Ciencia ficción La Gran Catástrofe VIII Humanidad en Conflicto

Tema en 'Novelas' iniciado por Agus estresado, 24 Agosto 2024.

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    Agus estresado

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    Título:
    La Gran Catástrofe VIII Humanidad en Conflicto
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    7167
    Saludos. Es hora de adentrarnos en el segundo cuarto de esta historia. La introducción está quedando atrás cada vez más, y pronto empezarán los platillos principales de la parte.

    Quiero agradecer como cada semana a mi gran amigo Manuvalk quien siempre estuvo presente en este universo, tanto para los findes donde podemos gozar de leídas en simultáneo como aquellos donde no tenemos esa suerte. Su presencia se agradece y se disfruta, y espero que esta parte, que será bastante más extensa que la anterior, le esté gustando de momento, incluyendo este capítulo.

    Sin más para decir, dejo el capítulo.





















    Avistando el objetivo:

    En un monitor de gran tamaño, una pantalla encendida se dividió en dos figuras con forma rectangular, apareciendo en cada uno de ellos un ser de diferente especie. En el rectángulo de la izquierda se podía ver a un yarlemiano, mientras que en el de la derecha, se contemplaba la figura de una velivina. Frente a dicho monitor, situado en una sala con las luces totalmente apagadas, se veía de frente a un integrante del consejo de la Sociedad Galáctica. Un velivino, igual que su compañera que estaba del otro lado.

    ¿Qué noticias tienes para nosotros, Tauvim? — preguntó el yarlemiano, Miraq — Veo que tu rostro muestra preocupación. ¿Acaso Casseirem llegó al planeta Tierra antes que tú?

    El ser que se encontraba frente al monitor tenía una expresión siniestra en la que resaltaba nada más y nada menos que el miedo que tenía. No solo por lo que acababa de ver, sino por el hecho de que debía ser el portavoz de malas noticias para sus dos compañeros del consejo. Tauvim tomó aire antes de hablar.

    No hay indicios de que Casseirem haya llegado a este planeta, pero algo más tuvo que suceder — comunicó el enviado para la misión — El planeta Tierra se ha convertido en una esfera congelada. Solo hay capas de hielo a la vista. Nuestras cámaras no captan ninguna otra imagen. Los drones que hemos enviado detectan una temperatura a varios grados menos de los que se consideraban normales según la información que obtuvimos.

    ¡¿La Tierra ha perdido su capacidad de albergar la vida?! — preguntó la mujer, de la misma especie que Tauvim.

    Me temo que eso es lo que ha ocurrido, Fielle — Tauvim le confirmó sus sospechas — Increíble que no haya pasado tan siquiera un trimestre desde que derribaron nuestro satélite. Ahora este planeta ya no existe.

    Eso es un problema, necesitamos a los humanos para hacer frente a Casseirem — contestó Miraq, recordando la información que su artefacto recolectó para ellos — Más bien, lo que nos hace falta son sus armas nucleares.

    Recuerdo que había registros de naves espaciales construidas por los humanos entre los archivos que llegaron hasta nosotros — comentó Fielle, quien sabía de la existencia de esas estructuras — La humanidad, al igual que nosotros, dominó el viaje por el espacio. Puede que su planeta ya esté inhabitable, pero eso no quiere decir que ellos estén extintos. En el universo deben quedar algunos seres humanos deambulando. Quizá en busca de un nuevo hogar. Es posible que podamos usar eso a nuestro favor.

    No es propio de Casseirem convertir planetas en zonas congeladas — Miraq habló basándose en los conocimientos que tenía del enemigo — Él suele dejarlos habitables para recolectar recursos. Ha vaciado nuestros planetas tras sus ataques. Creo que podríamos usar la figura de ese monstruo para poder asustar a los humanos que hayan quedado con vida.

    Suponiendo que los hay — Tauvim no compartía la idea de considerarlos con vida tras lo visto en la Tierra — Pero si ustedes lo autorizan, podría iniciar una misión para ir a buscarlos. Eso sí, sin indicios de a dónde podrían haberse ido, me costaría mucho tiempo.

    Yo propongo que no seas tú, Tauvim — Fielle tenía una idea al respecto — Ahora que no tenemos idea de cuánto tiempo deberemos invertir en hallar a los humanos, quedarnos en nuestro nuevo mundo no es una opción. Necesitaremos de tu presencia para terminar la construcción del arca que nos permitirá viajar a todos nosotros de un mundo a otro a la vez, y de esa forma, estar a salvo de cualquier amenaza que Casseirem pueda presentarnos.

    ¿Quiénes se encargarían de la tarea de encontrar a los humanos? — Miraq quería conocer lo que su compañera tuviera en mente.

    Siban y Cerv — Fielle dio la propuesta, apuntando a dos seres distintos en cada especie — Son los mejores candidatos a ascender peldaños para convertirse en líderes y tomar las decisiones junto a nosotros. Esta misión será la que los catapulte a nuestro nivel.

    Me parece una buena estrategia, dado a que no sabemos siquiera en donde empezar a buscar — Miraq estaba de acuerdo con ella — Tauvim, esperaremos tu regreso. Luego de eso, Siban y Cerv tomarán tu lugar como exploradores del universo. Te esperamos en casa.

