Long-fic de Pokémon - La Historia de Jack Evans

Tema en 'Fanfics de Pokémon' iniciado por Thranduil, 4 Febrero 2018.

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  1. Threadmarks: Capítulo 44 - Dentro de la Corporación Silph
     
    Thranduil

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    Holi mis niñes, les vengo con un nuevo capítulus, pero antes a comentar lo comentado.

    Dark RS: Habrá más reos, no pensé en eso de tener a los pokémon de los reos lejos de ellos, se me fue ese detalle. Lance y Jonathan no serán parte activa de la batalla, la élite 4 es más bien un apoyo para tapar las entradas del centro de Azafrán, lo de Jonathan es más como una sorpresa. Adriana no busca venganza, ella quiere otra cosa, pero me alegra que su objetivo no esté claro aún. Gracias por seguir leyendo y comentando.

    Capítulo 44 - Dentro de la Corporación Silph



    Un leve temblor remeció los primeros pisos del edificio por varios segundos. La pelirroja y el nadador demoraron poco en saber el origen de aquello. Una gran cantidad de raticate y rattata salvajes había acudido al llamado del enorme roedor que acompañaba al sujeto que los amenazaba.

    —Maldición —murmuró Aurora—. Peter, tengo una idea —le comentó en voz baja—. Sujétate bien a Gyarados.

    La chica le ordenó a su tangela que usara sus enredaderas para agarrase de la abominable criatura acuática. Luego abrió su bolso para sacar una pequeña fruta de éste. Su color era azul con partes anaranjadas. Se la dio a su pokémon.

    —¡Nada de lo que hagan funcionará! —exclamó el hombre con una enorme sonrisa en el rostro.

    —¡Don natural! —gritó la muchacha.

    Tangela lanzó un poderoso y gélido ataque contra los roedores salvajes. Fue muy similar a una tormenta ártica lo que los azotó, la gran mayoría quedó cubierta por nieve, totalmente congelados y sin poder moverse por la baja temperatura del movimiento. Era muy interesante ver a un pokémon planta usar una ofensiva basada en hielo. La baya en posesión de Tangela se consumió por completo, era una consecuencia de usar aquel movimiento.

    —¡¿Cómo te atreves?! —cuestionó el Rattata de las alcantarillas— ¡Mis preciosos rattata y raticate! ¡¿Cómo pudiste?!

    Aún quedaban algunos pocos, contando al enorme roedor que daba las órdenes. El nadador sacó una pokéball, se dispuso a acabar con él de una vez por todas.

    —¡Poliwrath! ¡Puño incremento! —ordenó con suma tranquilidad y firmeza en su voz.

    Un renacuajo azul sin cola apareció frente a todos, tenía guantes blancos y su vientre era del mismo color, con un remolino negro en él. Ostentaba de musculatura. Se abalanzó contra el raticate que comandaba aquel congelado ejército y le acomodó un fuerte puñetazo en toda su barriga, expulsándolo contra su delgado entrenador, quien logró esquivarlo. Los demás roedores que aún podían pelear sólo atinaron a escapar asustados del lugar.

    —¡Malditos! ¡Me vengaré!

    Regresó a Raticate a su pokéball y se dispuso a correr por el lado en que los chicos habían entrado antes. Sólo alcanzó a dar tres pasos cuando una enorme gota de agua se le atravesó en el camino, ésta colgaba del cielo y no le permitió avanzar, no por obstruir demasiado el paso, sino por ser algo extraño de ver. Una cara con rasgos felinos apareció en aquella gota y los miró muy tétricamente. El hombre y el rattata en su hombro dieron un grito de terror ante tal escena.

    —¡Rayo hielo! —gritó Peter.

    La gota viviente abrió su boca y lanzó un helado rayo celeste que impactó al criminal, dejándolo cubierto de hielo junto a su pokémon. Evidentemente ya no se movió más.

    —¡Sí! ¡Lo derrotamos!

    Aurora saltó de alegría y abrazó a Peter de la emoción. Luego de un rato se percató de lo que estaba haciendo y lo soltó, la chica quedó paralizada y el nadador tenía la cara completamente roja. Sin embargo, fue él quien terminó con el incómodo silencio. Mientras tanto, Vaporeon apareció cerca del Rattata de las alcantarillas.

    —¿Cómo hiciste que Tangela usara un movimiento de hielo? —estaba nervioso, pero no se notó. Aunque su característica calma lo había dejado por algunos segundos.

    —Fue un movimiento de tipo normal —explicó algo más calmada—. Y cambia de tipo cuando equipas al pokémon con una baya. La que le di fue gonlan, por eso el ataque fue de tipo hielo —nuevamente hubo un momento incómodo para ambos, sus pokémon sólo los observaron—. ¿Y tú cómo lo congelaste? —la chica dejó salir a Exeggutor para que rompiese el hielo que cubría al hombre con su poder psíquico y así poder amarrarlo con una cuerda.

    Armadura ácida de Vaporeon, eso hizo que pareciera una enorme gota de agua—indicó con tranquilidad, la chica asintió, la incomodidad aún estaba presente—. Parecías tener mucha rabia contra él.

    —Luego de que mis padres se separasen, mi padre y mi hermano partieron a Paleta, estuvieron ahí por un año —explicó con voz baja y melancólica, al mismo tiempo que Peter ataba al criminal—. Ahora están en otra región, no los veo muy seguido.

    —Desatar tu molestia con este sujeto te ayudó un poco —la pelirroja sonrió al mismo tiempo que ponía un molesto mechón de pelo por detrás de su oreja.

    —Tu tuviste un poco más de suerte —Peter la miró sin comprender—. Pudiste elegir no ser nadador olímpico y te dedicaste a entrenar pokémon. Yo no tuve esa opción —una lágrima cayó por su mejilla—, tuve que acatar lo que mis padres decidieron hacer.

    —Imagino que una separación es difícil. Pero tienes la opción de elegir qué hacer con tu vida —el nadador limpió la lágrima con delicadeza, luego ambos se percataron del acercamiento y Peter retiró su mano rápidamente. Otra vez la incomodidad apareció entre ellos—. Tendremos que quedarnos aquí para que no escape —la chica asintió sonrojada. Sus pokémon sólo observaron la situación con mucha curiosidad.

    Pisos más arriba, el grupo de muchachos se encontraba en el área de investigaciones. Había muchas máquinas y estanterías llenas de archivos y notas. El desorden que había era por ser una zona usada por científicos, no por la situación del resto de la ciudad. La luz no era muy buena, estaba fallando en varias partes.

    Jack, Lyra y Elliot iban a la cabeza, sus pasos eran seguros y rápidos, tenían que llegar lo antes posible al final del edificio e intentar derrotar a Adriana. Un fuerte ruido se oyó como eco por el lugar y un enorme mueble voló por los aires, separando al grupo en dos. Ryan, William, Adam y Daniel quedaron del lado más amplio, pero lejos de las escaleras, mientras que el resto mantuvo la opción de seguir subiendo.

    —¡¿Qué demonios fue eso?! —exclamó el pelirrojo, demandó saber con voz de mando quién había hecho aquel acto.

    —Fuimos nosotros —dijo un hombre delgado pero bajo.

    Cuatro sujetos aparecieron frente a ellos, vestidos con trajes anaranjados al igual que el Rattata de las alcantarillas. También venían de la cárcel y no tenían buenas intenciones. Había un hombre sumamente gordo y alto entre ellos, daba miedo de tan sólo verlo. Los otros dos eran idénticos entre sí, con mirada sombría y largo cabello sin lavar.

