tranquilidad.

    -¿Y desde cuándo mi hijo planea ataques a viajeros griegos?-Preguntó.

    El Mariscal no supo qué contestar.

    -Comprendo. Esto es a lo que se dedicaba en mi ausencia… en vez de ocuparse del reino.

    -Majestad, su hijo…

    -Estás despedido, Kell.-Dictó el rey, con indiferencia.

    -¿Cómo?

    -No has hecho demasiado por Keran, ni siquiera enviar a un escuadrón a buscarle. ¿Cómo me tengo que tomar eso?

    -Yo…

    -No importa que digas nada más, tus actos han hablado por ti.-Y con una seña, dos soldados se acercaron al ex Mariscal.-Metedlo en las mazmorras… quizá lo necesitemos en un futuro. Y que Korim y sus sabuesos vayan a buscar a mi hijo… y me lo traiga en cualquier estado o que no vuelva.

    -¡Si, Majestad!

    Keldar se quedó solo en su trono, pensativo durante largo rato…

    -Majestad…-Lo interrumpió una vocecilla.

    Keldar observó a su primer ministro.

    -No estoy de humor, Kobtor…

    -Lo comprendo, la pérdida del príncipe Keran ha sido…

    -Mi hijo no está muerto.-Lo interrumpió.-Solo está desaparecido.

    Kobtor se lanzó a los pies de su rey, y escuálido y viejo como era, parecía que fuera a romperse por el movimiento brusco en cualquier momento.

    -Perdonadme, mi señor, no pretendía ofenderos…

    -¿Qué demonios quieres?

    -Lady Yshiara quiere veros si no es inconveniente…

    -¿Quién?

    -La sagrada vidente…

    -Ah, la mujer que mi hijo tiene en la torre.

    Kobtor se levantó con dificultad.

    -Así es…

    -¿Quiere darme el pésame por un hijo que no está muerto?-Preguntó el rey, irritado.

    -No, majestad, no voy a hacer eso, porque sé que vuestro hijo está vivo… o al menos lo podréis salvar si lo rescatáis.-Contestó Yshiara, que había parecido en la Sala de Trono junto al imponente Hakk.

    ***

    Aria no había tocado su desayuno, en el salón de la posada y junto a sus compañeros se veía deprimida. Aún estaba nerviosa, y el sentimiento de miedo se iba apoderando poco a poco de ella. Jugueteaba con el tenedor por hacer algo, comiéndose la cabeza.

    -¿Alguien ha visto a Mistral y Goliat esta mañana?-Preguntó el héroe, que había terminado de desayunar.

    El Maestro Borya, que descansaba con una de sus patas vendadas y con un rostro cadavérico negó con la cabeza.

    -No, pero he oído que anoche soldados del rey vinieron a la posada.

    -¿Ah, sí?-Preguntó Ania.- ¿Y qué querían?

    -¿Y si venían a vengar a su príncipe?-Sugirió Yess.

    Aria dejó el tenedor, pálida.

    -¿No hablarás en serio?-Habló, nerviosa.

    Y todos se enzarzaron en una conversación en la que ella no se metió. Volvió a concentrarse en su plato sin tocar, nerviosa. ¿Y si volvían en mayor número a por ellos? Así no podrían hacer nada… Ya le costaba no pensar en su prima, para que ahora tuviera que pensar en la caída de alguien más. Se contuvo por no echarse a llorar, que era lo más fácil en aquellos crudos momentos. Los nervios estaban pudiendo con ella y la consumían en silencio. Estaban teniendo una crisis gigantesca.

    -¿Y si los soldados se llevaron a la vidente?-Sugirió Mita, que había escuchado en silencio a sus compañeros.-Es una posibilidad…

    -Habrá que investigar.-Dijo el héroe, que se dirigió a la posadera, habló durante unos minutos con ella y volvió con sus compañeros.-Sí, se la han llevado…

    -Joder.

    -Mierda.

    -Tenemos que ir a rescatarla…

    -¡No!-Gritó Aria.

    Todos miraron a Aria sorprendidos. La menuda ladrona se había levantado de su silla y había golpeado la mesa con los puños. Abrió los ojos, sin poder evitar que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos.

    -Yo… no puedo, lo siento, es demasiado para mí…

    -Aria…-Yess le pasó los brazos por los hombres, consolándola.

    -Me quiero ir a mi casa, esto es demasiado para mí… Yo no sirvo para salvar el mundo ni luchar… soy solo una ladrona…-Y se echó a llorar.

    Todos la miraron con lástima.

    -Yo tampoco puedo seguir, jóvenes héroes.-Habló Borya, que desde su lugar no podía caminar.-Estoy herido y lo único que haría es retrasaros…

    -Entonces ¿nos vamos a dar por vencidos?-Preguntó el héroe.- ¿Por una crisis?

    Aria le miró.

    -Yo no sigo, me planto… llamadme cobarde o todo lo que queráis, me da igual… solo quiero volver a casa y… Dioses, no aguanto estos nervios ni esta presión.-Y de nuevo se echó a llorar.

    Mita se rio y todos la miraron sin entender.

    -La Profecía hablaba de esto… ¿no os acordáis?-Y se dispuso a recitar la profecía de Mistral que se había aprendido en el mismo momento.- Seis serán los que llegarán desde el Norte guiados por la invidente. Bajo la luz plateada abrirán la puerta, despertando al que mora en las entrañas de las sombras. Uno caerá por la pendiente y regresará. Dos conseguirán lo escondido, pero no acabarán el viaje. El que tiene la sabiduría tendrá la clave para la victoria mientras que el nerviosismo consumirá y entregará al miedo a otro. El orgullo de uno será su propio enemigo. Dos finalizarán el viaje y un traidor sucumbirá… Y creo que eso era todo.

    -Ya sabemos a quién ha consumido el nerviosismo: a Aria.-Habló Yess.

    -La heroína cayó por la pendiente…-Dijo el héroe.-Y regresará.

    -Eso está por ver…

    -Parece que solo dos personas conseguirán llegar al final del destino… y uno de ellos será el traidor.-Habló el héroe, mirando a cada una de ellas.

    -Sabemos también quién es el más sabio del grupo, tú, héroe.-Dijo Ania.-Así que ya sabemos quién tiene que seguir la senda del destino… Aún no sabemos quiénes encontrarán el tesoro y si la heroína logrará volver…

    -Debemos encontrar a Mistral, sin ella no podemos seguir el viaje.-Habló el héroe.

    -Da lo mismo… yo sé quién caerá por el orgullo.-Dijo Yess, todos la miraron.-Soy demasiado orgullosa… me viene de raíz, los espartanos lo somos.-Y sonrió.-No quiero seguir el viaje, no quiero ser mi propia enemiga…

    -Es comprensible… ¿estás segura de lo que vas a hacer?-Preguntó Ania.-Estaba en juego tu bolsa con los talentos.

    Yess sonrió, se desató la bolsa y se la tendió.

    -Seguirá aquí hasta que regreses victoriosa.-Y se la volvió a esconder.-Además… no puedo dejar que el Maestro Borya y Aria vuelvan solos, es muy peligroso. Yo me ocuparé de ellos.

    -Es verdad que eres una orgullosa.

    Y estallaron en carcajadas.

    -Pues está decidido.-Dictó el héroe.-Nosotros iremos a buscar a Mistral…

    ***

    Goliat esperaba ansioso en la habitación en la que los habían metido por la noche, sentado en un diván, sin quitar de vista a Mistral, que se cepillaba el corto cabello con parsimonia, pensando en otras cosas.

    -Ya ha sucedido, Goliat, se han separado.

    Goliat gruñó.

    -Tenía que pasar… estaba previsto. Aunque haya sido antes de tiempo. Eso me desconcierta.

    "Si no nos hubiéramos marchado así de la posada quizá…"

    -Eso ya nunca lo sabremos…

    De nuevo, la puerta interrumpió a Goliat.

    -Adelante, Yshiara…

    Aquello sorprendió a Goliat, que se levantó rápidamente del diván y se acercó a la puerta. Cuando Hakk entró por la puerta seguido de Yshiara, todo el asombro no cabía en él. Se giró hacia Mistral, sin saber qué decir, entre contento y nervioso.

    -Era una sorpresa, espero que te guste.-Habló Mistral, con una tímida sonrisa.

    Goliat y Hakk se estrecharon en un emotivo abrazo y se hablaron mutuamente por señas, como cuando eran críos. La alegría de los dos gigantones fue contagiosa.

    Yshiara y Mistral se quedaron en silencio, sin poder mirarse debido a su ceguera, sintiendo su poder mutuamente.

    -Siento lo de tu amigo el príncipe.-Habló, al fin, Mistral.

    Yshiara se rio.

    -Más mal me sabe a mí lo de la chica, Mistral. Sin embargo, tenía que pasar.

    -Al fin alguien que comprende que todo es parte del destino.

    -¿Qué nos van a contar a nosotras?

    -Supongo que intentarás retenerme, ¿no?

    -Debería… pero el príncipe no está, así que eres libre para seguir con tu destino. No me gustaría defraudar a Apolo… aunque ya no sea bien recibida en Delfos.

    -No digas tonterías… las dos somos igual de importantes y…

    -No te engañes, yo no lo hago. Ahora pertenezco a Aliester, hay oscuridad en mi corazón.-Habló Yshiara.- ¿Sabes por qué te he traído aquí, Mistral?

    Mistral se quedó en silencio y giró la cabeza en dirección donde Hakk y Goliat reían en silencio.

    -Sí, por ellos. Se lo merecían después de tanto aguantarnos, ¿no?-Respondió Yshiara.

    Mistral sonrió con cariño.

    -Sí… no sé qué haría sin mi Goliat…-Y se sonrojó sin poder evitarlo.

    -Ni yo sin mi Hakk…

    ***

    Soma entró en la Sala del Trono del rey de Ahriel con autoridad, como si estuviera entrando en su propia sala, seguida de Sonne e hizo una leve reverencia y saludó al rey.

    -Soma, bienvenida de nuevo a Ahriel. ¿Qué tal el viaje? ¿Movido?-Preguntó el rey.

    Sonne le observó por primera vez. Era un hombre de mediana edad, de cabello trenzado castaño claro y grandes ojos ambarinos, vestía elegante, con una túnica verde oliva y su corona de oro con gemas azules y rojas. Tenía una perilla de chivo, como muchos norteños, y algunas arrugas en los ojos.

    -Majestad… perdonad mi osadía, pero… ¿de qué vais?

    -¡Soma!-la riñó Sonne.

    El rey, lejos de estar sorprendido, se rio.

    -¿De qué voy?

    -Sí, de qué vais. Mis armas… me dijisteis que iban a ser usadas para defender vuestra ciudad… pero, sin embargo, ¿sabéis dónde las encontré ayer mismo?

    -No, ¿dónde?

    -Atacando a mis amigos. ¿Cómo debo tomarme eso, majestad? ¿Es un ofrecimiento de enemistad? ¿Después de tantos años? Porque si así es…

    -Tranquila, herrera, habla más despacio.-Ordenó Keldar.

    -Me he puesto nerviosa.-Se disculpó Soma.

    -Ya lo veo.-Y el rey volvió a sonreír.- ¿Sabes que he perdido a mi hijo?

    Soma le estudió unos segundos.

    -Algo he oído… mi más sentido pésame.

    -No, no, él está vivo, lo que pasa es que se ha extraviado y ahora han ido a buscarlo. -Explicó el rey, con una sonrisa.

    Soma miró a Sonne y vio esperanza en sus ojos.

    -Comprendo… ¿y por dónde se ha extraviado?

    Ahora fue el rey quien la estudió a ella.

    -¿Ya no estás enfadada?-Preguntó el rey.

    -Sí, muchísimo, pero me preocupo por vuestro hijo, majestad.-Mintió.-Era un gran fan de mis floretes y…

    -Fue él quien atacó a tus amigos.

    -¿Ah, sí?

    -Sí, yo no tenía ni idea de sus actividades ilícitas. Y te pido perdón si te has sentido ofendida, no volverá a pasar. Siempre he dejado un poco de lado la educación de mi hijo… pero pienso retomarla si quiero que sea un buen rey cuando yo falte.

    Soma alzó una ceja.

    -Me convencéis, milord.-Mintió Soma.-Bien… pues empecemos con los trámites y…

    Sonne carraspeó a sus espaldas y Soma y el rey la miraron.

    -¿Qué ocurre, Sonne?-Preguntó Soma.

    -Yo… quería hacerle una petición al rey, si no es molestia.-Contestó la joven con inocencia.

    El rey observó a la amazona.

    -Si está en mi mano, los amigos de Soma, son mis amigos…

    -Pero no los de su hijo, ¿no?

    -Soma, te agradecería que dejáramos de lado este incidente.-Dijo el rey, cansado.-Estoy empezando a irritarme… o no me gustaría enviarte a hacer una visita a las mazmorras a Kell.

    -Perdóname, majestad… ha sido una pequeña broma…

    -Bien, ¿qué puedo hacer por ti, joven amazona?-Preguntó el rey, ignorando a Soma

    -Verá, majestad, cuando su hijo se perdió… una amiga nuestra también lo hizo…-El rey la miró con interés.-Y bueno… quería pedirle si podría traerla sana y salva aquí… le estaría muy agradecida si consiguiera hacerlo. Nos tiene muy preocupada.

    -Sonne…

    El rey se quedó en silencio unos segundos.

    -¿Es griega esa amiga?-Sonne asintió.-Supongo que a mis hombres no les importaría rescatar a una damisela en apuros.

    -Es una heroína.-Lo corrigió Soma.-No necesita que la rescaten… solo está perdida…

    -Como vuestro hijo.

    -Comprendo.-El rey asintió.-Bien, veré que pueden hacer mis hombres si la encuentran.

    -Muchas gracias, majestad.

    -Ya que Soma se sintió ofendida por el uso de sus armas, espero poder compensarlo trayendo a esta dama.

    -Lo haría, milord, muchísimo.
     
  8. Threadmarks: Capítulo 8: Preparación.
     
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    Capítulo 8: Preparación.

    -…Y ya ha habido una separación.-La voz de Apolo sonó molesta, porque lo estaba, y mucho. Allí, delante de los Dioses a los que servían los Elegidos relatándoles todo lo que les había pasado a los héroes desde que dejaron atrás la Posada Roca de Guía, estaba enfadado, pero sobre todo con su padre.

    El imponente Zeus, sentado entre su bronceado hermano Poseidón y su hija predilecta, Atenea, le miraba con un rostro indescifrable.

    -¿Hace mucho de eso?-Preguntó Deméter, que con su habitual vestido hecho de flores y descalza, parecía la más débil de todos aunque hubiera dado la vuelta al mundo cuando perdió a su hija Perséfone.

    Apolo asintió.

    -¿Cuántos quedan ahora?-Preguntó Ares, con el escudo en la mano y la espada en el cinto. Llevaba unas gafas de sol y vestía de cuero negro, su aura corrosiva de guerra le acompañaba.

    -Tres sin contar a la que cayó por la pendiente.-Respondió el Dios del Sol, mirando a Poseidón por último.

    -Una de las mías me deshonra con su marcha…-Se quejó el Dios de la Guerra.

    -Estaba escrito, Ares.-Se apresuró a añadir Apolo.-Todo está escrito, y aún te queda otra que te traerá gloria.

    Ares se calmó, o al menos eso es lo que pareció, pues volvió a sentarse y no dijo nada más. Quizá porque aún le quedaba una guerrera que iba a traerle gloria, como había dicho Apolo.

    Hermes, que revoloteaba por sus cabezas gracias a sus sandalias voladoras, se acercó a Zeus y le susurró algo al oído. Zeus asintió.

    -Dentro de unos días será luna llena.-Habló el Dios de Dioses, mirando a cada uno de los Dioses. Atenea asintió honorablemente, Poseidón le devolvió la mirada, Ares le ignoró, Hermes se sentó en la rama de un árbol, Deméter se atusó las flores, y por último miró a Apolo sintiendo su enfado.-En unos días los héroes deben haber llegado a su destino para enfrentarse a él.

    -Lo harán.-Afirmó Apolo.-Confío en mis chicas.

    -Hermes, puedes retirarte, pues tu chica ha hecho lo que tenía que hacer.-Hermes asintió, hizo una reverencia y se marchó.-Yo mismo dejo todo en manos de Apolo, puesto que el Maestro Borya ya no está en el grupo.-Y se levantó.-Confío en que la Profecía sea cumplida.

    -Sí, padre.

    -Doy por terminada esta asamblea hasta el próximo aviso de Apolo.

    Y todos se levantaron parloteando de a quién habían hecho más ofrendas aquella semana, intentando no pensar demasiado en los problemas que cada uno tenían y sobre todo en la Profecía.

    Apolo se acercó a Poseidón, que acompañado como siempre de su tridente, iba a salir por la puerta.

    -Poseidón.-Llamó a su tío.

    Éste se giró y le dedicó una sonrisa cansada.

    -Creo que ya sé lo que me vas a decir, Apolo.

    -Pues entonces quizá también sepas qué debo hacer con ello…

    *****​
    La heroína abrió los ojos, despertando de una terrible pesadilla. Aún era de noche, y el fuego que había encendido horas antes, ahora era una masa de brasas de la que salía humo. Cogió un palo y las dispersó, sabía que no podría volver a dormir bien por un tiempo. Notó el dolor de sus heridas, y gimió para contener un chillido. No se estaban curando bien, y lo sabía… sin hierbas curativas ni medicina, no llegaría muy lejos. Volvió a tenderse en el suelo, y cerró los ojos, sabiendo que se volvería a quedar dormida para tener más pesadillas. La reconfortó saber que no estaba sola.
    *****​

    Yshiara abrió sus ojos ciegos y sacudió la cabeza. Ya estaba ocurriendo. Aliester estaría gozando donde estuviera. Se destapó sabiendo que ya no volvería a conciliar el sueño. A su lado, Hakk descansaba con una sonrisa en el rostro. Le apartó unos mechones y acarició su rostro. Al menos le había regalado ver a su mejor amigo-hermano de sangre Goliat. Después de todo lo que él había hecho por ella, quería devolvérselo de alguna forma… Y qué mejor forma. Incluso Mistral se había sentido feliz al comprobar lo bien que estaban juntos, y recordaron aquel tiempo pasado, en Delfos, cuando ambas se divertían juntas, como ellos. Ahora eso quedaba muy atrás… y sabía que pronto volverían a encontrarse, y que alguno de ellos no volvería con vida.

