Explícito La Pastilla Verde

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Dark RS, 9 Febrero 2020.

  1.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    20 Marzo 2012
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    Título:
    La Pastilla Verde
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2707
    Este escrito es para la actividad "Simulador de Citas", con el lugar "Concierto".
    Utilizo personajes de mis propias historias largas, pero usando una pareja que nunca se da en los mismos. Decidí ponerle algo de contenido erótico, pero como no soy bueno en eso no esperen mucho. Igual espero que les guste.

    La Pastilla Verde



    Esta mañana, Ariana, la autoproclamada doncella de la mansión que es propiedad del grupo de aventureros conocido como Los Caballeros de Magnus, tiende la ropa en una larga cuerda de cincuenta metros de diámetro que se encuentra amarrada entre dos tubos de metal de dos metros de altura,al igual que suele hacerlo cada tercer día. Tiene que subirse en una pequeña silla para poder colgar la ropa correctamente. A unos metros de ella, un trío de lobos de nieve jóvenes aguardan sentados a que ella se distraiga, para bajar algunas mantas del tendedero y jugar con ellas hasta volverlas jirones. Ya sea que lo logren o que la chica los persiga para recuperar la ropa, habrán logrado su misión de entretenerse un rato antes de tomar la siesta de media mañana.


    Una vez la chica termina de colgar toda la ropa, voltea la mirada hacia el horizonte, perdida en sus propios pensamientos. Estando tan melancólica, no nota como los lobos bajan dos sábanas y una toalla del tendedero y salen corriendo hacia el otro lado de la mansión, donde ella no puede verlos. Transcurridos varios minutos, durante los cuales ella no se mueve del mismo lugar, su mellizo, de nombre Anthony, al que todos llaman Tony, la ve en ese estado tan inusual en ella y se preocupa. Baja un saco de alimento para bestias, que llevaba hacia el granero, y se acerca a ella.

    —¿Tienes algo, hermana? —cuestiona él. Notar lo preocupada que luce en verdad lo alerta, ella normalmente parece estar llena de energía y no suele quedarse sin hacer nada por mucho tiempo, detesta enormemente no estar ocupada —. Hola, Ari, hola.

    —¿Qué? Oh, Tony, no me di cuenta que estabas ahí —responde ella, sin cambiar su expresión melancólica.

    —Lo noté. ¿Te sientes mal?

    —No, no, me siento de maravilla —responde ella. Intenta sonreír, pero no lo logra.

    —No me mientas, conozco perfectamente esa cara tuya y no estás para nada bien.

    —Bueno, solo estaba pensando en el amo.

    —¿No te había dicho Magnus como un millón de veces que no lo llames “amo”? —le recuerda. Él también se siente incómodo al escucharla llamar a ese chico así —. Solo porque decidiste servirlo no quiere decir que lo debas llamar de esa forma. Ya sabes que ese tipo te consideraba su amiga.

    —No llames “ese tipo” al amo, Tony, tú también trabajas para él —regaña ella, frunciendo el ceño.

    —Solo porque me obligas a usar un uniforme de mayordomo, con el que es muy difícil atender a mis animales debo añadir, no quiere decir que también “trabaje” para él.

    —No te salgas del tema. Te disculparás con él en cuanto regrese.

    —Hermana... Magnus desapareció hace más de dos meses... No han habido rastros de él desde... Bueno, bien sabes que podría estar muerto...

    —¡No lo está. El amo regresará en cualquier momento y quiero que vea que todo está en orden cuando regrese! Yo prometí que dedicaría mi vida a él... Él prometió que no me dejaría hasta que encontrara algo más a que dedicar mi vida... No me pudo dejar sola... Magnus jamás permitiría que yo volviera a sentirme como antes...

    —Hermana... —suspira pesadamente. Se rasca la frente, intentando pensar en algo que pueda decir o hacer. Su hermana sufrió mucho más que él después de la desaparición y noticia de la muerte de sus padres y, por alguna razón, le tomó, un para nada normal, cariño a Magnus —. Tienes razón, de seguro que Magnus está vivo y volverá muy pronto —finalmente decide decir Tony. Aunque sea darle falsas esperanzas a su hermana, es mejor a que ella intente suicidarse de nuevo, y es tan poderosa que no son muchos en la mansión los que podrían detenerla si decide hacerlo de repente. Y para empeorar todo, ella es la primera en rechazar ayuda por parte de especialistas o hechiceros para quitarse esa insana dependencia hacia la persona de Magnus. Irónicamente era este el que más le insistía la buscara.

