Long-fic La hija del mal

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Al Dolmayan, 18 Octubre 2012.

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    Al Dolmayan

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    Título:
    La hija del mal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    1408
    Nota del autor.
    Desde el momento en que comencé a escribir las primeras líneas de este fanfic, que por cierto, también es el primero que escribo, me vino a la mente la primera reacción que tendrían la mayoría de los que leyeran su titulo: “¿Cómo? ¿Otro fanfic de la saga del mal?”
    Pues en efecto, este es otro fanfic de la famosa saga del mal, pero con mi propia marca personal. Como notaran, y anticipo, yo me fui por el lado de las fan-songs que salieron después de las canciones originales de Mothy, y abundo en un tema que no he visto mucho: lo que ocurrió antes de que Rin llegara a poder.
    Y por ahora, creo que es todo lo que puedo decir al respecto, sólo queda agregar que en esta ocasión subiré dos capítulos, el prologo y el primer título de esta novela fanfic.


    Prologo.​
    The Story of Evil​
    Un largo camino. Esto todo lo que logró distinguir.
    A lo largo sólo puedo ver la extensa carretera de color gris, interminable para mis ojos. A los costados, inmensas y verdes llanuras dan color al solitario paraje; no se ve casa alguna cerca, ni rebaños pastando en las llanuras. Ni siquiera en el camino pasan más automóviles, soy el único que circula por el lugar en el vehículo que renté, mismo acababa con la tranquilidad del lugar.
    Un ambiente pacifico y silencioso. Calma. Paz. Serenidad.
    Sigo avanzando. El camino no ha cambiado en nada, y me comienzo a preguntar si esta carretera llevara a algún lado. ¿A dónde me llevara? No importa, a donde sea esta bien.

    Pocos minutos después, comienzo a distinguir unas construcciones mas adelante. Al llegar frente a estos edificios me doy cuenta de que en realidad son casas que, por su aspecto, estaban ahí desde la época del Renacimiento. Una vez cerca, pude apreciarles mejor. Las casas que me rodeaban estaban bastante dañadas, manchas de carbón causadas por el fuego habían ennegrecido los muros. Y las ventanas, todas con los cristales rotos, quizá a causa del fuego, el tiempo o simplemente victimas del vandalismo. Estas construcciones no son más que ruinas, tan frágiles a la vista que da la impresión de que hasta la más ligera brisa les puede derribar por completo.
    Sigo adelante en mi camino. Las casas se hacen más numerosas con cada metro que avanzo. Y ya no son solo casas; comienzan a aparecer a mi alrededor pequeños caminos empedrados que conducen a otros edificios igual e incluso aun más dañados. Uno en especial, más grande que el resto de las vías, conducía a lo que algún día fue la plaza del pueblo, o al menos, esa era la impresión que me daba. De pronto detengo el auto, decidí bajarme y admirar mejor el lugar.
    Ya fuera del vehiculo me di cuenta que para construir esa carretera fue necesario derribar unas casas, a las orillas del asfalto aun sobresalían algunos restos de madera y piedra. Mi tranquilo caminar rompía con el silencio del lugar, cada paso resonaba mas que el anterior conforme me adentraba en ese pueblo fantasma. Finalmente, llegue a la plaza, en su centro quedaban algunas columnas de piedra. He de suponer que antes era un kiosco; no puedo asegurarlo pues solo quedaban cuatro columnas.
    Miré las casas detenidamente. Por unos momentos, no pude evitar imaginarme la vida en tan pintoresco lugar, sin duda, en sus años de esplendor fue un lugar bello. En mi mente se proyectaban las imágenes de personas caminando por la plaza, llena de actores ambulantes y varios vendedores; niños que corriendo alrededor de lo que fue el kiosco perturbaban la calma de un anciano que con dificultad se movía entre la multitud. Damas que salían de sus casas cargando su lujoso abanico, necesario para poder sobrevivir a esos ajustados vestidos y corsés que usaban en aquella época; y por supuesto, soldados que dentro de sus pesadas armaduras, deambulaban por las callezuelas procurando que todo estuviera en orden.
    Pero ahora solo eran ruinas: casas altas, todas con la madera podrida y sin puertas. Dentro de estas un montón de escombros, vigas, tejas, piedras, todo en un montículo que ocupaba la mayoría de la planta baja de cada vivienda. En el mejor de los casos, aun tenían la mitad de su techo, pero la mayoría de las residencias carecían de este, incluso de su segundo piso. Y las ventanas, solo quedaba un marco vacío, sin cristal. Un ambiente de lo más desolado, donde parecía que ni la luz del sol había estado presente en muchos años y la naturaleza comenzaba a reclamar lo que era suyo, apoderándose de las antiguas casas y de la plaza.
    ¿Qué fue lo que ocurrió en este lugar para quedar en tales condiciones?
    Sin duda alguna, fue la guerra la que hizo que esto quedara reducido a simples ruinas que rodean el camino. Quizá, soy la primera persona en poner un pie ahí en cientos de años. De pronto, una fresca brisa llega hasta mi rostro. Como si el mismo viento me llamara, dirijo la mirada hacia su fuente y lo veo.
    A lo lejos, logro distinguir la figura de un castillo.

    Para mi fortuna, la carretera conducía directo al castillo que logre ver desde la distancia. A diferencia de éste, el palacio se encuentra en perfecto estado. El muro que rodeaba su perímetro está completo, no le falta ni un solo ladrillo. A lo largo del mismo, ondean varias banderas de color rojo que en su centro tienen por insignia una rosa, totalmente abierta, de color amarillo. Y las rejas de color blanco, claramente pintadas hace solo unos días, resplandecen con la luz del sol al atardecer.
    Con paso decidido, me adentro en los terrenos que encierra la muralla. Antes de se poner siquiera un pie dentro de aquel basto jardín, lleno de verde pasto y numerosos rosales amarillos, una placa dorada llama mi atención. Atornillada a la barda, la dorada placa reflejaba la tenue luz de la pequeña lámpara que le iluminaba; alrededor tiene grabadas varias rosas y en su centro, escrito con una fina letra, decía: “Aquí vivió la hija del mal”.
    Ahora con más curiosidad, me dirijo al interior del castillo. Su estructura se encontraba intacta, los cristales de sus ventanas estaban en buen estado, no se les apreciaba ni el más mínimo rayón. Los enormes muros del palacio carecían de cualquier daño, igual que los vidrios, se encontraban intactos. Parecía que el paso del tiempo no le había afectado.
    Ya estando a unos pasos del primer escalón que conducía a la puerta del palacio, una delicada voz femenina llama mi atención.
    -Disculpe señor- me dice- Pero ya estamos cerrando. Si gusta regresar mañana, los recorridos comienzan a las nueve.

    Era una chica de unos veinte años de edad. Su cabello negro, con mechones rosas, caía delicadamente sobre sus hombros. Sin detenerme mucho en su indumentaria, solo notó una blusa blanca con delgadas rayas azules y un gañere con su nombre: Rika Shimasaki.
    -Oh, lo siento- digo- No sabia siquiera que existía este castillo; nadie me lo dijo en la ciudad.
    -Descuide, descuide.
    -Supongo que mañana volveré a las nueve. Antes, ¿podría decirme quien es la hija del mal?
    -Claro señor. Vea esa pintura- me dice, señalando un marco dorado. Dentro está el retrato de una joven rubia, de cabello corto y sombríos ojos azules. Sentada al trono, sostiene con su mano derecha un fino abanico negro con detalles dorados, que hacia juego con su fino y detallado vestido con la misma combinación de colores. Su mano izquierda, un tanto levantada, era sostenida por un chico rubio, de rostro similar, que vestía un traje negro. Su sirviente personal, sin duda alguna.
    -Ella es la hija del mal. Gobernó este reino ya hace mucho tiempo.
    -Pero… ¿Por qué se le llama así?
    -Como la mayoría de los gobernantes de ese tiempo, ella se caracterizó por sus excesos… tan joven y el poder la echó a perder.

    Así que por eso se le llama la hija del mal. Me cuesta trabajo creer que aquella niña de si mucho catorce años de edad cometiera actos tan terribles como para ganarse ese sobrenombre. O, ¿en verdad fueron acciones tan terribles que justifican el porque aquella joven rubia fuera y aun sea conocida como “La hija del mal”?

    Hace mucho, mucho tiempo en algún lugar
    Existió el reino de la inhumanidad…
     
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    Al Dolmayan

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    La hija del mal
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    Tragedia
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    Capitulo I​
    “Lord of Purple”​
    -Ah! Jajajaja. Oh bueno, todos de rodillas-​
    Hace mucho tiempo ya, la nación conocida como País Amarillo vivió una larga etapa de esplendor, la cual sin duda alguna, se le atribuye a la dinastía Kamui. Pasaron cerca de trescientos años con esta familia en el poder, que se caracterizó por su amplia sabiduría para gobernar. Evitaron conflictos bélicos, pues entendían que una guerra solo agotaría sus recursos; en cambio, se centraron en la producción interna, para abastecerse así mismos e incluso, proveer de productos básicos a los reinos vecinos. En poco tiempo, el País Amarillo se volvió uno de los reinos más ricos del mundo.
    En los últimos cien años de su periodo de esplendor, aquel lejano país sufrió varios atentados en su contra; los ataques, dirigidos principalmente a sus provincias, hicieron ver la debilidad que este tenía ante la amenaza de guerra por parte de las potencias en expansión, dedicadas en su mayoría a la industria bélica. Sin mucho que hacer con su reducido ejército, el País Amarillo solo podía ver como una a una sus provincias pasaban a manos extranjeras mientras protegía la capital con los pocos soldados que tenían y los inexpertos reclutas que ofrecían sus servicios. La situación se volvía critica cada día que pasaba; el descontento de la gente se hacia notar cada vez más ante la falta de protección por parte de la corona y los aumentos a los impuestos, que suponían estar destinados al reforzamiento del ejercito y la compra de armamento, cosas que nunca fueron vistas por el pueblo.
    La precaria situación del País Amarillo cambio cuando el príncipe Gakupo III subió al trono a los dieciocho años de edad. Un joven impetuoso y temerario, educado en su mayoría por militares. Siguió la política de los altos impuestos de su padre, pero a diferencia de él, Gakupo si destinó esos fondos a la milicia. En poco tiempo, sus ejércitos se vieron aumentados hasta el cuádruple y poseían el armamento más moderno hasta entonces. Una vez fortalecido el ejército, comenzó la recuperación de las provincias que les habían sido arrebatadas; y, aunque los impuestos seguían subiendo cada día más, los resultados obtenidos por el nuevo rey mantenían tranquilo al pueblo.

    -¡Su majestad! ¡Su majestad!- gritaba un guardia mientras corría apurado por los amplios pasillos del palacio. – ¡Su majestad! Noticias del campo de batalla.
    Todos los corredores del palacio tenían un fino piso de madera. Los muros, blancos como el mármol, eran adornados por piezas de madera finamente tallada, dando la forma de marcos y dentro de estos, el escudo real y la silueta de una rosa. El pasillo era iluminado por los rayos de sol que lograban filtrarse por las largas ventanas, muchas con cristales sin color alguno, otras con vitrales que proyectaban luces de colores rojo, verde, azul, pero en especial, amarillo. Del techo, colgaban enormes lámparas de bronce con ocho velas moradas cada una.
    Aquel desesperado guardia, recorría los pasillos velozmente produciendo un ruido metálico con su armadura que golpeaba con cada paso que daba. Finalmente, el hombre llego a una fina puerta de roble, con decoraciones doradas de varias rosas. Con un extremo cuidado la abrió y entró mostrándose temeroso. Ahora estaba en la habitación de los reyes, un amplio espacio en el interior del castillo, con un fino suelo de losas blancas y amarillas, acomodadas de tal modo que formaban mosaicos hexagonales en el suelo. Los muros eran de color arena, y a diferencia de los pasillos, completamente lisos, exceptuando las columnas presentes separadas por 60 centímetros una de otra. Colgaban en estos algunas pinturas de los anteriores reyes del País Amarillo y del actual monarca: Gakupo III. Un joven alto, delgado y de mirada tranquila.
    El guardia siguió avanzando, cuidando el lugar donde pisaba, procurando no dañar nada. Paso de largo las adornadas sillas y los detallados muebles, ni siquiera volteó a ver la gran cama, de sabanas blancas y moradas, con un fino dosel de color violeta.
    Al final del cuarto, una larga puerta de cristal con marcos dorados dirigía a un amplio balcón con vista a la plaza principal de la ciudad que, a pesar de estar a una distancia considerable, lograba verse claramente y sin problema alguno desde el palacio real. Juntos, mirando pasar a las personas por las calles del poblado, estaban los reyes del País Amarillo. Kagamine Lily, descendiente de una familia noble que residía en un poblado cercano a la capital. Era una mujer alta, de largos y dorados cabellos que llegaban hasta si cintura. Sus ojos eran de un brillante color celeste y de mirada fría, como dos enormes témpanos de hielo resplandeciendo con el sol. Llevaba puesto un vestido totalmente blanco con bordados amarillos. En el cuello traía un collar de oro y perlas y sobre su pecho, un prendedor con forma de flor.
    El rey era un joven apuesto, de larga cabellera morada, peinada hacia atrás y recogida en una coleta que llegaba hasta si cintura. El decía que su cabello era así de largo a modo de imitar a los bravos guerreros antiguos. Sus ojos eran de un color azul marino, fríos y vacíos. Vestía un fino traje morado y una camisa blanca por debajo. De su cuello colgaba una distinguida insignia, misma que le fue otorgada durante su estancia en la academia, lugar donde gracias a su carácter de príncipe y tanto ropas como cabellos morados, se ganó el sobrenombre de “Lord of Purple”; apodo que portaba orgulloso.
    A un lado de los reyes del País Amarillo, sosteniendo un tazón de frutas, estaba parada una joven sirvienta que no superaba los quince años de edad. Sus ojos azulados miraban fijamente al guardia, mientras peinaba su largo y rosado cabello con la mano que le quedaba libre.

    -Mi señor- dijo el guardia mientras se arrodillaba frente a Gakupo III –Tenemos noticias del campo de batalla- acto seguido le entregó una carta.
    Sin dirigirle la mirada, el monarca tomo la epístola en sus manos, la abrió y comenzó a leerla. Mientras sus ojos recorrían aquel papel, en su rostro se dibujaba una sonrisa. Miró a su esposa; sus fríos y vacíos ojos se habían iluminado de pronto tres leer ese mensaje.

    -Lo he logrado, Lily- dijo -¡Lo logre! He devuelto todo su esplendor a mi reino. He cumplido con lo que mi padre nunca logró y mis abuelos solo soñaron. ¡Levántate ahora mismo!- le ordenó al guardia -Da el aviso a todos en el palacio; que los heraldos salgan ahora mismo, que promulguen mi proeza por todo el reino.
    -Si su alteza- respondió automáticamente el escolta. Pero antes de ponerse en pie, el rey lo detuvo.
    -No, espera. Esta es una noticia grande; debo ser yo mismo quien la comunique al pueblo.
    -¡Gakupo! ¿Te has vuelto loco?- reclamó la reina –Eso no es posible. No existe rey alguno que cumpla con labores de un simple heraldo.
    -Por eso mismo. Los reyes de otras regiones nunca están en contacto con su pueblo, desconocen a su gente y esta los desconoce a ellos, siempre están distantes uno de otro- decía el rey, su voz sonaba entusiasmada –Pero si yo mismo les comunico esto, será diferente. Estaré en contacto con ellos y los tendré… ¿como decirlo? Contentos por un tiempo.
    -Sigo pesando que es mala idea- reprochó Lily.
    -¿No estás convencida, mujer? Tu sirvienta rosada, trae a Hiyama.
    -¡Gakupo! Ya muchas veces te he dicho que te refieras a ella por su nombre. Su nombre es Luka y me gustaría que así le llames.
    -Esta bien.-dijo mientras suspiraba- Luka, ve por Hiyama para explicarle a Lily mi idea. Rápido.
    -No hace falta que lo haga. No logran convencerme, pero aun así llevaras a cabo tu disparatado plan. No me tomes en cuenta para esto.
    -Tu misma lo has dicho. Luka, ve con los heraldos, que pregonen por todo el reino que la guerra ha terminado hoy. Y tu guardia, tráeme a cuanto súbdito quepa en el jardín sin dañar el árbol más alto ni la flor más pequeña.
    -Como ordene mi señor- respondió el guardia y, tres hacer una reverencia, salió.
    -¿Aun desea que vaya con el señor Hiyama?- preguntó Luka, con una potente y decidida voz.
    -Claro, Luka. Ve con el y dile que prepare una nueva alza a los impuestos, tenemos que celebrar mi victoria; después ve con los heraldos.
    -Si su alteza- dijo fríamente y se fue.

    Quedaron solos en el balcón los reyes. Lily se veía algo molesta, el trato de su esposo con su sirvienta personal y la idea de ser el mismo quien informara al pueblo de la victoria obtenida no le agradaban en absoluto. Los roces entre ambos eran comunes desde hacia ya un tiempo, y se hicieron más frecuentes cuando Megurine Luka, la joven sirvienta, llegó al palacio. Desde un principio, nunca mostró una total obediencia hacia el rey, siempre le miraba con mala cara y cuestionaba la mayoría de sus mandatos, pero cumplía sin ningún reproche todo lo que la reina Lily pedía. Él había intentado varias veces despedirla, por desobediencia y rebeldía, pero nunca lo logró pues su esposa defendía a Luka con todos los medios posibles; en el fondo, la reina le tenia mucho aprecio a la joven de cabello rosa y no le molestaba en lo más mínimo demostrarlo.
    Después una hora, el jardín principal estaba lleno de gente. La gran multitud cabía a la perfección, todos estaban de pie frente al mismo balcón donde el rey miraba la plaza principal. Algunas personas habían intentado subirse a los árboles para estar más cómodos, pero los guardias se encargaron de evitarlo y, como si sus vidas dependieran de ello, protegían las flores y arbustos de los pueblerinos quienes, impacientes, comenzaban a quejarse del trato de los guardias y caminaban hacia la salida, que era bloqueada por más escoltas. Cuarenta minutos después, el rey hizo su aparición en público desde el balcón. Había cambiado su traje morado por uno negro y una camisa púrpura. Detrás de él salio la reina Lily, acompañada por la sirvienta Luka y un hombre alto, de cabello castaño corto y lentes. Con una sonrisa se dirigió a la muchedumbre.

    -Habitantes de esta ciudad, no, de este glorioso país. Seré breve en mis palabras, pero no en su significado ni valor. Como todos aquí sabemos, hemos estado en guerra con los países invasores desde ya hace mucho tiempo, pero el día de hoy pasara a la historia. Hace unas horas me fue informado que el valeroso ejercito comandado por el general Misawa Kurogane ha derrotado a las tropas enemigas en la provincia de Kasane, regresándole todo su territorio y esplendor a nuestro gran país.- Se escucharon los vítores del pueblo, fuera porque en verdad se regocijaban con la victoria del ejercito u obligados por los guardias del rey; cual quiera que fuese la razón, el sonido de las aclamaciones resultó ensordecedor. –Las tierras que nuestros padres nos heredaron, han sido recuperadas. Y las defenderemos de todo invasor con nuestra propia vida para que nunca más vuelvan a caer en sus sucias manos. Los sacrificios que todos hemos hecho, desde el campesino más modesto hasta el noble mas adinerado, han dado por fin frutos. Los soldados del valeroso ejército entraran como los héroes que son para ser recordados por siempre.- De nuevo se escucharon aclamaciones. –Celebren en grande esta noche. Desde ahora y por las épocas venideras, este día será celebrado para recordarnos el honor que nos fue recuperado y, a nuestros enemigos, que no deben intentar arrebatarnos lo nuestro.- La multitud se alzó de nuevo en una ovación al rey y proclamaban su nombre. El extendió los brazos y soltó una sonora carcajada. –Oh bueno, todos de rodillas.

