Ciencia ficción La Gran Catástrofe VIII Humanidad en Conflicto

Tema en 'Novelas' iniciado por Agus estresado, 24 Agosto 2024.

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    Agus estresado

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    Título:
    La Gran Catástrofe VIII Humanidad en Conflicto
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    7167
    Saludos. Es hora de adentrarnos en el segundo cuarto de esta historia. La introducción está quedando atrás cada vez más, y pronto empezarán los platillos principales de la parte.

    Quiero agradecer como cada semana a mi gran amigo Manuvalk quien siempre estuvo presente en este universo, tanto para los findes donde podemos gozar de leídas en simultáneo como aquellos donde no tenemos esa suerte. Su presencia se agradece y se disfruta, y espero que esta parte, que será bastante más extensa que la anterior, le esté gustando de momento, incluyendo este capítulo.

    Sin más para decir, dejo el capítulo.





















    Avistando el objetivo:

    En un monitor de gran tamaño, una pantalla encendida se dividió en dos figuras con forma rectangular, apareciendo en cada uno de ellos un ser de diferente especie. En el rectángulo de la izquierda se podía ver a un yarlemiano, mientras que en el de la derecha, se contemplaba la figura de una velivina. Frente a dicho monitor, situado en una sala con las luces totalmente apagadas, se veía de frente a un integrante del consejo de la Sociedad Galáctica. Un velivino, igual que su compañera que estaba del otro lado.

    ¿Qué noticias tienes para nosotros, Tauvim? — preguntó el yarlemiano, Miraq — Veo que tu rostro muestra preocupación. ¿Acaso Casseirem llegó al planeta Tierra antes que tú?

    El ser que se encontraba frente al monitor tenía una expresión siniestra en la que resaltaba nada más y nada menos que el miedo que tenía. No solo por lo que acababa de ver, sino por el hecho de que debía ser el portavoz de malas noticias para sus dos compañeros del consejo. Tauvim tomó aire antes de hablar.

    No hay indicios de que Casseirem haya llegado a este planeta, pero algo más tuvo que suceder — comunicó el enviado para la misión — El planeta Tierra se ha convertido en una esfera congelada. Solo hay capas de hielo a la vista. Nuestras cámaras no captan ninguna otra imagen. Los drones que hemos enviado detectan una temperatura a varios grados menos de los que se consideraban normales según la información que obtuvimos.

    ¡¿La Tierra ha perdido su capacidad de albergar la vida?! — preguntó la mujer, de la misma especie que Tauvim.

    Me temo que eso es lo que ha ocurrido, Fielle — Tauvim le confirmó sus sospechas — Increíble que no haya pasado tan siquiera un trimestre desde que derribaron nuestro satélite. Ahora este planeta ya no existe.

    Eso es un problema, necesitamos a los humanos para hacer frente a Casseirem — contestó Miraq, recordando la información que su artefacto recolectó para ellos — Más bien, lo que nos hace falta son sus armas nucleares.

    Recuerdo que había registros de naves espaciales construidas por los humanos entre los archivos que llegaron hasta nosotros — comentó Fielle, quien sabía de la existencia de esas estructuras — La humanidad, al igual que nosotros, dominó el viaje por el espacio. Puede que su planeta ya esté inhabitable, pero eso no quiere decir que ellos estén extintos. En el universo deben quedar algunos seres humanos deambulando. Quizá en busca de un nuevo hogar. Es posible que podamos usar eso a nuestro favor.

    No es propio de Casseirem convertir planetas en zonas congeladas — Miraq habló basándose en los conocimientos que tenía del enemigo — Él suele dejarlos habitables para recolectar recursos. Ha vaciado nuestros planetas tras sus ataques. Creo que podríamos usar la figura de ese monstruo para poder asustar a los humanos que hayan quedado con vida.

    Suponiendo que los hay — Tauvim no compartía la idea de considerarlos con vida tras lo visto en la Tierra — Pero si ustedes lo autorizan, podría iniciar una misión para ir a buscarlos. Eso sí, sin indicios de a dónde podrían haberse ido, me costaría mucho tiempo.

    Yo propongo que no seas tú, Tauvim — Fielle tenía una idea al respecto — Ahora que no tenemos idea de cuánto tiempo deberemos invertir en hallar a los humanos, quedarnos en nuestro nuevo mundo no es una opción. Necesitaremos de tu presencia para terminar la construcción del arca que nos permitirá viajar a todos nosotros de un mundo a otro a la vez, y de esa forma, estar a salvo de cualquier amenaza que Casseirem pueda presentarnos.

    ¿Quiénes se encargarían de la tarea de encontrar a los humanos? — Miraq quería conocer lo que su compañera tuviera en mente.

    Siban y Cerv — Fielle dio la propuesta, apuntando a dos seres distintos en cada especie — Son los mejores candidatos a ascender peldaños para convertirse en líderes y tomar las decisiones junto a nosotros. Esta misión será la que los catapulte a nuestro nivel.

    Me parece una buena estrategia, dado a que no sabemos siquiera en donde empezar a buscar — Miraq estaba de acuerdo con ella — Tauvim, esperaremos tu regreso. Luego de eso, Siban y Cerv tomarán tu lugar como exploradores del universo. Te esperamos en casa.

    […]

    Varios años e intentos fallidos de contactar con otras especies tuvieron que pasar, pero finalmente llegó el día en el que Siban y Cerv, los dos enviados de la Sociedad Galáctica, consiguieron encontrar a los seres humanos, cumpliendo así el objetivo que los tres líderes que quedaban en las trinidades de las dos especies les habían puesto.

    Luego de las muertes de Elener y Zalan en un enfrentamiento contra Casseirem, seguidos por la traición de Sered al haberse unido al conquistador, los únicos tres líderes que quedaron con vida y leales a su gente estaban felices de ver que ya no serían los únicos con demasiada responsabilidad en los hombros.

    A bordo de su arca, una nave de dimensiones gigantescas y capaz de ocupar casi un tercio de la Luna, la cual habían utilizado para mantener con vida a toda su población dado a que el miedo a Casseirem les impedía vivir en un planeta en tranquilidad, los tres líderes actuales de la Sociedad Galáctica miraban a través de una pantalla las imágenes de Cerv, el velivino, y de Siban, la yarlemiana. La noticia de que los seres humanos seguían vivos y estaban a su alcance les hicieron felices, y solo restaba que ultimaran detalles en su captura.

    Siban, tú llegaste primero a ser una candidata para unirte a nuestra trinidad — Miraq hablaba con orgullo dirigiéndose a la enviada de su especie — Tú serás la primera en informar.

    Me alegra serlo, señor, porque tenemos un pequeño inconveniente — Siban preocupó a todos los líderes con esas palabras — Se decía que nuestra tecnología era capaz de provocar malfuncionamiento en la de los seres humanos.

    Y es correcto, así ordenamos que se creara con la información que teníamos disponible — Fielle no parecía entender el problema.

    Bueno, o bien los humanos de este mundo han mejorado mucho su tecnología o están usando tecnología de otra especie — Siban dio las dos teorías que se le ocurrían — Porque lo máximo que podemos hacer es interferir con sus comunicaciones. Ni siquiera somos capaces de hacerlo desde nuestra posición. Debemos acercarnos un poco más, y una vez que nos alejemos de dicho sitio, las recuperarán.

    Esto es grave, se suponía que debían quedarse totalmente incomunicados y sin tecnología hasta que nos aseguráramos de contar con su cooperación — Tauvim creyó que no sería factible hallar una solución para ese problema — Lo que menos quiero es que tengan la capacidad de venir tras nosotros. Además, si Casseirem hubiera obtenido el poder suficiente como para permitirse explorar planetas antes de atacarlos, necesitábamos engañarlo y hacerle creer que los humanos son una especie que no vale la pena.

    Incluso aunque intenten seguirnos, dudo mucho que sean capaces de encontrarnos — Miraq se sentía tranquilo por ese lado — Lo que sí no podemos solucionar es el asunto de que no habrá forma de camuflarlos como una especie sin inteligencia a los ojos de Casseirem.

    Los cinco integrantes de la Sociedad Galáctica quedaron en silencio tras ver que los problemas que expuso Siban no tendrían una solución rápida, y que había riesgos imprevistos que correr si querían extraer a los humanos de aquel mundo que ella había logrado encontrar. Cerv, el velivino que todavía no había dicho palabra alguna desde el anuncio de su hallazgo, estaba impaciente para poder contar sus noticias, las cuales consideraba más esperanzadoras que las traídas por su compañera.

    Escuchemos a Cerv antes de tomar una decisión — Tauvim sugirió para no estancar la reunión — Son dos planetas. Necesitamos los dos contextos.

    No sé por qué es tanta la diferencia — decía el joven velivino — Pero la tecnología de estos humanos no es tan avanzada. Solo necesitamos conectarnos en la misma frecuencia que ellos durante unos pocos segundos. Eso nos permitirá implantar un archivo malicioso que infectará todas sus máquinas y los tendrá totalmente aislados en su mundo.

    Bueno saberlo — Fielle sonreía tras escuchar esas noticias — En ese caso, creo que podremos llevarnos a los ejemplares que hemos venido a buscar. Aunque es posible que al grupo de Siban le cueste más dado a que su tecnología seguirá funcionando, solo que con sus comunicaciones interrumpidas.

    Nos llevaremos a cien de cada uno de esos planetas, el plan original era llevarnos a doscientos, después de todo — Miraq habló respecto a su procedimiento — Los juntaremos entre ellos para que se vayan conociendo. Y Cerv…

    Diga, líder y señor Miraq — el velivino se dirigió a él con un respeto adicional por ser de otra especie.

    Asegúrate de extraer toda la información que puedas acerca de los humanos de tu planeta — el yarlemiano le dio sus instrucciones — Siban no podrá hacerlo. Si llegas a encontrar planos de armas nucleares en su nave, te ordeno capturar a unos cien humanos más, y también a llevarte esos planos.

    Cumpliré con esas órdenes — Cerv pronto tuvo una idea — Si resulta que tienen los planos a nuestro alcance, no dudaré en llevármelos.

    Reúnan a los seres humanos en una misma nave — Tauvim fue el siguiente en hablar — Consigan que ninguno de los capturados tenga la menor duda en formar parte de nuestro plan. Luego de hacerlos convivir durante unos días en la gran nave, llévenlos al planeta Yarlem. Yo los estaré esperando allí. En el peor de los casos, si hay algunos que se rehúsan a colaborar, los traerán al arca con Miraq y Fielle. Yo me quedaré con aquellos que quieran ayudarnos. Si todo sale bien, serán los doscientos humanos.