    […]

    Varios años e intentos fallidos de contactar con otras especies tuvieron que pasar, pero finalmente llegó el día en el que Siban y Cerv, los dos enviados de la Sociedad Galáctica, consiguieron encontrar a los seres humanos, cumpliendo así el objetivo que los tres líderes que quedaban en las trinidades de las dos especies les habían puesto.

    Luego de las muertes de Elener y Zalan en un enfrentamiento contra Casseirem, seguidos por la traición de Sered al haberse unido al conquistador, los únicos tres líderes que quedaron con vida y leales a su gente estaban felices de ver que ya no serían los únicos con demasiada responsabilidad en los hombros.

    A bordo de su arca, una nave de dimensiones gigantescas y capaz de ocupar casi un tercio de la Luna, la cual habían utilizado para mantener con vida a toda su población dado a que el miedo a Casseirem les impedía vivir en un planeta en tranquilidad, los tres líderes actuales de la Sociedad Galáctica miraban a través de una pantalla las imágenes de Cerv, el velivino, y de Siban, la yarlemiana. La noticia de que los seres humanos seguían vivos y estaban a su alcance les hicieron felices, y solo restaba que ultimaran detalles en su captura.

    Siban, tú llegaste primero a ser una candidata para unirte a nuestra trinidad — Miraq hablaba con orgullo dirigiéndose a la enviada de su especie — Tú serás la primera en informar.

    Me alegra serlo, señor, porque tenemos un pequeño inconveniente — Siban preocupó a todos los líderes con esas palabras — Se decía que nuestra tecnología era capaz de provocar malfuncionamiento en la de los seres humanos.

    Y es correcto, así ordenamos que se creara con la información que teníamos disponible — Fielle no parecía entender el problema.

    Bueno, o bien los humanos de este mundo han mejorado mucho su tecnología o están usando tecnología de otra especie — Siban dio las dos teorías que se le ocurrían — Porque lo máximo que podemos hacer es interferir con sus comunicaciones. Ni siquiera somos capaces de hacerlo desde nuestra posición. Debemos acercarnos un poco más, y una vez que nos alejemos de dicho sitio, las recuperarán.

    Esto es grave, se suponía que debían quedarse totalmente incomunicados y sin tecnología hasta que nos aseguráramos de contar con su cooperación — Tauvim creyó que no sería factible hallar una solución para ese problema — Lo que menos quiero es que tengan la capacidad de venir tras nosotros. Además, si Casseirem hubiera obtenido el poder suficiente como para permitirse explorar planetas antes de atacarlos, necesitábamos engañarlo y hacerle creer que los humanos son una especie que no vale la pena.

    Incluso aunque intenten seguirnos, dudo mucho que sean capaces de encontrarnos — Miraq se sentía tranquilo por ese lado — Lo que sí no podemos solucionar es el asunto de que no habrá forma de camuflarlos como una especie sin inteligencia a los ojos de Casseirem.

    Los cinco integrantes de la Sociedad Galáctica quedaron en silencio tras ver que los problemas que expuso Siban no tendrían una solución rápida, y que había riesgos imprevistos que correr si querían extraer a los humanos de aquel mundo que ella había logrado encontrar. Cerv, el velivino que todavía no había dicho palabra alguna desde el anuncio de su hallazgo, estaba impaciente para poder contar sus noticias, las cuales consideraba más esperanzadoras que las traídas por su compañera.

    Escuchemos a Cerv antes de tomar una decisión — Tauvim sugirió para no estancar la reunión — Son dos planetas. Necesitamos los dos contextos.

    No sé por qué es tanta la diferencia — decía el joven velivino — Pero la tecnología de estos humanos no es tan avanzada. Solo necesitamos conectarnos en la misma frecuencia que ellos durante unos pocos segundos. Eso nos permitirá implantar un archivo malicioso que infectará todas sus máquinas y los tendrá totalmente aislados en su mundo.

    Bueno saberlo — Fielle sonreía tras escuchar esas noticias — En ese caso, creo que podremos llevarnos a los ejemplares que hemos venido a buscar. Aunque es posible que al grupo de Siban le cueste más dado a que su tecnología seguirá funcionando, solo que con sus comunicaciones interrumpidas.

    Nos llevaremos a cien de cada uno de esos planetas, el plan original era llevarnos a doscientos, después de todo — Miraq habló respecto a su procedimiento — Los juntaremos entre ellos para que se vayan conociendo. Y Cerv…

    Diga, líder y señor Miraq — el velivino se dirigió a él con un respeto adicional por ser de otra especie.

    Asegúrate de extraer toda la información que puedas acerca de los humanos de tu planeta — el yarlemiano le dio sus instrucciones — Siban no podrá hacerlo. Si llegas a encontrar planos de armas nucleares en su nave, te ordeno capturar a unos cien humanos más, y también a llevarte esos planos.

    Cumpliré con esas órdenes — Cerv pronto tuvo una idea — Si resulta que tienen los planos a nuestro alcance, no dudaré en llevármelos.

    Reúnan a los seres humanos en una misma nave — Tauvim fue el siguiente en hablar — Consigan que ninguno de los capturados tenga la menor duda en formar parte de nuestro plan. Luego de hacerlos convivir durante unos días en la gran nave, llévenlos al planeta Yarlem. Yo los estaré esperando allí. En el peor de los casos, si hay algunos que se rehúsan a colaborar, los traerán al arca con Miraq y Fielle. Yo me quedaré con aquellos que quieran ayudarnos. Si todo sale bien, serán los doscientos humanos.