    Así lo hizo la muchedumbre. Todos se arrodillaron frente al rey al mismo tiempo, mientras los guardias presentaban sus armas. Gakupo miraba complacido la escena, sonreía ante la sensación de poder que le causaba ver al pueblo de rodillas frente a él. Se dio la vuelta.
    -Hiyama- se dirigió al hombre de lentes- Prepara una nueva alza a los impuestos y varias invitaciones, tenemos que festejar la situación.
    -Enseguida mi señor.
    -¿Por qué no les informó de eso usted mismo?- le encaró Luka. –Apuesto que también se hubiesen puesto felices.
    -Luka, tranquila por favor.- le dijo Lily.
    -Tú nunca estarás de acuerdo conmigo, parece ser. Pero no me importa- respondió el rey- no espero que una simple criada entienda las estrategias de un gobernante.
    Y sin decir otra palabra, el rey entró a la habitación seguido del señor Hiyama, mientras que, tanto reina y sirvienta, miraban a la multitud abandonar el jardín.
     
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    La primera en comentar.
    Me gustó mucho tu prologo y primer capitulo, me encanta la forma en la que narras los sucesos y el como creaste la historia conforme las canciones y el como nos muestra Lucifenia en un futuro. Segun las canciones, espero ver, bueno, leer como es que Luka terminará teniendo a Len y Rin, será acaso que Gakupo se la va a violar (XD!)? no lo se pero quiero averiguarlo.
    No note fallas, más que unos cuantos errores de teclas, nada importante.
    Sigue así, espero el siguente capitulo.
     
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    Al Dolmayan

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    Nota del autor.
    No recuerdo que dia comence a publicar el fic aqui, asi que los dias de actualización serán los jueves por la noche.
    Otro detallito, tal vez a lo largo de la historia les cambia muchas cosas, pero claro, esta es mi vision particular de la saga.
    ¡Y esto es todo! A leer.


    Capitulo II​
    “Gemelos”​
    -Rodeados de deseos nacimos tú y yo-​
    Habían pasado ya cinco días desde aquel anuncio que dio el rey al pueblo. El ejército ya había regresado a la ciudad principal y con las debidas ceremonias, se despidió a los soldados caídos en el frente de batalla, reconoció a los sobrevivientes y se realizó la condecoración del general Misawa Kurogane. Todos estos actos fueron encabezados por el mismo rey, pero con una finalidad especifica: con las primeras dos ceremonias se calmaba al pueblo que comenzaba a mostrarse molesto antes la nueva alza de impuestos y, con la ultima, Gakupo le otorgaba más poder e influencias al general Misawa, su fiel mano derecha desde su estancia en la academia militar.
    El general era un hombre alto y fornido, con el cabello negro siempre corto. Su rostro reflejaba su duro carácter que como militar le fue inculcado, pero más se veía en sus ojos verdes que al fijarse en alguna persona penetraba en lo mas profundo de su ser y provocaba un temor hacia el general. Era un reconocido estratega, desde su estancia en la academia, junto con el rey Gakupo III, demostró de lo que era capaz al mando del ejercito, derrotando a todos sus rivales en las practicas que se hacían, entre los que figuraban el mismo “Lord of Purple” y varios de los militares a cargo de la academia.

    El festejo por la victoria del País Amarillo ante las potencias expansionistas no se hizo esperar. Cuatro horas después de a condecoración del general Misawa dio inicio el banquete en celebración por el fin de la guerra. El palacio se inundó de invitados; entre gobernantes y diplomáticos de reinos amigos, nobles, sirvientes de os grupos anteriormente mencionados y del mismo rey Gakupo, y músicos, el salón principal se llenó de personas. Algunos bailaban en el centro del recinto; otros, más apartados, discutían asuntos personales o políticos mientras bebían una copa, y no faltaban aquellos que comenzaron a comer desde su llegada.
    Al fondo del lugar se encontraban los reyes del País Amarillo, sentados en sus tronos, recibiendo a los recién llegados. Cerca de ambos, en una mesa a su derecha, se encontraban el general Misawa, el consejero real Hiyama y el obispo Otori. Al otro extremo, auxiliando a los demás sirvientes, se encontraba Luka atendiendo a varios invitados. A pesar de estar ocupada, no perdía detalle de la reina Lily, a quien constantemente dirigía su mirada en caso de necesitarla; los días anteriores ambas habían pasado mucho tiempo con los doctores y en la recamara de los monarcas, pues la reina había experimentado ciertos malestares y solamente su fiel sirvienta estuvo a su lado todo el tiempo, pues Gakupo pasaba la mayoría del tiempo con su mano derecha y el consejero, mandando nuevos decretos sobre el aumento de los impuestos. Cuando los asistentes dejaron de entrar el salón, la reina se sentó de inmediato y se llevó la mano al rostro para ocultar su mirada, fija en una mujer que se encontraba en una de las mesas cercanas. La invitada se distinguía entre los demás presentes al evento, llevaba un largo y escotado vestido de un intenso color rojo al igual que su labial, cabello castaño muy corto y adornado con una flor negra y una mirada que se perdía en cualquier persona que pasaba frente a ella.
    -Gakupo… Veo que invitaste a mucha gente, y no tengo inconveniente con ello. Pero me incomoda la presencia de una invitada.
    -¿Acaso temes perder tu estado de reina?- le respondió con una picara sonrisa.
    -No es gracioso, estoy hablando de algo serio.
    -¿Quién es la mujer que te incomoda Lily?
    -De todas las mujeres en la región y comarcas vecinas, tanto nobles como plebeyas, ¿tenias que invitar a Vanika Conchita? Conoces los rumores que se cuentan sobre ella, todo el mundo dice que está loca.
    -Lo sé Lily, todo rumor y chisme que gira en torno de Lady Conchita es bien sabido. Pero tenia que llamarla, recuerda que generosamente nos donó buena parte de su dinero para nuestra causa.
    -Querrás decir tu causa. Yo no estaba de acuerdo con la guerra que iniciaste.
    -Tú nunca estas de acuerdo conmigo mujer.

    Ambos se miraron unos instantes en silencio. Sus ojos reflejaban un enojo mutuo que notaban también los presentes. El rey estaba a punto de hablar cuando un sirviente se acercó y anunció a otro recién llegado.
    -En representación del rey Akaito del país magenta, su primer ministro y principal consejero. El señor Axel Grygera.
    Un refinado hombre de traje negro, con lustrados zapatos de piel se acercaba a los reyes. Su caminar era lento y se apoyaba en un bastón tan oscuro como sus ropas, pero con una resplandeciente empuñadora de plata que tenia escrito AG. Su cabello negro no era largo, pero lograba caer finamente sobre su frente, dejando ver sus grises ojos que brillaban de singular modo. Miró fijamente al rey y después a la reina, pero no era una mirada normal, parecía analizarlos a fondo.
    -Buenas noches sus majestades, Rey Gakupo III y Reina Lily del País Amarillo- dijo el hombre, haciendo una reverencia.- Mi señor, el rey Akaito les pide una disculpa por no poder estar presente; en su lugar me ha mandado a mi como hombre de confianza que soy para el, con el fin de representarlo y reforzar los lazos de amistad existentes entre ambos pueblos.
    -La disculpa es innecesaria, Akaito siempre nos brindó su apoyo. Esta fiesta es para agradecerle.
    -Personalmente le daré el mensaje.
    -Me parece bien. Si me disculpa, en su presentación mencionaron que usted es el primer ministro y también el consejero principal de Akaito.
    -Escuchó bien, ambos cargos son míos.
    -¿Cómo un ministro puede ser también consejero?
    -Tengo experiencia en este ámbito, su majestad. He estado al servicio del País Magenta desde hace varios años.
    -Curioso… Akaito nunca lo había mencionado antes.
    -El rey prefiere mantenerme en secreto.- dijo el hombre. Dirigió su extraña mirada hacia la reina, sonriendo calidamente.- Con su permiso, debo ir a sentarme. Esta pierna ya comienza a dolerme demasiado.
    -Pase señor Grygera, siéntase libre de pedir cualquier bebida o platillo.
    -Se lo agradezco su alteza.
    Volvió a hacer una reverencia y se marchó. Lily se limita a mirar como el señor Grygera se dirigía a la misma mesa donde estaba sentada Lady Conchita.
    -¿Acaso la gente extraña no dejara de venir aquí?- dijo entre suspiros.
    -Por favor Lily. No tiene nada de malo el señor Grygera.
    -¿No viste como fijaba sus ojos en mi?
    -¿Temes ser objeto del deseo y lujuria de ese hombre? Sabes bien que si el lo intenta, yo me encargare que sea la ultima vez que lo haga.
    -No me refiero a eso… es algo distinto. Sentí que me examinaba, era como si pudiera ver dentro de mí.
    -Vaya, vaya… lo tendré vigilado. Me llama la atención un haberle visto antes cuando visité el País Magenta, o que Akaito lo mencionara con anterioridad.
    -Ese hombre… es extraño.

    -¿Esto es lo mejor que pueden ofrecer?- decía indignada Lady Conchita mientras le regresaba el plato al sirviente.- Ya lo he comido antes y su sabor no es nada especial.
    -Lo siento mi lady.-respondió el nervioso sirviente- ¿Le traigo ternera en su lugar?
    -Ternera… que poco original. Tráeme las viseras del animal, lo mas crudas posible y de beber la sangre del mismo.
    -¿La sangre?
    -Si, la sangre. Y rápido, antes de que pida tus piernas como plato fuerte.
    -En seguida Lady Conchita, son s-su permiso.- dicho esto, el sirviente se fue directo a la cocina, temblando por el susto.
    -Que pequeño es le mundo, no creí encontrar aquí a Vanika Conchita- dijo el señor Grygera mientras se acercaba- ¿le molesta si tomo asiento?
    -Al contrario, es un delicioso placer conocerlo señor Grygera.
    -Lamento no poder decir lo mismo, aunque me alegra saber que los rumores que hay en torno a su persona no son del todo falsos.- respondió mientras se sentaba.
    -No soy la única que tiene misterios a su alrededor. Quizá el rey no lo sepa, pero estoy enterada de ciertos rumores suyos, Grygera.
    -Jejeje. Tampoco los confirmaré, pero me alegra saber que…
    El comentario de Grygera fue interrumpido. El sonido de los pasos dados por la reina Lily llamó la atención de todo el mundo en el palacio. Se había levantado del trono rápidamente, cubriéndose la boca con su mano mientras corría desesperada hacia uno de los cuartos cercanos. El rey se limito a mirarla partir, con un ligero gesto de preocupación; contrario a Luka, la sirvienta personal de la reina, quien en cuanto la vio correr, dejo a un lado los platos que cargaba y fue a auxiliar a su señora. Los murmullos se apoderaron del salón, mientras que el rey se dedicó a informar que Lily se había sentido mal por culpa de algo que comió con anterioridad.
    La mayoría de las personas confiaron en las palabras del Lord of Purple y dejaron de hablar del tema. Pero Axel Grygera era quien reacciono mas extraño, se había limitado a sonreír de oreja a oreja mientras en voz baja se decía a si mismo “he acertado”, llamando la atención de Conchita.
    -¿Acaso usted enveneno a la reina?- le preguntó. Axel soltó una carcajada.
    -Para nada mi lady. Le aseguro que Lily Kagamine se encuentra en perfecto estado de salud.
    -Entonces dígame cual es la causa de su sonrisa, no le veo justificación.
    -Ah Vanika… con el tiempo lo sabrá. Y no solo usted, todo el mundo.- tomó una copa de vino y le dio un sorbo- Sabe… los gemelos siempre han significado el fin de muchos reinos.
    -¿Por qué menciona eso?- preguntó completamente confundida- No le veo conexión con el malestar de la reina.
    -Solamente es un dato que quería compartir con alguien.

    La reina volvió a su asiento después de cuarenta minutos. No probó bocado alguno el resto de la noche, ni pudo bailar al lado del rey; se quejaba de nauseas y dolor de cabeza repentino. La fiesta termino al cabo de unas horas. El ultimo en irse fue el señor Grygera quien en privado se despidió de Gakupo, lo felicitó y deseo suerte en el futuro, agregando una advertencia extraña sobre dos niños rubios. El rey sin entenderlo, agradeció la advertencia y lo dejo ir.

    Los continuos malestares de la reina Lily siguieron a lo largo del mes, hasta que finalmente los doctores del reino encontraron la causa: ella se encontraba embarazada. La noticia fue bien recibida por el rey quien no dudó ni un solo momento en dar aviso a todo el país y los gobernantes amigos. Por primera vez en muchos años, la felicidad parecía reinar no solo en el País Amarillo, sino también en el la residencia real. Las discusiones entre ambos monarcas habían cesado por fin, Gakupo pasaba más tiempo con su esposa y por primera vez, trataba de mejor manera a Luka, aunque seguía refiriéndose a ella como “la sirvienta rosada”.
    Pero, a pesar de tanta felicidad, el Lord of Purple solía alejarse de todos y reflexionar sobre las palabras que Axel Grygera le dirigió la noche del banquete. A pesar de estar seguro que su esposa daría a luz a solo un niño, pasaba por su mente que ella cargaba en su vientre a gemelos, algo que negaba rotundamente en cuanto lo pensaba. Sin embargo, este temor se hacia mas grande mes a mes, al ver como el vientre de Lily crecía mas de lo normal. Los doctores trataban de calmarlo diciendo que el niño seria muy grande tal vez, pero el ya presentía algo.
    Los nueve meses de gestación habían pasado y la reina dio a luz. La espera había terminado, pero nadie festejaba en el palacio. Las campanas del templo y la torre mayor no repicaban; los sirvientes guardaban silencio y los doctores no daban crédito a lo que acababa de suceder.
    Las puertas del estudio se abrieron. Gakupo entró invadido por la cólera, arrojando tanto objeto tenia enfrente y maldiciendo por lo que acababa de suceder, culpando a su esposa, a los doctores e incluso a Dios. De cerca lo seguían el general Misawa y el consejero Hiyama, en vanos intentos por calmarlo. Cuando el rey llegó a su escritorio recordó las palabras de Grygera: “deberá tener cuidado con dos niños rubios que pronto llegaran”, estaba seguro que esos infantes eran sus hijos, pues ambos habían nacido con dorado cabello, igual que su madre. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, no sabia que hacer ante tal situación; entonces, una terrible idea fue concebida.
    -Kiyoteru… ¿Cuántos reinos han pasado por el mismo problema?
    -Dos mi señor, solo dos.
    -Y ambos cayeron, ¿cierto?
    -Efectivamente, ocultaron a uno de los gemelos… pero no fue suficiente.
    -Perfecto- sonrió maléficamente el rey- Nosotros no lo ocultaremos, será distinto. Que las campanas de toda torre resuenen, que hoy ha nacido mi heredero.
    -Su majestad- intervino Kurogane- ¿Qué vamos a hacer con sus hijos?
    -Averigua cual nació primero, ese será mi único hijo reconocido. En cuanto al otro… no lo oculten, porque no existe.
    -Mi rey…- dijo tembloroso Hiyama- ¿acaso sugiere…?
    -Si Kiyoteru- respondió con una sonrisa- Mátenlo.
     
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    Sango Asakura

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    OoO, no lo puedo creer, maldito Gakupo!!!! como que "Mátenlo"!! eres un despiadado.

    Te quedo genial el capitulo, yo pense que iba a pasar lo de Maid of Pink, pero no fue así, espero tu siguiente capitulo, aunque ya empiezo a sacar mis concluciones.
    Se quedo en algo muy interesante así que exijo conti pronto!!! ok, no, tomate tu tiempo pero que no sea mucho.
    Felicidades y sigue así :)
     
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    Al Dolmayan

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    Ya le habia dicho que les iba a cambiar unas cosas en la historia he he, claro que espero que esto sea de su agrado. Ya veremos el jueves a ver que pasa (aunque ya tengo ese capitulo)
    Gracias por comentar y que bueno que sea de tu agrado mi trabajo.
     
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    Al Dolmayan

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    La hija del mal
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    Tragedia
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    6039
    Capitulo III
    “The maid of Pink”
    -De cabello rosa y enorme decisión-
    En el palacio solo había dos personas felices con el nacimiento de los gemelos, la sirvienta Megurine Luka y la reina Kagamine Lily, aunque ambas estaban concientes que la dicha no duraría mucho. Era cuestión de unos minutos para que alguien separara a los recién nacidos. Pero eso era lo ultimo en lo que querían pensar, preferían aprovechar el tiempo que tenían con los bebes.
    Habían nacido niña y niño, ambos de rubio cabello. Desde el primer instante, una diferencia entre ambos se notaba, pues desde su alumbramiento la pequeña no se había quedado quieta y su hermano se encontraba profundamente dormido. Entre los quejidos de la recién nacida y risas, ambas mujeres platicaban animosas.
    -Sus hijos son hermosos mi reina- decía Luka con una sonrisa.- Se parecen mucho a usted.
    -Oh Luka- mencionó la reina entre risas- Son muy pequeños como para empezar a sacar los parecidos.
    -Disculpe el atrevimiento, pero le digo toda la verdad. Solo véalos, sus ojos son tan azules como los suyos, igual que el cielo. Y sus cabellos dorados son idénticos… estoy segura que usted era igual cuando nació.
    -Al nacer…- sus palabras fueron interrumpidas por un grito de dolor, su hija recién nacida le estaba jalando el cabello bruscamente. Después de un pequeño forcejeo, terminó por liberarse de la pequeña.- Si, creo que me parecía a ella; recuerdo que mis padres solían decir que era muy inquieta.
    -¡Se lo dije!- gritó la sirvienta. Enseguida se encogió de hombros- Discúlpeme su alteza. Me deje llevar.
    -Tranquila Luka, no te alteres. Antes que la sirvienta, eres mi amiga y puedes hablar como gustes cuando estemos a solas.
    -Entonces… ¿puedo usar un lenguaje menos formal?
    -No, sigo siendo la reina- dijo con voz firme.
    -Pero acaba de decir que…
    La reina Lily soltó una carcajada. La bebe se había alterado un poco, pero logro calmarla antes de que rompiera en llanto.
    -Claro Luka. Tú habla como te sientas más cómoda.
    -Me asustaste Lily- respondió con una risita- Y a pesar de nuestro escándalo, este niño no ha hecho más que dormir.
    -Se ve tan tranquilo… espero que así sea al crecer.
    -Veras que si. A todo esto, ¿Cómo se llamaran?
    -Bueno… Gakupo y yo dijimos que si nacía una niña se llamaría Rin y si era niño lo llamaríamos Len. Supongo que esos serán sus nombres: Rin y Len Kamui.
    -Muy bonitos nombres. Ya quiero verlos crecer y jugar por todo el palacio.
    -Eso dices ahora, espera a que te toque cuidarlos.
    Ambas rieron por el comentario. Pero su alegría fue interrumpida por Hiyama, quien entró con paso acelerado en el aposento de la reina, acompañado de uno de los doctores. Su mirada seguía un tanto perdida y sus manos no dejaban de temblar.
    -Disculpe mi reina. Cual…-tartamudeaba- ¿Cual de… de sus hijo nació primero?
    La reina no respondió. Tardó unos minutos en volver a producir algún sonido, solo miraba a Luka, que estaba detrás del consejero.
    -Lo que el doctor te dijo, eso es la verdad.
    -Pero… necesito escucharlo de usted misma su alteza. Para… para confirmarlo.
    -Rin nació primero… mi hija. Luka lo puede demostrar.
    -Gracias mi reina, pero no hace falta el testimonio de la sirvienta. Con su permiso. Luka.- acto seguido; el consejero se retiró.
    El doctor miró a la reina, preocupado. Su rostro mostraba un profundo temor y no dejaba de temblar.
    -Ya me imagino que le dijiste. Te agradezco el hecho de intentar proteger a mi hijo, pero tomaremos otras medidas. Tienes el permiso para abandonar el palacio y el reino, rápido, vete con tu familia esta noche.
    -¡Muchas gracias mi reina! Le… estoy muy agradecido.
    -No, yo te agradezco lo que has hecho. Ahora date prisa, Hiyama no tardara en delatarte.
    -Con su permiso su majestad. Muchas gracias, muchas gracias.- gritaba. Salió corriendo de la habitación, cerrando la puerta con sumo cuidado. A su salida solo se podían escuchar sus rápidos pasos por el pasillo, que se hacían cada vez más lejanos.