    Estas son las mejores noticias que hemos recibido en años — pensó la velivina Fielle — Estamos más cerca de obtener las armas que nos hacen falta para acabar con la vida de Casseirem. Tan pronto como las tengamos, enviaremos escuadrones de búsqueda para que lo encuentren y acaben con él. No será una amenaza para nosotros nunca más, y nos ganaremos el derecho de vivir en tierra firme sin preocupaciones.

    Cerv y Siban, con las órdenes recibidas por parte de sus líderes, se desconectaron de la llamada que tenían con estos y entre sí. Cada uno de los dos enviados debía empezar los preparativos para llevar a cabo su misión para capturar un total de cien seres humanos, a los que luego tendrían que convencer para que se unieran a ellos en su acometida para poder ponerle fin a la gran amenaza que representaba Casseirem.

    […]

    Los doscientos humanos capturados, cien provenientes del planeta Edagr y otros cien de Tralio, caminaban por las ruinas del planeta Yarlem, antiguo hogar de una de las dos especies que integraba la Sociedad Galáctica. Cada uno de ellos miraba a sus alrededores, viendo la destrucción que componía el paisaje completo a observar.

    Varios de los que tenían dudas acerca de colaborar con sus captores en la misión para la construcción de armas nucleares empezaban a darse cuenta de la seriedad en la situación donde los habían metido. Una ciudad inmensa de gran tamaño, superior incluso a varias capitales de los países más adinerados de la Tierra en sus años de gloria, no albergaba nada más que edificios destruidos y restos materiales desperdigados en cada rincón al que volteaban.

    — Este lugar es horrible — Artem, que iba caminando en solitario, lejos de todos sus compañeros en aquel momento, exteriorizó sus pensamientos — Es incluso peor que vivir bajo la esclavitud de los traliod.

    — ¿Has oído eso? — un soldado oriundo de Rusia le preguntó a uno que se encontraba al lado suyo — El chico ha sido esclavo toda su vida, y, aun así, prefiere ser eso antes que tener que vivir en este mundo.

    Esas palabras estaban dirigidas a uno de los que provenía del planeta Edagr, aunque el decirlas en voz alta fueron un factor determinante para hacer que le llegaran a los oídos de todos los presentes. Estaba claro que sus intenciones eran convencerlo de cambiar de parecer al respecto de su decisión de no querer colaborar con sus captores.

    — Quizá deberías recapacitar y pensar en las posibilidades de que Casseirem llegue a tu mundo perfecto — la burla en su voz cayó mal en algunos — Sé que los de Zenith y Black Meteor eran egoístas, pero dudo que también sean idiotas.

    — No pienso mover un dedo por esta gente que me capturó — el soldado, con bastante enfado encima, dejó salir su descontento — Mucho menos para darles armas nucleares. ¿Crees que realmente serán fieles a sus promesas? Puede que ayudarlos a ellos sea mucho peor que dejar las cosas como están.

    — La vida en traliod es un infierno, merece la pena intentarlo — una mujer de las que estaba como prisionera de los traliod no se perdió la oportunidad de opinar — Mucho más si ese tal Casseirem llega para complicarnos las cosas.

    — Mira, yo respeto tu opinión, pero la vida en el planeta Edagr no era un infierno — uno de sus habitantes, que no tenía dotes de soldado, quería desarmar la conversación sin caer en provocaciones — Ya escuchaste el testimonio de una de nuestras soldados. Lo último que se supo de él fue que varias naves que le pertenecían quedaron destruidas en un planeta. Es posible que ni siquiera esté vivo a estas alturas. Tengo amigos y familia esperándome en casa. No me mantendré alejado de ellos solo porque Cerv y Siban le tengan miedo a un fantasma.

    — La forma más rápida de irte a tu casa es colaborando con ellos y haciendo lo que piden — el que habló en primer lugar le hizo ver ese detalle.

    — No, si ellos nos suben a la nave una vez más y nos llevan a Edagr, te puedo asegurar que será mucho más rápido.

    — Mala elección de palabras de mi parte. La forma más rápida de que los suban a su nave y los lleven a Edagr es haciendo lo que te piden.

    — Casseirem no es problema nuestro, es suyo. Que lo resuelvan ellos. Nosotros no fuimos a secuestrar a nadie para que se encargara de eliminar a los edagrianos. Podrían aprender de nuestro ejemplo.

    Artem miraba con miedo como la discusión no paraba de escalar a niveles mucho peores. Estaba a la vista que no sería tarea fácil de convencer a los humanos que no tenían problemas en su mundo de colaborar con ellos, pero por lo que podía ver, todo parecía que estaba por explotar pronto en una pelea mucho más intensa de lo que podría soportar ver. Sin embargo, al mirar a su alrededor, podía ver como varios soldados de la Sociedad Galáctica, todos ellos armados, se congregaban en las cercanías, posiblemente con el objetivo de poner fin a cualquier conflicto que pudiera llegar a desatarse entre todos.

    […]

    El destino final de todo ese grupo de humanos no se encontraba en la ciudad en ruinas, sino pasando en las afueras de sus confines. El paseo que la Sociedad Galáctica le ofreció a los humanos por aquel sitio solamente era para que vieran en primera persona lo que sucede en un planeta que es invadido por Casseirem. Varios se vieron intimidados viendo los restos de edificios destruidos, llegando incluso a pensar que aliarse con ellos era una posibilidad aceptable dentro de todo. Pero otros no habían cambiado su forma de pensar, ni siquiera tras haber visto lo que tenían a sus alrededores.

    La caminata liderada por los líderes Cerv y Siban concluyó en el momento en el que se encontraron frente a una estructura inmensa. Tenía un diseño similar a la nave espacial en la que habían sido subidos tras su captura, siendo la única diferencia existente visible en el exterior. La que tenían frente a ellos se veía mucho más grande, casi como si estuviera destinada a cargar mucho más peso que la cual les sirvió como medio de transporte hacia ese mundo.

    Todos los humanos se quedaron quietos en un lugar, formando un óvalo bastante irregular, de modo que cada uno pudiera ver lo que ocurriría a continuación. Una hilera de cincuenta soldados se paró de cara a ellos con las armas levantadas y apuntando a sus piernas, listos para suprimir cualquier intento de rebelión. Otros soldados simplemente se colocaron en el costado o detrás de la posición de los humanos. Cerv y Siban se colocaron frente a la línea de cincuenta soldados que les estaban apuntando a los prisioneros, y se quedaron esperando hasta que una compuerta oculta a simple vista se abrió en la nave enorme que tenían al frente.

    Tauvim, un velivino desconocido para los seres humanos, salió al encuentro de los dos enviados que tuvieron una misión para capturarlos. Tras varios años de espera y de vivir con el miedo de ser atacados por Casseirem en cualquier momento, los seres a los que su Sociedad Galáctica quería tener, finalmente estaban frente a él. El velivino tenía puesta una armadura negra, muy diferente al traje que cubría a los dos enviados. Su armadura tenía franjas horizontales de color azul como una decoración adicional, pero por lo demás, el metal negro de dicha armadura le cubría el torso por completo. Sus piernas, por otro lado, estaban protegidas por un metal plateado que se veía mucho más ligero que el de su torso. Detrás de aquel velivino que apareció repentinamente, varios soldados más hicieron acto de presencia. La gran mayoría armados, pero otros simplemente llevaban sus puños como única defensa. Cada uno de ellos portaba una armadura totalmente diferente a la de Tauvim, siendo compuesta por una pechera dorada y protectores para brazos de color negro, mientras que en lo demás era igual a la del velivino que apareció en primer lugar.

    — ¡Nunca he estado tan feliz por estar vivo! — Tauvim exclamó mientras extendía sus dos manos a los enviados — ¡La ayuda que tanto nos hacía falta está aquí! ¡Me alegra que lo hayan logrado!

    — Cerv tiene noticias todavía mejores para usted, Tauvim — Siban no le mostraba mucho respeto, dado a que sabía que, tras completar su misión, le correspondería su mismo rango. Ella saludó estrechando su mano izquierda.

    — Estoy impaciente por oírlas — el velivino amplió el tamaño de su sonrisa.

    — Más de uno de ellos ha afirmado tener el conocimiento para poder construir las armas nucleares que nos hacen falta — Cerv estrechó la mano derecha de su compañero — Y todos ellos que lo han dicho están dispuestos a ayudarnos.

    — Quiero creer que el paseo por esta ciudad habrá servido para convencer a los rebeldes que quedaban… — expresó el velivino, esperando una respuesta afirmativa — He escuchado las palabras que les han dicho. Y creo que han sonado convincentes.

    — Dependerá de ellos, pero sé que contamos con la gran mayoría aquí — Cerv volteó en un segundo para ver a la multitud de humanos, y luego de eso, regresó su mirada a Tauvim.

    — Bueno, eso es algo que vamos a averiguar ahora — uno de los tres líderes de la Sociedad Galáctica se apartó de ellos y dio un paso al frente, mostrándose ante todos los humanos.

    Reunidos, pero no por eso totalmente de acuerdo con la idea de encontrarse allí mismo, todos los seres humanos supieron que aquel ser que tenían en frente era una figura de autoridad posiblemente a escalones más altos que los propios Siban y Cerv. El verlo acercarse decantó que iba a hablar, y así fue, siendo solo los más pequeños entre los presentes los que no fueron capaces de anticipar un gesto así proveniente de aquel ser tan misterioso.

    — ¡Es un placer saludarlos, humanos! — Tauvim se aseguró de ser escuchados por todos — ¡Me alegra verlos a todos ustedes aquí hoy! ¡Ahora mismo, la Sociedad Galáctica solamente tiene tres líderes! ¡Gracias a que Siban y Cerv cumplieron la misión que les encomendamos, seremos cinco en poco tiempo! ¡Pero siendo que todavía somos tres, me enorgullece ser el primer líder en darles la bienvenida! ¡Me llamo Tauvim, y para aquellos que estén un poco despistados, soy un velivino!

    Hizo una breve pausa para centrar su mirada en todos aquellos que estaban allí. Los que tenía más cerca de su posición eran los más fáciles de divisar, mientras que requería de un esfuerzo mayor para poder llegar a analizar los gestos de quienes iban detrás. Había varios humanos que sonreían al escucharlo, pero estos eran una minoría considerable a comparación de aquellos que no mostraban alegría o fruncían el ceño en dicho momento. Sabiendo que ganarse la simpatía de la mayoría en ese momento sería misión imposible, decidió no perder más tiempo.