    Estas son las mejores noticias que hemos recibido en años — pensó la velivina Fielle — Estamos más cerca de obtener las armas que nos hacen falta para acabar con la vida de Casseirem. Tan pronto como las tengamos, enviaremos escuadrones de búsqueda para que lo encuentren y acaben con él. No será una amenaza para nosotros nunca más, y nos ganaremos el derecho de vivir en tierra firme sin preocupaciones.

    Cerv y Siban, con las órdenes recibidas por parte de sus líderes, se desconectaron de la llamada que tenían con estos y entre sí. Cada uno de los dos enviados debía empezar los preparativos para llevar a cabo su misión para capturar un total de cien seres humanos, a los que luego tendrían que convencer para que se unieran a ellos en su acometida para poder ponerle fin a la gran amenaza que representaba Casseirem.

    […]

    Los doscientos humanos capturados, cien provenientes del planeta Edagr y otros cien de Tralio, caminaban por las ruinas del planeta Yarlem, antiguo hogar de una de las dos especies que integraba la Sociedad Galáctica. Cada uno de ellos miraba a sus alrededores, viendo la destrucción que componía el paisaje completo a observar.

    Varios de los que tenían dudas acerca de colaborar con sus captores en la misión para la construcción de armas nucleares empezaban a darse cuenta de la seriedad en la situación donde los habían metido. Una ciudad inmensa de gran tamaño, superior incluso a varias capitales de los países más adinerados de la Tierra en sus años de gloria, no albergaba nada más que edificios destruidos y restos materiales desperdigados en cada rincón al que volteaban.

    — Este lugar es horrible — Artem, que iba caminando en solitario, lejos de todos sus compañeros en aquel momento, exteriorizó sus pensamientos — Es incluso peor que vivir bajo la esclavitud de los traliod.

    — ¿Has oído eso? — un soldado oriundo de Rusia le preguntó a uno que se encontraba al lado suyo — El chico ha sido esclavo toda su vida, y, aun así, prefiere ser eso antes que tener que vivir en este mundo.

    Esas palabras estaban dirigidas a uno de los que provenía del planeta Edagr, aunque el decirlas en voz alta fueron un factor determinante para hacer que le llegaran a los oídos de todos los presentes. Estaba claro que sus intenciones eran convencerlo de cambiar de parecer al respecto de su decisión de no querer colaborar con sus captores.

    — Quizá deberías recapacitar y pensar en las posibilidades de que Casseirem llegue a tu mundo perfecto — la burla en su voz cayó mal en algunos — Sé que los de Zenith y Black Meteor eran egoístas, pero dudo que también sean idiotas.

    — No pienso mover un dedo por esta gente que me capturó — el soldado, con bastante enfado encima, dejó salir su descontento — Mucho menos para darles armas nucleares. ¿Crees que realmente serán fieles a sus promesas? Puede que ayudarlos a ellos sea mucho peor que dejar las cosas como están.

    — La vida en traliod es un infierno, merece la pena intentarlo — una mujer de las que estaba como prisionera de los traliod no se perdió la oportunidad de opinar — Mucho más si ese tal Casseirem llega para complicarnos las cosas.

    — Mira, yo respeto tu opinión, pero la vida en el planeta Edagr no era un infierno — uno de sus habitantes, que no tenía dotes de soldado, quería desarmar la conversación sin caer en provocaciones — Ya escuchaste el testimonio de una de nuestras soldados. Lo último que se supo de él fue que varias naves que le pertenecían quedaron destruidas en un planeta. Es posible que ni siquiera esté vivo a estas alturas. Tengo amigos y familia esperándome en casa. No me mantendré alejado de ellos solo porque Cerv y Siban le tengan miedo a un fantasma.

    — La forma más rápida de irte a tu casa es colaborando con ellos y haciendo lo que piden — el que habló en primer lugar le hizo ver ese detalle.

    — No, si ellos nos suben a la nave una vez más y nos llevan a Edagr, te puedo asegurar que será mucho más rápido.

    — Mala elección de palabras de mi parte. La forma más rápida de que los suban a su nave y los lleven a Edagr es haciendo lo que te piden.

    — Casseirem no es problema nuestro, es suyo. Que lo resuelvan ellos. Nosotros no fuimos a secuestrar a nadie para que se encargara de eliminar a los edagrianos. Podrían aprender de nuestro ejemplo.

    Artem miraba con miedo como la discusión no paraba de escalar a niveles mucho peores. Estaba a la vista que no sería tarea fácil de convencer a los humanos que no tenían problemas en su mundo de colaborar con ellos, pero por lo que podía ver, todo parecía que estaba por explotar pronto en una pelea mucho más intensa de lo que podría soportar ver. Sin embargo, al mirar a su alrededor, podía ver como varios soldados de la Sociedad Galáctica, todos ellos armados, se congregaban en las cercanías, posiblemente con el objetivo de poner fin a cualquier conflicto que pudiera llegar a desatarse entre todos.

    […]

    El destino final de todo ese grupo de humanos no se encontraba en la ciudad en ruinas, sino pasando en las afueras de sus confines. El paseo que la Sociedad Galáctica le ofreció a los humanos por aquel sitio solamente era para que vieran en primera persona lo que sucede en un planeta que es invadido por Casseirem. Varios se vieron intimidados viendo los restos de edificios destruidos, llegando incluso a pensar que aliarse con ellos era una posibilidad aceptable dentro de todo. Pero otros no habían cambiado su forma de pensar, ni siquiera tras haber visto lo que tenían a sus alrededores.