    El silencio se adueñó del lugar. Ninguna reía o pronunciaba palabra alguna, solo se miraban a los ojos. Ya sabían que pasaría, la pregunta del consejero les había revelado el plan de Gakupo.
    -No hay duda alguna- dijo amargamente la reina Lily- Gakupo piensa desaparecer a Len.
    -¿Qué? ¿No estas sacando una conclusión muy apresurada?
    -Luka… es la verdad. Conocemos las historias, reinos que han caído por el nacimiento de gemelos. Conozco muy bien a mi esposo. Él va… va a… deshacerse de Len.
    -Pero… ¿como puede hacer algo así? ¡Es su propio hijo!
    -Lo sé… pero… pero…- la reina abrazó a su hijo. Miro su rostro fijamente, con lágrimas en los ojos. Posiblemente, no lo volvería a ver.- ¡No hay nada que hacer! Gakupo me lo quitara de todos modos.
    -Eso… ¡es horrible!- gritó la sirvienta. Al igual que la reina, había comenzado a llorar.- ¡Debemos hacer algo!
    -Len… yo…- lograba decir. La reina no podía hablar con claridad por el nudo que sentía en la garganta. Las lagrimas recorrían sus mejillas y caían en las sabanas del bebe, quien ajeno a la situación seguía dormido.- No puedo… no puedo protegerte de esto, hijo mío. Lo siento, no… no puedo hacer nada- chillaba Lily.
    -Mi reina… Lily, escúchame por favor- trataba de calmarla su fiel sirvienta- Se me ocurre algo… es arriesgado pero puede funcionar.
    -¿Qué estas pensando Luka?
    -Bueno… yo podría llevármelo. Lo sacare a escondidas de aquí y podré criarlo como si fuera mi hermano, mis abuelos eran rubios así que…
    -No Luka- le interrumpió la reina- No puedo permitir que hagas eso, arriesgas mucho. No, no podría… perderte a ti también…
    -No pienso hacerlo en este momento. Me llevare a tu hijo antes de que le hagan daño. Regresare a mi pueblo, ahí nadie nos molestara hasta que pueda volver a trabajar aquí.
    -Gakupo sospechara de esto, y sabrá con facilidad que tú interviniste.
    -Yo me encargare de todo Lily, te doy mi palabra. Voy a salvar a Len.

    La reina había enmudecido, parecía un tanto distante por el temor de perder a su hijo, cosa que no le dejaba pensar con claridad. Se limitaba a ver al recién nacido con sus azules ojos. Le acaricio la mejilla y le sonrió.
    -Creo que… es lo mejor para Len- dijo al fin.

    Las puertas se abrieron. El rey Gakupo, seguido por su incondicional amigo, el general Misawa, y el consejero Kiyoteru Hiyama, entraron el la habitación sin pedir permiso. Se acercaron a Lily, ignorando a Luka.
    El rey tomó en sus brazos a la pequeña Rin y acariciando su cabeza le dijo “mi hija”. La abrazo y siguió murmurando cosas al oído de la recién nacida, mientras el resto de los presentes lo miraban en silencio.
    -Lily, tenemos que hablar sobre unos importantes asuntos- dijo Gakupo III.
    -Los escucho.
    -Mi reina… debemos platicar a solas- mencionó Hiyama- Ella no puede estar aquí.
    -Entiendo- respondió Lily con un suspiro- Luka, por favor retirare.
    -Si su majestad. Llevare a los bebes con los médicos.
    -Ellos se quedan aquí- dijo el general Misawa, con su característica voz fría y seca- Ahora vete, sirvienta.
    -Si, general Misawa- respondió Luka a regañadientes. Tomo una vasija decorada con flores amarillas y se dirigió a la puerta. Miró por última vez a la reina, quien no lo notó, pues tenía una encolerizada vista clavada en Misawa.

    Megurine Luka cerró la puerta con cuidado y se quedo ahí, acercando su oído para tratar de escuchar lo que platicaban dentro; pero le fue inútil, pues el sonido apenas lograba llegar a ella, escuchando solo murmullos. De pronto, escuchó el grito de la reina, que se negaba a entregar a su hijo. Con esto, se alejó de la puerta y al estar a unos metros hecho a correr directo a su cuarto. Bajaba los escalones de a tres con un apuro enorme, arrollando a los demás sirvientes que intentaban subir. Finalmente llegó a su alcoba, cerró con llave y dejó la vasija a un lado.
    La habitación era pequeña, apenas cabía su cama y un par de muebles, además de muy oscura, incluso de día, por lo cual siempre tenia velas encendidas. Se apresuró al ropero, lo abrió y comenzó a sacar toda la ropa que tenia dentro; que no era poca gracias a los constantes regalos de la reina Lily. Tomo el vestido más oscuro que tenía y arrancó las mangas de un jalón. Las dejó en la cama, junto al resto del atuendo y corrió a la mesa. Debía actuar rápido y no sabia en verdad de cuanto tiempo disponía. Si la idea del rey era matar al pequeño Len en el mismo palacio, su esfuerzo era en vano; pero no pensaba que fuera a pasar así, estaba segura de que lo llevarían lejos, hasta los límites del reino para ejecutarlo en una granja o cualquier lugar donde no sería encontrado. En este caso debía darse prisa, conseguir un caballo y seguir al comisionado para realizar el macabro encargo del rey.
    Sacó entonces una caja de madera, dentro había varios utensilios de costura; tomó unas tijeras, con las que cortó las mangas a la mitad, por el largo, para dejar cuatro trozos de tela, seguido separó la falda del vestido, que de igual modo cortó en dos. Regresó las tijeras a la caja y sacó hilo y aguja. Cosió los cuatro pedazos de tela para hacer una larga bufanda, que dejó a un lado.
    Tomo la falda y comenzó a remendarla hasta que consiguió algo parecido a un pantalón. Quedó un tanto holgado por el material con el que fue hecho, pero eso poco importaba, la prenda recién hecha cumplía con su objetivo. Con el tiempo en su contra, se desvistió para poder ponerse las improvisadas ropas nuevas; sobre las cuales vistió de nuevo su traje de sirvienta, tomó unos listones rojos que había en el suelo, guardó la bufanda en su pecho y hecho a correr con rumbo a los establos del castillo. En su camino se detuvo un par de veces, la primera le quitó su espada a una de las armaduras que decoraban uno de los tantos pasillos del palacio, la cual amarró firmemente a su pierna derecha con los listones; la segunda vez fue frente a la cocina, entró rápidamente y agarró un cuchillo. Lo envolvió con un listón y amarro a su brazo por debajo de su vestimenta de sirvienta.
    Al llegar al establo, apenas tenia el aliento suficiente para poder hablar con el guardia encargado de los caballos, quien al verla se acercó a ayudarla.
    -Luka, por Dios, ¿estás bien?- pregunto preocupado el hombre.
    -Sí Shinji…- respondió con dificultad- Estoy bien. Necesito un caballo urgente.
    -Preparare uno de los carros.
    -No, por favor Shinji, no hace falta. Solo voy al puerto, pero necesito a caballo urgente.
    -De acuerdo, ya voy por el.- contestó nervioso el guardia. Regresó unos minutos después con un caballo café, de larga crin y reducida cola.- Es el mejor que tengo, después del que pertenece al general Misawa, este es el mas rápido del establo.
    -Es perfecto Shinji. Déjalo aquí y tenlo listo cuando regrese, debo ir por unas cosas. Y por favor, no le digas a nadie sobre esto.
    -Entiendo. No diré nada- respondió confundido.- Pero Luka, por favor dime lo que esta pasando.
    -No puedo hacerlo ahora, lo siento. Pero… más tarde lo sabrás. Debo… debo irme.- dijo. Shinji sólo pudo ver completamente perplejo como la sirvienta se alejaba con un paso acelerado.

    En el palacio resonaban los pasos de Luka, subía las escaleras con desesperación rumbo a los aposentos de los reyes. Su mente era atormentada por un terrible pensamiento; el rey era un hombre cruel que no le importaba el sufrimiento de las personas con tal de obtener su objetivo, una horrenda idea llego a su mente: si la reina se opuso a él, sería capaz de asesinarla junto al niño. Bien conocía a Gakupo, inventaria que ella murió durante el parto. Esta sola idea provocó un escalofrío que el recorrió la espalda y un nudo en la garganta. Finalmente llegó hasta la fina puerta de madera de la habitación de la reina, con una mezcla de temor y decisión, llamó a la puerta. No hubo respuesta. Volvió a intentarlo, golpeando más fuerte. La puerta apenas se abrió, dejando ver la mitad del rostro del general Misawa que, con su penetrante mirada e inmutable expresión, atendió a Luka.
    -¿Qué quieres, sirvienta?
    -Yo… vengo a ver si… necesitan algo- respondió.
    -Si llegamos a necesitar algo, te llamaremos. Ahora vete sirvienta, interrumpes importantes asuntos del rey.
    -Si general Misawa.
    La puerta se cerró de portazo. En cierto modo, esto había tranquilizado a la sirvienta de rosa, en el poco tiempo que la puerta estuvo abierta logró escuchar la voz de le reina Lily, lo que indicaba que ella seguía bien. Se alejó unos pasos de la puerta y dio un suspiro, su apuro era ahora menor. Se escondió detrás de uno de los pasillos, asomándose constantemente. Pasó el tiempo, ella perdió la noción del mismo; no había ningún otro pensamiento en su cabeza mas que el de salvar al bebe. Cuando comenzaba a quedarse dormida, escucho varios pasos. Con sumo cuidado asomó la cabeza y logro ver al rey Gakupo, quien salía de la habitación con su porte triunfal, seguido por Misawa, que cargaba un bulto.
    -Ya sabes que hacer Kurogane.
    -Cumpliré con la misión que me ha sido encomendada y salvaremos al reino de su trágico destino.
    -Amigo mío, en tus manos esta el futuro de este esplendoroso reino.
    -No lo defraudare mi rey.
    -Que así sea.
    Siguieron su camino, en dirección contraria a la que estaba Luka. Podían escucharse sus pasos en las escaleras, que cada vez se hacían más distantes. Al estar segura de no ser detectada, la sirvienta se acercó a la habitación de la reina, abrió con sumo cuidado y entro son hacer ruido. Kiyoteru Hiyama estaba recargado en un lejano muro, miraba con detenimiento el pueblo; no había dejado de temblar desde que se presento frente a Lily. Ella se encontraba en su cama, parecía no haberse movido por nada el mundo. Simplemente abrazaba a su hija, que al fin había caído dormida. Las lagrimas no dejaban de correr por las mejillas de la reina Kagamine Lily, su mirada estaba perdida en el muro de enfrente y reflejaba un profunda tristeza. Luka puso la mano en su hombro, la reina solo volteo a verla.
    -Se… llevaron a… Len.- alcanzó a decir.
    -Misawa… ¿cierto?
    -Si… el lo… lo va… a matar- dijo con una voz temblorosa.
    Luka no dijo palabra alguna, presionó el hombro de la reina y le susurró “cuida a Rin”. La soltó y salio corriendo. Su carrera la llevo al establo una vez mas, donde el caballo que Shinji le tenia preparado ya la esperaba, sin embargo, el joven guardia no estaba a la vista.
    La sirvienta se acercó al animal, paso a su lado buscando al muchacho quien se acercaba con otro caballo. Este estaba equipado distinto, cubierto en su totalidad con una armadura gris con pinturas de rosas amarillas. Era el caballo del general Misawa; no había duda, el estaba a punto de salir y Luka debía desaparecer antes de que el se acercara.
    -Oh Luka- saludó Shinji- ¿Vas al mismo lugar que el general?
    -No. Ya te dije que voy al puerto. Él aun no ha salido, ¿cierto?
    -No, solo pidió su caballo. No sé para que.
    -Bueno, tal vez tiene una encomienda real- dijo la sirvienta mientras se subía al caballo. –Todos sabemos que es la mano derecha del rey.
    -Eso es verdad. Quisiera estar en su lugar.
    -Cree en lo que te digo, no quieres eso para ti Shinji. Volveré tarde, deja el establo abierto.

    Luka, la sirvienta de rosa salio a veloz trote de los limites del castillo y se escondió detrás de uno de los edificios mas cercanos; era el escondite perfecto, podía vigilar la entrada al palacio sin ser detectada, aunque la presencia del caballo dificultaba el mantenerse en silencio. Decidió disfrazarse en ese momento, más tarde le siria difícil. Se quitó su traje de sirvienta, lo dobló y dejó en el suelo, a un lado de la construcción que la ocultaba. Sacó un listón rojo de entre sus ropas, con el cual recogió su largo cabello; también se hizo con la larga e improvisada bufanda que guardaba en su pecho, la enredo en su rostro, a modo de que solo fuesen visibles sus ojos. Ya disfrazada, siguió esperando al general Misawa, quien no tardó mucho tiempo en salir velozmente del palacio.
    La sirvienta dejó pasar cinco minutos, tiempo suficiente para seguirlo sin que el se diera cuenta, además de seguirlo por un camino paralelo por detrás de los edificios para evitar las sospechas. El recorrido fue largo, cruzaron la ciudad en toda su extensión hasta salir de esta. Ya en campo abierto, Luka se vio forzada a dejar que el general se adelantara aun más, pues la ausencia de edificios tras los cuales esconderse la delataría pronto. El recorrido se extendió hasta la entrada al bosque de Kaai. Ahí se detuvo el general Misawa Kurogana; bajó de su caballo con el bulto en sus brazos. Con sumo cuidado lo dejó en el suelo; dio unos pasos por la zona, tal vez con el fin de cerciorarse que nadie lo veía.
    Fijó su mirada en el pequeño bulto que era el recién nacido Len; su mano temblaba al acercarse al mando de la espada, no estaba seguro de la decisión del rey Gakupo, pero debía cumplir sus ordenes, el era su hombre de confianza y su deber era cumplir con los mandatos del rey. Finalmente se armó de valor, empuño su espada y la desenvaino. Sujetándola con firmeza la elevó por encima de la cabeza del niño; quería provocarle una muerte rápida, sin mucho dolor y el cuerpo no sería problema alguno, la sangre atraería a los lobos que habitaban en el bosque. Ya estaba listo para atacar, solo debía hacer bajar la afilada hoja sobre el niño y acabaría con todo. De pronto sintió un intenso dolor detrás de su cabeza; una piedra de tamaño considerable lo había golpeado detrás de su oído derecho, lo cual lo dejó aturdido e hizo que soltara su espada. En su mareo, sintió que una fuerza lo jalaba del cuello de la armadura y azotaba contra el suelo; ya derribado, sus ojos solo pudieron ver una oscura figura que sostenía otra roca con la cual golpeo su cabeza, dejándolo inconciente.
    La figura del misterioso atacante se alejó del cuerpo de Misawa. Con delicados pasos se acercó al bebe, lo tomó en sus brazos y lo abrazo.
    -Len, estas bien- dijo la femenina voz de la figura oscura.- Te voy a poner a salvo, te lo prometo.
    Comenzó a caminar rumbo a un árbol, donde estaba un caballo esperándolos. Pero, al pasar por el costado del general Kurogane, algo detuvo su marcha. El militar no había quedado desmayado como la agresora pensó, le sujetaba con fuera uno de sus pies para no dejarla ir.
    -¡Deja a ese niño!- ordenó Misawa, jalando el pie de su agresora para hacerla caer. Ella logró darse la vuelta en el aire para caer sobre su espalda y no lastimar al pequeño Len. –Así que… eres tan valiente como para atacar a un general con rocas. Defiéndete de cerca cobarde.- decía mientras se reincorporaba.
    Su agresora apenas se ponía de pie cuando el ya estaba detrás suyo. Con sigilo, tomó el cuchillo que estaba amarrado a su brazo izquierdo y de un rápido movimiento lanzó una cuchillada hacia atrás, hiriendo en el pómulo derecho al general. Pero aun con la fuerte hemorragia, el oficial del ejército del País Amarillo pudo sujetarla del cuello para evitar que se fuera.
    -Estas cometiendo el error de tu vida. Vas a morir aquí mismo.- rugió Misawa.
    De un tirón dejó a su atacante en el suelo de nuevo, perdiendo este tanto el cuchillo con el que se defendía y al bebe, que callo de sus brazos y rodó unos centímetros. Los gritos de Kurogane y la caída provocaron el llanto del pequeño, que rompía el silencio de aquel bosque.
    -Veamos quien esta detrás de esta mascara- dijo completamente molesto.
    -¡No, espere!- dijo la mujer, pero ya era tarde, Misawa ya le estaba quitando su bufanda, dejando al descubierto su rostro.
    -No puede ser… ¡tú! ¡Luka!- mencionó sorprendido. -¡¿Cómo puedes traicionar así al reino?! ¡A tu rey!
    -¡Yo no estoy traicionando a nadie!- se defendió la sirvienta -¡Quiero salvar la vida del príncipe!
    -¡Este niño no debería existir!
    -¡Y no es culpa suya nacer!- gritó encolerizada Luka, la desesperación del momento había provocado que unas lagrimas rodaran por sus mejillas. –La reina quiere que el siga vivo, y yo le prometí que me en cargaría de eso. No me importa lo que tenga que hacer para cumplir sus deseos, ¡no me importa! Si eso es lo que quiere- decía mientras tomaba la espada que estaba atada a su pierna. –Yo se lo cumpliré.

    Misawa había enmudecido, y no solo su mirada cambio, también su expresión y manera de pensar sobre Luka. No perdía de vista a la valiente mujer que tenia frente a el, a pesar de ser solo una sirvienta y no saber usar una espada, estaba frente a él, interponiéndose entre su arme y el bebe.
    -La reina. ¿Ella te ordenó cuidar de su hijo?
    -Si. Ella quiere que su hijo quede con vida, no le importa si no lo puede ver, solo desea su bien estar.
    -¿Cómo se que no mientes, mujer? Esto podría ser una venganza tuya contra el rey.
    -Él no me importa. Yo solo quiero cuidar al pequeño Len y darle tranquilidad a mi reina. ¿Qué piensa hacer ante eso general? ¿Acaso va a desobedecer a la reina?
    -Las órdenes de nuestro rey Gakupo III son más importantes.
    -Es increíble lo ciego que puede ser usted. ¿Acaso no lo entiende? El niño que piensa asesinar es hijo de los reyes, la sangre real corre por sus venas. Si su espada se mancha con su sangre, sería como apuñalar al rey o a la reina; estaría atacando a la familia real y eso es una traición que le costaría la vida general.- Seguía hablando la valiente mujer. –Los soldados dicen que usted es un hombre misericordioso a pesar de todo, que su mandato era dejar vivo a todo niño, mujer y anciano. ¿Qué diferencia hay entre los niños de los reinos enemigos y el hijo del rey? Creo que debería inclinarse a defender al príncipe de su país.
    -Nunca creí que, de todas las mujeres en el reino, serías tú, una simple y abnegada sirvienta, la que me desafiara. Tienes mis respetos mujer, algo difícil de ganar.- Misawa miro al bebe. –Yo también creo que… el rey está en un error en esta decisión, pero mi lealtad hacia él me impide contradecirlo.- dijo mientras guardaba su espada. –Baja el arma Luka, no impediré que te lo lleves. Pero debes medir muy bien tus movimientos y no ser descubierta; si esto falla, no te apoyare en nada.
    -Quiera o no general, usted ya esta involucrado en esto.
    -Por eso no debes fallar, si te descubren, también la reina y yo sufriremos las consecuencias- recalcó Kurogane mientras montaba su caballo. -Espero tengas todo bien planeado. Suerte Megurine Luka.- se despidió y emprendió el camino de regreso al palacio, dejando a Luka y al bebe solos.