    — ¡Nuestros enviados los han traído a ustedes aquí, el planeta Yarlem! — Tauvim creyó que habría sido más apropiado que Miraq estuviera en su lugar — ¡El primer planeta en ser atacado por Casseirem! ¡Espero que nadie apartara la vista de las ruinas cuando estaban siendo traídos a este lugar! ¡Eso que ustedes han visto de camino aquí es un oráculo, una ventana hacia el futuro de sus mundos si el demonio de Casseirem no es detenido! ¡Y es justamente por eso que están aquí! ¡Juntos le pondremos fin a su amenaza! ¡No importa lo que varios de ustedes puedan decirnos sobre él, la realidad es que nadie estará a salvo hasta que no veamos con nuestros ojos como una bomba nuclear acaba con su vida! — luego de haber dicho esas palabras, Tauvim dejó salir un silbido.

    Los soldados que estaban encarando de frente a la masa de humanos parada allí mismo, empezaron a abrirse hacia los laterales, y formando en compañía de los que les estaban escoltando un pasillo de gente. Tan cerca unos de los otros de manera que sería difícil escabullirse entre ellos incluso para una rata, la mitad del ejército de la Sociedad Galáctica que viajó con ellos estaba a su izquierda y la otra mitad a su derecha, quedando solo los que salieron detrás de Tauvim firmes en su lugar.

    — ¡Detrás de mí hay un crucero científico con un total de diez laboratorios en su interior! — Tauvim reveló la finalidad del navío que se encontraba detrás de su posición a todos los presentes — ¡Allí mismo vamos a empezar la construcción de las bombas nucleares que necesitamos para nuestro cometido! ¡Aquellos que estén dispuestos a colaborar con nosotros pueden entrar! ¡Varios de mis ayudantes los escoltarán hacia un salón comedor en donde serán bien alimentados y preparados para trabajar! ¡Quienes no estén dispuestos a darnos una mano, se quedarán aquí mismo! ¡No renunciaremos a ustedes todavía, pero no sirve de nada que se pongan a trabajar si no están comprometidos con nuestro objetivo!

    Las palabras dichas por aquel velivino tomaron por sorpresa a la gran mayoría de los humanos presentes allí. Por la manera en la que Siban y Cerv hablaron en el navío en el que fueron transportados, parecía que era urgente que contaran con todos para que el trabajo fuera más rápido y efectivo. Sin embargo, algunos veían con lógica que los que habían invertido un gran esfuerzo en el armado de esos laboratorios decidieran dejar afuera temporalmente a quienes no estuvieran dispuestos a colaborar de primera mano.

    Artem, Winter, Jessica e Iker se encontraban dispersos. Debido al orden en que fueron escogidos para descender al planeta Yarlem, y a la falta de oportunidades para reunirse en el viaje a través de la ciudad en ruinas, no pudieron reunirse entre las doscientas personas allí presentes. Aunque eso no les hizo ninguna falta. La Sociedad Galáctica se había comprometido a prestar ayuda para los humanos que estuvieran prisioneros en Tralio. Pensando más que nada en sus familiares, los cuatro jóvenes ingresaron al sitio, acompañados por más de los humanos que estaban en su grupo.

    Sky logró ver a Winter moverse entre la gente, y lo primero que hizo fue seguirlo. No sabía si los iban a llevar a otro mundo para que fueran testigos de más obras de destrucción por parte de Casseirem, pero ella había acordado con Winter que, cuando fueran rescatados, pediría que prestaran ayuda para los humanos cautivos allí. Además, ella estaba segura de que, si el padre de Arick viajaba en la nave, estaría encantado de conocer a un pariente suyo.

    Alicia logró ver a Sky caminando entre aquellos que iban a adentrarse al laboratorio, y sin pensárselo dos veces, optó por seguirla. La mujer sabía que, bajo una de sus uñas, sin que ella lo supiera, se encontraba el nano rastreador que le permitiría a todos en casa tener más probabilidades de encontrarlos. Quedarse cerca de ella facilitaría las cosas para ser rescatada también, y esperaba que Gina, en donde quiera que estuviera dado a que no la tenía a la vista, se percatara de que ella estaba ingresando a ese lugar.

    Gina aprovechó el movimiento de toda esa gente allí presente para buscar a su hija Hana con la vista. Le fue muy útil que los humanos que provenían de Tralio se movieran rápido hacia el laboratorio, dado a que eso le permitió ver a su hija entre la multitud a los pocos segundos de haber iniciado todo ese movimiento. La joven pre adolescente hizo lo mismo que ella, y cuando vio a su madre acercándose, corrió a sus brazos. Reunidas otra vez tras unas largas y angustiantes horas, ambas se abrazaron con fuerza.

    — Mi Hana, espero que esta sea la última vez que nos separamos — Gina le dio un beso en la frente tras esas palabras.

    — Veo que algunos están entrando a ese extraño lugar — la chica se preguntaba qué ganaban los suyos al hacer eso — ¿Por qué lo hacen?

    — Quizá tengan miedo y hayan considerado aceptar unirse a ellos — Gina creyó que algunos entre los humanos de Edagr podrían haberse visto intimidados por las ruinas.

    — ¿Y nosotras a dónde vamos? — Hana le preguntó a su madre, ya que no entendía casi nada de lo ocurrido.

    La soldado acercó su cabeza hacia el oído de su hija con la finalidad de susurrarle algo. Queriendo pasar desapercibida, la abrazó con fuerza simulando que estaba feliz de volverla a ver.

    — No tiene importancia a dónde vayamos, nos van a rescatar pronto — Gina quería darle esperanza a la chica.

    — ¿Entonces vamos a entrar? — Hana quería saber en dónde estaría su destino.

    — …No — Gina vio algo que no le agradó para nada.

    Entre los humanos que se habían puesto en marcha para ingresar al crucero científico de la Sociedad Galáctica, la mujer soldado pudo ver a Abel Hartka. Su figura resaltaba entre toda la gente, dado a sus años de edad y su apariencia tan anciana. La soldado desconocía los motivos para adentrarse al laboratorio, ya que no creía que a Abel realmente le pudiera importar lo que sucediera con nadie a raíz de una amenaza de Casseirem. No tenía deseos de compartir sitio con él, y creyó que Alicia y Sky reaccionarían así al verlo dirigirse al laboratorio.

    Pero muy desagradable fue la sorpresa que se llevó cuando vio que ni Sky ni Alicia se encontraban a la vista. Ella, su hija y un total de sesenta o más seres humanos, todos provenientes de Edagr, optaron por quedarse afuera del laboratorio. Llegó a reconocer a Nick y a su esposa entre quienes quedaron afuera, pero no podía ver a la hija de Gwyn y Thomas por ningún lugar.

    Para cuando se dio cuenta del error que cometió al haberse quedado allí, los soldados de la Sociedad Galáctica formaron un círculo dejándola rodeada por completo tanto a ella como a su hija y a los humanos que optaron por no colaborar. Quería hablarles y decir que deseaba ingresar al laboratorio, pero viendo que las armas les apuntaban a todos, temía que le dispararan con la intención de herirla nada más abriera la boca.

    — ¡Caminen, nos vamos de regreso a la nave! — ordenó un soldado mientras todos empezaban a moverse sin romper el círculo.

    Gina, atemorizada por el grito tan hostil que le dirigió aquel ser, no pudo hacer otra cosa más que sujetar con fuerza la mano de su hija, al tiempo que empezaba a ser llevada fuera de allí. Nick y su esposa eligieron el mismo camino que la soldado, tan pronto como vieron a Abel marchando junto a aquellos que iban a quedarse en el laboratorio, sintieron como si su propio cuerpo los estuviera repeliendo de aquel lugar. No fue hasta que empezó la marcha que se dieron cuenta de que Sky, la única persona entre todos ellos que tenía el nano rastreador implantado bajo la uña, no se encontraba allí.

    — No puede ser, creí haberla visto quedarse afuera — Nick maldecía para sus adentros — Ni bien tenga la oportunidad, pediremos que nos traigan aquí. Ahora no parece seguro hablar.

    Tauvim, Cerv y Siban contemplaron como una gran multitud de humanos cruzó la puerta de entrada hacia el navío que albergaba los laboratorios. La alegría les invadió cuando pudieron contar que un total de ciento treinta y siete seres humanos habían elegido prestarles la ayuda que les hacía falta en su misión. Aunque eso no quitaba el hecho de que estaban desilusionados por los sesenta y tres que optaron por mantenerse fuera.

    — O les falta empatía o sentido común — comentó Tauvim, para luego soltar un suspiro desganado — Les toca a ustedes convencerlos de que se unan a nosotros. Podrían llevarlos a nuestro planeta actual. Allí conocerían a Miraq y a Fielle. Quizá ellos sean capaces de hacerlos entrar en razón… y de paso, ustedes podrán tener su ceremonia para volverse parte de nuestro consejo de liderazgo.

    — Agradecemos el ascenso, Tauvim — Siban estaba muy satisfecha con haber logrado escalar tan alto.

    — Quizá un paseo por un planeta donde llevamos vidas precarias y el testimonio de nuestros otros líderes nos ayude a ponerlos de nuestro lado — Cerv no tenía idea de qué otra cosa podría decir para tratar de convencerlos — Pero al menos nuestra misión terminó y podremos dejar de ser enviados.

    — No se confundan, nuestra misión no ha terminado — Tauvim quiso detenerlo justo allí — Todo lo contrario. Ahora que finalmente tenemos a los humanos de nuestra parte, o al menos la mayoría, acabamos de empezar. Se han ganado un ascenso con méritos, pero lamento decirles que no habrá mucho tiempo para celebrar. No cuando hay trabajo por hacer.

    Con el ánimo un poco aplacado por esas palabras dichas por uno de los antiguos tres líderes a los que admiraban bastante, Cerv y Siban agacharon la cabeza e hicieron una reverencia para mostrar respeto. No dijeron una sola palabra más, aceptando su encargo para llevarse a los humanos restantes hacia el planeta en el que esperaban los otros dos líderes, Miraq y Fielle, para que ambos enviados pudieran conseguir el ascenso que les correspondía.

    Tras ver como las dos promesas en las que habían depositado su fe se marchaban una vez que su cometido original había sido cumplido, Tauvim y el resto de los soldados de la Sociedad Galáctica ingresaron al crucero científico, con la intención de que los seres humanos que optaron por prestar su ayuda fueran alimentados y así ser puestos a trabajar en su necesidad más urgente.