    La caminata liderada por los líderes Cerv y Siban concluyó en el momento en el que se encontraron frente a una estructura inmensa. Tenía un diseño similar a la nave espacial en la que habían sido subidos tras su captura, siendo la única diferencia existente visible en el exterior. La que tenían frente a ellos se veía mucho más grande, casi como si estuviera destinada a cargar mucho más peso que la cual les sirvió como medio de transporte hacia ese mundo.

    Todos los humanos se quedaron quietos en un lugar, formando un óvalo bastante irregular, de modo que cada uno pudiera ver lo que ocurriría a continuación. Una hilera de cincuenta soldados se paró de cara a ellos con las armas levantadas y apuntando a sus piernas, listos para suprimir cualquier intento de rebelión. Otros soldados simplemente se colocaron en el costado o detrás de la posición de los humanos. Cerv y Siban se colocaron frente a la línea de cincuenta soldados que les estaban apuntando a los prisioneros, y se quedaron esperando hasta que una compuerta oculta a simple vista se abrió en la nave enorme que tenían al frente.

    Tauvim, un velivino desconocido para los seres humanos, salió al encuentro de los dos enviados que tuvieron una misión para capturarlos. Tras varios años de espera y de vivir con el miedo de ser atacados por Casseirem en cualquier momento, los seres a los que su Sociedad Galáctica quería tener, finalmente estaban frente a él. El velivino tenía puesta una armadura negra, muy diferente al traje que cubría a los dos enviados. Su armadura tenía franjas horizontales de color azul como una decoración adicional, pero por lo demás, el metal negro de dicha armadura le cubría el torso por completo. Sus piernas, por otro lado, estaban protegidas por un metal plateado que se veía mucho más ligero que el de su torso. Detrás de aquel velivino que apareció repentinamente, varios soldados más hicieron acto de presencia. La gran mayoría armados, pero otros simplemente llevaban sus puños como única defensa. Cada uno de ellos portaba una armadura totalmente diferente a la de Tauvim, siendo compuesta por una pechera dorada y protectores para brazos de color negro, mientras que en lo demás era igual a la del velivino que apareció en primer lugar.

    — ¡Nunca he estado tan feliz por estar vivo! — Tauvim exclamó mientras extendía sus dos manos a los enviados — ¡La ayuda que tanto nos hacía falta está aquí! ¡Me alegra que lo hayan logrado!

    — Cerv tiene noticias todavía mejores para usted, Tauvim — Siban no le mostraba mucho respeto, dado a que sabía que, tras completar su misión, le correspondería su mismo rango. Ella saludó estrechando su mano izquierda.

    — Estoy impaciente por oírlas — el velivino amplió el tamaño de su sonrisa.

    — Más de uno de ellos ha afirmado tener el conocimiento para poder construir las armas nucleares que nos hacen falta — Cerv estrechó la mano derecha de su compañero — Y todos ellos que lo han dicho están dispuestos a ayudarnos.

    — Quiero creer que el paseo por esta ciudad habrá servido para convencer a los rebeldes que quedaban… — expresó el velivino, esperando una respuesta afirmativa — He escuchado las palabras que les han dicho. Y creo que han sonado convincentes.

    — Dependerá de ellos, pero sé que contamos con la gran mayoría aquí — Cerv volteó en un segundo para ver a la multitud de humanos, y luego de eso, regresó su mirada a Tauvim.

    — Bueno, eso es algo que vamos a averiguar ahora — uno de los tres líderes de la Sociedad Galáctica se apartó de ellos y dio un paso al frente, mostrándose ante todos los humanos.

    Reunidos, pero no por eso totalmente de acuerdo con la idea de encontrarse allí mismo, todos los seres humanos supieron que aquel ser que tenían en frente era una figura de autoridad posiblemente a escalones más altos que los propios Siban y Cerv. El verlo acercarse decantó que iba a hablar, y así fue, siendo solo los más pequeños entre los presentes los que no fueron capaces de anticipar un gesto así proveniente de aquel ser tan misterioso.

    — ¡Es un placer saludarlos, humanos! — Tauvim se aseguró de ser escuchados por todos — ¡Me alegra verlos a todos ustedes aquí hoy! ¡Ahora mismo, la Sociedad Galáctica solamente tiene tres líderes! ¡Gracias a que Siban y Cerv cumplieron la misión que les encomendamos, seremos cinco en poco tiempo! ¡Pero siendo que todavía somos tres, me enorgullece ser el primer líder en darles la bienvenida! ¡Me llamo Tauvim, y para aquellos que estén un poco despistados, soy un velivino!

    Hizo una breve pausa para centrar su mirada en todos aquellos que estaban allí. Los que tenía más cerca de su posición eran los más fáciles de divisar, mientras que requería de un esfuerzo mayor para poder llegar a analizar los gestos de quienes iban detrás. Había varios humanos que sonreían al escucharlo, pero estos eran una minoría considerable a comparación de aquellos que no mostraban alegría o fruncían el ceño en dicho momento. Sabiendo que ganarse la simpatía de la mayoría en ese momento sería misión imposible, decidió no perder más tiempo.