    Junto con el grupo, una criatura humanoide estaba situada firmemente mirando a los muchachos, dio unos pasos hasta pararse cerca del sujeto que habló. Tenía la piel gris y un cinturón de pelea en su cintura. Similar a un machamp, pero sólo tenía dos brazos.

    —¿Más criminales? —dijo Karin.

    —Mira, esos son gemelos —comentó Daphne a su hermano, el rubio sólo los observó.

    —¡Nosotros nos encargaremos de ellos! —indicó William— ¡Ustedes continúen!

    Jack los observó y, junto al resto, subió las escaleras. Sus sentimientos eran los mismos que cuando dejaron a Aurora y Peter pisos más abajo. No quería abandonarlos, pero debía hacerlo, estaba ahí para intentar salvar la ciudad del ataque de Adriana, y sus amigos habían aceptado ayudarlo como fuese. No estaba sólo en esta tarea.

    —Son unos niñitos muy valientes —sonrió el más gordo.

    —Se arrepentirán de haberse quedado —dijeron los gemelos al mismo tiempo, usando un tono de voz bastante inquietante.

    Los muchachos tomaron posición para enfrentarse uno a cada uno. William se mantuvo frente al primer sujeto que habló. Ryan se dispuso a pelear con el gordo, no le tenía miedo, ni siquiera estaba intimidado. Del otro lado de la habitación, Adam y Daniel le harían frente a los gemelos.

    El hijo mayor de los Lockhart dejó salir a su simpático mr. mime, mientras que el pelirrojo dejó salir a su fiel lickitung, quien le mostró la lengua al enorme gordo que tenían como oponente. Se parecían bastante.

    En el minuto que Adam dejó salir a Flareon la espaciosa habitación comenzó a calentarse de a poco, casi imperceptiblemente. El jolteon de Daniel también se dejó ver, su pelaje estaba erizado y lleno de electricidad, listo para atacar.

    —¡Nunca derrotarán a los Cara de Machoke! —amenazó el aparentemente líder del grupo— ¡Machoke, usa puño dinámico!

    El humanoide pokémon se abalanzó contra el mimo y su entrenador, con el puño en alto, dispuesto a usarlo contra su circense oponente. No obstante, Mr. Mime comenzó a correr alrededor de su enemigo para evadir los amenazantes golpes del pokémon luchador, siempre con sus manos blancas en alto, como si le apuntasen con un arma.

    —¡Que pokémon tan patético! —se mofó el hombre— ¡Sólo huye del ataque! —se rió.

    El mimo volvió nuevamente con William, éste último se acomodó sus anteojos y comenzó a sonreír.

    —¿Qué te causa tanta gracia? ¿También te ríes de tu inservible pokémon? —preguntó— ¡Tu pokémon es tan malo que hasta tú te ríes de él! —soltó una fuerte carcajada— Machoke, usa lanzallamas.

    El pokémon del sujeto lanzó una demorosa pero poderosa llamarada de fuego contra la pintoresca criatura, iluminando todo el lugar. Sin embargo, la ofensiva impactó en el aire contra lo que parecía ser una muralla invisible. Para desgracia del hombre, la obstrucción estaba demasiado cerca de él, con lo que casi resultó quemado por su propio ataque.

    —El que ríe último ríe mejor —sonrió el heredero mayor de los Lockhart—. Barrera, una muralla invisible que te protege, en este caso te rodea, sólo que no sabes dónde está exactamente.

    Mientras tanto, a su derecha, su mejor amigo se enfrentaba a aquel enorme hombre gordo de intimidante apariencia que no causaba ni el más mínimo temor en el pelirrojo. El sujeto estaba acompañado por un esponjoso y redondo ser, tenía un gracioso rizo en su frente y sus extremidades eran cortas. No obstante, su mirada era siniestra y malvada, eso sí que incomodó a Ryan.

    —¡Jigglypuff, ínflate! —gritó el gordo y el pokémon comenzó a agrandar su tamaño como si de un globo se tratase. Llegó a ser más grande que su propio entrenador.

    —¡Híper rayo!

    Lickitung guardó su lengua y expulsó de su boca un poderoso rayo con tonalidades amarillas y anaranjadas. El ataque hizo que Jigglypuff perdiera su enorme tamaño expulsando todo el aire en su interior a gran velocidad. Sin embargo, el viento que expulsó estaba helado, aunque no lo suficiente como para hacer tiritar de frío al chico y su pokémon, puesto que la temperatura ambiente había ascendido bastante desde que comenzó la batalla entre ambos grupos.

    —Interesante —apuntó Ryan—. Usaste el aire en su interior para ventisca, pero no fue tan efectivo —se burló—. ¿Ves a ese flareon de ahí? —el pecoso entrenador apuntó al felino de cálido pelaje que luchaba junto a su par eléctrico, jolteon— Ha estado usando sofoco desde que salió de su pokéball —el gordo permaneció callado, estaba furioso porque su táctica no había resultado—. Y ahora no podrás volver a usarlo.

    —¿Por qué lo dices? —miró a Lickitung y éste movía sus manos de manera extraña, al mismo tiempo que se burlaba del gordo— Anulación. ¡Maldito infeliz, ya verás! —lo amenazó y sacó de su bolsillo una roca con un tenue brillo verde que emanaba de su misterioso interior— Encontré esto por aquí, será muy útil.

    Jigglypuff comenzó a brillar una vez que le acercaron aquella piedra. Su cuerpo se alargó, al igual que sus orejas. Ahora tenía un vientre blanco y su mirada era más maligna que antes de evolucionar. El rizo de su frente ahora estaba hacia arriba.

    —Un maravilloso wigglytuff —sonrió el gordo—. Veamos qué harás ahora —rió más fuerte que antes.

    Del otro lado de la gran sala de investigaciones, los primos peleaban contra aquellos siniestros gemelos de mirada apagada. Flareon y Jolteon le hacían frente a dos criaturas de la misma especie. Tenían una pequeña trompa y su aspecto era similar a un tapir. La parte superior de su cuerpo era amarilla, mientras que la inferior era marrón. Movían sus manos como si intentasen imitar las olas del mar. Su mirada era algo perversa.

    —Parece que nuestros amigos no pueden pensar claramente —dijo Adam. Aun cuando estaba ante enemigos, mantenía su educada forma de hablar—. ¿Qué crees tú, Daniel?

    —Que son unos idiotas —bostezó su perezoso primo—. Es difícil pensar con calor —se rascó la mejilla derecha.

    —Afortunadamente todos entrenamos para que los movimientos de los demás no nos afectaran demasiado —indicó Adam—. Pero esos drowzee no aguantarán mucho.

    —Deja de ser tan simpático. Luchemos.

    Los gemelos ya estaban sudando a más no poder. El calor ya era muy incómodo, para Ryan y William no lo era tanto porque estaban más lejos, pero sus oponentes se encontraban muy cerca de Flareon.

    —¡Hipnosis! —gritaron al unísono y las psíquicas criaturas lanzaron una inquietante mirada a los felinos mientras continuaban moviendo sus manos, pero las evoluciones de Eevee sólo cerraron los ojos, al igual que sus entrenadores.