    —Sé que regresará, estoy segura. Uno de estos días regresará y todo volverá a ser como antes.

    —Claro, hermana... — Anthony podría jurar que su hermana está enamorada de Magnus, ella ha dejado muy en claro que no es así, pero no está tan seguro que sea cierto.

    —Solo me gustaría que nos enviara un mensaje para no preocuparnos... — Pone nuevamente un rostro triste.

    —Deberías descansar un poco, luces algo pálida. Es más, tengo una pastilla que te puede ayudar a dormir. Espera un momento y te la traigo.

    —No puedo dejar desatendida la mansión.

    —No te preocupes, yo terminaré tus labores.


    Minutos después, la melliza se encuentra en su habitación, vistiendo el camisón rosa que normalmente usa para dormir. Toma, de sobre su mesita de noche, la pastilla que le dio su hermano. Es una pastilla ovalada color verde claro, con un símbolo tallado encima que se parece mucho a un árbol sin hojas. Se mete la pastilla a la boca, toma un vaso de vidrio, que está lleno de agua fría y se toma casi la mitad.




    Toma, de sobre su mesita de noche, la pastilla que le dio su hermano. Está por metérsela a la boca cuando alguien toca a la puerta un par de veces y sin esperar respuesta se abre la puerta. Se trata de Magnus, vistiendo una camiseta blanca y pantalones jeans azul oscuro. A ella se le hace extraño que este no tenga su tan familiar gabardina color café, verlo sin ésta lo hace ver muy casual. Se pone en pie y recuerda que está con su camisón, pero se mira y, por alguna extraña razón, tiene puesto su uniforme de mucama.

    —Amo, me alegra que volviera. — Sonríe ampliamente.

    —Es bueno verte, Ari. Te buscaba porque necesito que me acompañes a Los Flavos, hay algo importante que tenemos que hacer.

    —Claro, amo, enseguida estaré con usted. — Le parece extraño que Magnus no la corrigiera y le dijera que no lo llamara “amo”, como suele hacerlo.


    Una vez en Los Flavos, que es la ciudad más cercana a la mansión de Los Caballeros de Magnus, y una de las pocas ciudades subterráneas del continente, recorren en silencio las frías y ajetreadas calles. Algo en los alrededores no le termina de cuadrar a Ariana, como si las calles y casas no coincidieran con como las recuerda. Luego de unos veinte minutos, llegan a un elegante y amplio edificio que ella reconoce como la Casa de la Ópera de Los Flavos, un sitio en el que, todas las noches, se llevan a cabo los más hermosos conciertos de todo el país. También es bien sabido que las localidades siempre están vendidas desde hace meses y conseguir un lugar es prácticamente imposible. Magnus la toma de la mano y la guía al interior. Ella se siente confusa sobre lo que puedan estar haciendo ahí.

    —¿Qué hacemos aquí, amo? —cuestiona ella, sintiéndose fuera de lugar.

    —Vamos a escuchar a los Cantores del Bosque Bello, sé que son tus favoritos —informa él.

    —No estoy vestida para un lugar tan elegante, ni usted tampoco, amo.

    —¿De qué hablas? Me parece que estamos bien.

    —Pero, yo uso mí traje de… ¿mucama?


    Por más que se mira no puede dar crédito a sus ojos. A pesar de estar segura que hace unos instantes tenía puesto su vestido de mucama, ahora tiene puesto un vestido de cóctel corto color aguamarina y zapatos de tacón del mismo color. Reconoce la ropa como suya, un vestido que hace meses no usa, pero no recuerda habérselo puesto para salir. Y Magnus, sin explicación alguna, tiene puesto un saco negro abierto, con camisa blanca, pantalones negros y zapatillas oscuras bien lustradas.