    — ¡Nuestros enviados los han traído a ustedes aquí, el planeta Yarlem! — Tauvim creyó que habría sido más apropiado que Miraq estuviera en su lugar — ¡El primer planeta en ser atacado por Casseirem! ¡Espero que nadie apartara la vista de las ruinas cuando estaban siendo traídos a este lugar! ¡Eso que ustedes han visto de camino aquí es un oráculo, una ventana hacia el futuro de sus mundos si el demonio de Casseirem no es detenido! ¡Y es justamente por eso que están aquí! ¡Juntos le pondremos fin a su amenaza! ¡No importa lo que varios de ustedes puedan decirnos sobre él, la realidad es que nadie estará a salvo hasta que no veamos con nuestros ojos como una bomba nuclear acaba con su vida! — luego de haber dicho esas palabras, Tauvim dejó salir un silbido.

    Los soldados que estaban encarando de frente a la masa de humanos parada allí mismo, empezaron a abrirse hacia los laterales, y formando en compañía de los que les estaban escoltando un pasillo de gente. Tan cerca unos de los otros de manera que sería difícil escabullirse entre ellos incluso para una rata, la mitad del ejército de la Sociedad Galáctica que viajó con ellos estaba a su izquierda y la otra mitad a su derecha, quedando solo los que salieron detrás de Tauvim firmes en su lugar.

    — ¡Detrás de mí hay un crucero científico con un total de diez laboratorios en su interior! — Tauvim reveló la finalidad del navío que se encontraba detrás de su posición a todos los presentes — ¡Allí mismo vamos a empezar la construcción de las bombas nucleares que necesitamos para nuestro cometido! ¡Aquellos que estén dispuestos a colaborar con nosotros pueden entrar! ¡Varios de mis ayudantes los escoltarán hacia un salón comedor en donde serán bien alimentados y preparados para trabajar! ¡Quienes no estén dispuestos a darnos una mano, se quedarán aquí mismo! ¡No renunciaremos a ustedes todavía, pero no sirve de nada que se pongan a trabajar si no están comprometidos con nuestro objetivo!

    Las palabras dichas por aquel velivino tomaron por sorpresa a la gran mayoría de los humanos presentes allí. Por la manera en la que Siban y Cerv hablaron en el navío en el que fueron transportados, parecía que era urgente que contaran con todos para que el trabajo fuera más rápido y efectivo. Sin embargo, algunos veían con lógica que los que habían invertido un gran esfuerzo en el armado de esos laboratorios decidieran dejar afuera temporalmente a quienes no estuvieran dispuestos a colaborar de primera mano.

    Artem, Winter, Jessica e Iker se encontraban dispersos. Debido al orden en que fueron escogidos para descender al planeta Yarlem, y a la falta de oportunidades para reunirse en el viaje a través de la ciudad en ruinas, no pudieron reunirse entre las doscientas personas allí presentes. Aunque eso no les hizo ninguna falta. La Sociedad Galáctica se había comprometido a prestar ayuda para los humanos que estuvieran prisioneros en Tralio. Pensando más que nada en sus familiares, los cuatro jóvenes ingresaron al sitio, acompañados por más de los humanos que estaban en su grupo.

    Sky logró ver a Winter moverse entre la gente, y lo primero que hizo fue seguirlo. No sabía si los iban a llevar a otro mundo para que fueran testigos de más obras de destrucción por parte de Casseirem, pero ella había acordado con Winter que, cuando fueran rescatados, pediría que prestaran ayuda para los humanos cautivos allí. Además, ella estaba segura de que, si el padre de Arick viajaba en la nave, estaría encantado de conocer a un pariente suyo.

    Alicia logró ver a Sky caminando entre aquellos que iban a adentrarse al laboratorio, y sin pensárselo dos veces, optó por seguirla. La mujer sabía que, bajo una de sus uñas, sin que ella lo supiera, se encontraba el nano rastreador que le permitiría a todos en casa tener más probabilidades de encontrarlos. Quedarse cerca de ella facilitaría las cosas para ser rescatada también, y esperaba que Gina, en donde quiera que estuviera dado a que no la tenía a la vista, se percatara de que ella estaba ingresando a ese lugar.

    Gina aprovechó el movimiento de toda esa gente allí presente para buscar a su hija Hana con la vista. Le fue muy útil que los humanos que provenían de Tralio se movieran rápido hacia el laboratorio, dado a que eso le permitió ver a su hija entre la multitud a los pocos segundos de haber iniciado todo ese movimiento. La joven pre adolescente hizo lo mismo que ella, y cuando vio a su madre acercándose, corrió a sus brazos. Reunidas otra vez tras unas largas y angustiantes horas, ambas se abrazaron con fuerza.

    — Mi Hana, espero que esta sea la última vez que nos separamos — Gina le dio un beso en la frente tras esas palabras.

    — Veo que algunos están entrando a ese extraño lugar — la chica se preguntaba qué ganaban los suyos al hacer eso — ¿Por qué lo hacen?

    — Quizá tengan miedo y hayan considerado aceptar unirse a ellos — Gina creyó que algunos entre los humanos de Edagr podrían haberse visto intimidados por las ruinas.

    — ¿Y nosotras a dónde vamos? — Hana le preguntó a su madre, ya que no entendía casi nada de lo ocurrido.

    La soldado acercó su cabeza hacia el oído de su hija con la finalidad de susurrarle algo. Queriendo pasar desapercibida, la abrazó con fuerza simulando que estaba feliz de volverla a ver.

    — No tiene importancia a dónde vayamos, nos van a rescatar pronto — Gina quería darle esperanza a la chica.