    […]

    Sky siguió a una gran multitud, quienes a su vez seguían el paso de los soldados de la Sociedad Galáctica, hasta que finalmente pudo llegar hasta una enorme sala con varias mesas con forma rectangular o circular distribuidas alrededor. En cada una de las paredes había una puerta. Ella ingresó por la entrada, que simplemente tenía detrás el pasillo por el cuál venía caminando. Desconocía qué habría detrás de las puertas situadas en los otros muros, pero lograba ver cómo estas se abrían y permitían el paso hacia sus interiores a los soldados que les tenían escoltados.

    La chica ingresó para seguir a Winter, pero al pasar por tantos pasillos en su trayecto hacia ese sitio, lo perdió de vista. Trataba de identificarlo entre las mesas. En las rectangulares había sitio para unas ocho personas, al menos, cada una llevaba unas ocho sillas alrededor como mínimo. En las circulares, por otro lado, solo había espacio para seis personas. Queriendo encontrarlo rápido, la chica miró hacia las mesas rectangulares, creyendo que allí tenía más posibilidades de hallarlo.

    — ¡Preciosa! — luego de escuchar el grito, Sky se dio la vuelta.

    Al mirar a su izquierda, pudo ver a Iker y a Jessica, ambos chicos con los que interactuó muy poco sentados en solitario en una mesa redonda con espacio solo para seis personas. Hizo una mueca de enfado en cuanto Iker le silbó, recordando lo que había hecho con ella la noche anterior. Ella logró ver como el joven Evanson le lanzaba un beso al aire.

    — Es para tu culo hermoso — le dijo con intenciones de molestarla — Con cariño…

    Desde su posición, Jessica e Iker vieron como la chica se daba la vuelta para apartarlos de su vista. Una vez que ella se alejó lo suficiente, la joven Delta quiso decirle unas palabras a su compañero.

    — Si tengo que adivinar… — la chica quería comentar.

    — Sí, la toqué — Iker le dio un pequeño golpe a la mesa, llegando a detectar que era de madera.

    — La mayoría de las veces te comportas como un cerdo — Jessica decía algo que había pensado en más de una ocasión.

    — Solo tienes envidia, Jessica — no se sintió cómodo con ese comentario — En casa estaba Airin, y aquí está Sky. No importa a dónde vayas, a ti siempre te sería imposible tener mi atención.

    — No tienes idea de lo agradecida que estoy de que un cerdo como tú no se quiera fijar en mí — Jessica apartó un poco la vista de él — Aunque me apena que Airin tenga que soportarte. Casi que siento pena por Sky también.

    Mientras sus dos compañeros estaban discutiendo, Winter se encontraba algo apartado de ellos, en una mesa de seis personas, en donde su único acompañante en aquel momento era su amigo y pareja de su novia, Artem. Ambos se habían reunido apenas llegaron a la sala, y lo primero que hicieron fue tomar asiento uno al lado del otro.

    — No he podido contar bien — decía el joven Lakor — Pero aquí mismo, somos más de cien, y veo que sigue entrando gente.

    — Y que lo digas — Artem pronto centró la vista en alguien — Parece que tu amiga eligió venir también.

    Sin saber a qué se refería, el joven Lakor siguió los ojos de su amigo, y pudo ver que Sky, su compañera de encierro, se acercó para tomar asiento en el mismo lugar que él, justamente al lado suyo. Se sonrojó un poco en el momento en el que Artem le dio un pequeño golpe en el hombro, para mirarlo acto seguido.

    — Oye, estoy intentando sobrellevar esta situación de mierda — el joven Hedrum le comentó — Para mí es difícil saber que todos nuestros seres queridos están en casa esperándonos.

    — Buenos días — Sky saludó al chico que estaba junto a él — No sé cuál es tu nombre.

    — Me llamo Artem, si no recuerdo mal, tú eres Sky — se presentó de forma amistosa, pero sin extender su mano.

    — Winter te habló de mí, por lo que veo — la joven lo miró, dándose cuenta de que él tenía la mirada agachada — He venido aquí por lo que hablamos…

    La joven Delleo miró a su alrededor, y cuando notó que no había soldados de la Sociedad Galáctica en las proximidades para tratar de obtener nada de sus palabras, se acercó y susurró.

    — Si nos rescatan, pediré a mis padres y a los demás que presten ayuda para los suyos — Sky dijo, siendo escuchada solo por Winter y Artem.

    — ¿Qué es eso de… lo que dijiste? — Artem no quería estropear nada.

    — Ella lo explicará — Sky pudo ver a Alicia acercándose a ella.

    La mujer, que había perdido de vista a la hija de Thomas y Gwyn en su camino, finalmente logró alcanzar su posición. Ante la vista de los dos jóvenes, ella se sentó al lado de Sky. Ambos se quedaron asombrados por su apariencia, en especial por el parche que tenía en uno de sus ojos. Luego de observarla, creyeron que estaban frente a frente a una soldado del ejército de la humanidad que quedó tras la unificación de Zenith y Black Meteor.

    — ¿Son amigos tuyos, Sky? — Alicia le preguntó a la joven.

    — Artem es el de más afuera — señaló la chica — Lo acabo de conocer. El chico al lado mío se llama Winter. Es mi compañero de encierro, y aunque no lo creas… su apellido es Lakor.

    Al igual que como ocurrió con la chica al momento de enterarse, Alicia también se vio muy sorprendida con dicha revelación. Ella siempre había creído que a Ace no le quedaba ningún familiar con vida tras haberse enterado de lo ocurrido con él tras ser adoptado por un comandante de Black Meteor. Lo tenía tan presente que no creyó que podría existir algún otro compartiendo su apellido más allá de él y sus dos hijos.

    — Es inesperado — la mujer lo miró bien, para darse cuenta de que no se parecían mucho — Quizá seas…

    — Mi padre es tío de Ace Lakor — Winter quiso aclarar las cosas.

    — Durante muchos años he creído que Ace no tenía familia de sangre, más allá de sus hijos — Alicia esperaba tener la oportunidad de que se conocieran — Si lo que dices es verdad, entonces, él y tú son primos.

    — Perdónenme si interrumpo esto, pero Sky dijo que tú nos explicarías algo sobre — Artem fue precavido acerca de quienes podrían estar cerca — Sobre un rescate — murmuró imitando a la chica más joven — He revisado previamente la mesa y no parece haber micrófonos ocultos. Así que, puedes decirnos si…

    — Es preciso, Sky es la clave — Alicia sujetó a la chica de las manos mientras pronunció esas palabras en voz baja — Debajo de una de sus uñas hay un nano rastreador. No tengo idea de cuánto tiempo van a tardar en llegar a nosotros, pero confío en que para estas alturas ya conocen nuestra ubicación.

    Las palabras dichas por Alicia llenaron de ilusión las caras de Artem y de Winter. Ambos jóvenes tuvieron que contener la emoción de saber que, aunque fueran personas de otro planeta, un grupo de humanos podría llegar en su rescate. Sabían que Sky iba a interceder en su favor, lo que quería decir que, de una u otra forma, podrían contar con apoyo para sus familiares presentes en el planeta Tralio. La única incógnita para ellos era saber quién sería capaz de brindárselos, si la Sociedad Galáctica o la humanidad del planeta Edagr.

    Sky, por su parte, estaba muy asombrada. Sin mover las manos de su sitio, empezó a mirarse con atención. Estaba segura de que el nano rastreador debía ser bastante diminuto como para tenerlo implantado sin siquiera sentirlo. No tenía idea de en qué momento se lo habrían colocado, pero confiaba en que Alicia no le mentiría, ni siquiera en un intento de hacerla sentir mejor. Creía en ella, y más que nada, tenía fe en que sus padres no se quedarían quietos mientras ella estaba desaparecida.

    Los cuatro estaban tan distraídos en sus pensamientos que no pudieron percatarse de que un quinto integrante se sentó a la mesa. Abel Hartka, ex líder de Black Meteor, arrastró una silla por el suelo para anunciar su llegada, ocasionando que todas las miradas pasaran a fijarse en él. Se sentó en la mesa, y nada más hacerlo, llegó a percibir la amenaza en las miradas de los otros cuatro integrantes en aquel lugar.

    — ¿Por qué desapareció su sonrisa de sus caras? — Abel también tenía curiosidad por el motivo de ellos para ser felices.

    — Porque tú llegaste — Alicia, quien era la única en conocerlo personalmente, lo quería incomodar para que se fuera — ¿Por qué viniste con nosotros?

    — No soy un idiota, Alicia, tú me conoces — el hombre apoyó su cabeza sobre ambas manos, mientras colocaba los codos en la mesa — Ayer, después de tener una discusión con mi compañero de encierro, me tomé un poco de tiempo antes de dormirme. Me di cuenta de que lo que realmente quiero es pasar mis últimos momentos de vida en libertad, de ser posible, en el bosque donde viví durante más de quince años. No quiero morir trabajando para nadie, y mucho menos para que unos alienígenas consigan bombas para pelear con un conquistador. No sé si ese tal Casseirem sigue con vida, pero incluso aunque así sea, yo estaré muerto antes de que hagamos contacto con él.

    — Eso no explica por qué te viniste a sentar aquí — Artem no sentía aprecio hacia su persona.

    — Como dije, no soy idiota — el anciano se repetía — La edad me ha hecho más sabio y el vivir en el bosque me hizo más atento. Recuerdo que Alicia mencionó que Michael y Agustina murieron.

    Sky prestó atención a las palabras de Abel, solo para darse cuenta de que era cierto. Cuando se encontraron con él, el ex líder de Black Meteor mencionó esos dos nombres. Ella no tuvo tiempo para reflexionar acerca de ello en su momento, dado a que la tensión por su aparición estaba por todo lo alto. Pero en aquel momento con más calma, ella se percató de que podrían estar hablando de la Agustina que aparecía en una foto con su amigo Arick siendo un bebé.

    — No menciones sus nombres — Sky regresó de sus pensamientos cuando Alicia encaró al hombre — Ellos deberían estar vivos, y tú muerto, maldito pedazo de mierda.

    — Quizá sería mejor, así yo no tendría que estar soportando esto — el hombre que en su momento fue líder de Black Meteor miró hacia arriba al decir eso — Pero fui capaz de asumir que Ace, Thomas y Gwyn siguen con vida si tú misma no los has mencionado.

    — Es correcto, ellos están vivos — Alicia le respondió, con algo de enfado por la manera en la que este hablaba de sus amistades como si no fueran nada.

    — No soy ciego, Alicia — Abel le dijo con severidad — Tú eres importante para ellos. Sé que ninguno de los tres te dejará ir. Van a venir a rescatarte, y cuando eso suceda, planeo estar cerca. Yo también quiero ser libre de este lugar.

    — Quizá te maten por haber desertado en plena guerra — Alicia encontró un pequeño consuelo en ese aspecto.