    —¿Qué te parece el lugar? —cuestiona él, señalando hacia el escenario.


    Ariana se da cuenta que se encuentran sentados en un palco privado, de esos que solo los más adinerados se pueden darse el gusto de ocupar. Asomándose, puede ver que están en el más elevado del lado derecho, donde nadie los puede ver. El concierto da inicio, los Cantores del Bosque Bello comienzan a interpretar la pieza favorita de la chica, una que trata sobre la armonía de los mares.

    —Es encantador —murmura ella, dejando de importarle las cosas que no encajan —. Pero no dejo de preguntarme por qué me trajo a mí en lugar de…

    —No pensaría en traer a nadie más que a ti. — La toma de la mano, eso basta para hacerla sonrojar.

    —No sé qué decir en este momento. Nunca me imaginé que algo como esto podría suceder. No creí que pensaras así de mí… Yo, para ser honesta, no creo amarlo, amo.

    —Rompes mi corazón, mi preciosa alquimista —la mira a los ojos fijamente. La intensidad de los instrumentos de viento aumenta de golpe —. ¿No hay nada que quieras de mí? Esta noche puedes tener lo que pidas.

    —¿Lo que sea? — Él asiente con seguridad — ¿No me meteré en problemas? — Asiente nuevamente, pero esta vez sonríe —. En ese caso le tomaré la palabra, amo.


    Ariana se levanta de su asiento para pasar a sentarse sobre el regazo de Magnus, quedando frente a frente con él. Pasa sus brazos detrás de la cabeza de él, acercándolo más a ella. Tambores resuenan, imitando el sonido de truenos.

    —Esto es lo que he querido desde hace un tiempo. Que nos conectemos por una sola vez. Quiero averiguar qué se siente estar contigo —le planta un apasionado beso, mientras que con las manos le acaricia el cabello con desesperación.

    —No sabía que pensaras en hacer esas cosas conmigo. — La agarra de los hombros, tomando su vestido y moviéndolo delicadamente hacia los lados, haciendo que este caiga sobre la cadera de la chica, dejando la parte superior de su cuerpo al descubierto.

    —Es solo un gusto que me quiero dar. — Le quita el saco y la camisa a la vez, acaricia torpemente el pecho desnudo del chico, poniendo especial atención en los pectorales ligeramente marcados que tantas veces quiso tocar, pero que ahora, en este preciso momento, están a su merced, para su deleite.

    —Te advierto que no traigo protección —advierte él, comenzando a juguetear con los firmes y morenos pechos de Ariana.

    —Eso es lo de menos —se acerca a su oído, abrazándose mucho a él —, amo —susurra esta última palabra de manera provocativa.


    La chica se levanta un poco, para intentar mover su ropa interior, pero se lleva la sorpresa de que no tiene puesta ninguna prenda íntima. Aunque está segura que si tenía puesta alguna clase de braga, no le toma importancia, su mente, al igual que su intimidad, solo tienen un pensamiento en este momento. Desabrocha el cinturón de Magnus y le baja el cierre. De inmediato, el miembro duro de él se asoma. Normalmente le parecería extraño que el chico no use ropa interior, posiblemente un bóxer o pantaloncillos deportivos, pero en este momento a ella le da lo mismo si algo tiene sentido o no. Ella misma se acomoda sobre el erecto miembro, se encuentra tan húmeda que logra introducirlo en su interior lentamente sin luchar mucho. Lo siente en lo más profundo de su ser, donde ya no puede avanzar más. Ambos se encuentran completamente sonrojados. Se comienzan a besar con pasión, mientras que ella mueve su cadera en círculos, y un poco de arriba hacia abajo. De no ser por que él no abandona ni por un momento sus labios, ella gemiría a todo pulmón, y probablemente todos en la Casa de la Ópera de Los Flavos la escucharían, especialmente por la notas bajas que en este momento suenan.