    —Escuchen su respiración —ordenó Adam. Los gemelos se quedaron quietos sin reaccionar a eso. La familia evolutiva de Eevee gozaba de una excelente audición, por lo tanto, no les sería difícil prescindir de sus ojos por un rato—. ¡Bola sombra!

    —¡Pin misil!

    Flareon lanzó una esfera tan oscura como la noche misma, la que impactó con uno de los drowzee. Por su lado, Jolteon, lanzó pelos electrizados y puntiagudos contra el otro oponente, quedando clavados en su áspera piel. Ambos pokémon enemigos cayeron debilitados.

    —Esos pokémon tienen muy bajo nivel —indicó Daniel—. Si fuesen buenos entrenadores, lograrían sacar todo su potencial —bostezó y se refregó los ojos.

    —Es una verdadera pena —indicó Adam—. Hubiese querido una batalla algo más épica, o que al menos pudiese recordar en esta noble cruzada. ¿Prestamos ayuda a William y Ryan?

    —Las máquinas destrozadas son realmente una pena —dijo Daniel sin prestar mucha atención a su educado primo—. Dejémosles algo de diversión.

    Los primos ataron a los gemelos de pies y manos para que no pudiesen escapar, éstos no pusieron resistencia, pues confiaban en que sus compañeros salvarían la situación. Luego sólo se limitaron a observar cómo luchaban sus compañeros de batalla. Adam y Daniel interferirían únicamente si fuese necesario.

    —Debo admitir que eres bueno luchando —reconoció el sujeto ante la destreza de William—. Veamos cómo está nuestra suerte —sonrió con malicia—. ¡Metrónomo!

    Machoke levantó sus manos y movió sus dedos índices de un lado a otro por varios segundos. Cuando se detuvo, un fuerte ruido se escuchó por todo el piso, como si algo grande se aproximase. Incluso Ryan y el gordo dejaron de enfrentarse para saber qué era lo que venía.

    Una enorme ola de agua lodosa impactó el lugar, amenazando con arrasar todo a su paso. Daniel sacó a su magneton para que crease un campo electro magnético para elevarlo a él, su primo y los dos felinos, y así el agua no se los llevase por las ventanas hacia el vacío. Ryan y Lickitung se acercaron a William para protegerse con las barreras psíquicas creadas por el mimo. Wigglytuff se infló a más no poder para resistir el impacto del agua.

    Fue tan fuerte la ola que la mayoría de los vidrios se quebraron, dejando salir el agua, desde afuera se veía como una sucia cascada, llena de herramientas de investigación, algunos muebles y máquinas. Los gemelos lograron salvarse de milagro al chocar con una muralla y el gordo se aferró a su pokémon. Mientras que Machoke y su entrenador aún se mantenían entre las barreras que Mr. Mime había creado hace algunos minutos.

    —¡Estúpido! —gritó el enorme oponente del pelirrojo desde detrás de su wigglytuff— ¡Casi nos matas también a nosotros!

    —¡No seas llorón! ¡No te pasó nada! —le respondió.

    Campo de niebla —ordenó William y su circense compañero creó una blanca niebla que oscureció aún más el lugar, era ligeramente fría—. Ya estoy harto de esta batalla.

    Mr. Mime quitó las barreras, se pudo notar por el hecho de que la niebla también rodeó al sujeto y su Machoke, pero ellos no se percataron. El mimo se movió hasta acercarse lo suficiente al musculoso y le propinó un fuerte golpe con su puño envuelto en llamas, dejándolo inconsciente en el piso.

    —¡Machoke! —su entrenador se le acercó con rapidez, pero chocó con una nueva barrera puesta por el psíquico, quedando noqueado como su pokémon.

    —Patético —lo miró por encima del hombro—. ¡Ryan, no te demores! —apresuró a su amigo.

    —¡Movimiento sísmico!

    Se escuchó entre la niebla y el ahora no inflado Wigglytuff voló entre la bruma, cayendo abruptamente al suelo, cerca de los pies del enorme gordo. La expresión del criminal fue de susto y pánico, y sólo atinó a escapar cobardemente, dejando solo a su caído pokémon.

    La lengua de Lickitung atravesó la habitación y lo rodeó, dejándolo inmóvil. La niebla comenzó a disiparse, permitiendo ver todo el desastre que el agua lodosa había ocasionado. No sólo estaba todo mojado, había barro en varias partes. Las pérdidas eran enormes.

    —Que escandalosos —se quejó Daniel al mismo tiempo que Magneton los bajaba. Adam se sintió asqueado por el aspecto del suelo.

    —Tendremos que quedarnos aquí —agregó William—. Podrían despertar en cualquier momento y deben volver a la cárcel.

    Se armaron de ánimos para permanecer ahí hasta quién sabe qué hora. Sólo les quedaba confiar en que Jack y los demás acabarían con el origen del ataque.

     
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  2.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Saludos.

    Así que Aurora y Peter están a punto de darse cuenta de sus sentimientos hacia el otro.

    Me pregunto cómo es que un wiglyttuff tiene una mirada maligna. En serio, es literalmente un conejo rosa. xD

    Esos Cara de Machoke como que pudieron buscar mejor nombre para su pandilla. ¿y si evoluciona el machoke se harán llamar Cara de Machamp?

    Noté que no siempre pones los nombres de los pokémon en mayúscula, lo que como que da una sensación de desorden. O siempre mayúscula o siempre minúscula.
     
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  3. Threadmarks: Capítulo 45 - Terror en el décimo quinto piso
     
    Thranduil

    Thranduil Entusiasta

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    Holi mis niñes, les vengo con nuevo capítulo, pero antes a comentar lo comentado.

    Dark RS: La idea de que Aurora y Peter tuviesen algo se me ocurrió mientras escribí el capítulo, no lo tenía planeado, así que no profundizaré mucho en ello en lo que queda de fic. La mirada maligna de wigglytuff lo puse justamente para hacer contraste con su apariencia, aunque me baso en el hecho de que un pokémon tiene esa actitud por haber crecido con una persona de malas intenciones. Los cara de machoke, fue porque no se me ocurrió otro nombre. Cuando me refiero al pokémon como especie, lo escribo con minúscula, pero cuando me refiero al pokémon por su nombre, lo haga con mayúscula, pues si te fijas, ninguno de los entrenadores que aparece en mi fic, le ha puesto nombre a sus pokémon, entonces los llaman por el nombre de su especie y éste pasa a ser su nombre, en esos casos lo veo como sustantivo propio y no común. Gracias por seguir leyendo y comentando.

    Capítulo 45 - Terror en el décimo quinto piso



    El chico de anteojos observó al cielo sobre ellos, como si tuviese la esperanza de poder ver a través de todos esos pisos que se interponían entre él y sus hermanos. Bajó la mirada para volver a la realidad. Tenían a cuatro delincuentes atados frente a ellos y era su deber vigilar que no intentasen escapar.

    —Estás preocupado por ellos —aseveró Adam al notar la expresión del joven.

    —Siempre estamos los tres separados —explicó William—. Viajando de aquí hacia allá, sin rumbo fijo. Ellos pudieron salir solos al mundo al cumplir los catorce, pero aun así viajaban de vez en cuando, pero acompañados —suspiró profundamente—. Nunca antes he estado preocupado por su seguridad, siempre han sabido valérselas por sí mismos.

    —Pero esta vez es diferente —terminó el entrenador del flareon y el chico de los lentes asintió—. Lo más cercano que tengo a un hermano es Daniel —su primo bostezó sin mostrar mayor emoción por aquellas palabras—. Aunque es bastante especial —sonrió.