    La sirvienta de rosa decidió pasar la noche en una posada, lejos del palacio. No podía arriesgarse a entrar con Len en la residencia de los reyes, corría el riesgo de ser atrapada. La mayoría del tiempo pensó en que hacer ahora, debía huir a su pueblo natal, pero no sabía como lograrlo; resultaría sospechoso desaparecer de pronto, y muy peligroso por dejar a Misawa herido y su comportamiento sospechoso con Shinji. Se quedó dormida durante la madrugada tratando de encontrar el modo de escapar.
    Ya había amanecido, los primeros rayos de sol se colaban por la ventana del modesto cuarto donde se hospedaba. Abrió lentamente los ojos para encontrase con el sereno rostro de Len. Como si ese niño la hubiere iluminado, llegó a su mente el plan perfecto para huir.
    Se apresuró a abandonar la posada y fue directamente al monasterio, donde entregó al niño a las monjas para que lo cuidasen únicamente dos semanas, bajo la falsa orden de la reina de no dejarlo tener contacto con nadie mas que ellas. Confundidas por el mandato de Kagamine Lily, las monjas no pudieron hacer más que aceptar la comisión y cuidar del pequeño. Horas después, Luka regresó por fin al palacio.

    Los días pasaron normalmente, con la atención de todo empleado del palacio en los cuidados de la princesa Rin. Una falsa felicidad llenaba a la familia real: Gakupo se mostraba de muy buen humor, tal que incluso trataba bien a los sirvientes. Lily, por su parte, estaba más tranquila, totalmente interesada en atender a su hija a tal grado que n varias coacciones amenazó con despedir a todo sirviente que se acercara a las dos cuando estuviesen juntas; conocía a la perfección el plan de su fiel sirvienta y, aunque le entristecía un poco el hecho de no poder ver a su propio hijo, se alegraba de saber que el estaba con vida.
    Misawa había continuado con su rutina de entrenar a los soldados y pasar largas horas jugando ajedrez con el rey. Llamaba la atención la seria herida que tenia en su rostro, provocada por el cuchillo de Luka aquella tarde en la que rescató a Len, pero el decía que fue provocada por un grupo de lobos que, alterados por la sangre del bebe, también arremetieron contra él.
    Por su parte, Luka seguía sirviendo normalmente a la reina, aunque se tomaba unos descansos para visitar a Len en el monasterio.

    Las dos semanas se cumplieron finalmente y era momento de actuar. Con una carta manuscrita, la sirvienta de rosa se acercó a los reyes para hablar seriamente con ellos.
    -Tu madre está enferma- dijo Gakupo al terminar de leer la epístola. –Y supongo que buscas el permiso para cuidar de ella.
    -Si su majestad. Parece que mi madre ha caído enferma durante su embarazo. Si no les parece una molestia, me gustaría ausentarme un tiempo para poder asistirla a ella y a mis hermanos.
    -Eres una muy buena hija, Luka. Tú madre debe estar orgullosa de ti.- le dijo Lily, quien ya sabia a la perfección que todo era una mentira. -¿Qué dices Gakupo? Debemos dejarla ir.

    El rey tardó unos segundos en responder. Dio un suspiro y le entregó la carta a su esposa.
    -Has lo que gustes Lily, ella es tu sirvienta personal. Yo no tengo nada que ver en esto. –dijo con una actitud seria y se retiró.
    La reina y la sirvienta se miraron fijamente, no pudieron ocultar su alegría ante la facilidad que les acababa de dar Gakupo. Sonrieron felices y se abrazaron. Sin perder el tiempo, Luka corrió por sus pocas pertenencias mientras Lily mandaba preparar una carroza. Sin importar el resultado, el barco en el que viajaría la sirvienta ya le esperaba. Cuando todo estaba listo para dirigirse al puerto, las dos amigas salieron del palacio rumbo a los establos, donde las esperaba, para sorpresa de ambas, el general Misawa Kurogane.
    -General Misawa- dijo atónita la reina. -¿Qué está haciendo aquí?
    -Me temo que sería un error dejarlas ir con alguien ajeno a nuestros asuntos, podría informar al rey.
    -Tiene razón general. Muchas gracias por apoyarnos en esto.- le respondió Luka.
    -Como te dije antes, los tres estamos involucrados. ¿A dónde piensan ir?
    -Nos dirigimos al convento para sacar a mi hijo de ahí. Después iremos al puerto donde Luka tomara el barco rumbo a su pueblo.
    -Será mejor darnos prisa, nadie debe vernos salir del convento con un niño.
    -Misawa, tengo todo planeado.- dijo mostrándole una canasta de buen tamaño.

    Partieron entonces rumbo al monasterio. La carroza era conducida por Misawa quien cubrió las ventanas con unas cortinas negras para ocultar a la reina. En su interior, la melancolía se apoderaba de Lily y Luka; comenzaron a recordar los buenos tiempos que compartieron juntas, desde aquella tarde en que se conocieron en la plaza central. Un año antes de casarse con Gakupo, Lily paseaba con un grupo de guardias por el pueblo para pasar el tiempo; llegaron a la plaza y ahí se quedaron un tiempo, mirando el espectáculo de unos artistas callejeros. De pronto, los gritos desesperados de una niña llamaron la atención de la noble. Se alejó del grupo de guardias hasta llegar a un pequeño callejón, donde vio a un grupo de bandidos atacando a una niña de cabello rosa quien no soltaba una vasija de oro. La mujer rubia llamó a sus guardias y al instante, arremetieron contra el grupo de malhechores, rescatando a la niña.
    Agradecida, la pequeña ofreció sus servicios a su salvadora, explicándole que había viajado desde el pueblo de Yue para buscar trabajo. La muchacha, que se hacia llamar Megurine Luka, fue del agrado de la joven Kagamine quien la contrató al instante como su sirvienta personal. A partir de ese día, ambas pasaban la mayor parte del tiempo juntas teniendo algo mas allá que una relación entre sirvienta y ama; más bien era una relación de amigas.

    Llegaron al convento, donde la madre superiora ya esperaba a Luka con el bebe en brazos. Sin decir más que gracias, la sirvienta lo tomó y regresó rápidamente a la carroza. Siguieron su camino hacia el puerto, que no estaba lejos.
    Durante el trayecto, la reina Lily se dedicó a cargar a su hijo. Sería la última vez que lo vería en mucho tiempo y nunca podría confesarle que eran madre e hijo. El solo pensarlo llenaba de tristeza a la reina, pero le reconfortaba el pensamiento de ver, algún día, a su hijo como un hombre adulto, quizá, sirviendo al reino.

    -Llegamos al puerto. El barco espera Luka.- dijo Misawa, abriendo la puerta de la carroza. –Te ayudare con el equipaje.
    -No hace falta general, mejor quédese a proteger a la reina.- respondió. Se volvió para ver a la reina abrazando a su hijo. –Mi… mi reina. Lily… es hora.
    -Si… si ya voy.- contestó con un nudo en la garganta. –Len, hijo mío. Es hora de separarnos. Te prometo que vas a estar bien, Luka cuidara de ti. Estarás en buenas manos Len.- inevitablemente, las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos. –Te amo hijo mio, te amo Len.- Lo besó en la frente, abrazó por ultima vez y se lo entregó a la sirvienta, para que lo acostaran en la canasta.

    Ambas bajaron del carro. Luka únicamente cargaba con un saco donde estaban sus pertenencias personales y la canasta en la que, bajo varias sabanas, estaba dormido el pequeño Len. La reina, que llevaba puesto un vestido mas discreto a los que acostumbraba usar, había cubierto su cabeza con una capucha que apenas la dejaba visible.
    Se dirigieron lentamente al barco de madera que esperaba únicamente a la sirvienta de rosa. La tripulación era de únicamente cuatro personas, para un viaje de tres días; todos elegidos personalmente por la reina. En cuanto vieron a Luka acercarse, bajaron a ayudarla con su equipaje, llevándose únicamente el saco.
    El capitán dio la orden de levar anclas cuando la única pasajera había abordado. Ella se quedó parada en cubierta, sosteniendo la canasta con fuerza. Miraba fijamente a la reina a quien sirvió por tres años, pero era más que su ama; era su mejor amiga, aquella que le ayudo desde su llegada y ahora, se separaban.
    El barco inicio su marcha. Con lentitud abandonaba el puerto, separando cada vez más a las dos amigas. En el puerto, la reina pudo resistirse al impulso de llorar. Deteniéndose en el hombro de Misawa, se despidió de su mejor amiga y de su hijo.
    -Mi reina. Confíe en Luka, ella sabe lo que hace.
    -Todo esto lo hace por mi- lograba decir. –Se lo agradezco tanto, tomar este riesgo por mí sin que se lo pidiera.
    -Ahora entiendo el afecto que se tienen la una a la otra. Ella regresara.
    -Lo se Kurogane, y estaré esperando su regreso.

    Luka no pudo soportarlo y comenzó a llorar al notar la distancia entre ella y la reina.
    -Todo estará bien…- decía en voz baja. –Te cuidare muy bien, como mi hermano. Lily… te prometo regresar pronto.
     
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    Sango Asakura

    Sango Asakura Entusiasta

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    Kya!! amé tu capitulo, estubo realmente interesante, el como desarrollas tu historia es genial, me sorprende que nadie más que yo comente, creo que te hare publicidad, allí voy nueva firma!!!
    En fin, me encantó este capitulo, me gusto el como Luka actuo para ayudar a Lily, por eso me caes bien Luka XD!. Sigue así, ya quiero ver que ocurre, felicidades y gracias por seguir con esta historia :).
     
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    Al Dolmayan

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    La hija del mal
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    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    4279
    Advertencia. Ligero gore en este capitulo.
    Capitulo IV
    “Conchita, the epicurean daughter of evil”
    -Cómelo todo, cada pedazo de este mundo-
    -¡No quiero ir con esa mujer rara!- Se escuchaban por todo el palacio los infantiles reniegos de una niña rubia en un detallado vestido amarillo.

    Seis años habían pasado desde la partida de Luka. La vida en el País Amarillo había seguido como si ningún incidente hubiese ocurrido; Gakupo seguía con sus excesos. Aunque las guerras habían terminado y se vivía un aparente periodo de paz, el rey continuaba con las alzas de impuestos, que, aunque solo se daban cada tres o cuatro meses, seguían resultando en el descontento general. Principalmente, los decretos sobre los nuevos cobros se dictaban en fechas cercanas a los cumpleaños de la familia real, en especial, de la princesa Rin; además de conseguir dinero extra para cubrir sus solventar sus excéntricos gustos, complacer a su esposa y mimar a su hija.
    Peor también destinaba parte de esos fondos a los numerosos festejos que se llevaban a cabo sin motivo aparente o eran para sus viajes al extranjero, destacando las visitas al rey Akaito del País Magenta y las muchas visitas de Lady Conchita.
    La reina Lily había pasado los últimos seis años cuidando a su hija, atenta a su desarrollo: le enseñó a no maltratar a los animales y contrató a los mejores maestros para que le enseñaran diversas artes; pero especialmente, le enseñó el respeto y agradecimiento para con sus sirvientes; en claro recuerdo de Luka. Sin embargo, a pesar de la felicidad que le traía Rin y las constantes fiestas que funcionaban como una distracción, la reina no podía evitar sentir una profunda tristeza, provocada por la ausencia de su hijo Len y su mejor amiga. Pero cada dos meses llegaba a sus manos una carta por parte de la sirvienta de rosa, donde contaba a detalle el crecimiento del pequeño Len, esto lo regresaba un poco la felicidad.
    Una vez, su hija Rin le había encontrado leyendo una de estas cartas y su infantil curiosidad le llevó a preguntar quien se las escribía. Lily, sin otra opción y siendo sincera, le contó entonces sobre su sirvienta personal, que más que eso, era su mejor amiga; le mencionó sobre el día que se conocieron, como habían pasado los años juntas y el momento de su partida. Ante la historia, la princesa le preguntó si algún día tendría una criada solo para ella, a lo que su madre respondió que si.
    Ajena a la situación del país, de sus padres y con todo capricho cumplido, crecía la pequeña princesa Rin. Era la viva imagen de su madre, de grandes ojos azules y rubia cabellera, siempre corta y adornada con un moño blanco.
    Mostraba un gusto especial por los caballos, razón por la cual su padre le regalo una yegua, de cinco meses de nacida, a la cual llamó Josephine. También era una niña traviesa e inquieta, que comúnmente le hacia bromas a los sirvientes, pero prefería centrarse en el general Misawa. La mayoría de las veces se defendía diciendo “yo soy la princesa y hago lo que quiero”, lección aprendida sin duda a su padre. Con este mismo pretexto, se había librado de varios castigos e incluso de uno que otro viaje al extranjero, como pretendía hacerlo en esta ocasión.

    -Ya les dije que no quiero ir- seguía diciendo. –Y no iré, soy la princesa y puedo hacer lo que quiero. Además esa mujer me asusta.
    -Creo que sólo a tu padre no le asusta.- le apoyaba la reina.
    -Rin, llegara el momento en que deberás realizar este tipo de viajes a reinos y comarcas vecinas, y más te vale llevarte bien con todo gobernante.
    -Gakupo, es apenas una niña. No creo que sea adecuado enseñarle sus futuros deberes diplomáticos a tan temprana edad.
    -Nada de eso- dijo con exageración. –Toda princesa o príncipe debe ser educado desde pequeño en sus funciones, en el caso de que algo llegue a ocurrir.
    -Sabemos que eso no pasara.
    -Nada te lo puede asegurar, mujer. No se nos puede asegurar que mañana seguiremos aquí.
    -Rin, por favor, ve con Kiyoteru.- ordenó Lily un tanto molesta. Sin protesta alguna, su hija le obedeció y abandono la habitación a un paso veloz. Volviéndose a su esposo con una mirada inquisidora, la reina siguió hablando. –No quiero que vuelvas a hablar de ese modo con Rin. Es apenas una niña, entiéndelo; al hablarle de ese modo solo logras que se asuste y preocupe con la idea de nuestra muerte.
    -No tiene nada de malo decirle la verdad.
    -Pero no puedes esperar a que una niña de seis años lo entienda.
    -El punto es, ella no puede evadir sus obligaciones como princesa.
    -El punto es que ella es solo una niña y su educación como princesa puede esperar un poco. Lo único que ha aprendido es ese pretexto de que ella es la princesa que puede hacer lo que quiera y tu mismo se lo enseñarte.- dijo a su esposo. Ya un poco mas tranquila y sin respuesta alguna de él, siguió su dialogo. –Además, tu mismo lo has dicho, ella debe estar lista para sustituirnos. Y como sabes, los viajes son muy peligrosos y corremos el riesgo de morir; sería terrible que también ese fuera el destino de la princesa. Dejaríamos el reino sin gobernante, y eso traería su fin.
    -No quieras usar mis propias palabras en contra mía.
    -Solo estoy repitiendo lo que has dicho. Si ella es el futuro del reino, debería quedarse aquí para evitar la desgracia, ¿no piensas igual que yo?
    El rey no respondió. Se limitó a ver a los ojos a su esposa, con cierta ira guardada, no podía creer que ella le ganara con sus argumentos; él se había quedado sin palabras para defenderse.
    -Espero que Rin herede tu capacidad para argumentar y de negociación, eso hará más grande este reino. Esta bien, que se quede aquí; pero dejaremos a su cargo a Kurogane y Kiyoteru.
    -No tengo problema alguno con eso. Solo quiero que mi hija este segura.
    -Nuestra hija, mujer. Rin es hija de ambos.
    -A veces… no parece ser así Gakupo. No parece.

    Siete días pasaron desde esa discusión. Finalmente, se decidió que solo los reyes emprenderían el viaje de veinte horas hacia el castillo de la región de Sia, donde vivía una de las mujeres más ricas del continente: Vanika Conchita. La visita sería corta, únicamente se tenía programada una cena, pero dependiendo de la hora de su llegada, serían las actividades que podrían realizar. Gakupo pensó que lo mejor era partir durante la madrugada, llegarían a Sia la noche siguiente y podrían pasar todo un día en aquel lugar.
    Los sirvientes únicamente prepararon un modesto carruaje no debía llamar para nada la atención pues la región de Sia también era hogar de numerosos ladrones que frecuentaban atacar a los viajeros. Aun así la reina, oponiéndose a su esposo, pidió dos carros llenos de escoltas para acompañarles, aunque fuese a la distancia. Sin otra opción, Gakupo se vio obligado a aceptar, aunque había alguien incomodo con la decisión.
    -Su majestad, yo se que no quieren llamar la atención y en verdad, su estrategia esta bien hecha pero me sentiría más tranquilo si me permitieran acompañarlos en su viaje.- decía el general Misawa a Gakupo.
    -Agradezco tu preocupación, pero no hace falta que vengas con nosotros.
    -Gakupo- detuvo su marcha parándose frente a él- Insisto, no como general ni miembro de la corte, si no como tú amigo que soy. Permíteme ir contigo y con Lily, por favor. Sabes bien las historias que se cuentan sobre lady Conchita y la gran cantidad de bandidos que viven en Sia.
    -Tenemos todo eso en cuenta; llevaremos escolta, dos carrozas llenas de soldados. Y no te preocupes por Conchita, ya le hemos visitado varias veces y no ha dado señal alguna de que los rumores sean ciertos. Kurogane, en verdad aprecio tus palabras y también me gustaría tu compañía en esta travesía; pero prefiero que permanezcas aquí cuidando de mi hija. Seamos sinceros, Kiyoteru no puede solo con ella, es muy inquieta para él.
    -Me parece que en vez de eso, quieres dejarle a tu hija su fuente de diversión.
    -¿Tanto nos conocemos que no puedo tener secretos contigo?- dijo.
    Ambos se miraron un segundo y echaron a reír. Al terminar, fijaron la vista en una de las carrozas y guardaron silencio. Kurogane puso su mano sobre el hombro de su amigo el rey.
    -Tengan cuidado.
    -Lo tendremos amigo mío. Dejo en tus manos a mi hija, cuídala bien.
    -Te doy mi palabra.
    -Su majestad- dijo un sirviente tímidamente. –El carruaje esta listo, mi rey.
    -Oh, gracias. Bien Kurogane, es hora de partir.
    -Estaremos esperando su regreso, mi rey. Que Dios lo proteja en su camino.
    -Gracias general Misawa. Regresaremos en tres días.

    Y con estas palabras, Gakupo tercero subió a la carroza donde le esperaba su esposa. Ella vestía de un modo por demás modesto, sin ninguna joya o anillo a la vista, un vestido liso de color beige y un velo amarillo en su cabeza. El rey se acercó al carro, le dio su sacó a uno de los sirvientes y tomó mas sencillo, de color negro. Lo vistió y subió al carruaje.
    -¿Sabes que es lo que me parece más curioso de todo esto? Que Kurogane no venga con nosotros.
    -Veo que nadie entiende mi decisión. Kurogane es más importante aquí en el palacio que con nosotros. Además debes admitir que te sientes más cómoda sin él.
    -No te voy a mentir, tienes razón en eso.
    -Entonces deja de quejarte y partamos, el viaje es largo y no hay pueblos en el camino hacia Sia.