    El húmedo y sensual beso solo cesa de vez en cuando para permitirles respirar. Los sonidos húmedos de sus sexos siendo uno comienzan a sonar cada vez más fuerte. Se abrazan y acarician mutuamente, ella calvando sus uñas en la espalda de él, y él clavando las suyas en las nalgas de ella. El ritmo de la música comienza a sonar cada vez más rápidamente, como si los instrumentos intentaran alcanzar el acelerado ritmo de los amantes. La música estalla estrepitosamente al mismo tiempo que ambos llegan al tan ansiado clímax. Ariana se estremece violentamente, tiene que abrazarse a Magnus mientras su cuerpo goza del éxtasis de tener no solo un orgasmo, sino incontables de ellos, los cuales se sienten cada uno mejor que el anterior. La sensación de la semilla del chico llenando su vientre aumenta con creces su placer. Cuando, desafortunadamente, termina su experiencia de placer, puede sentir como los fluidos de ambos abandonan su interior y le chorrean lentamente por los muslos. Se abrazan una vez más, fundiéndose en un tierno beso, al mismo tiempo que abajo estalla una ronda de eufóricos aplausos.




    Ariana despierta en su cama. No entiende como puede haber regresado ahí si hace un momento se encontraba en Los Flavos. Tiene puesto su camisón rosado. Su ropa interior está completamente húmeda, al igual que las sábanas de su cama. Confusa, intenta hayar a Magnus, pero no lo encuentra. Nota que el vaso de su mesita de noche está medio lleno y que la pastilla no está donde le parece haberla dejado. Pero no le ve sentido, ya que no llegó a tomársela. Inmediatamente, recuerda que ella se tomó la pastilla, luego puso el vaso devuelta en la mesita de noche y finalmente se acostó y cerró los ojos para descansar un poco. Le encuentra lógica a todo lo que había sentido incongruente. No fue más que un sueño, uno muy vívido. Magnus no había regresado, no la había llevado a una cita en un concierto en Los Flavos y mucho menos habían compartido un momento de intimidad.


    Esboza una sonrisa que la hace lucir mucho más hermosa. Cualquiera que la hubiera visto en ese momento hubiera caído enamorado de ella al instante. La melancolía la abandonó por completo, una extraña sensación de alivio y paz llenan todo su cuerpo.


    Luego de tomar una ducha y vestirse con su adorado vestido de mucama, va en busca de su hermano, quien, como lo esperaba, no realizó ni una sola de las tareas que estaban pendientes y prometió hacer. Lo encuentra afuera del granero, llevando una carretilla sobre la que hay una pala que se nota fue usada recientemente para palear excremento de bestias.

    —Oh, hermana, luces mucho más tranquila que hace rato.

    —Sí, creo que fue gracias a la pastilla que me diste. Dormí un rato y luego desperté sintiéndome mucho más relajada. ¿Qué era esa pastilla? —cuestiona con curiosidad.

    —Ya que funcionó tan bien te lo diré. Es un medicamento que le doy a bestias que perdieron a sus padres o parejas por alguna razón. Parece que los ayuda a dormir y cuando despiertan ya no lloran más y se comportan más tranquilamente. Es una especie de tranquilizante a largo plazo. Normalmente con una sola pastilla ya quedan curados, pero hay casos en los que tengo que darles otra dosis luego de algunas semanas. Pero son contados con una mano esa clase de casos.

    —¿Los sueños son un efecto de esa pastilla?

    —No siempre, pero a veces veo a los animales moviéndose como si soñaran pacíficamente. Según el veterinario, en los casos más extremos, las pastillas producen sueños que ayudan a procesar la separación o que les ayuda a los animales a darle un cierre a algo —se queda pensativo por unos momentos, preguntándose qué clase de sueños ayudan a conseguir tal cosa —. ¿Qué soñaste, hermana?

    —Que fui a un concierto que tuvo un final muy bueno —produce una risa pícara —. Seguiré con mis tareas. Noté que los lobos volvieron a robarse las sábanas del tendedero, así que veré si las logro recuperar o hay que juntar los pedazos para tirarlos.

    —Cada día de lavado lo hacen, ¿no?

    —Sí, cada día de lavado lo hacen —afirma ella, sonriendo ante una fresca brisa que mece la ropa que se seca al sol.
     