    Sacudió de nuevo la cabeza, centrándose en el rostro de Hakk. Pensaba en lo hermoso que estaría durmiendo, adorable e inocente, cuando él abrió los ojos. No hizo ningún movimiento, mirando a Yshiara en la oscuridad. Lo único diferente, es que su corazón latía más deprisa, y rezó para que ella no lo notara, pero cuando ella volvió a tumbarse minutos después tras un largo suspiro, deseó que siguiera mirándole…

    Hakk tapó a Yshiara con ternura, puesto que se había vuelto a quedar dormida y no quería que cogiera frío en la lúgubre torre mal calentada. En un movimiento, Yshiara le cogió del cuello y lo atrajo hasta ella, dormida, abrazándose a él. Hakk, sorprendido, no hizo ningún movimiento, mirándole. Sus párpados escondían sus hermosos ojos.

    -Hakk…-Murmuró en sueños.

    Hakk sonrió, acomodándose para seguir durmiendo, feliz. Aunque su destino fuera oscuro e incierto, junto a aquella vidente era el hombre más feliz del mundo.

    Alguien más estaba despierto en el Castillo de Ahriel. Goliat, que aún no se había metido en la cama, estaba sentado en el diván junto a la ventana y miraba el cielo encapotado por oscuras nubes y la nieve caer. No le gustaba aquel tiempo. Escuchó como Mistral se removía en sueños y la observó.

    Aquel viaje lo había empezado por ella, y lo iba a acabar.

    Cuando la había visto por primera vez, años atrás, hecha un ovillo y con la mirada perdida, rota por el dolor que le causaba su destino, se había enamorado de ella. Y aunque apenas era un chiquillo al que habían convertido en Guía, ya supo que nunca podría estar con ella…

    Igual que Hakk, la noticia del honor que le entregaban les había emocionado, pero al conocer a sus respectivas profetisas hubieran deseado poder optar por dejarlo. Pero el daño ya estaba hecho. Se llevó una mano a la garganta… ¿Cómo sería su voz siendo casi un adulto?

    ****​

    -Nos vamos, ¿estáis preparadas?-Preguntó el héroe, alejando de si el cuenco con el desayuno.-Tenemos que pasar a buscar a Mistral.

    Mita y Ania se miraron, apartando también sus desayunos. Soma y Sonne siguieron comiendo con tranquilidad.

    -Esto es muy triste…-Comentó Mita, suspirando.- ¿Crees que van a dejar entrar a tres desconocidos al Castillo del rey? Suena un poco estúpido.

    El héroe negó con la cabeza.

    -No, porque nosotros somos los Elegidos,-Explicó, con orgullo.-y además, vamos con Soma.-Y le sonrió.

    Soma, que estaba bebiendo, escupió.

    -¿Cómo?

    -No irás a negarnos la ayuda, ¿verdad?-Inquirió el héroe.

    -Claro que no.-Contestó Sonne, con total cordialidad y sin preocupaciones.

    Soma la fulminó con la mirada, cruzándose de brazos.

    -Es un disparate. El rey confía en mí.

    -No le vamos a hacer nada… Solo vamos a rescatar a nuestra amiga, si nos atacan pues tendremos que defendernos, ¿no?

    Soma cerró los ojos, pensando los pros y los contras.

    -Supongo que puedo hacer que entréis… Pero no levantaréis las armas.

    -No a menos que nos provoquen.-Dijo Ania.

    Soma asintió.

    -Bueno, está bien. Llevaré a Rimpli y a Sanset para que suene más… convincente.

    -Decidido.

    -Pero antes… haremos un paradita para ver a una conocida. No vais vestidos para conocer al rey, ¿sabéis?

    Los jóvenes héroes se miraron la ropa, la herrera tenía razón. Sus botas estaban desgastadas y rotas, sus capas llenas de agujeros, y mejor no hablar de las vestiduras. Incluso se avergonzaron por no haber reparado antes en cómo iban vestidos… Así que aceptaron la idea de Soma y cuando ésta y la amazona acabaron de desayunar la siguieron por las transitadas calles de Ahriel.

    Era una ciudad productiva, pasaron por la plaza donde ya hacia horas que se había abierto el mercado y oyeron los gritos de los vendedores para que los clientes se acercaran.

    -¡Bueno, bonito barato! Todos quieren uno…

    -Si compras dos, ¡te llevas tres!

    Dejaron la plaza del mercado atrás y giraron por una calle hasta llegar a un edificio.

    -Aquí es.-Dijo Soma, con una sonrisa, y entró.

    El héroe observó el edificio, alto, tres pisos, y de color de la arena. En el cartel ponía "El Arte y la Moda". Le pareció un cartel extraño para una modista.

    -¿Vamos?-Le apremió Mita, dejándole la puerta abierta, y traspasaron el umbral.-Vaya… muy… bonito.-Apuntó Mita.

    Se escuchó un tamborileó y algo cayó al suelo, sorprendiendo a todos.

    -¿Bonito? ¿Bonito? Mi tienda no es bonita, ¡es fantástica, sobrenatural, la mejor de todo Ahriel!-Gritó una voz, una mujer apareció en el mostrador. Los miró a todos con cara de pocos amigos, y cuando reconoció a Soma, la ablandó un poco.- ¿En qué puedo ayudaros?

    Soma dio dos pasos adelante.

    -Estos héroes necesitan ropa nueva para ver al Rey, Lady Scot.-Habló.

    Lady Scot miró a los tres héroes.

    -Para ver al Rey… jum… entiendo, así vestidos no pueden ir.-Comentó, evaluándoles.-Bien, creo que podré hacerles un apaño.

    -Te estarían muy agradecidos.-Se apresuró a añadir Soma.

    Lady Scot se perdió entre las estanterías y diez largos minutos después volvió con un montón de cajas.

    -Paso.-Ordenó al héroe y Mita, que estaba en medio, empujándoles.

    Ania cogió a Mita para que no se cayera.

    -¡Oye!

    Soma la cortó, negando rápidamente con la cabeza.

    -Esto es lo que he encontrado.-Sacó de una caja una casaca para el héroe y unas calzas.-Pruébatelo en ese vestidor de allá.-Y le señaló un punto. El héroe cogió la ropa mirándola con extrañeza.-Bien, para la Maga tengo esta túnica.-Y sacó de otra caja una túnica verde con capucha, se la entregó y le señaló otro punto distinto al del héroe.-Y para la caballera…-Y sacó un vestido similar al que llevaba, pero nuevo y limpio. Le señaló el mismo punto que a Mita.-Creo que son vuestras tallas…

    -Sí.-Dijo el héroe, que había salido ya vestido.- ¿Qué tal?

    Soma y Sonne asintieron. Segundos después salió Mita, era su talla y además le gustaba.

    -Vale, y unas capas…

    -¡No, una capas no! Solo molestaría. Es un complemento que pasó de moda hace mucho tiempo, chico.

    El héroe alzó una ceja.

    -Entiendo.

    Cuando Ania salió vestida, se dispusieron a pagar.

    -Yo lo haré… quizá pueda rebajar el precio.-Dijo Soma.

    Pero no lo consiguió, Lady Scot era un hueso duro de roer. Tras dejarse allí la mitad de sus bolsas, se dispusieron a ir a la Fragua de Soma, donde recogieron al joven cíclope Sanset y al odioso duende Rimpli para marchar al Castillo. Volvieron a pasar por el Mercado y pararon un momento en un estante porque Sonne debía comprar unas cosas.

    Mita, que observaba a los mercaderes descargar grandes cajas llenas de comida u objetos para vender, sin querer, pensó, aunque era cosa de su destino, oyó una conversación.

    -¿Un tesoro?-Preguntó una de las personas.

    -Sí, un tesoro antiquísimo.-Habló la segunda persona.-Y es tan valioso que muchos han luchado por conseguirlo… pero nunca nadie lo ha conseguido.

    -Vaya, ¿y dónde está?

    -Nadie lo sabe, solo hay habladurías sobre las Montañas Debra, traspasando el río Urgit.

    -Debe estar ahí escondido.

    -Sí, pero nadie se ha envalentonado a hacerlo. Ya sabes que extrañas y peligrosas criaturas moran en las entrañas de las Montañas Debra.

    -Si tuviera fuerza y una buena espada, iría a buscarlo.-La voz sonó con ganas.

    -Yo iría contigo se fuera un gran hechicero… pero no hemos nacido con esa suerte y moriremos pobres, como vinimos al mundo.-Y rio.

    -¡Qué desgracia…!

    -¿Mita?

    Mita salió del ensimismamiento.

    -¿Sí?

    Ania la miraba.

    -¿Has oído esa conversación?-Le preguntó.

    -¿Eh? ¿Yo? No… esto… solo un poco…

    -¡Un tesoro, Mita!-Exclamó Ania, con un brillo de anhelo en los ojos.-Desearía encontrarlo, ¿tú no?

    Mita asintió.

    -Sería maravilloso… pero nadie sabe dónde está concretamente. Aunque vamos de camino hacia allí, ¿no?

    -Podríamos intentarlo.-Comentó Ania.-Tú eres hechicera y yo tengo fuerza y una espada, además de una lanza.

    -Sí, acepto el reto.
    *****​

    Mistral se había levantado pronto aquella mañana, y ya estaba lista para cuando los héroes traspasaron las murallas del Castillo. Avisó a Goliat y este a su vez, se despidió de Hakk con la mente. “Te echaré de menos” le llegó la tímida voz de su amigo-hermano de sangre.

    La vidente no había tocado casi su desayuno, y débil como estaba, asustó a Goliat cuando se levantó y sufrió un leve desmayó.

    -Estoy bien, Goliat, estoy bien.

    Goliat, preocupado y nervioso, la volvió a sentar, incluso casi la obligó a comer, pero ella sabía muy bien que tenía que hacerlo. “No me des estos sustos, por favor…” Mistral no dijo nada, simplemente comió en silencio. Goliat fue rodeado por un aura de amargura, agachó la cabeza y suspiró.

    Mistral se sintió culpable.

    -Lo siento.

    No tienes que pedir disculpas… Voy a recoger las cosas

    Y aquello hizo que se sintiera aún peor. Terminó y se levantó, un poco mejor, aunque seguía igual de cansada, no tal débil. Llegó a tientas hasta el diván donde había estado sentado Goliat casi toda la noche y se sentó. Escuchó a Goliat ir de aquí para allá, y notó cuando los héroes pisaron la Sala del Trono.

    -Goliat, no vamos.


    Yshiara también notó a los héroes, y aunque debería estar sorprendida, simplemente deseó por una vez que el príncipe estuviera allí. Él sabría qué hacer. Hakk la peinaba, trenzándole el pelo con cuidado y devoción.

    -¿Te has despedido de Goliat?-Le preguntó la vidente.

    Sí.”

    Yshiara suspiró.

    -Perdona que no hayáis tenido más tiempo Hakk, pero…

    No importa. Está bien y he disfrutado de su compañía una vez más…

    Yshiara se mordió el labio.

    -Sé que es muy difícil… ser de los malos. Pero yo no lo decidí, ¿lo sabes?-Y se giró para poder verle, aunque no pudiera.

    Hakk la miró, se pasó una mano por el cabello rubio despreocupadamente y la volvió a mirar. “Sé que no lo decidiste… fue el destino quien lo hizo” Y le rozó la mejilla con los dedos. “Ama, yo…”

    Yshiara negó con la cabeza.

    -Mejor no lo digas, Hakk. No hagas las cosas más difíciles.-Y se sentó bien.

    Hakk agachó la cabeza, dolido y sentenciado.

    -¿Qué tal tengo el pelo? Me encanta que me lo peines.

    Hakk levantó nuevamente la cabeza y sonrió.

    Hoy lo tienes realmente brillante…

    -¿Solo hoy?-E Yshiara reprimió una sonrisa.

    ****​

    El Rey Keldar Nagi, daba órdenes de un lado a otro de la Sala del Trono a sus ministros sobre el comercio naval cuando le interrumpió uno de sus soldados. Frunció el cejó y escuchó lo que este tenía que decirle.

    -Caballeros, me temo que nuestra conversación tendrá que esperar. Se han presentado unos invitados… especiales.-Y los despachó con la mano, sentándose de nuevo en el trono.-Hacedlos pasar.

    Las grandes puertas se abrieron y por ella entró Soma, seguida de la amazona que había conocido ayer y tres nuevas personas, dos muchachas y un muchacho.

    -Bienvenidos, héroes de la Profecía.-Los saludó.- ¿Qué noble tarea os ha hecho acudir ante mi trono?

    Soma miró al héroe y este dio unos pasos hacia él.

    -Soy el héroe llamado el Azote de los Maestros, estas son mis compañeras de Profecía Ania caballera de Esparta y la hechicera Mita. Hemos venido desde lejos para hacer cumplir una Profecía pronosticada por un Oráculo de Delfos.-El rey le escuchaba.-Y ayer por la noche, sus guardias, Majestad, vinieron a nuestra Posada y se llevaron a este Oráculo con una orden de su Majestad. Venimos a buscarla con toda nuestra cortesía.

    El rey asintió.

    -Entiendo.-Y pareció irritado.-Pero yo no he dado ninguna orden semejante, joven Azote de los Maestros. Me encantaría saber quién ha sido…

    -No tendrá que esperar demasiado, Majestad.

    Todos se giraron hacia el lateral izquierdo, de una de las puertas había aparecido una joven envuelta en una túnica y con los ojos vendados, un gran hombretón rubio la acompañaba.

    -Es una vidente…-Susurró Mita.-Siento su poder.

    Ania se llevó una mano a la empuñadora de su espada.

    -No hay por qué temerme, joven espartana.-Habló Yshiara, con neutralidad.-Fui yo quien usó el nombre de su Majestad para traer a Mistral.

    El rey se levantó del trono.

    -Yshiara, ya te dije ayer que estabas aquí porque a mi hijo le has caído en gracia… Pero no toleraré esto, ¿entiendes?

    -Estaba predestinado para conocierais a los héroes, Majestad.-Habló sin miedo, casi con autoridad.-Yo no puedo negarme al destino, es mi trabajo hacer que se cumpla.

    -Estoy cansado de oír hablar de destinos y magias absurdas…

    -Creo que ya somos dos…-Murmuró Ania.

    -… en cuanto regrese mi hijo, te marcharás de aquí. Es una orden directa del rey.

    -Sí, Majestad.-Aceptó Yshiara.-Cuando su hijo regrese.

    Mita se acercó al héroe.

    -Entonces también regresará la heroína… ¿no?-Murmuró.

    -Quiero pensar que sí. Tengo esa esperanza.-Le respondió en otro murmullo el héroe.-Si el príncipe está vivo, ella tiene que estarlo. Confío en ello.

    Y se centraron de nuevo en la conversación que mantenía Yshiara y el rey. Había dado un giro hacia el príncipe y las actividades ilícitas que había estado manteniendo mientras él había estado fuera. El rey estaba enfadado, y parecía que se estaba desahogando con Yshiara, que no decía absolutamente.

    -Majestad…-Lo interrumpió la voz de Mistral.

    El rey se giró y se sorprendió al ver a la vidente seguida del imponente Goliat.

    -Entendemos su enfado, Majestad, pero estaba todo escrito y nadie puede luchar contra lo que está escrito. Es imposible. Sin embargo,-Y giró la cabeza hacia los héroes.-sí se puede luchar contra lo que aún no está escrito. El príncipe Keran era una marioneta de nuestro enemigo, y si vos, Majestad, no queréis ser el enemigo de nuestros Dioses y los vuestros, nos dejaréis partir, pronto será luna llena y debemos escribir el destino de estos héroes.-Habló con nobleza.-Debemos hacer cumplir lo que está escrito y si os oponéis, Apolo, Dios del Sol, os castigará… incluso el gran Odín podrá hacerlo, puesto que vuestros Dioses también tienen su juego en esta partida.

    El rey se quedó sin habla. Se volvió a sentar en el trono y soltó un largo suspiro.

    -Marchaos…-E hizo un ademán con la mano.-Marchaos y si volvéis, no os paséis a visitarme.-Había sido derrotada por una muchacha vidente.

    Mistral asintió.

    -Se lo agradecemos, Majestad.

    Hakk y Goliat se miraron una última vez antes de convertirse de nuevo en enemigos.
     
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    SilRock

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    La Profecía de los Héroes.
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    Capítulo 9: Luna Oscura

    Notaba la magia de aquellos druidas norteños recorriendo todo su cuerpo, sanándolo por completo, curando todas sus heridas. La fuerza volvía poco a poco a su cuerpo, pudo cerrar un puño y notar como se concentraba ahí. Abrió los ojos, y la luz de la luna y las estrellas le hicieron daño.

    El cielo, que recordaba encapotado por nubes grises de nieve, estaba despejado en aquel claro del círculo. Los volvió a abrir y se concentró en lo que había a su alrededor. Druidas encapuchados, elevando sus cánticos al cielo; ruinas de lo que antaño fue un templo; una sombra que se cernía a su alrededor….

    Gimió, intentando moverse, pero aún estaba débil. Escuchó una risa macabra, y el terror paralizó su cuerpo.

    La sombra se hizo paso entre los druidas, que no cesaron su canto, y se aproximó. Notaba como entraba en su mente, rompiendo sus barreras y haciendo ruido. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no tenía cuerpo… solo una esencia que viajaba entre sombras y unos endiablados ojos rojos que brillaban con intensidad.