    La sencilla carroza salio del palacio. No tenia decorado alguno, era un carro pintado de color negro, con ventanas cubiertas por mantas azules; afuera, iba sentado solo un guardia vestido como sirviente. Unos minutos después, cuando los reyes ya habían tomado el camino del oeste hacia la región de Sia, salieron las dos carretas de escoltas; seis soldados en cada una, cuatro en el interior y dos conduciendo. Estas tampoco iban adornadas.
    Durante las veinte horas que duró la travesía no se presentó contratiempo alguno, ningún ladrón o animal intervino en el paso de los reyes. Llegaron según lo previsto a la región de Sia, un lugar que a pesar de encontrarse cerca de las costas, lucia como una aldea abandonada. Las casas se encontraban en un estado deplorable, las calles cubiertas por maderos abandonados, barriles vacíos y una gran acumulación de polvo y arena; muchos de los faros se encontraban apagados, solo uno o dos alumbraban un especio de diez metros. No había rastro de actividad humana en el pueblo, ni siquiera de velas encendidas dentro de las casas.
    El trote de los caballos resonaba por la calles de pequeño poblado, y así siguió hasta que llegaron a la entrada del palacio de Lady Conchita el cual representaba lo contrario al pueblo. Este se encontraba totalmente iluminado por una enorme cantidad de velas y antorchas rojas, dejando ver a la perfección el color escarlata de sus muros y negro de los techos. Al encuentro de los reyes salieron un grupo de sirvientes. Sus ropas eran sencillas, los hombres usaban una camisa blanca, pantalón y chaleco negros; las mujeres llevaban puesto un largo vestido azabache y un listón rojo en la cabeza. Pusieron una pequeña escalera al pie de la carroza y ayudaron a bajar a los monarcas del País Amarillo.
    -Sean bienvenidos a la región de Sia mis reyes.- dijo un sirviente. –Lady Conchita les espera en el gran salón, por favor síganme. Ustedes dos- se rigió a un par se criadas- lleven el equipaje de los reyes a su habitación.
    -En seguida.
    -Son muy amables, pero no traemos mucho equipaje con nosotros- dijo la reina.
    -Estamos para servirle, su majestad. Por aquí mis reyes.
    Ambos siguieron al sirviente por la escalinata que llevaba a las puertas del palacio; aun a la distancia, un nauseabundo y putrefacto olor había llegado hasta Gakupo y Lily, pero no dijeron nada al respecto al ver que los criados no mostraban gesto alguno. A medida que avanzaban, el fétido aroma se mezclaba con otros, tanto agradables como desagradables, resultando en una combinación que logró marear a ambos monarcas.
    Llegaron al salón principal, donde los esperaba la señora de la casa. Vanika Conchita se encontraba sentada sobre una gran silla negra finamente detallada, la mesa, de igual color a su asiento, estaba llena de platillos extraños que no eran reconocidos por nadie. La señora del palacio los veía desde ese lugar, tenía su corto cabello adornado por una rosa negra y llevaba un vestido completamente rojo. Su boca se torció de un extraño modo, simulando una sonrisa.
    -Sean bienvenidos a mi humilde morada- dijo la mujer.
    -Esto no es nada humilde, Lady Conchita.- respondió el rey Gakupo. –Veo que invertido tiempo y dinero en su palacio desde mí ultima visita.
    -Si se tiene dinero ¿Por qué no vivir con lujo?
    -En eso tiene razon.
    -Reina Lily, espero que encuentre agradable su estancia.
    -Gracias Conchita, agradecemos su hospitalidad.
    La mujer sonrío complacida. Observó a los reyes de pies a cabeza.
    -¿Dónde esta la princesa Rin?
    -Se quedó con el general Misawa en la capital, ella encuentra estos viajes en especial aburridos –respondió el rey rápidamente –Solo es una niña.
    -Oh es una pena que no nos acompañe.- dijo mientras tomaba una copa roja en sus manos, dio un sorbo a la bebida y añadió. –Tomen asiento y coman de lo que gusten. Lamento el pobre recibimiento, pero no los esperábamos a estas horas de la noche.
    -Es muy amable Conchita, pero el viaje fue largo y cansado- dijo la reina Lily anticipándose a su esposo. –Quisiera ir a descansar.
    -Si así lo ordena la reina, así se hará.- Conchita dejó la copa sobre la mesa y aplaudió tres veces. –Iroha, lleva a la reina a su habitación. Supongo que usted se quedara a cenar, su majestad.
    -Efectivamente, le acompañare; tenemos varios asuntos que tratar y quiero hacerlo lo más pronto posible.

    Así lo hicieron. Gakupo pasó tres horas más charlando con Lady Conchita mientras que Lily le esperaba en su habitación. Dicho aposento no era muy distinto al resto del palacio, muros de color rojo y muebles negros se volvían un patrón a seguir. La reina se sentó en uno de los costados de la cama y examinó cuidadosamente el lugar, los muebles exageradamente detallados y la poca iluminación, creaban una atmosfera tenebrosa en la habitación; los extraños olores se mezclaban y extraños sonidos que parecían gritos de personas inundaban el cuarto. Cuando el rey termino de cenar y subió con su esposa, la encontró asomándose a la ventana, le pareció curioso y se acercó a ella.
    -Lily ¿Qué ocurre?
    -No he podido descansar nada Gakupo. No dejo de escuchar numerosos gritos. - respondió. –Y esos horrendos aromas suben hasta aquí.
    -No me lo recuerdes. La cena no fue nada agradable, no pude reconocer ninguno de los platillos y todos olían mal.
    -Fue una pésima idea venir, no me gusta este lugar.
    -Cálmate Lily, por favor.- dijo Gakupo abrazando a su mujer. –Mañana nos iremos en la noche, solo tenemos que soportar unas cuantas horas.
    -La próxima vez, ella tendrá que visitarnos.
    -Se lo dejare claro.

    La mayor parte de la noche la pasaron despiertos, el extraño aroma del palacio les impedía dormir; a esto se sumaban los numerosos gritos que no cesaron en ningún momento. Siempre que se escuchaban los alaridos de dolor, uno de los reyes se asomaba para buscar el origen de esos escalofriantes sonidos, sin resultado alguno. Pero en una ocasión, el rey presencio un acto espeluznante; uno de los sirvientes arrastraba un costal que dejaba un grueso rastro de sangre a su paso. Decidió guardarlo en secreto para no alterar más a su esposa, que al fin había logrado conciliar el sueño.
    Amaneció en la región de Sia. El canto de un gallo resonó por los pasillos del palacio de Lady Conchita, despertando a ambos reyes. La noche había sido difícil para ambos, así que decidieron quedarse a dormir un poco más de tiempo; algo que les fue imposible, pues a los pocos minutos comenzaron a escucharse los pasos de los sirvientes frente a su puerta. Alguno eran lentos, otros llevaban prisa y unos cuantos más eran acompañados por sonidos metálicos que lastimaban los oídos.
    Al ver que les sería imposible conciliar el sueño de nuevo, se vistieron y bajaron a desayunar. Para su sorpresa, Vanika Conchita se encontraba, de nuevo, sentada a la mesa, con el mismo vestido rojos que la noche anterior.
    Ambos tomaron asiento en un extremo donde encontraron platillos conocidos por ambos, unos cuantos huevos y algunas verduras cocidas. Miraron curiosos lo que Conchita comía, una extraña masa negra con manchas amarillas estaba en su plato al lado de un montón de lo que parecían ser ojos de pescados. Ignorando los alimentos de su anfitriona, los reyes se dispusieron a desayunar.
    -Su majestad hemos preparado a nuestros mejores caballos. Esperaba que ambos pudieran acompañarme en un paseo por el pueblo.- dijo Conchita de pronto.
    -Muchas gracias, pero lamento rechazar su oferta- respondió Gakupo. –Debemos regresar pronto al palacio, así que preferiría terminar con las negociaciones ahora mismo.
    -Bueno, esperaba que se quedaran unos días, al menos hasta lo hora de la cena.
    -Lamentamos incomodarle- dijo la reina Lily –Pero en verdad debemos regresar lo más rápido posible y tenemos otros asuntos pendientes.
    -Entiendo. Si es lo que quieren los reyes, es lo que se hará. Mi rey, podemos subir al estudio para terminar nuestros asuntos ¿nos acompañara mi reina?
    -Oh no, yo no soy buena para asuntos monetarios. Esperare en nuestra habitación hasta la hora de comer.
    -Puede visitar mis jardines, tengo una gran cantidad de flores y el aire es de lo más puro. Iroha puede acompañarla.
    -Es muy amable, pero preferiría la compañía de alguno de nuestros escoltas.
    -Es cierto.- intervino el rey. -Ahora que lo mencionas, no los he visto, ni siquiera al conductor de nuestro carruaje.
    -Que extraño. No me han informado nada acerca de escoltas reales. Mandare buscarlos de inmediato.
    -Gracias. ¿Podemos pasar a hablar de negocios?
    -Por supuesto, sígame al estudio. Iroha, atiende todo pedido que haga la reina.
    -Si Lady Conchita.- respondió la joven sirvienta.
    Gakupo y Vanika Conchita abandonaron el comedor y subieron por una larca escalinata de caracol hasta el estudio, dejando solas a Lily y la sirvienta Iroha. Poco tiempo después la reina decidió ir al jardín en compañía de la criada de Conchita.
    La llevo por la parte trasera del palacio, entre unos pasillos oscuros que apenas se encontraban iluminados. Una fuerte brisa corría en esos lugares, lo que resultaba agradable a Lily pues al fin se despejaban los malos olores del palacio.
    Dieron con una salida después de unos metros. Al llegar al jardín, la reina quedó asombrada al ver la gran cantidad de flores y árboles que había. Le sorprendía el hecho de ver un jardín tan hermoso y atendido detrás de semejante lugar, que resultaba tenebroso. Como si el perfume de las flores le llamara, Lily no dudó en acercarse a cada una de las plantas y disfrutar de la cantidad de bellos aromas que ahí se encontraban.
    Examinaba con cuidado cada una de las flores, había incluso algunas que desconocía por completo y llamaban más su atención. El centrarse tanto en las plantas le impedía siquiera imaginar que la sirvienta que le acompañaba cargaba con un afilado cuchillo que estaba dispuesta a usar en cualquier momento.

    -¿Dónde estará?- preguntaba el rey –Ya debería de estar aquí.
    -El tiempo vuela con la jardinería su alteza. Estoy segura que Iroha sigue con la reina, no debe preocuparse, estarán aquí a tiempo.
    Gakupo y Cochita se encontraban sentados a la mesa de nuevo. Era hora de la comida y los platos ya estaban servidos. Los extraños platillos se componían de lo que parecían ser ojos de algún animal pequeño, posiblemente un gato o conejo; una extraña sopa llena de huesos pequeños y una viscosa masa de un color rosa pálido que despedía un olor nauseabundo.
    -Estaría más tranquilo si nuestros escoltas le hubieran acompañado. ¿No supo nada de ellos?
    -Nada su alteza. Ni rastros de las carrozas.
    -Que extraño, ellos venia detrás de nosotros, no es posible que desaparecieran. Y Lily… ya es tarde, iré a buscarla al jardín.- dijo el rey levantándose de su silla.
    -Por favor su majestad, tome asiento de nuevo y empecemos a comer.
    -No puedo comer en este momento- respondió molesto. –No se donde están mis escoltas, ni mi esposa. Este lugar huele muy mal y la comida… no sé ni que me han servido ¡no pienso comer esto!
    -Vaya, es difícil complacer a la realeza. Tenia esperanzas de que probara el plato fuerte, se que lo encontrara interesante. Y vea, ya lo traen.
    Dos sirvientes cargaban una gran charola, uno de ellos era Iroha, y la dejaron en el centro de la mesa. La destaparon, permitiendo ver algo escalofriante; el dichoso plato fuerte era algo similar a un torso humano, de una mujer, sin extremidades ni cabeza. Había sido horneado y sus órganos extirpados para poder rellenarlo de varios verduras. El hecho de ver tal imagen asqueo por completo al rey, pero se pudo contener.
    -¿Qué demonios es eso? ¿Qué clase de broma es esta?- gritaba furioso.
    -Le dije que la reina estaría a tiempo.- respondió Conchita con una sonrisa de satisfacción. –Alabada sea la reina.
    -No… no es posible que eso… que eso sea Lily- hablaba con dificultad el rey Gakupo, su corazón latía tan fuerte que cada latido era un fuerte golpe en su pecho. Sus manos comenzaban a temblar. –Esa no puede ser Lily, es imposible.
    -¿Por qué no se le pregunta usted mismo?- respondía con gran calma su anfitriona. –Iroha, por favor.
    La joven sirvienta estaba a un lado de su señora cargando otra charola. Lentamente quito la tapa que le cubría, dejando ver, ante un aterrado rey, la cabeza de su esposa.
    -No ¡No!- gritaba Gakupo con lágrimas en sus ojos. –¡Lily! Oh por Dios… es… ¡es usted un monstruo!
    -Yo solo quiero descubrir todos los sabores de este mundo.
    -¡Esta usted loca! ¡Esto significa guerra!
    -Comida, la reina.- sonrió Conchita. –En la cena… usted. ¡Atrápenlo!
    Uno docena de sirvientes armados con espadas salieron de las puertas y rodearon al rey. En un intento por salir vivo de ese lugar, Gakupo golpeo a de sus agresores, dejándolos fuera de combate y logro desarmar a otro. En un acto desesperado, arrojó la espada hacia Lady Conchita, pero una criada la detuvo con una de las charolas.
    Un grito de dolor de Gakupo resonó en la habitación. Habían logrado herirlo de una pierna, haciéndolo caer al suelo. Maldijo una vez más a Vanika Conchita y gritando el nombre de Lily, fue herido de muerte en el pecho.
    Lady Conchita solo miraba la escena con una sonrisa en los labios. Tomó su copa y dio un sorbo a la bebida de color rojo.
     
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    Sango Asakura

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    OoO :eek: Conchita se los comió!!!!! bueno, eso es evidente pero aun así!! pobre Lily!!! e incluso, pobre de (en este fic) el malo de Gakupo!!!! bueno, aunque es inevitable no comerse al papasito de Gakupo xD, sone muy aniñada, lo narraste tan bien que casi pude ver el cuerpo decapitado de Lily, en fin, me impacto mucho este capitulo, espero con ancias el siguiente.
     
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    Al Dolmayan

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    Título:
    La hija del mal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    2892
    Capitulo V
    “The general of evil”
    -Ahora, ríndete-
    -Ya han pasado cinco días y no hemos tenido noticias de los reyes- decía el general Misawa mientras movía nerviosamente los dedos de su mano derecha y fijaba la vista en la ventana. –Es mucho tiempo.
    -Kurogane, iban con doce escoltas. Deben estar bien.- trataba de calmarlo Kiyoteru desde su asiento. –Quizá decidieron prolongar la visita.
    -Eso es imposible. Conozco a la perfección a Gakupo y el no suele actuar así. Algo malo ha pasado con nuestros reyes.
    -Si quieres salir a buscarlos, toma un grupo de soldados y ve.
    -Eso haré si no tenemos noticias de ellos en las aproximas veinticuatro horas.
    -Aunque debemos tener en cuenta que Lady Conchita es una mujer de recursos, aun con el ejército, ella podría dificultar las cosas.
    -A estas alturas no me importa,- dijo firmemente Misawa- los reyes deben regresar cuanto antes a este palacio.- tomó aire y pasando la mano sobre su cabello, agrego. – ¿Cómo ha tomado esto la princesa Rin?
    -Mal. En todo momento me pregunta sobre el paradero de los reyes. Esta muy preocupada por ellos Kurogane.
    -No le culpo. Gakupo dijo que no tardarían más de tres días en regresar. Tengo un mal presentimiento sobre esto Kiyoteru, algo malo ha ocurrido.
    -Tú como general deberías saber mantener la calma en momentos así. No podemos llegar a esas conclusiones aun.
    Misawa guardó silencio. Se limitó a mirar através de la ventana, con la esperanza de ver llegar a los reyes o a cualquier soldado que le pudiese traer noticias, pero no descartaba el peor escenario. Sin saberlo, la princesa Rin hacia lo mismo que él desde su habitación.
    No pasó mucho tiempo cuando una figura apareció frente a las puertas del palacio; se acercaba con un lento caminar y apoyaba su cuerpo en un largo madero a modo de bastón. Al verlo con más detenimiento, el general Misawa descubrió que se trataba de uno de sus soldados gravemente herido. Un grupo de guardias corrieron a auxiliar al recién llegado, lo rodearon y llevaron cargando hasta el interior de palacio. Misawa, al ver esto, abandonó el comedor a toda prisa; también el consejero Hiyama hecho a correr tras el general sin saber lo que ocurría, tal vez motivado por la curiosidad o para calmarlo en un momento de desesperación.
    Cuando el general Misawa Kurogane llegó al vestíbulo se encontró con uno de los guardias que apenas iba a subir para darle la nueva noticia. Él tenía manchas de sangre en sus ropas y una expresión en el rostro que reflejaba una mezcla de tristeza y miedo.
    -General Misawa. ¡Señor!- Gritó el soldado desesperadamente –Es Gacha, ha vuelto con noticias de Sia, terribles noticias.
    -¿Qué ocurre soldado? ¿Qué le ha dicho él?
    -Los reyes, señor. Ellos están… muertos.- dijo con dificultad. –Nuestros reyes están muertos. Fueron atacados en Sia.
    -¡¿Qué?! ¿Los reyes muertos?- rugió furioso Misawa, asustando aun más al joven guardia. -¿Quién los ha atacado?
    -No lo sabemos, únicamente ha dicho eso.
    -Únicamente- repitió con molestia. –A un lado soldado- dijo y caminó hasta el grupo de escoltas que atendían al recién llegado Gacha. –A un lado todos ustedes, déjenme hablar con él.
    -Señor, me temo que eso es imposible- respondió uno de ellos. –Gacha acaba de morir, no podíamos hacer nada.
    -¿Cuáles fueron sus ultimas palabras?
    -Sólo repetía que los reyes han muerto.
    -¡¿Acaso no dijo otra cosa?!- comenzaba a desesperarse Kurogane.
    -No señor- respondía con temor el guardia. –Sus palabras fueron “los reyes en muerto en Sia, nos atacaron, fue terrible”, pero no menciono a culpables.
    -Gakupo y Lily… muertos.- dijo Misawa. Guardó silencio y miró fijamente al soldado abatido; tenia varios cortes por todo su cuerpo, le faltaba cabello en algunas partes de la cabeza y le habían sido cortados un par de dedos. Posiblemente había muerto por la fatiga de volver y no atender esas heridas.
    Dio unos pasos hacia el cuerpo de Gacha, se inclinó frente a el y le cerro los ojos. No apartaba la vista de sus heridas, no eran tan profundas pero si habían sido en zonas vitales.
    -Malditos- decía con ira. Apretó su puño y golpeo el suelo. -¡Malditos!- gritaba furioso antes un grupo de aterrados soldados. – ¿Cómo se atreven esto? ¡Quien lo haya hecho, ya puede considerarse muerto! ¡Y yo mismo me encargare de eso!
    -Kurogane tranquilo. Actuar así no es lo adecuado.- le decía Kiyoteru.
    -¿Tranquilidad? ¿Me pides estar tranquilo? ¡Idiota! ¡Mira a este soldado! ¡Míralo! ¡Está muerto! ¡Igual que los reyes!- gritaba con gran desesperación -¿Quieres tranquilidad? No puedo tenerla ahora. ¡Los reyes están muertos!
    -¡¿Muertos?!- se escucho una voz desde las escaleras. –Mis padres… ¿muertos?
    -Princesa Rin- fue lo único que pudo decir Kiyoteru.
    -No es cierto ¡No es cierto! ¡Ellos no están muertos!- gritaba la pequeña princesa Rin conteniendo sus lagrimas. –Ellos están bien. ¡Tienen que estar bien! Kurogane, ellos están vivos- decía con dificultad -¿verdad?
    -Princesa yo… lo siento. Pero los reyes, sus padres, están muertos.
    -¡No!- grito desconsolada –No, no, no. ¡No puede ser!- comenzó a llorar la princesa. Entre sus negaciones y sollozos, podía entenderse como llamaba a sus padres. Echó a correr hacia los jardines del palacio, alejándose de todos, ante la mirada impotente del general Misawa.
    -Notifiquen a la familia de Gacha sobre su muerte, también a los familiares de los demás soldados caídos. Que se preparen los funerales.
    -¡Si señor!- respondieron al instante los guardias.
    -Kiyoteru… tenemos que ir por ella.