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    ¡Buen relato! ^^
    No he leído la historia más grande de la que forma parte pero aún así lo disfruté. La escena sexual fue curiosamente bastante épica con la música sincronizándose con su ritmo y los aplausos al final (o al menos yo la imaginé épica), y se me hizo en cierto modo gracioso el giro de que la pastilla fuera para animales y que el hermano no supiera realmente lo que hacía.
     
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    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    La Pastilla Verde 2



    Es casi medio día. Ariana se pasea por los jardines de la mansión. Se le nota muy ansiosa, habla consigo misma sin parar y se come las uñas. Finalmente deja de caminar sin rumbo y comienza a buscar a sus alrededores. No le toma mucho encontrar a los tres lobos jóvenes, revolcándose en la tierra, levantando nubes de polvo que los camufla. Cuando está lo bastante cerca de ellos, dos de los canes se sientan para observarla, el tercero solo se queda con la barriga hacia arriba, mirándola.


    La doncella los nota muy sucios, pero no le toma mucha atención a eso, sabe bien que nadie los ha bañado en casi tres meses. Su hermano, Tony, fue designado para hacerlo cuando Magnus desapareció meses atrás, pero este dejó muy en claro que no lo haría, que ni siquiera lo intentaría ni una sola vez. Su razón para no hacerlo fue muy clara, y realmente comprensible. No solo hay que bañar a estos tres lobos jóvenes que casi alcanzan los dos metros de altura, sino que también al hermano mayor, de cuatro metros y medio de alto y naturaleza extremadamente violenta. Y, para terminar de cerrar su caso, dijo que si baña a los cuatro hermanos, tendría que encargarse de la madre, quien sobrepasa al lobo de nieve promedio al alcanzar casi los cinco metros de altura. Y eso sería virtualmente imposible. Esos cinco lobos solo se han dejado bañar por una sola persona, alguien a quien consideran como si fuera el líder de la manada, Magnus.

    —Oigan, si me ayudan con algo me aseguraré de que obtengan doble porción de carne en la cena —les propone la alquimista. Bolsas bajo sus ojos la hacen lucir muy cansada. Los tres canes comienzan a susurrar entre ellos, luego asienten al unísono.


    Una hora más tarde, Tony es el que esta vez se encuentra buscando algo por todo el jardín de la mansión. Registra entre los arbustos, a la sombra de los árboles, y a la orilla del granero donde descansan sus bestias.

    —Hola, Tony —saluda Ari, sonriendo.

    —Oh, hermana. ¿Por casualidad no has visto mi rastrillo para la paja, mi pala de titanio o la cuerda?

    —No puedo decir sobre los dos últimos, pero me pareció ver a uno de los lobos que llevaba lo que podría haber sido el rastrillo. Creo que se adentraba al bosque, por el lado de la piscina.

    —Esos pequeños revoltosos, debí saber que era culpa de ellos. — Corre de inmediato a buscarlos.

    —No te des prisa en volver —murmura para sí misma.


    La chica ingresa en el granero. De inmediato el olor a bestias y excremento la ataca. Definitivamente espera que su hermano encuentre la pala para poder limpiar los desechos de las bestias. Con las manos tras la espalda, comienza a recorrer el edificio, mirando a ambos lados con cada paso que da. Las bestias que su hermano está criando le parece están muy saludables y animadas. Una especie de conejo, con hierba como pelaje y bayas roja creciendo en su espalda, se asoma para olfatear a la chica. El rugido de un dientes de sable se escucha en lo más profundo, claro que la chica sabe bien que se trata del “Señor Bigotes”, nombre que le puso su hermano a ese monumental dientes de sable negro. Al lado de donde se haya recluida una especie de vaca, con manchas rosas en forma de corazón, encuentra el armario de dos metros de ancho y metro y medio de altura que sirve como botiquín. Está cerrado con llave, y claro que su hermano se llevó la llave. Pero no es mayor problema para alguien con sus habilidades. De sus dedos sale aire helado que se solidifica en la cerradura, formando una llave de hielo. La gira cuidadosamente, logrando abrir ambas puertas del mueble. Saca la llave y la vuelve agua en su mano.


