Harry Potter La Navidad de una pequeña bruja: Después de tanto tiempo.

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Este escrito participa en la actividad Doce Deseos.

Se quería quedar en Hogwarts para Navidad, pero sus padres no se lo habían permitido. Sus únicas excusas habían sido: familia, lealtad y otro montón de basura; eran esos mínimos detalles en que se daba cuenta que los muggles no eran tan distintos a los magos con sus costumbres. Y había descubierto como muchos otros, que al fin y al cabo, sólo debía ser leal a aquello que lo hacía feliz. Y Hogwarts, a ella, la hacía feliz como nunca nada lo había logrado.

Pero, y aunque hubiese querido gritárselo en sus caras, había aceptado sin más a la orden de sus padres. No podía luchar aún en contra de ellos. No a los trece años. Sin embargo, tenía esperanzas de que algún día encontraría el valor suficiente para imponerse a sus tirano gobierno y largarse en cuanto tuviese la oportunidad.

Demás está decir que no se subió a ese tren gustosa. La tristeza y el descontento habían teñido su rostro habitualmente risueño. Y suponía que no existiría nada que le hiciera olvidar aquella injusticia. El viaje, por lo mismo, se había tornado largo y tedioso. Las horas perfectas para que su cabeza se encontrara con el dolor y su espalda con la incomodidad. Deseaba simplemente descansar, disfrutar de ese instante antes de llegar a casa.

Cuando llegó a la estación, creyó que nadie estaría esperándola. Puesto que, desde que sus padres se habían enterado de lo que ellos etiquetaron como: «rareza», sólo enviaban el auto que la esperaba siempre en la esquina de la estación Muggle. Se avergonzaban de su magia, aún a pesar de que eran los únicos que lo sabían. Es por ello que al ver a su hermano mayor parado en una orilla, le provocó una extraña sensación de alegría e incertidumbre.

Y de pronto, su tristeza se esfumó inmediatamente al saber dos cosas: él sabía que era una bruja y que había regresado de Alemania, finalmente, después de tantos años. Era irreal, de hecho hasta había creído que estaba en un sueño. Pero no, allí estaba él, con su inconfundible cabello negro impecablemente corto, con ese atuendo tan ordenado y elegante. Con esa actitud inmadura.

Era él, sin duda. Tenía que serlo.

—¿No vas a abrazar a tu hermano, Ellie?

—Patrick... —el muchacho, de pícaros ojos grises, soltó una risa al aire cuando ella se le tiró encima. Ambos se abrazaron como nunca lo habían hecho.

No creyeron, ninguno de ellos, que habían estado esperando eso por tanto tiempo. Patrick le acarició su largo cabello, no recordaba la última vez que le había dado algún tipo de afecto a su pequeña hermana pero se había sentido verdaderamente bien.

—Así que una bruja —Ellie le sonrió una vez se separaron. Tenía muchas cosas que contarle, demasiadas y lo había sabido en ese mismo instante.

—Larga historia.