    —No estar pendiente de sus hermanos hizo que William pudiese ser el entrenador que es ahora —comentó Ryan—. Además, es difícil ser heredero de la compañía más grande del país entero y un entrenador a la vez.

    —Mis hermanos son muy capaces, pero —se detuvo en un momento, su mejor amigo sabía qué lo inquietaba—. Ambos son muy especiales. Daphne es muy fría con las personas, mientras que Stephen es muy distante y reacio a la sociedad. A los dos les gusta observar todo desde afuera y sólo interfieren por su propia conveniencia…o diversión —explicó—. Y ahora están aquí…luchando por un bien común.

    —Eso es lo que provoca Jack en la gente —indicó Adam—. Puede motivar con sus ganas de ayudar al resto. Mira a Daniel, es alguien muy perezoso e individualista, pero aquí está —lo miraron y rieron.

    —Sólo vine a ver las máquinas —se excusó y se puso sus audífonos para ignorar al resto.

    Ya estaban en el piso número quince, en la mitad del edificio más grande de la región. Estaba oscuro, la energía eléctrica ya no llegaba tan arriba, pero a esa altura, el sol aún lograba iluminar un poco desde el horizonte, aunque quedaban pocos minutos para que se escondiese.

    Ahora sólo quedaban seis de los doces jóvenes que entraron a combatir. Jack estaba al mando del pequeño grupo de ofensiva, junto con Lyra y Elliot, cada uno a un costado del chico. Karin, Daphne y Stephen caminaban tras ellos. Acompañados por una gaseosa criatura de penetrantes ojos y traviesa mirada.

    —La electricidad reservada para emergencias aún no se ha activado —indicó la rubia.

    —Gastly, inspecciona este piso —ordenó el rubio y el fantasmal ser desapareció frente a los muchachos. Después de casi un minuto, se manifestó nuevamente, se acercó a su entrenador y se comunicó con él—. Ya veo, gracias. Hay dos sujetos en este piso —susurró hacia sus compañeros—, nos están esperando un poco más adelante.

    —¡Maldición! —regañó Elliot— Más obstáculos.

    —Descuida —calmó la rubia—. Mi hermano y yo nos encargaremos de ellos. Vayan por ese pasillo —señaló un camino hacia la izquierda—. Los llevará hacia el siguiente piso, por las escaleras de emergencia.

    —¿Estarán bien? —preguntó Jack con preocupación, ya estaba dejando a muchos de sus compañeros atrás. Se estaban arriesgando por él.

    —Por supuesto —indicó Stephen—. Prácticamente nos criamos aquí, conocemos el edificio al revés y al derecho. Ya váyanse.

    Jack y los demás partieron por el camino indicado y llegaron a una puerta gris con una señal de escape. Se adentraron y los gemelos no los vieron más.

    —Debimos haber usado esas escaleras desde un principio —agregó la chica con algo de vergüenza.

    —No sabíamos que habría tanta gente aquí —se excusó el chico, a él tampoco se le había ocurrido esa idea—. Digamos que es culpa de William, es el mayor, debería haber pensado en eso —su hermana concordó.

    Más adelante dos hombres de horrible aspecto y trajes anaranjados estaban esperando para atacar. Uno de ellos era sumamente gordo y estaba acompañado de un arbok, el otro era delgado y de mirada aguileña, con un persian cerca de él que no paraba de lamerse el cuerpo.

    Una espesa niebla blanca se apoderó del lugar y, aunque su color no se notaba demasiado, era posible distinguir la abrupta baja de temperatura. Aquella bruma hizo tiritar a los dos sujetos, el más flaco estornudó. Los brazos descubiertos y sus caras se llenaron de débiles escarchas que se derretían al someterlas a temperatura corporal.

    —¿Qué demonios sucede aquí? —preguntó el obeso.

    —No tengo idea.

    —Nada como usar niebla y vaho gélido —dijo Daphne desde el anonimato.

    —¡¿Quién está ahí?! —demandó saber el más delgado, con voz desafiante.

    Hipnosis —expresó el rubio con calma.

    Por detrás del sujeto más gordo apareció una maligna sombra con ganas de hacer travesuras, sus ojos eran rojos y no paraba de emitir una inquietante sonrisa. La oscuridad andante tomó forma, era abundante en cuerpo pero muy liviano, con extremidades cortas y orejas puntiagudas. El mayor y mejor exponente del tipo fantasma observó profundamente al obeso delincuente y su cobra. Ambos cayeron dormidos.

    —Esto será fácil —dijo el chico, quien parecía cambiar de lugar, pues su voz provenía de una dirección diferente—. Encárgate del otro —le dijo a su hermana.

    La poca luz y la niebla no le permitían a los gemelos ver mucho, pero si eran capaces de saber dónde estaban sus enemigos. Ahora la rubia iba por el delgado, quien había echado a correr junto al felino. Lamentablemente, para su desfavorable situación, una pared de hielo apareció rápidamente ante él, el sujeto y el gato chocaron con la muralla. La nariz del hombre comenzó a sangrar por el fuerte impacto.

    Todo estaba oscuro y su respiración se agitó lentamente, sintió cómo su corazón casi se le salía del pecho por tanto latir. No sabía dónde estaba ni cuánto tiempo llevaba ahí. Una lejana luz apareció en el infinito, poco a poco se le acercó acompañada de un ruido. En minutos, un tren pasó muy cerca de un hombre gordo y asustado, con la adrenalina a flor de piel.

    Luego del susto, el hombre observó detenidamente el lugar. Frente a él un riel y más allá un campo de flores mecidas por la brisa y un sendero que lo bordaba, al final una casa que lo esperaba con calidez. Sabía perfectamente qué lugar era. Su casa yacía ante sus ojos, el hogar que tenía antes de caer en la bajeza del crimen, antes de la vida delictual.

    Corrió apresurado, no tenía muy claro cómo llegó ahí, pero anhelaba ver nuevamente el rostro de su familia. La puerta estaba abierta, entró y vio a una mujer de espaldas con el cabello tomado, estaba sirviendo la comida, se podía sentir el olor del pan recién hecho.

    —Te estábamos esperando, hijo —dijo la mujer con mucha dulzura—. Es hora de comer, es hora…de volver a casa.

    La mujer volteó y el hombre pudo ver un horrible rostro púrpura y oscuro, con ojos rojos y una enorme sonrisa que recorría toda su cara. El hombre dio un grito de terror y se dispuso a huir del lugar, pero más personas aparecieron, en circunstancias similares. El sujeto cayó, no tenía hacia dónde escapar, aunque sus falsos familiares sólo lo observaban con esa maliciosa mirada, tan sólo sus presencias impedían que el hombre reaccionara.

    Entre gritos, Stephen se sentó a ver cómo el hombre gordo se retorcía en el piso al costado de su arbok totalmente sumergido en el sueño. Conocía al sujeto del incidente en el cementerio de Lavanda, les había dado un buen susto aquella vez. Aunque ahora, el chico estaba llegando más lejos con su ofensiva.

    Come sueños, el ataque favorito de Gengar —miró a su pokémon, quien sonriendo le causaba dolor al desdichado hombre—. Lo que le haces ver debe ser algo muy feo —sonrió. Sabía que su pokémon gozaba de una mal sana atracción por el susto hacia otros, sin arrepentimiento podía dejar a una persona gritando—. Sigue así por un rato. Recuerda que somos los buenos.