    Y cerró los ojos para no verlo más. Sabía quién era.

    La esencia de Aliester se cernió sobre su mente y su cuerpo y éste lo absorbió, haciéndose uno con un aura de luz maligna. Ríos de dolor envolvieron su cuerpo, como si animales carroñeros estuvieran despedazando su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza, intentando reprimir las lágrimas, igual que los gritos.

    *****

    Empezó a nevar cuando salieron de la ciudad de Ahriel, y aquello a los caballos no les gustó. Fue un recorrido lento y monótono. Mita dormitaba sobre su caballo, acurrucada entre su abrigo y con el báculo a la espalda, a su lado, Ania observaba el terreno, escrutándolo con sus ojos oscuros. Mistral compartía caballo con Goliat, y apoyada en su pecho, descansaba del terrible dolor de cabeza que se había apoderado de ella desde que habían salido de la capital, Goliat la agarraba con uno de sus potentes brazos con cariño mientras que con el otro llevaba las riendas, a la cabeza del grupo. El héroe volvió la mirada atrás, observando las huellas que iban dejando en la nieve embarrada del camino.

    -Así seremos un blanco fijo…-Comentó, acariciando el lienzoescudo.-Cualquiera podría seguirnos.-Se quejó.

    -Prefiero ir en caballo, héroe, debemos estar descansados cuando lleguemos… adonde tengamos que llegar.-Dijo Ania, sin reparo.- ¿Prefieres ir andando con la nieve cayendo?

    El héroe no contestó. Ania asintió, victoriosa. Y el camino siguió en silencio, iban dormitando en los caballos hasta que cayó la noche, acamparon a unos metros del camino y con demasiado esfuerzo encendieron una pequeña hoguera.

    Mistral se apoyó en un árbol y allí se quedó mientras Goliat hacia la cena, Mita le ayudó con el fuego, intentando mantenerlo con su poder encendido.

    -Espero que no empeore el tiempo.-Comentó Ania.

    El héroe alzó la vista al cielo, no se veían ni las estrellas ni la luna, solo una masa grisácea. Escucharon un par de truenos.

    -Genial…

    -A cenar.-Los llamó Mita.-Lo que ha preparado Goliat huele muy bien.

    Goliat se sonrojó, negando con la cabeza y Mita le sonrió.

    -No seas modesto, Goliat, todos sabemos que eres un buen cocinero… Además de guapo.-Comentó, y se rio.

    Y aquello llenó de orgullo a Goliat y volvió a sonrojarse. Mistral había escuchado la conversación, primero se alegró por su Guía, pero luego se sintió celosa. Sacudió la cabeza.

    "Tienen razón, Goliat, cocinas muy bien" Le dijo, aunque no sabía por qué.

    "Gracias, ama Mistral." A Goliat le había sorprendido, llenó dos cuencos de la cacerola y se acercó a Mistral. "¿Quieres que te lo de yo?" Goliat se preparó para la negativa de la vidente, pero ella solo asintió, sorprendiéndolo.

    Mita le dio un codazo al héroe, que justo en ese momento se llevaba una cucharada a la boca, tirándoselo encima. Ania se rio ante la escena.

    -¡Oye!-Se quejó el héroe, apuntándola con la cuchara de madera.

    Mita le señaló a la pareja, con una sonrisa en la cara y mirando con complicidad a Ania. El héroe les observó, sin entender lo que ocurría.

    -¿Qué les pasa?

    Mita le miró, extrañada.

    -¿De verdad no lo ves?-Preguntó Ania, acercándose más al fuego.

    El héroe volvió a mirarlos, Goliat daba de comer a la profetisa con delicadeza y dulzura mientras que ella masticaba y tenía la cabeza en dirección al gigante, como si pudiera verle.

    -Goliat ayuda a Mistral, como siempre.

    Mita suspiró sonriendo.

    -Como se nota que eres un hombre.-Comentó Ania con rudeza, volviendo a su cena.-Él, ella… a solas…

    Y Mita alzó las cejas un par de veces. El héroe los volvió a observar.

    -¡Ah! Entiendo… Amor.

    -Exacto… se ve a la legua que Goliat está enamorado de la vidente Mistral.-Contestó Mita.

    -¿Y ella?-Preguntó el héroe, comiendo con tranquilidad.

    Ania y Mita se miraron.

    -Pues…

    -Está muy buena la comida, Goliat.-Le felicitó Ania.-Pero creo que deberíamos irnos a dormir ya.

    Mita la miró y asintió, mientras que el héroe la miró sin comprender.

    -¿Cuánto crees que durará la hoguera, Mita?-Acabó por preguntar.

    Mita se quedó pensativa.

    -Creo que unas cuantas horas.

    -Podríamos dormir cerca, que dos vigilasen y relevos de cuatro horas, ¿no?-Sugirió Ania.

    El héroe asintió y Goliat se acercó con Mistral y la preparó para dormir. Y así, quedaron Goliat y Ania para hacer el primer turno de guardia mientras los demás entraban en el sopor del sueño.

    La primera hora pasó en calma, solo se oía el fuego crepitar, los animales de la noche y las respiraciones de los demás. La segunda hora, Ania empezó a bostezar, notando como los párpados le pesaban muchísimo. Se levantó para no quedarse dormida y dio un par de vueltas alrededor del grupo. Goliat la observó, apoyado en un árbol donde había dado de comer a Mistral, con los cinco sentidos puestos en la guardia. Durante la tercera hora creyó escuchar un ruido entre los arbustos, Ania estaba en el otro lado del campamento y parecía no haber oído nada, intentando mantener el fuego encendido. Desenfundó el hacha y se acercó a los arbustos, pero no oyó nada. Se alejó de allí más tranquilo.

    Cambiaron de guardia y Mita y el héroe se levantaron con enfado. El héroe se alejó un poco y recogió nieve para echársela en la cara y despertarse. Mita se acurrucó en el árbol de Goliat con el báculo en las manos, concentrando energía en él.

    -Tengo mucho sueño.-Se quejó Mita.-Y frío…

    -No te quejes tanto, Mita.-Le regañó el héroe, sentándose junto a ella.-Luego dormimos en los caballos…

    -Sí, los caballos…-Y Mita desvío su mirada somnolienta a los caballos, que estaban atados a un árbol. Bostezó, cerrando los ojos y cuando los abrió, los caballos ya no estaban allí.-Héroe, no juegues con los caballos a estas horas…-Y otro bostezo.

    El héroe, que había caído hasta su hombro se enderezó, bostezando también.

    -¿Qué? Si yo no juego con los caballos…-Y miró el lugar de los caballos.-Ni si quiera sé dónde están y…-Se levantó corriendo, desenfundando la daga pincel.- ¿Y los caballos?

    Mita pegó un brinco.

    -E-e-esta-ta-taban ahí hace un momento, lo juro.

    -Mierda… Despierta a los demás, esto es muy raro.-Y fue hacia el árbol donde habían atado a los caballos. Inspeccionó el lugar, encontrando las riendas cortadas por algo afilado, escuchó ruido en los arbustos y se dirigió allí.- ¿Hola?

    Los arbustos detrás de él se movieron, se giró, y se acercó allí, pero de nuevo, sonaron los arbustos detrás de él.

    -Pero qué demonios… ¡Sal y da la cara, cobarde!-Exigió.

    Nada ocurrió solo un mudo y oscuro silencio.

    Mita ya había despertado a todos, y se acercaron a él.

    -¿Por dónde han ido?-Preguntó.

    -No lo sé….

    Y se escuchó una risa. El héroe gruñó, reconociendo la risa de la criatura.

    -Es un trasgo.-Contestó, sentándose para garabatear.

    -¿Un trasgo?

    -Sí, un duende muy bromista. Odio los duendes.-Y dio una palmada, ante ellos apareció un perro del infierno.-Busca al trasgo.-Y le dio para oler las cuerdas cortados.

    Y así, siguieron al perro del infierno hasta llegar a una madriguera.

    -¿Ahí están los caballos?-Preguntó Mita, sin entender.

    El héroe se agachó, rumiando por lo bajo maldiciones, se arremangó un brazo y lo metió en la madriguera.

    -¡Sal, estúpido duende!

    Otra vez la risa riéndose de él.

    El héroe, enfadado, metió la daga, arremetiendo contra todo lo que encontraba.

    -Cuando te pille no te va a reconocer ni la Reina de las Hadas…

    Y la risa sonó desde detrás de los héroes.

    -Pero Rufus no está en casa…-Y se desternilló de risa.

    -¡Allí!-Señaló Ania la rama de un árbol.

    En ella, sentado con las piernecitas colgando, estaba el trasgo, que no era más que un duende de cara negra y grandes ojos verdes. Iba vestido con hojas y ramas.

    -¡Devuélvenos nuestras caballos, odioso bicho!

    -Yo creo que deberíamos hablarle bien, héroe, no vaya a ser que nos tenga toda la noche aquí…-Sugirió Mita.

    El héroe se calló, fulminando al trasgo con sus ojos azules.

    -Mita, tú eres lo más cercano a naturaleza que tenemos, habla con él.-Y Ania la empujó.

    -¿Qué?

    El trasgo ladeó la cabeza, mirándola, se bajó del árbol de un ágil movimiento y se acercó a la hechicera. Dio varias vueltas a su alrededor y sonrió.

    -Oh, tú gusta mucho a Rufus.-Y se abrazó a su piernas.-Eres muy guapa, tú serás la novia de Rufus.

    -Genial…

    El héroe silbó, y el perro del infierno le siguió.

    -Rufus, o como te llames, ¿dónde están nuestros caballos?-Preguntó, cogiendo al perro por la correa.-Si no me lo dices, serás la cena de mi perro.

    Rufus le miró, luego miró al perro y se echó a reír.

    -Primero tendrás que coger a Rufus.-Y desapareció.

    -Muy bien, héroe, te has coronado.-Dijo Ania.- ¿Y ahora qué?

    Mistral se acercó a Mita.

    -Pídele que nos entregue los caballos y que nos deje en paz… le gustas, te hará caso.

    Mita la miró.

    -¿Estás segura, sagrada vidente?

    La vidente asintió.

    -Y nos marcharemos para que nos deje en paz.-Se volvió a Goliat.-Goliat, recoge todo, cuando regreses ya tendremos los caballos y saldremos de aquí.

    El héroe se sentó en el suelo, rascando detrás de las orejas de su perro del infierno.

    -Odio los duendes.

    -Eso ya lo has dicho.-Y Ania le puso la mano en la cabeza.-Tranquilo, a veces son adorables.

    -Lo sigo odiando.

    Mita se alejó un poco del grupo, y miró a su alrededor.

    -¿Ru-Rufus?-Lo llamó, nadie contestó.- ¿Estás por aquí?

    Se escuchó algo entre los arbustos.

    -Rufus, soy tu… novia.-Ania tuvo que reprimir una risa y Mita la fulminó con la mirada.-No tiene gracia…

    -Perdón.

    -Sal, Rufus,-dijo con autoridad- y devuélvele a mis amigos los caballos. No seas malo.

    Rufus apareció en la misma rama, con cara de pena.

    -Rufus no es malo… solo quiere jugar.

    -Yo te daba a ti juego…-Refunfuñó el héroe, gruñendo.

    -Para ya… vas a estropearlo.-Le riñó Ania.

    El héroe se cayó, haciendo desaparecer su perro del infierno.

    -Me voy a ayudar a Goliat.

    -Sí, mejor.

    Mita se acercó al árbol donde estaba Rufus.

    -Venga, Rufus, tenemos mucha prisa y nos debemos ir. ¿Dónde están los caballos? No me quiero enfadar contigo.

    Rufus ladeó la cabeza.

    -Pero Rufus no quiere que te vayas. Eres la novia de Rufus.

    Mita suspiró para tranquilizarse.

    -Estás siendo muy malo, Rufus, y yo no quiero un novio malo.

    Rufus bajó del árbol y se abrazó a su pierna.

    -Rufus pide perdón, está muy arrepentido.-Y restregó su cara negra contra la túnica de Mita.-Los caballos están en su sitio, novia, Rufus es bueno, ¿a que si?

    -Sí, eres muy bueno. Y ahora nos dejarás en paz y… te buscarás una novia trasgo, ¿entiendes?

    Rufus la miró.

    -¿Novia… trasgo?

    -Sí, seguro que hay muchos tragos por ahí buscando novio…

    -¿Y tú?

    -Oh, puedes irte sin problemas, ya me buscaré la vida.

    -¿De verdad?

    -Claro que si…-Y Mita sonrió triunfante.-Corre, no se te vayan a escapar.

    -¡Sí, Rufus encontrará novia!-Y despareció.

    Ania se acercó a ella.

    -¿No te da pena romperle el corazoncito a alguien así?-Preguntó, mofándose de ella.

    -No tiene gracia, Ania…

    Volvieron al campamento, donde los caballos habían aparecido de la nada minutos antes de llegar ellas. El héroe estaba más relajado y Goliat ya lo tenía todo recogido y lo estaba metiendo en las alforjas de los caballos.

    -Muy bien hecho, joven Mita.-La felicitó Mistral, desde su caballo, con una sonrisa.-Y ahora continuaremos nuestro camino… Sé que estáis cansados, pero el río Urgit nos espera, y nos costará traspasarlo, está congelado.

    -Sagrada vidente…-La llamó Mita, montando en su caballo.- ¿Rufus encontrará novia?

    Mistral sonrió.

    -Puede que sí o puede que no…-Contestó.

    -Quiero saberlo, si no es molestia.

    Mistral asintió.

    -Encontrará una joven trasgo y tendrán muchos hijos.

    -Genial, más duendes odiosos.-Se quejó el héroe.

    Y salieron al camino, continuando su marcha.

    Aún no había amanecido, y no estaban descansados por aquel día, pero cuando traspasaran el río, todo iría mejor, les aseguraba la vidente. El paisaje cambió drásticamente, y del bosque invernal, donde los árboles estaban cubiertos de nieve y el camino también, pasaron a una ciénaga de agua embarrada con nieve y un camino pedregoso.

    -Tened cuidado, jóvenes héroes.-Los advirtió Mistral.-Hay espíritus malignos morando en estas ciénagas que tienen hambre de almas no corruptas como las vuestras.

    -¿E-espíritus m-malignos?-Preguntó Mita, acercando su caballo al de Ania.

    -Sí, son espíritus de la naturaleza que han sido corrompidos por el poder de la oscuridad.-Explicó Mistral.-Recordad que nos dirigimos hacia el final de la Profecía… ahora todo es más oscuro y peligroso.

    -Será mejor que tengamos algo de ayuda.-Comentó el héroe y dibujó algo en su lienzoescudo, dio una palmada y a su lado apareció un pequeño dragón blanco de ojos azules.-Podré mantenerlo hasta que salgamos de la ciénaga.

    Mistral asintió.

    -Buen trabajo, héroe.-Lo agasajó.-Desenfundad las armas por si acaso… nunca se sabe cuándo nos pueden atacar.

    Y así hicieron los héroes y Goliat, desenfundaron sus armas y siguieron el camino. Los caballos estaban algo nerviosos, notaban a la oscuridad del lugar por su sensibilidad, y no les gustaba. Algunas criaturas les salían al paso, pero atemorizadas por la figura del dragón, huían despavoridas. El héroe había tenido una magnífica idea.

    Pararon para comer y dar de beber a los caballos. El héroe jugueteó con el dragón y Ania y Goliat durmieron un rato.

    Mistral, cerca de Goliat, escuchó su tranquilizante respiración y no pudo evitar volver a quedarse dormida, junto a ella. Mita jugó con las brasas del fuego, abrigada con su túnica y pieles.

    Y pudieron recobrar fuerzas.

    *****

    Yshiara se quitó la venda de los ojos y miró en dirección a la fuente con agua mágica que había preparado gracias a Hakk, que estaba a su lado, mirando con desconfianza la fuente.

    -Aliester, aquí Yshiara.-Habló, y cerró los ojos.

    Hakk se fijó en el agua, en como hacía olas sola y se iba oscureciendo hasta que aparecía una figura de ojos rojos. Se sorprendió, conteniendo el aliento.

    -Yshiara… Hakk…-Los saludó, con una voz de ultratumba.-Está todo listo.

    Yshiara abrió los ojos.

    -Lo sé.-Contestó la vidente, sumisa.-Han partido esta mañana.

    La figura se rio, helando la sangre de Hakk, que no se movía, preocupado y nervioso.

    -Llegarán en poco tiempo.-Dijo Aliester, cruzándose de brazos.-Debe estar todo planeado, no debemos dejar ningún cabo suelto.

    -Sí.-Respondió Yshiara, abriendo los ojos.-Estará todo listo.

    -Bien. ¿Cuándo partiréis?

    -Cuando lo ordenes, Aliester.

    -Os quiero aquí ayer, Yshiara, tenéis que llegar antes que ellos. ¿Cómo lo vas a conseguir?-Preguntó Aliester, con voz enojada.-Os llevan un día de ventaja.

    -Lo sé, pero está escrito que llegaremos antes y nos encontraremos con…

    -Si está escrito, como tú dices, vidente mía, ven ya, no quiero tener que enfadarme contigo, florecilla.-Y se rio.-Sabes que puedo ser muy cruel con aquellos que no hacen lo que quiero, ¿verdad?

    Yshiara tragó saliva, con una mueca de enfado crispada.

    -Sí, Aliester.-Contestó, intentando serenarse.

    -Si hace falta, utiliza alguna de las mascotas de Keran para llegar… Como no estés aquí al anochecer…-Y se rio, dejando la amenaza en el aire y desapareciendo.

    Cuando hubo desaparecido, Yshiara sacudió el agua gruñendo con frustración, y se giró, caminando a tientas por la habitación, cuando chocó con la cama, se dejó caer, abatida.

    -¿Cómo lo haremos, Hakk?

    Hakk se acercó a ella en silencio, se sentó en la cama y la acarició la espalda, sin saber cómo ayudar a su ama. Ella soltó un suspiro y reprimió las ganas de echarse a llorar.