    — Aunque no me agrada para nada esa idea, prefiero eso a que me tengan trabajando aquí, construyendo armas nucleares como un maldito esclavo — Abel lanzó ese comentario acerca de su situación actual.
     
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    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Saludos, amigo. Este ha sido un buen capítulo, sin mucho sobresalto y sin nada realmente relevante, vemos que la trama sigue su curso a un ritmo más que aceptable. Construyéndose así, las cosas suceden a su debido tiempo y eso me agrada. No se siente apresurado ni lento. Dicho esto, pasaré a comentar lo más destacado para mí. :kuku:

    El comienzo nos muestra, en flashbacks, que la Sociedad Galáctica regresó a la Tierra solo para verla convertida en una bola de nieve inhabitable. Obviamente, su idea de pedir ayuda a la humanidad quedó truncada hasta que eventualmente les encontraron en Trailo y Edagr. Conocemos a nuevos personajes, la mayoría líderes (e intuyo que algunos ya los conozco de la historia secundaria de Casseirem :blue:), y descubrimos que Siban y Cerv obtendrán ese mismo rango una vez completen sus misiones: hallar y capturar doscientos humanos. En la actualidad, esto es un hecho y los humanos han sido llevados a Yarlem para ver en qué estado Casseirem dejó el planeta. Una gran ciudad en ruinas es revelada ante todos, cosa que intimida a muchos escépticos sobre el peligro del enemigo de la Sociedad Galáctica.

    Uno de sus líderes, llamado Tauvim, se presenta ante todos y les informa de que aquellos que saben construir las armas nucleares y los que quieran ayudar, tendrán acceso a un crucero con varios laboratorios en los cuales construir las armas. Aquellos que no están dispuestos a colaborar, irán a otro lado. Está claro que convencer a todos no va a ser sencillo y me preocupa que la Sociedad Galáctica pierda la paciencia y termine actuando de forma más dictatorial. Espero equivocarme... :ewww:

    Mientras personajes como Gina o Hana no se unen al convoy de gente que va a los laboratorios, otros como Sky, Winter y demás sí lo hacen. Es allí donde, tras encontrarse con el repelente de Iker (que asco de tipo :angrycat:) y Jessica, la joven Delleo se sienta junto a Artem y el joven Lakor. Alicia hace acto de presencia y se suma para confirmar las palabras de Sky: vendrán a rescatarles. Además, la soldado descubre que Winter es familia de Ace, lo que sin duda es una clara sorpresa :cref:. Pero en mitad de la conversación, aparece Abel en el lugar. Aunque su presencia no agrada nada, el ex líder de Black Meteor es inteligente y sabe que sus viejos soldados irán al rescate, por lo que planea estar cerca de aquellos que tienen más posibilidades de ser rescatados, todo porque no quiere pasar sus últimos años de vejez siendo un esclavo de la Sociedad Galáctica. Ya te lo he dicho, pero me agrada el contexto del personaje de Abel y que haya regresado ahora tras un tiempo de ausencia sin explicación ha merecido la pena. Su personaje da muchas herramientas para interferir en la trama y eso me encanta. :dancecat:

    Bueno amigo, no ha sido un comentario muy largo por mi parte, pero va dependiendo en función de los capítulos y lo que ocurra en ellos. Sé que pronto pasarán más cosas y tengo unas tremendas ganas de ver como se desarrolla todo. Sin más que añadir, nos vemos a la próxima. Es genial que hayamos podido hacer leídas en simultáneo y créeme que volverán. :nice:

    Cuídate mucho, te mando un fuerte abrazo.
     
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  3. Threadmarks: No te equivoques - Parte 1
     
    Agus estresado

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    La Gran Catástrofe VIII Humanidad en Conflicto
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    Ciencia Ficción
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    13
     
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    Saludos. Aprovecho que tengo revisado el capítulo 13 para publicarlo hoy mismo. Si todo va bien, esta semana es mi última de universidad, por lo que ya a partir del siguiente estaría actualizando cronología y guía de personajes como se debe.

    Quiero agradecer como cada semana a mi gran amigo Manuvalk con quien mantuvimos unas leídas en simultáneo fantásticas en estos días. Esas lecturas, por el momento, han finalizado, pero eso solo significa que comienza la espera para que regresen pronto. Es algo que estaré esperando. Por el momento, solo espero que disfrute este capítulo y los demás que vengan hasta que llegue el día. Su participación en este universo mediante los comentarios es algo que siempre me motiva a seguir escribiendo, y aunque lo sepa, jamás dejaré de agradecerle.

    En cuanto a este capítulo, diría que la introducción ya quedó atrás y es la hora de que un capítulo empiece a incluir más de un pov. Sin más para decir, dejo el capítulo.





















    No te equivoques – Parte 1:

    Arick se encontraba concentrado en la lectura del libro que había descargado a su dispositivo móvil en el momento en el que la puerta de la habitación que él compartiría con sus padres se abrió. Apartó la vista de la pantalla que estaba viendo, y pudo ver como su madre y su padre entraban a la habitación al mismo tiempo. Sus labores en la sala de comandos ya habían finalizado, y por eso que eligieron acudir al sitio donde se encontraba su hijo adolescente.

    — Arick — su padre le llamó la atención, al tiempo que él y su esposa se sentaban en la otra cama — Siéntate y míranos de frente.

    El chico no tardó más de tres segundos en obedecer. Sus padres estaban impresionados. Su hijo como tal no era demasiado rebelde, más allá de que se encontraba en una edad en donde esa clase de actitudes predominaba en los jóvenes, pero era toda una sorpresa para ellos el ver que su hijo les obedeció sin siquiera mostrar una pequeña queja.

    — Veo que es importante para ti haber venido por Sky — Natasha le comentó, recordando un suceso en el pasado — Hemos dicho que tendrías que hacernos caso, y no tardas ni un segundo en obedecer.

    — Es importante, y también es importante permanecer en la academia para mí — Arick le respondió a su madre — Quiero seguir el ejemplo de ustedes. Son héroes para mucha gente. Y tras leer varias cosas en clases de historia, lo son para mí también.

    — Me alegra que así nos veas, Arick — Ace le sonreía al contestarle — Queríamos hablarte de algo. Unas ciertas reglas. En esta nave hay un salón comedor muy extenso para un montón de personas. Esa sala junto con la que conecta la plataforma de descenso con el exterior son las únicas en donde pueden entrar casi todos los humanos a bordo. Esto no te lo enseñan en las clases, pero esta nave fue reconstruida luego de que se desmantelaron todas las naves de Zenith y Black Meteor. Creamos una de mayor tamaño que todas para casos de emergencia.

    — ¿Para qué me cuentan eso? — el chico lo preguntó por curiosidad.

    — En el salón comedor hay varios estantes que almacenan provisiones, no esperes manjares a bordo de la nave — Ace lo dijo con bastante calma — Es solo comida y agua. Cuentas con máquinas para prepararte jugos, café o calentar la comida que traemos. Eso en el salón comedor. Alrededor de toda la nave, hay varios cuartos de baño instalados. Xorxaik pronto te mandará sus ubicaciones… La razón por la que te comento esto es sencilla. Si tienes hambre, puedes irte a preparar algo en el salón comedor. Y si tienes que ir al baño, puedes irte a cualquiera de los que están disponibles. No tienes que pedir permiso para salir de aquí siempre que vayas a alguno de esos lugares. Y una vez termines, regresarás de inmediato a esta habitación.

    — Lo comprendo, apenas termine de comer tengo que dejar todo y regresar aquí lo más pronto posible — Arick respondió, sabiendo que sus padres serían estrictos al respecto.

    — Y no es solo eso — Natasha quiso añadir más — También recibirás la ubicación de la sala de comandos.

    — Está totalmente prohibido que vayas a esa sala — Ace le quitó las palabras de la boca — Más allá de que solo tienes permitido salir de aquí para ir al comedor o al baño, no te vamos a poner un castigo muy grande si llegas a estar un solo segundo en la habitación de alguien más. Si alguien te pide ayuda, entras cinco minutos y luego sales y no pasará nada contigo. Pero a la sala de comandos tienes prohibido acercarte. No solo no puedes entrar, no puedes estar siquiera cerca de ahí. Es justamente para eso por lo que se te envía la ubicación. ¿Ha quedado claro?

    Arick tragó saliva cuando escuchó la forma tan brusca en la que su padre le lanzó esa prohibición. Pese a que él no había roto ninguna regla desde que entró a la habitación, su padre se comunicó con él como si fuera de vida o muerte que él no pudiera entrar allí. No tenía idea por qué era tan crucial que no viera ni oyera nada desde el exterior, pero no tenía importancia alguna en ese momento. El chico, aún intimidado por esa forma de hablar, asintió con la cabeza, puesto a que no tenía el valor para decir una sola palabra.

    Viendo el efecto de sus palabras en él, Ace se puso de pie y se acercó a él para acariciar un poco su cabeza. El chico sonrió una vez más tras ese gesto de cariño por parte de su padre, y luego levantó la vista hacia él.

    — Sé que cumplirás — Ace estaba feliz por él — Eres un buen chico, Arick. Sabes que no habría aceptado nunca si no creyera que eres capaz de hacer esto.

    — Gracias, papá — el niño se apenó un poco por el halago — Yo siento que es por mi culpa que Sky haya sido capturada. Tenía que disculparme con ella tan pronto la rescataran. No puedo enviarle una carta o un mensaje. Tiene que ser personal.

    Natasha se tapó la boca para que no se escuchara la risa que dejó salir. La mujer todavía tenía grabado en su memoria el momento en el que Sky, tras haber paseado con ella y el resto de su familia, se le acercó a Arick y le dio un beso en la mejilla. La mujer sabía que, desde aquel momento, Arick tenía mucho interés en ella, y que, a lo largo de los años, ese interés fue convirtiéndose en algo más. Hasta le parecía tierno que él quisiera tener ese gesto con ella.

    — Te pareces mucho a tu padre — la mujer le dijo en voz alta, y de buena manera — Estoy seguro de que Sky también habría pedido venir con nosotros si la situación hubiera sido al revés.

    Arick se sonrojó un poco, tanto por el halago como por el comentario dado por su madre. Estaba feliz de que le hubieran dado esa oportunidad de viajar con ellos, y también por ver que tanto su padre como su madre lo apreciaban, y que lo demostraban.

    Dado a que no tenían mucha responsabilidad en la sala de comandos, Ace y Natasha eligieron quedarse en el cuarto de Arick para hacerle compañía. En un momento, el chico recibió en su dispositivo móvil un mapa de la nave en la que se encontraba, el cual actualizaría su posición en tiempo real con solo caminar. Tal y como sus padres le dijeron, contenía la ubicación del comedor, los baños y también de la sala de comandos. El chico quería estudiarlo a fondo, de manera que no estuviera cerca ni por error de adentrarse en la sala de comandos.