    Revisa cada frasco que encuentra, no está segura de cómo se llama la pastilla que busca. Aunque si recuerda que tenía grabado una especie de árbol. Se basa en eso y revisa solo los frascos que tengan alguna clase de planta, árbol o similar. Luego de unos quince minutos lo encuentra. Le tiemblan las manos mientras saca cinco pastillas y se las guarda en el bolsillo de su uniforme de doncella. Cierra la puerta y sale de inmediato del granero. Se voltea varias veces, para asegurarse que nadie la vio salir de ese lugar.


    Se encierra en su habitación. No le interesa que aún tenga mucho trabajo por hacer o que sea la mitad del día. No soporta más las ganas. Tiene que volver a usar esas pastillas. Necesita volver a tener un sueño que le tranquilice el corazón, y las hormonas. No logra sacarse el sueño que tuvo hace como medio mes cuando tomó la pastilla que su hermano le dio para animarla. Se quita su uniforme para no arrugarlo, quedando en ropa interior, lo deja bien doblado en una silla. Se sienta en la cama, se toma una de las pastillas, tragándola con agua, luego se acuesta. No le toma ni un minuto caer profundamente dormida.




    Se encuentra fuera de la mansión, en el jardín. Los tres lobos juegan levantando una espesa nube de polvo. Tiene puesto su uniforme. Intenta poner su mente en claro. Está segura que se tomó la pastilla, por lo que debe encontrarse en un sueño. El polvo entrando en su nariz la hace dudar de estar soñando, pero las sensaciones que tuvo en el sueño de aquella ocasión la convencen de que los sueños que provoca esa pastilla son muy lúcidos y las sensaciones muy vívidas.

    —Oye —interrumpe sus pensamientos uno de los lobos. Su voz se parece a la de un adolescente.

    —¿Pueden hablar? —cuestiona ella confundida.

    —Claro, aquí todo es posible —afirma el segundo lobo,con la misma voz.

    —¿Qué me querían decir?

    —¿Por qué haces esto? —pregunta el tercer lobo, con nuevamente la misma voz.

    —Yo… —sabe bien a lo que el can se refiere, pero no puede dar una respuesta en voz alta. También le molesta que, siendo una de los tres lobos hembra, tiene una voz masculina.

    —Si no quieres contestar, no es nuestro problema, supongo —menciona el primero.


    Las bestias se vuelven a comenzar a revolcar en la tierra. Quedan ocultos en una nube de polvo, que al disiparse muestra que ya los canes no se encuentran ahí.

    —Hermana, ¿has visto las pastillas? —pregunta la voz de Tony.

    —Yo… —se voltea para buscar a su hermano, pero no encuentra rastros de él. Solo ve al conejo con pelaje de hierbas.

    —Devuélvelas —pide el conejo. Su voz es la misma que la de Tony.

    —No lo haré. Las necesito —dice ella, retrocediendo —. Es la única forma de volverlo a ver. Necesito volver a verlo.

    —Deberías olvidarlo, hermana. — El conejo toma la forma de la vaca con manchas en forma de corazón, pero su tamaño permanece igual —. Esto que sientes es, una para nada sana, obsesión.

    —¡Cállate y déjame sola!

    —No es mi problema, supongo —. La vaca comienza a escarbar en la tierra, cuando está completamente bajo tierra, el hoyo se tapa mágicamente.


    La doncella avanza hacia la piscina. No sabe por qué, pero tiene la necesidad de ir a ese lugar. Una vez ahí, nota a alguien nadando. Reconoce la figura de la persona al instante; cabello negro y corto, alto, moreno y sensuales músculos marcados.

    —Magnus… —murmura, los ojos le comienzan a lagrimear por la emoción.

    —Ari, tanto tiempo —saluda el humano, al momento de salir de la piscina.

    —Lo sé —no puede dejar de derramar lágrimas —. Es un placer verlo de nuevo, amo.

    —Ven, tenemos que hablar —se sienta a la orilla de la piscina.

    —Claro, amo —ella toma asiento al lado de él. Se quita los zapatos y medias para meter los pies en el agua, la cual está tibia.

    —¿Por qué le robaste las pastillas a tu hermano?

    —Para poder verte. Te extraño tanto que duele justo aquí —se coloca la mano derecha sobre el lado izquierdo de su pecho.