    — ¿Entonces vamos a entrar? — Hana quería saber en dónde estaría su destino.

    — …No — Gina vio algo que no le agradó para nada.

    Entre los humanos que se habían puesto en marcha para ingresar al crucero científico de la Sociedad Galáctica, la mujer soldado pudo ver a Abel Hartka. Su figura resaltaba entre toda la gente, dado a sus años de edad y su apariencia tan anciana. La soldado desconocía los motivos para adentrarse al laboratorio, ya que no creía que a Abel realmente le pudiera importar lo que sucediera con nadie a raíz de una amenaza de Casseirem. No tenía deseos de compartir sitio con él, y creyó que Alicia y Sky reaccionarían así al verlo dirigirse al laboratorio.

    Pero muy desagradable fue la sorpresa que se llevó cuando vio que ni Sky ni Alicia se encontraban a la vista. Ella, su hija y un total de sesenta o más seres humanos, todos provenientes de Edagr, optaron por quedarse afuera del laboratorio. Llegó a reconocer a Nick y a su esposa entre quienes quedaron afuera, pero no podía ver a la hija de Gwyn y Thomas por ningún lugar.

    Para cuando se dio cuenta del error que cometió al haberse quedado allí, los soldados de la Sociedad Galáctica formaron un círculo dejándola rodeada por completo tanto a ella como a su hija y a los humanos que optaron por no colaborar. Quería hablarles y decir que deseaba ingresar al laboratorio, pero viendo que las armas les apuntaban a todos, temía que le dispararan con la intención de herirla nada más abriera la boca.

    — ¡Caminen, nos vamos de regreso a la nave! — ordenó un soldado mientras todos empezaban a moverse sin romper el círculo.

    Gina, atemorizada por el grito tan hostil que le dirigió aquel ser, no pudo hacer otra cosa más que sujetar con fuerza la mano de su hija, al tiempo que empezaba a ser llevada fuera de allí. Nick y su esposa eligieron el mismo camino que la soldado, tan pronto como vieron a Abel marchando junto a aquellos que iban a quedarse en el laboratorio, sintieron como si su propio cuerpo los estuviera repeliendo de aquel lugar. No fue hasta que empezó la marcha que se dieron cuenta de que Sky, la única persona entre todos ellos que tenía el nano rastreador implantado bajo la uña, no se encontraba allí.

    — No puede ser, creí haberla visto quedarse afuera — Nick maldecía para sus adentros — Ni bien tenga la oportunidad, pediremos que nos traigan aquí. Ahora no parece seguro hablar.

    Tauvim, Cerv y Siban contemplaron como una gran multitud de humanos cruzó la puerta de entrada hacia el navío que albergaba los laboratorios. La alegría les invadió cuando pudieron contar que un total de ciento treinta y siete seres humanos habían elegido prestarles la ayuda que les hacía falta en su misión. Aunque eso no quitaba el hecho de que estaban desilusionados por los sesenta y tres que optaron por mantenerse fuera.

    — O les falta empatía o sentido común — comentó Tauvim, para luego soltar un suspiro desganado — Les toca a ustedes convencerlos de que se unan a nosotros. Podrían llevarlos a nuestro planeta actual. Allí conocerían a Miraq y a Fielle. Quizá ellos sean capaces de hacerlos entrar en razón… y de paso, ustedes podrán tener su ceremonia para volverse parte de nuestro consejo de liderazgo.

    — Agradecemos el ascenso, Tauvim — Siban estaba muy satisfecha con haber logrado escalar tan alto.

    — Quizá un paseo por un planeta donde llevamos vidas precarias y el testimonio de nuestros otros líderes nos ayude a ponerlos de nuestro lado — Cerv no tenía idea de qué otra cosa podría decir para tratar de convencerlos — Pero al menos nuestra misión terminó y podremos dejar de ser enviados.

    — No se confundan, nuestra misión no ha terminado — Tauvim quiso detenerlo justo allí — Todo lo contrario. Ahora que finalmente tenemos a los humanos de nuestra parte, o al menos la mayoría, acabamos de empezar. Se han ganado un ascenso con méritos, pero lamento decirles que no habrá mucho tiempo para celebrar. No cuando hay trabajo por hacer.

    Con el ánimo un poco aplacado por esas palabras dichas por uno de los antiguos tres líderes a los que admiraban bastante, Cerv y Siban agacharon la cabeza e hicieron una reverencia para mostrar respeto. No dijeron una sola palabra más, aceptando su encargo para llevarse a los humanos restantes hacia el planeta en el que esperaban los otros dos líderes, Miraq y Fielle, para que ambos enviados pudieran conseguir el ascenso que les correspondía.

    Tras ver como las dos promesas en las que habían depositado su fe se marchaban una vez que su cometido original había sido cumplido, Tauvim y el resto de los soldados de la Sociedad Galáctica ingresaron al crucero científico, con la intención de que los seres humanos que optaron por prestar su ayuda fueran alimentados y así ser puestos a trabajar en su necesidad más urgente.

    […]

    Sky siguió a una gran multitud, quienes a su vez seguían el paso de los soldados de la Sociedad Galáctica, hasta que finalmente pudo llegar hasta una enorme sala con varias mesas con forma rectangular o circular distribuidas alrededor. En cada una de las paredes había una puerta. Ella ingresó por la entrada, que simplemente tenía detrás el pasillo por el cuál venía caminando. Desconocía qué habría detrás de las puertas situadas en los otros muros, pero lograba ver cómo estas se abrían y permitían el paso hacia sus interiores a los soldados que les tenían escoltados.