    Por otra parte, la rubia analizaba con sumo cuidado las ideas que venían a su mente para divertirse con aquel cobarde hombre. El hielo había quedado manchado con sangre. A penas el sujeto reaccionó, comenzó a arrancar nuevamente por otro pasillo, junto a Persian, quien más que correr se resbalaba por el piso, tropezando cómicamente con algunas sillas. La chica se puso unas orejeras en forma de audífonos, para cubrir sus oídos.

    Canto helado —una dulce melodía salió de la boca de Dewgong, al mismo tiempo que avanzaban tranquilamente por el camino que el sujeto recorrió. El sonido era tan frío que provocó escalofríos en el cuerpo del hombre y el felino.

    Nuevamente chocaron con una pared de hielo. La bruma desapareció, había quedado en la lejanía, sin embargo, la poca luz de sol que entraba era suficiente para ver que todo estaba cubierto por una delgada capa de hielo, haciendo que la habitación pareciese estar hecha de ese material.

    Al costado, un cuadro llamó su atención por unos segundos, la obra se distorsionaba por el hielo sobre ella, no permitiendo ser apreciada por su desafortunado observador. Repentinamente, un brazo de hielo se formó de la pintura, pareciendo como si saliese de ésta, permaneció quieto por un instante, el hombre y el gato se quedaron inmóviles ante tal suceso. Con movimientos tiesos y crujidos como sonido de fondo, el brazo se movió y capturó al sujeto tomándolo por el cuello y levantándolo en el aire.

    —¡Persian, usa joya de luz! —ordenó mientras intentaba soltarse y pataleaba.

    Del cristal rojo en la frente del felino, salió un haz de luz blanca que impactó a su entrenador, destrozando todo el hielo que lo inmovilizaba.

    —¡Ahora hazlo con la pared! —ordenó— Debemos salir de aquí, nunca debimos venir —se dijo arrepentido.

    El felino se paró frente a la muralla de hielo dispuesto a atacar, pero una sombra apareció del otro lado, era grande y misteriosa. La temperatura descendió nuevamente.

    —¿Qué demonios sucede?

    —Si yo fuera tú, no saldría por ahí —Daphne apareció detrás del hombre junto a Dewgong.

    —¿Por qué? —le preguntó, le extrañaba que una niña estuviese ahí, su estado de shock hizo que no fuese capaz de asociarla con la voz femenina que había escuchado antes. Los últimos acontecimientos no lo dejaron razonar bien.

    La rubia no alcanzó a responder debido a que la pared se rompió en varios pedazos al ser atravesada por una enorme concha cerrada, con una gran punta que salía peligrosamente de su interior, amenazando lo que estuviese a su paso. El hombre y su pokémon fueron impactados, siendo arrojados a los pies de la chica, quedando inconscientes y sin moverse.

    —Fue fácil —comentó la chica a sus compañeros—. Pero debemos perfeccionar esa técnica, Cloyster —miró a la enorme concha que se abría, dejando ver su delicado y oscuro interior—. Los movimientos de ese brazo fueron muy tiesos, falta más fluidez.

    Inesperadamente, una fuerte explosión remeció abruptamente al edificio, todos en su interior pudieron sentirlo. Fue un movimiento bastante agresivo que inquietó a la chica y su hermano, quien apareció corriendo por el pasillo por donde ella llegó.

    —Fue en las escaleras de emergencia —advirtió Stephen.

    —A varios pisos de aquí —indicó la chica—. No podemos ir, debemos vigilar a estos sujetos —lo miró con pesar—. Sólo nos queda esperar que ellos líen con lo que sea que los esté esperando.

    Pisos más arriba, una enorme polvareda se había levantado en el lugar y no dejaba respirar tranquilamente al ahora cuarteto de niños. Las escaleras de emergencia se habían destruido y su único camino era ir piso por piso.

    —¡Maldición! ¡¿Están todos bien?! —preguntó Jack. Sus tres acompañantes aparecieron tosiendo, su mejor amigo fue el primero que se detuvo.

    —¡Estoy seguro que esto lo hicieron adrede para obligarnos a ir por el otro lado! —advirtió con molestia— ¡Debe haber más gente ahí esperándonos!

    —Entonces no hay más opción —indicó Jack—. Nos enfrentaremos a cada uno de ellos.

     
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  4. Threadmarks: Capítulo 46 - La doncella de tierra
     
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    La Historia de Jack Evans
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    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    1977
    Capítulo 46 - La doncella de tierra



    Llegaron al piso número veinte, no había mucho lugar dónde esconderse y la luz ya se había ido por completo. Todo estaba oscuro, pues el sol ya se había escondido y no se dejaría ver hasta el otro día. Caminaron con cautela para no llamar la atención, el enemigo podría estar observándolos.

    Un fuerte hedor inundó el lugar, era sumamente asqueroso. La pestilencia era tal, que casi hizo vomitar a Jack y sus amigos.

    —¡¿Qué demonios es ese olor?! —preguntó Elliot entre arcadas.

    Las luces se encendieron en todo el edificio, el generador eléctrico para emergencias había comenzado a funcionar. Sin embargo, a pesar de que el lugar no estaba desordenado, aunque sí sucio, el panorama no mejoró para los muchachos, frente a ellos se encontraba parado un hombre considerablemente alto, musculoso, con rasgos fuertes y marcados. Lucía una frondosa barba y cabello negro peinado hacia atrás. Su mirada era seria e inquietante, expresaba enojo desde su interior.

    —Al fin nos conocemos, mocosos —dijo con una voz ronca y profunda.

    El sujeto estaba acompañado por un ser flotante de dos cabezas, que mantenían una expresión de lamento en sus rostros, y una esfera bicolor, como si fuese una pokéball gigante. Tenía el color blanco hacia arriba, no paraba de sonreír y algunas chispas salían de su suave cuerpo de vez en cuando.

    —¡¿Quién eres?! —demandó saber Jack, utilizando una voz fuerte.

    —Su nombre es Iván Kazcynski —explicó Elliot—. Uno de los esbirros de Adriana.

    —Una palabra bastante fuerte para un simple niño —interrumpió el sujeto con malhumor—. ¿Cómo demonios sabes mi nombre?

    —Lo averiguamos por ahí —explicó Karin con un tono bastante cortante y poco amistoso.

    Anteriormente, los líderes de gimnasio se habían encargado de dar con sus nombres, luego de la batalla en las afueras de la cueva al norte de Celeste, y se aseguraron de informar a todos los involucrados en el plan sobre ello.

    —Eres la hija del gobernador, ¿cierto? —preguntó Iván con evidente interés. La chica no contestó—. No lo niegas —sonrió, aunque sin malicia en su expresión—. Tu padre hizo que me despidieran hace más de cuatro años, creo que ahora podré vengarme…acabando con lo que, supongo yo, es lo más preciado que tiene —rió.

    —¡Ella no tiene la culpa de que te hayan despedido! —se involucró Elliot— ¡Tendrás que pasar por encima de mí para…!

    —¡Acepto tu reto! —lo interrumpió la chica.

    Elliot quedó algo avergonzado, pues estaba intentando defenderla de aquel hombre y ella lo había rechazado. Sin embargo, la sorpresa era aún mayor, no esperaban tal reacción de una niña mimada como Karin, en la sociedad no era común que alguien con la personalidad de la chica demostrase semejante valentía en una situación así. Pues, la chica era de aquellas personas que esperan a que los demás hagan las cosas por ellos, de esos que no mueven ni un solo dedo.