    -Recoge las cosas, Hakk, debemos irnos.-Ordenó.

    Hakk se levantó y se apresuró a hacer un petate con cosas necesarias.

    "¿Cómo lo haremos, Ama Yshiara?" Se aventuró a contestar. Yshiara se levantó de la cama y sacudió la cabeza, carraspeando.

    -Haremos lo que nos ha sugerido Aliester, utilizaremos una de las mascotas del Príncipe.-Y le tendió una mano.-Llévame a la Cueva de los Monstruos, seguro que alguno de ellos se atreve a venir con nosotros para enfrentarse a los Elegidos.

    Hakk cogió su menuda mano y la guio por el castillo, pensativo. Si los monstruos se enfrentaban a los Elegidos, también lo harían contra Goliat. Aquella idea no le gustó, pero tenían destinos diferentes y alejados.

    Cuando llegaron a los jardines, siguió por un sendero escondido que había encontrado el príncipe tiempo atrás y que conducía a la Cueva de los Monstruos, donde estaban todas las "mascotas" que Keran había estado reclutando para la batalla final.

    Se rio… Batalla Final… sería la siguiente batalla.

    Cuando llegaron a la cueva, Hakk se apresuró a desenfundar su espada-hacha y a poner a Yshiara detrás de él, pero ella se adelantó y se enfrentó a la entrada. Notaba como les estaban observando desde varios puntos, y aquello le ponía nervioso.

    -Monstruos.-Los llamó, con una voz muy forzada.-Vuestro señor, el príncipe Keran, os necesita.

    Nadie salió a recibirlas, y eso hizo que Yshiara se impacientara.

    -Uno de vosotros tiene que llevarnos a mi amigo y a mí a donde tendrá lugar el encuentro final.-Explicó, a la oscuridad de la cueva.-Si no obedecéis, el príncipe no será el único que os castigue. El amo Aliester lo hará también…

    Hakk observó la oscuridad de la cueva, notaba como algo se movía ahí dentro, acechándoles, y aquello no le gustó.

    "Ama Yshiara…"

    -Lo sé… yo también noto su poder…-Le susurró.- ¿Quién de vosotros tendrá el honor de llevarnos?-Preguntó, casi derrotada.

    -Yo te llevaré, joven muchacha, sobre mi lomo no os pasará nada, y con mi velocidad, llegaremos cuando antes del anochecer.-Y un grandioso león de pelaje oscuro y ojos verdes, uno atravesado por una cicatriz, salió con la cabeza agachada.

    La vidente asintió.

    -Muy bien, amigo, ¿cuál es tu nombre?

    El león sonrió, enseñando los colmillos y aproximándose al gigante y a la vidente.

    -Nací en Nemea, y allí me llaman el León de Nemea… Pero prefiero que me llamen Scar.-Contestó, olfateándoles.-Hueles a magia de vidente.

    Yshiara asintió.

    -Soy uno de los Oráculos de Delfos, la sagrada vidente Yshiara, y éste es mi Guía, Hakk.-Respondió.

    Scar se tumbó sobre el estómago.

    -Subid, no debemos hacer esperar al amo…

    Y ambos su asentaron en el lomo del grandioso león.

    -Espera un momento, amigo Scar… alguien más quiere venir con nosotros.-Y miró hacia la cueva.-No seas tímida, joven Arpía…

    La Arpía, que había estado observándoles desde lo alto de un árbol, planeó hasta el suelo. Las plumas de sus alas y largo cabello eran oscuras y llevaba los pechos cubiertos por un top de cuero de buey. La parte inferior del cuerpo, de ave, se asemejaba a un cuervo… Asimismo, era una Arpía bella.

    -Me llamo Vella.-Se presentó la arpía.

    -Bien, ya estamos todos… síguenos de cerca, Vella…

    -¿Iremos a dónde está el príncipe Keran?-Preguntó, recelosa.-No iré a ninguna parte si no es con él.

    Yshiara asintió.

    -Nos está esperando, y tiene compañía.-Respondió.

    La Arpía soltó un graznido, molesta.

    -¿Compañía? ¿Qué clase de compañía?

    -Todos conoceréis al amo Aliester… Adelante, Scar.

    Y el gran León de Nemea emprendió el viaje hacia las montañas Debra con una velocidad fuera de lo común. La arpía los siguió de cerca, batiendo sus alas y pensando en el recuentro con su querido príncipe.
     
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    Capítulo 10: Montañas Debra

    El dragón blanco de ojos azules voló por sus cabezas y se posó frente a una gran roca a esperar a que llegaran con los caballos cuando al fin salieron de la oscura ciénaga, dos días después de entrar. Cuando lograron acercarse sin que los caballos se encabritaran, el héroe se acercó a él y el pequeño dragón pareció hablarle.

    -Vaya… hay una manada de lobos aposentados frente al río Urgit… ¿qué debemos hacer?-Preguntó, hablándole a sus compañeros.

    -¿Lobos? Podemos acabar con ellos de dos mandobles.-Habló Ania, con seguridad.

    -No debemos hacerles daño a esas criaturas, son los animales más nobles que estas tierras han visto nacer desde que las serpientes aladas convivían con los dragones.-Se apresuró a decir Mistral.-Las rodearemos.

    El héroe negó con la cabeza.

    -Vendrán detrás de nosotros… por el tiempo que está haciendo no creo que hayan encontrado demasiada comida, y un caballo como estos puede solucionarles ese problema.-Explicó.

    Y oyeron un largo aullido.

    -Ya saben que estamos aquí.-Dijo Mita, un escalofrío recorrió todo su cuerpo.-Ahora deberemos enfrentarnos a ellos.

    -No… ese no es vuestro destino, debías pasar el río Urgit sin problemas.

    El héroe se bajó del caballo, chasqueó los dedos y el pequeño dragón desapareció, preparó sus armas y miró a sus compañeros.

    -Voy a acercarme a la manada… quizá encuentre un lugar seguro por el que pasar…

    -Si la manada ya nos ha olido, poco podrás hacer tu solo.-Dijo Mistral, aquello frustraba sus planes.-No nos quedará otra cosa que luchar.

    Hubo un silencio inquietante, roto solo por aullidos de lobos acercándose. Los caballos empezaron a inquietarse.

    -¿Y si cabalgamos sin más entre los lobos?-Preguntó Ania.-Con rapidez puede que no lleguen a tocarnos… y si lo hacen, les pegamos un tajo.

    -Saltarían sobre nosotros.-Comentó Mita.

    -Siempre podemos matar al Alfa…-Siguió Ania.

    -Y su Beta le suplantará…-Terció Mita.

    -¡Esto es frustrante!-Exclamó la vidente, entre los brazos de Goliat.-Dejádmelo a mí.-Bajó con ayuda de su guía y se sentó en la fría nieve.-Voy a entrar en trance… asegurad el perímetro hasta que regrese…

    -¿De dónde?

    -Del Monte Olimpo.

    Ania y Mita se miraron, sorprendidas mientras que el héroe sonrió.

    -Es una idea.

    Rápidamente bajaron de sus caballos y aseguraron un perímetro de dos metros alrededor de la vidente, que había dejado su cuerpo mortal atrás. Cuando los dos primeros lobos aparecieron en la nieve se sorprendieron. Eran de hermosos pelajes negros y grises, enseñaron sus colmillos y comenzaron a dar vueltas alrededor del grupo.

    -No os mováis…-Susurró el héroe, apretando con fuerza la empuñadura de su dagapincel.-No ataquéis hasta que ellos ataquen.-Y justo en aquel momento, apareció la manada entera dispuesta a pelear.


    La esencia de Mistral apareció en el Monte Olimpo, casi trasparente. Subió las últimas escaleras maravillándose ante el colorido, podía ver ya que había dejado su cuerpo ciego atrás, y se dirigió al hogar de Apolo. Allí, Vesta, calentaba el fuego del hogar del dios del Sol, al verla le sonrió, haciéndola una reverencia y desapareció. Mistral paseó entre la gran casa, y pasó junto a la habitación del Dios, la puerta entreabierta, descubrió al Dios, frente a su fuente, observando o hablando con alguien. Traspasó la puerta y esperó en silencio.

    Cuando Apolo se separó de la fuente, reparó en ella con sorpresa.

    -Hija mía… ¿qué estás haciendo aquí?-Preguntó, acercándose a ella, haciendo brillar su dorada armadura.-Deberías estar cruzando el río Urgit con los Elegidos.

    -Lo sé, Padre Apolo.-Contestó.-Pero una manada de lobos está aposentada frente a él y nos dificulta el paso… no creo que tarden en atacarnos.

    Apolo se quedó en silencio.

    -Mi hermana Artemisa no puede hacer nada, sale de su jurisdicción. Deberías acabar con ellos, mal me pese.

    -Lo entiendo, amado Dios, pero no podremos contra todos.

    Apolo se sentó en su trono de plata, pensativo.

    -Ojalá pudiera ayudarte, querida hija, pero no me lo permitirán…

    -Quizá yo pueda ayudarte, sobrino Apolo.

    Mistral se giró, sorprendiéndose al encontrar al bronceado Poseidón con su tridente en la puerta. Apolo se levantó de un salto.

    -Vesta me ha dicho que quizá me necesitaríais por aquí.-Y sonrió.

    -No creo que puedas hacer demasiado, entiendo tus ganas de ayudar, pero…

    -Tienen que traspasar un río, ¿no? Yo soy el Dios del Océano, y apuesto a que ese río tiene una desembocadura en él.

    -Sí, bueno, pero…

    -Está hecho, les enviaré a una de mis criaturas para que les ayude.

    Apolo suspiró, derrotado.

    Mistral, que pasaba inadvertida entre los dos Dioses asintió.

    -Os estoy muy agradecida por vuestra ayuda, Dios del Mar y el Océano, pero después de perder a vuestro Guardián del Lago…

    -He perdido más que a mi Leviatán en esta cruzada, joven vidente, y por ello más que nadie quiero ayudar.-Habló, con sinceridad, el portador del trindente.-Espero que llegue a tiempo.


    Mistral llegó a su cuerpo, mareada, y sacudió la cabeza. Lo primero que oyó fue ruidos de lucha y desesperada, intentó quitarse con rapidez el entumecimiento de después del viaje astral, rogando porque Poseidón se diera prisa.

    -¡No! No matéis a ningún lobo.-Se levantó a tientas, pero cayó al suelo, dolorida.- ¡Por favor, no los matéis!

    Y sintió a alguien cerca de ella que no tardó en lamerle la cara, quitándole sin querer la venda de los ojos. Sorprendida, se quedó quieta, y cuando escuchó un ladrido lastimero y como algo se frotaba contra ella, tocó el pelaje de uno de los lobos.

    El ruido de lucha había cesado, sin darse cuenta, hasta que el lobo volvió a lamerla la mejilla.

    Notó las pisadas de Goliat acercándose a él.

    -Goliat… es el Alfa…-Dijo, acariciando al gran lobo.-El Alfa…. ¿de qué color es?

    "Del color de la nieve… blanco"

    Mistral acarició el suave pelaje.

    -Debe… debe ser precioso.

    "Lo es"

    El héroe se acercó a ella.

    -¿Por qué han dejado de atacarnos?-Preguntó, receloso, sin quitar la vista de encima del gran lobo que estaba sobre Mistral.

    -Este es su Alfa.-Respondió Mistral, sonriente.-Él ha hecho que pararan.

    El héroe se acuclilló junto a Mistral y acarició el cuello del animal, para darle dignidad y reparó en que llevaba un collar con una placa bañada en oro, algo inusual en un lobo salvaje del bosque que además era un Alfa poderoso.

    -Lleva un collar, sagrada vidente, no es normal en un lobo salvaje.

    Mistral no dijo nada, pero dejó de acariciar al lobo.

    -Tiene algo inscrito… pone Braco.-El héroe observó al lobo, que tenía colgando la lengua.-Así que te llamas Braco… ¿y quién es tu dueño?

    El lobo aulló, a él se sumó el resto de la manada.


    El príncipe oyó los aullidos como un eco del pasado, recordándole su hogar en Ahriel. Se levantó y salió de la cueva, pensativo y en silencio. Fuera, la nieva fue dejando sus huellas, marcando su ligera cojera, hasta que se apoyó en un árbol, resbalando por el árbol y cayendo sobre la nieve.

    -Te congelarás el trasero, joven Príncipe.-Le dijo una voz, no muy lejos de allí. El León de Nemea, Scar, salió de entre los árboles.

    El príncipe le ignoró.

    -Me importa bien poco, Scar.

    -¿Como la Arpía a la que rechazasteis ayer?-Preguntó el león, mordaz.

    Keran sonrió.

    -Me lo puedo permitir… hay cientos como ella en Ahriel.

    -Ya, pero a vos ya os interesa otra, ¿verdad?-Inquirió el león, con una risa mordaz.

    El príncipe no contestó, solo miró en dirección a la cueva y gruñó.

    -¿Por qué debería hablar de mi vida amorosa con un león gigante y estúpido?

    -Mejor si la hablas conmigo.-E Yshiara apareció desde detrás del león, seguida de Vella y Hakk.-Seguro que tienes muchas cosas que contarme, ¿verdad alteza?

    El príncipe se levantó y comenzó a caminar hacia la cueva.

    -No tengo ganas.-Fue su escueta contestación.

    Vella hizo amago de seguirle, pero Yshiara no se lo permitió.

    -Nunca vas a conseguir lo que deseas, Keran, primero le pertenece a Aliester.

    -Vete a la mierda, Yshiara.-Y el príncipe entró en la cueva.

    Yshiara negó con la cabeza, iba a hacer que los mataran a todos por unos estúpidos sentimientos… pero al pensar en Hakk ella misma se culpó. Suspiró, nadie decide nunca de quien se enamora.

    -Vella, eres libre de irte si quieres, ya te lo dije anoche. Sé que debes estar sufriendo al verle…

    -No me iré, lucharé por el amo Aliester.-Contestó la Arpía, y levantó el vuelo.

    Yshiara se agarró al brazo de Hakk y se dirigió a la cueva. Allí, tocando a Hakk, se sentía con fuerzas para hacer todo lo que tenía que hacer, pero una vez le soltase… no sabía ni cómo respirar. Se serenó, no quería acabar gritando al príncipe y diciéndole cosas que en aquel momento no pensaba.

    Hakk, por otra parte, comprendía por lo que estaba pasando el joven príncipe al ir contracorriente por una vez en su vida. Y desde que lo había visto, dos noches atrás, tan cambiado, le había sorprendido e incluso le había empezado a caer bien, olvidando lo que en un pasado le había hecho. Por otra parte, ahora recelaba de las criaturas que le acompañaban y del propia Aliester… y deseó que no pudiera salir jamás del lugar donde estaba encerrado.


    Habían conseguido traspasar el río Urgit gracias a las orcas que Poseidón les había enviado. Estas, con sus enormes cuerpos, habían abierto vedas en el frío y helado hielo, haciendo fácil el paso para los Elegidos.

    Los lobos, habían desaparecido, menos el Alfa llamado Braco, que les seguía desde que habían cruzado el río, dando saltos entre los pequeños icebergs y tras los caballos, caminaba con la lengua colgando.

    -¿Qué hacemos con él?-Había preguntado Mita.-Inquieta a los caballos.

    -No podemos hacer nada,-añadió Mistral-gracias a él hemos sobrevivido a los lobos.

    -Bah, en dos mandobles podríamos haber acabado con ellos.-Habló Ania.

    Y así siguieron entrando en el Bosque Derra, custodiado por las imponentes montañas Debra, con sus picos nevados y su sombra cayendo sobre ellos.

    -No pensé que fueran tan grandes.-Comentó Mita, observándolas, maravillada.-Pero será difícil encontrar un tesoro en ellas…-Le susurró a Ania.

    Ania se encogió de hombros.

    -Supongo que sí… o quizá tengamos suerte, como dice la Profecía…

    -Si lo conseguimos, sabes lo que significa, ¿verdad?-Terció Mita, mirándole con sus ojos claros.

    Ania la miró unos segundos, pero desvió la mirada.

    Sí, sabía lo que aquello significa. La Profecía había hablado a través de los labios de Mistral en la Posada Roca de Guía, solo dos acabarían el viaje, y uno de ellos era el traidor, el otro, el héroe.

    Aunque les pesaba a ambas tener que abandonarle solo contra aquel destino incierto, no podían hacer nada. Tenían la esperanza, igual que el héroe, de que la heroína volviera pronto y les ayudara contra el monstruo… o a lo que fuera que tenían que enfrentarse. Eso solo lo sabía Mistral. Y aquello les desanimaba.

    Cayó la noche de pronto, más pronto de lo normal, pero Mistral les explicó que el sol se ponía más pronto en aquella remota parte del continente. Encendieron una fogata y Goliat empezó a preparar la cena mientras los otros descansaban junto al fuego.

    Hacía un frío de mil demonios, y reconfortados por el calor del fuego, comenzaron a notar el cansancio en el cuerpo. La sopa caliente de Goliat les llenó de energía y calor, y el segundo plato, pan con cecina, acabó por desanimarlos. Demasiado tiempo sin comer una buena comida.

    El lobo se tumbó a unos metros del fuego, observándoles con sus ojos verdes. El héroe le miró y el animal ladeó la cabeza, haciendo un sonido lastimero.

    -¿Quieres esto, chico?-Le preguntó, mostrando la cecina.

    El lobo se relamió y el héroe sonrió.

    -¿Le podemos dar de comer?

    -¡Claro que sí!-Se apresuró a contestar Mita.-Vamos, toma la mía, dásela.

    -No creo que te muerda si se la das tú, Mita… como mucho te arrancaría un par de dedos.-Bromeó el héroe.