    Rin, princesa del País Amarillo, llegó corriendo a los jardines del palacio. Sus lágrimas caían al suelo, dejando un rastro detrás de ella, mientras lloraba amargamente por la muerte de sus padres. Se echó en el suelo entre unos rosales amarillos, lugar donde la reina Lily solía pasar el tiempo con ella, contándole historias de cuando era niña, leyendas de las distintas regiones del país o todo lo que había pasado al lado de su querida amiga Luka.
    Los sollozos de la pequeña llamaron la atención de un niño que se acercó curioso a ella. Con una duda que lo envolvía fue hasta donde la princesa lloraba; permaneció mirándola detenidamente unos segundos. El infante aparentaba tener entre seis y siete años de edad, tenía su rubio cabello peinado hacia atrás formando una pequeña coleta, ojos azules similares a los de ella; vestía una sencilla camisa azul y un pantalón negro. Tímidamente se acercó a ella y le tocó un hombro.
    -¿Estas bien?- preguntó tímidamente, recibiendo un grito como respuesta.
    Debido a la sorpresa, el niño cayó al suelo de un sentón. Se quedó callado unos segundos y de pronto se puso a llorar, aun más fuerte que la princesa Rin, cosa que le asustó. Guardó silencio, mirando a ese desconocido niño con atención. Se limpio las lágrimas con el vestido y comenzó a reír, sumamente divertida por el actuar del pequeño visitante.
    -Eres muy divertido- le dijo entre risas –No te había visto antes, ¿Cómo te llamas?- preguntó amablemente.
    -Me llamo Len- dijo mientras se calmaba. Le dirigió una sonrisa y cuando estaba a punto de continuar su presentación fue interrumpido.
    -¡Len!- es escuchaba la voz de una mujer. – ¡Len! ¿Dónde estas?
    -¡Hermana! Esa es mi hermana- le dijo a la princesa. –Aquí estoy hermana. Entre los rosales amarillos.

    Una joven mujer apareció en el jardín. Su cabello rosa, largo hasta la cintura, resaltaba sobre su negro vestido. Cargaba un par de valijas y era acompañada por dos guardias.
    -Ahí estas Len. No vuelvas a desaparecer así niño- dijo un poco molesta.
    -Lo siento hermana. Pero me aburrí por esperarte.
    -Ay Len, ¿qué haré contigo?- lo reprimió, inmediatamente posó su mirada en Rin y ante la sorpresa de verla, sonrió feliz, pues su rostro le recordaba mucho al de su querida amiga Lily –Oh por Dios, oh por Dios. Eres tú. Rin… princesa Rin, me alegra mucho verte- le hizo una reverencia y, dando un ligero golpe en la cabeza a Len, le indico que hiciera lo mismo. –Soy Megurine Luka, serví a tu madre hace unos años. Él es mi hermano Megurine Len.
    -Mucho gusto, princesa- dijo el pequeño.
    -¿Megurine? ¿Megurine Luka?- decía una y otra vez Rin. –La mejor amiga de mi… mamá.- al decir esta palabras, corrió a abrazar a la mujer de cabello rosa mientras volvía a llorar.
    Confundida por lo que ocurría, Luka preguntó a los guardias que había ocurrido pero se negaron a responder, alegando que era mejor hablar de eso con Misawa.
    Rin se aferraba del vestido de Luka y lloraba desconsolada, no decía palabra alguna, sólo sollozaba y dejaba caer sus lágrimas al suelo, ante la mirada confundida de los hermanos Megurine.
    En poco tiempo, llegaron el general Misawa y el consejero Hiyama, ambos sorprendidos por ver a la mujer que acompañaba a la joven princesa. Pero mayor fue el asombro de Kurogane, que al ver a ese niño rubio, sintió como se le helaba la sangre. Cruzó la mirada con Luka, ella seguía confundida y se limitaba a abrazar a Rin, mientras que Len tomaba su mano y acariciaba su cabeza. El general tenia que actuar rápido.

    Anochecía en el País Amarillo; varios hombres cargando una antorcha encendían las velas de los faroles que alumbraban la ciudad durante la noche, mientras que muchos de os negocios cerraban sus puertas a la clientela; otros, como bares y posadas, recién abrían sus puertas y recibían a gran cantidad de visitantes. Un par de carretas cargadas de varios alimentos iban rumbo al palacio, para reabastecer la cocina y tener lista la cena de ese día y el desayuno del siguiente.
    En el estudio donde antes pasaba la mayoría del tiempo el rey Gakupo III, se encontraban discutiendo la situación actual el general Misawa Kurogane, el consejero Hiyama Kiyoteru y la recién llegada sirvienta Megurine Luka.
    -Entonces ambos murieron rumbo a Sia- dijo aun impactada Luka.
    -Eso parece. Los detalles son un misterio, pero ya hemos mandado un grupo de soldados a investigar los alrededores- mencionó el consejero. –Si los agresores estaban en el bosque, caerán pronto.
    -Lily…- dijo en voz baja al ver una pintura de la familia real. –Tú tienes la culpa de esto Kurogane. ¡Debiste acompañarlos!
    -¡No estas en posición de reclamarme mujer!- se defendió. –El mismo rey Gakupo me pidió que permaneciera aquí para cuidar a su hija y eso es lo que hice, cumplí con su mandato.
    -Eso no importa. Tienes mente propia, Kurogane. Pudiste seguir tu voluntad e ir con ellos en ese viaje.
    -¿Y crees que no quería hacer eso?- rugió el alto militar. –Insistí enérgicamente en acompañarlos, pero bien sabes que Lily nunca estaba cómoda con mi presencia y Gakupo era capaz de cualquier cosa con tal de hacerme cumplir su voluntad. ¡Yo siempre los quise acompañar!
    -Por favor, Kurogane, Luka.- intervino Hiyama –No tienen porque pelear en este momento, ahora es más urgente saber que haremos. No tenemos reyes y alguien debe ocupar ese lugar, el problema es que la única que puede hacerlo es Rin y apenas tiene seis años.
    -Eso no es inconveniente,- dijo Misawa. –No sería la primera vez que un monarca es tan joven.
    -Pero ella es una niña, no comprenderá la gran responsabilidad que tiene- reclamó Luka. –No puedo permitirlo.
    -Escucha Luka- agregó Kiyoteru. –En verdad, tú no tendrías porque estar aquí discutiendo con nosotros, pero dada tu relación con Lily, pensamos que talvez nos ayudarías. ¿Crees que estaría de acuerdo con nostros?
    -Mi reina se negaría a dejar en el poder a su hija tan pequeña.
    -¿Y dejar el reino sin quien lo gobierne?- cuestionó Misawa.
    -Tiene que existir otro heredero, algún familiar de Gakupo.
    -No los hay, el era hijo único- respondió Hiyama. –Y la familia de Lily no puede llegar al poder, no son de la familia real, además solo quedan sus padres. Me temo que solo la princesa puede llegar al trono.
    -Lily amaba este país- comenzó a decir Luka. –Ella solo quería que las cosas fueran bien y en paz, por eso estaba en contra de las guerras. A la falta de quien ocupe el trono… todo se volvería un caos. Pero ella es aun una niña.
    -De un modo u otro, la coronaremos reina y no puedes negarte.- le dijo Misawa. Dirigió la mirada hacia Kiyoteru y agregó. –Tenemos que preparar su ceremonia de coronación lo más pronto posible.
    -¡Esperen! ¿Qué piensan hacer con ella? ¿Nombrarla reina y ya?
    -Como único consejero del rey Gakupo, me encargare de educarla en la política para dirigir este reino, de igual modo Kurogane, como hombre de confianza del rey, podrá estar a cargo de la educación de la princesa Rin.
    -No veo porque me tienen aquí entonces.
    -También podrás intervenir con nosotros, Luka- mencionó Misawa. –Pero únicamente serás consultada en asuntos referente a sus cuidados, hasta que cumpla los doce años de edad. No intervendrás en ningún momento en su educación o asunto de gobierno, ¿entendido?
    -Solo quiero que la hija de mi mejor amiga se encuentre bien.
    -Así será. Kiyoteru, avisa a todo el palacio que inicien los preparativos para la coronación.
    -De inmediato Kurogane.- sin decir más, salio del estudio.

    Se habían quedado únicamente Luka y Kurogane en el enorme estudio del rey. Se miraban hostilmente, desconfiando uno de otro. Ella no esta conforme con las decisiones de esos dos hombres, pero no podía hacer nada frente al militar armado que le acompañaba, menos ahora que ella se encontraba indefensa.
    -No creas que esto te ha vuelto una persona con influencias entre nosotros, seguirás siendo una sirvienta.
    -Seré entonces la sirvienta personal de la princesa Rin.
    -De ningún modo. Eres una mujer peligrosa y si estas muy cerca de ella lograras influir en su pensamiento.
    -Quizá eso sea lo más adecuado.
    -Eso lo decidiremos Hiyama y yo. A lo más que aspiras, mujer, es ser quien coordine a las demás sirvientas, aunque no es ningún alto rango.
    -El poder es algo que no me importa en absoluto, no me molestaría ser la sirvienta más pobre entre todas.
    -A pesar de todo, eres admirable.
    -¿Y que piensas hacer si pide un sirviente personal? Si me elige a mi, se frustraría tu plan.
    -No te elegirá a ti- respondió Misawa con una sonrisa. –Ella ya tiene su propio sirviente, yo mismo se lo voy a dar.
    -¿Quién es?
    -Tu supuesto hermano, Len.
    -¿Cómo puedes hacer esto? Ellos son hermanos, y si los reúnes así, se darán cuenta pronto.
    -Yo me encargare de que eso no suceda. Nunca lo sabrán, de ti depende no abrir la boca frente a la princesa, piensa en el daño que le harías a la hija de Lily al decirle que sus padres le ocultaron a su gemelo. Los odiara.
    -Eres un hombre cruel.
    -Yo solo cuido de la princesa Rin como me lo ordeno mi rey; tú limítate a cuidar de Len como te lo pidió tu reina. Es mejor guardar el secreto, para siempre.
    -Algún día tendrán que saberlo.
    -Yo me encargare de que no. Yo me haré cargo de todo.

    Fin de la primera parte.
     
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    Sango Asakura

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    O.O, siempre me dejas con los ojos abiertos cada vez que leo tus capitulos.
    Por fin apereció Len y reapareció Luka, yupi! lastima que se hayan topado con esta mala sorpresa, me encantó mucho tu capitulo, pero aun no supero la muerte tragica de Gakupo y Lily, creo que nunca lo superaré así como el final de la saga de los Juegos del Hambre, bueno, creo que ya me desvie. Pobre Rin, se quedó huerfana y con la responsabilidad de cargar con el pais a tan corta edad, ya no va a tener infancia. Me gustó que pusieras ese momento en el que Rin está llorando y luego Len llora más fuerte y hace que ella se ria, siempre me gusto esa parte del video.
    Sobre correcciones, casi no había ninguna, solo unas cuantas palabras que les faltaron letras, pero tal ves sea ´por la velocidad al escribir o un problema con el procesador de texto, aun así estuvo genial.

    Felicidades, sigue así y no tardes con ese capitulo :D
     
  13.  
    Al Dolmayan

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    Nota del autor: Un capítulo corto, con el que da inicio la segunda parte de mi fic. ¿Por qué la divicion? Bueno, porque los apartados atenriores se refieren a los hechos ocurridos antes de que Rin subiera al poder; apartir de ahora, veremos lo ocurrido durante su reinado.
    Segunda Parte.​
    Capítulo VI
    “The daughter of evil”
    -Oh ho ho ho ho. Ahora, arrodíllense-
    Gakupo I tenía 32 años de edad cuando fue coronado rey y gobernó el País Amarillo por 28 años, hasta su muerte por enfermedad. Gakupo II tenía 40 años cumplidos cuando fue coronado rey y gobernó únicamente por diez años, antes de morir en un accidente a caballo durante una visita al campo de batalla. Su hijo, Gakupo III fue coronado a los 18 años de edad, terminó con las guerras que su abuelo inicio al cumplir los 25 años y su gobierno duro otros 6 años hasta su misteriosa muerte en la región de Sia. Rin I fue coronada reina de País Amarillo a la corta edad de 6 años, convirtiéndose en la monarca más joven en la historia de ese país y la segunda mujer en reinar ahí.
    Sus tutores fueron los hombres de confianza del rey Gakupo III; el consejero real Hiyama Kiyoteru y el general, y mano derecha del difunto rey, Misawa Kurogane. Ambos se encargaron de educarla y asesorarla desde su coronación hasta el día en que cumplió doce años, edad en la que consideraron, era prudente dejarla gobernar por si sola.
    En los seis años que estuvo bajo la tutela de Hiyama y Misawa, su gobierno se caracterizó por ser idéntico al de su padre; manejaron una política expansionista, conquistando diversas regiones al sur del País Amarillo hasta llegar a las costas del Mar Naranja y las Islas Blancas; también continuaron los altos cobros de impuestos, pero tal como Gakupo III lo hizo, estos se cobraban por espacios de cinco a seis meses. No cabía duda alguna, el temor de Luka se había vuelto realidad: Hiyama y Misawa controlaban a la joven Rin para que actuara igual a su padre.
    Pero los peores años estaban por venir. Apenas la ahora reina Rin tubo la conciencia del gran poder que poseía, comenzó a abusar del mismo. Día a día, se volvía más exigente hasta el punto de desarrollar manías extrañas que resultaban costosas. Caprichos tales como cambiar los muebles de todo el palacio cada mes, no comer en el mismo plato más de una ocasión, tener vestidos hechos de finas telas y elaborados en otros reinos o comprar cuanto caballo podían ver sus ojos; eran las principales exigencias de la joven reina.
    Y a pesar de que las guerras habían terminado por fin, siendo la ultima intervención militar en la región de Sia con los fines de apresar a Lady Conchita, sospechosa de los muertes de los reyes, aunque sin éxito alguno, pues al llegar al palacio encontraron el cadáver de la extraña mujer, faltándole todo un brazo y un pie; la situación económica de los súbditos del País Amarillo no hacia más que empeorar. Los impuestos se habían mantenido altos y afectaba a toda la clase trabajadora, además de que los campesinos debían proporcionar al palacio de sus alimentos sin cobrar nada; y si el dinero llegaba a escasear en el palacio, la reina inventaba un cobro nuevo. El descontento del pueblo se hace mayor conforme pasaban las semanas; algunos habían ideado derrocar a la reina, pero siempre los detenían antes de estructurar un plan, y otros tenían el valor de pedir una audiencia frente a ella para explicar su precaria situación, cosa que a ella no le importaba y terminaba echándolos del castillo en el mejor de los casos. Otra de las excentricidades de la reina Rin I era el hecho de que en cada una de sus presentaciones en publico, debía hacerse notar su presencia y en cuanto bajaba del transporte que le llevaba tenia que soltar una aguda y burlona carcajada seguida de la frase “ahora, arrodíllense” y más les valía a las personas obedecerle o tendrían que enfrentarse a los guardias reales.
    Únicamente había cuatro personas que se podía decir cercanas a la reina. El consejero Hiyama Kiyoteru, quien siempre se cuestionaba las decisiones de Rin aunque nunca se lo expresara, principalmente, por temor a que las represalias cayeran sobre su pequeña hija Yuuki de nueve años de edad; el general Misawa Kurogane, quien estaba de acuerdo en todo lo que la reina decidía y era el primero en defender sus posturas; la sirvienta Megurine Luka, mujer que desde su llegada se encargó de los cuidados de Rin, además, la joven monarca sentía cierto cariño hacia ella; y un joven que siempre vestía de traje, de cabello rubio y ojos azules, similares a la reina, que respondía al nombre de Megurine Len. Era también, el sirviente personal de la soberana del País Amarillo y según se contaba, siempre estaban juntos.

    Eran los primeros días del mes de marzo y ya comenzaban los preparativos para una de las tradicionales fiestas del País Amarillo, y con ella, una nueva alza a los impuestos. Se trataba del baile de las rosas amarillas, que el mismo rey Gakupo III había declarado como una fiesta que se celebraría el día 25 de marzo para conmemorar el inicio de la primavera y el florecimiento de todos los árboles del reino, pero el verdadero motivo era celebrar un aniversario más de su boda con Lily. La situación en el palacio era tensa, como solía pasar en esa temporada; todos los sirvientes trabajaban más de lo acostumbrado, preparando las mesas, tejiendo los manteles, atendiendo los cientos de rosales amarillos en los jardines reales y buscando los ingredientes para todos los platillos que se servirían, los cuales cambiaban a diario, incluso el menú había sido totalmente modificado tres veces. Y no solo la comida era lo que cambiaba, también las decoraciones era rechazadas varias veces, porque a los ojos de la reina tenían defectos, aun por pequeños que estos fueran.
    -¡No! ¡No, no, no y no!- se escuchaban los gritos de una joven de cabello corto y rubio. La reina Rin. –Esas rosas están mal hechas, no tienen los pétalos iguales. ¿Crees que podemos usar esto en el baile? Háganlas de nuevo y bien hechas- gritaba a un grupo de sirvientes.
    -Si su alteza- respondieron mecánicamente al unísono y se retiraron del lugar al instante.
    -En serio, parece que la única persona en todo este reino que es detallista soy yo.- se quejaba la reina con el joven sirviente que le acompañaba. -¿Qué voy a hacer Len? El baile será un desastre.
    -Tranquila mi reina- le decía él mientras delicadamente tomaba su mano. –Todo saldrá bien, la celebración será perfecta, ya lo vera. Yo mismo procurare que así sea.
    -Oh gracias Len. Se que puedo confiar en ti y que nunca me fallaras. Ahora, ¿crees que deba cambiar el postre de nuevo? No estoy segura de que a los invitados les agrade mucho el flan.
    -Mi reina, tranquila por favor- dijo con una gran calma Len. –Lo que sea que elija para dar de comer a los invitados es perfecto, si no les gusta, es problema de ellos. Ahora que lo pienso, la he visto muy nerviosa estas fechas mi reina.
    -Tienes razón, estoy siendo consumida por los nervios.- le respondió.
    -¿Y a que se debe ese nerviosismo?
    -No lo sé Len, me preocupa el hecho de no dar una buena fiesta; la ultima vez siento que no lo hicimos bien. Pero ahora tiene que ser perfecta. ¡Tengo que hacerlo por él!
    -Aaaa, con que por “él” ¿Y quien es “él”, mi reina?
    -¡Len! Guarda silencio- le ordenó asustada. Lo tomo de la mano y se lo llevó a un rincón, lejos de los demás criados. –Len… debes prometerme guardar el secreto, ¿entendido?
    -Sabes que puedes confiar en mí, Rin.- dijo serenamente el joven. –Rin esta enamorada, Rin esta enamorada.- comenzó a cantar. -¿A quien has decidido entregar tu corazón?
    -Len, no hables así, me da pena.- respondió ruborizada la joven monarca.
    -Lo siento, creí que te resultaría gracioso.
    -No importa- dijo. Dio un suspiro y se llenó de valor para confesarse. –Es el príncipe Kaito del País Azul. Desde que vino la última vez al baile me pareció un hombre tan apuesto.
    -Así que es el príncipe Kaito. Pero… ¿no tiene fama de ser un… exhibicionista?
    -¡Eso no importa! Aun así es guapo, amable, caballeroso…
    -Mi reina- interrumpió Misawa, provocando que Rin gritara por el susto causado. –Disculpe mi intromisión pero, hay una persona que espera una audiencia con usted.
    -Que espere, tengo asuntos importantes que atender ahora mismo.
    -Pero su majestad, ya tiene cuatro horas esperándola.
    -¿Tanto tiempo y no se ha retirado?
    -Dice que es muy importante, que necesita toda su ayuda, mi reina.
    -De acuerdo, lo escuchare. Len, vamos.
    -Si su majestad.- respondió.