    La chica ingresó para seguir a Winter, pero al pasar por tantos pasillos en su trayecto hacia ese sitio, lo perdió de vista. Trataba de identificarlo entre las mesas. En las rectangulares había sitio para unas ocho personas, al menos, cada una llevaba unas ocho sillas alrededor como mínimo. En las circulares, por otro lado, solo había espacio para seis personas. Queriendo encontrarlo rápido, la chica miró hacia las mesas rectangulares, creyendo que allí tenía más posibilidades de hallarlo.

    — ¡Preciosa! — luego de escuchar el grito, Sky se dio la vuelta.

    Al mirar a su izquierda, pudo ver a Iker y a Jessica, ambos chicos con los que interactuó muy poco sentados en solitario en una mesa redonda con espacio solo para seis personas. Hizo una mueca de enfado en cuanto Iker le silbó, recordando lo que había hecho con ella la noche anterior. Ella logró ver como el joven Evanson le lanzaba un beso al aire.

    — Es para tu culo hermoso — le dijo con intenciones de molestarla — Con cariño…

    Desde su posición, Jessica e Iker vieron como la chica se daba la vuelta para apartarlos de su vista. Una vez que ella se alejó lo suficiente, la joven Delta quiso decirle unas palabras a su compañero.

    — Si tengo que adivinar… — la chica quería comentar.

    — Sí, la toqué — Iker le dio un pequeño golpe a la mesa, llegando a detectar que era de madera.

    — La mayoría de las veces te comportas como un cerdo — Jessica decía algo que había pensado en más de una ocasión.

    — Solo tienes envidia, Jessica — no se sintió cómodo con ese comentario — En casa estaba Airin, y aquí está Sky. No importa a dónde vayas, a ti siempre te sería imposible tener mi atención.

    — No tienes idea de lo agradecida que estoy de que un cerdo como tú no se quiera fijar en mí — Jessica apartó un poco la vista de él — Aunque me apena que Airin tenga que soportarte. Casi que siento pena por Sky también.

    Mientras sus dos compañeros estaban discutiendo, Winter se encontraba algo apartado de ellos, en una mesa de seis personas, en donde su único acompañante en aquel momento era su amigo y pareja de su novia, Artem. Ambos se habían reunido apenas llegaron a la sala, y lo primero que hicieron fue tomar asiento uno al lado del otro.

    — No he podido contar bien — decía el joven Lakor — Pero aquí mismo, somos más de cien, y veo que sigue entrando gente.

    — Y que lo digas — Artem pronto centró la vista en alguien — Parece que tu amiga eligió venir también.

    Sin saber a qué se refería, el joven Lakor siguió los ojos de su amigo, y pudo ver que Sky, su compañera de encierro, se acercó para tomar asiento en el mismo lugar que él, justamente al lado suyo. Se sonrojó un poco en el momento en el que Artem le dio un pequeño golpe en el hombro, para mirarlo acto seguido.

    — Oye, estoy intentando sobrellevar esta situación de mierda — el joven Hedrum le comentó — Para mí es difícil saber que todos nuestros seres queridos están en casa esperándonos.

    — Buenos días — Sky saludó al chico que estaba junto a él — No sé cuál es tu nombre.

    — Me llamo Artem, si no recuerdo mal, tú eres Sky — se presentó de forma amistosa, pero sin extender su mano.

    — Winter te habló de mí, por lo que veo — la joven lo miró, dándose cuenta de que él tenía la mirada agachada — He venido aquí por lo que hablamos…

    La joven Delleo miró a su alrededor, y cuando notó que no había soldados de la Sociedad Galáctica en las proximidades para tratar de obtener nada de sus palabras, se acercó y susurró.

    — Si nos rescatan, pediré a mis padres y a los demás que presten ayuda para los suyos — Sky dijo, siendo escuchada solo por Winter y Artem.

    — ¿Qué es eso de… lo que dijiste? — Artem no quería estropear nada.

    — Ella lo explicará — Sky pudo ver a Alicia acercándose a ella.

    La mujer, que había perdido de vista a la hija de Thomas y Gwyn en su camino, finalmente logró alcanzar su posición. Ante la vista de los dos jóvenes, ella se sentó al lado de Sky. Ambos se quedaron asombrados por su apariencia, en especial por el parche que tenía en uno de sus ojos. Luego de observarla, creyeron que estaban frente a frente a una soldado del ejército de la humanidad que quedó tras la unificación de Zenith y Black Meteor.

    — ¿Son amigos tuyos, Sky? — Alicia le preguntó a la joven.

    — Artem es el de más afuera — señaló la chica — Lo acabo de conocer. El chico al lado mío se llama Winter. Es mi compañero de encierro, y aunque no lo creas… su apellido es Lakor.

    Al igual que como ocurrió con la chica al momento de enterarse, Alicia también se vio muy sorprendida con dicha revelación. Ella siempre había creído que a Ace no le quedaba ningún familiar con vida tras haberse enterado de lo ocurrido con él tras ser adoptado por un comandante de Black Meteor. Lo tenía tan presente que no creyó que podría existir algún otro compartiendo su apellido más allá de él y sus dos hijos.

    — Es inesperado — la mujer lo miró bien, para darse cuenta de que no se parecían mucho — Quizá seas…

    — Mi padre es tío de Ace Lakor — Winter quiso aclarar las cosas.