    Mita le ignoró y el héroe se acercó al lobo, que estaba sentado sobre sus cuartos traseros, esperando. Cuando el héroe le entregó la cecina, el lobo se la arrebató de la mano con cuidado de no morderle, como si hubiera sido educado. Aquello les sorprendió, pero si llevaba un collar con una placa en la cual ponía su nombre, era de esperar. El lobo se la comió, y como agradecimiento le lamió la mejilla al héroe, que se sorprendió y cayó con el lobo encima.

    -Es muy simpático.-Comentó Mita.

    -Además de noble.-Añadió Ania.

    Mistral, que sabía a quién pertenecía aquel lobo, bebió de la bota que le tendía Goliat. No sabía qué hacía aquel lobo siguiéndoles, y aquello la desconcertaba.

    -No es encariñéis con él, no puede venir con nosotros. Su dueño…-se quedó en silencio unos segundos.-le debe estar buscando.

    El héroe asintió.

    -Supongo que tienes razón… es raro, me gustan más los gatos, pero este lobo no está mal.

    Entonces, de repente, Braco alzó las orejas, saltó a un lado y comenzó a gruñir a la negrura del bosque.

    Los Elegidos se levantaron, sin entender.

    -¿Qué le ocurre?-Preguntó Ania.

    Mistral se levantó.

    -Preparad las armas.-Dijo.-Nos han rodeado…

    -¿Quién?

    Pero antes de que Mistral pudiera contestar, un alto y fuerte ogro de piel negra y tenebrosos ojos rojos apareció armado con una porra de madera (o lo que venía siendo la mitad de un tronco de árbol). Sorprendidos por lo inmenso que era, los héroes se replegaron hacia la hoguera, Braco siguió gruñendo a la alta figura que soltó un rugido, alzando la porra y preparado para dejarla caer sobre ellos.

    -¡Cuidado!

    Y tuvieron el tiempo exacto para saltar lejos de la hoguera, donde la porra había impactado, desperdigando las brasas, que comenzaron a prender los arbustos donde iban cayendo. Los héroes se levantaron, preparados para luchar.

    El fuego se fue esparciendo mientras comenzaba la lucha. Braco saltó a la yugular del inmenso ogro, que se removió como alma que trae el diablo mientras Ania y Goliat arremetían contra el estómago de éste. Mita concentró su poder en reforzar las defensas de sus amigos y el lobo, y el héroe garabateó dos perros del infierno y dio una palmada, haciendo que se sumaran a los esfuerzos del lobo blanco.

    Mistral, apartada de allí, esperó en la penumbra, sabiendo lo que iba a pasar, como siempre que daban un paso, y por una vez, deseó que no ocurriese, necesitarían toda la ayuda posible.

    Ania se separó del estómago magullado del ogro y le lanzó con fuerza la lanza, clavándosela en un hombro. El ogro chilló de dolor, quitándose a los perros del infierno con fiereza, y pegándole una patada a Goliat, que cayó de espaldas encima del héroe, que se golpeó contra un árbol.

    -¡Vamos, sucia bestia!-Le gritó Ania, desenfundando su espada y cubriéndose con su escudo.- ¡Ahora solo estamos tú y yo!

    El ogro gruñó, arrancándose la lanza y partiéndola como un palillo, para luego lanzarse hacia la caballera. Esta esquivó el golpe, haciendo una finta con su espada e hiriendo al ogro en el muslo. El ogro se quedó quieto, buscándola, así que Ania aprovechó para arremeter contra su columna vertebral.

    Braco y los perros del infierno cayeron de nuevo contra su yugular.

    Goliat y el héroe se habían levantado, y el gigantón sacudió la cabeza, luego buscó a Mistral y al ver que estaba con Mita, volvió al ataque con su enorme hacha de doble filo, clavándola en la caja torácica del ogro.

    -¡Quitaos de en medio!-Bramó el héroe.

    El ogro, que estaba perdiendo sangre por cada herida que le habían causado, empezó a tambalearse, y bajo la luz de las llamas que quemaban el bosque, parecía que fuera ebrio. Cuando el gran cuerpo cayó en la tierra, se oyó por todo el bosque.

    Ania se pasó una mano por la frente, quitándose el sudor.

    -¿Estamos todos bien?-Preguntó, enfundando su espada y colgándose a la espalda el escudo.

    -Eso parece.-Le contestó Mita, guiando a Mistral hacia Goliat.-Pero creo que el bosque no lo estará…

    Y como si aquello hubiera convocado la lluvia, comenzó a caer, apagando poco a poco el fuego que se iba dispersando.

    Mistral se abrazó al pecho de Goliat, que sonrió con dulzura, acariciándole el cabello corto. El héroe hizo volver a los perros del Infierno y Mita le acarició la cabeza a Braco.

    Ania se acercó al ogro para asegurarse de que estaba bien muerte y despojarle de sus cosas. Cuando le levantó el enorme párpado, supo que habían acabado con él.

    -Esta vida sesgada por una de tus siervas es para ti, Dios de la Guerra.-Dijo, haciendo una reverencia.

    Y el cadáver desapareció, dejando solo un trozo de papel.

    Ania, extrañada, se acercó a él, y cuando sus ojos observaron el papel comprendió que era un mapa.

    -Un mapa… del tesoro… ¡Mita!-Y alzó el papel hacia su amiga.- ¡Vamos a conseguir el tesoro!

    Mita miró a Mistral, que sonreía con amargura y se acercó, cogiendo el mapa y observándolo. Estaban muy cerca.

    -Santísima Deméter de las Flores… ¡vamos a ser ricas!

    -¿Ricas? ¡Vamos a poder tener cada una un castillo para vivir, y criados, muchos criados!

    Y se abrazaron, bailando y cantando.

    El héroe, que había comprendido que aquello era parte de la Profecía se acercó a ellas, sonriendo.

    -Me alegro por vosotras, chicas.-Les habló, con sinceridad.-Aunque esto signifique que nos separemos.

    Ania y Mita dejaron de abrazarse, cambiando sus caras de felicidad por completo.

    -Vaya… no se le puede parar los pies a la Profecía…-Comentó Ania.

    El héroe negó con la cabeza.

    -Espero que nos volvamos a encontrar y que os vaya todo bien.

    Ania asintió, ofreciéndole la mano.

    -Lo mismo os digo, pues vuestra misión es más difícil e importante.

    Mita acarició de nuevo a Braco y así, se despidieron.

    Cuando los dos grupos tomaron diferentes caminos, el silencio se impuso como en un entierro.


    -Te felicito por tu idea, Aria… ir en carro es lo mejor…-Yess bufó, apoyada en el carro al cual se le había roto una rueda.

    Aria la ignoró, intentando reparar la rueda mientras el Maestro Borya descansaba en el carro, con la pata inmóvil y con algo de fiebre.

    -Lo siento, pero era el medio de transporte más rápido que podríamos conseguir con el dinero de tu bolsa, ¿vale?

    Yess gruñó y se dirigió hacia los caballos.

    Aria se estaba empezando a enfadar, la nieve aún caía en aquel territorio y hacía más difícil la travesía por el camino. Se habían quedado en Ahriel hasta que el centauro parecía estar mejor, pero nada más partir, su estado había empeorado.

    Agotada y sin saber qué hacer con la rueda, se apoyó en ella a descansar, cerrando los ojos. Varios segundos después, cuando los abrió, descubrió que un caminante se acercaba a ellos apoyado en un caduceo y cubierto con una gruesa capa de viaje. Extrañada, se incorporó, pues el hombre le sonaba de algo.


    Sonne cogía frutas de los árboles de Ahriel para llevárselas a Soma, ya que estaba trabajando con ganas desde que sus compañeros héroes se habían ido días antes. Llevaba una cesta que ella misma había trenzado, como había aprendido en Delfos gracias a la Diosa Artemisa, y orgullosa, las cogía con delicadeza del árbol mientras silbaba una cancioncilla. Cuando se dirigió a otro árbol, observó a una pequeña ardilla corretear entre las ramas nevadas y sonrió. Le encantaban los animales. Siguió con la mirada a la ardilla hasta que saltó a otro carbol, donde había una chiquilla sentada en la rama, observándola y rodeada de ardillas.

    -Cuanto tiempo, Amazona Sonne.-La saludó, con una sonrisa radiante en su hermoso e inocente rostro.

    Dejó caer la cesta, sorprendida.


    Soma martilleaba con furia el metal que iba a utilizar para forjar una espada, estaba frustrada por no haber podido acompañar a sus amigos hacia el peligro y arremetía contra el metal para desahogarse.

    Sanset, que trabajaba cerca de ella, parpadeó varias veces sus ojos, sorprendido de la fiereza que mostraba su jefa, y se pensó dos veces en pedirle la tarde libre. Cuando Rimpli entró con varias espadas rotas, reparó en los dos.

    -Soma…-La llamó, pero la herrera apenas escuchaba por el martilleo.-Soma.-Aumentó la voz.- ¡Soma!-Gritó.

    -¿Qué demonios quieres, Rimpli? ¿No ves que estoy trabajado, joder?-Y le apuntó con el martillo.

    Rimpli carraspeó.

    -El nuevo Senescal del rey me ha traído estas espadas para que las arregles.

    -Déjalas ahí.

    -Quiere conoceros…

    -¿Quién?

    Rimpli suspiró.

    -El senescal.

    -Dile que estoy ocupada, y largo, los dos.-Y señaló la puerta, mirando al duende y al cíclope.

    Y desaparecieron por la puerta.

    Segundos después, en paz y tranquilidad, Soma vertió agua en la espada, saliendo vaho de ella que inundó rápidamente la sala. Cuando se fue dispersando, reparó en que había una figura observando su trabajo, vestida igual que ella.

    -No está mal.-Comentó, con una voz grave, y cruzó una pierna y Soma se percató de que le faltaba un pie.-Se ve que te han enseñado bien a hacer mi trabajo.


    La heroína despertó otra vez de aquellas horribles pesadillas, con la boca seca y fiebre. Se sentía enferma, perdida, y casi no podía abrir los ojos, y aunque lo hiciera, veía todo borroso.

    Alguien cerca de ella se movió y la incorporó, le mojó los labios con agua, poniéndole un paño de agua fría para bajarle la fiebre. Más tarde, la dio de comer caldo caliente, algo que le sentó muy bien.

    Cuando estuvo mejor, la volvió a tumbar, arropándola con una gruesa manta hasta que volvió a quedarse dormida.
     
  11. Threadmarks: Capítulo 11: Profecía.
     
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    La Profecía de los Héroes.
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    Aventura
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    Capítulo 11: Profecía.
    El héroe estaba desanimado, era el único que quedaba y aquello le hacía tener poca confianza en la campaña. Hacía frío, tenía hambre y el sueño empezaba a marcarle unas ojeras que darían miedo incluso a los osos pandas. Maldecía la campaña, el ser elegido y a la Profecía… aunque él mismo, al principio de aquella aventura, estuviera deseoso de salir a buscar aventuras y volver victorioso. Ahora dudaba hasta de si volvería… Suspiró, cansado.

    A su lado cabalgaba Goliat, que acunaba a Mistral entre sus brazos con cariño, casi con devoción, mientras ella dormitaba tranquila y delante de ellos iba Braco alerta y con las orejas bien tiesas. El gigante sabía que quedaba poco para llegar a su destino y que aquello significaba que tenía que confesarle a Mistral sus sentimientos antes de que empezara la batalla. Pero por muy valiente que fuera a la hora de luchar, que daría su vida por su batalla, era un completo cobarde en asuntos del corazón. Cabizbajo, observó a Mistral abrazado a su pecho.

    El héroe, que le había observado, carraspeó.

    -Goliat…

    Goliat le miró.

    -¿Alguna vez has oído hablar sobre el Héroe de la Trifuerza y sus aventuras?-Preguntó.

    Goliat negó con la cabeza, y Braco ladró con entusiasmo, como si el sí hubiera escuchado esa historia.

    -Pues permíteme que sea yo el que te hable de Link, el héroe que salvó al mundo siendo apenas un niño pequeño, de cómo consiguió vencer a sus enemigos…-Y empezó a narrarle la historia que tantas veces había oído de pequeño.

    Y así el camino pareció menos pesado, e incluso se rieron de anécdotas que contaba el héroe. Al caer la noche, se detuvieron a pasar la noche en una explanada del bosque, al día siguiente llegarían a su destino, un destino incierto y misterioso del cual el héroe no quería ni hablar ni pensar.

    Goliat preparó la cena un poco más animado, quedaban pocos suministros, pero pudo hacer una cena que el héroe alabó con creces, igual que Braco que no dudó en alzarse sobre sus patas traseras y subir para lamerle la cara. Al menos con la barriga un poco más llena, se veían las cosas mejores.

    Mistral reposó en silencio, pensativa, centrándose en lo que pasaría al día siguiente… o lo que tendría que pasar. Comió poco y se retiró a sus mantas antes que sus compañeros, prometió que aquella noche nadie les atacaría y que podrían descansar para el pesado día que les esperaba.

    La fogata iluminó el rostro pacífico de Goliat echando unos leños para que el fuego aguantara mientras miraba a Mistral, y el héroe lo observó. Parecía mentira que Mistral no notara lo que sentía el gigante, y allí, entre sus mantas, el héroe pensó que quizá sí que lo supiera, pero que no quería o podía hacer nada. Suspiró y se tumbó, mirando las nubes.


    Yshiara bostezó, el sueño se estaba empezando a apoderar de ella. Pero estaba tan bien allí, junto a la fogata. Parecía que todo estuviera perfecto en su quietud, que todo marchara bien y que todo estuviera en su lugar. Pero aquel sentimiento no la engañaba el tiempo suficiente como para tranquilizarse y poder dormir del tirón. Por mucho sueño que tuviera. Sabía que mañana sería un día crítico, sabrían si la Profecía se cumpliría o no… y era algo que ponía nerviosos a todos.

    Hakk estaba su lado, como siempre, y aquello no hacía que sus nervios a flor de piel desaparecieran.

    "Ama Yshiara, deberíais irte a dormir." Habló la mente del mudo en su mente. "Es muy tarde".

    Yshiara asintió, con su venda respectiva tapando sus ojos, y se levantó. Hakk la guio hasta un rincón oscuro de la cueva que compartía con los otros y la ayudó a acomodarse en la cama donde había dormido ya una noche.

    Allí, tardó en dormirse, pensando en Aliester y que, si los Elegidos no conseguían sellar la puerta, pronto camparía a sus anchas por el mundo. Aquella idea no le gustaba ni disgustaba, simplemente sentía miedo y a la vez curiosidad por lo que depararía todo aquello a Hakk y a ella. Buscó a Hakk tanteando por las mantas, y cuando encontró su gruesa mano, la apretó. Hakk le devolvió el apretón y la abrazó para darle calor. Así sí que puedo quedarse dormida.

    Keran, que no estaba muy lejos de ellos, avivaba el fuego con una mueca impenetrable y afilaba su florete, girándose cada pocos minutos para observar a alguien que dormía, cuando se aseguraba de que estaba bien, volvía a lo que estaba haciendo, suspirando.

    Vella estaba allí, y odiaba que hiciera aquello, eso Scar lo sabía muy bien, pues se reía entre dientes cada vez que la arpía gruñía por lo bajo.


    Y así pasó la noche, y amaneció despejado después de que hubiera estado nevando varias horas antes del amanecer. El día era distinto a los demás, parecía que estuviera preparado para lo que tuviera que pasar y se hubiera hecho a la idea, igual que la naturaleza, de que iban a pasar muchas cosas durante su transcurso.

    Los pájaros no cantaban, pero tampoco lo habían hecho días antes, como si hubieran emigrado a zonas más templadas o se hubieran quitado de en medio.

    Braco estaba inquieto, como si sintiera que algo gordo fuera a pasar, y no pasó desapercibido por el héroe, que le había observado ir de un lado a otro gruñendo.

    -Tranquilo, chico…-Y le acarició el lomo mientras recogían las cosas para partir.-Pronto acabará todo.-Y aquello lo dijo con decisión. Se giró hacia Goliat y Mistral, que ya estaban montados en su caballo y los miró.-Estoy listo para enfrentarme a mi destino.

    Mistral asintió.

    -Pues vamos, joven héroe, no perdamos más tiempo. Y recuerda que tus ojos no te guíen en este día, y lo haga tu corazón, pues el destino te preparará una prueba difícil que tendrás que superar antes de sellar tu destino.

    El héroe asintió, se subió a su caballo y cabalgaron con gracia hacía el lugar donde todo ocurriría.


    El príncipe de Ahriel enfundó su florete y se ató la capa con elegancia. Estaba listo para lo que tenía que hacer. Se giró y se encontró a Yshiara.

    -Buenos días.-La saludó, después de la conversación que habían tenido el día anterior, había optado por volver a tratarla como lo había hecho en el castillo. Era un príncipe, y no se podía permitir perder la compostura.- ¿Has visto algo nuevo de mi destino que luego no sucederá?

    Yshiara negó con la cabeza.

    -Ya te dije, antes de partir de Ahriel, que si lo hacías caerías…

    -Y sigo vivo.-La interrumpió, sagaz.

    -No dije de qué forma caerías, solo que lo harías. Y lo hiciste. No digas que mis predicciones no se cumplen, alteza, porque sí que lo hacen.-Yshiara estaba ofendida, pero no dijo nada más.- ¿Estás listo?

    Keran sonrió con aquella sonrisa maliciosa que Yshiara nunca había podido ver.

    -Más de lo que crees…

    Y así, Yshiara les guio a las profundidades de la cueva, donde estaba el pasadizo que les conduciría a la prisión de Aliester.


    -¿Puedo saber ya quién es ese famoso Aliester?-Preguntó el héroe, mientras cabalgaban.-Ya que tengo que impedir que sea liberado, creo que tengo derecho a saberlo, ¿no?

    Mistral asintió.

    -Ahora ya puedes saberlo.

    -Que bien…

    -Aliester era un malvado hechicero griego que empezó como un chamán.-Comenzó explicando Mistral.-Hace siglos los Dioses Griegos le negaron un derecho que él creía como suyo, desterrándolo de Grecia a los lugares nórdicos que ahora pisas.