    Mientras el chico estaba analizando lo que le habían entregado, a Ace y Natasha les llegó una notificación a sus dispositivos. Arick los miró atentamente, sin preguntar para no mostrarse muy ansioso, pero con una expresión que delataba que quería saber de qué se trataba todo eso. Ace lo notó a la primera, y optó por no ocultarle nada a su hijo.

    — Xorxaik ha detectado algo — Ace le informó a su hijo — Necesitamos que la nave de los captores permanezca quieta durante cuatro días seguidos en el mismo planeta si queremos alcanzarlos.

    — ¿Cuatro días seguidos? — Arick no se veía muy feliz de escuchar eso — Si eso sucede ahora, tardaremos cuatro días en llegar hasta ellos… Pero estoy seguro de que no se han detenido aún.

    — Es correcto — Natasha le confirmó su sospecha — Según Xorxaik, siguen en movimiento en este mismo momento. Esperemos que se detengan pronto.

    Esa clase de noticia no le cayó para nada bien a Arick. Tan pronto como la recibió, juntó ambas manos y se las acercó a su pecho, casi como si estuviera rezando por la seguridad de su amiga y de todos los humanos que fueron secuestrados de su planeta. Tras hacer un par de cuentas, fue capaz de percatarse de que el viaje les podría tomar muchos días, y que luego les quedaba el regreso.

    — Creí que esto sería más rápido — Ace decía con algo de dudas — Espero que Azel esté bien en casa. Ya hemos avisado de esto a Thomas y a Gwyn para que sepan cuánto tiempo nos tomará el regreso una vez lleguemos hasta ellos.

    […]

    — Cuatro días… — Noak caminaba de un lado a otro.

    A la vista de Faron, Allecreod y del propio robot que había hecho ese cálculo, el soldado Jensen no se quedaba quieto. Con sus pasos recorría de arriba abajo y de izquierda a derecha toda la sala de comandos, demostrando a todos los presentes lo nervioso que estaba por la información recibida. En un momento, a su caminata tan intensiva se le sumó el empezar a comerse las uñas.

    — En cuatro días pueden pasar muchas cosas — Noak no dejaba de imaginarse escenarios horribles en su cabeza.

    — Tranquilo, si les han hecho daño, no nos iremos sin una venganza — Faron quería calmar sus ánimos.

    — Eso ni dudarlo — el soldado no aceptaría otra solución — Pero quiero encontrarme con ellas y verlas a salvo. Si voy a luchar, prefiero que sea por un rescate y no por venganza.

    — Secuestrar a cien humanos solo para matarlos no me parece un buen plan — Allecreod encontró algo que podría usar para tranquilizarlo — Algún motivo tienen que tener los que estén detrás de esto. Está claro que quieren algo de la humanidad, de lo contrario, no habrían optado por llevarse a cien de nosotros.

    — ¿Y si se ponen a hacer experimentos con ellos? — Noak no quería gritar, más por miedo a una sanción que por otra cosa — Es lógico que quieren algo de nosotros. ¿Y si quieren llevarnos para probar algo con nosotros de la misma forma en que nosotros hicimos con las bestias de Fientlig? En cuatro días pueden hacerles mucho daño. Desearía que nuestra nave fuera todavía más rápida.

    Los comentarios del soldado hicieron que un par de recuerdos llegaran a la mente tanto de Faron como de Allecreod. Con todo el tiempo que había transcurrido desde aquel día, ambos habían olvidado por completo el hecho de que la humanidad, antes de librar la guerra contra los edagrianos, realizó expediciones para poder tomar a varias bestias de Fientlig y que prestaran ayuda en el conflicto. Temían que un destino similar pudiera estar ocurriéndoles a todos los que fueron secuestrados, y mucho más al recordar el camino que tomaron los líderes respecto a dichos métodos.

    […]

    ¿Estás seguro de esto? — Thomas preguntó al comandante supremo del ejército — Una vez que comience, no hay vuelta atrás.

    En una zona urbana muy alejada de las tres ciudades de Edagr en las cuales se iban a asentar los seres humanos, los miembros del ejército que sobrevivieron a la guerra con los edagrianos se encontraban reunidos. Ace, como comandante supremo del ejército se encontraba al lado de su esposa Agustina. Gwyn, siendo también una comandante, iba acompañada por Thomas. Natasha era la última comandante en el grupo. Cerca de los cinco se encontraban además Faron, Allecreod, Alicia, Noak, Gina y Xorxaik.

    Tras el regreso de los seres humanos que se encontraban en el planeta Garak, el comandante supremo del ejército tuvo una idea que creyó que sería mejor discutir con el resto de las personas de confianza en la milicia. Todo estaba referido a la destrucción de las máquinas que habían robado del planeta Emiv, junto con la eliminación de la planta que producía la hosania, sustancia usada para poder controlar a los individuos. Todas las máquinas y las muestras de aquella planta se encontraban amontonadas y listas para ser quemadas por completo. Thomas, por su parte, quería asegurarse de que no hubiera arrepentimientos.

    Estas máquinas son muy peligrosas como para guardarlas bajo llave — Ace estaba firme en su decisión — Quiero que sean destruidas, y que no quede ni un solo archivo que hable de estas máquinas ni de las plantas. A ser posible, quisiera que también se eliminaran todos los archivos del planeta Emiv.

    Podrían serles útiles para resolver crímenes — Allecreod, como consejero, estaba en contra de dichas acciones, y no era la primera vez que lo manifestaba — Si un grupo de gente se organizara para cometer delitos, bastaría solo con capturar a uno de ellos y hacerlos caer a todos.

    No, estas máquinas deben irse — Agustina, quien sufrió al tener que enfrentar a su pareja en Emiv a raíz de la utilización de dichos artefactos, no quería que siguieran estando allí — Son muy útiles, como dices tú. Pero también tienen su peligro. ¿Y si alguien intentara robarlas? Tzorkun pudo controlar un planeta entero con estas máquinas. No quiero que a la humanidad le pase lo mismo. Además… me traen malos recuerdos.

    Su propósito era ser usadas para permitirnos probarlas en las bestias, nunca en los humanos — Ace recordó un reporte que había leído — El comandante Zion Stones tuvo la oportunidad de utilizarlas en el comandante Frans Badir, pero rechazó esa idea. Imagino que lo habrá hecho para no inspirar tentación en nadie más a utilizarlas. Ahora que la guerra contra los edagrianos terminó, esto debe irse. No puede quedar nada. Sharyn y Dustin ya no están, pero yo he sufrido de sus efectos. No quiero que nadie más lo haga. Quémalas.

    Viendo que no habría ninguna manera de hacer que el comandante supremo se echara para atrás en esa decisión, Thomas utilizó la gasolina que tenía a su alcance para rociar todas las máquinas y las plantas con ella. Una vez se aseguró de cubrirlo todo, encendió un fósforo, y tras alejarse para mantenerse a salvo, lo arrojó hacia la pila que habían formado.

    A la vista de todos ellos, estas máquinas empezaron a arder. Las plantas, siendo materia orgánica, fueron las primeras en perecer ante el poder de aquel fuego. El metal, por otro lado, tardó un poco más en sucumbir ante las llamas. Para cuando utilizaron el agua con el fin de evitar que el fuego se extendiera demasiado, todo el metal estaba totalmente ennegrecido, al punto de que sería inútil a partir de ese día. Sin embargo, la destrucción no iba a terminar allí. Junto a los vehículos que utilizaron para llegar, se encontraba un contenedor de basura. Con el fuego apagado, lo llevaron hacia el lugar, y fue allí que lanzaron una mirada a su robot.

    Xorxaik, ¿los archivos sobre las máquinas, las plantas y el planeta Emiv están eliminados? — Ace quería saber si estaba todo finalizado.

    No ha quedado nada, he borrado cada copia de los mismos — fueron las palabras del robot.

    Excelente, tú eres el único que puede manipular esos metales sin riesgo de quemarte — Ace se preparaba para la orden final — Compacta el metal sobrante en trozos más pequeños. Que no quede nada ni siquiera para ser estudiado en el futuro.

    Obediente a las personas a las que servía, el robot se acercó a los restos quemados de las máquinas creadas por Tzorkun, los cuales empezó a manipular con sus manos robóticas, que no corrían ningún riesgo de sufrir quemaduras o averías ocasionadas por el fuego. Allecreod, quien siempre estuvo fascinado por las máquinas creadas en otro mundo, veía todo como una verdadera lástima.

    El resto de los humanos, por su parte, sentían mucho alivio por ver como dichas máquinas quedaban totalmente destruidas. Alicia, Gwyn, Thomas, Ace y Agustina eran quienes más tenían en mente todo lo que se podría llegar a hacer teniendo esa clase de recursos. La esposa del comandante supremo lo tomó de la mano, y luego recostó su cabeza sobre su hombro.

    Faron, Natasha, Noak y Gina, quienes no tuvieron oportunidad para acudir al planeta Emiv, siempre vieron con cierta incomodidad dichas máquinas. Pero el ver a sus compañeros tener esa clase de reacción por la destrucción de esos objetos, les hizo pensar que la misión que tuvo lugar en aquel mundo debió ser bastante seria. Pese a que se encontraba algo distante, el soldado Jensen fue capaz de escuchar unas palabras de la boca de Agustina.

    Luchar contra ti fue de las peores cosas que me pasaron a lo largo de nuestra misión — la chica sonaba aterrada, pese a que las máquinas como tal ya no representaban amenaza alguna.

    Eso nunca volverá a pasar, nos hemos asegurado de ello — su esposo le dio un beso en la frente.

    […]

    — ¿Y si tienen alguna especie de proyecto que involucra convertir a los humanos secuestrados en armas para la guerra? — Noak estaba horrorizado con solo pensarlo.

    — Sus naves serán rápidas, pero un proyecto así no se acaba en solo un día — Allecreod sabía que tenía que tranquilizarlo — Cuatro días incluso es muy poco tiempo para que hagan algún daño significativo a los humanos.

    — Lo sé, lo sé… — el soldado sentía que tenía que relajarse más — Lo siento. No puedo calmarme con facilidad siendo que se llevaron a mi esposa y a mi hija. Cuando secuestraron a Arick, Sky y los otros niños, todos sabían quienes habían sido. Ahora no sabemos nada.