    —Karin, puede ser muy peligroso —se le acercó Lyra, a pesar de ser rivales en los concursos, sentía aprecio y respeto hacia ella—. No sabemos con qué truco saldrá, ni siquiera sabemos si es verdad lo que dice.

    —Yo le creo.

    Lyra y los demás observaron en los ojos de Karin una mirada llena de gallardía y determinación. Vieron en su rostro esa expresión que sólo toman las personas que enfrentan su destino con estoicismo y miedo al mismo tiempo.

    —¿Por qué lo tomas como algo personal, Karin? —preguntó Jack, quien se había mantenido al margen ante la decisión de la chica.

    —Recuerdo haber escuchado una conversación de mi padre por teléfono, en la que decía que debían despedir gente, que no era necesario tanto personal para una simple excavación —respiró con profundidad y continuó—. He escuchado a mi padre decir cosas con las que no estoy de acuerdo, sé que ha hecho cosas que no serían bien vistas si se expusieran a la opinión pública —explicó con pesar y vergüenza—. A veces, debemos cargar con la culpa de nuestros padres y enfrentarla. Debemos lidiar con sus errores. Es injusto, pero así es. La sociedad no te da otra opción.

    Jack la escuchó con atención y la entendió a la perfección. A él le sucedía algo similar, cargó con la fama de su familia por muchos años, soportando las expectativas que las demás personas tenían sobre él, aguantando que decidieran por él.

    —¿Es algo que debes hacer sola? —preguntó Jack y sus amigos miraron a la chica con preocupación, con la esperanza de que la respuesta fuese no.

    —Sí. Estaré bien —respondió—. Váyanse. ¡Ahora!

    Los tres amigos corrieron hacia las escaleras no muy convencidos de si debían hacerlo realmente o no, estaban dejando atrás a su amiga. Iván ni se inmutó por la partida de los jóvenes, sólo observó a Karin con desdén, expresando subestima hacia la chica.

    —¡Esperé mucho por una oportunidad así! —exclamó con una insana alegría— Aunque nunca pensé que fuese a suceder de esta manera. ¡Electrode, paralízala con onda trueno!

    La esfera bicolor generó una leve carga eléctrica a su alrededor y la lanzó hacia la chica. No obstante, Karin reaccionó hábilmente y justo en el momento que su oponente dio la orden, ella lanzó una cápsula de dos colores.

    La ofensiva eléctrica no llegó a la muchacha, pero dio con la luz que salió de la pokéball lanzada por la joven entrenadora. En pocos segundos, Iván entendió por qué el ataque no dio en el blanco. El pokémon ante él era una especie de rinoceronte con una enorme y poderosa coraza gris de piel que le servía como armadura natural, tan dura como una piedra. Su mirada era tranquila, aunque era evidente que pertenecía a esa clase de pokémon que no deben ser molestados por ningún motivo cuando se les encuentra en estado salvaje.

    —Imagino que ese rhyhorn tiene la habilidad pararrayos —apuntó el sujeto.

    —Sí, pero no te preocupes, no lucharas contra él —advirtió Karin—. Él solo está para ayudarme contra movimientos eléctricos. Pelearás contra estos dos. ¡Sandslash! ¡Marowak!

    La chica lanzó dos pokéballs más, de la primera salió un roedor con peligrosas espinas en su espalda y amenazadoras garras en sus manos. De la otra cápsula apareció una criatura bípeda de piel marrón con barriga beige, su cabeza era un verdadero cráneo al descubierto y portaba un hueso en su mano derecha.

    —Tienes ventaja contra Electrode, pero no podrás alcanzar a Weezing —indicó Iván, evidenciando el escenario actual de la batalla—. ¡Bomba lodo!

    La criatura con dos caras comenzó a lanzar lodo con tintes púrpuras de sus bocas, la cabeza más grande apuntó hacia el roedor, mientras que la otra intentó atinarle al que portaba el hueso. Ambos pokémon corrían por el piso para esquivar las bombas del enemigo, saltando entre sillas y mesas que en pocos segundos eran manchadas por el ataque de la tóxica criatura.

    —¡Giro vil! ¡Garra umbría!

    Sandslash se acercó rápidamente a Weezing con sus garras ensombrecidas por un halo oscuro que las rodeó, para hacerle un fuerte corte entre los dos rostros. Por otra parte, Marowak se acercó por detrás de su compañera, la utilizó para impulsarse y agarró a su flotante enemigo de una de las conexiones que tenía con la pequeña tercera esfera que poseía su cuerpo, para hacerlo girar en el aire y arrojarlo contra su entrenador, cayendo ambos al suelo por el impacto.

    —Maldición —murmuró con su pokémon sobre él—. ¡Doble rayo! —Electrode aprovechó la cercanía de sus oponentes y lanzó de sus ojos unos rayos azules, uno contra cada contrincante, dándole a ambos en sus costados y lanzándolos a los pies de su entrenadora— Debo reconocer que eres hábil para ser una niña mimada que está siempre rodeada de lujos y porquerías que sólo le interesan a la clase alta —comentó mientras se ponía de pie.

    —Puede que tengas razón —dijo mientras ayudaba a parar a sus amigos—. Pero no entreno pokémon del tipo tierra porque sí, existe una razón —el sujeto calló—. Desde que mi madre murió he estado rodeada de lujos y cuidados, para que nada me faltase en su ausencia. Por otra parte, la tierra está relacionada con la suciedad y el polvo, lo que es totalmente contrario a lo que yo acostumbro, es por eso que entreno pokémon de ese tipo, la tierra me hace sentir viva, ellos me hacen sentir viva. Me sacan de la rutinaria vida de una niña, cuyo único futuro que le espera es ser una socialité. Al menos eso era antes—se corrigió a sí misma y miró a sus amigos—. Además, quiero que los otros vean la belleza que veo en ellos, por eso participo en los concursos. A veces es necesario jugar con tierra.

    —Eso sólo te hace ser más mimada y egoísta —sentenció Iván. La chica lo miró con sorpresa—. Sólo deseabas tener lo que te prohibían y lo obtuviste. ¡Te saliste con la tuya! Toda mi vida crecí con carencias, me hice experto en explosivos para ganar dinero y tu padre llegó decidiendo por nosotros que ya no era necesario que trabajáramos —se desahogó con furia—. ¡El que tiene todo siempre quiere más, y al que tiene poco siempre le quitan lo poco que tiene! ¡Giro bola!

    Electrode comenzó a girar velozmente y avanzó hacia sus adversarios. Sandslash y Marowak esquivaron la ofensiva, más la amenaza rodante no se detuvo, pues su objetivo no era más que la chica, sin embargo, Rhyhorn se interpuso y recibió el impacto en todo su rostro, quedando inconsciente al instante.

    —Maldita sea —susurró y regresó a su amiga a la pokéball—. La había capturado hace muy poco, no logré entrenarla adecuadamente.

    —Excusas baratas para justificar tu ineficiencia como entrenadora —se burló con desdén—. ¡Polución!

    El pokémon flotante, quien ya se había recuperado de los golpes, empezó a emanar un peligroso gas púrpura que inundó rápidamente el lugar. El hombre comenzó a reír.

    —¡También serás envenenado!

    —¡No importa! ¡Lograré mi venganza contra tu padre! —rió más fuerte y comenzó a toser— ¡No saldrás con vida…!