    —Ya han pasado casi tres meses —menciona él, mirando hacia el cielo —. ¿No crees que puedo estar muerto ya?

    —No lo estás. Claro que no puedes estarlo. Eres tú de quien hablamos después de todo.

    —Me das mucho crédito. Al final soy solo un simple humano. Mi raza es poco resistente al compararla con otras, como los alquimistas, por ejemplo.

    —Eso no aplica a ti. Siempre tienes un plan para salir con vida. Solo debes estar ocupado en alguna parte, viviendo una nueva y emocionante aventura que nos contarás en cuanto regreses. Pero volverás en cuanto termines. Estoy segura de eso.

    —¿Recuerdas cuando te llevé al concierto en el sueño anterior? Me dijiste que no me amabas. ¿Lo recuerdas? Entonces no entiendo de dónde sale esta obsesión tuya con mi persona.

    —Y es cierto, no te amo. En verdad que no lo hago. Pero eso no significa que no seas muy importante para mí se recuesta en su hombro —. Tampoco es una obsesión, solo necesito que regreses, por favor. Necesito que todo vuelva a estar como era antes.

    —Tienes que devolverle las pastillas a tu hermano. Y le pagarás y te disculparás por la que te tomaste, ¿entendido?

    —Lo haré, si así me lo ordena, amo.

    —No quiero que lo hagas porque te lo ordene, sino porque quieras enmendar lo que hiciste. Y también tienes que comenzar a considerar la posibilidad de que nunca regresaré. Ya buscaron por los tres continentes y no hay rastros de mí.

    —Nunca dejaré de esperarte. Me diste una razón para vivir y no es justo que ahora me la quites muriendo. Me niego a creer que vas a romper tu promesa. Prefiero matarme antes de aceptar que ya no estás vivo —las lágrimas brotan sin cesar de sus ojos verdes.

    —Oh, Ari, que voy a hacer con esa terquedad tuya —la toma de los hombros, la mira intensamente a los ojos, le limpia las lágrimas que le bajan por las mejillas —. No llores más. Tienes un par de hermosos ojos color esmeralda que no les sientan bien las lágrimas —le da un dulce beso en la mejilla.

    —Te extraño tanto que no sé lo que haría si confirman que moriste…

    —Seguirías adelante. Te conozco bien y por eso lo sé. Eres muy fuerte, y no solo me refiero a la fuerza física o la magia, sino aquí —le coloca la mano sobre el pecho, por encima del corazón, el cual le late a mil por hora.

    —No me esperaba que al venir aquí me harías llorar —se limpia las lágrimas con las mangas de su uniforme —. Yo esperaba algo muy diferente cuando nos reecontráramos.

    —¿No te bastó con lo de la Casa de Opera de Los Flavos? —cuestiona él, acostándola contra el duro piso de cemento. Le quita el uniforme, dejándola con su ropa interior. Arroja el vestido hacia una silla plegable.

    —Claro que no me bastó con solo eso —acaricia el abdomen del chico con ambas manos, disfrutando del contorno de sus abdominales.


    Magnus baja hasta estar frente a la intimidad de ella. Acaricia por sobre su ropa interior por algunos segundos. Ariana no puede soportar más las ganas y se quita ella misma sus bragas, las cuales arroja sin cuidado, no le interesa dónde vayan a caer. Él mete dos dedos dentro de ella, los mueve de arriba a abajo con fuerza. Ari deja salir gemidos sin contenerse ni un poco. Este es su sueño y no piensa contenerse en ningún aspecto. El humano, aún penetrándola con sus dedos, le dedica un apasionado beso. Ella se abraza a él con mucha fuerza, el beso es frenado por un fuerte gemido que marca el inicio de un largo y excitante orgasmo que dura casi un minuto completo.


    Sin darle oportunidad de descansar, Magnus la guía hacia la piscina. Ahí, la mantiene con la espalda contra la orilla, se comienzan a besar con desesperación. Las manos de ambos acarician el cuerpo del otro. No dejan ni un rincón inexplorado del cuerpo del otro. Él le levanta la pierna y se la mantiene así, contra su cuerpo, en esa posición la penetra lentamente. Ariana se abraza al cuello de él, dejando salir gemidos con cada movimiento que él realiza. Aprovechando la flotabilidad, ella se abraza a su cintura usando las piernas. El agua de la piscina se sacude con cada fuerte embestida que él realiza.