    — Me pregunto qué tanto sabrán ellos de todos nosotros — Faron se hizo esa pregunta — Quiero decir, ¿llevarse a los humanos así de la nada? Sé que la decisión de tomar a las bestias de Fientlig para sus experimentos la tuvo el fallecido comandante Zion Stones, pero al momento de hacerlo, el Zenith ya sabía que esas bestias eran poderosas y que comían carne. Hay muchos planetas en el universo, y cerca de Edagr no hay muchos que alberguen vida. Hael Arunyn era de los pocos. ¿Por qué elegir el nuestro?

    — Hay tantas cosas que quisiera saber ya mismo, y que me ayudarían a tranquilizarme si pudiera — Noak dejó de caminar para tomar asiento.

    Desde la silla, el soldado perteneciente a la división de DCT, invitado a colaborar en esa misión que debió haber sido realizada por los soldados de ER debido a la naturaleza de la misma, se cubrió el rostro con ambas manos. Allecreod sentía un poco de lástima por Noak. No podía evitar que se repitiera en él un deseo interno que había tenido lugar varias veces.

    — Ocurren cientos de desgracias desde que estoy con ellos — pensaba para sus adentros el ryfier — Y ninguna de esas me sucede a mí. Yo siempre estoy intacto, viendo como todo el sufrimiento se lo llevan ellos. He dicho miles de veces que daría mi vida con tal de ayudarlos, pero esa oportunidad nunca se presenta. Quizá, tal y como pasó con mi familia, yo esté condenado a ver como las desgracias le ocurren a los demás.

    […]

    — ¡No uses esa palabra con nosotros! — Artem le gritó con mucha hostilidad al ex líder del país extinto Black Meteor.

    La tensión parecía empezar a crecer en aquella mesa en donde se encontraban los jóvenes Hedrum, Lakor y Delleo, siendo acompañados por la exploradora Alicia Noble y el humano más repudiado entre toda la multitud. Abel Hartka se vio un poco sobre saltado por el grito tan repentino que le soltó Artem tan pronto como él dijo la palabra esclavo. Estaba claro que a él no le agradaba en lo más mínimo que hiciera uso de la misma, pero no por eso se dejaría intimidar por él. Sin mostrar nada más que una pequeña reacción al grito del chico, Abel le lanzó una mirada bastante centrada.

    — ¡Nosotros fuimos esclavizados por los traliod! — Artem se había frustrado en verdad — ¡Nos tomaron para forzarnos a pelear una batalla que no era nuestra! ¡Éramos esclavos, y los que se quedaron allí lo siguen siendo! ¡No se te ocurra usar esa palabra otra vez!

    Los gritos llamaron la atención de todos los humanos presentes en esa sala, así como también los de los soldados yarlemianos y velivinos que estaban haciendo de guardia. Artem, al darse cuenta de que estaba bajo una observación constante, decidió tranquilizarse un poco. Sentía vergüenza de ser visto así, y pronto se dio cuenta de que estaba gastando saliva en quien era la mayor escoria de la humanidad, al menos de la que había sobrevivido a la Caída de la Tierra.

    — Abel, ¿podrías irte de esta mesa? — Alicia lo pidió con amabilidad, más para evitar conflictos que por cortesía con él — Quisiera que Gina y Hana se pudieran sentar aquí.

    — Está bien, ya me doy cuenta de que no soy querido entre conocidos y desconocidos — el ex líder se dio la vuelta de su posición, pero permaneció sentado — Tan pronto ellas entren, yo me aparto de la mesa.

    Para Alicia, eso era mejor que nada. Sky, Winter y Artem se miraron entre ellos. El mayor de los jóvenes, llegando a la edad de diecinueve años, hizo un gesto para disculparse por haber alzado la voz, ya que consideraba que no había mostrado su mejor versión frente a ellos. Los cinco sentados en aquella mesa miraban atentamente como la gente entraba a la sala en donde se les iba a servir la comida, esperando por la entrada de Gina y de Hana. Winter no conocía a esas personas de nada, pero Artem había hablado con Gina al haber sido encerrado con ella. Sky y Alicia las conocían a ambas, y empezaron a preocuparse a medida que el tiempo pasaba y notaban como la gente seguía entrando y ellas no aparecían.

    Finalmente, unos diez segundos después de que un soldado oriundo del país ruso entró a la sala, varios velivinos y yarlemianos que escoltaban a la gente empezaron a adentrarse en su interior. La puerta de entrada se cerró detrás de uno de los yarlemianos más bajos en estatura, y eso les dio la señal a todos de que Gina y Hana no iban a encontrarse con ellos.

    — ¡No puede ser que pase esto! — Alicia se levantó de su silla.

    Queriendo asegurarse de que la mujer y su hija no se encontraran en otra mesa y que no se hubiera perdido el momento de su entrada al lugar, Alicia miró entre todos los que se encontraban allí. Le costó realizar la búsqueda entre tantos seres humanos allí, pero podía descartar mesas con rapidez tan pronto como no veía a una adolescente de doce años sentada allí. Su búsqueda le confirmó lo que tanto temía.

    — Gina y Hana no están aquí — Alicia se lo decía con preocupación a Sky.

    — ¿Por qué no vinieron con nosotras? — la chica se preocupaba, dado a que ella realmente apreciaba a las dos — Ella seguro también sabía lo mismo que tú — dijo en referencia al nano rastreador.

    — Tal vez el miedo le impidió entrar — Abel se sentía un poco decepcionado — Pero en vista de que ella no está aquí…

    — No — Alicia quería quitárselo de encima — No quiero ni verte. Eres una escoria y un cobarde. Antes muerta que tener que compartir una mesa contigo.

    — Bueno, no perdía nada por intentarlo — Hartka se puso de pie con ambas manos en alto — Tal vez Nick sea más comprensivo. Y ya que estoy, quisiera conocer a su esposa.

    El anciano movió la silla y luego se fue a recorrer la sala en busca del ingeniero y de la mujer que había visto con él. Alicia y Sky, por su parte, pusieron una cara de preocupación bastante notable por el hecho de que Gina y Hana no se encontraran presentes junto a ellas.

    — Ay, Gina… — Alicia decía con temor — ¿Por qué no entraste aquí? Espero que te traigan de vuelta antes de que lleguen.

    — Eso confirma lo que creí — la joven empezó a tener esa idea tras ver la reacción de la mujer — Soy la única que cuenta con un nano rastreador.

    — Así es, Sky — la mujer le respondió a su cuestión — Tú, Arick y Azel son los únicos que tienen uno. Noak y Gina se negaron a ponerle el nano rastreador a Cade y a Hana.

    — ¿Y qué hay de Kite? — la chica preguntó por su hermano adoptivo.

    — La idea era colocarles el rastreador siendo pequeños para que no lo supieran — la mujer le explicó el motivo a la chica — Kite fue adoptado cuando tenía cinco años. Era imposible hacerlo sin que se diera cuenta. Por eso él no cuenta con uno.

    — Eso quiere decir que no habrá manera de que encuentren a Gina y a Hana — Sky empezó a pensar las cosas de un modo pesimista.

    — No de la misma forma en que nos encontrarán a nosotros — Alicia le contestó a la adolescente — Pero estoy segura de que algo se nos va a ocurrir.

    Algo apenada puesto a que todo eso quería decir que, si Gina y Hana no eran traídas de regreso al planeta Yarlem pronto, el rescate podría darse sin que ellas estuvieran presentes, cosa que no caería nada bien para Noak si es que este se encontraba entre los soldados que hubieran partido en la misión. La joven Delleo dejó salir un suspiro para mostrar su ansiedad por el hecho de que Hana, una niña con la que ella había jugado un par de veces en el pasado, no estuviera allí.

    Winter, en un intento de tratar de calmar a quien fue su compañera de encierro, tocó la mano de Sky de forma suave. No dijo nada hasta que ella le dirigió la vista.

    — Descuida, estoy seguro de que todo va a salir bien para tu amiga — Lakor lo dijo con una sonrisa — Recuerda que esta gente nos quiere trabajando para ellos. Seguro las traerán a ambas muy pronto.

    Por el gesto de cariño y las palabras de consuelo dadas, Sky sonreía un poco tranquila a Winter. Para mostrarle la gratitud por tratar de hacerla sentir mejor, la chica sujetó la mano de su compañero, como señal de que tenía en cuenta esas palabras dichas por él. Artem miró atentamente como su amigo y la chica que este estaba conociendo hace muy poco se sostenían y se sonreían. Estaba claro de que todo era para tratar de subirse la moral, pero luego empezó a creer que podría haber algún otro motivo detrás de eso.

    Winter y Sky seguían sujetándose y sonriéndose sin siquiera darse cuenta de ello. Cuando ambos estaban dispuestos a soltarse, la chica, en un acto inconsciente, entrelazó sus dedos con los de él. Eso fue algo de lo que Winter sí pudo percatarse, y al ser tomado con la guardia baja, se sonrojó casi instantáneamente. A raíz de la vida que había tenido en el planeta Tralio, tanto antes como después de la aparición de sus habitantes, no tuvo tiempo para tener esa clase de conducta con ninguna de sus compañeras. Por eso mismo, su reacción no fue otra más que la de apenarse un poco. Al verlo, Sky se dio cuenta de lo que había hecho. Apartó su mano rápido, alejándola de la de él, para luego voltear la vista hacia otro lado mientras su cara se ponía igual que la de su compañero.

    — ¿Por qué hice eso? — pensaba para sus adentros — No lo noté al momento.

    Mientras la chica empezó a hablar con Alicia en un intento de hacerla sentir mejor respecto de la situación, Winter empezó a mirar a Artem. Quería ver si el novio de su hermana se había percatado de aquel gesto, y cuando vio una sonrisa en su rostro, se dio cuenta de que así había sido. El joven Lakor temía por el hecho de que pudiera abrir la boca en el momento en el que pudieran volver a ver a sus familias, algo con lo que él contaba.

    Mientras en aquella mesa se vivía esa situación, Abel paseaba por todo el interior de aquella sala, tratando de dar con el ingeniero Nick y con la mujer con quien lo había visto. Sabía que era repudiado por casi toda la humanidad, pero siendo que ninguno de los dos formó parte de la milicia, creyó que quizá no sería tan juzgado por su deserción por parte de él. El no encontrarlo por ningún lado le estaba cayendo mal, ya que eso era un indicador de que podría no encontrarse allí.

    — Maldita sea, Nick — Abel no quería hacerse esa idea — Tu cerebro nos vendría muy bien aquí. Sé que nos van a rescatar, y me gustaría que tu estuvieras con nosotros por si algo grave llegara a suceder. Tú eres dueño de una mente muy hábil para dominar cualquier tipo de tecnología. No puedes estar ausente ahora.

