Kimetsu no Yaiba La mejor de las suertes

Transcurría una de aquellas innumerables estancias del cazador de demonio, Tanjiro Kamado en la finca mariposa, con un brazo y una pierna vendados y en recuperación a causa de las heridas resultantes de su última misión. Andaba entre los pasillos caminando cuando por una ventana algo llamó su atención.




Ágiles, delicados, pero acertados eran cada uno de sus movimientos, ella era como un colibrí revoloteando, pero con el espíritu cazador de un halcón, cada movimiento que realizaba y el que le sucedía encajaban a la perfección en estilo elegante que combinaba la gracia del ballet con la letalidad de un esgrimista experto. Se encontró varios minutos después observándola probablemente por demasiado tiempo, admirando a la aprendiz de la pilar mariposa, con su cabeza descansando sobre su mano y su codo a su vez sobre el borde de la ventana.




— Veo que ya te encuentras mejor— señaló una voz femenina detrás de él que por la sorpresa lo hizo sobresaltarse.




Kanao en el exterior por su reacción se percató de su presencia deteniendo su entrenamiento, entonces bajó la mirada nerviosa presionando un poco sus labios y luego observando hacia él.




Tanjiro con su rostro enrojeciendo gradualmente se giró mirando a Shinobu Kochou detrás de él, sonriendo como habitualmente lo hacía y luego devolviendo la mirada hacia la chica que entrenaba afuera.




Kanao entonces miraba hacia el frente encontrándose con la mirada carmesí del muchacho frente a ella, Kamado le sonrió tontamente alzando su mano para saludarle, ella le respondió luciendo inquieta, acto seguido antes de que pudiera él decir algo más, la joven realizó una reverencia despidiéndose para luego salir corriendo.




— Deberías decirle…— afirmó la hashira ladeando su cabeza.




Tanjiro se percató de lo evidente que era lo ocurría con él con respecto a Kanao, sus amigos le habían sugerido lo mismo; incluso Inosuke que generalmente solía ser ajeno a los asuntos sociales, sugirió una especie de danza de cortejo que le había agradecido le detallará, pero por supuesto no iba a ejecutar jamás. El usuario del aliento solar era muy gentil para admitirlo, pero hablarlo con sus amigos había sido de los momentos más incómodos de su vida, no sabría elegir que había avergonzado más, los contoneos del chico jabalí o escuchar a Zenitsu hablar de los aspectos atractivos de su hermana menor según su perspectiva y caras extrañas. Luego de todo eso no tenía la mínima pista de que hacer.




— Yo no…— Tanjiro no encontró las palabras correctas para expresarlo—… Me hubiera gustado tener tiempo para preguntar cosas como estás a mis padres— confesó con cierta nostalgia.




Kochou le dio una palmada, todas las personas en el cuerpo de cazadores o al menos gran parte de ellos, conocían aquel sentimiento.




— Kanae era muy buena en estos aspectos, le habría hecho muy feliz ayudarte— indicó Shinobu con un tono de melancolía— el resto de nosotros no parece tener tiempo o lugar para ese tipo aspectos en el corazón.




Tanjiro lo comprendió al instante, todos ellos tenían demasiadas perdidas para poder pensar que algo podía pertenecerles. Su vida era demasiado caótica para permitir que algo más que venganza albergará en su interior, parte de todo ello lo hubiera consumido de la misma manera si no fuese por su hermana y la motivación de volverla a la normalidad. Tanjiro opinaba que al menos una parte de él debería seguir consciente de todo el mundo maravillosamente cotidiano donde la gente salía de viaje, trabajaba en el campo o solía enamorarse para cuando Nezuko volviera.




— Ella siente lo mismo por ti— declaró Kochou con una sonrisa más auténtica que la habitual.




Kamado olfateó veracidad en sus palabras.




Esa simple frase hizo que el pecho del cazador fuera invadido por un calor intenso y cada latido fuera igual a pulso que le recorría el cuerpo entero.




Había algo indescriptible en aquella muchacha que le atraía, ella era como una pequeña muñeca de porcelana o un hada, no le costaba imaginar con un par de alas de mariposa revoloteando por allí, llena de magia. Una sensación le invadía de protegerla, reconfortarla, pero al mismo tiempo, reconocimiento su fuerza de pelear espalda a espalda, a su lado. Tanjiro alguna vez había soñado en esa vida cuando todo terminará, cuando su hermana fuera humana de nuevo y ya no hubiera demonios acechando en la noche. Caminar con Kanao de la mano, permanecer sujetó de ella cuando la nieve cayera, los cerezos florecieran, el cielo se iluminará con fuegos artificiales y el paisaje se tiñera de ocre, así, una y otra vez cada una de las estaciones.