    -¿De qué derecho se trataba?-Preguntó el héroe, intrigado.

    -Quería ser un Dios, como ellos.

    -Entiendo por qué se enfadarían los Dioses, solo los verdaderos héroes que tienen un corazón puro y bondadoso pueden tener ese derecho…

    -Exacto-Aprobó Mistral.-Cuando fue desterrado, lo probó con los Dioses Nórdicos que sí le dieron lo que pedía… pero se arrepintieron cuando quiso destronarlos para ser el único Dios.-El héroe se sorprendió.-Aliester tenía un inmenso poder ahora que era un Dios… y los Dioses Nórdicos se aliaron con los Griegos para destronarlo. Pero ahora que lo habían convertido en Dios, no podían matarlo. Nada puede matar a un Dios.-Dijo con seriedad la vidente.-Así que con sus poderes divinos, nuestros Dioses y los Nórdicos volvieron a pedirle ayuda a Pandora…

    -¿Pandora?-El héroe la interrumpió de una forma brusca.-Espera, espera… ¿Es la misma Pandora de la caja?-Mistral asintió.-Pero… los siete pecados capitales ya lograron salir… bueno, menos la Esperanza…

    -Querían sacar a la Esperanza para poder derrotar a Aliester y así, una vez más, encerrar algo en ella. Ese algo era Aliester.-Mistral se quedó en silencio unos segundos.-Cuando lograron, después de perder grandes héroes nórdicos y griegos, destruir el cuerpo de Aliester y encerrar su esencia, la Caja de Pandora fue recluida en las entrañas de las Montañas Debra… donde aún está, a la espera de ser abierta o sellada hasta final de los tiempos, pues esta noche, luna llena, la protección de magia divina será más débil y le permitirá poder romper sus ataduras. Ahí entrabais vosotros, los Elegidos debéis sellar la Caja para que nunca más sea abierta. Esa era la misión de los Héroes de la Profecía. Ahora solo quedas tu.

    El héroe guardó la información en su cerebro, adquiriendo así nuevos conocimientos sobre su enemigo… y le impactó descubrir que se enfrentaba a un Dios, desterrado, pero Dios, al fin y al cabo, y que no estaría de muy buen humor si sus aliados lograran liberarlo. Solo ante el peligro que aquel enfrentamiento le suponía, el héroe no dijo nada más, quedándose en un silencio incómodo que Mistral no rompió.

    La vidente había estado esperando el momento oportuno para contarle al fin la verdad, y aunque esperaba poder contárselo a más de un elegido, las circunstancias y la Profecía le habían jugado una mala pasada con el tiempo.


    La heroína estaba siendo transportada, notaba que se movía, aunque ella no lo ordenaba. Oía una risa en su cabeza que la asustaba, una esencia del mal recorriendo su cuerpo con calambres que le nublaban los sentidos. Y luego, todo oscuro.


    Lejos de las montañas Debra, del frío y la nieve, el sol brillaba en el Monte Olimpo entregando luz y calor a los mortales que lo agradecían con ofrendas a los Dioses. Los Días de Siembra habían pasado, y tocaba recolectar los frutos que la tierra había entregado antes de que llegara el invierno, y con él, el frío.

    Deméter observaba el trabajo entre las nubes que rodeaban el Olimpo, a sus espaldas todos los Dioses Olímpicos estaban congregados en reunión a la perspectiva de los acontecimientos que debían suceder. Estaban nerviosos, no querían tener que volverse a enfrentar a Aliester y a la vez estaban deseando que sucediera para enseñarle la Furia Divina que tenían. La Profecía que había sido descubierta hacía siglos por fin hoy llegaría a su cumbre y se cumpliría o no.

    -Esperemos que lo consiga.-Susurró para sí Apolo, con el casco dorada entre sus manos, toqueteando la crin purpúrea.

    Y así, en silencio se quedaron los Dioses, esperando a que todo ocurriera para poder mover ficha. La Esperanza, liberada de su confinamiento, estaba con ellos.


    Al fin habían llegado.

    El héroe bajó del caballo desenvainando la daga pincel, Mistral y Goliat le seguían, los nervios a flor de piel. Estaban frente a una cueva oscura, la entrada a la montaña, y todo era tan silencioso que no parecía normal. Braco le tocó la rodilla, y el héroe bajó la mirada para observar al lobo blanco.

    -Puede parecer que no estoy listo… pero lo estoy. Nací preparado.-Y dio unos pasos hacia el frente.-Voy a cumplir mi misión, soy el Azote de los Maestros.-Aquello último lo dijo para infundirse ánimos.

    Goliat se echó a Mistral a la espalda y mantuvo su hacha envainada, siguiendo al héroe.

    Y así se adentraron en la oscuridad de la montaña. El héroe observó, percatándose de algunas cosas antes de encontrar el camino que debían tomar. Dibujó una gran antorcha en su lienzoescudo y dio una palmada.

    -Eh… aquí ha estado viviendo gente.-Dijo el héroe, observando los restos de una fogata. Se acercó a ellos y los tocó, templados.-Y parece que se fueron no hace mucho.

    -Continuemos, pues, joven héroe.-Lo apremió Mistral.

    Entonces Braco aulló al reconocer un olor y se lanzó entre la oscuridad en dirección al final del túnel que se abría.

    -¡Espera!-Y el héroe intentó seguirlo, pero Goliat le impidió el paso, negando con la cabeza.

    -Déjalo marchar, héroe, sabe lo que hace.-Dijo Mistral.

    El héroe no discutió, asintió y siguió a Goliat y a Mistral hasta el fondo de la cueva en una completa oscuridad hasta donde había una puerta excavada en la roca con gran esmero, rodeada de enredaderas que brillaban con luz propia, indicando el camino subterráneo y unas escaleras que parecían de mármol.

    El héroe lo observó todo con sorpresa, sin esperarse la construcción en aquel lugar. Captó que Mistral había dado unos pasos hacia la escalera ella sola.

    -Yo os guiaré.-Dijo Mistral, quitándose la venda de los ojos y guardándosela en su túnica.

    -¿Cómo?-Preguntó el héroe sin comprender, anonadado.

    -Me sé el camino como la palma de mi mano, héroe, no te preocupes por perderte en la oscuridad.-Explicó Mistral tendió una mano que Goliat tomó y luego el gigante le tendió la mano al héroe, que la miró no muy convencido.-Cógela, tenemos prisa.

    A regañadientes, el héroe tomó la gruesa mano de Goliat y empezó el descenso a las entrañas de la montaña.

    El héroe alzó la antorcha y alumbró el camino, rodeado de columnas con capiteles adornados con un orden que no llegaba a descifrar. Era un compuesto entre dórico, jónico que se alejaba de lo clásico a lo que estaba acostumbrado en su tierra. Las columnas no tenían base sino un dintel, pues estaban superpuestas una encima de otra hasta que llegaban abajo, pero el héroe no llegaba a ver que había abajo, solo oscuridad y escaleras. Muchas escaleras.

    Pasaron horas en que solo descendían, parando a intervalos cortos para luego volver a seguir bajando. Se hacía eterno, y le dolían los gemelos, perdió la noción del tiempo en aquella oscuridad. Y cuando pensaba que se acabaría volviendo loco entre tanta oscuridad y escaleras, Mistral paró y se acurrucó en un saliente.

    -Descansaremos, ya casi hemos llegado.-Dijo, y se tumbó entre los brazos de Goliat, cayendo de agotamiento.

    El héroe clavó la antorcha en medio y se tumbó para descansar, hambriento. Goliat le paso al poco rato una hogaza de pan y cecina que engulló sin pararse a pensar en lo duro que estaba y bebiendo agua abundantemente de su bota para más tarde quedarse dormido, con sus armas cercas por si acaso.

    Unas horas después Goliat le zarandeó, el héroe se levantó con sorpresa.

    -¿Qué? ¿Qué pasa?

    -Es hora de que te enfrentes a tu destino.-La voz de Mistral le quitó la modorra que llevaba encima y se levantó.

    Se tiró lo que quedaba de su bota por la cabeza y recogió sus armas del suelo, colgándoselas después.

    -Estoy listo, sagrada vidente.

    Mistral asintió, tomo las manos de Goliat y éste la del héroe y bajaron los últimos peldaños que los llevarían al enfrentamiento final.


    Cuando llegaron a su destino, la antorcha del héroe no era necesaria, así que la hizo desaparecer, observando la pirámide sin punta que había a lo lejos. Donde tendría que estar la punta, había un pedestal con una caja. En ese mismo momento, sintió que aquella caja tenía que ser destruida, igual que el mal que guardaba dentro. Empezó a caminar por la pendiente en la dirección de la pirámide, seguido de Goliat, con su hacha en la mano y Mistral, que volvía a tener la venda en sus ojos.

    Fueron unos minutos llenos de tensión a los que acompañó la caminata, apretaban con fuerza las empuñaduras de sus espadas y apretaban las mandíbulas. Pararon ante laa escaleras que subían hacia arriba.

    -Ya hemos llegado.-Dijo el héroe, sin quitar la vista de encima de la caja.

    -Ni un paso más.-Dijo una voz, y repararon una figura encapuchada sentada en los primeros escalones.

    El héroe la observó, reconociendo a la persona y quitándose un peso de encima.

    -Sabía que volverías.-Dijo, acercándose a la figura.

    -No lo hagas, héroe.-Y Mistral le cogió del brazo.

    El héroe, sin entender, se giró a mirar a Mistral, que negaba con la cabeza, se deshizo de ella y observó a la heroína y entonces lo comprendió.

    -Me equivoqué.

    La heroína, que había desenfundado sus Espadas Legendarias: Espada del Fulgor y Espada Leviatán, le sostuvo la mirada.

    -No pensaba que tú fueras el traidor… así que por una vez me he equivocado.-Habló el héroe, con voz cansada. Ahora más que nunca quería despertar de aquel sueño de aventura que se había tornado en pesadilla.

    -Errar es de humanos.-Dijo la heroína, con algo distinto en su mirada.-Pero nosotros, los héroes, no nos podemos permitir el lujo de equivocarnos en nuestras Profecías.

    -Para eso ya estamos los malos.-Y la voz del príncipe de Ahriel, Keran, sorprendió al héroe.
     
  12. Threadmarks: Capítulo 12: Lucha de contrarios.
     
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    Capítulo 12: Lucha de contrarios.

    El héroe no se creía lo que veían, la heroína, traidora de la Profecía y Keran, el príncipe de Ahriel que había intentado matarlos antes de llegar a su ciudad. Se giró para mirar a Mistral y Goliat y vio como el gigante empuñaba su hacha con fervor. No había vuelta atrás, debían luchar. Por muy amigos que hubieran sido en el pasado, ahora parecía que para ella no existía eso. Nada de lo que habían vivido de su aventura ni los momentos previos a ella. Y aquello acabó de hundir al héroe por completo. No quería resignarse aún, pero parecía que la fortuna sí que le había abandonado y que se batía solo contra el incierto destino, y estaba mejor armado que él.

    Prefería enfrentarse a un dragón desarmado y herido que a un amigo al que apreciaba.

    No muy lejos de allí distinguió más figuras, la vidente que les había ayudado en Ahriel y su guía, un león y una arpía…. Genial.

    Volvió a mirar a la heroína, que le miraba con los ojos sin vida, sin esencia.

    -Parece que esta va a ser mi prueba…-Comentó por lo bajo, empezando a entender las cosas.


    Goliat miró a Hakk, que asintió a modo de saludo con la cabeza, y luego miró a Mistral. Ahora o nunca.

    "Ama Mistral, quisiera ser sincero contigo." Mistral no dijo nada en su eterna oscuridad. "Ya sabes lo que voy a confesarte, pero quiero que lo sepas por mis palabras y no por mis actos." La tomó de la mano y la miró, aunque ella no pudiera verle. "Estoy enamorado de ti desde el primer día que te vi en Delfos… y no hay día que me despierte sin amarte un poco más… sé que lo nuestro es imposible, que nunca te rebajarías a estar con un guía mudo y que no tiene más futuro que el que vive cada día… y por eso quería decírtelo hoy, porque sé que mi destino es incierto para ti, por si no podía decírtelo mañana."

    Mistral se quedó en silencio, sin decir nada, soltando la mano de Goliat despacio.

    Goliat, se alejó de ella con el hacha en las manos, herido, dispuesto a luchar por lo que tantos años había entregado y que le había devuelto de un golpe a la realidad, y se puso al lado del héroe, que le miró con gratitud. Al menos el chico no estaría solo en aquella cruzada.


    -Bien, no queda sino batirnos…-Habló el héroe.-No queda sino luchar.

    La heroína le miró asintiendo y con un movimiento se quitó la túnica, dispuesta a luchar sin piedad, olvidando que una vez lucharan juntos codo con codo.

    El príncipe, que no las tenía todas consigo y no quería luchar por un Dios al que no veneraba, la imitó en silencio, desenvainando el florete dispuesto a luchar. Ella era su causa, por mucho que Yshiara le reprendiera por ello.

    -Debí hacer caso al Maestro Borya cuando la oscuridad empezó a envolver mi corazón… pero ya es tarde para ello.-Habló la heroína, acercándose peligrosamente al héroe con las espadas por delante.

    El héroe comenzó a caminar hacia atrás, sin apartar la vista de la que había sido su amiga, sin querer herirla ni atacarla. No sería él quien empezase la lucha.

    -Nunca es tarde para retractarse, Enid.-Le contestó, interponiendo su escudo en el primer golpe de la heroína.

    -Ya, pero creo que esto es más divertido, Addle.-Y el héroe tuvo que agacharse para esquivar un puñetazo de la heroína.

    Aprovechando el retroceso del puñetazo, el héroe arreó a la heroína con su escudo.

    -Esto no es justo, ¡yo no puedo hacerte daño!-Le gritó, corriendo hacia un lado.- ¡Eres mi amiga! No puedo luchar contra alguien a quien aún aprecio. Y tú no eres así… eres buena y comprensiva…

    La heroína se levantó del suelo, al cual había caído por el golpe, sacudiendo la cabeza.

    -Tienes que hacerlo, es parte de tu Profecía.-Dijo, volviendo a atacar.-Yo ya me he olvidado de los buenos momentos que pasé con vosotros.

    El héroe lo esquivó y lanzó con su dagapincel un débil ataque que la heroína no tardó en parar con una de sus espadas.

    -Compartimos la mismo Profecía, ¿es que no lo entiendes?

    La heroína lo volvió a atacar sin decir nada más, con más fuerza que las anteriores veces. El héroe no pudo esquivar aquel golpe como debió hacerlo y una de las espaldas se clavó en su piel blanda, gimiendo de dolor, le pegó una pata a la heroína y se alejó, sangrante sin poder evitar mirar la sonrisa de satisfacción que tenía la heroína en el rostro.

    Se revisó la herida con dificultad y volvió a luchar sin poder evitarlo, puesto que la heroína, animada por el príncipe, volvía al ataque. Esta vez interpuso su escudo, y poniendo toda a fuerza que tuvo en su brazo, logró tirar a la heroína al suelo y quedar él encima con su escudo aprisionándola y desarmándola.

    La heroína comenzó a revolverse, blasfemando como solo ella podía.

    -¡Basta!-Le ordenó el héroe.-No voy a hacerte daño, joder, solo quiero que me escuches.

    La heroína le dio un cabezazo con fuerza, pero el héroe no se apartó.

    -Escúchame y te soltaré…-Pero antes de poder decir nada, el príncipe se lanzó contra él, liberando a la heroína, que le pegó una patada al escudo y recuperó sus armas, enfurecida.

    Y le tocó el turno al príncipe que forcejeó con el héroe, hasta que héroe le clavó su dagapincel en el muslo y se deshizo de él. El príncipe gritó de dolor, llevándose las manos a la herida y fulminando al héroe con su mirada parda.

    -Te arrepentirás de esto, desgraciado…

    El héroe se levantó y esquivó un ataque de la heroína, que armada de nuevo, no esperó a que el héroe se recuperara como todo buen samaritano haría. Y cuando la heroína volvió a preparase para atacar, oyeron el aullido de un lobo.

    El héroe buscó a Braco, encontrándole junto al príncipe, lamiéndole la cara. El príncipe lo abrazaba con cariño.

    -¿Dónde te habías metido, chico?-Le preguntaba.-Te he echado de menos…

    Braco miró entonces al héroe con seriedad y el héroe percibió que pertenecía al príncipe.


    Hakk se adelantó dejando sola a Yshiara y se enfrentó a Goliat. Antes de alzar su hacha contra su primo, le miró largamente con amargura, y Goliat le devolvió la misma mirada, pero aún más triste por el rechazo de su ser amado.

    Cuando Hakk descargó el hacha contra Goliat empezó la batalla. Los dos bandos estaban enfrentándose como la divina Profecía había predicho siglos antes. Y no parecía que fuera como los integrantes deseaban.

    Una partida de ajedrez en el que las fichas eran personas de verdad que morirían dejando dolor tras su causa.

    La lucha entre Hakk y Goliat estuvo llena de sangre, pues las hachas arremetían contra los cuerpos como si no dolieran con sus hojas afiladas. Como no podían gritar, solo podía seguir golpeando y esquivando.

    Regueros de lágrimas recorrían los rostros de los dos combatientes, pues no quería hacer lo que estaban haciendo, pero no podían luchar contra su destino.

    Hakk recordaba como Goliat le había salvado la vida de morir ahogado en el río de su pueblo y como le había contado a su madre que le había empujado para que él se llevara la paliza. Un nuevo golpe cayó en su brazo, y casi estuvo a punto de trastabillar. Volteó la mirada hacia Yshiara, que estaba preocupada, junto a Vella y Scar, y recordó todo el amor que la profesaba.