    Una de las mesas por las que el anciano había pasado fue la mesa de Iker y Jessica. Al momento de verlo pasar por delante suyo, el joven Evanson imploró para que Abel no deseara sentarse allí. El odio que sentía hacía él, el cual aumentó tras enterarse de su verdadera identidad, era inmenso. La única razón por la que no le había hecho nada era el miedo a las posibles represalias por parte de los soldados de la Sociedad Galáctica. Fuera de eso, su ser se moría de ganas por darle una paliza.

    — Sigue caminando, viejo decrépito — Iker no temió levantarle la voz, asegurándose de que llegara a sus oídos.

    Abel había escuchado esas palabras, pero sabiendo lo odiado que era por toda la humanidad, optó por no darle la satisfacción de responder ante los insultos. Se limitó a seguir caminando en busca de su objetivo, mientras que Iker y Jessica veían que todavía quedaba un lugar disponible en la mesa que ellos habían elegido para sentarse.

    — Se ha ido — Jessica le informó a su compañero — Menos mal. Lo que menos quiero es ver a ese monstruo ocupando un lugar junto a mí.

    — Las cosas que nos han contado no alcanzan para describirlo — Iker le comentó a su amiga — A todas sus características negativas hay que añadirle que también es un cobarde. Solo espero que, para cuando tengamos las armas nucleares construidas y podamos salir de aquí, este viejo no venga con nosotros.

    — Eso ni soñarlo — su compañera compartía ese deseo — Ha vivido durante años estando escondido entre los humanos del planeta Edagr. Eso quiere decir que es problema de ellos, no nuestro.

    — Aunque estoy seguro de que algunos entre los nuestros amarían ser capaces de darle una paliza — el joven Evanson pronto consideró esa opción — Nosotros nacimos en el espacio y nunca experimentamos lo que era vivir en el planeta Tierra. Pero estoy seguro de que todos los que vivieron en ese planeta querrían obtener un pedazo de él.

    — Oh, no te das una idea, chico — les contestó un hombre sentado junto a ellos, que era uno de los militares que estaba con ellos — Yo vivía en la Tierra. Era mucho más hermosa de lo que las fotos y videos que ustedes hayan visto son capaces de mostrar. El impacto psicológico que me ocasionó el haber abandonado mi hogar para vivir a bordo de un navío insulso fue inmenso. Créeme que, si tengo la oportunidad, le daré al menos un golpe a este malparido. Él es responsable de que perdiéramos nuestro hogar.

    Mientras todos los integrantes de esa mesa estaban distraídos mirando al ex líder del país otrora conocido como Black Meteor, varios miembros del ejército de la Sociedad Galáctica empezaban a salir desde atrás de las tres puertas interiores que tenía dicha sala. Estos estaban arrastrando carros pequeños que se movían mediante ruedas en la parte de abajo. Por encima tenían bandejas repletas de platos en los que se podía ver un trozo de carne cocinado del cual todavía salía un poco de humo, junto con algunas botellas de vidrio que contenían un líquido de color rojo, el cual todos asumieron que sería un reemplazo para el agua.

    Los yarlemianos y velivinos empezaban a servir los platos y los vasos, sin ninguna especie de utensilios o servilletas, en las mesas en donde se encontraban sentados todos los humanos. Y durante el tiempo que tardaron en darles ese servicio, Tauvim, uno de los líderes de la Sociedad Galáctica, hizo acto de presencia. El velivino esperó a que todos los humanos tuvieran su ración correspondiente, y una vez que los vio empezar a degustar su alimento, optó por decir unas palabras.

    — Esperábamos contar con más de ustedes el día de hoy — a través de unos parlantes escondidos a la vista de los humanos, se podía escuchar su voz resonar por toda la sala — Dado a que no están todos aquí hoy, pueden repetir comida o bebida si lo desean. Una vez que hayan terminado, los llevaremos a su estación de trabajo, y allí daremos comienzo con el proceso de fabricación de las armas nucleares que tanto nos hacen falta… Les aseguro que nadie aquí se arrepentirá de haber elegido prestarnos su ayuda el día de hoy. No puedo decir lo mismo de aquellos que hicieron lo contrario.

    Dichas palabras dichas por el líder no cayeron muy bien en Alicia ni en la joven Sky. Si bien no parecía sonar enojado en lo más mínimo al hablar, sabían que eso iba dirigido hacia aquellos que eligieron no entrar con los demás para colaborar en el proyecto que tanto quería llevar a cabo la Sociedad Galáctica. A la preocupación de que Gina y Hana no estuvieran allí al momento de que un posible rescate tuviera lugar, se le sumaba el miedo a que alguna especie de castigo les esperara por no haber mostrado solidaridad alguna con los miembros de dichas especies.

    La mujer y la joven comían lo más despacio que podían, tratando de dejar de lado esa preocupación que sentían por sus amigas, buscando algo en lo que aferrarse para tener esperanza de que no les harían ningún daño innecesario.

    — Que el universo nos ayude, Gina — Alicia pensaba con tristeza en ella — ¿Por qué no entraste conmigo y con Sky?

    […]

    — ¿No es un error? — Noak le preguntó con un poco de ansiedad al robot que viajaba con ellos — No pienso aceptar que una máquina capaz de procesar millones de bits por segundo se equivoque.

    — He comprobado esta información unas tres veces antes de revelarla — fue lo dicho por Xorxaik, ante el reclamo del soldado — Temiendo que mis sensores pudieran tener una falla, también los sometí a varios diagnósticos que no arrojaron error en ningún momento — tras ver una exhalación de alivio en el rostro de Noak, el robot decidió repetir lo dicho previamente — Con base en las posiciones que he estado obteniendo del nano rastreador de Sky, es correcto asumir que se encuentra hace más de cinco horas en el mismo sitio. Posiblemente un planeta.

    — ¿Está en movimiento? — Ace, quien estaba en la sala, quería saberlo todo al respecto.

    — Sí, y son movimientos constantes, pero lleva tres horas moviéndose en distancias inferiores a los setecientos metros — Xorxaik lanzó una información muy esclarecedora.

    Apenas había transcurrido un día desde que la exploración partió desde el planeta Edagr. Ace, Natasha y Noak permanecían en la sala de comandos en compañía de Xorxaik mientras que Faron y Allecreod se encontraban descansando.

    El anuncio de Xorxaik tras haber recolectado la información necesaria para poder afirmar que Sky no se encontraba moviéndose grandes distancias tal y como lo venía detectando en los instantes anteriores les arrojó una luz de esperanza a todos ellos. Sabían que Xorxaik no lo diría tan pronto detectara un cambio en los patrones de movimiento, pero incluso así les parecía que era algo demasiado bueno para que fuera verdad, y por esa misma razón se lo estaban tomando con pinzas pese a que sonaba como si fuera una buena noticia.

    — Dime, Xorxaik, tengo una pregunta — Natasha pronto recordó algo que debía estar al alcance del robot — Tienes en tu memoria varios archivos que contienen datos de los planetas estudiados por los edagrianos. ¿De casualidad no tendrás algo de información para brindarnos acerca del sector del universo en donde se encuentre Sky?

    — He buscado en mis bancos de datos todo tipo de información antes de darles esta notificación — el robot les respondió a los tres soldados, con algo que no era muy alentador para ninguno — Por lo que se ve, este sector del universo no parece haber sido de interés para Hark. O tal vez, nunca lo encontró en sus observaciones.

    — Bueno, si la especie que está detrás de todo esto proviene de un sector como ese, podemos concluir que no tiene nada que ver con el misterio de la Gran Catástrofe — Ace creyó que eso les serviría para descartar una hipótesis más adelante — Aunque primero hay que confirmar más datos.

    — Sea como sea, tenemos la ubicación de toda nuestra gente — Natasha tomó las manos de Ace, con algo de alegría y esperanza tras las noticias recibidas.

    — No, no de toda nuestra gente… — Noak lo dijo con su voz en un tono muy bajo — Solo de Sky. Tenemos que rogar para que Gina, Hana, Alicia, Nick y los demás se encuentren con ella. No solo eso, sino que permanezcan con ella hasta que pasen estos cuatro días. Más importante aún, que no se les ocurra moverse de su lugar.

    Ace y Natasha compartían la preocupación de su compañero en el momento en el que dejó salir de su boca esas palabras. En su alegría por tener noticias de aquellos que habían sido capturados para ser llevados lejos, no tomaron en cuenta que cabía la posibilidad de que la única persona a la que pudieran encontrar al llegar a su destino podría ser Sky. Tenían fe de que no sería la única, pero una parte escéptica dentro de ellos les decía que las cosas no podrían ser tan fáciles.

    — Comandante, ¿desea que notifique a la comandante Gwyn Fairin acerca de este hallazgo? — el robot le hizo esa pregunta a quien tenía la autoridad en aquel grupo — Todavía no han llegado mensajes suyos pidiendo una actualización de la misión. Pero la probabilidad de que lleguen siempre está.

    — No quiero que le digamos nada que pueda darle esperanzas — Ace pensó seriamente en la forma en que sus amigos podrían reaccionar ante esa noticia — Si algo llega a suceder durante estos cuatro días de espera, podrían salir bastante lastimados tras haber elevado sus expectativas. Lo mejor será mantener la discreción en todo momento. Hasta que no tengamos a como mínimo un humano de regreso con nosotros, limítate a decirle lo siguiente: “estamos reduciendo la distancia entre ellos y nosotros”. Es la única parte de la verdad en todo esto que encuentro que podemos decirle sin lastimarla ni a ella ni a Thomas.

    — Registrado para comunicarlo.

    Noak miró con una ligera molestia al comandante Lakor por haber dicho esas palabras. No iba a lanzar una queja alguna contra él ya que, de manera oficial, él era solamente un invitado a cooperar con la división de Exploración y Rescate del ejército, y no le correspondía realizar esa clase de críticas. Pero eso no quitaba el hecho de que no le gustara que Ace hiciera a Xorxaik mentir acerca de lo que debía responder tan pronto como ella o Thomas pudieran preguntar.

    — Si me hubiera quedado atrás, esa es la respuesta que me habrías dado — Noak no lo veía con buenos ojos, pero no dejó salir sus pensamientos — Su hija fue secuestrada, Ace. Ellos merecen saber la verdad en todo momento. Ocultarles la información real de lo que está pasando no me parece correcto. Además, esto quiere decir que a Cade también le llegará este mensaje. Él no tiene ni la menor idea de que hay una posibilidad de que en tres días más pueda llegar hasta su madre y su hermana. Creí que alguien con tu historia comprendería mejor el valor de la honestidad en esta clase de situaciones.
     
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