    — Durante muchos años he creído que Ace no tenía familia de sangre, más allá de sus hijos — Alicia esperaba tener la oportunidad de que se conocieran — Si lo que dices es verdad, entonces, él y tú son primos.

    — Perdónenme si interrumpo esto, pero Sky dijo que tú nos explicarías algo sobre — Artem fue precavido acerca de quienes podrían estar cerca — Sobre un rescate — murmuró imitando a la chica más joven — He revisado previamente la mesa y no parece haber micrófonos ocultos. Así que, puedes decirnos si…

    — Es preciso, Sky es la clave — Alicia sujetó a la chica de las manos mientras pronunció esas palabras en voz baja — Debajo de una de sus uñas hay un nano rastreador. No tengo idea de cuánto tiempo van a tardar en llegar a nosotros, pero confío en que para estas alturas ya conocen nuestra ubicación.

    Las palabras dichas por Alicia llenaron de ilusión las caras de Artem y de Winter. Ambos jóvenes tuvieron que contener la emoción de saber que, aunque fueran personas de otro planeta, un grupo de humanos podría llegar en su rescate. Sabían que Sky iba a interceder en su favor, lo que quería decir que, de una u otra forma, podrían contar con apoyo para sus familiares presentes en el planeta Tralio. La única incógnita para ellos era saber quién sería capaz de brindárselos, si la Sociedad Galáctica o la humanidad del planeta Edagr.

    Sky, por su parte, estaba muy asombrada. Sin mover las manos de su sitio, empezó a mirarse con atención. Estaba segura de que el nano rastreador debía ser bastante diminuto como para tenerlo implantado sin siquiera sentirlo. No tenía idea de en qué momento se lo habrían colocado, pero confiaba en que Alicia no le mentiría, ni siquiera en un intento de hacerla sentir mejor. Creía en ella, y más que nada, tenía fe en que sus padres no se quedarían quietos mientras ella estaba desaparecida.

    Los cuatro estaban tan distraídos en sus pensamientos que no pudieron percatarse de que un quinto integrante se sentó a la mesa. Abel Hartka, ex líder de Black Meteor, arrastró una silla por el suelo para anunciar su llegada, ocasionando que todas las miradas pasaran a fijarse en él. Se sentó en la mesa, y nada más hacerlo, llegó a percibir la amenaza en las miradas de los otros cuatro integrantes en aquel lugar.

    — ¿Por qué desapareció su sonrisa de sus caras? — Abel también tenía curiosidad por el motivo de ellos para ser felices.

    — Porque tú llegaste — Alicia, quien era la única en conocerlo personalmente, lo quería incomodar para que se fuera — ¿Por qué viniste con nosotros?

    — No soy un idiota, Alicia, tú me conoces — el hombre apoyó su cabeza sobre ambas manos, mientras colocaba los codos en la mesa — Ayer, después de tener una discusión con mi compañero de encierro, me tomé un poco de tiempo antes de dormirme. Me di cuenta de que lo que realmente quiero es pasar mis últimos momentos de vida en libertad, de ser posible, en el bosque donde viví durante más de quince años. No quiero morir trabajando para nadie, y mucho menos para que unos alienígenas consigan bombas para pelear con un conquistador. No sé si ese tal Casseirem sigue con vida, pero incluso aunque así sea, yo estaré muerto antes de que hagamos contacto con él.

    — Eso no explica por qué te viniste a sentar aquí — Artem no sentía aprecio hacia su persona.

    — Como dije, no soy idiota — el anciano se repetía — La edad me ha hecho más sabio y el vivir en el bosque me hizo más atento. Recuerdo que Alicia mencionó que Michael y Agustina murieron.

    Sky prestó atención a las palabras de Abel, solo para darse cuenta de que era cierto. Cuando se encontraron con él, el ex líder de Black Meteor mencionó esos dos nombres. Ella no tuvo tiempo para reflexionar acerca de ello en su momento, dado a que la tensión por su aparición estaba por todo lo alto. Pero en aquel momento con más calma, ella se percató de que podrían estar hablando de la Agustina que aparecía en una foto con su amigo Arick siendo un bebé.

    — No menciones sus nombres — Sky regresó de sus pensamientos cuando Alicia encaró al hombre — Ellos deberían estar vivos, y tú muerto, maldito pedazo de mierda.

    — Quizá sería mejor, así yo no tendría que estar soportando esto — el hombre que en su momento fue líder de Black Meteor miró hacia arriba al decir eso — Pero fui capaz de asumir que Ace, Thomas y Gwyn siguen con vida si tú misma no los has mencionado.

    — Es correcto, ellos están vivos — Alicia le respondió, con algo de enfado por la manera en la que este hablaba de sus amistades como si no fueran nada.

    — No soy ciego, Alicia — Abel le dijo con severidad — Tú eres importante para ellos. Sé que ninguno de los tres te dejará ir. Van a venir a rescatarte, y cuando eso suceda, planeo estar cerca. Yo también quiero ser libre de este lugar.

    — Quizá te maten por haber desertado en plena guerra — Alicia encontró un pequeño consuelo en ese aspecto.

    — Aunque no me agrada para nada esa idea, prefiero eso a que me tengan trabajando aquí, construyendo armas nucleares como un maldito esclavo — Abel lanzó ese comentario acerca de su situación actual.
     
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