    Goliat, que estaba destrozado por dentro, no podía hacer otra cosa que lamentarse por haber decidido, en vano, profesarle aquellos de sentimientos a Mistral… aunque nadie elegía nunca de quien se enamorada. Y estar luchando contra su primo, mejor amigo, no ayudaba en nada a su ánimo. Solo sentía el dolor a medias, como si la afilada hacha de Hakk no le hicieran ni la mitad de daño del que ya padecía su corazón.


    Mistral, que se había quedado quieta desde que Goliat se alejara de ella, dejó de llorar, notando como la venda que cubría sus ojos estaba empapada por el agua salada de sus lágrimas. Le costaba comprender porque habían llegado a aquel punto de destrucción… y en sí misma de autodestrucción. Oía los combates de su alrededor, sabiendo como acabarían y no quería ese final para ninguno de ellos. Pero es lo que debía ocurrir, no se podía luchar contra la Profecía ni contra la muerte. Se arrancó la venda de los ojos, arrojándola al suelo. Renunciaba, no podía seguir llevando a cabo aquello.

    Yshiara, que al igual que Mistral, se sentía impotente sin poder hacer nada notaba como se acercaba la hora de la puesta de sol y la aparición de la luna llena que abría la puerta.

    Aliester esperaba ansioso el salir de su cárcel de cristal para apoderarse del mundo y sumirlo en una completa oscuridad después de desterrar a los Dioses… tantos siglos de planificación no podían llevar a la perdición.


    La heroína no dejaba descansar al héroe, que había perdido su lienzoescudo y se batía con la dagapincel como podía, llenándose de rasguños que la espada de la heroína le causaba. De un empujón se separaron y recobraron el aliento.

    -¿Qué tienes con el príncipe?-Preguntó, entonces, el héroe.-Se ha lanzado a protegerte como un condenado.

    La heroína le miró sin entender.

    -No sé de qué me hablas…-Y volvió al ataque.

    El héroe la repelió, golpeándola con la empuñadura en el hombro y alejándole de él.

    -Pues creo que él sí sabe de lo que te hablo.

    La heroína se giró a mirar al príncipe y sintió un calor extraño en su interior… pero una corriente eléctrica se apoderó de su cuerpo, haciéndola soltar sus armas y gritar.

    -¡Quema, quema!

    -¡Heroína!-Y el héroe se apresuró a ayudarla, igual que el príncipe y Braco.

    -¡No la toques, héroe!-Le gritó entonces, Mistral, que había roto su silencio y se había guiado por los sonidos de la lucha hacia ellos.

    El héroe, sorprendido, se arrodilló junto a la heroína, que se agarraba los brazos mientras gritaba con intensidad. El príncipe la observó impotente, a la vez que Braco gruñía y ladraba el cuerpo de la heroína, que mágicamente había empezado a ser rodeado por una esencia oscura.

    -¡Está sufriendo, sagrada vidente, hay que hacer algo!

    -¡¿Es que aún no lo has entendido, joven héroe?! ¡No es tu amiga la que habita ese cuerpo, es Aliester quien le ordena hacer todo esto!-Le gritó Mistral.-Nota que llega el momento y necesita que ella coja la Caja de Pandora para poder salir de su cárcel.

    El héroe, sorprendido, miró hacia la caja, que brillaba con intensidad.

    -¡Debo sellarla!-Y sin que nadie pudiera evitarlo se lanzó hacia las escaleras.

    Pero no llegó muy lejos, puesto que el león que reconoció como el de Nemea y la Arpía se interponían en su camino. Quiso plantarles cara, pero sabía que él solo no podía enfrentarse a tales monstruos. Y cuando pensó que su esperanza estaba cayendo como aquella campaña, el hacha de Goliat se clavó en el torso de la Arpía y el gigante mudo se lanzó hacia el León de Nemea mientras intentaba con gemidos decirle que subiera las escaleras.

    El héroe tuvo que mirar unos segundos a Goliat, que sangrante y cansado se enfrentaba con sus manos desnudas contra el León que le sacaba el doble de estatura. Sabía que estaría en deuda con él para el resto de su vida. Y empezó el ascenso por esas insufribles escaleras…


    Hakk, que había sido golpeado por Goliat en la cabeza y caído inconsciente en el suelo, se levantó. Al principio no supo dónde estaba, pero tras echar una ojeada lo recordó todo, cogió su hacha y buscó de nuevo a Goliat, que luchaba incesantemente contra Scar y atacó.


    Yshiara mandó a Scar y Vella cuando notó la consciencia de Aliester entrando en contacto con la suya, pues estaba listo para salir y solo faltaban minutos que se le hacían eternos. No podía hacer nada que esperar a ver qué es lo que les deparaba el destino. Nerviosa, se sentó en la fría roca y allí esperó en silencio, abrazándose los brazos y rezando a Apolo que, desde el Monte Olimpo, igual que en el Valhalla, junto a los demás dioses observaban el desenlace final de la batalla con impotencia, sin poder hacer nada más que observar.


    El príncipe abrazaba a la heroína, intentando que dejara de convulsionarse y gritar sin poder hacer nada por remediar el dolor que sufría. Él mismo, herido por el héroe, no podía hacer otra cosa que observarla en silencio y rezar a Loki que sanara rápido. Pero Loki no le ayudaría por haberle dado la espalda como a los otros Dioses.

    La acunó entre sus brazos y recordó el momento en el que había cambiado para siempre su vida, el mismo momento que había despertado junto a la heroína, que herida había podido sacarlo del río al cual habían caído y había encendido una fogata que les calentaba. Desde ese momento le debía la vida, y poco a poco, mientras curaba sus heridas fue enamorándose de ella sin quererlo.

    Hasta que Korim y sus sabuesos les habían encontrado, junto con Yshiara, y todo de nuevo había cambiado. No podía luchar contra sus sentimientos…

    Braco observaba a su amo con preocupación, gruñendo por la esencia maligna que notaba en el interior de la chica.


    El héroe subía las escaleras, y notaba que con cada peldaño una fuerza le hacía ir más despacio y tenía que luchar contra aquella lentitud. Estaba cansado por la lucha con la heroína, y temía que no llegara a tiempo.

    Arriba, la Caja de Pandora brillaba con más intensidad a cada instante, y debía ser sellada en el momento clave. El héroe se debatía contra la fuerza que le impedía el paso, casi podía contar a ojo los peldaños que le quedaban, diez, nueve, ocho, resiste, se decía, seis, cinco, cuatro…


    Las fuerzas de Goliat se perdían con cada golpe, se estaba enfrentando a dos enemigos con las manos desnudas y sabía que no podía aguantar demasiado. Buscó al héroe y lo encontró casi en la cima, al menos había servido aquel ataque suicida para ayudar a alguien. Dolido por el rechazo de Mistral decidió dejarse morir, pero no podía hacerlo, había prometido que acabaría su trabajo, aunque fuera lo último que hiciera. Un golpe en la espalda le hizo caer sobre una rodilla al suelo, y mientras retenía con sus manos grandes y magulladas al León de Nemea, Hakk embestía contra él sin ningún miramiento, como estaba escrito. Y Goliat nunca le reprocharía todo aquel dolor, no… ni le culparía de su muerte. Solo se culparía a sí mismo no haberle dicho a Mistral que la amaba antes… haber pasado más tiempo con ella, haberla cuidado y no poder cuidarla ahora. Antes de caer al suelo, la buscó con la mirada y la encontró, tirada en el suelo a unos metros de la heroína y el príncipe, y no puedo evitar pensar que era hermosa.

    -Te quiero…-Dijeron sus labios y su corazón, pero no su voz, y cerró los ojos.


    La heroína se debatía con furia contra aquella esencia malvada que la había acompañado desde que empezaran el viaje. Sin poder evitarlo, había dejado entrar la oscuridad por su rencor hacia la campaña, porque no quería hacerlo. Ella había querido volver a casa, a la Haciendo de su tío… y ahora, por haber deseado mal a sus compañeros y que su Profecía fracasara, le tocaba aguantar el dolor de la oscuridad que había crecido en su corazón. Así, Alister había podido hacer todo lo que había planeado, por ella y su debilidad.

    Gritó, abriendo los ojos y observando el rostro preocupado del príncipe, recordando como hacía días le había rescatado cuando se despeñaran. Podría haberlo dejado morir, yendo a la deriva por el río. Pero no estaba en su naturaleza, en eso el héroe tenía razón, ella no era así.

    Y mirando el rostro del príncipe volvió al estupor de cuando la esencia de Aliester tomaba su cuerpo…


    El príncipe observó a la heroína despertar y sonrió, aliviado de que por fin cesaran los gritos y las convulsiones, le apartó el pelo de la cara y le rozó la mejilla con sus dedos.

    -Por los Dioses, como me alegro de que estés bien…-Se apresuró a decir.

    Pero la heroína le golpeó en la cabeza, alejándose de él.

    -No me has servido para nada, inútil.-Dijo la voz de Aliester.

    Braco empezó a gruñirle y no dudó en lanzarse en ayuda de su amo. Aliester en el cuerpo de la heroína le pegó una patada y empezó a subir las escaleras, riéndose de lo que ocurría a su alrededor.


    El héroe se arrastraba por los últimos peldaños, con aquella superfuerza doblegándole e impidiéndole caminar.

    -Debo conseguirlo… debo llegar a la Caja… tengo que hacerlo por todas ellas… ellas pusieron todas sus expectativas en mí… solo yo puedo hacerlo…-Y el peso de ser el mejor y el más sabio aumentó la fuerza que le impedía moverse.-Tengo… que hacerlo…

    Pero sabía, muy en el fondo, con un miedo irracional, que no podía conseguirlo solo.

    Y las risas de Aliester le helaron la sangre y se volteó hacia atrás, y aterrado vio como la heroína, siendo manipulada por Aliester subía con tranquilidad los peldaños, riéndose.

    Todo había acabado, nervioso, empezó a removerse hacia el pedestal en el cual estaba situado la caja.

    -Vamos, vamos… unos centímetros más…

    Alargaba las manos hacia la Caja, que brillaba, y una fuerte patada le hizo caer al suelo, con un dolor agudo en las costillas.

    La risa de Aliester le heló la sangre en las venas, y toda la desesperación que le cabía en el cuerpo salió a flote.

    -Estúpido, no puedes hacer nada.-Habló Aliester, mirándole.-Seré liberado por esta muchachita tonta y todo mi poder volverá a mis manos…

    -¡No lo permitiré!-Gritó el héroe, sacando su dagapincel.

    Aliester, que se había dado la vuelta para mirar la caja que había sido su prisión, se giró y le miró, sonriendo con malicia.

    -¿Y qué vas a hacer?-Preguntó Aliester.-Si me hieres, herirás a tu amigas…-Y estalló en carcajadas.

    Abatido, el héroe soltó la dagapincel. Ya está… habían perdido.

    -¡Golpéalo sin temor, héroe!-Gritó una voz.- ¡No estás solo!

    El héroe se giró y para su sorpresa, Aria le tendió la dagapincel con esfuerzo, pues ella también estaba siendo doblegada por la superfuerza. Y tras ella, Mita y Sonne, se habían quedado por el camino. Abajo, Yess y Ania luchaban contra el León de Nemea y Hakk.

    -¿A-aria?-Y con su mano, los dos juntos, apuñalaron a la heroína…


    Mistral sabía que era la hora, la luna llena estaba en lo alto del firmamento que no veían por las montañas. Aliester estaba a punto de salir si el héroe no conseguía sellar la Caja de Pandora. Todo estaba en sus manos…

    Y fue cuando notó aquel vacío en el pecho y en su mente.

    -Goliat…
     
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    La Profecía de los Héroes.
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    Aventura
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    Capítulo 13: Paraíso

    El joven héroe observaba con sus inmensos ojos azules a los mercaderes ofrecer sus productos mientras paseaba con su padre por el mercado de su ciudad. Iba aferrado a la mano de su progenitor por miedo a perderse, imaginando que le raptaban y le obligaban a servir en la casa de unos ostentosos señores o robándole los órganos y maldijo a su hermano por haberle inculcado aquellos miedos para mofarse de él.

    Su padre, aquella impotente figura que podía llegar hasta el cielo, saludaba a sus conocidos y paraba hacer los recados que su madre les había mandado. Era su ídolo, tan sabio y fuerte, capaz de cortar un árbol él solo y de tallar el caballito más hermoso con la madera. Cuando fuera mayor, quería ser un rico mercader para reunir muchas riquezas que luego podría entregar con orgullo a su padre. Ser tan sabio como él.

    Pararon en la taberna para refrescarse y su padre le subió a un taburete mientras pedía una jarra de zarzaparrilla y un vaso de leche. Canturreando una canción sobre los Dioses que su madre le había enseñado observó la sucia taberna y a sus clientes. Se percató de la presencia de un hombre con una inmensa barriga que se reía de algo que decía una niña que estaba de pie sobre su silla, jugando a que su tenedor era una espada y la blandía ante monstruos invisibles.

    Intrigado, observó a la niña, que tendría su edad y a los otros niños más mayores que se reían de ella. Sabía lo que era aquello, le tocaba padecerlo por su hermano mayor. Cuando la niña se enfurruñó y de un salto bajó de la silla saliendo de la taberna, supo que tenía que seguirla.

    -Papá…-Llamó a su padre.

    Su padre, que había entablado una conversación con un viejo amigo, le miró y entendió en su mirada lo que ocurría.

    -No tardes y no te alejes.

    El niño héroe se bajó del taburete y salió por la puerta, no tuvo que buscar demasiado hasta que encontró a la niña, que golpeaba con un palo un bidón roto.

    -Estúpidos… se creen muy valientes porque son niños…-Y golpeó con una fuerza fiera el bidón hasta que se percató de su presencia.- ¿Qué quieres?-Le preguntó, con dureza en sus ojos azules.

    -Eh… yo…

    La niña dejó de golpear el bidón, mirándole, y sonrió.

    -¿Sabes lo que quiero ser cuando sea mayor?-Preguntó, cruzándose de brazos, un poco soñadora.

    El niño héroe negó con la cabeza, sonrojado.

    -Quiero ser una guerrera, luchar contra monstruos y convertirme en una gran heroína.-Explicó ella, alzando la vara con ansia.-Tener fama y gloria… muchos amigos y aventuras.

    El niño héroe se quedó prendado de las palabras de la niña, asintiendo.

    -Y necesitaré a un compañero para hacer mis viajes… ¿tú quieres serlo?

    Y cuando el niño héroe fue a contestar, el hombre con gran barrigón y los otros niños salieron de la taberna.

    -Enid, pequeña, nos vamos.

    Y la niña corrió junto al hombre, cogiéndole de la mano, se giró hacia el niño héroe y le sonrió, haciéndole un signo positivo con su mano.

    El niño héroe entró de nuevo en la taberna y su padre se despidió de sus amigos, al salir volvieron a pasar por el mercado. El niño héroe, animado por las palabras de la niña, sonreía.

    -Papá… ya sé lo que quiero ser de mayor.

    Su padre asintió.

    -¿Y qué quiere ser mi amado hijo?

    -Quiero ser un héroe y vivir aventuras.


    Step by step, heart to heart, left right left

    We all fall down like toy soldiers

    Abrió de pronto los ojos, observando como la heroína le miraba con los ojos humedecidos a la vez que intentaba decir algo y un hilillo de sangre le caía entre los labios.

    El héroe miró entonces la dagapincel clavada en el estómago de la heroína y la soltó con repulsión, igual que Aria, arrodillándose junto a la heroína, que intentaba tocarle su cara y de pronto la heroína cayó de bruces al suelo.

    -La caja…-Dijo antes de desvanecerse en la inconsciencia.

    El héroe, sintiendo que la superfuerza se iba alejando de sus miembros entumecidos se levantó. Apretando la mandíbula y rezando a Atenea porque su amiga estuviera bien.

    -¡Héroe-lo apremió Aria-tienes que sellarla… yo me ocuparé de mi prima!

    El héroe asintió acercándose a la Caja de Pandora que, con aquellos jeroglíficos y su luminiscencia, le aterraba a cada paso. Cuando estuvo frente a frente, no supo cómo, vio el rostro de Aliester encerrado en aquella cárcel de cristal. La cogió entre sus manos, sin apartar la vista de Aliester, dispuesto a acabar con él.


    Soma golpeó con su martillo en la cola del León de Nemea, que lanzó un rugido furibundo y se lanzó sobre ella, empujando a Ania y Yess con su gran cuerpo, que tropezaron y cayeron con estrépito al suelo.

    El cadáver de Vella, la Arpía, yacía aún con el hacha de Goliat clavado en el pecho y el príncipe, que había logrado curarse la herida gracias a su sangre, se unió a la lucha del León de Nemea, preocupado por la heroína. Con su florete, se enfrentó a Mita y su báculo, hasta que Braco, fiel a su amo, se lanzó por la espalda a la hechicera y ésta perdió su báculo.

    Mita, sin poder hacer nada, miró a los ojos verdes del gran lobo, y Braco dejó de gruñirla, asintiendo. Ninguno de los dos haría nada si el otro no se movía…

    El príncipe, entonces, se hizo paso entre la lucha del León de Nemea y los héroes de la Profecía, que luchaban con ahínco y ferocidad. Yess golpeaba con su martillo, pero sus movimientos, lentos para un animal tan ágil, apenas llegaban a herir al inmenso león, igual que Soma. Ania se cubría con su escudo y arremetía contra las fieras garras de Scar, que saltaba de un lado a otro, estudiando los movimientos de sus enemigos para encontrar sus puntos flojos. Los golpes que las señoras del martillo lograban atizarle, le dolían, pero no menos que los tajos que la caballera le hacía con su espada, haciendo que su sangre se derramase.

    Con un rugido atroz, se precipitó hacia Ania, saltando sobre ella y esquivando su ataque. Con su fuerte boca, le arranco la espada de la mano, haciéndola daño bajo los pliegues de metal de la armadura y haciéndola caer al suelo. La caballera se cubrió como pudo con su escudo, sintiendo el agudo dolor que crecía en su mano y la tibia sangre recorrer sus dedos.