    El sujeto paró de hablar abruptamente al ver las manos vacías de Marowak, luego miró a la chica, quien estaba sonriéndole. Iván volteó con brusquedad y un hueso salió de entre el gas, golpeándolo en todo el rostro. El experto en explosivos cayó al suelo y no volvió a levantarse.

    Electrode y Weezing se miraron confundidos y comenzaron a emitir un fuerte brillo blanco. Todo el piso quedó inundado por ese silencio que indica que algo peligroso está cerca. Ambos pokémon decidieron explotar luego de ver caer a su entrenador ante sus propios ojos y la chica se percató de eso. Un intento desesperado de las desdichadas criaturas.

    —¡Desenrollar! ¡Hueso palo!

    Marowak corrió hacia la esfera y lo golpeó con su hueso, mientras que Sandslash se enroscó y embistió a Weezing. No obstante, las explosiones si sucedieron, pero en menor medida debido a la interrupción de los pokémon de Karin, sin embargo, éstos no salieron ilesos, parte de la energía liberada por el estallido dio con ellos.

    Karin tomó una de las sillas y la arrojó contra una ventana, para poder ventilar el lugar, era necesario sacar ese gas venenoso, podrían terminar muriendo. Marowak la ayudó usando su hueso como boomerang. Una vez hecha suficiente ventilación, la chica se acercó a su oponente caído.

    —Elegí a los pokémon de tierra para decirle a mi padre que yo soy la que decide mi futuro y lo que me rodea, y no otros —explicó sabiendo que no la escucharía, sólo necesitaba descargar sus pensamientos—. Cada quien elige su vida…sobre todo cuando otros intentan manejarla por uno. Tú elegiste el rencor y la venganza. Yo elegí la tierra…y no me arrepiento de haberlo hecho —miró a sus pokémon y corrió a curarle sus heridas.

     
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    Holi mis niñes, les vengo con nuevo cap.

    Capítulo 47 - El espía



    El lugar estaba ordenado y pulcro, lleno de asientos forrados de rojizo oscuro que miraban hacia un estrado imponente, era una sala de conferencias bastante grande. La luz había llegado hace bastante rato y el trío de amigos se encontraba en un piso aparentemente solitario y sin nadie al asecho. Aunque estuviese gran parte del salón a simple vista de los jóvenes, no podían fiarse.

    Se acercaron por el pasillo de en medio, caminando cautelosamente por una aspirada alfombra negra. En el escenario, apareció un hombre de detrás de unas enormes cortinas púrpuras. Su cabello era corto y oscuro, llevaba puesta una chaqueta azul marino y pantalones negros.

    —Por ahí pueden continuar al siguiente piso —indicó amablemente el hombre hacia una puerta al costado de la tarima—. La batalla que les espera será difícil —el hombre los observó con sus profundos ojos marrones.

    —Eres Esteban Philby —indicó Elliot con voz desafiante—. Otro esbirro de Adriana. ¿Por qué deberíamos creerte? —preguntó con molestia.

    —No soy un esbirro, como tú dices —aclaró sin pesadez—. Sólo la ayudo a conseguir lo que quiere. Además —prosiguió—, esa de ahí es la única salida para continuar subiendo este interminable edificio, aunque ya queda poco para la cima.

    —Supongo que no nos dejarás pasar, así como así, ¿verdad? —adelantó Jack con prisa en sus palabras.

    —Efectivamente —el sujeto mantenía ese halo de misterio en su hablar y no olvidaba esa intranquilizante simpatía en su voz—. Uno de ustedes deberá quedarse a pelear, los otros podrán seguir.

    Como él tenía que ser quien llegase a la cima para enfrentar a la pelirroja, Jack se veía obligado nuevamente a abandonar a uno de sus amigos, esta vez eran los más cercanos lo que disputaban un puesto para quedarse atrás. El chico no era capaz de decidir, no estaba en su naturaleza pensar en uno por sobre el otro, su manera de ser se guiaba por verlos a todos igual, y sus amigos estaban al tanto de esto.

    —Yo me quedaré —anunció Elliot ante la cara de ansiedad e inquietud de su compañero—. Así no tendrás que decidir entre ninguno de los dos.

    Los tres se dieron un cálido abrazo, como esos que das a una persona que no verás en mucho tiempo. Se despidieron, no sin antes agradecerle a Elliot por su amistad y valentía. Jack y Lyra abandonaron el lugar a vista y paciencia del hombre en el escenario, quien sólo se limitó a seguirlos con la mirada.

    —Bien. Ya tienes lo que querías.

    —Esto no es lo que quiero —indicó Esteban—. Pero si me llevará a lo que quiero —Elliot lo miró con extrañeza, pues no entendió muy bien lo que le acababa de comunicar—. Verás, no me interesa en absoluto si Adriana triunfa o no, ni siquiera sé muy bien lo que desea —el chico notó un dejo de desdén en su voz—. Mi objetivo es otro, sólo vine a hacerme con un pokémon. Acercándome a Adriana, me acercaría a éste.

    —¿Qué pretendes con ese pokémon? —preguntó el muchacho con enojo.

    —Eso no es de tu incumbencia, mocoso —las palabras de Esteban dejaron de ser amables, desde que Jack y Lyra abandonaron el auditorio, el tono en la voz del sujeto había cambiado. La cínica amabilidad en su expresión había quedado en el olvido—. Tauros.

    El hombre dejó salir de su pokéball a un enorme toro de pelaje marrón y con tres colas, chocó su pata delantera derecha contra el suelo, dispuesto a atacar cuando su entrenador lo ordenase. Por el otro lado, el chico liberó a una masa viviente de color púrpura oscuro, era sumamente viscosa y expelía un hedor bastante desagradable, no obstante, a Elliot no le molestó. La criatura era puro lodo, y del contaminado.

    —¡Muk! —gritó el chico con fuerza— ¡Usa residuos! —el fango andante abrió su boca y expulsó una asquerosa mezcla entre lodo y basura en descomposición. Tauros y Esteban comenzaron con un dolor en sus gargantas, las ganas de vomitar ante tal olor eran enormes, especialmente para el toro, quien recibió el ataque en toda su delantera.

    —¡Qué asco! —sentenció el hombre— ¡Retribución!

    El cuadrúpedo se sacudió un poco la basura de su pelaje y corrió por el pasillo entre los asientos para golpear a Muk en todo su frente. Sin embargo, Tauros quedó atascado en la viscosa criatura. El lodo viviente comenzó a cubrirlo lentamente, mientras su desdichado oponente rugía ante la impotente mirada de su entrenador. Muk cubrió por completo a su contrincante.

    —Se nota que sólo eres un niño —sonrió de improvisto el sujeto—. Te enseñaré una interesante forma de usar protección.

    Ante la expectante preocupación de Elliot, una esfera verde y transparente se formó de adentró del muk, quien fue lanzado en pedazos hacia diferentes lugares del salón, muchas sillas quedaron embarradas. El chico no supo ni qué decir ante lo ocurrido, sólo atinó a sacar una nueva pokéball, su muk demoraría en reunirse completamente para volver a luchar.

    De la cápsula salió una criatura de cuerpo circular más no obesa, tenía nariz de cerdo, pero apariencia de simio, estaba cubierto por un pelaje beige muy claro, con excepción de sus extremidades, con grilletes en éstas. Su mirada irradiaba una ansiosa ira sólo dominada por el joven entrenador.