Que ella gustará de él, lo hacía todo más fácil. Solo tenía que confesarle sus sentimientos y juntos podrían soñar con esperanza un futuro distinto y libre.




Tanjiro sonrió determinado, respetuosamente realizó una reverencia a la hashira mariposa y buscó alcanzar a Kanao.




Sin buscar demasiado, luego de algunos minutos la encontró sentada cerca de una pequeña fuente contemplando los lirios púrpuras que flotaban sobre el agua. El reflejo del cazador en el agua le advirtió de su presencia y se sobresaltó al encontrarlo allí.




— Tanjiro— exclamó girándose hacia él.




Kamado se aproximó a ella y se sentó a su derecha.




— Te vi entrenar— indicó Tanjiro.




Kanao bajo la mirada nerviosa y entonces sus mejillas se tiñeron de rojo, se había percatado de su presencia desde el primer instante y de todo el tiempo que estuvo allí mirándola, le había gustado que ocurriera, incluso se había esforzado por él y cada una de sus partículas se movía exaltada al percibirse admirada por él.




— Yo quería preguntarte algo— confesó el cazador buscando disimular su nerviosismo.




Kanao se aproximó un poco más a él y ladeó su cabeza con cierto gesto de inocencia, su cabello se desbordó de manera irresistible por su hombro.




Tanjiro indagó en encontrar las palabras dentro de su mente, quería que fueran las más adecuadas, que con ellas fuera capaz de externar todo lo que ella significaba, como no era simple atracción lo que ocurría. Junto sus manos, luego las separó, introdujo entonces estas en sus bolsillos, intranquilo y allí sintió una moneda en el izquierdo, la tomó con fuerza formando un puño y sonrió.




— ¿Recuerdas lo que te comenté respecto a la moneda?— preguntó en una actitud más calmada.




Kanao afirmó.




— Tengo una decisión crucial que tomar en este momento, no me puedo decidir, si cae este lado — mostró la parte con la denominación —le diré lo más intenso que sentido en mi interior a una persona muy importante, pero si cae este aguardaré a otro momento por qué así, lo quiere el destino— explicó para luego lanzar la moneda al aire.




Kanao lo miró, mientras él veía ansioso al cielo, pensó en ese momento que él era persona distinta a cualquiera que hubiera conocido. Desde su vida temprana Kanao había vivido en carne propia varias de las más complicadas inclemencias, sabía cómo el corazón humano podría contener crueldad y odio. Sabía que este tipo de sentimientos se encontraban en todos, incluso en las personas bondadosas que la habían salvado, entendió que estos mismos le arrebataron a Kanae y se incrustaron en el alma de Shinobu luego de esta perdida, ella misma los contenía. Entonces lo conoció, ese muchacho era autor de lo imposible, de un milagro que cambiará para siempre todo aquello que se había creído sobre el mundo oscuro en el que habitaban, su hermana aun siendo un demonio en lugar de ser motivada por el hambre de su maldición, conservaba una inocente humanidad, un instinto protector por su hermano. Kanao sabía en su interior que era por él, Tanjiro Kamado era una persona que podría hacer cosas imposibles, como encender en su corazón, la chispa de un sentimiento que pensó no podría tener, desde aquella ocasión que le enseñó a decidir.




La mano de la chica atrapó la moneda en el aire con el puño cerrado, al realizar esta acción su distancia se acortó hasta quedar sus rostros a escasos centímetros.




Tanjiro, percibió su aroma, como el de un bello bosque amanecer, sus ojos centelleantes y la humedad de sus labios rosados entreabiertos. En un impulso incontable se encontró atrapándolos entre los suyos arrancándole a la chica un suspiro, eran suaves y cálidos como un hogar, nerviosamente se movían con los suyos con torpeza como intentando alcanzarse, su cuerpo se sentía envuelto por la misma calidez de fuego producido por su aliento, pero de una manera suave como una caricia. Kanao por su parte era un mar de sensaciones, algo en su interior le indicaba correr y otra lazársele encima, parte de ella quería llorar conmovida y otra reír como nunca, sentía tanto y de tantas maneras que su experiencia hasta ahora en la vida no le permitía darle nombre o entender a muchas de ellas.




Cuando el beso terminó ambos permanecieron cercanos, Tanjiro le acarició la mejilla y ella cerró los ojos levemente. Sin decir una palabra, pues, en este momento sobraban abrió su mano con la moneda mostrando la cara indicada, aquella que llevaba a Tanjiro a confesar lo que sentía.