    -¡Mierda! Cubridme.-Los ordenó a las chicas del martillo, que no dudaron en ir en su ayuda, alejando al león sin piedad.

    El León de Nemea soltó una carcajada inhumana, dando vueltas alrededor de las tres chicas.

    -Tu sangre tiene un sabor especial, espartana… me encantan los espartanos.-Y otra risa gutural que hizo erizarse el vello a las heroínas.

    Ania le fulminó con sus ojos oscuros, agarrando con fuerza su escudo.

    -Pagarás por esto, estúpido gato gigante…


    Sonne y Hakk se miraban agarrando con fuerza las empuñaduras de sus hachas, esperando para atacarse. Era un duelo de miradas, y Hakk, destrozado por la muerte que había causado no podría ganarla. Estaba cansado de la lucha, y herido por los golpes de Goliat, más le valía rendirse… pero tenía que luchar por Yshiara, ella estaba indefensa sin su Guía. Así que decidió terminar con las miradas y empezar con la acción.

    Alzó su hacha y corrió para descargarla sobre la amazona. Ésta, previendo su ataque, esquivo y le arreó una patada con sus largas piernas, haciéndole caer al suelo de lado e hiriéndose un hombro. Hakk se levantó y atacó de nuevo casi sin levantarse. La amazona detuvo su golpe y se lo devolvió con su puño.

    El puño de Sonne impactó en la cara del Guía mudo y este cayó con la nariz rota, Sonne le puso el filo de su hacha en el cuello.

    -No te muevas o te mato, desgraciado…

    -¡Déjale en paz!-Gritó una voz, y Sonne se giró a observar a la vidente del bando enemigo.

    -Él ha matado a alguien querido para nosotros, merece su misma suerte… o una peor que yo puedo darle.-Habló Sonne, señalando a Goliat, que yacía no muy lejos de allí.

    Yshiara se acercó a ella guiada por su voz, y Hakk se preocupó por ella, intentó levantarse, pero el hacha se clavó un poco en su cuello.

    -Basta… él ha sufrido más que ninguno al acabar con la vida de su primo… pero no tenía otra opción, era parte de su destino.-Dijo la invidente.

    Sonne no se sorprendió ante las palabras de Yshiara, pero tampoco apartó su hacha del cuello de su enemigo, pensativa.

    -Entonces es mi destino acabar con la vida de vosotros dos para vengarle…


    El príncipe empezó a subir las escaleras con pesadez, cansado y débil por haber perdido tanta sangre por la herida que le había causado el héroe. Cuando llegó a la cima, empalideció al reconocer a la heroína.

    -No… Enid…

    Y cuando fue a acercarse, un shuriken se lo impidió. Asustado, observó a chica rubia que cubría el cuerpo de su amada.

    -¡Aléjate de ella, Ninja!-Le gritó a Aria, que acunaba el cuerpo de su prima.

    Aria negó con la cabeza.

    -No, no, no…-Dijo, y sacó de su bolso un kunai.-No te acerques a nosotras…-Y se defendió como pudo, fulminando al príncipe con su ambarina mirada.

    El príncipe, sin poder dejar de mirar la dagapincel del estómago de la heroína, se acercó, temeroso de que la vida de la heroína corriera peligro y él no pudiera hacer nada por ella. No quería pensar en perderla ahora que había encontrado a alguien que le importaba más que a él y su corona.

    -¡He dicho que no te acerques a nosotras!-Y la Ninja le lanzó el kunai, que le rozó el brazo. Pero aquello no le amedrentó.- ¡Basta! No quiero hacerte daño… ¡déjanos en paz!

    Y cuando fue a lanzarle un shuriken al pecho, la pálida y débil mano de la heroína la detuvo. Aria se apresuró a mirar a su prima, sorprendida, sin entender.

    -Déjale… él es importante para mí…-Habló con dificultad, con el hilillo de sangre cayendo de sus labios.-No nos hará daño…

    El príncipe se arrodilló junto a la heroína.

    -Yo puedo curarla.-Dijo, y desvió su mirada hasta el cuerpo sin vida de Vella.-La sangre de arpía es curativa… si me dejas bajarla, yo…

    -No…-Dijo Aria, sin pensárselo dos veces, sin fiarse de él.

    -Aria… déjale… sabe lo que hace, puedes confiar en él…-Habló la heroína.

    -No, no puedo confiar en él.-Dijo Aria.-Pero si tú sí que confías en él, no seré yo quien te deje morir aquí…-Y dejó que el príncipe cargara con el cuerpo de la heroína, alejándose de ellos.-Cuida de ella… como muera…-Y dejo la amenaza en el aire.

    -Gracias.-Dijo el príncipe, y empezó a bajar las escaleras con cuidado, aferrando con fuerza el cuerpo de la heroína, y dándole palabras de consuelo.

    Aria asintió, sin darle importancia, y se giró presta a ayudar al héroe.


    Mistral se acercó a Goliat más pálida de lo habitual, llamándole mentalmente, sin querer reconocer aún la verdad. Se arrodilló junto a su gran cuerpo y le tocó la cara, estaba fría y sudorosa.

    -Goliat…-Susurró, apartándole el cabello azabache de la cara.-Goliat…-Y sus ojos ciegos empezaron a fabricar lágrimas de dolor que surcaron sus mejillas como ríos de agua tibia.-Prometiste que siempre me cuidarías…-Sollozó, y se derrumbó, abrazándose con fuerza al cuerpo inerte de Goliat.- ¡Prometiste que te quedarías conmigo por siempre!

    Y todo el dolor que una vez sintió por alejarse de su familia al convertirse en vidente, volvió a ella, pero con más fuerza. Una parte de su corazón se había ido con Goliat, y no volvería jamás. Ciega, sola y desamparada… volvía a estar como al principio.

    Lo más importante que tenía y que hasta que lo había perdido no sabía que lo tenía, había desaparecido para siempre. Había estado enamorada de él sin saberlo, y cuando Goliat le había confesado sus sentimientos, ella le había rechazado con su silencio. Arrepentida por eso, lloró desconsolada, pues su único consuelo estaba en Goliat, que había cuidado de ella desde que era una niña… y ahora nadie podría cuidarla. Nadie tendría el ímpetu de Goliat, ni el cariño… nadie lograría jamás atravesar el caparazón que había dejado crecer a su alrededor por la pena.

    -Te quiero, Goliat… te quiero…

    Y aferrándose a la ropa del gigante mudo, rezó a Apolo, pidiendo que le dejara ver su rostro unos segundos para saber cómo era la persona a la que amaba. Estaba harta de la oscuridad que la perseguía desde niña y quería ver la luz que había pertenecido a Goliat y que solo él tenía.

    Pero Apolo, ocupada con la misión del héroe, no escuchó los ruegos de Mistral, que siguió rezando, en voz alta a un Dios que ahora la ignoraba.

    A su alrededor solo se oía el ruido de la lucha, a gente gritar y los gemidos cansados al lanzar los golpes. Asqueada por ello se aferró a Goliat.

    -Goliat… todo esto ha sido inútil… se supone que teníamos que traer la paz, pero solo hemos traído lucha y sufrimiento… Oh, mi Goliat… te necesito para terminar con todo esto… te has ido muy pronto…-Y otra vez, sin poder evitarlo, se dejó al llanto.

    Pero la lucha que Hakk y Sonne tenían cerca de ellos la saco del ensimismamiento al que el llanto la había llevado y cuando escuchó la decisión de Sonne, se levantó.

    -Detente, Amazona…-Habló, con lágrimas aún en los ojos.-No está en tu destino acabar con ellos ni vengar a Goliat…

    Sonne asintió, dejando caer su hacha y alejándose de Hakk, que era abrazado por Yshiara. Mistral, rasgándose la túnica y fabricándose una cinta se volvió a vendar los ojos, su trabajo aún no había terminado. Alejándose de Goliat con dolor, sin poder evitar empapar también esta venda con sus lágrimas, empezó el ascenso por las escaleras.


    El héroe había entrado en trance al mirar la Caja de Pandora, y ahora estaba frente a frente con el espíritu de Aliester, y le sorprendió lo que vio…

    -¿No te lo esperabas, héroe?

    Aliester, que no era más que un chico como él y los demás héroes, iba vestido con una túnica oscura, llevaba el cabello pelirrojo atado en una larga trenza y los ojos verdes brillando con inteligencia.

    -¿No te habían dicho que yo también era un héroe antes de ser un Dios?-Preguntó, dando vueltas alrededor de la esencia del héroe.-Sí, fui de los mejores héroes de aquellos años… pero quería más que gloria… quería poder.

    -Y te corrompiste…

    -No, solo me hice más inteligente… veía más de lo que algunos apenas podían llegar a conseguir. Y aquello a tus Dioses no les gustó… me tenían como una amenaza.-Y se rio.-Por eso acudí a los Dioses Nórdicos, ellos sí que me dieron lo que quería… pero desgraciadamente se arrepintieron, los muy idiotas.

    El héroe no quiso escucha nada más.

    -Voy a sellarte para que te pudras aquí dentro.-Dictó el héroe con serenidad.

    Aliester sonrió con malicia.

    -¿Pero sabes hacerlo? ¿Te han explicado cómo se hace?

    -No…

    -¿Y pretendes hacerlo tu solo? No vas a poder, héroe… aunque hasta ahora te haya ido bien ir solo, necesitas a tus amigos para lograr hacer esto.-Y Aliester sonrió al observar la presión que estaban haciendo en el héroe sus palabras.-Te has acostumbrado a hacerlo todo solo, pero no es lo correcto… y lo sabes. En el fondo sabes que solo no puedes conseguirlo.

    -Yo…

    Y Aliester rompió en carcajadas.

    -No te rías tanto, usurpador de cuerpos, porque ahora mismo vamos a patearte ese culo fofo que has echado aquí encerrado. No está solo, nos tiene a nosotras.

    -¡Heroína!-El héroe, sorprendido, se giró al reconocer la voz de su amiga. Y al girarse a verla descubrió que no estaba sola.- ¡Chicas! ¿Cómo…? ¿Qué hacéis aquí?

    La heroína hizo una mueca.

    -Bueno… es difícil de explicar… mejor nos ocupamos del malo y si ganamos, te lo explico.

    El héroe asintió, y se giró de nuevo a Aliester, que no había borrado su sonrisa maliciosa de su rostro juvenil. Y con más fuerzas, y sabiendo que ahora sí podía conseguirlo, el héroe se acercó a Aliester.

    -Vamos a acabar contigo, Aliester, y no podrás salir de esta caja donde vas a vivir encerrado por los siglos de los siglos.

    -Amén.

    Y sin que nadie pudiera evitarlo, de la mano del héroe salió un rayo de luz luminosa y brillante que no tardó en cegarles a todos, y con ese rayo, el héroe supo que tenía que sellar a Aliester, pero no lo haría solo.

    -¡Chicas, cogeros de la mano y tocadme… solo así venceremos a Aliester!-Gritó, y sus amigas obedecieron, la heroína, Aria, Mita, Ania y Yess le tocaron a la vez que se daban las manos.

    El rayo empezó a brillar con más fuerza y cuando el héroe comprendió que estaba en su potencia máxima lo lanzó contra Aliester, que intentaba, desesperado, huir… pero no podía salir de su cárcel de cristal que era la Caja de Pandora.


    Cuando el héroe abrió los ojos, aún estaba en la caja de Pandora, pero estaba solo… o al menos lo estuvo unos segundos.

    -Lo has conseguido, Addle, has logrado cumplir la Profecía superando la expectativas, como siempre.-Habló la heroína, que había llegado caminando hacía él.

    -No lo he hecho solo, os tenía a vosotras.-Se apresuró a decir el héroe, con una sonrisa.

    La heroína hizo una mueca.

    -Bueno… a nosotras…Verás… te mentí.

    -¿Cómo?-El héroe no comprendía las palabras de la heroína.

    -Ninguna de ellas… ninguna de nosotras estaba aquí cuando te enfrentaste a Aliester.-Dijo la heroína, y su cuerpo desapareció, pero no su voz.-Pero tu querías que estuviéramos… y estuvimos, así lograste vencer a Aliester, porque confiabas en tus amigas, y ellas en ti.

    El héroe asintió.

    -Tienes razón…


    Cuando el héroe abrió de nuevo los ojos, esta vez fuera de la caja, se encontró con Mistral.

    -Enhorabuena, joven héroe, lo has conseguido.-Le felicitó.-Gra-gracias a ti podremos vivir en paz…-Y se echó a llorar.

    El héroe, sin saber que hacer, la abrazó, aunque estuviera fuera de protocolo, y así Mistral lloró en su pecho.

    -Goliat… Goliat se ha ido…

    Al comprender el héroe sus palabras, no pudo dudar él y también llorar.

    -Lo siento… con lo valiente que era se merece el paraíso entero…

    -Y está en él, esperando a Mistral.

    La vidente y el héroe se separaron y cuando el héroe observó la imponente figura del Dios del Sol, no pudo hacer otra cosa que arrodillarse.

    -Gran Apolo, no somos dignos de estar en tu presencia…

    -Ahora sí que eres digno, héroe, y te felicito por ello.-Y Apolo puso su divina mano en su hombro.-Mistral, he venido a buscarte a ti, igual que a Yshiara y su Guía, para devolveros al lugar de donde pertenecéis.

    Mistral se alisó la túnica, asintiendo.

    -Padre Apolo, cuando deseéis…

    Y desaparecieron.

    El héroe se apresuró a bajar las escaleras al recordar la herida que le había causado a la heroína, al bajar, se encontró con los cadáveres del León de Nemea y la Arpía, pero ni rastro del de Goliat. Se acercó al pelotón que rodeaba a la heroína y se hizo pasó entre las chicas.

    -¿Cómo está?-Se apresuró a preguntar.

    -Mucho mejor que tú, como siempre.-Dijo la heroína, que tenía el vientre vendado y junto a ella estaba el príncipe Keran.-Y alegre de que todo haya acabado por fin…

    -Sí, todo por fin ha acabado y yo he ganado la bolsa de Ania.-Dijo Yess, dándole un codazo amigable a la caballera, que tenía un brazo vendado y en cabestro.

    Ania sonrió, se desató la bolsa y se la lanzó.

    -Puedes quedártela… ahora soy mucho más rica, igual que Mita.-Y todos rieron a carcajadas.



    Varias semanas después.

    El héroe preparaba sus cosas para partir de nuevo a su ciudad en una de las inmensas y elegantes habitaciones del palacio de Ahriel. Sus amigas se habían ido antes que él, menos Soma y Sonne que se habían quedado a esperarle. Aria tenía que preparar su boda con Peter y estaba nerviosa por ello, Mita y Ania tenían castillos que comprar y sirvientes que contratar, Yess tenía que prepararse para entrar a la Universidad y él mismo debía volver a casa para ver a sus padres y llevarle honra y gracia a su padre.

    Se echó el petate al hombro y salió de la habitación, directo al Salón del Trono para despedirse de la única que se quedaba.

    A llegar, observó unos minutos como la heroína y el príncipe se batían con sendos floretes hasta que la heroína desarmó al príncipe.

    -Has mejorado, Enid, puedes estar orgullosa.-Dijo el vencido, haciéndole una reverencia.-Tienes un buen profesor, sin duda…

    -¿Te has vuelto a dejar ganar, Keran?-Preguntó la heroína, ceñuda.

    Keran desvió la mirada.

    -No, ¿por qué tendría que hacerlo?

    -¡Que puñetero eres!

    Y ambos rieron y se abrazaron. El héroe carraspeó y se separaron.

    -¿Ya te vas?-Preguntó la heroína, acercándose a él.

    -Sí, no puedo quedarme aquí eternamente.-Contestó él.

    -Yo voy a hacerlo…

    -Sí… me encantaría verte de princesa… pero desgraciadamente no te imagino como tal.

    -¿Quieres morir joven, verdad?-Y la heroína le amenazó con el puño.

    El héroe sonrió.

    -Cuando vayáis a Atenas, no dudéis en pasar a visitarnos.

    -Lo haremos.-Contestó el príncipe, pasando un brazo por los hombros de la heroína.-Buen viaje, joven héroe.-Y se estrecharon las manos.

    -Gracias, espero que tengáis un buen reinado, alteza.-Y se giró a la heroína.-Bueno, creo que no podré ser tu compañero de aventuras… pero tampoco pasa nada, creo que alguien encontraré por ahí.

    -Seguro que sí… mucha suerte, no creo que encuentres a nadie tan bueno como yo.

    Y rieron.


    Mistral estaba triste, aunque estuviera en los dominios del Dios Apolo, recordaba demasiado a Goliat, y aunque había recuperado la vista una vez terminada su misión, seguía llevando la venda, porque no quería ver un mundo en el que no existiera Goliat.

    Por lo contrario, Yshiara y Hakk se preparaban para vivir juntos y formar una familia en la más completa felicidad… y aunque también echaban de menos a Goliat, sabían que allí en el Paraíso se volverían a encontrar.

    Un atardecer en el que Mistral descansaba a la sombra de uno de los árboles preferidos del Dios Sol, le llegó el aroma de la comida que alguien preparaba en la cocina y el recuerdo de su brillante y amado cocinero le volvió con más fuerza. Suspirando y levantándose se dirigió a la cocina, puesto que el aroma le había abierto el apetito. Al llegar se quitó la venda, y no reconoció al nuevo cocinero que allí estaba. Se sentó en una de las mesas y esperó a que le sirvieran.

    El nuevo cocinero le puso un plato enfrente y le llenó la jarra de agua.

    -Que aproveche, ama Mistral.

    Y cuando Mistral reconoció la voz que tantas veces le había hablado en su mente alzó la mirada y maravillada reconoció sin saber el rostro de Goliat, que le sonreía radiante y con ternura.

    -Go-Goliat… no es posible...-Y se lazó sobre él, abrazándolo como si no hubiera mañana y llenándole el rostro de besos y caricias.-Y eres tan hermoso… te quiero tanto…

    -Y yo, Mistral, y yo…


    FIN
     
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