    Los tres caminaron desde el salón principal, pasaron por un pasillo que les llevó al vestíbulo y pasaron por debajo de las escaleras, donde una puerta los conducía al salón del trono. Cruzaron la estancia, al fondo estaban cuatro guardias reales rodeando a un hombre de pobre aspecto.
    -Todos de rodillas- vociferaba Misawa, adelantándose a la joven reina –Están ante la presencia de nuestra reina, Rin I.
    Los guardias y el otro hombre obedecieron y así permanecieron hasta que ella se sentó en el trono. Tomó un abanico negro con detalles de oro, lo abrió y poniéndolo frente a su rostro comenzó a hablar.
    -Así que, tú has pedido una audiencia frente a mí- dijo con soberbia. –Debes saber que es difícil convencerme de algo, nunca he accedido a nada. Tal vez sea mejor que te vayas y evitemos hacerme enojar, pero si te sientes capaz de lograrlo, comienza a hablar.
    -Su majestad, mi reina. Vengo desde la provincia de Ro, donde todos somos campesinos. Mi familia apenas tiene dinero para vivir y con los nuevos impuestos cada vez nos es más difícil mantenernos- decía el hombre con una voz un tanto nerviosa. –Mi hija esta enferma y no tenemos dinero para poder curarla. Le pido su ayuda, mi reina, no quiero que mantenga a mi hija, solo que ya no vayan a cobrar a mi casa durante un tiempo.
    -¿No cobrar los impuestos únicamente a su familia?- dijo con un tono de ironía la reina Rin. –Pero eso no sería justo para las demás personas que pagan impuestos. Por ejemplo tus vecinos, imagina las envidias que causarías entre ellos por no pagar nada.
    -Por eso no debe preocuparse, he hablado con mis vecinos y me apoyan, no habrá problemas con ellos.
    -Tal vez no con los vecinos, pero si alguien más llegara a enterarse seria terrible, no solo para ti, sino para mi y todo le reino. Podrías ser el causante del fin del País Amarillo.
    -¿Su majestad?
    -No puedo hacer lo que me pides. Capitán Sakine, sáquelo de aquí.
    -Pero mi reina- replicó el capitán. –Por favor, ayúdelo.
    -Capitán… nunca había defendido a nadie no entiendo porque lo hace ahora. Sáquelo de mi palacio.
    -¡No! No puedo hacerlo. Tiene que ayudar a este hombre.
    -¡Sakine! ¿Cómo te atreves a contradecir a nuestra reina?- rugió furioso Misawa.
    -¡Este hombre es mi hermano! Le dije que usted podría ayudarlo, le di mi palabra. ¡Haga algo!
    -Silencio Sakine. ¿Cómo osas desafiar mi autoridad? Conoces el castigo por tu atrevimiento.
    -¡Pero mi hermano!
    -¡Ni una palabra mas! General Misawa, lleve al capitán a las mazmorras y ustedes tres, saquen a este hombre de mi palacio.
    -Como ordene mi reina- respondieron los guardias y Misawa. Cada quien tomó a su objetivo y lo llevó a donde lo había ordenado la reina.
    Se quedaron solos ella y su sirviente. Él tomó la mano de la joven monarca, quien aun escondía su rostro detrás del abanico.
    -Rin… ¿no fuiste muy dura esta vez? Su hija esta enferma.
    -Tal vez si, Len. Pero todo sea por mantener el orden del reino. Se que mis padres hubieran hecho lo mismo en mi lugar.
    -Si es lo que crees correcto.
    -Lo es Len, se que hice bien. He salvado al País Amarillo.

    En una puerta lateral, una figura femenina los observaba. Megurine Luka había visto toda la escena y el escuchar las últimas palabras de la reina Rin, unas lágrimas rodaron por sus mejillas. “Es como su padre” pensó. Cerró la puerta sin hacer ruido y se fue caminando hasta su habitación.
     
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  14.  
    Sango Asakura

    Sango Asakura Entusiasta

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    Una vez más reportandome a leer tu gran historia, me gusto mucho el capitulo, como todos los demás.
    El tiempo a pasado y tanto Rin como Len han crecido forjandose un destino que no podran evitar, pobre Rin, si supiera que haciendo esto en vez de salvar a su reino lo a condenado muajaja. Gomen, no pude evitarlo :P.
    Me dio gracia lo de que Kaito tiene fama de exivicionista jajaja y lo de "¡Rin está enamorada, Rin está enamorada!"

    Felicidades, sigue así y no te demores mucho con la conti por favor :rolleyes:.
     
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  15.  
    Rei Miyamoto

    Rei Miyamoto Iniciado

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    wow de verdad que lo haces muy bien, casi vomito cuando describes como termino la reina en el castillo de vanika conchita jeje n.n, solo hay un pokito de errores con el teclado, se te van algunas letritas que no deberian ir ahi, pero solo son pocas, aun asi tu trabajo no baja de calidad, felicidades sigue asi
     
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  16.  
    Al Dolmayan

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    Título:
    La hija del mal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    3533
    Nota del autor: ¡Sorpresa en este capítulo!


    Capitulo VII
    “El baile de las rosas amarillas”
    -Y la amarilla se enamoro del azul-
    El 25 de marzo llegó al País Amarillo después de semanas de duro trabajo, paciencia y constantes gritos y quejas de la reina Rin, que por fin había quedado conforme con los preparativos apenas dos días antes del baile. Los manteles, mesas, sillas y estandartes eran colocados en sus respectivos lugares dentro del salón principal donde sería el baile, los ingredientes para preparar los platillos que se ofrecerían a los invitados comenzaban a llegar desde las provincias, el vestido que la reina usaría en el baile terminaba de ser confeccionado por los mejores sastres del reino, la lista de invitados era revisada varias veces por Len y se había mandado a los guardias a redoblar las rondas de vigilancia ante la amenaza de un nuevo criminal. Se trataba de un sujeto que se hacia llamar el “señor de la oscuridad” y se dedicaba a asustar a las mujeres de la ciudad apareciendo frente a ellas y besándoles el cuello. Él mismo decía ser un vampiro y se le trataba como tal, aunque ninguna de sus victimas había reportado marcas de colmillos ni se había vuelto una vampiresa.
    Ajena a esta problemática, la reina Rin solo se ocupada del baile. Había invitado a todos los reinos vecinos y amigos, sobresaliendo el País Magenta, el País Azul, el País Rojo y el País Morado; además de numerosos duques de varias regiones y comarcas, siendo notoria la ausencia del duque de Venomania y del juez más importante del reino. Pero de todos los asistentes al baile, únicamente uno parecía importarle. Había ordenado que esa noche únicamente los sirvientes estuviesen presentes en el evento, mandado a todas las criadas a quedarse en sus recamaras o casas, la única que tenia autorización para presentarse era Luka. Esto parecía algo exagerado para muchas personas, mas para las criadas que siempre habían atendido a los invitados en los bailes; pero la reina tenia algo en mente. Si los rumores eran ciertos, el príncipe Kaito del País Azul era sumamente popular y todas las jóvenes se enamoraban fácilmente de él, al invitar a mujeres casadas o mayores y dejar fuera a las sirvientas, provocaría que el príncipe Kaito se fijara solo en ella.
    Otra de las grandes incógnitas era la presencia de un gran cuadro colgado detrás del trono en el salón principal. Había aparecido ahí la tarde del día anterior y nadie sabe que era. El cuadro estaba cubierto por una gruesa manta negra que no dejaba ver nada; su tamaño era superior al que tenían las demás pinturas, igualando las medidas de los vitrales que estaban detrás de este. El contenido de aquel cuadro era un misterio para los sirvientes; era obvio que se trataba de alguna pintura, pero únicamente la reina y el general Misawa sabían lo que contenía.

    -Mi reina- preguntó Luka- Disculpe mi curiosidad pero ¿qué esconden detrás de esa manta?
    -Es una sorpresa reservada para esta noche Luka. No desesperes, pronto lo sabrás y espero te resulte agradable.- dijo la reina con suma tranquilidad y una pequeña sonrisa en su rostro.
    Caminó al centro del salón, observando con detenimiento el decorado. Aunque por fin estaba conforme con el trabajo de los sirvientes, en su rostro se reflejaba un sentimiento de tristeza. Tomó en sus manos el collar con forma de rosa, mismo que había pertenecido a su madre y le obsequio el día que cumplió seis años de edad, lo apretaba mientras miraba el suelo. Se volteo con Luka y la miró directo a los ojos.
    -Luka… dime la verdad. Aunque esta fiesta es en honor al aniversario de mis padres… siempre me he preguntado ¿a mi madre en verdad le gustaba este baile?
    -Si, ella en verdad disfrutaba de esta fiesta. Recuerdo la primera vez que el rey Gakupo la organizó. Lily estaba furiosa porque pensó que él había olvidado su aniversario y en su lugar había inventado esa fiesta sin sentido. Todo el día estuvo malhumorada, de hecho apenas pude convencerla de bajar a recibir a los invitados- recordaba Luka entre sonrisas- No quería ver a nadie. Pero… antes de que el rey diera inicio a la fiesta, el la tomo de la mano y frente a todos dijo el verdadero motivo de a celebración, era su fiesta de aniversario y así tendría que celebrarse hasta el día en que este reino llegara a su fin.- decía con una gran sonrisa. Su voz sonaba un tanto nostálgica y suspiraba delicadamente durante todo su relato. –Cuando él dijo eso… los ojos de la reina se llenaron de lagrimas, pero eran de felicidad. Ella no dejaba de sonreír, aunque le dio un golpe en el pecho a tu padre pero… ella estaba feliz. Recuerdo a la perfección esa noche.
    -Mi padre la quería mucho. Pero Misawa dice que discutían mucho sobre como dirigir el país.
    -Ellos se amaban el uno al otro. Aunque no estaban de acuerdo en muchas cosas, eran felices. Es algo normal.
    -Luka… ¿crees que les gustaría como dirijo el reino que me heredaron?
    -Mi reina… -tardó unos segundos en responder. –Su padre estaría orgulloso por seguir sus mismos pasos. Y su madre… si, también ella estaría orgullosa.
    -Me alegra escuchar eso. Todo lo que he hecho es por el bien de este país y seguiré actuando del mismo modo.- sonrío la reina.
    Una de las puertas se abrió de pronto. El sirviente personal de la reina, Len, entró al salón y se acerco a ella y su hermana.
    -Rin, ya debes subir a vestirte, el vestido esta listo y no falta mucho para que inicie el baile.
    -Gracias Len, ya subo. Luka- dijo volviéndose a la sirvienta de rosa. –Si los invitados están por llegar, has el favor de avisarme y que esperen en el vestíbulo.
    -Si mi reina.
    -Bien, confío en ti. Len, ahora no puedes seguirme. Nos vemos después, y ponte el traje que mande hacerte- ordenó Rin casi gritando.
    -Tranquila Rin- respondió sumamente nervioso el joven sirviente. –Así lo haré, no te preocupes.
    Sonriendo dulcemente, la joven reina se dio la vuelta y se fue corriendo a la puerta por donde había entrado Len. Los hermanos Megurine se quedaron solos en el salón principal.
    -Sigue siendo una niña- dijo Luka con una sonrisa. –Parece que te llevas muy bien con la reina.
    -No sé porque dicen que es mala. Fuera de que sea la reina, es una muchacha muy simpática… algo exigente, pero siempre agradece con una sonrisa lo que hago por ella.
    -Si, en eso es idéntica a su madre.- suspiró Luka. –Anda Len, ve a cambiarte muchacho, antes de que ella baje. Ya sabes el reclamo que te espera si no estas listo a tiempo.
    -Ah, ya voy hermana. Con permiso.- dijo el joven y se fue a su cuarto.

    El sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de violeta, naranja y rosa. Numerosas carrozas se dirigían al palacio escoltadas por un sinnúmero de guardias reales para evitar cualquier conflicto, ante las curiosas miradas de los habitantes de la ciudad que desde sus casas o entre el muro de soldados, observaban el desfile de nobles extranjeros y los altos funcionarios del reino. Solo una mujer les daba la espalda, mientras bebía un vaso de alcohol con una expresión de tristeza.
    Los jardines del palacio, adornados con rosas amarillas, se llenaban de numerosas carrozas con insignias de todos los reinos. Estas se detenían frente a las puertas del palacio para que sus pasajeros bajaran y entraran al baile escoltados por un sirviente y un par de guardias. El general Misawa supervisaba a los soldados y daba la bienvenida a los nobes extranjeros, hasta que llego el monarca del País Magenta.
    -Su alteza, rey Akaito, y su esposa, reina Ruko. Que gusto que puedan acompañarnos esta noche. Pasen por aquí.
    -Espere Misawa- dijo el rey del País Magenta. –Aun falta mi consejero, viene en la siguiente carroza.
    -Oh, discúlpeme, su alteza.
    Se acercó otra carroza, con el escudo del País Magenta pintado en la puerta. Se abrió y una pequeña escalera apareció de pronto. Pisando con sumo cuidado, bajó el consejero del rey Akaito. Un hombre de ojos grises y cabello negro, vestido con un traje del cual el saco era un tanto largo y un sombrero tan negro como su cabellera, y usaba un bastón con empuñadora de plata. Misawa lo reconoció al instante.
    -Señor Grygera. Es un gusto verlo de nuevo.
    -El gusto es todo mío general Misawa.- dijo el consejero Grygera. –Desde hace más de catorce años que no nos habíamos visto. Desde esa fiesta en la que la reina Lily se sintió enferma.
    -Y a los nueve meses dio a luz a nuestra actual reina, Rin I.
    -Por lo que veo ha seguido los pasos de su padre. Él estaría muy orgulloso de su hija, sin duda alguna.
    -Es lo que todos aquí hemos intentado.

    Los reyes del País Magenta y el consejero Grygera se adentraron al palacio acompañados por el general Misawa, atravesaron el vestíbulo y fueron directos al salón principal. En cuanto los vio, el sirviente que anunciaba a los invitados gritó.
    -¡El rey Akaito y la reina Ruko, reyes del País Magenta!- dijo. Al notar la presencia del señor Grygera, agregó a su anuncio. -¡Y el consejero real Axel Grygera, del País Magenta!
    Los tres caminaron por la larga alfombra roja que estaba extendida hasta el trono donde la reina esperaba sentada. Usaba un largo vestido amarillo que sobre sus hombros se volvía negro. El cuello era alto y estaba abierto, sobre su pecho colgaba un moño anaranjado. Usaba también unos guantes negros que llegaban mas allá de su codo; en su mano derecha portaba un brazalete dorado con incrustaciones de gemas azules, mientras que en su mano izquierda llevaba uno totalmente dorado, a juego con unos finos y alargados aretes azules. Dejando el moño blanco, esta vez usaba una gran flor blanca sobre su cabeza, adornada por un pequeño moño anaranjado y dos cuentas de perlas para sostener el accesorio como si fuese una diadema. A su izquierda estaba parado Len, vistiendo unas botas negras, un pantalón blanco y un alargado saco amarillo, con botones y hombreras negras, del cuello abierto del saco se asomaba la corbata blanca y abultada del sirviente. A la derecha de la reina, estaba parada Luka, usando un sencillo vestido negro.
    -Akaito, que gusto verlo- saludó la reina Rin. –Gracias por acompañarnos esta noche. Ruko, se ve hermosa.
    -No más que nuestra anfitriona.- respondió la monarca de País Magenta.
    -Es el vivo retrato de su madre- interrumpió Axel Grygera. –Es como ver a la reina Lily en persona cuando era más joven. Se ve hermosa su majestad.
    -Le agradezco el cumplido señor Grygera. Es extraño que antes no acompañara a Akaito.
    -Lo que sucede es que Axel suele tener mucho trabajo- respondió el rey. –Por eso no suele acompañarnos.
    -En ese caso, sea bienvenido. Espero disfrute nuestro baile.
    -Espero que así sea- dijo Grygera.
    -Luka, llévalos a su mesa.
    -Si mi reina. Por aquí mis señores.
    Luka bajó tranquilamente los escalones, hizo una reverencia frente a los invitados y los condujo hasta su lugar. Antes de retirarse, Axel Grygera dirigió su profunda mirada a Rin y después a Len. Sonrió alegremente y se fue tras la sirvienta.

    -Rin… la mirada de ese hombre…
    -Lo sé, es extraña. Mantenlo vigilado, me inquieta como nos ha visto.
    -¿Será que planea algo en nuestra contra?
    -Espero que no. Si es así, esto tensaría las relaciones con el País Magenta y han sido nuestros aliados desde hace años.
    -¡Los príncipes Kaito y Kaiko del País Azul!- interrumpió el anuncio del sirviente. Después de su presentación, dos jóvenes de cabello y ojos azules aparecieron en la alfombra roja, rumbo al trono. La princesa Kaiko vestía un largo vestido color celeste con holanes blancos que dejaba al descubierto sus hombros, sobre los cuales llevaba una bufanda azul. El príncipe Kaito por el contrario, vestía un traje blanco de lo más sencillo, que simulaba las ropas de un militar. Ambos príncipes usaban una rosa azul en su pecho, sobre el corazón.
    Se acercaron al trono y saludaron con una reverencia. Inmediatamente, Rin se puso de pie y de igual modo hizo una reverencia.
    -Principes Kaito y Kaiko- dijo alegremente. –Que alegría que nos puedan acompañar esta noche.
    -Gracias por invitarnos, aunque las relaciones entre ambos países no han sido lo mejor, me da gusto estar aquí- dijo una sonriente Kaiko. –He escuchado maravillas de este baile.
    -Y todo es cierto, Kaiko.- respondió la reina. –Cada año lo mejoramos.
    -Espero que este sea el inicio de una amistad duradera- mencionó el príncipe Kaito. –Y de la cual todos podamos sacar provecho.
    -Así será Kaito. Len, llévalos a su mesa por favor.
    -Enseguida mi reina. Por aquí príncipes.
    Len bajó los escalones que llevaban al trono y guió a los príncipes a una mesa cercana al centro del salón, donde estaba el trono y posteriormente se colocaría la mesa principal donde comerían Rin, Len, Misawa, Hiyama y, aunque estos dos últimos se negaban, también les acompañaría Luka.

