Microrrelato La otra

Sus pensamientos la carcomían noche tras noche. No tenía idea por qué la tortura se iniciaba, sólo sabía que era lo que tenía que pasar. De día era una chica perfecta, una que nadie podría imaginar en actos que no calzaran con esa imagen. Sí, ella era todo lo que cualquier chica querría ser, tenía todo lo que podía desear… Pero llegaba la noche y el miedo crecía, la joven sabía que su visitante vendría y no podría huir de este encuentro diario, nunca podía huir de aquel molesto ser.
Trataba de ponerse sus mejores vestidos, combinaba los zapatos con todo el atuendo y como si eso no bastase, utilizaba técnicas milenarias de maquillaje que su mejor amiga le había enseñado para lucir aún más hermosa de lo que era. La pobre imaginaba que con lo anterior mitigaría la realidad de ese flagelante encuentro, sin embargo no lo conseguía, nunca lo conseguía.
Esa no noche no fue la diferencia, el individuo entró con su copia de la llave de la casa y se dirigió directamente hacia ella. Ni siquiera se daba el tiempo para probar alguno de los pastelillos que con tanto esmero había horneado o beber una taza de té de jazmín recién hecho. Nada lo disuadía de su objetivo, la joven.
Como era la rutina la muchacha se arrinconó para que las cosas fueran más rápidas e indoloras. Primero le quitó su precioso vestido, con tirones lo iba rasgando, esbozando una sonrisa burlona mientras lo hacía. Luego el cabello peinado con minuciosidad con una fuerte caricia fue despeinado por la mano violenta. Ya no era perfecta, sólo era una niña temerosa, indefensa ante todo.
Se dejó caer al piso y no soportó más, lloró. Su cuerpo que mostró gallardía en el día temblaba, sus miedos la perseguían, todo se confabulaba para tragársela, para devorar lo poco de dignidad que le quedaba.
Levantó la vista para observar a su agresor, y allí estaba la imagen de sí misma igualmente de maltratada. Siempre que la miraba esperaba que, aunque fuera por una vez estuviese bien, sonriente, pero eso nunca ocurría. Porque nadie las salvaría, ni a ella, ni a su otro yo.