    —¡Tajo cruzado! —ordenó el chico.

    El simio se alzó contra el toro y le propinó un fuerte golpe con su puño derecho en todo el rostro, el puño izquierdo no se hizo esperar desde el otro lado. El cuadrúpedo quedó algo mareado por la veloz ofensiva del luchador y retrocedió algunos pasos.

    —Descansa —indicó Esteban a su tauros. El hombre se mostraba como alguien cínico y calculador, incluso había revelado estar al servicio de Adriana por mera conveniencia, no obstante, demostró un sentimiento de apego y preocupación hacia su pokémon—. Dodrio.

    Un ave de tres cabezas apareció para reemplazar al toro, tres largos cuellos lo unían a un cuerpo lleno de un plumaje marrón y claro. Tenía afiladas garras y una cola de plumas rosas. Cada cabeza tenía dos plumas negras y las tres caras tenían una expresión diferente, la más furiosa era la de en medio, parecía ser la líder de las tres y miraba atentamente al simio luchador del chico.

    —Para ser alguien tan falso, te comportas muy bien con tus pokémon —indicó Elliot para ganar tiempo y buscar una forma de vencer—. ¿Por qué haces esto? Según lo que sé, nunca fuiste una mala persona.

    —¿El viejo Oak te contó todo? —preguntó con un leve tono de desdén.

    —Sé que tus padres eran amigos de los Evans y de otra familia más—respondió con cautela—. Tú solías jugar con Jonathan y el hijo de esa otra pareja. Tus padres y los padres de él murieron en un accidente cuando ustedes eran jóvenes. Luego quedaron a cargo de otra persona.

    —Es verdad —afirmó sin mucha importancia—. Pero apelar al sentimentalismo no hará que me desvíe de mi objetivo —advirtió con molestia, las palabras del chico no habían sido de su agrado.

    —Entonces, ¡¿por qué me dijiste que estás aquí, por tu estúpido interés egoísta?!

    —Porque no saldrás vivo de ésta —murmuró sin estar del todo convencido—. ¡Pájaro osado!

    —¡Primeape, cuidado! —gritó Elliot con una angustiosa preocupación.

    En cuestión de segundos, las tres cabezas del dodrio enemigo se concentraron amenazadoramente en el pokémon de Elliot y se envolvieron en un halo celeste que emulaba perfectamente al fuego azul. El ave se trasladó rápidamente por la alfombra negra, que ahora se encontraba sucia por el lodo, y embistió al luchador en todo su frente.

    El golpe fue tan abrumador y brutal que lanzó al primeape contra su entrenador, botándolos al suelo. Dodrio volvió con Esteban, aunque algo más cansado. Por otro lado, Tauros se posicionó al costado de su camarada. Rascó el suelo con furia.

    Primeape estaba inconsciente sobre Elliot, quien a duras penas se enderezó más no se paró. El chico observó la escena, no sabría si lograría sacar a otro pokémon para que lo ayudase. Elliot era de esos a los que no le gustaba jugar con ventaja ante otros, si dejaba salir a otro de sus compañeros, habría usado un pokémon más que su oponente, aun siendo una situación de peligro, odiaba la idea de hacerlo. No obstante, si no se arriesgaba ahora, tal vez no podría llegar a la Liga y cumplir su promesa, ya tenía las ocho medallas de Kanto, estaba muy cerca como para empezar de nuevo o dar marcha atrás.

    —¿Qué vas a hacer? —sonrió Esteban, quien se había quedado sin hacer nada para ver si el chico intentaba defenderse de alguna manera— ¿Te quedarás en el suelo con cara de idiota para que acabe fácilmente contigo? —se burló— No ha sido difícil para mí hasta ahora.

    No tuvo más remedio. Elliot sacó otra cápsula bicolor. Inmediatamente, Esteban dio la orden a sus pokémon para que atacasen, pero cuando se dispusieron a hacerlo, algo no los dejó avanzar hacia el chico. Miraron sus patas y algunas partes del dispersado muk las cubrían con fuerza.

    El chico aprovechó la inesperada distracción del enemigo y sacó a su mejor guerrero, al que le había dado varias victorias en el pasado y con quien se había encariñado desde el momento en que lo vio en el laboratorio.

    Anillo ígneo.

    Charizard apareció en escena y calentó el aire con tan sólo agitar su cola. Soltó una poderosa llamarada de su boca que rodeó a enemigos. Como animal a punto de morir y que cayó fácilmente en la boca del lobo, Esteban lanzó una última mirada al chico con su rostro iluminado por las llamas, admitiendo su derrota.

    Con rapidez, el peligroso aro de fuego se aproximó a sus cautivas presas, que no expresaban más que horror en sus rostros, y los impactó con todo su poder, causando una serie de explosiones en el lugar. Algunos asientos volaron lejos, unos pocos llegaron a parar al estrado, la pulcra alfombra se chamuscó en gran parte y el cielo de la habitación fue alcanzado por el ataque. Muk se acercó a su entrenador, ya había logrado recuperar la mayoría de su lodo, aunque podía vivir con eso.

    La violencia de la explosión dejó a Esteban y sus pokémon con varias heridas. El hombre permanecía sentado y apoyado en la pared que unía el escenario y el suelo alfombrado. Dodrio estaba a tres pasos de él, tirado en suelo y sin moverse, mientras que el toro insistía en ponerse de pie para seguir luchando.

    —Ese charizard tuyo es bastante fuerte —comentó con cansancio y con dificultad para hablar—. Tu amistad con él se parece a la mía con Tauros —aún intentaba ponerse de pie, emitió un sonido de impotencia al no poder levantarse. Elliot no pudo evitar sentirse culpable por el sufrimiento de aquel pokémon—. Como puedes ver, aún intenta luchar por mí. Hemos compartido mucho juntos.

    —Ahora serán separados cuando vayas a la cárcel —advirtió con algo de pesar—. Eso es culpa tuya, no debiste hacer esto.

    —No importa. ¿Sabes por qué? —preguntó mientras se paraba con quejidos de tras fondo y guardaba a su dodrio en su pokéball—. Porque no tengo intenciones de ir a la cárcel. No todo está perdido. Voy a cumplir mi objetivo.

    Elliot no comprendió del todo las palabras del herido sujeto y se puso en alerta ante cualquier cosa que intentase. Esteban se acercó cariñosamente a Tauros y miró el cielo del lugar, estaba agrietado. Luego miró al chico y sonrió.

    Avalancha.

    Con tan solo un ruido del toro, un temblor remeció el edificio y el piso sobre ellos comenzó a caer. Todo fue tan rápido que Elliot sólo atinó a proteger a su caído primeape, mientras que el chico fue protegido por Charizard y Muk. Del otro lado del salón, Esteban escapó con sus compañeros ya refugiados en sus pokéballs. Huyendo por la puerta del costado del escenario.

    El paso quedó obstruido y el chico junto a sus pokémon se alejaron de los escombros, afortunadamente no habían resultado heridos. Esteban no deseaba herirlos realmente, pero aún deseaba llevar a cabo su plan y tenía que apartar al chico del camino. Era una buena persona mal encaminada.

    —Maldición —dijo Elliot no por no poder detenerlo, más bien por no lograr convencerlo de que dejase de delinquir—. Vamos con Karin, tal vez necesite ayuda —guardó a Primeape en la pokéball y se retiró con Muk y Charizard.

     
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