[La Guerra de los Osos]

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Seba Smith, 5 Diciembre 2013.

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    Seba Smith

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    Escritor
    Título:
    [La Guerra de los Osos]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1759
    Era una noche singular en ese pequeño pueblo, el aire olía a festejo y los niños revoloteaban por la plaza central.
    Siempre han dicho los más ancianos que la celebración del equinoccio de verano era para traer la buena suerte y nada había comprobado lo contrario. Cada año el pasto crecía más verde, las cosechas más abundantes y sabrosas, los niños eran más fuertes y risueños, y los ancianos cada vez vivían más y mejor. La vida era buena y significativa en el poblado de Cornhos.

    La luna plateada, de la mano de la luna azul se asomaban suaves sobre sus ejes correspondientes. Grupos de ancianos se sentaban junto al río a leer la suerte en juegos de azar y algunos discutían sobre poesía antigua. Los niños jugaban rondas de escondite y los jóvenes compartían momentos mientras arreglaban todo para empezar el festival del equinoccio.

    Alice, una felinata de aspecto gentil y sereno, posiciona leña dentro de una enorme fogata con forma de sol mientras contempla el vacío sin prestar atención a su tarea.

    -¡Alice! ¡Estás haciendo un reguero de madera! ¿En qué piensas que tanto te distrae? – Le sermonea una señora mayor con pecas y las manos sucias con tierra, acto seguido le planta una enorme vara en la mollera produciendo que los pelos de su cola se ericen. Alice se agacha y cubre la cabeza.

    -Solamente pensaba en la diosa Cornhos… Espero que este año nos escuche- Dijo la felinata mientras se erguía lentamente.

    -Siempre nos escucha, por eso tenemos comida y podemos procrear niños-

    Alice levanta la cabeza mirando al cielo con un dejo de tristeza en sus ojos. Sus orejas están cabizbajas y su cola no presenta movimiento. Se levanta lentamente y se queda callada recogiendo la madera que dejó en el piso, siguiendo con su tarea. Pero la anciana no deja de mirarla.

    -Mi querida niña… Tu padre volverá tarde o temprano - le murmura la mujer.

    -¿Me lo puedes prometer, mamá?-

    La señora mayor le sonrió y antes de poder responder unos tambores se presentaron a la distancia, interrumpiendo cualquier respuesta. Los niños que los oyen hacen un estruendo y los ancianos se levantan de sus juegos para acercarse al costado de una calle de tierra, de la cuál proviene la música de júbilo, los tambores y los cantos que los siguen.

    Alice y su madre siguen con su tarea apresuradas y al terminar de arrojar la madera se aproximan a paso veloz a la calle donde la gente del pueblo se concentra. Ven como a paso lento se aproximan por el horizonte alrededor de veinte mujeres cargando fruta, vegetales y trigo, entre ellas va una mujer con un vestido blanco de franjas rojas y una máscara un tanto terrorífica, pero que irradiaba paz. Unos enormes cuernos se asoman de la máscara y bajo a ellos unos ojos verdes como el más fresco de los pastizales.

    Algunos niños gritan que se aproxima Cornhos y la gente estalla en alegría.

    El grupo de mujeres pasa entre las personas y Alice le aprieta la mano muy fuerte a su mamá cuando ve pasar a la mujer que posaba aquellos cuernos a la que todos reconocen como Cornhos.

    Alice aún es una niña a pesar de sus quince años y cree fervientemente en la leyenda de la diosa Cornhos, entre la emoción la gente le entrega cartas a la diosa que ella recolecta en una canasta de mimbre, dentro de cada carta se encuentran los deseos, peticiones y bendiciones de los pobladores con la esperanza de que la diosa los lea y se los cumpla. Alice saca su carta de entre sus ropas y la entrega adornada con un listón morado para poder distinguirlo del resto.

    Nunca ha fallado, o al menos eso dicen, y existe el mito de que cuando Cornhos lee una carta el deseo se cumple, pero debe ser leída en voz alta ante todos los pobladores, no puede faltar ninguno y por eso, es que siempre el día está completamente libre de trabajo, prohíben los viajes e impiden que extranjeros estén presentes el día del festival.

    La multitud de mujeres que sigue a Cornhos deposita las ofrendas alrededor de la fogata y Cornhos saca una botella de madera de su pequeño bolso, toma un sorbo y luego hecha el resto sobre las ofrendas. Los ancianos le rezan en silencio con una sonrisa entre los labios y algunos niños se asustan ante la imagen de la legendaria diosa, pero Alice se está totalmente quieta, mirando sin descanso su carta con sus ojos felinos capaces de ver más de lo que ven los simples humanos.

    Cornhos se para en un escenario al frente del sol de madera. Los ojos de todos están puestos en ella y los tambores suenan cada vez más fuertes. La música sube su tempo y va cada vez más aprisa mientras que cada doncella acompañante de Cornhos se sienta sutilmente alrededor del sol de madera.

    La música es imparable, un estruendo que hace que todos se rían y se emocionen. Alice tiene el corazón en la garganta, siente como si este fuera a explotar de lo rápido que le palpita, su respiración es profunda y se encuentra en un estado de trance como nunca le había ocurrido.