    La doncella despierta sumamente agitada. El sueño fue muy real. Le duelen partes del cuerpo que no tiene sentido le duelan por haber estado durmiendo. Está bañada en sudor y sus bragas están completamente empapadas. Se desnuda, va hacia su armario en busca de una toalla para irse a dar una ducha. Cuando abre la puerta del mismo, ve las fotos que tiene pegadas ahí. Hay de ella y su hermano, un par que muestra a sus padres fallecidos y una con todos los que habitan la mansión que tan celosamente mantiene en orden. Cierra la puerta de su armario de golpe al momento de ver a Magnus en dicha foto.


    Luego del baño va hacia la piscina. Se sienta en una de las sillas plegables, mirando hacia el agua. En lo más profundo de su ser esperaba ver a Magnus nadando ahí. Verlo sonreír y oírlo decir que hay una nueva aventura a la cual quiere llevar al grupo. Un alquimista anciano de largas barbas blancas y vistiendo un hábito púrpura se sienta en la silla del lado derecho.

    —Joven Ariana, su hermano Anthony me contó que sospecha usted le robó algunos medicamentos —menciona el viejo alquimista, peinándose la barba con la mano derecha —. También que parece que contrató a los jóvenes lobos, quienes le destruyeron dos herramientas muy caras y dejaron inútil toda la cuerda que quedaba.

    —Yo…

    —Me contó que esas medicinas, en una ocasión anterior, le provocaron un sueño tranquilizador cuando él cometió el grave error de darle una —continúa, mirando el reflejo del sol en la cristalina agua —. No tengo idea de la clase de sueños le puedan dar esas pastillas como para atreverse a robarle a su propio hermano.

    —Bueno… —se sonroja — Digamos que sueño con Magnus.

    —Dígame en este momento, joven Ariana, ¿qué le diría el joven Magnus si se enterara que usted cometió robo, y no solo que robó, sino oque le robó a su propio hermano?

    —Me daría una terrible mirada fría y ceño fruncido que pone cuando se enoja. Me pediría que le explicara la razón por la que robé. Luego, me diría que tengo que hacerme responsable de mis actos. Me llevaría ante Tony, le pediría él mismo una disculpa a mi hermano y se ofrecería a pagar o reponer lo robado y lo que destruyeron los lobos de nieve. Luego yo me sentiría culpable por verlo disculparse por algo que yo hice, y me disculparía también… —una lágrima sale de su ojo izquierdo.

    —¿Solo eso?

    —No… No me lo diría con palabras, pero sé que estaría decepcionado de mi actuar y no me dirigiría la palabra por un tiempo… No quisiera eso… No quiero decepcionarlo, no a él, nunca a él… —más lágrimas brotan sin ser capaz de detenerlas.

    —¿Entonces qué piensa hacer, joven Ariana?

    —Me disculparé con Tony, y luego iré a comprar nuevas herramientas para reponer las que fueron destruidas… ¿De verdad destruyeron la pala de titanio? —se limpia las lágrimas con las mangas de su uniforme.

    —Sí, no solo el mango de roble, también la pieza de titanio. Esos tres tienen mandíbulas muy fuertes.

    —¿Crees que siga con vida? —pregunta, sintiéndose decaída.

    —Lo que yo crea no es importante —se peina nuevamente la barba —. Pero el joven Magnus es una persona muy resistente para ser un humano.

    —También lo creo…

    —Vaya y hable con su hermano, joven Ariana —se pone en pie y se retira sin decir nada más.

    —Supongo debo hacerlo —se mete la mano en el bolsillo, y cuenta las pastillas sin sacarlas.


    Los tres lobos se lanzan a la piscina al unísono, soltando tanta tierra que dejan café traslucida el agua. Salen y se apresuran para volverse a revolcar en la tierra, esta vez quedando llenos de barro.

    —Alguien tiene que bañar a esos tres antes de que ensucien toda la mansión —murmura ella, antes de irse hacia el granero.
     
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