    El baile dio inicio formalmente cuando la reina, alzando una copa, dio la bienvenida a todos los invitados, prometiendo una velada inolvidable como hacia todos los años, seguido de un discurso que exaltaba la supremacía de los nobles sobre el pueblo. A lo largo de la noche, los músicos tocaban tranquilas melodías para que todos los presentes pudieran bailar, la comida era servida por los sirvientes que iban y venían de la cocina a las mesas. Incluso hubo un espectáculo por parte de unos artistas extranjeros para darle variedad a la celebración. En todo momento, la reina dirigía miradas al príncipe del País Azul e incluso le ofreció un lugar en la mesa principal y lo llevó a bailar en repetidas ocasiones. Él, sin muchas opciones, acepto bailar con Rin mas por cortesía que por gusto, ignorando por completo las verdaderas intenciones de la joven reina.
    Cuando el famoso baile ya había cumplido con tres horas de duración, sin percance alguno, la reina regreso a su trono y tomando de nuevo su copa, la alzó mientras Len llamaba la atención de todos haciendo sonar una campana.
    -Amigos de todos los reinos. Les agradezco enormemente su presencia en este baile para celebrar y recordar a mis difuntos padres, los reyes Gakupo III y Lily. Hace unos años, yo no comprendía porque tenias que hacer esta fiesta, únicamente me limitaba a organizarla porque decía, así lo querían mis padres. Hasta hace poco, fue que comprendí la importancia de este día gracias a una persona muy querida por mi y que me hizo ver cuan importante era este baile para mi madre.- decía con orgullo Rin I. –Y tal como lo hizo mi padre en el primer baile de las rosas amarillas, debelo esta pintura para la eterna memoria de mi madre, la reina Lily.
    Dos sirvientes, cargando un largo gancho cada uno, retiraron el manto negro que cubría el enorme cuadro. Al caer este, quedó revelado un marco de oro sólido, finamente decorado, y que contenía un retrato de la difunta reina Kagamine Lily. Sentada al trono y mirando al frente con un gesto un tanto soberbio, vistiendo sus lujosas ropas amarillas a juego con joyería hecha de oro y zafiros.
    -Se que ella estaría orgullosa- finalizó Rin.
    Las reacciones causadas fueron varias. Algunos aplaudieron la obra, diciendo que era idéntica a la verdadera Lily; otros criticaban la pintura en si, buscándole errores y algunos más, como Luka, no sabían como reaccionar con exactitud.
    Aunque a la sirvienta le daba gusto que la joven monarca expresara su cariño y amor por su madre, le incomodaba la expresión y pose que el habían puesto en el retrato. Si algo de lo que no había pecado ella, era de soberbia; ni siquiera miraba así el más pobre de los súbditos.
    -¡Bruja malvada sin corazón!- gritó una voz profunda que resonó por todo le salón, callando a todos los presentes. –¿Cómo osas insultar la memoria de la gran reina Lily?
    -¿Quién ha dicho eso?- gritó furiosa Rin
    -Ella no era un monstruo soberbio como tu.- seguía gritando la voz.
    -¡Muéstrate cobarde!- rugió Misawa. –¡Da la cara y defiende tus palabras!
    Al otro lado del salón apareció un hombre de cabello azul. Vestido con ropas similares a las del príncipe Katio, con la diferencia de ser negras y una capa del mismo color, siguió hablando en un tono desafiante.
    -Me llamas cobarde a mí, siendo que ustedes asesinan a inocentes sin razón y dejan morir a su pueblo de hambre. ¿Eso los hace valientes a caso?- soltó una burlona carcajada y mirando a la reina siguió hablando. –Ahora, arrodíllense ante el señor de la oscuridad, el terror del País Amarillo.
    -¡Guardias!- gritaba Rin. –¡Atrápenlo!
    Al instante, un grupo de guardias se acercaban al intruso, armados con lanzas y espadas. Él, al momento de escuchar la orden corrió a la primera mesa que vio y de un saltó subió a esta, derribando los platos de comida para poder apoyar sus pies.
    -Ustedes humanos, me dan risa- dijo antes de lanzar una sonora carcajada. –¡No podrán atrapar al señor de la oscuridad!
    El presunto vampiro se alejaba de los guardias reales saltando de mesa en mesa, provocando que los invitados se levantaran asustados y se alejaran, única cosa que podían hacer. Dos guardias intentaron cerrarle el paso, pero fácilmente pudo derribarlos de una patada; le quitó su lanza a uno y con esta se defendía de los demás soldados que lo atacaban. Sin herirlos, alejaba sus armas de el para ganar tiempo y poder planear su huida. Cuando el furioso general Misawa se acercó a él, el señor de la oscuridad no dudó y saltó de la mesa al suelo, derribando a varios guardias. Corrió al centro del salón, buscando acercarse a la reina Rin, que ya era protegida por el joven sirviente.
    Dos guardias más salieron a su encuentro, pero los evitó fácilmente usando la lanza como palanca y logrando saltar sobre ellos para aterrizar a escasos metros del trono. Miró fijamente a los ojos a Rin, le sonrío y enseñando sus colmillos el dijo:
    -No será la última vez que me veas.
    Dicho esto, se dio a la fuga por una de las puertas más cercanas. El grupo de guardias, incluyendo al general Misawa, corrieron tras él en un intento por atraparlo.
    El camino para el vampiro fue sencillo, pues la mayoría de los guardias ya los había dejado en el salón, únicamente se deshizo de los dos que cuidaban la puerta principal arrojándoles unos huevos que al estrellarse, levantaron una nube de polvo que cegó a los guardias. Una vez en campo abierto, se adentro a los jardines del palacio. Cuando los guardias llegaron, ya no había rastro alguno del vampiro invasor y por más que lo buscaron por el resto de la noche, no lo encontraron. Uno de los guardias dijo ver a lo lejos una carreta totalmente negra, cuyo conductor parecía ser un esqueleto.
    Si en algo había acertado la reina Kamui Rin I, fue en decir que nadie olvidaría esa noche, pues el señor de la oscuridad se encargo de eso.
     
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  17.  
    Yoko Higurashi

    Yoko Higurashi Usuario común

    Piscis
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    Hola, creo nunca me había pasado por tu fanfic antes, debo agregar primero que nada que es un fanfic realmente bien redactado, en si tu inicio incluso fue algo que no me esperaba, el relato de un hombre y el castillo después de años convertido en un tipo de museo, así mismo me gusto el avance de la historia, ver la faceta malvada de Gakupo, Luka una sirvienta algo rebelde y esos detalles tan curiosos que simplemente son buenos, este capitulo debo agregar es tierno (me da ternura Len, no se porque) ya que no se maneja al 100% la crueldad de Rin, es más, parece una linda niña enamorada, y me encanto como Len hizo burla, debo agregar has sabido manejar la historia hasta este punto y debo felicitarte, me has inspirado a sacar fanfic de esta saga en un tiempo futuro, aunque dudo quede en tan buenos términos como la tuya, realmente felicidades y espero seguirte leyendo.
    Atte.
    YokoHigurashi
    =X
     
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  18.  
    Sango Asakura

    Sango Asakura Entusiasta

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    Reportandome aquí para comentar tu historia.
    Tal y como cada semana, tu capitulo me imprecionó, no me esperaba la aparición de Kaito de Yami no ou en tu fic y mucho menos en la fiesta!, aunque debo de aceptar que es un poco dificil de ver a dos Kaitos en una misma época y eso sin contar que pusiste que había desaparecido recientemente Marlon. Me pregunto realmente que es lo que tramará esta vez ese vampirito loco XD!, todo está comenzando y el reino amarillos llegará pronto a su fin, después de todo ya apareció Jermeille (Meik0 de la Saga Evil), solo me pregunto si aquí será la hija o la esposa, espero y pronto aberiguarlo, no soy muy pasiente así que apurate!

    Muchas felicidades!! Sigue así y pon contí pronto!! olvidate de los jueves!!, porque no los lunes XD!
     
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  19.  
    Al Dolmayan

    Al Dolmayan Entusiasta

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    La hija del mal
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Tragedia
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    28
     
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    Nota: A peticion de una fan (?) subo capitulo hoy.


    Capitulo VIII
    “The Prince of Blue”
    -Ahora, ven aquí-
    Habían pasado ya dos semanas desde aquella noche del baile, donde el señor de la oscuridad había aparecido para aterrar a los nobles de diversos reinos y afrontar a la reina Rin por todos sus abusos, haciendo ver que hasta la poderosa guardia real del País Amarillo tiene sus puntos débiles.
    Tanto la reina como el general Misawa habían estado furiosos desde entonces. Inmediatamente fue ordenada la captura del supuesto vampiro; alertaron a todo el reino, desde la ciudad principal hasta las provincias más alejadas, carteles con la imagen del señor de la oscuridad y la promesa de recompensa aparecieron por las calles de la ciudad, y el ejercito buscaba por toda la ciudad, bajo ordenes de la reina Rin, al vampiro dentro de casas, negocios, corrales, templos y todo lugar donde el señor de la oscuridad pudiese estar escondido. También se les había ordenado inspeccionar bosques y cavernas a lo largo del país, sin éxito alguno. Ante tales fracasos, la furia del general Misawa crecía cada vez más y pasaba la mayoría del tiempo encerrado en su oficina, estudiando mapas del País Amarillo y reprimiendo a sus subordinaos cada vez que le informaban de las búsquedas sin resultados. Todo parecía indicar que así como el vampiro apareció en el palacio aquella, también se había esfumado del reino.
    Por su parte, y a pesar de seguir molesta por la aparición del vampiro, la reina Rin prefería gastar su tiempo pensando en el príncipe Kaito y su reservada presencia en el baile. Aunque se había comportado de un modo amable con la reina y en si, con todos los asistentes al baile, la mayoría del tiempo había mostrado un gesto serio que solo desaparecía al sentarse con su hermana. En verdad, el príncipe solo había aceptado bailar con ella por cortesía, más que por gusto. Esta idea no dejaba quieta a la reina, que estaba decidía a conquistar el corazón del joven príncipe, aunque esto significara comenzar a espiarlo para darse una idea de cómo llamar su atención y poder explicarse el porque de su comportamiento.

    -No puedo entenderlo Len. No puedo.- decía la reina dando vueltas por su gran habitación. –Fui amable con él, muy apegada también. Quise llamar su atención pero… mientras bailaba con el, al ver sus ojos… parecía que no estaba nada cómodo.
    -Debes tomarlo con calma Rin. A mi me pareció una persona muy cortés, se comportó muy bien conmigo y todos los sirvientes.
    -Ese es el problema Len. El hizo todo por simple cortesía, pero si hubieses visto su rostro de frente mientras bailaba con el, sabrías a que me refiero.- dijo. Soltó un suspiro mientras mirabas por la ventana. –Solo lo vi sonreír cuando estaba con su hermana, pero conmigo se portó muy frío, como si quisiera alejarme.
    -Tal vez tu actitud lo hizo sentirse muy presionado, te lo digo yo que ya me ha pasado un par de veces. La próxima vez muéstrate interesada en él, pero no desesperada.
    -No estoy segura de la existencia de esa próxima vez. La primera impresión es muy importante, pero no pienso rendirme por eso. Tengo que saber todo sobre él, conocer sus gustos y disgustos, pero más importante aun, debo saber si no tiene alguna relación con otra mujer.
    -Hasta donde yo sé, no se le conoce a ninguna amante. Aunque conoces los rumores, dicen que en su reino todas las muchachas están enamoradas de él.
    -Eso quiero que investigues Len. Por favor, quiero que viajes al País Azul e investigues todo sobre él, pero principalmente si no tiene alguna prometida; eso es lo único que explicaría su frialdad hacia mí.
    -Pero Rin, eso es demasiado. Se que te gusta pero… ¿no es una exageración espiarlo? Además, si ya tiene a alguien a su lado, ¿que harías?
    -Solo quiero saberlo… por favor Len. En verdad estoy enamorada de él y esa duda me está matando. Len, confío en ti. Por favor, necesito que lo hagas.- dijo la reina con los ojos llorosos.
    Len permaneció en silencio unos segundos, meditando la petición de la reina. El hecho de espiar al príncipe del País Azul le parecía una exageración, pero no podía desobedecer a la reina y aun menos verla tan desesperada y triste, en su interior algo lo movía a cumplir con todos sus deseos sin importar lo que fuera.
    -Está bien Rin, lo haré. Iré al País Azul y averiguare todo lo que quieras.
    -¡Muchas gracias Len!- gritó Rin, se arrojó a sus brazos y lo abrazó. –No sabes lo agradecida que estoy contigo.
    -Rin, sabes que todo por ti lo haré, no importa lo que sea. –dijo el joven sirviente con una sonrisa. Miró por la ventana, la luz del sol indicaba que era poco más de medio día. –Oh, es hora de la merienda. A regresó su majestad.
    -Len- dijo entre risas la joven reina. –No hace falta que me llames así cuando estamos solos.
    Ambos rieron. Ella se dio la vuelta y se acercó al balcón, mientras que Len salió de la habitación y fue a la cocina.

    Mientras que en el País Amarillo pasaba esto, al otro lado del mar, en el palacio del País Azul dos hombres también discutían sobre aquel baile pero desde una perspectiva distinta.
    En una gran habitación cuyos muros estaban pintados de color azul cielo, adornados por numerosos candelabros y molduras de oro, también colgaban de estos numerosos escudos con una rosa azul dibujada y un par de cuadros. Una lujosa cama con cortinas azules estaba frente a una chimenea al fondo de la habitación, mientras que al otro extremo, había una pequeña pero elegante mesa y un par de sillas.
    Uno de los hombres era el príncipe Kaito. Vestía un sencillo traje azul y una camisa blanca por abajo; su compañero, un joven de cabello blanco y ropas grises, permanecía sentado en una de las sillas, cerca de la ventana de la cual Kaito permanecía contemplando el pueblo.
    El joven de cabello blanco jugueteaba con una cuchara, haciéndola girar sobre la mesa. Miró al príncipe y le dirigió unas palabras.
    -Entonces… ella no se alejaba de ti, sólo quería estar a tu lado.
    -Efectivamente, y así fue durante todo el baile.
    -Alguien quería llamar la atención del príncipe Kaito, no hay duda alguna.- dijo el joven de cabello blanco en un tono burlón. –Tal vez debiste tratarla mejor.
    -¿Cómo sabes que no la trate muy bien?
    Ambos hicieron una pausa, se miraron a los ojos.
    -Kaiko- dijeron al unísono.
    -Tu hermana me contó todo lo que pasó aquel día, incluso fue mas detallista que tu, pero esta bien, entiendo que pasaste un mal rato con ella.
    -No fue un mal rato… es que no estaba muy cómodo a su lado.
    -¿Y acaso no es lo mismo?- ironizó el joven. –Debes tratar mejor a tu enamorada.
    -No digas esas cosas, no creo que ella sienta algo por mí.
    -Pues como me cuentas las cosas. Es algo que no debes dudar, ninguna se interesa así en una persona por nada.
    -Tal vez solo busca una alianza mas, financiar sus ejércitos o algo así.
    -Kaito, Kaito, Kaito. Te recuerdo que tienes cierta fama con las señoritas de este reino- dijo con un tono pícaro. –Si enamoras a las súbditas, ¿porque no a una reina?
    -¿Por qué debe ser esta reina?- mencionó con desanimo.
    -Cuanta emoción. Muchos quisieran una reina que se enamorara de ellos, pero tu te deprimes. ¿Por qué esa actitud?
    -Sabes lo que se dice de ella- dijo serio. –Es una dictadora, explota al pueblo. Sus caprichos se cumplen haciendo sufrir a su reino. Es una malvada niña mimada.
    -La mayoría de los gobernantes se comportan así, no se que te extraña. Hasta tú abusas de tu poder.
    -¿Cuándo he hecho eso Piko?- preguntó indignado Kaito.
    -Déjame ver… al caminar desnudo por las calles, varias fiestas a donde invitaste a muchas jóvenes del reino, almacenar toda la nieve que cayo el ultimo invierno…
    -Esta bien, ya entendí- lo interrumpió el príncipe. –También exagero, lo se, pero trato de no hacerlo todo el tiempo.
    Por fin se alejó de la ventana y tomo asiento frente a Piko. Tomo la taza que estaba en su lugar y dio un sorbo, era té. Miró de nuevo por la ventana y clavó la vista en el cielo. Permaneció callado unos minutos, pensando sobre la posibilidad de que la reina Kamui Rin estuviera enamorada de él. Sus pensamientos lo llevaron a conectar las diversas señas que la reina del País Amarillo le mandaba, desde las múltiples miradas a lo largo de la noche, el ir a bailar únicamente con él o invitarlo a la mesa. De ser cierto esto, debía tener cuidado o actuar antes de que su padre le arreglara un matrimonio con ella.
    -¿Tu crees que si esta enamorada de mi?
    -Sin duda alguna. Esta perdida por ti.
    -Esperaba que no fuera así…
    -Oh, por favor Kaito- reclamó Piko. –No es nada malo. Míralo de este modo, si te casas con ella serás el rey del País Amarillo, tiene uno de los mejores ejércitos del mundo y dinero no les falta.
    -Dinero que consiguen matando de hambre a su gente. No debería ser así, un verdadero gobernante debe hacer grande a su pueblo, no hundirlo. Debe ver por el bien de su gente.
    -Creo que escuchar a esos filósofos te afecta la cabeza, amigo mío. Si tu padre escuchara esas palabras, te quitaba el derecho al trono.
    -Que preparen a Kaiko para ser reina entonces. Porque pienso tomar mi propio camino, no quiero matrimonios arreglados ni nada por el estilo.
    -Pues date prisa porque ella no debe tardar en venir a hablar con el rey. ¿A dónde piensas ir, País Magenta? ¿País Rojo? Dicen que la princesa del País Rosa es hermosa.
    -Nada de eso. No quiero ni princesas, reinas o nobles. Ya he tratado con muchas y siempre es lo mismo. Iré por algo diferente, iré al País Verde a buscar esposa.
    -¿Estas bromeando? ¿En ese lugar donde solo hay granjas vas a buscar a la que será tu mujer?
    -Si, eso haré. Ya que las mujeres de este reino no llaman mi atención, y ninguna que sea de la realeza lo logra, me veo en la necesidad de buscar a una mujer del país más humilde que existe. Una plebeya del País Verde.
    -¡Shion Kaito!- gritó el joven Piko. –¿Te has vuelto loco? Eres un príncipe, no debes estar con una mujer común.
    -¿Acaso moriré por eso? No lo creo. Soy el príncipe y puedo hacer lo que yo quiera, ¿no crees?
    -Si, tienes razón en ese aspecto pero… pero esto es una exageración. La vida tiene un orden, y ese orden indica que los plebeyos se casa entre ellos y la realeza se casa con la realeza o con los nobles. No puedes ir en su contra, es antinatural.
    -Ya veras que si podré. Prefiero ir en contra de la tradición que ser infeliz.
    -Esto te costara el trono, pero debes saber que te apoyo en esto amigo.
    -Gracias Piko. Y el trono… no me importa.
    -Entonces… ¿puedo cortejar a tu hermana? Kaiko me gusta desde hace mucho tiempo y lo sabes.
    Kaito respondió con una sonora risa. Tomo aire y miro directo a los ojos a su amigo Piko.
    -Claro, inténtalo; espero mi padre no intente cortarte la cabeza.
    -Si, debo tener mucho cuidado.
    Ambos comenzaron a reír. Se levantaron de la mesa, aun riendo y llegaron hasta la puerta de la habitación. Piko la abrió pero antes de salir se volvió a Kaito.
    -¿No hablas en serio, verdad Kaito?- preguntó nervioso.
    -Yo nunca te he engañado- respondió con una sonrisa y salió de la habitación.
     
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    Sango Asakura

    Sango Asakura Entusiasta

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    Kya!, me paso de maldita!, te pido que si puedes poner conti el lunes y comento hasta el miercoles!! que mala!
    Bueno, dejando atras mis disculpas, vamos con la opinión de el fic, como siempre, me encantan tus capitulos, ese señor de la oscuridad, yo creo que se conviertió en niebla y por eso no lo encuentran, vamos vampirito huye a México!! ok, no, pero casi. Me agradó que Kaito defendiera lo que quiere, yo haria lo mismo, en lo personal, no me agrada el MikuXKaito, a decir verdad, es de la pareja que más me desagrada de Vocaloid, prefiero el KaiMei, aunque mi avatar me delata jiji, pero si me gustó eso de que Kaito prefiera hacer lo que cree mejor para él y no lo que digan sus padres.

    Felicidades, sigue así y espero conti, aunque con lo sucedido no me creo con la autoridad de darte un día :(.
     
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