    Cornhos levanta los brazos de forma abrupta y la música se detiene, se ven las manos de Cornhos se muestran en pleno aire, cada dedo es largo y tan blanco como la nieve. Tiene manchas de vejez y unas uñas tan largas que parecen garras. Sus cuernos metálicos brillan a tono con la luz de la luna plateada. Todos quedan en completo silencio y ni siquiera una mosca suena en ese pueblo.

    Cornhos mira alrededor un par de segundos antes de bajar los brazos y empezar un discurso pronunciado con una voz ronca, pero amable.

    -Queridos hijos e hijas. Gracias por su recibimiento tan gentil, os saludo con gran placer esta noche. Mi nombre, para los pequeños, es la diosa Cornhos y para los que no lo sepan, yo soy la encargada de la lluvia, de los ríos y de la nieve. Así que disculpen por el invierno tan frío que les hice pasar el año pasado-

    La gente se ríe un poco, tomando todo con un humor serio y lleno de inocencia.

    -Como cada año, he venido para saludar a todos los que me veneran y a bendecir a todos los que necesiten. Mi tarea es algo que hago con gran gusto año a año y eso se debe a ustedes-

    Alice se mueve sigilosa entre las personas, no roza con nadie y nadie se percata de su presencia más que algunos niños curiosos. Una de las niñas saluda a Alice a la distancia y esta le hace un saludo devuelta con la mano antes de que una anciana le pisara la cola, obligándola a taparse la boca con las dos manos para evitar soltar algún sonido. Después de enroscar su cola con dolor se sienta en la primera fila de gente al lado de los niños más pequeños y escucha como Cornhos sigue con su discurso.

    -... Por eso sé que este año las cosas seguirán con su curso natural. Ahora les pediré que hagamos una oración antes de leer sus peticiones para este año.-

    Todos juntan sus manos y agachan la cabeza para rezar al unísono junto a la diosa.

    Oh Cornhos, diosa de la paz y de la lluvia. Bendice nuestras vidas con la gracia de la calma. Disculpa nuestras ofensas y nuestros actos irrespetuosos. No nos abandones como jamás abandonaremos a quien nos necesite. Bendice a mi padre, a mi madre, mis hermanos y mis hermanas. Protege a nuestros vecinos, a nuestros amigos y a nuestros compañeros. Danos el sustento para vivir y que en la lluvia caiga tu amor. Bendiciones.

    Una vez terminado el rezo todos los pobladores sonríen llenos de paz. Todos hacen una reverencia ante Cornhos y ella toma una carta de dentro de su canasta, la abre con cuidado y la lee en voz alta.

    -“Bendice a nuestros niños y danos la sabiduría para ser buenos ejemplos”. Sus niños están a salvo por el cuidado de sus seres amados.

    Todos aplauden y festejan mientras que un anciano besa la mejilla de un niño que ríe.

    -“Bendice nuestros cultivos y cuida nuestro ganado” Siempre habrá comida en sus platos si se esfuerzan.

    El festejo se repite con grandes aplausos.

    El ambiente es tan contento que todos parecen olvidar sus dolores, sus penas y sus miedos, excepto Alice que contempla como la diosa toma su carta con listón morado. Sus orejas se levantan de forma que escuche todo, su respiración se entrecorta y cierra los puños en sus pantalones con nerviosismo infantil.

    Todos callan y Cornhos abre la carta, la hojea un poco y mira a Alice de reojo, o al menos eso sintió ella. Cornhos se queda en silencio, mira al público que le devuelve la mirada con curiosidad.

    -Lo siento pequeña Alice… no puedo hacer eso… Pero sé que te volverás a encontrar con tu padre, quizás no en esta vida. Pero sí en otra-

    Se escucha un murmullo general, y Alice mira a su madre a la distancia que tiene la mano en la boca y la mira con tanta lástima que le duele. La niña mira el suelo, siente como un nudo le apreta la garganta y una bola de pena baja por su pecho. Se levanta del suelo con lágrimas en los ojos, su mandíbula tiembla sin control. Se aleja en dirección al pueblo mientras el murmullo de la gente taladraba a través de los oídos de la chica.

    Escala por la pared de una casa y se sienta en el techo mirando el cielo, las lágrimas caen por sus mejillas y un llanto silencioso brota de su garganta. Las estrellas parecen celebrar la noche mas la pequeña felinata no tiene nada que celebrar. Hace un año que su padre se había marchado y no ha recibido noticia de él, cada día se iba apagando más y más la esperanza de volver a verlo, y era reemplazado por el miedo que crecía de forma desesperante.
    Nunca había asumido la muerte de su padre hasta esa noche, donde su última esperanza de tener una respuesta se había desvanecido.

    Alice se acomoda en el tejado en posición fetal, el viento soplaba entre los árboles y el sonido hace que lentamente empiece a quedarse dormida, de sus labios brotan unas pequeñas e imperceptibles palabras: “Papá, te extraño”.
     

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